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Funcién autobiografica de la lectura oral en la Vida de Torres Villarroel La importancia de la tradicional formula de lectura oral que puede registrarse en la Vida de Torres Villarroel, es algo que tampo- co se le ha escapado a un critico tan agudo como Guy Mercadier. Junto con otras alusiones a su leyenda y fama de hombre puiblico, dicha dimensién oral de la autobiografia torresiana convierte a su lector en «le dépositaire d tine tradition orale de la geste torrésie- ne»*, De modo que, coincidiendo con la tesis de Sebold que ve en ‘Torres «un artista original de primer orden, ... 20 por haber forjado formas literarias nuevas, sino por haber sabido adaptar a nuevos fines formas ya existentes»*, apreciamos aqui un ejemplo de esa adaptacién en miniatura, ya que no guarda relacién con esas otras adaptaciones mayores que el mismo Sebold ahi sefiala en la Vida en cuanto a la literatura picaresca y la hagiogréfica, para Mercadier «les modes biographiques propres au domaine hispanique»*, Mis allé de la leyenda oral per se, de esa «tradition orale de la geste torresiénen, sin embargo, quisiéramos aquf explorar otras repercu- siones e insinuaciones textuales que encierra el uso de esa f6rmula por parte de Torres y su autobiografia (0) Guy Mercader, Diego de Tors Vilar, Masques Minas (ile: Université Lite I, 1976 1p. 378 (2) Russell P Sebold, «Macifiacin y estructura plcarescas en la Vide de Tortes Villarroet, sul, XVII 1°25 (now. 1966p. 12. (@) Mencaier,lcit p. 395. 5 Eugene SuAnez-Gaahn Guten AOXINEXLNIE Por lo pronto, sabido es que dicha formula solia colocarse al final o al principio de capitulo, a veces en el propio encabeza- miento, tal como podemos observar en el capitulo LXVI de la segunda parte del Quijote, por ejemplo: «Que trata de lo que verd el que lo leyere 0 lo oird el que lo escuchare leer», Indefectiblemente, Torres lo hace al final, si bien podemos registrar al memos una excepcién en este sentido, pero no por haberla colocado al principio, sino més bien al final de un parrafo a mitad del quinto trozo: «... con el método, porfia y igor que verd el que no se canse de leer 0 de ofr»®. Esta claro que semejantes alusiones a una lectura oral, colectiva, al lado de otra silenciosa e individual, responden a una larga tradicién, mediante la cual se remediaba el analfabetismo, o acaso la inca- pacidad econémica de algunos para costear libros, sin excluir que se tratase simplemente de una costumbre social, tal como parece ser el caso de la lectura de la «Novela del Curioso Impertinente» en la venta, para valernos de nuevo del texto cervantino. Igualmente claro esté que el lugar estratégico en que se solia colocar la referencia a lo oral —otra vez, al final y comienzo de capitulos— tenia el principal propésito de anirar al lector a seguir adelante con su lectura, invitindole e inte- grindole, de hecho, dentro del mundo textual mediante la alu- sion a ésa su participacién lectora. Con lo cual claro debe que- dar también, y finalmente, la novedad torresiana aqui, pues al aplicar a un texto autobiografico esta formula tradicional que incluye a un lector sin libro ent mano, el resultado seré, en efec- to, el de ampliar atin més el radio de su fama y leyenda, de la que, para volver a lo apuntado por Mercadier, forma parte jus- tamente la aportacién oral. @)__ Miguel de Cervantes Saavedra, El ingeiasohidalgo don Quit de La Mancha (Madrid: Ediciones Atas, 1948, a c4rgo de Francisco Rodriguer Marin), I, cap. LXV, tomo VIL p. 139, (©) Diego de Torres Vitaoel, Vide, ascendenca, nacimint,eranza y aventaras (Madrid: Castalia, 1972, edicin a cargo de Guy Mercadier),p. 206, Citaremos siempre eesta edicién,colocando la pigina entre paréntais tras la cita en lo sucesivo. AOXLVEXLMI PONCION AUTOMDGRAFTCA BELA LECTURA OR 9 Conviene precisar Ja importancia que tiene en la Vida esa insistencia en una posible lectura oral. No es que Torres sin més eche mano de otro recurso del pasado y lo acople a un nuevo fin, sino que lo hace con suficiente interés como para llamar la aten- cién. En este sentido, no deja de ser curioso que el propio Mercadier nada comenta al respecto en las notas de su edicién de la Vida que responden a esos finales de capitulo, o trozos, como los llama Torres, y tampoco lo hace Chicharro en la suya, para Gitar dos ediciones recientes y a la vez rigurosas. También a noso- tros se nos pasé dicha importancia en el apartado de nuestro libro que dedicamos a «La leyenda y la invectivan’, pese a supo- ner indudablemente un apoyo a nuestra tesis ahi que ve la estructura autobiografica de la Vida como la de una confesion mundana destinada mas que nada y sobre todo a una apologia jactanciosa. Conviene, deciamos, no perder de vista otra vez. esa insistencia torresiana en la posibilidad oral de su autobiografia: «Entré crecido, fuerte, robusto, gordo y felizmente sano en la nueva fatiga, la que segut y finalicé como veré el que quiera leer u oir» (p. 74); «Las aventuras que fueron sucediendo a mi vida, las verd el que leyere u oyere el tercer Trozo que se sigue» (p. 96). Y si estos dos ejemplos plantean esa alternativa oral de forma directa, el texto no dejara de brindar otro caso en el que esa lectu- ra en voz alta quedarg al menos implicita: «Los nuevos sucesos, acciones y aventuras que pasaron por mien la nueva vida a que me sujeté en Salamanca, lo verd en el siguiente y peniiltimo trozo de ella, el que no esté cansado de las insipideces de esta lecci6rm (p. 133). Fsta tiltima palabra, méxime de la pluma de un catedra- tico, es, naturalmente, la que podria estar aludiendo una vez mas a la dimensi6n oral que en las dos primeras citas queda del todo explicita. Al no poder descartar del todo la ambigiiedad aqui de! término «leccién», que también puede concebirse como escritura, (6) Eugenio Susres-Galbin Guerra, La Vida de Tors Villarrod:Htrauna anti: crese, avabiogrfi burguesa (Chapel Hil: Estudios de Hispandfil, University of North Caraina, 1975), pp. 67-72. 40 Eocene Sukkt2-Gatah Gunes AOxLvEXLVIT no tenemos mas remedio que admitir lo oral ahora s6lo como posibilidad, aunque se entiende que Mercadier no haya vacilado en incluir también este ejemplo al lado de los otros dos dentro de ‘des formules conclusives de frozos», sin detenerse en buscar posibles diferencias 0 modificaciones en este sentido, En todo caso, una doble acepcién (escrita y oral, o auditiva, si se prefiere) de «leccién» resulta més consustancial atin con esos dos ejemplos anteriores, pues semejante interpretacién receptiva a ambas posi- bilidades, no hace otra cosa que continuar esa doble dimension lectora que los dos casos anteriores dejan del todo explicita, al igual que aquel otro en medio del quinto trozo que antes sefialé- ‘bamos. Por lo demés, el que Torres esté recurriendo aqui a una determinada tradicién literaria que incluye ambos tipos de lectu- ra, también podria reforzar esa posibilidad oral, la cual, dicho sea de paso, se posibilita también con el uso del verbo «decir» al final de la «Ascendencia de don Diego de Torres»: «Y ya que he dicho de dénde vengo, voy a decir lo que ha permitido Dios que sea» (p. 68). Es verdad, por otro lado, que dicha férmula, a la que le esta- ‘mos dando tanta importancia aqui, desaparece de la Vida a par- tir de ese final del tercer trozo, lo cual, sin embargo, més que negar ésa su trascendencia autobiografica a la luz de ta estruc- tura apologética-jactanciosa, nos resulta iluminadora de otro aspecto estructural de la obra, relativo a su misma extensién, aspecto que no escapa ahora a los dos encargados de edicién mencionados, como veremos. El propio, Torres, no obstante, ofrece ya un claro indicio de cierta indecisién en cuanto al plan definitive de su autobiografia, al adelantar en Ja tltima frase del tercer trozo ya citada que el pr6ximo, o cuarto, ser el «pemiltimo» (p. 133). Ni Mercadier’, ni Chicharro’, como ade- )- Mercadier, Diego de Torres Ville, p. 378 (8) Mereatir, cit de la Vide de Torres Vilaroel, nota 13, p. 153. (@) Dimaso Chicharro, Diego de Torres Villaroel, Vide, ascndencia,nacimiento, crianzay eventurs( Madrid: CStedra, 1980) nota 157, p 182 AoxLvEXtvIt Fencioy avToMocRAnch BELA MCTURA ofa, o Iantamos ahora nosotros, pasan por alto la indecision del narra dor aqui ante fa futura evolucién de su obra, si bien el primero, siempre més cauto, se limita a la insinuacién interrogativa, mientras que el segundo afirma sin més que el narrador tiene la intencién de poner punto final a su Vida al terminar el cuarto troz0", pero sélo para revocar Torres esa decisién y afiadir un quinto trozo pasados unos afos, y el sexto todavia unos afios después, mediando en total quince afos entre la publicacién de los primeros cuatro trozos en 1743 y la de ese sexto en 1758, habiendo aparecido el quinto en 1750, segiin anota estas fechas, Mercadier". En efecto, ese final del cuarto trozo se presta a semejante interpretacién de un final definitivo de obra, y, en efecto una vez més, resulta plausible la teorfa de Chicharro, seguin la cual fue el tropiezo con la Inquisicién a propésito de Vida natural y catélica lo que insts a Torres a continuar su auto- biografia™. Con lo cual se resuelve el porqué de ese abandono de la formula tradicional para una lectura oral a final de capftu- lo, sin en ningiin momento implicar cualquier disminuicién de su importancia, ya que sencillamente no habria més lectura hasta surgir ese percance, o al menos, no la habria de acuerdo (10) Chicharo, ibid, nota 121, p.220. (12) Mercadier, «Introduccion biogatica ycrtica, eit, pp. 35-97, (02) Chicharrostetraducion», edt, pp. 73-7 Plausible, pero problemstica también, nos resulta esta tsi de Chicharro, ta ¥ como la expone el criico ahi. Abarcar este asunto aqui en su totalidad, exiira una rota demasiado extensa pata el presente trabajo, slcanzando, de hecho, las dimensio- res de tn pequefo articulo que con el ilo de «Sabre un supuesto cambio en Ia Vide de Torees Villarool» aparecis en Bulletin Hispaniqe, XCVII,2: 1-10. Por el momento, nos basta con salar que el ertico ah, a nuestro parecer al menos, no nos prugba los resultados textes dees «inflexin importantes (p73) introdida por el caso ingui- sitional que hacen vaviar los fines de Torres sque luego fueron, si no modificados del todo, s{ matizados por las crcunstancias»(p. 74). Por consiguientea falta de esa pruc- a textual, y aunque admitimos que el caso inquisitorial bien pudo ser motivo para que ‘Torres retomara y continuara su Vide, no vemos 14260, por otro lad, para siquiera modifier nvestza anterior afirmacion que Sostene que fa Vida «siempre mantene st tunidad de sentido y forma: confesién mundana arrancando de una apologia con sus diversos ingredientes que aqui estudiamos» (0b. ct, p. 68), conforme volveremos & insist despuss ota ver wo ocoun SuAnre-Gatshy GUERRA Aoxvixevit al plan original de Torres. El caso que hemos registrado en medio del quinto trozo de esa férmula oral, no obstante, bien podria servir como prueba de que, en efecto, Torres le sigue dando su debida importancia a la dimensién oral. Conviene también recuzrir a un argumento intertextual para seguir apreciando esta importancia que para Torres tiene esa dimensién oral que le otorga explicitamente a su Vida. Y es que cabria preguntarse porqué ese final de capitulo, con su formula oral-auditiva, no se registra en otras obras del autor que podriamos considerar, si no capitales, al menos importantes y representativas de su mejor quehacer literario. Ciertamente entrarian en esta lista las Visiones y visitas, y oteas menores a ésta y ala propia Vida en cuanto ala pretensién y el logro litera- rios, tales como Barca de Aqueronte, Correo del otro mundo, Sacudimiento de mentecatos, Ultimo sacudimiento, Historia de histo- rias © Soplo a la justicia. Tampoco se trata de agotar ahora los quince tomos de la Obra completa de Villarroel, pues nos basta con sefialar que en éstas s6lo aparece Ia alusién a la lectura individual y callada: «..., y le dije a mi discreto difunto lo que verd el que quisiere lees»; «..., y empezé el juicio por la tropa mayor de condenados, que fueron los que vera V. si prosigue Jeyendo»", A lo sumo, habré una alusién al lenguaje hablado, que puede interpretarse figurativamente como el escrito, tal como dijimos se posibilita en la Vida, tanto al final de la «Ascendencia» con «decir», y del tercer trozo con «leccién»: « y lo dicho dicho», No obstante, y para insistir en ello, la f6r- mula en su manifestacién explicita que vimos en dos ocasiones en la Vida, no vuelve a registrarse. (13) Diego de Torres Vilrroel, Visions y ost de Torres con dom Franses de Quevedo por la corte (Madrid: Clisics Castellanos, Expast-Calpe, 1966, ed. de RuseellP Sebold), p. (14) Diego de Torres Vllaroel, Berea de Agueronte, en Barca de Amueronte, Correo 4 otro mud, Sacudiniento de mentecatos, Ultimo sacudimiento, Historia de historias, Soplo 1a justcs (Madrid: Expasa-Calpe, 1968, ed. a cargo de Federico Sainz de Robles), P. 37 (05) Core del ro mundo en i, p. 105. AOMLNEXLVL PANCON ALIONOCRARICA DE LA LECTURA ORAL on De modo que, al contribuir a su leyenda, como ha seftalado Mercadier, la funcién autobiogréfica de la formula tradicional para una lectura oral, a la que Torres claramente atribuye una indudable importancia en fa Vida, vuelve a subrayar la estructura y el fin confesional-apologgtico-jactancioso del texto. Que otras obras significativas de Torres carezcan de semejante f6rmula, subraya ahora la importancia que Torres atribuye a su autobio- grafia, pero no tanto como libro que iba a resumir y recoger su vida, sino, una vez més, como obra destinada a justificar esa exis- tencia suya, y dejar constancia de su valia personal y profesional Por obvio como parezca esa relacién entre tradicién oral y firt autobiogréfico autolaudatorio, convenia explicarla de una mane- ra lo més clara posible, pues constituye una singular muestra de la lucidez con que Torres logra doblegar a su fin peculiar un determinadb estilo, recurso, técnica 0 tradicién literaria. Y conve~ nia hacerlo ademés, para volver a insistir en la nitidez genérica con que Torres escribe su autobiografia, dentro, por supuesto, de la natural flexibilidad de todo género literario. Es decir, toda teo- ria que sostenga que Torres vacila en este sentido, alterando, o de cualquier otra manera cambiando, 0 si quiera modificando de forma notable, su adhesin en la Vida al género —o subgénero autobiogréfico, si se prefiere— de la apologia mundana, tropieza inevitablemente con ia prueba textual que sostiene lo contrario, a Ja cual vendria a sumarse ahora ésta de la férmula oral. Y si antes nos oponiamos en este sentido a la conjetura de Segura Corvasi, que suscita la posibilidad de que Torres haya cultivado la leyen- da, sustituyéndola en un determinado momento con la autobio- grafia propiamente dicha, asi como a la idea de Sergio Fernandez, que mantiene que la Vida es en parte una fingida picaresca que se tora igualmente autobiografia en un momento dado, aqui, (16) Sustee-Getbsn Guerma, ob cit, p. 68, Para 108 trabajos de los dos cxticos & cayas Ideas nos opcnemos ahi, véase Sergio Fernandez, «Vida de Torres Villaroel, Universidad, n°. 16-7 (mayo, 1958), pp. 31-38, y especialmente, p. 34, y E. Segura Corvasi, «Ensayo erica dela obra de Torres Vilarroel, Cuadernos de literatura, VI, 1, 22-24 (ulio-di, 1950), pp. 125-164, especialmente, p. 150, om Everio Svinte GattAn GER Aoxivixtvn. como ya dijimos en la nota 12, nos oponemos a semejante cambio estructural como el que ve Chicharro, para quien la Vida también tiene partes «mas novelesca [s] que otra cosa”. Matizada como nos presente su tesis ahi el critico, no io es lo suficiente hasta negar una diferencia notable con el resto de la obra. Con lo cual, Chicharro vuelve a la consabida confusién entre autobiografia y novela que tanto caracterizé a su vez la confusién ante la Vida por parte de la critica en antafio, y de la cual vendria ahora hacer una prolongacién la de Chicharro, junto con la de Segura y Fernéndez. Por otro lado, el que Torres incluya a un ptiblico en princi- pio no lector para su autobiografia, ademés de reflejar otra vez Ja enorme ansia de fama, y su fondo de inseguridad que la sos- tenfa, para asi resumir lo que ya explicamos con més detalle en otro lugar’, aporta simulténeamente otra informacién autobio- grdfica que tampoco debemos dejar pasar por alto en un inten- to de extraer de la formula oral que manifiesta la Vida sus maxi- ‘mas consecuencias textuales. Para empezar, y aunque nos sea imposible alcanzar una conclusién definitiva en este sentido, e! asunto no deja de suscitar ese aspecto comercial de Torres que Marichal seftalaba como inconfundible signo de su condicién burguesa, a saber, esa capacidad que tenia Villarroel para ven- der sus libros”, tema, sin ir més lejos, con el que inicia el mismo «Prélogo al lector» (p. 49), segtin se recordar4. Podria argitirse que incluir af iector no libresco dentro de esa venta habil es en si mismo muestra de la capacidad comercial de Torres, © podria argitirse lo contrario, segiin se vea el negocio: ya que no pue- den leer o comprar libros, alguien se los leer, pero también es cierto que la lectura oral puede significar por cada ejemplar varias personas, y éstas podrian incluir letrados, potenciales (17) Chicharr, sntreduccdn> asa eit, p74 (8) Ob, cit, cap. I, pp. 57-85, y més expecificamente, Reflexiones finales», pp, 3.485 (29). Juan Marichal, «Torres Villaroel: Autobiogratia burguesa al hispénico odo», Papeles de Sons Armadans, CVI (marz0, 1968), p. 300, AOxLVERLA Funcieh AUTOMOCRARICA De La LECTURA ORAL. os compradores, pues, que eligen esa via auditiva, por las razones que fueran —continuar esa tradicién de lectura en voz. alta, entre ellas— pero no la econémica, en principio, al menos, ya que parece bastante presumible que un letrado no careciera de suficientes recursos econémicos hasta poder costear un libro. Sobre esto tiltimo nos ocuparemos enseguida, tras dejar del todo claro antes aqui que es imposible llegar a una conclusién capaz de dilucidar si Torres, puestos nosotros a tener que deci- dir, favorecia mas la venta que la fama, 0 viceversa. Suelen ir juntas, es verdad, pero también lo es que el presente caso que nos ocupa ahora encierra la posibilidad contraria. Y si nos dete- nemos en él aqui, se debe no sélo a que es un tema planteado por la formula oral, cuyas tiltimas repercusiones textuales ya hemos dicho queremos agotar, sino también porque, de poder Hegar a una solucién certera, ella podria verter luz sobre cual de los dos factores —fama o dinero— interesaba més al auto- biografiado. Luego, esa coincidencia usual de ambos dificulta la cuestién, incluso y acaso para el propio Torres a la hora de escribir, si es que leg6 a plantedrsela. Lo tinico cierto es que la Vida revela una y otra vez dicha coincidencia, siendo la capaci- dad comercial-libresca justamente uno de los méviles que explican la fama del narrador, sin necesidad de recordarlo. Se trata, en todo caso, de valores identificados con la burguesia, de Ja que oftece la Vida tan cabal ejemplo, conforme nos esforza- mos por documentar en nuestro libro aqui citado, cuyo titulo de por si basta para recordarlo, y a pesar de las objeciones de otro, de las que nos ocupamos en otro trabajo”. (20) En la note 3 de «De la Vide de Toros a la de L4zaro de Tomes: burguesia y picarescas, trabajo que aparec6 en REVISION DE TORRES VILLARROEL, ed.» cargo de “Mansel Maria Pénex Lopez y Emilio Martinez Mata (Slamanca: Balcones Universidad de Selamanea, 1998), pp 11-15, y mds concetamente agus p. 147, nots 5, nos oponemos ala tess de Etinghausen segin fa ual, y basindose lextio en la Vida, Torres wis infact less 2 solid member ofa new middle dass than a figure who lke several adventurers in the seventeenth centuty- uncomfortably straddles the pap between the nobility at one extreme and the artisans, peddlars and pica atthe other» (p-26), Las razones por resto rechazo

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