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Marfa DE NoGt®am CUENTOS VIEJOS Maderas de FRANCISCO AMIGHETTI lf Ediciones del Repertorio Americano SAN JOSE DE COSTA RICA 1938 Referencia: Marta de Noguera es wna maestra muy aprectable de Santa Cruz de Gua- nacaste, en Costa Rica. Ya esté a un Te de la pension reglamentaria; meritoria su jor nada. La conoct antes de 1975 en el Colegio Superior de Senoritas, a donde acudian enton- ces las ninas que deseaban Hacerse maestras. Como se ve, cogio mis consejos. eae la ma- yorta no hace caso, Otra referencia: Eugento es mi thio. Cuando Maria pensé en dedicarle sus Curntos Vigjos, ya tenta él como nueve anos. A su tiempo los aproveché, Hoy los reeleré con gusto. Hoy es el Dr. Garcia Carrillo, en los 26 de edad. En el librito de cuentos de Maria, seguia siendo un nifio, una esperanzd, una promesa, pueden ser los nitios de por ack, en St | longacién espirttual, en la eternidad es Patria como estado de cultura. En Et Convivio DE LOS Nrxos (/. Garcia Monge, editor, San José, Costa Rica, C. A., 1923) se hizo la primera edicion de los CuEN- ros Vinjos de Marta de Noguera. Catorce cuentos en un tomo de 128 paginas. En carta de Lagunilla, 13 de junto de 1921, al editor, la autora le decta: «Ahi le van tres mds de los CUENTOS VIEJOS, también para Eugenio. Oh! no cabria en mt - tanta honra ni tanto gozo si el pegueno apren- diera en mis CUENTOS ViEJOS un poco de lo que es en sila vida misma, a manera del Prin- ” cipe Azul. Porque en dad los cuentos son la vid sma del hombre atribuida a los se- res inertes y a los animales; por esa misma eee sin duda parecen extraordinarios, porque rite mira en ellos lo que es propio mbre, ;Bendito sea Benavente que esta verdad: los cuentos son la - ‘ iga no concebia que ee de demoler con los pus ‘ pueblo; por otra parte, fa, as y en un sinniimero nes Th Ces que pintan los cuen- Sa los. Para mt era. breferible oir un cuento que ty a@ cenar, Esos divinos suentos poblaron de bellas fantasias mi imaginacion; hoy la pueblan de duras realidades ellos mismos. En otros tiempos los escuché encantada; hoy, de igual modo, los copio encantada de las verdades que dicen sus mentiras>, Otras declaraciones interesantes de la auto- ra. Son de 1928 (abril 23) y se las hizo a José Joaguin Salas, de los escasos maestros costarricenses preocupados que andan cerca del corazon de los ninos. Se interesaba—era en- tonces Jefe Técnico de las escuelas, st no me eguivoco—porgue Marta hiciera una segunda edicién de sus Curntos, Le decta la autora: «Van hoy cinco «cuentos» que han de servir para ampliar ta coléccién que comencé en las aulas del Colegio y que vid la luz de la pu- blicidad por mediacién del my est profesor don pear INTRODUCCION primitive de los sucesos y argumentos con un lenguaje comprensivo para los ninos, Es lo wnico que me pertenece. . > Estoy agradecida con usted por su valiosa ayuda en esta labor, ; Qué dicha poder dar ale- grias a los ninos! Para mi es mucho mayor, porque pienso en que como la abeja, tlevo al colmenar una gota de miel extraida de cdlices silvestres>, Me ha tocado hacerle a Maria la segunda edition de sus CuENtOS, aumentada en siete. Hace tiempo habtamos venido pensando en eso. (Satisface haber cumplido al fin! Ella me dice en carta de Santa Cruz, 9 de noviembre de 1936: «Nucvamente. un grupo de maestros amigos de mis CUENTOS VIEJOS me han manifestado su deseo de que se haga una nueva edicién, Usted est enterado de que José Maria Veléz- quez Benildo Leal encabezan ese movimiento y loman a su responsabilidad todas las activi- dades requeridas, tanto para financiar el valor de la edicién, como to referente a calidad y . Litlos han puesto todo el en- Av INTRODUCCION pues no sé cudntos eran los anteriores por no conservar ni un tomo, > Mucho agradeceré las palabras suyas a la entrada del librito; ast tendrén mds valor y Juerza sus alas, para volar de aula en aula y recoger sonrisas de nifos». No ha satido la edicién como la habiamos proyectado, Por descuido de la imprenta, no damos el papel que se queria, Mejor se ha- brian visto,-es claro, las maderitas de Amt- ghetti, en un papel satinado. Pero ya la edi- cién esti hecha y ahora, que circule entre los nttos del Guanacaste al menos. Es corta la edicion. La autora me dice en carta de marzo 23 de 1938: «Cierto que el papel es malisimo, no es el deseable, pero como resulta mas barato, podran llegar los cuentecitos més féctlmente a manos de los nitios, que es lo importante para Mi». La coluboractén artistica de Amighettt en este libro es muy apreciable. La autora debe sentirse orgullosa de haberla obtenido. Flay en las mutteras de Amighetti cierta gracia y malicia muy del gusto de los ninos; a mas INTRODUCCION ‘ XUT . de gue esti presente en ellas el sentido del paisaje, del mistério y de la aventura. 4Qué mas pedir? Digamos, jinalmente, algo mds, a propésito de dos CuENros Virjos de Marta de Noguera. La autora se los confta a tas maestras, esto es, que sean ellas las que los refieran a los nitos. Abuelas, madres, nineras, maestras son las Uamadas a contadoras de cuentos in- fantiles. j - Hay en éstos una vieja sabiduria, la de todos los cuentos tradicionales. gLa aprenderan los niiios en ellos? gQué aprenderén? éNo valdria mas preguntarse: gGozardn con ellos? Que si tal cosa ocurre, el tiempo hard lo de- mas en los dominios del alma, La autora confia en el valor docente de sus cuentos. Con razon, si bien nos parece que en la nites la leccién quizd no sea de inmediata ulilidad. Se adguiere, st, y en el subconsctente sigue tra- bajando; ya de hombres se aprectan sus frutos. Como sustento espiritual, a niito alguno debiera faltarle en la hora oportuna el cuento Jan- téstico creador. —_— MUP INTRODUCCION Los muchachos, cuando ya pasan por las escuelas, se inclinan mds a- lo picaresco. Por eso tio Conejo les resulta un gran tipo; stempre se sale con la suya. Cterta destreza al servi- cto de cierta picaritia: eso como que les gusta a los muchachos. Mas los mueven a cierta edad las aventuras rtesgosas. Los Curntos bE LA Tfa Pancurra y éstos de Maria de Noguera son la contribuctén mds interesante gue Costa Rica, por ahora, puede ofrecer a la literatura popular infantil del mundo. Con los de Marta, desde luego, et Guanacaste logra presencia espiritual en las letras costarricenses, con historia al fondo. Digo con esto gue Maria, como autora de los Curntos Vinjos y como maestya, es una de las mujeres que mas honran y sirven a su_ Guanacaste, tan interesante. Le han Saltado eniérpretes. del alma popular al Guanacaste, su lradicioén y su patsaje: en (a miisica, en el color, en la linea, en el cuento, en la poesta. Aptitudes literarias, no le han Saltado en algu- nos. Descuido en ellos de su provincia, st ha habido, ;Una léstima, pues! EI oh En los cuentos de Marta, dentro de los. viejos motivos, el tono local, el patsdje, y el modtto de pensar, sentir y dectr ciertas cosas, peculiar de los guanacastecos. Y como expre-— sién de cultura, cudnta leceién encterran, de - moral gue le sirva a la conducta. Maria se ha valido, en parte, del concurso de sus discipulas, ninas de Santa Cruz y de sus contornos, para recogerlos. Y ya ven ustedes, cuanto han recogido esas abejitas. Han al- macenado sabiduria popular. Ahora bastaria gue los maestros de Guanacaste hagan re- flextonar a sus ‘alumnos acerca de los su- cesos narrados y de la conducta que observan los personajes—gentes y animales—que en ellos intervienen. ;Y pensar lo gue significa esta silenctosa labor de las aulas: en torno a un labrito de cuentos populares, interpretado con emocién e inteligencia! El Guanacaste stentle gue poco a poco se alzan las alas de su espiritu y que su influencia en la historia de Costa Rica se hace cada vez mayor y mas prove- chosa, Ojalé ast seal Una vez mas la narradora de cuentos populares trabaja en el telar dela 2 XVI Pigeonucciow =": ‘ , fastoria de un pueblo. La cosa es saber contar i los cuentos. Que éstos de Marta, hallen las contadoras hébiles. Algo necesario: que los - athos los vuelvan a contar a su propia y te ; liciosa manera, que es recrearlos; actividad ‘ artistica fecunda, sin duda. » De los viejos cuentos saldrdn los nuevos, como si dijera: los nuevos proyectos, las nue- 4 “vas realidaites, fe * « “Carmen Tyra y Maria de. Noguera son en Costa Kica dos maestras ejemplares, hacedoras de patria. Lastima que su caso Y su causa = “no hayan tenido stempre colaboradoras com- prenstuas éY habré continuadoras ., .2 Porque hay que seguir creando. La cantera es rica J el tempo exige de los pueblos, si quieren _ wanzar, la obra del Espiritu, J. Garcta Monee Costa Rica y mayo de 1938, ,. = ; ‘ tusiasmo de su juventud en la vealizacién de tal proposito, con buen principio, pues han lo- grado interesar a muchas personas de la pro- vincia y fuera de ella, siendo ast que ya tie- nen en su poder algunos fondos. Todo ello por mi parle ha despertado gran fe. > Ahora quiero pedir a usted un eprdlogos para mts cuentos; usted que conoce mds que nadie su valor folk—lorico, que conoce a la hu- mildisima autora, «maestra de aldeas y que no sabe de «letras», _ >» Estos cuentos los ofreci a su tino de olrora, Eugenio, como homenaje al maestro su padre gue me ensend a amar a los nitos, a sentir ed deseo de avudar con fervor en la gran obra de la educacién. Cuando escribi mis primeros cuentos, Eugenio tenta tres attos, y ctando lo veia sonriente al lado del «maestro» pensaba en todos los nitos de Costa Rica, que con él iban a sonretr oyendo a sus maestras contar los relatos fantdsticos de mi librito, > Son siempre «para Eugenior> mis cuentos, como un sencilto homenaje al maestro de los maestros, senor Garcia. » Usted sin duda conserva los originates de los tiltimos cuentos que le envié, y de los viesos, ih * 2 Tio Conejo y Tia Boa Tio Conejo estaba muy preocupado por- que era la tercera vez que habia estado en un asi de que se lo echara de un bocado tia Boa. La habia encontrado hecha una es- piral entre el zacatito verde en donde él acostumbraba cenar, ¥ creyéndola dormida no le hacia caso, pero cata que de prento tia Boa se desenrollaba como por resorte, y sino hubiera sido porque tio Conejo tenia buenas piernas, se lo habria tragado, Se puso a pensar y va de pensar cémo harfa para matarla; era.tan larga, tan gruesa, que de sdlo verla le temblaba el cuerpo, Al fin le, vino una idea. Tomé un saco de tela ' 30 MARIA DE NOGUERA gruesa y se encaminé hacia la casa de tia Boa. Ella vivia jen el hueco de un tronco carcomido de aa vo espabel que daba sombra a_un le agua. Como si fuera con alguien, al-acercarse al arbol se puso a » decir, primero en voz alta y luego en voz mas baja, diferente a la suya: —iA que “alcanza? —A que no alcanza? —iA que alcanza? —iA que no alcanza? —iA que si? —:A que no? —jApostemos que si! —jApostemos que no! —jHombré, que si alcanza! —jHombré, no seas maceta, que tia'Boa es mas larga que um camino y m4s gruesa .que ese espabel; yo apostaria mi cabeza a que no alcanza. —jPues yo digo que si alcanza! Al decir la “ltima frase iba llegando tio Conejo a la casa de tia Boa, la cual dormia y a las voces se habia despertado. Por for- tuna estaba de buen humor, pues tenia en la panza un cariblanca que habia bajado al = CUENTOS VIE/OS ot oe é bie )de agua; asi ts que estaba haciendo la Miecicr. Asomé la cabeza por el hueco y como viera a tlo Conejo, le pregunté! —Idiai, hombré, qué es esa algazara que traés, que me ha despertado? —Pues sefiora, vaya viendo que ese por- fiado de mi hermano (al mismo*tiempo indi- caba con el dedo detras del Arbol hacia unos matones, como si allf estuviera escondido el supuesto hermano) dice que apuesta a que usted no alcanza en este saco (mostré a la vez el saco a tia Boa), y yo le digo que apos- temos a que si alcanza. —Abre la boca al saco—dijo tla Boa— para acomodarme dentro; asi se convericera ese porfiado y ta ganaras la apuesta. Tio Conejo, mientras tanto, decfa para si: —jAy, Maria Santisimita, que no le den ganas a tia Boa de comerme. Le temblaba todo el cuerpo, pero logré serenarse y abridé el saco, acomoddndose en él la tia Boa perfectamente. Sin pérdida de tiempo tomé tio Conejo una cuerda que lle- vaba en el bolsillo, amarré con nudo ciego la boca al saco y de un empujén lo eché al rio. El Cadejos del cadejal Esta era una viejecita que vivia sola en su choza, y tenia la mala costumbre de irse por la noche a la vecindad. Volvia muy tarde, y como venia cansada, se acostaba sin sacudir la cama ni encomendarse a Dios. Una noche que venia de su paseo acos- tumbrado, entré ala casa sin encender luz; y ya iba @ poner las manos en la cama, cuando oyé una voz horrorosa que decia: —jU-u-u-u-u!, yo soy el Cadejos del cadejal, y toda vieja que venga aqui me la voy a cenar...! Y sale la viejecita como disparada, en MARIA DE NOGUERA un puro temblor, Se fué derechito a de tio Tigre, y le hablé: —jTio Tigre! jTio Tigre!, por Dios, vaya a hacerme el favor de matar un animal que esta en mi cama..., que no me deja llegar... —jHumm...!—dijo tio Tigre, rebullén- dose con pereza en su cama—, para eso se pone usted a andar de noche por la ve- cindad y llegar tan tarde a su casa. Espé- res€ un poquito mientras me visto. Y tio Tigre se puso los pantalones, el sobretodo para no resfriarse, tomd su som- brero, el bastén y una pistola; luego salié y se fué con la viejecita a matar el Cade- jos. Ella se quedé atras, y él queditamente se fué acercando a la puerta, con revdélver en mano... Al poner el pie en el resquicio de la puerta, oye una voz que le dice; —jU-u-u-u-u!, yo soy el Cadejos del cadejal, y todo Tigre que venga aqui me lo voy a cenar...! Y sale, la viejecita y tio Tigre que se llevaban los vientos; en la huida se le cayd el sombrero, pero no se detuvo a recogerlo, tal era el miedo. Cuando llegé a su casa, tio Tigre respiréd, y dijo a la viejecita: ee SS See CUENTOS VIZ/OS 87 —Vaya donde tio Coyote a ver si él va a matar ese animal; yo creo que él si lo ‘mata, porque sabe muchas oraciones buenas, pues si no me engafio, ese animal que est& en su cama es cosa mala. jAve Maria Purisima! Diciendo esto, se fué la viejecita donde tio Coyote. Tun, tun, tun—lIlamé a la puerta di- ciendo:—Tio Coyote, tio Coyote de Dios, hagame el favor de ir a matar un animal que esta en mi cama y no me deja llegar. Tio Coyote contestdé: —Pero sefiora, :qué anda haciendo usted a deshoras de la noche fuera de su casa? jEsa es una mala costumbre! Hspérese un momento mientras me visto. Asi fué: tomé sus pantalones, el chaleco, el saco, el sobretode, etc., y se abrigd; se puso el sombrero, tomé el bastén, dos pis- tolas y salié, Al llegar donde el Cadejos se santigué unas tantas veces, alisté las pistolas, y se dispuso a entrar. En eso sale la voz horrorosa que decia: —jU-u-u-u-u!, yo soy el Cadejos del 88 MARIA DE NOGUERA cadejal, y todo Coyote que venga aqui me lo voy a cenar...! Y sale tho Coyote como un cachiflin, con la viejecita de la mano. Cuando llegé a la casa no podia ni hablar del susto. —Vaya donde mister Leén—dijo tio Coyote—; él si puede sacar ese animal de ahi porque es el Rey. Fuese, pues, la ancianita a casa de mister Leén, y llamé a la puerta: Tun, tun, tun.—Mister Leén!, mister Leén!, por vida suyita vaya a sacar un animal que est4 en mi casa y no me deja entrar. d —jHumm!—respondié mister Leén, re- bulléndose en su cama; luego bostez6, se despabilé los ojos, y por tltimo dijo: —Bueno, sefiora, zy qué anda haciendo usted a deshoras de la noche, fuera de su casa? Eso va en contra de las buenas cos- tumbres; por esta vez le perdono ésa. Diciendo esto empezé a vestirse, tomé sus armas y se encaminé hacia la casa de la ancianita. Al»llegar, quedito, quedito se fué acercando, y ya iba a poner el pie en el resquicio, cuando oye que le dicen: a CUENTOS VIBJOS 8 —jU-u-u-u-u!, yo soy el Cadejos del cadejal, y todo Leén que venga aqui, me lo voy a cenar! —jAve Maria Purisimal—exclamé mister Leén; y saliéd huyendo con el cuerpo en un temblor y el corazén que se le salia del pecho. No respiré hasta llegar a su casa, Luego exclamd: *—jNo, no, sefiora! Ese animal es muy peligroso, yo no puedo matarlo; vaya donde el Juez de Paz, que ése con ser autoridad talvez puede hacerlo! — iY aus es el Juez de Paz, sefior?— pregunté ia viejita. —Es tfo Conejo, la persona mas enten- dida de estos contornos. Ya la casa de tlio Conejo se encaminé la viejecita. Tun, tun, tun!—Tio Conejo, tio Cone- jo... por vida suyita vaya a sacar un ani- mal que est4 en mi casa y no me deja entrar. Tie Conejo se levanté como por medio de un resorte, yg dijo a la viejecita: —Espere un momento mientras me visto; mientras tanto vaya donde tio Zompopo y le dice que por orden del Juez de Paz aliste MARIA DE NOGU: cien soldados y se venga inmediatamente. Se fué la viejecita donde tio Zompepo y le did el recado del Juez de Paz. Pronto estuvieron todos listos y se dirigieron a la choza en donde estaba el Cadejos. —Tio Zompopo—dijo tio Conejo—, us- ted entra primero con su gente, pero muy quedito; se trepa por el pilar de la cama, y se va quedito, quedito, hasta ponerle las pinzas en la nariz; luego sus compafieros que lo cojan de donde puedan; yo esperaré en la puerta con mi espada. Usted, sefiora— dijo a la anciana—no se acerque, porque le puede ocurrir algo. Cuando iba entrando tio Zompopo con sw gente, se oyd la voz del Cadejos: —jU-u-u-u-u!, jyo soy el Cadejos del cadejal!, y todo Zompopo que venga aqui me lo voy a cenar...! ‘ Pero tio Conejo y tio Zompopo no eran personas que se intimidaban por tan poca cosa; asi es que sin hacer caso fueron tre- pando los zompopos por el pilar de la cama y fueron rodeando al Cadejos, Casi a un mismo tiempo lo sujetaron con las pinzas, a como lo habia ordenado tio Conejo. Y SS CUENIOS VIEJOS or sale el Cadejos en carrera desesperada; en la puerta le dié tio Conejo con la espada, diciendo: —jNo lo suelten, muchachos, hasta acabar con él! El pobre Cadejos corria con todas sus fuerzas y se restregaba en los arboles para ver si dejaba perdidos a los zompopos, pero nada, éstos no lo soltaban. Por fin cayé desfallecido, casi sin aliento, a consecuencia de la herida y de tanto correr; tio Conejo, que no iba muy atrds, se acercéd de un brinco y le dié sin cesar con la espada hasta que expiré el Cadejos. Luego regresé tio Conejo con los soldados donde la vie- jecita, y le notificé de su pufio y letra que no volviera a salir de noche, bajo pena de ir a la carcel. El Juez de Paz con su tropa se fueron, y la viejecita, toda temblorosa de miedo y de frio, urrucé en su cama, El principe Tonto Este era un rey que tenia tres hijos. Los dos mayores eran inteligentes ¢ instruidos, pero el menor era un alma de Dios, por lo cual todo el mundo lo Ilamaba el principe Tonto. Cierto diajlos dos mayores dijeron a su padre que ells querian ir a rodar fortuna por esos mundes y que les diera su herencia. El menor, o Sea el Tonto, dijo que él se iba'también con sus hermanos, pero la reina dijo que qué iba a hacer ese gandiin; el rey, que qué iba a hacer ese no nos dejes, y sus hermanos 56 lo comieron a burlas. Tio Conejo y tia Tigra En‘ciertafocasién llegé tio Conejo donde tia Tigra y le pidié posada. Ella tenfa tres hijitos, los cuales encomendé a tio Conejo. El se encargaba de darles alimento y de llevarlos a pasear. —Hoy vamos a cazar—dijo un dia la Tigra a tio Conejo—; vos te vas por un ca- mino y yo por otro, a ver qué hallamos. Asi fué, Salieron y cada uno tomé un camino diferente. Tio Conejo no caminé muy lejos y en medio de unos matones se puso a hacer una cueva; escarba y escarba un buen rato. Después regresé a la casa, antes Lo que sofié Juan Tunttin Habia una vez un muchacho llamado Juan, que por su simplicidad lo apellidaron «Tun- tin», es decir, Tonto; asi, pues, se Namaba Juan Tunttin o Juan Tonto. Una noche que se acosté muy tarde, cansado de los quehaceres, se durmid pro- fundamente y comenzé a sofiar. Sofié que estaba en medio de un gran maizal. Para contemplarlo mejor, subié a un tronco medio quemado que halld a su paso. Extasiado estaba en la contemplacién de aquellas matas que se mecian suavemente con el Viento, cuando noté con gran sorpresa & La Mano Peluda Este era un viejecito que tenia tres hijas muy lindas; pero la menor era atin mas bella porque tenfa buen corazén y era humilde, El viejecito habfa dado palabra de casar a sus hijas con el primero que pidiera su mano y por orden de edad. Asi fué; las dos mayores pronto'contra- jeron matrimonio con unos séfiores muy ri- cos y la menor atin permanecia soltera mu- cho tiempo después de haberse casado sus hermanas. Pero ella vivia muy contenta, cui- daba al viejito con gran esmero, y adornaba E] fallo de Tio Conejo Cierto dia iba tio Buey en direccidén de un ojo de agua, cuando en eso encontré a tio, Tigre prensado de improviso por una rama que tronché el viento, —jAy, tfo Buey!—exclamé tio Tigre, con una voz tan lastimera como si estuviera ago- nizando—. Saqueme de esta prisién, que yo le prometo bajo mi palabra de honor no hacerle dafio alguno; libreme Dios de come- ter tal ingratitud. Tio Buey replicé: —De todo eso se olvidarAé usted una vez libre, porque esta dicho que un bien 10 Historia del hijo que dejo perdido el Rey (Cuento recogido en el distrito de Arado de Santa Cruz, por la nifia Ma- ria de los Angeles Barrantes, alumna del sexto grado, en 1927), Sucedié que una vez, habiendo salido el rey a pasear a tierras lejanas, dejd perdido en una aldea un hijo suyo muy pequefio; y como le precisaba regresar, recomendé a una campesina se lo buscara, y que si apa- recia le diera uma cajita que dejé al cui- dado de ella, junto con un anillo; objetos cen los cuales le seria f4cil llegar hasta Anécdota entre animales E! tio Sapo, queriendo burlarse de tio Cangrejo, le dijo al verlo pasar: —iA dénde vas, ramazén? Esto lo decia porque tio Cangrejo se- meja con sus muchas patas, largas y arti- culadas, un manojito de ramas secas. Pero comprendiendo al punto la ironfa de tio Sapo, le replicé: * —jA la quebrada de Boca Ancha! Refiriéndose a la boca de tio Sapo que sie es, muy hendida. © Mister Ratén, que por abf cerca estaba,

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