Está en la página 1de 34
15. Juego profundo: notas sobre la rifia de gallos en Bali La incursi6n policial A principios de abril de 1958, mi mujer y yo, con algo de fiebre palidica y desconfiados, llegamos a una aldea de Bali que nos proponfamos estudiar como antro- pélogos. Era una poblacién pequefia de alrededor de quinientos habitantes y relativa- mente alejada de todo centro, era un mundo en sf misma, Nosotros éramos intrusos, intrusos profesionales, y los aldeanos nos trataron como, segtin parece, los baline- ses siempre tratan a la gente que no pertenece a su vida, pero que, asi y todo, se les iimpone: como si no estuviéramos alli. Para ellos, y hasta cierto punto para noso- tros mismos, éramas seres humanos invisibles, no personas, espectros. ‘Nos alojamos en la morada de una familia numerosa y extendida (esto ya ha- bia sido arreglado pore! gobierno provincial) perteneciente a una de las cuatro faccio- ‘nes principales de la vida de la aldea, Pero salvo nuestro aposentador y jefe de la al- dea, de quien aquél era primo y cuftado, todo el mundo nos ignoraba como sélo los balineses pueden hacerlo, Cuando andabamos por el pueblo inseguros y deseosos de agradar, la gente parecia mirar a través de nosotros unos varios metros mds all6 con los ojos clavados en alguna piedra o algtin érbol. Casi nadie nos saludaba; pero tam- ‘poco nadie nos ponia mala cara o nos decia algo desagradable, lo cual habria sido ca- si més satisfactorio para nosotros. Si nos aventurébamos a acercamos a alguien (y ‘uno en semejante atmésfera se sentia profundamente inhibido) la persona se alejaba con paso negligente, pero se alejaba definitivamente. Si no logrébamos atraparia, sentada o apoyada contra una pared, no decfa nada orefunfufiaba un “st”, que para los balineses es el colmo de lo inexpresivo. Esa indiferencia era desde luego deliberada; Jos habitantes deta aldea observaban todos nuestros movimientos y tenfan abundan- te y exacta informacién de quines éramos y sobre Jo que nos proponiamos hacer. Pero se comportaban como si sencillamente no existiramos, que era lo que nos in- formaba su estudiada conducta 0, por lo menos, que todavia no existfamos para ellos. Semejante acttud es general de Bali, En otros lugares de Indonesia que visité yy més recientemente en Maruecos, cuando me legaba a una nueva aldea, la gente acudia de todas partes y se precipitaba sobre mi para mirarme de cerca ya menudo pa- ra tocarme. En las aldeas de Bali, por lo menos en aquellas que estén alejadas de los circuitos turfsticos, no ocurre nada de eso. La gente contina andando por las calles, charlando, haciendo ofrendas, mirando fijamente el vacfo, llevando de aqut para allé cestos, mientras uno deambula con la sensacién de estar vagamente desencamado. Y Jo mismo ocurre en el plano individual. Cuando uno conoce por primera vez a un hombre de Bali, éste parece virtualmente no mantener ninguna rel 16, para decirlo con a ya famosa expresién de Gregory Bateson y Margaret Mead,"au- 339 sente”.' Luego —un dia, una semana, un mes después (con cietas personas ese mo- ‘mento migico no llega nunca)—, el hombre decide, por razones que nunca legaré a imaginarme, que uno es realmente y entonces se convierte en una persona célida, ale- age, sensible, simpdtica aunque, por ser balings, siempre medidamente controiada. ‘En ese momento uno ha cruzado de alguna manera una frontera moral o metafisica. ‘Aunque no se lo tome a uno como un balinés (para ¢s0 tiene uno que haber nacido en Ia isla), por lo menos lo miran como a un ser humano y no ya como una nube 0 ‘una rfaga de viento. Toda la complexién de las relaciones se modifica espectacular- ‘mente y en la mayoria de los casos sobreviene una atmésfera de suave afabilidad, ca- si afectiva, leve, un poco traviesa, un poco amanerada, un poco divert. ‘Mi mujer y yo nos encontrdbamos todavia en la etapa de réfaga de viento, una fase sumamente frustrante hasta el punto de que uno comienza a dudar de si después de todo es una persona real, cuando mas o menos a los diez. dias de nuestra llegada tu- vo lugar una gran rtta de gallos en la plaza piblica con el fin de reunir fondos para ‘una nueva escuela. ‘Ahora bien, salvo en unas pocas ocasiones especiales, las riflas de gallos son ilegales en Bali en el régimen de la repiblica (como lo fueron durante el régimen ho- Jandés, por razones semejantes); esto se debfa a las pretensiones de puritanismo que suele aportar consigo el nacionalismo radical. La elite, que no es muy puritana ella misma, se preocupa por el campesino pobre ¢ ignorante que se juega todo su dinero, se preocupa por o que puedan pensar los extranjeros_ por las pérdidas de tiempo ‘que sera mejor dedicar ala construccién del pais. La elite considera las rifts de ga- los como actividades “primitivas”, “atrasadas”,“retrégradas” y en general impropias de una nacién ambiciosa. Y junto con otros problemas —fumar opio, pedir limosna ‘llevar los pechos descubiertos—, la elite procura de manera bastante poco sistems- tica poner fin alas riias. Por supuesto, lo mismo que en nuestro pafs beber alcohol durante la 6poca de la prohibicién o fumar marihuana hoy, las rflas de gallos por constituir una parte ‘del “estilo de vida balinés” continian sin embargo realizdndose, y realizdndose con ‘extraordinaria frecuencia. Y¥ como en el caso de la prohibiciGn de beber alcohol o fu- mar marihuana, de vez en cuando la poticia (cuyos miembros, en 1958 por lo me- nos, eran casi todos javaneses, no balineses) se siente en la obligacidn de intervenir, fentonces hace una incursi6n, confisca los gallos y los espolones de acero, multa a ‘unos cuantos y de vez. en cuando expone a algunos a los rayos tropicales del sol du- rante todo un dia para que sirvan de leccién, que por lo demés nadie aprende, aun cuando ocasionalmente, muy ocasionalmente, el objeto de la leccisn muera, En con- secuencia, los combates se desarrollan generaimente en algdn rinc6n alejado dela al- dea, en semisecreto, lo cual tiende a retardar un poco la accién, no mucho, pero a los balineses no les importa el retraso. Sin embargo en este caso, tal vez porque es- taban reuniendo dinero para una escuela que el gobierno no podia darles, tal vez por- ue las incursiones poticiales habfan sido pocas iltimamente, tal vez, como hube de Conjeturarlo luego, porque se pensaba que se habian pagado los necesarios sobornos, Creyeron que podian correr el riesgo de organizar la rifa en la plaza central para atract ‘ms gente sin lamar la atencidn de los representantes de la ley. Estaban equivocados. En medio de la tercera ria, con centenares de personas (incluso las ingenuas e inocentes personas de mi mismo y de mi mujer) fundidas en 1G. Basson y M. Mead, Balinese Character: A Photopraphic Analyst (New York, 1942), lg. 68. 340 1un solo cuerpo alrededor del refidero, apareci6 un superorganismo en el sentido lite- ral del término, un camién atestado de policfas armados con metralletas. En medio de desaforados gritos de “ipulis! ;pulisi! lanzados por la muchedumbre, los policias, saltaron al centro del refidero y comenzaron a blandir sus armas como gangsters de ‘una pelicula, aunque no legaron hasta e! punto de disparalas. El camién fue puesto aun lado mientras los policias se diseminaban en todas las direcciones, La gente co- rria por el camino, desaparecia entre las paredes, se escabullia entre plataformas, se acurrucaba detrés de los biombos de mimbre, se encaramaba en cocoteros. Los ga- los armados con artificiales espolones de acero con el filo suficiente para cortar un ddedo 0 hacer un agujero en el pie corrian desordenadamente por todas partes. Todo cra confusi6n, polvo y panico. De conformidad con el bien establecido principio antropol6gico “Donde fueres haz lo que vieres”, mi mujer y yo decidimos (s6lo ligeramente después que todos los dems) que lo que debiamos hacer era también escapar. Echamos a correr por lacalle principal de la aldea hacia el norte alejéndonos del lugar en que viviemos, pues nos cencontrébamos en aquel lado del refidero. Después de haber recorrido cierta distancia, otro fugitivo se metié repentinamente detrés de una empalizada —que result6 ser la de su propia casa— y nosotros, no viendo por delante més que cdmpos de arroz.y un alto volcén, lo seguimos. Cuando los tres legamos tambaleando al patio de la casa, la mujer del fugitivo que aparentemente ya habia vivido esta clase de experiencias an- tes, prepard una mesa, la cubri6 con uni mantel, acereé tres sillas y tes tazas de té; ¥ allt estébamos los tres sentados sin comunicarnos explicitamente nada, mientras ‘comenzébamos a beber el tf y tratébamos de componer nuestras figuras. ‘Al cabo de un rato entré en el patio uno de los policias con aire importante; Duscaba al jefe de la dea, (El jefe no s6lo habia estado presente en la rita sino que la habia organizado, Cuando lleg6 el camign de la policia el hombre se precipit6 co- rriendo hasta el rio, se quité su sarong y se metié en el agua de modo que cuando ‘por fin fo encontraron sentado en la orlla con la cabeza mojada pudo decir que habia estado bafiéndose. mientras ocurrfa aquel otro incidente de Ia rita y que lo ignoraba todo. No le creyeron y lo multaron con trescientas rupias, que los habitantes de la al- dea reunieron colectivamente.) Al reparar en mf y en mi mujer, “gente blanca”, et policfa tuvo Ia clisica reaccicn tardia de los balineses ante un hecho inesperado. Cuando volvi6 a ser duefo de si mismo nos pregunts aproximadamente qué diablos estébamos haciendo ahf, Nuestro amigo desde cinco minutos antes acudis instanténe- amente en nuestra defensa, hizo una apasionada descripcidn de quiénes éramos y de To que haciamos, tan detallada y precisa que me tocé a mi vez asombrarme, pues ape- ras me habia comunicado con un ser humano vivo como no fuera mi aposentador y jefe de la aldea, Dijo que tenfamos perfecto derecho de estar en aquel lugar micn- ‘ras miraba fijamente a los ojos del javanés, dijo que éramos profesores norteameri- canos, que contébamos con la proteccisn del gobierno, que estébamos alli para estudiar la cultura det lugar, que fbamos a escribir un libro para enterar a los nortea- rmericanos de lo que era Bali y que habiamos estado alli bebiendo té y hablando sobre cuestiones culturales toda la tarde, de modo que no tenfamos noticia alguna sobre una rifla de gallos. Ademés, no habiamos visto al jefe de la aldea durante todo el dia; deberia de haber ido a la ciudad. El policia se retin6 bastante cabizbajo. ¥ des- pués de un rato, desconcertados pero aliviados de haber sobrevivido y no haber ido a parar a la cércel, también nosotros nos marchamos. Por Ia mafana siguiente la aldea era para nosotros un mundo completamente distinto; no s6lo no éramos invisibles sino que de pronto nos habfamos convertido 41 en el centro de la atencién de todos, en el objeto de efusivas y célidas expresiones y ‘muy especialmente en un objeto de diversiGn. Todos los dela aldea sabfan que habja- ‘mos huido como los demés. Nos pedian una y otra vez que les digramos detalles (aque! dia debo de haber contado ta historia con tos més pequerios detalles unas cin- Cuenta veces) con tono amable y afectuoso, pero siempre haciéndonos objeto de chanzas: “Por qué no se quedaron aqut y dijeron a la policia quiénes eran ustedes?” {Por qué no dijeron que estaban sélo observando y no apostando?” ;Estaban realm: te asustados por esas metralletas?” Con su habitual sentido cinestésico y aun huyen- do para salvar la vida (0, como ocurri6 ocho attos después, para perderla) esa gente ue es la més equilibrada del mundo nos remedaba risueflamente e imitaba nuestro desgarbado modo de correr y lo que, segtin ellos, eran nuestras expresiones faciales de pénico. Pero sobre todo, estaban sumamente complacidos y sorprendidos de que sencillamente no hubiéramos “sacado nuestros papeles” (pues también sabian de su existencia) y hubiéramos mostrado nuestra condicién de visitantes distinguidos, y que en cambio hubigramos demostrado nuestra solidaridad con los que afiora eran nuestros compafteros de laaldea. (Lo que en realidad habfamos demostrado era nues- tra cobardia, pero también habfa camaraderia en eso.) Hasta el sacerdote brahmén, un anciano grave ya en camino hacia el cielo que a causa de sus asociaciones con el ‘més alld nunca se veria envuelto ni remotamente en una rifia de gallos y el cual era dificil tener acceso hasta para los propios balineses, nos Convocé a su patio para pre- {gunlarnos sobre lo que habia acontecido y rié entre dientes feliz al enterarse de laex- ‘raordinaria aventura, En Bali ser objeto de chanzas ¢s ser aceptado. Aquél fue el momento de cam- bio total de nuestras relaciones con la comunidad, y ahora ya nos encontrébamos lte- ralmente “adentro”. Toda la aldea se abrié para nosotros, probablemente més de lo {que se hubiera abierto de no haber ocurrido aque! incidente (en realidad sin é1, nunca ‘habrfamos tenido acceso la presencia de aquel sacerdote y ademés nuestro accidental anfitriGn se convirtié en uno de mis mejores informantes) y por cierto con mucha mayor rapidez. Ser apresado 0 casi apresado en una operacién policial contra el vicio tal vez no sea ura formula muy recomendable para alcanzar esa relacin misteriosa tan necesaria en el trabajo antropolégico sobre el campo, pero a mi me dio muy bue- nos resultados. De pronto fui aceptado de una manera inusitada y completa en una sociedad en la cual resulta extremadamente dificil penetra alos extranjeros. El episo- dio ofreci6 la posibilidad de observar de manera directa un aspecto de la “mentalidad ‘campesina”, posibilidad que normalmente no tienen los antropélogos no lo bastante afortunados para huir junto con sus objetos de estudio de las autoridades armadas.Y ? Si una dimensién de la estructura de la rita de gallos (su falta de direcci¢n temporal) la hace parecer un fragmento tipico de la vida social general, a otra dimen- ‘sin empero (su crasa agresividad de cabeza contra cabeza 0 de espolén contra espo- In) la hace parecer una contradiccién, una inversién y hasta una subversién de aqué- Ila. En el curso normal de las cosas, ios balineses son timidos hasta el punto de la obsesiGn frente a la posibilidad de un conflicto. Oblicuos, cautelosos, controlados, maestros del arte del disimulo —1o que ells llaman alus, “Io palido”, lo “suave”—, rara vez hacen frente a lo que pueden eludir, rara vez ofrecen resistencia a lo que pueden evitar. Pero aquf, en la rifa, se pintan como seres salvajes y asesinos, con manfacas explosiones de crueldad pulsional. Una vigorosa versiGn de la vida como Ja que los balineses no desean en modo alguno (para adaptar aquf una frase que Frye cempled al referirse a la ceguera de Gloucester) es colocada en el contexto de una muestra de la vida tal como en realidad la tienen Y como el contexto sugiere que la versién, si bien menos que una descripcién directa, es ello no obstante algo més que una vacua fantasfa, es agué donde nace lo inquietante, el cardcterinquietante de la 31 Véase capitulo 16, “Calendrios taxontmico y empo pant” 32 Sobre ln necesdad de distinguir enue "descipan”, “epresenacién”, “ejemplifcacién” y “expres” (y ln ielevancia de a *imiaciGn” en todas ellis) como moos de referencia simbsli- a, vease Goodman, Languages of Ar. pigs. 61-110, 45-91, 225-241. BN, Frye, The Educated Imagination (Bloomington, Ind, 1964), pl. 99. 366 rifia, no de los dueftos de los animales (0 en toto caso, no necesariamente), quienes parecen en verdad complacerse profundamente en la contienda, La camiceria del refi- dero no es una pintura literal de la manera en que se tratan los hombres, sino que es (lo cual cas resulta peor) una pintura de la manera en que, vistos desde un determina- do Angulo, los hombres son imaginativamente.* Ese ngulo de visidn es, desde luego estratficatorio. Segtin ya vimos, lo que 1a rita de gallos expresa con mas vigor son las relaciones de status, y lo que dice So bre elas es que son cuestiones de vida y muerte. Que el prestigio es asunto de. pro- funda seriedad resulta evidente en cualquier parte de Bali que uno mire,en la aldea, la familia, la economia, el estado. Peculiar fusidn de ttulos polinesios y'de castas hin- dies, esa jerarquia del prestigioes la columna vertebral moral de la sociedad. Pero s6- Jo en la rifia de gallos se revelan con sus colores naturales los sentimientos en que icha jerarqufa reposa. Envueltosen una niebla de etiqueta, en una espesa nube de eu- femismos y ceremonias, de gestos y alusiones en todas las otras esferas, esos senti- mientos_se expresan en la rifta solo con el disfraz. mas tenue de una mascara ani- ‘mal, una mascara que en realidad los muestra més efectivamente en lugar de ocultar- los. Los celos constituyen una parte de la vida de Bali, como el equilibrio, y To mis- mo cabe decir de fa envidia y la gracia, de la brotalidad y el encanto; pero sin las ri- fias de gallos los balineses comprenderian mucho menos esos sentimientos y proba- blemente ésta sea la razéin de que las valoren en tal alto grado. ‘Toda forma expresiva obra (cuando obra) desarreglando contextos seménticos cde maneta tal que propiedades convencionalmente atribuidas a ciertas cosas son atri- buidas de manera no convencional a otras, que entonces se ven como poseedoras de tales propiedades. Llamar al viento un tullido, como hace Stevens, fijar el tono y ‘manipular el timbre, como hace Schoenberg, 0, ejemplo mas préximo a nuestro ca- 0, pintar a un critico de arte como un oso disoluto, como hace Hogarth, significa cruzar fronteras conceptuales; las conjunciones establecidas entre los objetos y sus cualidades quedan alteradas y los fenémenos —el tiempo otofial, la forma melédica © el periodismo cultural— adquieren el ropaje de significantes que normalmente apuntan a otros referentes $ Andlogamente, elacionar —y relacionar y relacionar— 4 Hay otros dos valores opaesios en Bali qu, relacionados con Ia temporsidad pontual, por 1 Iado, ¥ con Ja agresivdad desenfrenada, pore] tr, refuerzan esta sensacién de que la ila de fille ex al mismo tiempo continua con la vida social ondinaria y una dieca negacién de ella To que bos balinses Taman ramd y lo que Usman paling. Ramé sipifica spitado, ridoso, sev Ys refere al estado social: el mercado donde se apa Ia muchedumbre, los festivals masives, las calles activa son ramé, como lo et por sipuesio y en ghido exirano une rif de gallos. Ramé cf To que sconce en loe momentos “plenoe™ (su contaio sep, “qua”, es Io. que acorece en ‘momentos "vacior"). Paling es vénigo toil, era sentacion de estar perdido, desrinado, det ‘coerado cuando no rela claro el higar que ocupa uno en Tat coordenadae del espacio socal, y fe un esiado de wemenda, iamensa ansiedad. Los balineses consideran el eaacto Mantengiento ‘Se In oreniacion espacial (‘no saber dénde ess el norte” es locara), el equi et deco, lat reaciones de status, cle coro cosas fundamesiales de una vida ovdenada (bom) ¥ Baling, a cls fe de arremolinada confusion (que el revoljo ée gallos ejemplifica) como el mis temibe enemi {80 ¥ In peor coniradcctn, Sobre el romé, véase Bateson y Mead, Balinese Character, pigs. 3, (6; sobre’ eh paling, iid, pig 11, y Belo, ed, Tradiional Balinese Culuse, pigs. 90°) siguen” 35 Con respecto 4 Stevens, la referencia et a su “The Motive for Metaphor” (Nos agrada be je los drbles en oto porque toas las cosas estin a medias muenas/ HI viento se mueve co- ‘mo un tlldo entre Ins hojas y repie palabras sin significado") (Copyright 1947 by wallace Se- ‘ens, tomado de The Colleced Poems of Wallace Sievers con permiso de Alfral A. Koop, In. y Faber Tid}; con respecto a Schoenberg, la wferencia es a la ter de s08 Cinco pizat orqusts- 367 el enfrentamiento de gallos con la division de stanus significa suscitar una transferen- cia de percepciones desde el primer fenémeno at segundo, una transferencia que al propio tiempo es una descripcisn y un juicio. (Légicamente la transferencia podr desde luego, producirse en el sentido contrario, pero igual que la mayor parte de no- sotros, los balineses estén mucho més interesados en comprender a los hombres que ‘en comprender a los gallos.) ‘Lo que coloca la rifia de gallos en un lugar aparte en el curso ordinario de la vie da, lo que la eleva por encima de Ia esfera de las cuestiones pricticas cotidianas y la rodea de una aureola de subida importancia es no, como la sociologia funcionalista pretende, el hecho de que la rita refuerce las distinciones de status (ese refuerzo en ‘modo alguno es necesario en una sociedad en la que todo acto proclama dichas distin- ciones), sino el hecho de que la rita suministra un comentario metasocial sobre toda la cuestidn de clasificar alos seres humanos en rangos jerérquicos fijos y luego orga nizar la mayor parte de laexistencia colectiva atendiendo a esa clasificacién. La fun- cidn de la rita de gallos, si es lito llamarla ast, es interpretativa: es una Iectura de Ja experiencia de los balineses, un cuento que ellos se cuentan sobre sf mismos. Decir algo de algo Formular la cuestiGn de esta manera significa adoptar un reenfogue metaférico propio, pues dicha formulacién desplaza el andlisis de las formas culturales desde tuna empresa que presenta un paralelo general con la de disecar un organismo, diag- nosticar un sintoma, descifrar un c6digo u ordenar un sistema —las analogias domi nantes en la antropologia contemporénea— a una empresa que presenta un paralelo ‘general con la penetracisn e interpretacién de un texto literario, Si uno considera la rifta de gallos, 0 cualquier otra estructura simbética colectivamente sustentada, como ‘un medio de “decir algo de algo” (para invocar la famosa frmula aristotéica). Lue {0 se halla uno frente a un problema, no de mecénica social, sino de seméntica so- cial Para el antropologo interesado en formular principios sociolégicos y no en apreciar y evaluar rifts de gallos, la cuesti6n es ésta: qué puede uno aprender sobre tales principios al enfocar la cultura como un conjunto de textos? Extender de esta manera el concepto de un texto més alld del material escrito y atin mds alld del material verbal no es desde luego algo enteramente nuevo, aunque sea un paso metaférico. La tradicién de la interpretatio naturae de ta Edad Media que, cculminando en Spinoza, intentaba leer la naturaleza como las Escrituras, el esfuerzo nietszcheano de tratar sistemas de valores como comentarios sobre la voluntad de po- les (Opus 16) y est tomada de H. H. Drage, "The Concept of Tonal Body” en Reflections on [An ed S. Langer (Nueva York, 1961), pig. 174: acerca de Hogarth y sobre wdo ese problema “Tamado aide “mikes matrices", véase E. H. Gombrich, "The Use of Ant for the Study of ‘Symbols, en Pryeolony and the visual Ars, ed. J- Hogg (alimore, 169), pigs. 149170. La ex Dresén més bubsual para designar esta especie de alguimia seminica es “vansferncia metalet a" y taienat discusiones nicas de eria cuesién pueden encenrase en M. Diack, Models and ‘Metphors (ibaca, NY, 1962), pipe. 25 y siguentes, Goodman, Language a Ar,” pigs. 489 lentes; and W. Percy, Metaphor a6 Mistake", Sewane Review 66 (1958, pigs. 78.59. 36° fnnula esl comtenida en el sogundo libwo del Organon, "Sobre la iteretacicn”. Se ‘encontrark una exponcin de esta cuestén y de toda Ja epumentacién para Wberar "el concep.o de texto del comcrpio de esriua™ para consuir asf una hemendsica genenl en P. Ricseu, Freud and Philasophy (New Haven, 1910), pigs. 20 y siguientes. 368 derfo (0 el esfuerzo de Marx de tratalos como glosa de las relaciones de propiedad) y el reemplazo freudiano del enigmético texto de los suefios manifiestos por el claro texto de los suefios latentes son todos antecedentes de esta posicién, aunque no to- dos igualmente recomendables.® Sin embargo, la idea no esté todavia desarrollada te6ricamente; y el més profundo corolario, por lo menos en lo que atafe a la antro- pologia, de que las formas culturales pueden ser tratadas como textos, como obras dé imaginacién construidas con materiales sociales aun no se ha explotado sistemética- mente. En el caso que estamos considerando, tratar la ria de gallos como un texto permite hacer resaltar un rasgo de ese fendmeno (a mi juicio su rasgo central) que el hecho de tratarlo como un rito o un pasatiempo (las dos alternativas més evidentes) tenderia a oscurecer: la emocién utilizada para fines cognitivos. Lo que la rifia de ga- los dice con un vocabulario emotivo: el estremecimiento del riesgo, la desespera- cin de Ja pérdida, el placer del triunfo. Sin embargo lo que dice es, no meramente {que el riesgo sea excitante, que perder sea deprimente y que triunfar sea gratificante (banales tautologias de afecto), sino que de esas emociones asi ejemplificadas esté Constituida la sociedad y que ellas son las que unen a los individuos. Para los baline- ses asistira las rifias de gallos y partcipar en ellas es una especie de educacién senti- mental. Lo que el balinés aprende allf es cémo se manifiestan el ethos de su cultura yy su sensibilidad personal (0, en todo caso, ciertos aspectos del ethos y de su sensibi- lidad) cuando se vuelcan exteriormente en tun texto colectivo; aprenden que ambas co- sas estén lo suficientemente cerca para articularse en la simbélica de un solo texto comoees larifta, y que ese texto —Ia parte inquietante del fendmeno— en que se rea- liza esta revelacién consiste en que un gallo hace pedazos a otro insensatamente. Cada pueblo, segsin afirma el proverbio, ama su propia forma de violencia. La rina de gallos es en Bali el reflejo de esa forma en su apariencia, en su fuerza, en su fascinacién, Abarcando casi todos los niveles de la experiencia balinesa,larifa de g2- os redne temas —salvajismo animal, narcisismo masculino, juego por dinero, riva- lidad de status, excitacién de las masas, sacrificio craento—, cuya principal ‘cone “xin es su relacién con el furor y con el temor al furor, al sujetar estas casas a una serie de eglas que, por un lado, las contienen y que, por otro les permiten desplegar- se, crea una estructura simbslica en la que una y otra vez la realidad de su intima sig- nificacién puede semtirse inteligiblemente. Si, para citar de nuevo a Northrop Frye, nosotros vamos a ver Macbeth para saber lo que siente un hombre después de haber ganado un reino y perdido su alma, los balineses van alas riftas de gallos para expe- rimentar lo que sienfe un hombre habitualmente compuesto en sus maneras, distan- ciado de los demés, casi absorto obsesivamente en si mismo, en una especie de auto- cosmo moral, cuando, atacado, atormentado, desafiado e insultado hasta los extre- ‘mos del furor, alcanzé un triunfo total 0 queds del todo derrotado. tod 38 El “eutmucuniamo” de Lévi-Straus podda parecer una excepiéa, Pero lo et slo aparente mente pues en ligar de tomar los mios, los ios tlémicos y las nomas matrmenales como texlor que hay que interprelar, Lévi-Strauss ls tome como codigos que hay que devedran, lo bal fo ef cieramenie Io mismo. Lévi-Strauss no trata de eomprendet Int formas sinbelicas desde el Ponto de vista de imo csiae funcionin en ituaciones conerls para onginizar percepciones (sg Filicaciones, emociones, conceplos, actiudes);, tala de comprenderas enleramente desde el punto ‘de visa dea estrus intema de dichas formas simbiliat, Independent de lou sujet, de Tout ob. {el de tour contese, Vere capo 369 Vale la pena citar todo el siguiente pasaje que nos remite de nuevo a Aristéte- les (aunque no a la Hermenéutica, sino a su Poética): Pero el poeta (en oposicién al historiador), dice Arist6teles, munca hace verda- deras enunciaciones categéricas, ni particulars, ni especificas. La misi6n del ‘poeta consiste en decimos no fo que ocurri6 sino lo que ocurre, no lo que tuvo lugar, sino la clase de cosas que siempre acaecen. El poeta nos presenta el evento tipico, reiterado, o lo que ArisiGteles llama el evento universal. Uno no recurre a Macbeth para aprender la historia de Escocia, sino que uno acude a ‘Macbeth para aprender lo que un hombre siente después de haber ganado un rei- 1no y perdido su alma. Cuando en Dickens encontrarnos un personaje como Mi- ccawber, uno no piensa que Dickens tiene que haber conocido a un hombre cexactamente igual a ese personae, sino que siente que hay un poco de Micaw- ber en casi cada una de las personas que uno conoce, incluso en uno mismo. "Noestras impresiones de la vida humana son recogidas una por una y en la ma- yor parte de nosotros perduran sueltas y desorganizadas. Pero en ia literatura éencontramos constantemente cosas que de pronto coordinan muchas de esas im- presiones que quedan focalizadas; esto es en parte lo que quiere decir Aristéte- Jes cuando habla del evento humano tipico o universal.» En esta clase de focalizacién de experiencias separadas de la vida cotidiana lo {que realiza la rifa de gallos (independientemente de que ésta sea “s6lo un juego” y constituya algo “mds que un juego”); de esta manera crea lo que podrfamos llamar antes que tipico o universal un evento humano paradigmético, esto es, un hecho que nos dice menos fo que ocurre que el género de cosas que ocurrirfan si como no €s el caso) a vida fuera arte y estuviera libremente modelada por los silos de sentimien- to que forman el Macbeth o el David Copperfield. Desarrollada y vuelta a desarrollar sin fin, la rift de gallos permite a los bali- neses (asf como leer y releer el Macbeth nos permite a nosotros) ver una dimensiGn de su propia subjetividad. Cuando el balinés observa rifta tras rita con la activa aten- cin del propietario del gallo y del apostador (pues la rfta de gallos no tiene més in- terés como puro espectéculo deportivo que nuestro croquet o la carrera de perros), se va familiarizando con la rifia y con lo que ella le dice, asf como el atento oyente de ‘cuartetos de cuerda 0 el absorto espectador de una naturaleza muerta va familiarizén- dose lentamente cada vez més con esas formas de arte de tal manera que elas le abren a s{ mismo su propia subjtividad 2 29 Frye, The Educated Imagination, pigs. 8-64, 40 Hl empleo de an lengusje vnual, que ex muy “natural” en Jos eoropeos, para design Ia iver", “observa, “mira, etc.— es agul mis engafoso que en clos contextos oes el hecho de gic, sega ya djimos, los balneses sigan el desarllo dela lucha tanto (¥ gui- [i mis, puesto que los gallos de ria, en realidad, son dfs de ver pues presenan el especin Jo de una confusién en movimieno) con sus cvrpos como con los ojos ya que mueven lor miem bros, Ia cabeza y el wonco sighiendo mimicamente los movimientos de lot gallos, significa que fran pane de Ia experiencia individual dela rita es cinestsica antes que Vsaal Stbay realmente ‘in ejemplo de In definiién que da Kenneth Burke de un aco rimbslico cma “Ts danza de una e: sud", ese ejemplo es Ta ita de gallos. Acerca de la enorme imporancia de la percepein cinest Sica en Is vida de Bali, vase Bateson y Mead, Balinese Character, pigs. 8488, sobre la nase. ‘a activa de Ta percep exdic en gener, vate Goodman, Language of Art, pit. 241244 ‘Teo exte cate de lo grande occidemal con lo vil oriental indudabiemente chocaré cir 1 clase de estticos ast como chocaron a cienas clases de telogos los primeros exfuerzs que hi- 370 Pero como —en virtud de otra cosa de esas paradojas que acosan a la estéti- ‘ca— esa subjetividad no existe propiamente hasta estar asi organiza, las formas de arte generan y regeneran esa misma subjetividad que ellas pretenden solamente des- plegar. Cuartetos, naturalezas mucrtas y rifias de gallos no son meros reflejos de una sensibilidad preexistente anal6gicamente representada, sino que son agentes positi- vvos en la creacidn y mantenimiento de tal sensibilidad. Si nos vemos a nosotros ‘mismos como un hato de Micawber, ello se debe a que leemos demasiado a Dickens (Si nos vemos como realist sin ilusiones, ello se debe a que lo leemos demasiado 1poco)-¥ Io mismo ocurre con los balineses, los gallos y las riftas. Es de esta mane- 1a, €s decir, coloreando la experiencia con la luz que proyectan sobre ella (mas que por obra de los efectos materiales que las artes pueden tener) emo las artes desempe- ‘fan su papel, como artes, en la vida social:# ‘De modo que en la rifia de gallos, e balinés forma y descubre su temperamen- to y al mismo tiempo el temperamento de su sociedad. O, mds exactamente, forma y descubre una determinada faceta de esos temperamentos. No sélo hay muchos ‘otros textos culturales que constituyen comentarios sobre la jerarquia del status y la autoestima en Bali, sino que existen muchos otros sectores criticos de la vida baline sa ademés del estraificatorio y del agonistico. La ceremonia que consagra a un sacer- ddote brahmdn, un asunto de control de la respiracin, de inmovilidad en la postura y de absoluta concentracidn en las profundidades del ser, exhibe una propiedad radical- mente diferente (pero para los balineses igualmente real) de la jerarquia social: su alcance trascendente y numinoso, Colocada no en la matriz de la emocionalidad ciné- tica de los animales, sino en la de la serenidad estitica de la mente divina, esa cere- rmonia expresa tranquilidad, no inquictud. Los festivales masivos de los templos de las aldeas que movilizan a toda la poblacién local en elaboradas recepciones a os dio- ses visitante —cénticos, danzas, ofrendas, dones— afirman la unidad espiritual de Jos miembros de la aldea frente a su desigualdad de status y proyectan wn ambiente de amistad y confianza.* La rifia de gallos no es la clave de la vida de Bali, asf como las corridas de toros no lo son de la de Espafa. Lo que la rifia dice sobre esa vida no csté en contradiccién con lo que dicen de ella otros igualmente elocuentes testimo- nios culturales, Pero en esto no hay nada sorprendente, como no lo hay en el hecho de que Racine y Molitre fueran contempordneos 0 que la misma gente que culti crisantemos forje espadas.* ieron los antoplogos pura hablar del crisianismo y del totemismo en el mismo tone. Peco co- imo todas las cbestoncs ontolégicas estin ene pardatesis (deberfan estar) en la Sociologia de Ia relgin, lat euestiones de jicio eatin entre parétess (0 debertan estarlo) en Ia sociclgia el ane. En todo ato, el intenio de desprovincilizar el concep de arte no es mis que una pane fd La general esuategia antopoldgica do desprovincializar todos los conceptos sociales import tes —mauimonio, religion, derecho, raionlidad— y, aunque esto representa una amenaza las twortas estécas con respecio a clenas obeat de ane que estan eh alla del seance del andlisit 0: ioligico, no constiuye una amenaza 2 In convicciéat (por la cua, segin pretende Roben Graves, hhubo de er reprendido en las aulas de Cambridge) Ia conviceén de que algunos poemas son mejo res que ote. 2 Sobre la ceremonia de consagracén, V. B. Kom. “The Consecration of the Priest", en Swellngrebel, Bali: Sues, pigs. 1-184, sob ln comupiée de in aldea (aunque algo exe serado),véase R. Goris, “The Religious Character of the Balinese Vile”, did. pps. 79-10. “©” Que fo que la riba de gallos tne que desi sobre Bali no caece de cicna profendida y que Ie inguitant que ela expresa sobre le estructura general de In vida balinesa no caece entramen- te de fondamento es ateiguado por la circunstancia. de que en dor semanas de diciembre de 16S, duran Tat cowmociones que’ sigucron al inffucioso golpe de estado de Jakarta, fueron an La cultura de un pueblo es un conjunto de textos, que son ellos mismos con- Jjuntos y que los antrop6logos se esfuerzan por leer por encima del hombro de aque- Ios a quienes dichos texios pertenecen propiamente. Esa empresa presenta enormes dificultades, trampasmetodolégicas capaces de hacer estremecer aun freudiano y tam- ‘ign ciertas perplejidades morales. Tampoco es la tinica manera en que pueden tratar- se sociol6gicamente las formas simbolicas. El funcionalismo vive y también vive €l psicologismo. Pero mirar tales formas como formas que “dicen algo sobre algo” yy lo dicen a alguien significa por lo menos la posibilidad de un andlisis que llegue a {a sustancia de dichas formas antes que a frmulas reductivas que pretenden expli- carlas. Lo mismo que en ejercicios mas familiares en cuanto a lectura, uno puede co- ‘menzar en cualquier punto del repertorio de formas de una cultura y terminar en cual- quier otro punto. Puede uno permanecer, como hice yo aquf, dentro de una sola forma, mAs 0 menos circunscrita, y describir permanentemente citculos dentro de ella, Puede moverse uno entre diversas formas en busca de unidades mayores 0 de ccontrastes reveladores. ¥ hasta uno puede comparar formas de diferentes culturas pa- ra definir su caricter comparando sus relieves. Pero cualquiera sea el nivel en que tuno trabaje y por més intrincado que sea el tema, el principio guia es el mismo: las sociedades contienen en sf mismas sus propias interpretaciones. Lo tinico que se ne~ cesita es aprender la manera de tener acceso a elias. rors ene cuarnta mill y oshenta mil balineses (Con una poblaciGn total 6e dos millones de “mas, quienes mureron en'gran pare Unot 2 manos de otros en la peor urbulencia que vivi6 el alk U. Hughes, Tadonesin Upheaval (Nueva York, 1967), pigs. ITS183. Desde luego, las ce frat que da Tluphes 40n extimaciones eproxmadas y no son las mis extremas| Exo aurlmene no significa que lat matsnzasTueron causadas or Ia rf de gallo, que podrian haber sido pede ides sobre la base de és o que fueran una especie de versicn magniicada dela lucha con perso- fas reales en lugar de los gallos..odo lo cuales un disparate. Signfica meramente que si uso mi- t+ Bali no s6lo 4 tavés del medio de sus danzas, de sus represntaciones de sombras, des es Cultuma y de sus muchachas, sino —eomo hacen los propios balineses— también a uavés del me- fio de Su ria de gallos, et hecho de que las matanas se produjeran parce, si no menos espanto fo, menor en contradicign con Ins leyes de lx natrale. Como més de un gloaceser real lo ha eicibieno, a veces una perana obene la vid precisamente cans mencs la desea, 372

También podría gustarte