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Henri Lefebvre | i EL DERECHO A LA CIUDAD Prélogo de Mario Gaviria [uw - ediciones penfisula"* | isi 206% 1a edicion oviginal franco fpublicada por Editions | Anthropos, de Paris, con el titulo Le droit a la ville. | @ Editions Anthropos, 1968 | Traduccién de J. GONZALEZ - PUEYO Sobrecubierta de Jordi Fornas impresa en Frontis s. 1, Aribau 230, Barcelona maa edicién: julio de 1969 ropiedad de esta edicién (incluidos la traduccié: diseno de Ia sobrecubierts) de Ealctone 62 as Cassa va 7h, Barctlone 1, ) de Edicions 62 s|a., Casano- Impreso en Flamma, Pallars 164, Barcelona Dep. legal B. 28305-1969 Prélogo La aportacién de Henri Lefebvre a Ia teoria y critica de Ia vida urbana comienza a ser apreciada en sui justa medida por los estudiosos interesados en el tema.'B] pré sente libro es el trabajo de reflexion critica mas impor- tante desde la aparicién, hace ms de veinte afios, de la Carta de Atenas. Supera y desborda el funcionalismo de ésta; la obsesién operacionel de los CIAM queda ya aban- donada, anticuada. Las consecuencias nefastas de la Car- ta se perciben fisicamente en los barrios dormitorios de las grandes ciudades de todo el mundo» Henri Lefebvre, marxista revisionista, como él se de- fine, es conocido principalmente por su trabajo anterior ‘a 1958, orientado principa'mente a profundizar y e.po- ner los temas del pensamiznto marxista que el stalinis- mo habfa dejado en la sombra, El concepto de Aliena- cién, de Totalidad, de la forma burocratica, del fin del Estado, el concepto de ideologfa, fueron por él sacados fa Ia luz sistematicamente: Ahora bien, la reflexién dia- Iéctica en el caso de Lefebvre no se aparta de Ia realidad en ningtin momento. Est4 siempre alerta al peligro de la especulacién metafisica. Hesta mitad de los afios 50 reali- za trabajos de Sociologia Rural: La Vallée de Campan, entre otros. Impulsado por Jas dificultades de puesta en marcha de una praxis marxista en Ia produccién agraria, inte- resado por el problema, no resuelto por Jos rusos, de extincién de la oposicién entre el campo y la ciudad, el autor realiza trabajos directos sobre la realidad rural. Segtin él mismo ha dicio en varias ocasiones, de ma- nera a la vez seria e ir6nica, poco a poco fue Ilegando a la conelusién de que Ja extincién de las diferencias en- 5 Tesis sobre la ciudad, lo urbano y el urbanismo 1) Dos grupos de cuestiones han enmascarado los problemas de la ciudad y de la sociedad urbana: dos ér- denes de urgencia: las cuestiones de alojamiento y del chabitat» (derivadas de una politica de alojamientos y de técnicas arquitecténicas); las de la organizacién in- dusirial y planificacién global. Estas, las primeras por abajo y las segundas por arriba, han producido, dist mulandolo a la atencién, un estallido de la morfologia tradicional de las ciudades, mientras la urbanizacién de la sociedad proseguia, De ahi, una nueva contradiccién se afiadia a las otras contradicciones no resueltas de la so- ciedad existente, agravandolas, dndoles otro sentido. 2) Estos dos grupos de problemas han sido y son planteados por el crecimiento econémico, por la produc- cién industrial, La experiencia practica demuestra que puede haber crecimiento sin desarrollo social (crecimien- to cuantitativo, sin desarrollo cualitativo). En estas con- diciones, los cambios en Ia sociedad son més aparentes que reales. El fetichismo y la ideologia del cambio (di- cho de otro modo: la ideologia de a modernidad) re- visten la atrofia de las relaciones sociales esenciales. El desarrollo de la sociedad sélo puede concebirse en la vi- da urbana, por Ia realizacién de la sociedad urbana. 3) El doble proceso de iadustrializacién y urbaniza- cidn pierde todo sentido si no se concibe a la sociedad urbana como meta y finalidad de la indusirializaci6n, si se subordina la vida urbana al crecimiento industrial. Este tiltimo permite las condiciones y los medios de la sociedad urbana, Proclamar Ia racionalidad industrial como necesaria y suficiente equivaldria a destruir el sen- tido (la orientacién, el objetivo) del proceso, La indus- trializacién produce la urbanizacién, en una primera fasé, negativamente (estallido de la ciudad tradicional, de su 165 morfologia, de su realidad préctico-sensible). Después d esto, aparece Ia verdadera sarea. La sociedad urbana co. mienza sobre las ruinas de la ciudad antigua y su con- torno agrario. A lo largo de estos cambios, la relacién entre industrializacién y urbanizacién se transforma. La ciudad deja de ser recipiente, receptaculo pasivo de pro- ductos y de la produccién. Lo que subsiste y se refuerza de la realidad urbana en su dislocacién, el centro de de cision formaré parte en adelante de los medias de pro- duccién y dispositivos de explotacion del trabajo so- cial por los que detentan Ja informacién, la cultura, los mismos poderes de decisién. Sdlo una teoria permite uti lizar los datos précticos y realizar efectivamente la so- ciedad urbana. 4) Para esta realizacién son insuficientes, aunque necesarias, la organizacién empresarial o Ja planifica- cidn global. Se realiza un salto adelante de la racionali- dad. Ni el Estado ni la Empresa proporcionan los mode- los de racionalidad y realidad indispensables. aS 5) La realizacién de la sociedad urbana reclama una | planificacién orientada hacia las necesidades sociales, las de la sociedad urbana. Necesita una ciencia de la cic dad (de las relaciones y correlaciones en la vida urba. na). Estas condiciones, aunque necesarias, no bastan, Se hace igualmente indispensable una fuerza social y po- Ittica capaz de poner en marcha estos medios (que sdlo son medios). 2 6) La clase obrera sufte las consecuencias del esta- Hlido de las antiguas morfologfas. Es victima de una se- gregacién, de Ia estrategia de clase que este estallido per- mite, Esta es Ja actual forma de la situacién negativa del proletariado. La antigua miseria proletaria, en los gran- des paises industriales, se atentia y tiende a desaparecer. Una nueva miseria se extiende, que aleanza principalmen- te al proletariado sin perdonar otras capas y clases so- ciales: la miseria del habitat, la del habitante sometide a una cotidianidad organizada (en y por la sociedad bu- rocratica de consumo dirigida). A los que todavia duden de Ia existencia como clase de la clase obrera, bastard 166 con designar sobre el terreno la segregacién y la miseria 1 chabitare, i 7) En estas dificiles condiciones, en el seno de esta sociedad que no puede oponerse por completo a la clase Obrera y que sin embargo Ie cierra el camino, se abren paso a tanos derechos que definen Ia civilizacién (en, pero ‘a menudo contra la sociedad; por, pero a menudo contra Ja «culturas), Estos derechos mal reconocidos poco a poco se hacen costumbre antes de inscribirse en los 6 Gigos formalizados, Cambiarian la realidad si entraran en la practica social: derecho al trabajo, a la instruc Gidn, a la educacion, a Ja salud. al alojemiento, al ocio, ‘a la vida, Entre estos derechos en formacién figura el derecho a ta ciudad (no a la dudad antigua, sino a la vida urbana, a la centralidad renovada, a los lugares de encuentros y cambios, a los ritmos de vida y empleos del tiempo que permiten ef uso pleno y entero de estos momentos y lugares, etc.). La proclamacién y la reali- zacién de 1a vida urbana como reino del uso (del cambio ¥ del encuentro desprendidos del valor de cambio) re- ‘aman el dominio de lo econémico (del valor de cambio, del mercado y la mercancia) y se insoriben por consi- uiente en las perspectivas de la revolucién bajo hege- mnia de Ja clase obrera. mor). Para la clase.obrera, rechazada de los centros hacia las periferias, desposeida de la ciudad, expropiada ast de los mejores resultados de su actividad, este dere- cho tiene un alcance y una significacién particulares. Para ella, representa a la vez un medio y un objetivo, un camino y un horizonte; pero esta accién virtual de Ja clase obrera representa también los intereses generales de Ja civilizacién y los intereses particulares de todas Jas capas sociales de «habitantes», para quicnes la integra: cidn y la participacién, se hacen obsesivas sin que con- siga tornar eficaces estas obsesiones. _ ee 9) La transformacién revolucionaria de la socieda tiene por terreno y palanca la produccién industrial. Por « ello, ha sido preciso demostrar que el centro urbano de decision no puede ya conside-arse (en la sociedad ac- 167 tual: el neocapitalismo o capitalismo monopolistico vinen: lado al Estado) exterior a los medios de produccién, a su propiedad, a su gestién, Sélo la asuncién de la plani- ficacién por la clase obrera y sus mandatarios politicos puede modificar profundamente la vida social y abrir una segunda era: la del socialismo, en los patses neoca- pitalistas. Hasta entonces, las transformaciones perma. neceran en la superficie, en el nivel de los signos y el consumo de signos, del lenguaje y el metalenguaje (dis. cursos en segundo grado, discursos sobre discursos pre- cedentes), Sélo, pues, con determinadas reservas cabe hablar de revolucién urbana. Sin embargo, Ia orientacién de la produccién industrial de acuerdo con las necesi. dades sociales no constituye un hecho secundario. La nalidad asi aportada a los planes, los transforma. La. reforma urbana tiene, pues, un alcance revolucionario, La reforma urbana es una reforma revolucionaria como Jo es, a Io largo de este siglo xx, la reforma agraria que poco a poco desaparece del xorizonte. Da lugar a una es. trategia que se opone a la estrategia de clase hoy do- minante, 10) Sélo el proletariado puede volear su actividad so. cial y politica en la realizacién de Ia sociedad urbana. Sélo 1 puede renovar el sentido de la actividad produc tora y creadora, destruyendo la ideologla de consumo, EI tiene, pues, la capacidad de producir un nuevo huma. nismo, diferente del viejo humanismo liberal que termi na su carrera: el del hombre urbano para y por quien Ja ciudad y su propia vida co-idiana en Ja ciudad se tor nan obra, apropiacién, valor de uso (y no valor de cam bio) sirviéndose de todos Jos medios de la ciencia, el arte, Ia técnica, el dominio de la naturaleza material, 41) Sin embargo, la diferencia entre producto y obra nersiste, Al sentido de la produccién de productos (del dominio cientifico y técnico de Ia naturaleza material) deber4 afiadirse el sentido do la obra, de la apropiacién (del tiempo, del espacio, del cuerpo, del deseo) para, ac: to seguido, predominar. Y ello dentro y por obra de la sociedad urbana que comienza..Pues, en efecto, la clase 168 obrera no posee esponténeamente el sentido de la obra. Este sentido esta atrofiado, Han desaparecido casi, junto con el artesanado, los oficios, y la «calidad». ¢Dénde encontrar este precioso depésite, el sentido de Ja obra; donde podré recibirlo Ia clase obrera para Mevarlo a un grado superior unificéndolo a la inteligencia productora y a la raz6n practicamente dialéctica? La filosofia y la tradicién filosdfica entera por un lado, as{ como el arte por otro (no sin una critica radical de sus dones y dadi- vas) contienen el sentido de la obra. 12) Esto reclama una revolucién cultural permanen- te al lado de la revolucién econémica (planificacién orientada hacia las necesidades sociales) y la revolucién politica (control democrdtico del aparato estatal, auto- gestion generalizada) : Entre estos niveles de la revolucién total no hay in- compatibilidad, como no la hay entre la estrategia wr bana (reforma revolucionaria que apunta a la realizacion de Ia sociedad urbana sobre Ia base de una industrializa- cién avanzada y planificada) y la estrategia que apunta ala transformacién de la vida campesina tradicional por la industrializacién. Es més, en la actualidad, en Ia ma- yorfa de los paises, la realizaciéa de la sociedad urbana pasa por reforma agraria e industrializacién. Ninguna duda cabe de que es posible un frente mundial, También es cierto que en Ia actualidad este frente es imposible. Esta utop{a, aqui como en otras muchas ocasiones, pro- yecta sobre el horizonte un «posible-imposible». Por suer- te o desgracia, el tiempo, el de Ja historia y la practica social, difiere del tiempo de la filosoffa. Aun sino produ- ce lo irreversible, puede producir lo que sera dificil. mente reparable, Como escribiera Marx, la humanidad sdlo se plantea los problemas que puede resolver. Aleu- nos creen hoy que los hombres sdlo se plantean proble- mas insolubles, Desmienten a la razén. Sin embargo, aitizas haya problemas de facil solucién con la solucién a mano, muy cerca, y que las gentes no se plantean. Paris, 1967 (Centenario de El capital) 169 Prélogo . Advertencia . Industrializacion y urbanizacién: primeras apro- | | | ximaciones.. eer eee La filosofia y la ciudad |. fads Las ciencias parcelarias y Ia realidad urbana. | 554" | Filosofia de la ciudad e ideologia urbanistica so |) Especificidad de la ciudad: la ciudad y la obra. 3 Continuidades y discontinuidades. . , . . 69 | Niveles de realidad y de andlisis. . . 0-0. 77> Ciudad y campo . eee act En las proximidades del punto critico. - . 91 | Sobre la forma urbana... . Fo 105 El anilisis espectral | Bae eeeuus tee Elderecho alaciudad. . . + + + + + 1234 gPerspectiva o prospectiva?. . Seal La realizacién de la filosofia . i Pigi eet Tesis sobre la ciudad, lo urbano y el urbanismo. 165-\/ EL COLEGIO DE MEXICO +a #3 905 0008887 RY

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