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Incidencia de la dieta enlahominizacion | Los cambios operados en el régimen alimentario han constituido una fuerza motriz de la evolucién humana William R. Leonard fs seres humanos son primates un tanto extraiios. Presentan tuna postura erguida, poseen un cerebro voluminaso y han co- onizado todos los rincones del planeta, Los antropélogos Ile- van mucho tiempo tratando de saber cémo se diferencié del resto de los primates nuestro linaje. A lo largo de los anos se hhan propuesto todo tipo de hipétesis para explicar el origen de nues- tras singularidades, Pero las pruebas que se recogen apuntan con in- sistencia creciente en una misma direcci6n, segtin la cual las pecu- liaridades del hombre descritas se hallarfan unidas por un hilvén; resultarian, en buena medida, de procesos de seleccién natural que Procuraron maximizar la calidad de la alimentaciéa y el rendimiento en la biisqueda de los recursos. Segin parece, los cambios en la dis- ponibilidad alimentaria, a lo largo del tiempo, ejercieron una in- fluencia determinante en los hominidos. Expresado en un contexto evolutivo, somos lo que comemos. Por lo tanto, nuestta dieta constituye una diferenciacién més que nos separa de los otros primates. No hay poblacién humana hoy en el mundo que no siga un régimen més rico en calorias y sustancias nutritivas que el de nuestros parientes mas préximos, los simios an- tropomorfos. {Cuando y cémo los hibitos alimentarios de nuestros antepasados comenzaron a divergir de los del resto de los primates? Hasta qué punto aos hemos alejado de las pautas alimentarias an- cestrales? El interés cientifico en la evolucién de los requerimientos nuttiti- vos de nuestra especie cuenta con una larga tradici6n. Pero la inves- tigacién se intensified a raiz de Ia publicacién, en 1985, del articulo “Nutricién paleolitica”. Aparecié ese texto fundamental en New En- gland Journal of Medicine y lo firmaban $. Boyd Eaton y Melvin J. Konner, de la Universidad Emory. Sostenfan que la difusién, en las sociedades modernas, de muchas enfermedades crénicas (obesidad, hipertensién, enfermedades coronarias y diabetes) obedecta al aleja- ‘miento de nuestra alimentacion del tipo de dieta que habia evolucio- nado para una poblacién de cazadores-recolectores prehist6ricos. En los 18 afios transcurtides desde ese estudio pionero, hemos avanzado mucho en el conocimiento de las necesidades nutricionales humanas. Hoy sabemos que Ia evolucién nos ha moldeado de suerte tal que no dependiéramos de una sola dieta paleolitica, sino que fuéramos flexi bles en los habitos alimentarios. Tal adquisici6n presenta implicacio- ries importantes. 1. RECREACION IDEAL de una escena, fechada hace unos 3,5 millones de aiios y protagonizada por Australopithecus afarensis, antepasado de los seres humanos. E! grupo busca alimentos vegetales en un bosque africano. 49 Para comprender el papel de la alimentaci6n en la evolucién hu- mana, debemos recordar que I ob- tencién de comida, su consumo y su utilizacién en diversos procesos biol6gicos son aspectos fundamen- tales de un ser vivo. La dinémica energética entre los organismos y su entorno (es decir, la energia gas- tada con respecto a la energia ad- quirida) comporta consecuencias adaptativas para la supervivencia y la reproduccién. Estos dos compo- nentes de la adaptaci6n darwiniana se reflejan en la forma en que un je su reserva. La energia nto es la que nece- sita para sobrevivir dia a dia. La enerpia productiva se asocia a la ge- neracién y cuidado de Ia prole; en los mamiferos, debe ésta tomar en consideracién las necesidades aiia- didas de la madre durante la ges- taci6n y la lactancia, El entorno influye en la forma ‘en que el individuo reparte la energia entre mantenimiento y produccién. Unas condiciones hostiles imponen 30 costes de mantenimiento superiores. Sin embargo, el objetivo de todos los organismos es el mismo: de car suficiente cantidad de energia a Ia reproduccién para asegurar el €xi- to a largo plazo de la especie. Asi, analizando de qué modo los ani males obtienen Ia energfa y Ia di tribuyen, entenderemos mejor la seguida por la selecci6n natural en su determinacién de los cambios evolutivos, Adquisicién del bipedismo in excepeién, los primates no humanos deambulan sobre las ‘cuatro extremidades. De ahi que se 446 por sentado que el ultimo ante- pasado comin de los humanos y de los chimpancés (nuestro pariente vivo més préximo) fuera cuadrt- pedo. No sabemos exactamente cuindo vivi6 ese sitimo antepasado comtin, pero existen indicios claros de locomocién bipeda (la carac- teristica que distingue los antepa- sados humanos de otros simios) en 2. LOS RESTOS DEL ESQUELETO nos ‘muestran que hace unos cuatro mi nes de afios nuestros més remotos antepasados, los australopitecs ‘eran bipedos. En A. afarensis (a la de- ‘echal, uno de los primeros hominidos, las caracteristicas que lo demuestran ‘son el arco pl ie, el dedo gordo del tas, brazos largos y falanges curvadas, entre otras), que nosotros; debian de pasar algin tiempo en los drboles. Hasta la apari- cién de nuestro género Homo (la figura de Ia izquierda corresponde a un representante actual}, no surgier las proporciones modernas de miem- bros y de pies y la forma de la pelvi necesaria para caminar erguidos. Australopithecus, que vivi6 en Afric ca hace unos cuatro millones de aos. En la bibliografia paleoan- tropoldgica abundan las hipétesis sobre el origen de la locomocién bi- peda. C. Owen Lovejoy, de la Uni- versidad estatal de Kent, propuso en 1981 que la locomoeién sobre las dos exiremidades inferiores liberaba Jos brazos para transportar a las erfas y los alimentos recolectados. En Fecha més cercana, Kevin D. Hunt, de la Universidad de Indiana, de- fendia que surgi6 porque permitia obtener alimentos a los que antes no se legaba. Segiin Peter Whee- Jer, de la Universidad John Moores de’ Liverpool, desplazarse erguido permitia @ los hominidos regular me- ‘jor la temperatura corporal, porque asi exponfan menos superficie cor- poral al abrasador sol afticano. La lista sigue, En realidad, para primar por via selectiva este tipo de locomocién, tuvieron que inter- venir, a buen seguro, varios facto- res concomitantes. Basado en las in- vestigaciones realizadas con mi INVESTIGACION ¥ ClENCIA, febrero, 2003, esposa Marcia L. Robertson sos- ‘tengo que nuestros antepasados se hicieron bipedos, en parte, porque se tipo de locomocién resulta, desde el punto de vista energético, menos eostosa que le locomocién cuadri- peda. Nuestros anilisis del coste energético del movimiento en ani- males actuales de diferentes tamafios ‘muestran que, en Iineas generales, los mejores indicadores del coste energético son el peso del animal y la velocidad de desplazamiento. De Ja locomocién bipeda humana llama Ja atencién su coste energético, muy inferior al de la cuadriipeda. ‘A los simios antropomorfos no les resulta barato andar por el suelo. Los chimpancés, que emplean una forma muy peculiar de locomocién cuadripeda, el “caminar de nudi- os”, gastan alrededor de un 35% mas de calorfas durante la locomo- cién que un mamifero cuadripedo ordinario del mismo tamaio (por ejemplo, un perro grande). Quiza Jas diferencias en el ambiente evo- lutivo expliquen semejante dispari- dad entre seres humanos y simios antropomorfos. Chimpancés, gori- las y orangutanes evolucionaron, y ccontinéan viviendo, en bosques den- sos donde como mucho han de des- plazarse un par escaso de kiléme- tros al dia para obtener suficiente alimento. Por el contrario, 1a ma- yor parte de la evolucién de los primeros homfnidos se produjo en zonas de bosques abiertos y en pra- deras, donde resulta mas dificil ha- Har sustento, Las sociedades actua- les de cazadores y recolectores que viven en ambientes asi, y que re- presentan el mejor modelo de los INVESTIGACION ¥ CrENC febrero, 2003, patrones de subsistencia de los hu- manos primitivos, suelen cubrir dis- tancias de diez a trece kil6metros ‘cada dfa para encontrar comida. Estas diferencias en los despla- zamientos diarios repercuten de una forma decisiva en la locomocién Puesto que los simios antropomor- fos recorren distancias cortas cada dia, para ellos las potenciales ven- tajas energéticas de una forma de locomoci6n eficiente son muy pe- quenas. En el caso de seres que han de cubrir un radio largo, sin em- bargo, una deambulacién éficiente consiente ahorrar muchas calorias, que podrén sustraerse del simple mantenimiento para dedicarlas a la reproduccién. La seleccién de una forma de movimiento eficiente, desde el punto de vista energético, se nos ofrece més probable en los anima- Jes que efectiien mayores desplaza- mientos; saldrin més beneficiados de ello. En el grupo de los hominidos que vivieron entre hace 5 y 1,8 millo- nes de afios, durante el Plioceno, dicha revolucién morfol6gica vino instada por el cambio climatico. A medida que el continente africano se hacia més seco y las sabanas se extendian a expensas de los bos- ques, los recursos alimentarios se distribufan con una discontinuidad creciente, En este contexto, la lo- comocién bipeda puede conside- rarse una de las primeras estrate- sias en la evolucién de la nutricién humana: un tipo de locomocién que redujo drasticamente el niimero de calorfas empleadas en buscar unos recursos alimenticios cada vez més dispersos. WILLIAM LEONARD ¢s profesor de antropologie en Ia Universidad del Noroeste, Se doctors en 1987 en an tuopologia biolégica por Ia Universi- dad de Michigan en Ann Arbor. Ha estudiado grupos de campesinos indi- fenas de Ecuador, Bolivia Pert y uebios pastores de Siena cental 3 Grandes cerebros y hominidos hambrientos 'n cuanto los humanos perfec cionaron su locomocién, em- pez6 el siguiente acontecimiento fundamental de su evolucién: el desarrollo del tamaiio cerebral. De acuerdo con el registro fésil, los australopitecos no aleanzaron un ce- rebro mucho mayor que el de los simios antropomorfos. Slo experi- mentaron un incremento modesto, de unos 400 centimetros ciibicos, hace cuatro millones de afios, a 500, dos millones de afios més tarde, En cambio, el volumen cerebral de Homo pas6 de los 600 centimetros eaibicos de Homo habilis, hace unos dos millones de aiios, ‘a los 900 eentimetros etibicos en los prime- ros H. erectus, s6lo 300,000 aiios més tarde. El cerebro de H. erec- tus no aleanz6 el tamafio humano actual (en promedio 1350 centime- tros eiibicos), pero superé al de los primates no humanos, Un aspecto extraordinario de un cerebro voluminoso es el de la can- tidad de energfa que consume: unas 16 veces Io que gasta el tejido mus- cular por unidad de peso. Ahora bien, aunque la relacién de tamatio cerebral a peso corporal sea, en el hombre, mayor que en el resto de los primates (el triple de lo que cabria esperar), el metabolismo ba- sal humano no es superior al de los otros mamfferos de las mismas dimensiones. En efecto, debemos destinar una fraccién notable de nuestro suministro energético dia- rio al funcionamiento del cerebro: el metabolismo del cerebro en re- oso representa del 20 al 25 por ciento de la demanda energética de tun adulto humano (mucho més que el 8-10% observado en los prima- tes no humanos, no digamos ya SI 00 05 (Chimpancé actual 400 0° 20 25 ‘Tiempo (millones do afos do antigiodad) 3. EN EL CURSO DEL TIEMPO se produjo un 30) ‘aumento de volumen cerebral. Ese proceso supuso una mayor demanda energética. Los cerebros | Jo Los humanos atuals requlran entre un 10% i SED © ccurtrissnas) foobar | eo - 385 centimetros cibicos a la exigida por un australopiteco. 40 5 7 Can ese Wo en er er pe re Porcentaje de energia en reposo consumide por el cerebro que el 3-5% que asignan al cere- bro otros mamiferos). Utilizando la estimacién del ta- rao corporal de los hominidos rea- lizada por Henry M. McHenry, de la Universidad de California en Da- vis, Robertson y yo hemos caleu- lado la proporeién del metabolismo basal que habrian necesitado nues. {ros antepasados para mantener sus cerebros. Hemos legado a las ci- fras siguientes: un australopiteco de 35-40 kilogramos de peso con un cerebro de 450 centimetros eiibicos debia de destinar al funcionamiento de éste alrededor del 11% de su energia basal, Por otro lado, H. erec- tus, que pesaba alrededor de 55-60 kilogramos y contaba con un cere- bro de unos 900 centimetros edbi- cos, pondrfa a su disposicién alre- dedor de un 17 % de su energfa basal (es decir, unas 260 de las 1500 ki- localorias diarias). {C6mo evolucioné un cerebro tan costoso en energia? A tenor de la teoria propuesta por Dean Falk, de la Universidad estatal de Florida, la bipedia permitié el enfriamiento 32 de la sangre en el cerebro hominido. De ese modo se liberé al cerebro —muy sensible al calor— de unas limitaciones de temperatura que habrian impedido su crecimiento. Pienso que, como en el caso de la Jocomocién bipeda, participaron va- rios factores. Pero la expansién del cerebro no fue posible antes de que los hominidos adoptaran un tipo de dieta tan rica en calorias y nutrientes que cubriese sus necesidades. La investigacién de lo que ocu- rre entre los animales actuales apo- ya esta afirmacién. Entre los pr mates, las especies con un cerebro mayor comen alimentos més nu- tritivos; el hombre constituye el ejemplo extremo de dicha correla cién, puesto que presenta el mayor volumen cerebral y la dieta mas completa [véase “Dieta y evolucisn de los primates” por Katharine Mil- tom; INVESTIGACION Y CIENCIA, oc- tubre, 1993]. De acuerdo con los is de Loren Cordain, de la Uni- versidad estatal de Colorado, los ca- zadores y recolectores actuales ob- tienen, en promedio, el 40-60% de su energia de alimentos de origen animal (carne, leche y otros pro- ductos derivados), frente al 5-7% de los chimpancés. Los alimentos de origen animal contienen, en pa- ridad de peso, més calorias y sus- tancias nutritivas que los vegetales. Por ejemplo, 100 gramos de carne proporcionan 200 kilocalorias; en tanto que la misma cantidad de fruta proporciona s6lo de 50 a 100 kilo- calorias, para quedarse en 10-20 las hojas. Resulta, pues, verosimil, que los seres humanos primitivos aleanzaran mayor volumen cere~ bral consumiendo alimentos ms ricos en energia. Los fésiles revelan también que la mejora en la calidad de la dicta acompaiié al desarrollo evolutivo del cerebro. Todos los australopite- ‘cos tenfan caracteristicas esqueléti- cas y dentarias adaptadas para el consumo de alimentos vegetales co- rideeos y de baja calidad. Sus re- presentantes mas avanzados, los aus- tralopitecos robustos (una linea extinta del arbol familiar de los hominidos, contemporsinea de miem- INvESTIGACION ¥ CIENCIA, febrero, 2003, CCL POMULOS ENORMES Gorn vecios ro) Tena Ppa vers Cnr) ee ae ne orl reece Cs PROTA STR et fiestas a una inge: oie ect Er eee Pee Ror reread prc Pen er ne ey Poe ce Ue cee ee) blandos y de mayor calidad energética; debia de alimentarse de carne con regularidad. bros de nuestro género), habjan ad- quirido rasgos evidentes para mas- ticar vegetales fibrosos: rostros ma- cizos y discoidales, mandfoulas muy potentes, cresta sagital en la parte superior del créneo para la inser cién de vigorosos misculos masti- cadores, y molares robustos con un esmalte muy grueso. (No significa eso que los australopitecos nunca comicran carne. Sin duda la con- sumfan ocasionalmente, como los chimpaneés actuales.) En cambio, los primeros miembros del género Homo, que descendian de los aus tralopitecos 4ciles, tenfan caras mucho més pequefias, mandibulas mis delicadas, molares menores y carecfan de cresta sagital, a pesar de que su cuerpo era mucho mayor que el de sus predecesores. Este con- junto de caracteristicas indica que los primeros Homo consumian me- alimentos de nos vegetales y mé origen animal Sobre las causas que provocaron que Homo adoptase la dicta de ma- yor calidad necesaria para el de~ sarrollo del cerebro, parece que tam- INVESTIGACION Y CIENCIA, febrero, 2003, bign los cambios ambientales in fluyeron, La creciente aridez del pai saje africano redujo la cantidad y la variedad de alimentos vegetales comestibles a disposicién de los hominidos. Los que se encontraban en Ia linea evolutiva que condujo a Ios australopitecos robustos fron taron este problema con recursos morfol6gicos: adquirieron especia- lizaciones anatémicas que les per- mitieron sobrevivir con alimentos dificiles de digerir, aunque més fre ccuentes, La linea evolutiva que desembocs en Homo recorrié otro camino. La extensién de la sabana también in- crement6 la presencia de mamife ros de pasto, como los antilopes y las gacelas; aparecieron nuevas oportunidades para los hominidos gue fueran capaces de explotarlos. H. erectus lo consiguid. Cre6 la pri mera economia de cazador-recolec tor. La captura de animales se con virtié en uno de los fundamentos de Ia alimentacién; los recursos se distribufan entre los componente: del grupo. De ese cambio de com portamiento nos habla el registro arqueolégico, que nos ofrece un aumento de Ios huesos de animales cn los yacimientos de hominidos du- ante este perfodo, ademés de las pruebas y seflales de despiece con tiles Iiticos. Estos cambios en la dieta y en el comportamiento asociado a ella no convirtieron a nuestros antepasa- dos en carnivoros exclusives. Sin embargo, la adicién de pequefias cantidades de alimentos de origen animal a su dieta, combinada con la repartici6n de los recursos, comin en los grupos cazadores-recolecto- res, aument6 la calidad y Ia esta- bilidad de su alimentacién, Esta me- jora no constituye por sf sola la raz6n de que los cerebros de los hominidos crecieran, pero parece ha- ber desempefiado un papel decisivo en que ese cambio fuera posible. Tras un primer aumento de tamafio cerebral, resulta verosfmil una mu- tua interaccién entre dieta y ex- pansién cerebral: cerebros mayores produjeron comportamientos socia- les mas complejos, que condujeron EN EL FUEGO .onsumir alimentos de origen animal es una de las maneras do olovar la donsided de calories y nutrientos en la ali- mentacién. Un cambio, tal parece, fundamental en la evolucién humana. Pero, cpodrian haber mejorado de otra forma nues- tros antepasados a calidad dé lo que comian? El equipado ai. rigido por Richard Wrangham, de la Universidad de Harvard, hha examinado recientemente ia importancia de la preparacion de los alimentes en la evolucién humana. Han demostrado que cocinar no s6lo vuelve los alimentos vegetales mas blandos y facies de digert, sino que también incrementa su contenido energetico aisponibie, especialmente en los tubérculos con al- midén, come las patatas 0 la mandioca. Las enzimas del cuerpo humano no puoden digorr las moléoulae do los almido- hes en estado bruto, Pero, calentados, estos complejos do hi- dratos de carbono s@ hacen més digeribles y proporcionan una mayor cantidad de caloras. Piensan esos investigadores que Homo erectus deo de ser 1 primer hominido en utilizar el fuego para cocinar, hard uizds unos 1,8 millones de anos. Gracias a la praparacién de alimentos de tipo vegetal (especialmente Ios tubérculos), esta especie desarrollé diantos mas poquerios y cerebros mayores que los de sus predecesores. Ademas, las calorias extra hicie- Ton posible que H. erectus dedicara mas tiempo a la caza (ac- vided que requiere mucha energia). ‘Aungue desde una perspectiva energética se trata de un ra- zonamiento impecable, las pruebas arqueslégices con que el ‘equipo de Wrangham defionde su hipotesis carecen de solider suficente. Para sefialar que H, erectus controlaba el fuego citan Unos yacimiontos dal este de Altioa, Koobi Fora y Chosowanja, que datan de hace 1.6 y 1,4 millones de anos respectivamente. Exhiben, en efecto, indiios de fuego, pero caben dudas acerca de si los hominidos fueron los responsables de encenderlo domenaris. Las pruebas inequivocas mas antiguas del uso del fuego (hogares con piedra y hueses quemados de animal en 4yacimientos europees) tienen solo 200.000 afios de antigiedad. ‘a cambios en las técticas de obten- cién de alimentos y mejoras en la dicta, que a su vez fomentaron la evolucién del cerebro. Migracién alimentaria a evolucién de H. erectus en Africa hace 1,8 millones de aios también sefialé un tercer cam- bio profundo en la evolucién hu- ‘mana: la emigracién inicial de los homfnidos desde Africa. Hasta hace poco, la ubicacién geogrifica y Ia antigiedad de los yacimientos arqueolégicos indicaban que los pri- eros miembros del género Homo permanecieron algunos centenares de miles de afios en Africa, antes de aventurarse, poco a poco, fuera de su tertitorio de origen y disper- sarse por el resto del Viejo Mun- do. Segiin investigaciones prece- dentes, las mejoras en la técnica 34 Iitica de hace alrededor de 1,4 mi- Mones de aos (en concreto, la apa- ricién de los bifaces del Achelense) permitié a los hominidos salir de Africa. Pero los hallazgos més re- cientes indican que aparicién y dis- persion de H. erectus fueron fen6- ‘menos casi simulténeos. El equipo encabezado por Carl Swisher III, geoerondlogo de la Universidad de Rutgers, ha mostrado que los yaci- mientos de H. erectus més antiguos que se conocen fuera de Africa, si- tuados en Indonesia y en la Repti- blica de Georgia, tienen entre 1,8 y_1,7 millones, Io que corrobora la Simultaneidad mencionada Tras estas ansias por ver nuevos mundos parece hallarse, una vez més, la alimentacién. Lo que come un animal determina Ia extensién de territorio que necesita para sobre- vivir. Los animales carnivoros re- quieren por lo general espacios mu- cho mayores que los herbivoros de talla pareja por una sencilla raz6n: disponen de menos calorfas por uni- dad de drea, H. erectus, con un tamaiio cor poral respetable y una dependencia mayor de los alimentos de origen animal, necesitaba mucho més es- pacio que los pequefios australopi- tecos dependientes de una dieta ve~ getariana. A partir de datos de primates y poblaciones de cazado- res-recolectores aciuales, Robertson, Susan C. Antén, de la Universidad de Rutgers, y el autor han estimado que el mayor tamaito corporal de H. erectus, unido al incremento mo- derado en el consumo de carne, hizo necesario que se multiplicara entre ‘ocho y diez. veces su predio respecto al precisado por los tltimos aus- tralopitecos (lo suficiente para ex- plicar la répida expansion de esta especie fuera de Africa). No cono- INVESTIGACION ¥ Clencta, febrero, 2003 cemos con exactitud hasta dénde debié de alejar del continente un cambio asi a H. erectus, pero segu- ramente lo arrastraron a tierras re- ‘motas las manadas de animales mi- gratorios, Cuando los seres humanos se tras- ladaron a latitudes més. septen- trionales, tropezaron con nuevas dificultades alimentarias. Los nean- dertales, que vivieron durante las ‘iltimas glaciaciones en Europa, fueron los primeros seres humanos que habitaron ambientes de tipo ér- tico; hubieron de aumentar la can- tidad de calorfas que ingerfan para sobrevivir bajo estas condiciones. Podemos obtener alguna pista so- bre sus requerimientos energéticos a partir de los datos de las pobla- ciones humanas actuales que, con modos de vida tradicional, moran en zonas septentrionales. Los evenki, astores siberianos de renos, estu- diados por Meter Katzmarzyk, de la Universidad Queen's de Ontario, y Victoria A. Galloway, de la Uni: versidad de Toronto, y los inuit (esquimales) del dctico’ canadiense tienen un metabolismo basal un 15% més alto que los individuos, de ta- Ia similar, que viven en latitudes mis templadas. Las actividades, mu- cho mas costosas desde el punto de vista energético, asociadas a la vi- da en un clima boreal elevan to- davia més el requerimiemto cal6rico, Asi, un hombre de 75 kilogramos de un pais industrializado s6lo nece- sita alrededor de 2600 kilocalorfas al dia, mientras que un enjuto evenki de 56 kilos requiere més de 3000 localorias al dia para vivir. Con estos pardmetros de poblaciones nér- dicas actuales, Mark Sorensen, de Ia Universidad del Noroeste, y el autor han calculado que los nean- dertales necesitarfan unas 4000 ki- localorias al dia para sobrevivir, Que fueran capaces de satisfacer estas demandas energéticas nos habla de sus grandes aptitudes para obtener alimento. Problemas actuales Damisime modo que ta exigen- cia de mejorar Ia calidad de la dieta influy6 en la evolucién hu- mana inicial, factores andlogos de- sempefiaron una funcién crucial en el incremento, més reciente, del ta- InvEsTIGAciON ¥ CiENcIA, febrero, 2003 yA SSN as) Pore roconstul lo que comian los seres humanos prehistoricos se acostumbraba estudiar fos dientes y huesos eraneales fosilizados, los restos arqueolégicos de actividades relacionadas con la alimenta, ign y la dieta de individuos humanos y primates actuales. Ahora se re- curte cada vez més a otra fuente de informacién: la composicion qui- ‘mica de los huesos fésiles. Este enfoque ha proporoionado interesantos descubrimientos sobre los neandertales, Michael Richards, ahora en la Universidad de Bradford, en Inglaterra, y, Sus colaboradores analizaron recientemente los isétopos de carbons (*SC) y de nitrogeno ('*N) de huesos de neandertales con 29.000 aiios de antigledad, procedentes de la cueva de Vindija (Croacia). La pro- porcién relativa de estos isétopos en la parte proteinica de 10s huesos ‘humanos (el colégeno) guarda relacién directa con la proporcién de pro- teina en la dieta de cada ingividuo. De esta forma, comparando los mar. adores isotépicos de los huesos de los neandertales con los de ani males que vivian en el mismo entomo, se ha podido establecer que los Neandertales obtenian proteinas de una dieta preferentemente animal Los analisis muestran que los neandortales de Vindija tenian riveles de ‘EN similares a fos de carnivoros como los zorros o lobos. Algunos tra. bajos anteriores dieron a entender que la inefleacla en la consecucian Je allmento pudo ser una de las causas de la extincion de los nean- Uertales. Pero Richards sostiene que, para consumir tanto alimento de. origen animal como parece que consumian, tuvieron que ser unos ca- zadores muy nabiles. Estos y otros resultados inducen a pensar que el comportamiento alimentario de los neandertales era harto mas complejo de lo que se venia proponiendo. LOS NEANDERTALES comian sol anisis quimico de los huesos, todo carne (de reno, por ejemplo, segin ol mao de la poblacién. La coccién de Ios alimentos, la agricultura e incluso ciertos aspectos de la tée- nica moderna de Ia alimentacién pueden considerarse técticas inno- vadoras para potenciar la calidad de la dieta humana, En primer lu- gar, la coccién aumenté la energia disponible en las plantas silvestres. Con el advenimiento de la agricul- tura, el hombre empez6 a manipu- lar especies marginales para incre- mentar su produccién, digestibilidad ¥ contenido nutritive (principal- ‘mente, convirtiendo a las plantas en alimentos mas parecidos a los de origen animal). Toda esta serie de transformaciones contintia hoy en dia con la modificacién gené- tica de plantas cultivadas que pro- ducen “mejores” frutos, vegetales y cereales. De forma similar, el de- Sarrollo de suplementos liquidos nu- tritivos y de barras alimenticias es la continuacién de Ia tendencia que nuestros antepasados iniciaron: ob- tener el mayor aporte energético a Partir de la menor cantidad posible de alimento y con el menor esfuerzo fisico. Consideradas en su conjunto, ta- les estrategias han resultado efica- 55 5. EL EXODO AFRICANO se puso en marcha on cuanto aparacié ol H. de las razones debié de ser su neci hard 1,8 millones de afios. Ui disponer de territories donde alimentarse mayores que los de sus predeceso- res, a los que superaba en tamaio. ces: Ia especie humana no se ha extinguido, Pero quizés el testimo- nio mas elocuente de la importan- cia de los alimentos ricos en energia y en nutrientes, a lo largo de la evolucién humana, se encuentra en gue muchos de los problemas sa- nitarios que afrontan todas las so- ciedades tienen relaci6n con las des- viaciones de la dindmica energé- tica. que nuestros ancestros establecieron. En el caso de los nifios en las poblaciones rurales de los paises pobres, la dieta de baja 6. CON DIETAS MUY DIFERENTES pueden satisfacerse los requerimientos nu- tticionales de la especie humana. Algunas poblaciones subsisten con alimentos les, casi exclusivamente; otras se abastecen, sobre todo, de alimentos origen animal. Aunque los habitantes de paises industralizados ingieron ‘nos carne que algunos pueblos con modos de vida tradicional descritos aq padecen niveles de colesterol més altos y la obesidad es mas frecuente entre ice de masa corporal), porque consumen mas energia imentan de carne muy rica en gi Energia Cerner animal ( se procedencie co ceananenos Tirta tena) evn sa SOCIEDADES INDUSTRIALES EEUU. 36 calidad provoca un desarrollo cor- poral deficiente y mayores tasas de mortalidad durante los primeros afios de vida. Los alimentos que se su- ministran @ los nifios durante y des- pués de la lactancia no bastan, ni en energia ni en nutrientes, para cubrir las necesidades de este pe- riodo de répido crecimiento y de- sarrollo. Aungue estos nifios nacen con una talla y un peso parecidos a los de otros nifios de Ios paises industrializados, a los tres afios son mucho més bajos y pesan menos; vienen a ser como el 2-3 % de los nifios de su edad y sexo en nacio- nes avanzadas, En las sociedades industriales nos encontramos con el problema opuesto: la obesidad abunda cada vez més en nifios y en adultos. Obe- dece ese fenémeno al consumo de alimentos ricos en energia (sobre todo, grasas y azticares) que se ad- quieren facilmente y no son caros. De acuerdo con estimaciones re- cientes, mas de la mitad de los norteamericanos adultos padecen de sobrepeso 0 son obesos. La obe- sidad también ha aparecido en al- gunas zonas de paises en desarro- lo, donde era desconocida hace menos de una generacién. Esta pa- radoja aparente se debe a que una poblacién que ha crecido con mala nutrici6n se desplaza de las zonas rurales a las zonas urbanas, donde puede obtener alimentos con ma- yor facilidad. La obesidad y otras enfermedades del mundo actual pro- Iongan, en cierto sentido, un pro- eso que empez6 hace millones de afios. Somos las victimas de nues- Indie Cer 1) INvEsTIGACION ¥ CIENCIA, febrero, 2003, {to propio éxito evolutivo: hemos adquirido una dieta muy calérica, mientras minimizbamos la canti- dad de energia que gastamos en nuestra actividad diaria. La magnitud de este desequilibrio se hace patente cuando observamos poblaciones humanas con estilos de vida tradicionales. EI estudio de los evenki que he Hevado a cabo eon Michael Crawford, de la Uni- versidad de Kansas, y Luzmila Osi- ova, de la Academia de Ciencias Rusa en Novosibirsk, indica que estos pastores de renos obtienen la mitad de su aportacién cal6rica dia- ria de la carne: més de dos veces y media lo que consume un norte- americano medio. Pero cuando com- paramos a los hombres evenki con los estadounidenses, vemos que son un 20% més delgados y tienen un 30% menos de colesteral. Estas diferencias se deben en parte a la composicién de su dicta, Aun- que los evenki consumen mucha came, no es demasiado grasa por- que los animales que pastan libre- mente, como los renos, poseen me- nos grasas corporales que el ganado vacuno y otros animales cebados. (En la dieta de esos pastores, alre- dedor del 20% de su energia pro- cede de la grasa, mientras que en la alimentacién de un norteameri- cano representa el 35%.) La com- posicién de la grasa también di- fiere en los animales libres: suelen tener menos grasas saturadas y ni- veles més elevados de dcidos gra- 80s poliinsaturados, que protegen de las enfermedades del corazén. Pero atin cuenta més el gasto energético tan alto que requiere el modo de vida de los evenki No s6lo la modificacién de la dieta hha generado muchos graves pro- blemas de salud; también nos ha afectado la interaccién entre tipo de alimentacién y cambios del modo de vida. Muy a menudo, se presentan las patologias actuales como resul- tado del consumo de alimentos “poco sanos” que nos alejan de Ia dicta humana “natural”. Se trata de un planteamiento erréneo, Nuestra es- Pecie no evolucioné para subsistir con un tinico tipo de dieta. Nos distingue la extraordinaria variedad de lo que comemos. Hemos arrai- gado en casi todos los ecosistemas del planeta, con alimentaciones de INVESTIGACION ¥ CIENCIA, Febrero, 2003 aS La.yateces toes satistacorios de aimontacién que practican los uebios de vida tradicional proporciona una interasante perspectiva fn el actual debate que enfrenta a los regimenes altos en proteinas y bajos en hicratos de carbono contra los regimenes que aumentan los hidrates de caroono y restringen los lipidos. No es sorprendente que ambos produzcan una pérdida de peso; ambos adelgazan por medio. del mismo mecanismo basico: restringen las principales fuentes de ca- lorfas. Cuando se crea un daticit energético (as decir, cuando se con- sumen menos ¢alorias de las que se gastan), el cuerpo utiliza la grasa almacenada y pierde poso. La gran duda sobre las distas saludables de pérdida 0 de manteni- miento de peso estriba en si crean pautas alimentarias que puedan mantenerse a largo plazo. Parece que las dietas que limitan severe- ‘mente grupos amplios de alimentos (por ejemplo, los hidratos de car- bono) son mucho mas dificiles de mantener qua las menos restrictivas. A esto respecto, parece que las dielas que limitan amplias categorias de alimento (hidrates de carbono, por ejemplo) resulten més dificiles de ‘mantener que las que son moderadamente rastrictivas. Existe también motivo de preocupacién por las potenciales consecuencias a largo flazo del consumo de alimentos que proceden de animales de engorde (en general suelen tener mas grasa y considerablemente mas dcidos ‘Sras0s saturados que los animales que campan a sus anchas). Hace muy poco el Institute do Medicina de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos propuso unas directrices sobre dicta y ¢jervicio que concuerdan con las ideas de este articulo. EI Instituto no. sélo establecié una gran amplitud en las cantidades de hidratos de car- ‘bono, grasas y proteinas que proporcionan una alimentacién saludable (reconociendo a todos los efectos que existen muchas formas de cubrir uestras necesidades de nutricién), sino que también recomendaba Practicar ejercicio moderado durante una hora al dia. Siguiendo estas directrices y combinando nuestra dieta con el ejercicio, podremos vivir més a la manera de los evenki de Siberia, de otras sociedades tradi- ionales y de nuestros antepasados hominidos. todo tipo, desde las que abarcan casi para alimentarnos de maneras que cualquier alimento animal, adopta- cubran nuestras particulares nece~ das por las poblaciones iirticas, a las sidades metablicas y nos hagan mas que se cifien a tubérculos y cerea- eficaces al extraet energia y nu- les de algunos pueblos andinos. La trientes del entorno, El reto que evolucién humana se ha caracteri- afrontan las sociedades modernas es zado por Ia diversidad de las es- equilibrar las calorfas que consu- trategias que hemos desarrollado _mimos con las que gastamos. Tue Ree nue] RETHINKING THE ENERGETICS OF BIPEDALITY. William R. Leonard y Marcia L. Robertson en Current Anthropology, vol. 38, n° 2, paginas 304- 209, abril 1997 HUMAN BIoLooy: AN EVOLUTIONARY AND BIOCULTURAL APPROACH. Dirigido por Sara Stinson, Bary Bogin, Rebeca Huss-Ashmore y Dennis O'Rourke. Wiley. Liss, 2000, ECOLOGY, HEALTH AND LIFESTYLE CHANGE AMONG THE EVENKI HERDERS OF St- Berta. William R. Leonard, Victoria A. Galloway, Evgueni Ivakine, Ludmila Osipova y Marina Kazakoviseva en Human Biology of Pastoral Populations. Diz gido por William R. Leonard y Michael H. Crawford. Cambridge University Press, 2002, ‘AN EOOMORPHOLOGICAL MODEL OF THE INITIAL HOMINID DISPERSAL FROM AFRICA Susan C. Ant6n, William R. Leonard y Marcia L. Robertson en Journal of Human Evolution (en prensa) — 7

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