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Susana Castellanos De Zubiria Diosas, brujas y vampiresas EI miedo visceral del hombre a Ia mujer “La tinica pasién de mi vida ha sido el miedo” Thomas Hobbes ~ A vuelo de bruja... Hombre, :qué me importa de ti, del pudor? No soy del parecer de los dioses. De ellos soy pariente, tengo extrafia sangre en mi, ni a su imagen nia la tuya estoy hecha: mis venas estén mezcladas, de ahi mi locura, ardo y me vuelvo contra mi carne. Por eso soy medio mujer y medio diosa, Swinburne, Fedra La naturaleza nos ha hecho a las mujeres absolutamente incapaces de practicar el bien y las més habiles urdidoras del mal. Euripides, Medea Por qué le teme el hombre a la mujer? Un halo fascinante recubre el temor a una forma particular de malignidad que a lo largo de la historia ha encarnado la mujer. Recorre la imaginacién humana como un fantasma y se plasma en el arte y la literatura, de manera que el miedo que inspira se ofrece como un don propio de su ser, intrinseco a su naturaleza. Las diosas madre, de las que el resto de personajes miticos femeninos no serén més que su evolucién, encatnan misterios insondables. Su capacidad generadora de vida lleva implicita la muerte; su maternidad, en oca- siones puede llegar a tener una connotacién dominante, avasalladora, siniestra. Porque, al fin y al cabo, todos venimos de una madre, que es una encarnacién dela madre naturaleza, Ahi comenz6 el miedo. Si bien ella es madre sabia, pro- tectora y tierna, en ocasiones también parece inmensa, infinita, todopoderosa, agobiante, capaz. de preverlo todo. Como si st tiempo, incluso, fuese distinto, es capaz de visualizar el futuro y remontarse al innombrable pasado. Ella ¢s casi atemporal, parece reunir en si mima pasado, futuro y presente, y unir la vida 19 DIOSAS, BRUJAS ¥ VAMPIRESAS y la muerte. También su temperamento es particular, ciclico, como regido por misteriosas furerzas oscuras. A los ojos del hombre ella siempre serd incierta; amada y deseada, y a la vez temida y odiada. Cuando el hombre, masculino, se sintié superior a la naturaleza y pensé poder dominarla con su inteligencia y su fuerza, se rebels, y no solo €l, sino que trajo consigo unos brillantes dioses guerreros, masculinos también, que opacaron a las nocturnas deidades femeninas. Ellas, aunque aparentemente despojadas de su papel principal, siguieron plenas de sugestiones y atracti vos. Siguieron encarnando ¢l destino que vela, casi invisible, pero inexora- ble. Casi ocultas, han levado a cabo desde hace siglos sus actos solapada ¢ inconscientemente, como si fuese sin querer, 0 al menos eso pareciera. Con su don de metamorfosis se convirtieron en hechiceras, en demonios sticubos, en las temidas brujas, ¢ incluso en vampiresas, Ellas han impulsado el mundo desde hace tiempo, motivadas simulténeamente por sus caprichos y arrebatos despiadados, y actan casi siempre movidas por inrensas pasiones que las arras- tran inevitablemente. Ellas han dado cuerpo alo incomprensible, por lo que le recuerdan cons- tanremente al hombre que lz naturaleza, la vida y el mundo no estén bajo su control. Es por esto también que jamés un hombre ha Ilegado a comprender plenamente a una mujer. Y siempre siente que hay algo en ella que no aleanza a prever ni desciftars ya ese aspecto femenino le teme profundamente, Del mis- mo modo, a todo aquello que se le asemeja a ese comportamiento imprevisto, azaroso ¢ instintivo, lo ha asociado con la mujer. Y es tal el miedo que han despertado las mujeres en quienes solo esperan encontrar en ellas sumisién, fragilidad y delicadeza, que algunos llegaron 2 considerar que por su naturaleza la mujer estaba ligada a lo demoniaco y, de ese remor, surgid la temible imagen de la bruja. Como dice Mario Praz en su obra La muerte, la carne y el diablo: “Siempre ha habido mujeres fatales en el mito y en la literatura porque mito y literaeura no hacen mis que reflejar fantdsticamente aspectos de la vida real y la vida real ha oftecido siempre ejemplos més 0 menos perfectos de femineidad preporente y cruel”. El mismo autor, a propésito de lo constante del tema en Ja literatura clisica, hace referencia a un Ilamativo pasaje de las Coéforas de Esquilo: “Las vidas emparejadas son dominadas por el cruel amor que reina en el corazén femenino, entre los brutos y también entre los mortales”. Pero en ocasiones, peligrosas consecuencias de ese miedo, siempre latente, parccen saltar de la literatura y el arte © incorporarse en la vida co- 20 SUSANA CASTELLANOS DE ZUBIRIA tidiana, incluso en la actualidad. En los primeros dias de enero del 2009, fi- nalizando la primera década del siglo xx1, diferentes medios internacionales como ew, en un reporte de Saeed Ahmed, y el Europa Press, difundieron la noticia, que luego fue denunciada por Amnistfa Internacional (a1), en la que se reportaba que, en Paptia, Nueva Guinea, “una mujer sospechosa de brujeria fixe atada, amordazada y amarrada a un tronco sobre tna pila de neuméticos a la que se le prendié fuego”. Ese misterioso poder que para algunos emana de la mujer proviene de la relacién que se le atribuye con la naturaleza, con su aspecto maternal y ger- minador, que le permite ejercer un control sobre campos fuera del alcance del hombre. De aqui que se le atribuyan poderes sobrenaturales, como ver y con- trolar el porvenir, hacer ungiientos amatorios o envenenar, volar 0 metamor- fosearse con fines daitinos. Ese fue el mismo espiritu supersticioso que hizo exclamar a los demonélogos entre los siglos xv y xv1, acerca de la prominencia del sexo femenino en el tema de la brujeria, que “por cada hombre, quinientas mujeres practican la brujerfa’, como aseguté el jurista Jean Bodin. “Por cada brujo, hay diez mil brujas", aumenté el estudioso de asuntos luciferinos Jean de Lancre. Por este motivo se acusé en su mayorfa a mujeres de ser brujas hace algunas centenas de afios y, curiosamente, ese sentimiento destella hoy en dia en ciertas aldeas, para nosotros lejanas. Siguiendo sus huellas, vamos tras los pasos de la bruja en busca de algunos aspectos de esa curiosa evolucidn de los reflejos de un temor atavico, visceral, desde las nocturnas divinidades de la Antigiiedad en los mitos hasta las brujas y vampiresas de la literatura y las leyendas. En el principio, como herederas de las diosas, aparecen las hechiceras 0 sabias, que se transformardn evencualmente cn las brujas, quienes tienen un conocimiento medicinal de las plantas, y son curanderas, parteras, adivinas y médiums. Ademds, se les atribuira la capacidad de volar o transformarse en pajaros. Tambign aparecieron los sticubos, unos sugestivos demonios sexuales femeninos, antecesores de las vampiresas, amantes de ultratumba sedientas de sangre y de sexo. Todas ellas encarnan el atévico temor al incierto camino al ids alld, a la profanacién de la sangre y a la impotencia sexual masculina. A ellas se les teme, por otra parte, porque atraviesan con facilidad el puente entre la vida y la muerte, Pero sobre todo porque el poder que ejercen sobre la libido del hombre supera el control que este tiene sobre su propio cuerpo. Las fantasmagorias miticas permanecen en el corazén humano a través de los tiempos. Y la mujer atin habita la periferia de la razén y la légica del 21 DIOSAS, BRUJAS ¥ VAMPIRESAS hombre; sigue siendo casi un set mégico que escapa de algiin modo a la esfera de la racionalidad. Si bien han pasado siglos desde la sentencia teologal de los primeros padres de la iglesia que rezaba que “la mujer es la puerta del diablo” hasta el psicoandlisis de Freud, quien afirmé que “la mujer es un continente negro”, la idea de la mujer como ser oscuro, peligroso e incomprensible, fuera del control de lo racional, se mantiene. Hay un mundo a la vuelta de la esquina de tu mente, donde la rea- lidad es un intruso y los suefios se hacen realidad (...). El cosmos dentro de nosotros contiene a todos los dioses y demonios inventados por la humanidad, con toda su creatividad concentrada en misticas se- millas y nuestros corazones y nuestras mentes. (Michael Page y Robert Ingpen, Enciclopedia de las cosas que nunca existieron) Tenemos entonces que hoy en dia el micdo a lo femenino permanece, no solo en los remotos lugares donde atin queman brujas. A los ojos masculinos Ja mujer siempre va a encarnar aquello que no se puede controlar ni compren- det por completo. Sus comportamientos, intenciones, actitudes y sentimientos siempre escapardn a la estructura racional con la que el hombre pretende sen- tirse estable. En Occidente, quizds el temor masculino no se refiere ya al miedo in- consciente a perder el rumbo por la atraccién del canto seductor de una bella sirena de ondulance cabellera que lleva hacia el naufragio inevitable; ahora es latente el temor del hombre a ser devorado en otros campos: el econdmico, el profesional e incluso el sexual, por una mujer que acecha.En la sociedad actual, en constante cambio, donde la mujer estd reafirmando su independencia y pasa ser la proveedora emocional y material de los hijos, el machismo, otra de las manifestaciones del miedo a la mujer, pierde su sustento y Ia idea del vardn proveedor sobre la cual se fundamenté la identidad y seguridad del hombre ha sminuido su fuerza. Incluso en las situaciones donde perdura todavia el este- reotipo de la mujer de la casa, destinada bisicamente al cuidado de los nifios y el hogar, dependiente ¢ inactiva econémicamente, o el de la mujer hermosa y fragil, dedicada exclusivamente al cuidado de su fisico, al ocio y a la sociabili- dad, han ocurrido transformaciones sutiles, aunque muy importantes, ocultas bajo la superficie de los modelos tradicionales. Una de las més particulares consecuencias que ha trafdo consigo el miedo del hombre a la mujer es que, en muchos casos, la visién que la mujer tiene de 22 SUSANA CASTELLANOS DE ZUBIRIA si misma la ha construido a partir del miedo que el hombre le ha tenido a ella. Pareciera incluso que la mujer llegara en ocasiones a temerse a s{ misma, estig- matizando y no comprendiendo las imagenes inspiradoras de temor que se han creado en torno a ella. Esa desconfianza de la mujer a si misma, incluso mas que la del hombre a la mujer, ¢s la que ha sustentado la tan recordada tradicién de subordinacién femenina. En todas las épocas se ha considerado pertinente subyugar aquello que se vislumbra como potencialmente peligroso. Es claro que a lo largo de la historia se han dado injustas inequidades en cuanto a la libertad de expresidn y a las oportunidades de desarrollo fisico, emocional ¢ intelectual con las mujeres, pero es también cierto que en ocasiones, casi siempre en aras de seguir una reli- giosidad profundamente patriarcal, la mujer ha sido cémplice de lo que luego, algunas con vehemencia, han llamado opresién. Es evidente, también, que en los tiltimos tiempos el papel de la mujer en la sociedad esta cambiando, pues ha buscado salir del émbito de lo intimo y privado, que tradicionalmente ha estado bajo su dominio, y trascender al espacio ptiblico. Es este paso el que ha generado un reordenamiento social. La mujer como tal es entonces un tema y se ha mirado desde varias dpticas. Freud y Lacan, en su momento, se aproximaron al asunto desde una pers- pectiva psicoanalitica y cientifica, pero ante los constantes cambios sociales, aparecen nuevos interrogantes y la inquietud que despierca “lo femenino” sigue latente. Por otra parte, los movimientos feministas si bien abrieron un espacio de discusién en pro de la igualdad, en muchos casos derivaron en una compe- tencia de géneros que, en el fondo, no satisfizo por completo a las mujeres. Es comtin ofr que en la actualidad los hombres se sienten mas amedrentados con las mujeres, yellas siguen un poco confundidas. El adquirir importantes cargos politicos, econémicos 0 militares no resuelve las mas profundas inquictudes femeninas, ni sus anhelos romnticos. La igualdad que se buscé a mediados del siglo pasado se planted de algtin modo bajo los esténdares masculinos de libertad y de triunfo. Ideales que en la literatura y en las leyendas encarna el hétoe, pero en tiltimas este héroe, siempre tan masculino, es un curioso ser que se cree poscedor de la verdad y del bien, y su orgullo, por lo general, supera con creces su instinto de conservacién. Estas caracteristicas del héroe no son atributos que el legendatio legado de ninguna época manifestase como propias de las mujeres. Si bien a ellas ionalmente, incluso a las mds temidas he- siempre les ha gustado el juego, tradi 23 DIOSAS, BRUJAS ¥ VAMPIRESAS chiceras, les ha resultado més fascinante admirar, seducir y ser consentidas, que competi y ganar. Quizés por es0, en lo més profundo de su fuero interno, las mujeres no se sintieron completamente saisfechas con los aparentes resultados de sus triunfos de liberacién durante las tikimas décadas. La propuesta de este trabajo es dejase llevar por la poesia de los mitos y las eyendas que con su sabidurfa ancestral y milenaria aiborrada de simbolos, permiten bajo sts coloridos velos entreverreaidades,vslumbrar sentimiensos, sin la pretensidn de verdad absoluta dela ciencia o la religién, Los milenarios relatos tradicionales invitan a buscar el propio reflejo en su espejo magico. Es tin recorrido que sigue el sigloso paso del tiempo. Comienza en los albores de la eivilizacién, y de la mano de las diosas atraviesa el mundo clisico siguiendo diferentes deicades, Luego llega a la Edad Media, donde se encuentra con he- chiceras; y inalmente a los albores del mundo moderno, donde se hallan las brujas y posteriormente las vampiresas. En este trayecto se constata que ciertos miedos permanecen casi indelebles con el paso del tiempo. El hombre ha anhelado sentitse valiente, magnifico, virtuoso, ha creado en sus épicas el tipo ideal de lo masculino en Ta figura del héroe. ;Pero cudl serfa el equivalente femenino? Nila tontarrona princesa de los euentos de ha- das ni la Virgen Marfa en toda su pureza resultan suficientes para condensar tun verdadero ideal de lo femenino. Definitivamente la hechicera encarna esos attibutos femeninos, pero tradicionalmente ha sido considerada como astuta y maligna, y por lo tanto marginada y rechazada, incluso por las mismas mu- jeres, La verdadera oponente del héroe, la que lo saca de su mundo racional y les equilibrado, no ha sido aplaudida por sus triunfos. Quiaés porque las vi picas se han encargado de popularizar sus derrotas. “La Diasa Madre es una imagen que emerge de los mitos y se transforma en hechicera, sticubo, bruja, {dolo de perversidad y vampiresa, Todas sus ma- hifestaciones encarnan con toda la fuerza de su significado una ancestral idea: «cl hombre duefio de su razén lucha contra lo magico que personifica la mujer. Que los hombres le veman a las diosas de las noches, las hechiceraso las brujas ex cuando menos entendible, pero que Jas propias mujeres las desprecien es Gquizds negar en principio uno de los més apasionados (y apasionantes) aspectos de lo femenino, El anhelo de retener a toda costa un amado, que es el princi- pio de la magia femenina, no ha deja de estar larente en el eoraz6n femenino, como se evidencia en la cancién “Sortilegio” de Aterciopelados: 24 SUSANA CASTELLANOS DE ZUBIRIA Eres inmune a mis requiebros, repeles toda mi pasién, no le escuchas a mi corazén, te portas como una basura. Yen el horéscopo me predicen, mal panorama sentimental, leo en la taza del chocolate, no dejaris de ser porquerfa. [Dispuesta] a probar, este filtro de amor, para tenerte ya, no dudo que haré efecto orines de sapo negro, tuna piedra de la calle, no dudo que hard efecto Me amards con este elixir, re amarraré con este sortilegio, no dudo que hard efecto. La magia, el embrujo y los suefios estan presentes todo el tiempo al acer- carnos a la evolucién de la imagen de las grandes diosas. Su connotacién de brujas adquiere un interesante matiz en la actualidad, en un momento en que la sociedad se replantea las caracteristicas de lo femenino. ;Seré posible resca- tar la imagen de las diosas madres mediterrineas con particular auronomfa sexual y poder, dejando atris la idea de sexo débil, oprimido y dependiente, y sobre todo la patética idea de la mujer como victima? Es en estas mujeres marginales, extremas, en el feroz brillo de sus impulsos salvajes, que se puede llegar a intuir el secreto que guardan las ottas, las domeésticas, dulces y caseras, porque solo las mujeres apasionadas, mortales, hechiceras, diosas 0 vampiresas, llegaron 2 reconocer como propios sus deseos, dando asi rienda suelta a su verdadera identidad. 25 El irremediable terror masculino a la mujer El hombre y las tinieblas Tiene (la mujer] un rostro de tinieblas, es el caos de donde todo ha salido y al que todo debe retornar... es de noche en las entrafias de la tierra. Esa noche en la que el hombte se ve amenazado con ser engullido y que es el envés de la fecundidad, le espanta Simone de Beauvoir, El segundo sexo Ella es la noche cuando él es el cielo diurno. Elun dios creador y ordenador del mundo cuando ella, si bien dio- sa madre generadora de vida, en sus arrebatos lleva al borde del colapso al universo. Si dl es el sol cdlido de los pastores, ella la luna fria de los espantos. En la tierra, él serd el héroe racional, equilibrada modelo y arque- ipo de su pueblo mientras ella sera la hechicera, apasionadla y voluble, marginal y peligrosa, Pero desde el inicio de los tiempos, él lo observa todo com sus celestes ojos grisazul, que observan el mundo con fria mesura. Ella tiene los ojos verdes, el color del mal, 0 ral vez osctros como la tierra en la que bajo la aparente calma de la superficie bullen pasiones insondables en las que se baten la vida y la muerte. El estd solo, ella le atrae pero le teme, la ve salvaje, inconstante, incierta, la ve hermosa y sensual pero la preferiria décil, calmada, tran- quila, sumisa. Ella quiere retenerlo, pero él necesita conguistar el mundo y no puede mantenerse a su lado... Entonces ella inuentard artimaitas, pociones, hechisos y sortilegios para retenerlo, ls filtros de amor surgen de su necesidad de ser deseada, Es el inevitable juego de la seduccién desde el inicio de los tiempos, una pasién que arrastta y da impulso y movimiento al mundo, es el Eros que consideraban los griegos una de las fuerzas primordiales, ¢s el impulso de acercarse a lo otro, 29 DIOSAS, BRUJAS ¥ VAMPIRESAS a lo desconocido, pero es también enfrentarse a lo que no se conoce, a lo que parece incierto y produce miedo. Los hombres de diversas culturas imaginaron que ¢l universo surgid y fue ordenado a partir de fuerzas de atraccién entre entes césmicos. A mu- chos aspectos que no les encontraron explicacién racional, como el destino, la muerte de bebés recién nacidos, empestades, tormentas, sequifas y vientos devastadores 0 que les producian miedo, les atribuyeron caracteristicas fe- meninas. A pesar de la distancia que las separa, muchas culturas de diversas partes del mundo tienen en comin el haber imaginado peligtosos seres fe- meninos con caracteristicas similares. Esas figuras femeninas, a veces diosas 6 demonios, a veces brujas, siempre hechiceras (y en los sueiios vampiresas), atraviesan culturas y épocas con elementos constantes que las identifican a través de los tiempos. Identificadas con la noche, con la capacidad de curar 0 envenenat, con dones de fertilidad, adivinadoras, parteras ¢ interlocutoras de los muertos, in- cluso se las ha considerado con la capacidad de volar y con una enfermiza obsesién por seducit al incauto escogido, para divertirse con él estrujando su alma, y hasta Ilevarlo por los senderos de la muerte, En el ordenamiento del mundo que se ha hecho particularmente en las culturas patriarcales, el cielo y elsol se han relacionado con Dios y con el hombre mientras que lo subterréneo 6 infernal, la luna y el demonio se han identificado con lo femenino. Las teligiones de los pueblos mas ilustres y las de los mis humildes se ajustan a tal orden de un modo u otro. ¥ asf cuando el nifio del pais catélico aptende las oraciones y recita el padrenuestro 0 el Credo, automaticamente ordena el cosmos de suerte que coloca al Dios Padre en el cielo, como pone los infiernos bajo la tierra y allf también el dominio de las potencias del mal (...). (...) el cielo de un lado como elemento masculino expresién de la paternidad, de la autoridad superior, y del otro la tierra como ele- ‘mento femenino, expresién de la maternidad, de la fecundidad (...) elsoly el dia como vida, como Fuerza, como Bien, y la Luna y Noche como Muerte y como Mal; como elemento femenino asimismo, pero no tan fecundo como la tierra, (Julio Caro Baroja, Las brujas y su mundo) 30 SUSANA CASTELLANOS DE ZUBIRIA La razén y el miedo a lo desconocido La razén puebla la mente de ideas que articulan Idgicamente la lectura que el hombre trata de hacer del mundo. Pero siempre hay algo que se escapa, un pedazo del mundo adonde la luz de la razén nunca patece tener alcance. Lo desconocido, el misterio, le recuerdan siempre al hombre que sus més absolu- tas certezas son frégiles y deleznables y lo impulsan a moverse més allé, a ese lugar que adivina pero que nunca puede pisar. A ese otro mundo solo se tiene acceso mediante los suefios, las alucinaciones y la idea de la muerte. Ese es el espacio donde bullen las fucrzas primordiales, los impulsos irra- cionales, las pasiones generadoras de vida, donde el hombre enfrenta la pre- gunta por el punto original de su existencia ¢ intenta aprehender lo inexplica- ble y racionalizarlo para su provecho. Octavio Paz hace una particular referencia a esta experiencia en su obra El arco y la lira cuando expresa: “La experiencia de lo sobrenatural es la experien- cia de lo Ocro”, y agrega: “El misterio ~esto es la inaccesibilidad absoluta~ no es sino la experiencia de la ‘otredad’, de esto que se presenta por definicién ajeno 0 extrafo a nosotros, un ser que es también el no ser. Y lo primero que despierta su presencia es estupefaccién”. La mujer y lo inexplicable El reino de lo inexplicable y desconocido, en la tierra y en el inframundo guar- da especial relacién con los elementos maternal y femenino. Por hallarse més cerca de la naturaleza y estar mejor dotada de sus secretos, a la mujer se le ha otorgado el poder no solo de profetizar, sino también el de curar 0 envenenar por medio de misteriosas recetas. Jean Delumeau, en su obra El miedo en Occi- dente, al hacer referencia a este asunto nos dice: Para el hombre la maternidad seguiré siendo probablemente siempre, un profundo misterio, y Karen Horney (en La Pyycologie de la formme,) sugiere que jel miedo que la mujer inspira al otro sexo se basa, sobre todo, en ese misterio, fuente de tantos tabties, de terrores y de ritos, que la une, mucho més estrechamente que a su compafiero, a la gran obra de la naturaleza y hace de ella el “santuario de lo extrafo”. 31 DIOSAS, BRUJAS ¥ VAMPIRESAS ‘Tenemos de esta forma una humanidad formada por dos partes opuestas y complementarias: una masculina, primordialmente racional y abstracta, y otra femenina, més instintiva ¢ invadida por la oscuridad, lo inconsciente y el suefio. Incluso para Freud, en su articulo “La feminidad”, “en la sexualidad fe- menina todo es muy oscuto y muy dificil de estudiar en forma analitica’; y la escritora Simone de Beauvoir reconocfa en su obra El segundo sexo, que “el sexo femenino es misterioso para la mujer misma, oculto, atormentado... En gran parte porque no se reconoce en él, la mujer no reconoce como suyos sus deseos”, Asi se van formando unas imégenes en las que la mujer representa la naturaleza y el hombre la historia, Las madres y mujeres son casi siempre las mismas y sus oficios tienden a ser similares, mientras que los hombres son gue- rreros o navegantes 0 comerciantes marcando asf la historia y la identidad de sus pueblos. Asi, ellas llevan en la continuidad, no solo de la vida en el aspecto cotidiano (dan a luz, 0 ayudan a hacerlo, cocinan, tejen y cuidan el hogar), sino en los limites mismos de la vida (curan, envenenan, profetizan). En la mujer encontramos una ambigtiedad fundamental; da la vida y cuando profetiza puede anunciar la muerte. En ella esté el misterio de la mater- nidad, asf como el de su propia fisiologia, ligada a las lunaciones. Se ha creido en muchas tradiciones que es un ser mds cercano que el hombre a la materia, por lo tanto mas répida y visible mente perecedero. Sus flujos, olores y secrecio- nes provocan el rechazo masculino a pesar de la atraccién natural que por ella siente el hombre. En la tradicién clésica, griega y romana, y en la judfa, culturas sobre las que se sostiene el pensamiento occidental, el cuerpo de la mujer, su menstrua- cidn, su titero, su capacidad para dar a luz, la excluyen por definicién de la guerra, considerada el espacio de lo heroico, asi como de ciertos aspectos de lo religioso. La clasificacién de la menstruacién como impureza, basada en el Levitico, tuvo vigor durante siglos. La idea de que toda mujer era “impura” durante una ver al mes debido a un proceso que no puede ser controlado, suscité muchos rumores supersticiosos y creencias inquictantes. También textos cientificos del mundo clisico, que conforman el corpus hipocritico de la avanzada Grecia del siglo 1v a. C., hacen referencia a la menstruacién como una circunstancia peligrosa, contaminante y misteriosa. 32 SUSANA CASTELLANOS DE ZUBIRIA Los médicos varones describen el menstruo como sangre que podia vagar por el cuerpo y causar la tuberculosis si entraba en los pulmones. El corpus supone que la menstruacién era conerolada por la luna y que todas las mujeres menstruaban en la misma época del mes, creen- cia perpetuada por Aristételes. A la sangre menstrual se le atribufa todo tipo de poderes sobrenatu- rales. Aristételes escribié que una mujer menstruante podia convertir un espejo limpio en sanguinolento, como una nube, pues la sangre menstrual pasaba a través de sus ojos hasta la superficie del espejo. (Bonnie $. Anderson y Judith P. Zinsser, Historia de las mujeres) La persistencia de estas creencias sobre la menstruacién ayudé a desarrollar la asociacién de la mujer con lo magico y peligroso que se mantuvo durante mucho tiemp Su contacto agria el vino nuevo, las cosechas se vuelven estériles, los injertos se mueren, las semillas de los jardines se secan, los fruvos caen de los drboles, la superficie brillante de los espejos en los que apenas se refleja, se enturbia, el filo del acero y el brillo del marfil se apagan, los enjambres de abejas mueren, incluso el bronce y el hierro se aherrum- bran en el acto y un horrible olor colma el aire. Al probarlo los perros enloquecen y su mordisco se infecta con un veneno incurable. (Plinio el Viejo, Historia natural, vol. 2) La pretensién de explicar el mundo segiin la frase de Protigoras, tenien- do al “hombre como medida de todas las cosas”, y a partir de esta idea tomar al varén como modelo y a la mujer como una variante de este, gener que prestigiosos pensadores racionales reconocidos como observadores rigurosos sentenciaran como verdades afitmaciones hoy tisibles. M.R. Lefkowitz y M.B. Fant, en su obra Women’ Life in Greece and Rome, destacan que Aristételes afirmaba en su tratado sobre la reproduccidn que “la mujer es como si fuese un varén deforme” y que “la descarga mens- trual es semen, pero en un estado impuro, es decir carece de un constituyente y uno solo, el principio del alma”, Del mismo modo mencionan que Platén escribis: 33 DIOSAS, BRUJAS ¥ VAMPIRESAS Este es el caso del llamado vientre o matriz de las mujeres. El animal qui lleva dentro esté deseoso de procrear hijos y cuando no da frato durante mucho tiempo después de su momento propicio se queda insatisfecho y enojado, y vaga por todas direcciones a través del cuer- po, se aproxima a las vias respiratorias y, al obstruir la respiracién, las conduce a las extremidades ocasionando todo tipo de enfermedades. Por otra parte se crefa que la mujer tenia cierta culpa de que “el pene se tornaba rebelde y dominante, como un animal desobediente a la razén enlo- quecido por el aguijén de la lujuria” (Bonnie S. Anderson y Judith P. Zinsser, Historia de las mujeres). Ademis, la teoria de que la matriz vagaba por el cuerpo como un ani- mal, llegando a considerarse el itero como un repulsivo animal dentro de un animal, facilité en la imaginacién popular la relacién de la mujer con la bestia, particularmente con la serpiente, y que se la considerara como fifa y hiimeda: la creencia en que las mujeres eran frias y huimedas, en tanto que los hombres eran calientes y secos, procedia de Hipécrates; al igual que en Atistéreles, frio se consideraba inferior y se utilizaba para demostrar la inferioridad de la mujer con respecto al hombre. La mujer es menos perfecta que el hombre por una raz6n principal -escribe Galeno en el siglo 11-, porque es mas fria. (Bonnie $. Anderson y Judith P. Zinsser, Historia de las mujeres) Siempre se ha oscilado entre subordinar y demonizar aquello que se teme. Tenemaos entonces que desde la Antigiicdad poderosos mensajes refuerzan una curiosa idea acerca de la mujer. Tiene [la mujer] un rostro de tinieblas, es el caos de donde todo ha salido y al que todo debe retornar... ¢s de noche en las entrafias de la tierra, Esa noche en la que el hombre se ve amenazado con ser engulli- doy quees el envés de la fecundidad, le espanta. (Simone de Beauvoir, El segundo sexo) Esta ambigtiedad entre la vida y la muerte ha sido sentida a lo largo de si- glos y es la que sc expresa en el culto a las diosas. La tierra es el vientre nutticio pero también es el reino de los difuntos, bajo el suelo o en el agua profunda, 34 SUSANA CASTELLANOS DE ZUBIRIA La mujer es pucs origen, semilla, rafz, representacién de una fuerza oscura y colindante con la magia. De ahi que su imagen tenga siempre fuerza y ternura sin limites. En las civiliza nes antiguas que se asentaron alrededor del Mediverr- neo as{ como cn varias comunidades cristianas medievales y atin en algunos pueblos en la actualidad, los cuidados de los muertos y sus rituales han corres- pondido a las mujeres, pues se considera que estin mas ligadas que los hombres al ciclo de la vida y de la muerte. Ellas crean pero tambien tienen la capacidad de destruir. Por ello los nombres innumerables de las diosas de la muerte y también las miltiples representaciones de los monstruos hembras. La diosa hindi Kali, por ejemplo, es una de las representaciones més grandiosas que los hombres hayan forjado de lo femenino, destructora y crea- dora 2 la vez. Hermosa y sedienta de sangre, es el principio matetno ciego que impulsa el ciclo de la renovacién, provoca la explosién de la vida, pero al mismo tiempo difunde ciegamente las pestes, el hambre, las guerras, el polvo y el calor abrumador. El aspecto inquietante de lo femenino En el inconsciente del hombre la mujer suscita inquictud, no solo porque ella es juez de su sextialidad, sino porque el la imagina insaciable, compa- rable al fuego que hay que alimentar sin cesar, devoradora como la mantis religiosa. La mujer le resulta “fatal”. Ella le impide ser él mismo, realzar su espiritualidad, encontrar el camino de su salvacién. La mujer es acusada de ser “un placer funesto”, de haber introducido en la tierra el pecado. El hombre busca un responsable de haber perdido el paraiso terrestre y encuentra a la mujer. Jean Delumeau, El miedo en Occidente La mujer es el alimento corporal més elevado. Novalis Lo inquietante de lo femenino, el asombro que produce ~para la mirada mas- culina~ parte inicialmente de la fertilidad que caracteriza a la mujer: ella es portadora en su vientre de la vida. Pero de esto se desprenden formas dife- rentes de aproximarse al mundo y de entenderlo. El asombro en ocasiones se 35 DIOSAS, BRUJAS ¥ VAMPIRESAS puede transformar en miedo, y este se materializa en forma de supersticiones y creencias. E] miedo a lo sobrenatural ha generado en el hombre dos tipos de re- lacién con la trascendencia: la magia y la religién. A la primera, que busca manipular las fuerzas primordiales generadoras de vida, se llega mediante una mujer, hechicera o bruja, segtin la época. A la segunda, con la que pretende ganarse el favor de la deidad, se llega mediante un hombre, el sacetdote. La mayorfa de los profetas de la antigiie- dad judfa eran hombres y los sacerdotes lo eran todos. Por otra parte cuando Satil necesita invocar el espiritu de Samuel, que est muerto, recurre a una médium, una mujer, En el mundo clasico existian los sacerdotes para invocar a los dioses; no obstante cuando se deseaba invocar a los muertos eran las hechiceras quienes tenfan ese don. Tan fuerte era su poder, que algunas como Eticto y otras colegas suyas de ‘Tesalia, llegaban incluso a atemorizar a los propios dioses. El sacerdote le implora a un dios, hay una clara subordinacién ante la divinidad y espera pacientemente a que ese dios tenga a bien escuchar sus plegarias, que implican acatamiento y vasallaje, para que luego, cuando esté de humor, y si lo considera adecuado, dé alguna respuesta positiva. Por supuesto, en la mayorfa de los casos no es inmediata, Por su parte las hechiceras no im- ploran, sino que manipulan, tratan de forzar a su antojo fendmenos naturales que parecieran inmodificables. Sus conjuros expresan érdenes, caprichos; es su deseo, su voluuntad, lo que quieren llevar a cabo. De ahi su relacién con lo maléfico, es decir, con aquello que nace de una pasidn, de un capricho, y no de tuna biisqueda de la vireud. Ya en el siglo in, el fildsofo Plotino sostenfa que la magia solo podia atacar a faceta itracional de un individu y que aquel que tuviera su lado racional lo suficientemente estructurado no sufriria en su espiticu los efectos de la magia. La evolucién del culto a las diosas llegé a ser marginal tras el advenimien- to de la creencia en un dios superior masculino, en la tradicién occidental. La imagen de la hechicera, a st vez, evolucioné en la imagen de la bruja y poste- riormente en la de la vampiresa. Todas tienen en comtin el poder de manipular Jo que Frank Donovan, en su libto Historia de la brujeria, llama los tres grandes acontecimientos en la vida del hombre: el amor, la muerte y la resurreccién. El 36 SUSANA CASTELLANOS DE ZUBIRIA poder de las diosas, hechiceras, sticubos, brujas y vampiresas radica en el juego que llevan a cabo con estas circunstancias primordiales. Todas las supersticiones relacionadas con lo femenino hacen referencia al cuerpo, de tal manera que las actividades esenciales de algunas de las diosas, pero de todas las hechiccras y las brujas, estan relacionadas con curar (0 enve- nenar), hacer amar (0 enloquecet) y evocar a los muertos. EL poder superar la aparente barrera que existe entre los vivos y los muer- tos mediante las apariciones alucinantes dora a la hechicera de la capacidad de abstraerse en e! tiempo. Ella, a diferencia de los hombres, pertenece @ un tiempo circular donde la muerte, entendida como final, no existe. Esto, suma- do al hecho de ser portadora de la vida y de estar siempre relacionada con los alimentos, la cocina, las hierbas medicinales y, en general, los elementos de la tierra, le da a la hechicera una forma de conocimiento intuitivo que es de dificil acceso para el hombre. La naturaleza las hace [a las mujeres} brujas. Es cl genio propio de la mujer y su temperamento, La mujer nace hada, Por el retorno regular de la exaltacién, es Sibila. Por el amon, hechicera. Por su malicia es bruja y echa suertes (.,.) engafia, adormece las enfermedades. (...) La sibila predecta el destino. Y la bruja lo realizaba (...) ella evoca, conju- ra, opera sobre el destino, La bruja crea este porvenir, (Jules Micheler, La bruja) Vale la pena notar que si bien han existido brujos y hombres que han buscado pactar con el diablo, sus técnicas son distintas, no hacen uso de su seduccién y de su piel, no es algo que sea inherente a su cuerpo y su sangre. En los hombres ha sido mas bien una decisién racional de tomar un camino distinto. A lo largo de la historia han existido herejes blasfemos y apéstatas, en su mayorfa hombres, a los que se les ha acusado de desafiar a Dios, 0 de buscar un conocimiento prohibido y ese conocimiento tuvo muchas veces tintes magicos. Pero en la mujer no es una decisién, es algo que lleva en su propio ser. ‘Temidas y deseadas, buscadas y condenadas, exaltan lo mds profundo de Ja sabidurfa ancestral. Desde las civilizaciones que dieron forma al pensamien- to occidental, se buscé neutralizar sus poderes que se crefan provenientes de su propia sexualidad. 37

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