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REPORTE DE UN CASO: JANICE BUTTERFIELD Rete rein eon rei mada telefénica de Eric Hampden, un médico colega: ‘me sorprendid siendo francos, que el doctor Hampden me refirera a uno de sus pacientes, en virtud de que con fre- ‘evencia me recordaba su poca confianza en la pscoterapia. Erie Hampden me expli que Janice lo habia vista- do dos meses antes por diversas quejasfsias,incluyendo ‘un agolamiento continuo, problemas de suefo y falta de apetito, Ella le habia descrto sus sentimientos de tristeza {y melancoli, asi como las difcultades que habian surgido tnt ella su esposo durante Ios seis meses anteriores. El ‘pens, con optimismo, que Janice slo necesitaba una pres- ‘ripciin de Prozac, pero pronto se dio cuenta de que esta- ’ba equivocado. Después de dos meses de tomar Prozac, Janice no mejoré; de hecho, se sintié peor y esa mafiana habia intentado suicidarse. Janie, vestida s6lo con ropa ‘de dormir, haba ido ala cochera después de que su esposo slié a abajar,y habia encendido el automvil con la in- tencién de asfixiarse. Debido a que habia olvidado su portafolis, su esposo regresé para descubrir la terrible ‘escena de su esposa tratando de terminar con su vida. FE llamé de inmediato al doctor Hampden, quien a su vez me llamé a mi, admitiondo que este caso estaba fuera de su competencia. Le die que pidiera al esposo de Janice, Jed que me lamara para explicate el proceso para admitic a Janice en un hospital psiquitrico ‘Cuando respondi el telefono después de unos momen- tos, no fe la vor de Jed Butterfield la que escuché sino ef <4bilsusuro de una mujer al oto lado de la linea. Con un ‘ono tembloroso y lentamente Janice dijo ";Puede ayudat- ‘me? {Puede salvarme de mi misma" Con calma y empatia, le asegure que hari todo lo posible por ayudar, siempre Y cuando estuviese dispuesta a permitirme hacerlo, Le di ‘mi empitica opinion de que seria necesario intemal en ‘un hospital psiquitrico, Al principio dijo que no deseaba 1a "casa de los locos” pero no dj6 de escucharme mien- tras le expicaba mis razones. Le die, en tminos claros, ‘que abia estado peligrosamente cerca de la muerte, situa cin que requeriaubicatla en un ambiente en el que estu- viese a salvo y recibiendo cuidados. Casi como por ate de ‘magia Janice dijo "Veo lo que quiere decir. Si, estoy lista para ie", En esa tansicién momentinea el tono de su voz ‘mejor6 un poco, como si hubiese perdido un gran peso. Le pedi que pusiera a Jed al telfono para dare insrucciones acerca de la admision al hospital. Les expliqué a ambos {que los veria mis tarde ese da para completa la entrevista de ingreso, CConforme pasé cl dia, me sent preocupada y canss- 4a, Los clientes con depresién suicida nunca son files, sabia que debla reunir fuerzas antes de mi encuentro ini- cial con Janie, mi dtima cita del dia. Habia cinco muje- rs entre la docena de personas sentadas en la sala de es- pera, pero no habia duda de cuil de ellas era Janice ‘Butterfield. Con una palidezen su cara y sus ojos mirando al piso, se encontraba sentada nm en un estado alterado, Su vestimenta parect bajo de su moder suétertraia lo que parecia ser ropa de dormir de franela. Cuando mire sus pies, pude ver que la isms tela de franelasalia por debajo de sus pantalones Janice no se qui la ropa de dormir desde la mafana, cur do habia intentado quitarse la vida. Al notar mi atenciéa fen su atuendo, su esposo me explicé que Janice se habia sentido demasiado débil para quitarse la ropa de dormir antes de legar al hospital Encaminéa Janice ya Jed mi consultorio para reali- zat la entrevista de ingreso, donde comparieron la "pesa- dilla” de los seis meses anteriores. Aun cuando a ella le resultaba dificil participar en la entrevista, poco a poco preci volver ala vida, Me explieg que se senia una "per- ddedoa sin esperanza", que no tenia azn para vivir. Medio «que, durante al menos seis meses, con fecuencia experimen tube Sentmientos incontrolables de tristeza. Habl6 sobre los problemas corporales que el doctor Hampden me habia escrito, y aiadi6 que se habia sentido tan dbil que apenas odia encontrar energia para caminar. Cuando le pregunté acerca del Prozac, dijo que habia estado tomando el ‘medicamento de manera regular, pero que odiab las sen- saciones de nerviosismo que le habia provocado. ‘Ambos me dijeron cémo la depresién habia cobrado ‘1 cuota en su relaciny en su vida diaria. Jed dijo que se 4quejaba cada vez mas sobre el incumplimiento de Janice 4e las responsabilidades doméstias bisicas, sobre su in sensibilidad ante su hija de ocho ails y su falta total de interés por el afecto Ia intimidad sexual con él. La ima- ‘gen descrita era a de una mujer que, durante casi medio Aaflo, habia pasado la mayor parte de cada dia vestida con ‘bata y pantuflas, mirando lis paredes. Aun cuando Jed le habia rogado que consultara aun profesional de la salud ‘mental, ella sélo habia aceptado ver a su médico familiar or su "atiga ‘Cuando le pregunté a ella cSmo se senia respecto a intemarse en el hospital para tratar su depresi, lla ad- ‘itd, ante su propia sorpresa, que se sentia "bien". En- tonces sonrié con tristeza y me pregunté si podia ir a su cuarto a descansar, Después del dia que habia pasado, pa- recia alg sensato pero, como le expliquéa Janice, la poi tica del hospital requeria que fuera observada durante las. primeras 24 horas para asegurar que estuviera a salvo, ‘Cuando ella salié de mi consultorio, acompafada por un ayudante de la unidad, config en que empezara a sentirse ‘mejor en los dias siguientes, pero, al mismo tiempo, supe ‘que mi tabajo con ella seria dificil. Las interaeciones con Tas personas deprimidas suelen ser esresantes para los te- rapeutas,y el estrés se intensifca cuando el cliente a in- tentado suicidarse. A pesar de que mi trabajo con Janice seria desafiante, tenia la esperanza de poder ayudarls a aliviar sus sentimientos de desesperacién Sarah Tobin, PAD

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