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sepsturuay seyesdoag sey ap o1pmysa uy, aesny 4 pepruapt ‘o10095) Linda McDowell Género, identidad y lugar Un estudio de las geografias feministas ‘Teaduecién de Pepa Linares Epiciowrs cAreDRa, USIVERSITAP DL VALENCIA INSTITUTO Dk HA MUR Feminismos Comeje asewor tacos Unis aa ans Sie amt cron Moe ee Sa tec, Unvatate lS set er! Cn acm eat iene tect fe Band Seer ea Unocal v0 vacuous ‘ jraut Deus, Universitas de Valencia inecciin y coordina baht Movant D ‘lo umgyaal de Ja obo Gand bent cual Place integrin gerne. Dice decubrin: Carts Pens Baernaier rReeran sos eho oti cnr cat ateilo er epee per stn yo mills oda ey acres nkrtsacion pr Ses ye Sjumga repre pagans, GENET ean cancers inert ns Stes ea sn ease ipo de spre cnsanics art ta, or a presepaos H/8 ve1705 2070.05. Suited sina canto Grp Ann. 2080 Cathe deter, sae? Mound setdeice i 752000 isin eet ‘nde 20m ried np wpenten Aart SL esas a Prefacio y agradecimientos Hace algunos afos, antes de que los estudios feministas se consolidaran en el Ambito geogréfico, me preguntaron en tuna entrevista de trabajo: «;Y que es esto de las mujeres y la geografia?» No creo que mi entrevistador hubiera sido hoy {an ofensivo, pero ain es normal que cualguier persona nos progunte qué tienen que ver la geografia y el género. ste libro es un intento de responder dicha pregunta. Mi primera intencidn es ofrecer una idea general de los vinculos mas importantes entre las perspectivas geogréficas y los en- foques feministas, e ilustrarlos con el trabajo empirico gue he leido y disfrutado durante los cinco afios ultimos, El con- tenido refleja, como es comiin a los textos de esta clase, mis propios intereses y parte del trabajo que yo misma he reali- zado. He estudiado, sobre todo, varios problemas de género en la actual Gran Breiafia y, en menor medida, en otras so- ciedades «avanzadasy, Soy gedgrafa social y urbana, intere- sada en la naturaleza variable del trabajo en las ciudades glo- bales, y eso también se reflejard en mis ejemplos. He inten- {ado set ecléctica, pero, aun asi, no trataré en las paginas que siguen de las relaciones de género en el «Tercer Mundo» 0 los enfoques y las campafias ecofeministas. Una de las delicias, y de las frustraciones, de mestra materia es su am- plisimo aleance, que no permite a nadie ser experto en todos los subcampos. Asi pues, este libro no sera capaz de satisfa- 7 cer todo Io que ef lector desea conocer de !a geografia y el» gévero, pero espero que sea un lugar interesante y divertido para comenzar y que Je estionule a indagar en lo que, a mi pa- recer, es uno de los estudios mas apasionantes de nuestra dis- ciplina en el momento actual. Presento a los «ekisicos» y al- gunos trabajos recientes, y espero que los estudios de casos resulten estimulantes para todas aquellas gedgratas que es- én pensando en abordar una investigacion feminista. ‘Aungue el nombre que aparece en Ia portada ese] mio, un libro asi es el resultado del desarrollo de las redes feministas que unen a las geografas en muchos paises. Unto de los grandes placeres de la vida académica ha sido participar en esas redes, y el entusiasmo académico y kas numerosas amistades que he encontrado en ellas. Me resulta dificil mencionar a (odas las personas que han sido importantes para mi, y guizai seria injus- to escoger sélo a unas cuantas, pero no me resisto a dar las gra cias en particular a Gillian Rose, cuyos agudas comentarios so- bre el primer borrador tuvieron una mezcla justa de apoyo amistoso y critica profesional; a Doreen Massey, con quien tra- bbajé durante varios aflos y cuya energia y entusiasmo siempre me han movido a redoblar mis esfuerzos; a Joni Seager, por su generosidad personal y el ejemplo de ‘su trabajo; a Sophie Bowlby, Jo Foord, Susan Hanson, lane Lewis, Suzanne Mac- Kenzie y Janice Monk, que estuvieron a mi lado desde el prin- Cipio; 4 Michelle Lowe, por su larga amistad; a Jo Sharp, por las tilhimas aiegrias de su colaboracidn; y a esas cinco extraor- dinarias graduadas feministas, con las que tengo el placer de trabajar en la actualidad: Dorothy Forbes, Flora Gathorne- Hardy, Rebecea Klahr, Paula Meth y Bronwen Parry. La version amterior del capitulo 9 se publicd en el Jour nal of Geography in Higher Education (1997), como «Wo- meniGender/Feminisms». Agradezco al editor y a los auto~ res de la edicién el permiso para eproducir varias partes. La autora y los editores quicren agradecer también el permiso para utilizar el siguiente material registrado: Black Rose Books, por una tabla de T. Amott y J, Matt- haei, Race, Gender and Work: A Multicultural Economie History of Women in the US (1991), pig, 325, tabla 10.3; 8 Routledge, por las tablas de S. Reinharz, «Experimental analysis: 2 contribution to feminist research, en G. Bow- les y R. DuellicKlein (eds.), Theories of Women’s Studies (Routledge and Kozan Paul, 1983), pag. 168, tabla LI-1,, 9 aes. 170-172, tabla 11.4, y material de J. Fiske, Reading ihe Papular (1992), pig. 57: Royal Geoxraphical Society por I tabla de JG. Town send, «Towards a regional geography of gender», Geograp- fica Journal, 157 (1991), pigs. 26-7, able L ee University of California Press, por los pirrafos de C. En- loe, Bananas, Beaches, and Bases: Making Feminist Sense of International Politics (1989), pags. XI-XM, 16, 17,95. 97, 184, 189-190, 190-191. Copyright 1989 Cynthia Enioe. Hemos hecho un esfuer2o por nombrat a todos los pro- pietarios del copyright, pero si aun asi hemos olvidado inad~ Yertidamente a alguno, los editores Jo remediardn en la pri- ‘mera oportunidad. 1 Introduccion: el género y el lugar BL LUGAR DEL GENERO {Como se relacionan el género y la geografia? ;Depen- den las diferencias entre los hombres y las mujeres de la zona del mundo en que habitan? Si los atributos de sénero son una creacién social, . Sfuentas, ef mapa de la Europa central y oriental se ha ‘También en la antropologia se ha llegado a una conchu- Mlelio‘a dibujar de 1989 a 1991. Puede que existan regime- sién parecida respecto al espacio. Judith Okely, una antropé- {3 de ugares, 0 asociaciones socioespaciales estables y re- loga interesada por la naturaleza variable del lugar, dentro famente estables que sobreviven a través del tiempo, pero y ‘hema de Gran Bretafia, ha destacado su origen relacional, y © isto es que se derrumban y se reemplazan en los mo- afirma que se define, mantiene y altera por el efecto de las de crisis jones desiguales de poder. Okely sostiene que «los distiu- fos grupos que habitan un mismo lugar pueden establever y Guin piar los limites con medios muy sutiles» (Okely, 1996: 3) supuesto, con otros de menor sutileza, como la fuerza ¥[feselusién legal, Las nuevas naciones del centro y el este tke Furopa se han definido a si mismas basindose én la ex- ‘elusién del «otro» (por ejemplo, los bosnios de Macedonia); “yuna escala menor, el espacio nacionalista y cl espacio salista de las ciudades de] Ulster representan otro ejem- ‘extremo de definicion por exclusidn, Pero el hecho de Jos diferentes vivan juntos, como ocurte en otras zonas Ghmnundo, wo evita el distanciamiento, Las distancias socia: Jes fio siempre necesitan una lejania geografiea, y los ocu- de los mismos espacios «artesianos» pueden vivir en distintos. Mas alla de lo que se ba denominado luga- te felacionales -—formados por las relaciones sociales entre ps grupos y Jos individuos— asciende y desciende la escala ‘@pacial, como conjunto de actuaciones sociales que conec- “tai, de un modo distinto para los distintos habitantes, lo lo- ‘cal cott lo cegional, o lo nacional con Io global. __Eldiagrama de esta nueva idea del lugar y 1a escala no ‘seria tanto la figura de aquellos antiguos fruteros de tres pi- Feyeeh mantener Sepaaas las uta, como Ia de wna do le hidlice. La tedrica femiinista Elizabeth Grosz, aunque es- tudia mds el cuerpo que et espacio, ha utilizado una imagen ‘Stmejente —no la doble hélice, sino la banda de Mabius— 16 7 sta idea de régimen para refeyirse a un conjunto de re- Jaciones sociales relativamente estables, que se mantienen, pese a las pequetias alteraciones 0 variaciones, aunque se ha fan sometidas a sacudidas periddicas, sobre todo en Jos mo- mentos de crisis relacionadas con cambios econdmicos, constituye también una vie fecunda para el estudio de kas re~ Taciones de género. En el siguiente apartado de mi introduc- con abordaré el asunto con mayor detalle, pero antes quiero fefenirme, aungue sea brevemente, a la ergumentacion del antropologo fiancés Marc Augé (1993), segin el cual el re~ sultado extremo de los cambios que hemos experimentado on las sociedades capitalistas es Ja sustitucton del lugar por oh no lugar. ‘Un no lugar es aquel emplazamiento propio del mundo confemporaneo en el que las transaeciones y las interaccio- nes se realizan entre individuos anénimos, por lo general, despojados de cualquier simbolo de identidad social que no Seael numero identificativo de una tarjeta de crédito o de un pasaporte. Como es logico. los acropuertos 0 Jos centros de cambio son, segtin Augé, ejemplos acabados de no lugar, porque alli nos relacionamos, como individues andnimos, con un objeto técnico o con un funcionario 0 un empleado {que no demuestra el menor interés por nosotros Como Perso~ nas, sino como numeros o estadisticas; como una corriente que fluye en el anonimato. En (ales espacios, nuestros atribu tos sociales ¢ individuales 0 nuestra pertenencia a mn grupo social son cosas que carecen de importancia, naturalmente siempre que dispongamos del dinero necesario para hacer transaccin o comprar cl pasaje. Por tanto, en el no lugar, fgenero e incluso el cuerpo sexuado no significan nada, 1 jue, paradojicamente, abre un espacio tanto de libertad come: de control, Aunque podamos escapar de nuestras conexiones ¥ oblizaciones personales por un momento o unas horas, te jes transacciones estan cuidadasamente grabadas y controle das, de mado que nuestros movimientos se ven sometidos@ mnuitiples formas de vigilancia electronica. Las ideas de Augé fesultan interesantes por su paralehss mo con el control y la libertad que se ejerce y se distrat 18 respectivamente, en el ciberespacio. Al navegar por la re resefros atibutos corporates pierden importancia ¢ inches ge vuelven alterables a voluntad, No hay nada que nos impi- daentrar en un chat ciberespacial. [nico limite lo estable- ce nuestra imaginaciGn, que, naturalmente, tiende a someter- sea las limitaciones posibles en el espacio «real», pero 4 no ser que nuestros intereambios en la red se materialicen, los atributos que nos definen como hombres mujeres en atras formas de interaccién carecen alli de importancia. Avance- ‘mos, pucs, para explorar los aspectos materiales del género yesus selaciones, sin perder nunca de vista la idea de «lugar gomo interseccidn de un conjunto yariado de corrientes € in- teraeciones que operan en un abanico de escalas espaciales. Volveré sobre este concepto de lugar al final del cupitulo. La peemicion Din. ENERO ‘Si la conceptualizacién del lugar ha ad vos ities en Ios cxientestabajoe ueogzaices oie tate por driamos decir de la definicion del género. También el enfo- — de Jas estudiosas feministas, algunas de ellas gedgrafas, pasado de las desigualdades materiales entre los hombres -y fas mujeces en Jas distintas zonas del mundo a una nueva Gonvergencia de inereses en el longvaje, cl simbolisno, el tide y la representaci6n en la definicién del género, asi ‘amo en los problemas de la subjetividad, la identidad y el SueTpO sexuado. Hace unos diez afios, revisando la obra de Kes atopologas feminisias, Henrietta Moore (1988) plan- ‘que la finalidad de los estudios feministas en su disci- €s analizar «qué significa ser mujet, como varia en el oe el espacio la concepeidn cultural de la categoria “i y como influye esa idea en Ia situacién de las mu- ci de cada sociedad» (pag. 12). Segin Moore, el prello de la idea necesita del concepto de «genera» y del Feet? de stelaciones de género>, es deer, de ls distintas ens de hombre y mujer, con los correspondientes ptados de la feminidad y la masculinidad, a tea- 19 -vés del tiempo y del espacio. El género, segin Moore, debe Considerarse desde dos perspectivas: «Como construccisn simbofica 0 como relacion social». En realidad, ambos aspectos --cl género como signifi- cado simbélico y como conjunto de relaciones sociales ma teriales_— son inseparables. Al definir el zénero, como en el caso de Jos cambios que acabamos de constatar en La defini cién del lugar, debemos tener en cuenta que las actuaciones Sociales, entre ellas un amplio espectto de interacciones en miltiples lugares y situaciones —~por ejemplo, en el trabajo, Ta casa, el bar o el gimnasio— y las distintas formas de pene sar y repiesentar el lugar y el genero se relacionan entre sty se crean unas a otcas. Todos actuamos como NOs: dictan nues- fras ideas, que siempre responden a una creacién cultaral y estin histériea y espactalmente situadas, Por ejemplo, mis sentimientos hacia los hombres jévenes se encuentran con~ dicionados por Jo que pienso de su comportamiento, por mi propia experiencia como madre de un adolescente y pot foi Conocimiento de como se comporta la juventud de Cam- bridge cuando sale de noche. Estos hechos jnfluyen en mi forma de reaccionar frente a ellos y en la suya frente a nx, lo que, 2 su vez, $e refleja en mi comportamiento, mis ideas y mis infenciones fuuturas, asi como en mi modo de captar ¥ comprender e! mundo y el puesto que ocupa en éi la gente que no es como yo. Asi pues, 1o que la sociedad considera un comporta= miento propio del hombre o de la mujer influye en la idea que eflos misms tienen de lo que debe ser masculino y fe menino y de cual es la actitud que corresponde a cada genes ro, a pesat de las diferencias de edad, clase, raza o sexually dad. y estas expectativas y estas ideas cambian de un Juget ¥ un tiempo a otro, Las nociones practicamente universal intocables ¢ inalterables de la femninidad solo son posibles ln icono o una imagen como quiza la de Ja Virgen, Mari para todas las demas, Jas ideas establecidas cambian ent tiempo y el espacio. Junto al llamado «giro cultural» en los estudios fe tas y, desde luego, en la investigacion gcografica (Barnes 20 Poncan, 1992: Duncan y Ley, 1994) —esto es, un mayor én- {fisis en los simbolos, significados y representaciones—, se ‘ha producido también un cambio en. los fines politicos del uovimiento feminista desde hace aproximadamente treinta ‘ifios. Mi infenci6n es ofrecer aqui un resumen de estas trans- formaciones, necesatiamente breve desde el momento en gue exisien ottos lugares donde encontrar un tratamiento 's amplio de Ja historia del feminismo en la gcografia i, 1990, 1992; Duncan, 1996b; Jones HII ef al., 1997. MeDowell, 1992a, 1992b, 1992c; G. Pratt, 1993; G. Rose, +1993; Massey, 1994: Women and Geography Study Group 1984, 1997), v atin mas extensos (Alcotf y Potter, 1993; Gu- ‘nev, 1990, 1991; Jackson, 1993; Lovell, (990; Barrett y Phi- lips: 1992; Pollock, 1996). La nucva obra, escrita en colabo- ‘aciin por las integrantes del Women and Geography Study Group (1997), ofiece un excelente punto de partida, Tanto ‘eiyel Fesumen que offezco en este capitulo como en los capi- jue siguen se reflejaran estos cambios de enfoque de Jas gedgrafas feministas, en los conceptos y en las teorfas y Jeas0s pricticos analizados. En el capitulo final trataré de estos cambios de énfasis con wn enfoque metodolé- separa mostrar no soo las nuevas cuestiones que se pla fe indagac\én sino tmbien los oetodos que se uilizan » Lis estudios feminisias |. Livesencia de los estudios feministas estriba en demos- Pque la construccidn y el significado de la diferenciacién _Gonstituyen principios organizadores fandamentales el poder social, asi como una parte decisiva de Ta Mtucion del suet y del sentido indivical de I identi- {En anto que persona con sexo y género. Una de las de- Wes mas interesantes del pensamiento feminista que ease Fecientemente cs fa debida a Griselda Pollock lecci X faci a su selecion itlada Generations and Geo- el género —su definicién, variaciones y efectos—, sino tam- bien el espacio al que deberiamos dirigir ottas preguntas, esta vez politicas, sobre quién esti representado dentro de Sus cuatto paredes, como estudiosas y como objetos estudio De momento, pospondremos el problema de las mujeres en tanto que intclectuales para el final del capitulo, con el obje- tivo de analizar antes el género como objeto de estudio, ‘Como afirma Pollock en su libro, «el feminismo ha teni- Go que luckar macho y muy duramente paca comprender la enttalidad organizadora de la diferencia sexual, con sus re- sultados ce gencro y sexnalidad como uno de Jos niveles dz laconstitucion subjetiva y social» (1996: 4), ¥ esto no es me- nos cierto en nuestra diseiplina que en otras. Como afirma- ba Susan Christopherson (1989), con cierta amargura, et un articulo publicado en Antipode —una revista radical de geo- grafia— los problemas relativos al género, la justicia y la igualdad quedaban «fuera del programa» para la mayoria de los gedgrafos, incluso para aquellos que se identifiean a si mismos como radicales interesados en la desigualdad de clase y et cambio social. Habo que huchar mucko para que los geégrafos de la linea mayoritaria aceptaran las divisio- nies de género como un ej¢ fundamental de la diferencia- cidn social, al mismo nivel que, por ejemplo, la clase y la faza o la etnicidad. Se asume con excesiva frecuencia que el género cs solo un atributo de la feminidad y, por tanto, un @sunto de interés solo para las estudiosas. Las que damos élases en cursos que versan sobre el género y la geogratia (las geografias) o incluso sobre las geografias feministas, 0 Inodecimos perspetivas feministas en cursos que valan de ottos temas, por ejemplo, la geozrafia econémica, nos mos visto muchas veces obligadas a cambiar impresiones Pera logrr que nnestras clases se tomen en serio para fantener el interés no blo de las mujeres, sino ambien de ‘A estos malentendidos de nuestro trabajo por parte de la mss i pe care br lo general, se sobrentiende, enneamene, que ls es- sas abordan sélo el género y excluyen cualquier 23 EL feminismo propone a la mujer un compromiso po- litico y un cambio para si y para el mundo. El feminismo plantea un compromiso para la plena apreciacion de lo Que las mujeres inscriben, articulan e imaginan cn formas Culturales: las intervenciones en el campo del sentido y la identidad que proceden de ese Iugar llamado «la mujen> ‘© lo femeninop. El feminismo se refiere también a wna revolucidn te6rica en la comprension de los conceptos de arte, cultura, mujer, subjetividad, politica, ete., pero no implica la unidad en el campo teérico, en Ta perspectiva adoptada 0 en la posicién politica. EL feminismo se ha identificado con un movimiento de mujeres, lo cual es Imporiante desde el punto de vista histbrico, pero en el momento actual su autonomia como lugar en el que se tia la cuestion del género adquiere un significado politi co y teérico especial (1996: XV), J feminismo, como afirma Pollock con claridad meri- diana, es tanto un movimiento politico como un campo teo~ rético de anilisis, La definicidn refleja, como no podia ser de ito modo, su propia experiencia de historiadora de) arte, y ‘nosotras, como gedgratas y cientificas sociales, dedicadas al estudio de las actuaciones politicas y Jos comportamientos cotidianos —tanto en su aspecto material como en sus inter- veniciones representacionales— podriamos quiz incluir una frase que implica lo mismo, probablemente después de su sceunda proposicidn. Por otro lado, su definicién, ademas de parecerme excepeionalmente precisa y completa, subraya la Biversidad de Ja teoria feminista, lo que resulta atin sds im- portante, como yeremos en. un momento, No cabe duda de {que muchas geografas hablan ya de los «feminismos» y las ageografias feminists», con una preferencia por el plural que manifiesta la diversidad de enfogues y perspectivas. No- tese que cl titulo del libro introductorio escrito en comin que antes he mencionado es Feminist Geographies: Explorations in Diversity and Difference, mientras gue su predecesor de 1984 llevaba el mAs escueto de Geography and Gender: Pero, como observa Pollock, el feminismo académico n® ¢s sélo el lugar en el que se plantean ciertas preguntas sobre 22 otto eje de constitueién y diseriminae’ equivoco mas, Como subraya Pollock: mi, lo cual affade un El género no es al femninismo lo que Ja clase al mare xismo 0 Ja raza a la teoria poscolonial. En primer lugar, porque feminismos hay muchos. y porque sus alianzas con los unslisis de qué es To que determina la opresion de la mujer son muy variadas. El feminismo socialista siem- pre se ha ocupado de la cuestidn de la clase, mientras que las feministas negras, por ejemplo, incluyen fas configue raciones del imperialismo, la sexualidad, la feminidad y el racismo. En su amplitud y su pluralidad, los feminis- ‘mos tratan de la complejidad y Ja textura de las confign- raciones del poder relacionadas con la taza, la clase, la se- xualidad, la edad, la fuerza fisica, ete., pero necesitan ser tambien el espacio politico y tedrico conereto en el que se nombra y se analiza Ja diferencia sexual como eje de po- der que opera especificamemte, sin coneederle proricad, exchusividad 0 predominio sobre otros, ni aislarlo con- ceptualmente de las texturas de poder y resistencia al po- det que constituyen lo social (1996; 3-4). Sobre la complejidad de tales metas convendria oft de nuevo a Pollock, cuya argumentacién plantea también cuestiones tan importantes como dificiles a propésito de la relacién que existe entre los andlisis teoréticos y la movili- zacién politica por cl cambio, que, el lector lo recordar, son para ella los dos focos del feminismo, ya que situa los imereses de las mujeres en la clase y la ctnia, Desde mi punto de vista, no cabe duda de que Pollock tiene razdn. Ps imprescindible conocer el entramado de relaciones que se produce entre todos los ¢jes del poder y Ia opresién social, asi como las formas de constitucién de las diferencias sexuales y las relaciones de género en cl espacio y en el tiempo a causa de su interconexién con los citados cjes de poder, pero debemos insistir, una vez mas, en que lo que distingue los estudios femtinisias es la indagacién de cémo se constituyen las relaciones de género y las diferencias sexuales y como forman una base de poder. Pero eso no es 24 Jo, porque si queremos cambiar las relaciones entre el {Xp el genero y el poder tendremos que mantener el com- ris politico. Las ferninistas no se conforman con ana- Fear quieren desmantelar las estructuras que refuerzan la inferioridad de Ja mujer. y desafiar la definicion conven- imal de la ferninidad y la opresién a la que se ve someti- da. Como ha sostenido Nancy Miller (1988), las feministas_ aproiestan contra a ficcion convencional sobre lo que sig~ nifica hacerse mujer». Se trata de un proyecto al que, poco fipoco, se van sumando los hombres que tasobién quieren ppaner en tela de juicio las ficciones convencionales de la rasculinidad {El proyecto feminista —su examen teorético de las dis- fintas formas de ser hombre 0 mujer y sv oposicién a las gpeiones convencionales— no es, desde luego, wna empre- sr facil, dado que pide mi mas mi menos que el desmantela- mniento de las bases que sostienen las relaciones sociales, Gotidianas y la mayoria de las instituciones y estructuras de poder, asi como de Jos fundamentos teoréticos de las divi- Eines convencionales de género, Y ello es asi porque el es- tablecimiento de una diferencia de categorias entre las mu- jetes y los hombres —si las primeras son una cosa, los se- @undos seran todo lo contrario— se halla profundamente enraizada en nuestro sentimiento de individuos, en las inte- tacciones cotidianas y en las estructuras institucionales y el ensamiento occidental. A pesar de que cada vez es mayor el reconocimiento de la diversidad y la pluralidad de las ex- periencias sociales, se reproduce continuamente la tenden- cig a pensar en una forma distintiva de feminidad para las mujeres, y otra de masculinidad para los hombres. Como sostiene Doreen Massey: «Los dualismos profundamente interiorizados [...] estructuran la identidad personal y la vida cotidiana, y este hecho tiene consecuencias para la Vida de otras porsonas, porque estructura, a su Vez, la pric- tica de las relaciones y las dindmicas sociales, y exttae la codificacion de lo femenino y lo masculino de fos eimnien- tos sociofiloséticos mis profundos de la sociedad occideo- taby (1995; 492) Aunque las intelectuales feministas ban 25 iplina; de abi nuestro modo de teorizar y de relacionar las personas con Jos lugares ‘En consecuencia, la finalidad especifica de una geogra- fia feminista consiste en investigar y sacar a la luz la relacion, que hay entre las divisiones de género y las divisiones esp2- Gales, para descubrir como se constifuyen mutuamente, y mostrar los problemas ocultos tras su aparente naturalidad. Nuestro propésito sera examinar hasta qué punto los hom- bres y las mujeres experimentan de un modo distinto los lu- gares y Jos espacios, y mostrar que tales diferencias forman de la constirucién social tanto del lugar como del géne- fo. Fl propio sentido comin nos habla de la existencia de tuna geografia de las relaciones de género, debido a las enor- mes variaciones que podemos encontrar de un pais a otro, 0 dentro de un mismo pafs, en materia de subordinacién o de autonomia relativa de las mujeres o del correspondiente po- det de los hombres. De igual modo, existe una no menos evi- dente multiplicidad en Ja creacién social del género, cn sus divisiones y en los significados simbdlicos asociados a lo femenino y lo masculino. Construir una geografia 0 geografias del-género, como apunta Pollock, «consiste en Tamar la aten- ci6n sobre la frascendencia ce conceptos como el lugar, el em- plazamiento y la diversidad cultural, conectando los problemas relativos a la sexualidad con la nacionalidad, el imperialismo, laemigracién, la didspora y el genocidio» (1996: XII). Pero las relaciones de género interesan también a las Bedgrafas porque las divisiones espaciales —piblico y pri- vado; dentro y fuera— tienen una importancia fundamental para la construccién social de las divisiones de género. La signacién a la mujer de un lugar concreto no ¢s s6lo ta base de un amplio abanico de instituciones que van de la familia al: puesto de trabajo, o del centro comercial a las institucio- hes politicas, sino también un aspecto esencial del pensa- miento ilustrado occidental, de la estructura y division del Sonocimiento y de los temas que deben estudiarse dentro de tales divisiones. ‘Veamos una lista de las distinciones binarias en funcién lel_género que, sin duda, nos resultara familiar: demostrado de un modo convincente su debilidad natural, este sistema binario de las divisiones de género sigue sien do uno de los elementos decisivos del comportamiento de las sociedades contempordneas. Asi, las mujeres y las cae racteristicas asociadas a la feminidad son irracionales, emocionales, dependientes y privadas, y mas cercanas a la naturaleza que a la cultura: mientras que los atributos mas- culinos se presentan como racionales, cientificos, indepen- dientes, publicos y cultivados, Las mujeres, segin suele afirmarse, se hallan a merced del cuerpo y las emociones; los hombres, en cambio, representan la superacién de esos aspectos basicos; ellos son a la mente lo que las mujeres all cuerpo. Como ya han demostrado rouchas estudiosas feministas, Ja diferencia categorial, que es bimaria y jerarquica, crea una mujor inferior al hombre, y valora menos los atributos de la feminidad, Esta idea se halla hondamente enraizada en las estructuras del pensamiento occidental, en Jas instituciones sociales y en la division de las disciplinas sociales; por es0 las ciencias econémica y politica se ocupan de estudiar los atributos publicos del Estado y el mercado, en tanto que las decisiones «privadas», es decir, las que se toman dentro del mundo doméstico, son materia de estudio pera la sociologia y la psicologia. La seleccién editada por Pateman y Grose (1987) nos brinda una introduccién muy clara a la estructu- ta binaria de la ciencia social de Occidente. Esa division binaria tiene mucho que ver con Ja produe- cién social del espacio, con la definicién de lo que es un en tomo «natura» y un entomo fabricado y con las regulacio- nes que influyen en quién ocupa un determinado espacio ¥ guién queda éxcluido de él. Como en otras ciencias sociales, las categorizaciones binarias también estructuran los estu- dios geograficos (véanse mds ejemplos y andlisis en Mac- kenzie y Rose, 1983, McDowell, 1992a, 1992b; Massey, 1994; G, Rose, 1993, Women and Geograplyy Study Group, 1984, 1997). Bs, pues, evidente que las geografas feministas nos hemos planteado un proyecto muy ambicioso: decribar primero y reconstruir despues las estructuras de nuestra dis- 26 27 Masculino Femenino Pablico Privado Fuera Dentro Trabajo Casa Trabajo Recreo-Diversion Produccidn Consumo Independencia Dependencia Poder Falta de poder sta és sélo una de las posibles listas de oposiciones bi- narias, pero podriamos encontrar otras muy parecidas eit un anélisis cualquiera de las instituciones y las relaciones socia- les de la Gran Bretafia actual 0 en los textos explicitamente fe~ ministas. Las caracteristicas y los atributos asociados a la mu- Jer y a lo femenino se consideran «naturales» y, por tanto, no necesitadas de explicacian, o triviales y, por consiguiente, no adecuadas para el anilisis académice serio, Recordemos, por ejemplo, el tiempo que tavieron que invertir tas economis- {as y las socidtogas feministas en convencer a sus colegas de que las tareas caseras son «trabajo, como el que se remunera en fabricas y oficinas, y que, por tanto, debian incluirlo en sus anélisis (véase Oakley, 1974; Rowbotham, 1989). Tampoco Jas actividades relacionadas con el cio y el consumo han te nido importancia para el andlisis geogrifico hasta hace relati- vamente poco tiempo (Wrigley y Lowe, 1996). Descubrir cual os ] papel que desempeitan los lugares comunes relativos al género en la estructuracién del pensa- miento y del conocimiento mismo tiene una enorme trascen- dencia, porque ayuda a replantear la divisién de los géneros ¥ supone, ni mas ni menos, que la reconstruccién del cuerpo de conocimientos de Occidente, es decir, una meta que po- dria ir mas alla de la superacién de las desigualdades estruc- turales entre el hombre y la mujer, aunque, naturalmente, una cosa depende de otra ‘Veamos ahora un breve resumen de esta reconstruceién del pensamiento, tanto en nuestra disciplina como en térmi- nos mas generales, 28 UNA REFLEXION SOBRE Fi Desde el resurgimiento del feminismo a finales de los hos sesenta se ha introducido y vuelto a definir el termine fgencrom, que, en la actualidad, se emplea en dos sentidos Gistintos aungue relacionados entre si. Me sorviré aqui de la historia de su uso que ha trazado Linda Nicholson (1995) en su esclarecedor ensayo «Lina interpretacion del género». La distincién entre sexo y genera En primer ugar, el término «género» se utiliza en oposi- cién al término «exon. Mientras que el segundo expresa Tas diferencias biologieas, el primero describe Tas caracteristicas socialmente construidas. En 1949, Simone de Beauvoir, la gran feminista y pensadora existencialista francesa, planted in setio desafio al determinismo biolégico en su obra El se- undo sexo, publicada ese mismo aio, donde afirmaba que la mujer no nace, se hace. «No nacemos mujeres, nos hacemos mujeres. No existe ningiin destino biolbgico, psicologico 0 econdmico que de- termine el papel gue un ser humano desempefia en la socie- dad; lo que produce ese ser indeterminado, entre el hombre ¥ el eunuco, que se considera femenino es la eivilizacién en Su conjunton {Simone de Beauvoir, 2000) La posicion de Ja mujer entre el hombre y el cunuco ha merecido tantas criticas como el cardcter etnoeéntrico de la obra, pero la idea de la feminidad como creacién social tuvo luna enorme importancia para ¢) resurgir de la segunda épo- ca feminista en Gran Bretafia y Estados Unidos. El resaci- micnto feminista (en la (eorfa y en la prictica) de los afios se~ senta, asi llamado para distinguirlo de la «primera época», la de la tucha por el sufragio, se inspiro, entre otros, en el libro de Simone de Beauvoir. La idea de la feminidad como crea- ¢ién social tuvo tal resonancia que se adopto el término «gé- 29 nero» para distingui ponde a un fenémeno «natural» La diferenciacién entre género y sexo permite teorizar sobre el primero como creacién social o cultural del segun- do, al tiempo que lo convierte en materia susceptible de cambios. Otras aportaciones decisivas fron el concepto antropolégico de cultura y la evidente naturaleza intereulta- ral de los roles femeninos y masculinos, aunque incluso en este Ambito se dicron por descontados clertos procesos «na- turales». Como escribicron Ortner y Whitehead en 1981 Los aspectos naturales del género, y los procesos na turales del sexo y la reprociuccién, son slo un telon de fondo, sugerente y ambiguo, de Ja organizacién cultural del género y la sexualidad. Qué es el género, qué es un hombre y qué es una mujer, que relaciones existen o de- herian existir entre ellos [..1, estos interragantes no s6lo se plantean a partir de los «hechos» bioligieas reconoci dos, sino que son también, y en gran parte, producto de procesos sociales y culturales (pag. 1) En uno de los articulos mejor conocidos y mas influyen- tes de la segunda época del feminismo, Gayle Rubin (1975) demostré la interrelacign de estos procesos a través de Jo que denominé un sistema de sexo-génezo. El sistema consiste en un conjunto de mecanismos sociales que sirven para trans formar la sexualidad bioldgica en un producto de la activi- dad humana, y para dar satisfaccién a las necesidades se- xuales asi transformadas» (pag. 159). Mediante tales trans- formaciones y mediante la regulacién social, el «exon se convierte en «género», Con una significativa analogia, Lin- 30 ja «construccién» de Ja identidad fe- menina del sexo biolégico de fa mujer. Asi pues, una gran parte de las feministas contempordneas han dedicado sug mayores esfuerzos a desmentir las aparentemente inmuta- bles diferencias basadas en e} hecho biolégico, a minar el pensamiento basado en Ja diferencia absoluta entre el hom- bre y la mujer, y a demostrar que la supuesta inferioridad fe- merina en materia de agilidad menial y fuerza fisica no res- Jeholson compara este modelo o relac exo ga Niciie con un apercheron. El sexo o diferencia biolbgica 1 entre el sexoy estructura hisica en la que cada sociedad a lo argo jas istintos periodos histoicos he ido colgando distintas rendas, que son los mecanismos socialmente definidos de Pfs earacteristicas de eénero, La gran ventaja de esta distin- dian estriba en que ha petmitido a las feministas criticar ta ghaturalidadn de las divisiones de género y teorizatlas como susceptibles de cambio, Permitio también plantear Idades y las diferencias entre las mujeres, y, para las godaralas, ayudo a demostear que las caracteristicas de géne- eho solo varian de un pats a otro y de una época a otra, sino fanbien en los espacios y Jas relaciones de la vida cotidiana. ‘Asi por ejemplo, en os bares, 1os clubes ” ionales, Jos colegios mayores, las oficinas, ete., varian fanto el uso de los simbolos como las expectativas del ‘comportamiento apropiado para cada género. Jos parlamentos na- La absorcién del sexo por el género En un segundo y posterior uso, el «género» no se distingue ya del sexo, porgue cl primer término absorbe al segundo, Ni- tholson (1995) cita el andlisis de Joan Scott sobre esta segun- da definicidn del genero en Gender and the Politics of History. Por tanto, el género 5 la organizacién social de la di- ferencia sexu, Yo ctial no significa que refleje unas dife- rencias alurales-e nmutables entre el ombre y Ia mujer; por el contrario, el género seria aquel pensamienta que Hote de significado a las diferencias anatomicas [| Solo podemos entender las diferencias sexuales como tna fan Sin de nuestro pensamiento sobre cl cuerpo, wh pensa~ Imienio que munca es puro, porque no se puede aistar de su relacion con un amplio niimero de contextos discursivos (Scott, 1988: 2) De este modo, se desmiente e| fundacionalisme biologi- 0 de la primera perspectiva sobre las diferencias de género, 31 y los atribatos de la diferencia sexual supuesiamente aplicas bles en una dimensién universal se revelan como lo que sons «Hechos especificos de la cultura occidental 0 de ei grupos coneretos de esa misma cultura» (Nicholson, 1995: 42). Este planteamiento significa lo siguiente: No podemos establecer a partir del cuerpo los se. puestos culturales de la distincién hombre-mujer [..) lag diferencias lo recorren todo [...] y no s6lo tienen que ver ccon los fenomenos que la mayorfa asociamos al géner (por gemplo, los estereotipos culturales de la personali- dad y el comportamiento), sino también con Iss distintas formas de entenderlo cultaralmente y con lo que signifi- ca ser hombre y ser mujer (pag, 43). Laidea de cuerpo queda, pues, expuesta al andlisis y a la teorizacién no como una constante, sino como un hecho va- riable. En el capftulo siguiente abordaremos los trabajos més recientes sobre la materia EL PATRIARCADO, LOS REGIMENES DE GENERO. Y LA NEGOCIACION ENTRE LOS GENEROS En los ptimetos trabajos de las gedgrafas feministas. en- tre ott0s estudios, el género se ha definido y analizado sobre toclo ent el primer sentido, haciendo hineapié en el hecho de que las actuaciones sociales materiales producen unas rela ciones de género desiguales. El concepio de patriarcado ha tenido una enorme importaneia por su utilidad para vincular el género a la clase y para construir una teoria sobre las ra- zones dle la opresion femenina en una amplia muestra de 80- ciedades. En general, el término patriarcado significa Ia ley del patie, el control social que ejercen los hombres en cuan- to padres sobre sus esposas y sus hijas. Bn el sentido mas ¢s- pevifico de los estudios feministas, el patriarcado es aquel sistema que estructura la parte masculina de la sociedad como un grupo superior al que forma la parte femenina, y dota al primero de autoridad sobre el segundo, Las socieda 32 des industriales avanzadas presentan numerosas formas de ceturar y reforzar la superioridad y el control de los hom- fear sobre las mujeres: por ejemplo, a través del ordena- suentd juridico, de los impuestos, del sistema de seguridact {pela y del compostamiento cotidiano. ‘$i tomamos el ejemplo del ordenamicnto juridico, ve~ nos que la mujer britanica tuvo un estatus legal dependiente thurante todo el siglo xix y hasta bien entrado el xx, ya que ssi Witla y sus propiedades estaban en manos del padre o del arid, Hasta 1885, atio en que se aprobo la Married Wo- mnen’s Property Act, la mujer perdia todas sus posesiones, a favor del macido, al contraer matrimonio, El voto feneaino jus fixe posible hasta después de la Primera Guerra Mundial; hasta 1948 no hubo mujeres entre los miembros de pleno de- pecho de la universidad de Cambtidge; no existio el aborto legiil hasta 1967, ni tampoco el acceso a la financiacion hi- potecaria sin aval masculino hasta la década de Jos setenta. En su obra Theorizing Pairiarchy (1990), Walby afirma gue las relaciones patriarcales en las sociedades industriales avatizadas se construyen y se mantienen gracias a seis ¢s- ‘Gnucturas analiticamente separables, en las que los hombres dominan y explotan a las mujeres: la produccion doméstica {los hombres se apropian del valor de! trabajo doméstico no. femuncrado); las relaciones patriarcales en el trabajo temu- fietado (las mujeres quedan relegadas a Jas tareas peor paga- das); las relaciones patriarcaies en el plano del Estado (los hombres dominan las instituciones y elaboran una legisla- Gién claramente desventajosa para lés nmujeres); la violencia Machista; Jas relaciones patriareales en el terreno de la se- Xuatidad (los hombres controlan el cuerpo femenino); y las felaciones patriarcales en las instinuciones culturales (los hombres dominan tanto la produccidn y la forma de los dis- lites medios como las representaciaries que éstos ofrecen de la mujer) La critica al patriareaco ha pecado de generalismo. Bn brimeras teorizaciones, el patriarcado se consideraba un specto universal de las relaciones entre el hombre y Ja mu- Jet, de modo que no parecia quedar margen para ningiin cam- 33 bio, ni mucho menos para un intento de liberacin por pa femenina. La distincion que establece Walby entre sus estructuras evita en parte esa generalizacion, porque adjudj ca formas especilicas a Jas relaciones patziarcales en ca una de las seis esferas que formula, pero incluso esa for lacién ha recibide acusaciones de generalizacion y etnocen, trismo (se basa en las sociedades de capitalismo avanzado), Walby también ha recibido criticas por haber ignorado vinculacién entre Jas relaciones de género y ottas divisiongs sociales, tales como Jas que se basan en la etnia, la edad y l orientaciones sexuales diferentes. En sus altimas formulaciones, Walby acepta las criti y mantiene la idea de las estructuras interrelacionadas, at {que plantea que esas estructuras 0 conjuntos de relaciones conectan de distinta forma en funcidn del lugar y la eircun tancia, Sustituye el término «patriarcado» por el concepto de arégimen de género», formado también por los seis grupos de relaciones. Walby distingue dos regimenes principales Jas sociedades industriales avanzadas: el regimen doméstiog, caracterizado por rclaciones patriarcales de indole privada; el régimen piiblico, dominado por las relaciones patriarcales en ese ambit. Oigamos cémo describe ambos regimenest ‘pacifn, Pero en ambos casos eomprobamos la importan- cia de las seis estructuras, aunque éstas se relacionan en- gre si de un modo distinto. Para comprendsr cualquier 1€- gimen de género cs imprescindible comprender primero ui el género y las relaciones étnicas y de clase se estrue- Turan mutuamente (Walby, 1997; 6). “Pose ala cistincion analition que establece entre sus. “gptuas, Walby reconoce que coexisten con freenencia y fe fas piujeres se encuentran implicadas en ellas a distintos les. Las distintas formas del régimen de género coexisten como resultado de la diversidad dle las relaciones del pe- nero con las derivadas de la edad, la clase, la etnia y la re- gidn. [En Gran Bretana] las mujeres mayores se hallan in- serlas en el régimien doméstico en mayor proporcién gue Jas jovenes. Aquellas mujeres cuyas acupaciones las si- tian en los grupos socioeconémicos mis altos estén mas ccercanas 2 Ja forma pablica. Las mujeres que han nacido en familias de Paguistin © Banghidesh se encuentran dentro de la forma doméstica, mientras que las mujeres _negras de ascendencia earihefa pertenecen mais al dmbi- to piiblico que las blancas (pag. 6) =“ r & El réginwen doméstico de género se basa en la pie luccién doméstica como principal estructura y lugar dl __ Segiin mi opinién, estos regimenes distintos, compues- trabajo femenino, donde se explota su trabajo y su sexe “tos de estructuras scparadas pero covectadas entre si, resuttan lidad, y en la exclusién de las mujeres de la vida publics “Amnliticamente istiles para distinguir las eammbiantes relaciones El regimen piblico de género no excluye a Jas snujere ‘He género, especialmente desde que Walby ha incluido Jas di- del ammbito colectiv, pero las subordina dentro de fas & ‘erencias étnicas y de clase en su ultima formulacién. En los tractus del trabajo remunerado y del Fstado, median “apitulos que siguen examinaré muchas de las Areas y rela- Ia cultura, la sexualidad y la violencia. La vida doméstis “Gdnes sociales que aborda Walby, centandeme, por cere yes aan gia rincioal Coe enti forma p ‘Plo. en las relaciones sociales deniro de la casa, y'en el papel versién doméstica son en peimet Jugar los maridos y Ie ‘ibe desemperian las relaciones sociales del puesto de traba- padres de las mujeres que estan en casa, ynientras que et en la construceién de Jas relaciones de género cuando se Ia version piblica se produce una apropiacién mas colet ita de un sistema capitalista. tiva. En su forma doméstica, la principal estrategia dl ‘La reciente sustitucin que ha realizado Walby del pa- qate2de por el concepto mucho mas matizado de regimenes Genero acerca su obra a la de otro importante tedrico de patriarcado es la exclusion de las mujeres del terreno pl biico; en Is forma pablica, es la segregacién y la subordie 34 45 las relaciones de género. Me refiero a Robert Connell, g ha ejercido un fuerte influjo en los estudios feministas, 24 por haber sido uno de los primeros autores en anal la construccién social de la masculinidad (Connell, 19§ 1995), ‘fambién él considera itil cl concepto de régimen g género, y, como Walby, subraya el cambio y Ja variedag en sus estructuras, Connell escribe desde una perspectiyg gramsciana (Gramsci analiz6 los aspectos no coercitivos q poder, que operan a través de la cultura, en oposicién a fy formas mas directas y brutales de dominacién). En contea te con Walby, que teariza sobre la coercién y cl dominio qh gjerce el hombre sobre la mujer en la linea de Marx cuand hhabla de la opresion de clase, Connell se interesa por las for mas de acuerdo y satisfaccién cultural, asi como por la midltiples modos de creaeién y mantenimiento de las relacia nes de género. ‘Aunque Connell sostiene que cada sociedad se caractet za por un régimen de género dominante o hegeménico, q se mantione relativamente estable a lo largo del tiempo, afir ma tambien Ia posibilidad de que coexista con otros reginte nes opuestos que transgreden los valores establecidos 13 pecto al género y la sexualidad y prepacan la via hacia eh cambio. De este modo, supera la critica al patriarcado com tun sistema omnipresente y, al parecer, inasequible al cambi Por otro lado, afirma que las ideas sobre la sexualidad y I papeles atribuidos a cada género no slo se sostienen & za de poder y opresion, sino gracias a la satisfaccién que cuentran los sujetos en su posicién dentro de un regimen a género determinado. Este planfeamienta le acerca a la argi mentacibn de aquellas feministas que comienzan a reco! cer el hecho de que la creacién social de la ferninidad pro porciona satisfaccian e incluso placer a las mujeres, tomada individualmente (véase, por ejemplo, Coward, 1984) Los regimenes de género, sepin Connell, consisten tes grupos de estructuras, frente a los seis de Walt Connel! distingue relaciones de «@) poder, b) producciét ye) cathexis (dependencia emocional)» (1995: 73-4). Por tale io, si, ademas del dominio impuesto por fa fuerza, tal come veryeee Suse reeaayy 36 Walby, adoptamos el planteamiento de Connell, facil comprender as razones que ilevan a los indi- especialmente a las mujeres, a aceplar, incluso de gan, y defender su sitaacién en el sistema de relacio- jinarcales, lo que antes ias feminists mencionaban en robador bajo la etiqueta de «connivencia femeni- ‘l patriarcado. Veamos con mayor detalle el modelo ito con el que Connell distingue poder, produccion y a) Relaciones de poder. El eje principal del poder en elorden de énero, tanto en América como en Europa, es la absoluta subordinacién de la mujer al dominio mascu- lino, es decir, a In estructura que el Movimiento de Libe- racion de la Mujer denomina patriarcado. Esta estructura sobrevive en térmings generales, a pesar de que en algu- ‘nas facetas la situacién se ha dado la vuelta (por ejemplo, las mujeres que se convierten en cabeza de familia 0 las maestras que enseiian a estudiantes varones), y @ pesar también de las variadas formas de resistencia que actual- mente canaliza el feminismo. b) Relaciones de produccién. Las divisiones de yé- nero mas comunes en cl mbito det trabajo afectan al re- pparto de las tareas, que a veces alcanza un detallismo ex- ‘raordinario [...] La misma atencién merecen, también en ‘e] terreno laboral, las consecuencias econémicas de la di- Visidn del trabajo. es decir, los beneficios que cevagen los hombres a partir de una desigual distribucion del produc to del trabajo social. Este apariado se analiza cas} siempre como desigualdad salarial, pero no debemos olvidar que lambien el capital tiene cardcier de género. Una econo- ‘mia capitalista que funciona a través de la division de ge- ‘eto en ef trabajo es, necesariamente, un proceso de acu- ‘mulacién basado en el género. Por tanto, el hecho de que sean los hombres quienes controlan la mayor parte de las grandes empresas y las grandes fortunas povadas no es tun accidente estadistico, sino un aspecto de la ereacion social de la masculinidad. Aunque parezca poco verosi- ‘oul, la acumulacida de riqueza se halla estrictamente vinieu- Jada al terreno reproductivo a través de las relaciones so- clales de géncro. 37 (Aqui cabria destacar el interés que, de cara a la hen cia, demostraron siempre las clases capitalistas en el mat monio endogamico y la legitimidad de los hijos. En este h iyo remedio due «aceptar» e] orden de enero dominan- cho se baso Engels para analizar el dominio que se ejerce ie esta razon pretendo introducir ahora una tercera via bre la mujer dentro de la familia, antiejpndose en més deuq]| yaa connprender los regimenes de género. Al contrario que siglo al trabajo de Connell.) -y Connell, cuyos trabajos se basan en ejenaplos toma- Jas sociedades indusmates avanzadas, Deniz Kandi- ven un articulo publicado en 1988, se centra expresa- en Jas sociedades no europeas. Kandiyoti demuestra ti interés no solo por distinguit las estructuras pattiar- una escala geogrifica muy amplia (por ejemplo, el scado africano del asialico), sino también por explorar nes que Hlevan a la mujer a no rebelarse contra el sis- vpatriarcal, y, para ello, vuelve la mirada a tas estractu- niliares en las que las esposas y las viudas dependen selaciones patriarcales de parentesco, concluyendo winterés por apoyar el sistema reside en que va en clio sivivencia a largo plazo y su bienestar material, aun ido suponga la opresion pata ellas y para sus hijas.

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