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| 4 cofins OGITRO DE GOPIADO pacdesign:barkd PROFSSON ¢ Macveae YHVOLO APOITE s.: QUGRO DG CROAT : 2s CHNTADERCOLINSER@ED 2251) Gonzalo Celorio Ensayo de Contraconquista TUsQuETs EL barroco en el Nuevo Mundo, arte de contraconquista «La fetta es eldsica y el mar es barroco». Con es- ta referencia ala imagen de algin ertico que cienta- mente se excedié en la generalizacién, José Lezama Lima abre el capitulo dedicado a «La Cusiosidad ba- rroce» de st libro La expresin americana para dejar asentado que el término barroco ha ampliado enor- _memente su especiro semintico: abarca por igual, di- ce, «los ejercicios loyolistas, la pintura de Rembrandt y-el Greco, las fiestas de Rubens y el aseetismo de Felipe de Champagne, la fuga bachiana[..}, la mate- iética de Leibnitz, la étiea de Spinoza. No es de extraiar, entonces, que bajo su signo se acojan las ins insolitas metaforas: alguna vez. le of a Fernando Benitez decir, con su contundente claridad pedagogi «a, que el Popocatépetl era clisico mientras que el xtacethuatl era barroco. ¥ Alejo Carpentier, por su "Jos Lezama Lima a expt american, Fon de Coles Beansnica, Mexico, 198. (Ten fie. 15 parte, tras sostener que enuestro arte siempre fe ba- rroco: desde la espléndida escultura precolombina y el de los c6dices, hasta In mejor novelistica actual de América»? Hega a hablar de «imulatas barrocas en ge- tio y figura y de «barroquismos teliticosy en la in démita goografia americana, Esta amplitud referencial del término barroco nos cexige hacer, asf sea someramente, una revisi6n del cconcepto, para precisar su significacién y determinar su pertineneia al aplicatlo a ciertas manifestaciones de Ia cultura y las letras iberoamericanas que ban si do consideradas como barrocas © neobarrocss, Hay que empezar por decir que los diversos es- tuddios dedicados a la estética barroca no presentan entre sf discrepancias considerables en lo que a las caracteristicas formales de tal estilo se refiere, Por lo sgeneral, coineiden en atribuirle, como propios, algu- nos rasgos tales como Ia exuberaneia, el artficio, cl contraste (luz y sombra, belleza y fealdad, ilusion y desengafio, la ensi6n dramstica, el dinamismo, ia ‘exageraci6n, In sensualidad, la distorsién, etcétera, Precisamente porque hay una aceptacién genera- Tizada de Ia pertinencia de estas cuatidades pueden producirse metdforas tan aecesibles como las de Car- pentier, Benftez y Lezama Lima. Sin embargo, estas caracteristicas formales no constituyen por sf msm 2 Alejo Carpentier, «Problemstca ata den novela ispanor 1H. Carl (compiadores). Fond de Calla Beonmicn México, 1094. Tea fee}. VoL pat 6 luna estética especies, pues ni son privativas del es- tilo barvoco ai dan cuenta, aun suponiendo que el i Yentario fuea exhaustivo, de su eseneia. Habrfa que ‘determwinar entonces el sistema 0 e6digo en el que es- tos elementes a Jos que hemos aludido adquieren su valor, esto es su condicién barroca, Y es en este pun- {0 relativo a o que podriamos Hamar a estructura del arte barroco donde se registran posturas ideoldgicas diferentes e incluso opuestas. La divergencia mas notable tiene que ver precisa- mente con elcardeter estructural o no del barroco con relaci6n al arte clisico, pues tal estilo no ha escapado la tradiciér secular de subordinat los movimientos estéticos al clascismo, que se ha impuesto como pa- radigma del arte occidental. Una importante eortien- te de opiniér, que va de los preceplistas neoelésicos hhasta Benedetto Croce, pasando pot todo el siglo XIX, vio en el bartoco un sinénimo de mal gusto en tanto {que se alejata de los arquetipos elisicos que signs- ton el Renacimiento, De esta actitud participaron, aunque con matices singulares, algunos pensadores dol siglo xx, como Marcel Batallon, Ludwig Plandl, Guillermo Diaz-Plaja, Américo Casteo, Este sltimo, por ejemplo, define el barroco como un paréntesis ‘malogrado e inmaduro entre el Renacimiento y la Hustracién, esto es como una desviacién en el recto ‘camino del clasicismo, Desde que se iniciaron a fi- nales del siglo x1x los estudios especializados so- bre el barroco, este movimiento fue explicado como luna exaltaci6n de los modelos renacentistas. Algunos n historiadores del arte sefialaron que el trnsito de for- ‘mas mas 0 menos lineales a otras mas recargadns y libres tenfa su punto de partida en el propio clasi- cismo, por ejemplo en Ia obra escult6riea de Miguel Angel, de donde el barroco no seria mis que Ia evo lucién natural del arte renacentista. Tal solucién de continuidad propicié que al barroco se le negara una configuraci6n estructural propia, pes se le con- sideraba una variante, deformada o hiperbstica, de Ja estructura elfsica. Si tras el retorcimiento de una columna saloménica o bajo la fronda verbal de un poema culterano persste In estructuracién clisica, el Darroco no seria otra cosa que ornament de los 6r- denes apolineos. En el terreno de las artes plisticas, ‘con frecuencia se habla de pinturas, esculturas, re tablos, herrerias, fuentes 0 muebles barrocos, que cumplen una funcién decorativa, pero diffcilmente se hace referencia 4 construcciones barrocas. Salvo ceasos excepcionales, como el del plano de San Catli- no, de Borromini, obtenido por anamorfosis del ef culo, que consigna con carfcter ejemplar Severo Sarduy en su libro Barroco, la estructura arquitects- niica sigue regida por fos paradigmas clisicos. Lo ‘mismo puede decirse del lenguaje literario: Ia profit sién ornamental, manifiesta por ejemplo en las cons tantes digresiones que le dan preeminencia a las amas sobre el tronco, no aculta la procedencia elé-! sica de un texto de Gracin o de Géngota, Sin em- bargo, es menester preguntarse si la presencia de estos elementos en principio meramente decorativos B Afecta 0 no ta estructura elisica. Una pilasten es te, por ejemplo, jes realmente una columna clisica ‘ormamentada 0 mas bien su ormamentacién constitu ye un rasgo esencial de su estructura? Por qué no Pensar que el barroco asume como esenciales los ras- Bos que, desde Ia éptica elasica, ser denies ~superificiales, exteriores, decorativos? De esta manera quedarfa explicado el juego de contra dicetones que todo mundo acepta como inberente a la estética barroca. La apariencia exterior serfa su ‘contenido ms profundo: la indseara, st stro; el en- aio, su verdad; In exuberancia, su vaefo; el artiti- cio, su naturale, A Ww tosis que sustenta una solueién de con- tinuidad entre lo clésico y lo barroco, habria que opo- ier aquella que sostiene que este timo, lejos de ser corolario exaltado, hiperbélico o decadente del Renacimiento, es una ruptura determinante de los ‘modelos impuestos. Iconoclast, el artista bartoco pa rece abandonarse a sus eaprichos personales sin que ningsin eédigo preestablecido mesure 0 contenga su as posturas eabe una solucis anticula Octavio Par cuando dice que: «la busqueda de un futuro termina siempre reconquista de un pasado». Romper con late icin para conforma la modernidad implica haber asimilado previamente la tradicién que se pretende romper. Por ello, Paz no s6lo habla de la ruptura de fo tradici6n sino también de la tradicida de la rup- a, que le da continuidad a la historia. PI harroco, np presente de manera embrionavia en el arte renacen- lista, asume los modelos clisicos como estructura bésica ~plataforma o disparadero de su voluntad ico noclasta. En una primera etapa, que Hauser ams ‘manierismo, las modificaciones eon respecto al arte clasico parecen ser meramente accidentales, pero al paso del tiempo estas alteraciones legan a consttuir ‘una estructura diferente en la quo el propio anhelo de ruptura queda inserito en una codificacién determi- nada. Severo Sarduy, quien le contiere al barraco ea- rcter estructural, explica este proceso a la luz de las distintas concepciones cosmolégicas que tenfan cl hombre del Renacimiento y el hombre del barroco, En la Antigtiedad se tenfa una coneepei6n cigcular dl universo: la tierra, inmévil, se sia en el centro y Jos demas planetas, al girar alrededor de ella deseri ben efrculos perfectos. No es de exteaftar entonces que 1a figura del efrculo representara simbélicamente la perfeceién césmica. Con el Renaeimiento, Copémico y Galileo formulan la teoria helioeéntrica del wniver- $0, que si bien desplaza, en flagrante agresicn a a va hidad humana, la idea de que la tierra acupa el centro del cosmos, no transgeede en cambio el simbolo de la perfeccién, pues todavia se piensa que las Gebitas ph arias alrededor del sol son cigculares. Cuando Ke- pler determina que la trayectoria de los planetas no es circular sino eliptca puesto que el sol también se des plaza, se desmorona, por as decitlo, la imagen de la perfeccién -simbolizada en el efrculo~ para dur paso ‘la imagen de la deformidad -simbolizada en la elip 80 ss Impose pensarel cco coino una edvesn dea clipg, Por azonesavias oso pede yon Imeline més que come una deformactn del cheats es dvi to perfect. La natoeleze mistace ne senta entonces como una distorsisn coe nae de conebireluniverso piensa Sandy, scoleae balicamente en Tas manifestaionet sitio hombre: «El paso de alo a Kepler er delhi, Joa lps deo que est tao eer dl nolo gees warad alrededor do put fan de o cisco alo taroca.n Si compartion pees urrir aun ejemplo dels ante patices Luis Gena de Leonardo da Viel con tna pines del to tina de EI Tintoreno, ndvestemoe cones te sistinivo priosario ta concentacion crete dete brimera versus ladescentacgn eigen del segant tiv Ena obra sta, Crist ocupa el gat Cental y us discpos, despediiandy Invader Minera deta mesa “que os ocupada por lanes due pinta, se disponensimeticamente na sede, dr: In obra del mantis, en eumblo leat soa tas resnocible por un esplandor mds nfene are de lo demi, se pind ene los uptlea os ae fda, en un recint donde Ion eiados en cual Iomento podianceupar el primer plano dele oo sentacion: alterancia ene to human ye dice ae consented focos dela cpae Conan 2 Sever Say, dara, Eo Sudanarcns, Bacon 1974. p19, nota 5. oles 8 te planteamient, el barraco.queda definido como el refleo de un mundo que a parti de Kepler se sabe deseentrado; a deformacién, paraéjicamente corro- borada en la naturales, de os atibutos simbélicos del efculo -perfccién, equilib, armonie, s de tir: violencia, contrast dstosiGn, Pero In idea de ae las Srbitas planctarias son eliptiens no se ngota én f misma: implica ni ands menos que I infni= {ud del univers, y esta idea, die el propio Kepler, «conlleva no 86g horror sereto,. Uno se encom: tea crrante en medio de es inmensidad ala cual se ha negado tod lite, todo centro y, por ello mismo, todo lugar determinado».* Har acas, una defn cin mas errs, sobre todo por sv fundamentocien fico, que la exime de enageracin, del horror wai, aque sele presentare como argumento emsal del at- te baeroco? Bn el caso dela hispanidad, queen términos ge- reales permanesi al margen del desarolt cient. co europeo desde ia segunda mitad del siglo xv, et horror al vacio est ntimamente elacionado con In Contrareforma, que Espafa tomé como lid propia Frente ala Reforma religiosa europea, que aria las puerta ala modermidad renacentistay ponia en en tredcho la ortodoxia catsica en In que se sustentaba ¢l absolutism de los Austis, Esaia se empena en Jndofensa a ultranza dl dogma religioso, Si cl Rena- cimiento, como muchas veces se ha dicho, repre- * Cao por Say tide, pp. $657. Now 42 82 senta Ja huida de Dios, ta Contrarreforma se esfuerza con denuedo por mantener los principios teoe: ‘wicos que definfan la ideologia medieval. EI impulso veliemente por cubrir el inconmensurable vacfo que | ‘dej6 la partida de la Divinidad encuentra cabal ex- presién en el espiritu barroco. Para numerosos his toriadores el barroco es el resultado, mas 0 menos dopmitico, del Concilio trentino, y se manifiesta, prototipicamente, en el remendismo de los ejercicios espirituales de Ignacio de Loyola, Bn efecto, a Ci ‘rarreForma determina el carfeter de las expresiones: barrocas en la peninsula ibérica: son éstas profusa- ‘mente diddcticas: conmovedoras y ejemplates. Si embargo, la religiosidad general de sus temas y de sus intenciones no corresponde al hondo escepticis- mmo que las origina, Por paradjico que se antoje, el tanhelo de infinito, 1a sobreposicién de lo terreno, cl abandono de los valores mundanos en beneficio de {os ultramundanos de las obras barrocas espatiolas, lejos de testimoniar el triunfo del catolicismo y de la fe, son el resultado del vacio religioso que el Rena cimiento y las crisis eclesidsticas dejaron en Espa- fia, Como dice Américo Castro, el barroco pugna por aproximarse n un paraiso que juzga ya perdido, Pero el vacio no s6lo es religioso, También es poli- tico, y en este sentido, el barroco tiene que ver con la Hamada decadencia espaiola: el desengano que si ‘que aun periodo de apogeo, en el decir de Pfandl la nostalgia de I edad heroiea, en el decir de Diaz-Plaja. La falta de aseendencia moral sobre el pueblo de los, 83 | i ‘ltimos Austrias y sus favoritos, las guerras perma rnentes, que acarrean la hambruna, In prostitucién yy In mendicidad que registra la novela picaresca; la pérdida polltia y religiosa de los Pafses Bajos, a au- sencia de ideales nacionales son algunas de ls cau: sas mAs notables de In decadencia politica espafiola, que siguis a fa hegemonia parentética del siglo xvt te vacfo social y politico, que lleva a Quevedo a hhablar de «los muros de la patsia mia, /si un tiempo fuertes ya desmoronados», condluce inevitablemente ‘la evasién, que se aduce como santo y sea del bi- rroco; ya la negacién ascétie de la vida, ya la ironta Asf, se exagera Ia ingénita dualidad espaiola de na- turalismo e ilusionismo: o la burla grotesca y amarga {de Quevedo 0 Ia embriaguez voluptuosa de Géngora, efectos de la misma causa. Las diferencias entre com ceplistas y culteranos, en ditina instancia son, como dice Croce; meros pleitos de famil Hemos visto, aungue muy sinté ciertas caracteristicas formales de! barroco, alas que «el consenso de los historiadores les atribuye repre- sentatividad, se articulan estructuralmente y guardan orrespondencia con la idcologia del momento hist rico en que tal estética se manifiesta. En la constitu ciGn del barroco espaol intervienen determinados condicionantes religiosos, politicos, eulturales, que no s6lo se reflejan objetivamente en cada uno de los elementos que conforman la estructura del barroco, sino que le son inherentes ideol6gicamente, y a tal ‘grado que para algunos historiadores del arte hay camente, e6mo 4 ilo nacional, con toda su fuerza ideo! ica, a esta su condicién ideolégica donde se ges] imposicion colonialista; para otros, punt 10 de part de la emancipacién, e nena barroco es el arte de la Contrarreforma, ha de enten : icin de la fe religiosa a través del at i ida te Ultima la justifieacién 85 el absotiatismo, que en Espatia, acorde todavia a vas lores medievales, ha de perseverar merced a una con cepeisn teocéntrica, que impide las movilizaciones Sociales hacia la modernidad burguess, Tal ideologta, evidentemente, se refleja en Ia conquista politica ¥y espiritual de América: el dominio imperial susten- tado en la fe religiosa. En este marco ideolégico, el arte barroco funge como medio de propaganda co trarteformista para la consecucién de dos fines prio ritarios: evitar cualquier desviacién de la ortodoxia ceatélica por parte de los eriotlos eincorporar & los na- tivos al sistema cultural hispsnico, Al respecto, Leo- nardo Acosta dice: El barroco se introdujo en América una ver. ‘minada la etapa aventurera de Ia conquista, el do heroico”. Su finalidad seré precisamente miificar y etetnizar esa conquista, darle validez, no ya legal, 4 cual habia sido labor de los tedlogos y jurstas, si- no aristica y cultural »® Segin esta tesis, el barzoco es trasplantado al Nuevo Mundo con absoluta fidelidad a los patrones estéticos peninsulares. Sin embargo, en lo que se re- fiere a la arquitectura y a las artes pléstieas en gene ral, en las que quiz4 se aprecie con mayor objetivi + Leon Aco, oc de odes ya ilo coli Asian Comuoteact cultura ey Noor Imagen Mes 1978, Nam. 2, p. 135. " 86 dad el arte barroco, hay que decir que desde los primeros tiempos de Ia conquista espiritual habfan ‘asomado, sobre todo en los lugares donde se gozaba ‘de una importante tradicién plastica prebispénica, rasgos de carécterindigena en las decoraciones de los. edificis cristianos, ya que Ia mano de obra era inci, ‘aunque Jos proyectos fueran espatfoles, Atal presen cia, José Moreno Villa le dio el feliz nombre de arte equitgui, que en nshuatl significa “isibutario’, a semejanza de la palabra mudéjar, que quiere decit asallo’ en lengua arsbe y que se empleé precisa ente para designar el arte rmusulmin desarrollado los tervtorios ristianos reconguistados. Estas manifestaciones del arte teguitgui, en prin= cipio midas y apenas perceptibles un guajolote en tuna escena en que Francisco de Asis «dialogan con diversos animales, o un caballo calzado con huara- ches, por ejemplos, se fueron acendrando, hasta que se lego a un verdadero sincretismo en el barroco del Nuevo Mundo, como el que puede observarse en las eapillas poblanas del siglo xvii ~San Francisco Acatepec y Santa Marfa Tonantzintla, En elas, el ba- rroco criollo, presente en Tog retablos de madera so- ‘bredorada con sus columnas salom6nicas y sus santos cestofados, queda subvertid por la fuerza indigena ‘que lo dota de originalidad insospechada: una mult tud de dingeles indios, wocados de plums, armados de ‘arcos y flechas, policromados con intensos y chillan- tes colores, puebla las bévedas le doble caién, ape nnas visibles bajo la profusién decorativa. Ene las 87 vs fas sagen as mientras picales se dexpenden de rosy hint, Lave lanatr, a sinbios hen del aroco amen uate bia, fanteios, ooride, popular qe Te Jos de rfl a suis presupusta por Acoso Signo vigoono dea ogi americana Porclo Lzzama Lina laa boc anticano, en end are de Contrareorma, ate de conrocongusa De tl tte es gening einen no Settle gue ede que Ameren ene prepara ependenca, Dee Lara es claro testi para asus «EI barroco como estilo ha logrado ya en Ia Amé- rica del siglo xvut el pacto de familia de indio Kon- dori y el triunfo prodigioso del Aleijadinbo, que prepara ya la rebelin del proximo siglo, es la prueba de que se est maduro ya para una ruptura, He ah Ia prueba més decisiva, cuando un esforzade de la for mia recibe un estilo de una gran tradicién, y lejos de amenguarlo, 1o devuelve acrecido, es tn sfmbolo de que ese pas ha aleanzado su forma en el arte dela ciudad.» Al hablar del barroco, Leonardo Acosta sélo se refiere al aparato propagandistico de la Conteatrefoe- ma, que eiertamente pretende, de manera impositiva, vigilar a los criollos y reeducar a los indigenas, Pero si bien es cierto que los condicionantes histéricos, "Jos Lezama Lima, Op. ct pp. 104 105 88 inherentes a la ideologta del bartoco, persisten én + América ~que justamente por su eardcter colonial es Feflejo de Ia politiea peninsular, también lo es que las ciccunstancias histOricas afectan de manera dis. {inta a Ia Metrépoli que a los terrtorios de ulteamar, Por més que una situaci6n colonial sea determinada por la historia y la cultura del Imperio, el espiritu re- belle de tos vasallos no ceja en expresarse de acter. do a sus propias condiciones de dominio. Este espirtu ese. que, a fin de cuentas, habré de conguis- ‘at la libertad, Ast, el barroco pasa de ser un instru. mento de conquista para ser, reversiblemente, un instrumento de contraconguist, esto es de liberaetGn, El barroco y ta Hustracién en la Nueva Espaita En el ant guo colegio de San Ildefonso, soberbio ecdificio de In arquitectura novohispana del siglo xvin ue dio albe-gue al més preclaro pensamiento de la Poca, Octavio Paz. explics hace algunos afios que fa falta de tadicion erica entee nosotros se debfa a que en el orbe hispsinico las luces habfan brillado por su tusencia «Me parece ~dijo~ que lo que nos falté fue el equivalente de Ia Mustracion y de la fitosofia crf cea, No tuvimos sigho xvitt»?™ Octavio Puta trata iberoanericana por un stig de vis ‘a, Cones mga dtd ene Aiea Sine Bona ‘Antio Colegio San Idtonta el dia 2 de ago te 198 89 Por haber sido dicho donde se dijo, tal asevera- cin configura una imagen, si no paraddjica, s, por Jo menos, inquictante: nuestua virtual Ilustracién es negada precisamente en el recinto que fue sede de la Compatia de Jestis, cuyos brillantes humanistas de alguna manera detentaron el espfritu enciclopédico de Ia Nueva Espatia, Significativamente,'el edifi- cio de San Ildefonso no responde al estilo propio de la lustracién: el neoctésico, que en las cofosti ame- ticanas no fue adoptado sino hasta que éstas casi dejaron de serlo. Antes bien, es una construecién or- ‘namentada segtin el gusto barroco, que en la Améri- ‘ca espafiola y muy notablemente en la Nueva Espaita, se profonga con fecunda energfa durante casi toda esa centuri, Qué extrafio desasosiego suscita, ast tas cosas, esta imagen? ,Que significa que se haya descariado la Tlustracién de nuestra historia y aun sus posibles equivalentes en el mismo lugar donde hace mas de os siglos dictaron cétedra humanistas de pensamien- {0 erftico y de vocacién universal como Francisco Xavier Alegre y Diego José Abad? Qué significa, Por otra parte, que el espiritu enciclopédico de los je” Suitas ~cualesquiera que hayan sido sus limites y sus ‘motivo del Congreso dl Cincuentnario dels lteratcional 4 Litraua heronmericann La pte fil da contre fe ps iia cone lo 8s moderna In Iiteratrahspanonrenies as en Proceso, Ato I, Nis 617, Msc, 29 de ag de Hh, re 4603, | 90 subordinaciones, su importancia y su proyeccién~ se haya forjado en un espacio barroco, como el de San Hdefonso, protegido por Ia demarcacién mestiza de la ehiluca y el tezontl, abierto y cerrado por sus Portadas de pilastra estiites y bajorrelieves contor- sionados; 0 como el del Colegio de San Marti, en ‘Tepotzotlén, recubierio de protuberantes estucos y retablos churriguerescos, donde estudiaron el poe- {a neolatino, Rafael Landivar, y el historiador que wuncia Ia antropologla moderna, Francisco Xavier Clavijero? ‘Al transcurri por el siglo xvi, et arrace adquie- re en la Nueva Espafia un carfeter propio, esto es di- ferencias pertinentes con respecto a los modelos peninsulares, Mientras que el barroco espafol, a pat- {ir de Ia instauracién de la dinastfa borbénica, se va sometiendo a las normas que acabarsin por conformar el neoelasicismo, nuestro barroco va cobrando ras- £808 de identidad culturalamericanas 9 Frente al imperante racionalismo europeo de aque Ia centuria, nuestro barroco consttuye, en cuanto a la identidad, fo que Edmundo O'Gorman denominé el suelo de la Nueva Esparia, Y en este suefio autocom- placiente irrumpe, como una pesadilla, I Hustracin, {que considera que la nica verdad posible —Ia verdad tuniversal~ es la que procede, paradéjicamente, de una cultura en particular, la cultura europea. Ast, al estu- diar la historia antigua de México, como Clavijero al cantar sus bellezas naturales y sus costumbres, como Landivar, al compendiar sus referencia bibliograticas, o1 como Eguiara y Bguren, estos hombres, sein lo ha visto Jorge Alberto Manrique, ms que a la Hustea- cin, pertenecen al barroco.* La Compatia de Jess ciertamente tiene los ofdos ‘muy atentos a las voces de la Ilustraci6n, a las voces de ios libros prohibiddos que introducen curiosos via jeros en nuestro Continente, alas voces de notables sacerdotes extranjeros que en los colegios y en las rmisiones jesuitas de diversas partes del mundo debi {en los asuntos politicos de América, a las voces que desacreditan al Imperio espafiol... en fin, a las voces {que abren la fronteras del tradicionalisiio hispainico ¥y que tendrdn repercusién en el proceso de indepen- ‘dencia americana, Pero esas voces, que proceden de los sistemas eriticos modernos, resuenan, aqui, en wn ‘espacio barroco, y en vez. de articular un discurso ilustrado en tun sentido riguroso que nos hiciera par- Ucipes eabales de la modernidad europea, propician, ins bien, ef ensimismamiento en los embrionarios valores nacionales. Como quicra que sea, en ese es- barroco, que ya es nuestro ~propio y singular, se instalan, ineémodas o apretadas, como intrusas © como advenedizas, lus ideas ilustradas. De su inten- ign universalista no se cumple aquf sino la voluntad de reivindicar, ante Ja cultura universal, los valo- res de la incipiente mexicanidad: Clavijero, con inu- "cr. Jorge Alberto Mansique.sDel barracos tastaidnne ‘Misono general de Mésco El Colegio de México. Meso, 1977 Woh 29.47 38 2 stad sapiencia erties, se empeta en defender las ultras indfgenay mexicanas de as esi cinias tris de Buffon, De Pau y Roberson; y Laniva, su Ruszatio Mexicana, hae paseat ptr) Diana, Apolo ya Laon ene las nopaierss deo paisje mericao, apenas slterado, en tu pa bul €2, por fs cldos de alguna plteroma goncamaye, EY pensamicno ilsttado, det cual emanan fo brinepios del niversaidad encetopdieny dela eric, agus al, pes en la pasion mexicana del barroco, Ba tal insnlacign consinte, acaso, muesin Singularidst no precisamente en i ania de lvsracin y ent eonsecuente fata de erie sina ent inseparable matrimonio, que no despesanie, toni ruptr,de fas ces el Senor Berroco ela estén y la psion, Pasion critica por certo y no en ‘vamos tla wn io gue recogej coments Pome Samiento ceca de Octavio Pa, del ua eprodnece leprae oo autor de Los hijo deine «Pasi6n y erica: amor inmoderado, pasional por la critica y sus precisos mecanismos de desconstruc- i6n, pero umbién eritica enamorada de su objeto, erica apasionada por aquello mismo que niega.»? En Ia misma conferencia magistral de San lde- fons0, Octavio Paz, al destindar al mundo hispénico * Ocanio Pu asin erica, Selx Bara Baten, 1985. ‘Witcn eeve) Epa 93 del pensarniento eritico moderno, sustent6 su iden- tidad precisamente en tal apartamiento: «Ni con la mejor buena voluntad ~

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