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TRADICIONALES DE GÉNERO1
El presente artículo hace parte de una investigación más amplia sobre concepciones
de los roles de género de las mujeres jefas de hogar. El proceso investigativo se adelantó en
la ciudad de Ibagué. Para iniciar se considera pertinente presentar algunos elementos
generales que caracterizan al grupo de mujeres jefas de hogar ibaguereñas involucradas en
el presente estudio.
Las mujeres con las que se llevó a cabo el presente estudio constituyen un grupo de
118 jefas de hogar3 que además, comparten una historia de pobreza - estructural -, escasa
1
Este artículo hace parte de una investigación más amplia titulada “Concepciones e imágenes en torno a lo
femenino”. Una mirada de las mujeres jefas de hogar ibaguereñas. Actualmente en prensa. Universidad del
Tolima. Ibagué. 2006.
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Profesora Asociada. Departamento de Ciencias Sociales. Facultad de Ciencias de la Educación. Universidad
del Tolima. Correo electrónico: nmillan@ut.edu.co.
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3
Jefa de hogar se refiere a la persona reconocida como tal por los miembros de la unidad doméstica y que, en
la mayoría de los casos, asume de manera permanente la responsabilidad económica, es decir, genera para su
hogar el mayor ingreso. En el presente trabajo se reconoce como “jefa” a aquella mujer que además, no tiene
cónyuge o compañero permanente, le corresponde la organización de las tareas domésticas y es la imagen de
autoridad y el eje cultural y social del hogar. Obviamente, esta definición por demás arbitraria condiciona
algunas características de estos hogares (Millán, et. al. 2000). Por su parte la Ley 082 de 1993, art. 2°,
reconoce como “Mujer Cabeza de Familia a aquella que siendo soltera o casada, tenga bajo su cargo,
económica o socialmente, en forma permanente hijos menores propios u otras personas incapacitadas para
trabajar, ya sea por ausencia permanente o incapacidad física, sensorial, síquica o moral del cónyuge o
compañero permanente o deficiencia sustancial de ayuda a los demás miembros del núcleo del hogar”
4
Según Cariola (1989) en el ciclo de vida de las unidades domésticas se pueden diferenciar tres momentos,
que dan cuenta de las restricciones y posibilidades que tienen sus miembros para encargarse de de las
funciones de producción y reproducción. El primero, corresponde a unidades domésticas de reciente
formación con hijos pequeños y le corresponde a la madre el mantenimiento cotidiano y la socialización de
ellos, la cual ve limitada su capacidad para vincularse a alguna actividad laboral por este motivo. El segundo,
corresponde a aquellas unidades domésticas que tienen hijos mayores pero que la responsabilidad de generar
ingresos sigue siendo de su madre Y, en el tercer momento, los hijos están laborando, producen y ayudan a su
madre.
3
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La entrevista estructurada se realizó al 15 por ciento del grupo total de las mujeres seleccionadas para
participar en este estudio.
4
A mediados del siglo XX, Parsons propone dentro del esquema funcionalista, la
familia nuclear7, como tipo ideal de familia, a la par de la teoría de los roles sexuales, lo
cual domina el discurso sociológico sobre la mujer. Los roles sexuales fueron tomados
como hechos dados. Lo que se discutía era el proceso y las estructuras que le permitían
desarrollarse. Parsons explicó los roles sexuales a partir del principio sociológico general:
el imperativo de la diferenciación estructural y la forma particular de ésta fue explicada por
la distinción entre liderazgo instrumental y expresivo. Los roles sexuales fueron vistos
como las diferencias instrumentales y expresivas que operan en el contexto de la familia
nuclear. Entonces, la familia socializa a los menores según patrones de roles de género. En
este proceso se garantiza la reproducción a través de las generaciones de los requisitos
estructurales de cualquier orden social.
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Al respecto se puede consultar los ensayos de Ramírez, López Díaz, Gutiérrez de Pineda y Echeverry Angel,
publicados en la revista Trabajo Social No. 1, del Departamento de Trabajo Social, Facultad de Ciencias
Humanas de la Universidad Nacional de Colombia. 1998
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La familia nuclear, como un tipo particular, se proyectó en la teoría como la única que se adaptaba o
ajustaba a las instituciones económicas con las que está relacionada la sociedad moderna. Es una teoría de
ajuste entre la familia y la sociedad, ó más concretamente entre el sistema familiar y el sistema económico
(Parsons, 1986, citado por León, 1995)
5
De esta forma, la asignación del rol expresivo a las mujeres, como forma de la
división sexual del trabajo, es definida como funcional para la sociedad industrial.
La cita anterior muestra cómo percibe el autor la división sexual del trabajo y la
dificultad de modificarla, dado que las diferencias son no transformables y están definidas
como calidades de los sujetos. Señala, además que, la participación en el sistema
6
Para Parsons además, la familia debe cumplir con las funciones de socialización de
los hijos y la estabilización de la personalidad, siendo lo principal en este proceso la
interiorización de la cultura o forma de adquirir el rol9. Los roles sexuales son elementos de
la constitución de la persona, a través de dinámicas propias en el interior de la familia
nuclear.
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Parsons analiza la familia norteamericana, blanca, de clase media de mediados del siglo pasado, en la que
según él, las mujeres desempeñaban papeles domésticos, mientras que los hombres desempeñaban papeles
orientados al trabajo.
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Para ello se apoyó en las teorías psicoanalíticas de la época en Estados Unidos.
7
De acuerdo con Gutiérrez de Pineda (1998) son cuatro las funciones familiares que
denotan un cambio sobre la familia: la económica 11 , la sexo-reproductiva 12 , la de
germinación gratificante13 y la de socialización y crianza14. Además, la aceptación social y
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. El análisis no profundiza hasta qué punto los modelos de desarrollo utilizan la división sexual del trabajo
existente, o si simplemente el trabajo de las mujeres en el mercado laboral constituye una extensión de su
trabajo doméstico (Benería y Roldán, 1992).
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La transformación de la función económica es la que produce mayores repercusiones sobre las demás
funciones, la estructura familiar y la relación entre los géneros.
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La función sexual experimenta un cambio debido a los avances en la medicina reproductiva y los medios
masivos de comunicación, tanto como la educación dirigida a transformarla.
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El avance médico transformó la función sexual en dos sentidos. Una, en gratificante y la otra, en
reproductiva a voluntad, lo que significa que la mujer no se divide en mujer para la gratificación y mujer para
la producción.
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legal de nuevas tipologías familiares como efecto del crecimiento de la inestabilidad de las
relaciones de pareja, del aumento de las rupturas conyugales y de la nupcialidad reincidente
(Echeverri Ángel, 1998). Los hogares monoparentales encabezados por mujeres se
constituyen en una de las nuevas tipologías familiares reconocidas hoy. Es decir, el
incremento de la jefatura femenina cada día es mayor, según fuentes oficiales un poco más
del 30 por ciento de los hogares en Colombia son encabezados por mujeres. Las
transformaciones enunciadas se encuentran interferidas con los demás cambios
institucionales.
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Abordar el estudio de este tema no es nada fácil, pero sin duda los movimientos feministas han liderado el
debate y al criticar la situación de subordinación de las mujeres en la sociedad y cuestionar las concepciones
sobre la feminidad que la legitimaban han buscado generar nuevas definiciones sobre la mujer, ubicándose en
el campo de la identidad. Desde la década de los setenta, el tema de identidad femenina ha sido objeto de
estudio y nuevas problematizaciones han surgido desde el ámbito académico. En los ochenta algunas
investigadoras plantean el debate en nuevos términos, buscando alternativas distintas al dilema igualdad -
diferencia en el que se habían polarizado las distintas corrientes del feminismo. Para profundizar en este tema
se recomienda consultar los escritos publicados desde 1995, de Luz Gabriela Arango, Magdalena León, Mara
Viveros, Marta Lamas, Gabriela Castellanos y Sonia Muñoz, entre otras.
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Gabriela Castellanos (1995) luego de examinar las definiciones sobre mujer que han
elaborado corrientes feministas como la posestructuralista y el feminismo cultural, sus
aportes y limitaciones, elabora una propuesta alternativa para conceptualizar sobre las
mujeres. En resumen, desde una concepción del lenguaje como diálogo, el signo "mujer"
puede tener diversas significaciones que le han asignado quienes lo han utilizado. Esa
pluralidad de sentidos ha cambiado a través del tiempo y está en permanente
transformación como efecto de las luchas ideológicas. El significado del término mujer no
puede aislarse de otras condiciones (generación, clase, etnia, raza, profesión, clase ó
género) de esas mujeres y esos hombres que le dan sentido. Por tal razón, enfatiza la autora,
más que conceptualizar sobre la mujer, se pueden confrontar las distintas definiciones de
mujeres dotadas de diversas especificidades. Finalmente reconoce que la conciencia de
mujer es relativa a contextos socioculturales y políticos específicos, frente a los cuales cada
una puede asumir una actitud de identificación y de solidaridad política.
Ahora bien, un aspecto importante que cobra sentido en esta discusión sobre la
mujer, en el proceso de construcción de la identidad y la subjetividad, es el surgimiento de
la categoría "género" 16 para referirse a la construcción social de lo femenino y lo
masculino, privilegiando lo social y lo simbólico sobre lo biológico en la explicación de las
diferencias entre hombres y mujeres. Permite diferenciar por lo menos dos aproximaciones
a la identidad femenina: en tanto "identidad de género", la identidad femenina se presenta
como una construcción social y cultural, variable histórica y transformable que se distingue
de la identidad sexual entendida como estructuración síquica (Lamas, 1995)
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En el primer capítulo de este trabajo se presenta una importante discusión sobre la categoría género y su
importancia en el análisis social.
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En esta perspectiva y para efectos del presente trabajo ser "mujer" es haber
internalizado una identidad que ya está dada en el entorno cultural17. En cada cultura, la
diferencia sexual es la constante alrededor de la cual se organiza la sociedad. Al respecto
Marta Lamas (1995:62) dice:
Las representaciones de género están presentes en toda sociedad, pues forman parte
de sus elementos ideológicos de reproducción social, y como tal se transmiten de
generación en generación, mediante un proceso de socialización. El género asigna los
17
Aunque esto sea así, considero que la identidad no es algo inmutable. La identidad es un proceso en
constante cambio al igual que los roles de género. En este sentido la identidad de género es una parte
constitutiva de la “identidad” entendida en términos más amplios.
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papeles y las funciones que se consideran más apropiados para cada sexo, determinándose
pues la configuración de la propia identidad femenina o masculina en una cultura. Estas
categorías de género actuarán en todas las realidades sociales de los sujetos, y por lo tanto
también en el mundo de la producción, es decir, en el mundo del trabajo.
Al realizar una mirada al grupo de mujeres jefas, se podría intentar, a la luz de los
planteamientos teóricos precedentes, encontrar una explicación en torno al hecho que las
mujeres demuestran preferencia por el denominado rol doméstico tradicional. Situación
que se agudiza cuando las mujeres provienen del área rural, son mayores, con edades
superiores a 40 años y presentan bajos niveles de escolaridad. Llegados a este punto se
considera necesario reflexionar primero sobre cómo se establecen diferentes funciones
sociales para cada sexo en nuestra sociedad, para posteriormente entender el porqué de la
preferencia de las mujeres por sus roles domésticos y los presupuestos ideológicos sobre los
que tal realidad se sustenta.
Con frecuencia, se identifica la división sexual del trabajo con una división por la
cual las mujeres se quedan en la unidad doméstica y los hombres trabajan fuera de la esfera
doméstica; la mujer es identificada con la unidad y ésta con la mujer. Dicho de otro modo,
lo que los hombres hacen es producción, mientras que la responsabilidad principal de las
mujeres es la esfera de la reproducción, es decir, las tareas domésticas. El problema de esas
identificaciones es que sirven directamente para confirmar el dualismo presente ya en la
división sexual.
Es evidente que hay una base empírica de ese dualismo, pero enfocarlo de esa forma
es, en el mejor de los casos, dar una visión puramente descriptiva del modo como las
actividades de las mujeres típicamente están confinadas en la esfera doméstica. Pero, a
menudo, esas identificaciones superan lo descriptivo para caer en lo tautológico: lo que las
mujeres hacen es tratado por definición como perteneciente a la esfera doméstica,
simplemente porque lo hacen las mujeres. Un efecto de esto es hacer invisible cualquier
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actividad a la que se dediquen las mujeres que manifiestamente no pueda ser tratada como
doméstica, por ejemplo el trabajo asalariado. Por ello el trabajo de las mujeres en
sociedades, como la nuestra, se vuelve invisible en muchas ocasiones.
solitario dentro del recinto del hogar, siendo por tanto esencialmente privado; y socialmente
sólo adquieren prestigio aquellos trabajos que son remunerados, y que se realizan en el
ámbito público. Así pues, dado que el trabajo doméstico, a pesar de su importancia
fundamental para la reproducción ideológica, cultural y de la fuerza de trabajo, no reúne
estas características, carece por completo de reconocimiento por parte de la sociedad, ya
que, el primer patrón de reconocimiento social de las personas, es el trabajo remunerado.
Diversos son "los discursos que puntúan la dimensión sexual presente en las
relaciones de trabajo, dando sentido social a las oposiciones entre mujer, casa y trabajo;
actividad doméstica y asalariada; y la dicotomía entre producción y reproducción. Algunos
condenan el trabajo femenino asalariado realizado fuera de casa como un mal en sí mismo,
a pesar de ser necesario para complementar la renta familiar. Las mujeres parecen fuera de
lugar, cuando se encuentran en la producción o en el mundo público" (Da Silva Blass,
1995).
Los valores que han caracterizado el mundo de las mujeres, valores que condicionan
y orientan su comportamiento, giran en torno a la familia y todo lo relacionado con ella. De
esta forma la mujer considera que por encima de cualquier tipo de actividad que pueda
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realizarse fuera de la casa, está lo que corresponde al marco doméstico: organización del
hogar y bienestar de la familia, incluso la actividad que pueda llevar a cabo en el mundo
laboral, estará fuertemente influenciada por esta valoración de lo doméstico y será vista,
como una extensión de sus actividades dentro del hogar, como algo opcional y secundario.
mecanografiado, etc.) y son estos mismos estereotipos los que han alejado a las mujeres
tradicionalmente de las ocupaciones que suponen el ejercicio de la autoridad dentro del
ámbito laboral (Comas, 1995).
Ahora bien, como se está analizando la concepción de las jefas de hogar frente al
trabajo doméstico es importante destacar la incidencia que éste ejerce en el comportamiento
de las mujeres. Leamos con cuidado la tabla siguiente.
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Para efectos de evaluar los roles, a partir de las afirmaciones consignadas, se construyó un indicador que
resume la información de cada variable. Cuando el rol se evalúa como No tradicional, significa que se
percibe un cambio en la concepción de las mujeres jefas de hogar frente a ese rol, y cuando se evalúa como
Tradicional, significa que permanece la concepción, frente a ese rol, construida social y culturalmente.
Esta aclaración es válida para interpretar las demás tablas.
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De la tabla 2 llama la atención que frente a las afirmaciones sobre roles laborales de
hombres y mujeres, las jefas de hogar asuman actitudes tradicionales, lo que reafirma una
vez más, las concepciones sociales de género construidas social y culturalmente. Sin
embargo, se resalta que ante las afirmaciones: "Debería haber más mujeres participando
en política” y “Las mujeres no están en capacidad de ocupar puestos importantes", ellas
asuman una concepción de rol tradicional que denota desconfianza. La desconfianza de las
mujeres en sus propias capacidades es un fenómeno que está asociado a los roles que les
fueron asignados por la sociedad durante la historia de la humanidad. Entonces, hay que
19
Presidenta de Finanzas Internacionales y Nacionales para la Mujer en Chile.
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buscar en ello los factores que han conducido a la mujer a tener poca confianza en su
incorporación a la actividad económica.
Un repaso rápido por la historia permite comprender los factores sociales que
afectan la autoconfianza de las mujeres. Veamos:
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El concepto de trabajo tiene diversos significados dependiendo del contexto donde se analice, es un
constructo social y cultural que debe ser estudiado en función de la propia historia y de los diferentes factores
que lo determinan en cada tiempo y realidad social. Numerosos han sido los estudios que desde diversas
disciplinas sociales han demostrado esta afirmación, evidenciando, con múltiples ejemplos, que lo que se
considera trabajo, como el valor social que a tal actividad se confiere, varía sustancialmente de una sociedad a
otra. El trabajo es una actividad propiamente humana porque sólo los humanos inscriben las actividades de
subsistencia en un marco social y simbólico que amplía las capacidades individuales y las dota de capacidad
transformadora. Esta idea, de considerar el trabajo como una actividad exclusiva de los seres humanos, en la
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destinados a otros a cambio de una remuneración. Por tanto, de esto se desprende que el
trabajo doméstico queda por fuera del concepto de trabajo. Segundo, la división del trabajo
se apoya en la variable sexo: los hombres salen del hogar y se sitúan en la esfera pública en
contraposición las mujeres permanecen en el hogar y se sitúan en la esfera privada. Tercero,
la demanda de mano de obra aumenta gracias al avance imparable de la ciencia y de la
tecnología lo cual hace que las mujeres se incorporen al mercado laboral remunerado.
Y, cuarto, lo anterior lleva a que las mujeres empiecen a recibir educación igual a
los hombres, hecho que, sin duda alguna, ha contribuido a cambiar el mundo de las mujeres
contemporáneas, pero sólo para ciertos segmentos.
que se producen bienes necesarios para su permanencia, relaciones sociales y que se carga de aspectos
simbólicos y representaciones ideológicas, es fundamental a la hora de analizar los procesos productivos
concretos donde actúan los colectivos. En los procesos de producción se crean objetos, servicios, técnicas,
saberes, lenguajes, relaciones sociales y valoraciones e ideología. Es a través del trabajo como los sujetos de
una comunidad adquieren un reconocimiento determinado, un status y prestigio, se les permite participar en el
ámbito de lo compartido socialmente y se les otorga unos rasgos definidores de su propia identidad. Las
mujeres y los hombres, definen una parte de su identidad a través del trabajo, por muy instrumentales o
impersonales que puedan ser las tareas que se realicen, para el trabajador o trabajadora se trata de una
experiencia personal, de una forma de relacionarse con la realidad en que vive, de identificarse y de ser
identificado.
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A las mujeres se les atribuye ser suaves, dulces, sentimentales, afectivas, inseguras,
pasivas, sacrificadas y dependientes, entre otras. Rasgos que se presentan además, en
contraposición a los de los hombres, que deben ser frios, duros, intelectuales, estables,
seguros de sí mismos y activos.
21
La sociedad patriarcal se define como aquella en donde el varón ostenta el dominio total, donde todos los
privilegios son para el hombre, que posibilitó una ideología basada en estereotipos sexistas de la mujer y del
hombre.
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El ensayo "Cambio social, familia patriarcal y emancipación femenina en Colombia", propone mirar la
transformación social como cambio culural y éste como cambio familiar, a su vez ponderado por las crisis en
la estructura patriarcal. Así, preguntarse qué tanto se ha modificado la familia equivale a preguntarse qué
tanto ha variado la estructura patriarcal
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grupos que los dejaron atrás y otros, que se aferran angustiosamente a su estructura
tradicional. Por ejemplo, llama hoy la atención, las diversas maneras como se conforman
las unidades domésticas, dando origen a diversas tipologías que proliferan 23 y que en
algunas oportunidades ponen en duda la existencia de la familia 24 tal como ha sido
concebida, es decir, como institución importante que debe cumplir con funciones
determinadas.
BIBLIOGRAFÍA
23
Para Ibagué, se encontró que existen diversas tipologías familiares según el sexo del jefe. Millán, 2000.
24
Como ya se mencionó la familia como institución ha sufrido una serie de transformaciones, tales como:
pérdida gradual de su rol como unidad productiva; las transformaciones sociodemográficas que implican un
cambio en la composición y estructura de los hogares; la separación de las esferas de la sexualidad y
procreación; el incremento de la inestabilidad en las relaciones de pareja, de uniones consensuales que
contribuyen a la conformación y al reconocimiento de nuevas tipologías familiares, entre otras.
24
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la igualdad. En: Mujer y Desarrollo en el siglo XXi: Voces para la igualdad. María Ángeles
Rebollo e Inmaculada Mercado (coordinadoras). McGrawHill. España. 2004
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1990.
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