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En las Escuelas del Sagrado Corazón estableció también don Manuel clases nocturnas para
obreros a las que asistían unos ochenta muchachos. De impartir las clases se ocupó un grupo de
muchachos.
A los hombres y mujeres, chicos, chicas, niños y niñas de todas las clases sociales,
dispuestos a trabajar en íntima unión con sus sacerdotes, a exponer a toda la comunidad sus propios
problemas y los del mundo circundante y las cuestiones que se refieren a la salvación temporal y
eterna de los hombres, para que sean examinados y resueltos con la colaboración de todos y a dar su
personal contribución en las iniciativas apostólicas, los llamaba don Manuel “chiflados”, es decir,
enamorados de su vocación cristiana y apostólica, y dispuestos a penetrar, como levadura, en la
masa del pueblo para instaurar el reinado de paz y de justicia del Corazón de Cristo.
Había que estar pendiente de todos los enfermos, garantizar la periodicidad de las visitas,
mantener un contacto individualizado con cada familia. Era necesario superar “aquella
incomunicación funesta” entre la parroquia y los feligreses. Velar “por todos los que de alguna
manera están alejados de la parroquia y de los sacramentos”. El primer viernes de agosto de 1911
puso en marcha la operación que él denominó “los ángeles de la calle”, “dos ángeles custodios de
carne y hueso y alma grande”, que formaran una red capilar hasta envolver a toda la feligresía.
Había que visitar calle por calle, casa por casa, piso por piso para promover la vida religiosa de las
familias, cuidar a los niños cuyas madres tenían que trabajar o salir de compras, anticipando así el
sistema de guarderías mediante asistencia social domiciliaria.
El Arcipreste tuvo que hacer frente con cariño a los de su propia casa y parentela, porque su
madre no veía con buenos ojos que su hija María Antonia se convirtiera en “ángel de la calle” “-
Manolo, esa niña, por esas calles...
- Mamá, no le pasa nada; ella debe ser la primera en dar ejemplo. Si ella no se lanza, ¿Cómo lo van
a hacer las demás?
- Pero, hijo mio, las mujeres donde han estado es en sus casas y en la iglesia.
-Bien está, pero de camino que van a su casa y a la iglesia, que hagan algo por las almas.”
Don Manuel preparaba y anticipaba también la presencia activa de la mujer en la iglesia y en el
mundo
LAS ESCUELAS DEL SAGRADO CORAZÓN EN SU ACTUAL EMPLAZAMIENTO
El actual Colegio Diocesano “Sagrado Corazón de Jesús” de Huelva arranca históricamente de 1908, fecha en que se
inauguraron las “Escuelas del Sagrado Corazón de Jesús", institución creada por D. Manuel González, Arcipreste de Huelva, y
dirigida y sostenida por D. Manuel Siurot. Dichas Escuelas nacieron con una clara finalidad: la promoción humana y cultural de la
infancia y juventud menos favorecidas de Huelva.
La ubicación de las escuelas ha pasado por distintas sedes. Últimamente han quedado instaladas en el Colegio
Diocesano, inaugurado oficialmente el 27 de febrero de 1996. En el azulejo, conmemorativo del acto y de homenaje a D.
Manuel Siurot, se dice:
“Este Colegio Diocesano, en continuidad histórica con sus Escuelas, recoge el testigo de su ideal educativo
con el compromiso de mantenerlo vivo y operante en la educación de niños y jóvenes”.
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En la cronología del Beato y en la historia de las Escuelas sobresale el mes de agosto de 1907
porque el día 2, después de la compra y derribo de dos casas anejas a la iglesia de San
Francisco,
D. Manuel González dio comienzo a las obras.
No se había cumplido aún el primer año de la llegada del Beato Manuel González a la
Parroquia de San Pedro. Le había conmovido profundamente “el espectáculo de centenares de
niños arrojados al arroyo”. En abril de 1906, empezó su primera aventura en el campo
escolar:“nos echamos a la calle a hacer unas escuelas muy grandes, muy buenas, muy cristianas y
absolutamente de balde para los niños pobres”.
El edificio de la iglesia, las Escuelas del Sagrado Corazón y el Seminario de maestros del
barrio de San Francisco permaneció en pie después de la guerra de 1936 de la posterior operación
urbanística que abrió la que hoy es la Avenida de Martín Alonso Pinzón con la edificación del actual
Ayuntamiento. En la parte posterior de éste, completando manzana con él, quedaron todavía la
iglesia de los franciscanos y las Escuelas del Sagrado Corazón que habían sido amasadas con la
dulzura del almíbar y la amargura del sudor, y de no pocas decepciones, de don Manuel González y
don Manuel Siurot.
La Iglesia de Huelva se siente depositaria del carisma de don Manuel González y de don
Manuel Siurot para educar en la fe a las nuevas generaciones en relación con la cultura de nuestro
tiempo y en el interior de la comunidad humana. Continúa siendo actual la urgente necesidad de
educar a los niños, promover la formación de educadores cristianos, renovar las formas de presencia
y de acción pastoral de la Iglesia en los centros de enseñanza, cuidar y alentar la vida cristiana y la
actividad de los profesores de religión, y acompañar a las asociaciones de educadores cristianos.
Desde su primer emplazamiento junto a la Iglesia de San Francisco, las Escuelas de don
Manuel González y de don Manuel Siurot han pasado por distintas sedes hasta que la Diócesis
terminó de construir un nuevo edificio sobre el solar adquirido el 27 de agosto de 1969 en la calle
Juan de Oñate, esquina con la avenida de Fray Junípero Serra.
Desde aquí, final y felizmente, han pasado a ocupar una parte importante del edificio del
Seminario. El Colegio Diocesano “Sagrado Corazón de Jesús” fue inaugurado oficialmente el 27 de
febrero de 1966 por el obispo de Huelva D. Ignacio Noguer Carmona. Pervive, pues, en Huelva la
institución creada por don Manuel González, dirigida y orientada por don Manuel Siurot. Así lo
recuerda el azulejo conmemorativo de la bendición: “Este Colegio Diocesano, en continuidad con
sus Escuelas, recoge el testigo de su ideal educativo con el compromiso de mantenerlo vivo y
operante en la educación de niños y jóvenes”.