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En las afueras de lo que hoy son los bosques irlandeses, viva una pequen a nin a de 13

an os junto a su padre. Este, forjador de las miles de espadas que se utilizaban en las
batallas. Todos los an os el padre le regalaba una hermosa y filosa daga a su hija, a
quie n le ensen o a utilizar cada una de ellas como un juguete ma s.

Un tarde, cuando ya caa el sol. El padre le pide a la hija que vaya en busca de su
medicina donde la curandera del pueblo que se encontraba cruzando el bosque. Para
protegerla del intenso fro, su padre la cubre con una bella manta blanca como la luna
en esas noches de invierno.

Esta, obediente como siempre., se lanza a caminar por entre los alerces y pinos, todos
apretujados en el bosque.

Cuando iba a mitad de camino se encontro con 5 lobos salvajes, sedientos y


hambrientos, producto del crudo invierno. Los 5 se arrojaron sobre la pequen a
criatura con sus hocicos abiertos, preparados para despedazar su tierna carne,
destrozar su piel hasta lamer cada hueso de la nin a. Un instante antes de que los lobos
le cayeran, esta saca una daga de entre sus mantas y, antes de que los lobos pudieran
darse cuenta, se encontraban tendidos en la nieve, rajados de cuello a vientre.

La pequen a se cubra con su hermosa manta, empapada de sangre. Ahora no blanca,


sino roja, como la nieve de esa noche.

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