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ORIGEN DEL SAGRADO CORAZN

La devocin al Corazn de Jess es de origen medieval, siendo los


escritos de santa Matilde de Hackeborn, santa Gertrudis de
Helfta y santa ngela de Foligno los testimonios ms antiguos. Sin
embargo, la fuente ms importante de la devocin, en la forma en
que la conocemos actualmente, es santa Margarita Mara
Alacoque de la Orden de la Visitacin de Santa Mara, a quien
Jess se le apareci. En dichas apariciones, Jess le dijo que
quienes oraran con devocin al Sagrado Corazn, recibiran
muchas gracias divinas.Ya hemos indicado que la devocin al
Sagrado Corazn de Jess ha existido desde los primeros tiempos
de Iglesia. Sin embargo, hay una fecha concreta en que esta
devocin pas a vivirse con un enfoque determinado; enfoque que
lo dio el mismo Jess a santa Margarita Mara de Alacoque el 27 de
diciembre de 1673. El confesor de santa Margarita Mara Alacoque
fue san Claudio de la Colombire, quien, creyendo en las
revelaciones msticas que ella reciba, propag la devocin.
Los jesuitas extendieron la devocin por el mundo a travs de los
miembros de la Compaa, y los libros de los jesuitas Juan
Croisset y Jos de Gallifet fueron fundamentales para esta
difusin. A pesar de controversias y de opositores, como
los jansenistas, los fieles confiaron en la promesa que Jess hizo a
la santa: "Mi Corazn reinar a pesar de mis enemigos".
El padre Mateo Crawley-Boevey, SS.CC. ide un movimiento de
regeneracin de las familias y de la sociedad a travs de una
cruzada moral, y para ello fund la Obra de la Entronizacin del
Sagrado Corazn en los Hogares, con repercusiones en todo el
orbe. Uno de sus intereses fue conseguir el establecimiento
del Reinado Social. A mediados del siglo XX,
el capuchino Italiano san Po de Pietrelcina y el beato Len
Dehon promovieron y revivieron el concepto de la oracin dirigida
al Sagrado Corazn de Jess. La difusin de la devocin al Sagrado
Corazn de Jess se debe a santa Margarita de Alacoque a quien
Jess se le apareci con estas palabras:
"Mira este corazn mo, que a pesar de consumirse en amor
abrasador por los hombres, no recibe de los cristianos otra cosa
que sacrilegio, desprecio, indiferencia e ingratitud, an en el
mismo sacramento de mi amor. Pero lo que traspasa mi Corazn
ms desgarradamente es que estos insultos los recibo de personas
consagradas especialmente a mi servicio."

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