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Se ha dicho que Gavidia es un clisico-romantico, ¢n- cerrando en esta connotacién su perfeccion de lenguaje ¥ su fondo emotivo, pasional, vehemente, ardoroso y sen- ‘sual. Clasico probablemente lo sea por formacion y lectu- tas; ¥, romantico, “‘zquién que es 10 es romantica?” Lejos de adherirnos a este tipo de clasificaciones, estimamos que Gavidia como narrador se adelanta a muchos eseritores del pais, no solo en la busqueda de una identidad “nacional”, sino también en la certera ubicacion de nuestra literatura en el Ambito ancho y miltiple de lo hispanoamericano, abandonando los intentos de una narrative local © re- gional, folklérica, Ilena de toda clase de idiotismos, areais- mos o deformaciones del idioma castellano. La narrativa de Gavidia, por su temitica, puede divi- dirse en tres grandes niicleos; pre-hispanico o Inspirada en Ja mitologia maya-quiché y pipil; colonial o basada en su- puestos sucesos de la vida salvadoreha bajo el imperio es- patil y el sentimental, generalmente situado su desarrollo ‘en €poca y lugar indeterminados. ‘Al primer grupo pertenecen: La Loba (1913); Bl Pass tor y El Rey (1913); La Vuelta del Héroe (1929); Nemi (1930); El Testamento de Kikab (1930); Copan, Sagunto de América (1930). ‘Al segundo grupo pertenecen aquellos euentos de raiz colonial: El Encomendero, Conde de San Salvador o El Dios de Las Casas (1901); Agar o la Venganza de Ia Esela- ‘ya (1913); y el acabado y sugestivo Cuento del Siglo XVIII, quien nos recuerda un poco al sarcastico Rabelais. Y finalmente en el tercer grupo cabe ubicar a Boe (1913); La Tortura (1930); y Poema en Prosa 4930). SEES GUENTOS ¥ NARRACIONES' i Francisco Gavidia CUENTOS Y NARRACIONES LA NARRATIVA DE FRANCISCO GAVIDIA Con Francisco Gavidia se inicia, en El Salvador, el género dificil, cautivante, llamado cuento. Otros autores, a fines del si- glo pasado, intentaron relatos cortos y hasta incipientes e inma- duras novelas, pero no cabe duda que el introductor definitivo ‘es Gavidia, con una clara conciencia del manejo de la prosa y la delineacién de personajes, ambientes, situaciones y desarrollo de los temas. La amplia cultura clésica de Gavidia, admirador de lo arie- 0 y Io latino, y el conocimiento que poseia de la literatura fran- esa, portuguesa, italiana, inglesa, alemana y espafiola, le condu- jeron pronto por eliminacion a los monumentales prados de Dante, Goethe, Bryant, Byron, Mistral, Camoes, Almeida Ga- rret, Roumanille, Verlaine, Balzac, Daudet, Zolé, Valera, Caste- lar. Lector fervoroso de Vietor Hugo, dejése influir por él en muchos aspectos. Es Hugo quien le proporciona los secretos del alejandrino francés, y mas aun quien le conduce a los sonoros manantiales roménticos y a los épicos y ardorosos cantos patrio- tticos del siglo XIX. Ya naturalmente Marti, Montalvo, Sarmien to y Rodd le habfan insuflado el espiritu “‘americanista”, el ca- récter democrético y anti-imperial de Ariel contra Caliban, tan vivo y expresivo en su vasta obra filosofica, histOrica y literaria. El gran mérito de Gavidia dentro de la literatura salvadore- fia, con proyeccién en las letras hispanoamericanas, es su univer- salidad, Lejos de acomodarse al lenguaje del terrufio, a los mo- dismos rurales y urbanos, escribio en un espafiol correcto, casti- Zo. Los temas que tratd nunca perdieron altura, por mucho que los asuntos y personajes pertenezcan al mundo pre-hispanico, al perfodo de la colonia o al de la independencia centroamericana; 7 Personajes fécilmente identificables en la historia de nuestros Pafses. El tema, universalizado por la profundidad narrativa, se manifiesta sobrio en la descripcién del paisaje como en el del neamiento de los caracteres psicoldgicos de los elementos invo- lucrados en el cuento. Con habilidad Gavidia site a los persona- jes dentro de una determinada clase social y los hace actuar en lun marco de tiempo y espacio que, al lector desprevenido, le pa- eeerd salido de la leyenda o incluso de la propia historia. Y no es asf. Gavidia toma los nombres de héroes 0 de individuos rele- vantes de la vida centroamericana y los alienta, vigorosos, en la anéedota que é! ha inventado, en la trama que él ha tejido con la intenci6n final de crear o recrear la mitologia pre-colombina, captar y reorientar sucesos politicos que “debieron” ocurrir de tal o cual manera en la colonia o en los momentos de la lucha in- Surgente anti-espafiola. Esta vision retrospectiva de la vida salva- dorefia es caracteristica fundamental de los breves cuentos de Gavidi teligente en las situaciones, discreto al imponer una idea en las individualidades actuantes. Hay una conciencia nacional, histérica, en este autor que trasciende los barroquis- mos y el pintoresquismo de muchos de sus contempordneos. Se ha dicho que Gavidia es un clésico-roméntico, encerran- do en esta connotacién su perfecci6n de lenguaje y su fondo emotivo, pasional, vehemente, ardoroso y sensual. Clasico pro- bablemente lo sea por formacion y lecturas; y, roméntico, “équién que es no es roméntico?” Lejos de adherirnos a este ti- Po de clasificaciones, estimamos que Gavidia como narrador se adelanta a muchos escritores del pais, no s6lo en la busqueda de una identidad “nacional”, sino también en la certera ubicacion de nuestra literatura en ef 4mbito ancho y miltiple de lo hispa- oamericano, abandonando los intentos de una narrativa local 0 regional, folklérica, lena de toda clase de idiotismos, arcaismos 0 deformaciones del idioma castellano. La narrativa de Gavidia, por su temitica, puede di en tres grandes niicleos: pre-hispénico o inspirada en la mitolo- gfa maya-quiché y pipil; colonial o basada en supuestos sucesos de la vida salvadorefia bajo el imperio espafiol y el sentimental, generalmente situado su desarrollo en época y lugar indetermi- nados. Al primer grupo pertenecen: La Loba (1913); El Pastor y El Rey (1913); La Vuelta det Héroe (1929); Nemi (1930); El Testamento de Kikab (1930); Copin, Sagunto de Améric» (1930); todos en vision retrospectiva, y el Cédice Maya, de ayer y de ahora, con una aguda penetracion de los valores ain no des cifrados de la desaparecida civilizacién’ mesoamericana. El es plendor tropical sirve de atmésfera, en el contrapunto del inves tigedor extranjero y el superviviente indigena, casi mitico de Quintana Roo; ambos personajes \expresan_ concepciones di miles del hombre, del mundo, de la civilizactén y ta cultura, en tuna sugestiva interioridad de “‘relato abierto” que hace reflexio- nar al lector de cualquier latitud. {Al segundo grupo pertenecen aquellos cuentos de raiz co- lonial: El Encomendero, Conde de San Salvador o El Dios de Las Casas (1901); Agar o la Venganza de la Esclava (1913); y ot acabado y sugestivo Crento del Siglo XVII, que nos recuerda tun poco al sarcéstico Rabeleis. Y finelmente en el tercer grupo cabe ubicar a Calfstenes, (1913); La Tortura (1930); y Poema en Prosa (1930). La técnica narrativa de Gavicia es simple: describe, pinta, y luego crea la atmosfera en que se desarrolla el asunto. Hay siempre una intencién, un hilo que conduce al personeje princi: pal g enfrentarse con un hecho, una idea, un problema que tiene eeesariamente que resolver en el plano moral o ético. En este aspecto, aun en los relatos extraidos de la tradicion nahualista © indigenista, el autor mantiene la trama a un nivel digno, sin caer en lo meramente anecdatico o liviano. La prosa es tersa, limpia, orquestada con adjetivos y resonancias cldsicas, en un plano que “universaliza' lo salvadoreiio y le da esa dignidad de literatura que puede leerse en cualquier tiempo y lugar, sin per der la originalidad que el auténtico creador busca comunicar. Fuente primigenia de la cultura salvadorefia en filosofia, historia, lingUi(stica, poesia, teatro, Gavidia reiteramos es el ini ciador del género narrativo, con anticipacion a lo que se ha escri- to en el pais. Traductor de poemas, cuentos y ensayos, enrique- cid su espiritu con las ideas y las motivaciones de varias lenguas modernas. Sus trabajos sobre el movimiento provenzal conocido como Los Felibres es de una importancia extraordinaria. Enci clopédico, erudito, Gavidia es piedra angular en el proceso lite- rario del pais, cualquiera sea el angulo que se investigue. Lastima grande que su talento se diversificara en tantas disciplinas y que no tuviera, por su propia naturaleza o por |a pequefiez del medio social, los estimulos necesarios para proyectar su obra fuera de 9 } | Centroamérica. El mismo Rubén Darfo asf lo advierte en su Autobiograffa. La obra de Gavidia comprende: Versos (1884), Jupiter, drama en cuatro actos (1895), Conde de San Salvador o el Dios de las Casas (1901), Cuentos y Narraciones (1931), Discursos, Estudios y Conferencias (1941), La Princesa Gitalé, poema drs- mético (1944), Cuentos de Marinos (1947), Soteer o Tierra de Preseas, poema (1949). La Torre de Marfil, drama (s.f.). Italo Lépez Vallecillos San Salvador, Febrero de 1976, 10 EL CODICE MAYA Al Dr. Alberto Luna Era un indio de esa regién de Quintana Roo, donde las ruinas, que protege la fiereza de los mayas a quienes no ha so- metido la conquista, no han recibido ain la visita de explora- dores ni arquedlogos. éConservan allf la antigua religion, como conservan el idioma? éDescifran o més bien leen corrientemente esos jero- alificos que desde hace ciento cincuenta afios estudian sabios eminentes del mundo civilizado? 2Llevan los antiguos nombres, usan sus mantas cas © monedas antiguas, se recrean en los jarros, en los ladri- Nos ornamentales, cubiertos de relieves y dibujos, y en los estucos maravillosos? {Guardan cuidadosos el pez de oro y plata que se mueve y ondula imitando la vida, al solo contac: to de su duefio?. ¢Sobre todo, hojean, engolfados en esa ciencia que ha- ce tanto tiempo inquiere con avidez el sabio europeo, esos analtés, tiras de papel de maguey de muchos metros, plegadas ‘como abanico, en que desfilan su ciencia, su vida, su historia? Si es asi, ellos han comprado este derecho al precio de cien combates y el extranjero ha pagado su curiosidad con su sangre. Este indio cuyo nombre es Kanab en Quintana Roo, ha leido en un pedazo de periédico, hallado en un camino, arro- jado al acaso por un viandante, la noticia de que una expedi- cién cientifica formada por ingleses, alemanes, mexicanos y franceses, se dirige al pais “misterioso"” de que hablan anti quas tradiciones, que 4! lee a diario en sus piedras y amatles 0 " libros: van a Tlapalan. Indudable es que en ese pais podra él completar sus no- ciones sobre la época tragica de la lucha de Tule y Palenque. Se dirige, pues, a esa ciudad de Tula que hoy se llama Ciudad Real, en Chiapas, donde se halla |a expedici6n, Se presenta, no como prictico, menos, entre aquellos sabios, como el Gnico que puede leer en monolitos, graderias, relieves y analtés, lo que es habitual para Kanob desde sus primeros afios —sino como simple bracero, =éCual es tu nombre? —le pregunta Mr. Koenigsberg, el jefe de la expedicion. Se llama como todos los indios: José. —Y tu apellido? —insistid el arquedlogo. Su apellido?, el de todos los indios: Pérez. Su nombre para todos es José Pérez, Solo al sabe cu: es su verdadero nombre. Su nombre es Kanob —el Firmamen- to. Legada la expedicion 2 Copan, su oficio de bracero le da tiempo, al remover los blogues esculpidos, de leer frag- mentos 0 frases sueltas de las inscripciones. Nadal, no hay nada de lo que busca " Un dia, la Gnica vez que habl6, exclamd dirigiéndose al sebio: =iSi estos bloques se pusieran en fila como estaban en las grader fas! El sabio acepto. Un gran espacio del césped se Ilené de bloques. Despuds de lo cual Pérez murmuré: =iNadal, ino hay nadal Entonces pidié que se le diese una de las barras; y obte- nido esto, se lanzé a los monticulos. Dentro hallaria los tem- los cuyo plano litUrgico le era tan conocido —el sitio de la cripta, la orientacion de la entrada o puerta de los sacerdotes, que daria frente al Bacab que sostiene los cielos por el lado fen que sale el Sol; el lugar en que estd la mesa de piedra don- de se halla la vasija sagrada en que guardaban los analtés—, 12 los libros sagrados. A os pocos Barretazos la tierra se hunde, y José Pérez desaparece de la vista de sus compafieros. El caporal dice al ‘cabo de pocos instantes: —1Un hombre perdido! Los gases le han dado 1a muer- te. Todos se alejan aterrados. Habré que tomar precaucio- res para descender al resumidero. Mientras tanto en el seno de la cripta, un haz de luz que penetra por dos Iejanas claraboyas que horadan la pirémi de, alumbra la vasija sagrada: una tira de maguey esta alli acta: el negro, el rojo, el azul de las escrituras han palide- cido muy poco. Kanob en aquella cripta estaba transfigurado. Leia, lefa on la serenidad de un Sol de los bajorelieves. Era claro. El primer Quezalcoatl habfa unido a Copan Mictlan, Cuscatlén y Tehuacén; habfa formado la familia ma: yarnahoa, la misteriosa Tlapalan. Después habla emprendido la gran expedicién por el mar, que saliendo del Golfo Dulce, habia ido a fundar a Tula. Se veia en la parte ilustrativa o Pictérica, et momento en que un guerrero, para dar un dis- tintivo. al, gran Jefe, le ataba al brazo una correa, y a Quezal- coat! que le decia Td serés el del brazo y los tuyos llevarén este nombre. De hoy en adelante, pues, te llamas Acolhua, EI analté explicaba en torno de las figuras, en signos aglutinados, que la raza de Acolhua o Aculhua, eran los sefio- res del poblado de Acuthuac, en Cuscatlin de Tlapalan, Kanob dijo para si: —De esta misma familia que pasé de la Tule de Chiapas 8 Tula de Anahuac descendia el desgraciado Acolhua que se llamé Moctezuma, Una ojeada le basté a Kanob para leerlo todo: eran ‘nos y dibujos familiares para los de su clase. 2Qué hacer con el cédice? LEntregarlo 2 los arquediogos que lo insultaban on su impertinente curiosidad? éCusnto valdria ese cédi si sabla ocultarlo? Toda una fortuna, Una sonrisa de desprecio se dibujo en su faz de idolo moroso. Ademés, seria registrado. Se le daria si bien le iba, la 13, gratificacién de unos pocos duros. =iAh! —pens6—, algo debemos al extranjero, que en vez del sagrado malahuaste de donde sacaba un principe ca- dai medio siglo, el dén terrible del fuego que conservaban las vestales, nos vende estas cajillas de fésforos que son tan ba- ratos, portétiles y manuales! éLievar este analté? Para qué? Con nuestra fécil escritura todo lo tengo en la memoria. Pue- do escribir estos signos y trazar estas figuras cuando yo at ra, Y al decir esto encendié hasta tres fosforillos que apli- 06 a la valios(sima tela, El libro que a través de la énfora sa- grada habia calentado el rayo de sol por tantos siglos, ardio ‘con més rapidez ain que la yesca. Al mismo tiempo Kanob dirigfa hacia arriba el pufio cerrado, en sefial de desafio a los arquedlogos. Vuelto a salir de! sumidero, José Pérez con fingido eno- jo, pretext6 que se le habfa dejado sin auxilio en el percance, y ‘pagada su liquidaci6n, manifesté que se volvia a su tierra, pues era de Quintana Roo. ‘Los arquedlogos lo vieron alejarse con estupefaccion: —iUn indio de Quintana Roo! 4 LA TORTURA El dia 18 de Agosto corriente fui feliz. “Amigo mio: “Le envio una palomita petenera, quiérala mucho co- mo lo sé hacer yo; que los asuntos. .... . . no le hagan olvi- darse de ella, que es muy buena. “Si viera cuantas cosas le he etenerita para que se les diga @ Ud., y ell, con cuante atencién me ha oldol........ ‘ La obsequiante es, puedo decir, una hermar estima tanto como yo la venero. Hablamos de muchas cosas que a nadie le importarian tun comino y que para nosotros tienen mucha trascendencia: verbi-gracia, lo que atafe a uns petener ‘Asuntos graves. mia, Me La paloma es gentil. 15 Esta joven tendré unos ocho o nueve meses de edad. Es de porte distinguido, de patitas rojas, de alas plomizas con un tinte de rosadas, de pecho primoroso, blando como parece que ha de ser un vellon de nube. Respecto a sus ojos, la expresion es profunda y miste riosa como la de una muchacha enamorada. ‘Cuando alarga la cabecita para ver mejor, su mirada se hace escudrifiadora. Ira, desdén, soberbia, no se transparen- tan en la expresién de esos ojos redondos y serenos. En torno del cuello se ve una lista negra formada por amable pelusilla. ‘Su cabeza parece modelada por el mismo Donaire. De ella puede repetitse lo de: ‘Mens blanda in corpora bland” Porque estoy resuelto a sostener, aunque opine de distin- ta manera cualquier profundo psicdiogo, que esa paloma tiene alma, alma suave, transparente, blanquisima. Pase usted adelante —le dije—j usted se halla como en nido propio. Afecté no comprender. Achacandolo yo timi- dez, nunca a intencién descortés, la tomé de manos de la nifia que me la traia, y la aprisioné entre las dos mias, enfrentando- mele carifiosamente. Ella intenté desembarazar las alas, como encogiendo los hombros y enterréndome las ufitas con una impaciencia que me desairaba. —Absolutamente —Ie dije—, se trata de referirme muchas cosas: écémo estan por alld? des ‘cierto que te querian mucho? Vamos éde qué platicaron, t6 y ella, la Gltima vez? Me permit ras que te trate de ti. Silencio absoluto. Confieso que perdiiun tanto la calma =Praciso es que comprendas: le dije—ventre insinuante y reprensivo, que comprendas que soy tu sefior y duefio: tu se flor, por cuanto que debes obedecerme como a los a quienes debemos respeto incircunscrito; condescendencia ilimitada. Tu duefio, por cuanto que puedo disponer sin responsabilidad de ninguna especie, tanto de tu vida como de tu hacienda, La paloma se irguio. 16 Comprendi que es una petenera del siglo XIX. Todo el sarcasmo del 93, la filosofia de la Enciclopedia y la célera de Valmy estaban dominando las convulsiones de su cuerpecito. Comprendi que me habfa excedido. Ella paseo una mi rada por todo mi cuarto, desde mi mesa. Torcié el cuello, mi 16 hacia arriba como contemplando el mapa grotesco que las goteras han dibujado en el cielo de mi habitacién, y luego me dijo; es decir, me significé, me dio a entender que pensaba: —iAhI: esto es una Bastill Realmente, me habia excedido, Después de la revolucion'de Mayo, salir con aquella ame- naza, era para mi afrentoso. Procuré remediar. Vamos —respondi—; soy més buen amigo de lo que piensas: profeso los principio de los parlamentaristas. Esto ya era otra cosa; pero ella no se dio por contenta todavia Yo estaba desesperado. Verse uno despreciado por una paloma es una desgracia. De pronto alargé el piquito: queria besar. =i0h, con mil amores!. . Después Ia solté. Fuese andando con encantador balan- ceo. Fuese por debajo de la mesa, por los rincones: hacia acto osesivo de mi cuarto, amplio como una caja de fosforos; pisd con desdén las cubiertas de cartas, medio rotas y esparcidas por el suelo. . Senti vivos deseos de tenerla en mis manos otra vez; de tocarle el pechito; de pasar las mejllas por el plumajito de su cabeza de artista... Quisela asir. La paloma rehus6. —iC6- mo! —la apostrofé—. Si ya somos amigos! Ya reconociste la habitacidn: has visto los muebles; no ofenderén por cierto la modestia de tu pobreza: eres mia. Yo te permitiré que inte- rrumpas mi lectura con algin hervoroso arrullo que me haga festremecer como de amor. Arroz, tengo: el suficiente para ali- mentat @ diez palomas por golosas que sean; no digo a ti, que aunque robusta y donosa, pareces tan espiritual que tratarias W de glotén a un canario. Por tanto, déjate coger. E incontinenti fui tras ella. ZQuién atrapa una paloma” metiéndose por entre los pies de las sillas, de tas mesas, confinéndose al rincén ocupa- do por un cofre? Inclinéme, alargué el brazo con gentil fasti- Gio: 1a paloma salté por sobre la mano, fuese huyendo, volan- do, y a la vez corriendo a todo correr. Recordé que las mujeres corren cuando quieren que las aleancen. . . segiin dice don Virgilio Maron. “Mi Galathea me arroja una manzana; huye, se oculta en el monte; pero haciendo lo posible porque yo vea al lugar de su refugio". Bien; esto es otra cosa. Persegui la paloma: huyd, salté, se escabull6, épor don- de no paso la fugitiva? Acogiése por fin, a un montén de pe- riddicos: no sé si ella hizo lo posible porque yo viera donde se ocultaba antes de ocultarse. —Estés perdida —exclamé—; te arruinaste, paloma; més te valiera haberte quedado en tus montafias del Petén, compatrio- ta de Diéguez. No habia remedio: esta vez cayé en mi poder. Los ojuelos denotaban la intencién de su picardta. —Ahora te castigaré, a las mas duras pruebas. Pisela en mi mesa; pisela un espojo delante, —Muérete de celos: tengo otra paloma detrés de esa ven- tana ovalada de marco dorado. Cautiva esté como td misma: su destino es imitar o remedar atoda paloma que le ponga delante. Infeliz de ti; serés victima de su mfmica. Mira, hasta las plumas, hasta el collar negro son en ella semejantes a los tuyos. La paloma estaba consternada, Realmente, la semejanza ‘en su concepto era exactisima. Te abrumaré —afiadi. Y coloqué otro espejo frente al primero, dejando a la desgraciada entre ambas caras. Lo que sucedi6 fue formidable. Las palomas se multiplicaron. Una in- mensa fila de palomas se prolongaba en uno y otro sentido, idénticas en la forma. Los movimientos de todas ellas darian idea det ejército més bien disciplinado. Al mirar tantas iguales feliz. Complaceréme en someterte 18 suyas, no teniendo tiempo para pensar que aquello fuese una broma, pesada por cierto, tomé el partido de quedarse aterra- da ante aquellos fantasmas, Se habia olvidado de su viaje (habia, en aquel dfa, hecho el itinerario de Santa Tecla a San Salvador), se habia olvidado de su nuevo duefio; la ocasién no era para menos. Queriendo, sin duda, hacer alguna atrevida consulta res- pecto a su situacién, al espectro de paloma préximo, alargble él pico; Ia otra hizo lo mismo; empero un obstéculo impidi6 ue ambos piquitos se juntaran. Al mismo tiempo las cincuen- ta palomas de un lado y las cincuenta del otro lado, imitaron el movimiento de besarse, y la paloma quedé asombrada, presa de lo sobrenatural de aquel suceso. De stibito retiré los espejos. Ella respiré. Ya ves— la dije—, ya ves que puedo aterrarte. Libre de todo aquel espanto, no pudo menos que mani- festar su admiracién hacia mi, y luego se entregd, conmigo, a las mas desenfrenadas caricias, sin ruborizarse siquiera. Me apercibi entonces de que la paloma, en la cabecita y el cuello, estaba perfumada, sea porque se habia hecho un to- cado como para ir a baile, sea que las manos de su anterior due- fio la hubieran trasmitido con su tacto aquel delicado aroma que me parecié reminiscencia de otras no menos afectuosas caricias. ‘Amiga mia, el obsequio de usted me puso muy conten to: no habria quedado satisfecho si en este articulo no me hu- biera desatado en improperios contra esa palomita que quiero tanto. 19 SENCIO SENCIO es del partido de Delgado y esté enamorado de la hija det millonario Castriciones que es imperialista. Se abre la es- ‘cena al son de las fanfarrias militares que en la plaza real acogen la entrada de las tropas de Arce, victoriosas sobre los sitiadores. La plaza sitiada carece de viveres, cuando se presenta con una partida numerosa de ganado, robado en las haciendas de los im- perialistas, el famoso Bambita, que se declara del partido repu- icano. El bandido es un gran tocador de vihuela y el joven Sen- cio aprovecha estos conocimientos para dar una serenata a la be- lla Felicitas de Castriciones, cuyo coraz6n serd el indice de la victoria para uno u otro bando, ya que su padre don Isidoro la destina a ser esposa de La Gasca, el oficial protegido por uno de los cuatro Grandes del Imperio, que tiene sitiado entonces a San Salvador, el soldado de fortuna general Fil/sola. La serenata ha ‘ce llegarse a la ventana a Felicitas, pero indigna a don Isidoro, en cuyo socorro llegan todos los imperialistas, mientras Se se ve rodeado y defendido por la soldadesca victoriosa, Hay riffa, vocerfo, combate. . . No fuese que Delgado salva la casa de Castriciones de los hachones a los imperialistas de los pufiales, el motin habria costado la vida de la joven, presa de sentimien- tos los més encontrados: su amor a Sencio, el respeto 2 su padre, ‘su abolengo realista, el espanto del motin promovido por su cau- sa. Telan. Siguese la noche terrible: el ejército republicano se retira a Granada a continuar la lucha contra el Imperio, y Filisola, ‘vengativo, en desquite de la resistencia de la Capital, la entrega or una noche al saqueo: en medio de tal horror, Sencio, que hab(a dado cita a su novia, y Bambita, con su vihuela, van a re- petir la serenata: es un suicidio, pues ambos estén dispuestos a ‘morir a manos de los imperialistas, y el amante, una ver perdido a San Salvador, s6lo quiere ver por diltima vez a Felicitas y sucum- bir con la espada en la mano. El tumulto de la noche anterior se repite y el mismo pro: cer Delgado que ha rehusado dejar a San Salvador y que llega a poner paz, habria corrido grave peligro, si el hidalgo espafiol, ‘que es don Isidoro de Castriciones, recordando que fue salvado por é! la noche anterior, no pagase la deuda, pidiendo caballe- Fosamente que sus enemigos sean puestos en salvo, a pesar de la safia de La Gasca: Fil(sola que llega a tiempo, lo atiende, pues hhay que tener presente que don Isidoro vaa liquidar las fuerzas imperialistas. De nuevo, en este combate de los horrores de la noche terrible, algo queda lamentablemente herido en la casa de Castriciones: el corazon de Felicitas que cae enferma de muerte. Telén. Hése concedido al procer Delgado que se retire a su he cienda en los alrededores de a capital; pero andan allf partidas de soldadesca imperialista y don Isidoro, admirador del apés- tol que fue tan querido de sus mismos enemigos, va a salv le 80 pretexto de llevar a tomar los aires del campo a Felici- tas, y mientras los dos entablaban una discusién politica muy acalorada, Sencio, que se oculta en la hacienda, sale al encuen- tro de Felicitas en el jardin: la joven se reanima, su corazon funciona bien y milagrosamente se siente salvada, Un tercero inesperedo llega a intervenir en la discusién de los politicos: es el General Vicente Filfsola que anda reconociendo la topo- graffé del pa/s. La discusién se prolonga y se acalora: el Impe- i Ifsola, con la cafda de San Salvador, dnica plaza ido tres aftos, es ya inconmovible. Delgado en ese momento clava Ia vista en la falda del vol- én, donde se han encendido tres fogatas. Igual signo se hace 2 esas horas en las alturas del Izalco, del Pacaya, de los més altos picos de la cordillera hasta el Popo jos republicanos tienen este gran signo convenido para la gran noticia, es un telegrama de Bravo: el Imperio ha caido, Sobre si es verdad o mentira la noticia, La Gasca, que ha visto llegar a Fel(citas del brazo de Sencio, remite, dice, ia suerte del Imperio a las. armas, nueva especie de Juicio de Dios, y él y Sencio se lanzan como el rayo uno en contra del otro: La Gas- ca cae herido y expira como fulminado. Felicitas se cuelga al brazo de Sencio y Fil/sola dirige estas palabras al précer: —Me habéis vencido: soy vuestro discipulo y salgo al ins- ‘tante para Guatemala a convocar el Congreso de vuestra Repi- blica. Allé os espero. 22 EL ENCOMENDERO ' - LAPROMESA EN 15** Juan Pérez de Sardoal, rico encomendero del partido de San Salvador, se habfa casado con dofia Sol de Mela- ray Ceballos, “bajo promesa de ser Conde”. " EL VALLE DE LAS HAMACAS Ciertamente, aunque el aspecto de San Salvador haya cam- biado y con seguridad muchos o todos los accidentes de la vege- ‘tacin de sus alrededores, el vastisimo paisaje, que ofrecia el Valle de las Hamacas al viajero que, desde una de las vueltas en las alturas del camino de San Marcos, avistase !a llanura, 0 sea el fondo verde de la hondonada que forman los bosques y arbol das, era en el aio de 15** el mismo que hoy se ofreceria ala vis ta de quienquiera que se tome le molestia de ir a contemplar es- te magnifico espectaculo.1 Entonces como hoy, entre el cerro de San Jacinto, que es un agrupamiento de colinas y el volcan de San Salvador, se halla- fa el abismo de aire y de luz, cuyo fondo es el suelo del valle, sembrado de cerros y aun volcanes, de diversas alturas, elevando- se unos pequefios frente a frente de otros que son mayores: el de Mejicanos ante el de Milingo; aqui el voleén de Apopa, alla el volcdn de Nejapa. — “Tomamos la siguiente cita @ Brasseur de Bourboug: wow La llanura en que osté.situada, lla ciudad de San como lot voluptuosos valles de. Pentin jquos, presenta a la vista seducciones de tod a naturaleza es alif prodiga de sus dones. Las Manuras, como lagos verdes, se extienden delante y detrés de estos grupos de pirdmides. La vista hacia el Norte pue- de ver cémo quiebra por mil partes el inmenso suelo del valle, se riza y se arruga asperamente, sube en olas por diversos rum: ‘bos; olas monstruosas que aqui y alld se agrupan y como en un mar fantastico y ciclopeo, se petrifican escalonandose inméviles, y formando por fin los centenares de cimas que se vuelven al ielo o llegan a fundirse en el azur que parece vibrar con un vago. estremetimiento ya en las lejanias de Honduras. Una de estas colinas elevadas del San Jacinto, la del Sures- te, la que se avecina a San Marcos, era el asiento del castillo de Sardoal, altura la del castillo y paisaje el del Valle de las Hama- as como para alimentar los suefios de grandeza y también la so- berbia del conquistador, que desde allf vefa la recién fundada vi- Na y los pueblos del valle como el pastor desde una roca ve su rebafio que se ha esparcido por los campos. Sardoal era el Alcalde Mayor (pues El Salvador Mo era to- davia una Intendencia) titulo que habia comprado al Rey. "1 LAS ENCOMIENDAS Este dfa, que es uno de los primeros de agosto, espera Sar- doal su titylo de Conde, y estén reunidas en la explanada del castillo todas sus encomiendas: las indiadas enfurecidas, tanto tiempo aherrojadas, encadenadas, dejan oir su murmullo gutu- ral, y sus imprecaciones lanzadas en su idioma pipil; los mayor. domos recogen de esta o de aquella pueblada brazadas de fle- has de los indios que se fingen inadvertidos ¥y que llegan arma- dos en su encomiende, dejéndoles sus armas a los caciques, por Un resto de cortesfa y porque su mediacién y su autoridad ayu- dan més con frecuencia para el manejo de las encomiendas que el rigor de los administradores. Hay grupos que a veces son los habitantes de una poblacién entera, que ya sumisos ¥ silencio- 808, dejan muy poco qué hacer para su gobierno. A la sombra de los muros del castillo estén los infinitos empleados que go- biernan las encomiendas, los escuderos a caballo, armados co- mo para un combate; los calpixques y los médicos, los alahuacs de encomienda, los calpullis de descuajes, vestidos de pieles y no menos armados, pues a las veces son grandes cazadores; los ca- Pataces de minas, los inspectores de las filas, los que guian los. 24 cargadores, los proveedores de ma(z, sal, plétanos, cares, pes- ado, chiles, ojo de gallo y aguardiente, y por fin, también en- tre fos que mandan la encomienda, los esclavos negros. Muje- res vivanderas siguen estos ejércitos de la servidumbre. ‘Aun dentro de las mismas encomiendas ha dejado este astucioso conquistador, como para conformarse a cierto orden, las jorarquias y las autoridades que recuerden el habito de obe- diencia a la indiada. Entre las muchedumbres miranse ain los birretes de oro fen que se levanta la insignia multicolor de los pompones o plu- meros de los ex-principes, generales y caciques 0 jefes, rodea dos de sus familias, todos como una prenda de sumision y obe- diencia en el trabajo de los mismos pueblos que en un tiempo ‘gobernaron. Asi se verfan las tribus de Israel en Babilonia. Muchas veces la prisién de un principe de la familia de Atlacatl obligaba a todo un pueblo @ deponer las armas de una rebelién cautelosamente fraguada, Hay entre ellos quienes solo llevan un aro de oro que les cite la frente, y ante éstos como ante los principes esclavizados, las encomiendas se inclinan, se postran o se sorprenden y admi- tan dolorosamente: estos del arco son pontifices, Extrafias y confuses insignias distinguen a los sacerdotes. La piedad de Juan Pérez habfa transigido con sus dotes de gran politico: mucha parte de la disciplina y sumisiOn de las encomiendas se debia a esta tolerancia del castellano. Las colas de quetzal, ondeando en medio de las muchedumbres, arranca- das de cuajo a su pueblo natal, mantenian la ilusién de que eran los caciques quienes guiaban estos éxodos; y aur en medio de los trabajos mas rudos ¢ inhumanos, el rumor, que llegaba de las lejanfas, de los chinchines, marimbas, chirim{as, timpanos, arches y maderos, de los bailes y juegos teligiosos, alrededor de los principes y sacerdotes, hacia creer a los pipiles que con: tinvaban con su vieja monarquia. Unos han pasado largos meses en la selva en el descuaje, ‘otras en las minas. Separados los subditos de sus principes, los hijos de sus padres, las mujeres de sus maridos, después de los trabajos y penalidades de una verdadera esclavitud, su encuen- tro en las explanadas, a la vera de las altas empalizadas que ro- dean al castillo, ha sido ocasion de escenas doloroses: reprimi- dos furores, gritos de dolor, amenazas, juramentos y llanto. = IQué vocerio!, iqué extra rumor! —dijo dofia Sol, ‘que ocultaba con exclamaciones de temor su inquebrantable or- 25 gullo femienino o su ambicién de linajuda. Sardoal, que aspira a sobrepujar su porte de sequndén, respondié asido al pufto de su espada: = iAsi voceaban los siervos de la gleba bajo las almenas del solar de fos Sardoal y Pogi-Martino en Extremadura, Esto lo dijo para tomar realce, é| propio, a pasar de sus riquezas, a los ojos de su esposa, que aunque pobre e hija de dalgo, de una belleza y porte peregrinos, tenfa en sus venas de azul mas puro, una gota de sangre de reyes. Y esta considera- cian hacfa palidecer todo el brillo de la inmensa fortuna del segund6n de Pogi-Martino. Vv LA ESTRELLA DE LA MARANA. ‘Cuando este hidalgo tenia casi todas las encomiendas del gran partido que se Ilamé de San Salvador, sus aspiraciones no se allanaron a s6lo ser su més acaudalado terrateniente, De estas encomiendas las de Aculhuaca, Paleca, Soyapan- 9, llopango y San Martin “le eran debidas por derecho”; y de su amigo y compafiero de armas, el difunto Juan Alonso, el vie- io, capitan de la conquista, habia heredado las encomiendas de Mixcheca, de San Marcos, los Ramos, y la que se extendia a los pies del castillo, que en espafiol empezaron a llamar Bella Vista (el antiguo Pamaxtén), donde hacia pocos afios se alzaba el tem- lo del dios del valle. Colocado en esta altura que domina las vegas en que arras- tra su pobre caudal el Acelhuate, el templo mostraba, por una enorme puerta trapezoidal, llena de esculturas en que la vegeta- cién se mezclaba por modo simbélico, el gran monolito cubierto de leyendas, que ostentaba en alto relieve una diosa que abria {os ojos a los torrentes de luz y a los vientos embalsamados que ‘Yuelan por el luminoso valle como dentro de inmenso anfiteatro. Esta escultura era una fez con méscara de péjaro; la ador- ‘naba un collar de gotas de rocio, y representaba la Estrella de la Mafiana, e! Quezalcoat!, que era la deidad protectora del valle, EI tempio habfa sido demolido. Los grandes bloques es- cculpidos en que estaban historiados los sucesos del pals, desde los tiempos de los reyes mayas de Payaqul y de la cautelosa inmi- gracién de los pipiles, formaban la mayor parte de los corrales del castillo, 26 El cuerpo de este edificio se alzaba sobre la antiquisima plataforma del tempio. Parte de las paredes habia sido aprovechada, hay que con- fesar que con acierto, pues un lienzo de muro en que se abrian ‘tres grandes troneras o respiraderos aztecas de ornamentacion de yerba y cabezas de ocelote, estaba rematado o sobrecargado por anchos ventanales moriscos, bordados de arabescos y de mo- saicos que decian bien al lado de los trapecios y de los simbolos mayas, y en los cuales se habian empleado piedras de colores del templo Este lienzo de pared conservado correspondia al oratorio je las vestales de la Estrella de la Mafiana y era hoy el dormito- rio todo 41 de paredes, techo y pavimento de piedras de color de dofia Sol. Los conquistadores sab/an que los templos de los dioses del pais no habian sido manchados jamas por la sangre de sacri: ficios humanos y cuando lo quiso establecer el rey Cuaumichin infame, fue derribado por el pastor Tutecotzimit, que solo por este hecho fue padre, o fundador de una dinasti Los templos por tanto no inspiraban horror. EI monolito de la Estrella de a Mafiana era hoy dia un poste o amarradero del corral. Hay que affadir las encomiendas de Mixtén, San Cristobs Extli-Popol, la Torrecilla y Belén. Indios innumerable habian perecido en las empresas del terrible encomendero; pero el niicleo de algunos de estos pue- blos permanecta intacto; y después del suceso que vamos a refe- rir pudieron volver a la tribu o lugar de su origen y con el tiem- o vinieron a ser pueblos con municipio. Sélo algunos de esos pueblos ya el dfa de aquella tarde hab/an perecido en los arduos trabajos que el encomendero por doquiera habia emprendido. El vocerfo sordo y reprimido que se alzaba hasta las salas, del castillo hubiera puesto el espanto en otro corazon que no fuese el de Juan Pérez. ‘Mas équé espanto, podia asaltarle? EI venir las encomiendas, con sus jefes y principes, obliga dos, los que habfan dado lugar, a vestir las insignias de su anti- gua realeza, algunos de los cuales hab(an sido tan ricos como él, era un acto de arrogancia y poder. v VAN-DYCK 0 GUANDIQUE EI Alférez, més espafiol que flamenco como podria juzgi se por su apellido, don Antonio de Van-Dyck, Uar-Dique, co- mo se escrib/a, o en fin Guandique, como se pronunciaba en la Colonia de Usulutian 0 Usulutén —donde adquirié, a raiz de la conquista, para s{ y los suyos, la inmensa isla que atraviesa un buen rio, dos éircunstancias, por las cuales, el tener un rio y ser suya, se llamé la jsla de Guadiaguandique, nombre con que hasta hoy dfa se le conoce—, era amigo de Juan Pérez de Sar- doal, el segundén de Pogi-Martino, Hab/a partido hacia dos afios para la Corte, y aprovechan- do la coyuntura, el encomendero y e! Cabildo le habfan confia- do unas diligencias “y unos muy grandes presentes para el Em- Perador””, En las cuales diligencias se manifestaba por el Ayunte- miento y por los conventos de dominicos y franciscanos, que don Juan Pérez de Sardoal, segundén de Pogi-Martino, habla provisto los conventos y dadoles tierras; edificado la grande er- ‘mita del viejo barrio de la Vega, el primero que hubo en la villa: y consagrado el recuerdo de la prosperidad de su casa, en tres re- tablos de plata maciza en las iglesias de los dichos conventos y en las Mergedes; que habia debelado tres insurrecciones del par- tido, acaecidas cuando se tuvo noticia del viaje del Adelantado sefior don Pedro de Alvarado a la Corte; que le eran afectos los Principales de la ciudad, por haber dotado quince doncellas con seiscientos ducados “para que se casasen con espafioles 0 con le dinos de buen parecer”, segin rezaba el documento de la dona- cién y eran palabras del mismo Juan Pérez; que, finalmente, posefa veintiséis mil indios de encomiendas que eran de las tr bus, 0 caserfos y pueblos que se expresaban; que por tanto, por ser sefior de tantas tierras e homes, le otorgase Su Muy Graciosa ¥ Catblica Majestad el titulo de Conde de San Salvador, ya que @ todas las tierras de esta parte de las Indias de Occidente desig- naba S. M. de fecha reciente con el titulo de Reyno de Goathi- mala. Ahora bien, el Alférez Antonio de Van-Dyck 0 Guandi ‘que, como se pronunciaba, estaba de vuelta de Espafia, viniendo Por México, 28 vi EL REY OFRECE EL CONDADO Recién llegado a la Corte, escribié que su Majestad Real ¢ Imperial hab{a agradecido el obsequio de dos redomas de balsa- mo; de un quintal de chocolate “que ya de enantes habia apren- dido a catar S. M., y certificaba ser el de este partido de San Sal- vador, de tan buen sabor como el de Soconusco”; de una caja de plétanos-pasas; “de un gran frasco de cristal conteniendo una le- gumbre o fruta en aceite, cuyo nombre es AGUACATE, y cuya exportacion recomendaba el Emperador, que hablaba extremos de esta dicha fruta 0 legumbre"’; de dos loros verdes; y “de eua- ‘trocientos mil ducados” e incluia un pliego de apuntes sellado y firmado por el Mayordomo Real, a los cuales corresponden las expresiones que hemos singularizado, Inclufa, ademés, una nota del Secretario de S. M. a Van- Dyck “como interesado”, en que le hacfa saber “que S.M. otor- garia y crearia tan luego como diligenciase la solicitud del Con- sejo que habia a su cargo el Libro de la Nobleza y el de Indias, el nuevo titulo de Conde de San Salvador, que para un su pro- hombre solicitaba la nueva villa y en el partido de este nombre, en las Indias Occidentales”. En fin, él, Van-Dyck traeria los pliegos de S. M. como dejase la corte y regresara a San Salvador, viniendo por México. Poco después conmovié las j6venes ciudades de toda la América Espafiola, la noticia de que el padre Fray Bartolomé de Las Casas era’atendido y honrado por el Emperador ante quien habia perorado y discutido con sus contradictores y Van-Dyck habia hecho su regreso al Nuevo Mundo en la mi ma carabela que trajera al padre Las Casas a Chiapas. De Ciudad Real, en Chiapas, Van-Dyck anunciaba lacé- Ricamente su arribo a San Salvador para la fiesta del Pendon o del seis de agosto en que se fundé la villa Este laconismo equivalia para Sardoal a roferirse a lo es crito en cartas anteriores, No dice més —dijo dofia Sol =Ni debe decir ~aadié Pérez—, porque ya esté dicho. La dilacion era larga, pues iban sobre tres afios desde la partida de Sardoal, de San Salvador; pero en aquel tiempo to- dos los asuntos pedian aplazamiento de tan gran duracién, y lo cierto es que Van-Dyck habia hecho al partir, su testamento, en 29 que disponia, para en caso de muerte natural, o en naufragio, o en cautiverio en tierra de moros infieles, o a manos de piratas, de los derechos que con su familia tenia en la isla de Guadie: guandique. La declaracion del Condado, a que ascenderia la cabecera del partido, cuyas tierras poseia Juan Pérez, habla ocasionado la reunién de las encomiendas, aun aquellas que trabajaban en minas lejanas, A una corona condal no le vendria mal, aunque de conversos sospechosos, un cortejo de diademas principescas y de halos de oro pontificales, que como hemos dicho se con- servaban para mantener la disciplina y la obediencia, como in- signias, a cuya veneracién estaban acostumbrados, y por ser tantos y de mucha valentia, los pueblos que formaban las enco- miendas del de Sardoal. El nuevo Conde se mostraria a sus vasallos con la Condesa. Que allé en Guatemala se pasasen las cosas nadie sabia cOmo, or la distancia, a | no le importaba nada; “més lo que es en el Cuzeatlén’, eran las palabras de Juan Pérez, “él haria de sus tie- Fras un pedazo de Espafta, y la nobleza y el feudo tomarfan ‘cuerpo como en sus mejores tiempos”. As( era en efecto, pues el castillo ostentaba una gran mag- nificencia. En sus patios se alzaba un teatro y en la servidumbre se contaba una compaiiia de cbmicos. Fuera de los arquitectos venidos de Espafia, cobraban en las planillas del castillo, varios ‘maestros mosafstas, tres muy buenos pintores que pintaban para la casteliana, y ella obsequiaba a templos y conventos con una largueza que era en verdad sefiorial. La belleza arquitecténica y suntuosidad det castillo, los bosques y las explanadas artificiales, las avenidas y jardines, las fuentes y las balaustras, pobladas de estatuas mitoldgicas, el garbo y puntualidad de la servidumbre, las damas, doncellas y ajes; todo lo que se habia traido de Espafia en tiempo, en ver- dad, breve, y a fuerza de grandisimas sumas de dinero, en lien- 20s, obras de arte, muebles, chucherfas y alhajas, y algunas gen- tes del servicio avezadas a los usos de la Corte, todo en el fondo, era preparado para recibir. .. iun pedazo de pergamino! Mientras no llegase, siempre encontraria el soberbio Sar- doal, en medio de muchas exterloridades de carifio, un leve, un imperceptible pliegue de desdén, en la sonrisa fascinadora y de- licada de dofia Sol, vit LA FIESTA DEL SALVADOR EN 15** La fiesta del Pendén Real, sacado en procesién por las calles de la nueva ciudad, tuvo de importante este afio, el desfile de las encomiendas de Juan Pérez. EI terrible encomendero cerraba Ia fila de los hombres y cabalgé en su caballo negro, armado de todas armas, despidien- do un solo brillo ambos caballo y caballero, que parecian de una sola pieza. Asi custodi6 en el desfile la espada de don Pe- dro de Alvarado, que se quardaba en la ermita del pueblo de Me- jicanos y que se paseaba todos los afios en San Salvador con el Pendén Real, el sais de Agosto;! honores acordados probable- mante después que se habja recibido la noticia de la muerte del Adelantado, ocurrida en México. Dofia Sol, vestida de brocatel, en une litera pintada, toda cubierta de revoloteos de Cupidos, y llevada en hombros de es- Clavos negras, cerraba por su parte el desfile de las mujeres y le hacfan séquito las quince doncellas principales, protegidas y do- tadas por su casa, Pero lo que habia impuesto, sobre todo, a la opinién de los nobles que todavia rehusaban sus simpatias al nuevo Cond do y al nuevo Conde, y a las hijas de hidalgos que se mortifica- ban con que la hija de otro hidalgo llegara por fin a Condesa, fue al desfile de las encomiendas, reunidas en la Garita y traidas jun- ‘tas de all a la villa, y después al castillo. La ciudad estaba en fin persuadida; esperaba cl titulo de Condado con igual orgullo y fiereza que Juan Pérez el de Conde. La multitud de la nueva ciudad se dirigié aquella tarde a la ex- Planada del castillo, apenas terminacio el desfile y la procesion Feligiose, con las encomiendas, en las cuales los de la ville exami- aban usos, vestidos, idiomas, arcos, insignias, plumas y diade- ‘mas, las figuras de mujeres de extrafia belleza como eran las hijas Y parientes de reyes, y el decoro de las insignias de los principes Y princesas. Asi se mostraba Juan Pérez, tirano y gran sefior. 1 Histérico. 31 vill LAS CEDULAS REALES La Negada de Van-Dyck al castillo se anuncié en las dit mas horas de la tarde, con el desfile de los frailes y del Ayunte- miento, los alguaciles, partesanas y encomenderos y un peloton de caballeria de armaduras de acero, que era orgullo de la villa desde la tltima rebelion Todo esto parecié a Juan Pérez una adhesion mas del futu- ro Condado; pues Van-Dyck no traia otro nombramiento algu: no, que se supiese, para poner asi en movimiento la autoridad religiosa y la civil, fuera del de Alférez Real. Cuando sparecié entre 1a multitud, los indios que supo- nian que el titulo de Conde equivalia al de Rey, que por alli entendieron que sus cadenas se remachaban para siempre, vol- vieron las espaldas al camino y dirigiégndose al poste de! corral que lo era el monolito de la Estrella de la Mafiana, rompieron a llorar y entonaron un himno en que se repetia una palabra ‘con renovados llantos por varias veces, EI fiero Sardoal iba a mandar a imponerles silencio por medio de los capataces de minas, pero atento a su titulo y ala cortesania, volviése al emisario que llegaba a las graderias de la explanada central del castillo Entonces Sardoal advirtié algo que le sorprendié. El Alférez se habla hecho fraile, y con sorpresa de Sar- doal, dirigié a las encomiendas algunas palabras de su propio idioma, Los jefes indios de las encomiendas se volvieron a él es- ‘tupefactos. = iComo! —exclamé riendo don Juan Pérez de Sardoal— sefior Alférez Antonio de Van-Dyck, no s6lo me hallo que os habéis metido fraile pero también habgis aprendido las lenguas de estos infieles; que para mi ha sido un imposible. . . Pero echadme los brazos. . . y presentaros he a mi sefiora la Con- desa, ._~Poco habéis cambiado en vuestras aficiones del mundo, sefior don Juan. Verdad es que en este Valle de las Hamacas o sea San Salvador, poco se ve y el buen énimo se edifica de tarde en tarde, . . Itan lejos esté del mundol. . . Yo, sefior don Juan, vengo de ver metido freile como yo, a aquella sacra cesérea Ma: 32 jestad del Emperador Carlos Quinto. . . Por lo que hace a la len- ‘gua de los indios la aprendi en una larga y accidentada navega- i6n de seis meses con el padre Las Casas. —Noticia me dais que es muy para conturbarme. . . de he berse metido fraile el Emperador. Pues de ello hace largos diez meses. —Extrafio exceso de religion, a fe mia; mas me consuela, sefior y amigo, la esperanza de que don Felipe, su hijo, levantard las casas espaftolas que abatié el Emperador. . . Bien sabéis lo que fueron hace no mas de cien afios. . . y Io que nosotros he- mos visto es una sombra de su antiguo poderio y esplendor. —Don Felipe, como su padre, no fue nunca en su politica con los grandes de Espaiia sino un alumno del gran Cisneros: los ‘grandes sofiores de Espatia no volverdn a levantar cabeza. =Tal creéis, . . Mas veamos el titulo —dijo el encomende- ro, tomando unos pliegos de las manos del religioso—, ya que sois letrado y hablais el idioma de estos indios, hacedles ver cud les son mis nuevas prerrogativas,y a todos, los de la villa y los del castillo, el estilo y el tratamiento y otras usanzas en que se dis tingue ia nobleza de la hidalguia y de la gente Ilana... iEal. . iSonad las boginas y haced que se lleguen cerca las encomien- das! Se oyé ol estruendo de las trompetas y la muchedumbre empez6 a moverse pesadamente para aproximarse, como somno- lienta, entre elasombro y el temor. De pronto Juan Pérez dio una gran voz. —Mas équé me habéis dado aqui?. . . (Qué es esto? Qué rubor me hacéis pasar? €Qué ordenanzas puede haber para los sefiores de América, que hemos combatido, dia y noche, y ta tos afios, por el rey, y qué favor y privilegios del rey para los it dios, sus enemigos, mal sujetos y vasallos recientes? ¢Qué cédu- las me dais aqui por Santiago Apéstol? iTomadlas que me que- man las manos... . —Reportaos, que os hablo a nombre del Protector General de los indios. . . dijo Van-Dyck tomando las cédulas reales- Me envia como su ejecutor el padre Las Casas, y esas cédulas del ey 08 previenen la libertad de los indios de vuestras encomien- das. Ast os entiendo como si dijerais la misa. . . éPues no es- cribisteis de Espafia que el rey me otorgaba el titulo de Conde 33 bajo el nombre de este partido de San Salvador? 2Quién ha deshecho esto del rey? El padre Las Casas. =LOué queréis decir? —Quiero decir que todos estos indios son libres y 08 repito que soy @l ejecutor de las cédulas del Rey en representacion del Protector General de los indios, Fray Bartolomé de Las Casas, Tocante a yuestro titulo, no los habré en América con tierras y con siervos, porque a tal distancia y estando de por medio la mar Atlantics, seria un poder irreducible y sin medida el de un sefior feudal!... . Esto piensa el Rey. . . Esto pensaba el gran Ci neros. . . Esto ha aprovechado como tan gran politico el Apéstol Las Casas, mi sefior y maestro desde hace poco tiempo y para toda la vide, que ha matado el despotismo feudal en ciernes en estas Indias Occidentales al tiempo que con su pluma ha destrui do esta nueva servidumbre de las encomiendas en 12s tierras de Espafia. —IMirad vos cémo ha de ser, sefior Alférez, o digo, sevior Fraile, porque estas leyes u ordenanzas de Indias, vienen a echar abajo toda la maquina de estos pueblos, el rango y jerarquias de los conquistadores y los indios, la firmeza de la religin que mu- chos atin profesan por la fuerza, el estado y la hacienda de mu- cchas familias que viven de rentas que los padres y hermanos tie- nen como empleados de las encomiendas, la sujecién de estas comarcas, que estén mal sujetas y que son valerosas y levantis- cas. Bien’ recordar vuesa paternidad la herida y derrota del se- jior don Pedro de Alvarado en esta comarca. Después bajando la voz en tono familiar y a la vez dejando de manifiesto todas sus dotes y talentos de Capitan, dij =Y luego, sefior Ejecutor de estas ordenanzas de Indias, tan letrado como sois, no olvidaréis que e! poder del Rey nues- ‘ro sefior, finea y en todo se reposa en el poder de algunas fami- lias de Capitanes que, como Juan Pérez de Sardoal, han sabido sujetar las fieras indiadas, mantener la religion, emprender el ‘trabajo, concertar muchos intereses y darles cuerpo a estas ciu- dades, donde todo io mejor para el Rey son las casas espafiolas y todo io peor el recuerdo de los caciques de su poderio y rique- 245, y en estos indios occidentales el de sus dioses, sus sefiores y sus’ costumbres. éCreéis, sefior, que esta fabrica de este castillo fuera posible sin el sefior que mantiene los arquitectos? ¢Esas pinturas y esculturas y ese teatro de este castillo, pudieran ser sin el sefior que alienta y alimenta a los pintores, a los esculto- 34 tes y @ los cémicos? iPues quél De otro modo, podremos los hijos de las casas nobles de Espafia, ser otra cosa que misera- bles desterrados, cerdos que se engorden con pepitas de oro, y ‘que pierdan su educaci6n y su modo de ser cortesano y gentil, que ha sido la estampa en que se han mirado y que remedan to- das las Cortes de Europa? Las indiadas y los principes idélatras, los soldados aventureros, sin letras, épodran hacer de !as colo- nnias y posesiones de Espafia una imagen de Espafia? ZQué es esto del Rey con los seffores y dueftos de las tierras de la Amé- ica?. . . Decidme, en una palabra, dsuspendéis esas ordenanzas? Y respondidle Van-Dyck: =iNo, por Santiago Apéstoll iY por Dios y sus Santos no las suspenderé!. x OS MAGNA SONATURUM Entonces Van-Dyck, volviéndose a las muchedumbres di las encomiendas, y habléndoles en pipil, dijoles mas o meno: —Sabed que el Rey nuestro sefior, por estas leyes que v en mis manos, os liberta del poder de los sefiores encomendero: alabad por esta libertad a Dios y a nuestro sefior Jesucristo y a su Santa Madre primero, y después a mi sefior Fray Bartolomé de Las Casas, que inspirado por Dios, mientras vosotros gemfais, ten los bosques y en las minas, en trabajo desmedido, y pareciais ala inclemencia del sol, y ala fuerza letal de los miasmas de los pantanos y los derrumbes de las minas, él ha permanecido sin ue lo sepais, sin esperar nada de vosotros, a los pies del trono del emperador, puede decirse, largos veinte afios, hasta conse: guir que sedis hombres libres como los conquistadores que hasta aqui fueron vuestros amos. Las encomiendas que al oir el nombre de Dios, de Jesis y ‘Marfa, habfan doblado {a rodilla, con muestras de ceder a un hdbito que un principio fue una ensefianza e imposicién de la fuerza y del létigo de los capataces, manifestaron un asombro ue puso en la faz de los siervos el relampago de una luz poten- tee inexplicable. —Mirad alli la imagen de la Estrella de !a Mafiana, confun- dida con los dtiles mas comunes del trabajo del castillo. .. No os ha libertado. . . No ha animado vuestras penalidades. . . En otro tiempo esa hermosisima Estrella, precediendo al Sol, vuestro 36 antiguo, padre y creador det verdor de los bosques y los cerros, que se alzan dentro de esta inmensa lanura, si, en otro tiempo, la Estrella de la Mafiana, al.despedir a la noche, os con: vocaba al trabajo. . . Este valle carece de rios y ella 0s dio ese hilo de agua que se llama Acelhuate. . . Esta es vuestra tradi in. Ya veis que hablo bien de vuestros dioses. . . Pues bien, asi como vuestro Rey de Cuscatlén obedecia al Emperador de Payaqui, y el Emperador de Payaqui al Gran Pontifice Maya de Palerique, en otro tiempo, como lo refieren esas esculturas, asi la Estrella de la mafiana, solo es una piedra preciosa en la co- rona de Marfa, a cuyos pies esté la luna, y @ cuyas espaldas, e sol que esté irradiando en aquellas alturas, solo viene a ser su sombra. No: la Estrella no os ha salvado. Ahora conoced lo que es nuestro Dios. Le ha bastado hablar por la boca de Las Casas y han caido a sus pies invisibles, las cadenas de millones de sier~ os americanos. Mirad ese castillo soberbio: ved esas filas de mosqueteria y esos caballeros: esa selva de partesanas cuyos hierros ha humedecido la sangre de vuestros antepasados: recor- dad las maderas preciosas, el oro y la plata y los diamantes con que enriquecen al Rey y a los conquistadores yuestras manos esclavas: todo esto se oponia a vuestra libertad. Y sin embar- ‘90 la palabra de Las Casas 0s ha libertado. Esa palabra es la pale- bra de “nuestro Dios”. Ahora, el padre Las Casas, con vuestros hermanos de la Vera Paz, ha hecho el pacto o alianza més grato para nuestro Dios, habiendo pedido al Rey de Espafia que no los comba- tiera’ con las armas, porque él emplearfa la palabra divina; los pueblos le han comprendido, como vosotros me comprendéis aml y se han sometido a nuestro Dios y a nuestro Rey. Voso- tros, jurad que acogeis de corazén la religion cuyo Dios os ha libertado y que obedeceréis al Rey de Espafia, y Dios, en cambio (os saca de esta servidumbre como en otro tiempo a los Israeli- tas; y el Rey, que nombrara su Alcalde Mayor, os permite que clijéis tres Regidores para el gobierno de la villa y de vuestros pueblos. Vosotros, que, sols libres desde este momento, nom- braréis los regidores que os gobiernen, que en cuanto al Alcal- de Mayor, el Rey ha nambrado al sefior Juan Pérez de Sardoal Los que se volvieron a verle advirtieron que Sardoal habia dejado la plataforma y que ofa estas ultimas palabras desde la galeria del balebn morisco. Un largo silencio sucedié a Ia vor de Van-Dyck en los grupos de las encomiendas: sometidos a la influencia de una 36 revelacién, estaban recogidas en si mismos. Un leve y confuso murmullo se oy6 en que se percibia este nombre —""Las Casas"... "Las Casas” Siguiéronse ain grandes murmullos. En fin, los jefes los primeros, principes, caciques, sacerdotes y guerreros, avanzaron, saliendo de sus diversas filas, agitando asf los grupos que cubrian las explanadas y_que les daban paso, y uno a uno repitiendo las, palabras “Las Casas”, “'Las Casas”, deponian sus aros o diade- mas de oro y plumas, y sus armas a los pies del catequista. Les grader(as se cubrieron de un hacinamiento de trofeos. Un cacique anciano resumié los sentimientos de aquella muchedumbre de pueblos: —Tomad los sefiores de Cuscatlén, que en otro tiempo se libertaron venciendo a los del antiguo reino de Payaqu/, este ‘oro y estas plumas para el altar del Dios de Las Casas. No bien pronunciaron estas palabras, y como si hubiese roto el ensalmo que tenia atados a aquellos millares de hombres ala servidumbre, un grito que pudo acallar al trueno, subid a los cielos y la muchedumbre se agito como un mar, al moverse por las explanadas, para volver a sus pueblos y a sus hogares; més en medio de esta agitacion viose de pronto el techo del castillo coronado por la furia de las llamas, y su Mayordomo gri- 16 con espanto. —iHase incendiado el balsamo, que habré para arder toda una semana! Guando la gente del servicio quiso acudir, el puente levadi- 20 echado sobre el foso que separaba el castillo de las explana das, habfa sido levantado, y Sardoal atravesé la galeria de los baleones moriscos a la vista de la muchedumbre. Pronto salieron a estos balcones grandes remolinos de fue- {go huracanado: se ofa en el interior como el rugido de una tem- pestad. El encomendero se dirigié al sitial cuyos blasones resplan- deoian en el testero de una sala regia, Dofia Sol, su exsposa, que le habfa visto hacer tantas cosas maravillosas, arrodillada ante el sitial, le besaba la mano y lloraba. Asi esperaron la muerte, que llegd en el misterio espanto- so del humo y de las llamas enfurecidas. 37 LA LOBA Es Cacaotique 1 que modernamente se pronuncia y escri- be con toda vulgaridad Cacahuatique, un pueblo encaramado en las montafias de El Salvador, frontorizas a Honduras. Por ahf na- cié el bravo General don Gerardo Barrios, que, siendo Presidente de la Repdblica, més tarde, se hizo en Cacehuatique una finca de ecre2, con dos manzanas de rosales y otras dos de limares, un cafetal que llegd a dar 900 sacos, y_una casa como para recibir a la Presidenta, mujer bella y elegante por extremo. Un vasto pa- tio de mezcla, una tilla y una pila de lavar café; una acequia {que charlaba dia y noche al lado de la casa, todo construido en la pendiente de una colina, arriba y de modo que se dominaban de alli las planicies, los valles y vericuetos del catetal cuando se cubria de azahares; la montafia’muy cerca en que se veian des- cender por los caminos, casi perpendioulares, a los lefiadores con su haz al hombro; por otro lado, montes; por otro, un trapiche, 2 tiempos moliendo cafta, movido por bueyes que daban la vuel ‘a en torno suyo, a tiempos enfundado en un sudario de baga- 20, solitario y silencioso bajo un amate copudo; mas alld cerros ‘magnificos, uno de los cuales estaba partido por la mitad; tando la finca, una hondonada en cuyo abismo se enfurecia un torrente, lanzando ahogedos clamores; aire frio, cielo espléndi- do, y cinco o seis muchachas benitas en el pueblo: estos son re- cuerdos de la infancia. Mi padre compré la finca a la viuda del Presidente, y de- jando a San Migue! vivimos en ella por tres afios. Yo tendri entonces unos ocho. Algo més quisiera escribir sobre aque! pueblo, pero no hay tiempo; no dejaré de mencionar, sin em: argo, uno de los més soberbios espectaculos que puede verse. Desde la plazoleta del Calvario se ve extenderse un valle de diez ‘0 doce leguas de anchura. Por él pasaban otro tiempo, forman- 1 Huerta de cacao. 39 do selvas de picas, carcaj al hombro, las huestes innumerables de Lempira. En el fondo del valle se ve arrastrarse el Lempa, como un lagarto de plata. A un lado del r/o, hasta San Salvador, se lam Tocorrostique; el otro lado, hasta San Miguel, se llamo Chaparrastique. Mas allé del valle se extiende el verde plomizo de las selvas de la costa; y més alla como el canto de un disco, la curva azul de acero del pacifico. Un cielo tempestuoso envuelve con frecuencia en las nieblas de un desecho temporal el gigantes: (00 panorama. Como el valle se extiende hasta el mar, desde el mar vienen aullando los huracanes, por espacio de cincuenta le- uas, a azotar los liquidambares de las montafias de Honduras. Por eso habréis ofdo decir que alguna vez el viajero que pasa la altura de Tongolon, desde donde se ven los dos océanos, derri- bado por el viento furiaso, rueda por los precipicios horribles. Cacahuatique es un pueblo en que se ve palpablemente la wicién del aduar indigena al pueblo cristiano. Los techos ppajizos se mezclan a los tejados srabes que adopt6 sin restric- cién nuestra arquitectura colonial. Los cazadores usan la esco: peta y la flecha. El vocabulario es una mezcla pintoresca de cas- tellano y lenca, y la teogon{a mezcla el catolicismo, al pantei mo pavoroso de las tribus. Todavia recuerdo ol terror infantil ‘con que pasaba viendo al interior de una casucha donde vivia una mujer, de quien se aseguraba que por la noche se hacfa cerdo. |, Esta idea me intrigaba, cuando al anochecer, iba a conci- liar el suefio y vela la corniza del cancel de la alooba; comiza hurrigueresca que remedaba las contorsiones de las ‘culebras que se decia que andaban por ahi en altas horas. Pensaba también en que podia oir los pasos que se aseguraba que solian sonar en la sala vecina y que algunos atribufan al difunto Presi- dente. ‘Quitad de este pueblo los tejados arabes, las dos iglesias, {os innumerables érboles de mango que se sembraron entre los afios 1840 2 1860, importados de la India; quitad las cruces del cementerio, su levita de algodén, bordada de cinta de lana al alcalde; sus pafiolones de seda a las aldeanas descalzas; sup! mid los caballos y los bueyes, y ya Cacahuatique es lo que era antes de la conquista, con sus idolos acurrucados en el templo, cuyos flancos ofrecen un intrincado mosaico donde las flores: cencias y los animales, se mezclan a la figura humana, como el espfritu humano se mezclaba en la sombria filosoffa indigena 40 perry a los brutos, a los arboles y a la roca, Como hayéis concebido a este pueblo en su faz primitive, empiezo mi narracién, que es, en el fondo, la que me hizo Da- mign, un mayordomo. Kol-ak-chiutl (mudada de culebra), que en la tribu por apreviacién acabaron por pronunciar Kola, era una mujer que se iba enriqueciendo a ojos vistas, debido a que era bruja y ade- mas ladrona. Tenia una hija, Oxil-tla (flor de pino) de ojos pardos como {a piel de una liebre montés. Su pie era pequefio; sus manos, que sélo se hab fan ensayado en devanar algodén y en tejer lienzos de plurias, puestas al sol dejaban paser la luz como una hoja tierna. Su pecho era coma la onda del rio, Para completar su belleza, niffa adn, su abuelo materno le habfa pintado el mas lindo péia- las, Kola llevé un dia a su hija al campo, y alli le dijo un secreto. Tres dias después Kola habia ido con ella al pe- fiol de Arambala, donde moraba Oxtal (Cascabel) sefior de ‘Arambala, con diez mil flecheros que defendian el pefiol; pues al principe se habfa apoderado de la comarca por traicién. Invitado a une fiesta, su gente, que habia dejado en los bosques vecinos, cay de improviso en la tribu embriagada con aguar- diente de mafz. Kola y su hije Oxil-tla pusieron a sus pies una sabana de pieles de rat6n montés y un dosel de plumas de quet- zal, Oxtal las bes6 en los ojos y esperé en silencio. La madre 20 una sefia a su hija, y ésta ruorosa, desdobl6 el manto y puso 4 los pies del cacique sus Idolos de piedra de rio, Entonces Kola hablé de esta manera: Estos son los cuatro dioses de mis cuatro abuelos, el uinto es of mio y el sexto ol de esta paloma, que trae su familia ara mezclarla con la tuya, Oxil-tha bajé los ojos. Oxtal, sefior de Arambala, tiene tantas esposas como de- dos tiene en las manos; cada una le trajo una dote de valor de doseles de plumas de quetzal y de cien arcos de los que usan los flecheros de Cerquin. Tu paloma no puede ser mi espo: $8 sino mi manceba. Kola se levant6, empujé suavemente @ su puerta, y dijo. Tus ojos son hermosos como los del gavilén y tu alma es sabia y sutil como una serpiente: cuando la luna haya venido a iluminar el bosque por siete veces, estaré aqui de vuelta. Cada hijo que te nazca de esta paloma tendré por nahual una vibora silenciosa © un jaguar de ufias penetrantes. Los mozos que van 2 mi lado @ orillas de las cercas a llamar por boca mia a su na- , desde la a i atraen a su llamamiento a ual, fiel compaftero de toda su vida, atraen a su Jos animales més fuertes, cautelosos y de larga vida. Oxil-tla, ca mina dalante. Por esta raz6n Kola habia visto una tarde, con impaciencia 1 dro! del patio donde estaban hechas seis rays, ' = Seis voces la luna he iluminado al bosque —dijo—, v aun falta mucho para completar tu dote. La viva tristeza de Oxil-ta se luminé un momento por un rayo de alegria. ye Gorque Orxi-ta iba por las tardes a la cerca det maizal veci- no, siempre quo el zumbido de una honda hacta volar espanta- do$ a ios pajaros negros de la comarca; Ide tal modo el poderoso hondero hacia aullar el pedernal en los aires eae ‘En el verde y floreciente maizal habla o/do ella a cancion que solia murmurar entre dientes cuando estaba delante de su madre: Flor de pina Zrecuerdas el dia En que fuiste, @ los rayos del sol, A olrecer esa front que es mia ‘Al beso Altanero Del cacique que guards penol? Dia tu madre, cuando haya venido La ancha lune por séptima vez, ‘Que yo he de ir a s sombra escondido, Y que herd al guerrero {a piedra de mi honda caer a mis pies. i de agua), El que asf canta en el maizal es Iquexapil (perro el hondero mas famoso que se mienta desde Cerquin a Aramba- la; ora, Oxil-tlaama a Iquexapil, por eso se regocija de que su madre no pueda recoger una dote por valor de cien doseles y cien arcos. Kola, meditabunda, pues ambiciona que su bella hija sea la esposa de un eacique, toma una resolucion siniestra: lama en su Suxilio al diablo Ofo, con todo su arte de llamar alos nahuales. Una noche que amenazaba tempestad, fue a la selva e in- ocd @ las culebras de piel tornasol; a las zorras que en la hoja- rasea chillan cuando una vision pasa por los drboles y les eriza el pelo; a los lobos, a los que un espiritu de las cavernas pica el Vientre y les hace’ correr por las Hlanuras: a los cipes que duer- men en la ceniza y a los duendes que se roban jas mujeres de la 42 tribu para ir a colgarlas de una hebra del cabello en la boveda de un cerro perforado y hueco, de que han hecho su morada. La invocacién conmovia las raices de los arboles que se sentian temblar. En la bruma del rio que habia mezclado su rumor al odio- 50 conjuro, llegé Ofo, el diablo de los ladrones, y hablé de tal manera a los ofdos de la bruja, que ésta volvié contenta a su ca- sa, donde hall6 a Oxil-tla dormida. Pronto se hablé de muchos robos en la tribu y sus alrede- dores. Uno hubo que puso un lienzo de plumas valiosas en la pie- dra de moler y se escondié para atisbar al ladron. io llegar una loba, a quien quiso espantar; la loba salt6 sobre él, le devord, y se llevé el lienzo, La poblacion estaba ate- rrada, Kola, desde la puerta de su casa, aguardaba impaciente que la luna dejase ver tras los montes su disco angosto como un pufial de piedra, Ahora, he aqui lo que pas6 una noche. Mientras Oxil-tla dormfa profundamente, Kola se levantd desnuda, E! frio de la noche es glacial y la sombria mujer echa al horno los troncas més gruesos, en que empitzan a avivarse ascuas enormes. La bruja entonces toma la sartén de las oraciones, en que presenta- ra a su dios la sangre de las liebres sacrificadas al venir la esta- ci6n de las lluvias. Coloca esa sartén en medio de la casa, da sal- ‘tos horribles al fulgor de la hoguera, hace invocaciones siniestras 2 Ofo, y finalmente vomita en el tiesto un vaho plomizo que queda alli con aspecto de liquido opalino: es su espiritu, En ‘quel momento la mujer se habfa transformado en loba, Enton- (08s se fue a robar. En el silencio de la noche, la claridad de la hoguera hizo abrir los ojos a Oxil-tla, que mira en torno, busca y llama a su madre, que ha desaparecido. La joven se levanta temerosa, Todo es silencio, Recorre la.casa y da en el tiesto, en que flota algo como liquide y como. vapor. —Madre dice la joven—, madre fue al templo y dejé im- puro el tiesto de las oraciones; una buena hija no debe dejar nada para mafiana: es preciso acostumbrarse a un trabajo regu- lar; que més tarde Iquexapil vea en mi una mujer hacendosa. . . Al decir esto, se inclina, toma el tiesto y arroja a la hogue- 43 ra su contenido: el fuego crece con llama sibita, pero luego s jiendo como de ordina a0 Osiris guerda tiesto, Se séuent de oueve y, bara cal F, procura conciliar el suefio - rr nadrageda, le toba husmea tod la casa, va, se revue ve, gime en toro, busca en vano su espiritu. Pronto va 2 Gespuntar el dia. Oxiltla se despereza, proxima a despertarse fo bostezo. La loba lame impaciente el sitio en {que quado el tiesto segrado. Todo es en vanol: antos que su tila despierte gana la pucrtay se interna por el bosque, que va sor. dando con sus aullidos. Aunque volvi6 las noches subsiquientes 2 suller a la puerta de la casa, aquella mujer se habfa quedado para siempre. ihe Oxil-tla fue la esposa de Iquexapil. Estas formas tomaba la moral en los tristes aduares. AGAR O LA VENGANZA DE LA ESCLAVA 0 Rodriguez de Rivas, maestre de campo de los reales ejércitos, corregidor de Riobamba, en el antiguo reino de Quito, tomé posesién de la presidencia de la Capitanfa Gene: ral de Centro América el dia 4 de octubrede 1716. Pues bien, ese mismo afio se cas6. He aqui lo que nos interesa. Cuando don Francisco empez6 @ requerir de amores @ dofia Rosa, ésta, para tender fécil comunicaci6n, habia ordenado a su esclava Agar el mayor seereto en los asuntos en que la mezclaba: estos eran Ile var y traer esquelas y razones. y flores y lazos y rizos: iqué sé yo! Agar era una negra.agradable: las sortijas indestructibles gle Sus cabellos se recogian como manojo de virutas de azabache formando airoso mofo; su frente y sus pomulos, suaves y relu- jentes, tenian la pureza de un cristal negro brufiido; la nariz, sin dejar de ser aplastada, se movia con la respiracion de su pe- cho en un vaivén ardoroso y apasionado que inspiraba secreta dulzura y afan en quien la vela. Alta, airosa, casi elegante: algo habia de muy distinguido en aquella mujer. La historia de Agar Se reduce 9 pocas palabras. De reina pasd a esclava. La reina en Africa, vino a ser esclava en América. Esto ha sucedido con mu- cha frecuencia. ‘Cuando Agar present al de Rivas el primer recado de su ama, los dos temblaron. El presidente era joven aiin, sus ojos eran fuego atraedor; su porte y su talante, caudal de suefios nup- Giales de las guatemaltecas. Podria haberse entendido con dofia Rosa mano a mano, en los bailes y saraos; pero en aquellos tiempos esto era poco slegante; en asuntos de amorios debian idar_en medio las esquelas y las terceras. Los dos temblaron, je. El presidente se olvido de la ama, y alli fue lo de vacilar ante aquella negra majestuosa, que le miraba con la nobleza de 45 tun éngel de Africa; el pie le asomabs por debajo de una enagua corta de muselina blanco, oprimido por un zapato ancho de la punta y acuchillado; los brazos de ébano opriméan las ajorcas de oFo; su garganta cefiia un terciopelo sembrado de perlas. Don Francisco habfa leido el “Cantar de los Cantares”’ y creyé estar indo a la Sulamita de Salomén, Agar era la favorita de dofia Rosa: el lujo de la favorita venta en abono de la sefiora y los ducados de ésta le permitfan esos caprichos: esto no era raro en aquel tiempo. ~iAgatl... . ~difo el hombre. ‘Agar le tendié la carta de su ama, con un movimiento de estatua, El presidente estrujé la carta, y Ager se sonrié: habia tanta nobleza en sus ademanes, que desaparecta en ella comple tamente su condicion de esclava. ‘=Te amo. —No puedo amarte, -Oye, esclava, sords siem- pre la favorita—. Agar levant® Ia'cabeza con désdén: —no pue- des ser_ni mi esposo—. El espafiol se sintid herido; pero no se rid: —Esclava, soy caballero—. Agar contest: —Vasallo, soy rei- na—, La esclava pronunci6 estas palabras de modo que fue im- posible replicarle. En seguida afiadié con una voz ahogada “Blanco, la hija del sol africano es tuya. Jdrame no unirte @ otra mujer. El caballero tenia los ojos como llamas, la respiracion rendida por embriagador cansancio, la sangre brotando furiosa por las venas de desapasible tirantéz: —Lo juro, Agar. —Rooth, @ dios de los nubios, es vengativo con los perjuros —dijo la negra arrojéndose en los brazos del blanco, respirando voluptuosided y deseo. He aqui que dofia Rosa se cas6 ayer con el sefior don Fran- cisco Rodriguez de Rivas. ‘Agar pasé una noche horrible. Su ama le ha ofrecido conservarla, aunque casada, en el mismo puesto que antes; que- rerla siempre, nunca separarse de ella. Agar sintié que toda su sangre, quemada por el sol de la Nubia, se revelaba on deseo minal inacabable. Aquella noche se durmié tarde y tuvo suefios monstruosos: su ama tomaba el aspecto de una fiera que le de- voraba los pechos. Dormia la negra en un cuarto vecino ala al- coba de los recién casados: un trueno no la habria despertado, porque dormle profundamente; pero un beso salido de aquella alcoba la puso en espantoso sobresalto, En sequida sucedi6 un asalto de demonios: empez6 el recuerdo de aquella ocasion en que se habfa entregado: aquel pasedo tan corto y tan répido se 46 tomaba inmensamente tumultuario: aquellos recuerdos eran de una pesedumbre fatigosa: los besos tenfan fisgas: los brazos, {que $e enlazaban en aquellos abrazos, eran culebras espeluznan- tes: todas aquellas caricias eran sanguijuelas que le mordian el alma. La negra abrfa los ojos en la sombra y se retorcia en de: sesperada convulsién como una condenada. Por fin amaneci6. Se levanté de prisa_y se fue a espiar por el ojo de la lave de la al- ‘coba donde dormfan los recién casados. En seguida salié al jar- din y se puso a ver el sol. Cualquiera que la hubiera visto la ca- ra en aquel momento habria dicho: ésta ha pasado la noche en el infierno. Ruugoos, hijas de Jerusalem, que no despertéis a mi ama- da, 1a de los pechos blancos como dos gamitos mellizos. Rosa se despertd muy tarde, muy tarde: tente, Romeo; que tarda mu. ho en venir et sol todavia, Rooth, el dios de la Nubia, es vengativ. ur Agar selamaba on a Nubia Radke, que auere dear pal de piedra. Agar, mientras miraba al sol, pensaba en su venganza. Ir ‘entrar, asesinarios antes que despertaran, en el mismo lecho nupeial, era muy poco para ella: icuanto daria ella misma por morir asf! Ella habla pensado en la muerte, cuando antes de las bodas de su amante, habia recibido sus desprecios y su burla Pero IPensar que ellos quedaban vivos! No se mato. Seis meses habian pasado desde la noche de la boda, Agar se habia deslizado en este tiempo con una astucia de vibora. Sonrisas para la ama, respeto profundo pero afectuoso para su Sefior que ya no veia en ella mas que una esclava cualquiera, que ya 10 habia olvidado todo; el servicio, pronto y carifioso para Su sefiora: Iqué buena es’ Agar!, ila primera de las exclavas, Agar! Aretes de oro para Agar, en Carpus; chal de seda, medias ‘olor de rosa, zapatitos de raso para Agarl Agar y su sefora tie. fen entre si secretos reservados. éQuué secretos?, Iya lo sabrcis! Agar disimula. Un dia su sefior, ila creia tan buenal, led hasta recordarle cierta cosa y con sonrisa sardonica le dijo al ido: ~Su majestad la reina—. Agar se humilld como una porra ‘Agar y su ama tenian unos secretos espantables. La esc! A intables. lava {e habia dicho un dia con aire distrafdo, estando asomadas a un balcon: —No os parece que es agradable ese joven de jubén en- carnado: se dice que es el mas elegante caballero de Guatemala— a7 Rosa no hizo caso. La esclava fue al joven y le dijo lo que habla sucedido, El joven volvié a pasar: Agar repitié sus palabras més distraida que la vez anterior. Rosa le miro. La esclava fue al jo- Yen ¥ le dijo lo que habia sucedido. E| joven volvié a pasar. Agar epitié sus palabras mucho més distraida que |a vez anterior. Rosa dijo: — iQué hermoso es!— La esclava fue al joven y le dijo lo que hebia sucedido. Agar y su ama se tenfan unos secretos espantables. Un dia el sefor don Francisco Rodriguez de Rivas, ha- bia hecho un viaje. A su mujer se le sale el corazon del pecho: la esclava se acerca a ella y aunque estén solas le dice al ofdo: =Ya vendré—. La esposa tiembla: Que no llegue —se atreve a decir. —Entonces le diré que no liegue. ~No, déjale que Hlegue; ino haré mas que verle, Agar; siquiera verle, —Sefiora —le dice ‘Agar—, ese joven es mucho més hermoso que vuestro marido; pero vuestro Dios manda amar al hombre propio dnicamente. “Le veré Gnicamente; oye. . . unos pasos. . .dile que no entre... “la esclava finge que va a salir. —No, déjale: no dirés nunca nada, éno es verdad? —Un joven se presenta al dintel: elegante, soberbio, la capa recogida en garboso pliegue sobre el hombro, el sombrero en posicién atrevida adornado con un manojo de pplumas que caen en comba bizarra sobre el aire: Adonis hecho el caballero esta viendo a su amada desde |a puerta con una mi- rada que es iman poderoso de debilidades femeniles: habla y sus palabras son tan dulees como las de sus esquelas: la beldad va tila de rubor y de miedo y se apoyaen el brazo que le ofrece su amante: la esclava que ha estado acurrucada en un rincén se le- vanta y desaparece: —no me dejes sola —dice zhogadamente la dama: la esclava finge no oirle, y se queda tras la puerta escu- chéndo. Desmayase la esposa, cogela en sus brazos el apasiona- do joven y desaparece por |a puerta de la aleoba con su dulce carga. Agar los mira entrar y se rfe como un demonio. \Volvamos un poco atrés. Trap, trap, trap, rapido va cami no de Quezaltenango el seftor presidente don Francisco Rodri- ‘gquez de Rivas. Un hombre le sale al carnino: —Tomad sefior— le dice. “Tu mujer te falta en estos momentos”, dice el condenado papel, Vuelve la vista: el emisario de la deshonra ha desapare do, iDe vuelta! iTrap, trap, trapl, el caballo corrié tanto, que al llegar a la puerta de la casa rodé muerto, dejando.a su amo en pie, quien se precipit6 dentro con una energia temible. Atraviesa los corredores, penetra en los salones, llega a la puerta de la al- coba: alli estd Agar tendida de través, quardando la puerta. 48 —éQué haces alli esclava?— le pregunta. Agar vuelve los ojos en horrible convulsi6n: con la diestra empufia el vaso de veneno que ha apurado, sostiene con la siniestra la puerta, defendiendo la entrada. —2Qué haces, esclava?—Agar hace un esfuerzo y ha bla: —Infamia por infamia: ya lo veis, guardo vuestra deshonra— Y luego afiade friamente: —éRecibisteis mi Ilamamiento?—El caballero da un rugido, y la esclava, sosteniendo la puerta con sire sardénico, empieza a estirarse con las convulsiones de una agonia infernal, Alli empezé una lucha espantosa: é| queria entrar y la esclava se agarraba de le puerto con las ufas, y al mismo tiem: po luchaba con la muerte y con el cabaliero: era aquello horo oso. Por fin la negra solto la puerta y se desplomo. E} caba Hero puso el pie en el cuello de Agar y penetro en la aicoba: alli no habia nadie. Los amantes se habian escapade, El caballero dié un alarido y al volver ala puerta no en Bene mis qua a laeiclva must, con los jos abierfos au lo miraba, CALISTENES Muchos sofistas, retéricos, rapsodistas, gramaticos y_ago- reros, siguieron a Alejandro en su expedicién al Asia;no sé que le siguiera sino un verdadero filésofo; y lo prueban sus desara- cias: Calistenes. Lo que es el maestro, Aristételes, juiciosamente se habia ‘quedado en Grecia. Porque si va a Persia, corre igual suerte que Calfstenes, su sobrino; y aun se oyeron algunas amenazas con ‘que desde el Asia amagaba Alejandro a su antiguo maestro. Después que Alejandro, en su acceso de colera, dio muerte ‘@.un amigo suyo, Clito, y tras haberse querido mater, lo que le impidieron, pasd toda una noche dando alaridos; venido el dia enmudeci6, y a intervalos solamente se ofan grandes suspiros que consternaban el campamento. Sus emigos forzaron la entra. da “‘tecelando de aquel silencio”, como dice bellamente Plutar- oo. Para consolarlo, Aristandro, que era una especie de s3- cerdote, le probs que aquel crimen no era stuyo, sino de los dio- ses. Después hablé Calfstenes, procurando templar la desespe- racién, no el remordimiento. “En cuatro partes se divide tu gloria, ioh rey! La una es de Homero, que te inspira la grandeza y el heroismo; la otra es de Aristételes, que te educd y te hizo sabio; la otra es de los criegos, sin los cuales no serfan posibles tus conquistas; la ot es tuya. 51 Iejandro que lloraba, teniéndose Ia cabeza entre las ma: nos, a ai esto levant6 la mirada estupefacto: el filésofo agregd ‘~De la parte de gloria que te cabe, quita ain lo que la re-, baja la muerte de Clito el incendio de Persépolis: y ahora que te sientes pequeffo, no ofendas a los dioses dudando que puedan facoger tu arrepentimiento en su inmensa misericordia. ‘Alejandro se deshizo en sollozos.!' El sofista Anaxarco de Abdera, entro gritando para hacer més original su adulacién y con cierta altivez y desembarazo tear tral: =" {Este es aquel Alejandro @ que propende la mirada de todo of orbs? —exclam6—, Oh, té que yates tendido y gimiendo Como un miserable esclavo, Zacaso ignoras que Japiter tiene dos Gsesores, la Justicia y Temis, a fin de que todo lo que hace el ‘que manda sea legitimo y justo?” a ‘Alejandro se consolé con estas palabras, que, segin 12 o én de Plutarco, “corrompieron su moral” resin ede entonces, ademés,aborrecio @ Galistenes 10 cus agradecieron los sofistas que ciertamente tenian sus razones. Habléndose de sobremese sobre la temperatura de la esta~ cién y opinando Anaxarco que era mds benigna que la de Gre- Cia, Calistenes dijo: —Para ti es menos duro el invierno de Asia, ‘Gh’Anaxarcol, allé lo pasabas en ropilla y aqui te abrigan tres Cobertores—. Ademés se negaba con frecuencia a asistir a los Convites donde a veces el rey proponia certémenes sobre quien més beb(a, Cuando asistia, no alababa @ nadi “Alejandro quiso mortificarlo una vez con estos versos: No hagamos caso del sofista que nada sabe hacer ni en yravecho propio. Proves Muchas veces Calistenes afiadia fuerza a sus censuras em- ‘zando por el elogio, lo que establecta el contraste. pezeilina vez hizo en un banquete la alabanza de los macedo- nios, cayendo sobre é1 una tormenta de aplausos y de coronas de flores. | ‘Alejandro le satiriz6 con los versos de Euripides: Es facil ser fecundo cuando se escoge por tema un ssunto grandioso.” . ssunte adiendo: —Mejor harfas si censurases a los macedonios: asf se curarian de sus yerros. TTT Ne & de autor alguno que traiga tas palabras de Calistenes: 13s he supuest. 82 Entonces hizo ver Calistenes que la desunién de los grie- ‘gos habja sido la bate del podério de Filipo; concuyendo por recitar los versos: “En las revueltas de los pueblos se alza con el mando el menos virtuoso."" La corrupeién y los vicios del rey y los cortesanos aumen- taron. Luego lleg6 el momento en que Alejandro se ereyé dios. El vacfo que se hacia cada vez més en su virtud lo iba llenando su vanidad. Uno de sus ritos ora este de los banquetes: bebfa en una ‘copa, y la alargaba a uno de los suyos: éste la tomaba, ibe al ‘ara, adoraba, bebia, volviase a dat un beso al rey, v después s@ sentaba; lo que hacfan todos por orden de asientos. Una oca- sin tocé su vez a Calfstenes. Bebié y no adord, Alejandro esta- ba distraido. Al ir a besarle el filésofo, oy6 el rey la voz de De- metrio que decfa: — iOh rey, no beses: éste no ha adorado! Ale- jandro huyé el rostro. Calistenes dijo: lun beso menos! Un dia, como le saludase a usanza helena, le dijo el rey: —éPor qué no me adoras? —Soy ariego le respondié—; tan alto has puesto ese nombre, que no podemos envilecerlo—. Alej hizo cortar las orejes, nariz y 10s pies, y meter en una j hombre sincero. Esta mutilacién operé un cambio en Calistenes. De fil6sofo que era se transformé en profeta.As{ este monstruo, poseedor de 12 verdad, era sin duda resplandeciente. Puesto en lun carro tirado por dos camellos, segufa los ejércitos de Alejan- dro. De manera que tras los pasos del conquistador se vefa que iban arrastrando a la verdad enjaulada. No habfa sino un hom- bre, de los generales de Alejandro, que le visitase diariamen Namaba Lisimaco; quien decfa a Calistene rey te viese abandonado de los hombres de bien, no tendrfa remodi- mientos.2 Un dia dijo Calistenes a su amigo: —He sofiado que esta- bas al lado de Jupiter, con un cetro en la mano y una diadema en la frente. Lisimaco, ti serds rey. Cree a un hombre que debe ser agradable a los dioses puesto que sufre por la virtud.3 ‘Alejandro supo que uno de los generales respetaba la des- ‘gracia del filésofo, y se enfurecié. ¥ dijo a Lisimaco: —Puesto {que te agrada el trato de las fieras, vas a estar con ellas—. Y le destin6 aun espectéculo de leones. ‘Antes de morir escribié Lisimaco a Calistenes: “"Si tu suefio se hubiése cumplido, te habria hecho fel(z. 7 Montesquieu. “Lysimequs 3 Ibid. En estos momentos tu suefio, en que yo tenia fe, me hace més desgraciado’ Calistenes respondi “Lo dispuso el Cielo: Alejandro no podré impediro”. Cuando Lisimaco recibié estas lineas llegaron a conducirlo a la plaza, donde una multitud se apifiaba para verlo. Alli estaba Alejandro sobre un trono, al cual se subia por veinte gradas. Lisimaco estaba en medio de la plaza, Le soltaron un leén, Lisimaco doblé sobre su brazo izquierdo su manto de roja pirpura, presentandolo a la fiera: ella quiso lamerlo creyén- dolo empapado en sangre: el héroe le agarré la lengua y de un ti- ron se la zafé. El len cayé en el suelo suavemente, como una almohada. Un gran rumor se levanté del circo. Pero bien pronto ces: Alejandro que estaba de pie, dirigiéndose al reo, decia: =Mi célera solo ha servido para que hagas una hazafia que Alejandro no cuenta en su vida. Tomo estas palabras de Montesquieu; el cual, como acos tumbra, con una pincelada, pinta la suerte del imperio de Ale- jandro su muerte: “Muerto Alejandro las naciones quedaron sin sefior: su hijo estaba en la infancia, su hermano Arideo no salié de ella nunca; Olimpia solo tenia la audacia de las almas débiles; s6lo lo que era crueldad le parecia valor; Rojana, Eu- ridice y Estatira estaban perdidas de dolor. En palacio todos sabfan gemir, nadie reinar. Los generales de Alejandro alzaron los ojos al trono: la ambicién de todos contuvo la de cada uno. Se repartieron el imperio"’. Le tocé el Asia a Lisi aco. Por las salas de su palacio se arrastraba un hombre que no tenia pies, nariz, ni orejas. Cuando Lisimaco iba a emprender o hacer algo, consul taba este semblante disforme cuyo ceito salvaba a un hombre de cometer una mala accién y cuya sonrisa hacia la felicidad de todo un pueblo. 54 CUENTO DEL SIGLO XVIII Qué es esto y cémo se explica? Una planta pardsita, en los alambres del telégrato? éNo se recuerda la anéodota, de un sabor tan colonial, de! estudiante en vacaciones? Ella prueba que atin bajo la férula de las repeticiones me- moristas y maquinales, una filosoffa revolucionaria la contrarres- ‘taba y representaba el buen sentido. Un estudiante habfa vuelto de Guatemala, a casa de sus se- ffores padres, a vacaciones. Los gastos de su sostenimiento en la ciudad de los Capita- nes Generales hab{an hecho venir a menos los haberes del hacen- dado en pequefio. Mientras tanto, las gentes de toda clase de la hacienda, se afanaban para demostrar sus sentimientos hacia el futuro “Li cenciado”. Las frases “templo de Minerva”, “los peldafios de! tempo de la Ciencia’ habjan llegado hasta aquella pobre gente. Una larga mesa con blancos manteles, estaba lista desde antes que Hlegasen el estudiante y los que habian ido a encon- trarlo: las mejores monturas y mantillones, y los caballos y mu- las de silla que mas admiraban algunas lequas a la redonda, fue- ron objeto de una disimulada exhibicién. A su tiempo salieron 1a Rosana y la Leonards, hija del mayordomo, la primera, y sirvienta la sequnda, que magiier que del campo, dejaron atontado al aturdido del estudiante. ‘Se pusieron los de la comitiva a la mesa. 55 —Debe de hablar latin —dijo el mayordomo. Oyédlo el alumno de Minerva y pronto se dejé oir su voz’ wwonante: ~Sal salorum, para un huevorum —grité. .. Todos le entendieron, pero por respeto a la ciencia deja- ron que el estudiante se explicase, La Leonarda batié el record de la prontitud solicita y le trajo la sal. Estimulado por este triunfo, se desaté Ia lengua bastante amarrada del futuro sabio y habiendo visto algo en una viga del techo de la casa de la hacienda, pregunté a su padre: Padre ée6mo hizo la vaca para subirse al techo y ensu- clar la viga con ese porqué de estiércol? La tradicion atribuye palabras duras al hacendado. Y al affo siguiente, el estudiante no volvid a Guatemala, PROLOGO PARA “LA CASCADA” Y “LA BELLA INFANTA” PORTUGAL tiene a Camoens, tiene a Vasco de Gama, tiene a Enrique el Navegante, tiene @ San Antonio de Padus que no es de Padua, sino de Lisboa. Con todo, sus figuras pro: minentes son menos visibles en nuestro tiempo que en el si: glo XVI, en que, fraccionada la Europa, aunque hubiese la ten: dencia @ formar tas grandes nacionalidades que hoy conoce- ‘mos, ninguna fraccién era sin embargo mucho més grande que el Portugal, A pesar del cosmopolitismo de nuestra literatura —de los Gémez Carrillo, que ciernen el planeta en la rebusca de la nota nueva de informaci6n literaria, de los Acosta, que desde su mes de redaccién no hacen un viaje més corto en la esfera del peri dico, la revista, el libro—, entiendo que no es conocido el mas grande de los poetas y literatos modernos del Portugal. Su nombre: Joao Baptista de Silva Leitao d’Almeida Ga- ret. O, breve: Almeida Garret Formaron su gusto los “Arcades” portugueses, en el clasi: cismo del siglo XVIII. En la Universidad de Coimbra, antes se convirtié ala mo- narquia constitucional de absolutista que era, (iun Almeida!) ‘que pensase renunciar las metaforas del gusto de Boileau y ala Mitologia. Con todo, si la forma de sus versos es del gusto de los “Arcades” sus ataques al absolutismo Ie ponen muy pronto en el camino del destierro Escribe un Romancero portugués, ZAlguno de los lectores recuerda que hace dos afios el av tor, por lo demas insiqnificante, de ustas lineas, escribi6, toman- 57 do por erénica un pasaje de las “"memorias” de Morazan, un ro- mance cuyo titulo era La Batalla de Gualcho? De un modo parecido, los elementos de El Romancero de Aimeida, eran documentos de |a Historia de Portugal. Son célebres, de esta obra, los romances Adozinda y Ma- ragaya. Escribié también el poema Camoens, traducido al fran- cfs en 1880. He hablado también, més de una vez de Ia obra colosal de Bjaerson —Bjaerstierne y de Ibsen—, en Noruega, y la fundacion de un teatro noruego Almeida proporciona otro ejemplo: “a fuerza de perseve- rancia (dice Luis Pilatos de Brin’ Gaubast, el traductor francés de la “Tetrologie” de Wagner), Almeida Garret triunf de las di- ficultades de Ia empresa formidable de crear, él solo, ademés del Tepertorio, un teatro, un conservatorio, actores y espectadores dignos de 61"; solo que en la intencién del portugués todo ello tenia el destino de reformar un teatro degenerado. Entre nosotros se trataria de crearlo, como en Noruega.! La obra lirica de Almeida se titula Hojas Caidas. Son el retrato del alma portuguesa ‘Tomemos de sus paginas: La Cascada. LA CASCADA De ALMEIDA GARRET, Poeta portugués Ald, entre las Gltimas rocas terminaba la tierra: era allé desierta, érida, la tierra, a través de los negros bloques de piedra, no deja vivir con su vida precaria, mas que los tristes pinos mise rables. Y Ios vientos soplaban desencadenados, bruscos y violen- tos, por las ramas, y los cielos tirbidos, nebulosos, el mar que ruge sin descanso, todo era alli la fuerza hurafia de una naturale- za virgen y salvaje, Allé, sobre la montafia quebrada, entre algunos juncos mal acogidos, seco el arroyo, seca la fuente, yerbas resecas, peloto- nes de arbustos quemados, en este pais bruto y austero, existid un cielo sobre la tierral J Resta fecha (1931) el teatro on E! Salvador, es un hecho. 88 Alla —10s dos—, solos en el mundo, muy solos, [Dios San- to, las horas que vivimos! Olvidados de todas las cosas, como éramos nosotros todo para nosotros mismos! Olvidada de todo y de todos, icuén dulce nos era la vida! 1Oh besos, targos besos sin fin! iDiélogo mudo de los ojos ‘que hablan! iCémo vivia ella en mi! iCémo lo tenia yo todo anellal iEn su espiritu mi alma y en su coraz6n mi sangrel Horas fusitivas, siglos por la intensidad. . . iEstos dias fue- ron contados en la eternidad por los angeles! Pues Dios los marca por mil afios, cuando los concede a aquellos 8 quienes ama! LA BELLA INFANTA De El Romancero De ALMEIDA GARRET, Poeta portugués Estaba la bella infanta sentada en su jardin, sus cabellos peinaba con su peine de oro fino. Vio hacia el mar y en el mar una armada, A maravilla la gobernaba el Capitan que ya desciende y ya viene. —tDime, Capitan de esta noble armada, sia mi marido no encontraste en el pais que el mismo Dios ha hollado? —A ese pats sagrado van tantos caballeros. . . A ti al de- cirme, Senhora, {qué signos lleva 61? —Por signo, un caballo blanco montaba, la silla era de plata dorada: sobre su lanza, en la punta, la cruz del Cristo llevaba. —Por los signos que ti dices, yo le he visto en una empalizada, morir una muerte de valiente: yo mismo le he vengado. —iAy, triste de mi! iViuda! iAy, ‘triste de mil iAy, de tres hijas que tengo, ninguna ain se ha ado. —£Qué es lo que darias, Senhora, a quien te devolviese a ‘tu marido? —Yo le daré oro y fina plata. . . —De oro ni de pla ta me cuido, ni quiero para mi de eso pizca: di algin otro dén, Senhora, para el que te lo trajese aqui mismo. —De tres moli- os que tengo todos tres te los daria, uno de ellos muele clavo y canela y otro sésamo, y otro harina. El rey los quiere pera 61, —De tus molinos no me cuido ni para mi los quiero para na- da: édi otro dén, Senhora, para quien te lo trajese aqui mismo? Las tojas de mi techo que son de marfil y de oro. —De las tejas é 59 2df otro dén, Senhora, para quien te de tu techo no me cuido: yo lasdoya ti, —Las hijas que tengo son tre a calzarte, la otra para hacerte us mantos vile tres, pare tu esposa, Las dames tus Was, it rae a oe como para mi: df otra don, Senhor, si i glares que yo lo treige aqui. —Nade més tengo que darte, nada mas puedes pedirme. "| mi Senhora, puesto que te quedas td. ape cae ten vil para tal don querer, por manos de is villanos lo haré ater, y por la cola de mi caballo, en rededor correr. i i { para ayudarme. illos, oh mis vasallos! Venid aqu' 3 5 bois nillo formado de siete piedras, que contigo bass +i en otro tiempo, étienes ta la otra mitad? [He aqui la FRAGMENTO DE “CATON” De ALMEIDA GARRET, Poeta portu: - IEI, Decio, un ca- ++ 1Qué indigna presencial Decio— (Entrando.) César saluda a Caton. Catén.— Yo no soy aqui Catén, yo soy el Senado. Yo... yo no conozco a César Decio.— EI invencible, el gran triunfador del mundo... ., a ti me envia. Reunido ante estas murallas para combatir -0 més bien para vencer—, su ejéreito no espera mas que una sefial. En el concepto de César, sin embargo, es tal el mérito de Caton, que el Dictador magnénimo, adorando las virtudes de su gran adver- sario, ha temblado por la primera vez, y se resigna mal a seguir la fortuna que le precede. Su genio vacila turbado en presencia del tuyo: el vencedor de Ia tierra teme permanecer vencedor! En su elo y su solicitud, quiere salvar tu preciosa vida a cambio de sus propios laureles. TU solo, en todo el universo sumiso, le resistes, y la grande alma de Julio esté orgullosa de tan grande rival. iVir- tuosa vanidad! iAmbicion noble! Si César desea triunfar de Ca- t6n, es de otro modo que por la espada. Tiene la generasidad de ‘concederles @ tus compafieros, por consideraci6n a ti, plena am- nistia. A tan gran favor no pone més que una sola condicién: tu amistad, Catén.— éLo has dicho todo? Decio.— He dicho, Catén.— ¢Al Senado, César no envia nada a decirle? Decio,— Nada, 61 Caton.— Vete. Decio.- Catén, esctichame. éQuieres sacrificar a tus ami- gos? éTG mismo quieres desafiar las-céleras del vencedor? Cuan- do ¢! viene, generosamente, a ofrecerte la paz —ese bien sagra- do, vas ti, té, hasta a rehusar escuchar las condiciones? Catén.— las condiciones son éstas: que él desarme sus le- giones; que abandone la pirpura; que abdique la dietadura; y que humildemente, convertido en un ciudadano como todos ios otros, espere la sentencia de Roma. Yo mismo entonces, amigo cordial tanto como era su enemigo, yo me haré defensor suyo. Jamas para defender el crimen mi voz austera se ha levantado ni en el Senado ni en el Foro: y por un crimen tal como el suyo, Catén sera su abogado. Lo sera: a mi, por él, de lo alto de la Tribuna de los rostros, me escucharén ‘suplicar, pedir humikde- mente, comprometer todo lo que soy, todo el crédito que tengo en Roma, obtener su perdén, devolverio a la patria, — No tongo nada que ver, Ugnoras pues, de quign tiene César el titulo de Dietador? Del mismo Senado de Roma. Catén.— Vil rebatio de los més viles esclavos, el Senado: ya no es sobre las riberas del Tfber que se halla Roma. Td ves a mis hombres y a mf: ese verdadero Senado somos nosotros; y Roma... . en nuestros corazones donde se halla. 62 LA CIERVA DEL PIE BLANCO De BRYANT, Poeta inglés ERASE, hace una centena de afios, cuando en los sende- ros de las selvas, el viajero descubria el gamo salvaje, preparan- dose para beber, 0 ramonear los pimpallos de los dlamos, Al pie de una colina, cuyos flancos rocallosos calan a plomo en una pradera herbosa, defendiendo un cercado contra ‘al viento, venia a pacer una cierva, por larga costumbra. Pero s6lo venta cuando, en las cimas, posaba su claridad la tuna, a la tarde, y nadie conocia los secretes retiros donde vagabaa en el espacio del dia. Blanco era su pie; sobre su frente se vefa también una mancha blanca como la plata, que parecia briller semejante a tuna estrella en una noche brumosa de oto%o. Y alld, cuando cantaba la golondrina de la noche, ella ra- ‘moneaba los pimpollos de las hojas nuevas; y alli también se es cuchaba el roce de sus pasos, mas al anochecer, por octubre. Pero cuando la ancha luna de medio estio se levantaba so- bre el claro de la fronda, al lado de la cierva de pie de plata, pa- saba un tachonado pavo real. El ama de la granja prohibid a su hijo que jamas la tomase de blanco de su rifle; “Seria un pecado, decia, hacerle mal o ‘causar espanto a esta cierva amiga". : “Este sitio ha sido mansién placida para mi durante més de diez aos apacibles, y siempre al brillar el claro de la luna, ella pace de ese modo delante de la puerta” Los Hombres Rojos dicen que desde hacia mas de mil lu: nas, se paseaba ella por alli, y que ellos tampoco lanzaban amas, 63 cen oste sitio su grito de guerra, ni tendian su arco. EI mozo obedeci6 y buscaba su caza bien Iejos, en la sel- va; allé donde, en la profundidad y.el silencio de su musgo, se extendian los bosques antiguos. Pero un dia, en la estacion del dorado otofe, en vano habia recorrido la soledad, pues no parecian el faisén ni el cier- vo; y él se volvia a la casa. La tarde purpirea y la luna llena lucfan mezclando su bri- Hlo; la cierva en el prado florido, estabase paciendo a plena vista Levanté él su rifle a la altura de los ojos; y de las rocas del contorno un e0o sitbito, agudo y desgarrador, repercutid el soni do de la muerte Lejos, en el bosque vecino, huye el pobre animal, que se ha estremecido; y gotas purptireas se velan por la mafiana con el roclo resplandeciente La noche siguiente brilld la tuna tlena, brillé tan apacible como siempre; la cierva no fue més vista entre la hierba del pra- do Pero antes que la luna nueva hubiese envejecido mucho, en medio de la noche vinieron los Pieles Rojas, y quemaron el Ccorcado, la granja, hasta en sus fundamentos, y mataron al jo- ven y asu madre. Ahora la selva ha invadido el prado y esconde las cimas vecinas a la vista; alli durante el dia resuena el grito del halcon ‘ue vuela, y ronda el zorro por la noche. 64 EL PORTON del palacio se abrié la recia figura de Ato- nal, con un haz multicolor de lanzas, flechas y dardos, se enmar- 6 bajo el dintel que ha lacerado de mil modos la artilleria. Sos- ‘tuvo el combate hasta haber agotado sus proyectiles. Después, se ‘cubrié con su escudo y acribillado de heridas, cayé en las gradas de su palacio. Los escasos flecheros que le seguian, también ha- jan agotado sus armas; el enemigo avanzd a apoderarse del Rey, cuando una vision desiumbrante se interpuso de stibito; sus + tapaorejas, su cinturén, sus sandalias y sus muchas joyas, todo de oro y piedras preciosas, rodedndola de una aureola de grande- 2a, despertaron la codicia del soldado, y varios grupos se amoti- naron, en la disposicién de disputarse fa buena presa. Fue entonces cuando, sobre aquel cuadro de represalia, lot el penacho de plumas blancas y verdes que remataba el casco brillante del capitan: alzé éste su espada majestuosamen- te y sonriendo cortés, tranquiliz6 a la joven, a quien parecia in- terrogar sobre su presencia en el combate, que en verdad termi- aba por agotamiento de armas, después de la defensa del pala cio durante varios dias. —Nemi —dijo ella—, la hija de Atonal. El rey moribundo se incorporé: =Sois el bueno de los blancos —dijo—. He aqui; los dioses ‘98 mandan en tal momento. Habéis salvado a mi hija. Pero esto s¢ acaba: las heridas son mortales. =Decid vuestra itima disposicién y dictad vuestras orde- nes: ya sabéis quién es Diego de Alvarado, y su palabra es de rey. —Sois el dueiio de todo esto por la guerra; pero no asi de Jos bienes: sabéis que las huertas de cacao son del patrimonio y 65 ‘uso real: oponeos a que lc’ siembren y cultiven los Nonohual que habitan las faldas del Chinchontepec y que lo codician. La grande huerta de los Izalcos es herencia de mi hija Nemi: os dejo a Nemi como pupila, confiado en vuestro honor y en condicién de tutor, disfrutad de esa riqueza. Soy contento dijo Diego, y con la diestra extendide ‘traz6 la cruz sobre la faz del rey Atonal que expiraba. En el campamento de este gran sefior que era Diego de Al- varado, siempre se distinguia una tienda magnifica, en el dintel de cuya puerta pendfa un lienzo, semejante a bambalina, donde se vefa pintada una campana verde ceflida por un collar de of: las armas o jeroglificos de Cuzcatlan, Una servidumbre numero- a se agitaba en torno, y alguna rara vez se alcanzaba a contem- plar una faz de palidez de perla agobiada por enormes tapaorejas de oro. Era una esclava? Don diego decia simplemente: =Es mi hija. Era Nemi Este carifio filial y paternal pudo resolverse en un matri- monio; pero Diego tenia, al tenor de su propia expresion palabra de rey; y Atonal moribundo sélo le habia entregado una pupila. Cuando estuvieron en el Bajo Pert, una crisis pas6 de mo- do obscuro en el alma del hidalgo. Su grande amigo Diego de Al- magro tenia un hijo de nombre también Diego, joven apuesto que frisaba en los veinte afios y cuya madre era una pala o prin- ccesa de la casa de los Incas. Entos enlaces, como en Tlaxcala, eran para la mujer segiin cl rito de su nacién, un matrimonio perfecto. Expresamente lo dice el historiador india, Camargo. Un dia encontré el de Alvarado a Diego de Almagro el jo: ven y a Nemi, hablando en ta actitud tan conocida de los ena- morados, a la puerta de la tienda del blason verde. Demudase el semblante del gran Diego; pero Nemi, para evitarle tan gran pe- ra, lleva su mano a los labios del espafiol, y le dijo con noble seguridad =Es mi prometido—. Y después, cobrando su silueta de princesa, que siempre ocultaba, afiadié: Es hijo de una pala: puede una sublevacién de América, arrojaros a vosotros: podria él entonces, aspirar a sentarse en el tablén de oro de Atahualpa: puedo yo, topiltzina, reclamar mis derechos en el centro de las Américas y podremos unirnos. ‘Sabed, Nemi —dijo Diego—, que no puedo autorizar una sola de esas palabras. Pero no podréis, padre —dijo ella, retornando a su femi- nidad de costumbre—, no podréis impedir que dos corazones se amen. . Eso sf se puede —dijo é! simplemente. Luego vino la querra civil y la vietoria de Absncay que estuvo a punto de dar un solo duefio al Peri y de hacer marque- saa Nemi, en el porvenir: ella estuvo con Diego a ver en su pri na Hernando Pizarro condenado a muerte, para hacer lleva dra tal desgracia: muchas horas que eran amargas para el orgu lloso magnate, pasaron a su lado: ella escucho, como para matar el tiempo, Diego referia toda la conquista de México y de los Maia-Quichés y Cuzcatlén, y cémo Hernando referia la conquis- ta del Perit y lo de Cajamarca, acusando a los almagristas de te- ner la culpa de la muerte del inca. . . todo esto mientras se po- nian a las cartas gruesas sumas en apuestas. . . de tal modo que una noche, al despedirse, Diego quedaba a deber, ochenta mil pesos fuertes, Al dia siguiente, Nemi en persona despachd, con los sir: Vientes, diez y seis cajas de oro, que equivalian a tal suma; pero Hernando las devolvi6, con ta raz6n lacénica para Diego: ~Que se sirviera de ellos. Desde antes, siempre Diego de Alvarado habia defendido al prisionero, y nadie creyo que influyera en él tal donativo cuando obtuvo por fin salvale la vida, Los abrazos de Almagro el joven, instado por Nemi, a su padre el indignado mariscal, no entiarian por poco, sin embargo, e7 ‘en tan inesperada clemencia. Pero gird en sentido contrario la rueda de la fortuna... Alvarado, que aunque no alcanz6 a salvar a Almagro, como a Hernando, del mismo Hernando que esta vez era el jefe irrita- do e implacable, se hizo cargo de defender los derechos de Al- magro el joven, a la gobernacién vitalicia y hereditaria del Alto Pert, Ni atendi6 estos derechos el Gobernador Francisco Piza- fo, ya vencedor y el tutor de dos principes indios, Diego de Al- varado, partio con Nemi para Espafia a pelear ante el rey y los jueces, los derechos de su pupilo, Liegé poco después que éla Madrid, el despiadado Hernan. do, y los rios de oro que derramé para burlar el juicio entablado fue tal por todas partes, que el rey y emperador, con su espfritu caballeresco, dijo a los conquistadore —Sois cabslieros: lo que no pueden los jueces, lo puede un juicio de Dios: dirimid el asunto en un torneo. En seguide el cartel de desafio era enviado por Diego al or- gulloso Hernando que podria en el lance a que se llamaba osten- tar su famioso penacho de plumas blanca. Nemi se hallaba en un momento de conmociones indeci bles: mientras en Madrid la corte y el pueblo solo hablaban del préximo duelo a muerte, ella recibfa cartas del Pert: los aima- sgristas con Almagro el joven y Juan de Rada a la cabeza, habian vengado, dando muerte a Francisco Pizarro, a muerte del con- quistador del Cuzco, el vieio Almagro: su Diego —pensaba Ne- mi, de veintidin afos justos, era el Gobernador de todo Peri Si Diego de Alvarado mataba a Hernando. . . ¢y qué espada ha- bia tan firme y acertada como la suya? ... ‘Su ansiedad era tanta por lo que pasaba en torno suyo como por las noticias que podian traer los dorados galeones de alla, del otro lado del mar, .. 68 Tal era su estado de nimo, cinco dias antes del duelo, ‘cuando en la vasta aasona que habitaban, la servidumbre alz6 un clamor despavorido: ni aun ella se daba cuenta de lo que pasaba y ya el publico invadia las escaleras y galerias. . . Pero cual seria el horror de! hecho! El Emperador mismo, en torn del cual sonaban las armas de sus caballeros, acudia a lo inaudi- 10 del suceso. Diego de Alvarado habia sido hallado muerto en su lecho. Nemi quedé como petrificada y mientras el gran caballe- ro que era el jefe de naciones juraba que con él no podrian los jueces cohechados ni malsines, Nemi con toda frieldad sacaba tuna faja de extrafios escritos y poniéndolos en mano dal César, le dijo: —=Veis aqui cartas del Pera: los hombres de armas de vues- tra Audiencia han derribado 2 Diego de Aimagro el joven del poder y le han decapitado: mi patrimonio cuyos titulos entrego a Vuestra Majestad, ha bastado con el quinto del rey a los gas- tos del reino cuyo es mi origen y sefiorfo os le cado. Sélo pido fen cambio que persistdis en la palabra que habéis lanzado de que esta vez quien hard justicia sera Carlos V. Hernando Pizarro fue reducido a prision, que duré veinte affos, en el castillo de La Mote. La pala, hija de otra pala, y del difunto marqués Francis: co Pizarro, pasaba de vez en cuando a dar alguna noticia que fuese desesperante a la portera de la casona en que vivie Nemi.. Una mafiana se detuvo én el zaguan. —£Qué tenemos ahora? —Ie dijo la portera. Que me caso con mi tio Hernando —respondié la pala; asino seré tanta su Soledad como quisieran sus enemigos: ha- cedlo saber a Nemi para que se alegre menos de la mala suerte de un triste prisionero. La buena mujer respondié con voz solemne: =Nemi. . . Vosotros le quitasteis los dos padres que le habian quedado en la vida; después le habéis arrebatado a su prometido: no pudiendo dar a su vida el empleo que ella desea- ba, Dios ha escuchado sus votos y ha querido llevarla donde re- ciben el premio que les es debido a las buenas almas, como era la suya; pues Nemi ha muerto hace tres dias. 69 EL PASTOR Y EL REY EL HILO de agua que se llama Acelhuate le fue dado al antiguo vecindario, por la Estrella de la Mafiana, El Quezalcoatl que se adora en el valle En las margenes de un remanso, a la sombra de unos gru- os de balsameros, esti el pastor Tutecotzimit, con su rebafio, de pavos reales. Pende en un bélsamo que goted por sus heridas cristalinas las gomas que perfuman el paisaje y lo vuelven enc tado, pende el escudo de oro del pastor, y de un tahali de piel de jaguar, su espada de nice. Una tienda de plumas multicolo- res, como las que se venden al Ahpop y los Ahaus de Opico, ofrece un refugio contra los rayos del sol a la hora en que el To- nathid encrespa en el cenit su plumaje candente. Una flecha sale del boscaje; un pavo real herido en el cos- tado, lanza un alarido, El inmenso rebafio vuela y un momento el aire se llena de los cambiantes multicolores y de los matices metlicos de las aves favoritas de la Estrella Matutina. Un arco siigantesco en la siniestra; acomodando una nueva flecha en el nervio vibrante, la silueta de corzo que han heredado las reale- 228 del pats de los principes de Palenque, del boscaje se des- prende un cazador. Viendo al pastor, rie y se burla Es el rey, el sanguinario Cushumi Al mismo tiempo el pastor con su espada ha hecho sonar el escudo. Un sonido melodioso como el canto de un péjaro se ha internado por las arboledas y en los claros de las avenidas han aparecido los Chanes. Estos flecheros de raza, flecheros de pa- dres a hijos desde los tiempos de la guerra de Nachén y de Tula, guardan los rebafios. A una sefial del pastor sus armas se bajan. Pastor —dijo el rey de Cuzcatlan, el Cuahumichin, 10s socrificios de hombres, sin los cuales no prospera la guerra, que in. " he establecido, han regado un secreto rencor en el reino. Mas todas las familias de reyes fueron destrisidas. No queda nadie para sentarlo en el trono si derribasen a Cuahumichin —Te estaria mejor, Rey —repuso Tutecotzimit—, aconse- jarte de la Estrella de la Mafiena, que del cruel Dios del Acaso ¥ de la Emergencia, Paynalton, el horrendo Tuitzilipochtli. No- sotros no adoramos la Suerte. No sacrificamos a la Casualidad. La Estrella nos impone definiciones claras. Tocante a dinastias, te diré To que me dijeron mis padres sobre esto: El primer rey que hubo en el mundo tuvo diez hijos, estos diez, cien; estos cien, mil; estos mil, diez mil; estos diez mil, cien mil; estos cien mil, un millon; estos millon, diez millones. =En efecto —dijo Cuahumichin—, un descendiente de rey, como cualquier otro hombre, tiene lo menos diez hijos. En tres mil afios —continud el pastor—, los cien millo- nes de habitantes de estas tierras, como los de cualquiera otra, han llegado a ser todos descendientes y de la familia de sus re: yes. Por eso el rey-es “padre” y los sibditos son “hijos”, es decir, que todos somos iguales. Volvié a reir Cuahumichin, y dando a su séquito el pe vo-real muerto, como buena presa, alejose, sin tomar en cuen: ta las légrimas que por el animal prodigioso derramaban los Chanes en las entradas de las avenidas. En efecto, cuando Ia revolucion derribé al rey pit cedi6le el pastor, que era de los antigquos mays. 72 EL TESTAMENTO DE KICAB En tiempo de Kicab, que los cronistas espafioles llamaron después Kicab ol Grande, se vio lo que hoy en los programas po- \iticos expresamos con las palabras de Unién Centro-americana. El poder de Kicab se hacia sentir desde el Usumacinta hasta los Grandes Lagos. Kicab murié en *** cuando por sexta vez visitaba sus do- minios. Le rodeaban los principes herederos y los grandes sacer- dotes de las diversas religiones de los paises sometidos. Proximo expirar, el Gran Consejo del Imperio (Los Cavek, los Niaib, los ‘Ahau-Quichés), quiso hablar por iltima vez con el rey. Admitido a su presencia, en la terraza de bloques ciclé- eos, habl6 el més anciano, Cavizamah, el Ahaus de Copanti, cuyo solo séquito valia por una corte, y que mandaba cien mil flecheros, Todo el objeto de esta altima visita, Hijo de la Estrella Inmévil, es saber odmo haran tu heredero y el Gran Consejo, pa- a conservar este Imperio, formado de tan diversos reinos y se- florfos; cémo los hes unido y como pueden permanecer unidos. Tus consejos seran para nosotros el mas valioso testamento. Kicab estuvo por un momento indiferente y silencioso. Desde la terraza de bloques ciclépeos del pefio! 0 fortale- za de *** en que estaban, se veia, en la falda de un monte pe- queiio, el monolito, largo de cincuenta y cinco pies, y esculpi- do por dos lados, con que 1a guarnicién, poniendo a la obra habiles artistas, queria conmemorar la visita del conquistador al efiol o fortaleza. Tres dias hacia que tabajaban los de las cuer- das de pieles, para subir el bloque a la terraza, donde debia eri- girse. No habia sido posible moverlo, Kicab, con la cautelosidad propia del Maya, ordené al Ahaus de Copantl, diciéndole: —Ve y trae la stella—. Fué el 73 piedra. Fueron sucesivamente, los diez Sea gel Ieper mi ninguno movid el monalito cubierto, grandes del Imperio, oe rrr uenol dijo. Kicab—: évorotros conocdis “et juego jerto”’? Rayo de Sol protegido de Quezalcoat!— ee un eerpularts jefe de flecheros—, tiéndete eel oa y haz el muerto, rigido, como hacfamos en el patie: el juene de la pelota. . . Ahora, los cuatro grandes de los grat ele cada lado, con la punta de un dedo de cada mano, . Andando con él. a Met Racers fué llevado en peso como una pluma. i Ahora los del Consejo, con el indice, iran a wer stella, que deseo verla de pie en la fortaleza. - - jantes “oe Hi "Fueron los del Consejo, y levantaron ef monolito, que fué \levado en peso, pane el See ee y maquine f jeron de pie. . . Kicab ext ; one tral emtve en ue ei pueblo vid on esta parabola un sortilegio." TEI mismo relato es asunto ds nas y Teatro que lleva por tut nen Pos: lot poem inarto en el ol no "cad el Grande” 14 EL POEMA DEL RODANO De Federico Mistral, Poota Francés 1 “Las embarcaciones que reinan sobre el Rédano, desde el alba primera, van a partir para Lean. Son los condrillotes de Condrieu, que, “aunque llevan pantalén de cuero, hacen ir a sus ‘madamas y a sus hijas de veinticinco alfileres y altivas como las de la ciudad. Mujeres seftoras, las bellas condrillotas —tan pronto ‘como brota la hoja de la morera, ponen la bellota de los gusanos de seda a empollar al dulce calor de su fuerte seno y bordan el tul en encajes finos y cisura florida, por pasatiempo—; saben ‘también picar con puntos menudos la piel para guantes, y, ex- celentes nodrizas, paren un robusto bebé todos los afios”, 6, bani nowrriguiero,; Tutt lis an fasion un chat superbe; Los hechos de la narracién se pasan en este tiempo de los, viejos, tiempo alegre, tiempo de sencillez, en que sobre el Rod: ‘no se arremolinaba la vida". Apiano es el rey de la navegacién de Condrieu (duefio de siete barcas). En la popa del Caburle, bajo la neblina, puesto en camino el convoy, reza el Pater descubierto ante la capilla, en su barca, u En Ja estacién Vernaixon, un joven toma pasaje. Es el Principe,de Orange, hijo del rey de Holanda, rubio, familiar, in- guieto, melancdlico. Guillermo pregunta si conocen uns flor que @ parece a la flor de esmalte cincelada, que cuelga de la cadena de su reloj. 75 Los bateleros: “Pues es la Flor del Rédano, mi hermoso principe, el junco florido que se alimenta bajo Ia onde, ¥ ave la ‘Anglora tanto gusta de recoger” =2La Anglora? Exig joven a quien profesa una amistad respetuosa todo ¢} equipaje; Juan Roche, el de la pops, es el que le demuestra mas inelinacion. ce flotilla toca en Givors. Se ve el lugar de los Alpes por donde paseron Anibal y Napoleén, y que franquesn los paste” soe quidos de sus innumerables corderos, el cayado en la mar no, tocando el pifano”. uu Bajan el rio. Se habla de fa Anglora. El principe pienso en ella y contempla el paisaie Ora, he alli a Saint-Vallier y sus terrazas: aparicién ilus” tre en lo alto, brilla Diana de Poitiers, 1a hechizadora det rey te er sco 1 le. gran duquesa de ese Valentinado que bafta el Dro- fhe, 1a condesa de la estrella clarfsima que engatus® can sy ae re tg gorte de Francia. Pero Diana ha muerto huye hacia ates toes! euadro movible de lo que pasa alrededor de las naves, Gr aoe giciones, y por hoy la Anglora, la pequetia cuyos pies Yeaudos huellan la arena movible, a Anglora es ta vida, €! Por Ta ilusién de los que se van a la haz de ta onda.” —éLo amara la‘ Anglora? —esto conversa Juan Roche con el principe. Tiegao la roca llamada Mesa del Rey, donde almorzo San Luis: “Ep efroulo, las barcas en torno de la gran mesa roquefia, se han alinesdo de proa. De la carena han surgido inmediatamen” Se rarmitas, calderos, panes de cebada y rollos de salchichas, y qussos de eabra. .. El patron y jefe, a horeajadas sobre el bart flono, en medio de la mesa, preside, y con una mano que mantic he en el camo, hace brotar, para cada uno en las tazas, el mosto alegre que cintila al sol...” ee Wiva el Rey! (Continda ol almuerzo en la mesa de piedra). Terminan por la sopa, y derramando el vino de Ia fetta cree isto de leche y azdcar, que sienta bien al estomago, segin sus modos, cada uno sorbe la sopa de vino" ‘Se danza. Se canta, El patron de las barcas, Apiano, more liza |_Hijos —dice el patron Apiano-, la vida es Un Uavecr semejante al de la barca: tiene sus buenos y sus malos dias. El 76 prudente, cuando rien las oles, socitg. ama ts debe saber conducirse; en las "Pero el hi aang at 2 Pombo ha neide pare el tabs, ha nacido para “iQue no me hablen de eso: 6 posmas a contents! lg rm, fn del maya co as aelaue Hane miedo de as ampalles dela mano se zabulle en al remoir no de a mia. etd les bares, deste har cncuenta acs r lo menos, s{—, los he visto de toda suerte! Per gis roto, an Imperial ina coma ental abare 0 pieacl, mantener el séimino medio, Hemos ban: queteado. . . y bien, hijos, deinos gr role y aoe 18 wel ninguno fate en cpa aes ee | principe de Oranges" iViva la Angora” ss tog! {2 nauico, con sus Blanca anos, lan a Valen, a ia en lo extension li ’ dio eh nombre de Sen Apalinarct™ nar nneanal xem Vv Al dejar a Valence, se. embi etch i at Is creen altos personajes. E| Shae a Anglora iré en la Caburle 2 Beaucair 8 allan de oo cur ecoge erento ls ‘arenas Glo i yenecianas cantan " i del Rey de Holanda", en honor dal wings. v sana Montaimar Burg; Andeo,l pent del Espa , 1s islas que en el’ Rédano forman el arch - trade donde ela Angora, Hela saul: pe eee va benh2,Mano 1s cadres, alo ora del ran Rédano, con ‘ ido de domingo, y en la mano su esportillo de jun fino, a Anglora eperabasonviendo,. ao jo era mas que morena, pero una mor ‘ per ena clara, ilo mor el rfljo del sola hats dorado, y tena josde Bardia en que diffcimente se podte adivinar stefan, infantil fe alegria loca, o bien de burla.” iieana vi Oh, la atraccion del !iquide elemento cuando salta en la Impero, significa ono! lengusio Gal Redane, evn, ora derecha 108 bateleros, ori inquierde 7 wens ‘Angora no tiene miedo al Drac de ojos verdes, al ger del 10. una noche de estio, batiéndose, ereyé ver al Drac. "Ba laneéandose:eomo un dias, blanco como el marfi!. Tan prom to como ella abria los ojos hacia el duende, (un hermoso joven) Que, rodeado de un Tulgor lechoso, parecia esperar en sus bra 20s, un estremecimiento de amor espontane la sumergia en lan: {guidez bajo la béveda del cielo y la hacia desfallecer dulceme ae "4 momento en que la oscilacién del rio la levantaba ¥ ta envluia del todo fo iversa, los cabellorflotantes y os Gjoscnragor pore temor deve salir sve agi el exeme des eualo ato, com el Flampape, sent alrededor des caderas, un roce, una delicia, que la ha azotado con un Hs ‘ fulogn, yi Se endoreze on sobreaio, con la vel de a mano echa atrés sus cabellos que chorrean, y ve, huyen = Tamase. guide, una sombra vaga, serpentina y bianca, cu “sPereE rac habia ofrecido, en la escenapasad'en la turbider de las aguas de! dan, a Anglora con 1 mano afada- tna flor de junco, la for el rio. Las vieja de Matra hablado del Drac a la joven: este genio del rio, este enenie, ‘este duende, “tiene los ojos glaucos, los cabellos de alas, ee de dos palmados como las nereidas, aletas de encaje azul ene Gnas det rio,que transparent ta ka, forma rarletes de iis yee wed qe 10 wie, “nstuida de sut manors habits, gira lo reeonecioperfectamente, pues hallo nel smo Feetunte en su regneo, la ombela rosea de un junco tlorido "Sin embargo, a pesar de au turbacin, tomo el, felich ima yllena de anaucho. la flor que ondeaba, y se voWvio a 30 lecho. “Ah, cuantas veces, a joven, ese estio —en sus languide- ces de "edo “ade en Ta” lunslones clrsimas de Sittbne voli al Soicono meantwo del feneue: Boro. a Drashuye a sign dele ce, vii A bordo del Caburle. Juan Roche recomienza su galanteria: la Anglora lo re chaza riendo. 7 Chartes Maurras. 8 He allf al principe: entre sus dedos retuerce una brizna de flor de junco. Elia ha palidecido. El Principe: “—Te reconozco, oh flor del Rédano, desco- gida sobre el agua; flor de la dicha que entrevi en un suefio!” La Anglora: “~iDrac, te reconozco! Pues bajo el estero, te he visto en le mano el ramillete que tienes. IEn tu tocado de oro, en tu piel blanca, en tus ojos glaucos, hechizadores, pene- ‘trantes, veo bien quién eres ti...” Ella toma la flor que él le ofrece “pues los amores van Pronto una vez que se hallan en la nave que les transporta, pre- destinados, sobre la onda. . .” Aparece, sobre el rio, el puente del Espiritu Santo que da entrada a la Provenza, Como los viejos marinos, en las rocas de Donzére, han apercibido alguna vez al Drac, dudan que el Drac sea el principe ¥ sospenchan que su amiguita ha bebido en la fuente de Tourne, que hace “‘virar” la cabeza, La Anglora: “No habléis de esa fuente, pues vuestra suerte esté alli escrita, "Sobre la obra muerte, semejante a una sibila, elev en- tonces la virgen su brazo desnudo, y, en el orgullo y en la em- briaguez de su sueffo, les dijo: “La fuente de Tourne es un oré culo! Los que la han visto, esa fuente de Tourne, me serviran de testigos, si lo ponéis en duda. El agua sale allf de una roca cu bierta de vifas salvajes, de clematides, de bojes y de higueras, formando un reservorio que llaman el Grande-Gur. “En la pared de la roca, en un encuadramiento que da al Rédano, estén en lo alto, grabados desde quien sabe cuantos si- alos, el sol y la luna, . . .El sol y la luna que acechan, hacia el centro, un buey, al cual un escorpion vaa picar en el vientre, y un perro vaa mor. derio. Hay una serpiente, que ondea a sus pies. El toro, mas fuerte que todos, se tiene firme; pero un joven, euyo manto on- dea, un joven altivo, tocado con un gorro frigio, le hunde en la cerviz su daga y lo mata, Sobre la tragica escena un espantoso Cuervo extiende las alas. . . Adivine quién pueda este misterio.’ En seguida refiere la Anglora la interpretacion que da a este bajo-reliove de la fuente de Tourne, la hechicera del Boura: —iMira el grabado que hay sobre esta rocal Las hadas encantadoras que frecuentaban otro tiempo nuestras grutas, las mismas lo han labrado, pequefiuelal El buey que ahf miras, el Rouan que trabaja a la vista del sol y de la luna, en el propio medio, ésabes tu lo que eso representa? Es la antigua batele- 79 fa del rfo Rédano, @ quien atacan por todas partes, a quien de todas partes asaltan Ia malignidad, el vaivén de la onda, La gran serpiente que se anuda bajo de él,-es el Drac, dios del rio, y el ‘que deguella el toro, el fuerte joven que teva en su cabeza un gorro escarlata (iacuérdate de mi prediccién, pequefiuela!), es el destructor, que debe un dia matar la marinerfa, el dia en que ppara siempre, haya salido del rio el Drac que es su genio! Los bateleros se ponen serios. “Pues en las bandas, aqui y allé, corrian rumores de bas ‘ante mal agitero. En las barcas los sefiores de Leén hablaban ya de los grandes botes de vapor que por maquina, sin caballos hax ladores, sin cables ni pontén, remontarian contra la corriente. “Vamos, algunos tontos podrian creer esas faramallas!, bramaba Maese Apiano, cuando se conversaba de esas invencio- nes. “Pero si eso pudiese suceder, équé seria de tantos y tantos hombres que viven del trabajo del rio, bateleros, carreteras, al- berguistas, esportilleros, cordeleros, todo un mundo, que hace el bruhaha, ta multitud, la animacién y el honor det gran Roda- no? - “"iPero no véis que habria por qué aplaster, Ivoto al cha- a arponazos, a todos esos miserables explotadores del pire st pueblo, a los perturbadores y a los inventores. . vit La Anglora habla de las apariciones del principe en las aguas del Rédano. . "Pero, amiga mla, si yo te dijese que te engafias y que hablas con el hijo del Rey de Holanda? —le pregunto de sibito Guillermo, “Mi Drac, respondié la Anglora, pensaria que ti te transfiguras en cualquicr forma que es para ti agradable, y que, si te llamas principe de Orange, como se lo haces creer a los marineros, es por algin capricho o loca fantasia, que sobre: pase mi comprensi6n. . . Pero yo te conozco de larga fecha, ¥» mi hetmoso Drac, épara qué ocultarse? Bah, te he adivinado en 3610 tu aire de principe, tu coloracién joven y fresca como el agua, el azul claro de tus ojos y en tu barba més dorada y més fina que la flor del iris amarillo.” 'Y Guillermo la deja en su engafio, casta y siempre lista “a apartar de su cintura la mano del joven principe, un poco aventurera”.— UPor qué amas esta flor de junco? —le pregunta ella, -Es que se te parece! Incidentes del viaje: una barcaza de forzados que va a 80 Tolbn; en Aucezune los seffores llevan en su blasén un Drac con faz humana; el pasar por Orange el principe se entristece fen presencia de la cuna de su familia; por fin, Avifién, donde el principe almuerza con las venecianas. Desperacién y celos de la Anglora. Pasan Tarascén. Por fin arriban a la feria de Beaucai- te que es el término del viaje: alli hay turcos, judios, catalanes, griegos, italianos, provenzales. La Anglora vende su provision de pajillas de oro a un platero. “El todo monta a veinte escu- dos". El joven dice: “Orfebre, con ese oro nos haréis dos a los lisos de desposados: poned el Drac sobre el uno y una sal mandra en el otro. Eso seré nuestra feria de Beaucaire”. Anglora significa salamandra.) Las venecianas se vengan: un desconocido da al principe Un golpe con un saco lleno de arena, y lo deja sin sentido, Pasada la feria, las siete barcas van de vuelta, remoleadas por potros divididos en cuadrigas. Transportan grandes riquezas, que llevan de la feria. Apiano se santigua. La Anglora anuncia su matrimonio a los marineros del Caburle, El Principe: "—2Escuchas el mistral que sopla? Es la misi- ‘ca majestuosa que anuncia nuestras bodas. Es el aire del Roda no, ilo, los frondajes, que de concierto, nos cantan un prelu 0". Sopla, sopla el mistral "'-Sabes td, dice el principe, de la roca al pie de la cual ru- ‘morea la fuente de Tourne? —Lo sé, lo sé dice ella, una vid sil- vestre y un loto enraizan en torno de la roca, junto con un guero y ramas de zarza. Yo he ido all. —£Qué otra cosa has vis- to? —E! sol y la luna, grabados por las hadas sobre la roca, que (98 miran con los ojos hurafios. —ZQué otra cosa has visto toda- ‘via? —Un buey al cual amenaza picar un escorpién mientras que Un perro vil va a morderlo y un joven se levanta para matarlol —£Qué otra cosa has visto todavia? —E! Drac que serpentea”. “Guillermo de Orange se callé por un momento”. “En el alma pensativa de Guillermo, aparecieron a {a mar- gen del Rédano, el altar del dios Mithra, la fuente de Tourne, que surge all profunda y clara, con el simbolismo de las anti- ‘quas religiones, 1 zodiaco de signos prodigiosos, que llenaba de horror sagrado a los adoradores del gran sol blanco, cuando su- ian, en otro tiempo, o descendian el rio para hacer sus devo- ciones, en calidad de poregrinos, al dios Mithra, el solo Invenci- ble. (Deo soli invicto Mithra”.) “Y decla para si mismo: oh, sol de la Provenza, oh, dios 31 que haces nacer las angloras, que haces salir del seno de Ia tie tra las cigarras, que en mis venas palidecidas y mérbidas revives Ia sangre roja de mis abuelos,, dios rodanense a quien oprimen fas circunvoluciones del Drac, en el Bourg, en Leon y en Arlés, y 2 quien todavia en nuestro tiempo, hacen el sacrificio incons- Giente del toro negro, en las Arenas; dios que disipas la sombra ‘alegremente, y cuyo altar desierto y el rito abandonado en el ol ido, guarda Una ribera desconocida, yo, un barbaro, el Ultimo tal vez de tus creyentes, quiero en tu altar ofrecer como primi- cias de mi felicidad, mi desposorio”. Terminadas las bodas, segin el principe, se hundi desposados en el gran remolino de la fuente. 'No habr sacerdotes, pero la encantada Anglora espera que el gran San Nicolés, cuya capilla domina el puente del Es- piritu Santo, le dard su bendicion, que ella tendré al cuidsdo Ge pedirle, y ademas, el Drac teme Ia virtud del signo de la cruz fan los. Las barcas tocarén pronto en Malatra y la Anglora esté proxima a llegar a casa de su padre y de su madre, El principe le da cita para la media noche siguiente y ella acepta. . . Pero. La catéstrofe se acerca. ““iAh, bella juventud, eterno reclamo!_ El viento habia cesado en la amplitud y el silencio del gran Rédano, los hom- bres soffolientos, la caravana remontaba lentamente bajo el sol estival; a largos trechos, une gaviota revolaba a través del rio, Subitamente se eleva en la lejania del Norte, un sordo murmu- Ilo, Perdfase en el horizonte, después zumbeba todavia como la eftola de un molino furioso, que descendiese por la ribera Luego era una tos absconcia, que iba siempre en aumento, tos reprimida, como si fuese de Un toro, de un dragon que siguiese lag sinuosidades del archipiélago. Después un estremecimiento subito removi6 la onda, haciendo dar un salto a la bateleria mientras que, aguas arriba obscurecia el cielo una oleada de humo; y detris de los érboles aparecié de pronto, hendiendo las ‘aguas del Rédano, y alongado, un bote de vapor. —"iApértatel, gritd el capitin, y todos los del bote ha fan signo para que se apartase la caravana. Pero semejante aun roble, inmovil en el timén, el viejo timonel le respondio: ~ iDes- almedo!, que se aparte ante ti, el Caburle? El Rédano es de nosotros, .. Y deja de tirar la malla por mil diablos! “Y el patron no habia cerrado la boca cuando el Croco- dilo (era el nombre del vapor, filando como un relampago ha 82 cogido 1a barca por uno de sus lados. La arrastra con impetu, y semejante al perro que sacude su presa, todo en desorden, re- welve el convoy. Se enreda en los cables en medio de las barcas, entre las cuales se abre camino, arrastrando en el surco que ahonda en pos suyo, toda la flotilla... iOn desgraciados! Los grandes caballos reculan arrastrados por la malla, hacia el Réda- no, on los carreteros que lanzan gritos en presencia del agu furecida”. " sues La Caburle se quiebra en el puente del Es stchogue deseparecen Guillermo ym Anglers ean: En _Juan Roche (después de buscarlos en las profundidades del rio): “Ah, va, buen principe! Desde hace tiempo yo habia observado sus manejos. ZY quien dice que no es el Drac del Ré- dano que desde antes, instruido del gran naufragio, nos ha se- guido de trayecto en trayecto, para llevarse lora el 1yecto, arse ala Anglora a sus E iano: "1 edanuP ston APlanc: "Para todos, ha acabado hoy, el gran 83

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