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INTRODUCCIÓN

Se pretende exponer aquí una breve reseña de los principales


aspectos jurídicos que atañen a un modelo específico de integración que se
enseña tanto a la región como al mundo como único e inequívoco para
establecer las relaciones entre las Naciones, los Estados y sus pueblos. Ese
modelo de integración es un modelo que se desarrolla en la actual fase del
capitalismo, al que se le denomina indistintamente como Globalización o
Mundialización, salvo puntuales excepciones.

Por tal motivo, el modelo de integración al cual se hace referencia,


carece de nombre específico, pero se reconoce como hijo directo del
desarrollo de las políticas neoliberales planeadas durante los 70, activadas
desde la década del 80 con la restauración conservadora en los países
centrales, y maximizada en la década de los 90 en todo el planeta.

Sin embargo, y pese a evidenciarse que los efectos de dichas políticas


han causado estragos en el bienestar y el nivel de vida de la mayoría de las
poblaciones donde fueron aplicadas, el modelo de integración neoliberal
parece permanecer aunque criticado, quizá por carencia de alternativas
reales que les sean opuestas. Las referencias y análisis hacia este modelo
de integración, sin embargo, no han anclado en el hecho de que los niveles
de integración a los que se remiten ejemplos como el de la Comunidad del
Carbón y el Acero, la Comunidad Económica Europea, el MERCOSUR, la
ALADI, o mismo la Unión Europea (UE) se basan en tipos de integración del
capital como centro centrífugo y punto de partida para estos avances. Lo
mismo ocurre para otros tipos supuestos de “integración” como pueden ser el
ALCA, los tratados de libre comercio (TLCs) bilaterales o multilaterales o

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mismo los acuerdos que se están negociando dentro del ámbito de la
Organización Mundial del Comercio (OMC).

Los actuales acuerdos de libre comercio firmados (como el NAFTA


entre EEUU, Canadá y México, el TLC bilateral entre Chile y EEUU, o el
CAFTA entre EEUU y la región de Centroamérica o negociándose (como el
ALCA) no son tratados de integración propiamente dicha, sino que
permanecen solamente en ese primer nivel de los cuatro que ofrece el
modelo hacia una integración tal cual se nos presenta en este esquema
único.

Ahora bien, la integración regional como proceso puede contribuir al


desarrollo de las naciones. Sin embargo, para que esto sea posible se
requiere la participación activa de todos los países que se integran, la
voluntad política para adelantar el proceso y la incorporación de la
integración regional como estrategia de desarrollo, entre otras cosas.
Venezuela, a partir del año 1966, comienza a incorporarse en distintos
acuerdos y desde ese momento la integración regional comienza a emerger
en los planes de la nación como una vía para alcanzar el crecimiento
económico y conducir al desarrollo.

Es por este motivo que se realiza la presente investigación, de carácter


documental, se estudia el papel que ha tenido la integración regional en la
planificación nacional. En el primer capítulo se analiza la conceptualización
de la integración regional, luego se plantea el rol que ha tenido el
mencionado proceso en la planificación del desarrollo, a través del análisis
de los planes de la nación y finalmente se presentan las conclusiones.

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JUSTIFICACIÓN

Los pueblos de América Latina conforman una comunidad que va


más allá de los intentos de integración económica, poseedores de una
historia común, han estado también sometidos a las mismas presiones por
parte de las naciones que han dominado y dominan hoy, la escena
internacional. Cuando Simón Bolívar afirmaba en 1815 “es una idea
grandiosa pretender formar en todo el mundo nuevo una sola nación”
realizaba sin duda, la primera propuesta integracionista para América Latina.
Desde ese entonces y hasta hoy, han sido múltiples los esfuerzos efectuados
por las naciones latinoamericanas para alcanzar la todavía hoy inconclusa
Integración.

Es por esto, que en la actualidad, casi todos los países que


conforman latinoamérica generan grandes esfuerzos para consolidar la
integración. Sin embargo, a pesar de las razones históricas y culturales que
justifican dicha integración, existen también serios obstáculos que la
dificultan.

Es importante tener presente, que la integración de América Latina no


puede ser analizada aisladamente. Tiene una historia, se da en un continente
donde ha sido constante el ejercicio del dominio de las distintas potencias a
través de sus diversas etapas (España, Inglaterra, Estados Unidos) y donde
se intenta maximizar las economías nacionales y en el que los vínculos entre
países están dificultados por guerras pasadas. De cualquier forma, conviene
tener en cuenta que la integración regional se realiza en el interior de otra
integración, la que vincula a los países de América Latina con el mercado
mundial. Ante los planteamientos antes expuestos, es que surge la presente
investigación con el fin de ampliar los conocimientos de tan importante tema.

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CAPÍTULO I

LA INTEGRACIÓN A NIVEL REGIONAL

1. Conceptualización de la Integración a Nivel Regional

La integración regional, como fenómeno y como concepto,


corresponde al campo de la historia económica y, por lo tanto, debe ser
abordada con las herramientas teóricas provenientes de este campo. Esta
presentación se divide en dos partes: en la primera se hace una revisión de
la evolución del pensamiento económico occidental desde mediados del siglo
XVIII y de su influencia en la constitución de las principales escuelas de la
historia económica y, en la segunda, se presentan elementos de una
interpretación histórico-económica de la integración regional latinoamericana,
a fin de destacar aspectos de la misma que podrían ser objeto de futuras
investigaciones por parte de los historiadores.

Si revisamos cómo evolucionó el pensamiento económico occidental


desde mediados del siglo XVIII y su influencia en la constitución de las
principales escuelas de la historia económica, encontramos que para los
fisiócratas existía un orden natural “inmutable e irresistible, absoluto e
inmodificable” detrás de la vida en sociedad. Quesnay y sus seguidores
aceptaban también el carácter “benevolente” de ese orden, entendido como
parte de “una armonía preestablecida en el orden de las cosas” y resultante
de un plan divino. Para ellos el hombre es libre en la medida en que actúa en
un ambiente social que “delimita y garantiza la seguridad de la propiedad.”
Toda la organización de una sociedad gira en torno de este principio natural,
en tanto la propiedad es lo que hace posible la vida económica puesto que
de ella surge la libertad del trabajo y del intercambio o comercio de lo
producido con ese trabajo. (Batista 1996: 241-242) Pero no todos los tipos de

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producción generados por el trabajo del hombre eran iguales. Para los
fisiócratas la producción agrícola se volvía relevante cuando la propiedad
adquiría certidumbre, pues a partir de esa certidumbre podía comenzar a
generarse un excedente de producción más allá de las necesidades de
subsistencia del trabajo.(Batista 1996: 244-246) Este excedente agrícola
permitía que se desarrollara toda una trama de transacciones que vinculaban
con lazos interdependientes las distintas partes de la organización social; el
comercio de la producción agrícola era entonces la savia que circulaba entre
todas sus partes. Pero quizás la característica más notoria de la fisiocracia
fue que para sus seguidores “la realidad de las leyes naturales se presenta
ante el hombre con la certidumbre que acompaña a la evidencia más
incontrovertible...” (Batista 1996: 254)

Cuando comparamos estas ideas de la escuela francesa con las de


Adam Smith en la riqueza de las naciones encontramos también la noción de
un orden natural preestablecido pero éste gira en torno del principio del
interés propio de los seres humanos, el cual haría que todo hombre se halle
más profundamente interesado en lo que de inmediato le concierne, que en
lo que le concierne a otros hombres.” (Smith en la Teoría de los sentimientos
morales, citado en Batista 1996: 271). Así la división del trabajo no surgiría
de la política humana sino que sería producto de la naturaleza misma del
hombre que le lleva a buscar su propio interés especializándose en una
actividad o, como decía Smith, “No es de la benevolencia del carnicero, o del
cervecero o del panadero que esperamos la cena, sino de su consideración
por sus propios intereses.”(Smith La riqueza de las naciones citada en
Batista 272-273) De la interacción entre esos intereses propios de la
naturaleza del hombre surgirían la división del trabajo, el aumento de la
productividad, la acumulación de capital y todo lo demás, junto con la
necesidad de una teoría del valor y de los precios, etc. Sólo que ya no era la
agricultura sino distintos tipos de producción los que intercambiaban los

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hombres para establecer todo el andamiaje económico de una sociedad en
un momento histórico dado. De ahí que uno de los postulados fundamentales
de Smith es que “el trabajo anual de cada nación es el fondo que
originariamente la suple con todas las cosas necesarias y convenientes para
la vida.” (Citado por Batista 1996: 281)

Resulta interesante advertir también que para la época en que


escribían los fisiócratas y Smith – el siglo XVIII – Giambattista Vico había ya
publicado su Ciencia Nueva. En ella partía de considerar que la naturaleza
del hombre es ser social y que el conocimiento histórico no surge por la
acumulación de anécdotas y episodios del pasado sino que se organiza a
partir de la comprensión del proceso que siguen las sociedades entre su
nacimiento y su caída o muerte, pasando por su ascenso, desarrollo,
madurez y declinación, etapas que se eslabonarían mediante un orden
constante e ininterrumpido de causas y efectos. (Citado en Batista 1996:
291)

Había surgido entonces la historia moderna que, ya en la antigüedad


griega Heródoto mencionaba con la misma palabra que se usaba para
designar “investigación,” lo cual implicaba el acto de juzgar entre la evidencia
para separar el hecho de la ficción. Los griegos separaban al historiador del
poeta o del hacedor de mitos y leyendas. Estos contaban historias pero el
historiador contaba sólo aquellas que se basaban en hechos obtenidos de la
investigación. (The Great Ideas vol I: 711-712) Heródoto, padre de la historia,
hacía esfuerzos explícitos por presentar y evaluar la evidencia sobre lo
acontecido cuando señalaba, por ejemplo, “esto es lo que cuentan los
persas... mientras que los fenicios difieren de las afirmaciones persas....”

Pero ni siquiera entonces todo era pasado en la historia; entre los


mismos griegos encontramos a Tucídides quien hacía historia e

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“investigación” sobre su tiempo –era un historiador de su contemporaneidad,
que además extraía un mensaje moral o ético de la historia. Con el tiempo
muchos de sus sucesores, desde el mismo Vico hasta Hegel y otros,
siguiendo esta tradición pretenderían también encontrar en la historia pasada
y contemporánea un cuerpo de leyes y patrones de conducta que
gobernarían el curso de los acontecimientos desde el comienzo hasta el fin
de los tiempos.

En el siglo XIX Carlos Marx desarrollaría y profundizaría la noción de


una “inexorable” a partir de las ideas de Hegel acerca del enfrentamiento
propio del campo de las ideas, el cual Marx llevaría al ámbito de la
economía. El materialismo dialéctico surgió de la idea hegeliana de la
mutación de las ideas en sus opuestos, que producía “un fluir de ideas en
pugna que se fundían y dividían, animando la vida” de las naciones. Sólo que
para Marx toda la historia se construye en base a factores económicos – la
base material – tales como la producción y el intercambio. Son estos factores
materiales los que entrarían en una contradicción recurrente en el tiempo
produciendo como consecuencia el cambio histórico.

La importancia de lo material o económico sería tal que determinaría


la construcción de todos los otros elementos de la vida de una sociedad,
incluidas sus formas de organización política y social o superestructura
determinada por la base material. En la medida en que se pasaba de los
mercados aislados de la Edad Media a los mercados coloniales después de
los grandes descubrimientos del siglo XV se requería una nueva estructura
cultural y social. No se trataba sólo de inventos tecnológicos que
acompañaban los cambios sino del surgimiento de nuevas clases sociales
que desplazaban a las anteriores en respuesta a las exigencias de la
economía. Las clases se articulaban en relación con la base material y de la
lucha entre ellas surgiría el cambio histórico. Cambio histórico, sin embargo,

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que para Marx está tan predeterminado como para Smith, ya que se
establecen no sólo las etapas cubiertas sino también las que van a venir y
sobre todo a detenerse en el tiempo cuando se alcance cierta etapa final.

De esta forma, para Marx la historia económica tiene, como en las


novelas, un desenlace “feliz” en el sentido que permitiría alcanzar el
bienestar de la mayoría y acabaría con el cambio histórico mismo. Así las
leyes del movimiento que El Capital de Marx pretendía descubrir en la
realidad económica van a terminar en una serie de crisis cada vez más
fuertes hasta que ese movimiento genere otro mundo feliz y sin cambios.
(Heilbroner 1972: 183-215) la principal característica común de aplicar estas
aproximaciones teóricas de la historia económica al análisis de los procesos
de integración regional es que permiten describir los acuerdos de integración,
sus estructuras y funcionamiento, examinar si han tenido algún efecto directo
sobre las economías de los países miembros de esos acuerdos y hasta
comparar acuerdos y efectos entre sí, pero estas descripciones, estos
impactos y estas comparaciones resultan estáticos porque ninguna de estas
herramientas permite analizar y comprender el fenómeno de la integración
regional dentro de una perspectiva dinámica.

En este sentido, tanto el marxismo como la teoría económica


neoclásica dejan de lado lo que constituyen dos factores de importancia para
todo fenómeno histórico: el primero es el tiempo y el segundo, las
instituciones. El autor que ha reivindicado estos dos elementos en el análisis
histórico-económico es Douglas North, Premio Nobel de Economía, y a
continuación revisaremos su enfoque teórico para intentar luego, en la
segunda parte de esta presentación, esbozar una aproximación desde las
ideas de North a la historia de la integración regional de América Latina.
Douglas North en su obra ya clásica Estructura y cambio en la historia
económica (Madrid, 1994a) presentó una visión alternativa de la revolución

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industrial que los historiadores usualmente ubican como una de las
principales líneas divisorias de la historia. El no negaba en ese libro que el
fenómeno conocido como “revolución industrial” hubiera generado cambios
en la forma de vida de la sociedad europea y hasta impactado sobre el resto
del mundo conocido; él resumía esos cambios en cinco: crecimiento
demográfico, aumento del nivel de vida, sustitución de la agricultura por la
industria como principal actividad económica, paso de una sociedad rural a
una urbana y crecimiento de la tasa de cambio tecnológico. Decía
textualmente: Los historiadores coinciden en que estos cambios
organizativos y tecnológicos empezaron en Gran Bretaña durante los años
intermedios del siglo XVIII. En los cien años siguientes, la población de
Inglaterra triplicó; las ciudades crecieron y algunas de ellas se convirtieron en
grandes ciudades; la renta media del ciudadano inglés se multiplicó por más
de dos; la agricultura pasó de significar casi la mitad de la producción
nacional a ser menos de la quinta parte; y crecieron los servicios y las
manufacturas asumiendo el papel anterior de la agricultura. En este proceso,
la producción de textiles y de acero se llevaba a cabo en grandes factorías
dotadas de máquinas de vapor que aumentaban significativamente la
eficiencia. (North 1994a: 183).

El argumento de North es que esos cambios se remontaban mucho


más hacia atrás que el siglo XVIII y no tenían en cuenta la principal
transformación, sin la cual todas las demás no hubieran tenido lugar. ¿Cuál
era ésta? La mayor especificación de los derechos de propiedad. Inclusive
señalaba que los principales economistas ingleses de ese siglo, entre los
cuales destacaron al menos tres: Adam Smith, David Ricardo y Thomas
Malthus, “se perdieron” la revolución industrial, en el sentido que ninguno de
ellos fue capaz de apreciar el cambio que se estaba llevando a cabo y,
menos aún, lo consideró una revolución. En realidad, el concepto de
revolución industrial nació a finales del siglo XIX, cuando lo acuñó un

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historiador, Arnold Toynbee. ¿Cómo se explica que analistas
contemporáneos capaces de registrar procesos como el de la especialización
y división del trabajo, los costos de transacción, el aumento del tamaño del
mercado, los efectos del aumento de la población sobre el salario y otros, no
fueran capaces de entender que estaban en un proceso de revolución
industrial? Dejemos que North (1994a: 184) lo conteste con sus propias
palabras: “Quizás porque la trascendencia de este siglo de cambio [el XVIII]
reside más en al análisis de los historiadores que en la realidad.” En otros
términos, porque las herramientas de análisis con que los historiadores han
enfocado el siglo XVIII son estáticas y, por lo tanto, permiten describir – y
hasta cuantificar – los cambios pero no verdaderamente entenderlos en su
dinamismo. Para North hay evidencias sustanciales de que la población, las
rentas y la tecnología estaban experimentando cambios desde mucho antes,
así como también el paso de la agricultura a la industria. La “revolución
industrial” no fue una “ruptura radical con el pasado” sino “la culminación de
la evolución de un conjunto de sucesos anteriores.” De esta forma, “lo que
era nuevo era la magnitud de los cambios y no su carácter revolucionario.”

De esta forma, North argumenta que la revolución industrial consistió


en la aceleración de la tasa de innovaciones y que sus orígenes se remontan
mucho más allá de la cronología tradicional, que la ubica a mediados del
siglo XVIII. Los historiadores han enfatizado el cambio tecnológico como el
principal factor de dinamismo de los cambios económicos en la Inglaterra del
siglo XVIII, pero en general antes de North no se preguntaban por qué se
había acelerado la tasa de cambio tecnológico en ese período y, cuando lo
hacían, desplazaban el problema hacia atrás argumentando que el cambio
tecnológico se había dado por el aumento del tamaño del mercado, sin
explicar cómo había podido crecer ese mercado sin el aporte del cambio
tecnológico a la producción. Para North fue un cambio dentro del ámbito de
las instituciones inglesas lo que hizo posible que aumentara en el siglo XVIII

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la tasa de innovación tecnológica, con todas sus consecuencias; y ese
cambio fue la mayor especificación de los derechos de propiedad sobre los
inventos. (North 1994a: 182) Antes de ese siglo existieron importantes
innovaciones tecnológicas -- recordemos, por ejemplo, el molino de viento y
las mejoras en los barcos de carga holandeses pero, en general, ignoramos
los nombres de quienes las desarrollaron porque en esos siglos previos al
XVIII “las innovaciones podían copiarse sin costos y sin que el inventor o
innovador recibiera ninguna recompensa” (North 1994a: 187) y no había
aliciente para acelerar la tasa de innovación. Pero si miramos al siglo XVIII
todos recordamos los nombres de Thomas Watt, como responsable del
desarrollo de la máquina de vapor y de su aplicación a la navegación, y de
Eli Whitney, como quien patentó la primera desmotadora de algodón sobre la
cual se basaba toda la estructura de la industria textil. Según North, fue la ley
de patentes inglesa de 1624, perfeccionada a lo largo del siglo siguiente, con
aspectos como marcas comerciales y derechos de autor, lo que volvió
rentable el esfuerzo por mejorar la tecnología y se manifestó en una
acumulación de cambios tecnológicos en la segunda mitad del siglo XVIII.

De esta forma, fue un cambio institucional el que hizo posible el


proceso histórico que conocemos como revolución industrial. Pero para que
las instituciones pueden ser motores de cambios históricos importantes,
necesitan de un segundo factor: el tiempo. Este se relaciona con el cambio
institucional de dos formas: la primera, porque las innovaciones tecnológicas
que se aplicaron a la industria en el siglo XVIII nacieron del stock de
conocimientos acumulados previamente a lo largo del tiempo; y, segundo,
porque el avance tecnológico no se agota en el proceso de innovación sino
que la nueva técnica se vuelve económicamente útil cuando se genera un
proceso de aprendizaje que forma personas calificadas para emplearla y
para consumirla. Tanto el proceso previo como el posterior a la innovación
misma necesitan la variable tiempo para poder darse.

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Aquí encontramos entonces los dos elementos fundamentales del
enfoque teórico de Douglas North: las instituciones y el tiempo. Veamos esto
con mayor detalle antes de volver a la integración regional. Según North, en
la historia económica “las instituciones forman la estructura de incentivos de
una sociedad y las instituciones políticas y sociales, en consecuencia, son
los determinantes básicos del desempeño económico. El tiempo, en relación
con el cambio económico y social, es la dimensión en que el proceso de
aprendizaje de los seres humanos moldea la evolución de las instituciones.”
(North 1994b: 568) Son las instituciones las que establecen límites hechos
por el mismo hombre a sus interacciones; estas instituciones engloban
restricciones formales, tales como las leyes, pero también informales, como
las creencias aceptadas y las normas éticas. Cuando se dice que los actores
económicos buscan maximizar sus intereses de forma racional, esto es cierto
pero se olvida señalar que esos actores van a efectuar transacciones en un
ámbito regido por leyes y creencias que hacen que la información de la cual
disponen sea, por lo general, incompleta y moldeada por esas leyes y esas
creencias. No porque los actores sean “buenos” o “malos” sino simplemente
porque aun suponiendo que los actores pudieran partir inicialmente en sus
transacciones de modelos diversos y “erróneos” “el proceso de
realimentación informativa y los mediadores en el arbitraje corregirán dichos
modelos, castigarán el comportamiento desviado y conducirán a los actores
sobrevivientes a corregir sus modelos.” (North 1994b: 570).

1. Tratados de Integración

Un tratado internacional en materia de integración es un acuerdo


negociado, firmado y ratificado por Estados, que deciden regular sus
relaciones internacionales con el fin de establecer un área territorial de
aplicación. Estas relaciones internacionales abarcan una multiplicidad de

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ámbitos: el político, el migratorio, el laboral, el tributario, el aduanero, el
cultural, el militar, el económico y el comercial, entre tantos otros. Llama
entonces la atención que sean denominados “de integración” tratados que
solamente regulan o se abocan a la materia de comercio entre países o a
cuestiones estrictamente económicas.

Estas cuatro etapas son: los tratados, áreas o zonas de libre comercio
en el escalón primero y más bajo; la unión aduanera en el segundo; la
comunidad económica en el tercero y por último se encuentra la unión de
Estados. Para clarificar, aquí ofrecemos un cuadro con las principales
características y ejemplos de lo que mencionamos.

Estadio de integración Características básicas Ejemplos, tratado, área


o zona de Libre Comercio Su materia generalmente es meramente
comercial. Su objetivo es llevar los aranceles aduaneros a nivel cero para
fomentar el comercio entre sectores y/o empresas de países diferentes.
Actualmente existen acuerdos de libre comercio que comienzan a incorporar
otras materias a su cuerpo normativo. No se trata de una integración en sí,
sino de favorecer, ampliar o abrir las vías comerciales para las empresas
entre dos o más países. Comunidad del Carbón y el Acero (formada entre
Francia y Alemania) actualmente inexistente; Área de Libre Comercio de las
Américas (ALCA); Área de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN o
NAFTA -en inglés-); tratados de libre comercio bilaterales (TLCs); o
multilaterales (como el CAFTA entre EEUU y Centroamérica); etc. Unión
Aduanera Su materia puede ser meramente comercial o puede incorporar ir
más allá además de los temas aduaneros. Se distingue del tratado de libre
comercio porque establece aranceles cero entre los Estados Parte y además
ofrece aranceles comunes frente a Terceros Estados. Mercado Común del
Sur (MERCOSUR)*; el BENELUX (bloque formado por Bélgica, Holanda y

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Luxemburgo) actualmente incorporado a la UE; la Comunidad Andina de
Naciones (CAN); entre otros.
Comunidad Económica Establece una política macroeconómica
común para todos los Estados miembros y forma distintas instituciones para
la resolución de conflictos para cada caso en particular (tribunales arbitrales
ad-hoc). Es una integración interestatal (entre Estados) que conservan su
soberanía individualmente sin constituir una soberanía superior o supra-
estatal. Comunidad Económica Europea (CEE) actualmente inexistente.

Unión de Estados Establece una integración supra-estatal con una


soberanía propia y superior a la de los Estados que la componen. Posee
características específicas como la de libre circulación o movilidad de
personas dentro del territorio de la unión, nacionalidad común, moneda
común, e instituciones comunes (Parlamento o Tribunales de Justicia
comunes). Unión Europea (UE).

1. ¿Quiénes son para North “mediadores en el arbitraje”

Ellos son las organizaciones. “Si las instituciones son las reglas del
juego, las organizaciones… son los jugadores.” Estas organizaciones son
grupos de individuos vinculados por un propósito común para lograr ciertos
objetivos y pueden ser de tipo político (alcaldía, partidos políticos),
económico (empresas, sindicatos, granjas familiares), sociales (iglesias,
clubes) y educativo (escuelas, universidades). Las organizaciones asumen
las características que el marco institucional en que se insertan les permite
tener. En palabras de North (1994b: 572): “si el marco institucional, premia la
piratería, entonces nacerán organizaciones piratas; y si el marco institucional
recompensa las actividades productivas, surgirán organizaciones…
comprometidas con dichas actividades.” Dentro de esta concepción el
cambio histórico es un proceso que está continuamente en marcha pues

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“resulta de las opciones elegidas día a día por actores individuales y…
organizaciones.” Generalmente estas opciones tratan aspectos rutinarios que
pueden reforzar las instituciones pero, a largo plazo, en forma acumulativa,
las van cambiando. La fuente principal de este cambio es el aprendizaje de
los individuos y las organizaciones. De todas formas, o quizás por esto
mismo, “no hay ninguna garantía de que las creencias y las instituciones que
evolucionan a lo largo del tiempo produzcan crecimiento económico.” (North
1994b: 575) En otras palabras, también de North (1994b: 576): “no hay
garantía de que la experiencia acumulada de una sociedad los ajuste
necesariamente para resolver nuevos problemas. Las sociedades que se
atoran encarnan sistemas de creencias e instituciones que no logran
enfrentar y resolver nuevos problemas de complejidad social.” El cambio
histórico no es, por lo tanto, unidireccional.

1. ¿Qué aporta el enfoque de North a la historia económica?

Primero, que es necesario abordar los fenómenos económicos desde


la doble vertiente del marco institucional y del tiempo; segundo, que no hay
nada automático en la causalidad histórica; tercero, que existen tanto reglas
formales como informales que explican el comportamiento económico;
cuarto, que para realizar una reforma exitosa en cualquier campo económico
hay que cambiar las reglas formales pero también, las informales y, quinto,
que esto requiere de un período de tiempo que generalmente no es corto.
Veamos ahora cómo podemos adaptar el enfoque teórico de North a la
historia de la integración regional en América Latina. No se pretende hacer
aquí una historia económica de este fenómeno histórico sino esbozar
algunos elementos de interpretación de la integración regional
latinoamericana, apoyada en los conceptos de North, con el doble objetivo de
mostrar algunos aspectos de este fenómeno que todavía no están bien

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estudiados en América Latina y de destacar la riqueza de temas que están
disponibles para los historiadores en este campo.
La historia de la integración regional en América Latina luce, en
general, menos alentadora que la de otras regiones. Los intentos por
organizar una nación unitaria sobre la base de una cultura y una herencia
colonial comunes y experimentando con distintas formas de integración en el
siglo XIX y la primera mitad del XX fracasaron en forma rotunda. (Carvajal
1993: 49-50) Fue luego de la segunda guerra mundial que se concretaron en
acuerdos las dos primeras experiencias de integración regional con finalidad
económica en América Latina y lo hicieron reflejando dos tendencias
distintas: por un lado, la ALALC en 1960 buscaba una integración macro
regional que rescatara de alguna forma el ideal de una unidad
latinoamericana, mientras que, ese mismo año, el Mercado Común
Centroamericano (MCCA) representó un esfuerzo subregional para asegurar
mayor viabilidad económica a la integración mediante la unión de mercados
compatibles entre sí. (Atkins 1977: 182)

De todas formas ambos intentos se ubicaban en un mismo marco


conceptual, que reflejaba la noción de la integración como un proceso
gradual, en etapas ordenadas que se sucederían inevitablemente, según el
modelo que paralelamente se estaba esbozando en Europa. Dada la
importancia de éste modelo para la primera etapa, que podríamos llamar
fundacional, de la integración regional latinoamericana, vale la pena
detenerse en el caso europeo. En el proceso de nacimiento de la actual
Unión Europea en los años cincuenta se observa la importancia de la
voluntad política de los dirigentes de las dos principales naciones europeas
(Alemania y Francia) que se habían enfrentado con las armas en forma
recurrente desde fines del siglo XIX, voluntad que contribuyó no sólo a
impulsar un proyecto destinado a terminar con los enfrentamientos bélicos

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entre ambos por medio de la colaboración económica sino también a
perpetuar y ampliar ese proyecto en el tiempo.

Otra característica del proceso europeo fue advertida ya en 1950 por


Robert Schuman, uno de los arquitectos fundadores de la integración
europea, cuando señalaba: “Europa no se hará de una sola vez, ni en una
construcción de conjunto: se hará por medio de realizaciones concretas que
creen primero una solidaridad de hecho.” (Citado en Lahidji 2000: 59). Con
este planteamiento concordaba pocos años después Ernst Haas (1958 citado
en Trankholm-Mikklesen 1991: 3) quien definía a la integración regional
como “el proceso por el cual los actores políticos en diferentes entidades
nacionales son persuadidos a cambiar sus lealtades, expectativas y
actividades políticas hacia un nuevo centro, cuyas instituciones poseen o
demandan jurisdicción sobre los estados nacionales preexistentes.” Haas
enfatizaba que las identidades, los intereses y el comportamiento constituyen
el núcleo del proceso de integración.

Los actores, gubernamentales y no gubernamentales, serían los


actores necesarios del proceso porque la integración no es responsabilidad
exclusiva de los gobiernos sino que para este autor descansa en buena
medida en un proceso expansivo que se inicia por sectores pero que, con el
tiempo, adquiere su propio impulso y se expande hacia otros. Este
mecanismo de expansión o derrame (“spill over”) afecta primero el
comportamiento de las élites económicas pero se perpetúa porque, según
sus palabras, “una vez que una industria se ve obligada a integrarse, se
ajusta a la situación, observa ventajas en el nuevo sistema y trabaja para la
extensión del principio a aquellas áreas que considera beneficiosas,
ejerciendo presión de esta manera para que los sectores no integrados sean
incluidos también.” (Haas 1958: 199).

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Debe observarse, sin embargo, que en Europa las dos décadas que
siguieron Parecieron alejarse en la práctica de las ideas iniciales de
Schuman y del análisis de Haas y hubo muchos retrocesos más que avances
en la integración europea durante los años sesenta y setenta. Fueron los
desarrollos europeos posteriores a 1985 los que reivindicaron las ideas de
Haas, ya que desde entonces se ha producido una Intensificación de la
actividad legislativa de la entonces Comunidad Económica Europea, una
expansión clara de su campo de acción y un cambio institucional a favor de
la supranacionalidad.

Como resultado de estos cambios, han surgido lazos funcionales más


fuertes sobre los que se estructuró en 1992 la Unión Europea y, más
recientemente, la moneda única. Adicionalmente resulta interesante señalar
que si bien fueron intereses económicos los que propiciaron muchos de los
avances integrativos en Europa, el proceso no hubiera podido avanzar sin la
constitución de un sentimiento de pertenencia común entre la población en
general. Prevaleció junto con esto el convencimiento que, alcanzado cierto
punto, para solucionar los problemas de la integración era necesario avanzar
hacia más y no, menos integración, porque las instituciones se habían ido
ajustando a su existencia y hubiera resultado más costoso dar marcha atrás,
abandonando tantos años de esfuerzo y construcción. Las instituciones,
según las entiende North, tanto formales como informales, fueron las que
apuntalaron el proceso de integración europeo y fueron desarrollándose
como producto del proceso mismo de ajuste entre los actores. La
institucionalización de la integración pasaría entonces por un proceso de
construcción de nuevas identidades e intereses distintos de aquellos desde
los cuales se originó. Internalizar una nueva visión de sí mismos como
individuos, como regiones y como naciones constituirían pasos esenciales de
la construcción de un nuevo referente colectivo, encarnado en la integración
regional. De esta forma una serie de sistemas competitivos, las naciones

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ubicadas en una misma región geográfica, se trasnformaría en un sistema
cooperativo.

El proceso se inicia con la admisión de que el consenso con respecto


a la identidad previa ya no existe o existe insatisfacción frente a la identidad
preexistente. En una segunda etapa del proceso, se produce una revisión
crítica de las ideas sobre sí mismo y sobre el otro, a partir de la cual se
identifican nuevas y posibles identidades. De la teoría del espejo surge la
tercera etapa: si la identidad del otro es unas prácticas nuestras, cambiar
éstas últimas implica comenzar a cambiar la concepción de si mismo que el
otro tiene. El resultado final sería una síntesis en torno de un nuevo proyecto
consensuado entre las distintas naciones de una misma región. (Wendt
1992:420-421)

Si observamos ahora el proceso de integración latinoamericano, lo


primero que destaca es que, aunque sus primeros acuerdos reflejaron la
influencia de la integración europea, los resultados han sido bastante
distintos. Para Chaparro (1989: 27, 49) la integración latinoamericana ha
atravesado las siguientes etapas: 1) la del despegue en los años sesenta,
cuando surgieron la ALAC, el MCCA, CARIFTA, CARICOM y el Pacto
Andino, caracterizada por “estancamiento progresivo”, pretensiones
excesivas y violación de reglas; 2) la etapa regresiva en los años setenta,
cuando se agudizaron los conflictos entre los miembros de los acuerdos; 3)
la etapa de reestructuración institucional de los mecanismos de integración
en los años ochenta con la sustitución de la ALALC por la ALADI, el acuerdo
brasileño-argentino de 1986 y el Protocolo de Quito (1987) que redefinió al
Pacto Andino, todo esto sobre un trasfondo de crisis económica generalizada
a partir de 1982; y 4) la etapa que Carvajal (1993: 91) denomina pragmática
o de “neointegración” en los años noventa, cuando los países
latinoamericanos adoptaron un conjunto de reformas que aceleraron la

19
apertura e internacionalización de sus economías, produciendo un
relanzamiento de las integración regional sobre nuevas bases (MERCOSUR,
Grupo de Los Tres y acuerdos la ALADI).
Antes de analizar las características de la neointegración de los
noventa, veamos cómo explicaba Chaparro (1989: 46) las causas del fin de
la integración tradicional en América Latina. Para este autor estas causas
fueron de tres tipos:

1) estructurales (básicamente las desigualdades entre los países


latinoamericanos y las dificultades de comunicación por falta de una
infraestructura que facilitara las relaciones entre ellos),

2) institucionales (inestabilidad y heterogeneidad de los momento en


que surgieron las dictaduras burocrático-autoritarias en Brasil, Argentina,
Uruguay y Chile, así como la importancia de las disputas territoriales entre
miembros de un mismo acuerdo).

3) operativo-funcionales (en la medida en que los cambios de gobierno


llevaban a cambios de política económica que enfatizaban o desenfatizaban
los objetivos de la integración regional). Observamos que en las causas
institucionales señaladas por Chaparro se pone el acento en los regímenes
políticos, los que obviamente ejercieron influencia, y en las disputas
fronterizas, pero no se incluye aquello que North considera como la base de
los cambios histórico-económicos: el proceso de aprendizaje generado por
las interacciones diarias entre países y otros entendidas en el sentido que
North les da, estuvieron ausentes de la evaluación y la variable tiempo se
entendió simplemente como la duración del lapso para llevar a cabo la
desgravación arancelaria u otras medidas similares. Esta falta de atención a
los efectos acumulativos de la acción integradora para generar verdaderos
cambios económicos puede reflejar el hecho que estos factores también

20
fueron ignorados o subestimados por quienes diseñaron la arquitectura de la
integración sobre la base del ejemplo europeo y de la matriz de pensamiento
de la CEPAL. Inclusive antes de finales de los años ochenta la integración se
percibía como obra exclusiva de los estados y de los organismos de
integración.

El rol del sector privado, por ejemplo, se consideraba negativo, un


obstáculo ya se tratara de corporaciones transnacionales o de grupos de
empresarios nacionales. El estado era considerado el agente central del
cambio económico que utilizaba a la integración como el instrumento para
alcanzar el desarrollo. Quedaba entonces poco espacio para comprender el
entramado de actores, especialmente no gubernamentales, necesarios para
un verdadero proceso de integración regional, y la historia económica de la
integración refleja esta falta de comprensión de la importancia de estas
variables. Por lo tanto, la mayor parte de los estudios sobre la integración
latinoamericana analizan el proceso de negociación de acuerdos de
integración, las matrices de ideas en que se apoyan, cómo se estructura la
arquitectura institucional del acuerdo, qué logros se alcanzan – los cuales
casi siempre son comparados en términos cuantitativos con la situación
previa del comercio o de la inversión – pero la dinámica del día a día pasa
inadvertida.

Puede decirse que constituye un ejemplo clásico de lo que North


señalaba con respecto a la historia económica en general y a la concepción
de la revolución industrial. Si volvemos la mirada a la integración en los años
noventa, destacan importantes diferencias con respecto a las etapas
anteriores, las cuales no han pasado desapercibidas para los historiadores.
Por lo general, estas diferencias se han resumido en conceptos como el
integración cambiaría porque ha cambiado la matriz de ideas en que se
asienta, la cual pasaría de apoyarse en las concepciones de la CEPAL a

21
basarse en las ideas económicas neoliberales impuestas esta vez no desde
adentro de la región misma sino desde afuera.

En esta literatura abundan, por ejemplo, las referencias al llamado


“consenso de Washington.” Pero al mismo tiempo los que conceptualizan así
el proceso integrador de los años noventa registran también que en el
esquema tradicional el rol central correspondía a los organismos de
integración regional y a las burocracias de la integración, que se encargaban
de establecer las reglas de juego para las naciones miembros y de vigilar su
cumplimiento, mientras que desde los noventa esos y sus agentes están
siendo desplazados por los Estados y el sector privado. Cada vez más los
acuerdos intergubernamentales, como el MERCOSUR y el G 3 o los
acuerdos bilaterales del tipo México-Chile, poseen secretarías con funciones
mínimas u operan en forma interesados, o no, en esos acuerdos.

En América Latina esto es generalmente descartado o minimizado


como expresión de un cambio inherente al proceso mismo de integración
regional, ya sea porque se considera que esos estados representan los
intereses empresariales, por lo cual este desarrollo sería negativo, o porque
el cambio se atribuye a una aceptación incondicional por parte de gobiernos
y empresarios latinoamericanos del paradigma económico neoliberal. Sin
embargo, existe poca bibliografía latinoamericana que vaya más allá de lo
simplemente declarativo para demostrar que esto es así. Por el contrario, en
la literatura sobre empresarios y empresas en América Latina distintos
trabajos demuestran que el paradigma neoliberal no ha sido aceptado
incondicionalmente ni por gobiernos ni por empresarios y que aún en
aquellos países, como México y Chile, que parecen haberlo abrazado
abiertamente el paradigma éste ha sufrido un proceso de adaptación a sus
condiciones históricas.

22
2. ¿Qué provocó entonces que se produjera este cambio en los
actores de la integración?

Esta pregunta puede dar origen a distintas respuestas alternativas y/o


complementarias entre sí pero que obviamente necesitan de estudios
históricos detallados, los cuales en su mayoría no se han intentado todavía.
Algunas de esas respuestas podrían ser que la mayor parte de las naciones
medianas y pequeñas de América Latina había alcanzado en los años
noventa una experiencia de casi treinta años con la integración regional y,
aunque con limitaciones evidentes, algunas de ellas habían conseguido
entretejer intereses y preferencias comunes más allá de sus fronteras
nacionales; y para los países más grandes de América Latina, asociados a
acuerdos de integración poco profundos, como la ALALC-ALADI, los años
ochenta pusieron en entredicho formas de desarrollo basadas en el mayor
tamaño de su superficie, población y recursos naturales, sobre todo después
de la crisis de la deuda externa, obligándolos a buscar opciones de
cooperación regional antes innecesarias.

Además, si como plantea North y como parece corroborar el caso


europeo, las instituciones de la integración, no sus órganos político
administrativos, se edifican a lo largo del tiempo sobre los cimientos de la
conjunción de intereses y preferencias entre ciertos actores, entre los cuales
destacan los empresarios aunque no sean los únicos, puede aceptarse que
se ha generado un entramado de relaciones de apoyo a la integración en
distintos acuerdos. De este entramado y de estas relaciones podría
esperarse el desarrollo de un proceso de profundización – y/o ampliación –
según los casos, similar al europeo.

23
Pero también una lectura de la integración de los años noventa desde
una perspectiva de lo que ignoramos sobre ella, no sólo desde la perspectiva
de North sino en general, puede expresarse en preguntas que podrían
materializarse en problemas a investigar. Por ejemplo:

1) ¿cómo se explica que el agotamiento de la integración “tradicional”


se había dado antes de que los gobiernos latinoamericanos impulsaran sus
famosos paquetes de reformas estructurales, o sea antes del triunfo del
paradigma?.

2) ¿por qué las formas que asumieron los acuerdos de integración


variaron de todas maneras entre ellos en esa década si el paradigma era el
mismo?

3) ¿por qué aún los países que luego retrocedieron en sus reformas
de integración adoptadas en los noventa? Actualmente asistimos a un
proceso histórico en el cual afloran cada vez más demandas hacia el ámbito
de la integración regional. Distintos actores no gubernamentales, no sólo los
empresarios, hacen oír su voz para ser admitidos al proceso pero,
lamentablemente, algunos lo hacen partiendo de esquemas superados, en
los cuales los organismos de administración de la integración eran los
actores principales y hacia su participación formal en los mismos se dirigen
muchas de esas demandas.

Además se les olvida lo que señalaba North respecto a que “crear


instituciones que alteren el costo-beneficio a favor de la cooperación en el
intercambio impersonal—así como en el intercambio entre países -- es un
proceso complejo”, (North 1994b: 579) porque no sólo implica crear
instituciones económicas para esa cooperación, sino que exige que éstas

24
sean acompañadas por instituciones de otro tipo que también deberían ser
las adecuadas.

La cooperación entre actores económicos, sean éstos individuos,


empresas o como en el caso de la integración regional, países, “es difícil de
mantener cuando el juego no se repite, cuando no hay información acerca de
los demás participantes y cuando éstos son muchos.” Lo mismo puede
decirse de los actores no económicos y, de esta manera, a la explosión de
demandas que hoy vemos le seguirá posiblemente una etapa de
incorporación formal, pero sin el proceso de aprendizaje a lo largo del
tiempo, mucha de esa incorporación va a quedarse en el camino. Mejores
posibilidades de supervivencia tiene, sin embargo, una propuesta como la
que acaba de presentarse en MERCOSUR, donde se habla por primera vez
de construir algo semejante a la Unión Europea, con políticas agrícolas
comunes y condiciones de igualdad de competencia entre sus miembros, así
como una eventual moneda única común o la coordinación de sus políticas
cambiarias entre Argentina y Brasil. ¿Por qué esto es hoy factible? Porque
aunque con problemas y debilidades se han construido algunas instituciones
que ya descansan sobre metas y expectativas comunes y porque la situación
de crisis profunda, que afecta a los países miembros del MERCOSUR podría
ocupar el lugar que la amenaza bélica ocupó en los orígenes del caso
europeo.

En este Sentido podemos señalar que la crisis, por lo menos, ha


obligado a una revisión crítica de la propia identidad nacional, la cual pudiera
derivar en la búsqueda de una identidad regional más amplia y consensuada.
En otras palabras, el MERCOSUR nació de una propuesta política de
cooperación apoyada en los procesos de democratización de Brasil y
Argentina en los años ochenta, buscó incorporar luego a los actores

25
empresariales en los llamados acuerdos sectoriales y se puso en marcha con
poca burocracia y mucha voluntad política.

El proceso generó durante casi diez años sus propias demandas de


ensanchamiento y consolidación, por ejemplo de coordinación de las
políticas económicas, las cuales fueron desoídas por los actores
gubernamentales y el precio de esto fue una crisis impensable poco tiempo
antes por su magnitud y sus consecuencias sociales. Relanzar el
MERCOSUR avanzando hacia “más integración” se corresponde tanto con el
proceso similar vivido en Europa a fines de los años ochenta como con las
ideas de North sobre cómo se generan cambios en la historia económica.
Para él estos cambios son producto de acción de instituciones -- que pueden
ser formales pero casi siempre son más importantes si son informales -- que
generan su propia dinámica a lo largo del tiempo, mediante un proceso de
aprendizaje que se va acumulando hasta que de alguna manera se
manifiesta más en lo formal que en lo informal y es reconocida por los
actores gubernamentales y, por supuesto, por los historiadores también.

Si aplicamos los conceptos de North a la integración regional en


América Latina podemos comprender la alta tasa de fracaso que se observa
en los acuerdos establecidos entre 1960 y 1990 desde una perspectiva
alternativa. Asimismo, que los que han subsistido hasta ahora y tienen
mejores opciones de permanecer en el tiempo son aquellos en que se
observa mayor tasa de intercambios económicos pero que también, como
efecto “derrame”, han generado redes de apoyo que van más allá de lo
estrictamente económico. Para los historiadores, el tema de la integración
regional, de la nación, la región y aún de la frontera dentro de los nuevos
procesos, debería encararse con rigurosidad, prestando atención a los
aportes que vienen tanto desde la teoría histórica como de la economía pero
también buscando conocer y analizar los muchos aspectos del desarrollo de

26
esos conceptos en América Latina que aún ignoramos. Carecemos de una
historia de la socialización de los actores empresariales y sindicales en los
distintos acuerdos de integración pero abundamos en análisis, inclusive
bastante repetitivos, de paradigmas de la integración que las más de
exactos en ningún acuerdo específico de integración latinoamericano.
Ignoramos qué impacto han tenido, si es que tienen, las redes informales de
la llamada “comunidad epistémica” latinoamericana ya sea sobre la decisión
de sus gobiernos de avanzar o mantener la integración o sobre algún
acuerdo de integración regional, o sobre el concepto mismo de frontera, pero
repetimos críticas y análisis de la globalización como

Si todos nuestros fracasos y errores fueran responsabilidad de actores


extra regionales y los latinoamericanos no tuviéramos responsabilidad en
ellos. Para concluir, recordemos a otro Premio Nobel, Joseph Stiglitz, (2002:
225) para quien el desarrollo es una transformación, un cambio que requiere
de tiempo para afirmarse y que no pasa sólo por decisiones de tipo
económico. Para él los países en vías de desarrollo no se encuentran en esa
situación simplemente porque tienen menos capital que los desarrollados,
sino porque su capital humano está restringido por la falta de conocimiento.
Las universidades y sus profesores y estudiantes tienen en estos países una
importancia crucial, casi un deber, de trabajar para crear ese conocimiento
pero un conocimiento útil en el sentido que se base sobre investigaciones
sólidas.

27
CAPÍTULO II

EL NEOLIBERALISMO COMO MODELO DE INTEGRACIÓN

Si alguien tenía alguna duda sobre la base del conflicto, hoy parece
totalmente despejada, ya que se trata de definir qué clase de integración
queremos: una con un esquema de continuidad neoliberal, avalado por los
grandes grupos económicos nacionales y trasnacionales, o un nuevo tipo de
cooperación, complementación e integración solidaria, sobre bases
estratégicas de transformación política, económica, social y cultural. El
modelo necesario, es el de la integración basada en la hermandad, la
cooperación, la solidaridad, que coloca por delante lo social a lo comercial y
económico. En los últimos meses los sectores conservadores y la prensa
comercial –nacional y trasnacional- comenzó una ofensiva para tratar de
dañar definitivamente el modelo de integración, azuzando diferencias entre
los estados miembros del Mercosur y también entre sus dirigentes. Tras los
escarceos de la 33 Cumbre del Mercosur a finales de junio en Asunción del
Paraguay, el presidente venezolano dejó las cosas en claro: "Vamos a
esperar hasta septiembre.

No esperaremos más porque no tienen razón política ni moral los


Congresos de Brasil y Paraguay para no aprobar nuestro ingreso. Si no lo
hacen nos retiraremos hasta que se den nuevas condiciones". Carlos
Chacho Álvarez, presidente de la Comisión de Representantes Permanentes
del organismo, señaló la necesidad de fortalecer el MERCOSUR con el
ingreso definitivo de Venezuela –y quizá, luego, de otras naciones- y, a la
vez, la necesidad de producir desde su interior, las transformaciones para

28
convertirlo en un modelo acorde a las necesidades de los pueblos.
Integración no es lo mismo para todos.
Es obvio que no todos quieren decir lo mismo cuando hablan de
integración. Los socios menores piden limar las asimetrías. Aún no se superó
la instancia de acuerdo arancelario imperfecto. No existen políticas sociales,
educativas y culturales comunes. Los enfoques en materia de medios de
comunicación públicos aun distan de conciliar entre sí y la insistencia por la
recuperación del espacio público es bloqueada sistemáticamente. Y, para
colmo de males, tras el enorme avance logrado en las dos cumbres
anteriores por el sector social, por Somos Mercosur, en Asunción las
organizaciones sociales y populares debieron reunirse aparte, con agenda
propia y sólo aceptada por los gobiernos en términos formales tras la masiva
concurrencia registrada. Hay resistencia para que la ciudadanía sea parte del
proceso de integración o, dicho al revés, para que el proceso de integración
tenga rostro humano.

Las organizaciones que participaron en la Cumbre de los Pueblos del


Sur en Asunción recalcaron la necesidad de que el bloque incorpore en
forma efectiva una serie de demandas que surgen de la ciudadanía, como el
cese de la represión a las luchas sociales, una clara política de defensa de
los recursos naturales y la puesta en práctica de programas de soberanía
alimentaria, jaqueada de muerte por el proyecto agro combustibles. Para
algunos se trata de un espacio comercial, económico y político concebido
dentro del paradigma de tensión “mundo global-regiones” del enfoque
neoliberal y para otros es una posibilidad cierta de discutir e implementar una
agenda estratégica sobre puntos también estratégicos: control y utilización
conjunta de recursos naturales y energéticos, inyecciones profundas de
políticas distributivas; creación y instituciones multilaterales (políticas y
comerciales) propias y ampliación de la base social de los regímenes
democráticos a través de nuevas fórmulas de participación popular.

29
La Agencia de Prensa del Mercosur cita algunos ejemplos: El gobierno
del presidente brasileño Luis Ignacio Lula Da Silva defiende a capa y espada
los intereses corporativos de Petrobras, que poco y nada tiene de estatal y
forma parte del nudo de matriz energética que expolia a Bolivia. Tampoco es
compatible con la sustentabilidad de un proyecto regional autónomo el
programa estructural de producción de agro combustibles en el que Brasil
parece decididamente empeñado, habiendo hecho pública su adhesión a la
iniciativa de la administración estadounidense de George W. Bush. Por el
otro lado, fue saludable –dice APM- la invocación formula en Asunción por el
argentino Néstor Kirchner al principio de solidaridad y al límite de paciencia
que deben tener los gobiernos ante “los caprichos” de las empresas
privadas.

Sin embargo, muchas veces lo que se dice con palabras se desdice a


través de los hechos: la conversión de las gestiones de Estado en fuentes de
negocios privados signados por la corrupción, como el caso de la firma sueca
Skanska en las obras de gasoductos; y la trajinada “argentinización” del
petróleo mediante la venta del 25% del paquete accionario de Repsol YPF a
un banquero también privado. Señala que tampoco coincide con una
estrategia regional independiente la decisión del gobierno de la patagónica y
petrolera provincia de Santa Cruz de renovarle las concesiones petroleras
por casi medio siglo a la corporación Pan American Energy (PAN), conforme
el molde privatizador de los años 1990, que el propio presidente se encarga
de fustigar. Por su parte, indica que Uruguay no cesa en su amagues de
acercamientos, a través de una suerte de TLC, con Estados Unidos, mientras
que Paraguay -que comparte con el primero los justos reclamos por las
asimetrías frente a Brasil y Argentina- trazó compromisos militares con
Washington que insertan a la región dentro del esquema ampliado del Plan
Colombia..

30
1. El Mercosur

Es una unión aduanera imperfecta, esto es dado que sus


características no resultan técnicamente suficientes como para llegar a tener
plenamente las propiedades de una unión aduanera en plenitud. Lo mismo
ocurre con La Comunidad Andina. La UE es quizá el ejemplo más avanzado
de integración hoy en el mundo. Sin embargo no llega a ser una unión
perfecta de Estados, ya que aún no llega a tener las características plenas
de una unión total de Estados. Por ejemplo posee una moneda común (el
Euro), pero no posee aún una nacionalidad común (que sería la nacionalidad
europea) dado que sus ciudadanos conservan la calidad de ciudadanos de
los Estados Miembros (se es italiano, español, alemán, polaco). Sí se posee
un pasaporte común. Estas cuestiones restringen la libre movilidad y
circulación de personas por el territorio de la UE. Ha constituido su
Parlamento Europeo y su Comisión Europea (especie de Poder Ejecutivo).

Es común ver visiones erradas o que falsean la noción de integración


cuando hayamos que, por ejemplo, “El MERCOSUR como unión aduanera
imperfecta se halla estancado en una etapa de transición [y que] Para
resolver estos problemas se requiere que los gobiernos de la región, ejerzan
una opción clara entre profundizar el MERCOSUR para alcanzar un mercado
único integrado al mundo o reformularlo en Zona de Libre Comercio” (los
resaltados son nuestros). Si el MERCOSUR es una unión aduanera
imperfecta -lo cual es técnicamente correcto- y si se encuentra estancado -lo
cual puede ser también una opinión acertada, su salida hacia delante jamás
podría significar transformar dicha unión aduanera en una zona de libre
comercio, pues ello supondría retroceder en los estadios hacia una
integración regional. Creemos que este tipo de visiones corresponden con la

31
idea de beatificar al libre comercio como impulsor de las relaciones
económicas (y de todo tipo) entre los Estados, lo cual es algo profundamente
equivocado. Las relaciones entre países, primero, pueden superar por mucho
a lo estrictamente económico y, segundo, pueden tomar modelos y caminos
diferentes a los propuestos por el libre comercio -algo que ha sido probado
históricamente desde el siglo XVIII-. Vemos con ello cómo es que la idea de
liberalización está tan instalada que se presenta como alternativa única de
integración regional y hasta mundial (globalización), dicho esto por las
supuestas voces más autorizadas sobre la materia, académicos,
profesionales, políticos.

2. Crítica al modelo capitalista neoliberal de integración

Hasta aquí hemos visto que el presente modelo de integración surgido


a partir de los tratados de libre comercio, tiene como actor principal al capital,
gira en torno a su acumulación y beneficia exclusivamente al capital más
concentrado. Esto resulta así debido a que se trata de un modelo de
integración del capital y para el capital. Los aspectos sociales, políticos,
ciudadanos, culturales, etc., que hacen a la población en general, quedan
para los estadios más ulteriores dentro del proceso. Por lo tanto, hace falta
repensar el modelo completo de integración a partir de un análisis crítico de
esta aparente única alternativa. Particularmente en lo que atañe a los
aspectos jurídicos de este tipo de tratados de libre comercio que nos
presentan como integradores a nivel regional, se pueden mencionar una
variedad de temas.

En materia de Derechos Humanos, por ejemplo, cabe tener en


consideración que todos estos tipos de acuerdos de libre comercio no
contemplan los pactos internacionales sobre DDHH firmados. En este
sentido suelen contraponerse los intereses corporativos a los derechos

32
humanos consagrados, como lo son en los casos de deforestación de
bosques para el aprovechamiento del recurso de la madera en favor de la
actividad económica de una empresa y las consecuencias medioambientales
devenidas de dicha deforestación y del proceso de tratamiento de la madera
que suelen contaminar los ríos de la zona de la explotación. La empresa
incurre en irresponsabilidad y debe o bien detener la actividad contaminante
y reparar los daños, o bien resarcir a los perjudicados con una
indemnización.

Como por lo general tales actividades suelen ser altamente rentables,


las empresas suelen preferir pagar las indemnizaciones pertinentes y no
cesar la actividad ni descontaminar nada. La contaminación persiste,
continúa afectando a los ya perjudicados y a otros, y no se detiene el
proceso in crecento de contaminación ambiental. La lógica mercantilista
imperante hace que estas cuestiones sean resueltas por un tema de costos y
no por el amparo de los derechos de las poblaciones. Así encontramos que,
en la cotidianeidad, se consideren “derechos de primera” a los económicos,
de propiedad, comerciales, etc. y “derechos de segunda” a los derechos
humanos, sobre la sanidad medioambiental, ecológicos, etc. Está demás
aclarar que el cuerpo normativo es único y que por ende no existen derechos
de primera y de segunda, y mucho menos que dentro de una posible
jerarquización de derechos sean los económicos y patrimoniales los que se
encuentren en la cúspide de la pirámide.

Algunos tratados de integración más avanzados (no los de libre


comercio) incluyen la denominada “cláusula democrática”, pero también sería
interesante que dichas cláusulas garantizasen mecanismos efectivos de
participación activa y directa de la ciudadanía en la vida democrática de
dichos países para garantizar el sistema político democrático de gobierno.

33
Sobre las disposiciones medioambientales y de recursos naturales, es
necesario considerar los pactos internacionales en materia de derecho
internacional, como el Protocolo de Kyoto, que no ha sido firmado por
potencias impulsoras de estos tratados de libre comercio como es en el caso
de Estados Unidos. Pero lo que es menester establecer es que la finalidad
de estas integraciones deben estar dadas en el marco de la obtención de
calidad en el desarrollo de los pueblos integrados. Esto es algo no visto
hasta el momento en ningún tratado de integración y mucho menos en un
tratado de libre comercio. Pero este desarrollo debe ser sustentable en los
términos de perdurabilidad y -como decíamos- de calidad: el desarrollo
económico no puede ser consecuencia de la depredación de los recursos
naturales.

Otras instituciones -como la Oxfam o la Alianza Social Continental- ya


se han referido a la política del “doble rasero”. Otros autores se han refiero a
ella como bajo otras denominaciones -como el economista Paul Krugman y
su “Standard Doble”-. En cualquier caso la referencia ha sido la misma: que
para garantizar el desarrollo de los países centrales se han protegido
políticas proteccionistas o “benefactoras” que han sido atacadas o
desmanteladas en los países en vías de desarrollo, y al mismo tiempo se ha
recomendado la utilización en la periferia de las políticas más agresivas para
la extracción de recursos hacia los países desarrollados y que han resultado
altamente perjudiciales para los niveles de vida de las poblaciones en el
anteriormente denominado “Tercer Mundo”.

3. La libertad del capital y la precarización de la fuerza de trabajo.

En materia de cuestiones de trabajo, la flexibilización de la mano de


obra ha hecho estragos en los niveles de bienestar de las poblaciones que
recién mencionábamos, pero también ha provocado la completa

34
desarticulación del derecho laboral y su pase dentro de las esferas del
derecho civil privado en materia contractual. La flexibilización laboral ha sido
aun más aguda sobre la mano de obra femenina, lo cual ha servido para
“emparejar” -hacia abajo, claro está- los costos laborales que acarrea el
emplear a una mujer en comparación con el hecho de emplear a un varón.
Otro aspecto de los tratados que, como el ALCA, pretenden incorporar
reglamentación para restringir su concepción de “libre” comercio es respecto
de las disposiciones laborales que aseguran el cumplimiento de las
normativas internacionales de la OIT.

Esta intención de plasmar los estándares internacionales sobre


condiciones laborales, principalmente forzada por los sindicatos
norteamericanos, es noble. Pero también sabemos que el camino al infierno
está plagado de buenas intenciones, y debemos recordar que los estándares
de la OIT tanto como los nacionales que pretenden fijarse dentro del ALCA
son pisos mínimos de los derechos de los trabajadores y no techos de los
mismos; además de no invalidar el mecanismo perverso en cuanto
indemnizaciones del cual nos referiremos en breve.

Pero quizá lo más notable sea el establecimiento de topes


indemnizatorios en 15 millones de dólares estadounidenses que se fijan en el
ALCA para los trabajadores. Claro está que en el capítulo de inversiones no
es establece tope alguno para las indemnizaciones que habrían de percibir
las empresas transnacionales por eventuales violaciones a la garantía de las
inversiones en el ALCA. Con ello, mientras el trabajador puede percibir hasta
u$s 15 millones por una violación al acuerdo, las ETN pueden percibir
indemnizaciones equivalentes a 11 veces el PIB de una nación, como es el
actual caso de Costa Rica que ha sido demandada por la petrolera
estadounidense Harken Energy Corporation por la suma de u$s 57.000
millones ante el CIADI, más de seis veces el PIB de Costa Rica (que es de

35
unos u$s 8.884 millones anuales) y once veces superior al presupuesto
anual de su gobierno. Probado resulta que a mayor movilidad del capital
también sea mayor la inestabilidad del trabajo. El hecho de que la
flexibilización sirva como elemento para la atracción de inversiones es
peligroso para estabilizar el empleo, porque las empresas, en la constante
búsqueda de obtener mayor rentabilidad reduciendo los costos de la mano
de obra, pueden trasladar sus líneas de producción o de ensamble a países
donde la flexibilización laboral sea cada vez mayor. Esto no solamente
precariza las condiciones de trabajo en los lugares donde se flexibiliza, sino
que además precariza también la situación de empleo en los países donde
antes este capital inversor creaba fuentes de trabajo. Mientras que en un
lado de bajan los derechos laborales, en el otro se genera desempleo.

Pero no solamente las cuestiones de la fuerza de trabajo tienen que


ver con el derecho laboral; también involucran a la movilidad de la mano de
obra en la zona integrada y al movimiento migratorio. Sobre ello debe
prestarse singular atención en que la inmigración deviene como
consecuencia directa del movimiento de capitales. En una región donde la
inversión (o lo que es lo mismo, el capital) se traslada a otros lugares
siguiendo el patrón de la flexibilización y reducción de costos de la
producción, no es descabellado reconocer que la mano de obra
desempleada que quedó como despojo al paso de ese capital que se
trasladó también intentará moverse hacia los lugares donde los niveles de
vida y salarios sean superiores y donde existan oportunidades de empleo.
Los campesinos peruanos y bolivianos se van a las ciudades; los citadinos
peruanos y bolivianos se van a Argentina; los argentinos se van a España;
los españoles se van a Alemania; y así... Los empleos de más baja categoría
son cubiertos por personas provenientes de otros sitios. A mayor movilidad
del capital, mayores serán las corrientes migratorias; por lo que el liberalizar
el capital y restringir el movimiento de mano de obra es lo mismo que el

36
cocinar un pollo en una olla a presión: en algún momento el pollo estará
listo... A eso se le debe sumar “ingredientes” como el aumento de la
población mundial, como también de la brecha entre países ricos y pobres.
Estas diferencias no tendrán otro destino más que el aumento inevitable de
los niveles de migración de las naciones pobres hacia las ricas a nivel
regional y mundial.

De hecho el querer controlar a como fuere la migración regional sin


importar que sea efecto de los movimientos de capital, es una forma también
de prevenir posibles focos de resistencia y movilización social. Esta
contención social migratoria se hace evidente mediante la
persecución/represión del inmigrante (sobre todo del indocumentado) y
mediante las restricciones en las fronteras. Contrariamente a lo establecido,
las políticas migratorias no deben criminalizar al inmigrante sino enfrentar
internacionalmente las causas de expulsión de sus países de origen,
implementando apoyo internacional para impulsar un desarrollo sustentable y
justo. Esa ha de ser la forma de “controlar” la migración regional: evitar que
existan millares de exiliados por razones económicas, que en el caso
sudamericano superan ampliamente a la cantidad de exiliados por razones
políticas.

4. El rol del Estado y el sector exportador

El modelo económico vigente reduce la intervención del Estado dentro


de la economía, pero éste sigue existiendo para privilegiar el papel de
promotor del sector exportador y del capital financiero. Al privilegiar la
exportación, los trabajadores y la mayoría de la población local dejan de ser
considerados como consumidores estratégicos, y con ello su
empobrecimiento ya no afecta a los sectores de punta del capital, porque sus
potenciales consumidores siempre se hallan por fuera de las fronteras. Por

37
ende no les interesa lo que ocurra con el nivel de consumo interno. Al
privilegiar el capital financiero y el sector exportador se descuida la economía
real, la producción, y con ello la capacidad de generación de empleo y de
bienestar de la población local. Inclusive se compromete la existencia de un
mercado de consumo interno favorable. Contra eso, el Estado debe tener un
papel activo en la planificación y la política económica. Pero el Estado debe
ser a su vez un núcleo receptivo y de fomento de la participación ciudadana.
El sistema democrático debe transformarse en una democracia participativa
que acerque las instituciones a la población y no una democracia
representativa que se arrogue la palabra del pueblo.

A su vez, cualquier acuerdo internacional vinculante debe ser


sometido a ratificación de la soberanía popular, pues esto conlleva una
modificación supranacional de las condiciones jurídicas a las que se atiene la
legislación interna -dado que muchas veces los tratados fijan dicha
legislación-. Estos tratados no pueden anular el derecho de los pueblos a su
soberanía ni menoscabar la obligación de los Estados de preservar y
fortalecer dicha soberanía ni su bienestar. Si la participación en la economía
mundial exige un sector exportador fuerte, ello no debe menospreciar o
descuidar el mercado interno generador de empleo, dado que su importancia
radica en convertir a la mayoría de la población en consumidores
estratégicos. La elevación de sus niveles de vida se vuelve entonces en una
necesidad económica para ampliar el mercado interno y no solamente una
exigencia de justicia.

Los argumentos de los promotores del libre comercio han sostenido


que el aumento del acceso a los mercados (apertura de fronteras y de las
economías) resultan inevitablemente en crecimiento y prosperidad para los
países: “Una clave para la prosperidad es el comercio sin barreras... La
eliminación de los obstáculos para el acceso al mercado de los bienes y

38
servicios entre nuestros países promoverá nuestro crecimiento económico”
(Cumbre de las Américas de Miami, 1994). La realidad ha demostrado que el
libre comercio puede traer impactos devastadores sobre los productores
locales, aparejando la bancarrota de sectores completos de la producción y
un aumento severo en el desempleo. Lo que sí crece, en todo caso, son las
exportaciones y los beneficios de ese sector específico que, como dijimos,
posee interés no en el mercado local ni en el consumo nacional -y por ende
no se preocupa en los estándares de bienestar de la población local- sino en
el mercado de consumo de los lugares donde exporta.

La idea que impera es que la liberalización -esto es, la eliminación de


barreras comerciales (básicamente aranceles)- es el camino para llegar a
estos nuevos y mejores estándares; todo ello sin tomar en cuenta el nivel de
desarrollo de los países, las consecuencias en los mercados nacionales o los
intereses nacionales particulares. El principio dominante de estas
negociaciones ha sido el concepto de “trato nacional” de bienes, servicios y
capitales extranjeros; lo cual significa que los Estados locales deben tratar a
los inversionistas extranjeros, sus inversiones y productos como han de tratar
a sus contrapartes nacionales. Esta noción prohíbe subsidiar las
producciones locales para sostenerlas frente a la competencia e importación
extranjera. Dichos subsidios son prohibidos bajo la interpretación de que
“distorsionan el comercio”. Empero, muchos de los sectores subsidiados dan
empleo y generan consumo interno.

Por ende, se trata de una puja de intereses entre los sectores


productivos y los sectores exportadores extranjeros. No obstante la
prohibición de subsidios locales, no se restringen los subsidios para la
exportación. Esto es: no permitir el sostenimiento de las ramas de producción
local, pero sí deprimir los precios de costo de los productos que irán para la
exportación. De esta forma se garantiza el dumping de productos para lograr

39
la inundación de bienes importados en mercados locales. Evidentemente los
sectores beneficiarios de estos acuerdos son los sectores exportadores. La
idea es generar producciones para afuera, pero no para el consumo
nacional, dado que los mercados internos se hallan tan empobrecidos que no
resulta prioritario establecer si es rentable producir para las poblaciones
locales (un ejemplo cabal de ello es el último libro del jefe de la delegación
negociadora de la Cancillería Argentina en el ALCA y frente a la UE, Martín
Redrado, titulado “Exportar para Crecer”).

Creemos que debe haber una estrategia de desarrollo multifacética


que no trate al mercado externo como único motor para el crecimiento y la
prosperidad. Debe ser valorado apropiadamente el papel de los mercados
nacionales en la generación de un círculo virtuoso que eleve los niveles de
vida de las poblaciones y que intensifique su bienestar económico y social. Al
vincular el bienestar económico al bienestar social, se elevará
inevitablemente el nivel de vida de la mayoría. La lucha contra la pobreza y la
justicia social no son solamente demandas éticas, sino que se han convertido
ya en impulsoras del desarrollo.

Las importaciones necesarias son financiadas por medio de un sector


de exportaciones fuerte y competitivo. Sin embargo, mientras las fuerzas del
mercado tienden a eliminar productores no competitivos, la liberalización
comercial no crea por sí misma una capacidad competitiva. La competencia
sanciona empresas con bajos niveles de productividad, pero no hace nada
para generar dicha productividad. En este sentido, resulta conveniente
reemplazar la lógica de competencia por porciones del mercado y
transformarla en una lógica de cooperación entre naciones.

40
CAPÍTULO III

SALUD, EDUCACIÓN Y OTRAS PRESTACIONES


PÚBLICAS COMO DERECHOS DE LA POBLACIÓN

En materia de salud y educación, como otras cuestiones que tienen


que ver con la dignidad y la calidad de vida humana (como el acceso al agua
potable, el medioambiente sano y limpio, etc.) es necesario subrayar que son
un derecho y no un servicio, y que por ende no pueden ser mercantilizables.
Esto es una premisa básica de donde partir para entender el concepto de las
demandas sociales respecto de estos temas. Estas prestaciones que son
indispensables para la vida y el desarrollo humano no pueden depender de la
capacidad monetaria para pagarlos.

El que así sea lleva oculto un genocidio que apunta a eliminar las
posibilidades de educación de los más pobres, a matarlos mediante
enfermedades evitables o, mismas, mediante la inaccesibilidad de agua
potable para vivir. Asimismo, la educación es un elemento fundamental en la
formación de la cultura e identidad nacional; desarrolla la libertad de
discernimiento y, consecuentemente, la posibilidad de accionar para poder
cambiar el orden de cosas. Restringir el acceso a la educación para los
sectores populares es sencillamente excluirlos de que ejerciten un rol activo
en el rumbo de su futuro y el de su país, y es convertir a millones de seres
humanos en ganado para el arreo de los discursos dominantes que
mayormente van en su contra de sus intereses de clase.

41
No sobra denunciar las presiones que existen por parte de numerosas
multinacionales para que estos derechos sean considerados como servicios
mercantiles, y así ser objeto de liberalización dentro de acuerdos como el
ALCA o el AGCS (OMC). No podemos desatender entonces estos tópicos de
las negociaciones de los acuerdos de libre comercio “expandidos”, como el
ALCA, cuyas consecuencias comúnmente son llamadas “NAFTA-
plus”u“OMC-plus”

1. Aspectos sobre las inversiones

Ya hemos dicho que los tratados que proponen la integración bajo el


libre comercio -como el NAFTA, el ALCA, etc.- y organismos como la OMC y
sus acuerdos -como el Acuerdo General de Comercio y Servicios (AGCS)-,
exigen como premisa básica e inherente la cláusula de trato nacional para la
circulación de mercancías, servicios y capitales. Esto significa que no se
deberá otorgar un trato menos favorable a algo proveniente del extranjero en
comparación con algo producido internamente en los países. Esta premisa
implica, por ejemplo, liberar la circulación de los capitales golondrinas, la
prohibición de poner requisitos de desempeño y contienen mecanismos que
permiten a las ETN demandar a los Estados nacionales por medidas que
disminuyan sus ganancias. Por otro lado, la inversión extranjera directa (IED)
no es una inversión proveniente del sector público de los países
desarrollados.

Los que invierten son las empresas, no los Estados. El sector público
de los países desarrollados (los Estados de las potencias centrales) generan
las condiciones para que sea el sector privado (las empresas y mayormente
las ETN) las que realicen esas inversiones. Entonces, las IED no poseen el
fin de aportar al desarrollo de las economías subdesarrolladas, sino que
tienen la finalidad única y ultima del lucro de la empresa inversora. Por su

42
parte, los capitales golondrinas poseen, con su libre movilidad, un gran poder
para desestabilizar las economías locales e incluso regionales más
desprotegidas. Precisamente son las economías más atrasadas las que se
ven forzadas por las presiones extranjeras a “abrirse” y liberalizarse cada vez
más. Entonces se genera un círculo vicioso entre “economía empobrecida -
liberalización de capitales - especulación financiera - economía más
empobrecida” que hace cada vez más necesario tomar medidas para el
control del movimiento de capitales especulativos, como es por ejemplo el
establecer un impuesto a las transacciones financieras (conocido como Tasa
Tobin).

Las IED deben darse en un marco de cooperación internacional entre


Naciones. Esa es la verdadera integración. No en una relación desde un
sector privado desarrollado y transnacional hacia un mercado de trabajo
flexibilizado (expoliado) y bajo en costos. Eso no solamente se aleja
sensiblemente de una igualdad en niveles de trato entre las economías, sino
en cuestiones de justicia, soberanía y equidad. Es necesario condicionar las
IED para que jueguen un papel activo, no solamente en la creación de
empleo (que eso lo hace cualquier inversión), sino en generar las
condiciones macroeconómicas para el desarrollo de las economías
periféricas.

Las inversiones no se deben determinar a la precariedad de la mano


de obra o al desmantelamiento de la propiedad pública o estatal en materia
de sectores estratégicos como el petróleo y recursos naturales, educación,
salud, vivienda. En otro orden de cosas, debemos oponernos a que se
incorporen definiciones amplias del término “inversión”, como también limitar
estrictamente el concepto de “expropiación” y evitar la inclusión de otros
como “medidas que equivalgan a la expropiación” o “equivalentes a
expropiación” en las inversiones internacionales y en los acuerdos

43
comerciales. Ello abre la puerta para que las ETN demanden masivamente a
los Estados por montos siderales, al tiempo que elimina la noción del riesgo
empresario, contradiciéndose con una de las reglas básicas del propio
capitalismo.
El tema de inversión dentro de este tipo de acuerdos también incluye
las finanzas. Pero no deseamos abordar directamente este tópico de acuerdo
a las ponencias que pueden surgir del panel especialmente dedicado a tales
efectos. Baste con remitirnos en la importancia de evaluar la temática de la
deuda externa a la luz de lo regulado constitucionalmente en su art. 75
incisos 4 y 7, donde atribuye al Congreso Nacional la atribución de contraer
empréstitos contra la Nación y el de “arreglar” la deuda nacional; lo aplicable
en torno a la doctrina de la deuda odiosa, dado que el dinero prestado no fue
utilizado en beneficio del pueblo, a quien ahora se le exige que lo devuelva;
la cuestión sobre los intereses usurarios elevados unilateralmente por los
acreedores en la década de los ochenta, así como las negociaciones
leoninas llevada a cabo por el FMI y el Grupo del Bco. Mundial para entregar
nuevos préstamos para pagar deuda a condición de modificaciones legales
en materia de trabajo, de quiebras, de cuestiones medioambientales, de
privatizaciones en el sector público, etc; y considerando la causa “OLMOS,
Alejandro s/ Denuncia” (Expte. Nro. 7723/98) sentenciada el 13/07/2000 por
el Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional Federal Nro. 2, Juez Dr.
Jorge Ballesteros; desde el año 2000 en manos del Congreso Nacional para
su análisis.

También debemos mencionar que los tratados de libre comercio por


definición impiden los controles nacionales sobre el capital financiero,
inclusive si ello fuera para promover y garantizar la estabilidad financiera
(función basal del FMI de incumplimiento constante). El caso argentino es un
exponente claro de lo que estamos hablando. Se garantiza así la circulación
y fuga de los capitales a nivel continental, convirtiendo a la economía de la

44
región en un gran casino. Se vuelve necesario reestructurar el sistema de
Breton Woods y sus instituciones, dado que se ha demostrado que, tras 60
años (cantidad de años suficientes como para “jubilarse”), no se ha
garantizado ni la estabilidad financiera -finalidad del FMI- ni se ha erradicado
la pobreza -finalidad del Grupo del Bco. Mundial-. En cambio su accionar ha
afectado en forma perjudicial el bienestar de los pueblos.

2. Las demandas judiciales de las empresas contra los Estados


Nacionales

Pero sin duda alguna, la novedad que estos tratados de libre


comercio establecen es que, pese a quedarse solamente en ese primer
estadio dentro de los tipos de acuerdos que van desde las relaciones
comerciales hasta una integración plena, instauran un sistema de resolución
de las controversias que pudieran darse dentro de ese ámbito. Estos
mecanismos de resolución de controversias pueden ser de “Estado vs.
Estado” o de “empresa vs. Estado”. Es entonces la primera vez que estos
tratados incluyen mecanismos que permiten interponer demandas a entes
que no resultan ser parte de ese tratado. Quienes son parte de los tratados
de libre comercio, y sujetos de derecho internacional, son solamente los
Estados. Por ende, el contemplar mecanismos de resolución de
controversias entre partes del NAFTA, del ALCA o de los acuerdos UE-
MERCOSUR es absolutamente normal. Pero no cuando quienes demandan
a los estados son las empresas y corporaciones, que precisamente no
resultan ser partes de los acuerdos en los que pretenden ser amparados.
Con ello vemos, una vez más, cómo los tratados de libre comercio son
solamente para el interés de las ETN y no a favor del interés de los estados o
del interés público

45
Comúnmente se suele identificar el tema de las demandas de las
empresas contra los Estados dentro de los capítulos de resolución de
controversias. Esto sí ocurre en el NAFTA, por ejemplo; pero no así en el
ALCA. En el tratado del Área de Libre Comercio de las Américas, el Capitulo
de Resolución de Controversias se refiere solamente a las cuestiones
Estado-Estado sobre diferencias en la interpretación de cláusulas.
Podríamos suponer que los borradores del ALCA no resultan ser tan
amenazantes contra los Estados nacionales, pero estaremos equivocados. Si
deseamos hallar el tema de resolución de controversias empresas-Estado, lo
podremos encontrar al final del Capítulo de Inversiones. Y esto tiene plena
lógica: en el mismo capítulo donde se regula la liberalización de las
inversiones se garantizan los mecanismos pertinentes para protegerlas. Un
claro ejemplo de las consecuencias de estos mecanismos jurídicos que
sirven de cepo para las políticas económicas que pretenden imponerse con
los acuerdos de libre comercio, está dado en el NAFTA y en su Capítulo 11
del tratado. Actualmente existen 8 demandas contra EEUU, 6 contra Canadá
y 10 contra México. De todas ellas la mayoría tiene que ver con cuestiones
medioambientales o de recursos naturales (10 del total de casos), mientras
que solamente 3 implican cuestiones estrictamente comerciales. Según los
estudios realizados por la Trufts University de EEUU, se estima que la
ampliación del Capítulo 11 del NAFTA al ALCA habilitaría a las empresas
transnacionales a efectuar reclamos de hasta u$s 32.000 millones anuales.

Los tribunales arbitrales del NAFTA y los que se establecerían en el


ALCA están copiados de los tribunales ad-hoc del CIADI (Centro
Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones) que opera
bajo los auspicios del Banco Mundial y que fue creado en 1966. Estos
tribunales se componen por tres árbitros: uno elegido por la empresa
demandante (parte actora), uno por el Estado demandado y el tercero es
elegido por los dos árbitros seleccionados. Este último oficiará como

46
presidente del tribunal. La normativa para resolver el conflicto es el acuerdo
firmado por la ETN y el Estado y la jurisdicción que establece se encuentra
por fuera de la competencia del Estado demandado, por lo que todo aquello
normado por las constituciones nacionales o por las leyes vigentes es
inaplicable al caso. El toque final lo da el hecho que el proceso del CIADI es
cerrado y no rinde cuentas a nadie, y los fallos de estos tribunales
establecidos son inapelables, lo cual constituye una flagrante violación al
debido proceso.

Lo emergente es que hasta hace poco las cantidad de demandas


había sido muy limitada. Sin embargo, en los últimos 5 años se presentaron
más casos que en los 31 años anteriores. Antes solamente se dirimían
disputas contractuales privadas, hoy se ha registrado una verdadera
explosión de casos asociados a tratados de inversiones. En consecuencia, el
sistema de resolución de conflictos ha tenido un doble propósito: mayor
concentración para las ETN y garantizar las demandas contra los Estados
por millonarias sumas de dinero que deberán ser abonadas por sus
habitantes, es decir nosotros. No hay publicaciones sobre los procesos,
tampoco se permite la participación de terceros interesados bajo la figura del
amicus curiae; o sea que en realidad el tribunal no resuelve de común
acuerdo los conflictos, no se trata de mediar entre las partes, sino un proceso
judicial bajo otra denominación. Ello ocurre porque el título de proceso
judicial involucra principios y derechos que no se respetan en estos
mecanismos (como la doble instancia, el debido proceso, la cosa juzgada,
etc.) como tampoco se somete el procedimiento a jurisdicción alguna más
que el del tribunal mismo. Este tipo de proceso, que solamente tiene para
dirimir los conflictos a los tratados que les dan origen y que establecen de
antemano las garantías de las inversiones, equivale a someterse a juicio con
el verdugo como jurado, juez y acusador.

47
Los inversionistas extranjeros (es decir las ETN) obtienen dentro de
los tratados de libre comercio más derechos que los ciudadanos y las
empresas locales, poniéndose en posición privilegiada para percibir
ganancias mayores. No importa si las actividades de las ETN fueran
violatorias de las leyes locales o internacionales, los mecanismos de solución
de controversias establecidos constituyen vías a disposición de los
inversionistas para eludir sus obligaciones económicas o las normativas
legales. Si deben pagar compensaciones por los daños causados -tomemos
el caso de los daños medioambientales, por ejemplo-, pueden pasar la
factura de su conducta ilegal a los contribuyentes, y muchas veces por
montos muchos mayores. Es de esta forma como estos mecanismos se
tornan en armas potencialmente poderosas a favor de la concentración de
capital, ya no mediante la actividad económica en sí misma, sino mediante
una verdadera “industria del juicio”. Consecuentemente, las políticas públicas
de los Estados se congelarán por temor a tener que indemnizar a las
grandes empresas por sumas que verdaderamente pueden comprometer el
patrimonio público y el futuro de las próximas generaciones. La deuda
externa es un juego de niños comparado con este mecanismo de saqueo.

5. La unión europea y sus instituciones y funcionamientos.

La Unión Europea (UE) no es una federación como los Estados


Unidos, ni una mera organización de cooperación entre gobiernos, como las
Naciones Unidas. En realidad, la UE es única. Los países que constituyen la
UE (sus "Estados miembros") siguen siendo naciones soberanas
independientes, pero comparten su soberanía para ser más fuertes y tener
una influencia mundial que ninguno de ellos podría ejercer individualmente.

Compartir la soberanía significa, en la práctica, que los Estados


miembros delegan algunos de sus poderes decisorios en las instituciones

48
comunes creadas por ellos para poder tomar democráticamente y a nivel
europeo decisiones sobre asuntos específicos de interés conjunto.

En el proceso decisorio de la UE en general, y en el procedimiento de


codecisión en particular intervienen tres instituciones principales:
• El Parlamento Europeo (PE), que representa a los ciudadanos de la
UE y es elegido directamente por ellos

• El Consejo de la Unión Europea), que representa a los Estados


miembros;

• La Comisión Europea, que defiende los intereses de la Unión en su


conjunto.

Este 'triángulo institucional' elabora las políticas y leyes que se aplican


en la UE en principio, la Comisión propone las nuevas normas, pero son el
Parlamento y el Consejo los que las adoptan. La Comisión y los Estados
miembros las aplican, y la Comisión vela por su cumplimiento.

Otras dos instituciones desempeñan un papel vital: el Tribunal de


Justicia vela por el cumplimiento de la legislación europea y el Tribunal de
Cuentas controla la financiación de las actividades de la Unión.

Los poderes y responsabilidades de estas instituciones se establecen


en los tratados, en los que se basan todas las actividades de la UE. Los
tratados también establecen las normas y procedimientos que siguen las
instituciones de la UE. Los tratados son acordados por los Presidentes y/o
los primeros ministros de todos los países de la UE, y son ratificados por sus
Parlamentos.

49
Además de las instituciones, la UE cuenta con diversos organismos
que se ocupan de ámbitos especializados:

• El Comité Económico y Social europeo representa a la sociedad civil,


los patronos y los empleados
• El Comité de las Regiones representa a las autoridades regionales y
locales

• El Banco Europeo de Inversiones financia proyectos de inversión de la


UE y ayuda a las pequeñas empresas a través del Fondo Europeo de
Inversiones

• El Europeos responsable de la política monetaria europea;


• El Defensor del Pueblo europeo investiga las denuncias de los
ciudadanos sobre la mala gestión de las instituciones y organismos de
la UE

• El Supervisor Europeo de Protección de Datos protege la intimidad de


los datos personales de los ciudadanos

• La Oficina de Publicaciones Oficiales de las Comunidades Europeas


publica información sobre la UE

• La Oficina de Selección de Personal de las Comunidades Europeas


contrata al personal de las instituciones de la UE y otros organismos

• La misión de la Escuela Europea de Administración es ofrecer


formación en áreas concretas para el personal de la UE

50
Además, se han creado, órganos especializados para determinados
ámbitos técnicos, científicos o de gestión. En sólo medio siglo de existencia,
la Unión Europea (UE) ha logrado cosas notables, como garantizar la paz
entre sus miembros y la prosperidad de sus ciudadanos; ha creado una
moneda europea única (el euro) y un «mercado único» sin fronteras donde
las mercancías, las personas, los servicios y los capitales pueden circular
libremente. La UE ha crecido de 6 a 15 países y se prepara para incorporar a
una docena más. Se ha convertido en una potencia comercial importante y
en líder mundial en ámbitos tales como la protección del medio ambiente y la
ayuda al desarrollo.

El éxito de la UE debe mucho a su forma de trabajo, su método único


de interacción entre instituciones tales como el Parlamento Europeo, el
Consejo y la Comisión Europea, apoyados por varios órganos. Este folleto
ofrece una descripción completa de las funciones y la organización de cada
institución u órgano con el fin de ser una guía útil sobre el sistema de toma
de decisiones de la Unión Europea.

6. Instituciones constitucionales de la unión

Vienen comprendidas en el llamado "marco institucional" enunciado


por el artículo 13 del Tratado de la Unión. De acuerdo con dicho precepto, las
Instituciones de la Unión Europea tienen como finalidad "promover sus
valores, perseguir sus objetivos, defender sus intereses, los de sus
ciudadanos y los de los Estados miembros, así como garantizar la
coherencia, eficacia y continuidad de sus políticas y acciones". Aunque su
número ha ido variando a lo largo de la historia comunitaria, en la actualidad,
y tras la entrada en vigor del Tratado de Lisboa, las Instituciones son siete, a
saber:

51
El Parlamento Europeo (PE), elegido cada cinco años por los
ciudadanos de la Unión en las elecciones europeas, es la asamblea
parlamentaria y único parlamento plurinacional elegido por sufragio universal
directo en el mundo. Aunque fue fundado sólo como una asamblea
consultiva, los poderes legislativos del PE aumentaron notablemente a partir
del Tratado de Maastricht (1992). En la actualidad, ostenta, junto al Consejo,
el poder legislativo de la Unión.

El Consejo Europeo, formado por los Jefes de Estado o de Gobierno


de los Estados de la Unión, más su propio Presidente y el Presidente de la
Comisión Europea, se reúne trimestralmente y por convocatoria
extraordinaria de su Presidente. Sus funciones son de orientación política y
de impulso y definición de las grandes líneas estratégicas de actuación
política de la Unión. Carece expresamente de toda potestad legislativa, pero
su influencia es grande y tiende a ser creciente a medida que la integración
europea se extiende a ámbitos próximos a lo que se ha denominado a veces
"el núcleo duro de la soberanía". Su antecedente son las "Conferencias en la
cumbre" de los años 70 y 80. Esta Institución, de funcionamiento y
composición intergubernamental, representa junto con el Consejo de la UE la
voz de los Estados y de sus intereses nacionales en la construcción
comunitaria.

El Consejo (CUE), comúnmente conocido como Consejo de Ministros,


reúne en su seno a los representantes de los Gobiernos de los Estados
miembros, cuyos intereses nacionales incrusta en el proceso decisorio
guiado por la búsqueda de un acuerdo común. El Consejo ejerce junto con el
Parlamento Europeo el poder legislativo de la Unión. Ostenta la titularidad
formal de importantes potestades ejecutivas, pero cuyo ejercicio atribuye
necesariamente a la Comisión. Si bien en los últimos tiempos sus funciones
legislativas han ido debilitándose en favor de la igualdad con el Parlamento

52
Europeo, el paralelo declive político de la Comisión parece estar propiciando
un desplazamiento de retorno simultáneo al Consejo del centro de gravedad
del poder decisorio y ejecutivo, que en ocasiones más parece residir en este
órgano que en el propio Ejecutivo comunitario. Ello no obstante, el Consejo
aparece cada vez más deslumbrado por su alter ego en las alturas, el
Consejo Europeo.

La Comisión Europea (CE) representa el poder ejecutivo dentro de la


UE, aunque también interviene en la legislación. Es una institución
políticamente independiente que representa y defiende los intereses de la
Unión en su conjunto, propone la legislación, políticas y programas de acción
y es responsable de aplicar las decisiones del PE y el CUE. La Comisión
tiene el derecho de iniciativa exclusiva en el proceso legislativo; es decir, que
propone las nuevas leyes de la Unión, pero son las cámaras colegisladoras,
Parlamento y Consejo, las que las adoptan.

El Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) es la institución


depositaria de la potestad jurisdiccional en el sistema constitucional europeo.
Es una institución compuesta, que comprende en su estructura un órgano
supremo, el Tribunal de Justicia, un Tribunal General encargado de resolver
en primera instancia, y los tribunales especializados (en la actualidad sólo se
ha constituido uno, el Tribunal de la Función Pública). El TJUE garantiza en
última instancia la aplicación del Derecho de la Unión, bajo el impulso de la
Comisión, y es el máximo intérprete del Derecho y, en particular, de los
Tratados, actuando así como el equivalente a un Tribunal Supremo y a un
Tribunal Constitucional.

El Tribunal de Cuentas: es el órgano fiscalizador de la Unión


Europea. Supervisa la correcta administración de los fondos europeos, tanto

53
en el nivel de sus Instituciones, órganos y organismos, como en el de los
Estados miembros, cuando son estos los que los gestionan.

El Banco Central Europeo (BCE): es la institución responsable de la


política monetaria europea. Es el banco central de la moneda única europea,
el Euro (€). Además del control sobre la emisión monetaria y sus requisitos,
dispone la política cambiaria y las oscilaciones de los tipos de interés, entre
otras competencias monetarias, cuyo objetivo imperativo es preservar la
estabilidad de precios, controlando la inflación. Debe además ejercer sus
funciones con absoluta independencia. De cumplirse las previsiones del
Tratado de Lisboa, accederá al rango constitucional de Institución.

Las relaciones entre las Instituciones deben estar presididas por los
principios de competencia, en el marco de las atribuciones funcionales y
materiales que a cada una de ellas otorgan los Tratados, y de cooperación
leal (tomado del principio constitucional alemán de lealtad federal) entre sí, y
entre todas ellas y los Estados de la Unión.

54
CAPÍTULO IV

ÓRGANOS Y ORGANISMOS DE LA UNIÓN

Los órganos: son asimilables a instituciones de menor rango (aunque


no gozan de ese estatuto), y, si sus funciones son concretas, el ámbito sobre
el que pueden desplegarla es transversal o, en su caso, se aplican sobre
campos más específicos pero con amplias competencias que van mucho
más allá de la gestión. Gozan de independencia en el ejercicio de sus
funciones.

Los organismos: son estructuras subsidiarias de otras instituciones


pero con autonomía funcional, generalmente versada en ámbitos
especializados de gestión vicaria.

Órganos consultivos: Los órganos consultivos pueden intervenir de


forma consultiva en la toma de decisiones, aunque no tienen ningún poder
legislativo.

El Comité Económico y Social Europeo: representa a sindicatos,


organizaciones patronales, ONGs y demás organizaciones socio-económicas
de relevancia europea.

55
El Comité de las Regiones representa a las autoridades regionales y
locales, su perspectiva y sus intereses.

1. Órganos de garantías

Defensor del Pueblo Europeo: Defiende a los ciudadanos y


empresas de la UE frente a la mala gestión o trato indebido o discriminatorio
de las Instituciones, Órganos y organismos de la Unión, así como de las
administraciones nacionales cuando infrinjan en perjuicio de los ciudadanos
o empresas obligaciones o allanen derechos que les correspondan en virtud
del Derecho Comunitario.

2. Órganos Financieros

Banco Europeo de Inversiones (BEI): Tiene por misión contribuir al


desarrollo equilibrado del territorio comunitario a través de la integración
económica y la cohesión social.

3. Organismos Inter-Institucionales

Oficina de Publicaciones Oficiales de las Comunidades Europeas:


publica, imprime y distribuye información sobre la UE y sus actividades.
Oficina europea de selección de personal: contrata al personal de las
instituciones de la UE y otros organismos.

56
Supervisor Europeo de Protección de Datos (SEPD): Garantiza
que las instituciones y organismos de la UE respeten el derecho de las
personas a la intimidad en el tratamiento de sus datos personales.

4. Organismos Descentralizados (Agencias Europeas)

Agencias comunitarias: Existen 16 agencias encargadas de tareas


específicas de tipo técnico, científico o de gestión dentro del ámbito
comunitario. Estas agencias no estaban previstas en los tratados europeos:
cada una se ha creado mediante acto legislativo y no todas poseen el
término "agencia" en su título oficial: pueden llamarse autoridad, centro,
instituto, oficina o fundación.

5. Agencias relativas a la política exterior y de seguridad común

Instituto de Estudios de Seguridad de la Unión Europea:


Contribuye a crear una cultura europea común de seguridad y promueve el
debate estratégico.

6. Centro de Satélites de la Unión Europea

• Agencias de coordinación de la cooperación policial y judicial en


asuntos penales

• Estas agencias han sido creadas para ayudar a los Estados miembros
a cooperar en la lucha contra el crimen internacional organizado.
Desarrollan tareas en el contexto del diálogo, la asistencia y la
cooperación entre policías, aduanas, servicios de inmigración y
ministerios de justicia de los Estados miembros.

57
• Europol: Se encarga de facilitar las operaciones de lucha contra la
criminalidad al seno de la Unión.

• Eurojust: Establece el refuerzo de la cooperación judicial entre los


Estados miembros.

7. Política

Partidos políticos en la UE: Los partidos europeos son partidos


políticos que actúan a nivel de la UE. Suelen basarse en alianzas de partidos
nacionales y tienen derecho a recibir fondos de la UE. El Artículo 191 del
TFUE cita: 'Los partidos políticos a nivel europeo son un factor importante
para la integración dentro de la Unión. Estos contribuyen para formar una
conciencia europea y para expresar una voluntad política de los ciudadanos
de la Unión'. En el Parlamento Europeo los partidos políticos se agrupan
principalmente en grupos políticos, que han de ser plurinacionales:

Año de Escaños
Partido Ideología
fundación PE-04
Partido Popular Europeo -
Conservadores -
Demócratas Europeos 1953 264
democracia cristiana
(PPE/DE)
Partido Socialista Europeo
Socialdemócrata 200
(PSE)
Alianza de Liberales y
Demócratas por Europa Liberal, centrista 2004 90
(ALDE)
Los Verdes / Alianza Libre Ambientalista -
2004 42
Europea Regionalista

58
Izquierda Unitaria Europea -
Comunista -
Izquierda Verde Nórdica 1989 39
ambientalista
(GUE-NGL)
Independencia y
Anti-europeo 2004 37
Democracia

CONCLUSIONES

Para agregar a lo ya desarrollado, se puede decir que debe formarse


una auditoria permanente por la Comisión Interamericana de DDHH,
establecida por la Convención Interamericana de DDHH (Pacto de San José
de Costa Rica), para que indague sobre los impactos de la integración
económica. De igual forma se debe examinar detenidamente tanto los
términos para definir taxativamente el concepto de inversión como restringir a
su mínima expresión -si no bien eliminar- los de “confiscación regulatoria”,
“expropiación”, “medidas equivalentes a expropiación”.

Desde ya debemos oponernos a los mecanismos de resolución de


controversias que fijan jurisdicciones supranacionales o extra-nacionales
para resolver litigios entre empresas privadas (nacionales o extranjeras) y el
Estado Nacional. Esos litigios deben ser resueltos en las jurisdicciones
locales donde se radiquen las inversiones, y sus demandas deben ser
presentadas ante los tribunales nacionales. Así, se garantiza la competencia
nacional de los juzgados locales que deben atenerse a la legislación local y a
lo dictado por las constituciones políticas de los Estados y no a lo regulado
por tratados comerciales que afectan a la soberanía de los pueblos.

59
Para acceder a una jurisdicción supranacional, deberemos en todo
caso formar dichos ámbitos supranacionales primero con jurisdicciones
supranacionales y competencias delegadas desde los Estados. Esto
implicaría formar las instituciones como un Tribunal Regional con raíces en el
derecho de las constituciones políticas de los estados integrados o mismos
comenzar a discutir en torno a una Constitución Regional, lo cual implica
empezar a debatir sobre el poder político. En cambio, el pretender resolver
controversias dentro de la jurisdicción establecida por los tratados de libre
comercio que garantizan los intereses del capital concentrado en detrimento
de los de la sociedad, es una farsa.

Ante los eventuales conflictos jurídicos entre las corporaciones y las


leyes nacionales en materia de propiedad intelectual y patentes -que no
hemos analizado aquí por cuestiones de espacio-, se deberá determinar que
sean también las jurisdicciones locales y el sistema jurídico internacional
vigente los que regulen y diriman estas cuestiones. No cabe la posibilidad de
que estos acuerdos comerciales puedan establecer los tribunales arbitrales
mencionados, que para definir los conflictos se atengan a los textos de los
acuerdos que precisamente garantizan a priori la plena rentabilidad del
capital en contra de los derechos ciudadanos, y mucho menos que sus fallos
resulten además inapelables.

Para poder diferenciar otros modelos de integración del neoliberal,


debe dársele una orientación política, en el sentido de otorgarle a los
procesos de integración una pretensión diferente al simple logro de los
objetivos de rentabilidad del capital. Esta orientación debe estar determinada
en lograr una mejor calidad de vida de la población que se integra (a nivel
regional, continental o global). Debe igualmente poseer una orientación

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social en sentido de que debe priorizar el interés de la sociedad por sobre el
de las corporaciones involucradas en el comercio regional.

Por ende esta orientación social no puede ser abstracta, sino que
debe apoyarse en una fuerte participación ciudadana para que sea la misma
sociedad la que sea capaz de definir el rumbo de su propio destino, y no
limitarlo a las negociaciones gubernamentales que, entendemos, exceden la
delegación por el voto popular a la aplicación de un simple programa de
gobierno, sino que se trata muchas veces de la continuidad de políticas de
Estado que se diseñan durante varios mandatos; sin perjuicio de recordar las
críticas antedichas en cuanto a la dudosa representación de la soberanía
popular de los Estados en los ámbitos de negociación y en las obligaciones
contraídas en los acuerdos de libre comercio firmados.

El tipo y modelo de integración debe ser además un tipo y modelo


propios en un doble carácter. Por un lado no debe ser un modelo de
integración “importado” de otras regiones o de grupos de países que, por el
momento, no corresponden históricamente con el origen de nuestra región
sudamericana: un continente subyugado desde la colonización por las
potencias europeas a las que se sumó la hegemonía norteamericana a partir
de la Doctrina Monroe que identificó a la región como su patio trasero
(backyard). Debemos desarrollar un modelo de integración que corresponda
histórica, cultural y socialmente con las características regionales de
Sudamérica (en primer término) y de toda Latinoamérica (en segundo). Pero
asimismo debe ser una integración propia respecto del sentido humano. Y
esto contrapone el modelo de integración del capital para sí. En otras
palabras, debemos desarrollar una integración de los sujetos colectivizados y
que se encuentre a favor de sus propios intereses. Sólo así habremos de
resignificar el sentido de propiedad sobre nuestro destino y del derecho
innegable que tenemos como seres humanos de poder construirlo. Hoy el

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futuro se construye en base a la lógica de acumulación, concentración y
centralización de capital; y es naturalmente aquél el actor principal dentro de
ese escenario.

BIBLIOGRAFÍA

Atkins, Pope. 1977. Latin America in the International Political System


(London: Westview Press)

Batista, Asdrúbal. 1996. Límites de la economía política. Consideraciones


acerca de una ciencia histórica (Caracas: Editorial Panapo)

Carvajal, Leonardo. 1993. Integración. Pragmatismo y utopía en América


Latina (Bogotá: Textos)

Chaparro Alfonso, Julio. 1989. “¿Por qué ha fracasado la integración


latinoamericana (Caracas: Monte Avila)

The Great Ideas. 1982. Volume I (Chicago: University of Chicago)

Haas, Ernst. 1958. The Uniting of Europa (Stanford: Stanford University


Press)

Heilbroner, Robert L. 1972. Vida y doctrina de los grandes economistas


(Madrid: Aguilar)

Lahidji, Reza. 2000. “Balance y perspectivas de la construcción europea”


Capítulos del SELA 59 (mayo-agosto)

North, Douglas C. 1994ª. Estructura y cambio en la historia económica


(Madrid: Alianza)

62
North, Douglas C. 1994b. “El desempeño económico a lo largo del tiempo” El
Trimestre Económico (México) vol. LXI: 4, N° 244 (octubre-diciembre): 567-
583.

Fuentes Electrónicas Consultadas

www.monografia.com
www.hispavista.com
Enciclopedia Salvat.
Mi Primera Encarta 2009.
www.google.com.ve

DEFINICIÓN DE TÉRMINOS

ALAC: La ALAC fue el producto de un contexto internacional de postguerra


en el que la necesidad de desarrollo de las naciones latinoamericanas se
constituyó en un imperativo al que debían acceder por sus propias
estrategias de política, teniendo en cuenta que el proceso de reconstrucción -
tanto económica como política- que se puso en marcha en los territorios
escenario de la contienda bélica ocupó por entonces los esfuerzos del
mundo desarrollado.

ALADI: Asociación Latinoamericana de Integración Organismo de


Integración, Asociación Latino-Americana de Integración, Organismo
Internacional, Asociación Latinoamericana de Libre Comercio.

CARIFTA: La Asociación de Libre Comercio del Caribe (CARIFTA) nació


como resultado... En 1973, CARIFTA se transformó en la Comunidad
Económica del Caribe (CARICOM)

CARICOM: la Comunidad del Caribe (en inglés, Caribbean Community o


Caricom) nació el 4 de julio de 1973 con la firma del Tratado de

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Chaguaramas por los primeros ministros de cuatro naciones (Barbados,
Guyana, Jamaica y Trinidad y Tobago) con el fin de fortalecer sus lazos e
integrar un mercado común en la región del Caribe.

CAPITAL. En derecho y finanzas, el capital es una cantidad de dinero que se


presta o se impone, de la cual se distingue el interés cobrado por el
préstamo. En sociología, la noción económica del capital como patrimonio se
utiliza más o menos figurativamente para hablar de capital social, capital
cultural o capital simbólico.

COMUNIDAD: una comunidad es un grupo o conjunto de individuos, seres


humanos, o de animales que comparten elementos en común, tales como un
idioma, costumbres.

DELIMITA: determinar y marcar con claridad los límites de un terreno,


determinar las fronteras de un país o terreno, o marcar los límites de una
cosa.

EXCELENTE: magnífico, sobresaliente en bondad, calidad o estimación.

ECONOMÍA: es la ciencia social que estudia las relaciones sociales que


tienen que ver con los procesos de producción, intercambio, distribución y
consumo de bienes y servicios, entendidos estos como medios de
satisfacción de necesidades humanas y resultado individual y colectivo de la
sociedad.

INTEGRACIÓN: grupos y personas diferentes entre sí, que forman parte de


la esencia de nuestra cultura y de su futuro. Pero la forma en la que a
menudo están organizadas nuestras sociedades lleva a que algunos grupos

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no sean capaces de ejercer plenamente sus derechos fundamentales y sean
excluidos socialmente.

INDEMNIZACIÓN: la Indemnización es un término utilizado principalmente


en el área de las leyes y se refiere a la transacción que se realiza entre un
acreedor o víctima y un deudor o victimario. En palabras simples es una
"compensación" que alguien pide y eventualmente puede recibir por daños o
deudas de parte de otra persona o entidad.

MCCA: el Mercado Común Centroamericano (MCCA) está integrado por


Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica. Se rige por el
Tratado de Managua (1960) y sus protocolos modificatorios. Su población
representa un 6,5% y su territorio un 2,1 % del total de América Latina. Su
Producto Interno Bruto un 2,2% del de la región.

MERCOSUR: el Mercado Común del Sur (Mercosur), es una unión


aduanera integrada por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, tiene como
países asociados a Chile, Colombia, Ecuador y Perú, Bolivia y Venezuela
están en proceso de incorporación. Fue creado el 26 de marzo de 1991 con
la firma del Tratado de Asunción.

NEOLIBERALISMO: el término neoliberalismo, proviene de la abreviación


de neoclassical liberalism (liberalismo neoclásico), es un neologismo que
hace referencia a una política económica con énfasis tecnocrático y
macroeconómico que considera contraproducente el excesivo
intervencionismo estatal en materia social o en la economía y defiende el
libre mercado capitalista como mejor garante del equilibrio institucional y el
crecimiento económico de un país, salvo ante la presencia de los
denominados fallos del mercado.

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