Pedagogia Social y Trabajo Social
José Antonio Caride
Las fronteras de la
Pedagogia Social
Perspectivas cientifica
e histérica
editorial BIBLIOTECA de EDUCACION
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Introduccién .... . cisions .entartiachaumieneqete age:
L La pedagogia social como ciencia pedagégica y social
1. Sobre la cientificidad en y de la pedagogia social
2. La pedagogia social como referente cientifico dela
educacién social .
21.
2.2.
23.
24,
2.5.
2.6.
2.7.
2.8.
2.9.
Un saber sistematizado, provisional y auténomo
Concerniente a un objeto y método,
considerados propios . .
Relativo a una practica real contextual
ehistorica .......-.. a
Inscrito en la dialéctica de lo subjetivo-objetivo
del quehacer social .....
Orientado a la acci6n-; interve enci6n social
Proyectado en el debate teérico
y metodol6gico de las ciencias sociales ..
Convergente con el trabajo social ........
Normativo, comprometido con el bienestar
social y el desarrollo humano .......
Praxiol6gico, critico-reflexivo y emancipatorio
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104Il. La pedagogia social como «construccién» histérica . 113
1. Sobre los primeros usos de la expresién
«pedagogfa social» ..
2. La elaboracién de una historia «escrita»
realidades y desafios
3. Los horizontes espacio-temporales
113
de la pedagogia social ........... 0620022 0c eee 128
3.1, Antecedentes, o la existencia de una
pedagogfa-educacién social implicita.......... 139
3.2. Origenes, o la aparicin de una pedagogia
social explicita 6.06.0... eee ee cece eens -- 188
3.3. Primeros pasos de la pedagogia social
enEspafia . 219
34. Retroceso y transiciGn, entre la inhibicién
y el restablecimiento de la pedagogia social .... 238
3.5. Expansi6n e institucionalizacién:
la reconceptualizacién de la pedagogia social
en una sociedad globalizada
Bibliografia suicois sever¥or snow lsiag, sigogebag al 5 263Introduccién
En las fronteras se expresan los confines, barreras o limites a los
que recurrimos habitualmente para ilustrar ciertos modos de aco-
tar el tiempo y el espacio, procurando hacerlos mas tangibles, reco-
nocibles y precisos; aunque, por fortuna, pocas veces otorgandoles
un sentido definitivo e inamovible, tal y como acreditan la historia
o la geografia. De hecho, allf donde se trazan o perviven, acostum-
bran a presentarse como el resultado de procesos que apelan a una
amplia gama de formas y contenidos, como si a su naturaleza sim-
bélica y material le resultase dificil sustraerse de la variabilidad que
es consustancial a la vida, con la que se confunden y a la que perfi-
Jan en muchas de sus identidades. Reales o imaginarias, impuestas
o legitimas, muy poco de lo que afecta a nuestra experiencia perso-
nal y colectiva puede eludirlas, aunque no siempre se justifiquen 0
admitan.
Sin embargo, las fronteras existen. A ellas se adscribe buena par-
te del pasado y presente de los pueblos, en sus grandes y pequefios
relatos, més cerca de las realidades 0 de las utopias. Las primeras,
poniendo de relieve la necesidad de promover e inscribir el desarro-
lo social en unas coordenadas espacio-temporales visibles, a las que
coniribuyen précticas tan dispares como las que conjugan los ver-
bos imponer, coartar, oprimir, excluir, integrar, unir, homogeneizar,
adaptar, recluir, liberar, pactar... Las segundas, situando las fronte-
ras en el paisaje de lo deseable, mas alla de lo que esta proximo y
asequible, invitando a una permanente y creativa transgresion de
13sus contornos y fines, en un escenario social cuya creciente comple-
jidad obliga a repensar nuestros orfgenes y destinos.
En este sentido, ya de partida, no estamos ante una tarea facil
sino complicada, en la que cualquier compromiso de cambio o trans-
formacién social pasa por restaurar y, si cabe, incrementar el valor
conferido a la proclamacién y respeto efectivo de los derechos cf-
vicos. Al menos, si entendemos que en ellos se dibujan muchas de
las fronteras en las que nos movemos, por las que navegamos y
transitamos en la sociedad red, aunque con muy desiguales liberta-
des y credenciales, como testimonian algunos de los graves proble-
mas que aquejan a la humanidad: la perpetuacién y extension del
hambre y la pobreza, el crecimiento incontrolado de la poblacién,
la barbarie de las guerras y de otros innumerables conflictos, el de-
terioro de los ecosistemas, la marginalidad provocada por los flujos
migratorios, la exclusién y opresién a la que son sometidos amplios
sectores sociales (nifios, mujeres, ancianos, etcétera), la expansién
del pensamiento tinico y de las coacciones que impone a las demo-
cracias... Todos, de un modo u otro, poniendo énfasis en las criticas
circunstancias que envuelven a la sociedad planetaria en los inicios
del tercer milenio, apremidndonos a observarla no sélo desde la
indignacién que acompafia el diagnéstico y la denuncia, sino tam-
bién desde la esperanza reivindicativa que atesoran las alternativas
que se han ido suscitando en las tiltimas décadas.
Sea cual sea la acepcién en la que nos situemos, las fronteras su-
gieren distintas lecturas de estas realidades, del conocimiento y de
Ja acci6n social, especialmente en contextos tan abiertos y plurales
como los que toman como referencia la educacién y la sociedad.
Acaso, porque hemos llegado a intuir que otro mundo es posible, tam-
bién cabe imaginar que son fronteras flexibles y modificables, en
esta sociedad y por la propia sociedad, con la aportacién inexcusa-
ble, aunque no suficiente, de la educacién. De toda la educacién, tan-
to en el interior de los sistemas que la regulan e instituyen como
«escuela», como en el terreno de las practicas educativas que ho’
més que nunca, aspiran a fundir sus iniciativas con la vida cotidia-
na, activando culturas y aprendizajes sustentados en una clara y
persistente invocacién de lo social. Esto es, promoviendo una con-
vivencia que debe agrandarse en lo piblico, con la gente y para la
gente, apelando a la construccién de una ciudadanfa hecha por
personas criticas, conscientes y libres, en el dificil logro que con-
4lleva armonizar lo que somos, -o queremos ser~ como individuos
y como sociedad. Si algo hay de arte en la educacién y en la peda-
gogia, probablemente comience por los propésitos que subyacen
a este deseo.
Ala naturaleza metaférica de la palabra «fronteras» (en plural),
se debe en buena medida el titulo de este libro, cuyo texto y pretex-
to nos sittia ante la pedagogia social con una doble perspectiva: de
un lado, la que permite ~y hasta exige- vincular sus propuestas y
respuestas a los criterios de cientificidad en los que se amparan las
ciencias de la educacién y, por extension, las ciencias sociales y hu-
manas. De otro, la que acepta el desafio de revisar su pasado hist6ri-
co con las claves que aportan numerosos autores y obras que partici-
paron de su nacimiento y evolucién como un ambito diferenciado del
quehacer pedagégico y social, en el que se reconoce la existencia de
un saber que se crea, transmite y practica con la decidida voluntad
de insertar la educaci6n en la sociedad, vitalizando y animando el pro-
tagonismo que le corresponde al trabajo pedagégico en el trabajo so-
cial. En todo caso, procurando afirmar el valor de la educacién social
en la formacién de los ciudadanos, con las miltiples variantes a las
que se remiten los modos de educar y educarse en nuestra sociedad,
en los que convergen practicas sociales, culturales, pedagégicas,
asistenciales, etcétera, que extienden la educacién a lo largo de toda
la vida mediante procesos cuyas sefias de identidad toman como
referencia la animaci6n sociocultural, el desarrollo comunitario, el
cocio y el tiempo libre, los problemas de inadaptacién y marginacién
social, los valores cfvicos, la insercién laboral, etcétera.
Las fronteras de la Pedagogia Social a las que aludimos tienen es-
tos significados, nada o muy poco condescendientes con una lectura
restringida del conocimiento y de la accién-intervencin social, en
la que a menudo se refugian los academicismos y/o corporativismos
de cortas miras. De ahi que, buscando combatirlos, consideremos «las
fronteras» como un espacio para la mediacién (en el sentido mas suge-
rente del término) entre el pensamiento y la praxis social, contingen-
tea las multiples posibilidades que ofrecen los conceptos, modelos,
métodos, recursos, proyectos, iniciativas, etcétera, de una pedagogia
social de la que reivindicamos su estatuto de cientificidad, con cri-
terios y argumentos epistemolégicos e histéricos.
De ambos, como discurso y opcién para el debate intelectual, nos
ocupamos en esta obra, reconociendo nuestra deuda con quienes,
15en las universidades y en la practica profesional, han hecho de la
pedagogia-educacién social un territorio de horizontes y compro-
misos emancipatorios, a favor de los sujetos y de su desarrollo inte-
gral en una sociedad de derechos. Sus biografias como profesores,
formadores, investigadores, estudiantes, pedagogos y educadores no
pueden separarse del trayecto que hace afios emprendimos y que
ahora -s6lo en parte- hemos tratado de reflejar en este libro. Por el
simple hecho de darme la posibilidad de este recorrido, hoy y siem-
pre les estaré profundamente agradecido,
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