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Elena Beltran Virginia Maquieira (eds.) Silvina Alvarez. Cristina Sanchez Feminismos Debates tedricos contemporaneos Ciencias Sociales Alianza Editorial Slo a Rousseau, ibuido a hacer a nodo no habrian iedad» (VDM atributos «natu- lad, la frivolidad es, un resulta >, de tal manera 996:160). Asi, a yorfa de las mu- riaturas raciona- nitido de forma s elegantes edu- las exeepciones, tado de la impo- Soffa rousseau aque no percibo srva doméstica» verdadera natu- que, para preservar ride la verdad y se nn adguirido fuerza xd a la que las han lominio, semejante sn sorpresa (VDM, de perspectivas lad: «Qué es la va de matrimo- posibilidad qu inden por entero la gran cantidad ade que algunas de aguas?». La les permita de- se les ofrezean su dignidad re- € Dios» (VDM, dicacién, Woll- 20s del feminis: — Tefo ETH GON (UTRAGISMO — mo: la igualdad no seria sino una apelacién «al buen sentido de la humani- dad» (VDM, 1996:234) en el que tanto los hombres como Tas mujeres se~ rian participes como individuos auténomos y racionales. 2. El pluralismo teérico: la diversidad del sufragismo 24 Los origenes en Estados Unidos: distintas fuerzas politicas e intelectuales El feminismo del siglo xix ha sido tradicionalmente considerado como un feminismo «liberal» 0 amoderado» por parte de los historiadores e historia~ doras de este petiodo, tales como Richard Evans o Alice Rossi. La act ccidn de las mujeres en ese sentido estaria delimitada dentro del marco p: triarcal, sin que consiguieran remover las estructuras de subordinacién, sino acomodarse més bien dentro del marco establecido. De acuerdo con ello. ademas, el movimiento de mujeres del x1x corresponderia fundamental- mente a un movimiento de mujeres de clase media que luchaban por los de- rechos liberales de su clase. ‘Sin embargo, si bien cs cierto que en Estados Unidos nos encontramos ante un fenémeno de la clase media, al examinar los argumentos y los de- bates que tienen lugar durante todo el siglo xix observamos que algunas de Jas ideas mas relevantes que en el siglo Xx va a esgrimir el denominado «eminismo radical» ya estin siendo anticipadas por el feminismo decimo- nénico. Esto nos hace plantearnos la conveniencia de etiquetar este femi- nismo como «liberaby 0 «moderado». Lo que nos encontramos es una di- versidad de argumentaciones y de reivindicaciones que van desde el derecho a la educacion hasta el derecho a una sexualidad libre, desde el de recho al control de las propiedades de Tas mujeres casadas por ellas mismas hasta Ja lucha contra la prostitucién, pasando por la reivindicacién del su- fragio como elemento aglutinador. En definitiva, estarfamos mas bien en presencia de un movimiento complejo que analiza la subordinacién de las mujeres desde distintos Angulos: la opresién econ6mica, sexual, laboral etc,, y que se caracterizaria ante todo por presentar una mezcla de radicalis~ ‘mo ¥ conservadurismo. Por otro lado, y al analizar con detenimiento las propuestas de algunas autoras, nos encontramos con reivindicaciones y actuaciones que rompen ese marco establecido y que transgreden las fronteras entre lo piiblico y lo privado, Precisamente lo que nos muestra la historia de las ideas de estas te6 ricas es que estaban introduciendo cambios tanto en la esfera privada como en la piblica y reformulando la concepeién de la ciudadania, asi como la construccidn de Ia identidad femenina. El discurso feminista a lo largo del siglo x1x se desarrolla fundamental- ‘mente en Estados Unidos. En este pais se dieron una serie de circunstancias | i J de elementos sociales que permitieron el arraigo y ¢} éxito de las deman- das politicas de las mujeres. En el Nuevo Mundo las mujeres norteamerica- .cibn o el trabajo mucho antes nas alcanzaron derechos como el de la edu que las europeas. En este sentido, tanto la teoria como las estrategias politic ais de las suftagistas norieamericanas sirvieron de escuela a sus hombni- ‘nas britanicas, Por otro lado, el analisis del sufragismo en Estados Unidos hos permite observar el desarrollo y la evolucién de los argumentos tebri- tos utifizados a lo largo de casi un siglo, asi como el establecimiento de un nizado con un elevado niimero de participacién, y esto es feminismo 01 algo que no se da en otros paises europeos hasta la primera déeada del si- 0 XX ‘En el continente americano la evolucién del discurso de la ciudadania de las mujeres y el reconocimiento de los derechos siguieron un camino dis- tinto del europeo. Mientras que las reivindicaciones de Tas francesas no tu vieron un reconocimiento por parte de la mayoria de las mujeres, en Esta~ Yos Unidos consiguieron establecer fructiferas alianzas con mujeres de tlase media que les llevarian al éxito politico. En este sentido, y a juicio Alice Rossi, el movimiento de mujeres en Estados Unidos se caracteriza por cimentar sus raices en otros movimientos sociales, tales como cl mov rriento abolicionista y el movimiento de reforma moral. De acuerdo con esta autora, también podriamos sefialar como cn el continente el di feminista lo elaboraron voces aisladas y solitarias en su contexto, mientras que en el Nuevo Mundo encontraron una resonancia colectiva que se plas- maria en un movimiento social (Rossi, 1973:249). Por otra parte, las norteamericanas se enfrentaron a problemas inexis tentes para las francesas: la division racial y étnica de la sociedad, y viee- versa. las francesas sobre todo se encontraron con un panorama de pobre- za que en la naciente repablica americana era précticamente inexistente Pero quizas el elemento diferenciador mas reseftable sea el hecho de que las americanas, desde el principio, plantearan sus reivindicaciones no como una propuesta auténoma, como un fin en si mismo —Ia ampliacion Ge los derechos para las mujeres—, sino como un medio para otros fines: tl abolicionismo o la reforma moral de Ia sociedad. Ello les condujo por ‘un lado a establecer alianzas con otras fuerzas politicas —el movimiento antiesclavista— y por oifo a estar estrechamente Tigadas a las distintas confesiones relig clistas, cudqueros—, mientras que en Fran- tia las ilustradas se presentaban con un laicismo que desligaba 1a religién de las aspiraciones de las mujeres en Ia esfera publica. 0 josas —evan De acuerdo con la teoria politica imperante en la naciente democracia norteamericana, el republicanismo, el principio rector de la vida politica era {a intensa participacién de la ciudadanfa en la esfera piblica. Este principio pracia realidad la idea republicana bisica: el poder reside en el pueblo, y no hay otta autoridad por encima de él. Asi, los eolonos del nuevo ferritorio se liberaron de los lazos tradicionales de la monarquia en la formacién del aS xito de las deman- eres norteamerica- abajo mucho antes 5 estrategias politi- ela a sus homi6ni: an Estados Unidos ‘argumentos teéri- iblecimiento de un ‘pacién, y esto es tera década del si- le la ciudadania de on un camino dis as francesas no tu- mujeres, en Esta- s con mujeres de atido, y a juicio de dos se caracteriza ules como el movi- 1. De acuerdo con fnente el discurso contexto, mientras 2otiva que se plas problemas inexis- «sociedad, y vie norama de pobre- mente inexistente. el hecho de que vindicaciones no o —Ia ampliacién > para otros fines: © les condujo por el movimiento fas a las distintas tras que en Fran- sligaba la religion ciente democracia la vida politica era ica. Este principio en el pueblo, y no nuevo territorio se Ja formacién del ogia de ee “evo orden politico constituyéndose en cuerpos politicos ct Tpresidn adoptada en el Pacto del Mayflower, Con ello ponan en prctica enpiuevo tipo de contrato social como origen de la sociedad politica: un um rato social horizontal en el que la fundacién de la comunidad y su legi- Gpridad derivan no ya de una ley natural superior o de la spelacién a la tra- dieiin, sino que encuentran su origen en un mutuo consentimiento, en lare- Ciprocidad. Este tipo de pacto se plasmaria en el We the People de la Drelaracién de Independencia, en el entendimiento de la politica como una forma de accion colectiva ejercida por la ciudadania. Pero desde sus origenes, y al igual que en el proceso revolucionario francés, ese nosotros el pueblo nacia ya lastrado por las exclusiones, por aguellas y aquellos que no eran considerados parte del pueblo, que no po- ian formar parte de la nueva empresa colectiva: las mujeres, los esclavos y Jos nativos. Las mismas suffagistas pronto se darian cuenta de las trampas de ese falso universalismo, denunciando las exclusiones: Nuestra constitucién se abre con las palabras «nasotros el pueblo». {Pretende alguien decir que silo Tos hombres constituyen las razas y los pueblos? [..] Cuando éecimos ‘epucblon, gn estamos hablando de las mujeres lo mismo que de los hombres? (Cady Stanton). FI apueblo» se definia por oposici6n a los otros y otras, en una lucha ideolégica por la construccién de las identidades hegeménicas en la que, Je- jos de no tomar en consideracién el périero y la raza, éstos se incardinaban ‘como eje de la construccién de esa identidad. La cultura politica de la era jacksoniana, previa a la guerra civil, fomen- taba como valores la educacidn, el éxito en el trabajo y la participacién ac- tiva en la vida piblica, En definitiva era una cultura que se basaba en el rmérito personal y en la participacién comunitaria. Sin embargo, los valores {ue se demandaban en el comportamiento social de las mujeres eran Tos de in sumision, la piedad, la pureza y, sobre todo, la domesticidad, esto es, la afirmacion del hogar doméstico como lugar normativo de la mujer (Ross 1973:252; Bolt, 1993:13). Pero a pesar de esa brecha entre los valores civico-piiblicos, atribuibles @ arones, y los valores propios del mbito privado, exigidos ahora como valores piiblicos para las mujeres, el énfasis en la participacion y en el as0- Ciacionismo, propios del credo republicano, favoreceria la causa de las mu- jeres. Estas se encontraron con una concepcién de la politica que no era mmeramente la que se realizaba en los parlamentos o asambleas, en lo que se denomina el Ambito formal de la politica, sino una politica entretejida con los intereses cotidianos y por tanto mas proxima también a la vida privada La proliferacion de ese tejido asociativo, intermedio entre lo piiblico y lo privado, facilitd In apertura de nuevas posibilidades para las mujeres, posi- bilidades que si bien en un principio estaban ligadas a la esfera privada, por ay medio de las asociaciores filantrépicas, permitieron a las ru se en el discurso y en la accién politica. Sin duda esto representa una dif rencia importante respecto a la actuacién de las mujeres en otros paises en ta misma época, donde no encontraron ese espacio de actuacién intermedio entre la politica formal y Ia esfera privada y tuvieron que luchar por c Io, mientras que en Estados Unidos la misma concepcidn de la politica f vorecia esa participacién de la sociedad civil. Asi, Mary Ryan recoge como n Estados Unidos, la vida publica antes de Id guerra civil estaba centrada en el nive! local y municipal (Ryan, M., 1992:264), La escena piblica en la que se-desarrollaba esa sociedad civil de la que emergerian los movimien- } tos de mujeres presentaba unas caracteristicas peculiares: a diferencia del espacio piblico europeo del xvii, centrado en los clubes literarios y en la prensa, la sociedad civil y Ia opinién publica norteamericanas se articula- ban en torno a espacios urbanos, asambleas abiertas en las calles y en las plazas piblicas. Ese pablico mayoritariamente urbano encontraba distintas asociaciones que podian satisfacer sus intereses, agrupindose de acuerdo a la raza, a la afiliacion politica, a las tendencias religiosas o a los intereses vecinales, pero todas ellas ponian de manifiesto la realizacion de la idea del ‘acceso abierto al debate piblico y la creacién de distintos pablicos, hetero- seéneos y diversificados, que en no pocas ocasiones se entrecruzaban en la realizacién de sus objetivos (Ryan, M., 1992:264) 'Al lado de este asociacionismo caracteristico de la vida piblica estadou- nidense podemos sefalar también otros movimientos que coadyudaron a la fexistencia de un movimiento de mujeres y sin los cuales éste no hubiese sido posible: el movimiento religioso y el movimiento abolicionista En el periodo de 1795 a 1810 tienc lugar Jo que se ha denominado el Si gundo Gran Despertar. Este movimiento religioso de reforma teolégica y ‘moral propuso la reinterpretacién del dogma calvinista y la refutacién de la predestinacién, Su mensaje fundamental consistia en la idea de que cada persona era duefia de su propio destino. En este sentido, el evangelismo era inna doctrina perfeccionista: la obligacién de cada individuo de perfeecio- arse mediante el trabajo en su comunidad. Ello repercutiria en la necesi- dad de una reforma moral de la sociedad y sus valores. A su vez, esa refor- mma adquiriria distintas formas y objetivos: la templanza, la educacién, la beneficencia, la reforma carcelari clavitud y los derechos de las mu- jeres. Estos iltimos no se incluyeton como objetivo priortario de la refor- | ‘ma, pero si que surgieron como una consecuencia directa de ésta. Pero ade mas este nuevo impulso reformador religioso contribuiria a promover el trabajo de la mujeres y, a la larga, el desarrollo de sus habitidades para de senvolverse en la escena politica (Rossi, 1973:257). En el mismo sentido, Ryan apunta dos consecuencias importantes de la reforma religiosa en la participacién de las mujeres en ésta: por un lado las mujeres pudieron reco- hocer sus propias capacidades, adquiriendo una autoestima y una valora- cidn positiva de su quehacer filantrépico, y por otro lado les permitié de: mujeres entrenat oresenta una dife- otros paises en sacién intermedio luchar por creat de Ia politica fa- tyan recoge cémo il estaba centrada sena publica en la an los movimien- a diferencia del literarios y en la canas se articula- as calles y en las contraba distin ose de acuerdo a 5.0 a los intereses sin de la idea del puiblicas, hetero- trecruzaban en la 1 piiblica estadou- coadyudaron a la s éste no hubiese licionista cenominado el Se- “orma teolégica y a refutacion de la idea de que cada Levangelismo era duo de perfec tiria en la necesi- su vez, esa refor- «Ta educacién, la cchos de'las mu: ‘tario de 1a refor- de ésta, Pero ade- ‘ia a promover el silidades para de- 2 mismo sentido, na religiosa en la ‘es pudieron reco- ma y una valora- les permitid desa- .gfa de La vindicacién Trollar una conciencia de género tanto de si mismas.como respecto a las firas mujeres (Ryan, B., 1992:11). Las pricticas politicas protestantes —evangelistas, pero sobre todo las ceuiqueras— permitian la presencia de las mujeres en las tareas de la ele- ia: éstas intervenian publicamente en la oracién y hablaban ante toda la Spneregacidn. Pero ademés su principio de la interpretacién individual de fos textos sagrados favorecia el acceso de las mujeres a la alfabetizaci6n. Ello contribuy6 notablemente a que en Estados Unidos el analfabetismo fe~ menino fuera considerablemente inferior que en Europa, a Ta ereacién de olegios universitarios femeninos y al desarrollo de una clase media de mu- jeres educadas que constituiria el piblico del feminismo norteamericano Hel xix (Nash y Tavera, 1994:66). Por consiguiente, la educacién de las mujeres era un paso necesario en esa repiblica que requeria la reforma mo- ‘al de la ciudadania, La primera institucién que ofreceria a las mujeres una ‘educacién superior seria Oberlin College, fundado en 1833 en el estado de Ohio, al que seguiria en 1837 en Massachusetts Mount Holyoke, como pi mera universidad femenina. En ellos se educarian algunas de las mas rele- vantes sufragistas de la época, como Lucy Stone (Flexner, 1996:28). Por otro lado, esa reforma moral religiosa permitié a las mujeres partici- par como voluntarias en las obras filantrépicas de Ia Iglesia, proliferando Tas sociedades dedicadas a intereses humanitarios, que, por otra parte, esta- ban en consonancia con el asociacionismo implicito en la vida publica teamericana, Y aunque si bien sus objetivos estaban mas cercanos a la vida domestica —-procurar comida y ropa a los necesitados, cuidado'de los huér~ fanos, etc—, también hicieron posible que las mujeres saliesen a la escena piblica y trabajasen como activistas sociales. Peto esa actividad se enten- dia como una extension de los deberes de las mujeres, no de sus derechos, como una manifestacién de la domesticidad y no de la igualdad. En este sentido, Richards Evans sefiala cémo al empezar la década de 1840 nos en- contramos.con la idea, bastante difundida entre la clase media, de que las ‘mujeres tenian un papel activo que desempefiar como guardianas morales del hogar, y por extensién de la sociedad (Evans, 1980:48). Por consiguien- te, si bien no podemos decir que estos grupos fuesen feministas, en el senti- do de defender los derechos de las mujeres explicitamente, sin embargo pu- sicron el fermento para ello, posibilitando la educacién de las mismas, el trabajo piiblico y, en cierta medida, adquiriendo independeneia en sus estra- tegias asociativas respecto a los hombres. 2.2 La apelacién al universalismo ético Uno de los argumentos centrales de la vindicacin feminista ilustrada era la apelacién a un universalismo ético que proclamaba la universalidad de los atributos morales de todas las personas. En el siglo x1X, el sufragismo reco- = ge ese legado universalista y va a constituir también una de sus principales bases argumentativas, En este sentido, Aileen Kraditor sefiala eémo la ape- de las direcciones que sigue el discurso feminista decimonénico (Kraditor, 1965:43 y ss); A su vez, la igualdad se va a reivindicar como un defecho natural, y por tanto universal, En este sentido, hay que tener en cuenta que la tradicin politica norteamericana, ademas de estar configurada por el re- publicanismo, también recoge la tradicién lockeana de afirmacion de los derechos individuaies. Como las sufragistas hicieron suyos estos principios y argumentos —universalismo, republicanismo y derechos individuales— {queda perfectamente expuesto en las palabras de una de las figuras més destacadas de la época, Elizabeth Cady Stanton: lacién a la justicia, y concretamente al principio de igualdad, es un La cuestién que quiero plantearos en esta ocasién es la individualidad de cada alma hu- mana —nuestra idea protestante—, el derecho @ la conciencia y juicio individual —y nuestra idea republicana — la ciudadania individual Al discutir los derechos de la mujer cbemos considerar primero lo que le es suyo como individuo, en su propio mundo, el arbitro de su propio destino, una imaginaria Robinson Crusoe con su mujer Viernes en una isla solitaria. Sus derechos bajo tales circunstancias son usar todas sus facultades para su propia seguridad y felicidad, En segundo lugar, si a consideramos como una ciudadana, como un miembro de una an nacién, debe tener Ios mismos derechos qui Jos demés miembros, de the Self, 1892, en Schneit, 1972:157) erdo con los principios fundamentales de nuest ro gobierno 2. 1 El abolicionismo El movimiento abolicionista hacia suyas las aspiraciones universalistas ilustradas de igualdad para toda la raza humana, De todos los movimii tos de reforma moral, éste era el mas radical y el que utilizaba el len- guaje de los derechos, En este sentido, parece consecuente la unién de abolicionismo y suftagismo —en las primeras décadas del siglo x1x ‘ya que ambos mantenian la idea de una plataforma igual de derechos hu- manos para todas las personas, con independencia de la raza o el sexo. Pero, ademis, ‘el lenguaje y el discurso que el abolicionismo utilizé per mitieron la extensién de ios temas que planteaba a la situacién de las mujeres. De esta manera no sélo se hablo del derecho al suftagio, sino que salieron a la luz temas como la autoridad patriarcal —por extension de la autoridad de los amos sobre los esclavos— 0 el abuso fisico y la violencia sexual de los maridos sobre las mujeres. Era en definitiva un universalismo que afectaba a la conce| cién de la ciudadania y cuya con- secucién se plasmaria en la Constitucién de Estados Unidos con Ia in- corporacién de sucesivas enmiendas que irian ampliando los sujetos de la ciudadania, i de sus principales fiala cémo la ape- ualdad, es una de nénico (Kraditor, ‘como isn derecho ner en cuenta que figurada por el re afirmacion de los 9s estos principios 108 individuales— e las figuras mas ad de cada alma hu- inicio individual —y derechos de la mujer su propio mundo, el su mujer Viernes en todas sus facultades sideramos como una nismos derechos que de nuestro gobiemio aes universalistas os los movimien- utilizaba el len- aente la unién de 3 del siglo xix—, 1 de derechos hu- la raza 0 el sexo. rismo itiliz6 per situacién de las al sufragio, sino —por extension abuso fisico y la en definitiva un Jania y cuya con- Inidos con la in- do los sujetos de 1. Genealogia de la vindicacién ‘Como han puesto de manifiesto la mayoria de los estudios sobre el su- fragismo norteamericano, éste hunde sus raices en el movimiento aboticio- nista, En él militaron destacedas suffagistas como Lucretia Mott, Elizabeth ‘Cady Stanton, Lucy Stane o Susan Anthony. De hecho los estrechos lazos entre abolicionismo y sufragismo muestran los lazos familiares que mante~ nian, ya que Ia mayoria de las sufragistas citadas estaban casadas con lide- res aboticionistas. Las pioneras en uni los derechos politicos de las muje- res a fa causa abolicionista serian las hermanas Grimké, Angeline y Sara, autora esta tltima de las Cartas sobre la igualdad de los sexos y la situa- dién de la mujer. Ambas hermanas, de origen cudquero, intervinieron en mitines para mujeres en la American Anti-Slavery Society, fundada en 1933 cn Filadelfia. Sus criticas a la Biblia por justificar un papel inferior a las ‘mujeres les valieron las iras de la jerarquia eclesidstica, y sus alegatos a fa- vor de los derechos de las mujeres, la desconfianza de los abolicionistas. Se hallaron en tierra de nadie, elaborando un discurso que, por su novedad y radicalidad, se enfrentaba a todo lo establecido. Angelina Grimké, en este sentido, expresaba la conexién entre la opresién de su sexo y la opresién de Jos esclavos: «La investigacién de los derechos del esclavo me ha propor nado un mejor entendimiento de los mios» (Yellin, 1989:38). Se encon- tfaron pues, inesperadamente, con un nuevo campo de batalla: la opresién de los esclavos les devolvia como en un espejo la suya propia: La prohibicién de nuestro deber de actuar es una prohibicién de nuestro derecho a ac- tuar, y si no tenemos derecho a actuar, entonces podriamos ser lami blancas del Norte, porque como nuestros hermanos, debem esesperaci6n (A. Grimké, en Lerner) sllar nuestros labios con David Richards pone de manifiesto e6mo Ia alianza entre abolicionismo y sufragismo elabor6 una analogfa entre el tratamiento dado a los esclavos negros y a las mujeres en términos de esclavitud moral. Este tipo de escla- vitud niega a toda una clase de personas su condicién de sujetos de derecho y los coloca en una situacién de servidumbre (Richards, 1998:99 y ss.). Es- pecialmente afecta a la privacién de los derechos de libertad de palabra y pensamiento, la libertad.de asociacién y el derecho al trabajo. Las entonc incipientes lideres del movimiento suitagista, especialmente Mott y Stan- ton, utilizaron repetidamente este concepto de esclavitud moral, que va a ser utilizado constantemente a lo largo de todo el si lo XIX. El prejuicio contra las gentes de color, del que tanto hemos oido hablar, no es mas fuer te que el que existe contra nuestro sexo, Se debe a la misma causa y se manifiesta de ‘manera muy parecida. La piel del negro y el sexo de la mujer son una evidencia prima facie de que uno y otra fueron destinados a est sajon (Stanton, en Martin-Gamero, 1975:74) sometidas al hombre blanco | | | | | | | De la misma manera que las revolucionarias francesas 0 que Mary Wollstonecraft, las Grimké apelal nntido universal de justicia y, Vendo consecuentes, 2 la extension de la igualdad, pues «lo que es moral- mente justo para el hombre también lo es para ld mujer» (S. Grim! Flexner, 1996:44), Sin embargo, aunque el discurso abolicionista y sufra- sista presentaban la misma raiz—la aplicaciOn estrcta de la idea de ares y eni Gad universal—, la practica politica mostraba derroteros disy énero..Mientras que las mujeres. tados a causa de Jas relaciones de siguiendo una logica universalist ereian estar en presencia de un pe blico y un electorado comin que defende val ardor los derechos de los 2 elavos y los de las mujeres, se encontraron por el contrario con un pabi- coy una clase politica que se definian como tales precisamente en funcion dle-gu aénero y de su raza. Y si bien la barrera de la raza caeria en breve, al menos formaimente, la del genero se mostraria como la més persistente de Todas: «Se hace evidente que el prejuicio contra el sexo esté més profunda- mente enraizado y mAs irracionalmente mantenido que el que existe contra fas personas de color» (Stanton, en Martin-Gamero, 1975:74), El mérito de Ins feministas abolicionistas seria el de trasladar su denuncia de Ia es- Slavitad moral en demandas politicas y constitucionales basadas en dere- Shos (Richards, 1998:109) y en organizar un discurso auténomo, teniendo ion propian en el terreno politico y argumen- que encontrar «su hab tativo, ‘En consecuencia tuvieron que claborar un discurso independiente, cen trado en los derechos de las mujeres, pero en el que ademas se planteaban otros temas que necesariamente salian a la luz, como la cuestién de la iden- Gidad de género. Lo que nos muestra la elaboracién del discurso suftagista ide esos aos es precisamente la utilizacién de un argumento que va a cons tituir ano de los discursos siempre presentes a lo largo de la historia del f ninismo, En este sentido, y a juicio de Mary Ryan, los grupos marginales Gque no tienen acceso a la esfera piblica tienen que-reclamar su inclusion formulando un argumento que es parad6jico: por un lado apelando a la wn ad —iguales derechos para todas las personas— y por otro ndo y articulando su identidad e intereses de una forma diferen- versalid construy Giada —como negros, como mujeres— (Ryan, M., 192:282 y ss.) Por ello feministas ha sido aparentemente contradictorio —la el discurso de | qualdad frente ala diferencia—, de modo que nos encontramos con que en ‘un mismo momento se postulaban los dos discursos. Las ya tensas relaciones entre los lideres abolicionistas y las part del suffagio se rompieron defintivamente en 1840 con motivo de la cele- bracién en Londres de la Convencién Antiesclavista Mundial. A ella asis tian como parte de la delegacién estad tia Mott y Elizabeth Cady Stanton, Pero con la connivencia de la mayoria de los lide nidos, no les permitieron participar en la convenci6n. Este rechazo acabo de despertar las conciencias de las hasta entonces aliadas en la causa aboli- anidense L es alli reu 1s 0 que Mary 1 de justicia y » que es mora (S. Grimké, en ionista y sufra- aidea de ig pares y enfren € las mujeres, de un publico derechos de los © con un pibli- ante en funcion ria en breve, al s persistente de mis profunda- re existe contra 74). El mérito uncia de la es- asadas en dere- rome, teniendo co y argumen- pendiente, cen- s se planteaban tion de la iden- curso sufragista "que va a cons- historia del fe- tpos marginales F su inclusién elando a la uni- - y por otro forma diferen- Ly-ss.). Por ello radictorio —la mos con que en + las partidarias tivo de la cele- fal, A ella asis- fott y Elizabeth lideres allt reu- hazo acabé 1 fa causa aboli- 1. Ge a de la vindicacién Gonista, Lo que aprendieron de su participacién en el abolicionismo fue gue su opresion debia ser resuelta organizando un movimiento politico, 1 en la politica desde la politica y poniendo en marcha Ia accion colettiva. E] resultado les conduciria directamente,a con- ‘Cebit la primera Convencidn sobre los Derechos de la Mujer, que tendria jugar en Seneca Falls, en el estado de Nueva York, en 1948, esto es, reclamando su I La Declaracién de Sentimientos de Seneca Falls (1848): la accién colectiva En el mismo ao que Marx y Engels publican el Manifiesto Comunista, las suffagistas norteamericanas hacen piblico lo que se conoce como el texto fundacional del feminismo estadounidense. En la citada convencién se reu- nieron unas 300 personas, entre hombres y mujeres, lideradas por Lucretia Mott y Elizabeth Cady Stanton como organizadoras del evento, y constituyé uno de los primeros momentos en Ia historia del feminismo en los que las mujeres se perciben a si mismas, colectivamente, como un grupo social y demuestran tna autoconciencia de la subordinacién como grupo. La Declaracién recoge por un lado Ia influencia de la estela de la Ius- tracién y la defensa de unos derechos universales y por otro la huella del movimiento romantica. El modelo a seguir fue la Declaracién de Indepen- dencia de Estados Unidos, y, al igual que ésta, mantiene una concepcién iusnaturalista y universalista de los derechos: Consideramos que estas verdades son evidentes: que todos los hombres y mujeres son creados iguales; que estin dotados por un Creador de ciertos derechos inalienables, en Jicidad (.. Ia jgualdad de tos derechos humanos es consecuencia del hecho de que toda la raza humana es idéntica tre los que figuran la vida, la libertad y la persecucién de la cen cuanto a capacidad y responsabilidad (Declaracién, en Martin-Gamero, 1975:5 2) En ella se afirma la aplicacién consecuente del principio de legitimidad politica, que debe fundarse en el consentimiento de los gobernados. De esta manera, algunas dirigentes, como Lucy Stone, harian suyo el principio No Taxation without Representation, presente en la revolucién americana, y se negarian a pagar impuestos mientras no se reconociese a las mujeres el de- recho al voto. De igual manera que la Declaracién de Independencia afirmaba la emancipacién de la autoridad politica de la corona inglesa, las mujeres van a proclamar su independencia de la autoridad ejercida por los padres y ma- ridos, de un sistema social y juridico que las sometia en las distintas etapas de su vida: «Si esta casada, la ha dejado civilmente muerta ante la ley. La ha despojado de todo derecho de propiedad, incluso sobre el jornal que ella misma gaia» (Declaracion, en Martin-Gamero, 1975:53)*. Y respecto a las 43 a, solteras, «su fortune esta gravada con impuestos pa que no la reconoce més que cuando sus bienes pueden serle rentables». Postulaban por consiguiente, y coherentemente con los principios rectores de la vida politica norteamericané, la incompatibilidad entre“fuerza y con sentimiento. Su lucha se situaba en la sustitucién de un gobierno por la fuerza —tanto en el émbito puiblico como en la esfera doméstica— por un ierno democratico, sefalando con ello la interrelacién necesaria entre consentimiento, demecracia y suftagio. La exposicién de los agravios y desigualdades a los que las muje veian sujetas conducia a una serie de resoluciones que fueron aprobadas por unanimidad. La mayoria de ellas hacen referencia a la mejora de los de- rechos civiles, sociales y religiosos de las mujeres, y todo ello alegando el principio utilitarista de la mayor felicidad, extensible en este caso a las mu- jeres: Considera do: Que esti convenido que el hombre ha fan precepto de la naturaleza es que «el sguir su verdadera y sustancial felicidad [..] Es obligatoria en toda Ia jerra, en todos los paises y en todos los tiempos [..] en consecuencia: Decidimos: Que todas aguellas leyes que sean conflictivas en alguna manera con la ver- dadera y sustancial felicidad de la mujer son contrarias al gran precepto de la naturaleza y no tienen validez, pues este pr Gamero, 197 pto tiene primacia sobre cualquier otro» (en Martin Sin embargo, la Declaracién dé Sentimientos presentaba también las di- sensiones internas que fragmentarian posteriormente la teoria y la practica sufragistas, Lucretia Mott representaba los intereses y aspiraciones de las mujeres de clase media que reivindicaban por encima del derecho al voto la entrada en el mercado de trabajo que les permitiese alcanzar los beneficios de la Revolucién Industrial. En este sentido, Mott sefialaba: (Que la rapier y el Exito de nuestra causa dependen del celo y de los esfuerzos, tanto de Jas homibres como de las mujeres, para derribar el monopotio de los pulpitos y para con- seguir que la mujer partcipe equitativaments en los diferentes negocios, oficios y profe Su lucha, por tanto, estaba mas ligada a la conquista de los beneficios sociales de la ciudadania, Por contra, la ciudadania politica, esto es, la ex- tensién del derecho al voto, no aparecia como un objetivo prioritario, ya que su demanda era considerada, por parte de Mott, demasiado radical y o las otras demandas. De esta manera, de todas las re- podia poner en pel soluciones de la Declaracién, la nica que no consiguié la unanimidad fue Ia que expresaba ‘Que es deber de las mujeres sagrado derecho del voto este pais asegurarse & ter un gobierno srle rentables» rcipios rectores e fuerza y con- sobierno por 1a éstica— por un necesaria entre 2 as mujeres Se reron aprobadas rejora de tos de- ello alegando el © caso a las mu wuraleza stigatoria en toda la s que «el ‘manera con la ver pto de la naturaleza cer otro» (en Martin ‘a también las di- oria y la prictica piraciones de las erecho al voto la zar los beneficios 1s esfuerzos, tanto de pillpitos y para con- ios, ofieis y profe- de los beneficios ica, esto es, 1a ex- ivo prioritario, ya ‘masiado radical y ra, de todas las te la unanimidad fue scho del voto: La Declaracién se presentaba como la primera accién colectiva organi- zada de mujeres y hombres en pro de los derechos de las mujeres. Identifi- 06 los temas que debian formar parte de la agenda piblica, ampliando por tanto et contenido de ésta: reformas en el matrimonio, en el divorcio, en la censefianza, ete. La gran mayoria de los temas considerados se referian a cuestiones relativas a la esfera privada, pero la Declaracién de Seneca Falls tes dio una trascendencia politica y publica, adelantando con ello el lema que cien’ alos después Sirviera como bandera del ‘movimiento de mujeres: «Lo personal es politico». ‘vclla le seguirian inmediatamente otras convenciones del mismo carée- ter (Rochester, 1848; Akron, 1851; Worcester, 1851; Syracuse, 1852) que tendrian lugar regularmente durante la década siguiente, hasta el comienzo de la guerra civil. Con la Declaracién de Seneca Falls se abrié un nuevo pe- riodo tanto en el discurso como en la estrategia politica a seguir. Las orga- nizadoras adelantaron las lineas que habria de seguir esa estrategia colecti- vva, asi como los problemas con los que se iban 2 encontrar. Sus palabras hos revelan que ya no estamos en presencia de mujeres aisladas en su rei- \Vindicacién, sino que eran lideres politicas que tenian un duro aprendizaje y entrenamiento en la lucha politica: Al emprender Ia gran tarea que tenemos ante nosotras, anticipamos que no escasearén tos conceptos erréneos, las malas interpretaciones y las ridiculizaciones; empero, a pe- sat de ello, estamos dispuestas a cons rir nuestro objetivo, valigndonos de todos los medios a nuestro alcance. Vamos a utilizar agentes, vamos a hacer circular folletos, pr sentar peticiones a las cémaras legislativas del Estado y las nacionales, ¥ 3 taremos de llegar alos pulpitos y a la prensa para ponerlos de nuestra parte. Esperamos aque esta Convencién vaya seguida de otras convenciones en todo el pais (Declaracién ‘en Martin-Gamero, 1975:55), ‘Tras la guerra civil, y una vez abolida la esclavitud, se planteaba la eues- tin de la extensién de sufragio para los varones negros liberados. Las par- tidarias del sufragio femenino pensaron que, dado el clima politico del mo- mento, que volvia a poner en el primer plano del debate piblico Ia extension del sufragio, habia Hegado el momento de su reconocimiento le- gal. Susan B. Anthony y Cady Stanton habian participado activamente en el apoyo a la aprobacién de le Decimotercera Enmienda (1865), que abolia ta esclavitud: restablecia los derechos naturales reconocidos en la Constitu- cin y corregia las distorsiones de la democracia recuperando con ello la moralidad revolucionaria (Richards, 1998:133). El siguiente paso en el res- tablecimiento del sentido original de «nosotros el pueblo» era el reconoci- miento del sufragio para las excluidas y excluidos: negros y mujeres, pues, como argumentaba Stanton en uno de sus discursos, «el sufragio universal es la tinica prueba y la nica base de una repiblica genuina» (en Buhle, 1978:318), “7 )Pemmamesers~ Sin embargo la De rarta Enmienda —introducida en 1868— no re conocia el sufragio femenino. Por el contrario, introducia por primera vez en el texto constitucional la palabra «warn» —hasta tres veces para re se a los «ciudadanos varones»°— y restringia explicitamente la ciudadania por razén de sexo. Tanto Anthony como Stanton se sintieron traiciona‘ por los abolicionistas a los que habfan apoyado. «Protesto —decia Stan- ton— contra la concesién del voto a cualquier hombre, sea cual fuese su raza o religién, hasta que las hijas de Jefferson, Hancock y’Adams sean co- ronadas con todos los derechos» (Evans, 1980:52). Habia pasado la oportu- nidad politica, y tendrian que luchar por la aprobacién de otra enmienda Sin embargo, la lucha politica que gener la batalla por la Decimoquint Enmienda introduciria tanto la ruptura del sufragismo respecto al abolicio- nismo como escisiones dentro del sufragismo mismo. Esta nueva enmien- da, aprobada finalmente en 1870, extendia el voto a los varones negros Ni los Estados Unidos ni ningiin otro Estado podrin desconocer ni menoscaba el dere- cho de sufragio de los ciudadanos de los Estados Unidos por motivo de raza, color o de su condicién anterior de eselavos, Stanton y Anthony se opusieron a esta enmienda y cambiarian tanto de estrategia politica como de discurso. Crearon en 1869 Ia Asociacién Nacio- nal Pro Sufragio de la Mujer —The National Woman Suffrage Association (NWSA)-—, asociacién dirigida exclusivamente por mujeres y que tenia como objetivo principal el sufragio femenino, organizando campafias para la aprobacién de una Decimosexta Enmienda a tal fin. Por otto lado, yen el mismo afi, Lucy Stone creaba la Asociacién Americana Pro Sufragio de la Mujer —The American Woman Suffrage Association (AWSA)—, que ap0- yaba la Decimoquinta Enmienda al mismo tiempo que trabajaba por el su fragio. 2.2.3 Las fisuras del universalismo: la voz de las mujeres negras Sojourner Truth («\erdad viajeran, literalmente) era una esclava liberada del estado de Nueva York. Comenz6 su andadura politica reclamando el de- aba prohibido y castiga recho a predicat. No sabia leer ni escribir, pues do con la muerte para los esclavos. Ligada al movimiento abolicionista la tinica mujer de color que asistié a la Primera Convencién Nacional de Derechos de la Mujer, en Worcester, en 1850. El discurso que pronuncié en 1851, en la Convencién de Akron, puso de manifiesto las quiebras de la ar- gumentacién pretendidamente universalista que mantenian las suftagistas bblancas, Sojourner introduce por vez primera la interseecién entre raza y género, que tan relevante seria en el siglo siguiente, en la década de los ochenta, con el desarrollo del feminismo de las mujeres de color. El simbo- a.en 1868—no re- ia por primera vez ‘veces para rel vente la ciidadania tieron traicionadas ssto —decia Stan- sea cual fuese su y Adams sean co- pasado la oportu- de otra enmienda r la Decimoguinta specto al abolicio- sta nueva enmicn- arones negros: i menoseabar el dere vo de raza, color 0 de ambiarian tanto de Asociacién Nacio- iffrage Association ujeres y que tenia ido campafias para or otro lado, y en el Pro Sufragio de la WSA)—, que apo- rabajaba por el su- res negras, 1a esclava liberada reclamando el de- rohibido y castiga~ > abolicionista, fue nién Nacional de > que pronuncié en 3 quiebras de la ar- an las suftagist ecién entre raza y 1 la década de los de color. El simbo- Genealogia de a vindicaci amo de esta mujer es relevante porque plantea la quiebra de ta identidad omogenea y hegeménica que afirmaban las suftagistas, la pretendida uni- versatidad de una sisterhood que se revelaba falsa. Pero lo interesante del Yiseurso de Sojourner Truth es que su reivindicacion de inclusién se hace Spelando a criterios universlisas, esto es, no abriendo la puerta a la dife- encia, sino abriendo la puerta a la igualdad, a su extensién a la raza, y més Coneretamente al punto estratégico en que en ese momento historico se en- frecruzaban la raza y el généro: los derechos de las mujeres negras. Reivin- ddica su identidad no como negra, sino como mujer, como lo que no era re conocido, y de ahi su pregunta: «;,Acaso no soy una mujer?». Pero el discurso de Truth nos proporciona otro tipo de argumentos que ‘cuestionan el discurso utilizado por las abolicionistas. Frente a Ja analogia que éstas establecfan entre la esclavitud y Ia sujecién de las mujeres, Scclavas liberadas, como la misma Truth o Harriet Jacobs, oponian su pro- pia esclavitud a la situacidn de las mujeres libres..La apropiacién de los Preumentos contra la esclavitud y su extensién a la situacién de las muje- yes libres oscurecian e invisibilizaban de hecho las diferencias cruciales ‘entre ambas situaciones (Yellin, 1989:79). La elaboracién de una identidad ferenina construida en torno a la opresién eliminaba las diferencias entre jas mujeres, no reconociendo las distintas clases de opresion, que en el ‘caso de las mujeres negras venian determinadas por la confluencia de la raza y el género. Su irrupcién en la escena politica pone de manifiesto una transforma- ‘ién importante: ya no son objeto del discurso de otras, sino que van a construir su propia narrativa piblica, siendo ahora autoras de su discurso (Yellin, 1989:79). Pero a su vez también van a introducir desconcierto en las definiciones utilizadas hasta entonces por las abolicionistas: su femini- dad no era la establecida, ni tampoco su sexualidad. La domesticidad y el culto a la «verdadera feminidad» estaban por tanto limitadas a las mujer blancas. Pero las palabras de Truth no apelaban a la siiplica o a la compa- sidn, sino que mostraban un cardcter revolucionario Creo que con esa union de ne sos del Sur y de mujeres del Nort, todos ellos hablando de derechos, los hombres blancos estardn en un aprieto bastante pronto, Pero jde qué cestin hablando todos agul? se hombre de alli dice que las mujeres necesitan ayuda al subirse a Tos carrugjes, al cruzar las zanjas y que deben tener el mejor sitio en to ayuda con los earruaj fas partes {Pero a mi nadie me nia pasar sobre los charcos, ni me dejan un sitio mejor! ;Y ‘9 no soy yo una mujer? jMiradme! jMirad mi brazo! ;He arado y plantado y cose- chado, y ningiin hombre podia superarme! ciedad en su con- pro templanza intentaban Ilevar a cabo era una moralizacién de la vida pit na. apelacion a ta blica, impregndndola, para ello, de las virtudes femeninas propias de la es. raditor, 1965:53). feta privada. E] sufragio aparece entonces como un medio para conseguir nto Ios beneficios ese propésito de reforma moral. ro término en una En gran medida, estas asociaciones, y en general los argumentos que velencia moral. La utilizaban la excelencia moral de las mujeres en pro del suftagio, adopta- vente y constante ban posiciones maternalistas”. Por tales se entienden aquellas que asumen riencia de las mu el papel de madres como rasgo comtin identitario y que reivindican los va- nto en las asocia- lores tradicionalmente asignados a la maternidad como algo valioso para naternalistas Ja configuracién de la ciudadania. Con su reafirmacién de su papel de ma- los movimientos a dres y esposas conjuraban los peligros que representaba el sufragio para la | ian activamente- pervivencia de la esfera domestica. Con el maternalismo el sufragio no | | "7 constituia una amenaza, sino que, por el con privada se verian reforzados con Ia aparicién de las mujeres en Ta esfera publica. Asi, en un panfleto en el que una feminista argumenta las razones no un medio para salvaguardar la vida familiar, reforzando el papel de madres y cuidadoras, mientras que la cuestidn de la igualdad aparece relegada a un ultimo tér- mino: io, los valores de la esfera en favor del suftagio, observamos cémo éste aparece co Las mujeres quieren el voto porque: 1) Quieren.alimentar y vestir a sus familias co tamente. 2) Quiere fengan viviendas dignas. 3) Quieren la mejor educacién para 1 1a moralidad y la sus hijos. 4) Quieren pro ud de sus hijos [..] $) Quieren elimi. nat el trabajo infantil. 6) Quieren prohibir y eliminar la prostitucion. 7) Quieren cond ceiones de trabajo decentes para las mujeres. 8) Quieren eliminar las discriminaciones le- es (en Garcia-Cereceda, 1999: 48), gales contra las Junto a la lucha contra el alcohol, las asociaciones pro templanza Ileva- ron a cabo una intensa lucha contra la prostitucién, que definia por oposi- cién una identidad sexual masculina desordenada y peligrosa frente a la se- Xualidad ordenada de las mujeres, Las campafias contra la lujuria masculina y la prostitucién se sucedieron, ya que representaban una amena- za no solo para la esfera piiblica, sino para la feminidad womanhood (Ryan, M., 271). De acuerdo con el cédigo moral vietoriano, las reformis- tas de la década de 1870 usaron el estereotipo de la verdadera feminidad como tin privilegio personal en la Cuestidn de la legislacién sobre la prost tucién, El debate en contra de la prostitucién alcanzé un gran relieve en Gran Bretata, donde el gobierno promulgaria una ley en 1864 —Conta~ gious Diseases Act— para prevenir el contagio de enfermedades venéreas y {ue permitia exdmenes médicos indiscriminados entre las prostitutas. Algu nas feministas levantaron sus voces en favor de los derechos de éstas, como fue cl caso de Josephine Butler, alegando los intereses comunes de las mu: jeres —esposas y prostitutas— en contra del poder masculino ejercido so- bre ellas (Rowbotham, 1980:74), Frente este discurso de una sexualidad ordenada de las mujeres, que aunaba el derecho al sufragio con la pervivenc feminismo decimondnico también desarrollaria —aunque minoritariamen- te— teorias sobre Ia identidad sexual de las mujeres en relacién con el de- recho al disfrute del propio cuerpo, configurando una visién de la sexuali- dad centrada en el amor libre y en el uso de anticonceptivos. En este sentido cabe destacar a mujeres como Frances W ia de la moral tradicional, el ight en Estados Unidos, antes de la guerra civil, y posteriormente a Victoria Woodhull (1871), que reclama el amor libre como un derecho natural, constitucional ¢ inalienable que debia formar parte de las libertades civiles de las mujeres (Richards, 1998; 155 y ss.), 0 Emma Golmann, como veremos en su momento, Pero sobre todo, la figura més relevante, mS a principios del siglo xx, es la = S SESS tabetha | alores de Ja esfera = Margaret Sanger. A lo largo de su vida fue encarcelada numerosas veces | ijeres en la esfera por su propaganda en favor de la libertad reproduetiva de las mujeres. Rei- imenta las razones ‘mo un medio para! dres y cuidadoras, aun tltimo tér- Pardicaba el derecho de éstas a controlar sus euerpos y al uso de anticon- Septivos, ¥ argumentaba gue el derecho a expresar Tibremente la sexvalidad sefaba incluso por encima de la reivindieacién del Sufragio. Al igual que fara las feministas de los afios sesenta del siglo xx, la sexualidad aparecia Pismo el terreno primario de la opresién de las mujeres y por tanto como el principal objetivo politic: asus familias comree- nejor educacion para Millones de mujeres estin afirmando su derecho a la maternidad voluntaria. Esti dis- J 5) Quieren elimi- 4 puesta a decidir por elas mismas cuindo quieren ser madres, y bajo qué condiciones. | in. 7) Quieren condi rary os la principal eben. Para las mujeres es a lave del tempo dela libertad.) La | sciseriminaciones le- vhaternidad voluntaria implica una nueva moralidad —una moralidad vigorosa, cons- umir la eminidad en la matemidad (San tructiva, iberada. Esa moralidad impedira sub ter, Woman and the New Race, 1920, en Schencir, 1972:325-334) > templanza Ieva- | | definia por oposi ‘osa frente a la se- 2.4 El liberalismo utilitarista contra Ia lujuria aban una amena- Sila Vindicacidn de los Derechos de la Mujer de Wollstonecraft constituye iglo XIX otro libro marcaria cada en s rado, en el también un hito teérico importante: The Subjection of Women, pub idad womanhood la gran obra del feminismo ilu ano, las reformis- ‘dadera feminidad 1869 por el filésofo inglés John Stuart Mill. Aunque la obra fue ridiculiza- 4n sobre la prosti ia por algunos de los fil6sofos ingleses de la época, en los citculos intelec~ in gran relieve en tuales favorables a la emancipacién femenina alcanzaria inmediatamente n 1864 —Conta- tuna gran repercusién. Asi, el libro fue traducido inmediatamente en Fran- edades venéreas y cia, Alemania y Suecia. Para las sufragistas norteamericanas, supuso el | prostitutas. Algu- apoyo teérico de un intelectual de prestigio, y las copias del libro circularon | 10s de éstas, como en las numerosas convenciones pro sufragio de finales del xix (Evans, munes de las mu- 1980: 16). ulino ejercido so- Para Mill cl apoyo a la causa de las mujeres no era algo nuevo, sino que a Jo largo de toda su vida estuvo activamente involucrado en ella, con Jo cual las mujeres, que demostraba una coherencia entre la teoria y la practica dificil de encontrar oral tradicional, el en otros autores: desde su arresto cuando tenia tan solo diecisiete afios por © minoritariamen repartir propaganda en favor del control de natalidad hasta la posterior de- elacién con el de- fensa como miembro del Parlamento del suftagio femenino y de leyes que sion de Ia sexuali afectaban fundamentalmente al matrimonio, como la introduccién de refor- | ceptivos. En este mas acerca de la propiedad de las mujeres casadas y la igualdad de los c6n- | 1 Estados Unidos, q yuges en el divorcio y en la tutela de los hijos. La influencia y colaboraci sdhull (1871), que de su esposa, Harriet Taylor, en la elaboracién de sus tesis ha sido una cues- onal ¢ inalienable tidn harto discutida. Mientras que algunos autores y autoras optan por mai rujeres (Richards, tener una eseritura conjunta por parte de ambos de The Subjection, otras au- su momento. Pero toras ponen en duda esta coautoria, dado que la obra de Harriet Taylor se siglo xx, es.la de muestra mas radical en sus propuestas que la de su esposo. = [as tesis que Mill mantiene en The Subjection no son sino la aplicacion con: seuente de los principios liberales que venia desarrollando a to largo de toda su obra. En este sentido, cl citado ensayo no es una consideracion menor en el conjunto de su andadura intelectual, sino que supone uno de Jos desarrollos fundamentales y centrales del principio de la libertad y de la sitonomia personal aplicados a la situacién de las mujeres. Entre los pri cipios del credo liberal cabe destacar la primacia moral de la persona frente valitarista (todas la8 p creencia en la po- a cualquier colectividad Social, 1a afirmacién nas tienen el mismo estatus moral), el universalismo y k sibilidad de mejora y progreso de las personas acompafiado por un sistema de igualdad de oportunidades. Mill afiade a ellos el principio utilitarista y perfeccionista de alcanzar la mayor felicidad para el mayor nlimero de perso- nas, con lo cual establece como meta la persecucién de los placeres intelee: tuales y morales. De acuerdo con Mill, la subordinacién de las mujeres ira cen contra de estas ideas rectoras del liberalismo utilitarista. A juicio de Ana de Miguel, la igualdad de la mujer «es una exigencia tanto de Ia justicia como de la libertad, fundamentandose ambas en el concepto de vida auts- noma, esto es, en las demandas del utilitarismo perfeccionista» (De Miguel, 1994a:61) Para Mill los privilegios del sexo masculino estan asentados en prejui- cios acerca de las mujeres. Como heredero de la Ilustracién, va a considerar Jos prejuicios basados en los sentimientos y en las costumbres un obsticulo ¥y un anacronismo en contra de la racionalidad y la modernizacién que exi- gia la sociedad industrial de x1x nuestros sentimientos relativos la desigualdad de los dos sexos son, por infinitas cat sas, los mas vivos, los mas arra tora de las tos forman una muralla pro costumbres ¢ instituciones del pasado. No hemos de extrafiar, pues, que sean los mis firmes de todos y que hayan resistido ran revolucién intelectual y social de todos los tiempos modemnos; ni tampoco hay que ereer que las insttueiones larguisimo tiempo respetadas sean menos birbaras que las ya destruidas [.] En lugar de la apoteo- sis de la razén, en el siglo xtx hacemos la del instint y Hamamos instinto a lo que no podlemios establecer sobre base racional {.Cuales son las razones de la subordiniacién de las mujeres? En ningun caso se puede alegar, al modo de Rousseau, una naturaleza diferenciada de las mujeres. Mill rechaza el esencialismo de la apelacién a una pretendida canaturaleza femeninay, sefialando, en cualquier caso —lo mismo que Wollstonccraft—, el origen social y cultural de las diferencias entre hom- bores y mujeres: «Lo que hoy se llama “la naturaleza de la mujer” es un pro- ducto eminentemente artificial» El origen de la subordinacién se encuentra en un hecho empirico que da por sentado: la inferioridad fisica femenina, Lo que Mill no acepta es que ircunstancia se transforme en un feconocimiento social y juridico de la

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