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JUAN SURIANO ANARQUISTAS Cultura y politica libertaria en Buenos Aires, 1890-1910 MANANTIAL Buenos Aires 32 JUAN SURIANO ya, *Circulos anarquistas y circuitos contraculturales en la Argentina de 1900", en Caravelle (46), Toulouse, 1986; 1. Oved, op. cit: G. Zaragoza Ruvira, op. cit. 30. Segiin Raymond Williams: “La realidad de toda hegemonia, en su difundi- do sentido politico y cultural, es que, mientras que por definicin siempre es domi- nante, jamés lo es de un modo total 0 excluyente”, en R. Williams, Marxismo y l- teratura, Barcelona, Peninsula, 1980, pig. 135. Sobre la nocién de campo cultural ‘como un campo de tensién, véase Stuart Hall, "Notas sobre la deconstruccién de lo popular”, en R. Samuels (comp.), Historia popular y teoria socialita, Barcelo- ‘na, Critica, 1984 31. En cl sentido de R. Williams, entiendo culeura como un sistema de signifi- ccados conformado por representaciones simbolicas tales como pedcticas, discursos € instituciones que, a su ver, estin relacionados a los procesos sociales de creacién, y reproduccién de un producto, su puesta en circulacién y el consecuente consumo ppor parte de los individuos. R. Williams, op. cit, pag. 129. 32. Esta perspectiva ha sido transitada entre otros por Dora Barrancos: Anar- quismo, educacién y costumbres en la Argentina de principios de siglo, Buenos Ai- res, Contrapunto, 1990. 33. Diego Armus, Ax Autonomous Anarchist Subculture? The Anarchist Press inn Argentina, Conference, Duke University, abril 1994. Del mismo autor, “Salud y sanatquisiny. La cubereulusis en el discurso libertario argentino, 1890-1940", en Mirta Z, Lobato, Politica, médicos y enfermedades. Lecturas de historia de la sa: ld en Argentina, Buenos Aires, Biblos-Universidad Nacional de Mar del Plata, 1996, Los trabajos de Armus son sin duda estimulantes, sin embargo a mi criterio centran demasiado la atencién en los aspectos consensualistas del discusso cultural libertario relegando a un segundo plano su imagen politica contestaria. 34, Juan Suriano, Trabajadores, anarquismo y Estado represor: de la ley de Re- sidencia a la de Defensa Social (1902-1910), CEAL, Buenos Aires, 1987; “Ideas y practicas politicas del anarquismo argentino” en Entrepasados, Buenos Aires, N° 8, comienzos de 1995; “Las practicas politicas del anarquismo argentino” en Re- vista de Indias, Madrid, vol. LVI, N° 210, mayo-agosto de 1997, 35. Con los liberales podian llegar a coincidir en aspectos vinculados a la liber- tad del individuo e incluso compartir algunos aspectos de la critica al Estado, pero all terminaban las confluencias. Sobre las influencias de la filosofia liberal en el anarquismo, véase: H. Arvén, El anarguismo, Buenos Aires, Paid6s, 1971 36. Gareth Stedman Jones, Lenguajes de clase. Estudios de historia de la clase obrera inglesa, Madrid, 1989, Siglo XXL, pag. 90, Capitulo | LA ORGANIZACION Y LA DIFUSION DE LAS IDEAS LIBERTARIAS Hemos entrado ya por el buen camino y la formacién de circulos de estudios sociales y el establecimiento de escuelas libertarias son, ‘en nuestro concepto, slides baluartes protectores de los avances de rnuestras fuerzas en nuestra carrera hacia la emancipacién; son inte- reses creados para la gran revolucién, La Protesta Humana, 7 de enero de 1900 Hacia comienzos del siglo XX la Argentina se habia convertido en una nnacién delimitada geogréficamente, con un Estado consolidado que con- tiolaba el territorio de la nacién. Las transformaciones econ6micas, espe- cialmente en el litoral y en la zona pampeana, habjan modificado radical- mente el paisaje productivo y generaron el crecimiento explosivo de la ciudad de Buenos Aires. En un corto lapso de tiempo, ferrocarriles, tran- vias, puertos, fébricas, electricidad, edificios puiblicos, espacios verdes eran todos elementos que se incorporaron en forma tumultuosa y abigarrada a la nueva imagen fisica de la ciudad. Cualquier habitante de Buenos Aires que huhiera vivide sn adolescencia al finalizar la década de 1860 tenia an- te sus ojos, s6lo treinta afios después, una ciudad radicalmente diferente que, seguramente, no hubiera reconocido de haber vivido durante ese tiempo en el extranjero. Pero tal vez el cambio mas relevante se.observaba cn la estructura social, y se relaciona con el impresionante aumento de la poblacién como consecuencia directa de los cientos de miles de inmigran- tes que confluian sobre estas tierras para cubrie una amplia oferta de tra~ bajo. Los menos de 200.000 habitantes registrados en la ciudad por nues- tro observador imaginario en 1869 superaban largamente el millén hacia el centenario; la poblacién portefia se habia quintuplicado. Las transfor- maciones culturales y sociales derivadas de dicho pracesa no fueron menos impactantes puesto que la imagen que se desprendia era la de una ciudad ‘multigtnica y multicultural en donde se cruzaban criollos,italianos, espa- ‘ioles y decenas de miles de individuos provenientes de otros lugares del mundo. Como ha sefialado hace ya medio siglo José Luis Romero, se pro- dujo “una profunda conmocién que se operaba en los distintos niveles de 4 JUAN SURIANO, la estructura social”.! Uno de esos niveles se relaciona con la conforma- cién y desarrollo de una incipiente clase obrera, cuya presencia se harfa notar en grado creciente a medida que expiraba el siglo XIX. Al doblar el siglo, e! nuevo actor social habia articulado formas de movilizacién y deli- nado instituciones de cardcter politico, gremial y cultural bajo la orienta- ccidn de nuevas manifestaciones ideol6gicas representadas por socialistas y anarquistas. Estos iltimos conforman el objeto de estudio este trabajo. 1. EL ANARQUISMO EN BUENOS AIRES. UNA BREVE SINTESIS DE SU HISTORIA En el seno de las corrientes inmigeatorias europeas, especialmente his- panas ¢ italianas y en menor medida francesas, arribé al pais desde fines de la década de 1870 y comienzos de la siguiente una importante cantidad de activistas libertarios que, generalmente, huian de la persecucién policial ©, simplemente, trataban de hallar mejores condiciones de vida en una tie- ra que parecia ofrecer trabajo y libertad. Muchos de estos primeros mili tantes habjan participado en acontecimientos relevantes del movimiento obrero europeo como el levantamiento de la Comuna de Paris 0 de la Pri- mera Internacional de Trabajadores, y su estadia en el pais adquiria un ca- acter transitorio, como era transitoria la permanencia de una parte im: portante de la inmigracién. Los primeros pasos del anarquismo local en la década de 1880 estuvie- ron limitados a la accién de pequefios grupos, generalmente unidos por afinidades étnicas ¢ ideol6gicas que eran prolongaciones de sus similares europeos. Estos grupos se limitaban al estudio y la discusién de los pensa- dores libertarios més importantes, sin prcocuparse en demasia por radicar tuna accién préctica y con objetivos a largo plazo en la sociedad local. La legada de dos activos militantes libertarios italianos comenzé a perfilar la presencia de esta tendencia en Buenos Aires. Uno de ellos, Héctor Mattei, ered el Circulo Comunista Andrquico y tres afios mas tarde el Sindicato de Obreros Panaderos, primer gremio influenciado por el anarquismo y que desempeitaria un rol prominente en los afios venideros. La otra figura ar bada en 1885 fue Enrique Malatesta, el difusor libertario de mayor enver- gadura intelectual que haya transitado por el pais, quien durante los cua- to afios de residencia aqui sent6 las bases para el futuro desarrollo acrata, debido Li a su prictiva organizadora como a sus aportes de cardcter te6rico. Creador del Circulo de Estudios Sociales y del periddico La Ques- tione Sociale, nucle6 a su alrededor a un grupo de militantes (italianos en su gran mayoria) con quienes intent6 crear un polo libertario, tratando de limar las asperas y desgastantes discusiones en las cuales gustaban enfras- carse los anarquistas.? LA ORGANIZACION Y LA DIFUSION DE LAS IDEAS LIBERTARIAS 35 Este precario aglutinamiento se disolvi6 tras la partida de Malatesta en 1889 y durante varios afios los niicleos libertarios actuaron de manera ais- ada y se limitaron a la propaganda escrita. El sector individualista-antior- ganizador nucleado en torno al periédico El Perseguido (1890-1897) hege- moniz6 la adhesion de los anarquistas locales pero su predicamente no excedia, con algunas excepciones, esos nticleos aislados. Hacia mediados de la década de 1890, paralelamente a la intensificacién de los conflictos sgremiales, algunos activistas comenzaron a inserrarse espontaneamente -o reeditando experiencias previas en Espaiia o Italia~ en las sociedades de re sistencia, Pronto se conformé un sector partidario de la participacién anarquista en las luchas sindicales y del agrupamiento y la organizacién de los gremios. El arribo al pais de anarquistas espafioles como Antonio Pelli- cer Paraire, Inglén Lafarga o José Prat, que habian realizado su experien- cia de militancia gremial en la Federaci6n de Trabajadores Espafioles, dio tun impulso importante a los organizadores, quienes, respaldados por la apaticion del periddico La Protesta Humana (1897) y la presencia en Bue nos Aires entre 1898 y 1902 del abogado italiano Pedro Gori, se lanzaron organizar la propaganda anarquista a traves de la prensa, circulos cultu- rales y sociedades de resistencia)? La dura polémica entre individualistas y organizadores se fue inclinan- do hacia estos tiltimos, y este desenlace despejé el terreno que permitifa la accién politica libertaria entre los trabajadores locales. Un ntimero impor- ante de intelectuales y publicistas, sumado a las huestes de activistas obre- ros, conformaron un sélido niicleo de expansion y difusién de la doctrina libertaria. El anarquismo cerrado en si mismo de los primeros tiempos, re- productor sin matices de las polémicas europeas, dejé lugar a otro que, sin perder los caracteres internacionalistas y la dureza para analizat la socie- dad argentina, se inserto en ella a partir de la tarea de crear instituciones de autodefensa de los trabajadores urbanos locales. Al comenzar el siglo se Produjo el despegue del anarquismo que tuvo la virtud de articular y com- binar las expresiones y las fuerzas sociales mas heterogéneas a través de su insercién en las sociedades de resistencia, de la creacion de un sinnimero de centros y circulos culturales, escuelas, bibliotecas y periédicos. Sin olvi- dar el significativo rol desempefiado por el socialismo, el anarquismo se convirtié durante el breve lapso de tiempo ocupado por la primera década del siglo XX en Ia fuerza contestataria mas importante de la sociedad ur- bana. En 1901 crearon, junto con los socialistas, la Federacién Obrera Ar: Sentina, aungue pronto las disidencias Hlevaron a éstos a formar una fede racién separada (Unidn Gremial de Trabajadores). Ast, durante varios aios los anarquistas controlaron la FOA sin inconvenientes. Si bien el ni- mero de cotizantes no parece haber sido demasiado significativo,* el peso del anarquismo se debié al control de algunos gremios clave como la Fede- 36 JUAN SURIANO racin Nacional de Obreos Prtasios, conductores de carrot miners foguistas o los obreros de las barracas del Mercado Central de Frutos. También euvieron peso entre los panaderos, metaligicos, obreros de la construccién y trabajadores navales (carpinteros de ribera, caldereros, ca- lafateros). De esta forma los anarquistas se hallaron en condiciones de pre- sionar sobre el niicleo de la economia agroexportadora, pues la paraliza- ci6n del transporte terrestre, o una parte de él, y de la actividad portuaria wodian llegar a perturbar un elemento vital de la economia argentina como Era el ajo exportador de carnesy cereals, A partir de mayo de 1902 una serie de contflictos en estos gremios desembocé, en noviembre de ese aio, cn la primera huelga general de nuestea historia. La magnitud de los acon~ tecimientos llevé al gobiériio a tiria fuerte réprésién que fue particularmen- te dura con los anarquistas, lideres visibles del confficto. La aplicacién del estado de sitio y la sancién de la Ley de Residencia le permitieron al go- bierno silenciar a la prensa contestataria y encarcelar y expulsar a los ex- tranjeros sospechosos de actividades subversivas.* A lo largo de la década se sucedieron innumerables conflictos entre los que pueden destacerse sicte huelgas generales todas impulsadas por los anarquistas, el mencionado conflicto de inquilinos de 1907, algunas huel- gas parciales que adquirieron relativa importancia (tranviarios en 1902, obreros del puerto en 1904 y 1905, maquinistas y foguistas navales en los rmismos afios, conductores de carros en 1903 y 1906, las movilizaciones del primero de mayo, particularmente virulentas en 1904, 1905 y 1909, y la manifestaci6n en defensa de los presos sociales en 1910. Los motivos de los diversos conflictos tenian que ver con reivindicaciones de tipo econ6- mico (aumentos salariales), mejoras laborales (condiciones de trabajo, jor- nada de ocho horas, descanso semanal), derechos sindicales (recono miento del derecho de agremiacién, readmisién laboral) y la solidaridad inherente al mundo del trabajo. Los anarquistas habian logrado movilizar un importante sector de los trabajadores portefios: portuarios, conductores de carros, cocheros, mari- neros, foguistas, mecdnicos, pintores, albaiiles, yeseros, panaderos, peo- nes. Sin embargo el mensaje libertario intentaba trascender las meras con- quistas reivindicativas para ubicarse en el plano de las transformaciones cualitativas de la sociedad. La lucha gremial era s6lo un primer paso, “despertar las conciencias dormidas” de los trabajadores era su objetivo ¢ implicaba comprometerlos en un proyecto de sociedad diferente para el ceual volearon sus yyores esfuerzos LA ORGANIZACION Y LA DIFUSION DE LAS IDEAS LIBERTARIAS 37, 2. LA PROPAGANDA, UNA HERRAMIENTA RELEVANTE: GRUPOS, CIRCULOS Y CENTROS DE ESTUDIO Para los grupos anarquistas, la difusién de las ideas era un arma funda- mental y constitufan la funcién esencial de esa praxis la agitacién y la pro- paganda a través de una variada gama de actividades, canalizadas institu- cionalmente mediante los grupos o los centros culturales, la prensa y la propuesta pedagégica racional. Mientras esta dima instauia consistfa en un proyecto a largo plazo destinado a generar un individuo diferente, des- pojado y liberado de las “trabas” y los “prejuicios” impuestos por la edu- caci6n religiosa y patridtica, desde la accién de los efrculos, los grupos y la prensa, se canalizaba e instrumentaba el micleo de la difusién y de la pro- paganda anarquista.? Al comenzar el siglo la propaganda politica ¢ ideol6gica tenia cierto de- sarrollo en la sociedad argentina, especialmente en las areas utbanas vin- ‘culadas directamente a la economia agroexportadora. Ello fue asi en tanto se habjan acumulado una serie de condiciones como el acentuado proceso de urbanizacién, el ininterrumpide avance de las tecnologfas de comunica~ ciGn mediante las cuales la prensa habia dejado de ser un medio restringi- do y reservado a las elites para difundirse y ser patrimonio también de sec- ores més amplios y, por tiltimo, debido al surgimiento y el desarrollo de asociaciones, partidos y grupos de izquierda como el anarquismo, el sindi- calismo 0 el socialismo, que buscaban captar e influenciar a los sectores populares a través de la emisin y la difusin de mensajes ideoldgicos con- cretos. El anarquismo pertenece al tronco politico radical que, desde la Revo- luci6n Francesa, asignaria importancia a la ideologia como premisa y jus- 'ificaciGn de su accién.® Sin embargo, poseia profundas diferencias con las corrientes socialistas y marxistas pues se oponian a la centralizacién partidaria y la homogeneizaci6n doctrinaria. Desde sus concepciones es- pontaneistas ¢ individualistas debian organizar la propaganda, tratando de conciliar dos principios cuasi antagénicos como eran la creacién de instrumentos asociativos eficaces politicamente y, a la vez, el respeto por |a libertad individual de los asociados. El anarquismo parecia tener algo del “caracter artesano” que Lenin adjudicaba a los socialdemécratas ru sos de las décadas de 1880 y 1890. Por “caracter artesano” entendia la falta de homogencidad te6rica, la dispersion practica y la inexistencia de une unidad programatica. Lenin asignaba especial importancia a este te- ma y despreciaba profundamente la anarquia organizativas por eso impul- saria un modelo de organizacién que, de una manera u otra, adoptarian diversas tendencias de orientacién marxista. Esta concepcién interpretaba | propaganda socialdemocréta como la accién coordinada, organizada y lunificada en el seno de un partido politico, conducido de arriba abajo por 38 JUAN SURIANO tuna direccién. A la vez, debia contar con un periddico, la voz del partido, de aparici6n regular para “dar a cada militante de la causa revolucionaria la conciencia de estar marchando en fila y columna (en italicas en el ori- ginal)”. Los anacquistas se oponian terminantemente a una concepcién de esta naturaleza por considerarla autoritaria y restrictiva de la libertad y la autonomia individual de las personas:|Encararon la propaganda doc- trinaria con la desventaja que suponia editar periédicos y organizar gru- pos, sindicatos ¢ individuos con nociones fuertemente individualistas y transitando un camino en el que, en ocasiones, se superponian los esfuer- 208, se enfrentaban concepciones tacticas diferentes y hasta posturas doc- trinarias encontradas. Pero, mas alla de las disonancias internas, el movimiento anarquista en su conjunto compartié las ideas de transformacién de la sociedad y de los individuos a través de una activa propaganda, intentando infiltcar un siste- ma de creencias y un concepto del mundo y de la vida profundamente arraigado en el sentido comin de los hombres. La propaganda libertaria pretendia ser integral: no sélo trataba de convencer a los trabajadores ex- plotados sinu también a sus esposas e hijos. En este sentido el anarquismo local, de la misma manera que sus camaradas espatioles ¢ italianos, tenia como enemigo superlativo a la Iglesia Catélica, Y aunque la retérica liber- taria antirreligiosa estaba impregnada de una aparente superficialidad abo- nada por un fuerte sesgo voluntarista, algunos activistas habian percibido el profundo poder de convencimiento y el valor propagandistico de la reli gidn: “La Iglesia Catélica -sostenia Julio Molina y Vedia~ ha desplegado tuna habilidad insuperable en la eleccién y manejo de todos los medios de sugestion y moldeamiento del hombre [...], tiene la casta sacerdotal un tacto de primer orden”! Esta percepcién no sélo descubsia el valot idcokégico de la propaganda religiosa, también establecia la dificultad para superar esta barrera. Maxi- me cuando el voluntarismo imperante entre los activistas los llevaba, en ocasiones, a subestimar las influencias de la Iglesia. Pero, para los anar- quistas, era més grave atin que ese sentido comiin atravesado por la i fluencia religiosa se manifestara en el propio seno de las familias de los mi- litantes libertarios, ya que en su seno existen los contrastes més burdos, mas inconcebibles. Mientras el ppadre y el hijo tienen en la cabecera de sus camas colgados los retratos de sus socidlogns favoritos [..] la made y la hiia tienen sobre las suyas ls efigies de fa virgen y de los santos y no leen otra cosa que el estipido libro de oraciones [u-} aquellos van a los centros de estudio, éstas acceden a las iglesias [..] ¥ cuando nacen nuevos hijos y el padre, el hombre de ideas avanzadas, el revolu- cionario y anarquista, enemigo de las farsas religiosas, tolera todo esto y hace la vista gorda de la manera mas indigna, LA ORGANIZACION Y LA DIFUSION DE LAS IDEAS LIBERTARIAS 39 Vemos que era dificil para el anarquismo hacer llegar sus mensajes al conjunto de los trabajadores. Si bien es cierto que la accién practica cen- traba su atencién generalmente en los obreros activos y la propaganda se cefectuaba preferentemente en los espacios donde éstos se concentraban, el mensaje libertario por naturaleza se dirigia al individuo como tal, sin con- notaciones de clase o de género y era de cardcter universalista y consecuen- smente, al menos en teoria, debia integrar a todos los individuos -hombres ‘o mujeres, trabajadores manuales o intelectuales~ en la senda de la revolu- cidn y la transformacién de la sociedad. En los primeros capitulos se analizaré un primer aspecto de la propa- ganda anarquista y serd el vinculado a su organizacién desde la produc- cidn ideol6gica, politica y cultural de los grupos, circulos culturales 0 cen- tros de estudios sociales, sinénimos todos referidos a los niicleos desde donde se irradiaba practicamente toda la actividad libertaria. Sin duda los cicculos en su conjunto se constituyeron en la institucién mas parecida al paetido revolucionario del marxismo y también la forma de organizacién mis potable y adecuada ala concepci6n fuertementeespontanestasusten- tada por el anarquismo. (El-circulg era un dmbito de educacién y adoctrinamiento integral que al- canzaba no sélo al trabajador sino también a su familia, Hegando adonde no lo podia hacer la sociedad de resistencia, cuya actividad esencialmente reivindicativa estaba destinada a los obreros y se citcunscribia al ambito la- boral. La orientacién de los gremios se hallaba, en cierta medida y de ma- nera informal, subordinada a las orientaciones emanadas desde el circulo 0 la prensa, Se trataba, ademés, de un espacio especifico de formacién de ac- tivistas y, a la vez, concientizador y adoctrinador de los sectores populares vinculado directamente a la esfera piblica asociativa de los trabajadores y previo a la canfignracian de las sociedades. de resistencia 0 sindicatos Cuando éstas aparecieron cumpliendo un rol fuertemente reivindicativo en cl plano econémico y sin la adscripcién a una tendencia politica particular, los geupos y los circulos anarquistas intentaron mantener una pureza doc trinaria no siempre facil de determinar. Desde alli trataron, con mayor 0 menor suerte, de influenciar a los sindicatos, hasta que en 1905 impusieron un relativo, aunque fugaz, predominio politico e ideolégico en el seno de la Federacién Obrera Regional Argentina. A partir de aqui y hasta el Centena: rio los centros siguieron ereciendo pero muchas veces, y en forma paralela, las sociedades de resistencia cumplian funciones similares. Ante todo, el eirculo 0 grupo era un ambito asociativo formal y delimi- tado por un espacio concreto. Sus integrantes y participantes satisfacian las necesidades de vida social lejos de influencias consideradas perniciosas por las ideologias de izquierda como el café, los baces y otros lugares pi bilicos, aunque durante los afios formativos, en torno a los 90, estos ilti- 'mos lugares sirvieron de espacios de encuentro y de difusién de las ideas, y 40 JUAN SURIANO fueron usados asiduamente por los activistas libertarios. En el seno del culo debian brindarse, al menos en teoria, todos aquellos elementos de bie~ nestar para los trabajadores, desde una buena estancia en el lugar hasta las condiciones minimas de educacion a través de cursos, bibliotecas y confe- rencias. En estas aspiraciones (a la sociabilidad, el bienestar y Ja cultura) se percibe un componente ut6pico en tanto se intentaba a través del circulo construir un espacio distinto, casi un mundo ideal, aislado de la perversion del mundo real, una fuga hacia adelante: “En la comuna anarquista ~sostenia Pierre Quiroule- el hombre huiré de las tinieblas, se apartara de los sitios malsanos”.!? El circulo anarquista era un lugar de sociabilidad politica, social y cul- tural cuyo origen parece remontarse a los clubes y sociedades populares y fraternales originados durante la Revolucién Francesa, también utilizados por la masoneria. Estos espacios de sociabilidad politica se constituyeron en asociaciones formales de la burguesia, aunque més tarde fueron toma- dos como ambitos propios de asociacién politica por los obreros. De he- cho, la conformacién de este tipo de agrupamiento formal constituyé una eoncrecién prictica de la reivindicacién del derecho a la libre asociacién de los trabajadores.'4 En nuestro pais, la vida asociativa de los trabajado- res comenz6 en un periodo temprano, especialmente en forma de mutualis- mo y en agrupamientos marcadamente étnicos.! Al poco tiempo, y paca~ lelamente a los primeros intentos de constitucién de las sociedades de resistencia, se conformaron los primeros grupos y circulos libertarios que nnucleaban intelectuales y trabajadores con el claro propésito politico € ideol6gico de liberar a los Gltimos de la “opresién” de la sociedad burgue- sa. La historia del funcionamiento de estos grupos transita por variables politicas, ideolégicas y culturales que constituyen una vertiente poco cono- cida de la lucha de clases y escasamente abordada por una historia obrera excesivamente preocupada por los aspectos organizativos e institucionales del movimiento obrero. Los circulos anarquistas comenzaron su actividad como pequefios nu- cleamientos con claros fines ideol6gicos editando folletos y periddicos. Si bien al comienzo eran nticleos cerrados y pocos comunicados entre si, des- de mediados de la década de 1890 evolucionaron hacia la lucha politica clara y abierta, ineorporando la conferencia a sus actividades para buscar ampliar el marco de adherentes y simpatizantes. Cuando comprendieron {que no alcanzaba con la oferta fija de conferencias en uno 0 dos puntos de la capital, salicron cn giras propagandisticas hacia distintos lugares del pais, buscando la creacién de circulos en aquellas ciudades y pueblos del interior que visitaban. Finalmente, al filo del siglo, los grupos se convirtie- ron en centros politicos y culturales con una propuesta integral, que abar- caba desde la clasica edicién de folletos y periddicos o el dictado de confe- rencias, cursos doctrinarios y formacién de grupos de estudio hasta las LA ORGANIZACION Y LA DIFUSION DE LAS IDEAS LIBERTARIAS 41 actividades recreativas, que inclufan actos de declamacién, representacio- nes teatrales o filodraméticas, el canto revolucionario compuesto por him- sos, verbenas y milongas las fiestas eampestresy fnalmente el baile o la fiesta libertaria.18 Para ese entonces el proyecto libertario era integral ya que abarcaba todos los aspectos de la vida sociale intentaba pasate como un modelo cultural alternativo, pues ademés de su propuesta pol ca e ideoldgica ofrecia, en el mismo sentido, una oferta cultural que pro- ponia modelos alternativos de teatro, diversin, vida familiar, salud, vida cotidiana 0, mejor, intentaban reproduce formas y normas de sociabitidad consideradas por ellos diferentes a las habituales. El cizculo era, entonces, un ambito libertario de procesamiento de la cultura trabajadora a partic del intercambio de las experiencias individuales que se tansformaban en colectivas y perfilaban una identidad comin, Fl tema a desarrollar y analizar en este capitulo y en los dos siguientes me parece de fundamental importancia para comprender las précticas anarquistas y el sentido atribuido a éstas por los militantes acratas. Esto supone en primer lugar identificar los ciculs y relatar su conformacién y 3. LA IMPORTANCIA DE TENER UN NOMBRE La fragmentariedad de las fuentes disponibles ha impedido una re- construeccién satisfactoria del mapa tejido por los grupos, los centros y los circulos anarquistas. Sin embargo, con los datos parciales disponibles se descubren tendencias ideol6gicas, se perciben rasgos de sociabilidad poli- {cay cultural, se pueden entrever concretamente las formas en que se ela~ n los mensajes dirigidos a los sectores populares y las ticticas usadas por el anarquismo para crear focos de resistencia y una sociabilidad politica y cultural alternativa. Y aunque los datos sean incompletos, no impiden, en principio, una mirada pausada sobre el universo simbélico libertario tal como se despren- de de los nombres asignados a cada grupo o circulo. La designacién de un nombre era la carta de presentaci6n en sociedad y no se trataba de un he- cho irrelevante; por el contrario, implicaba un acto iniciatico destinado ‘anto a ratificar ese universo simbélico cuanto a dotar de una identidad definida y determinada a los trabajadores portefios para enfrentar la ope raci6n disciplinadora, educadora y moralizadora de diversas y variadas 'nstituciones estatales y civiles. Los nombres de los circulos hacen emerger de la oscuridad rasgos con- Sretos del universo simbélico libertario que remiten concretamente a su cesmovision de la sociedad. En la némina aparecen sus certezas y sus reencias asi como sus valores y sus convicciones sobre la esperanza de un a2 JUAN SURIANO smbio radical en el mundo y también su rechazo a la sociedad del presen- te tal como estaba estructurada. Esos nombres representaban un simbolo importante -tal vez tanto como las banderas y las pancartas en una mani- festacién callejera~ y otorgaban a estas instituciones una visibilidad con- ereta que contribuia a dotarlas de una identidad precisa. Identificacién ne- cesaria en el seno de una sociedad cosmopolita, enmaraiiada y compleja, en la que debian enfrentarse y competir con las influencias de una multi- tud de mensajes emitidos desde las diferentes instituciones circulantes (fue- ran éstas estatales, eclesidsticas, étnicas o nativistas) que se espaccian sobre el mundo del trabajo porteio tratando de operar sobre Ia identidad."” Asi, ciertos nombres de los circulos libertarios remiten a la identifica- ci6n con el mundo de los trabajadores y a la pertenencia y la adhesin li- bertaria al proletariado: El Grito del obrero; I! proletario; Esclavos del mostrador 0 Amigos del trabajador. En otros casos, esta pertenencia de clase se diluye un tanto hacia una identificacién més genérica en el conjun- to de los explotados: Hijos del pueblo; Los desheredados; Los atorrantes Los hambrientos; El colmo de la miseria; Los Vagabundos; Dolor Univer- sal. Estas tilimas menciones remiten a una impronta populista del anar- quismo en donde se diluyen las diferencias de clase, para referirse a los “oprimidos en términos universales. No en vano su institucién por excelen- cia se denomind La Casa del Pueblo. En numerosas ocasiones los grupos se identificaban directamente con la doctrina como por ejemplo Los dcratas o Los libertarios; 0 podia combi- nanarse generalmente con la pertenencia geografica, otorgandoles de esta manera una identificacién barrial precisa: Libertarios de los corrales, Los s de Barracas 0 Los libertarios de Almagro; aunque a veces s6lo la referencia geogrdfica como el Grupo Plaza Mazzint 0 el Centro de instruccién de Floresta. Por su parte, el rechazo de la sociedad capitalis: ta y la subversion de sus valores ocupaba un lugar privilegiado en el ginario simbélico del anarquismo local a través de apelaciones a los méto- dos de lucha, més o menos violentos, més o menos individuales. Algunos centros se denominaban La lucha, La expropiacién, Voledn social, Agita- dor, La expropiacién es necesaria, El rebelde, La protesta, La conquista del pan, La conquista del ideal, Nuevos rebeldes, La porfia 0 rebeldia. To das estas denominaciones hacen referencia al combate y a la resistencia a la sociedad capitalista y son, tal vez, las mas numerosas. A veces denota- ban una mayor radicalizacién y la adhesién a métodos inclinados en ciee- ta forma al individualismo y la violencia: La revancha, La Venganca, Bomba Pallds, Los malhechores honrados, Los dinamiteros, Bresci o Ew: los de Ravachol. Por otro lado, eran frecuentemente utilizadas ciertas representaciones. simbélicas vinculadas a la claridad, el fuego 0 el sol como elementos repre- sentativos de la libertad y la liberacién, asi como guia de la revolucién y LA ORGANIZACION Y LA DIFUSION DE LAS IDEAS LIBERTARIAS 43 anuncio de un futuro venturoso y distinto: El Sol, La Aurora, Fulgor, Hi: jos del Sol, Aurora del porvenir 0 Sol de mayo. Todos estos nombres eran, a la vez, titulos de publicaciones y ocupaban un lugar central en la icono- grafia libertaria en tanto representaban simbolos reveladores de la verdad pregonada por el anarquismo. Una verdad sustentada en la fe y en la firme creencia, como herederos del positivismo que eran, en la ciencia y en él progreso derivada de ella, La|éienciajno sélo era un simbolo sino también tuna herramienta concreta para luchar y oponerse a los dogmas y prejui- cios religiosos. En este sentido, ciencia y raz6n se convertian en elementos iluminadores y reveladores que guiaban a la humanidad desde la ignoran- cia al conocimiento; desde la autoridad a la anarquia y desde Ia reaccién a la revolucién y la libertad. Asi, la ciencia contribuiria a construir una nue- va sociedad y los nombres de centros que remiten a este t6pico se multipli- can; Labor y ciencia, Luz y progreso, Iniciativa, Adelante, Nuevos rum- bos, Creacién, Aspirantes al ideal, Nueva era, 0 Evolucién. Por cierto, la fe y la creencia en la ciencia no era un atributo exclusive del anarquismo en tanto conformaba parte del paradigma dominante en la sociedad de la época. En este punto compartian significadas con las mis variadas gamas del pensamiento local, incluso los mismos hombres de Es: tado tan repudiados por los anarquistas manifestaban también su apego a las ideas de ciencia y progreso, y en nombre de ellas conducfan el proceso modernizador del pais: los dos extremos del arco politico local podian re- verenciar a Augusto Comte o Herbert Spencer," y esto venia a demostrar que ciertas ideas podian cruzar todas las tendencias del entramado ideol6- sico finisecular. Incluso el firme cientificismo libertario podia exagerar y estar plenamente convencido de que el hombre estaria sometido a las leyes cientificas, positivas y exactas, afirmacién que hoy seguramente no se ani: marian a sostener renienda en cuenta los usar que el poder ha hecho de la iencia durante el siglo XX. Pero cien aflos atris sostenian, como muchos, el sentido liberador de la ciencia y, dentro de ella, la sociologia seria la teoria cientifica y social encargada de contrarrestar los efectos negativos de |a politica del sistema capitalista. Sus conclusiones sostenfan la instaura- in de una nueva sociedad basada en las inducciones analiticas del posi vismo y la légica. Como la sociologia era una teoria y una herramienta de andlisis que brindaba los principios y los elementos para vivir mejor y en libertad, los anarquistas reprodujeron desde los primeros tiempos innume- rables Centros de estudios sociales, Circulos internacionales de estudios Sociales, Contros libertarios de estudios sociales, Bibliotocas dcratas, Con tros populares, Centros instructivos, Escuelas modernas que referian a la rofunda fe en la educacion y en el estudio como instrumentos transfor- madores del hombre. Y aqui entraban nuevamente en ese terreno, tan co- ‘miin en el Buenos Aires finisecular, de fe en la educacién compartida por tuna amplia variedad de corrientes filos6ficas y doctrinales y por la socie- 44 JUAN SURIANO dad en su conjunto. La educacién, la ciencia, el progreso eran conceptos cuasi universales y conformaban un paradigma dominante aceptado tam bién, claro que sin ineluir la educacién estatal, por los anarquistas. Coincidentes con los prineipios racionales aparecfan menciones vincu lantes a la naturaleza, esto es, a la creencia en el equilibrio natural de la sociedad asi como en la bondad natural de los seres humanos. Desde este punto de vista algunos nombres remiten a la armonia, la paz y la felicidad reinante en la utopica sociedad futura asi como la tendencia a la vida sana y natural teftida de vegetarianismo: Libertad y amor, Amor, Jovenes amantes, Salud y fuerza, Natura, Centro natura 0 Amor libre. Y estas ten- dencias remiten nuevamente a un porvenir en donde el hombre viviria sin sujeciones ni ataduras de tipo moral, religioso, politico o social: Ne Dio ne Padrone, La Emancipacién humana, Sin Dios ni Patria. Asi como tampo- co existirian los ejércitos; por eso algunos grupos ~Los desertores, Luz al soldado, El conseripto, El cuartel- tenian la clara y precisa finalidad de combatir el patriotismo y el militarismo. ‘También fue comin la referencia al estado de igualdad, fraternidad y ue imperaria luego de la revolucidn social anarquista, pues ésta como meta la liquidacién de la vieja sociedad y la construccion de tuna nueva edificada sobre valores totalmente diferentes: [gualdad y frater- nidad, Solidaridad, Giusticia, Los Libres, Libertad, Familia universal. Cla- ro que, repitiendo una imagen iconogeéfica muy transitada por el anarquis- ‘mo, esta nueva humanidad funcionaria sobre las ruinas del mundo capitalista: Destruir es crear, Destruir y edificar. Este era un lema funda- ‘mental del diseurso y la iconografia libertaria pues se suponia que la socie- dad futura s6lo podria construirse sobre las cuinas de las instituciones del capitalismo. Por eso la libertad proletaria o el trabajador revolucionario aparecen erguidos sobre los escombros de las ruinas de la sociedad burgue- sa. Esta nueva sociedad seria perfecta y su articulacién se basaria en una doctrina cuyos valores eran universales y adquirian, a los ojos libertarios, categoria de verdad absoluta: La verdad o zse dan cuenta?. Los encargados de ensefiar esta verdad y de preparar al pueblo trabajador para un mundo mejor eran obviamente ellos: Los caballeros del ideal"? y Los defensores de lias nuevas ideas, bajo el estandarte de los sacrificados en la larga lucha re- volucionaria: Los mértires de Chicago y Las heroinas del porvenir, y la guia de los grandes maestros: Carlo Caffiero, Discipulos de Zola, Eliseo Rechis, Ibsen, Alberto Ghiraldo, Florencio Sanchez, Emilio Zola, Francis- co Ferrer. Nombres que, ademas, demostraban las variadas canteras ideo- logicas y filos6ficas de donde recibian influencias. Una gran cantidad de grupos y circulos vinculados centralmente a la actividad reatral o filodramética proliferaron especialmente durante el se- ‘gundo lustro de la primera década del siglo: Arte moderno, Arte por la vi- da, Jévenes amantes del arte, Ibsen, Florencio Sanchez, Grupo Filodrama- ee EEE tico Alberto Ghiraldo, Arte y Solidaridad, Teatro moderno, Agrupacién dramatica moderna, Arte y labor, Glorias al arte. La generosa difusion de ‘estos grupos filodraméticos pone en evidencia la importancia atribuida al teatro como herramienta propagandistica. De manera que los nombres de los centros libertarios contribuyeron a dotar al movimiento anarquista de una identidad precisa con un sesgo simbolico emblematico en el que, ante todo, resaltaban ciertos valores se- culares de la modernidad como la igualdad, la libertad y la solidaridad. 4, LA APARICION, EL AUGE Y LA DECADENCIA DE LOS GRUPOS Y LOS CIRCULOS El primer grupo conocido es el Centro de propaganda obrera bakuni- nista, que funcion6 durante el iltimo lustro de la década de 1870. Estaba relacionado con una de las secciones de la Primera Internacional en el pais y su objetivo era polemizar con el marxismo. Poco se conoce sobre la tra- yectoria y la forma de asociacién de este grupo, asi como de la actividad de otros nucleamientos durante este periodo° Pero se sabe que la presen- «cia en Buenos Aires de los italianos Ettore Mattei y Enrique Malatesta du- rante los afios contribuy6 a la creacién de los primeros circulos: el Circulo comunista andrquico en 1884 y el Centro de Estudios Sociales en 1886. Estas instituciones daban a conocer y difundian el pensamiento y la filoso- fia libertavia, formaban militantes y polemizaban con los republicanos ita- lianos y con los socialistas?! La presencia de Malatesta ayud6 a construit un espacio de aglutinamiento y otorg6 cierta coherencia a los dispersos, simpatizantes libertarios, aunque relativamente limitado a la colonia italia- na. Sin embargo, si sus ideas serfan una fuente de consulta permanente pa- ra los activistas locales y trascenderia su estancia local, en el plano asocia- tivo y organizativo la influencia del pensador italiano duré el tiempo de su estadia y durante los afios siguientes a su partida nuevamente la dispersion y la fragmentacién habrian de caracterizar la actividad libertaria. Durante estos afios aparecieron esporédicamente algunos grupos, de los cuales el ms importante fue Los desheredados, conformado por inmi- grantes espafioles. Este centro daba habitualmente conferencias y desde 1890 fue el principal impulsor de la publicacién del importante periédico antiorganizador El Perseguido.? Pero fue recién a mediados de la década de 1890 cuando los centros comenzaron a difundirse acompatiando la consolidacion de las corrientes organizadoras y antiindividualistas. Cobra- ron vida cuando lograron estructurar una estrategia de accién colectiva destinada a desarrollar Ia aptitud contestataria de los trabajadores. Aun- que se hallaban escasamente coordinados entre si, todos los grupos, indivi- dualistas y organizadores, compactian la necesidad de entablar una accién 46 JUAN SURIANO- propagandistica con el objeto de enfrentar a quienes eran percibidos como ‘enemigos comunes: el Estado, la escuela piblica y la religién con su enor- me influencia en el seno del hogar obrero y, en otro plano de enemistad, a la misma actividad del socialismo. Hacia 1897 se detecta la actividad de seis grupos en la ciudad de Bue- nos Aires. Uno de ellos, Los deratas con sede en la barriada obrera de Ba- rracas, desarroll6 una prolifica actividad centrada en la edicidn de folletos de caracter revolucionario y en la creacién de una biblioteca de propagan- da anarquica. La atencién en este grupo se debe tanto por su prolitica actividad de edicién como por la claridad con que defini6 el rol central a desempeftar por los circulos en la estrategia anarquista. En un folleto pu- blicado ese mismo afio, y aparentemente elaborado por el grupo, se definia con precisiGn que la tarea primordial de los circulos consistia en instruir a los trabajadores para que éstos pudieran superar “la miseria y la ignoran- cia, haciendo pedazos los sistemas y las creencias que sofocan nuestra exis- tencia”.** Demostrando una rapida adaptacién a la diversidad lingiiistica de los trabajadores afincados en el pais, el folleto fue editado en castellano ¥ en italiano, Asi, el cfrculo se convertia en un elemento esencial para la conversién del trabajador en “individuo revolucionario” y éste, a la vez, deberia demostrar una conducta ejemplar y militante en todos los érdenes de la vida cotidiana: “En los talleres, produciendo mas perjuicio que utili dads en 1a calle, en el paseo, en el café y en todas las relaciones sociales, demostraran seftales palpables de seres conscientes no teniendo respeto por ninguna de las columnas que sostienen la presente sociedad”. También de- ban causarse estorbos en las “procesiones, fiestas patrias y aniversarios”; asi como era obligacién del militante desempefar una conducta ejemplar en el Ambito privado “no casandose religiosamente ni civilmente, sino por la atraccién libre de los sexos” y educando a los hijos en consonancia con esta concepcién laica de la vida.2s De esta manera se inventaba y se perfilaba la figura del militante inte- gral, siempre dispuesto a efectuar cualquier tipo de actividad, comprome- tido en todos los niveles de la vida, anteponiendo la causa revolucionaria a otros aspectos de su vida privada. En una ciudad donde los nuevos sec- tores sociales se constituyeron aceleradamente, los anarquistas consteuian simulténeamente una imagen de individuo diferente, de “individuo revolu- cionario”, de hombre ejemplar apegado al combate, el sacrificio y el sufri- miento, imagen perdurable desde ese momento en toda la historia de la iz- quierda argentina que, segin Gutiérrez y Lobato, “se sintetizaba en la causa de los desposeidos, en la fortaleza para enfrentar las persecuciones policiales, en la claridad ideoldgica y de principios para no caer en las ten- taciones ofrecidas por la burguesia”.2* Aunque la accién de los circulos era atin muy limitada, la propaganda anarquista comenzaba a tomar cuerpo, pues grupos como Los dcratas se LA ORGANIZACION Y LA DIFUSION DE LAS IDEAS LIBERTARIAS =—47 preocupaban més por difundir un mensaje de redencidn social de los tra- hajadores que por las estériles polémicas, aun cuando éstas nunca se aban- donarfan, hacia el interior del anarquismo portefio. El anarquismo local comenzaba a parecerse a un movimiento politico.” En este sentido la apa- ricién de La Protesta Humana en 1897 seria de gran importancia, debido 4 que el periddico se convirti6 en una especie de nexo entre los diversos grupos otorgando una relativa coherencia al accionar de los anarquistas, estimulando su creacién y su desarrollo, y publicando infinidad de noras sobre sus actividades. No sin cierto triunfalismo sostenia en Ia nota edito- rial de su tercer niimero: Nosotros, viendo con sumo gusto este nuevo cariz. que toma la propaganda, desde las columnas de La Protesta Humana, la estimulamos y en la seccion que tencabeza estas lineas daremos cuenta de las iniciativas y trabajos realizados por los grupos aside la capital como del interior.2* De esta forma, al convertirse en el nexo obligado de un sector impor- tante del aun disperso movimiento anarquista, el periddico buscaba un protagonismo en el seno del anarquismo, muchas veces cuestionado, que no abandonaria a lo largo de su existencia. De la misma forma y en el mis- imo aiio que La Protesta Humana, la aparicién de una publicacién de ca- racter te6rico-doctrinario como Ciencia Social apuntaba a reforzar la acti- vidad de los grupos que buscaban generar una alternativa organizativa para los sectores populares y pretendia no s6lo acabar con las luchas inter- nas sino también atacar los “dogmas”, “conservadurismos” y “apasiona- mientos sectarios”. Activistas, geupos y publicaciones comenzaban a entretejer en Buenos Aires una significativa trama destinada a brindar una alternativa social, politica y cultural a los trabajadores 0, al menos, a un sector de ellos. A es- ta trama se sumé en ese momento la Libreria Sociologica, propiedad del italiano Fortunato Serantoni, ubicada en Corrientes 2041. Durante cinco aiios fue un referente obligado para los anarquistas y era un verdadero fo- 0 de difusién de la causa libertaria; se convirti6 en la principal proveedo- ra de literatura anarquista, tanto proveniente de Europa como editada en l pais, contribuyé a la edicién y difusién de una gran cantidad de public iones, difundié la actividad de los circulos y sirvié como punto de refe- reneia a gean parte del movimiento libertario argentino. Incluso, cuando los grupos estaban en proceso de formacién y no tenfan locales donde reu- nirse, utilizaban la libreria, y lo mismo ocurria cuando alin grupo se que- daba sin espacio fisico.2? Entre 1898 y fines de 1902, momento en que se sancion6 la ley de Re- sidencia y se aplicé el estado de sitio, se produjo en forma simulténea al desarrollo del conflicto social un importante crecimiento y auge de las ac- tividades de los grupos y cieculos. Prueba de ello es tanto el eufrico y par- 48 JUAN SURIANO cial comentario de un cronista libertario: “Desde hace algtin tiempo notase tuna febril actividad en el campo de la propaganda”,® como la existencia cen la ciudad de Buenos Aires de veintid6s circulos en 1902 (cuadro 1, pag. 50). Durante estos afios el anarquismo crecié no sélo en el mimero de sus adherentes, sino también incorporando una buena cantidad de renombra- dos activistas como Pascual Guaglianone y Eduardo Gilimén, provenientes del socialismo, Arturo Montesano, Félix Basterra 0 Alberto Ghiraldo quien habia militado en el radicalismo. Todos tuvieron una destacada ac- tuacién como organizadores, conferencistas y redactores de diversas publi- caciones. El anarquismo dejaba en claro que ahora su meta era conquistar a los obreros para su causa y abandonar la actitud endogémica que lo ha- bia caracterizado. En este sentido, los objetivos del Circulo Internacional de Estudios Sociales eesumen bien el caracter de los centros durante estos afios: 1) Preparar al proletariado para la emancipacién y la solidaridad moral e intelectual y para la lucha social; 2) propagar entre el profetariado los principios emanados de la ciencia econémica moderna; 3) propender a la fundacién de una biblioteca, salén de conferencias, escuela libertaria pa- ra nifos, facilitando la instrucci6n de los teabaiadores y sus hijos: 4) ofre cerse a las sociedades obreras para toda clase de actos de propaganda so- ciolégica y societaria; 5) celebracin periédica de sesiones de propaganda y de controversia a fin de estudiar con fundamento de causa los males so~ ” De esta critica se desprende con claridad el otro gran problema del anarquismo referido a la reiterada incapacidad organizativa, a la impo- sibilidad de mantener conductas orgénicas debido a la fuerte esencia indi- Vidualista y espontaneista prevaleciente en buena parte de sus militantes. Alli donde pudieron mantener cierta constancia y regularidad en las activi- dades, el éxito corond los esfuerzos de los organizadores. Quizas el mejor cjempio en este sentido haya sido la Casa del Pueblo de Rosario en la cual confluia la labor de diez grupos. El balance de actividades realizadas en el aiio 1900 es elocuente: en principio contaban con casa propia donde se instalé una bolsa de trabajo que logré emplear a 446 personas y una bi- blioteca con 380 voliimenes de ciencia, artes, sociologia y literatura (250 50 JUAN SURIANO Cuadro 1 CENTROS LIBERTARIOS EN LA CIUDAD DE BUENOS AIRES, 1897-1910" Ato. Numero de eeulos 1897 6 1298 8 1809 7 1900 7 1901 2 1902 2 1903 7 1908 st 1905 2 1906 7 1907 0 1908 38 1909 37 1910 22 * El euadco ha sido elaborado sobre la base de datos extraidos de La Protesta Humana, La Protests, El Rebelde y L'Avvenire. en castellano, 90 en italiano y 30 en francés); poseian también una orques- ta y un grupo filodramatico (Ibsen) estables, este iltimo puso en escena 30 obras de teatro (9 de ellas fueron traducidas en la Casa); se efectuaron 28 veladas de diversa indole y 64 conferencias: se recitaron y cantaron 52 composiciones libertarias; se prest6 el local 22 veces a asociaciones obre- ras; se repartieron gratis 2.310 folletos y por suseripcién voluntaria 5.510 periédicos; se vendieron a precio de costo 2.670 libros y folletos. Por iti mo, en la Casa se aloj6 a 56 “compaiteros” carenciados y se reunieron $ 605 para distintas causas.3* Finalmente entre abril y mayo de 1902 los anarquistas portefios encon- traron el lugar adecuado para hacer funcionar la Casa del Pueblo. Se tra- taba del antiguo Skating Ring ubicado en la calle Charcas 1009-1049, am- plio sal6n propiedad de un ingeniero llamado Peduzzi aparentemente simpatizante de las ideas Acratas? Como en la primera experiencia, Ia nueva Casa dio cabida a diversos servicios destinados a los trabajadores: locales de reunién, habitaciones para albergar a los militantes carenciados, peluqueria, consultorio médico, una bolsa del trabajo y un proyecto de universidad popular. Mientras se reunia el dinero y se acondicionaba el antiguo galpén comenz6 a desplegarse una intensa actividad desde el co- a eK ——— EE —E—EE—EEEeEEeereeel ienzo, pero pronto el movimiento anarquista se dividi6 en torno a la ex periencia y los sectores mas significativos (El Rebelde, La Protesta Huma- hua y la Federacion Obrera) retiraron el apoyo a la Casa del Pueblo acusan: tho a Peduzzi de malversar y apropiarse de los fondos pertenecientes a la Casa del Pueblo. Por eso el sector disidente publicé una circular anuncian- do que era “totalmente imposible la realizacion de la Casa del Pueblo en el jocal del Skating Ring” y advirtiendo a sus camaradas de “abstenerse de 1 dinero para ese fin”.*? La experiencia termin6 en un absoluto fracaso. Mas alla de Ia iniciativa de la Casa def Pueblo, al despuntar el siglo la presencia de los circulos anarquistas comenz6 a hacerse habitual en la ciu- dad de Buenos Aires.*" En 1902 funcionaban al menos veintidés centros diseminados en distintos barrios de la capital, preferentemente en zonas de concentracién obrera donde también se hallaban ubicados los locales gre- miales asi como los centros socialistas. La mayor cantidad se encontraba cen el Centro, Barracas, La Boca y San Telmo. También se detecta su pre sencia en Almagro, Once, San Cristobal, Parque Patricios y Villa Crespo. Desarrollaron una intensa aunque irregular actividad, mientras la vida de algunos centros era excepcionalmente breve como parece ser el caso de Tierra y Libertad, Martires de Chicago, La Luz 0 Alba Libertaria; otros como La Antorcha y El Sol funcionaban dos, tres 0 cuatro meses realizan- do una febril labor para desaparecer sin dejar demasiados rasttos mientras sus militantes se reagrupaban y encaraban la formacién de nuevos grupos © se sumaban a los ya existentes. En cambio, un conjunto de circulos no sélo tuvieron una vida mas prolongada de lo habitual sino también se des tacaron por la amplitud y variedad de su oferta propagandistica: conferen- cias, reuniones, veladas, fiestas e innumerables actividades solidarias desti- nadas al mantenimiento de periédicos, escuelas y bibliotecas. Entre ellos sobresalieron el Centro Popular de Ensenanza de La Boca que durante los aiios 1902 y 1903 organiz6 dos conferencias semanales con una excelente respuesta del puiblico,* Germinal y, especialmente, Los Caballeros del Ideal y Los Defensores de Nuevas Ideas, dos raros casos de continuidad y regularidad en la propaganda libertaria. el tltimo desarrollé actividades entre 1901 y 1906 y Los Caballeros... desde 1901 a 1907. Paralelamente al crecimiento urbano que trajo aparejado un incipiente desarrollo industrial y la expansién de algunos gremios de servicios, los centros libertarios se multiplicaron en las grandes ciudades como Buenos Aires y Rosario pero también en centros urbanos de menor envergadura, Al margen de Buenos Aires, hubo, al menos, tres centros urbanos desde los cuales se expandieron las actividades de los grupos anarquistas: Santa Fe, que en 1902 tenia més de seis centros en funcionamiento e irradiaba su propaganda hacia Rafaela, Cafada de Gomez, San Justo, Parand, Colasti- 1né y Esperanza, ciudades todas en las que se ha detectado la existencia de grupos anarquistas. La Plata también cuvo una relativa importancia al - Pen ae igual que sus vecinas localidades de Berisso, Ensenada y Tolosa. Pero fue Rosario, sin dudas, la ciudad con mayor influencia libertaria después de Buenos Aires, y ya en la década de 1890 contaba con la existencia de v rios circulos, entre ellos el mitico Ciencia y Progreso en donde desempeiié una destacadisima actuacién el médico Emilio Arana, que durante una dé- cada desarrollé una prolifica actividad dictando conferencias y editando folletos o periddicos como La Nueva Humanidad.4® Durante la primera década del siglo en Rosario funcionaron, a veces, no menos de diez. grupos por afio Por su parte, es interesante seitalar la presencia de citculos en ciudades portuarias como Ingeniero White o Bahia Blanca o en centros urbanos di- rectamente vinculadas al agro pampeano: Bolivar, Chascomiis, Juarez, Jon, Chacabuco, Pergamino, Chivileoy, 9 de Julio, Junin, Tandil, Salto y Coronel Vidal, asi como también las ciudades del corredor fluvial del Pa- rana: Campana, San Nicolas, Zarate, Baradero y San Pedro. Los grupos tuvieron también un inicio de expansién en las nuevas poblaciones de! Gran Buenos Aires como San Martin, Victoria, San Fernando, Quilmes, Lantis, Adrogué, Avellaneda, Banfield y Lomas de Zamora.** Al finalizar 1902, en Buenos Aires se percibe una brusca detencién de su crecimiento debido a la dura represiin desatada por el gobierno del Ge- neral Julio Roca por las grandes huelgas en las que el anarquismo desem- pefié un papel central. El estado de sitio, la expulsién de prominentes acti- vistas y difusores del movimiento libertario por la aplicacion de la Ley de Residencia, la prisién, el cierre de periédicos 0 sencillamente la presién po- licial fueron elementos que paralizaron de manera momentanea la activi- dad del anarquismo y, particularmente, de los centros. {Los circulos eran cextremadamente vulnerables en momentos de convulsién politica y social, pues la aplicacion y vigencia del estado de sitio los quitaba de circulacion no slo por la represi6n sino porque se cortaba el circuito mediante el cual se financiaban-Por eso, Ia gran mayoria desaparecié de la escena y unos pocos sobrevivieron a duras penas pero funcionando casi clandestinamente y reapareciendo algunos meses después, la mayor de las veces en otros lo- cales y con menos militantes. Los efectos de la represién duraron unos pocos meses y hacia mediados de 1903 la actividad politica y geemial volvia a aleanzar densidad. El anar- quismo, a pesar de los golpes recibidos, parecia salir fortalecido y ganaba prestigio entre los trabajadores debido a la combatividad y la decision de- mostrada durante las grandes huelgas. Por otro lado, y debido paraddjic mente a su extremada inorganicidad, los activistas anarquistas, ahora mas numerosos por ef reclutamiento efectuado en el movimiento obrero, se agrupaban con extremada facilidad, y en 1904 llegaron a conformar mas de 50 circulos en la ciudad de Buenos Aires, una cifra que no volvié a re- petirse. Este crecimiento implicé también una extensién de la influencia eee eeeeEeEeEeEeEeEeEEeEeeEeee geogrifica y, al margen de la expansidn en el gran Buenos Aires ya seftala- {fa el anarquismo se mostr6 activo y abrié circulos en Palermo, Villa Ur- {quiza y atin en el entonces alejado barrio de Belgrano. El movimiento libertario estaba alcanzando su momento de mayor portancia y los circulos desplegaban una actividad inusitada, algunos més {que otros. Luz y Vida, por ejemplo, ubicado en la calle Montevideo entre Charcas y Santa Fe, organiz6 varias conferencias, publicé folletos y dedicé «un importante esfucrzo abriendo una suscripcién para instalar una escuela ten la sede del sindicato de marineros y foguistas de La Boca. Nueva Luz, de Villa Crespo, organiz6 més de una docena de exitosas conferencias en ‘cuatro meses. Casi todos los grupos abrian suscripciones en favor de los periddicos propios; muchos organizaban frecuentes giras de propaganda a las diversas ciudades del interior de la provincia de Buenos Aires y también a aquellas del litoral maritimo y fluvial. Otro grupo (Azul) edité durante un tiempo un semanario anarquista, El Surco, en donde colaboraban Bas- tecra, Guaglianone y otras plumas destacadas del movimiento anarquista.** Los Caballeros del ideal, de notable capacidad organizativa, fueron firmes sostenedores de La Protesta a través de la organizacién de decenas de ac tos, que también servian para recaudar fondos para las victimas de la re- presién del primero de mayo, para los tejedores de Valentin Alsina o para Jos obreros del puerto, asi como también para el comité antimilitarista. Si- multéneamente a la accién de los grupos con su amplia y variada oferta, funcionaban peluquerias obreras, escuelas, bibliotecas y librerfas liberta- rias, dos centros vegetarianos antialcohdlicos y naturistas como Natura y Lo Natural y cl restaurante vegetariano Pomona. Este ritmo ascendente de la actividad de los circulos, en rigor del movi- miento anarquista en su conjunto, sufrié un nuevo golpe durante el fallido intento revolucionario del radicalismo en febrero de 1905. La represion gu- bernamental no se detuvo en los participantes del alzamiento y se extendio de manera generalizada a todo el movimiento obrero y a sus expresiones politicas, tanto al socialismo como, especialmente, al anarquismo. Esta rnueva ola de detenciones, deportaciones, persecuciones y cierre de locales partidarios y periédicos repercutié obviamente sobre el funcionamiento de los cireulos. Debido a la vigencia del estado de sitio, las actividades polit cas y gremiales piblicas fueron suspendidas hasta fines de mayo de ese aiio, momento a partir del cual comenzé un nuevo renacimiento del fun- cionamiento de los citculos.%* De $1 centros existentes en 1904 s6lo 12 continuaron funcionando después de la represi6n a la rebelién radical, y durante ese afio se agregaron otros 13 nuevos centros sumando un total de 25 para cl afio 1905, La cifra aumenté a 40 citculos en 1907 para estabili- zarse ligeramente por debajo de ese niimero en 1908 y 1909, hasta llegar al descenso de 1910, afio signado por la vigencia del estado de sitio desde el mes de abril, y la debacle posterior al centenario (véase cuadro 1).7 a4 JUAN SURIANO- Los afios transcurridos entre 1904 y 1910 marcaron no s6lo el apogeo de los circulos sino también de! movimiento anarquista en su conjunto. Es- te apogeo se debia al fuerte ascendiente logrado por el anarquismo en el movimiento obrero a través de la FORA, convertida en una poderosa re- clutadora de futuros activistas libertarios. Al margen de un contexto so- cioeconémico relativamente favorable, se arribé a esta situacién debido al decisivo papel cumplido por los grupos a la hora de impulsar la actividad gtemial y movilizar a los trabajadores, asi como también por la labor pro pagandistica de las revistas sociol6gicas y de los periédicos que durante es 105 afios alcanzaron picos de circulacidn no repetidos posteriormente.** Hay otras evidencias claras del peso del anarquismo en este periodo: las imponentes manifestaciones del primero de mayo; la constante presencia libertaria en todo tipo de actos callejeros y conflictos de diversa indole; asi como también por la evidente preocupacién de los grupos gobernantes an- te la influencia anarquista en el conflicto social, que podia llegar a trans- formar un simple inconveniente causado por el malestar obrero en una im- portante amenaza al orden piiblico debido al crecimiento dcrata. A criterio del gobierno, el malestar obrero debia resolverse con algunas leyes labora~ les, mientras la amenaza anarquista se erradicaria con leyes represivas. Es- ta idea esta en el espfritu de las leyes de Residencia de 1902 y de Defensa Social sancionada en 1910. “No se trata de dictar una ley contra las huel- gas -sostenia el senador Pérez durante la discusion del proyecto de Cané en 1902-, se trata de prevenir los abusos, de prevenir hechos criminales que se producen a la sombra de las huelgas, se trata de salvar a la sociedad de esos estallidos anarquistas [...]", la ley debia eliminar a “los agitadores que explotan la buena fe de los gremios trabajadores”.* Mientras el anar- quismo se proclamé como enemigo irreconciliable del Estado, desde una Perspectiva meramente ret6rica no se le prest6 demasiada atencién. Sin ‘embargo, aun cuando el comunismo andrquico local no era clasista, de he- cho la practica anarquista incentivé la lucha de clases al impulsar el en- frentamiento entre capital y trabajo como dos elementos sin posibilidad de conciliacién. En el momento en que alcanzé6 cierto peso en el mundo del trabajo, los gobernantes comenzaron a considerar el anarquismo como un enemigo relativamente peligroso. En este contexto de conflicto social y emergencia incipiente pero visible de la clase trabajadora portetia, se inscribe la actividad de los circulos que, apenas levantado el estado de sitio a fines de mayo de 1905, volvieron a reconstituirse. Con las mismas caracteristicas de entusiasmo y voluntarise mo muchos circulos, tal vez la mayoria, tenian una vida efimera mientras algunos como Juventud Moderna, el Centro de Estudios Sociales Amor, Arte y Libertad, el veterano Caballeros del Ideal o Arte y Vida, Luz al Sol dado (grupo especificamente antimilitarista), los Centros de Estudios So- ciales de Villa Crespo y Belgrano o el centro 1° de Mayo para nombrar s6- LA ORGANIZACION Y LA DIFUSION DE LAS IDEAS LIBERTARIAS — 5S. Jo a los mas destacados que desarrollaron una febril actividad de organiza- ‘jan de reuniones, veladas culturales, conferencias, apertura de bibliotecas + escuelas asi como una notable cantidad de actos de solidaridad: suscrip- Ciones para las familias de varios camaradas fallecidos; para ayudar a las Victimas de las inundaciones de Santa Fe de 1906; a los deportados y pre- tos: a La Protesta (incluso para la compra de una nueva rotativa)s a las victimas de la represién del acto del primero de mayo de 1905 y de 1909; 1 la Escuela Moderna; a los inquilinos en huelga durante el largo contlicto de 19075 a la revista Tierra y Libertad de Espaiia para nombrar s6lo a los dle mayor repercusi6n. Algunos centros tenfan una pertenencia especifica como el Centro Anarguista Femenino (1907-1908) de destacada participa- ion durante la huelga de inquilinos; otros como Amor al Trabajo (1906), Burevestnik (1908) y Amigo del Trabajador (1907-1909) representaban a los anarquistas rusos en la Argentina.S° Una caracteristica destacada de es- {os afios fue la variada y amplia oferta de los orfeones musicales y los cua- dros filodraméticos propios que se habfan multiplicado, ofreciendo sus servicios para las diversas veladas organizadas por los grupos anarquistas yy por las asociaciones obreras.*! ‘A pesar de transitar el momento de mayor peso ¢ influencia entre los trabajadores locales, los activistas anarquistas més licidos percibieron los evidentes problemas organizativos que se manifestaban en la falta de acu- rmulacidn y en la tendencia hacia la fugacidad y la dispersion de la accién anarquista. Los grupos, asi como las publicaciones, se multiplicaban pero en su gran mayoria gozaban de una vida efimera, no lograban sus cometi dos, funcionaban dispersos y sin coordinacién entre sf. En 1907 un grupo de importantes y representativos adherentes efectué un llamado para coor- dinar la accién de los grupos en un gran centro anarquista que funcionaria cen el harrio de Almagro. La idea consistia en llevar una némina de la edi- iG de folletos, de centros de ensefianza y bibliotecas, de grupos y de cua- dros filodraméticos con el fin de evitar desdoblamientos inttiles de esfuer 203.52 La experiencia unificadora avanz6 lentamente y cuando se intent6 formar un comité de relaciones con el objeto de centralizar ordenadamente las funciones, la mayorfa de los integrantes del centro convocante se mani- festé en desacuerdo y el intento naufragé.® Sélo podia lograrse cierta uni- dad en situaciones coyunturales represivas. Pero, pasado ese momento, se disolvian y retornaban a su forma de accién individual.S* Cuando no lo- sgraban articular esta forma de accién en comiin se producian frecuentes conflictos debido a la habitual superposicién de actividades o, a veces. al- unos activistas obstru‘an actos organizados por sus camaradas por el me- ro hecho de sustentar diferencias doctrinarias y llevando hasta el extremo Jas posturas individualistas. Para algunos sectores del movimiento, estas actitudes eran reprobables pues perjudicaban seriamente la propaganda. “El ambiente caldeado, envenenado por una propaganda absurda realiza~ 56 JUAN SURIANO da por algunos, motivan estas escenas. El libre examen de las ideas ha Ile- gado a constituir, a consecuencia de esta propaganda del absurdo, algo asi como un apostolado [...] Hay que sanear el ambiente”. En visperas del centenario, durante el periodo comprendido entre la “semana roja” de mayo de 1909 y el mes de abril de 1910, cuando el go- bierno decidié encarar una persecucién implacable contra el anarquismo, los circulos vivieron el clima de euforia y optimismo de todo el movimien- to anarquista. Sin embargo, una vez desatada la represién el clima de eu- foria se desmoron6 como un castillo de naipes y la actividad de los efre los libertarios ces6 casi por completo. El asesinato del jefe de la policia, coronel Ramén Fale6n, pocos meses antes, llevé al gobierno a inclinarse hacia las lineas mas represivas, creyen- do en esta alternativa como una sélida garantia, y de hecho lo fue, para llevar adelante los fastos del centenario que se avecinaba con toda su fuer- te carga simbélica. De esta forma, la persecucién policial fue sumamente eficaz. La nueva ley de Defensa Social y la aplicacién del estado de sitio brindaron el marco legal para clausurar locales, amordazar a la prensa, encarcelar a decenas de activistas y expulsar a otros como Adrian Zamho- ni y el mitico Eduardo Gilimén, Pero la caracteristica saliente de la repre- sién del centenario radica en que excedi6 largamente a las anteriores, tan- to por su prolongada duracién como por ciertas violaciones a las libertades individuales y de prensa que no tenian antecedentes y, ademas, se convirtié en un peligroso precedente de las reiteradas violaciones a los derechos humanos posteriores. En resumen, en el caso especifico de la ciudad de Buenos Aires, los cen- tros libertarios estaban ubicados preferentemente en las zonas de mayor concentracién obrera: Barracas, Constitucién, La Boca, Parque Patricios, Once, San Telmo, Villa Crespo y el Centro, Se detecta actividad también en Palermo, Flores, Belgrano y Villa Urquiza. La presencia de los circulos anarquistas alcanzé el momento de mayor difusién ¢ influencia durante la primera década del presente siglo, simulténeamente al crecimienta de la Federacin Obrera Regional Argentina controlada también por tendencias dcratas. El aumento del mimero de circulos coincide con la mayor intensi- dad del conflicto social y su disminucién se corresponde con los periodos de mayor represidn después de los picos conflictivos. Asi, puede apreciar se (cuadro 1) que la cantidad de centros disminuye coincidentemente con los momentos de mayor represién (1903, 1905 y 1910). La propuesta anarquista parece haber generado mayor interés en los trabajadores cuando éstos sintieron necesidad de aunar y asociar sus inte reses. A las reivindicaciones de tipo econdmico se sumaron insatisfacciones vinculadas a cierta tendencia a la segregaci6n social, politica y cultural, y es alli donde los centros ofrecieron una alternativa, 0 al menos el intento interesante de una oferta que transitaria carriles culturales, politicos ¢ LA ORGANIZACION Y LA DIFUSION DE LAS IDEAS LIBERTARIAS = S7- ideologicos. Esta oferta se dirigia a todos los ambitos y esferas de la vida (otidiana de los trabajadores: la fabrica, el taller, el conventillo, el barrio, jos lugares de esparcimiento y los espacios de manifestacin politica. La ri queza de la propuesta anarquista a través de los grupos consistia en unifi Car todos esos Ambitos en el espacio tinico del circulo, aunque un proyec: to semejante encontré enormes escollos para plasmarse en ia practica. 5. LAS DIFICULTADES PARA ORGANIZAR LA PROPAGANDA {Cémo se establecieron las estrategias y las tacticas destinadas a con- cientizar a los trabajadores y difundir las ideas anarquistas? La tarea de organizar el dispositivo propagandistico parece haber sido una empresa compleja para una tendencia politica con fuertes rasgos individualistas, de cardcter inorgénico y fragmentario que, como un abanico, se dispersaba hacia multiples direcciones y vivia en constante estado de ebullicin y ten- sin interna, En un trabajo anterior se plantearon los efectos negativos , provocados por la represién al anarquismo al expulsar y quitar de la circu- lacién a una importante cantidad de activistas y mediadores, quebrando asi tanto la coherencia y la continuidad interna como los nexos entre la vanguardia y los trabajadores.* Aqui no se insistird sobre este aspecto y se pondré énfasis en los conflictos hacia el interior del anarquismo como un obstéculo, tan o més importante que aquel, para la elaboracién y difusién de un mensaje propagandistico coherente y unificado, La fuerte tendencia individualista y antiorganizadora inherente al anar uismo siempre represents, especialmente en los primeros tiempos, un problema para la difusién relativamente coherente del mensaje doctrina- rio, Para los grupos antiorganizadores, representados muchos de ellos en tomo al periddico El Rebelde (1898-1903), la aparicion de las ideas orga- rizacionistas dentro del movimiento libertario generaba una grave crisis, para la propaganda. Estas ideas reflejaban la postura organizadora exis- tente en el seno de la Federacién de Trabajadores de la Regién Espafiola desde 1881 y penetraron en Buenos Aires con los libertarios espaiioles, es- Pecialmente con el catalan Antonio Pellicer Paraire quien, desde su artibo a Buenos Aires en 1891, se dedicé a a pregonar las bondades de la asocia- cin, Esta debia basarse en un “libre pacto de solidaridad” tendiente a agrupar sin ataduras autoritarias a los trabajadores para mejorar sus con- Uiciones de vida y de trabajo. Planteaba, ademds, la necesidad de que las asociaciones adoptaran principios federativos para los gremios de una mis~ ima profesidn y regidn, y de esta manera hacer efectiva la defensa de los in- tereses obreros 57 Esta postura fue reforzada por el entusiasta apoyo de Pedro Gori asi como de importantes propagandistas locales como Felix Basterra, Alberto 58 JUAN SURIANO Ghiraldo y Pascual Guaglianone. El movimiento anarquista en su conjun- to, bajo la impronta organizativa, iniciaria un camino ascendente hasta fi- nes de la primera década del siglo. Y esto fue asi pues la propuesta organi- zadora generé la adhesién de los trabajadores locales en tanto les permitia nuclearse en sociedades de resistencia y satisfacer sus necesidades reivindi- cativas, mientras la interpelacién del individualismo antiorganizador no parecia atractiva para quienes necesitaban resolver las cuestiones mas in- ‘mediatas como los bajos salarios, las malas condiciones de trabajo o la de- socupacién. Los sectores contrarios a la centralizacién doctrinaria elabora- ron una declaracién de principios instando a rechazar la organizacién bajo todos sus aspectos y aceptar la propaganda anar- uista tal como nosotros la concebimos, es decir: dejar al individuo libre de dobrar como le plazea y sin ligarlo a compromisos de ninguna especie.** Esta conviccién implicaba no aceptar programas organizativos ni aso- ciacién entre grupos y, menos atin, liderazgos individuales. Para ellos, to: dos los males de la organizacién se habian representado en la traumatica experiencia de la Primera Internacional o en la teégica Comuna parisina, experiencias que sumicron al anarquismo en un fuerte escepticismo sobre las propiedades positivas de la organizacién y estimularon las fuertes ten- dencias individualistas existentes en su seno. Entre esta postura y aquella sustentada por los sectores organizadores, mediaba una distancia dificil de transitar por los grupos mas extremos. Asi, mientras los organizadores se adecuaban relativamente mejor a las ca- racteristicas de un “campo socialista” que intentaba organizar a los traba- jadores -y no importan aqui las diferencias doctrinarias~ para construir una sociedad diferente, sus contrincantes individualistas no aleanzahan a articular una propuesta en el mismo sentido y renegaban de un principio ‘central, como era nuclear y aglutinar a los hombres en torno a institucio~ nes destinadas a defender y a mejorar sus condiciones de existencia.5* Al igual que todas las fracciones del “campo socialista” contemporaneo, los antiorganizadotes crefan en una sociedad futura diferente, sin injusticias ni desigualdades. Pero sus técticas para arribar a ese ut6pico futuro revolu- cionario eran esencialmente distintas en tanto s6lo consideraban validas aquellas estrategias que privilegiaban el rol individual, auténomo y sin su bordinacién a entidades colectivas. De manera un tanto ingenua pensaban {que los individuos devenidos anarquistas posefan una tenden: rebeldia que los obligaria a reaccionar conjuntamente “cada vez que su li- bertad, su yo, su altruismo y su sentimiento de justicia vense lesionados. Por lo general esta reaccién esta en proporcién con su lesién”. En la mis- ma linea de pensamiento afirmaban que los anaquistas eran militantes in- tegrales, capaces de propagar la “buena nueva” en cualquier lugar donde LA ORGANIZACION Y LA DIFUSION DE LAS IDEAS LIBERTARIAS 59 sc hallaran y en todo momento, intentando convencer siempre a sus inter- icutores. Se consideraban satisfechos con esta forma de actividad politica oumente espontanea e individual, la propaganda ideologica asi entendi- seejo necesitaba organizacién ni partido. Para los antiorganizadores, la falta de cohesién de los grupos anarquis- tas, que tanto preocupaba a sus rivales internos, era relativa y no represen- tha un mal demasiado grave pues para contrarrestar el autoritarismo de {a centralizacin “es muy natural que empezaran a luchar cada uno por st fdo""y la unidad apareceria natural y esponténeamente por la afinidad cnistente entre ellos. Al contrario de lo que sucedia en el resto del arco COntestario, cuya intenci6n era aglutinar y nuclear en torno a sus institu- Stones a los nuevos adeptos a la idea revolucionaria, los antiorganizores pensaban en una tarea de evolucién y penetracién de las ideas en forma lenta y eficaz. Puede ser -reconocia El Rebelde que el nimero de individuos conscientes dd Ia idea anarquica en toda su extension y que la acepten en toda sus conse- ‘iencias, progrese lentamente: pero a la hora actual no existe un solo individuo pensador que no acepte la legitimidad de alguna de nuestras reivindicaviones.® A continuacién agregaba que, aunque no fuera éste el camino sofiado, la tarea de demolicidn del capitalismo estaba en marcha a partir de la su matoria de las innumerables grietas abiertas por el anarquismo. Y este progreso relativo era atribuido a la libre iniciativa, a la autonomfa indivi- dual y también al fracaso de la centralizacién de los grupos libertarios. En suma, les interesaba el avance de la idea y la.cohesién intelectual de los anarquistas y no la conformacién de instituciones formales propias y la ‘uniformidad doetrinaria, Por lo tanto, lo que asomaba como algo negativo para cualquier acti- Vista politico, esto es el enfrentamiento y las divergencias permanentes dentro de sus filas, para ellos significaba un hecho positivo en tanto inter: Pretaban que los anarquistas s6lo compartian entre si algunas lineas gene- rales bien definidas en cuanto a sus metas y al objetivo final hacia la ob- tencién del “bienestar mas completo del individuo (y) su libertad de accién ‘mas absoluta”.* Pero los medios para conseguirlos eran miitiples y con- tradictorios y esto, indudablemente, dividié el movimiento. Si bien esta concepcién tuvo preponderancia en la primera etapa para perder luego su ascendiente, nunca desaparecié pues era inherente al pensamiento anar- Quista en su conjunto, y el comunismo kropotkiano predominante en el ‘movimiento libertario local, a pesar de su adhesi6n a las formas organiza- tivas, estimulaba permanentemente estas tendencias hacia la extrema auto- nnomia, Ademés de la veta individualista presente en las mismas ideas co- munitaristas de Kropotkin, el individualismo penetraba el anarquismo 60 JUAN SURIANO maduro local a través del espaiiol Ricardo Mella, cuyos articulos eran fre- cuentemente publicados en Buenos Aires y de algunos de sus seguidores ra- dicados aqui durante un tiempo como Julio Camba, un nietzscheano que colabors con La Protesta entre 1904 y 1906 y dict6 cursos de ensefianza racional hasta que fue expulsado del pais. Asi, cuando al filo del siglo las ideas de organizacién, centralizacién doctrinaria y federalizacién de grupos comenzaron a predominar tanto en |a actividad sindical como politica y cultural, coexistirian junta con las ten dencias centrifugas producto del individualismo y la fuerte tendencia hacia la autonomia, Estas tendencias contradictorias convivieron ineémodamen- tey serian definitorias de la aecién anarquista e inherentes al ser libertario. Esta tensién, en tanto ampliaba las formas de interpelacicn, le result6 tcil al movimiento para granjearse temporalmente la simpatia y la adhesin de los sectores populares, pero en su resultado final el profundo sesgo hacia la dispersién y la fragmentacién resultaria fatal Sin embargo, la oposicién a la organizacién no impedia la unién de los individuos a partir de afinidades politicas e ideolégicas, De esta Toritiz de aglutinamiento habrian de conformarse decenas de grupos o circulos liber tarios que, paradéjicamente, eran fervientes enemigos de la organizacién El gean problema de estos grupos radicaba en la forma en que se estable- el nexo entre ellos para articular alguna accién en comiin, pues descon- fiaban profundamente de la relacién formal que pudiera establecerse entre los grupos. El periddico El Rebelde impuls6 con energia la creacién de los ismos, pero se opuso terminantemente a formar federaciones 0 cualquier tipo de uniGn de los grupos que supusiera una forma de centralizacién po- litica y doctrinaria. Apelando a la autoridad del libertario francés Jean Grave se sostenfa que la unién de grupos entre si llevaba a la delegacién de la voluntad politica, a la concentracién de poder y autoridad en las per- sonas, quitando y limitando la libertad y la iniciativa individual: “Undmo- nos ~decia Grave-, coordinemos nuestros esfuerzos, pero en las nuevas formas que exige nuestra nueva concepcidn de las relaciones, de individuo a individuo”.* Esta concepci6n implicaba la existencia de una correspon dencia entre los grupos, pero limitada al conocimiento mutuo y al inter- cambio de ideas. Asi, la meta era alcanzar la armonia y no la unificacién. Y esa armonia, reflejo indudable de su interpretacién ideal del equilibrio arménico reinante en la naturaleza, debia obtenerse otorgando a los gru- pos una direccién. Pero direccién entendida no en el sentido centralista y auroritario del partido marxista, sino como orientacidn, estv es, armoni- zando a los grupos en torno a ciertas reivindicaciones caras a la doctrina libertaria como el antimilitarismo, la lucha contea la ley y el Estado o el anticlericalismo, Durante el sltimo lustro del siglo XIX, la vertiente mas recalcitrante ‘mente antiorganizadora e individualista comenz6 a perder preponderancia LA ORGANIZACION Y LA DIFUSION DE LAS IDEAS LIBERTARIAS 61 ¥,,aungue de manera bastante informal y para nada uniforme, el anarqui 25 sufrié un proceso de centralizacién y unificacién doctrinaria a partir ‘Tu predominio de las tendencias organizadoras.* Por supuesto este proce- Asi, la patria era una abstraccién que el Estado manejaba habilme inculcando a la poblacién sentimientos de amor y de adhesin a los simmbe os nacionales y manipuléndolos a través de rituales pablicos. Y una ved inculeada y aceptada la idea de patria, el Estado imponia una institucién para nada abstracta, como el ejército, para defender los supuestos interes ses de la nacién, “porque la patria necesita defensoress para eso forma log cjércitos” pero involucrando a los ciudadanos: “Es deber de todo buen p triota formar parte de ellos”.35 De esta forma, la nocién absteacta de p tria se corporizaba en el cuerpo armado de la nacién que, con el pretext de la defensa exterior, tenia por objeto el orden interior como “brazo poder salvaje llamado Estado”, y actuando en nombre y en defensa d bien general. En este sentido el anarquismo argentino no se equivocé y parece hab captado bien el intento de conformacién, desde la elite local, de un entr mado de ideas y acciones tendiente a reforzar el sentimiento de patria nacién en la heterogénea sociedad argentina. En ese entramado, el rol asign nado al ejército era de fundamental importancia, y los libertarios locales comenzaron a plantear el tema del antimilitarismo desde los afios noventa: Por otro lado, combatir el ejército y eT militarismo se convertia en un tema # central pues significaba luchar, aunque de manera desigual, contra el Esta* j do. Al comienzo, la accién antimilitarista aparecié ligada a los andlisis de Ja prensa libertaria francesa de donde traducian los articulos publicados ef el pais. Luego, sin desprenderse de la fuente de inspiracién francesa, cO- menzaron a criticar duramente a la Guardia Nacional y prestar atencién los problemas del militarismo local, especialmente durante las rensiones EL ESTADO, LA LEY, LA PATRIA Y LAS PRACTICAS POLITICAS 267, entre nuestro pais y Chile entre 1898 y 1902.37 A partir de este tiltimo aiio, el problema del ejército apareceria en la prensa con mayor constancia y regularidad debido a la sancién de la ley de Servicio Militar Obligatorio en 1901. ‘Aunque compartiendo este espacio con el socialismo, el anarquismo se convirtié en el principal sector antimilitarista de la sociedad civil porte desde el mismo momento en que se instalé el problema del rol del ejército en la sociedad argentina. El tema es interesante pues |a conscripeién obli- gatoria estaba planteando una cuestién que excedia la defensa de la fron- tera nacional y no era solo, como aducian algunos defensores del proyec- to, la respuesta a la sancién de una ley, en el mismo sentido, en Chile un afio antes. Detrds de la idea de defensa nacional subyacfa una intenciona- lidad de convertir el ejército en una escuela de formacidn civica y moral de tuna ciudadanfa joven, sospechada por ser excesivamente cosmopolita y, en muchos casos, de estar influenciada por ideas sociales avanzadas. Para al- gunos de los promotores de la conscripcién obligatoria, el ejército tenia tuna doble misién: argentinizar a los inmigrantes y educar a nativos y ex- tranjeros. Debia complementar la educacién impartida en la escuela, con- virtiéndose en agente unificador de las diversas nacionalidades y reforzan- do en los individuos ciertos valores de respeto a los simbolos patrios que, a la ver, apuntaba a inculcar la idea de respeto y obediencia a los superio- res en la cadena de mandos.3* Los anarquistas se percataron de la intencionalidad de la aplicacién del servicio militar obligatorio, puesto que no solo hicieron hincapié en los te- mas vinculados al ejército y la defensa de la patria, sino también a su rol como garante del Estado y guardién del orden interno. Desde ese momen- to llamaron constantemente a los soldados a desertar: El ejézcito, conscripros, es, en fin, el vampiro monstruoso que os chupa la ese imporentes, lejos, muy lejos, donde no podais turba sus festines criminales. Y ahora, sola dos, meditad y obrad como mejor os placa. Id a engeosar las fils del ercito abdicando de vuestra personalidad para prosttuiros en el cuarcel y descargar los fusiles homicidas contra vuestros hermanos, 0 poneos al lado de éstos paca char en tera el edificio gigante de la injustcia social. sangre, que os estruja, que os retuerce y os arroja después int Ese mismo aiio la Federacién Obrera Argentina adhirié a la campaiia antimilitarista. Fota campaiia fve ocupanda tn espacio cada ver mayor, tanto en Ia prensa como en las acciones concretas de los grupos libertarios, con ¢l propésito de concientizar a los trabajadores sobre “los males del ejército”. A la profusion de articulos de denuncia al militarismo se sumaba una ac- ién propagandistica en los cuarteles, que consistia en el reparto entre los soldados ya sea de los periédicos partidarios o de folletos y volantes en los 268 JUAN SURIANO que se denunciaba la situacién interna en las dependencias militares ( gradacién moral, malos tratos, abusos de autoridad). Por ejemplo, 1906 fue juzgado sumariamente y ejecutado un soldado por responder a agresién de tn superior. Este hecho motivé una indignada reaccién anarquismo que sirvi6 no sélo para atacar al militarismo sino también ra efectuar una profunda critica a la pena de muer Pena que si bien es cierto que en un tiempo que escaseaba la luz fue dct por hombres mentalmente atrofiados, hoy en plen sighe XX, eu plene siglo [as luces en donde el hombre ha llegado a dominar los mares, la tierra y el ai Luss hoy, en fin, que el hombre se ha convertido en un ser Ileno de cultura [ no se puede permitir bajo ningdin concepto que una ley tan barbara contin pendiente como una espada de dos filos (sobre) el soldado si es un proceso. litar en nombre de una nefasta diseiplina.*® Los anarquistas incitaban a los soldados a rebelarse, apelando a doble téctica: alentaban a la desercién de los soldados 0, en los casos mayor compromiso ideolégico de éstos, los impulsaban a minar y deterie rar al ejétcito desde adentro, En ambos casos, se trataba de convencerl de no contribuir con el Estado en la represin de los trabajadores: “Esc cha conscripto [...] si te abstuvieras de hacer fuego contra el pueblo [.. harias una obra esencial” #1 La propaganda antimilitarista adquirié mayor coherencia a partir 1904 con la conformacién del Consejo Antimilitarista, impulsado por ‘mayoria de los grupos libertarios asf como de la Federacién Obrera. Us de sus primeras medidas fue la creacién de un fondo del soldado destis do a solventar la fuga de los desertores. Al margen de la accién propa distica especifica, el Consejo tenia también la misién de contactarse con resto de las ligas antimilitaristas europeas y americanas as{ como adherit congreso antimilitarista a realizarse poco después en Francia, En 1906 FORA, reconociendo el peso creciente del ejército en todo el pai a extender la influencia de la propaganda antimilitarista: El sexto Congreso, considerando que la militarizacién esta en contraposici con las leyes naturales y siendo el militarismo un sentimiento localizado, invit al Consejo Antimilitarista constituido en Buenos Aires a que forme una Federa cidn Antimilitarista en la Repiiblica Argentina, recomendando a los compatieros due actiian en las sociedades que induzcan a los asaciados 0 no asociados prOxi~ ‘mos a ingresar en el ejército, a formar parte del Comité Antimilitarista.”? No hay evidencias empiricas sobre la existencia de una organizaciéa antimilitarista de cardcter nacional, pero en las areas urbanas los grupo anarquistas multiplicaron y redoblaron su actividad en ese sentido, y €® 1906 recibieron nuevos impulsos de una activa ¢ importante campaiia con tra el ejército iniciada en Europa. EE | Evidentemente, la lucha antimilitarista se habia convertido en un aspec- to esencial de la propaganda libertaria y alimentaba su ut6pica ilusion de tun mundo sin fronteras y la creencia de un futuro sin guerras. Hoy, sobre lfilo del siglo XX, la frase: “En el afio 2000 no habra guerras ni fronte- ras regadas con sangre humana”? parece, al menos, ingenua aunque en aquel momento la idea de un futuro de paz era profesién de fe. En este contexto, y en el marco de una extensa red de cfrculos liberta- rios, se crearon dos grupos encargados especificamente de la propaganda contra el militarismo: El Conscripto, cuya apariciOn en 1906 fue fugaz y no superé ese afio, y Luz al Soldado que tuvo una existencia mas prolor gada y fructifera (1907-19134). Este grupo, con sede en el barrio de Bel- fgrano, se concentraba en la propaganda antimilitarista, sin olvidar la difu- sion de la doctrina anarquista. Sus actividades consistian en organizar charlas y conferencias aclaratorias a los conscriptos: incentivar la forma- cin de grupos similares en otras localidades;** recaudar fondos para los desertores y las vicrimas de la represién en los cuarteles, y editar y repartic folletos y volantes contra el ejército. Pero, sin dudas, su accién més tras- cendente se reflej6 en la publicacién del periddico antimilitarista de mayor importancia publicado durante esos afios. Luz al Soldado (1907-1913) re- cibié el apoyo solidario de buena parte del movimiento anarquista. Circu- los como Caballeros del Ideal, La Comuna, Centro de Estudios Sociales Arte y Libertad, Los Libres, Emilio Zola, Germen y Amigos del Obrero 0 el diario La Protesta contribuyeron activamente, junto con el grupo funda- dor, a sostencrlo econémicamente a través de la distribuci6n de las listas de suscripcidn y la organizaci6n de veladas culturales con el objeto de re caudar fondos para su subsistencia. Esto estarfa demostrando que la apa- ricién de Luz al Soldado no fue el resultado de una decisién de un grupo aislado, sino la determinacién del movimiento anarquista porteiio de enca- rar integralmente la lucha antimilitarista en un momento de crecimiento. ‘demas, la excepcional perdurabilidad del periédico, si se compara con la extrema fugacidad de la mayoria de los emprendimientos de la prensa par- tidaria, sumado al esfuerzo realizado para mantenerlo, demuestran la im- portancia asignada por los anarquistas al antimilitarismo. Justamente, el quincenario venia a aparecer en unt momento donde ha- bia aumentado notablemente la frecuencia de la publicacién de artfculos y folletos de cardcter antimilitarista. Por ejemplo, el periédico Fulgor ocups ‘un importante espacio en la campafia antimilitarista.** En 1907 la Biblio- teca Germen publicé en Buenos Aires De la patria, de A. Hamén, sin du- da la voz antimilitarista mas autorizada de comienzos del siglo. Ese mismo aiio, la Biblioteca Blanca publicé un folleto de! holandés Domela Niuwen- huis titulado Fl militarismo y la actitud de los anarquistas y socialistas re- volucionarios ante la guerra, traducido por el ex director de La Protesta, Elam Ravel. Dos aftos antes, la Biblioteca de los Obreros de Montevideo 270 JUAN SURIANO tradujo y publicé el Manual del Soldado, redactado originalmente por l Federacién de Bolsas del ‘Trabajo de Francia. En la revista cultural Nuevos Caminos, dirigida por José de Maturana, se publicaba en mayo 1906 Los carteles antimilitaristas, de Laurent Tailhade. Del contenido del periédico se perciben dos registros diferentes. uno, el discurso apunta a analizar al patriotismo y al militarismo desde costado abstracto, vinculando siempre estos temas con la doctrina y | propuesta anarquista como salida hacia el fururo. El otro registro es mé conereto y consistia en publicar noticias vinculadas al abuso de autoridal yal maltrato impartido por los oficiales a los soldados en los cuarteles 0 clima de degradacién moral existente en éstos: Se queria demostrar el cardcter antinatural y violento de la instituci militar. El énfasis puesto por el anarquismo en este tipo de denuncias debia al convencimienta de que ésta era Ia via mis rapida de concientir cién del soldado, por eso luego de demostrar los “males del cuartel” a recian las apelaciones a los conscriptos para que desertaran o militaran el mismo seno del ejército. Si bien no hay muchos datos sobre la difusién de Luz al Soldado, se tecta su presencia en algunas ciudades del interior de la provincia de Bue nos Aires como La Plata, Mar del Lata, Chacabuco, Pifiero, Salto, Ingenie# ro White, Tandil y Bolivar asi como también en Santa Fe y Tucuman. Pero la base de su difusion era sin duda la ciudad de Buenos Aires. Su tiraje era de 2.000 ejemplares con la excepcién del aiio previo al Centenario cuand® cl periddico aleanz6 una tirada de 4,000 ejemplares.48 Este aumento serfa una evidencia mas del crecimiento de la agitacién social impulsada por ¢ anarquismo hacia el Centenario. La aparicién de otro periédico antimilita~ rista, El Cuartel, asi como el aumento del tiraje de La Protesta a 10,000 cjemplares y la aparicién cotidiana del vespertino La Batalla parecen prue~ bas en el mismo sentido. Pero el aumento de la actividad antimilitarista también estaba vinculado a la mayor presencia del ejército en la sociedad HL ESTADO, LA LEY, LA PATRIA Y LAS FRACTICAS POLITICAS 271 argentina. Y fa movilizacin preventiva de algunos batallones del ejército durante los sucesos de mayo de 1909 les habia demostrado, una vez mas, Ja verdadera esencia de la institucién militar: “El pasado movimiento de la hhuelga general nos lo ha demostrado. El ejército argentino, sostenido por 1 pueblo con enormes impuestos, para mantener la llamada integridad na~ Cional, se ha convertido en vigilante, en perro guardian de los intereses ex- tranjeros”.? En resumen, el tema del militatismo le interes6 al anarquismo local por diversas cuestiones: por una lado, por estimular en los individuos el espfri- tu autoritario, la disciplina verticalista y la educacién para la sumision, y Constituir poderosas trabas a una de las principales reivindicaciones liber- tarias como era la libertad absoluta del hombre, Por otro, interpretaban la instituciGn militar como la garantia de la existencia de la patria y como el brazo armado y custodio de los intereses de los grupos privilegiados repre centados por el Estado, Combatir al ejército implicaba atacar directamente al Estado. El combate fue desigual y no existen evidencias de que en alain momento su propuesta haya alcanzado demasiada envergadura, a lo sumo fograron convencer a algunos jovenes de no hacer la conseripeion y, en ¢2- sos muy contados, a otros a desertar. De todas formas, su accién parece haber tenido el mérito de la originalidad, en tanto fueron casi los uinicos cn sustentar estas posturas, siendo la voz. discordante en una sociedad en donde la patria o las patrias tenian fuerte arraigo en el sentido comiin. "Ast como la ley y la patria eran fundamentales herramientas legitima- doras del Estado, la democracia era atin mas importante. Los atributos de la democracia como el estado de derecho, la soberania popular o los dere- chos individuales y la igualdad ante la ley, eran considerados artificios pa- ra justficar la opresidn. Al igual que la ley y la patria, la democracia era Considerada un instrumento (una “farsa”) al servicio de lus privilegiados. Sila democracia se asociaba a la repiblica, como sistema politico no apor- taba nada nuevo a los desposeidos. La autoridad de un presidente no se di- ferenciaba de la de un rey, y en ambos casos era la burguesia la que con- trolaba el poder politico. “La moderna burguesfa, con el emperador ¢s imperialista; con el rey, monarquica; con el presidente, republicana; con el pueblo explotadora: s6lo con la aristocracia, una clase que disputa sus pri- vilegios, es revolucionaria” 5° En este contexto, la situacién de los trabaja- ores no se habia modificado sustancialmente. El articulista se preguntaba Qué tienen los trabajadores argentinos con Republica, que no tengan los alemanes con Imperio, los espafioles con Monarquia?”.*! La estratcgia fundamental de la democracia era el sistema parlamentario y la accién de los partidos politicos. a JUAN SURIANO- 4. LOS SIGNIFICADOS DE LA POLITICA Qué representaba la politica para el anarquismo? Un redactor de Rebelde la definia como “el arte de engafiar habil e inicuamente a I masas populares, a aquellos que todo lo producen y que a cambio de produccién, solo reciben las migajas de Ia mesa de sus explotadores” Consccuentemente, “los hombres de sano criterio” no podian avalar I iniquidades de la politica que se asociaba directamente con los intereses los sectores dominantes, alimentados por la ignorancia del pueblo. La politica era interpretada como la representacién artificial de una c ‘media intitle innecesaria, atentatoria del principio de igualdad existe en el orden natural y de la evolucién cientifica, Se autodefinian cor “vanguardia del progreso” y representantes legitimos de los sectores pops lares “sobre bases rigurosamente cientificas” en defensa del “gran pri cipio de la igualdad”. “La politica no ha sido nunca, no sera jamas o cosa que el convencionalismo de los partidos” basado en la mentira, mie tras “nuestro ideal arranca de la ciencia”.°3 La visién libertaria de la pol tica no puede ser desligada del componente racional: para ellos, la fe en ciencia y la razén ceemplazaba la fe revelada y metafisica de la religi6 proporcionando el basamento adecuado para las transformaciones social que Hlevaria a la humanidad a organizarse cientificamente, eliminando autoridad en el plano politico. La organizacién de la sociedad sobre bas cientificas, al hallarse subordinada a la raz6n, debia alcanzar también I armonia y la justicia imperantes en la naturaleza.% En estas circunstanci la explotacién del hombre por el hombre dejaria lugar a la administraci cientifica de las cosas y la liberacién del individuo. Asi, las decisiones pol ticas deberian estar subordinadas a los dictados de la ciencia, concre ‘mente de la sociologia que explicaba el comportamiento y la evolucién his trica de la sociedad. El analisis racional y cientifico del funcionamiento de la sociedad del neaba una concepcién muy general y vaga de la politica. En términos coneretos, entendian el concepto “politica” como sinénimo de sistema litico burgués, representativo de los intereses sociales de una clase o grupé en beneficio propio y en perjuicio del pueblo. Pero es importante destacat, una diferencia: no renegaban de la accién politica sino de las practicas po* liticas representativas como el parlamentarismo y el electoralismo que !& sostenian, El anarquismo era fundamentalmente antipolitico y antilegalita- tio, pero sus practicas eran en esencia politicas en tanto estaban dirigidas a conquistar el poder.*§ Un poder que era anhelado no pata ejercerlo en el sentido moderno del término sino para destruir al que lo controlaba, esto ¢, el Estado, e imponer un orden diferente. Para ellos, el Estado violaba la naturaleza de la sociedad en tanto im- plicaba mandato y autoridad. Esto significaba que una entidad, individual EL ESTADO, LA LEY, LA PATRIA Y LAS PRACTICAS POLITICAS —- 273. © colectiva, estuviera en posesi6n del gobierno y otra entidad, colectiva, se viera obligada a la obediencia al ser gobernada y, por lo tanto, oprimida Mandato y obediencia eran percibidos como sindnimos de falta de libertad y desigualdad social, y desnudaban la naturaleza profunda del cardcter de! Estado asi como la falsedad de la politica que era su sostén. “I comunisti anarchici la abborrono e la combattono, combattendo tanto i policanti che sono al potere, come quelli che mirano a prepararsi il terreno per conquis- tarlo [..] politica significa arte di governo e anarchia abolizione del gover- no e quindi della politica”.2° ‘Ademés, se impugnaba la politica en tanto acto de delegacién mediante 1 cual los individuos encomendaban sus necesidades y sus reivindicaciones «en otros individuos. Gonzalez. Pacheco era muy elocuente al respecto: “De- legar el poder es perderlo, decia Rechis [...]. ;Oh, perdon! Es mas atin; es set perro de la libertad ajena, del derecho de los otros, de la belleza que duerme o vela en la selva y en el monte. Es una inmoralidad y una barba- rie delegar el poder”.s? En este acto de representacién politica, el represen tado perdia su libertad politica pues su representante adquiria una autori- dad y un poder auténomo al actuar en su lugar y sustituir su voluntad por Ja propia: “Votar es abdicar. Bl hombre que va a depositar su voto en las uurnas entrega su voluntad y todos sus derechos al que ha elegido [...}. En trega en manos del que ha elegido lo que debiera conservar con celoso empeio”.5* Para el pensamiento libertario, el problema de la delegacién politica estaba vinculado al concepto de ciudadania elaborado desde el advenimiento de la Revolucidn Francesa. A partir de ese momento, el indi- viduo se convirtié en ciudadano, desnaturalizéndose su condicién (el hom- bre es anterior al ciudadano) y legalizando el privilegio (ciudadano conno- ta privilegio politico), convirtiendo la representacién politica en una fiecién legal 0, como sostenia Proudhon, una ilusién de representacién universal. Desde este punto de vista, la libertad era absolutamente indelegable. Entonces, el nudo problematico se hallaba en la representacién politica y, en particular, en el sistema electoral que, para el anarquismo, atraia a las masas y las distraia del camino revolucionario. En 1900 se publicé en Buenos Aires una carta abierta de Malatesta desde Londres, en la que ex- plicaba con suma claridad su oposicién al parlamentarismo y a los méto- dos de lucha afines. Su negativa se debia no sélo al espejismo democratico ue la politica generaba en el pueblo, y al acostumbramiento de esperar la libertad y el bienestar del gobierno, sino, fundamentalmente, “porque la aceptacién de aquel sistema implica l6gica y psicolégicamente el reconoci- miento del principio de gobierno, de las leyes, de la autoridad, que son el antagonismo completo de la libertad y el progreso”.? Unos afios antes, Malatesta habia mantenido una larga ¢ interesante polémica con su ex camarada S. Merlino en torno a la pertinencia de la Participacién electoral anarquista. Merlino, ahora més cerca del socialis- 274 JUAN SURIANO mo, sostenia que el anarquismo, al negar la lucha politica e impulsar abstencionismo, se separaba y se distanciaba de los sectores més activos militantes del pueblo; por otra parte, consideraba un error y doctrinaris puro despreciar las tacticas parlamentaristas en tanto eran sélo un media y no un principio, ofreciendo la oportunidad al pueblo de propagandizagj agitar y protestar ante las arbitrariedades de los gobiernos. Menos pra matico, Malatesta impugnaba a Merlino en tanto el abstencionismo no et s6lo una cuestidn de tactica sino tambien de fines y de principios. A su ci terio, la lucha electoral y parlamentaria terminaba transformando en pai lamentaristas a quienes la practicaban, los incorporaba al gobierno y, dé hecho, esta situacién no armonizaba con los principios de la anarquia: “B derecho electoral es el derecho a renunciar a los propios derechos y tanto es contrario a nuestra finalidad”.®° A veces, en un plano menos abstracto, la impugnacién de la politica deslizaba por el terreno de la ironia y no sin sutileza asimilaban la idea di politica con la de farsa. Pensaban que las distintas fracciones politicas in: tegrantes de la “llamada opinién publica”, de la que se exclufan volunta riamente, convivian en paz durante buena parte del perfodo intereleccionaef rio para enfrentarse encarnizadamente ante la proximidad del actd electoral. Terminado el comicio se retornaba a la convivencia “mientragl tanto, el siempre apaleado de estas bodas (e! pueblo), inclina humildemen te la frente, esperando que los sefiores candidatos triunfantes le obsequie con las migajas y las prebendas ofrecidas en aras de la patria y en bien del pueblo. La farsa, jLa eterna farsa!”*! Versién tributaria de la farsa, la politica también podia ser percibidal como una puesta teatral: “Un partido tiene mucho de teatral. Puede deciet se que el pais es la escena; el jefe, el empresario; el pueblo, el piiblico; los sucesos, las representaciones, y los politicos, los cémicos”. Entre estos fl timos se encontraban “actores para todos los roles”: jefes, prohombres) candidatos, figurones y empleados. La popularidad de los politicos era! fluctuante como la de los actores, y si una mala actuacién bajaba a éstof] de cartel, ocurria lo mismo con una mala maniobra de los politicos, y la analogia se extendia también a sus reapariciones, pues ambos podian rec lar sus roles teatral-politicos en otros ambitos-escenarios. Para que la co” media politica fuese posible era necesaria la presencia de un pueblo-pal co que, como una comparsa, siguiera acriticamente a los politicos-actores ¥-con sus votos los convirtieran en estatuas al final de sus carreras, En esta metamorfosis de ciudadano a estatua, pasando por una serie de transformacio~ nes (el politico} suele purificar sus vicios redimiéndolos con virtudes civicas ¥ mientras la evolucién de la vida fisioldgica va desgastando al organismo en el transcurso del tiempo, la evolucién de la vida sociol6gica suele ir agigantando la personalidad moral dentro de la vida pablica, de manera que, al revés del vie ‘EL ESTADO, LA LEY, LA PATRIA Y LAS PRACTICAS POLITICAS =—275 io, que consume el cuerpo donde se arraiga, la pasién politica dilata el alma ‘que agita y puede hacer de un egoista ambicioso un alteuista abnegado”. Otra linea de argumentacién critica se referia al socialismo. Ante la idea marxista de que el sufragio no daba poder pero otorgaba derecho a gobernar, y a partir de alli iniciar la conquista del poder, los anarquistas postulaban que el derecho electoral era el derecho.a renunciar a los pro- pios derechos, y esto acostumbraba al pueblo ano combatir, descuidar sus intereses y entregarse a las ambiciones de la burguesia en el poder.*? Los socialistas eran acusados de ser meramente parlamentaristas, y ya en 1898 se preguntaban: jcémo haria el socialismo para llegar al poder y, en caso de obtenerlo, cémo se mantendria en el? ¢Qué ocurriria ante una situacién hipotética donde el socialismo tuviera mayoria parlamentaria y quisiera abolir la propiedad privada? @Permitia el régimen burgués su propia des- teuccién? No, manifestaba Gilimén, que habia abandonado el socialismo poco antes, es un “sublime absurdo de los marxistas de hoy”, pues creia imposible destruir el régimen burgués mediante la accién politica parla- mentaria.® Durante el mismo afio y en igual sentido el periddico L’Avve- rire se preguntaba sorprendido por qué el socialismo pretendia participar de un sistema electoral fraudulento, perverso y limitativo. Para ellos, la ad- hesiGn socialista a la via legalitaria en Europa era mas atendible pues “la illusione del rispetto alle formi legali puo ingannare”, pero en la Argentina “tali speranza e semplicemente puerile” mientras la politica fuera casi un hecho de fuerza.6 Ademds, aunque en Europa se generaba la ilusion del respeto a las formas legales, permitiendo la participacién masiva de los trabajadores en los procesos electorales, estos nada habian conseguido, {Cuil era el ejemplo? ¢Acaso Alemania? Precisamente este pais, con sus in- numerables diputados y sus millones de electores populares, no habia po- dido evitar la sancién de una legislacion represiva, reaccionaria y antiobre- ra, Ante este ejemplo contundente, la solitaria presencia del diputado Palacios en el Congreso argentino era, a los ojos libertarios, un verdadero despropésito y una concesidn a la burguesia que vefa convalidar el sistema més que otorgar concesiones a los trabajadores.$* Ante cada acto electoral aparecfan en los medios libertarios articulos denostando el sistema electoral. Generalmente, el principal blanco de ata: ue se orientaba al socialismo en tanto interpelaba al mismo piblico. Este cra reacio a participar electoralmente, no por la influeniia attarquista sino por la apatia y el desinterés que despertaba un sistema restringido y la fal: ta de habitos politicos democraticos, no sélo entre los sectores populares nativos sino también entre los extranjeros. No olvidemos que Espatia e Ita- lia, paises de donde provenia la gran mayoria del caudal inmigratorio, te- nian regimenes politicos restrictivos. En Espaiia predominaba el fraude, el caciquismo y el clientelismo electoral, en tanto en Italia no habria voto (276 JUAN SURIANO: universal (limitado a los varones adultos y alfabetizados) hasta 1913, ¢ todo caso la experiencia de crecimiento de la participacién politica era pag ralela a la realizada en la Argentina.®” Pero a pesar de la apatia popula hacia el parlamentarismo, los anarquistas percibian en las técticas socials tas un rival de cuidado en tanto los partidos politicos “progresistas” doblemente peligrosos: “Tanto mas temibles cuanto mas cuentan en su no con hombres de positivo valor”.** Por eso, no aceptaban pasivamen cl proselitismo socialista entre los trabajadores. Buena parte de la tactigg antielectoralista libertaria consistia en irrumpir en los mitines socialistagy dificultar su propaganda. Enrique Dickmann se queja amargamente en memorias de estos frecuentes incidentes: Las reuniones socialistas de propaganda electoral fueron seriamente pert badas por los anarquistas, que no se ocupaban de las facciones de la pol criolla ~acuerdistas w oficialistas y radicale sin sectaria y confusionista contra los socialistas.©? ‘Aunque, a veces, el anarquismo efectuaba andlisis relativamente lici de las perversidades del sistema, en términos generales las criticas se rep tian y carecian de matices como reflejo de sus andlisis mecanicos de la $0 ciedad. En 1906 atacaron la plataforma electoral del Partido Socialista qui reclamaba la abolicidn de los impuestos indirectos, la democratizacién d cjército o la separacién del Estado y la Iglesia. Desde la optica liberta Jas reformas legales eran totalmente inttiles pues sélo implicaban cambit en las formas de explotar al pueblo. ¢Para qué separar el Estado de la Igle sia 0 democratizar el ejército si para ellos eran instituciones superfluas q debian desaparecer? La critica apuntaba a negar la posibilidad de efectu: su estructura mas profunda. A diferencia de los afios anteriores, en 1906 prestaron mayor atencié a las elecciones y se publicé una cantidad no habitual de articulos criticanbd do el sistema electoral y llamando a los trabajadores de Buenos Aices a fa abstencién. Probablemente, el mayor interés se deberia a la eleccién como diputado, dos afos atras, del socialista Alfredo Palacios y al aumento de la patticipacién electoral, que de 18.208 voros emitidos en 1902 salt @ 27.836 en 1904. Pero estas cifras seguian siendo escasas en relacién con la poblacién portefia, y sin embargo para el anarquismo no era éste el pro- blema central. Les preacupaba el acto electoral en sy, curinsamente, no s€ 4 detenian a analizar la falta de participacién popular en los comicios 0 la restriccién impuesta por el sistema, No les importaba la cantidad de votos © sino la actitud asumida por aquellos individuos que sufragaban, especi mente porque muchos eran trabajadores.7! La asistencia del pueblo a las turnas se explicaba, por un lado, por el clientelismo ejercitado por los cat EL ESTADO, LA LEY, LA PATRIA Y LAS PRACTICAS POLITICAS = 277 dillos politicos y por la seduccién ejercida por éstos entre los trabajadores, pues conseguian esos votos otorgando favores y complacencias, esto es, “dinero, cerveza, cafia, empleos”.”” Estas declaraciones terminaban, gene- ralmente, con encendidos lamamientos a la abstencién electoral o la “huelga de electores”, como solian denominar a la abstencién activa. Pero, por otro, ctiticaban con dureza a quienes votaban: “No hay iniciativas, no hay nada en ese pueblo embrutecido que va a votar creyendo ejercer un derecho sacrosanto”.”? En cada oportunidad en que lo sectores populares marchaban por cumbos impugnados por el anarquismo, aparecian estas opiniones casi agraviantes sobre la capacidad de discernimiento popular. Sin embargo, la percepcién negativa devenia positiva cuando los resulta- dos eran mas gratos. Ante la escasa concurrencia al acto electoral del aiio 1900, un periodico libertario sostenia que esto demuestra claramente que ese pueblo, aun cuando sea por intuicién, com- prende que los seftores jamas se dejaedn gobernar por su zapatero o su caballe Fizo, que ese pueblo conoce ya los cantos de sirena de sus desinteresados pro- tectores, ¥ que si hoy mira con asco la politica, un mafiana pr6ximo estar dispuesto a exigir esteecha cuenta de todas sus felanias a los politicas de todos los matices.* La admiraci6n libertaria hacia el pueblo era inversamente proporcional a la adhesin de éste al sistema, y variaba y se modificaba de acuerdo con la actitud asumida por los sectores populares. Ahora bien, preocupados centralmente por la accién y organizacién del ‘movimiento obrero, al menos hasta el Centenario el tema electoral no fue mis alla de este tipo de proclamas, y si el ingreso de Palacios puede haber provocado inquietud en las filas anarquistas, la falta de resultados posit: ‘vos por parte del socialismo asi como la caida del ntimero de electores en- tre 1906 y 1910 aquietaron las aguas libertarias.”® Resulta interesante la lectura que los anarquistas hacian de estos dos hechos. Ante los escasos votos obtenidos por el socialismo en 1908 y la autojustificacién del parti- do de Juan B. Justo, orientada a culpar el fraude y la venalidad del sistema electoral, los anarquistas reaccionaron con marcada ironia, sosteniendo que el socialismo no tenia derecho a protestar cuando ellos mismos habian aceptado el régimen electoral vigente. El mismo Palacios, afirmaban, habia sido elegido en 1904 por la circunseripeién de La Boca gracias a una alian- za con uno de los partidos que sustentaban el régimen vigente (se refiere al Partido Republicana) y, a la ver, los socialistas habian apoyado la candi- datura a senador de Emilio Mitre. La critica al electoralismo socialista se intensificé con el correr de la primera década del siglo XX, impugnando el intento de representacién de los sectores populares por un “misero partido, producto hibrido de bur- gueses y prolerarios” a través del prestigio y el valor que otorgaban al su 278 JUAN SURIANO fragio, engafiando al pueblo y sosteniendo “la farsa y el engafio, y hacied do que perdure un sistema caduco y corrompido”. De esta forma, el esp cio de sociabilidad politica que socialistas y anarquistas habian construidg conjuntamente diez afios ateds se fragmentaba y se dividia cada vez mi como producto del ahondamiento de los diferentes puntos de vista sobre ef sistema politico electoral y, mis grave ain, sobre el tipo de sociedad a ti que aspiraban. Con rencor el anarquismo juzgaria a los socialistas: * hibridos, son la lepra politica. Ciudadanos, no votéis por ellos”.7® En 1910 votaron, en la Capital Federal, 7.000 sufragantes menos q\ en 1906, y el anarquismo vivid esta situacién como una victoria propi en tanto hacia compartir la fuga de votos a todos los partidos politica participantes del acto comicial y atribuian la magnitud de la abstencién df buen sentido que iba imponiéndose gradualmente entre los ciudadandh por la prédica efectiva de los anarquistas. “Los aspirantes al comederd politico, los agentes electoraleros, los que ereen aleanzar la emancipa desde las urnas han fracasado otra vez, los anarquistas debemos apuntary nos otro triunfo.”” Asi, hacia el Centenario la mayoria del movimienta libertario compartia, por supuesto infundadamente, cierto optimismo g neralizado sobre el fracaso del sistema politico electoral argentino. anarquismo, prisionero de su fidelidad doctrinaria negadora del Estada no otorgé ningiin tipo de concesiones al régimen politico, y los andlisi politicos no fueron mucho més alli de la denostacién absoluta de las i tituciones estatales, del sistema parlamentario, de las elecciones y de lo partidos politicos. Y a pesar de ello, el anarquismo se adapt bien a las caracteristicas res teictivas tanto del régimen politico como social de la época. Un ré politico excluyente, una sociedad que incorporaba pero que también cluia, y una inmensa heterogeneidad étnica y cultural, brindaron un fil6 que el anarquismo aprovecharia bien a comienzos del siglo, aplicando 4 Principio politico libertario por excelencia: “Ia accién directa”. Esta sup ne la lucha inmediata de las fuerzas en pugna con el objetivo revolucions rio de destruir el Estado e imponer una sociedad mas justa y libre. Esta trategia politica se proponia alcanzar la justicia sin las mediaciones aa sistema p instituciones estatales, aprovechando el consenso logrado en el movimiens to obrero organizado. La accién directa englobaba varias técticas que mt chas veces se confundian e iban unidas, pero otras se repelian. Estas técti- cas remiten a tres formas de accién diferentes: a) la accién propagandistica destinada a captar a los trabajadores a través de la difusién de la prensa | escrita y Ia creacién de una red de circulos o centros desde donde se emitia tun mensaje politico y cultural que peetendia ser alternativos b) la acci6n violenta o la propaganda por el hecho (sabotaje, terrorismo),78 y c) la hhuelga general revolucionaria, habitualmente pacifica pero que debia der EL ESTADO, LA LEY, LA PATRIA Y LAS PRACTICAS POLITICAS —-279 var en una insurreccidn general, de la cual los hechos de violencia le eran inherentes. En este capitulo se desarrollaran los dos tiltimos puntos. El pri- mero de ellos fue desarrollado en los capitulos iniciales. 5. LA PROPAGANDA POR EL HECHO: EL ANARQUISMO Y SUS CONTRADICCIONES EN LA CONCEPCION DE LA VIOLENCIA En Buenos Aires la accién violenta no tuvo jamés ni el peso ni la adhe- sién militante, como ocurtiera durante la iiltima década del siglo XIX en itopa, particularmente en Francia.”” Aunque una retérica violenta era evidente en la produccién discursiva del anarquismo local, su practica, po- litica estuvo muy distanciada del terrorismo. La emergencia de una percep- Gin tan negativa del anarquismo, siempre ligada a imagenes virulentas, ademas de haber sido autoalimentada por los artificios retéricos mencio nados, se relaciona con la mirada crispada de las elites. Esta vision era cru- zada no s6lo por el impacto de los atentados europeos, sino también por los fuertes prejuicios instalados en el clima de ideas de la época por la in- fluencia de la criminologfa lombrosiana, que involucraba al anacquismo con una patologia fisica-psfquica hereditaria predispuesta al crimen y a cualquier tipo de accién violenta.®® Y si bien las primeras tendencias individualistas existentes en el pais se mostraron proclives a reivindicar los actos terroristas, como parece suge: rielo la aparici6n y circulacién efimera de periddicos cuyos nombres home- najeaban a anarcoterroristas europeos: La Vor de Ravachol, en 1895; Ca- serio, en 1896; ello ocurrié solamente en el plano discursivo. Mas alld de Cierto temor de los grupos gobernantes, provocativamente abonados por la retdrica estridente de algunos grupos anarcoindividualistas, no se registra~ ron durante esos aos actos terroristas acciones de un nivel de violencia alarmante. Pero el tema se discutié con intensidad entre los anarquistas, y aun cuando hubo una tendencia general a justificar la violencia como una consecuencia no querida de los males sociales, existieron algunos grupos, equefios y de corta vida que, desde un marcado ultraindividualismo, de- {endian la violencia como herramienta revolucionaria casi desde un punto de vista esencialista y nietzscheano: “Anarquia significa destruccién de cualquier autoridad, por minima que sea; entonces, si esto quiere decit anarquia, anarquia quiere decir destruccién”.* Asi, a partir de esta defini- ci6n la violencia era importante en si misma y, a la ver, benéfica para la propaganda pues “alargan las esferas de la propaganda y hacen brotar en el proletariado la semilla revolucionaria”. Ademds, convertian en sinéni- ‘mos violencia y revolucién, pero una violencia que no cra el resultado de lun momento de exaltacién u odio sino un hecho totalmente racional que debia desembocar en la destruccién de la vieja sociedad burguesa y “arri- 280 JUAN SURIANO- ba de los escombros humeantes de los palacios y la sangre de los cadaver burgueses se implantard la anarquia”.*? En el mismo periddico se publicd una réplica a esta postura ultra qi marearia la tonica dominante sobre la concepeién de la violencia en anarquismo local. En primer lugar, se sostenia que anarquia y comunis dde ninguna manera eran sinénimo de desteuccién. Y en una ambigua justid ficacién de la violencia, que seria paradigmatica no solo para el anarqui ‘mo sino para buena parte de la izquierda argentina posteriormente, se sos tenia que no era la anarquia la que armaba el brazo del rebelde sino injusticia social, y no era la violencia el resultado de la irracionalidad sis de un momento de exaltacién: “No es el razonamiento de las barbaridad del pueblo quien arma la revolucién, sino directamente esas barbarid des”. La hegemonia alcanzada a comienzos de siglo por la tendencia organis zadora alej6, atin més, al anarquismo local de la “propaganda por el he cho” y del terrorismo, aunque los medios libertarios locales no se cansad ban de advertir a las autoridades sobre la posibilidad de que se produjer atentados en respuesta a la constante opresin a la que se veian sometidog los trabajadores y a la represién ejercida sobre el movimiento obrero: En la Repiblica Argentina [...] se persigue con cruel ensafiamiento a log! que propagan ideas opuestas a la organizacién capitalista y hacemos consta ue sila canalla polical sigue la pendiente de tortura y persecucidn pronto nog veremos en la necesidad de tirar la pluma y el papel para estudiar otros proces dimientos mas inhumanos [sic] pero de necesidad como medio defensivo.** En esta linea, a despecho de la tendencia predominantemente no vio~ lenta, se produjeron algunos hechos aislados como los fallidos atentados a los presidentes Quintana y Figueroa Alcorta en 1905 y 1908 respectiva- 4 mente o, un afio més tarde, el atentado frustrado de Enrique Nido al cén- sul espaiiol en Rosario, en un acto de venganza por el fusilamiento de Francisco Ferrer en Espafia, de quien habia sido colaborador. Y en 1909 el mas resonante de todos: el asesinato del jefe de policia Ramén L. Faleén a ‘manos del joven emigrado cuso Simén Radowitzky. Estos atentados espo- radicos desnudaron los problemas del anarquismo para definir el tema de la violencia aunque el comin denominador del movimiento libertario ~in- dividualista o colectivista~ tendia a justficarla como producto de la injus- ticia social. Fn estas circunstancias, el atentado personal iba dirigido contra cual- quier representante de las instancias institucionales dominantes (Estado, derecho, iglesia, propiedad o capital) y era considerado un acto de justicia. Incluso, podia llegar a tener efectos benéficos para los trabajadores pues quienes reemplazaran al gobernante ajusticiado “recapacitarian y estudia- rian el modo de dar alguna reforma beneficiosa al pueblo para que sobre EL ESTADO, LA LEY, LA PATRIA Y LAS PRACTICAS POLITICAS 281. su cabeza no caiga la maldicién de los oprimidos en forma de bomba 0 pufial”.*5 Un colaborador de El Rebelde fue categ6rico: Admito y aplaudo todo acto de rebeldia, toda violacién de las leyes coerciti- vvas, conservadoras y prohibitivas, todo golpe, directo 0 indirecto, leal 0 traidor contra todas cualquiera de las instituciones sociales y toda accién que, con ca- rcter de protesta, sea un torpedo o una amenaza contra el actual orden social Justificando cu parecer, polemizaba con Juan B. Justo, quien sostenia qué el atentado era el impulso de la miseria guiado por la ignorancia, en tanto olvidaba que fa burguesia en su lucha contra el proletariado utiliza- ba tanto la violencia como el robo: si el obrero reclamaba la parte de su salario robada por el patrén podia ser echado del trabajo con el aval de la autoridad. Nada es mas justo ~entonces- en ese momento y atin después, que el roba- do y agredido al mismo tiempo, se haga justicia gratuita, ya que la justicia legal no rige para él porque no tiene cémo pagarla y, sila pagara, sancionaria la conducta del patrono, porque tal es la mision del Derecho.* De esta forma, el autor reivindicaba una normativa no eserita y no le- gal del trabajador que le conferia el derecho a hacer justicia por sus pro- pias manos. Tomaba como ejemplo al terrorista italiano Angiolillo que al asesinar al ministro espafiol Canovas estaba haciendo justicia en nombre de los trabajadores reprimidos en Espafia o de aquellos caidos en el con- flicto cubano. O, como justificaba Félix Basterca, Bresci al asesinar a Humberto I vengaba las represiones sufridas por el pueblo italiano de Né- poles en 1893 y de Toscana y Milan cinco afios mas tarde. “Pues bien, por esto Bresci ha hecho lo que hizo y es lo que fe: Asi, el atentado “es casi siempre revolucionario; el iltimo esfuerzo de los vencidos en la lucha por la vida”. Y aunque el atentado fuera un acto de furia individual, no dejaba de tener cierta racionalidad desde la logica li- bertaria pues era una acci6n justiciera en iiltima instancia. Al descreer de la viabilidad de cualquier mecanismo de justicia para los sectores popula- res, en tanto las sociedades estaban sometidas a formas de gobierno auto- ritarias, recurrit, en casos extremos, a la justicia individual y violenta se convertia en una respuesta natural y légica: “E! hecho violento es, pues, tuna consecuencia del estado mismo que impera en la sociedad y no pro- ducto de doctrinas determinadas”.## Aunque se sentfan incémodos a la ho- ra de justificar tedricamente al terrorismo, para el pensamiento anarquista las injusticias sociales, las desigualdades imperantes, la prepotencia juri cao policial hacian germinar, inevitablemente, el odio a las instituciones gobernantes y a los hombres que la representaban, fueran éstos ministros, presidentes o jefes de policia ssticia de martires” 57 282 JUAN SURIANO Entonces, no debe sorprender la solidaridad de la comunidad libertag con Radowitzky cuando éste aplicé la justicia personal y asesiné al co nel Ramén Falcon, La Protesta titulé el atentado con un elocuente “la ej cucién de un verdugo y el miedo al tirano”. En el mismo sentido, la FO! expres6 su respaldo al “hermano vengador”, resaltando que, si bien la deracién no impulsaba colectivamente actos de naturaleza violenta, justi caba la accién individual desesperada de quien veia con impotencia c6 el responsable de la matanza del primero de mayo de 1909 se mante impunemente en su cargo.!? Y aun cuando Radowitzky se convirtié en simbolo y en una bandera reivindicativa permanente de los grupos dcrat su accidn nd fue imitada. La ambigtiedad sobre la violencia recorre toda historia del anarquismo, e incluso en La Protesta podian aparecer peqt figs sueltos que bajo el titulo “El mundo cientifico” o “Quimica préctica indicaban cémo fabricar bombas o dinamita, como manipularlas y 6 hacerlas explotar.® Por otro lado, en 1904 existia un grupo filoanarquis ta denominado Mitin Club formado por expatriados rusos proterroristas, que dictaba conferencias donde anunciaban las acciones de sus compatric tas: “El iltimo atentado ruso, alcance y necesidad de los mismos”. Ot conferencias tenfan fines eminentemente practicos con titulos mas que su! gestivos: “Explosioncs simulténeas en dos © mas puntos de antemano de terminados”; “Acidos, manuabilidad de los mismos” o “Quimica practi la nitroglicerina, el cloruro de potasio y el algodén pélvora”.%! } La aprobacién generalizada del atentado otorgaba una unanimidad de crtiterios engafiosa. Seguramente, ninguno de ellos hubiera impulsado un, acto de esa naturaleza. A pesar de la justficacién te6rica sustentada en cris terios morales basados en la idea de justicia individual inherente a la doc trina anarquista, es posible afirmar que el anarquismo argentino tenia la firme conviccién de la inutilidad de la violencia individual y aislada para | luchar contra el sistema capitalista, y de hecho soto la utilizaron excepare: nalmente. Malatesta, tan transitado por los libertarios locales, es el mejot exponente de estas contcadicciones frente a la caracterizacién de la violen+ cia politica. A pesar de considerarla “por si misma un mal” podia ser jus! tificable cuando resulta necesaria para defenderse a si mismo y a los demas contra el delito”.9? Sila violencia individual les planteaba problemas de definicién, fo mi mo ocurria con la adhesi6n al uso de métodos de violencia colectiva. La teigica experiencia de la Comuna parisina habfa demostrado los limites dé las insurrecciones populares sin una organizacién coherente y racional. Conscientes de esos limites expresaban: “No hay que forjarse ilusiones. Hoy es poco menos que imposible combatir a las fuerzas armadas con las armas. Las grandes vias trazadas en las ciudades y el perfeccionamiento de los armamentos, unidos a la imposibilidad de poseerlos en que se halla la clase trabajadora, son otras tantas razones que nos obligan a buscar un EL ESTADO, LA LEY, LA PATRIA Y LAS PRACTICAS POLITICAS =—-283 nuevo sistema de lucha, y éste es la huelga general”.”? La relacién entre movimientos de masas y la utilizacin de la violencia racional obsesionaba 4 no pocos dirigentes libertarios. En ese sentido, algunos sostenian la inu- tilidad de las huelgas pacificas, en tanto los empresarios siguieran contro- lando los medios de produccién y los trabajadores agotaran sus reservas y volvieran al trabajo en peores condiciones que antes del conflicto y con sus dirigentes aislados del movimiento, Para muchos, los trabajadores debian ‘encarar sus huelgas armados para poder imponer sus reclamos, aunque ‘eran conscientes de las dificultades en articular esta propuesta y con cierta decepcién concluian “que mientras no dispongamos de la razén de la fuer- za por mucho que evolucionemos, pasarin muchos aitos, tal vez siglos an- tes que précticamente sepamos lo que es justicia”. La huelga general apa recia como una solucién al problema de la violencia colectiva. 6. LA HUELGA GENERAL REVOLUCIONARIA Los anarquistas pensaban en la huelga general como un momento de aflexién en el combate contra el capitalismo, y ésta era concebida no co- mo una herramienta téctiea para obtener mejoras generales para los traba- jadores, sino como un arma revolucionaria para cambiar radicalmente la sociedad. “Las revoluciones tienen sus dinteles y el dintel de la revolucién proletaria es la huelga general” se entusiasmaba Pascual Guaglianone, y alejéndose de la mera idea reivindicativa la definia como un “movimiento varonil de protesta contra la explotacidn capitalista, contra la tirania del Estado, contra el entronizamiento religioso [...]- La huelga general triun- fante, impuesta, sera el principio de la revolucién proletaria, el principio de una era de destruccién y reconstruccién que todos ansiamos”.% La hhuelga general fue adoptada como el medio mas practico y revolucionario de la clase trabajadora, aunque no involucraba slo a los obreros sino también al pueblo en su conjunto, que podia utilizar esta herramienta de lucha en los distintos niveles de la sociedad.°* La buelga general consiste en suspender la producci6n en todas las ramas del trabajo, durante los varios dias que seran necesarios para destrur el valor del cambio y permitir a los proletarios la toma de posesion de las minas, de la tierra, las habitaciones, las maquinas, en una palabra de todo lo que contribuye ala produccién de la riqueza.®” La huelga general deberia actuar como elemento de arrastre de los sec- tores populares mis atrasados e ignorantes. Precisamente, ante la objecidn planteada por el socialismo que sostenia la impracticabilidad de dicho me- dio de lucha, pues nunca lograria el apoyo total de la clase obrera, los anarquistas respondian que, en efecto, la huelga general seria preparada y 284 JUAN SURIANO: propagada por una minoria consciente y avanzada. Una vez més aparecii con claridad cierto desdén por las masas: “La mayorfa no tiene ningtin lor real. La mayoria no hace otra cosa sino aceptar y sancionar los benefid cios que le traen las minorias que forman la vanguardia del progreso”. Asi, se encontraban con un dificil dilema para resolver. 2De qué manere esas “masas incultas” participarian del campo revolucionario? La huelga encarnaba bien el espiritu de urgencia revolucionaria, pi no buscaba obtener reformas graduales 0 parciales y adquiria caracter cas violentas por la oposicién de los poderes constituidos, que no dejaria derrumbar en forma pacifica la autoridad del Estado. Los anarquistas pert saban que, en el transcurso del movimiento, desapareceria el respeto a legalidad burguesa y serfa posible poner en comiin los medios de product cidn asi como expropiar la riqueza y la propiedad capitalista, dando inicid a la prictica del comunismo anérquico. Al contrario del socialismo 0 ef radicalismo politico en cualesquiera de sus vertientes (jacobinismo, blan- quismo o republicanismo), todos aspirantes a ocupar las Areas vacantes del Estado, los anarquistas proponian el “derecho a vivir” de todos los indivic} duos y el reparto entre ellos de los medios de existencia, en tanto consides raban prioritario preocuparse por las “necesidades” del pueblo y sélo eff} una etapa posterior establecer los “deberes”. Estas acciones no podriatt realizarse mediante decretos sino Gnicamente a través de la toma y pose! sidn directa e inmediata de las éreas vitales de la sociedad, como los dep6 sitos de alimentos, vestidos y la ocupacién de viviendas.”* 4 Ahora bien, asi como la huelga general era una de las maximas aspira“| ciones revolucionarias, las huelgas parciales ocupaban un lugar aleatorio ¥! de importancia relativa. Era considerada inail para el obrero, pues la ob! tencidn de ciertos beneficios temporales (aumentos de salarios, reducci6n de jornada laboral) serian neutralizados por el libre juego de Ia competen cia econémica. Otra objecién sostenta que en momentos de superprodue- cidn la huelga podia ser més itil a los empresarios que a los trabajadores 4 ‘en tanto aquellos podian regular y bajar la produccién sin grandes pérdi- | das, Ademas, sobre la base del ejemplo de la larga huelga (diecisiete meses) de los mecénicos ingleses, quienes ademés de perder el conflicto agotaron las reservas monetarias del gremio, percibian la huelga como un factor que debilitaba la organizaci6n obrera. En este plano se nota una ambigiiedad discursiva: no aparecfa una con- dena explicita a la huelga ni tampoco un estimulo, Exceptuando las huel- 245 especificamente solidarias “estos movimientos no tienen sino una mi nima influencia en la solucién de la cuestién social. Si la huelga es alguna ver titi, no constituye ninguna solucién”.!®° Por supuesto, no habia una posicién homogénea en el movimiento libertario. Oteas voces proclama- ban la importancia de la lucha econémica y de la huelga parcial, y de con- vertir la accién gremial en educacién practica revolucionaria de los traba- EL ESTADO, LA LEY, LA PATRIA Y LAS PRACTICAS POLITICAS 285 jadores: “La huelga parcial es eficaz, sea que triunfe o que no. En el pri- ‘mer caso su mérito es obvio; en el segundo pone en accién fuerzas pasivas que de otro modo habrian permanecido en la conviccién de una impoten- cia absoluta, vincula en la desgracia y en el odio, infunde la idea del des- quite, comunica al obrero huelguista la idea de su importancia como fuer- za solidaria individual. Algunos se descorazonan; son pocos. Y como su actitud los ha hecho sospechosos al capital, éste los rechaza, No les queda mas recursos que volver a nuestras filas”.1°1 ‘Al margen de las diversas posturas, los anarquistas demostraron una enorme versatilidad ante los principios doctrinarios e impulsaron y alenta- ron todo tipo de conflictos tanto en las areas del trabajo como fuera de ella. Y fue en ese terreno donde tuvieron mas éxitos, pues la huelga general re- volucionaria parece haber sido s6lo una quimera; en tanto se producia un conflicto (o mejor, una tensién) entre las aspiraciofies econémicas inmedia- tas de los sectores populares y la intencién transformadora de la sociedad sostenida por los militantes libertarios. Aqu( era donde aparecia una y otra vez la vision de las “masas incultas” o del “pueblo ignorante”, que actuaba como una poderosa barrera a sus ideales. Agnes Heller explica bien este ti po de desencuentros o desacuerdos cuando sostiene: “A menudo los jefes politicos estan obligados a llevar una lucha tenaz. también contra la con- ciencia cotidiana de sus seguidores porque éstos consideran la solucién de sus cuestiones particulares como solucién general de sus causas”.192 Estas tensiones se manifestaron claramente varias veces durante la pri- mera década del siglo, especialmente en aquellos momentos en que los tgrandes conlfictos (huelgas generales de 1902 y 1909, manifestacién del 1° de mayo de 1904 o la huclga de inquilinos de 1907) comenzaban su etapa de declinacién y los intereses de los trabajadores y las pretensiones de los rmilitantes lihertarios tomaban rumbos diferentes. En este sentido, el apoyo anarquista a las reivindicaciones inmediatas tenia por objeto no la mejora gradual sino empujar a las masas hacia un conflicto generalizado: “El mo- vimiento contra los alquileres debe asumir, para que obtenga resultado, caracter de insurreccién” sostenia el diario anarquista en 1907 durante la rebelién de los inquilinos portefios.!°? Entusiasmados ante la magnitud del conflicto habian Ilegado a pensar que ese “ambiente de malestar proletario puede trocarse en principio de revolucién social”, al interpretar que el ‘movimiento expresaba la pérdida del respeto a la sacralidad de la propie- dad privada. Pero en cuanto el contlicto cambi6 de rumbo también lo hizo la visién que los anarquistas tenfan del pueblo. Y la conciencia popular de la falta de respeto a la propiedad privada trocé en la “imbecilidad” de las masas que “arrian las banderas de las reivindicaciones y aceptan humildes y llorosos” la imposici6n de la autoridad.!°5 Poco después del Centenario, un periédico anarquista intentaba efec- tuar un balance sobre la huelga general revolucionaria durante la primera 286 JUAN SURIANO- década del siglo. Con amargura reconoeia que s6lo en la gran huelga mayo de 1909 el proletariado argentino se habia acercado a la aspiraci libertaria “cuando respondi6, con la huelga general revolucionaria, al sinato colectivo perpetrado por el finadito Faleén en una pacifica manif tacién”, pero la ofensiva represiva de 1910 fue observada con indiferer por los trabajadores; con tono de quecja concluia que “nadie levanta ut vou de protesta” y “eon tal de ganar plata aguantan la més negra eslav tud, la mas asquerosa tirani Mas all de estos divorcios circunstanciales con los trabajadores, quie ro insistir en que el anarquismo, sin dudas, logré un relativo arraigo ent los sectores populares portefios durante la primera década del siglo, De popularidad y representatividad hay suficientes testimonios. Sin embargag también deseo recalcar el carécter efimero del relativo “éxito” del anary quismo y una de las claves para comprender la brevedad de la permanens cia remite directamente a la propia concepcién de la pol 7. LA AMPLIACION DE LA REPRESENTACION POLITICA Y LOS LIMITES DEL ANARQUISMO La ampliacién del régimen electoral y la creciente participacién del Esy) tado en la sociedad marcarian importantes cambios que el movimiento li- bertario no podria superar, encadenado a una concepcién negadora del Es~ tado y de la participacién politica que se adaptaba més a las relaciones politicas y sociales del siglo XIX que del siglo XX. El anarquismo repre sent6 politicamente a un importante segmento de los trabajadores en algin momento del proceso de cambios sociales en la Argentina, que podriamos fechar entre mediados de la década del noventa y el Centenario de la Re« volucidn de Mayo. La fecha es arbitearia y podria extenderse a 1912 ys ‘més precisamente, a 1916 e incluso hasta la semana tragica. Pero si se ob- 4 secva el tiempo mas largo transcurrido entre la organizacién del Estado nacional y, simultdneamente, la incorporacién det pais al mercado mun- dial y la crisis del modelo agroexportador ocurrida a partit de los afios | treinta, el historiador percibe con nitidez las profundas transformaciones operadas en la sociedad civil y en el Estado. Este proceso provocé, de al- guna manera, que el movimiento libertario, cautivo de su propia doctcina, se convirtiera en un grupo politicamente marginal y minoritario entre los sectores populares. Casi podria sostenerse que la crisis politica del orden conservador fue la crisis politica del movimiento libertario.7Como si el anarquismo hubiera sido funcional a un régimen restrictivo, ocupando los espacios publicos que aquél descuidaba. A partir de 1912 la ampliacién del sistema electoral convertiria en ciudadanos a un buen sector de los trabajadores, y con ello EL ESTADO, LA LEY, LA PATRIA Y LAS PRACTICAS POLITICAS 287 comenzarian a cambiar las formas de las demandas asi como los estilos de interpelacidn de los partidos politicos. Pues si bien es posible que el impac- to provocado por la reformulacién del sistema politico haya modificado paulatina y lentamente los habitos politicos de los trabajadores, especial- mente porque un importante porcentaje de ellos seguian teniendo vedado cl acceso al sufragio por ser extranjeros, s totalmente seguro que los par- tidos politicos modificaron sus discursos y ampliaron su interpelacion en funcién del ensanchamiento de la base electoral.!®” En este sentido, el anarquismo no modifie6 su discurso y se mantuvo fiel a si mismo. La apli- cacién de la Ley Saenz Pefia, tanto por el aumento del ntimero de votantes a partir de 1912 como por la cantidad de representantes socialistas, que en 1914 obtuvieron siete diputados por la Capital, conmovi6 al anarquismo, que habia salido debilitado de la desproporcionada represién del Centena- rio. Como nunea, La Protesta prest6 atencién al problema, lamentandose y criticando reiterada y machaconamente a los trabajadores por dejarse arrastrar a las urnas, ya sea por los radicales 0 por los socialistas. Teodo- +0 Antilli, tal vez. uno de los lideres libertarios mas importantes en 1913, confesaba su impotencia cuando afirmaba: “jTantos anarquistas que so- ‘mos en la Argentina y tan poca accién que desplegamos!”.18 Claro que el historiador puede preguntarse, zeran tantos? o ;s6lo era el recuerdo de un pasado reciente més promisorio? Pero al margen del mtimero de activistas la sancién de la Ley Saenz Pe- fia habia instalado un tema sin resolucién para el movimiento libertario y que, sin ninguna duda, lo afectaria en el futuro. Me refiero a la obligato- riedad del sufragio. Desde una concepcién que consideraba el voto como una acto de delegacién que afectaba la libertad individual, el hecho de ha- cerlo obligatorio era considerado como una verdadera afrenta al libre al- bedrio de los Seres humanos: “EI voto obligatorio constituye un atentado contra la libertad individual, una afrenta para el pais que lo soporta. Es el colmo pretender que por la fuerza los ciudadanos se acerquen a Jas urnas para elegir a individuos que mafiana seran sus opresores”.!9 La Ley Sdenz Pefia ampliaba el marco de participacién politica de los sectores populares, potenciando la actividad del socialismo y, consecuentemente, recortaba y reducfa los espacios de accién politica a los anarquistas, quienes a pesar de los cambios acaecidos en la estructura politica sostenian con orgullo: “s6lo el anarquismo se mantiene puro dentro de las fuerzas en lucha. Su bande- ra jamés ha sido arriada [...|"."” Asi, durante el proceso inaugurado en 1916, ni las formas de movilizacién ni la propuesta (abstencién electoral activa o la huelga general de electores) parecfan ser muy diferentes a las de 1902.0 1906. El anarquismo descartaba las formas de hacer politica electoral masiva con los mismos argumentos usados exactamente una década atras. Esta si- tuacién habria de crearle no pocos problemas. Y no s6lo aquellos derivados 288 JUAN SURIANO de las viejas formas de interpelacién sino también una importante cantid de divisiones, cuestionamientos internos y la consecuente fuga de activist desde el propio campo hacia grupos politicos de diversa indole. Y de esta! sangria la porcién menor se orienté hacia el radicalismo, mas alla de lag! sospechas esgrimidas por los historiadores y nunca confirmadas sobre I anarquistas devenidos en radicales. Especialmente, la version sobre la parti cipacién de algunos anarquistas en la revolucién de 1905. Esta fue ali tada por los doctrinarios puros en medio de una puja por el control de! vvimiento anarquista. Creo que centralmente por estos motivos se generaliz esta interpretacién colaboracionista anarco-radical. Y lo cierto es que, c la excepcién de Julio Barcos y un pequefio grupo de militantes menos i portantes que se convirtieron en radicales, el anarquismo porteiio no pare ‘ce haber perdido demasiados simpatizantes ante un partido que, con su a hesi6n al krausismo y su acendrado catolicismo, alejaba mas que acercal a los militantes dcratas. En todo caso, queda pendiente el interrogante so4| bre el impacto que pueda haber provocado el radicalismo entre aquellos sectores populares que apoyaban al anarquismo. Afios mas tarde, una ind formacién aparecida en el diario Ultima Hora sobre la posible candidat de Ghiraldo en las elecciones de 1912, obligé a éste a desmentir categorica mente, una vez més, las sospechas de sus adhesiones politicas prorradicalesi4 “Yo, el antiparlamentarista, yo, el propagandista acérrimo de la accién dis recta, mezclado hoy en listas pintorescas de candidatos a la par del més in- genuo 0 atrevido de los salvadores de opinidn, defensores incondicionales y ‘magndnimos de la representacidn legislativa(...|! ;Por favor, no!” 1"! Distinto parece ser el caso de las influencias de un partido politico de tintes més progresistas, aunque paraddjicamente mas estatizante, como el batllismo uruguayo. El gobierno de Batlle y Ord6iez no slo moderniz6 a la Banda Oriental sino que lideré un proceso de democratizacién politica y social, novedoso por lo temprano y por lo inédito de una experiencia de J este tipo en Sud América.!!? Permisivo con el sindicalismo, vencedor de los caudillos rurales y fuertemente anticlerical, su accién politica tent6 a n0 | pocos anarquistas seducidos por fa personalidad del presidente uruguayo y también por la tolerancia de Batlle hacia los deportados que, desde la Ar- gentina, recalaban y desarrollaban su actividad en las costas uruguayas.133 Era frecuente que los deportados a Europa terminaran en Montevideo, donde gozaban de una libertad manifiestamente superior que en Buenos Aires, incluso cuando La Protesta fue clausurada durante el Centenario editaron algunos niimeros en Montevideo. Fs mas, el periédico Fl Liberta- rio que se edité durante un tiempo en Buenos Aires en lugar de La Protes- ta, elogié abiertamente al gobernante uruguayo por su respeto a las liber- tades individuales y por el acto concreto de suprimie la seccién policial de Orden Social: "Hoy es la Reptiblica Oriental -extrafio pueblo de condicio- nes tnicas y superiores- la madre carifiosa de los héroes y de los martires EAN, LA LBS, LA EES 7 LO Oe = de la injusticia social en América, y esto se debe en mucho a la influencia de un hombre raro que se llama José Batlle y Ordéiiez”.1"4 Precisamente, en 1912 un grupo de militantes libertarios deportados de nuestro pais provocé una de las més sonadas rupturas dentro del movi- miento. Entre ellos se encontraban destacados militantes como Adrién Zamboni, Virginia Bolten (sin duda la activista femenina mas importante del anarquismo en esos tiempos), E. Clérici, Francisco Berri y Adrian Troi- tifio entre otros.!¥8 Todos ellos acreditaban mas de una década de militan- «aa y representaban el tronco historico del anarquismo argentino, habiendo participado algunos activamente en la creacidn y posterior consolidacién de la FORA; otros en la redaccién de La Protesta, y todos de las activida- des propagandisticas cotidianas. El grupo, més tarde identificado como anarco-batllismo, se radicé en Uruguay desarrollando una importante ac~ cin propagandistica y publicando su propio érgano de prensa, La Idea Li- bre, desde donde brindaron su apoyo critico a la labor de Batlle y Ord6- fiez."16 Simultaneamente, en marzo de 1912, se produjo otra disidencia lidera- da por Bautista Fueyo (libero, importador y editor de buena parte de los textos que los anarquistas hacian circular por el pais) y Santiago Locascio. Ambos, al igual que los anteriores, habian sido militantes de reconocida trayectoria e integrantes del tronco histérico, a pesar de que en ese mo- mento no activaran orgénicamente. El caso de Santiago Locascio es para- digmatico pues habia transitado una buena parte de la trayectoria de anarquismo argentino y adherido a distintas corrientes internas. Fue ac vo integrante de la redaecién de El Rebelde a partir de su primer nimero (1898), desde donde combatié las tendencias organizacionistas y discuti6 duramente con Pedro Gori. Cuatro afios més tarde era miembro de la FOA y desarrollé una activa labor en pro de la organizacion obrera, con- siguiendo la adhesién de los estibadores y siendo uno de los lideres de las hhuelgas de 1902, afio en que, simulténeamente, publicaba el mensuario Nueva Era. Precisamente, por toda esta actividad el gobierno argentino le aplicé la Ley de Residencia y lo expuls6 a su pats de origen, Italia, Su caso tuvo bastante repercusién pues se defendi6 judicialmente con el asesora- miento del abogado socialista Del Valle Iberlucea. A su regreso al pais, to- mé distancia del movimiento anarquista activo, acercdndose lentamente a las posturas “politicas” que asumiria a partic de 1912. Locascio y Fueyo, sacudidos por la inminente sancién de la ley Saenz Pefia, se proponian conformar un partido obrero para participar de las elecciones generales. Si bien esta intencidn no Hleg6 a concretarse, sirvi6 para demostrar la insat faccién de algunos anarquistas que, sin abandonar su profesién de fe, © gian algunos cambios en las précticas politicas. Particularmente interesante es la critica de Locascio cuando atacaba la imagen que mas gustaba exponer el anarquismo, esto es, el heroismo revo- 290 JUAN SURIANO lucionario individual a ultranza. Se manifestaba contrario a seguir cie mente la tradici6n revolucionaria, y dando muestras de una dosis de pray matismo infrecuente en sus camaradas, sostenia la necesidad de selec las tradiciones més convenientes a la lucha del presente. E iba mas lejos transcurrida la primera década del siglo XX, no se podia pensar en k mismos términos de Bakunin y pretender transformar la sociedad capitals ta en revolucionaria de un plumazo. Y el ejemplo més acabado de est cambios se evidenciaba en la presencia de un Estado cada vex. més fue en contra de las predicciones libertarias. Atacaba la urgencia revolucio ria y la persistencia de tacticas anacrénicas: “En vez.de obstinarse en q rer perpetuar una téctica sin ningtin resultado practico, lo que debe hac se es pensar en otra mas adecuada a la época y mas en consonancia ct los hechos del momento histérico”.!"” Concretamente, por tacticas an crénicas se referia a la huelga general como herramienta politica central tanto pensaba, de acuerdo con una concepcidn positivista, que los eambie serfan lentos y prolongados. Afios mas tarde, impactado por la revolucién soviética, escribiria cor un deliberado tono critico hacia sus ex compafieros “Muchos de usted parecen que viven fuera de érbita de la realidad [...]. El anarquismo no simple retorica despiadada y accién catastréfica (...]. El anarquismo una fracci6n del socialismo”." El autor consideraba importante la acciéi de un partido que fuera la amalgama del anarquismo y el comunismo. Pes ro esta simbiosis, que él llamaba maximalismo, no tuvo demasiado predi+ camento en la practica puesto que el primer entusiasmo de los anarquistas} por la revolucién soviética se enfrié en cuanto comprendieron el peso del Estado en la nueva sociedad revolucionari: No importa cual haya sido el destino de cada una de estas discordans| cias y fracturas, interesa sila dispersion que debe de haber provocado den‘ tro del movimiento libertario y la explicacion dada por Santillan se parece! mas a una justificacién acritica de las debilidades aceatas. Sostenia que “Id aureola que rodeaba al anarquismo habia atrafdo a numerosos elementos que habian comprendido insuficientemente las ideas y que eran candidatos propicios a todas las desviaciones; ademas, sin el contralor de un movi- miento alerta siempre, las truculencias mas estrambéticas aparecian en las filas del anarquismo y era preciso fijar una orientacién solida”." Esa orientacién sélida, que en la década anterior habjan llevado adelante Gili- mén y otros doctrinarios puros, ahora seria tarea de otros, pero en tun mo“ vimiento politico en retirada. EL ESTADO, LA LEY, LA PATRIA Y LAS PRACTICAS POLITICAS ==. 291 NOTAS 1. La representacién politica es “un sistem: dad politica, realizado a través de la designacion electoral libre de ciertos organis- mos politicos fundamentales (en su mayoria los parlamentos)”, en Norberto Bob- bio, Nicola Mateucci y Gianfranco Pasquino, Diccionario de politica, México, Siglo XX1, 1983, pag. 1389, Véase también H. Pitkin, The concept of representa: tion, Berkeley, University of California, 1967. 2, Tuan Suriano, “La oposicién anarquista ala intervencién estatal en las rela-

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