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Pepito, y sus libruras PePe Pelayo flustraciones de Alex Pelayo Indice Introduccién Caperucita Roja El flautista de Hamelin Blancanieves y los siete enanitos Final Biografia del autor y del ilustrador Mas Libros en www.chilecomparte.el Darth Magnus 29 42 60 63 Introduccién as a leer versiones mias de tres cuentos clasicos infantiles. gY quién eres t02, alguien se podré pre- guntar. Por si no me conoces, yo soy Pepito, el nifio mas bromista del planeta, el que sabe mds chistes en ‘Ko el mundo, el inventor de mas situaciones graciosas en cien océanos a la redonda. Eso lo he demostrado en competencias en mi colegio y en Villarrisa, mi ciudad natal. Todo esto te lo digo con mucha humildad, porque no me gusta hablar tan bien de mi. Pero, si deseas saber mds sobre esta humilde persona, puedes leer Pepito, el sefior de los chis- tes. Ahora sélo les contaré sobre Patricio Pérez, un primito quien es responsable de estas tres versiones mias de la Caperucita Roja, El Flautista de Hamelin y Blancanieves y los siefe enanitos. Para que entiendas mejor, te diré que cuando nacié Patricio, nos dimos cuenta de que era el nifio mas feo que ha existicdo jamas. Con decirte que era tan feo, pero tan feo, que al nacer, la mama pregunté: «3Qué fue, doctor?», y éste lo levanté por las piernas y dijo: «No sé. Si vuela es murciélago». Bueno, era tan feo, pero tan feo, que lo pusieron en una incubadora con cristales oscuros para que nadie mirara para adentro. De verdad, era tan feo que los habitantes de Villarrisa comentaban que cuando nacié, la cigiiefia hizo dos viajes: uno para dejarlo y otro para pedir disculpas. Te doy mi palabra de nifio: no me gusta hablar mal de él. A mi eso me deprime. Imaginate que al ir creciendo siguid tan feo como el primer dia. Creo que ya esta mas o menos claro cémo es mi primo Patricio. Ahora sigo con la historia. Todo comenzé cuando un nifio supuestamente gracioso, de esos pesados que abundan en cumpleafos y durante los recreos en el colegio, conté el siguiente chiste: Estaba Cenicienta, el Patito Feo y Blancanieves, hablando en el palacio de ésta Gltima. —Yo quisiera saber si es verdad que soy la persona mas buena del mundo —dijo Cenicienta. —A mi también me gustaria saber si soy el mas feo —con- tinué el Patito. —Pues como yo estoy ansiosa por conocer si soy la mas 8 bella, les propongo visitar al espejo magico de mi madrastra vité Blancanieves—. jCon su respuesta estaremos més que seguros! Dicho y hecho. Fueron hasta la pieza donde estaba el es- pejo magico, La primera en entrar a consultar fue Blancanieves. Al rato, salié sonriendo. —aY? —le preguntaron sus compaiieros. — Me dijo que si! jSoy la mas bella! Entonces entré Cenicienta. Minutos después estaba de vuelta. Se vefa feliz y contenta. —jMe respondié que soy la persona mas buena del mundo! —le conté a sus amigos. Luego, le tocé el turno al Patito Feo. No se demoré mucho. Enseguida salid con cara de duda. —sQuién es Patricio Pérez? —pregunté. No hay dudas de que el chiste es muy bueno, lo malo es que lo conté delante de mi primo. Esas cosas no se hacen. A partir de ese dia le dicen Pato, o mas bien El Patito Feo. El humor puede ser daiiino a veces, porque hay que saber al piblico que va dirigido. Por supuesto, a mi primo aquello le afecté. Pero no por el apodo, porque él es un nifio fuerte, inteligente, bueno y 9 no se acompleja con la gente. El problema es que a partir del chiste, el Pato siente odio y rechazo por los cuentos clasicos in- fantiles. Como nunca los ha leido, se cree que todos esos libros son ctueles y despiadados con los nifios. No desea ni que le ha- blen de ellos, no los quiere ver ni en pintura, ni en ilustraciones. Entonces mi tia, preocupada porque su hijo pase de no leer esos cuentos a no leer nada de nada, me rogé que con mi humor y con mis chistes tratara de cambiarle esa actitud, pro- veniente —como ya expliqué— de otro chiste. Un clavo saca a otro calvo, segin sus palabras. Busqué todos los libros de cuentos clasicos infantiles, me los lei de arriba a abajo como ires veces seguidas, jugué y me diverti con ellos todo lo que pude. Asi, comencé a bombardearlo con chistes relacionados con. esos viejos relatos de hadas, como le llaman algunos. Cuando ibamos « ver a nuestra abvela, le contaba este chiste: Caperucita Roja visité un dia a su abvelita. ~—|Qué ojos més grandes tienes! —le dijo. —Para verte mejor —le contestaba la ancianita. —iY qué orejas mas grandes tienes! —Para oirte mejor, Caperucita. 10 —iY qué boca mas grande tienes, abuelita! —jOye, nifia! gTé viniste a visitarme o a criticarme? Al reirse, le narraba la famosa escena de Caperucita y el lobo en la cama, con el pretexto de que entendiera mejor el chiste. Después le preguntaba: Pato, squé es un lébulo? Y como no sabfa, mi respuesta era: un animdlulo ferézulo que se comid a Caperucitala Réjala. De esa manera lo he ido convenciendo, y ya le arranqué la promesa de que si le gustaban las versiones cémicas de Blan- canieves y los siete enanitos, El Flautisia de Hamelin y Caperucita Roja, hechas por mi especialmente para él, entonces se va a leer los cuentos originales. Confieso que en esta aventura hice muchas lecturas, pero también travesuras con esos libros. De ahi el titulo de Libruras. Esto es lo que leerds ti ahora. Ojala te guste. Si es asi, por favor, coméntamelo al final. CAVERUCTTA a ROA rase una vez una nifia llamada Caperucita, a la cual se le han hecho cientos de versiones de su cuento. Sin embargo, ella no conocia ninguna, porque odiaba leer. Caperucita era mas linda que Miss Europa 1795. Pero tenia un cardcter muy fuerte, una habili- dad fuera de lo comin para los deportes, era una experta en artes fisico-culturistas y en artes marciales. Un dia, la madre le pidiéd que fuera a casa de su abuelita, que se encontraba enferma y que le llevara mer- melada de platano con chirimoya. Caperucita se alegré mucho —de ir, no de tener a la abuelita enferma— y abri- gandose bien por el intenso frio que hacia, partié rauda. La anciana vivia a dos cuadras de su casa. Pero la nifia, 13 para entretenerse un poco, tomd el camino mds largo, pasan- do por un bosque que estaba a tres kilémetros. Caperucita corrié hasta que se puso roja. Una vez internada en el espeso bosque de eucaliptus, robles, pinos, ébanos, helechos gigantes, varios maceteros con plantas orna- mentales y un bonsai, se le aparecié un lobo grande, astuto y mas malo que un troll, un ogro y un orco juntos. Venia vestido de traje azul marino y corbata roja, llevaba un portafolio negro en la mano y cara de yo no fui. En fin, la tipica imagen de un ejecutivo serio y supues- tamente respetable. —Buenas. gCémo te llamas, nifia? —A ti no te importa —le respondié dulcemente Cape- rucita. —Mira, yo soy Inspector de la Superintendencia de Bosques y Zanjas y estamos haciendo una encuesta. gPuedo hacerte unas preguntas? —No. —Pero, fijate, podras participar en un sorfeo y ganarte una semana de vacaciones en un hotel de tiempo compartido. —jCértala, Lobo! jDéjate de tonterias, que yo sé quién eres! El animal se molesté, pero no le quedé mas remedio que marcharse con el portafolio y el rabo entre las patas. El queria darse un banquete con la nifia, pero le parecia poca cantidad de comida. Estaba interesado en investigar a dén- de se dirigia ella y con quién se encontraria, para aumentar el festin. Como no lo pudo saber en su primer intento, se le ocurrié seguirla y averiguarlo. Para no levantar sospechas, primero se disfrazé de ci- ruelo. Asi, caminaba a hurtadillas detras de Caperucita. Sin embargo, ésta se dio cuenta y le apreté con fuerza la nariz, comentando en voz alta que aquella ciruela estaba verde. Pero como Lobo era mas persistente y molestoso que una mosca en la cara de un animador de televisién, continué con sus enmas- caramientos. Se disfrazé de pin- giino, de sefial de trdnsito. Mas tarde, de inodoro, pero siempre la nifia —de una u otra manera— lo descubria. Cuando llegaron al final del camino, por detrés de la casa de la abuelita, Caperucita se puso a recoger sandias silvestres, colocén- dolas en su canastita de mimbre. Habria que ser muy estipido para no darse cuenta a dénde iba finalmente la nifia, y como el lobo no lo era, porque habia hecho un magister y un doctorado en una universidad prestigiosa, aproveché el momento para entrar en la casa por la puerta trasera. Rapidamente, adobé a la abuelita con sal, pimienta, mayonesa y cilantro, y de un tirén se comid completa a la pobre vigjita, que se revolvia en el estsmago del lobo sin comprender lo sucedido. Enseguida, éste se puso el camis6n, el gorro de dormir y se metié en la cama. Cuando Caperucita llego a la habitacién, se detuvo ex- , ] A trafiada. Sé que la abvelita rT, no se bafia hace como tres eae thd dias por su enfermedad, pero “1g i ni asi puede tener este mal olor. 21 Creo que por aqui hay lobo encerrado, pensé con viveza la nifia. Al acercarse a la cama lo comprobé. —gNo me vas a preguntar qué ojos mas grandes tengo? —le dijo el animal. —Me imagino que los tienes asi porque te asustaste mucho al verme con este cuchillo en mi cesta. —eY no te interesa saber por qué tengo una boca tan grande? —jPor favor, Lobo! jEsas cosas son para nifios chicos! 3A quién vas a enga- fiar2 —le respondiéd Caperucita, con un gesto de desdén. El lobo, enojado, no esperé mas. Dando un salto y pegando un terrible grito, traté de atrapar a la nifia. Pero Caperucita le colocd un palo dentro de la boca impidién- dole que la cerrara. Después, le propiné varios golpes de karate en el pecho. Acto seguido, salté y caminé con agi- lidad por la pared y el techo, descendiendo por detras del lobo, mientras le lanzaba tres patadas, que hicieron caer al animal. Una vez en el piso, la nifia le amarré las patas ala espalda; con el cuchillo, le abrid el estomago y rescatd a su abuelita. Mientras la anciana se bafaba para quitarse de en- cima los jugos gdstricos del lobo, Caperucita le cosié la he- rida al animal, no sin antes sacarle toda la piel del cuerpo. —Ahora te vas de aqui y dentro de tres dias pasa por la oficina de objetos extraviados del guardabosque, llena unas planillas y recoge tu piel. El lobo huyé de alli, corriendo a toda velocidad. Co- rrié tan rdpido, pero tan rapido, que si se hubiera puesto a darle vueltas a un drbol, facilmente se hubiera podido 25 morder una oreja. Entonces, se interné en el bosque, rom- piendo la barrera de entrada y la barrera del sonido. Asi, Caperucita y su abuela, sus padres, hermanos y hasta un primo lejano, hijo de una tia segunda, casada con el guardabosque, fueron muy felices. Bueno, en realidad, Caperucita, asi de momento, no fue tan feliz como los demés, porque a partir de lo sucedido, entrend y desarrollé tanto su cuerpo, que se le agarrotaron todos los misculos. Enton- ces, obligada por el reposo, se preocupé por desarrollar mds su mente. Leyé miles de libros, entre ellos las versiones que se le han hecho a su cuento —incluyendo ésta, por supuesto. Cuando crecié, Caperucita Roja se casé con un prin- cipe azul y tuvieron hijos violetas. 7 EL FLAVTIS TA DE HAMELIN rase una vez, hace muchisimos afios, un lugar llamado Hamelin. Era una ciudad tan antigua, pero tan antigua, que los sema- é 3 foros eran en blanco y negro. 5. ~ Un dia, Hamelin fue invadida por una plaga de ratones. Estaban por doquier. En los televisores de todas las casas, bajo las s4banas, en las cafierias, dentro de los platos de sopa. En fin, nadie sabia cémo expulsarlos de sus vidas. Pero, un dia a alguien se le ocurrié la idea de contra- tar los servicios de un célebre flautista extranjero. Afirmaba que con su misica exterminaria aquella peste. Enseguida, una poderosa empresa de bebidas lo trajo, auspiciando el evento. El concertista interpreté magistralmente La Flaula Magica de 29 Wolfgang Amadeus Mozart, mientras caminaba hacia un rio, casi en las afueras del pueblo. Los ratones, em- belesados, lo seguian en caravana. Al llegar al rio, los roedores siguieron caminando y se ahogaron en las aguas. Al flautista le regalaron la llave de la ciudad en una gran fiesta. La alegria fue tremenda, pero les duré poco. Meses después, una plaga de hipo- pdtamos invadid Hamelin. Se les \ veia en los banos de las casas, subi- dos en los postes, en el campanario de la iglesia y en las carteras de las sefioras. En fin, en todas partes. Entonces, volvieron a traer al flautista extranjero. El hombre interpreté nuevamente La Flauta Mégica de Mozart, mientras caminaba hacia un barranco, casi en las afueras del pueblo. Los hipopétamos, embelesados, lo seguian en caravana. Al llegar al precipicio, los animales siguieron caminando €; y murieron en la caida. Al flautista le otorgaron la medalla al Honor en otra colorida fiesta. La alegria fue apotedsica, pero también les duré poco. Unos meses después, la pobre ciudad de Hamelin fue invadida por una plaga de teléfonos celulares. Estaban por doquier. Se instalaban de a dos y hasta de a tres en las orejas de los ha- bitantes. Sonaban en reunio- nes, durante las siestas, en los momentos de mayor intimi- dad. En fin, en todas partes y todo el tiempo. Tuvieron que llamar urgente al famoso flautista extranjero (le avisaron por e-mail, para evitar el uso del teléfono) El musico, al llegar, tocé una vez mas La Flavia Magica de Mozart, mientras caminaba hacia un area sin sefial, en las afveras del pueblo, donde coincidian el barranco y el rio. Los teléfonos celulares, embelesados, lo seguian en carayana. Al llegar al borde del precipicio, los aparatos empu- jaron con violencia al flautista, que cayé desde lo alto al rio y, avergonzado, nadé contra la corriente usando su flauta como snorkel. Mientras tanto, los celulares regresaron al pueblo sonando al unisono sus timbres. Pero quizés como home- naje-—vaya usted a saber—, de repente sustituyeron su tradicional ring-ting por las metilicas y entrecortadas notas de la Flauta Magica de Mozart, el Para Elisa de Beethoven mas la Cucaracha, la Mayonesa y la Gasolina ctl 40 de no sé quién. Y fueron muy felices, ellos. BLANCANEVES Y Los STETE ENANT TOS rase una vez una reina, sentada ante una gran ventana, bordando un pafivelo y contem- plando, de tanto en tanto, como caia la nieve. La soberana era tan dulce, pero tan dulce, que si hubiera tenido nietos, éstos hubiesen sido & — diabéticos. Una vez se distrajo y se pinché un dedo con la aguja. El chorro de sangre llegé hasta la nieve que estaba deposi- tada en la ventana. jOh! —exclamé—. Cuan grande seria mi dicha si tu- viese algin dia una nifia blanca como la nieve, con labios tan rojos como la sangre y cabellos tan negros como el ébano del marco de la ventana! Al poco tiempo fue complacida por las hadas que 42 habian escuchado su ruego. Sin em- bargo, hubo una pequena confusién. La nifia nacié negra como el ébano, de labios blancos como la nieve y de pelo rojo como la sangre. A la sobe- rana le parecid genial de todas ma- neras y la bautiz6 con el nombre de Blancanieves, nadie sabe por qué. Quince ajios después, la reina fallecié por la infeccién en Ia herida del dedo que se habia hecho en aquella ocasién. Entonces, el rey des- consolado, se casé al dia siguiente con la solterona princesa de un reino vecino. la madrastra de Blancanieves era tan tonta como malvada. Era tan tonta, pero tan tonta, que rompia los jarrones para limpiarlos por dentro 44 con mas comodidad. Era tan tonta, pero tan tonta, que se entretenia en inventar una pasta de dientes con sabor a ajo. Asi de malvada era también. Se pasaba horas y horas viendo televisién. Incluso tenia un pequefio computador magico portatil, al que le preguntaba cada cierto tiempo quién era la mas fiel telespectadora del reino. Cuando lo hizo después de la boda, el computador le dijo con voz metilica: —Ser tu hijastra. La mds fiel telespectadora ser tu hijastra. Gracias por preferir este software. la nueva reina se molesté mucho y slo para asustarla —segin ella—, corrié detras de la nifia por todo el palacio, insultandola con un cuchillo en la mano. En vista de la mala onda que habia, Blancanieves huyd hacia el bosque. La nifia se extravié, como sucede muchas veces en los cuentos, y asi estuvo perdida hasta que encon- tré a unos enanitos. Blancanieves se asombré al verlos porque eran tan bajitos, pero tan bajitos, que cuando se subian los calcetines no veian nada. Realmente, eran tan bajitos, pero tan bajitos, que cuando se hacian lustrar sus botas, les tefiian el pelo. Por suerte, los enanitos la recibie- ron amablemente, incluso la invitaron a vivir en su casa, que era tan chica, pero tan chica, que cuando entraba el sol, uno de ellos te- nia que salir. Era tan chica esa casa, que no 4 46 cabia ni la menor suciedad. Por eso tuvieron que agrandarla con rapidez para Blancanieves. los enanos pensaban que al fin habian encontrado a al- guien que les leyera libros de cuentos, por la noche, antes de dormir. Pero no sabian lo lejos que estaban de lograr sus suefios, porque ella sdlo deseaba ver television. Blancanieves traté de llevarse bien con todos, pero su prefericlo era el séptimo por orden de tamafio. Era tan chico, pero tan chico, que sus compafieros le decian el enano. A ése, lo convencié para que compraran un televisor de pantalla plana de cuarenta pulgadas y sonido estereofénico. los enanos nunca habian querido tener uno, pero tanto insistié Blancanieves, que el mds chico de ellos lo compré, a pesar de la negativa de los demas. “7 Site La nifia fue mds feliz que nunca. Comia, se lavaba los dientes, se vestia, dormia y hasta hacia sus necesidades fisiologicas delante del aparato. Pero eso si, sdlo veia programas de alto rating como los de concursos, reality show, miscelaneos, etc. Pasaron los dias, hasta que la madrastra supo por internet que Blancanieves seguia siendo la mas fiel telespectadora. Entonces, urdié un plan para eliminarla. Se disfrazé de promotora de una empresa de frutas y llego, ofreciendo manzanas envenenadas a la casa de los enanitos. AD La nifia no quiso abrirle por estar concentrada en una teleserie, la reina se molesté y por la ventana le lanzé con to- das sus fuerzas una manzana envenenada con cianuro. La fruta le dio entre ceja y ceja a la nifia, dejandola muerta al instante. Un olor a almendras amargas invadié el lugar. 51 f Después de reir y brindar con champén por librarse del televisor, los enanitos lloraron varias horas seguidas. Al otro dia, organiza- ron un glamoroso funeral, como se lo merecia Blancanieves. Invitaron a todos los artistas, animadores y modelos de televisién, pero como ninguno asistié, tuvieron que invitar con urgencia a todas las hadas, gnomos, elfos y unicornios que conocian, incluyendo a un yeti recién avecindado en la zona. Por supuesto, el funeral fue un fracaso, algo asi como un programa de televisién de buena calidad, pero de baja sintonia. Sin embargo, cuando llegé el momento de enterrar a la pobre nifia, todo cambié. De repente, al cemen- terio llegd un principe muy conocido como protagonista de teleseries. El espectaculo fue maravilloso: una al- fombra roja se desenrollé a sus pies, todo se cubrié de brillos y lentejuelas, se escucharon fanfarrias y la luz de un reflector lo iluminé en su camino hacia el atatd. El hermoso principe se volvid loco de amor cuando vio a Blanca- nieves. Por suerte, entre los presentes habia un psiquiatra, quien le aplicé sus conocimientos terapéuticos. Al salir el principe de su estado trauma- tico, logré darle un beso en la boca a su adorada, en medio de la musica cebollenta que se escuché y la ova- cién de los presentes. El hechizo se rompid. La negra Blancanieves con sus labios blancos y su pelo rojo, al despertar y ver al principe —para variar—, también se enamoré. Pero otro encantamiento desconocido comenzd a funcionar: el principe se convirtid en sapo. Blancanieves no lo pensé dos veces. Répidamente besd al principe en la boca también y el maleficio se deshizo. Pero no contaban con otro embrujo. Ella se volvié rana al instante. Asi estuvieron toda la tarde: un beso, | de sapo; un beso, ella de rana; un beso, él de sapo, un beso, ella de rana. jHasta que a los enanitos se les agoté la paciencia y los detuvieron! : Entonces, los enamorados tomaron una decisién: se casarian de todas maneras, porque de esa forma deben terminar los pésimos programas de tele- .. visién que se respeten. Asi, alternandose como ~ humanos y animales, la bella princesa-rana y el hermoso principe-sapo se unieron en matrimonio. Fue la boda del aiio. Y fueron muy felices y tuvieron muchos renacugjos. Final ola. Soy yo otra vez. gle reiste? gTe gustaron mis ¥ libruras? Apuesto a que si. Es que si te aburriste mucho, hubieras abandonado el libro y no estarias ahora leyendo esto. Eso significa que es muy probable que mi primo Pato lea los cuentos originales y se le quite ese odio hacia ellos. Lo malo seria que me pida otros, porque ya no me sé mas chistes ni sobre Pinocho, ni de La Bella Durmiente, ni de Cenicienta, ni de ningin otro cuento clasico. Qué puedo hacer entonces? No sé, supongo que continuar buscando, recopilando e inventando chistes. aMe podrias ayudar ti? gTe gustaria hacer libruras? Re- cuerda que yo les llamo libruras a jugar con las historias cortas y humoristicas, es decir, a leer e inventar libros de cuentos que me den mucha risa. Si no puedes, entonces mandame sélo los chistes que se te ocurran © que encuentres por ahi. Mi direccién es: pepito@pepepelayo.com. Es muy importante para mi primito y para cualquiera que esté en su misma situacién. gSabes lo que 60 se pierde quien no lea los cuentos clasicos? Nunca podré ima- ginarse que sube en el asiento trasero de una escoba para que una bruja le dé una vuelta a la manzana. Jamas se le podré ha- cer la boca agua ante una casita en el bosque, hecha de cho- colate, queso y pizza de chorizo y aceituna (los sabores que més me gustan). Tampoco podré ponerse botas de slete leguos y ganar una carrera en una olimpiada, o ver cémo la varita ma- gica de un hada convierte una calabaza en un ala delta, que lo lleva hasta una princesa (0 principe, segin sea el caso}, para darle un besito que le haga dormir cien afios... creo que me equivoqué. Es al revés: una ogra (0 un ogro, segin sea el caso) trata de besarlo, pero no puede porque le crecié tanto la nariz que al acercarsele se la metid por un ojo. perdén estoy confundido y muy poco gracioso... Déjame confirmarlo. —Dime, espejo magico: yo, Pepito, sigo siendo el sefior de los chistes, gno es cierto? No responde, parece que no tiene instalado ese programa. él Primeros lectores lLectores Superlectores Pepito y sus libruras PePe Pelayo P. llustraciones de Alex Pelayo EQué es un Idbulo? Un animabulo ferézulo ~ que se comié a Caperucitula Rojula. Esta vez Pepito, el sefor de los chistes, juega con las historias clasicas y las transforma en libruras llenas de humor. Podras leer las versiones de Pepito _ para El Flautista de Hamelin, Caperucita Roja y la Bella Durmiente. \ \ _www.pepepelayo.com www.mundopepito.com

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