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an os junto a su padre. Este, forjador de las miles de espadas que se utilizaban en las
batallas. Todos los an os el padre le regalaba una hermosa y filosa daga a su hija, a
quie n le ensen o a utilizar cada una de ellas como un juguete ma s.
Un tarde, cuando ya caa el sol. El padre le pide a la hija que vaya en busca de su
medicina donde la curandera del pueblo que se encontraba cruzando el bosque. Para
protegerla del intenso fro, su padre la cubre con una bella manta blanca como la luna
en esas noches de invierno.
Esta, obediente como siempre., se lanza a caminar por entre los alerces y pinos, todos
apretujados en el bosque.