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a B = ee fee ey un ee or eras , NSO ue cee eae nice REC ees Frankfurt, quien dice en su presentacién en eens aid tenet eR Tee a ace eens au ORC Mee ney oe a Re ae ca at Ce ecu rer Ti Pee a aE CL Oma ee ea crt) Pete Cee ty eee ee ie ey ue ck oe Pec out aed Cree ee eT T Peter agradecimiento al maestro, al colega o al amigo. Este procedimiento no debe ee Om Coe con ic) Deeras nee ee eeu Coe ue Cue eee up ao Ceca ct sea en contradiccién con él. Por eso, este Petru MuCue us Cue eae) de fildsofos y socidlogos jévenes para los Sore acre sry Pee nett aa ora Pee ce uno RCo rss sino a la critica, y ninguno de ellos ha Respuestas cio aie jegurg dt, a Marcuse Ree ue ea ke ut ae RU Leese } Aportaciones de: A. Schmidt, W. F. Haug, | CRA re ae [eee ee (tae ae ce Pet) PHESTAS va) Habermas EDITORIAL ANAGRAMA (On coCymeVe Cas CARLOS BeRMAR Respuestas a Marcuse GARLCS SERMaM Tiirgen Habermas Respuestas a Marcuse Aportaciones de A. Schmidt, W. F. Haug, C. Offe, J. Bergmann, H. Berndt, R. Reiche y P. Breines mA EDITORIAL ANAGRAMA BARCELONA Titulo de ta edicién original: Antworten auf Herbert Marcuse © Suhrkamp Verlag Frankfurt am Main, 1968 Traduceiin: ‘Manvel Sacristdn Magueta de ta coteccién: Argente y Mumbré (© EDITORIAL ANAGRAMA Calle de ta Cruz, 44 Barcelona -17 Depésito Legal: B. 4167-198 APOSTILLA A LA EDICION CASTELLANA La critica que la mayoria de los autores de este volumen ejer- ce sobre el pensamicnto de Herbert Marcuse es aguda, de fun- damento y bastante completa. Los dos ees del andlisis ofrecido por Haug, por ejemplo, centran dos series de consideraciones que casi agotan el campo eritico posible: Haug critica metodolé- gicamente la marcha general del pensamiento de Marcuse, mos- trando su cargcter metafGrico, y pone también de manifesto, en el curso de una exposicién que es tal vez lo mejor del libro, las decisivas concesiones de Marcuse al capitalismo (la identificacién de éste con Ia socieded industrial como tal y Ja admisién de su racionalidad sistemitica 0 global), as{ como el error bisico sobre dicho régimen en cl que arraigan aquellas concesiones. Haug re cuerda cémo Marcuse reconoce el eapitalismo racionalided, efi- cacia, estabilidad, orden, libertad, satisfaccién de las necesidades; ¥ luego concluye su anslisis, lapidatio y un tanto hastiado (como sid, que tiene ahora 33 afios, fuera el veterano, y Marcuse el novato): «El capitaismo es, como ya fo era antes, todo eso en r parte, y en su totalidad sigue siendo todo lo conteario». No menos acertado y verdaderamente iluminador esté Schmidt cuando de- muestra el equivoco heideggeriano del marxismo de Marcuse, su orientaci6n, nada marxiana ni marxista, a consttuirse como filosofta positiva. © Claus Offe, cuando subraya el parentesco del andlisis mareusiano con el de los sociélogos conservadores alemanes (y econservadores» es para alguno de ellos, como Freyer, un eufe- mismo que resulta verdaderamente excesivo para gentes menos bien educadas y menos dadas al understatement, como somos los latinos). Pero aunque todo eso ¢s valioso ¢ interesante, no es cl por qué de esta traduceién, que aqui se trata de declarar. El especial interés de esta publicacién consiste, més. precisamente, en. que los erfticos de Marcuse que aqui se manifiestan proceden de la ‘misma tradicién intelectual y politiea que Marcuse: no son soc listas de Ia II Internacional, ni comunistas de la 111, ni trotskis- tas, ni anarquistas. Son efrankfurtianos», como su mentor Ha- bermas. El parentesco se les nota. Haug mismo, que tan instructiva critica epistemolégica dirige a Marcuse, no tiene reparo en echar por la borda o ignorar, muy a la Frankfurt, las pocas cosas sélidas que hay en filosofia de la ciencia, y ast habla, por ejemplo, como Mareuse mismo, de «teorla descriptivay y de alguna otra imposibilidad metodolégica. No menos laxamente usa el concepto de teorfa Jirgen Habermas, por lo demés. ¥ Haug acepta, nada distinto de Marcuse en esto, el cardcter escatol6gico del socialismo. Hasta habla de «recuerdo» (Erinneruing] de lo negado por el sistema capitalista, lo cual es una contaminacién de pensamiento metaférico, o—de no ser metéfora— referencia a valores feudales, ‘© —si ni lo uno ni Jo otto— platonismo puro, EI parentesco intelectual entre Marcuse y estos eriticos suyos se revela de un modo lamativo en un curioso paso involuntaria- mente biblico de A. Schmidt. Este, analizando el pensamiento heideggeriano matriz del de Marcuse, observa criticamente contra Heidegger que en el plano de abstraccién de este fildsofo «el que inevitablemente tengamos que morir es més un hecho biol6gico que un hecho histérico». (Para una ver que Heidegger se decidia 8 por la fisiologia, en vez de por la mistica...). Sélo para la Biblia, que sepamos, es la muerte un hecho histérico en sentido pleno, tiginado por accién del hombre y en fecha determinada, por aquello de Ia manzana. Semejantes exageruciones anti- «positivistas> emparentan los textos de los crfticos aqui presentados con el pensamiento de Marcuse. Mas ée no es el tinico vinculo. También vale la pena registrar la larga analogia prictica o situacional. Marcuse, como Adomo © Horkheimer (pero no como Benjamin, hecho muy im- ‘portante para estimar a este sltimo), son autores de izquierda que no tuvieron, aparentemente, nada que cambiar en su situacién de pacificos docentes universitarios en los USA cuando allf culminé Ja guerra frfa y se produjeron —digémosto asf para abreviar— ‘cosas como el asesinato judicial de los Rosenberg. La generacién dalemana de nuestros j6venes criticos frankfurtianos se ha for- jado politicamente —digamos también para abreviar— vitorean. do a John F. Kennedy en conmemoracién del puente aéreo de Berlin. Pues bien: con toda esa afinidad intelectual y préctica, los autores presentados en este volumen —sin duda con la excepcién beata del tiltimo, Breines— realizan una critica del pensamiento de Marcuse bastante més iluminadora que la generalmente prod cida en los ambientes de tradicién marxista clisica, en principio mejor situada metodolégicamente. La calidad de esta critica, na- ida del mismo tronco de lo criticado, es una buena pieza de evi- dencia que oponer a la sobrestimacién mecénica de las «ortodo- xias», Pero, en sentido opuesto, y complementatio, st eficacia la Jhace muy veliosa para superar también la moda sobrestimadora de la gesticulacién ¢heteradoxa» pseudotedrica. Las dos cosas jun- tas dan el por qué de la edicién castellana de este volumen, ‘Manvet SacrisrAn JURGEN HABERMAS Presentacién Fhace ya més de un aio que me advirtié precavidamente Giinther Busch de la inmineneia del septuagésimo cumpleafios de Herbert Marcuse. Se anticipaba tanto por suponer, acertadamente, que todo el que conociera a Herbert Marcuse necesitaria tiempo para prepararse a recibir una fecha tan inverostmil, pues, por mucha que sea nuestra respetuosa estima, no Hegibamos ain a atribuirle esa edad biblica. Y el hecho es que segtin Jo testimo- nian los documentos, ya que no el aspecto, Herbert Marcuse tie- ne derecho a los honores de un septuagésimo cumpleatios. Pero gcémo se puede 0 con el galcismo de moda «contestaciéns. (N. del T.) 15 De oP TED [R PNSUIOD "WOHUDD) oUAISEST WA causas por las cuales Marcuse suscita él mismo ocasién de malas comprensiones entre los que le siguen, pretexto para confundir la articulacién de una experiencia con el anilisis de Jo expetienciado, ‘Y Jn actitud de 1a impugnacién con la negacién determinada, ‘Tengo In impresién de que la erftiea —durfsima a veces— que Jos colaboradores de este volumen hacen a Matcuse se ditige més ‘contta esas confusiones que contra Marcuse mismo en su argu- mentacién. Con todo ello, me parece que el logro peculiar de ‘Marcuse no ha destacado tanto en estas péginas cuanto me- rece. La tesis bisica que Marcuse intenta constantemente explicar desde mediados los aftos cincuenta y en la cual se basa el esquema de su teoria del capitalismo tardio es como sigue: la técnica y la ciencia de los paises industrialmente mis avanzados se han con- vertido no sélo en la fuerza productiva primera, capaz de produ. cir el potencial para una existencia satisfecha y pacificada, sino ‘también en una nueva forma de ideologia que legitima un poder administrativo aislado de las masas Desde que Herbert Marcuse ha conseguido en nuestro pals ‘una amplia resonancia y los medios de comunicacién imasiva se han apoderado de su imagen como de Ia de un idolo de los j6venes, izquierdistas, estd cristalizando una estampa que cada vez se aleja mis de la persona y de sus verdaderas intenciones. Yo ya no re- conozco en esa estampa el hombre sinceto y valiente cuya inmu- nidad al falso aplauso siempre admito; ni reconozco los rasgos de Ja gracia peculiar, un poco anticuada y ensi timida, que hace tan infinitamente‘amable Ia persona de Herbert Marcuse; ni tampoco al fildsofo que en Santa Barbara, en visperas de Navidad, un’ dia ‘que para ojos europeos era como de Veranillo de San Martin, 1. He extudiaco oa tess en un ensayo que estaba destinado a aparecer cen este volomen, Pero como results demasiado largo, ha tenido que aparecet de otro modo (en Technik und Wissenschaft als Ideologie, Frankust am Main, 1968). 16 sefialaba Ia sugestiva anchura del océano tranquilo, como Uaman- do al elemento a testimoniar: «¢Cémo puede seguit habiendo gen- te que niega la existencia de las ideas?» Desde hace poco menos de un aio la frase més citada de Mar- cuse esté produciendo bastante confusién, Al final de su articulo Repressive Toleranz ("Tolerancia represiva] habla Mareuse —en- tre comillas— de un ederecho natural de resistencia en favor de Jas minorfas optimidas y dominadas: «Al utilizar la violencia no dan comienzo a una nueva cadena de actos violentos, sino que rompen Ja establecida. Como serin golpeados, conocen el riesgo, y si estén dispuestos a cargar con él, ninguna tercera persona, y ‘menos que nadie el educador, el intelectual, tiene derecho a pre- dlicarles la abstenci6n», Me gustarfa que Marcuse comentara otra vex esa frase, La escribi6 en 1965, en los Estados Unidos, y se- guramente pensanido en aquellos estudiantes que lucharon al lado de los negros en los estados del sur, por los derechos eiviles ne- gados a una minoria racial oprimida, y se desangraron bajo las porras de una policia brutal wciones sc legitimaban por la injusticia manifiesta de un tej desgarrado; su base eta la indignacién de los oprimidos. Pero cuando la injusticia no esté a Ia vista de todos, cuando Ia indignacién no es una reaccién de las ‘masas, cuando todavia la Ilustracién ha de precedes a las Cone ignas y lo intolerable espera ain sus definiciones, 0 sea, cuando el concepto no ha permeado avin la realidad, me parece que la aplicacién de Ja violencia no pasa de ser subjetiva ni rebasa los metos criterios de la moral: la verdadera eticidad seré a lo sumo objeto de reivindicacién. La violencia no puede ser querida legi- timamente ni puede ser emancipatoriamente eficaz més que en la ‘medida en Ia cual sea puesta por a violencia opresora de una situacién que aparece en la consciencia de un modo general. Sélo sa violencia es revolucionaria; quienes Jo ignoran no tienen de- recho a enarbolar, como lo hacen, la imagen de Rosa Luxem- burg. ALFRED SCHMIDT Ontologia existencial y materialismo histérico en los escritos de Herbert Marcuse El que se dispone presentar como biogratia intelectual la ‘obra de Herbert Marcuse, hoy ya dominable con la mirada, tro- pieza en seguida con la cuestidn de cémo se relacionan, en el desarrollo de este pensador, tan rico en inflexiones, los motivos tomados de Heidegger y de tos seguidores franceses de &te con Jos motivos marxistas-materialistas, No basta con enunciar férmu- Jas de informacién compendiosa que partan, por ejemplo, del resultado final; lo que importa es estudiar etapas determinadas y particularmente instructivas atravesadas por la conflictiva relacién entre pensamiento existencial y marxismo en la obra de Marcuse Esa relacién, aungtie encubierta de varios modos, sigue determi- nando los escritos recientes ¢ interviene sobre todo en la inter- ‘pretacién del psicoandlisis freudiano que contienen esas obras. El terreno en el cual forcejean en In filosoffa de Marcuse las tendencias de la ontologfa existencial con las marxistas es 1a feoria de la historia. El presente articulo se propone estudiar la primera 18 fase del desarrollo del concepto mateusiano de historia, fase ape= nas conocida. No se trata de rastrear «influencias» heidepgerianas © de otto origen en Ja obra de Marcuse, al modo tradicional de las eciencias del espiritun; ni tampoco cs 1a ocupacién con los lie bros de Marcuse fin académico en sf mismo, como, por lo demés, Jo muestra Ja rebelién estudianti EL tema de la historia es tan inevitable para la consciencia pre- sente porque casi todas las instituciones sociales se estin esforzan- do por teprimit Jo que con énfasis se puede lamar Ia dimensién histérica del pensamiento y 1a accién de los hombres, y por movie Tizarla contra sus posibilidades mejores, todavia sin realizar. En Ja ciencia y en Ia filosofia, cl apartamiento, sin duda justificado, del polvoriento historicismo abstracto y relativista del siglo xrx, ya flagelado por Nietzsche en su escrito polémico Vom Nutzen und Nachteil der Historie fiir das Leben (Del provecho y el per- juicio del saber histético para la vida] sitve hoy de pretexto para cextirpar de la consciencia toda la realidad histérica como tal’, ‘Marcuse es uno de los pocos pensadores de nuestros dfas que se dedican seriamente a la cuestiGn del horizonte utépico concreto de la situacién dada (cuestién que en modo alguno se puede re- solver silo tedricamente). Como Sartre y como Merleau-Ponty, también Marcuse avanza desde Huser! y Heidegger hacia la histo- 1. A propésito del chastio de Ia historia» tan ideoligico— que se ‘observa en la segunda mited de nuestro siglo se puede ver: Kut Soxrstr ux, eDer_ Aniihistorismus des gepenwirtigen Zeitalters», en Newe Runde chess, n° 75, Hilt, 4, pigs, 611-631. Sonthelmer muestra hasta qué punto la ‘misma historia como disciplina universitaria —y no digamos ya la filosofa de Ia historia— ya siendo desplazada por las alladas wéonicas de investiga cin de la moderna ciencia social. Paa [a crtca del estructuralismo, conscien- temente antihistrico, se pocde ver mi asticulo , se mueve ple- namente en el terreno de los recién citados trabajos sobre Marx. Atendamos ante todo a los dos articulos citados ca primer Jogar, que son los que contienen formulaciones mas intexesantes para nuestro tema. Las «Aportaciones a una fenamenologia del satetialismo histérico» determinan para empezat, de acuerdo con Ja manera de Husserl, el «modo de darse» el materialismo histé- rico. Este es primariamente «teoria del hacer social, de Ia accién histéricas, 0 sea, ade Ja tevolucién proletaria»*, Marcuse no niiega que el materialismo histérico contenga también trabsjo con- ceptual auténomo, erftica de In sociedad burguesa; pero estima todo eso menos de lo que se hace hoy, cuando In interpretacién de Marx, tras Ia fase «antropol6gica», vuelve a dedicarse a a crf tica de Ia economia politica, a los problemas de objetiva «deter- minacién formal» que estructuran Ia otra del Marx maduro. Pero cl que Marcuse no entienda como «ciencia» la doctrina de Marx sino en la medida en In cual la accién revolucionatia «necesita visién de su necesidad histérica, de tn verdad de su ser" no se debe sélo, desde luego, a Ia fermentacién de activismo y decision nismo propia de los afios veinte, sino también, y en no menor medida, al hastio por las interpretaciones trivialmente naturalistas de Marx por Kautsky y otros autores de Ia Segunda Internacional que estrechaban con su cientificismo Ia doctrina. Los criterios 1é- sico-formales, como Ia completitud, 1a ausencia de contradiccién y In validez, no son decisivos para la teorfa revolucionaria. El que ‘quiera criticar ésta debe proceder de un modo estrictamente inter- no, debe preguntarse si esa teoria deduce In necesidad de la accién histérica pattiendo de una ®, Uno de los resultados de Sein amd Zeit que han sido més ricos en consecuencias para la reciente filosofia burguesa fue que en esa obra Ia historia determinada materialmente y el ente en su totalidad quedaban degradados bajo la apariencia de una radicalizacién de la consciencia hist6rica, La comprensién es pata Heidegger ela més inequfvoca sefia de que Ta ciencia histéri- ca intenta artebatar el estar * a su propia historicidad» *. Sin duda, el pensamiento hist6rico «vulgar» y el ptofesional reconocen que el hombre es el sujeto del movimiento histérico, Pero eso no es suficiente para Heidegger. El (por supuesto) «éatico factum de que el hombre representa un “tomo” més 0 menos importante en Ja maquinatia de Ja historia universal y sea siempre juguete de las circunstancias y de los acontecimientos» ®, hecho que es precisamente el objeto esencial de Ia teorfa materialista, no es para Heidegger merecedor ni siquiera de In crftica més, superfi- Gal, Ese hecho no revela Ja negatividad de una sociedad que, como acertadamente dice Heideager, sufte su propio proceso hhist6rico como un destino impenetrado, sino que ilustra slo la incompetencia del pensamiento no-ontolbgico. La tesis de que el 10, bi LI, Clr. Sein und Zeit, 92 ed., Tabingen, 1960, pigs. 378 ss. + cestais (snstantivade) tradice . Pero, de todos modos, frecuentemente anun- cian bajo a vieja costra Tingitstica un nuevo contenido antifilo- séfico © metafiloséfico, contenido que Marcuse no percibe sufi- ientemente. Por lo dems, Marcuse no se somete servilmente a las posiciones de Sein und Zeit. Mis adelante hablaremos de sus acertadas objeciones a Heidegger mismo. Aquf bastard con indicar ‘que Marcuse utiliza el témino heideggeriano shistoricidads unas ‘veces promiscue con «historia real» y otras en el sentido inocente de «carfeter histérico» de una cosa, lo cual suaviza al menos Ja violencia de algunas de sus interpretaciones de Marx. Peto, en conjunto, Ia tesis de que la historicidad del estar es lo que funda Is historia sigue dominéndolo todo. Todo y, particularmente, el concepto de , ‘al que Mareuse atribuye la concrecién suma. En realidad, Marx cs desde el primer momento el pensador mas concreto, pues desa- rrolla segiin el contenido y critica To que constituye aqut y ahora la existencia corpétea de los hombres, mientras que el lector de Sein und Zeit recibe s6lo 1a misera informacién de que la exis- tencia es ". ‘Ya en esa época muestra Mareuse una despierta percepcién de los defectos metédicos de las especialidades cientifico-sociales {neluidas en el aparato universitario dominante, las cuales se que- dan, de un modo empitista abstracto, en el «mero anilisis» * y tehayen la cuestién de la tatea hist6rica del conocimiento. Pero Marcuse no llega a darse cuenta de que la eritica real de la cons- GGencia cosificadora no puede consistir més que en deseubrir su fundamento real, Ia «cosificacién» de relaciones y situaciones hu- rmanas que se produce en la produccién de mereancias. El correc- tivo nevesatio para el empirismo superficial no es una ontologia tno menos vacua, sino un procedimiento diakéctico que interrogue {os hallazgos sociales psimero, efectivamente, como «cosas, pre- guntindose por su estructura, por sus relaciones y por las leyes Ge su desarrollo»”. No para aceptarlas, sino para poner de mani- fiesto las «mediaciones> ocultas en Ja inmediater capitalista, © sea, para liberar bistoria real. Marcuse no consigue enfrentarse ‘edrieamente con el problema de la objetividad social, captar eon- 65, Ibid, pls. 171s. 6. Toid’, pég. 164; 162 y 170. Gi. Void, pg. 174. GS. Tid, pig, 172..Ast también en el articulo «Uber die philosophis. chen Grundlagen des. wirtschaftswissenschaltlichen Arbeitsbegrifis (Vor. cee). Marcuse ettica con randn Ia estrechez cientificita del concepro de tre {aio en la cencin econdmica; pero tanbia esta exten parte de lax poscio- ed de cota ontologia, aunque sea una ontologia de In prictica 69. Thid., pig. 156. 36 stetamente el antagonismo entre Tas Fuerzas productivas y Tas rela- ciones de produecién, y eso, como queda indicado, inflaye en su leterminacién de Ta unidad de teotin y préctica. Guando habla de fccién aparece el oscuro concepta de «destino» o «destinacién», y la enecesidad histériea», consumada por la accién revoluciona- ‘ria, queda al margen de todo andlisis econémico-material; la accién revolucionaria es para Marcuse «un cardcter ontolégico del estar histérico mismo, y siempre dado ya con su dereliccidn*»™. Consideremos ahora los puntos en Tos cuales Marcuse se se- para de Heidegger e intenta rebasar la ontologia de éste en una ®, de ello no se sigue para Marcuse ninguna apelacién de la aresolucién» al «estar solitarion; lo que importa ¢s, por el contro, dar aueva forme 2 «todas las esferas de lo pi El rérmino téenico heidegaeriano «Creworjenkeit». (N. det ).Beitrage..2y pis. 67. ‘ ane |. Wbid, pig. 35. ‘Sein und Zeit, edt, pig. 386. 5, aBeierige. >, pa. 56. ‘Marcuse no podia atin saber en 1928 que la abstinencia pftiea de Heidegger, tan lamentada por él, no iba ya a durar mucho; que esa pasivided se dirigla s6lo contra el «vulgar futuro» de ‘una transformacién socialist, pero estaba ya plenamente dispues- ta.a inclinarse ante el parti pris por una ideologia nacionalista que —exactamente igual que cl «instante» de Sein und Zeit— ni se ‘entregaba incondicionalmente al pasado ni apuntaba a progreso alguno, wna ideologia, dicho de otro modo, que iba a sostener violentamente el séatus quo social con la actitud heroica del que csté luchando por algo cuslitativamente nuevo. Tambien la segunda objecién esencial de Marcuse a Sein und Zeit se refiere al problema de la concrecidn del ", La gran dificulead con que tropicza el intento matcusiano de dar contenido his al procedimiento fenomenolégico consis- te en que mientras por un lado observa perfectamente que, si se toma realmente en serio la asubsistencia material» del proceso vital de los individuos en cada caso, queda toto el marco onto- \gico de Ia chistoricidads, por otra parte —y en esto Marcuse sigue siendo tributario del planteamiento husserliano-heideggeria- to— el registro de aquella esubsistencia materials ha de servir precisimente para «mostrar» una estructura bésica del estar» *, La contradiceién interna contenida ya en Ia mera formulacién «subsistencia material de la historicidad» queda sin resolver. Mar- ‘ense quiere quedatse con Io uno sin abandonar lo otro. Ve clara. mente que el movimiento econémico no puede tomarse, en su facticidad (tendencia) concreta, més que de tn concreto ‘anilisis de Ia situacién, y que, por lo tanto, «como estructura bisiea del estar, no es accesible a Ja fenomenologian®. Y, al mismo tiempo, el materialismo histético (que intenta eaptar y conceptuar ese movimiento) tiene que abarcar el «dmbito de los conocimientes bisicos de la estructura de la historicidad» ®, el tinico campo al cual se puede orientar con sentido, sein Marcuse, la cuestién de su verdad. Marcuse aspira a una sintesis del método dialéetico con el método fenomenolégico, a un «método de concrecidn constante 84 ”. No hari falta decir que esas reflexiones no entzan siquiera en la dialéctica con- creta de lo general y lo individual, pues ignoran que la sociedad, yy sobre todo Ja burgnesa, esté mediada por el hacer de los in- ividuos, igual que, a la inversa, ella misma determina a étos. La categoria de «persona individualo es ella misma ideologfa que ‘que explicar. ee ed a es muy parecida por lo que respecta a la separa- cin marcusiana del «sentido inmanente> y el «sentido» (Iugar) his- t6tico» ™ de una ideologia, los enales, contra lo que sfirma Marcu- se, no estén en modo alguno separacios en el pensumiento de Marx. Segiin Marcuse, s6lo el sentido histérico es accesible al método dialéctico, mientras que el sentido inmanente, «como unidad auté- noma, cerrada en sf misma» ", no se puede captar sino fenomeno- ggicamente. Este dualismo metédico revela con especial diafani- dad Ia imposibilided de una efenomenologia dialéctica». 3. Las implicaciones epistemolégicas —o, por lo menos, con interés epistemol6gico— de Sein amd Zeit proceden de fuentes muy diversas que no se pueden reducir a un comiin denominador. Junto a los elementos husserlianos se encuentran otros de la filo- sofia trascendental kantiana, sometidos a una inflexién antropo- Iigica, del perspectivismo nietzscheano, del vitaismo en general, de la doctrina de los mundos eircundantes de Uekill y del prog: matismo. En una época en que la autorreflexién epistemologica del marxismo estaba atin en sus comienzos (y tampoco hoy ha ayanzado mucho), 1os anilisis heidegnerianos, cercanos a la préc- yy ptetendidamente sealistas, podian impresionar a un joven autor como Marcuse, igual que han impresionado, durante estos ‘iltimos afios, a una serie de filésofos de ln Europa oriental; eso se puede decir, sobre todo, de Ia tesis hegeliana, apuntada por 99, Ibid 100. Ibid. 101. Ibid, pig. 64. 46 Heidegger, de que la realizacién de actividad prfetica es en st sisma cognitiva, no mera eaplicacién» de categotias ya listas que pptocedan de fuera, La ehistoricided primaria del estar» registrada por Heidegger consiste, segiin Marcuse, en que «el estar, en cuanto yecto, con- sigue en cada caso su forma de existencia de lo que ya ha sido, a modifica de acuerdo con su sentido y se convierte asi en pasado presente del destino para el estar futuro», Este proceso, pa sando por el trabajo, afecta también a la naturaleza exterior, In eual no es s6lo un mundo de euerpos de Ia fisica, sino también y al mismo tiempo algo «arraigado en el estat de cada caso como mundo de Ja signifieaciéns™, Con ello la tan discutida «rea- lidad del mundo externo» deja de ser diseutida y es confitmada, EL estar (el hombre real, 1a sociedad), histérico por esencia, no se enfrenta de un modo primariamente consemplativo con las cosas objetivamente dadas, sino como «prictica» —siempre cog- noscitiva al mismo tiempo—, con Io que aquellas cosas se pre- sentan al estar como asignificatividades»: se encuentran «en una conexién de aplicabilidad histéricamente constituida y transmi- tidas. Ese «mondo de la significacién» se puede penetrar abs- tracta y tedricamente, pero las cosas seducidas 2 determinaciones cuantitativas, a metas formas y estructusas, no son nunca Jo que son en cuanto elementos de Ia cotidianidad humana, Marcuse acepta esas interpretaciones y las defiende contra el reptoche de ser idealismo de la inmanencia. Pero, al mismo tiem- po, las critica por insuficientemente concretas: «No el estar en general esté [...] en cada caso inserio en su mundo, y no la realidad en general se reficre en cada caso como significatividad @ un estar, sino que siempre hay un estar conereto en un mundo conereto, y un mundo concreio referido @ un estar conereto [...] El estar e8 [...] estar concreto siempre en una determinada situa: ign histérica (situacién espacio-temporal) y, como tal, [..] de- 102. Sein und Zeit, ed. cit, pigs. 69 103. sBeitsige (.u1>, pigs. 61 5. 104. Ibid, pig. 2. terminedo por datos materisles concretamente indicables. £...] No hay un mundo unitario de la significacidn vinculado con un estar ‘unitario, la vinculacién entitativa de estar y mundo no ¢s un abstracto que flote libremente en el sire, sino que se constituye ‘en procesos coneretamente histdricos» ™. En este punto Marcuse se acerca a la dialéctica hegeliano-mar- xiana de Ja inmediatex y la mediacién y, con ello, al concepto de sociedad, Esta se earacteriza, por una parte, por el hecho de que cel «estar individual» no se hace histéricamente activo sino en ella y con ella, Por otra parte, ella es la totalidad concreta «en la cual y para Ia cual se constituyen los mundos de la significacién a los {que se orientan en cada caso las totalidades de aplicabilidad del mundo circundante cotidiano» ™, En cuanto a modo de produc- cién y reproduccién de In vids, la sociedad es el «constitutivo in- derivable de toda unidad hist6riea» ™. De este concepto consti tutivo de los objetos y de Ja experiencia, de este concepto de Ja préctica human-social, deriva luego Marcuse (exactamente gual que Marx en las Tesis sobre Feuerbach) el concepto de priie- tica revolucionaria. La temprana teoria marcusiana de la historia, cuyo cardcter ‘nada unitario, complejo y contradictorio se ha intentado exponer aqui, es una fuente imprescindible para la comprensién de su obra posterior hasta El hombre unidimensional, lo mismo que para Ja interpretacién de toda una serie de nuevos planteamientos marxistas de nuestea época. Los limites de esta teorfa, que se petciben repetidamente, se encuentran en la zona en la oval i terpreta «filoséficamente» el marxismo, es decir, como anilisis de una situacién que no es s6lo una situacida inmediatamente his- ‘térica, sino que tiene también «un sentido propio que persiste 1 través de toda In historicidad» , Pero el materialismo de Marx es etitca de Ia filosofia precisamente por el hecho de que no re- 105. Ibid. 106. Ibid, pig. Gt 107. Ibid, pig. 6. 108. Ibid, pig. 59. conoce al mundo més sentido que el que los hombtes consi reallzar en cada easo en aus instituciones sociales, Se niege a trae figurar el continuo negativo de la historia partiendo de una natu. taleza humana unitaria y perdurable, o de un fundamento onto- I6gico que el individuo descubriera en s{ mismo. E] «marxismo heideggeriano» en todas sus especies narra un motivo decisivo para Marx, en la medica en que no quiere renunciar a una autofunda- mentacién filoséfica, Sin duda apela constantemente a Ia prictica social, pero, como lo ha mostrado Habermas, subordina esa prée- tica a un «sentidor que se deduce «en siltima instancia de In ‘onsciencia en general”»", de una estructura conseguida tras- cendentemente, la cual, empero, tiene que serlo ede Ia situacién histético-social misma», o sea, dicho objetivamente: «El trabajo ex- {fafiado, del que se deduce ln supresién de Ia extraacién como 'sentido”, no se encuentra, como estructura general de I siencia 0’ de la historcdad del hombee, antes que toda lv his: toria, sino que es parte de esta determinada situacién histé- tica [..J>™ que se trata todavia de dominar. ie are nd ree pig. 311. Tod. joven Engels rechacatepsicamente on 1847, em el ant culo «Di Konmunisten und Herr Telnzee de In Dentche Brlsrer tek te ea dee oni cs aps fs or eve se imagina que el coun ex un doting determina ue pute de eeroprincpio detecminado que ex xu mea ybtiene de el conetaen- tin El sor Fsven se cquivcsgrndemerie Bd coming no eo umn . Las necesidades materiales ¢ inte- lectuales de los consumidores estén totalmente ditigidas, prefor- madas, manipuladas. Al mismo tiempo, se satisfacen en una me- dida desconocida antes. Por eso la clase obrera se ha conver- tido en tuna columna de esa sociedad, La tecnologia integral ha superado en principio, o reducido, al menos, a dimensiones sin importancia, la diferencia sujeto-objeto en el curso de Ia total regulacién de los modes de comportamiento en el consumo y en la produccién, También se ha disuelto en ese medio de la facti- bilidad, del poder fabricarlo todo, In diferencia entre la base social y Ia sobrestructura. El ser material social no determina ya la consciencia 0, por Jo menos, esa proposicién no tiene ya sen- tido pleno, También se ha convertido en un sinsemtido el tradi- cional discurso ilustrado acerca de la falsa consciencia, Pues, de acuerdo con una opinién de Marcuse basada en una formulacién de Adomo, el desarrollo iécnico ha producido un edesplazamien- to del lugar de Ja mistficacién»: Ia ideologia «se encarna ahora ‘en el proceso mismo de Ja produccién», Dominio, administracién, ideologfa, tecnologia y proceso de produccién, constituyen una intrinescién indesmembrable en la cual queda incluido, con Ia 51 ‘que 4 emexcle obscenamenter todo lo demés, empezando por Ia Hien In realidad y la estétiea, El todo se ha’ convertide en pro- #980 de procluccidn, ‘Todo lo que en orto tiempo era inmanente- nente diverso 0 estaba en contradiccién, todas las diferencias y lay lis contraposiciones intermas han dejado de sex alteridad ‘elt sociedad industrial moderna es 1a completa identidad de esas tposiciones; lo que se discute es el todo», Ese todo est ibrudlo por Ta expresin que designa Ia poca; «el hombre unidimensional», De esa teorfa de una situacién epocal infiere Herbert Mar use Tas notmas de la «teoria erfticar. La teorfa no tiene ya lugar nil arrangue alguno dentro de la sociedad. Para no sucumbir a la aptedestinada (fateful) integracién>, tiene que eonvertirse en lo completamente Otro de lo que existe. Su ruta se presenta a Mar- ccuse como un necesario «regreso de Ie critica de la economia politica a Ia filosofiaw. La filosofia a la que hay que volver tiene carécter ideol6gico, y Marcuse exige a Ja teoria critica —apelan- do a su imagen epocal de Ja unidimensionslidad que coarta la miradi— que se presente como idcologfa. «Este caricter ideold- ico de Ia Filosofia se desprende del hecho de que el anilisis est obligado a proceder desde una posicién “externa” a Jo positivo y a Jo negativo, ajena a las tendencias constructivas y a las tendencias destructivas existentes en la sociedad». Esto significa tuna ruptura radical con el marxismo. Pues los conceptos del mar- xismo son, ciertamente, «negativos» y de oposicién, pero sobre una base social; se levantan sobre contradicciones internas de la sociedad. La norma deducida por Marcuse prohibe conceptos de ese tipo. «Con Ia ereciente integracin de la sociedad industrial» —dice una de las argumentaciones al respecto— «esos concep- tos tienden a conveitirse en [...] conceptos descriptivos, enga- fiosos u operacionaless. La contradiccién ha de obtenetse # partis del Todo; de no ser asf, se reabsorbe. Pero zedmo pueden Hegar conceptos «de fuera? «De fuera se traduce por utopia, Colo- nizados y outcasts se convierten en portadores ce la altima contra- diccién ‘externa, ¥ en una de las conferencias de Marcuse en Berlin, en 1967, se lee que hay que volver a hacer desde la 32 ciencia basta Ia utopfa el camino del socialismo deserito por E: gels como camino desde Ia utopia hasta la ciencin, Los conceptos tienen que dejar de orientarse por Ja realidad y hacerlo por | posibilidad. Marcuse atribuye a ésta una preeminencia casi omtolégica respecto de aquélla. Los concepts exigidos se orientan apartindose del todo exisiente hacia posibilidades completamen- te otras. Marcuse Hama «trascendencian a esa diteccidn de orien- tacién, ¥ Ia extensidn de los conceptos trascendentes postulados hha de reflejar el alcance de la recusacién del todo. Se postulan conceptos totales: todo, sien todayla no, ya no, total. Esta trascendencia revolucionaria ha de abstenerse de la inma- nencia y de Ja diferenciacién que no se refieran dixectamente, sino slo mediatamente, al todo. Ia trascendencia revolucionaria se ha de expresar pura, directa y absolutamente en los conce} apuntan también las recomendaciones normativas ditigidas stcorfa erfticay: que ha de elegir la ruptuta en vez de fa continuie dad, In negatividad en vex de Ia positividad. Ella se pone como Jo absolutamente Segundo frente al no de Ia unidimensionalidad. La resultante doctrina del comportamiento se puede resumir en una sola frase: Ja teorfa erftica llega de fuera frente al Todo y se pone a él como lo totalmente Otro. Se han formulada importantes objeciones contra la teorfa social de Marcuse sobre una base empfrica, Es posible resumir Jas objeciones de este tipo diciendo que Marcuse sobrestima la efectivided y In adecuacién interna de las téenicas de la integra- ci6n y de la estabilidad econémica, y disminuye al mismo tiempo a la misma medida todas las tendencias y todos los intereses entes. Fisa es la base de su fe idcoldgica en la potencia mi gica de un keynesianismo de «izquierdas, de Ia Igereza con Ia cual Marcuse se quita de encima el material sociol6gico decla- rindolo «facticidad casual» y de la resuelta preeminencia conce- dida a In idea respecto de la experiencia, a la exposicién respecto de la realidad, que se revela en la cerrazdn teorética. La deduc- ign de la norma critica a partir del anilisis de la sociedad es 33 Wile spurente. La actltud aparentemente deducida es, en reali- Hail lavalmente constitutiva de la teoria social que en spariencia W prerede, Por e80 lo que hay que investigar es esa actitud Hlnina. No hay que creer simplemente el lenguaje de la imagen, fino que hay que interrogar Ja actividad icfstica y obligarla a Hiablar, Ii! modo-de mirar contiene una esperanza y una desespe- fekini la sctirud expresa una experiencia; la teoria completa- mente formulada tesponde a una necesided, Ciertamente, Brecht tltea os libros que apartan del mundo el interés del lector, pero con Marcuse hemos de dejarnos distraer de la realidad y itender al modo de exposicién, con Ia esperanza de que luego hos encontremos con que hemos descubierto wn tramo del camino hacia In realidad. Al intentar describir Ia teorfa de Mateuse, por de pronto, tal como se presenta en cuznto texto, llama en seguida Ia atencién su canicter predominantemente descriptive, Pese a su considera- Ble abstraccién no es una teoria analitica, sino que comunica ‘opiniones en bloque. Hay que proguntarse por el sentido de ese tipo de descripcién. En su critica de la economia politica Marx hha descompuesto fenémenos complejos en sus momentos contra dictorios. Una vez halladas leyes furcionales muy simples, los fenémenos complicados se reconstrufan y resultaban explicables cen el Ienguaje analtico de dichas leyes muy simples. Ese pro- eso podia perfectamente aceptar Ia metiéfora «anatomfa de la sociedad butguesao. El anilisis penetra en las cosas. La descrip. cidn habla desde fuera, no descompone los complejos que se le presentan hechos, sino que los describe, de un modo u otto, como totalidades. La descripcién habla el Ienguaje de las apariencias, pero pretende enunciar la esencia. Eso introduce un raszo mf co en la teorfa, y pone en primer téemino un tipo determinado de metiforas, Una: de esas metiforas es el «feliz matrimonio de Jo positivo y lo negativo» que, segiin la deseripeién de Marcuse, constituye Ja presente desgracia; otra de esas metéforas es la imensionalidad». Se pretende que en esas imagenes se te fcje la exencia de los fenémenos, y precisamente ahornindose el rodeo del anilisis. El conocimicnto desde fuera exige una nueva 34 inmediatez que revele Ja esencia de un modo directo y sin aten- dee a los detalles. Unidimensionalidad y matrimonio feliz de los contrapuestos quieren decir que hay una conexién integradora de lo separado, lo contrapuesto, lo contradictorio, Peto esa cone: xidn no es objeto de tin enunciado analitico-funcional, sino de wna directa imitacién lingifstica. Se ponen lingifsticamente en unidad representantes verbales de Io contrapuesto, afiadiendo como ad- jetivo lo Uno a lo Otro, Ese procedimiento produce nombres de situacién. Dichos nombres se sitian entre el mito y la paradoja, El discurso mitico no se limita a dejar, tales cuales en su inver- ién, estructuras como Ins expuestas por Marx en Ia seccidn acer- ca del fetichismo de In mereancfa y su seeteto, sino que incluso hipostatiza las falsas conexiones y los trastueqiues dle stijeto por objeto y viceversa. Muy andlogamente, otro modo emparentado del discurso pone los contratios en Ia’ identidad de una génesis absurda: «La razén se ha hecho sinrazéns. Al lado de figuras asi, Jas paradojas terminolégicas ocupan también un lugar destacado en cl lenguaje de Marcuse, En él se habla de «necesidad inne- cesariay y de una situacién en ta cual lo utépico es lo existente, no su contrario; o de una liberacién que es esclavizacién; de cenforia en Ia desgracia, de «faithless faith», de liberacién repre- siva, de des-sublimacién represiva —aque amplia la libertad in- tensificando el dominio»—; y hasta de productividad represiva y de In irracionalidad de lo irracional. El efecto de esas formu- Jaciones en el uso del Ienguaje es contundente: ahora es posible cenunciar con muichfsima facilidad, como en un juego, determinadas relaciones. Esas vias lingifsticas abreviadas, esos atajos lingiifs- ticos ofrecen en cualquier momento fécil descarga a la tensién te6riea, También por el camino de los rodeos necesatios se des vyinron muchos. Muchos quedaron impresionados por contrapo- siciones slo aparentes y se perdieron para una oposicién radical dque tenfa que enunciar toda la complicacién del contexto, Estas vias lingifstcas que retinen los contrarios pueden tener, en esas situaciones, una ripida rentabilidad téctica, Y tampoco es cosa de rechazarlas pura y simplemente. Pero una teoria que se somete 1 tales atajos lingtifsticos, a lo sumo técticamente vitiles, no es 35 YH epi clo penetrar y resolver In paradoja de determinadas for- hiss fenoméniens cel eaplialismo monopolista, sino que se limita A Hombrorle ya valoracla por rcciprocidad. Lo cual contiene Wit concesidn teorétien a lo wexistenter: pues sin més proceso sé Je Feewnoce como eveneia st mera apariencia, Los textos de Mar- ‘uve reproducen en esto una tendencia que él mismo ha descrito tlenmente como tendencin al elenguaje unidimensionals. Segrin Matcwne, este lenguaje unidimensional se mueve siempre por tauto- logins y sinonimias, y nunca por diferencias cualitativas: las con- tmndicciones més irrceonciliables se unen como miembtos de una nisma familia en expresiones del tipo constituye el reflejo ideal de lo que «setia completa. mente distinto»? El fenémeno asi suscitado pertenece a la Iégica del absurdismo, Como el absurdismo, aduce elementos iefstioos Procedentes de la herencia de Ins mitologias dualistas, como la gnéstica. El mundo social se presenta globalmente como prisién indistinta monstruosa. En Ja imagen social de la «mansién de ser- vidumbre» Marcuse retine formulaciones dualistas de Heidegger y de Max Weber. Unos presos se ocupan de Ia liberacién: epor qué no se solidarizan los presos con ellos? La respuesta a esta cuestién ¢s sencillfsima y, sin embargo, lo més dificil que hay para Ia teorfa cnitica: es que lo que esta preso es la consciencia. Los duefios del mundo carcelario Ja apresan con egratificacioness. La consciencia cae en esa liga y se queda alli pegada. Para la teorfa de Marcuse tienen particular importancia dos momentos de esa situacién fe noménica: la corrupcién por el goce y la subsiguiente inversién de Jn consciencia, Las necesidades hacen que los hombres sean corrup- tibles, y los corrompidos en prisidn se sienten libres. La prisién 6 ‘#4 na meidfora anticunda; por eso en el primer plano aparece «la lose Inwtulacidn de la mansién de servidumbre». El dominio se Inlivin disfrazado de satisfaecién, «como superabundancia y li- Herta, Dooce unos presos se sienten libres y el. dominio se pre- ‘ita con 1a méscata de Ia libertad y la sobreabundancia, hace falta ‘uit tdenica dle desenmascaramiento de lo enmascarado y de con: Yorslin del pervertido. Y sf se puede decir de lo normal que es proplamente lo anotmal. Y se puede decir también de la psicote- api que pone al individuo que sufte por la situacién social en la tituacion de «ser enfermo y vivir su enfermedad como salud, sin que, sintiéndose sano y normal, pueda siquiera observar Ja en- fermedady, Va implicita en esas tesis el supuesto de una plastic dad sin Iimites. No parece ya posible fiarse de las instancias rea. listes matetialistas. La liberacién no puede, por lo tanto, artancat més que como retirada espiritual del individuo del mundo y de sf mismo, Pues como el individuo sucumbe a las gratificaciones de Jo «existenter, € mismo es su propio preso. Lo falso ticne ast ya su lugar en las necesidades. Los individuos estin «posefdos por las imagenes del dominio y de la muerte», y los «individuos admi- nistrados —que han hecho de su motilacién sus propias libertades y sus propias satisfacciones»— tienen que «liberarse de s{ mismos igual que de sus duefiosy. Esa teorfa no es ya capaz de decir nada més en el lenguaje «intramundano» de los intereses. Pero si Ia consciencia falsa no se puede falsear, refutar, haciéndola chocar con contradicciones reales dadas en lo existente, entonces Ia crf tica de esa consciencia da en teologia. La filosofia de Ia historia se reduce entonces a estos dos momentos: separacién de los dos mundos y espera en Ia econversiGn» (reversal), La mezcla, «the ‘obscene merger of aesthetics and reality», es un escindalo porque Ja estétiea, como lima esfera en In que se podria atin decir «lo que no se puede nombrar de otro modo», se asigna al otro mundo. ‘La conversién es una cuestién de la consciencia, no un problema ya, de desarrollo material. Ni siquiera una eatastrofe podria pio- ducir Ia trasformacién cualitativa «si el conocimiento no [...] * Bl autor utiliza el término téenico heideggeriano «Kehte>. (N. det T.) 64 convierte (subverts) In consciencia». El good fife, incluso el se- xual, es el obstéculo que se opone a la reotientacién cle las almas, Pot ¢s0 Mareuse, pese a postular en otros lugares Ia liberacién desracionalizada de los sentidos, se pronuuicia aqui contra el goce inmediato y por 1a sublimacién. Dice del goce inmediato que engendra sumisién; mientras que el goce sublimado «triunfa de la opresién sometigndose a ella». Fsas afirmaciones cobran su sentido nds profundo en el contexto de una ontologia de li historia que afirma sin vacilar el dominio del mal en la historia y sobre la hise toria: sea muy corta, Marcuse cree que puede renunciar a Ja funcién de conflictos y motivos ya previsibles, en vias de manifestarse, para la cons- truccién de su teoria critica porque (por una parte) la realidad de la manipulacién es universal y (por otra) la realidad de la cexistencia pacificada es tan préxima que bastarfa con la resolucién colectiva para producicla. La fina pelicula que hace de frontera centze a realidad represiva y la que promete la liberacién sigue siendo impenetrable porque no es posible encontrar fuerza so- cial alguna capaz de destruir esa frontera; por lo demés, y en prin- cipio, cl menor empujén bastaria para superarla de un solo gesto, 85 ¥ Proservando las posibilidades objetivas de satisfaccién de las ne- ferldadon, La realidad de Ia existencia pacifcada es a Ia vex pr6- lina y Jejana Tin lus dos caras de esta poradoja subestima Marcuse la fan- ‘ld histérica de las intenciones priceas: lo de que el umbral Inintdtico es Iejano se desprende de la representacién de la unidi- onalidad, tan consistente que integra sin lagunas las inten- clones préctieas; y lo de que es cercano resulta del andlisis pura- mente tecnoligico de la sociedad industrial; el contexto unificador tes volétil, porque no arraiga en ninguna voluntad préctica de hombres. Como Marcuse renuncia a suponer un inéerés const- tutivo para Ia estabilided del sistema industrial, interés que no se puede combatir sino mediante un contre-interés précticamente explicitado, se ve obligado a desproblematizar la trasformabilidad de principio de este sistema. Frente a esa concepeién habrfa que reconducir el universo tecnolégico mismo al antagonismo bisico de imereses, Por dificil que hoy sea la localizacién socio-estruc- tural de ese antagonismo, no se gana nada con negarlo, sino que se pierde la dimensidn histérica obligada para la teorfa critica. Si Gta no quiere receer en la inmanencia que pretende destruir, tiene que reconstruit, por su propia consistencia, la estabilidad y Ia eaducidad hist6rica del sistema industrial de dominio, partiendo de la dinémica de concretos intereses social mente interpretados; Ya teoria critica no debe contraponer sin mediacién Ia imagen fero ‘ménica externa de los intereses —cl universo tecnolégico a su sustrato histéricamente variable, a la antropologia de las nece- sidades. Ciesto que In historia de hoy no es la historia de fa lucha de clases tradicional; pero Ia forma presente de la lucha de clases, ‘exyo anilisis no puede, por ello, abdicar en beneficio de categorias antropol6gicas, sigue siendo la condicidn de Is historia, 26. Cie. P, Stoawick, loc. cit, pig. 169: «Ones principal objection 10 Marcuse cannot then fest on his pessimiem, but on his troughgoing mecha- nism: his hope and his despair are equally based on some assumption of 8 constant, predeterminare technological threshold that can in itself function either to exclude or 10 impel the sction of the class.» 86 JOACHIM BERMANN Racionalidad tecnolégica ¥ economia del capitalismo tardio La exftica de las sociedades capitalistas tardias por Herbert Marcuse no esté orientada por eategorias econémicas, sino que es critica filoséfica de la sociedad. Los criterios de esa critica son categorias filoséficas, como razén, libertad ¢ individualidad; Ja ctitica tecibe una fundamentacién materialista gracias a la indi- cacién de In disctepancia entre potencial téenico disponible y con- iciones sociales y politicas restrictivas de la realizacién de ese potencial. Consecuentemente, las tendencias determinantes del de- sarrollo social no se infieren de relaciones econémicas, sino de rela- ciones politicas y tecnoldgicas. La crftiea de la sociedad se con- viette en critica del eardcter politico de la «racionalidad vecnol6- ica» dominante. En la primera seccidn del One-Dimensional Man, Marcuse for- mula dos tesis que ponen en entredicho la validez de teoremas centrales de Ja economia politica de Mars. 87 \én de Ins consecuencias sociales de Ia automa- Alanelin det trabajo industrial se lee: «Ahora bien: la automati clin parece altcrar cualitativamente Ja relacién entre trabajo muerto y trabajo vivo; tiende al punto en el cual la productividad fe determina ’por las miquinas’ y 20 por el rendimiento del tra- bajo individual. Ademés, la medicién de ella se hace imposible» *. in otro lugar cita Marcuse el conocido paso del borrador del Capital en el que Marx anticipa los problemas econdémicos de una produccién automatizada: en ella la riqueza social estard determi- ‘ada menos por la cantidad de trabajo «que por el poder de los ‘agentes puestos en movimiento durante el tiempo de trabajo [..] del estadio de la ciencia y del progreso de la tecnologia [...]»*. El concepto marxiano del trabajo productivo como tinico agente cree dor de valor no permite analizar adecuadamente como fuerza productiva independiente Ia funcién econémica del progreso cien- tifico y téenico organizado. Con ello la doctrina del valor-trabajo, destinada a organizar en una conexién consistente los mecanismos ‘econdmicos y los movimientos sociales reales, deja de ser til para la esplicacién de los procesos econdmico-sociales del capitalismo presente’, 2. Tiene que ver con es0 el hecho de que no se haya confir- 1, Hunssur Mancust, One-Dimensional Man. Studies in the Ideology of Advanced Industrial Society, Boston London, 1964; ed. alemana, Der ein- dimensional Mensch. Studien zur Ideologie der fortgetcbrittenen Industie- ‘esellchalt, Newvied Berlin, 1967, pag. 48, 2, Thi, pigs. 55 3. Los problemas de la teocia del valorsmabajo y del efleulo del valor, ante todo el problema de la trasformacin, no parecen hoy satifactoriamente resolubles, Cir. P.M. Swarzy, Theorie der Aaptalistischen Entwicklung (Teorfa del desarrollo capitalists}, cd. alemana, Kiln, 1959, pags, 83 «hz ‘J, Hanexas, Theorie and Praxis, Neawied-Betlin, 1963, pigs. 188 38.9 ©. Rotsstavsen, «Monopolkapieal und Werttheorien, en Nene Krilik, nos. 42/43, pls, 22 ss, Incluso andlisis completos politico-ccondmicos dé Jas sociedades del capitalismo tardio se desarrollan sin apelar a la teorta ‘objetiva del valor, por ejemplo, P. A. Baxan/P. M. Swetzy, Monopoly Capi- tal, New Yori-London, 1966, asf como el trabajo de un colectivo de autores sobre la Repiblica Feceral Alemana (O. Reinhold y otros) Inperialiomys beute, Betlin Este, 1965, 88 mado el pronéstico marxiano de Ia pauperizacién del proletariado; pero Marcuse se aferra a la concepcién ortodoxa segin la cual Ja revolucién proletaria tiene como presupuesto necesario la mise- ria material. «Pauperizacién» significa Ia necesidad absoluta sub- jetiva y Ia necesidad objetiva absoluta de subvenir unas condicio- nes de existencia insoportables; en los comienzos de toda tevolt- «in aparece una necesidad subjetiva asi, dirigida contra las insti- tuciones sociales bisicas» *. La produetividad del aparato de pro- duccién existente, que ha aumentado hasta lo imprevisible, junto con una politica de crecimiento econdmico forzada por el estado, hacen que la pauperizacién de In clase obrera resulte inyerostmil incluso en grandes crisis, Las masas, «antes fermento de transfor- macién socials, son hoy cemento de la coherencia social. Sin duda hay en todas las sociedades capitalistas avanzadas un esustrato de prosctitos y exttavagantess: minorfas étnicas, hombres sin tra- bajo o ineapaces de trabajar; pero en todas partes son claramente ‘minoritarios; st oposicién —en Ia medida en que se articula— no ¢s hasta abora mis que una mole rnaria social § Las dos tesis ponen en discusién las leyes hist6ricas del mo- vimiento del capitalismo que, segtin Marx, han de acartear su ruina inevitable; la tendencia a crisis y luchas de clases cada vez mis agudas. Es un hecho que desde el final de la segunda guerra ‘mundial quedaron en suspenso las contradicciones econémico-so- ciales manifiestas en el seno de las sociedades capitalistas. Marcuse describe étas como «unificacién 0 convergencia de contrarios» *; fuerzas en otto tiempo antagénicas se funden en una unidad pro ductiva, de tal modo que se hace improbable «una alteracién cua- Jitativa en un futuro previsible»?. Por eso Marcuse busca las causas determinantes de la actual figura de las sociedades capita 4. Der cindimensionate Mensch, ed. cit, pig. 46, nota 7. 3. Ibid, pe, 267. Ibid, pig. 39. Ibid, pig. 17, Alvin tardias y de sus tendlencins evolutivas en otras dimensiones, av dimensiones no econdmicas, en ef conflicto entre los paises eapitalistns y Jos socialistas y en las formas dominantes de «ra- clonilidad tecnol6gica» Lat situncién de conflicto y concurrencia con Tos paises socia- Histas actin, seqin Marcuse, de factor estabilizador en el sistema del capitalisma tardio, Ya ta mera existencia de un sistema so- celal que reivindica Ia condicién de heredero hist6rico del capita- lismo y que se dispone a alcanzar la capacidad de rendimiento té&- pieo-industrial de éste y a rebasarla, significa el reto global; los ‘intagonismos intemos, trasformados en conflietos de politica in- ternacional, se convierten en potentes motores de 1a expansién econémica y del progreso técnico. «Movilizada contra esa amena- 2a, la sociedad capitalista muestra una unidad interna y una eo- hetencia que no se conocfan en estadios anteriores de la civili- zacién industri coherencia tiene fandamentos muy mate- riales; 1a movilizacién contra el enemigo ecttin como motor pode- 100 de la produecién y de Ia ocupacién, y mantiene as{ el alto nivel de vida». Por el contlicto entre los sistemas se explican los ras- 0s determinantes de las sociedades capitalistas tardfas, ante todo el persistente erecimiento econdmico, estimulado por los gastos de armameato y de la exploracién del espacio, el pleno empleo y el bienestar de las masas; conseeuencias secundarias son la transfor- macién de las instituciones parlamentarias en un management teenocrftico, el oculto y progresivo vaciamiento de las libertades democriticas bajo Ia presiéa conformista de la opinién pibliea, y Ja preformacién del pensamiento y el comportamiento por la fi jacién sobre el cenemigo exterior». El sistema del capitalismo ‘organizado no se puede sostener més que mediante Ia moviliza- 8. Tbid,, pg. 41, Marcuse no opina acerea de si la guerra fria surgis histrcamente tras 1545 de los patses capitalstas o de los socialistas. Pero, sostiene en Ia teoria que el sistema capitalist necesita esencialmente una ‘inimica expansionista. Cfr. H, Mancuse, «Vietnam —die Analyse eines [Exempelse, en Neue Kritik, n. 36/37, 1966, pégs. 30 ss; H. Marcus, Die Gesellcbajtsebre des sowjetizchen Marsismnr, Newwied Berlin, 1964, ‘plgi- nas 18 55, 180 ss, y Der eindimensionale Mensch, ed. cit, pig. 62 8. 90 ‘in del potencial téenico y econémico disponible; el trabajo y el tiempo libre, la esfera priblica y In esfern privada, el comporta. miento individual y el coleetivo estén por igual sometides a las exi- gencias de la estabilizacién del sistema’, EI proceso de racionalizacién y movilizacién sociales acelera- do por la concurrencia entre los sistemas procede sin excepcién se- ain el principio que Marcuse ama de Ia aracionalidad teenols- sicas: Ia organizacién de In sociedad y de su desarrollo segtin las cexigencias de su dominio. «La sociedad industrial es, como univer- s0 tecnol6gico, un universo politico —el shimo estacio de Ia rea+ lizacién de un espectfico proyecto histérico—, a saber, de Ia expe- riencia, la trasformacién y la organizacién de la naturaleea como meto material del dominio. Al desplegarse, el proyecto configura 1 entero universo del lenguaje y de Ia accién, de la cultura espi- ritual y le matetial. La cultura, la politica y Ia economia se fun- den, en el medio de la técnica, en un sistema omnipresente. [...]- Racionalidad tecnolégica quiere decir I6gica del dominio. Mas- cuse ha expuesto. esta conexién interna en su ensayo «Industria- lizacién y capitalismo», a propésito de Ia sociologia de Max We- her. La ciencia y Ia téenica, el capitalismo y la burocracia actéian ‘como instrumentos de control y dominio de In naturaleza y de Jos hombres. El conocimiento cientifico se encuentia bajo un apriori tecnoldgico» ®; el control metédico de la experiencia y su forrmulacidn en hipétesis de leyes se orienta a la valorizacién price tica, a téenicas de Ia accién finalista racional, El eapitalismo es una forma de administracién racional de la economia, el célculo capitalista est orientado por In rentabilidad, por I aplicacién econémicamente racional de los recursos existentes para conse- 9. Ibid, particslarmente el prélogo y el capitulo primero 10. Told, pigs. 18 s. AL H. Marcuse, Kultur nnd Gecellecalt 2, Frankfurt, 1965, pisie nas 107 58, 12, Der cindimesionate Mensch, od. eit, phi, 168, stracion burocrética, la cional de dominio, se propone la calculabilidad y el ‘onltol del comportamiento humano de acuerdo con normas ins HMivelonalizadas y vinculantes. La ciencia, la técnica, Ja burocra- ‘ela y In cconomfa capitalista son instituciones utilitarias raciona. Jos; su racionalidad ¢$ «tacionalided formal» en el sentido de Max Weber, tacionalidad de os medios que hay que aplicar para un fly cualquiera, «racionalidad teenolégica» en el sentido de Mar- use, Ella es Ia signatura del capitalismo tardio, en el cual In eco- hhomia, el dominio burocrético, la ciencia y 1a técnica cuajan en sistema cosificado, El creciente dominio de la naturaleza favorece ws necesidades de politica intema y externa de los dominantes Politicos, asf como a los intereses del capital; a la inversa, la ex. pansién econdmica contribuye a la estabilidad politica y a la acele- rucién del progreso técnica, La racionalizacién de los sectores in- terrelacionados produce una dinémica auténoma a la cual no tienen sceeso las finalidades humanas conscientes: no se decide con cons- ciencia y voluntad acerca de la utilizacién del progreso téenico y de la productividad en constante crecimiento; todo eso es resultado no planteado de las necesidades econdmicas, politicas y técnicis de In organizacién social. «{...] el apatato dicta al tiempo de tra- bajo y al tiempo libre, a Ja cultura material y a la espiritual, las exigencias econémicas y politicas de su defensa y de su expan- sidn» ', «La sociedad como un todo», por encima de etodos los intereses particulares y de grupo», se somete a su capacidad de rendimiento y a su productividad ®, Segiin Marcuse, In atacionalidad tecnolégica» caracteriza la lgica de la sociedad capitalista, ia ley de su desarrollo «unidimen- sional» hacia formas cada vez més perfectas de dominio sobre los hombres y sobre le naturaleza, La produccidn de bienestar masivo y de medios de destruccién se unifica en un sistema productor de beneficios, cuya dinémica no parece tropezar con limites inma. nnentes de ninguna clase. Peto Marcuse entra en contradiccién con 12 a, id, pi. 23, 1. Ibid, 92 su propia tesis de la «unidimensionalidad» al mantener Ia concep- cién tradicional de que en el capitalismo hay siempre un antago- nismo entre Jas fuerzas produetivas y las relaciones de produccién ¥ de que el mecanismo del beneficio sigue siendo como antes el principio rector del proceso econdmico. «Incluso en el capitalis mo mis organizado se mantiene como regulador de In economia Ja necesidad social de apropiacién privada y distribucién privada del beneficio; este regulador sigue enlazando Ia realizacién del in- terés general con los intereses patticulares tradicionales. Proce diendo asf se sigue enfrentado con el conflicto entre el creciente potencial para pacificar la lucha por la existencia y la necesidad de intensificar esa lucha, entre la progresiva “superacién del tra- bajo” y la necesidad de mantener el trabajo como fuente de be- neficios» ". Queda sin resolver el problema de cémo se compor. tan reciprocamente la «racionalidad tecnolégica unidimensional» y los antagonismos estructurales capitalistas. La concepcién marcusiana de In ciencia, la técnica, el capit lismo y la burocracia como instrumentos del dominio, su reunién bajo el mismo nombre de aracionalidad tecnolégicay descuida un momento decisivo: es exclusiva del modo de produccién capita. lista una dindmica propia que, bajo la forma del mecanismo del beneficio, permite que la riqueza acumulada se convierta en me dio de le acumulacién de capital. La ciencia, la técnica y la buro- cracia no estn sometidas a ningtin dinamismo comparable con ée; no se trasforman autGnomamente en instrumentos para fines del dominio, El intento marcusiano de probar Ja existent exe mismo proceso de trasformacién en Ia ciencia y en la técnica ho es convincente, Marcuse piensa que el conocimiento cientifico, a causa de su «caricter, en lo més tusimo instrumental», ba de desembocar necesariamente en la eteenologia como forma de con trol y de dominio sociales» *, Peto, en realidad, no es nada con- vincente que ya la meta forma tecnolégica del’ conocimiento de 14, bid, pig. 73, 15. bid, pg, 172, Wn ouvuroleza determine también In naturaleza y Ja finaidad de su spliewcidn: la aplicacién productiva y la destructiva no se diferen- ‘un en el sentido social del apriori del conocimiento previo; 1a Inatalacién y cl euidado de «jardines, parques.y regiones protegi- tdat® —citados por Marcase como ejemplo de una etrasformacién liberadora» de a naturaleza "— se basan exactamente en el mis. ino tipo de conoeimiento de Ia naruraleza que la destruccién de los aariozales mediante productos. quimicos ". Marcuse mismo afirma en su andlisis del sistema social sovi tlco que el dominio burocritico no se transforma inevitablemente en un aparato represivo autGnomo, sino que se encuentra siempre sometido a finalidades formuladas™. Segiin ese andlisis, aunque la capa burocrética dominante en In Unién Soviética dispone del poder politico a causa de su control del proceso productivo, sin ‘embargo, eno es el motor del proceso productive mismo» ®, «La buroctacia soviética no parece poscer base alguna para la perpe- tuacién eficaz de sus intereses particulares frente a las amplias ‘exigencias generales del sistema social en el que vives ™, La dife- rencia decisiva entre los dos sistemas sociales en alternativa con siste precisamente en que las sociedades socialistas determinadas por una economia planificada carecen de un automatismo anélogo al del mecanismo del beneficio, automatismo que necesariamente ata el proceso econémico a un sistema de dominio represivo. «Con- siguientemente, las capas mismas dominantes ye pueden separar del proceso de produccién [en los pafses socialistas] —o sea, que 16, Lbid, pig, 251 17, La situaciéa o¢ diferente en las ciencias sociales; en éstas el sentido social ‘del apriori», mediado por intereses y expetienci, puede, prejuzgar perfectamente su aplicacién posterior. Pero esta situacién se puede siempre hacer trinsparente; siempre es posible iuminar la relacién entre el conod miento centifico-social y la estructura de los intereses socials. 18. Die Gerellechajstebre des sowjetischen Marxismus, ed. et, piel nas LL ss. Cit. W. Horuann, Stalinismns wid Antikommunismus, Franke furt, 1967, pigs. 13 ss, 19. Der eindinensionsle Mensch, ef, city pig. ©. 2D. Die Gesellchofelebre des soujetischen Mersisnias, ed. cit, pig. 18. 94, son sustituibles sin que haya que destruir las instituciones bisicas de la sociedad» *, Si esas caracterizaciones son acertadas, entonees el concepto de «racionalidad teenolégica» esté ocultando cosas importantes: la sracionalicad tecnoldgica» inserta en instituciones sociales no muta ¢o ps0 en Ja sustancia del dominio, en intereses auténomos del dominion. La ciencia, Ia técnica y la’ buroeracia no cobran el carfeter cosificado descrito por Marcuse sino por su intrinescién con el proceso de Ja valorizacién del capital, como instrumentos de Ja acumulacién del capital. La frase del «aparato» que, segtin Marcuse, domina toda In sociedad ®, es en realidad victima de la ideologia tecnoeritica, que Marcuse precisamente se propone desteuir, Si se toma al pie de Ia letra Ia tesis de Ia identidad de ta -«racionalidad tecnolgica» y la eracionalidad politicas, se tendrén dos implicaciones. Por una de ellas se aficmarfa que los intereses particulares del capital han pasado a las técnicis del dominio de Ja naturaleza y del hombre, que In Wgiea del proceso de produccién capitalista se presenta ya como ldgica de técnicas; por In segun- da, que el proceso cientifico y téenico va necesariamente junto ¢ identificado con las exigencias del sistema politico de dominio, Muchas formulaciones de Marcuse insingan esas conclusiones * aunque en ottos lugares Marcuse mismo suministra 1os contra argumentes, mucho m4s sélidos: Ia dilapidacién de recursos mate- riales, de productividad y de fuerza de trabajo humana detetminada por el sistema. «La sociedad industrial tardia ha aumentado més a necesided de funciones parasitarias y extra d, trabajo de relaeiones pitblicas, “reedueacién”, espilfarro planificado de los bienes no son ya costes improducti vos adicionales, sino clementos de los costes bisicas de produc- eins, Waste production y planned obsolescence muestran inten- 21. Der eindimensionale Mensch, ed. cit, ple. 63. 2. Ibid, pig. 23. 23. Ibid, pigs. 46 s., 182 s: cfr. Die Gesellcheftslebre des somjtie chen Marsismus, ed. cit, pigs. 17, 92. 24, Der eindimensionale Mentch, ed. cit, pla. 69.

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