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Love at Stake 03
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A Very Vampy Christmas Kerrelyn Sparks
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—No podía esperar a estar contigo. —Su voz sonaba tan suave como su
capa de seda negra—. Y las enfermeras nunca se quejan.
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Él se inclinó.
—¡Sí, sí!
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Ella puso las manos sobre su pecho para alejarlo. El anillo en su dedo
meñique derecho brillaba bajo las luces del escenario, dorado brillante contra el
pelo en su pecho negro como el carbón.
—Eres tan cruel por hacerme sufrir. ¡Por favor déjame ir! —Empujó con
fuerza su pecho.
—¡Aagh!
Haciendo una mueca de dolor. Don Orlando presionó una mano contra
su pecho ahora desnudo. Y colgando de la mano derecha de Maggie como una
rata muerta estaba la mata de pelo negra del pecho.
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—Pensaron que me vería más sexy con más pelo. —Le dio una sonrisa
torcida—. Aunque ahora mismo, sería feliz si sólo tuviera algo de piel.
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Pero entonces, había aprendido que para sobrevivir, tendría que morder
a los demás. Abusar de ellos. Y el temor de que su padre tenía razón creció como
una herida abierta. Gracias a Dios la sangre sintética se había inventado. Era
mucho más fácil fingir que era una buena persona ahora. Llevaba puesto el
anillo en forma de cruz en su mano para convencerse a sí misma de que su
corazón todavía era bueno, aunque dejara de latir cada día al amanecer.
Cinco años atrás, algo estupendo había acabado finalmente con la triste
existencia de Maggie. Algunos vampiros inteligentes habían descubierto que la
imagen de un Vampiro podía ser registrada usando la tecnología digital, y había
nacido la Cadena Digital Vampiro. Los vampiros en todo el mundo eran mucho
más felices ahora que estaban entretenidos con el vampiro Nightly News y Live
with the Undead, un programa de chisme de celebridades presentado por Corky
Courrant. DVN también presentó sus maravillosas novelas como… As a
Vampire Turns, All My Vampires, y General Morgue.
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Maggie respiró hondo. Allá vamos. En esta escena, se suponía que Don
Orlando besaba a la doctora Jessica. Su primer beso de Don Orlando. No es
real. Él probablemente ni siquiera sabía su verdadero nombre. Entró en su
fingida oficina del hospital, y la muchacha de maquillaje retocó rápidamente su
maquillaje y lápiz labial.
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—Eres tan cruel por hacerme sufrir, —susurró Maggie, con las rodillas
cada vez más débiles. Se aferró a sus hombros—. Por favor déjame ir. —Por
favor, bésame. He esperado cuatro años esto.
Él estudió su cara mientras la apretaba más en sus brazos. Ella cerró sus
ojos y se derritió contra él. Cuando sus labios rozaron los suyos, su cuerpo
tembló. Su boca era cálida y suave. Si sólo pudiera ser el héroe que había
soñado. Si tan sólo pudiera amarla. Si tan sólo pudiera ver la bondad en ella y
quererla de la manera que ella necesitaba. Si sólo los milagros realmente
pudieran ocurrir.
Él mordisqueó su cuello.
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* * * * *
La primera vez que la había visto, cuando ella hizo la audición, lo había
mirado con tal adoración en sus ojos irlandeses azules. Ella no había querido
usarlo para su carrera o lucro. Su aceptación poco exigente había sido la
sensación más dulce que había sentido desde que se había convertido en un
vampiro cuatro años y medio atrás.
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Pero cuando Maggie tomó su trabajo, era fría e indiferente. Hizo caso
omiso de sus intentos de flirteo. Había tratado de mostrarle esa noche cómo él
se sentía con el beso. ¡Y qué beso! Por la forma en que se había derretido en sus
brazos, supo sin duda alguna que su indiferencia era fingida. Todavía lo
adoraba. Había querido gritar su nombre al cielo, pero había pensado que las
cámaras seguían rodando, así que la había llamado Jessica en cambio.
Maldición, debería haber traído flores. Para el mejor amante del mundo,
sin duda podía ser un idiota.
—¿Qué quieres?
Ella resopló.
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—¡Ouch! —El tacón de aguja había apuñalado su piel cruda—. ¿Por qué
estás tan enfadada conmigo, Maggie?
—¿Falsa?
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—Lo siento. Tan vieja como soy, debería saber que no debo lanzar cosas
cuando estoy enojada.
Él se estremeció.
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Maggie bufó.
Ella bufó.
—¿Por qué debería creer algo de lo que dices? —Maggie se paseó por el
pequeño cuarto—. Eres un fraude total.
—Sé que Don Orlando no es real. Pero me salvó. Me dio una razón para
vivir. Él hizo que la gente me amara. —Suspiró—. Incluso tú me amaste una vez.
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—Basta. Si deseas que te quiera, tienes que ser honesto conmigo. Tienes
que ser tu verdadero yo.
—¿Qué pasa?
Él respiró hondo.
—Sé que Don Orlando es falso. Corky lo inventó para que yo pudiera ser
una estrella. Siento que te ofenda.
Él gruñó.
—Me gustaría poder hacerlo. Desearía poder ser digno de ti. Me gustaría
tener un alma.
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Ella dio un paso atrás con una mirada asustada. Por supuesto que le
daba miedo. Lo asustaba terriblemente a él.
Él se encogió de hombros.
—¿Qué secreto?
—No puedo ser yo mismo cuando no sé quién soy. El estúpido papel que
interpreto es todo lo que tengo que me impide resbalar en un agujero negro de
la nada.
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Con un suspiro, Maggie se dio cuenta de que ella siempre había sentido
debilidad por las almas perdidas. Había sido esa misma compasión la que la
había llevado a unirse al Ejército de Salvación en 1884, que había tenido como
resultado el ataque que la había convertido en un vampiro. Sus amigos llamaban
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a su corazón blando una bendición, pero ella sospechaba que era más bien un
defecto fatal. Ahora, una vez más, su naturaleza compasiva la estaba llevando a
lo desconocido.
Llamó a una puerta que alardeaba de un enorme cartel… Live with the
Undead, protagonizado por Corky Courrant.
—O'Brian.
—Lo que sea. Estaba observando la jodida bofetada a Don Orlando. ¡Es
fabuloso!
—¿Perdón?
—Como…
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—¿Y? Los chicos siempre siguen grabando cuando Don Orlando está en
escena. Saben que pago mucho dinero para coger al bastardo en una situación
embarazosa. —Corky usó el control remoto para apagar la TV—. Entonces,
¿quiere ser entrevistada para el programa de mañana?
—Bien, yo…
—¡Y después de todo lo que hice por él! —Los ojos de Corky ardieron de
rabia—. Lo hice famoso. Lo hice rico. Lo hice una persona conocidísima en el
mundo vampiro.
—Asombroso.
—Sí, lo es. Él no era nada cuando lo recogí. ¡Nada! —La voz de Corky se
quebró con la tensión.
Maggie se estremeció.
—Qué terrible.
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—¡Era patético! Pero lo traje aquí y lo convertí en una estrella. Todo por
la bondad de mi corazón. —Corky se llevó la mano a sus pechos, indicando que
había un corazón en algún lugar debajo de sus enormes implantes—. Más el
cuarenta por ciento de sus ingresos brutos.
Maggie parpadeó.
Maggie comenzaba a ver por qué Don Orlando estaba disgustado con
Corky. Lo estaba usando como a un esclavo.
—¡Ja! Sé todo lo que pasa por aquí. Puedo hacer o deshacer carreras,
niña, y créeme, lo hago. —Corky sonrió con suficiencia—. Nadie más que esa
estúpida perra de Tiffany ha puesto alguna vez una mano en mi Don Orlando.
No se atreverían.
—No, por supuesto que no. Eso es… licencia artística. Siempre que yo
afirmo que algunas tontorronas han estado con él, ellas siguen el juego. Les
gusta la atención. Así que, ¿quieres la entrevista o no?
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—Es un cerdo de los bajos fondos. ¿Qué más hay que saber?
Todo, Maggie pensó. ¿De dónde viene? ¿Tenía una familia en algún
sitio?
—Todavía no. Pero imagine lo mal que se sentiría si usted sacara a la luz
algunos secretos terribles de su pasado.
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—Pienso que Don Orlando debería ir, también. Podríamos destapar algo
que provocara su memoria.
Negrera.
Corky se reanimó.
* * * * *
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Él bufó.
Él se detuvo y la afrontó.
Maggie se sonrojó.
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—¿No ves? Tan joven como eres, todavía podrías tener familia en algún
lugar. ¿No sería maravilloso encontrarlos? Hasta podrías pasar la Navidad con
ellos.
—Esa es la cuestión, Maggie. Tal vez lo haría. Tal vez averiguaremos que
soy un despreciable pedazo de escoria. Al menos ahora sólo pretendo serlo. ¿Y si
la realidad es peor que el papel?
—Sí. Y creo que tu familia sería encantada de saber que todavía estás
vivo… más o menos.
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Él tocó su brazo.
—Te ves tan pálida todo el sud… —Sus ojos se estrecharon—. ¿Qué pasó
contigo y tu familia?
—Fue hace tiempo. Yo... tienes que creer que todo irá bien. Este es el
siglo XXI. La gente es más abierta de mente ahora de lo que solía ser.
Él se acercó.
Ella se estremeció.
—Es por eso que me estás ayudando, ¿no? Porque tienes un espíritu
dulce y generoso. Lo sentí la primera vez que nos vimos.
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—Hola.
—Eso tiene sentido. Ella tiene un corazón tan amable. Siempre ayudaría
a alguien en extrema necesidad. —Rozó la mano de Maggie con sus dedos.
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Maggie parpadeó.
—Me gusta.
Maggie sonrió.
—No lo conozco.
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—No puedo creer que esté de acuerdo con esto. Si averiguamos algo
horrible, Corky lo transmitirá a todo el mundo vampiro.
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Dos noches después, Don Orlando llegó a Horny Devils con su bolso de
lona. Para cuando sus ojos se ajustaron a las luces intermitentes del club
nocturno, estaba rodeado por una muchedumbre de Vampiresas ligeras de ropa
que chillaban para ser oídas sobre la música fuerte.
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caso, debía preocuparse por él, ¿cierto? Había organizado este viaje para
averiguar quién era. ¿Dónde estaba ella?
La tomó y tiró de él hacia ella tan de repente, que la correa del bolso se
deslizó de su hombro.
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No, no lo hizo. Don Orlando calculó que se veía más bien de quince. El
pelo rizado negro enmarcaba su cara lisa, y una falda escocesa a cuadros rojos se
agitaba sobre sus rodillas mientras caminaba hacia ellos.
—Sí, y tú debes ser Don Orlando. —Le dio la mano y luego se volvió a
Vanda—. Te ves tan encantadora como siempre. —Tomó su mano e intentó
besarla.
—Gracias por ayudar con la investigación. —Don Orlando notó que los
ojos del escocés estaban clavados en las caderas bamboleantes de Vanda.
Don Orlando sospechó que esas "cosas" eran mujeres. Tenía que ser
duro estar pegado para toda la eternidad con las hormonas alborotadas de un
muchacho de quince años.
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—Buena suerte en descubrir quién eres. —Se volvió a Ian—. Pórtate bien
en Nueva Orleans, cariño.
Él la miró exasperado.
Ella se rió.
—Lo sé, pero te ves tan dulce. —Dio una palmadita a su mejilla, luego se
alejó.
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—Bonsoir, mon ami, —Colbert cabeceó hacia él, luego estudió a Maggie
—. Enchanté, ma petite. ¿Y tú eres?
Mía. Una oleada de posesión inundó a Don Orlando. Sabía que Colbert
era famoso por seducir a mujeres hermosas, por lo que se deslizó cerca de
Maggie y pasó un brazo por sus hombros.
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Ian asintió.
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—Caimán, creo.
—No, quiero decir que clase, —apretó Ian—. Eran botas de trabajo,
botas de excursión…
Ella bufó.
—Lo sé, pero debes haber estado usándolas cuando fuiste transformado,
después de que ya tenías la amnesia.
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—Pero por supuesto. —Colbert sonrió a Don Orlando—. Ellas han estado
esperando con ansia tu llegada. Prácticamente se desmayan con toda la
emoción.
—¡Él está aquí! ¡Nuestro pequeño Bootsie está de vuelta! —Un delgado
vampiro varón corrió hacia el balcón. Sus ojos se iluminaron cuando vio a Don
Orlando, y sus labios color escarlata se abrieron en una amplia sonrisa.
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red color negro. Su 1bustier de raso rojo hacia juego con la boa de plumas rojas
alrededor de su cuello. Sus pies grandes estaban metidos en unos zapatos rojos
de charol.
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Tootsie se tocó ligeramente los ojos con un pañuelo de encaje que había
tirado de la manga.
—¡Oh, Dios! —Tootsie observó a Ian—. Tu joven amigo con la sexy falda
escocesa y acento adorable es tan serio y… agresivo. —Se estremeció—. No sé si
horrorizarme o excitarme.
—Permítanme que les presente a mis amigos de Nueva York. Este es Ian
MacPhie y Maggie O'Brian.
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—Comienzo a llorar cada vez que pienso en ello. —Tootsie se secó sus
ojos—. Dime, ¿la cirugía fue un éxito?
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Scarlett suspiró.
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Camille es una película de 1937 basada en La dama de las camelias. (N. de la T.)
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—Te rogamos que nos perdonaras, pero te fuiste a Nueva York con esa
mujer horrorosa y no nos perdonaste. Ni siquiera hablaste con nosotros.
—¡Maggie, me asesinaron!
—¿Qué?
—No quiero parecer fría. —Ella apretó su brazo—. Pero todos fuimos
asesinados en algún punto. Es la naturaleza de nuestra existencia. Si quieres ser
feliz, tienes que superarlo y perdonarlas. Podrías tener un maravilloso futuro
por delante.
Tootsie asintió.
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Su boca se abrió y sus ojos se agrandaron. Cuando la tiró hacia él, ella de
buena gana entró en sus brazos. La abrazó con fuerza y le besó la parte superior
de la cabeza. ¿Y qué si no tenía recuerdos? Podría construir una eternidad de
recuerdos con Maggie.
—No lo harás, —ordenó Ian—. Ustedes nunca nos hablaron del plan.
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Tootsie se agravió.
Tootsie bufó.
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Dos sillas Louis XVI y un sofá de raso dorado rodeaban una mesa de
centro marcada. Giselle dejó la ropa sobre la mesa, luego ocupó una de las sillas.
Scarlett y Tootsie corrieron y se sentaron juntas en el sofá. Maggie e Ian los
siguieron. Don Orlando juntó su bolso de lona y el de Maggie y los puso en el
suelo al lado de la silla vacía.
—Que horroroso.
—Es enorme. —Maggie se acercó a Ian para tener una mejor visión—.
¿Qué es lo grabado en el frente? ¿Un caballo salvaje?
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—Un potro salvaje. —Don Orlando parpadeó cuando se dio cuenta que
la palabra se le había escapado sin premeditación. Ciertamente debía ser un
vaquero.
Ellas asintieron.
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—¿Crees en ello?
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Don Orlando sonrió. Qué pequeña luchadora tan feroz era ella. No
podía imaginar sobrevivir la eternidad o incluso una sola noche sin ella. Su
sonrisa se desvaneció cuando comprendió el alcance total de sus sentimientos.
Estaba enamorado de Maggie O'Brian.
—¿Estás bien?
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Don Orlando recorrió con la mirada su falda negra corta, sus piernas
cubiertas con medias negras, y sus zapatos negros de tacón alto.
Ella se mofó.
Dulce María, a ella le gustaba. Más que gustarle. Era dulce y cariñoso.
Fuerte, pero vulnerable. Y, sobre todo, él creía que era especial. Hermosa y de
buen corazón.
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—Creo que hemos visitado todas las tiendas en esta calle, —murmuró
ella. Habían sido simples tiendas para turistas, venta de camisetas, boas de
plumas, perlas, y máscaras. Se apartó del farol—. ¿Dónde está una sacerdotisa
vudú cuando la necesitas?
—Sí. Bourbon Street está allí. —Don Orlando señaló a la derecha—. Ahí
hay una bocacalle por donde podemos cortar.
—Dulce María. Podrías ocuparte de todos tus enemigos de una sola vez.
Entremos.
—¿Hola?
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—Eso depende de lo que ustedes buscan, —dijo una voz masculina desde
el fondo del cuarto.
Hubo el chasquido de una cerilla, luego una pequeña llama viajó de una
vela a otra hasta que tres pilares grandes de marfil iluminaron la parte trasera
del cuarto. Las velas descansaron en un mostrador, y detrás de ellas, un hombre
negro calvo estaba de pie.
—¿Pierce?
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—¡Espere! —Don Orlando corrió hacia él—. Usted sabe quién soy.
—No, no. Lo confundí con otra persona. —Sopló una segunda vela—.
Váyase ahora. La tienda está ce…
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—¿Soy irlandés?
—¿Quién eres?
—Oh, Dios. Creo que no. Una vez que se ha ido, se ha ido.
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—Desiree está loca, sabes. Lo que sea que ella desea, ella lo consigue.
—Durand se encogió de hombros—. Y te quiso a ti, hombre.
—¿Esa es Desiree?
—¿Por qué no permite que Pierce vea la foto? —Maggie preguntó—. Eso
podría refrescar su memoria.
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—¿Así que engañó a Pierce para que la quisiera? —Maggie apretó los
puños. Era algo bueno que Desiree estuviera fuera de la ciudad.
Maggie apretó más sus puños. ¿Cómo podría alguna mujer cansarse de
Don Orlando?
Él tragó saliva.
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—¿Quién es la niña?
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—Es hermosa.
—¿Soy el padre?
—Sí, lo eres.
* * * * *
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Su corazón se retorció. ¡Oh, cómo había querido tener niños! Pero era
imposible con una matriz que estaba literalmente muerta durante el día. Puso
su cabeza bajo la alcachofa y dejó que el agua caliente cayera sobre ella. ¿Cómo
podía ser tan egoísta? Debería estar feliz por Pierce. Apagó el agua y se secó con
una toalla. Después de todo, ese había sido el objetivo de su misión, ¿verdad?
¿Descubrir su verdadera identidad y con un poco de suerte, encontrar a su
familia? Ella debería estar feliz. Entonces ¿por qué tenía ganas de llorar?
—¿Estás bien?
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—Eso es impresionante.
Él se encogió de hombros.
—No lo recuerdo.
—No sé. —Pierce se pasó una mano por su pelo húmedo, frunciendo el
ceño.
Eso era todo, Maggie pensó. No era de extrañar que tuviera ganas de
llorar. Mañana por la noche, Pierce conduciría al rancho de su familia, y ellos le
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darían la bienvenida con los brazos abiertos. Su trabajo habría terminado. Ella
volvería a Nueva York sola.
—Sí. —Se estiró en su catre—. Corky pensó que me vería más sexy con él
teñido de negro y un montón en el pecho.
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—Soy muy feliz por ti. —Ella se dio la vuelta para que no viera las
lágrimas en sus ojos.
Por una vez, Maggie dio la bienvenida al indoloro olvido del sueño
mortuorio.
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—No pareces feliz. Pensé que te gustaría un chico irlandés. Soy la clase
de tipo que podrías llevar a casa para conocer a tus padres.
—Salvo que mis padres murieron hace más de cien años. Y ellos nunca
aprobarían a cualquier persona no muerta. Incluso yo.
Giró el SUV en la carretera comarcal. Ian tenía razón. Una vez que se
sentó detrás del volante, sus habilidades de conducción habían vuelto. Miró
alrededor el campo, y una oleada de orgullo lo inundó. Estaban ahora en la
tierra O'Callahan.
—¿Fuiste atacada?
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Pierce sacudió su cabeza. Podía haber jurado que no había lobos en esa
parte de Texas. Avanzó, pendiente de los animales salvajes. Una cerca
comenzaba en el lado izquierdo del camino, los tablones terriblemente
necesitados de una capa fresca de pintura. Dos columnas de ladrillo, flanqueada
por un estrecho camino. Un arco de hierro forjado oxidado unía las dos
columnas. A través del arco eran dos palabras… RANCHO O'CALLAHAN.
Eso era todo. Hogar. Giró en el camino de entrada y divisó una casa al
final del largo sendero.
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con un tejado con un techo a dos aguas. Las luces de un Árbol de Navidad
centelleaban en la amplia ventana salediza a la derecha. Los escalones
conducían hasta la puerta principal y un porche cerrado. La casa entera se
asentaba sobre un sótano parcialmente visible. Incluso a la luz de la luna, Pierce
podría decir que la casa necesitaba una mano de pintura, y una de las
contraventanas colgaba torcida.
—¿Con un hija oculta? —Lo miró sonriendo—. Sabes, suena como algo
de una telenovela DVN. Y Pierce es un nombre perfecto para un vampiro. Muy
colmilludo.
Maggie se rió.
Maggie jadeó.
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—¡Fuera de aquí!
—No creo que pueda matarme. —Pierce abrió la puerta. Aunque dolería
como el infierno.
—¡Espera! —Pierce rodeó la parte delantera del SUV. Los faros aún
estaban encendidos, así que él estaba en el charco de luz—. ¿No me conoces?
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—Hola.
—¿Mamá?
—Bien, yo de ningún modo. —La tía Betty plantó sus puños en sus
caderas y lo fulminó con la mirada—. Primero, escapas sin decirle nada a nadie,
dejándonos aquí en la estacada durante cinco largos años, y ahora, actúas como
si ni siquiera nos conocieras. De todos los presuntuosos…
—¡Tengo amnesia!
Su hermano jadeó.
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—¿Somos gemelos?
Patrick se rió.
—Él tiene amnesia, —Patrick le recordó—. Eres tres años mayor que yo,
Pierce, aunque seguro no lo parezca.
Una mujer baja de pelo oscuro corrió hasta el porche y soltó una
exclamación cuando vio a Pierce.
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—No, por eso estuve fuera tanto tiempo. Sólo averigüé ayer que mi
nombre era Pierce O'Callahan.
—¡No pasamos hambre! —Su madre protestó, luego dio a Pierce otro
abrazo—. No te preocupes, pobrecito. Estás en casa, y ahora, todo estará bien.
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—Ven, siéntate. —Dorotea gesticuló hacia un largo sofá café con cojines
mullidos.
Dorotea jadeó.
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Maggie sonrió.
Su madre suspiró.
Patrick resopló.
—Nunca pasará.
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—Bueno, espero que recuerde cómo cuidar el ganado. —La tía Betty
frunció el ceño otra vez—. Ya que tú tienes demasiado miedo para dejar la casa.
Él no estaba tan seguro sobre eso. Después de todo, una poción de una
sacerdotisa vudú le había borrado toda la memoria.
—¿Qué maldición?
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Dorotea suspiró.
Patrick bufó.
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—¡Es tan maravilloso tenerle de vuelta para Navidad! Sin duda, las
cosas han cambiado ahora, y Dios nos bendice.
—Lo siento mucho, —aventuró Maggie—, pero Pierce tiene que llevarme
de regreso.
Maggie parpadeó.
—Será mejor que te lleve. —Su rostro se puso pálido. ¿Eran lágrimas lo
que había en sus ojos? Maldita sea, había dicho algo equivocado.
—¡Su hija! —La tía Betty se levantó de un salto—. Debe quedarse para
ver a su hija.
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—Por supuesto. Sólo un minuto. —La tía Betty se lanzó al vestíbulo. Sus
pasos sonaron al subir la escalera.
—No, sé sobre Lucy, —admitió Pierce—. Pero sólo me enteré ayer por la
noche. Y pensaba que estaba con su madre.
Maggie jadeó.
—¡Eso es horrible!
—Por supuesto que no. —Pierce se dirigió hacia el vestíbulo, ansioso por
ver a su hija por primera vez. Su corazón saltó de su garganta cuando la vio en la
escalera. Su pelo negro y rizado estaba revuelto, sus grandes ojos castaños
pesados de sueño, su boca tapada con dos dedos, y su pijama de Sesame Street
torcido. Él nunca había visto a una niña más hermosa en su vida. Su corazón se
llenó hasta henchirse de amor, entonces se acomodó en el pecho con una
sensación de alegría.
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—No. Soy tu padre. —Y ella era la única hija que él y Maggie podrían
tener alguna vez. Su estado no muerto le impedía tener más—. Pienso que eres
un milagro.
—Eres bonita.
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—El… uh, el flash podría despertar a Lucy, —él trató de buscar una
excusa.
—Sí. —Maggie asintió—. ¿Quizás podemos mirar sus viejas fotos? Tal
vez eso removería un poco la memoria de Pierce.
—Ah, aquí está una de mis favoritas. —Levantó el álbum para que Pierce
y Maggie pudieran ver—. Halloween. Rosalinda era una princesa. Patrick fue
Robin, y Pierce fue Batman.
—Que interesante.
Dorotea se mofó.
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Maggie se rió.
—La mayoría de estas son Pierce con sus caballos. Ganaba medallas a la
edad de diez años. Luego, en la secundaria, descubrió otra pasión.
—Oh, no, —se rió entre dientes Dorotea—. Era tímido con las chicas. Era
la banda de música lo que amaba. Y la música.
—Por supuesto. —Dorotea inclinó el álbum hacia ellos—. Aquí está con
su uniforme de la banda. ¿No se ve guapo?
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—Hay una cama en el sótano, —ofreció la Tía Betty—. Pero sólo una.
—Apretó sus labios en señal de desaprobación.
Betty resopló.
Pierce se estremeció.
Betty se mofó.
Patrick asintió.
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Maggie pasó por el SUV mientras Pierce y su mamá iban al sótano para
las tormentas. Metió dos botellas de la hielera en su bolso de mano. Sabía que
Ian y el grupo de Dallas estaría preocupado, por lo que llamó a Ian a su celular.
—No te preocupes por localizar a Lucy. Ella está aquí. —Maggie vio que
Patrick observaba desde la ventana salediza—. Hay algo extraño por aquí.
—No sé. ¿Puedes comprobar los periódicos locales por algo como una
criatura extraña suelta? —Giró hacia el SUV para ver justo a tiempo un animal
peludo saltando por detrás una rueda trasera—. ¡Dulce María! —Maggie se
apartó con un grito ahogado.
—No, es un conejo.
Maggie se rió.
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—¿Guano de murciélago?
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Oh bien, ya era tarde. Ella ya se podía sentir un ligero tirón del sueño
mortuorio. Hacía bien en preparar las cosas.
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Sintió otro tirón del sueño mortuorio. Si iba a seducirlo, mejor hacerlo
rápido. Se puso la parte de arriba del pijama y miró a través de dos latas grandes
de frijoles cocidos a ver lo que estaba haciendo.
—¡Cómo te atreves!
Él sonrió.
Ella bufó.
Su corazón latía más rápido. Miró hacia el suelo y vio lo que había
hecho. Había abierto todos los sacos de dormir y los había apilado juntos para
crear un colchón. Dos almohadas descansaban en la cabeza, y mantas en los
pies.
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A Very Vampy Christmas Kerrelyn Sparks
—¿Planeas seducirme?
—Sí. —Desabrochó sus jeans y los dejó caer al suelo—. Sé que te mereces
algo mejor. Mereces la suite más fina en el Plaza o el Ritz.
—Estoy bien. —Más que bien. Miró sus músculos unirse y ondularse
cuando tiró su camiseta sobre su cabeza.
—Y mereces algo mejor que un vaquero pobre que por lo visto tiene una
familia extraña.
—Me gusta tu familia. —Se quedó sin aliento cuando vio el enorme bulto
en los calzoncillos de algodón. Dulce María y José, no estaba pensando en ella
como un ángel ahora.
Ella se lamió los labios. Sí, lo deseaba, pero ¿qué pasaba con el amor?
¿Por qué no podía decirle lo que necesitaba oír? Se dio la vuelta justo cuando
sus calzoncillos caían al suelo.
—¿Me amas?
—Oh, Pierce. —Tomó su cara en sus manos—. Me tenías con "Dios, sí". Y
te amo tanto.
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—Entiendo.
—¡Date prisa!
Maggie chilló.
—Pierce. —Rodeó con sus brazos sus hombros y las piernas alrededor de
su cintura.
Él entró en ella.
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Ella levantó sus caderas para encontrar cada empuje. Sólo un poco más
de tiempo. Por favor. Sintió la sensación de espiral formándose dentro de ella.
—Dios, te amo.
* * * * *
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—¿Por qué estás gritando allí abajo? —La tía Betty gritó desde la
abertura.
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Maggie se estremeció.
Dorotea jadeó.
—¡Rosalinda!
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—Sólo un minuto. —Maggie corrió al SUV y sacó las dos últimas botellas
de sangre.
Tan pronto como entraron en el vestíbulo, Lucy corrió hacia ellos con
una gran sonrisa.
—Duermes demasiado.
—Me temo que sí. — Pierce la llevó en el comedor. Ella se contoneó para
bajarse de sus brazos y se subió a una silla con un asiento elevado.
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—Espero que ustedes dos tengan hambre. Las chicas han estado
cocinando todo el día.
—Ahora, todo el mundo a comer. —El tío Bob amontonó su plato con
carne de pavo, luego pasó la fuente a Maggie. Ella la pasó a Pierce quién puso un
poco de carne sobre el plato de Lucy.
—La comida está exquisita. —Tío Bob devoró una pechuga de pavo
entero en dos bocados.
—La noche que perdí mi memoria, algo más pasó, además. Fui atacado.
—¿Fuiste mordido?
—Sí.
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—No pensé que tal cosa existiera, —masculló Rosalinda con la boca
llena.
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—Somos familia.
—¿Para qué? —Patrick refunfuñó—. Serán comidos igual que todos los
demás. Estamos condenados. Nada puede salvarnos.
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Ella se rió.
—Por supuesto.
Se puso pálido.
—No dejaré que nada te lastime, Patrick. Confía en mí. —Pierce agarró
el tenedor al lado de su plato y lo dobló en un círculo.
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Él tragó aire.
—Porque cada vez que hay luna llena, perdemos otra vaca, —dijo el Tío
Bob tristemente.
¿El tío Bob mataba a las vacas? Pierce inclinó su cabeza, confundido,
luego repentinamente recordó a la criatura parecida a un lobo. Maggie jadeó y lo
miró. Estaba pensando lo mismo. Se volvieron a mirar al Tío Bob.
Él suspiró.
—Era yo el que casi golpeaste en el camino. Cambio cada vez hay luna
llena.
—Yo no creía que los vampiros existían —Bob contestó—. Pero no soy
realmente un hombre lobo. No hay lobos en esta parte de Texas. Fue un coyote
el que me mordió.
Pierce parpadeó.
Maggie jadeó.
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—Entonces espero que haya espacio para uno más en esta familia. —Se
arrodilló al lado de la silla de Maggie y tomó su mano—. Te amo, Maggie.
¿Puedes dejar la vida glamorosa de una estrella de televisión para ser la esposa
de un pobre agricultor de guano?
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Epílogo
—Pero antes de que me marche, hay una cosa que debo hacer. —Le
tomó la mano y se inclinó sobre la cama—. Tengo que decirte lo que realmente
siento. Siempre fue imposible para nosotros. Eres el mejor amante vampiro en
el mundo, mientras que yo soy una famosa cirujana cerebral, mortal. Nuestro
amor nunca podía ser.
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—Dra. Jessica, —susurró, abriendo sus ojos—. Has vuelto a mí. —Agarró
su mano.
—Te amo, Dra. Jessica. Dondequiera que vayas, yo iré contigo. —La
atrajo a sus brazos.
—¡Dije corten!
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Con una risa, Maggie se fue del set con su marido, el amante más grande
en el mundo de los vampiros.
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