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Roland Barthes La aventura semiologica Titulo original: L‘aventure sémiologique Publicado en francés por Editions du Seuil, Paris Traduccién de Ramén Alcalde Cubierta de Mario Eskenazi 2. edicién, 1993 Queda rgwonamene prohbids, snl autorizaion era de fos ilaes del “Copy. re las sanciones establecidas en Ia Leyes, In re ‘0 parcial de esta Obraporcuslquier metodo oprocecimiesto, comprendisos la eprogratiay el ataniento informdtico, yin distribuciéa de ejemplaresde ella mediante alquiet o préstamo publics. © 1985 by Editions du Seuil, Paris © de todas las ediciones en castellano, Ediciones Paidés Ibérica, S.A., Mariano Cubj, 92 - 08021 Barcefona y Editorial Paidés, SAICF, Defensa, 599 - Buenos Aires ISBN: 84-7509-581-X Depésito legal: B-17.066/1993 Impreso en Hurope, S.A., Recaredo, 2 - 08005 Barcelona Impreso en Espafia - Printed in Spain La aventura semioldgica Hace unos dias una estudiante vino a verme. Me pidié preparar un doctorado del tercer ciclo sobre el tema siguiente, que me propuso con un aire soportablemente irénico, pero de ninguna manera hostil: Critica ideolégica de la semiologia. Me parece que en esta pequefia escena estén presentes todos los elementos a partir de los cuales es posible esbozar la situacion de la semiologia y su historia reciente: — Se encuentra en ella, ante todo, el proceso ideolégico, es decir, politico, al que se somete con frecuencia a la semiologia, denunciada como una ciencia reaccionaria o por !o menos indiferente al compromi- so ideolégico: gno se ha acusado acaso al estructuralismo, como otrora al Nouveau Roman, y aqui mismo, en Italia, si mis recuerdos son exactos, de ser una ciencia cémplice de la tecnocracia, ¢ incluso del gaullismo? — en segundo lugar, la idea de que la persona a la cual esta estu- diante se dirigia era uno de los representantes de esa ideologia que, precisamente se trataba de desmontar (en el doble sentido de: analizar y desarmar, deshacer y derribar), y de ahi la ligera ironia de mi interlocu- tora: mediante su propuesta misma del tema de investigacién me provo- caba (pasaré en silencio la interpretacién psicoanalitica de esta escena); — portiltimo, la intuicién de que, en el papel de semidlogo semiofi- cial que ella me atribuia, subsistia cierta vibracién, cierta duplicidad, cierta infidelidad semiolégica que podia convertir, de una manera quiza paraddjica, a la persona a la que la estudiante se dirigia en alguien que a Ja vez estaba en la semiologia y fuera de ella: de ahf esa especie de leve vwww.esnips,com/web/Lalia 10 LA AVENTURA SEMIOLOGICA amistosidad (si es que no me equivogué al interpretarla) que esta escena, plena de cogueteria intelectual, me ha dejado en el recuerdo. Antes de volver sobre los problemas de los que se alimentaba este pequefio psicodrama, debo decir que no represento ala semiologia (ni al estructuralismo): ningun hombre del mundo puede representar una idea, una creencia, un simbolo; con mucho menor razén alguien que escribe, cuya practica elegida no es ni la palabra ni la «escribienciay (écrivance) sino la escritura. La sociedad intelectual puede hacer de alguien lo que le parezca, y lo que necesite; se trata siempre tan sdlo de una forma del juego social, pero yo no me puede vivir como una imagen, la imagino del semidlogo. Yo me encuentro, respecto de esta imago, en un estado doble: de dispo- nibilidad y de huida: — por una parte, mi mayor aspiracién es ser asociado al cuerpo de los semiélogos; mi mayor aspiracién es responder junto con ellos a los que los atacan: espiritualistas, vitalistas, historicistas, espontaneistas, antiformalistas, arqueomarxistas, etcétera. Este sentimiento de solidari- dad me es tanto mas facil cuanto que no experimento ningiin impulso fraccionista: no me interesa oponerme (como es de rigor en el fraccio- nismo) a los que tengo mds cerca (pulsién narcisista bien analizada por Freud a propésito de! mito de los hermanos enemigos); — pero, por otra parte, la semiologia no es para mi una causa; no es para mi una ciencia, una disciplina, una escuela, un movimiento con el que identifico mi propia persona (ya es mucho aceptar el asignarle un nombre; de todas maneras, es para mi un nombre que puedo revocar en cualquier momento). . «Qué es, entonces, para mi, la semiologia? Es una aventura, es decir, lo que me adviene (lo que me viene del significante). Esta aventura (personal, pero no subjetiva, porque lo escenificado en ella es precisamente el desplazamiento del sujetoy no su expresién), esta aventura se me ha presentado en tres momentos. 1. Elprimer momento fue de deslumbramiento. El lenguaje, o para ser més preciso, el discurso, ha sido el objeto constante de mi trabajo, ya desdé mi primer libro, es decir, desde el grado cero de la escritura. En 1956 yo habia reunido una especie de material mitico de la sociedad de consumo, que entregué a la revista de Nadeau, Les Lettres Nouvelles, bajo el nombre de Mitologias; fue entonces cuando lei por primera vez a vwww.esnips,com/web/Lalia LA AVENTURA SEMIOLOGICA u Saussure, y tras haberio leido quedé deslumbrado por esta esperanza: suministrar por fin a la denuncia de los mitos pequefioburgueses, que nunca hacia sino, por asi decirlo, proclamarse sobre la marcha, el medio para desarrollarse cientificamente. Este medio era la semiologia o andli- sis concreto de los procesos de sentido gracias a Jos cuales la burguesia convierte su cultura historica de clase en cultura universal; la semiolo- gia se me aparecié entonces, por su porvenir, su programa y sus tareas, como el método fundamental de la critica ideolégica. Expresé ese des- lumbramiento y esa esperanza en el postfacio de Mitologias, texto que quizas haya envejecido cientificamente, pero que ¢s un texto euférico, porque infurdéa seguridad al compromiso intelectual, proporciondndo- le un instrumento de andlisis, y responsabilizaba el estudio del sentido asignandole un alcance politico. La semiologia ha evolucionado desde 1956, su historia se ha enaje- nado en cierta medida, pero sigo convencido de que toda critica ideolé- gica, si quiere escapar a la pura reafirmacion de su necesidad, no puede ser mAs que semioldgica: el andlisis del contenido semiolégico de la semiologia, como pretendia la estudiante que acabo de mencionar, no podria Ilevarse a cabo sino por caminos semiolégicos. 2. _Elsegundo momento fue el de la ciencia, o por lo menos el dela cientificidad. De 1957 a 1963 trabajé en el andlisis de un objeto alta- ‘mente significativo: la ropa de moda. El objetivo de este trabajo era muy personal, ascético, si puedo decirlo asi. Se trataba de reconstruir minu- ciosamente la gramatica de una lengua conocida pero que no habia sido analizada hasta entonces. Me importaba poco que la exposicion de ese trabajo resultara ingrata; lo que importaba para mi placer era hacerlo, operarlo. Al mismo tiempo intentaba concebir cierta ensefianza de la semiolo- gia (con los Elementos de semiologia). Amialrededor la ciencia semiol6gica se elaboraba segun el origen, el movimiento y la independencia propia de cada investigador (pienso sobre todo en mis amigos y comparieros Greimas y Eco); se produjeron conjunciones con los grandes predecesores, como Jakobson y Benve- niste, € investigadores mas jovenes, como Bremond y Metz: se creé una Asociacién y una Revista Internacional de Semiologia. En lo que a mi respecta, lo que dominaba ese periodo de mi trabajo era no tanto el proyecto de poner los fundamentos de la semiologia vwww.esnips,com/web/Lalia 12 LA AVENTURA SEMIOLOGICA como ciencia cuanto el placer de ejercitar una sistemética: en la activi- dad de la clasificacién hay una especie de embriaguez creativa, que fue la de los grandes clasificadores como Sade y Fourier. En su fase cientifica la semiologia me deparé esa embriaguez: yo reconstituia, yo confeccio- naba (dando un sentido elevado a esta expresién) sistemas, juegos. No me gustaba escribir libros si no era por placer. El placer del sistéma reemplazaba para mi el Supery6 de la Ciencia: era preparar ya la tercera fase de esta aventura. Por fin, indiferente a la ciencia indiferente (adiafé- rica, como decia Nietsche), entré por placer en el significante, en el texto. * 3. El tercer momento es, en efecto, el del texto. En.torno de mi se tejian discursos, que desplazaban los prejuicios, inquietaban evidencias, proponian nuevos conceptos: Propp, descubierto a partir de Lévi-Strauss, permitia vincular seria- mente la semiologia con un objeto literario, el relato; Julia Kristeva, remodelando profundamente el paisaje psicoldgico, me brindaba personal y principalmente los conceptos nuevos de para- gramatismo e intertextualidad; Derrida desplazaba vigorosamente la nocién misma de signo al pos- tular el retroceso de los significados, el descentramiento de las estruc- turas; Foucault acentuaba el proceso del signo asignandole un lugar histo- rico pasado; Lacan nos proporcionaba una teoria acabada de la escisién del su- jeto, sin la cual la ciencia esta condenada a permanecer ciega y muda acerca del lugar desde donde habla; Tel Quel, por fin, esbozaba el intento, renovador todavia hoy, de situar nuevamente el conjunto de estas mutaciones en el campo mar- xista del materialismo dialéctico. Para mi, este periodo se inscribe en conjunto entre la Introduccion al andlisis estructural del relato (1966) y S/Z (1970). El segundo trabajo negaba, en cierta medida, el primero, mediante el abandono del modelo estructural y el recurso la practica del texto infinitamente diferente.

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