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Kar BARTH
Carta de Karl Barth a Rudolf Bultmann
1952
En la Correspondencia Karl Barth — Rudolf Bultmann 1922-1966
(publicada en 1971) se encuentra una carta de Karl Barth, escrita en
la vispera del dia de Navidad, el 24 de diciembre de 1952, de gran in-
terés historiogrdfico para analizar la polarizacién de la teologia protes-
tante de la primera mitad del siglo XX entre la teologia dogmética de
Barth y la teologta existencial de Bultmann' (y, por tanto, til, como
contexto historico, para la lectura de los textos propuestos anteriormen-
te: Antologia 5-14). Los dos grandes teélogos, aun estando unidos en el
vinculo de la fe, se oponen a propdsito del método reoldgico y la contra-
posicion se expresa pintorescamente con las imdgenes, que llegaron a ser
cldsicas, de la ballena y el elefante, incapaces de entenderse. Barth es
partidario de una teologia «objetiva», atenta a los contenidos objetivos
de la palabra de Dios, expresada en el Nuevo Testamento; Bultmann
expresa, en cambio, la figura del «sujeto creyente» y, por tanto, una teo-
logia existencial: la teologia habla de Dios (y no sobre Dios) solo en la
medida en que tiene que ver con el hombre.
Basilea, 24 de diciembre de 1952
z VE usted claro en qué situacién estamos los dos: usted y yo? A mi
me viene la imagen de una ballena (;conoce usted el libro maravi-
1, [Para el contexto histérico de esta carta de Barth, cf. R. GIBELLINI, La teolo-
gia di Jiirgen Moltmann, Brescia 1975, 77-82].
IS. KARL DARTH#
Iloso de Melville, Moby Dick?; le gustaria mucho por la mitologia
de este animal en él desarrollada) y de un elefante que se encontra-
sen en alguna parte de la costa oceénica con admiracién mutua in-
finita. Inttil que la una lance a las alturas su chorro de agua. Inucil
que el otro gesticule con la trompa ora amistosamente, ora amena-
zando. Les falta una clave comiin para expresar abiertamente lo que
cada uno quisiera expresar desde su elemento y en su lenguaje.
Enigma de la creacién cuya solucién me quisiera representar en el
éschaton como Bonhoeffer en la linea del «yo renuevo todo».
El escdndalo permanente con el que usted tropieza en mi es al
parecer —yo tendria que haberlo entendido, pero usted lo evidencia
con sorprendente lucidez en sus observaciones— mi poca compren-
sidn y seriedad respecto a la filosofia existencial o a su caracter obli-
gatorio como axioma de todo pensar y hablar teoldgico posible hoy.
Debo reconocer la acusacién. En este punto no puedo obrar de otra
manera —como usted tampoco respecto a su punto de vista y la
propagacién victoriosa de aquella filosofia por todo el orbe de la
tierra no me hace la menor impresidn. Mire usted: después que en
mis aftos jovenes fui kantiano hasta mds arriba de las orejas, después
que ensayé tan totalmente con el romanticismo de Schleiermacher,
después que mds tarde (en el estudio de la teologia del siglo XIX) se
me quedé inolvidablemente grabado —guardo un gusto fresco de
ello de mi seminario de Biedermann’— con qué brillante evidencia
se pensé en otro tiempo que se habia ofdo en Hegel la primera y la
ultima palabra respecto a todo entender (Verstehen); en realidad no
soy enemigo de la filosofia como tal, pero, si, me mantengo inevi-
tablemente a distancia de toda exigencia absolutista de cualquier fi-
losofia, doctrina del conocimiento y doctrina del método. Si uso
ocasionalmente con alegria categorfas existenciales —no sin caer de
nuevo ocasionalmente en el padre Platén y en otros-, no lo hago
con el pathos ético de sentirme vinculado a la «consecuencia» de
aquel principio filoséfico.
2, [Referencia al curso sobre el tedlogo hegeliano Alois Emanuel Biedermann
(1819-1885), tedlogo reformado suizo, que ensefié en Ztirich y que es recor
dado por Barth también en La teologéa protestante en el siglo XIX (1946), en
cl capitulo dedicado a Hegel].Lo que pude sacar de sus anotaciones es que lo que le molesta en el
«pensar mitolégico» es su «objetivar» (Objektivieren). Con esto la si-
tuacién entre nosotros puede resultar mas clara, pero no més facil.
Mas clara? ;Qué diria usted si le replicara que usted defiende un
«subjetivar» (Subjektivieren) consecuente? Yo pensé que tenia que
mantenerme atento para ver lo que usted queria destacar como
contenido objetivo de sus afirmaciones mitoldégicas. Porque ese
contenida ha sido y estan extrafio: para mf en, su/traduccién del
Nuevo Testamento, que sus frases muestran un vacio y se creen lle-
nas de contenido, porque afirman y porque no dicen nada més alla
de la existencia del «sujeto» creyente’.
|...)
No quiero extenderme mas sobre este punto ni polémicamente ni
de ninguna otra manera. Segtin las convicciones de ambos no se
puede discutir que «Jestis vive»*. Pero, como tedlogo, se puede pen-
sar o dejar de pensar desde esa perspectiva sobre eso «objetivo». Yo
no solo no quisiera dejar de hacerlo, sino que desearfa hacerlo po-
sitivamente. Y por eso yo tengo preocupaciones distintas de las de
usted. Por eso también para mi todo el problema del kerigma y del
mito es una cuestién de segundo orden.
(Querido amigo Bultmann, cuando pienso en usted con la mayor
paz y con los mejores deseos, intento siempre hacerlo con la misma
hipdtesis con la que trato de acercarme a mi mismo y de acercar a
los estudiantes a Schleiermacher: aquello que usted pretende se po-
dria entender como el ensayo de una «teologia del tercer articulo»
$. [Para Bultmann, la narracién neotestamentaria ¢s ampliamente mitolégica y
ha de ser des-mitologizada, traduciéndola en conceptos existenciales. Esta
distincién barthiana entre «objetivar» y «subjetivar» caracteriza bien la dife-
rencia entre los métodos teoldgicos de las dos teologfas).
\. [Mas allé de las diferencias de método, se mantiene claramente la comiin fe
ctistiana, expresada en la afirmacién sintética «Jestis vive].
15. KARL BARTH‘A DEL SIGLO Xx
ANTOLOGIA TEOLOG!
ys por consiguiente, del Espiritu Santo’. Y esto lo considero una
empresa fundamentalmente legitima y también fructifera. Pero en-
tonces habria que aclarar la relacién entre el tercer y el segundo ar-
ticulo, es decir, no se podria anular este por aquel, sino que debe-
rfa aparecer en su propia dignidad frente a aquel.
Aqui me paro ante usted como ante Schleiermacher (como
también muchas veces frente al joven Lutero). Si usted pudiera ca-
minar en esta direccién serfa més facil hablar sobre muchas cosas.
Entonces no verfa que sus afirmaciones muestran un vacio, no ne-
cesitaria estar desafiante ante usted, ¢ incluso si lo deseara podria-
mos «heideggerizar» (heideggern) algo. Usted por su parte... pero, en
fin, no quiero seguir pintando esta posibilidad milenarista, sino de-
cirle solamente que en todo caso, entonces, la ballena y el elefante
encontrarian un tema comtin.
Pero suenan ya fuera las campanas de Navidad y quiero termi-
nar. Se me indica que el Nifto Jestis me ha traido un montén de dis-
cos de Mozart. Si viene alguna vez a Basilea, podriamos escuchar
juntos algunos de ellos antes o después de una sesién en aquella pe-
quefia cerveceria’.
Suyo
Karl Barth
~ Karl BARTH (Gesamtausgabe 1),
Karl Barth — Rudolf Bultmann. Briefwechsel 1922-1966,
editado por Bernd Jaspert, Ziirich 1971, 195-201.
(Trad. esp. de José Arana:
Correspondencia Karl Barth — Rudolf Bulmann 1922-1966,
Bilbao 1973, 174, 175, 177-178).
5. [Bultmann, con su referencia al «sujeto creyente» y, por tanto, a la fe, remite
alaaccién del Espiritu Santo, pero Barth le apremia a remontarse del tercet
articulo (el Espiritu Santo) al segundo articulo (el Hijo y la Encarnacién del
Verbo) de la profesién cristiana: el Espiritu (tercer articulo) es enviado por el
Padre (primer articulo) y el Hijo (segundo articulo)).
6. [Cerveceria junto a la casa de Barth en Basilea).