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courcctin lia RAZONES PARA ACTUAR oo oo Una teoria del libre albedrfo d d Razones para actuar Exise un modelo cisco dea scin rasional que ba pre- John R. Searle talesio oni cultura niclecnal de Oceldentey que, por Tp trenos, se monte a Aristeles, de acuerdo come al Iadetocicien cy slerpre sobre mics ytuncn sobre f tes Su contnuecign neural coi eleada tan en I af Tarcign de Hume do que “La azou chy dee sr esclava elas pasiones, como en la aprecacin de Kant de que sGuiek quiere los fines quiere los mesios™ Bn naettos lea ana rece ou forpulacion mas ststionda ek iorfs arose dea deciion En ete tbo se Sits tal dele seta coms el bre bedi spo. pace seers in lengume son clemeatos biicos la hoa Se Ger onenca de tect tna ractonal de decisones, De ster ou el punt de vista qu guise presents 1a a Aisralided ecu enomeno biclbgicoy, porello, univer ovo entocs at latest an popular de que racional dad's olive c un colors ran er pun lien John R, Scare (Denver, 1932), discipulo de J, L Avs- tin en la Universidad de Oxford. Mills Professor of nd and Language en Ta Universidad de Califor, Ber Eeley, Dentro de su mimerosa produce han de eitarse Ios uuentes ito. Actos de hob. Un ensayo de flogeia te lenguaje (1965) ex el exigen prOximo de a teora Ge fos actos de habla, pieza fundamental hoy en dia dela yragmacica ings, pero tembien dela lesot, la er tc irra pees jee, venta fncuenta desu ambicioso proveco de ofecer Uns trl gencrl dein inenctonalidad como fendmeno bok fico phunkivo, explicable en terminos dela estuctrafsi- n'y bioldgiea del cerebro, Mentes,cerebros etencia (dbs) es quinds su exposieidn mis deparada te qe [a Snente es slo una propiedad del cerebro igual gue la {ider no es més que una propiedad del agua. La cons~ Tuclin dela aida socil (1993) completa sa teota de in imencioaldad individual con una exphicacion di tencignalidad coleciva, Cas siempre #contracaricts, Torn Searie es uno de os autores que ms ha contibuido ¢ Confonmar el pisaje intelectual dl siglo xx i EDOM Ks RAZONES PARA ACTUAR een | 64-99770-75-1 NOBEL a ee PREMIO INTERNACIONALDE ENSAYO NOBEL NOBEL TOVELLANOS 3000 Mantes, RAZONES PARA ACTUAR Una teoria del libre albedrio John R. Searle RAZONES PARA ACTUAR Una teoria del libre albedrio John R. Searle ‘Traduecién y glosario Luis M. Valdés Villanueva PREMIO INTERNACIONAL DE ENSAYO JOVELLANOS 2000 EDICIONES NOBEL © John R. Searle EDICIONES NOBEL, Sa Ventura Rocriguoz. 4 39008 OVIEDO Tradueci6n: Luis M. Vale Vilanueva IsBN: @4-89770-75-1 La tustracin de sobvecutlerta 2s una obra de Key. \enomineda Sin duo. Realzada en iéonica mixta iroresién ga) ‘sobre cart, data de 1999 ylas medidas de! eign son 100 x80 cm. Fertanece a una coleccén partcula. Impresién: ASM Grae, SL. Sante Perptua de Mogaca (Barcelona) Depésto Legal: 8. 19.299-2000 Frohbda la reproduccién total o paca, Tree etna a procedencia Hecho en Eepefa Para Dagmar Introduccién Este libro es, en realidad, un informe sobre mis desvelos pa- ra comprender las claves del problema filoséfico de la racio- nalidad humana, Me eduqué en una tradicién filos6fica que no apreciaba adecuadamente los rasgos especiales de la racio- nalidad humana que se derivan de nuestra libertad, de nues- tra posesin del lenguaje y de nuestra capacidad de reflexio- nar sobre nuestras propias reflexiones. En este libro se explican mis dudas sobre la tradicién filos6fica occidental en su concepcién de la racionalidad ¢ intento enunciar una con. cepcién alternativa de la racionalidad, una concepcion que subraye la libertad humana como presuposicién esencial del pensamiento y de la conducta racionales Estoy en deuda con un gran néimero de personas por su ayuda durante el tiempo que he escrito esta obra. El material aqui incluido se present6 en diversos seminarios celebrados en Berkeley, y también varias partes del mismo se han pre- sentado en forma de conferencias que he dado en distintos lugares det mundo. Estoy particularmente agradecido a las personas que han hecho comentarios a las primeras versiones del manuscrito, y quiero dar las gracias a Berit Brogaard-Pe- bl John RB. Searle dersen, Winston Chiong, Barry Smith y Mariam Thalos. De- bo un agradecimiento muy especial a mis dos ayudantes de investigacién Jennifer Hudin y Jessica Samuels. Pero sobre todo quiero darle las gracias a mi esposa, Dagmar Searle, a quien dedico este libro. fo] CaPiruLo 1 El modelo clasico de la racionalidad y sus flaquezas I. Bl problema de la racionalidad 1 Durante la primera guerra mundial un famoso experto en psicologia animal, Wolfgang Kohler, mostr6 que los simios eran capaces de tomar decisiones racionales. Lo mostré por medio de un experimento tipico consistente en colocar a un simio cn una situacién en la que tenia una caja, un bastén y un racimo de plétanos en lo alto fuera de su aleance. Des- pués de un rato, cl simio se dio cuenta de cémo alcanzar los platanos. Movié la caja hasta colocarla debajo de los plata- nos, se subié a la caja Ilevando el baston, agarté los plétanos con el bastén y los bajé?. Kohler estaba més intetesado en la psicologia de la Gestals* que en la tacionalidad, pero sus si- mios ejemplificaban una forma de racionalidad que ha sido paradigmitica en nuestras teorfas de la racionalidad. La idea es que la toma racional de decisiones tiene que ver con selec: cionar medios que nos capaciten para lograr nuestros fines. Los fines tienen que ver enteramente con lo que deseamos, bal John R. Searle | Llegamos a la toma de decisiones con un inventario previo | de fines deseados, y Ia racionalidad tiene que ver con el cél- culo de los medios para nuestros fines. Nadie cuestiona que el simio ejemplifica uno de los tipos de toma racional de decisiones que llevan a cabo los huma- nos. Pero hay un gran nimero de otros tipos de toma racio- nal de decisiones en los que el simio no sc embarca ni, pre~ sumiblemente, podria embarcarse. El simio puede encontrar tuna solucién para como hacerse con los plitanos ahora, pe- ro no puede intentar encontrar una solucién para cémo ha- cerse con plétanos la proxima semana, Para los humanos, a diferencia de los simios, gran parte de las decisiones que to- mamos ticne que ver con la organizaci6n del tiempo més alla del presente inmediato. Ademés, el simio no puede tomar en consideracién grandes periodos de tiempo que terminen con su propia muerte. Gran parte de las decisiones que se toman en el caso de los humanos, de hecho la mayor parte de ellas, y que conciernen a cosas tales como dénde vivir, qué tipo de carrera profesional realizar, qué tipo de familia tener, etc., tiene que ver con la distribucion del tiempo antes de la muerte. La muerte, podria decirse, es el horizonte de la ra- cionalidad humana; pero los pensamientos sobre la muerte y la capacidad de hacer planes teniendo presente la muerte, pa- rece que estén mis allé de las limitaciones del aparato con- ceptual del simio. Una segunda diferencia entre la racionali- dad humana y el caso del simio es que los humanos se ven forzados tipicamente a elegir entre fines en conflicto que son incompatibles. Algunas veces esto es verdad en el caso de la toma de decisiones por los animales —el asno de Buridén* es un caso célebre— pero para el simio de Kahler lo que ha- bia era la caja, el bastén, los plitanos o nada, Una tercera li- mitacién que tiene el simio consiste en que no puede consi- Ga] El modelo dlésica de la racionalidad y sus flaquezas derar razones para la accién que no scan dependientes de sus deseos. Esto es: parece que su deseo de hacer algo con la ca- jay el bastén s6lo puede ser motivado por un deseo previo de lograr su objetivo de comer plétanos. Pero, en el caso de los scres humanos sucede que tenemos un niimero més bien extenso de razones que no son descos. Esas razones indepen- dientes de los descos pueden servir dé base para los descos, pero el hecho de que sean razones no depende de que se ba- sen en descos. Este cs un asunto interesante y sujeto a discu- si6n y volveré a él con més detalle en los capftulos siguientes. Una cuarta diferencia entre nosotros y el simio es que parece que el simio tiene s6lo una concepcién muy limitada de si mismo (si ¢s que tiene alguna) en tanto que yo, esto es: co- ‘mo agente racional que toma decisiones y que es capaz, en el faturo, de asumir responsabilidades por las decisiones toma- das en el presente, o de asumirlas en el presente por las deci- siones tomadas en el pasado. Una quinta diferencia, relacio- nada con la cuarta, es que el chimpancé, a diferencia de los humanos, no ve en modo alguno sus decisiones como expre- siones de, 0 compromisos con, principios generales que se aplican por igual a él y a otros yoes. Se acostumbra a decir en estas discusiones que lo que le falta al simio es el lenguaje. La idea, aparentemente, es que si pudiésemos conseguir ensefiarles a los simios los rudimen- tos de la comunicacién lingilistica, entonces tendrian el apa- aro completo de la toma racional de decisiones y de la res- ponsabilidad que tienen los humanos. Dudo mucho que esto sea asi. La simple capacidad de simbolizar no es por si misma suficiente para poseer toda la serie de los procesos de pensamiento racionales, Los esfuerzos para ensefiar a los chimpancés a usar simbolos lingtiisticamente s6lo ha dado, en el mejor de los casos, resultados ambiguos. Pero incluso Gs) John R Searle sian tenido éxito, me parece que los tipos de simbolos que, segiin se dice, se han ensefiado a Washoe, Lana, y otros chimpancés experimentales famosos, son insuficientes para dar cuenta del rango de las capacidades racionales humanas que acompaiian a ciertos rasgos especiales de nuestras capa- Cidades lingiisticas. La cuesti6n es que la mera capacidad de simbolizar no nos da la panoplia completa de la racionalidad humana. Lo.que es necesario, como veremos en estas pégi- nas, ¢s la capacidad de llevar a cabo ciertos tipos de repre- sentacién, y me parece que, para tales tipos, no podemos ha- cer una distincién clara entre las capacidades intelectuales que se expresan en la notacién y el uso de la propia notacion. La clave ¢s ésta: los animales pueden engafiar, pero no pue- den mentir. La capacidad de mentir es una consecuencia de Ja capacidad humana més profunda de asumir cicrtas clases de compromise y cs0s compromisos son casos en los que el animal humano impone intencionalmente condiciones de s3- tisfaccién* sobre las condiciones de satisfaccién, Si ahora no entiende usted este asunto, no se preocupe. Lo explicaré en los capitulos siguientes, Algunos problemas filos6ficos persistentes, como el pro- blema de la racionalidad, tienen una estructura Iogica carac- teristica: como puede ser el caso que p, dado que parece que es ciertamente el caso que g, donde g hace que, aparen- temente, sea imposible que # El ejemplo clisico de este mo- delo es, desde luego, el problema del libre albedrio*. Camo puede suceder que realicemos acciones libres dado que todo acontecimiento tiene una causa y la determinacién causal convierte en imposibles las acciones libres? La misma estruc- tura logica impregna un gran nimero de otros problemas. {Como puede suceder que tengamos conciencia dado que estamos compuestos enteramente de trozos de materia in- 6) El modelo clasico de ta racionalidad y sus flaguezas consciente? Surge el mismo problema en el-caso de la inten- cionalidad*: gcomo es que tenemos estados intencionales* —estados que se refieren a objetos y estados de cosas del mundo que estén mas alla de esos mismos estados— dado que estamos hechos enteramente de trozos de materia que carecen de intencionalidad? Surge un problema similar con cl escepticismo*: gcomo es que sabemos algo, dado que nunea podemos estar seguros de que no estamos sofiando, suftiendo alucinaciones, o siendo engafados por genios ma- lignos*? En ética: ze6mo puede haber valores de algin tipo en el mundo dado que el mundo consiste enteramente en hechos que son valorativamente neutrales? Una variacion so- bre el mismo tema es: gc6mo podemos saber lo que debe ser el caso si todo conocimiento ¢s sobre lo que de hecho esel ca- 80, y jams podemos derivar lo que debe ser el caso a partir de algin conjunto de enunciados sobre lo que de hecho es el caso? El problema de la racionalidad, una variante de estos persistentes problemas, puede plantearse de la manera si- guiente: ;como es posible tomar decisiones racionales en un mundo en el que todo lo que ocurre sucede como resultado de fuerzas brutas, ciegas, naturales y causales? II. El modelo clasico de la racionalidad En la discusién de la racionalidad del simio sefalé que en nuestra cultura intelectual tenemos una tradicién muy espe- cifica consistente en discutir la racionalidad junto con la ra- z6n prictica*, la racionalidad en la accidn. Esta tradicion se remonta a la afirmacion de Aristoteles de que la deliberacion es siempre sobre los medios, nunca sobre los fines, que conti- india en la famosa afirmacién de Hume de que “la razin es y debe ser la esclava de las pasiones” y la de Kant de que “aquél by] John R. Searte que quiere el fin quiere los medios”. La tradici6n recibe su formulacién mas sofisticada en la teoria de Ja decision mate- mitica de nuestros dias. La tradicién no est unificada en ab- soluto, y no quiero sugerir que Arist6teles, Hume y Kant comparten la misma concepcién de la racionalidad. Al con- trario, hay notables diferencias entre ellos. Pero hay un hilo conductor comin, y creo que Hume es el que enuncia del modo més claro aquello a lo que me estoy refiriendo como “el modelo clésico”. He tenido dudas durante mucho tiem- po sobre esta tradicion y voy a ocupar la mayor parte de este capitulo con la exposicién de sus rasgos principales a la vez que pongo de manifiesto, de manera preliminar, mis dudas. Un modo de describir este modelo es decir que representa la racionalidad humana como una versi6n mAs inteligente de la racionalidad del simio. Cuando, siendo estudiante de primer ciclo en Oxford, adquiri por vez primera alguna idea sobre la teorfa matemé- tica de la decisién, me parecfa que tenia un problema evi- dente: parece ser una consecuencia estricta de los axiomas que si valoro mi vida y valoro veinticinco pesetas (cinco du- ros no es demasiado dinero, pero es suficiente para agacharse a recogerlos si me los encuentro tirados en la calle, por po- ner un ejemplo), tiene que haber alguna situacién posible en Ja que apostase mi vida por cinco duros. Pensé sobre ello egué a la conclusién de que no habia ninguna situacién po- sible en la que apostase mi vida por cinco duros, y si la hu- biese, no apostaria la vida de mi hijo por cinco duros. De es- te modo, he discutido sobre esto a lo largo de Los afios con diversos tedricos de la decisién famosos —empezando por Jimmy Savage de Ann Arbor ¢ incluyendo a Isaac Levi de Nueva York— y, después de discutir media hora, llegan nor- malmente a esta conclusién: “Bres pura y simplemente irra- 8) El modelo cldsico de la racionalidad y sus flaquezas cional”. Bien, no estoy tan seguro. Puede que quizas tengan un problema con su teoria de la racionalidad. Algunos aftos mis tarde las limitaciones de esta concepcién de la racionali- dad se me volvieron patentes (y esto tiene alguna importan- cia préctica) durante la guerra del Vietnam cuando visité en el Pentagono a un amigo, un alto funcionario del Ministerio de Defensa. Intenté argumentar a favor de abandonar la po- litica que los Estados Unidos estaba siguiendo, particular- mente la politica de bombardear Vietnam. Mi amigo tenfa un doctorado en economia matemética. Se fue hacia el ence- rado y trazé las curvas tradicionales de anilisis microeconé- mico; a continuacién dijo: “Alli donde se produce la inter- seccién de estas dos curvas, la utilidad marginal de resistir es igual a la no utilidad marginal de los bombardeos. En este punto tienen que rendirse. Todo lo que suponemos es que son racionales. ;Todo lo que estamos suponiendo es que el enemigo es racional!”. Supe entonces que estabamos en dificultades serias, no sélo por lo que se refiere a nuestra teoria de la racionalidad, sino también por lo que toca a su aplicacién prictica. Parece una locura suponer que la decisién de hacer frente a Ho Chi ‘Min y sus colegas era una decisién semejante a la de comprar un tubo de pasta de dientes, una decisin, estrictamente ha- blando, de maximizar la utilidad que se esperaba; pero no ¢s ficil decir qué es exactamente lo que estaba equivocado en cesa suposicién, y a lo largo de este libro intentaré decir qué es exactamente lo que tiene de erréneo. Como formulacién prcliminar intuitiva podemos decir lo siguiente. En la racio- nalidad humana, en tanto que opuesta a la racionalidad del si mio, hay una distincién entre las razones para la accién, que cs algo que tiene que ver enteramente con la satisfaccién de algiin desco, y razones que son independientes de los deseos. [9] John R Searle La distincién basica entre diferentes clases de razones para la accién tiene que ver, por un lado, con la distincion entre aquellas razones relacionadas con lo que uno quiere hacer o Jo que uno tiene que hacer para conseguir lo que quiere y las razones relacionadas con lo que uno tiene que hacer —inde- pendientemente de los deseos que uno tenga—, por otro. IL 1. Seis supuestos que estan detris del modelo clisico En este capitulo voy a enunciar y discutir seis supuestos que son en gran medida constitutivos de lo que he estado Ila- mando “el modelo clésico de la racionalidad”. No quiero su gerir que el modelo esté unificado en el sentido de que si uno acepta una proposicién esta obligado a aceptar las res- tantes. Muy al contrario: algunos autores aceptan algunas partes y rechazan otras. Pero quiero afirmar que ¢] modelo forma un todo coherente y que lo encontramos, tanto impli cita como explicitamente, en influyentes pensadores contem- pordneos. Ademas, el modelo articula una concepcién de la racionalidad en la que yo fai educado siendo estudiante de econémicas y de filosofia moral en Oxford, concepci6n que, ya entonces, no me parecia adecuada. Tampoco ahora me parece satisfactoria, 1. Las acciones, cuando som racionales, estin causadas por creencias y deseos Las creencias y los deseos finncionan a la vez, como causas y como tazones de nuestras acciones, y la racionalidad es en gran medida un asunto que tiene que ver con coordinar crcencias y descos de tal manera que causen acciones “de la manera correcta”, Es importante subrayar que el sentido que tiene aqui “causa”* es el sentido normal o aristotélico de “causa efi- Pe] El modelo cldsico de la racionalidad y sus flaguesas ciente”* que tiene esa palabra, donde la causa de un aconte- cimiento es aquello que hace que suceda. Tales causas, en un contexto particular, son condiciones suficientes para que un acontecimiento ocurra. Decir qué creencias y descos especifi- cos causaron una accidn particular es parecido a decir que el terremoto causé el derrumbamiento del edificio, Sé que esto es parte de la ciencia cognitiva contemporinea puesto que una vez vi un cartel en la Universidad de Stanford que afirmaba que si uno se matriculaba en el programa de ciencia cognitiva de Stanford le explicarfan c6mo la creencia rellena la brecha* que existe entre el deseo y la accién, 2. La racionalidad tiene que ver con obedecer reglas, las re- plas especiales que marcan la distincién entre pensamiento ‘yconducta racionales ¢ irvacionales Nuestra tarea como teéricos es intentar hacer explicitas las reglas de racionalidad no explicitas que, afortunadamente, la mayor parte de las personas racionales es capaz. de seguir in- conscientemente. Del mismo modo que se puede hablar cas- tellano sin conocer las reglas de gramética, o que se puede hablar en prosa sin saber que se esti hablando en prosa —co- mo en el famoso ejemplo de Monsieur Jourdain— también uno puede comportarse racionalmente sin conocer las reglas que determinan la racionalidad e incluso sin ser consciente de que se estin siguiendo las reglas. Pero nosotros, como teéri- os que somos, tenemos como objetivo ef descubrir y for- miular esas reglas. 3. La racionalidad es una faculiad cognitive separada De acuerdo con Aristételes y una tradicion influyente que se inicia con él, la posesién de la racionalidad es nuestro rasgo definitorio como humanos: el hombre es un animal racional. Jokn R. Searle En la actualidad, el término que esta de moda para referirse a Jas facultades es el de “modulo”, pero la idea general es que Jos humanos tenemos diversas capacidades cognitivas espe- ciales, una para la visién, otra para el lenguaje, etc., y la ra- cionalidad es una de esas facultades especiales, quizas inclu- so la més distintiva de nuestras capacidades humanas. Un libro reciente especula incluso con las ventajas que conlleva desde el punto de vista evolutivo el hecho de que tengamos esta facultad 3, 4, Los casos aparentes de debilidad de la voluntad*, lo que los griegos lamaban “akrasia”*, sélo pueden surgir en aquellas situnciones en las gue hay algo errinco en los ante- cedentes psicoligicos de la accién Puesto que las acciones racionales estan causadas por creen- cias y deseos, y las creencias y deseos causan tipicamente la accién Ilevando, en primer lugar, a la formacién de la inten- ci6n, los casos aparentes de debilidad de la voluntad exigen una explicacién especial. Gémo es posible que un agente pueda tener las creencias y deseos correctos, formarse la cla- se de intencién correcta y, con todo, no realizar la accién? La explicacién esténdar es que los casos aparentes de akrasia son, de hecho, casos donde el agente no tiene los anteceden- tes correctos de la accién. Puesto que las ercencias y los de- se0s, y detivativamente las intenciones, son causas, si se los ordena racionalmente, la accién se seguiré por necesidad causal. Asi, en los casos en los que la acci6n no se sigue, tie- ne que haber algo erréneo con las causas, La debilidad de la voluntad ha sido siempre un problema para el modelo clisico, y hay una gran cantidad de literatura sobre el tema, pero la debilidad de Ja voluntad se presenta siempre como algo que es muy extraiio y dificil de explicar, (22) El modelo cidsica de la ravionalidad y sus flaquezas algo que s6lo podria suceder bajo circunstancias extrafias 0 extravagantes. Mi propio punto de vista, que explicaré més tarde, es que la akrasia es algo tan comin como la sidra en Asturias, Cualquiera que haya intentado alguna vez dejar de famar, perder peso 0 beber un poco menos en las grandes celebraciones sabra de qué estoy hablando. 5. La vazin préctica tiene que empesr con un inventario de los fines primarios del agence, incluyendo las metas y los deseos fundamentales, los objetivos y los propésizas; y éstos no estén sujetos a constricciones racionales Para embarcarse en la actividad del razonar prictico un agen: te tiene que tener, en primer lugar, un conjunto de cosas que quiere o valora y entonces el razonamiento practico tiene que ver con calcular cémo satisfacer mejor este conjunto de deseos y valores. Podemos enunciar este punto diciendo que para que el razonamiento prictico tenga algin campo en cl que poder operar, el agente debe de comenzar con un con- junto de deseos primarios —aqui “deseos” se interpreta de manera amplia—, de modo que las evaluaciones morales y las suertes de cosas que el agente valora contarian como de- seos. Pero, a menos de que se tenga un conjunto de deseos para empezar, no hay lugar alguno para la raz6n, puesto que Ja raz6n tiene que ver con la determinacién de qué mas cosas deberia desear una persona, dado que esa persona desea al- go. Y esos descos primarios no estin sujetos a constricciones racionales. El modelo de la raz6n practica es algo parecido a lo si- guiente. Suponga usted que quiere ira Paris y que razona sobre el modo mejor de ir alli. Usted podria coger un barco, ir en una canoa 0 tomar un avién y finalmente, tras ejercitar la raz6n practica, jajé!, usted decide tomar el avin. Pero si 3] "© @aleulando “medios” para “fines”, sc siguen dos cosas: en "primer lugar, no puede haber razones para la accién que no surjan de los deseos, interpretando “descos” de manera am- plia. Esto es: no puede haber razén alguna para la accién que sea independiente del deseo. Y, en segundo lugar, esos de- scos iniciales o primarios no pueden ser evaluados racional- mente. La raz6n trata siempre de los medios, nunca de los fi- nes. Esto estd en el corazén del modelo clasico. Cuando Hu- me dijo “La raz6n es y debe ser la esclava de las pasiones” se lec interpécta de modo habitual en la linea del parrafo ante rior; y la misma afirmacién viene siendo hecha por muchos autores recientes. Por ejemplo, Herbert Simon escribe: “La raz6n es completamente instrumental. No nos puede decir adonde ir; en el mejor de los casos puede decirnos como lle- gar alli. Es un arma de alquiler que puede emplearse al servi cio de cualesquiera metas que tengamos, buenas 0 malas” § Bertrand Russell es todavia més sucinto: “La raz6n tiene un significado perfectamente claro y conciso. Significa la elec- cién de los medios correctos para un fin que uno quiere lo- grar. No tiene nada que ver con la elecci6n de fines” 6 6. El sistema rotal de racionalided sélo funciona si el con~ Junto de deseos primarios es consistente Una expresi6n tipica de este punto de vista es la dada por Jon Elster. “Las creencias y los deseos dificilmente pueden ser razones para la accién a menos de que sean consistentes. No tienen que involucrar contradicciones l6gicas, concep tuales o pragméticas” 7, Resulta ficil ver porqué esto parece plausible: si la racionalidad tiene que ver con el razonar logi- camente, entonces no puede haber inconsistencia 0 contra~ Pa] El modelo clésico de la racionalidad y sus flaguezas diccién alguna en los axiomas. Una contradiccién implica cualquier cosa, de modo que si uno tiene una contradiccién en su conjunto inicial de deseos, se seguiria cualquier cosa, 0 al menos as{ parece. Il. 2. Algunas dudas sobre el modelo clasico Podrfa continuar esta lista y tendremos ocasién de enrigue- cer la caracterizacion del modelo clasico en el curso de este libro. Pero incluso esta lista tan corta nos da el aroma gene- ral del concepto, y quiero abrir la argumentacin dando al- gunas razones de por qué pienso que cada una de esas afir- maciones es falsa. En el mejor de las casos, describen casos especiales, pero no dan una teoria general del papel de la ra- cionalidad en el pensamiento y en la accién. 1. Las acciones racionales no estén causadas por creencias y deseos, En general, sélo las acciones irvacionales estén can- sadas por creencias y descos ‘Vamos a comenzar, para desbrozar el camino, con la idea de que las acciones racionales son las que estén causadas por cteencias y deseos. Es importante subrayar que el sentido de “causa” es el sentido ordinario de “causa eficiente” en el que decimos que la explosién caus6 el derrumbamiento del edifi- cio, 0 que el terremoto causé la destruccién de la autopista. Lo que quiero decir es que los casos en los que la creencia y el deseo son condiciones causalmente suficientes de la accién estan lejos de ser el modelo de racionalidad: son casos extra vagantes y tipicamente irracionales. Son casos en los que, por ejemplo, el agente ha cafdo en las gartas de una obsesién o una adiccién. En un caso racional tipico donde, por ejemplo, estoy intentando decidir por qué candidato votar, considero varias razones para mi decisién, Pero slo puedo embarcar- Ps) John R. Searle me en esta actividad si supongo que el conjunto de creencias y.deseos no es por s{ mismo suficiente para determinar la ac- Gién, La operacién de la racionalidad presupone que hay una brecha entre el conjunto de estados intencionales sobre la base del cual tomo la decisién, y la toma efectiva de la deci- sin, Para ver esto s6lo se necesita considerar los casos en los que no hay brecha alguna, donde la creencia y el desco son, en realidad, causalmente suficientes. Bste es el caso en el que, por ejemplo, un drogadicto tiene un impulso poderosé- simo para tomar heroina, cree que la substancia que tiene delante es heroina y asf, de modo compulsivo, [a toma. En. tal caso, la creencia y el deseo son suficientes para determi nar la accién, puesto que el adicto no puede hacer otra cosa. Pero esto dificilmente es ef modelo de la racionalidad. Tales casos parecen estar completamente fuera del alcance de la ra- cionalidad. En el caso normal de la racionalidad, tenemos que presu- poner que el conjunto antecedente de creencias y deseos no ¢s causalmente suficiente para determinar la acci6n. Esto es una presuposicin del proceso de deliberacién y es absoluta- ‘mente inevitable para la aplicacién de la racionalidad. Presu- ponemos a continuacién que hay una brecha entre las “cau- sas” de la accion en forma de creencias y descos y el “efecto” en forma de accién. Esta brecha tiene un nombre tradicio- nal. Se la denomina ‘libre albedrio”. Tenemos que suponer cl libre albedrio para que sea posible el embarcarnos en la to- ma racional de decisiones. De hecho, como veremos mis adelante, tenemos que suponer libre albedrfo en cualquier actividad racional. No podemos evitar esa presuposicién, pues incluso el rechazar embarcarse en la toma racional de decisiones s6lo es inteligible como tal rechazo si lo conside- ramos como un ejercicio de Ja libertad. Para ver lo que quie- 26] El modelo clésico de la tacionalidad y sus flaguecas ro decir, consideremos algunos ejemplos. Supongase que una persona entra en un restaurante y el camarero le Leva la carta, La persona en cuestién puede elegir entre, digamos, chuletas de ternera y pasta; no puede decir: “Mire usted, soy determinista, C's ser, serd. Lo tinico que voy a hacer ¢s ¢s~ perar y ver lo que pido. jEsperaré a ver lo que causan mis creencias y deseos!”. En tal caso, incluso si tal persona rehu- sa ejercitar su libertad, todo el asunto es inteligible s6lo si lo consideramos como un ejercicio de la libertad. Hace mucho ticmpo que Kant seftalé esto: no hay manera de liberarse de nuestra propia libertad en el proceso de Ja acci6n voluntaria porque cl propio proceso de deliberacién sélo funciona en contraste con la presuposicién de libertad, en contraste con la presuposicién de que hay una brecha entre las causas que tienen la forma de creencias, deseos y otras razones del agen- te, y la decision efectiva que toma tal agente. ‘Si queremos hablar de modo preciso sobre esto, creo que tenemos que decir que hay (al menos) tres brechas, En pri- mer lugar, est la brecha de la toma racional de decisiones, en la que uno intenta hacerse una idea de lo que va a hacer. Hay aqui una brecha entre las razones para hacerse una idea de lo que uno va a hacer y la decisién efectiva que uno toma. En segundo lugar, esti la brecha entre la decisi6n y la accién. Lo mismo que las razones para la decisién no eran causal- mente suficientes para producir la decisién, asi también la decision no es cansalmente suficiente para producir la accién. El asunto consiste aqui en que, después de que uno se ha he- cho una idea de qué hacer, tiene todavia que decidir cuindo hacerlo de modo efectivo. Y, de nuevo otra vez, uno no pue- de sentarse y dejar que la decisi6n cause la accién, del mismo ‘modo que tampoco uno puede sentarse y dejar que las raz0- nes causen la decision. Por ejemplo, supongamos que te has, Pal Jolin R. Searle hecho la idea de votar por el candidato Pérez. Entras en el colegio electoral con esta decisién firme que has tomado, pe- ro una vez que estés dentro todavia tienes que Hlevarla a ca- bo. Y algunas veces, a causa de esta segunda brecha, simple- mente no ejecutas esa decisién. Por toda una variedad de razones —o quizis por ninguna— no haces lo que habjas decidido hacer. Hay una tercera brecha que surge en el caso de las accio- nes y actividades que se extienden en el tiempo, una brecha entre el inicio de la acci6n y su continuacién hasta que se la completa. Supéngase, por ejemplo, que una persona ha de- cidido aprender portugués, cruzar a nado el canal de la Man- cha o escribir un libro sobre racionalidad. Hay una primera brecha entre las razones para la decisién y la decision misma, tuna segunda entre la decisi6n y la iniciacién de la accion, y una tercera entre el inicio de la tarea y su continuacién hasta completarla. Una vez que se ha empezado no se puede dejar que las causas operen por sf mismas; es necesario hacer un esfucrzo voluntario continuo para lograr que la accién con- tinite desarrollindose hasta que se complete En este momento de la discusin quiero subrayar dos puntos: la existencia del fendmeno de la(s) brecha(s) y su pa- pel central para el tema de la racionalidad. 2Qué argumento existe a favor de la existencia del fend- meno de la(s) brecha(s)? Desarrollaré estos argumentos con més detalle en el capitulo tercero. Pero para los propésitos presentes podemos decir que los argumentos mas simples son los que acabo de dar. Considere el lector cualquier situa- cién de toma de decisiones y actuaciones racionales y vera que siente que tiene abiertas un conjunto de posibilidades al- ternativas y que su actuar y deliberar sélo tiene sentido bajo el presupuesto de esas posibilidades alternativas. Contrasten- (28) El modelo cldsico de ta racionalidad y sus flaguezas se estas situaciones con aquéllas cn las que uno no siente que tiene esas posibilidades. Piénsese en una situacién en la que uno est4 dominado por una furia poderosfsima, en la que ¢s- 14, como suele decirse, totalmente fuera de control y no pue- de imaginarse que podria estar haciendo cualquier otra cosa. Oua manera de ver la existencia de la brecha es darse cuenta de que en una situacién de toma de decisiones uno tiene a menudo diversas razones diferentes para realizar una accién pero, con todo, uno acta de acuerdo con una y no de acuerdo con las otras y sabe, sin necesidad de observacién alguna, cul es aquella razén de acuerdo con la cual ha ac- tuado. Esto es un hecho destacable y obsérvese la curiosa lo- cuci6n que tenemos para describirlo: uno actiia de acuerdo con tal y tal razon. Sup6ngase, por ejemplo, que una persona tenia todo un ramillete de razones para votar por Clinton en las elecciones presidenciales. Pensaba que seria un presidente mejor que el anterior para los asuntos econémicos, pero peor para los asuntos de politica exterior. A tal persona le gustaba también el hecho de que Clinton hubiese sido compatero suyo en el college de la Universidad, pero no le gustaba su es- tilo personal. Al final vota por él porque habia sido compa- ero suyo de college. Lo que ha sucedido aqui es mas bien que tal persona ha elegido una raz6n y ha actuado de acuer- do con ella. Ha hecho que esa raz6n sea efectiva actuando de acuerdo con ella. Esta es, dicho sea de paso, la explicacién de que una ac- cién que alguien lleva a cabo y su justificacién pueden no ser Ja misma. Supéngase que se le pide que justifique porqué ha votado usted a favor de Clinton; podria hacerlo apelando a su mejor conduccién de la economia. Pero podria suceder que Ja raz6n efectiva de acuerdo con la cual ha actuado usted fue el que habia sido un compaiiero de college en la Universidad Ps] John R. Searle de Oxford y ha pensado “la lealtad a los compaiieros de calle- ge esta por encima de todo”. ¥ el asunto destacable en este fenémeno cs: usted conoce sin necesidad de observacién al- guna cual cs la raz6n efectiva, pucsto que ha sido usted el que ha hecho que sea efectiva. Esto es: una raz6n para la ac- cién s6lo es una razéa efectiva si alguien hace que lo sea. La comprensién del fendmeno que hemos denominado “brecha” es esencial para el asunto de la racionalidad puesto que la racionalidad s6lo puede operar si hay tal brecha. Aun- que el concepto de libertad y el concepto de racionalidad son completamente diferentes, ia extensin de la racionalidad es exactamente la de la libertad. El argumento mis simple a fa- vor de esto es que la racionalidad s6lo es posible donde es posible Ia irracionalidad, y este requisito entrafa la posibili- dad de elegir entre lo racional y Jo irracional. El alcance de esta eleccién es justamente la brecha en cuestién. La afirma- cién de que la racionalidad s6lo puede operar si se da el fend- meno de la brecha es verdad tanto de la raz6n teérica como de la razén prictica; pero en el caso de la razén tebrica hay que hacer una puntualizacién més sutil que dejaré para mas adelante. Me concentraré ahora en la razén practica, En el curso de este libro tendré muchas més cosas que decir sobre el feaémeno de la brecha y, en cierto sentido, es- te libro es sobre tal fenémeno, porque el problema de la ra- cionalidad trata precisamente de él. Sefialaré slo dos puntos ms sobre este asunto. En primer lugar, ¢qué es lo que rellena la brecha? Nada. No hay nada que rellene la brecha: uno se hace a la idea de hacer algo o, simplemente, uno hace de repente lo que iba a hacer, o lleva a cabo la decision que ha tomado con anterio- ridad, 0 contintia realizando, o no logra continuar realizan- do, el proyecto que habia emprendido. 3°] El modelo clésico de la racionalidad y sus flaquezas En segundo lugar: aunque tenemos todas esas experien- cias, no podria ser todo una ifusién? {Claro que podria ser- Jol Nuestras experiencias de que hay una brecha no se auto- validan. Si tenemos en cuenta todo lo que he dicho hasta ahora, la libertad podria ser una ilusién a gran escala. 2, La racionalided no es enteramente, ni siquiera en gran medida, wn asunto consistenie en seguir reglas de va- cionalidad ‘Volvamos a la segunda afirmacién del modelo clésico, que la racionalidad es un asunto que tiene que ver con reglas, que pensamos y actuamos racionalmente en la medida en que pensamos y actuamos de acuerdo con esas reglas. Cuando a la mayor parte de los tedricos tradicionales se les pide que justifiquen esta afirmacién, apelan simplemente, segiin creo, a las reglas de Ja logica. Y una clase obvia de caso que un de- fensor del modelo clésico podria presentar serfa, pongamos por caso, un simple argumento del tipo del madus ponens*. Sillueve esta noche el suelo se mojars. lovers esta noche. Por consiguiente, el suelo se mojaré. Ahora bien, si a uno se le pide que justifique esta inferen- cia, la tentaci6n es apelar a la regla del modus ponens, pv si p entonces 4, los dos enunciados juntos implican 4. Pne>O>a Pero esto es un error de consecuencias fatales. Cuando se contesta esto, uno cae de narices en la paradoja de Lewis Ca- rroll* 8, y voy a recordar cémo reza. Aquiles y la tortuga estin discutiendo y Aquiles dice (el ejemplo no es éste, pero dice lo BY John R. Seasle “i llueve esta noche, el suelo se mojara, llovera esta noche, por lo tanto cl suelo se mojari”, y la tortuga resjon- de: “Muy bien, escribe todo eso, escribe todo eso”. ¥ cuando ‘Aquiles lo ha hecho dice la tortuga: “No veo como sacas de lo ‘que aparece delante del ‘por lo tanto’ lo que viene después. {Qué te fuerza o te justifica a dar ese paso?” Aquiles dice: “Bien, ese paso se basa en la regla del modus ponens, la regla de que py si p entonces 4, implican los dos juntos q”. “Muy bien”, dice la tortuga, “escribe eso, escribe es0 con todo lo de~ mis®. Y cuando Aquiles lo ha hecho, la tortuga dice: “Bien, te- nemos todo eso escrito, pero no veo todavia cémo obrienes la conclusién de que cl suelo se mojara”. “Bien, no lo ves2”, dice Aquiles, “sicmpre que tengas 9, y si p entonces g, puedes inferir qpentonces puedes inferir g”. “Muy bien, dice la tortuga, “es- ctibe ahora todo eso”. Y puede verse a donde se encamina es- to. Acabariin agotados y emprendiendo un regteso al infinito, El modo de evitar el regreso al infinito es rechazar el dar el primer paso, de consecuencias fatales, consistente en supo- ner que la regla del modus ponens desempeiia algiin papel cn Ja validez de la inferencia. La derivacién no obtiene su vali- dez de la regla del modus ponens, sino que mas bien la infe: rencia es perfectamente valida tal como esti sin necesidad de ayuda exterior de ningiin tipo. Seria mis adecuado decir que la regla del modus ponens extrac su validez, del hecho de que expresa un modelo de un mimero infinito de inferencias que son vilidas independientemente. El argumento fective no toma su validez de ninguna fuente externa: si es vilido, solo puede serlo porque las premisas entrafian la conclusion. Se debe al hecho de que los propios significados de las palabras son suficientes para garantizar la validez. de la inferencia, el que podamos formalizar a continuacién un modelo que des- cribe un ndimero infinito de tales inferencias. Pero la inferen- B] El modelo clésico de la racionatidad y sus flaquezas cia no deriva su validez del modelo, La denominada “regla” del modus ponens es s6lo un enunciado de un modelo de un niimero infinito de tales inferencias independientemente va- lidas, Recuerde esto: si usted piensa que necesita una regla pa- ra inferir q de p y (si p entonces q), entonces usted necesivard también una regia para inferir p dep Lo que vale para este argumento vale para cualquier ar- gumento deductivo valido. Ta validez.logica no sc deriva de las reglas de la I6gica Es importante que este punto se entienda de manera pre- cisa. Se dice habitualmente que el error de Aquiles cra tratar el modus ponens como otra premisa y no como una regla, Pe~ 10 esto es un error. Incluso si se la escribe como una regla y no como una premisa, habria aqui un regreso al infinito. Es igualmente errOneo (se trata de hecho del mismo error) de- cic que la derivacién deriva su validez tanto de las premisas como de la regla de inferencia®. Lo correcto es deci que las reglas de la l6gica no desempefian ningin papel en la validez de las inferencias validas. Los argumentos, si son vilidos, tie- nen que serlo tal como estén ‘Nos cegamos ante este punto debido a nuestra propia so- fisticaci6n; los logros de la teorfa de la demostracion* han si- do tan grandes y han dado rendimientos tan grandes en campos como las ciencias de la computacion, que pensamos que el andlogo sintactico del modus ponens es realmente lo mismo que la “regla” de la légica. Pero son cosas completa mente distintas, Si uno tiene efectivamente una regla que di- ce que siempre que se ve, 0 nuestro computador “ve”, un simbolo con la configuracién fisica 2 seguido por uno con la configuracién fisica (33) John R. Searle a>g uno mismo (o el computador) escribe % uno tiene una regla efectiva que se puede seguir y que la puede programar cn su ordenador de modo que afécte cau- salmente sus operaciones. Se trata de un andlogo del modus ‘ponens en términos de teorfa de la prueba y, realmente, decir esto tiene cierta consistencia, ya que sefiala que esta regla opera sobre simbolos carentes de significado. La regla opera sobre elementos formales no interpretados de otra manera De este modo, nos cegamos ante el hecho de que, en el razonamiento que efectuamos en la vida real, la regla del morus ponens no juega en absoluto ningin papel justificati- vo. Podemos construir modelos* sinticticos o de teoria de la prueba, donde cl modelo refleja el proceso substantivo 0 lleno de contenido del razonamiento humano efectivo. Y, desde luego, como todos sabemos, se pueden hacer muchos modelos. Si uno tiene la sintaxis correcta, entonces se le puede acoplar la seméntica al principio y proceder a conti nuacién sin coste alguno obteniendo al final Ia semantica correcta, dado que se ticnen las transformaciones sintacticas correctas. Hay ciertos problemas famosos, notablemente el famost- simo Teorema de Gédel* pero, si los dejamos de un lado, la sofisticacién de nuestras simulaciones nos capacita basica- ‘mente para olvidarnos del contenido semintico efectivo cuando construimos maquinas que son modelos de razona- miento. Pero en el razonamiento de la vida real, el conteni- do semintico es lo que garantiza la validez. de la inferericia, no la regla sintictica. El modelo clasico de la-vacionalidad y sus flaquesas Hay dos importantes puntualizaciones filoséficas que han de hacerse sobre la paracloja de Lewis Carroll. La prime- ra, ala que le he estado dancio vueltas, es que la regla no jue- g2 papel alguno en la validez de la inferencia. La segunda es sobre el fenémeno de la brecha. Necesitamos distinguir en- tre el entrafamiento* como una relacién légica, y el inferir como una actividad humana voluntaria, En el caso que he- mos considerado, las premisas entrafian la conclusin, de modo que la inferencia es valida, Pero no hay nada que fter- ce a ningin ser humano real a hacer esa inferencia, El fend- meno de la brecha existe tanto para la actividad de inferir co- mo para cualquier otra actividad voluntaria. Incluso si convenciésemos tanto a Aquiles como a la tortuga de que la inferencia era valida tal como estd y que la regla del modus onens no presta validez alguna a la inferencia, la tortuga po- difa todavia, de manera irracional, negarse a realizar la infe- rencia. La brecha se aplica incluso a las inferencias logicas No estoy diciendo que no pueda haber regla alguna que nos ayude a la hora de tomar decisiones, Muy al contrario: hay muchas reglas famosas de este tipo ¢ incluso méximas. Aqui tenemos algunas de ellas: “Un cachete a tiempo ahorra ciento”, “Mira antes de saltar”, “El que rie el tltimo rie me- jor”. ¥ mi favorita: “Le coeur a ses raisons que la raison ne conait pas”. Lo que estoy diciendo es que la racionalidad no est constituida como un conjunto de reglas, y la racionali- dad en el pensamiento y en la accién no viene definida por ningtin conjunto de reglas. 3. No existe une faculiad separada de la vacionalidad Deberfa estar implicito en lo que he dicho que no puede ha: ber una facultad separada de la racionalidad distinta de capa- cidades tales como aquellas que tienen que ver con el len- [35] John R. Searle guaje, el pensamiento, la percepci6n y las distintas formas de intencionalidad, puesto que las constricciones racionales es- tén incorporadas cn, son internas a, la estructura de la in- tencionalidad en general, y del lenguaje en particular. Una vez que uno tiene estados intencionales, una vez que uno tiene creencias, descos, esperanzas y temores y, especialmen- te, una vez que uno tiene lenguaje, entonces tiene las cons- tricciones de la racionalidad. Esto ¢s, si uno tiene un animal que ticne la capacidad de formarse creencias sobre la base de sus percepciones, tiene la capacidad de tener creencias y de- seos, y tiene también la capacidad de expresar todo esto en tun lenguaje, entonces uno tiene ya las constricciones de la racionalidad incorporadas en su estructura. La racionalidad no es una facultad separada, est4 incorporada en la estructu- ra del pensamiento y del lenguaje. Para clarificar esto con un ejemplo: no hay modo alguno en el que uno pueda hacer ‘un enunciado sin preocuparse de cuestiones tales como “;Es verdadero 0 ¢s falso2”, “Es consistente 0 es inconsistente con las cosas que he dicho?” Ast, las constricciones de racio- nalidad no son una facultad que aparece ademis de la inten- cionalidad del lenguaje. Una vez que se tiene intencionali- dad y Jenguaje, se tienen ya fendmenos que, interna y constitutivamente, tienen las constricciones de la racionali- dad. ‘Me gusta pensar en todo lo anterior de Ja manera si- guicnte: las constricciones de la racionalidad deberiamos te- nerlas presentes de manera adverbial. Tienen que ver con el modo en que coordinamos nuestra intencionalidad. Tienen que ver con [a manera en que coordinamos las relaciones en~ tre nuestras creencias y deseos, esperanzas y temores, por una parte, y nuestras percepeiones y otros fenémenos inten- cionales por otra (36) El modelo clisico de la vacionalidiad y sus flaguecas Esta coordinacién presupone que hay una brecha. Presu- pone que los fenémenos, en un punto dado, no son causal- mente suficicates para fijar Ja soluci6n racional a un proble- ma. ¥ pienso que podemos ver ahora porqué esto mismo opera tanto en el caso de la razén prictica como en el de la te6rica. Si pongo mi mano delante de la cara, no aparece brecha alguna por lo que respecta a ver mi mano: simple- mente no puedo dejar de ver mi mano. No depende de mi De este modo, no hay cuestin alguna respecto de si tal per- cepcién es racional o irracional. Pero supongamos ahora que rechazo el creer que hay una mano enfrente de mi rostro, in- ccluso en esta situacidn en la que no puedo hacer otra cosa que verla. Supéngase que alguien rechaza aceptarlo: “Dices que hay una mano ahi pero, jdemonios!, me niego a aceptar esa afirmacién”. Ahora bien, surge aqui la cuestion de la ra~ cionalidad, y pienso que en este caso dirfamos que estoy siendo irracional en tal situacién. Quiero subrayar algo que dije antes. Sélo tenemos racio- nalidad allf donde se tiene la posibilidad de irracionalidad. Y en el caso de las percepciones puras y simples tomadas en bruto, no tenemos racionalidad ni irracionalidad. S6lo en- tran en juego cuando hay una brecha, alli donde fa existen- cia de los fenémenos, la propia existencia de los fenémenos intencionales, no es suficiente para causar el resultado, y és- tos son casos en los que se tiene que decidir lo que se va. a hacer 0 pensar. Esta es la raz6n por la que a aquellas personas cuya con- ducta esta determinada por condiciones causales suficientes se las elimina del aleance de la valoracién racional. Por ejem- plo, estando yo, no hace mucho tiempo, en la reunién de un comité, una persona ala que le tenia cierto respeto voro de la manera més estiipida posible. Al acabar le dije: “{Cémo 37] John R. Searle puedes haber yotado de esa manera sobre este asunto?” ¥ me contest6: “Bien, simplemente es que soy politicamente correcto de manera incurable. No puedo hacer otra cosa”. Su afirmacién equivale a decir que su toma de decisiones en este caso estaba fuera del alcance de la valoraci6n racional, puesto que la irracionalidad aparente era un resultado del hecho de que no tenfa eleccién, de que su conducta estaba causalmente determinada. 4. La debilidad de la voluntad es una forma comin y natn- val de irvacionalidad. Es una consecuencia natural de la existencia del fenomeno de la brecha De acuerdo con el modelo clisico, los casos de debilidad de la voluntad son, estrictamente hablando, imposibles. Si los antecedentes de la accién son tanto racionales como causales yy las causas establecen condiciones suficientes, entonces las, acciones tienen que producirse de modo automatico. Se si- gue de esto que si alguien no lleva a cabo Ia accion que se habia propuesto hacer, entonces esto solo puede deberse a que habia algo erréneo en el modo en que habia establecido Jos antecedentes de la acci6n. La intencién no era el géncro correcto de intencién , o la persona en cuestion no estaba moralmente comprometida de manera total con el curso de accién con el que afirmaba que lo estaba !*. Quiero decir, por el contrario, que no importa cuén per- fectamente se estructuren los antecedentes de una accién: la debilidad de la voluntad es posible siempre. He aqui como es posible: en cualquier punto dado de nuestras vidas, mien tras estamos en estado de vigilia, nos enfrentamos a un rango de posibilidades indefinidamente extenso. Puedo levantar mi brazo derecho, 0 mi brazo izquierdo, puedo colocarme el sombrero en la cabeza o puedo moverlo a un lado y a otro. 8] EL modelo eldsico de la racionatidad y sus flaquecas ‘Mis radicalmente, puedo salir de la habitacién en la que es- toy y marcharme a Tombucti, entrar en un monasterio, 0 hacer cualquier otra cosa. Siento que las posibilidades estin abiertas. Ahora bien, en la vida real habra, desde Inego, un conjunto de restricciones establecidas por mi trasfondo*, por mis limitaciones biolégicas y por la cultura en la que he cre cido. El transfondo restringe mi sentido de las posibilidades que me,estin abiertas en un tiempo dado. Por ejemplo, no puedo imaginarme en la vida real haciendo lo que hacia San Sime6n el estilita. El estilita pas6 treinta afios subido en lo alto de una columna, sentado simplemente cn una débil pla~ taforma, y todo por la gloria de Dios. Esta no es una opcién que yo pueda considerar seriamente. Pero tengo todavia un rango indefinido de opciones que soy capaz. de percibir co- mo tales opciones. La debilidad de la voluntad surge simple- mente del hecho de que en cualquier punto el fendmeno de la brecha nos presenta un niimero indefinidamente extenso de opciones que nos estén abiertas y algunas de ellas nos habrin de parecer atractivas incluso si ya nos hemos hecho a Ia idea de que las ibamos a rechazar. En el caso de acciones volunta- rias, no tiene importancia el cémo estructuremos las causas de Ja accién en la forma de estados intencionales —creencias, de- seos, elecciones, decisiones, intenciones—: las causas no fijan todavia condiciones suficientes y esto abre el camino a la akrasia. Constituye un rasgo poco afortunado de nuestra tradi- cién filos6fica el que convirtamos la debilidad de la voluntad en algo realmente extraiio, realmente extravagante; tengo que decir que, muy al contrario, pienso que esto es muy co- min en la vida real. Dedicaré un capitulo entero del libro a este problema, de modo que ahora no diré nada més sobre el asunto. 9] | j John R Seasle 5. Contrariamente al modelo clisico bay razones para ta ac- cién independientes del deseo La quinta tesis del modelo clisico a la que quiero plantear un desafio tiene una historia muy larga en nuestra tradicién filo- sOfica. La idea es ésta: un acto racional s6lo puede motivarse por un deseo, donde “deseo” ha de interprevarse amplia- mente de manera que incluya valores morales que uno ha aceptado, y varias clases de evaluaciones que uno ha hecho. Los descos no tienen por qué estar todos centrados en uno mismo, pero para que podamos hablar de toma de decisio- nes racional, tiene que haber alguna forma antecedente de desco pues, de lo contrario, no habria nada a partir de lo cual se podria razonar. Sino hubiese de antemano ningdin conjunto de deseos, no habria base alguna sobre la que se pudiese cjercitar el razonamiento. De este modo, no puede haber razonamiento sobre fines, s6lo sobre medios. Una ver- sién contemporanea mis sofisticada de este punto de vista aparece en la obra del Bernard Williams 2, quien afirma que no puede haber ninguna razén “externa” para que un agen- te acttie, Cualquier razén que sea razén para el agente tiene que apelar a algo que sea interno, a su “conjunto de motiva- ciones”. Esto equivale en mi terminologia a decir que no puede haber razon alguna para la accién independiente del deseo. Voy a criticar este punto de vista con mas detalle en las paginas siguientes, aunque ahora s6lo le quiero hacer una nica critica, Este punto de vista tiene la siguiente conse- cuencia absurda: en cualquier punto de nuestras vidas, inde- pondientemente de cuales sean los hechos, ¢ independiente- mente de lo que uno haya hecho en el pisado o sepa sobre el propio futuro, nadic puede tener ninguna razén para ha- cer nada, a menos que haya un elemento del conjunto de 4] El modelo clasico de la racionalidad y sus flaquezas motivaciones, un deseo interpretado ampliamente, para ha- cr ¢sa cosa, 0 un deseo en virtud del cual hacer esa cosa se- ria un “medio” para un “fin”, esto es: un medio para satisfa- cer ese deseo. Ahora bien, gpor qué esto es absurdo? Bien, intentemos aplicarlo a ejemplos de la vida real. Supongamos que usted entra en un bar y pide un vino. El camarero trae el vino y us- ted lo bebe. A la hora de pagar usted le dice: “He repasado Ja cotalidad de mi conjunto de motivaciones y no encuentro ninguna raz6n interna para pagar este vaso de vino. Ninguna en absoluto. Pedir y beber el vino es una cosa, encontrar al- go en mi conjunto de motivaciones es otra cosa distinta. Las dos son l6gicamente independientes. Pagar por el vino no es algo que yo desee por si mismo, no es tampoco un medio para un fin, ni es constitutivo de algin fin que esté represen- tado en mi conjunto de motivaciones. He lefdo algunas co- sas del profesor Williams, alguien que escribe sobre estos te- mas, he leido también a Hume sobre este mismo asunto, he mirado cuidadosamente en mi conjunto de motivaciones y jno puedo encontrar deseo alguno de pagar este vaso de vi- no! ;Simplemente no puedo encontrarlo! Por consiguiente, de acuerdo con todas las explicaciones estindar del razona- miento, no tengo razén alguna para pagar este vaso de vino. No se trata de que no tenga una raz6n lo suficientemente fuerte, o de que tenga razones en conflicto, sino de que ten- go cero razones puesto que he mirado en el conjunto de mis motivaciones, he recorrido todo el inventario. No he encon- trado ningéin deseo, ni primitivo ni derivado, de pagar este ‘vaso de vino”. La raz6n por la que encontramos que toda esta perorata es absurda es que entendemos que cuando se pidié y se be- bio el vaso de vino, si la persona que lo ha hecho esta cuerda fa] John R. Searle y es racional, esté creando intencionalmente una razn inde- pendiente del deseo, una razén para hacer algo sin tener en cuenta lo que estaba en el conjunto de motivaciones en el tiempo en que éste se formé, El absurdio reside en el hecho de que, de acuerdo con el modelo clésico, la existencia de una raz6n para que un agente actiie depende de la existencia de cierto elemento psicol6gico en su conjunto de motivacio- nes, depende de la existencia de un deseo, si bien interpreta- do ampliamente, aqui y ahora, y, en ausencia de ese deseo, el agente no tiene raz6n alguna, independientemente de todos los demas hechos sobre él y sobre su historia, e independien- temente de lo que sepa. Pero en la vida real el mera conaci- miento de los hechos externos del mundo como, por ejem- plo, que has pedido un vaso de vino y lo has bebido, puede ser una raz6n que te obligue a pagarlo, ‘Una cuesti6n interesante y no trivial es como puede ha- ber razones para la acci6n independientes del deseo. ¥ pien- so que las explicaciones més estindar de tal cosa son err6- neas, Intento dedicar una discusién extensa a este problema alo largo del libro, de modo que no lo discutiré adicional- mente aqui. ‘Hay realmente dos vias que llevan a este aspecto del mo- delo clisico, En primer lugar, se supone que pensamos que todo razonamiento es sobre medios, no sobre fines, que no hay razones externas para la accién. ¥ en segundo lugar, lo que parecerfa un corolario: que los fines primarios del con- junto de motivaciones estan fuera del alcance de la raz6n. Recuérdese que Hume dice también que “no es contrario a los dictados de la raz6n preferir la destruccién del mundo entero a que se lesione mi dedo mefiique”. El modo de va- lorar tal afirmaci6n es llevarlo a los casos de la vida real. Su- pOngase que el presidente de los Estados Unidos apareciese [42] El modelo cldsico de ts rucionalidad y sus flaquezas en television y dijese: “He consultado con el gobierno y los ideres del Congreso y he decidido que no hay raz6n alguna por la que deba preferir la lesin de mi dedo menique a la destruccién del mundo entero”. Si hiciese eso en la vida real sentirfamos que, para usar la terminologia de la época de Hume, el presidente habfa “perdido el juicio”. Hay algo sos- pechoso en la afirmacién de Hume y en la tesis general de que los fines fundamentales de una persona pueden ser cual- quicr cosa y estan totalmente fuera del alcance de la raciona- lidad, la tesis de que, por lo que respecta a los deseos prima- rios, todo tiene el mismo status y todo es igualmente arbitrario. Pienso que ésta no puede ser la manera correcta de tratar estos temas. La tesis de que no hay razones para la accion indepen- dientes del deseo, que no hay razones externas, esta estre- chamente relacionada desde el punto de vista I6gico con la doctrina de Hume de que no se puede derivar un “debe” de un “es”. Esta es la conexidn: los enunciados con “debe” cx- presan razones para la accién. Decir que alguien deberia ha- cer algo es implicar que hay una raz6n para que lo haga. De este modo, Ia afirmacién de Hume equivale a sostener que los enunciados que aseveran Is existencia de razones para la accién no pueden derivarse de enunciados sobre cémo son las cosas. Pero cémo son fas cosas tiene que ver con como son las cosas del mundo tal como éste existe independiente- mente del conjunto motivacional del agente. Asi pues, de acuerdo con esta interpretacién, el que una afirmaci6n acer- ca de cémo son las cosas del mundo no pueda implicar la existencia de razén alguna en el conjunto motivacional del agente (no sc puede derivar un “debe” de un “es”) es la mis- ma afirmacién que la que sostiene que no hay hechos del mundo que sean independientes del agente y que, por si [43] John R. Searle mismos, constituyan razones para la accién (no hay razones externas), Sin embargo, interpretemos como interpretemos ambas afirmaciones, creo que las dos son clemostrablemente falsas, ¢ intento discutir este problema con algtin detalle a lo largo del libro. 6. Las rasones inconsistentes para la accién son comunes y, de hecho, inevitables. No hay ningtin requisite racional al efecto de que la toma racional de decisiones tenga que co- mensar con un conjunto consisitente de deseas, 1 otras razo- nes primarias, para actuar El altimo punto que quicro abordar es el asunto de la incon- sistencia. Como sucede con el argumento sobre la debilidad de la voluntad, esta parte del modelo clisico Ia afirmacién de que el conjunto de deseos primarios a partir del que se ra- zona tiene que ser consistente— no me parece s6lo parcial- mente falsa, sino radicalmente errénea, Me parece que la mayor parte del razonar prictico tiene que ver tipicamente con hacer juicios sobre deseos y otras clases de razones que estén en conflicto 0 son inconsistentes. Ahora mismo, quiero con todas mis fuerzas estar en Paris, pero también quiero con todas mis fuerzas estar en Berkeley. Y eso no es una si- tuaci6n extravagante; més bien me parece tipico el que ten- gamos un conjunto inconsistente de fines. Dada la premisa adicional de que sé que no puedo estar a la vez en Berkeley y en Paris al mismo tiempo, tengo un conjunto logicamente inconsistente de descos, y la tarca de la racionalidad, la tarca de la raz6n prictica, es intentar algtin modo de juzgar entre 50s diversos propésitos inconsistentes. En cl razonar précti- co, uno tiene que calcular tipicamente cémo abandonar la satisfaccién de algunos deseos para satisfacer otros. La salida estindar a este problema que aparece en las publicaciones so- (44) El modelo eléisico de la racionalidad y sus flaguexas bre cl asunto consiste en decir que la racionalidad no es so- bre sobre los descos en cuanto tales, sino sobre preferencias. Ta deliberacién racional debe comenzar con un esquema de preferencias bien ordenado. El problema de esta respuesta es que en la vida real la deliberacién tiene que ver, en gran me dida, con la formacién de un conjunto de preferencias. Un conjunto de preferencias bien ordenado es tipicamente el re~ sultado de la deliberacién con éxito, y no es una precondi- cién, «Qué prefiero, estar en Berkeley o en Paris? Bien, debe- ria pensarlo. E incluso, después de que alguien se ha hecho una idea de qué hacer, decide “Esta bien, voy a ir a Paris”, la propia decisin introduce toda una suerte de conflictos. Uno quiere ir a Paris, pero no quiere hacer cola en los aeropuertos, no guicre comer la comida que dan en los aviones, no quiere sentarse al lado de la gente que intenta poner el codo en el lugar donde uno quiere ponerlo. Y asi sucesivamente. Hay todo un género de cosas que uno no quiere que sucedan cuando se toma la decision de ir a Paris ¢ ir en avion. Lo que quiero subrayar es que hay una larga tradicién asociada con el modelo clisico de acuerdo con la cual sc supone que las razones inconsistentes para la accién, como las obligaciones inconsistentes, son filos6ficamente extrafas © inusuales. La gente que participa de esta tradicién intenta a menudo diluir las inconsistencias diciendo que algunas de las obligaciones aparentemente inconsistentes no son obligaciones reales, si- no meras obligaciones “prima facie”*. Pero la toma racional de decisiones tiene que ver, tipicamente, con tomar resolu- iones entre razones para la acci6n en conflicto y sdlo se tic- ne un conflicto genuino de obligaciones cuando las dos son obligaciones genuinas, El asunto de cémo puede haber raz0- nes para la accién logicamente inconsistentes, pero igual- [45] John R. Searle mente vélidas, y el de por qué la razén préctica tiene que in- volucrar conflictos entre tales razones vilidas pero logica- mente inconsistentes, plantea toda una serie de problemas graves. Trataré este asunto con mas detalle en los capitulos siguientes. El objetivo de este capitulo ha sido introducir el tema de este libro exponiendo abiertamente algunos de los principios constitutivos de Ja tradicién que quiero superar enunciando, de un modo preliminar, algunas de mis objeciones a tal tradi- cién. Comenzamos el capitulo con los simios de Kohler, asi que finalicemos con ellos. De acuerdo con el modelo clasico, la racionalidad humana ¢s una extension de la racionalidad del chimpaneé. Somos chimpancés parlantes extraodinaria- mente listos. Por mi parte, pienso que hay algunas diferencias fandamentales entre la racionalidad humana y ¢l razonar ins- trumental de los chimpancés; exploraré algunas de ellas a lo largo del libro. "El lector encontrar al final del libro un glosacio de algunos térmi- tos y expresiones que aparecen en la obra de Searle. La primera vez que cl término o expresién aparece en el texto se sefala con un asteriseo (nota del taductor). 2 Kohler, Wollgang, The Mentality of Apes, Routledge and Kegan Pau Ld., Londres, segunda edici6n, 1927. Los animales en cuestion eran chimpancés + Nozick, Robert, The Naswre of Rationality, Princeton, Princeton University Press, 1998, capftulo * Vease, por ejemplo, para hacerse cargo de ls dstinas posiciones, la antologia editada por G. W. Mortimore, Weakness ofthe Will, Macmillan- Se. Martin Press, Londses, 1971 [46] EX madelo elésico de la racionatidad y sus flaguezas 5 Simon, Herbert, Reason in Human Affiirs, Stanford, CA., Stanford University Press, 1983, pp. 7-8 © Russell, Bertrand, Human Society in Echics and Politics, Londres, Allen and Unisin, 1954 p. vi 2 Elster, fon, Sour Grapes: Studies in the Subversion of Rationality, ‘Cambridge, Cambridge University Press, 1983, p. 4 * Carroll, Lewis, “What Achilles Said to the Tortoise”, Mind, 1985, [Versin castellana en Carroll, Lewis, Bi juqgo de ls légica, Madsid, Alian- za Editorial, 1972, pp. 151-8.] * Para tin ejemplo de esta afiemacion véase Railton, Peter, "On the Hypothetical in Reasoning about Belief and Action”, pp, 53-79, en Callty, G. y Gaut, B., Eehies and Practical Reason, Oxford, Oxford Uni versity Press, 1997, pp. 76:9, 8 Davidson, Donald, “How is Weakness ofthe Will Possible?”, en = says on Actions and Events, Oxford y Nueva York, Clarendon Press-Oxford University Press, 1980, 1 Hare, RM, The Language of Morals, Oxford, Oxford University Press, 1952. “External and Internal Reasons”, reimpreso ea Williams, Bernard, Moral Luck: Philosophical Pagers 1973-1980, Cambridge, Cambridge Uni versity Press, 1981, pp. 101-13. {47] CapiruLo 2 La estructura basica de la intencionalidad: accién y significado Du FW el capitulo 1 que gran parte de los errores que apa~ recen en la discusién de la raz6n prictica se derivan de una concepcién errénea de la intencionalidad, una concepcién que he denominado el modelo clésico. Pero hay una segun- da raz6n para algunos de los errores: para empezar, los auto- res en cuesti6n parten en muy contadas ocasiones de una fi- losofia adecuada de la intencionalidad y de la accién. Intentar escribir sobre la racionalidad sin tener una teoria ge- neral de la mente y de la accién es algo parecido a intentar escribir sobre medios de transporte sin saber nada sobre co- ches, autobuses, trenes y aeroplanos. Una pregunta que se hace frecuentemente es, por ejemplo, la siguiente: gqué se relaciona con a accién del modo a como la verdad se rela- ciona con la creencia? La idea es que si pudiésemos aclarar- nos sobre el propésito de la accién de la manera en que po- demos aclararnos sobre la relacién entre la creencia y la verdad, entonces nos aclarariamos de una manera u otra so- bre el tema de la razén practica. Pero todo el asunto esta en- maraiiado. No hay nada que esté con la acci6n en una rela~ (sa) ar John R. Searle ion semejante a la que esti la verdad con la creencia; cuan- do explique la estructura intencional de las acciones espero que queden claras las razones de la afirmacién anterior, En este capitulo presento, a modo de bosquejo, una tco- ria general de la estructura intencional de la accién humana. Es imposible entender la accion racional sino se entiende, en primer Ingar, qué es una accién intencional. Pero es imposi- ble entender una accién intencional sin entender antes de al- guna manera en qué consiste la intencionalidad en general. Por tanto, para explicar la intencionalidad de la accion hu- mana, tengo que explicar antes algunos rasgos de la teoria general de la intencionalidad. A menos que el lector conozca claramente nociones tales como modo psicolégico*, conte~ nido intencional*, condiciones de satisfaccién, direccion de ajuste”, autoreferencialidad causal*, etc., no comprenderd la argumentacién que sigue. Lo que digo en este capitulo es casi enteramente una repeticién de algunos materiales de mis libros Intencionalidad' y La construccién de la realidad so-° cigl?, El lector debe consultar ambos libros para una exposi- cién mas detallada de lo expuesto en este capitulo, ast como de los argumentos que llevan a estas conclusiones. A los lec- tores que conozcan la argumentacin de ambos libros les bastard darle un rapido vistazo. No sé como presentar el material de este capitulo excep- to exponiéndolo, a la manera del Tractatus*, como un con- junto de proposiciones numeradas. 1. La definicién de intencionatidad: intencionalidad es di rectividad El término “intencionalidad”, tal como Io usan los filésofos, se refiere a aquel aspecto de los estados mentales por el que se dirigen a, o versan sobre, estados de cosas del mundo mis. (s2] La estructura besa de la intencionalidad: accién y significado alld de ellos mismos. “Intencionalidad” no tiene ninguna co- nexién especial con “intentar” en cl sentido ordinario del castellano en el que, por ejemplo, intento ir al cine esta no- che. Intentar es s6lo un tipo de intencionalidad entre otros. Asi, por ejemplo, las creencias, temores, expectativas, deseos ¢ intenciones, son todos ellos ejemplos de estados intencio nales, Io mismo que lo son emociones tales como amor y odio, miedo y gozo, orgullo y vergiienza, Todo estado que se dirige hacia algo distinto de si mismo es un estado inten- cional. Asi, por ejemplo, las experiencias visuales son estados intencionales, pero los dolores y la ansiedad no dirigida ha-~ cia algo no lo son. 2. Los estados intencionales consian de un contenido y un modo psicoldgico y, a menudo, el contenido es una proposi- cién completa Los estados intencionales tienen, tipicamente, una estructura que es andloga a la estructura de los actos de habla*. Del mismo modo que puedo ordenarte que salgas de la habita- cién y predecir que saldrés de la habitacién, también puedo esperar que salgas de la habitacién, temer que salgas de la habitacién o desear que salgas de ella. En cada caso hay un contenido proposicional*, “que saldrés de la habitacién”, que aparece en uno u otro de los distintos modos lingiiisti- cos © psicoldgicos. En el caso del lengnaje puede, por ejem- plo, aparecer en la forma de una pregunta, una predicci6n, ‘una promesa 0 una orden. En el caso de la mente puede, por ejemplo, aparecer en la forma de creencias, temores y deseos._ Por esta raz6n representaré la estructura general de la inten cionalidad de la forma siguiente: S{P). {s3] John R. Searle La “S? de la formula sefiala el tipo de estado psicolégi- co, y la “p” sefiala el contenido proposicional del estado. Es esencial hacer esta distincién puesto que el mismo conteni- do proposicional puede ocurrir en diferentes modos psico- légicos. Por ejemplo, puedo creer que lloverd y desear que liueva y, desde luego, el mismo modo psicolégico, como por ejemplo, la cteencia, puede dar cabida a un niimero po- tencialmente infinito de contenidos proposicionales diferen- tes, No todos los estados intencionales tienen toda una pro- posicién como su contenido intencional. Las creencias y los deseos tienen proposiciones completas, pero amor y odio no las ticnen necesariamente, Uno puede simplemente amar a Sally u odiar a Harry. Por esta razén, algunos filsofos se re- ficren a los estados intencionales con un contenido proposi- cional completo como “actitudes proposicionales”*. Pienso que esta terminologia es confusa, puesto que sugiere que una creencia o un deseo es una actitud hacia una proposi- cidn, pero éste no es el caso. Si creo que Clinton es el presi- dente, mi actitud es hacia Clinton, hacia el hombre mismo, ro hacia una proposicién. La proposicion es el contenido, no el objeto de mi creencia. De este modo, evitaré la termino- logia de las actitudes proposicionales, y s6lo me referiré a los estados intencionales, y haré una distincién dentro de los es- tados intencionales entre aquéllos que tienen proposiciones enteras como sus contenidos y aquéllos que no. De este mo- do, la diferencia entre creer que Clinton es presidente y odiar a Harry se representari de la manera siguiente: Gr. (Clinton es presidente) Odio (Harry) [54] Laestructura bisic de la intencionalidad: accién y significado 3, Los estadas intencionales proposicionales tienen tipica- mente condiciones de satisfacciin y una direccién de ajuste Los estados intencionales con un contenido proposicional pucden encajar no con la realidad, y el modo en el que se supone que encajan con la realidad esta determinado por el modo psicol6gico. Por ejemplo, las creencias son verdaderas 0 falsas, dependiendo de si el contenido de la creencia enca- ja.o no con una realidad que existe de manera independicn: te. Pero los descos no son verdaderos o falsos, mas bien se satisfacen o se frustran, dependiendo de si la realidad encaja o llega a encajar con el contenido del desco. Las intenciones, al igual que los deseos, no son verdaderas o falsas, sino que se llevan 0 no se llevan a cabo, dependiendo de si la conduc ta de la persona que tiene la intencién Mega a encajar con el contenido de la intenci6n. Para dar cuenta de esos hechos necesitamos las nociones de condiciones de satisfaccién y di reccin de ajuste, Los estados intencionales como creencias, deseos ¢ intenciones tienen condiciones de satisfaccién y di- recciones de ajuste. La creencia se satisfard si es verdadeera, no se satisfard si es falsa. El deseo se satisfara si se cumple, no se satisfara si se frustra, Una intencién se satisfard si se lleva a cabo y no s¢ satisfard si no se lleva a cabo. ‘Ademés, esas condiciones de satisfaccién se representan con diferentes direcciones de ajuste, o diferentes responsabili dades para el ajuste. Asi, por ejemplo, una creencia puede ser verdadera 0 falsa dependiendo de si el contenido proposicio- nal de la creencia encaja cfectivamente 0 no con el modo en que las cosas son en el mundo, cosas del mundo que existen independientemente de la creencia. Ast, si creo que esta Llo- viendo, mi creencia sera verdadera si y s6lo si esté lloviendo y se juzga que las creencias se satisfacen o no dependiendo de si el contenido de la creencia encaja efectivamente con cl [5] John R. Searle ) estado de cosas del mundo. Puesto que es responsabilidad de la cteencia encajar con un estado de cosas que existe de ma- neta independiente, la creencia tiene la direccién de ajuste _mente-a-mundo*. La tarea de la creencia, como parte de la mente, es representar o ajustarse a una realidad que existe de manera independiente, y tendré éxito © no dependiendo de si cl contenido de la creencia que est en la mente se ajusta de manera efectiva a la realidad del mundo. Puesto que se supone que la creencia que esté en In mente encaja con el es- tado de cosas del mundo, es por lo que digo que las creencias y otros estados cognitivos tienen la direccién de ajuste “mente-a-mundo”. Por otra parte, los deseos tienen la direc cin de ajuste opuesta a la de las creencias. Las creencias se supone que se ajustan al mundo, pero en el caso del deseo Ia tarea, por asi decirlo, del mundo es ajustarse al deseo. Los deseos y las intenciones, a diferencia de las creencias, tienen la direccién de ajuste mundo-a-menie*. Si mi creencia es falsa, puedo fijarla cambiando la creencia, pero, si mi deseo no se satisface, no puedo hacer que las cosas vayan bien cambiando el deseo. Por esta raz6n, digo que descos intenciones, a di- ferencia de las creencias, tienen la direccién de ajuste mundo- a-mente. Esta distincién viene marcada para nosotros en el lenguaje ordinario por el hecho de que no decimos que los deseos in- tenciones sean verdaderos 6 falsos, sino que mis bien decimos que cl deseo se satisface o se frustra y que la intencién se Lleva 0.0 a cabo, dependiendo de si el mundo llega a encajar 0 no con el contenido del deseo de la intencién. La prueba més iple y expeditiva de si un estado intencional tienc 0 no la direccién de ajuste mente-a-mundo consiste simplemente en preguntarse si uno puede decir de él que es verdadero 0 falso. [56] Lis estructura basica de la intencionalidad: accién y significado Algunos estados intencionales, tales como muchas emo- ciones, no tienen direccién de ajuste en este sentido porque presuponen que el contenido proposicional de la emocién ya ha sido satisfecho. Asi, si estoy muy contento porque Fran- cia ha ganado la Copa del Mundo de fiitbol, simplemente doy por sentado que Francia ha ganado la Copa del Mundo. Mi alegria tiene como contenido proposicional el que Fran- cia gané la Copa del Mundo, pero presupongo que el conte- nido eneaja con la realidad. El objeto del estado intencional no es ni representar como creo que el mundo es de hecho ni cémo quicro que sea; més bien se presupone que el conteni- do proposicional encaja con la realidad. Digo en tales casos que cl estado intencional tiene direccién de ajuste nula 0 ce- ro*. Podemos identificar entonces tres direcciones de ajuste. Mente-a-mundo, que cs caracteristica de las ercencias y otros estados cognitivos, mundo-a-mente que es caracteristico de las intenciones y los deseos asi como de otros estados voliti- vos y conativos, y la direccién de ajuste nula que es caracte- ristica de emociones tales como orgullo y vergtienza, alegria y despecho. La nociones de condiciones de satisfaccién y de direc cién de ajuste se aplican ambas a entidades mentales y lin gilisticas, He legado de hecho a muchas conclusiones sobre la naruraleza de la mente debido al paralelismo existente con los actos de habla. Los enunciados, al igual que las creen- cias, representan sus condiciones de satisfaccién con la di reccién de ajuste palabra-a-mundo (semejante a mente-a- mundo); las érdenes y las promesas, al igual que los deseos y las intenciones, representan sus condiciones de satisfaccién con la direccién de ajuste mundo-a-palabra (semejante a mundo-a-mente). (s7] Jolin R. Searle 4, Muchas entidades del mundo que no son, estrictamente hablando, partes de la mente o del lenguaje, tienen condi: ciones de satisfucciOn y diveccién de ajuste Por ejemplo, cl mapa de un territorio puede ser exacto 0 ine~ xacto y tiene la direccién de ajuste mapa-a-mundo. Los pla- nos de una casa que sc va a construir pueden o no seguirse y tienen la direccién de ajuste mundo-a-planos, Se supone que cl contratista ha de construir el edificio de manera que enca je con los planos. Las necesidades, obligaciones, exigencias y deudas no son tampoco, en ningjin sentido estricto, entida- des lingiifsticas, pero tienen también contenidos proposicio- nales y direcci6n de ajuste. Tienen la misma direccién de ajuste que deseos, intenciones, érdenes y promesas. Si, por ejemplo, tengo la obligacién de pagarle a alguien algin di nero, entonces mi obligacién quedara descargada (satisfecha) siy sdlo si pago el dinero en cuestion. De este modo, las obligaciones se satisfacen si y sélo si el mundo cambia de ‘manera que encaje con su contenido. Las necesidades, requi- sitos, compromisos y obligaciones, tienen una direccién de ajuste que exige que el mundo cambie para encajar con la necesidad, requisito, compromiso y obligacién con el objeto de que esas entidades se satisfagan. Me gusta usar metéforas muy simples, y representar fe- némenos tales como creencias, enunciados y mapas como si estuviesen revolotcando sobre el mundo, sefialando al mun- do que representan, de modo que pienso en la direccién de ajuste palabra-a-mundo y mente-a-mundo como algo que va hacia abajo. ¥ algunas veces represento esa direccidn de ajus- te con una flecha hacia abajo. Correspondientemente, los deseos, intenciones, érdenes, promesas, obligaciones y com- promisos, tienen la direccién de ajuste mundo-a-mente, mundo-a-lenguaje. Pienso en la direccién de ajuste mundo- [58] La estructura bisica de la intencionatidad: acciém y significado a-palabra/mente como algo que sefiala hacia abajo, y la re- presento con una flecha hacia abajo. Para evitar las pedantes Jocuciones “palabra-a-mundo” y “mundo-a-palabra” voy a decir s6lo “descendente”* y “ascendente”* respectivamente, © algunas veces dibujaré simplemente una flecha hacia abajo o hacia arriba. No puedo exagerar la importancia de esta discusion mas bien rida para la comprensién de la racionalidad. La clave para comprender la racionalidad cn la accién es comprender Jas velaciones del fendmeno de la brecha con la direccién de ajuste ascendente. 5. Los estudos intencionales funcionan a menudo por medio de un género especial de causacién, la causacién intencio- nal*, y algunos de ellos tienen la causacién incorporada en sus condiciones de satisfaccién. Tales estadas son causalmen- te autoreferenciales La nocién general de causaci6n es la nocién de algo que ha- ce que suceda otra cosa distinta. Asi, en el ejemplo clasico, la bola de billar A se mueve hacia la bola de billar B, golpea la bola de billar B, causa que la bola de billar B se mueva, y la bola de billar A se detiene. Se dice algunas veces que esta cla- se de causacién es s6lo uno de los géneros de causaci6n, la “causacion eficiente” de acuerdo con Aristoteles, y se supone que hay también otros tres géncros que, usando también la terminologia de Aristételes son: causa formal’, final* y ma- terial*. Pienso que toda esta discusién est confundida. Hay un solo géncro de causacién, la causacién eficiente. Sin em- bargo, dentro de la causaci6n eficiente, hay una importante subeategoria que tiene que ver con la causacién mental. Es- tos son casos en los que algo causa un estado mental, © en los que un estado mental causa algo distinto. Y dentro de la [ss] John. R. Searle subcategoria de Ja causacién mental hay otra subcategoria més, la de la Zausacién intencional. En el caso de la causacién intencional un estado intencional 0 bien causa sus condicio- nes de satisfacci6n, 0 las condiciones de satisfaccién de un estado intencional lo causan. Para decir esto mismo con una terminologia ligeramente distinta: en el caso de la causaci6n intencional, un estado intencional causa precisamente el mis mo estado de cosas que representa, o el estado de cosas que representa lo causa. Asi, si quiero beber agua, mi deseo de beber agua puede causarme el que beba agua, y asi tengo un caso de causacién intencional. El deseo tiene el contenido gue yo beba agua, y este deseo causa que sea un caso cn el que yo bebo agua, recordando desde luego que en tales ca- sos de accién voluntaria esta siempre presente el fenémeno de la brecha. Si veo que el gato esta encima de la alfombra, entonces el hecho de que el gato esté encima de la alfombra causa esa misma experiencia visual, parte de cuyas condicio- nes de satisfaccién es que el gato esté encima de la alfombra. La causacién intencional es cualquier relacién causal entre un estado intencional y cualquier otro fendmeno en virtud de la cual el estado intencional causa aquello que representa, © aqnello que representa el estado intencional causa el pro- pio estado intencional. Lo mismo que establecimos que la nocién de direccién de ajuste era esencial para comprender las maneras en que se relacionan entre si la intencionalidad y el mundo real, asi también me parece que necesitamos la nocién de direccién de causacién*. Si estoy sediento y bebo agua para calmar mi sed, entonces mi sed que es, entre otras cosas, un desco de beber agua, tendré la direccién de ajuste mundo-a-mente. El deseo de beber, si se satisface, sera satisfecho por un cam- bio del mundo, de modo que el mundo encaje con el con- [60] rr Lavestructura bisica de la intencionatidad: accién y significado tenido del deseo: el deseo de que yo beba agua. Pero si mi deseo causa que beba agua, entonces la relacién causal en- tre mi deseo y mi beber es de mente-a-mundo, La direccién de ajuste mundo-a-mente corre paralela, en este caso, con la direccién de causacién mente-a-mundo. En el caso de, por cjemplo, la percepcién visual, la direccién de ajuste y la di- reccidn de causacién son diferentes. Si la percepcién visual es, como se dice, veridica, entonces la experiencia visual en- cajard con el mundo, y tendremos una direcci6n de ajuste mente-a-mundo que tiene éxito. Pero si la experiencia vi sual se satistace verdaderamente, tiene que suceder que el estado de cosas que estoy percibiendo en el mundo cause la misma experiencia visual por medio de la cual percibo el es- tado de cosas. Ast, en este caso, la direccién de ajuste men- te-a-mundo corre paralela a la direcci6n de causacién mun- do-a-mente. Este ejemplo ilustra una subclase especial de casos de cat saci6n intencional en la que forma parte de las condiciones de satisfaccién del estado intencional en cuestidn el que tiene que funcionar él mismo causalmente al producir sus condi- ciones de satisfacci6n, si ha de satisfacerse. As{ pues, en el ca so de las intenciones, a diferencia de los deseos, la intencion no se lleva a cabo a menos que la propia intencién cause la accién misma que se representa en el contenido de la inten. cién. De este modo, podemos decir en tales casos que las condiciones de satisfaccién del estado intencional son causal- mente autoreferenciales®. Los casos de estados intencionales que son causalmente autoreferenciales son: experiencias per- ceptivas, recuerdos e intenciones. Considerémoslos en orden. En el caso de la experiencia perceptiva, la experiencia sera sa tisfecha sélo si el mismo estado de cosas que presuntamente se percibe causa esa misma experiencia perceptiva. Asi, por [64] John R. Searle ejemplo, si veo que el gato esté encima de la alfombra, el contenido intencional de la experiencia visual es Exp. Vis. (el gato esta encima de la alfombra y cl hecho de que el gato est encima de la alfombra causa esta Exp. Vis.) Esta formula ha de leerse como sigue: estoy teniendo ahora una experiencia visual cuyas condiciones de satisfac- cién son que el gato esté encima de la alfombra, y el hecho de que el gato esté encima de la alfombra est causando esta experiencia visual. Obsérvese que necesitamos distinguir lo que se ve de modo efectivo de las condiciones totales de sa- tisfaccién de la experiencia visual. Lo que se ve de modo efectivo es el hecho de que el gato esta encima de la alfom- bra, pero las condiciones totales de satisfaccién de la expe- riencia visual incluyen un componente causalmente autorefe- rencial. Es importante subrayar que no se ve la causacién de modo efectivo —veo un gato y una alfombra y veo al prime- ro sobre la segunda—. Pero para que sea capaz de hacer es- to, tiene que haber un componente causal en las condiciones totales de satisfaccién de la experiencia visual, y es este rasgo logico el que trato de capturar con la formula anterior. ‘Los recuerdos son, similarmente, autoreferenciales. $i re- cuerdo que ayer fui de merienda, entonces las condiciones de satisfaccién son tanto que fui ayer de merienda como que el hecho de que fui ayer de merienda causa este mismo recuer- do. Obsérvese que en el caso de la percepcion y del recuerdo tenemos la direcci6n de ajuste mente-a-mundo, y la direcci6n de causacién mundo-a-mente. Tanto en el caso de la percep- cién como en el de los recuerdos, si veo cémo es realmente el mundo, o recuerdo cémo era, y logro de esta manera una direccién de ajuste mente-a-mundo, esto sélo puede ser por- [62] Lacstructura bésica de la inlencionalidad: accién y significado que el que el mundo sea o haya sido de esta manera, causa que tenga esta experiencia perceptiva y este recuerdo, logran- do de esta manera la direcci6n de causacién mundo-a-mente. La direccién de ajuste mente-a-mundo se logra en virtud de la direccién de causacién con éxito mundo-a-mente. ‘También encontramos la autoreferencialidad causal en la estructura de la intencién y de la accién. He aqui cémo fun- ciona en un caso muy simple. Tengo un conjunto de creen- cias y deseos, y cuando me pongo a razonar sobre esas creen- cias y deseos lego a una intencidn. A tales intenciones, que se forman antes de una accién, las llamo éntenciones previas” Asi, por ejemplo, supéngase que en una reunién quiero vo- tar por una moci6n que se ha planteado, y creo que puedo votar a favor de la mocién planteada levantando mi brazo derecho, Mc formo entonces la intencién previa de levantar mi brazo. El contenido intencional de la intencién previa puede representarse de la manera siguiente: i. p. (que levante mi brazo y que esta i. p. cause que levante mi brazo) Esta fSrmula ha de leerse como sigue: “Tengo una inten- ién previa cuyas condiciones de satisfaccién son que levante mi brazo, y esta misma intencién previa causa que levante mi ‘brazo”. La intencién previa ha de distinguirse de lo que he deno- minado la “intencién-en-la-accién”*, La intencién-en-la-ac- cién es la intencién que tengo mientras estoy realizando la accién de forma efectiva. Asi pues, en este caso, cuando llega el momento en el que el presidente dice “Todos los que es- tin a favor que levanten el brazo derecho”, actuaré de acucr- do con mi intenci6n previa, y asi tendré una intencién-en-la- accién cuyas condiciones de satisfaccién son que esa misma (63) John R. Searle intencién-en-la-acci6n cause el movimiento corporal consis- tente en que mi brazo derecho sc eleve. Podemos represen- tar esto de la manera siguiente: ia, (mi brazo se eleva y esta i, a. causa que mi bbrazo se eleve). Esta formula ha de leerse del modo siguiente: tengo una intencidn-en-la-accién cayas condiciones de satisfacci6n son que mi brazo se cleve, y esta misma intencién-en-la-accién causa que mi brazo se cleve. En castellano corriente la expresi6n més cercana a inten- cién-en-la-accién es “tratar de”. Si alguien tiene una inten- cién-en-la-accién, pero no logra conseguir sus condiciones de satisfaccién, al menos ha tratado de conseguirlas. En un caso tipico de una accién premeditada en la que acttio de acuerdo con una intencién previa como, por ejemplo, en el ‘caso en que Ievanto mi mano, la estructura de todo el asun- to es que, en primer lugar, me he formado una intencion previa (cuyas condiciones de satisfaccién son que cause la acci6n completa) y a continuacién realizo la accion completa que consta de dos componentes, la intencidn-en-la-accién y el movimiento corporal (y las condiciones de satisfaccién de la intencién-en-la-acci6n es que tal intencién cause el movi- miento corporal). No todas las acciones son, desde luego, premeditadas, ‘Muchas de las cosas que hago las hago de manera completa- mente espontinea. En tales casos tengo una intencién-en-la- accién, pero no una intencién previa. Por ejemplo, algunas veces me levanto y pasco por la habitacién cuando estoy pensando sobre un problema filoséfico. Mi pasear por la ha- bitacién es algo que hago de manera intencional, pero sin te~ ner ninguna intenci6n previa. Mis movimientos corporales [64] La estructura bisica de la intencionalidad: acciém y significado estén causados por una intencibn-en-la-accién que esti ope- rando, pero no habfa intencién previa. 6. Las estructuras intencionales le la cognicién y la volicion son imagenes especulares una de otra con direcciones de ajuste y direcciones de causacién que van en direcciones opuestas Si empezamos con la accién y la percepcién podemos ver esas simetrias y asimetrias. La percepci6n consta de dos com- ponentes. En ¢l caso de la visién, por ejemplo, una percep- cién consta de una experiencia visual junto con un estado de cosas percibido. As{ pues, si veo que cl gato esta encima de la alfombra, entonces tengo tanto la experiencia visual como un estado de cosas del mundo correspondiente, a saber: que el gato esti sobre la alfombra. Adem, si la experiencia vi- sual ha de ser satisfecha, su componente que es causalmente autoreferencial tiene que satisfacerse: el estado de cosas del mundo que estoy percibiendo tiene que causar la misma x- periencia de percibir. La accién humana es exactamente pa- ralela a los opuestos de direcciones de ajuste y direcciones de ‘causaci6n. Asi pues, una acci6n intencional realizada con éxi- to consta de dos componentes: una intencién-en-la-acci6n ¥, tipicamente, un movimiento corporal. De este modo, si le- vanto mi brazo al realizar una accién humana, entonces hay una intenci6n-en-la-acci6n, y tiene como sus condiciones de satisfacci6n que mi brazo se eleve, y que esa misma inten- cién-cn-la-accién cause que mi brazo se eleve. Ast pues, los dos componentes de la accién intencional realizada con éxito son la intencién-en-la-accién y el movimiento corporal. Las simetrias y asimetrias de las relaciones entre percep- cién y acci6n son tipicas, de manera general, de la cognicion y de la volicién, Vimos antes que los estados cognitivos de [65] = John R. Searle percepcidn y recuerdo tienen la direccién de ajuste mente-a- mundo, y direccién de causaci6a mundo-a-mente. La inten cién previa y Ia intencién-en-la-accién tienen direcciones de ajuste y direcciones de causaci6n opuestas. Tienen la direcci6n de ajuste mundo-a-mente y la direccién de causacién mente- a-mundo. Esto es s6lo otra manera de decir que la intencién se lleva a cabo sélo si el mundo llega a ser de la manera en que Ia intencién lo representa. Asi, para ser satisfecha, la intencién tiene que lograr una direccién de ajuste mundo-a-mente. Pe ro tal direccién de ajuste mundo-a-mente se lograré solo si la intencién misma funciona causaimente por medio de la auto- referencialidad causal para lograr la direcci6n de ajuste mun. do-a-mente. Asf pues, logramos la direccién de ajuste ascen: dente solo en virtud de la direccién de causaci6n descendente. Un modelo tipico de una accién premeditada es, entonces, aquél en cl que sobre la base de creencias y descos uno se for: ‘ma una intencién previa, [a intenci6n previa es una represen: tacién de una accion completa y la accién completa consta de dos componentes: la intencién-en-la-acci6n y cl movimiento corporal. Si la intencién previa se lleva a cabo, causara la in- tencidn en-la-accién, que a su ver causaré el movimiento cor poral. Toda la estructura formal de las relaciones entre cogni- cién y volicién se representa en el cuadro siguiente: Coase Fou [ic] Menon Pasepba] Des | IncarPnetn bewcindeue | ¥ | ¥ | ¥ | 4] 4 | 4 Disa de asc écersimds ports ingans| 4 | 4 |ringuma) | onions de ttn [cusinene anorérncll No | 8 | & | No | * | & (6651 La estructura bsica de la intencionalidad: accién y significado Las intenciones en Ia accién pueden no ser conscientes. Cuando son experiencias conscientes, las denomino “expe- riencias del actuar”, y creo que lo que llamo experiencias del actuar es lo que William James llama “el sentimiento del es- fuerzo” 7. Ln deliberacién leva tipicamente a la accién intencio- nal por meslio de las intenciones previas En un caso simple en el que las dnicas razones son creencias y descos, podemos decir: la reflexién sobre creencias y deseos, con sus diferentes direcciones de ajuste, lleva a una decision, esto es: a la formacién de una intencién previa, que tiene una direccién de ajuste ascendente, una direccién de causacién descendent. La intencién previa tiene condiciones de satisfac- ci6n que son el que cause una accién, pero la accién consta de dos componentes, la intencién-en-la-accién y el movimiento corporal, y la intencién-en-la-accién tiene como condiciones, de satisfacci6n el que cause el movimiento corporal. De este modo, la secuencia en el caso de una accién premeditada es: la deliberacién causa una intencién previa, que causa una intencién-en-la-accién que, a su vez, causa un movimiento corporal. La accién total consta de la intencién-en-la-acci6n y el movi- miento corporal. El modelo puede entonces re- presentarse de la manera siguiente (donde las flechas estin por la relacién causal): la deliberacién sobre creencias y deseos > inten- cién previa > intencidn-en-la-acci6n » movi- miento corporal (acci6n = intencién-en-la-ac- cién + movimiento corporal). (67) John R. Searle En el caso de la volici6n, la direccién de ajuste de los es- tados causalmente autoreferenciales es siempre mundo-2- mente, la direccién de causacién mente-a-mundo. En el caso de la cognicién, la direccién de ajuste de los estados causal- mente autoreferenciales es siempre mente-a-mundo, y la di reccién de causacién es siempre mundo-a-mente. La inten ci6n se satisfard, y de este modo se lograra la direccién de ajuste mundo-a-mente, s6lo si la intencién misma funciona causalmente para dar lugar a ese ajuste. Las percepciones y los recuerdos se satisfaran, y se logrard asi la direccién de ajuste mente-a-mundo, sélo si el propio mundo causa esas mismas percepciones y recuerdos, De esta manera, logramos la direccién de ajuste mente-a-mundo sélo en virtud de la direcci6n de causacién mundo-a-mente. 8. La estructura de la volicion contiene tres brechas ‘Una vez que hacemos lugar a las diferencias en la direeci6n de ajuste y en la direccién de causacién, la principal asimetria entre, por una parte, la estructura formal de la cognicién y, por otra, la volicién, es que la volicién contiene brechas. Po- demos enunciar ahora, a la luz de la teoria presentada hasta este momento, la localizacién exacta de las brechas: en la es tructura de la deliberacion y la accion. Existe una primera brecha entre las deliberaciones y las intenciones previas que son el resultado de deliberaciones. Asi, si estoy deliberando sobre si votar 0 no a favor de la moci6n, hay una brecha en- tre las razones que tengo a favor y en contra de votar a favor de la mocién, y la decisién efectiva, la formacion efectiva de una intencién previa de votar a favor de la mocién. Ademas, hay una brecha entre la intencién previa y Ia intencién-en-la- acci6n, Se trata de la brecha existente entre decidir hacer al- g0 y tratar de hacerlo efectivamente. No hay tal brecha entre [68] La estructura basica de la intencionalidad: accion y significado la intencién-en-la-accion y el movimiento corporal. Si estoy tratando efectivamente de hacer algo, y si tengo éxito, el he- cho de que trate de hacerlo tiene que ser causalmente sufi- Giente para cl éxito, La tercera brecha estd en la estructura de las intenciones en la accién que se exticnden temporalmen- te. Cuando tengo una intencién-en-la-accién de embarcar~ me en algtin modelo complejo de actividad tal como escribir un libro 0 cruzar a nado el canal de la Mancha, la iniciacién de Ia intencién-en-la-accién original no es por st misma sufi- ciente para garantizar la continuidad de esa intencién-en-la- accién hasta que la actividad se complete. De este modo, en cualquier estadio del proceso en el que se lleva a cabo una intenci6n-en-la-acci6n hay una tercera brecha. Ademés, si se trata de algiin acto que dura tiempo, como cruzar a nado el canal de la Mancha o escribir un libro, mi intencién previa continiia siendo causalmente efectiva durante toda Ja opera- ci6n. Esto es: tengo que continuar haciendo un esfuerzo pa- ra llevar a término el modelo de accion que originalmente he planeado en la formacién de la intencién previa‘. 9. Las acciones complejas tienen una estructura interna en virtud de la que el agente intenta bacer una cosa teniendo como medtio el hacer algo distinto, 0 intenta hacer wna cosa al bacer algo distinto, Estas dos velaciones son causales y constitutivas respectivamente He estado hablando como si uno realizase simplemente una accién s6lo de esta manera tan sencilla, Pero excepto para ac- ciones tan simples como levantar el brazo, las acciones hu- manas son més complejas y tienen una estructura interna compleja, Normalmente, uno hace una cosa al hacer, 0 te- niendo como medio, algo distinto. Uno apaga la luz. al pul- sar el interruptor, o dispara el arma al apretar el gatillo, por [69] John R. Searle poner un par de ejemplos. Incluso en el ejemplo simple que he dado, uno vota al levantar su brazo. No hay dos acciones, levantar el brazo y votar, sino s6lo una accién son: votar al levantar el brazo. La estructura interna de la accién es muy importante para el tema de la razén practica, puesto que a menudo la decisién es un asunto de clegir la relacion “por medio de” para lograr la meta que se persigue. En el ejem- plo simple del simio que hemos discutido en el capitulo pri- mero, el simio consigue los platanos empujandolos con el bast6n. Las dos principales formas estructurales en la estruc- tura interna de la accién son: la relacién causal “hizo algo te- niendo como medio tal y tal”, y la relacién constitutiva “hi- zo algo al hacer tal y tal”, Si disparo el revélver mediante mi accién de apretar el gatillo, la relacin es causal. El apretar el gatillo causa que el revélver se dispare. Si voto al levantar mi brazo, la relacién es constitutiva, En este contexto levantar mi brazo constituye votar. En el caso de la relacién “por me- dio de”, la relacién entre los componentes de la accién es de causacién: apretar el interruptor causa que la luz se encien- da, y cuando he encendido la luz mediante mi pulsar el inte- rruptor tenia una intencién-en-la-accion compleja: que esta intencién-en-la-accién cause el pulsar el interruptor, que causa a su ver, que la luz se encienda. Cando levanté mi brazo para votar, cl que mi brazo se elevara no caus6 que yo votase, sino més bien el que mi brazo se elevase constiruyé mi votar. En este contexto, el movimiento corporal constituyé © conté como la accién en cuestidn. En el caso de acciones complejas que se extienden a través de largos periodos de tiempo, esas relaciones se convierten en mucho més comple- jas. Considérese el escribir este libro. Trabajo en él sentado ante mi ordenador y escribiendo mis pensamientos. Esos ac- tos no causan que escriba el libro, sino que son constitutivos {79] La estructura bésica de la intencionatidad: accién y significado de sus diferentes estadios. Cuando, por otro lado, pulso las teclas del ordenador, mis acciones causan que el texto del li- bro aparezca en la pantalla. Otra idealizacién que he estado empleando es hablar co- mo si todas las acciones fuesen casos de intenciones-en-la- accién que causan movimiento corporales. Pero desde Inego hay también acciones mentales, por ejemplo sumar de me- moria. Y hay acciones negativas, por ejemplo, abstenerse de fumar. Hay también, como he mencionado anteriormente, acciones que se extienden en el tiempo tales como escribir un libro o entrenarse para una competicién de esqui. Creo que la explicacién que he dado, con su distincién entre las intenciones previas y las intenciones-en-la-accibn, y su distin cién entre las relaciones causales y las constitutivas en la es- tructura interna, darén cuenta también de todos esos casos. 10. El significado tiene que ver con la imposicion intencic nal de las condiciones de satisfaccién sobre las condiciones de satisficcin Si, por ejemplo, un hablante dice “esta lloviendo”, y quiere decir mediante su emision que esta lloviendo, entonces las condiciones de satisfaccién de su intencién-en-la-accién son, primero, que la intencién-en-la-accién cause la emision de una oracién, “esta lloviendo” y, en segundo lugar, que la emisién tenga condiciones de satisfaccién con la direccién de ajuste descendente; tales condiciones son que esté loviendo. En el caso del significado del hablante, el hablante crea una forma de intencionalidad al imponer intencionalmente con- diciones de satisfaccién a algo que, para empezar, no es in- tinsecamente intencional, Produce una emisién intencional- mente, y produce esa emisién con la intencién adicional de que la emisién tenga ella misma condiciones de satisfaccién. [a] John R. Searle Este procedimiento resulta posible en los lenguajes natu~ rales humanos dado el hecho de que las palabras que apare- cen en Jas oraciones del lenguaje tienen una forma de inten- cionalidad que se deriva de la intencionalidad intrinseca, 0 intencionalidad independiente del observador, de los agen- tes humanos. ¥ esto nos lleva a nuestro siguiente punto. LL. Necesitamos distinguir entre intencionalidad indepen- diente del observador e intencionalidad relativa al observa- dor He estado hablando sobre la intencionalidad de la mente hu- mana. Pero hay adscripciones intencionales a cosas distintas de la mente que son literalmente verdaderas, casos en los que la intencionalidad depende de intencionalidad de la mente que ¢s intrinseca o independiente del observador. Es- to sucede de la manera ms obvia en el caso del lenguaje; de las palabras y las oraciones puede decirse que tienen signifi- cado, y el significado es una forma de intencionalidad. Esta es la diferencia entre mi decir “Tengo hambre” —que literal- mente me adscribe intencionalidad— y mi decir “En francés la oraci6n ‘J'ai faim’ significa ‘Tengo hambre””. Al adscribir significado a la oraci6n, le he adscrito una forma de inten- cionalidad. Pero'la intencionalidad de la oraci6n francesa no €s, por asi decirlo, intrinseca, se deriva de la intencionalidad de los hablantes del francés. De este modo diré que hay una distincién entre la intencionalidad de mi estado mental de hambre, que es independiente del observador, y la intenciona- lidad relative al observador de las palabras y oraciones en francés, inglés, castellano y otras lenguas. Hay una tercera forma de adscripciones intencionales que ni es independien- te del observador ni relativa al observador, pero que no es li- (] Le estructura basica de la intencionatidad: accién y significade teral en absoluto. Estoy pensando en cosas tales como cuan- do adscribimos memoria a un ordenador 0 un deseo a una planta. Se trata de una manera inocua de hablar. Si digo, “Mis plantas desean agua”, no induciré a confusion a nadie de manera que piense que les estoy adscribiendo intenciona- lidad de manera literal. Llamaré a esas adscripciones de in- tencionalidad metafoticas, o adscripciones de intencionalidad “como si”. Pero no se trata de un tercer género de intencio- nalidad que estoy adscribiéndoles; sucede mis bien que las plantas, los ordenadores y montones de otras cosas se com- portan como si tuvieran intencionalidad, de modo que po- demos hacer estas adscripciones metaféricas incluso si no tie nen, literalmente hablando, intencionalidad alguna 12, La distincién entre objetividad y subjetividad es, en rea- lidad, una mezcla de dos distinciones, una ontolégica y otra epistimicn Podemos usar la distincién entre formas de intencionalidad relativas al observador e independientes del observador para hacer una distincién que es importante para la argumenta- cién posterior de este libro. La nocién de objetividad y el contraste entre objetividad y subjetividad figuran extensa- mente en nuestra cultura. Buscamos reglas cientificas que sean “objetivas”. Pero hay una confusion muy extendida en ‘esa5 nociones que necesitamos disipar. Necesitamos distin- guir entre la objetividad y la subjetividad ontolégicas por un lado y la objetividad y subjetividad epistémica por cl otro. Unos ejemplos clarificaran la distincidn. Si digo que tengo un dolor me adscribo una experiencia subjetiva. Esa expe- ricncia subjetiva tiene una ontologia subjetiva puesto que s6lo existe cuando es experimentado por un sujeto cons- (73] John R. Searle ciente. A este respecto los dolores, calambres y picores se di- ferencian de las montaias, las moléculas y los glaciares por- que las montafias y las demas cosas por el estilo tienen una cxistencia, una ontologia, objetivas. La distincién entre sub- jetividad y objetividad ontolégicas no es la misma que la di tincién entre subjetividad y objetvidad epistémicas. Si digo “Rembrandt pas6 toda su vida en Holanda”, este enunciado ¢s epistémicamente objetivo puesto que podemos averiguar su verdad 0 falsedad por medio de investigacion empitica. Su verdad o falsead no depende de las actitudes o sentimientos de los observadores. Pero si digo: “Rembrandt fue el pintor mis importante que vivié en Amsterdam”, entonces puede decirse: bien, esto es un asunto de opinién. Es cpistémica- mente subjetivo puesto que su verdad no puede establecerse independientemente de las actitudes subjetivas de los admi radores de las obras de Rembrandt y otros pintores que vi vieron en Amsterdam. Podemos decir, a la luz de esta distin- cidn, que todos los fenémenos relativos al observador contienen un elemento de subjetividad ontoldgica. El hecho de que algo signifique algo como oracién del francés depen- de de las actitudes ontolégicamente subjetivas de los hablan- tes del francés. Pero, y esto es el punto crucial, la subjetivi- dad ontolégica no implica necesariamente subjetividad cpistémica, Podemos tener un conocimiento completamen- te objetivo sobre los significados de las oraciones en francés y cn otros lenguajes, incluso si es0s significados son ontolégi- camente subjetivos, La distincién resultara ser crucial més adelante cuando descubramos que muchos de los rasgos del mundo que motivan las acciones racionales son, similarmen- te, ontoldgicamente subjetivos pero cpistémicamente objeti- vos. (74) La estructura bésica de la intencionalidad: accién y significado 13. La intencionalidad colectiva hace posible la creacién de hechos institucionales. Los bechos institucionales se crean de acuerdo con reglas constitutivas de la forma “X cuenta co- mo Y en el contexto C” La intencionalidad puede no ser sélo individual, como tene- mos en la forma “intento ir al cine”, sino que puede ser tam bién colectiva, como sucede en la forma “intentamos ir al ci- ne”. La intencionalidad colectiva capacita a grupos de gente para crear hechos institucionales comunes como aquellos gue involucran el dinero, la propiedad, cl matrimonio, el go- bierno y, sobre todo, el lenguaje. En tales casos, la intencio- nalidad colectiva impone una fancién a un objeto que el ob- jeto no puede realizar en virtud de su estructura fisica sola, sino sélo en virtud del reconocimiento colectivo de que el objeto tiene cierto status y, con ese status, una funcién espe- cial. Llamo a estas funciones “funciones de status”, y éscas, ‘oman tipicamente la forma “X cuenta como ¥ en C”. De este modo, tal y tal secuencia de palabras cuenta como una oracién del castellano, y tales y tales trozos de papel cuentan como un billete de 1.000 ptas. en Espafia, tal y tal posicion cuenta como un jaque mate en ajedrez y tal y tal persona cuenta como el rey de Espana. Estas funciones de status se diferencian de las funciones fisicas en que un objeto como, por ejemplo, un destornillador, tiene una funcién fisica que realiza en virtud de su estructura fisica; pero las oraciones del castellano, los jaque mate, el dinero 0 los reyes s6lo pueden realizar su funci6n si colectivamente se reconoce que tienen determinado status y, con ese status, se les reconoce una fiun- cién. Esta combinacién de realidad institucional, creada ella misma por las funciones de status de acuerdo con la regla 75) John Re Searle constitutiva “X cuenta como ¥ en C”, junto con una forma especial de la fiancién de status, a saber: la imposicién de sig- nificado, capacita a los seres humanos para crear ciertas for: mas de razones para la acci6n independientes del deseo. Ex- ploraremos este fendmeno con deralle en el capitulo 6. ‘Ahora s6lo quiero subrayar lo siguiente. El hecho de que el significado tenga que ver con la imposicién de condiciones de satisfaceién sobre las condiciones de satisfaccién (punto 10) combinado con el hecho de que los hechos instituciona- les se creen dentro de los sistemas institucionales —en virtud de lo cual un agente impone una funcién a una entidad en el caso en que tal entidad no puede realizar esa funcién sin al- giin tipo de aceptaci6n colectiva o reconocimiento de esa funci6n— nos capacita para ver cémo, en la realizaci6n de un acto de habla como, por ejemplo, hacer una asercién 0 tuna promesa, el hablante crea un nuevo conjunto de condi- ciones de satisfacci6n, y esos nuevos conjuntos de condicio- nes de satisfaccidn son el resultado de la ereacién de un he- cho institucional, el hecho de que ¢l hablante ha realizado una asercién, o una promesa, al oyente. 14, La intencionalidad funciona sélo para determinar con- diciones de satisfaccion respecto de un trasfondo de capaci- dades preintencionales 0 no intencionales Ademis de la estructura intencional de la cognicién y de la volicién, necesitamos explicar que el sistema entero de la i tencionalidad funciona solamente, que sus estados intencio- nales s6lo determinan condiciones de satisfaccién, en con- traste con un trasfondo de destrezas, capacidades, tendencias y disposiciones que tienen los seres humanos y los animales y que no consisten, cllos mismos, en estados intencionales. Para que pueda formarme la intencién de pasear por la habi- (76) = La estructura beisica de la intencionatidad: accién y significado tacion, de cepillarme los dientes, 0 de escribir un libro, ten go que scr capaz de pasear por la habitacién, cepillarme los dientes 0 escribir un libro, o al menos tengo que presuponer que soy capaz de hacer esas cosas. Pero mis destrezas no consisten cllas mismas en més estados intencionales, aunque las destrezas son capaces de generar estados intencionales. Piénsese en mis destrezas, capacidades, tendencias y disposi- ciones como, ontolgicamente hablando, un conjunto de es- tructuras cerebrales. Esas estructuras cerebrales me capacitan para activar el sistema de la intencionalidad y para hacerlo fancionar, pero las capacidades que estan realizadas en las es- tructuras cerebrales no consisten ellas mismas en estados in- tencionales. El trasfondo es importante para entender la estructura de Ja realidad de muchas maneras que van més alli del alcance de este libro, Los casos aparentes de relativismo cultural de la racionalidad se deben usualmente a distintos trasfondos culturales. La racionalidad como tal es universal. En este punto de mi argumentaci6n, s6lo quiero llamar la atencién sobre el hecho de que el sistema de la intencionalidad no es, por asi decirlo, completamente intencional de los pies a la ca beza. Ademés del sistema de la intencionalidad tenemos que suponer que los agentes tienen un conjunto de capacidades que no consisten ellas mismas en estados intencionales adi- cionales. Y a estos conjuntos de capacidades los llamo, por (fiat, “el trasfondo” Conclusién Pido disculpas al lector por la aridez y la velocidad de esta discusi6n. Voy a utilizar este aparato en los capitulos que si~ guen, y no puedo sin que me quede mala conciencia decir a 071 John R. Searle mis lectores que lean primero todos mis otros libros. De este modo, he resumido bastante el material para dar el arma- mento necesario que permita enfrentarse a los capftulos que siguen. Ya tenemos materia suficiente para ver que la bis- queda, muy comiin en escritos sobre la raz6n prictica, para encontrar un anélogo que sea a la accién intencional lo que Ja verdad es a la creencia, carece de objeto desde el principio. La creencia es un estado intencional con condiciones de satis faccion. Si se satisface, se dice que la creencia es verdadera. Las creencias tienen una direccién de ajuste mente-a-mundo, Pero la accién intencional consta de dos componentes, una intenci6n-en-la-acci6n y un movimiento corporal. Las accio nes como tales no tienen condiciones de satisfaccién. Mas bicn, cada intencién-en-la-accién tiene una condicién de sa- tisfacci6n, y si se satisface causaré el movimiento corporal u otro fenémeno que constitnya el resto de la accién. Asi pues, la acci6n se realizara con éxito si y s6lo si se satisface la in- tencién-en-la-accién. Pero ademas de esta condicion de sa- tisfaccién, no hay una condicién adicional de satisfaccién pa- ra las acciones como tales. Alli donde hay una accién premeditada, esto es: alli donde hay una intencién previa, la ocurrencia de Ja accién misma en tanto que causada por la intencién previa, constituirs las condiciones de satisfaccién de la intencién previa, Tanto la intencién previa como la in- tencién-en-la-accién tienen la direccién de ajuste mundo-a- mente, Las acciones son, de hecho, la condicién de satistac- cién de la intencién previa, del mismo modo que los movimientos corporales son las condiciones de satisfaccién de la intencidn-en-la-accién. Pero ademis de todo esto, no hay nada que sean las condiciones generales de satisfaccién de las acciones intencionales. Como he mencionado ante- riormente, no todas las acciones exigen una intencién previa 178] La estructura bésica de la intencionclidad: accién y significado porque no todas las acciones son premeditadas. Pero todas, Jas acciones exigen una intencién-en la-accin, y de hecho, podemos definir una accién humana como un evento com- plejo que contiene una intencién-en-la-accién como uno de sus componentes. En los capitulos subsiguientes nos intere: saremos por ver cémo un agente racional puede organizar sus contenidos intencionales asi como también sus represen- taciones de hechos del mundo de modo que se forme inten- ciones previas ¢ intenciones-cn-la-acci6n racionalmente mo- tivadas. ' Searle, John R., Intentionality: An Esay in the Philosophy of Mind, Cambridge, Cambridge University Press, 1983. [Versién castellana: In tencionalidad. Un en:ayo de Filosofia de la mente, Madeid, Tecnos, 1992.] » Searle, John K., The Construction of Social Reality, Nueva York, The Free Press, 1995. [Version castellana: La construccién de la realidad social, Barcelona, Paidés, 1998.) > El reconocimiento del fenémeno de la autoreferencialidad causal se remonta bastante atris. Kant, por cjemplo, se dio cuenta de él en su dis- cusién de [a causalidad de la voluntad, Esta terminologia fue usada por vez primera, que yo sepa, por Gilbert Harman, Review of Metaphysics, 29, 1976, pp. 431-63. 4'No me di cuenta de esto cuando escribi Intencionalidad. En ese li- bro sostenia que la intencién previa cesaba de existir una vez que comien- za Ia intencién-en-la-accion, Pero esto es un error, La intencién previa puede continuar siendo efectiva durante la realizaci6n del acto en cues ti6n. Este error me fue seftalado por Brian O'Shaughnessy. [79] - : : El fenémeno de la brecha: del tiempo y del yo I. Ensanchando la brecha ‘Tengo un determinado nimero de objetivos en este capitulo que slo serdn evidentes en la medida en que vayan apare- ciendo. Mi primer objetivo sera intentar establecer, més alla de cualquier duda razonable, que existe el fenémeno de la brecha y que tiene la forma de la que he estado hablando. Para hacer esto, tengo que dar una definicién més precisa del fenémeno de la brecha y decir més sobre la geografia que introduje en el capitulo anterior. Mi segundo objetivo sera extraer alguna de las implicaciones de la existencia del fend- meno de la brecha. Argumentaré que para dar cuenta de los fenémenos psicologicos de la brecha tendremos que supo- ner una nocién mucho mis substancial del yo que la que se acostumbra a contemplar en nuestra tradicién filosdfica, y te~ hemos que presuponer ciertas relaciones especiales entre el yo y el tiempo, particularmente por lo que respecta a fa ra- z6n prictica. (83) John R. Searie La definicién del fendmeno de la brecha [La brecha es aquel rasgo de la intencionalidad consciente por el que los contenidos intencionales de los estados mentales \ no se experimentan por el agente como algo que establece | condiciones causalmente suficientes para decisiones y accio- nes, incluso en los casos en los que la accién es parte de las |condiciones de satisfaccién del estado intencional. Asf, por lo {que respecta a nuestras experiencias conscientes, las crcen- icias, deseos y otras razones no establecen condiciones causal- ‘mente suficientes para una decision respecto de qué hacer (la formacién de una intencién previa); el fendmeno de la bre- ‘cha ocurre también cuando la intencién previa no establece | una condicién causalmente suficiente para una accidn inten- cional, y la iniciacién de un proceso intencional extendido en el tiempo no establece condiciones suficientes para su conti- La geografia del fenémeno de la brecha He mencionado anteriormente que en Ja toma de decisiones y en el actuar racionales y libres hay (al menos) tres clases de brechas causales que se experimentan: en primer lugar, cuan- do alguien esta tomando decisiones racionales, existe una brecha entre el proceso deliberativo y la propia decision, donde la decisién constituye la formacién de una intenci6n previa. En segundo lugar, una vez que uno se ha hecho ala idea de hacer algo, esto es: se ha formado una intencién pre- via, hay una brecha entre la intencién previa y la iniciacién efectiva de la accién en el comienzo de una intencién-en-la- accién. Y, en tercer lugar, siempre que uno esta llevando a cabo algtin modelo de actividad que se extiende a lo largo del tiempo, camo por ejemplo ahora, cuando estoy escri biendo este libro, existe una brecha entre, por un lado, las (84) rT Bl fenimeno de la brecha: del tiempo y del yo causas en la forma de Ia intencién previa para la accién y la intenci6n-en-la-acci6n, y el llevar a cabo de forma efectiva la actividad compleja hasta su término, por otro. Por lo que respecta a las acciones que se desarrollan a lo largo del tiem- po, dadas incluso nuestras intenciones previas y la iniciacion de la acci6n en Ia intencién-en-la-accién, uno tiene todavia que seguir intentando Ilevarlas a cabo; uno tiene que conti- nuar por s{ mismo. Podemos ver las tres brechas como dife- rentes aspectos del mismo rasgo de la conciencia, aquel rasgo en virtud del cual la experiencia de actuar (el ejercicio de la voluntad, el esfizerzo sentido de modo consciente —todo es- to son nombres para la misma cosa—) no se experimenta co mo algo que tiene condiciones causales suficientes que hacen que suceda. II. Argumentos a favor de la existencia del fenémeno de la brecha La demostracién més simple de lo que estoy describiendo como los elementos causales y volicionales de la brecha esti cn el siguiente experimento de pensamiento. Wilder Penfield Tencontré que al estimular el c6rtex motor de sus pacientes con un microelectrodo podia causar movimientos corpora~ les, Cuando sc les preguntaba, los pacientes decian invaria- blemente: “Yo no hice eso. Lo hizo usted”. De este modo, la experiencia del paciente de, por ejemplo, haber levantado su brazo por medio de la estimulacién de! cerebro propor cionada por Penfield es completamente diferente de la que tiene cuando levanta por s{ mismo su brazo. gCuél es la dife- rencia? Bien, para responder a esto imaginémonos los casos de Penfield a gran escala, Imaginemos que todos mis movi- mientos corporales durante un cierto periodo de tiempo ¢s- [85] John R. Seanle tn causados por un cientifico que se dedica a estudiar el ce- rebro y que envia rayos electromagnéticos @ mi cértex mo- tor. Ahora bien, claramente, la experiencia seria totalmente distinea de una accién normal voluntaria y consciente, En ¢s- te caso, como en el de la percepcion, observe lo que me esti sucediendo, En el caso normal, hago que suceda. Hay dos rasgos del caso normal. En primer lugar, causo el movimien- to corporal tratando de elevar mi brazo. Bl tratar de hacerlo ¢s suficiente para causar que el brazo se mueva; pero en se- gundo lugar, las razones para la accién no son causas sufi- Gientes para forzar que trate de hacerlo. Si miramos esto con lupa encontramos que la accién consta de dos componentes que he descrito en el capitulo 2, Ja intencién-en-la-accién (el tratar de hacer algo), que cuan- do es consciente es una experiencia consciente de actuar, y cl movimiento corporal. La intencién-en-la-accidn es causal- mente suficiente para el movimiento corporal. Asi, si elevo mi brazo, la intencién-en-la-accién causa que mi brazo se cleve. Pero en un caso normal de accién voluntaria, [a inten- cién-en-la-accién no tiene por si misma condiciones antece dentes que sean suficientes desde el punto de vista causal y psicolégico, y cuando digo que la acci6n completa carece de condiciones suficientes es porque la intencién-en-la-accién carece de elias. Este es el fenémeno de la brecha en la accibn humana. [a localizacién precisa de las brechas esté entonces, en primer lugar, en la distancia que media entre las razones para realizar una accién por una parte, y la decisién efectiva de que se forme una intencién previa para la realizacién de la accién, por otra; en segundo lugar, entre la decisién de reali- zar la accién y el tratar de realizarla de modo efectivo (Ia in- tencién-en-le-accién que, cuando es consciente, es una expe- riencia del actuar), y en tercer lugar entre la experiencia del (86) El fenémeno de la brecha: del tiempo y det yo actuar en la iniciacion de una accion y su continuacién hasta que se complete. En el caso normal, la experiencia del actuar causaré un movimiento corporal por medio de condiciones suficientes, pero esa experiencia misma (la experiencia de tra~ tar de hacer algo, lo que William James lam6 “el sentimien- to del esfuerz0”) no tiene condiciones causales suficientes en Jos casos libres y voluntarios. En el primer capitulo he mencionado brevemente un se- gundo argumento: creo que la manifestacion mis dramética del fendmeno de la brecha en la vida real se pone de mani- fiesto en cl hecho de que cuando uno tiene varias razones pa- ra realizar una acci6n, o para elegir una accién, uno puede ac- tuar s6lo de acuerdo con una de ellas; uno puede seleccionar de acuerdo con qué raz6n acta, Por ejemplo, supéngase que ‘tengo varias razones para votar por un candidato politico par- ticular. A pesar de todo, puedo votar por el candidato por ninguna de esas razones. Puedo votar por el candidato por ‘una raz6n y no por ninguna de las otras. En tal caso, puedo saber, sin necesidad de observacién alguna, que he vorado por el candidato por una razén particular y no por ninguna de las otras, atin cuando sé que tenia también todo un con- junto de razones para votat por él. Ahora bien, esto es un he- cho sorprendente y deberiamos tomarlo en cuenta. Hay dis- tintas causas operando sobre mf, pero s6lo una de ellas es, realmente efectiva y selecciono la que ser efectiva. Bsto es, por lo que respects’ a la conciencia de mis propias acciones, mis diversas creencias y deseas no causan que me comporte de ‘una manera particular. Mis bien, selecciono aquel deseo de acuerdo con el cual acttio. Decido, dicho sea brevemente, cuil de las méltiples causas serd efectiva. Esto sugiere una hi- potesis fascinante sobre la que volveré cn capitulos posterio- rres. Si pensamos que las razones de acuerdo con las cuales ac- (87) John R. Searle | tuamos son efectivas, entonces aparece como consecuencia el \ que, por lo que respecta ala accién racional, todas las razones | efectivas son hechas efectivas por el agente, en la medida en que lige aquéllas de acuerdo con las cuales ha de actuar, Cuando digo que “seleccionamos” qué razones “hace- mos” que sean efectivas no quiero decir que haya ningiin ac- to separado de scleccionar y hacer que la cosa se ponga en marcha. Si lo hubiese, podriamos ficilmente construir argu: mentos viciosos de regreso al infinito sobre hacer el hacer que las razones sean efectivas y seleccionar las selecciones ?. Lo tinico que quiero decir es que cuando se actéia libremen- te de acuerdo con una razén, uno ha seleccionado, en ese acto, esa raz6n y la ha hecho efectiva. Un tercer modo, més indirecto, de argumentar a favor de la existencia del fenémeno de la brecha ¢s observar que la racionalidad es s6lo posible alli donde la irracionalidad es po- Sible. De este modo, para comportarse racionalmente uno s6lo puede hacerlo si es libre y tiene la posibilidad de com- portarse irracionalmente. Paradéjicamente, la idea de una ‘maquina perfectamente racional, un computador, no es en absoluto un ejemplo de racionalidad. Un computador no es ni racional ni irracional, puesto que su conducta esta entera- mente determinada por el programa y Ia estructura de la ma- quina. El tinico sentido en el que puede decirse que un com- putador es racional es en un sentido relativo al observador IIL. La causacién y el fendmeno de la brecha Para explorar Ia relacién del fenémeno de Ia brecha con la causacién, vamos a concentrarnos en la estructura efectiva de las acciones voluntarias. Cuando Ilevamos a cabo acciones voluntarias conscientes, nos damos cuenta tipicamente de (88) El fendimeno de la brecha: del tiempo y del yo que existen posibilidades alternativas. Por ejemplo, ahora mismo estoy sentado delante de un ordenador, escribiendo Jas palabras que aparecen en la pantalla. Pero podria estar ha- ciendo una gran cantidad de cosas distintas. Podria levantar- me y dar un paseo, leer un libro o escribir unas palabras dis- tintas de éstas. Supongamos que usted esta leyendo esto sentado en una silla. A menos que haya algo radicalmente inusual en su situacion —que usted esté, por ejemplo, atado a lasilla, paralizado— usted también se da cuenta de que po- dria estar haciendo una gran cantidad de otras cosas. Podtia estar leyendo algo distinto, podria llamar por teléfono a un viejo amigo, o salir a tomar una cerveza, para mencionar s6- lo un puiiado de posibilidades. Este sentido de las posibilida- des alternativas esti incorporado en Ia estructura de las ac ciones humanas y nos da la conviccién —o quizds la ilusién— de que somos libres. No sabemos lo que es la vida consciente en el caso de los animales, pero la neurofisiologia de Jos animales superiores esta tan prOxima a la nuestra que tenemos que suponer que las experiencias tipicas de la accion, humana voluntaria se comparten por muchas otras especies. Si tuviésemos la vida de Arboles o piedras conscientes, ca paces de percibir nuestro entorno pero incapaces de iniciar accién alguna por nuestra cuenta, no tendriamos las expe- riencias que nos da la conviccién de nuestro libre albedrio. No toda experiencia, ni incluso las experiencias de nuestros propios movimientos, contiene este sentido de la libertad. Si actuamos cuando estamos bajo el dominio de una emocién poderosa, en un estado de rabia total, por ejemplo, no nos damos cuenta de que podriamos haber hecho otra cosa; AG peor, si las cosas estin totalmente fuera de nuestro control, si hemos caido de un décimo piso, o si nuestro cuerpo esta inmovilizado, no tenemos el sentido de posibilidades alter- (89) John R. Searle nativas, al menos no tenemos el sentido de posibilidades al ternativas por lo que s¢ refiere al movimiento fisico. En la percepcidn, como opuesta a la accién, no tenemos nada parccido a este sentido alternativo de posibilidades que nos estin abiertas. Por el contrario, damos por sentado que nuestras experiencias perceptivas se fijan por la combinacién de cémo es el mundo y de cémo somos nosotros: Por ejem- plo, miro las teclas del ordenador, y lo que veo no depende de mf. Aunque hay un elemento voluntario en la percepcién, en un caso como este considero que las experiencias visuales que tengo estin enteramente determinadas por cosas tales como la estructura del teclado, las condiciones de ilumina- cién y mi aparato perceptivo. Desde luego, siempre puedo volver mi cabeza, pero esto es una accion voluntaria, no un acto de percepcién. Obsérvese el contraste entre la libertad de la accién y la naturaleza determinista de la percepci6n. Las letras que estoy ahora haciendo aparecer en la pantalla del ordenador dependen de mi albedrio para su produccién, aqui y ahora y podria producir otras; pero las letras que veo en el teclado estén fijadas por la fisica del mecanismo. Pero qué significa decir que tenemos un sentido de la libertad? {Cuéles son las implicaciones de tal sentido? Otro rasgo que impregna todas nuestras experiencias es la experiencia de la causacién. En la accién y la percepcién te- nemos experiencias de nosotros mismos actuando causalmen- te sobre cosas que estin fuera de nosotros, y en la percepeién experimentamos cosas del mundo que actiian causalmente sobre nosotros. Ahora bien, he aqui la anomalia introducida por la experiencia de la accién voluntaria: el sentido de la li bertad en la accién voluntaria es un sentido en el que las cau- sas de la acci6n, aunque efectivas y reales, son insuficientes para determinar que la accién ocurrirs. Puedo decirle a usted [5°] El jonémeno de la brecva: del tiempo y del yo por qué estoy haciendo lo que estoy haciendo ahora, y al de: cirle por qué, doy normalmente una explicacién causal par- dial de mi conducta, pero al especificar esas causas, no le doy a usted lo que considero que son las condiciones cansalmente suficientes. Si se me pregunta: “Por qué escribes esta argu- mentaci6n?”, responderia “Quiero explicar algunos rasgos peculiares de la accién voluntaria”. Esta respuesta, que espe- cifica un deseo que es parte de la explicacién causal de mi conducta presente, no especifica una causa que sea sea sufi- ciente para determsinar mis acciones presentes. Incluso si es- pecificara todos los detalles de mis creencias y deseos para ex- plicar lo que estoy haciendo, dado incluso este conjunto toral de causas, de lo que me doy cuenta es de que todavia podria haber hecho algo diferente. La consecuencia de todo esto es que la explicacion de nuestra propia conducta tiene un rasgo peculiar: las explicaciones causales que damos de manera tipi- ca no son explicaciones causales suficientes. A diferencia de otras explicaciones causales, no explican porqué tenia que su- ceder Io que ha sucedido. Como vimos en el capitulo 1, se dice conninmente que las acciones estan causadas por creen- cias y descos, pero si por “causa” se quiere decir algo que im. plique “causa eficiente” entonces, por lo que respecta a nucs- tra experiencia de la accién voluntaria, ¢s simplemente falso el que las acciones voluntarias normales estén causadas por creencias y deseos. En Intencionalidad’, traté de explicar al- gunos de los sorprendentes paralelismos entre la estructura intencional de los fenémenos cognitivos tales como creencia, memoria y percepcién de un lado, y fendmenos volitivos ta- les como el deseo, la intencién previa y la accién intencional, por otro. He resumido algunos de esos rasgos basicos de la estructura de la intencionalidad en el capitulo 2 de este libro. Lo que muestra este capitulo es que, por lo que respecta a la [91] John R. Searle estructura formal de la intencionalidad, incluyendo la causa- ci6n intencional, la cognici6n y la volicién son imagenes es- peculares una de otra. Pienso que los paralelismos son exac- 10s, pero precisamente ahora quiero llamar la atencién sobre una diferencia: la volicién contiene tipicamente una brecha de una manera que la cognici6n no la tiene. IV. La brecha experiencial, la brecha légica y la brecha inevitable Supongamos que tengo razén en lo dicho hasta ahora: hay una brecha que se experimenta, se define en relacién con la causacién intencional, pero experimentamos la ausencia de condiciones causales suficientes. Me parece que alguien po- dria decir simplemente: “g¥ qué?” Tienes esas experiencias pe- ro hasta ahora no se ha dado ninguna razén por la que deba- mos preocuparnos de cllas o por la que podrian no ser otra cosa que ilusiones sistemiticas. También tenemos experiencias de color, pero algunas personas picnsan que la fisica ha mos- trado que el color es una ilusién. Se trata de una ilusién que no podemos evitar tener, pero una ilusidn al fin y al cabo. Por qué cl fendmeno de la brecha habria de ser algo diferente? ‘Teniendo en cuenta todo lo que he dicho hasta ahora, el fenémeno de la brecha podria ser una ilusién, pero a dife- rencia de la existencia ontologicamente objetiva de los colo- res, se trata de una creencia que no podemos abandonar. El interés de la discusin no es mera “fenomenologia”. Tene- mos que suponer que hay realmente una brecha, que la fe- nomenologia corresponde a una realidad siempre que em- prendemos elecciones y decisiones, y no podemos evitar el elegir y el decidir. Puedo abandonar de modo inteligible mi creencia en la realidad y en la existencia objetiva de los colo- [97] > a El fensmeno de la brecha: del tiempo y del yo res como algo que existe ademis de la reflexi6n de la luz, pe- ro no puedo de la misma manera abandonar mi creencia en la realidad del fenémeno de la brecha. De este modo, hay aqui realmente tres tesis: 1. Tenemos experiencias del fenémeno de la brecha del tipo que he descrito. 2, Tenemos que presuponer el fenémeno de la brecha. ‘Tenemos que presuponer que los antecedentes psico- logicos de muchas de nuestras acciones y decisiones, no establecen condiciones causalmente suficientes para esas decisiones y acciones. 3. En la vida normal consciente no se puede evitar el ele- gir y el decidir: He aqui la argumentaci6n a favor de 2 y de 3: si realmen- te pensase que las creencias y los deseos eran suficientes para ‘causar la accién entonces podria sentarme tranquilamente y contemplar cémo se despliega la accién, del mismo modo que ‘me siento y contemplo Ia accién que se desarrolla en una pan- talla de cine. Pero no puedo hacer esto cuando participo en la toma de decisiones y en Ia actuacién racionales. Tengo que suponer que el conjunto antecedente de condiciones psicolé- gicas no era causalmeitte suficiente. Ademis, hay aqui un ar- ‘gumento adicional a favor del punto 3: incluso si me legase a convencer de la falsedad de la tesis acerca del fendmeno de la brecha, a pesar de todo, atin tendria que actuar y ejercitar mi propia libertad. Supéngase que me llego a convencer de que el fendmeno de la brecha no existe; en ese caso todavia tengo que seguir actuando, y al actuar estoy ejercitando mi propia libertad, al menos por lo que respecta a mi experiencia del fe- némeno de la brecha. Como vimos en el capitulo 1, incluso el (93) Jol R. Searle rechazo a ejercitar Ia libertad s6lo es inteligible para mi como agente si lo considero como un ejercicio de la libertad. Por ejemplo, no puedo mantener de manera consistente las dos tesis siguientes 1. Estoy intentando ahora hacerme una idea acerca de a favor de quien voy a votar. 2, Considero que existen causas psicolégicas que estén ‘operando sobre mi ahora mismo y que son causalmente suficientes para determinar a favor de quien voy a votar. Supéngase que creo en la doctrina de que las acciones ra- cionales estan causadas por creencias y deseos. Supéngase, como una fantasia de ciencia ficci6n, que existen unas pildo- ras que inducen descos y creencias. Ahora bien, supongamos que quiero que alguien haga algo de manera racional. Por al- guna raz6n quiero que la persona en cuestién vote por el candidato demécrata, de modo que le doy unas pildoras ro- jas que le dan el deseo de votar por el candidato que ella cree que es el mejor para la economia y Ie doy las pildoras azules que la convencen de que el candidato demécrata es el mejor para la economia. ‘Ahora bien, ;puedo simplemente sentarme y ver como operan las causas? gs algo parecido a poner dinamita bajo un puente, encender la mecha y contemplar cémo el puente salta por los aires? No. Incluso en este caso, no es algo pare- cido a lo anterior, pues supéngase que yo quiero inducitme a mi mismo a votar por los demécratas, de modo que tomo tanto la pildora roja como la azul. Después de algunas sema- nas podria pensar: bien, las pildoras han funcionado. He Ile- gado a creer que los demécratas son lo mejor para la econo- mia y he Ilegado a desear que gane el candidato que sera [94] _ El fendmeno de la brechc: del tiempo 4 deb yo mejor para la economia. AGn tengo que decidir a favor de quien Voy a votar y esto presupone que las causas no son su- ficientes. Resumamos lo que acabo de decir: tenemos la experien- cia de la libertad, presponemos la libertad siempre que to- ‘mamos decisiones y realizamos acciones, y no podemos evi- tar el tomar decisiones y el llevar a cabo las acciones V. De la brecha al yo En el caso de la accién voluntaria las causas no exigen nece- sariamente el efecto. ;Qué es lo que lo exige necesariamente? Nada. El efecto no es necesario, es voluntario. Lo que hace de Ia accién una accién libre es precisamente que las causas psicol6gicas antecedentes no eran suficientes para causar el efecto. Quizis en un nivel diferente de descripci6n, quizés en el nivel de las sinapsis* y los neurotransmisores*, las causas eran suficientes para los movimientos corporales, pero en el nivel de descripcién de la accién intencional, la definicién de una accién libre (voluntaria, racional, consciente) incluye el que no tiene antecedentes psicoldgicos que sean causalmente suficientes. El error es pensar que tenemos que encontrar al- go que conlleve necesariamente el efecto. Esto es una equi- vocacién. Bl efecto es la intencién consciente en la accidn, es- to cs: la experiencia def actuar. @Pero qué significa decir que el efecto es voluntario y no necesario? ¢Qué podria significar? En los ejemplos que he- mos estado considerando, suponemos que estoy haciéndome ala idea de hacer algo y que, a continuacién, lo hago. Las ra- zones para la accién no son causalmente suficientes, y estoy operando bajo la presuposicién de que no son causalmente suficientes. @ La estructura ligica de tas razones Un yo racional X considera que un enunciado E enuncia una razén vilida R para que X realice un acto del tipo A si y sélo si. ‘Mis adelante, en este mismo capitulo, veremos que in- cluso esta manera de formular la cuestién es inadecuada. Co- mo sucede siempre en filosofia, el gean problema es dar con Ja formulacién correcta de la cuestién antes de que podamos tener un enuinciado exacto de la respuesta. Sin embargo, en este punto, todavia estamos en la etapa de desbroce, ‘Obsérvese que las razones identificadas en tales enuncia- dos son relacionales de tres maneras. En primer lugar, cual- quier razén es relacional en el sentido de que para que algo sea una raz6n debe de ser una raz6n para algo més. En segun- do lugar, las razones para la accién son doblemente relaciona- les en el sentido de que son razones para que sn agente realice tuna accién, y en tercer lugar, si las razones han de funcionar cn la deliberacién, tienen que ser conocidas por el agente. L ,Qué es una raz6n? La nocién de raz6n est incrustada en, al menos, otras tres nociones, y las cuatro s6lo pueden entenderse juntas, como si se tratase de una familia. Las dems nociones son “por qué”, “porque /a causa de (que)” y “explicacin”. Dar una raz6n es tipicamiente dar una explicacién o parte de una ox plicacién. Las explicacionés se dan como respuesta a la pre- gunta “zpor qué?” y una formula apropiada para dar una ra- z6n es “porque/a causa de (que)...”. A la pregunta *:por qué es el caso que 2”, la respuesta “porque es el caso que 4” da la raz6n de por qué p, si q explica realmente, 0 explica parcialmente, . Esta es la raz6n por la que todas las razones par] John R. Searle son razones por qué. Tanto “razén” como “explicacién” son nociones de logro en cl sentido de que puede haber buenas y malas razones/explicaciones pero si una presunta raz6n/explicacién es en realidad bastante mala, no ¢s ni una raz6n ni una explicacién en absoluto. “*Porque” no es una conectiva oracional veritativo-fun- cional. Conecta oraciones enteras. Esto queda oculto por el hecho de que algunas veces, en la estructura gramatical su- perficial de la oracién la pregunta “gpor qué?” contiene una frase o expresi6n simples y la respuesta “porque/a causa de (que}” contiene un sintagma preposicional. Pregunta “spor qué ahora?” 0 “por qué la barba?”. Respuesta: “a causa de Sally”, “a causa de la pereza”. Pero en todos los casos seme- jantes tenemos que oir la expresién més corta como una abreviatura de toda una oracién. Por ejemplo, “gpor qué marchas ahora?”. Respuesta: “porque Sally me necesita aho- 1a”. “{Por qué te estés dejando barba?”. Respuesta: “porque soy demasiado perezoso para afeitarme”. ‘Los enunciados de razones son enunciados y, por lo tan- to, entidaces lingtifsticas, actos de habla con ciertos tipos de contenidos proposicionales; pero las razones no son tipica- mente entidades lingtiisticas. He aqu{ la raz6n porqué: el enunciado de una razén daré una explicacién buena 0 ade- cuada sélo si el enunciado es, de hecho, verdadero. Pero en- tonces, lo que hace al enunciado verdadero ser’ algo inde- pendiente del enunciado. De este modo, si se me pregunta “spor qué el estado de California tiene mis terremotos que cualquier otro estado?”, mi respuesta: “California es el esta- do con mis fallas sismicas” puede ser una explicaci6n s6lo si California es de hecho el estado con mas fallas sismicas y esas fallas estan causalmente relacionadas con los terremotos ‘Hay un término general para describir esos rasgos del mun- [aaa] Lavestructura ligica de las razones do que hacen verdaderos a los enunciados, o en virtud de los cuales son verdaderos, y ese término es “hecho”. Podemos decir entonces, tales razones son hechos. Un hecho es una razin silo de manera relativa a la cosa para la que es una racin, y es una razin para esa cosa sélo si est en In relucién de explica~ cién con ella. Es importante subrayar esto: las razones no son cenunciados. Bn las clases de casos que hemos considerado, las razones son hechos. Veremos en breve que hay otras cla- ses de entidades que ticnen una estructura semejante a la de los hechos y que también pueden ser razones? Aunque muchas razones son hechos del mundo indepen- dientes del pensamiento humano y del lenguaje, muchas ra- zones son hechos sobre los estados intencionales humanos tales como creencias y deseos que representan el mundo de muchas maneras. Asi, la explicacion de par qué dije que Cali- fornia tenia el mayor ntimero de fallas sismicas puede ser el que crefa que tenia el mayor mimero de fallas sismicas. Y el hecho de que lo crefa puede ser una raz6n para mi accion, independientemente de si la creencia es verdadera. La hipétesis que sugieren estos ejemplos es que todas las razones son entidades proposicionalmente estructuradas, Pue- den ser hechos del mundo tales como el hecho de que esta lloviendo, o pueden ser estados intencionales proposicionales tales como mi deseo de no mojarme. Pueden ser también en- tidades proposicionalmente estructuradas que no son ni he~ chos ni estados intencionales, entidades tales como obligacio- nes, compromisos, requisitos o necesidades. Este rasgo de las, razones se expresa sintacticamente mediante el hecho de que todos los enunciados de razones exigen una cléusula “que”, alguna otra forma equivalente, que expresar4 una proposicién completa, No tenemos en castellano ninguna palabra que, en una pieza, nombre a entidades de estas clases. “Hecho” y [23] John R. Searle “activo” apuntan en modo excesivo hacia la verdad para que puedan aplicarse tanto a creencias como a hechos del mundo. “Proposicién” y “entidades proposicionalmente estructura das” apunta de modo demasiado cerrado a entidades lingitis- ticas ¢ intencionales. Propongo usar cl viejo término gramati- cal “factitivo” (fucritive) para designar las cntidades que tienen una estrutura proposicional, ya sean estados intencio- nales, hechos del mundo 0 entidades que no son ninguna de las dos cosas, como las obligaciones. Estipulo que “entidad factitiva” ® significa cualquier entidad que tiene una estructura proposicional, la estructura especificada por una cléusula “que”. Todas las razones son entidades factitivas 0, para abre- viar, factitivos. Asi, el hecho de que esté lloviendo, mi creencia de que esti lloviendo, mi deseo de que llueva, y mi necesidad de que Ilueva pueden ser razones todas ellas. Pero la propia lluvia no puede ser una razén. Lo que quiero poner de mani- fiesto aqui no cs la trivialidad de que todos los enunciados tie nnen que expresar proposiciones, sino més bien que la especi- ficacién de una raz6n es esencialmente proposicional; y la raz6n misma, la propia entidad, tiene una estructura factitiva 0 proposicional. Tales entidades factitivas incluyen no s6lo he~ chos del mundo, como el hecho de que esté lloviendo, sino también creencias, deseos, necesidades, obligaciones, compro- isos y toda una hueste de otras entidades factitivas Asi, por ejemplo, supongamos que se me pregunta “;Por qué llevas un paraguas?” Puedo dar los siguientes tipos de razones: 1. Esta lloviendo. 2. Creo que esta lloviendo. 3. No quicro mojarme. 4. Tengo la obligacién de hacerlo. [34] La estructura ligica de las razones ‘Todas estas razones son factitivos en el sentido en que he introducido el término. La primers enuncia el hecho de que est lloviendo. Pero la creencia, deseo y obligacién son tam- bién factitivos. Algunas razones representan otras entidades factitivas. Asi, una creencia representa un hecho del mundo, la creencia puede ser una raz6n para algo incluso si no es verdadera, esto es: incluso si no existe el correspondiente he cho del mundo. Nuestra proxima pregunta es: zqué es lo que hace que un hecho u otra entidad factitiva sea una ra26n para algo distinto de ella? ¥ dado lo que acabamos de decir, esto equivale a pre~ guntar bajo qué condiciones esta tal entidad en la relacién de explicacién con algo distinto de ella? Las variedades de las re laciones de explicacién corresponden a las variedades indefini- das de explicaciones que se pueden dar para los fenémenos —causales, logicas, justificativas, estéticas, legales, morales, econémicas, etc—. Podria parecer que las explicaciones for- man una familia, en el sentido de Wittgenstein, unida slo por los aires de familia. Hay un nimero enorme de tipos diferen- tes de relaciones de explicacién, pero hay un elemento formal comin que las recorre y que es el elemento de la modalidad: la familia modal incluye el porqué algo tenia que ser 0 habia de suceder, 0 deberia que, tenia que, 0 era obligado que hu- biese sucedido. La relacion de explicacién incluye el hacer que algo suceda, el que sea necesario, el que lo haga més proba ble, el que esté justificado, el que lo cause, el que lo produzca, el hacer algo para un propésito 0 por mor de..., y asi sucesiva- mente. Pienso que la nocién més primitiva que hay aqui es la de hacer que algo suceda y nuestras formas paradigmiticas de tales explicaciones son las explicaciones causales. El modo mas comin de hacer que algo suceda es causar que suceda y el modo mis comiin de explicar algo es especificar su causa, [25] Joho. R. Searte | La fuerza modal de los enunciados de razones sugiere que tales enunciados serén no extensionales. No es s6lo que la conectiva “porque” no cs extensional, sino que también sucede que la fuerza explicativa del enunciado del hecho en el enunciado de la raz6n depende de c6mo se describan los fenémenos en cuestin. Lo enunciados de razones son, di- cho brevemente, intensionales con-una-s* Considérese: California tiene mas terremotos que cualquier otro estado porque California es el estado con més fallas sismicas. Esto junto con el enunciado de identidad: El estado con mis fallas sismicas es el estado con és estrellas cinematogrificas, no permite la inferencia: California tiene més terremotos que cualquier otro estado porque California es el estado con mis estrellas cinematograficas. La opacidad* de tales enunciados de razones es una con- secuencia del hecho de que la fuerza explicativa del enuncia- do depende de cémo se describan los fenémenos en cues- tion, depende de la forma de su aspecto 0 modo de presentacién. Sila especificacién del aspecto modalmente ex- plicativo —en este caso, el aspecto causalmente efectivo— no se preserva bajo la substitucién de expresiones correfe- renciales, la verdad no se preserva. | (226) La estructura ligica de las razones Hasta aqui hemos progresado algo, aunque no mucho: las razones son siempre factitivas por lo que respecta a su forma, y las razones mismas estén en la relacién de explica- ci6n modal con Ja cosa para la que son razones. Pero incluso este pequeiio progreso se ha convertido en un intcresante resultado. Aunque cl cnunciado de una raz6n especificaré a menudo una causa, no se sigue que en tales casos la causa sea idéntica a la raz6n, puesto que las razones son siempre enti- dades factitivas y las causas son, tipicamente, acontecimien- tos, no hechos, IL. Algunos rasgos especiales de las explicaciones de los fenémenos intencionales Cuando introducimos explicaciones de fendmenos intencio. nales, tales como acciones, creencias, deseos, esperanzas, asf como guerras, politicas econémicas, asuntos amorosos y no velas, introducimos un componente nuevo, la racionalidad, y con la exigencia de una explicacién racional viene tipicamen- te una exigencia de justificacién, Los fenémenos intenciona- les estan sujetos a constricciones de racionalidad, y una exi gencia de una explicacién de un fenémeno intencional —una creencia, un desco, una accién, ete.— es tipicamente una exigencia de mostrar cémo ¢s racional y cémo esté justi- ficado. Esto es, cuando pedimos una explicacién preguntan- do “Por qué has hecho eso?”. “Por qué crees eso?”, “Por qué esperas por aquello?” —asi como “Por qué estas ena- motado de ella?”, “Por qué has ido a la guerra?”, “:Por qué has bajado el tipo de interés?” 0 “Por qué escribiste esa no- vela?”— estamos introduciendo preguntas que no pertene- cen s6lo a la familia “Qué hizo que eso sucediese?”, sino también a la familia “;Qué justificacion hay para que eso su- 27) John. R. Searle cediese?” y “{De acuerdo con qué razones actuaste?”. La ra cionalidad en Jos fenémenos intencionales no es lo mismo {que la justificaci6n, puesto que un estado intencional puede no estar justificado sin que por cllo sea irracional. Puedo comprar accion’ en bolsa por “una corazonada” sin que es- to justifique mi elecci6n, pero mi accién no es por ello nece- Satiamente irracional. Tanto racionalidad como justificaci6n son nociones normativas, pero la racionalidad es mucho mas general que la justificacion. Todos los estados intencionales justificados son racionales, pero no todos los estados racio- rales intencionales estén justificados. ‘Por qué la introduccién de razones explicativas para los fendmenos intencionales introducen autométicamente las ca- tegorfas normativas de racionalidad y justificacién? Porque es constitutivo de los fenémenos intencionales el que estén su- jetos a tales normas. Estar sujeto a crizerios racionales de valo~ ‘racién es algo interno y constitutivo de los fenémenos intencio- nales en el sentido en que ganar y perder es constitutive de juegos como el fiirbol. Uno no tiene primero creencias, espe- ranzas, deseos ¢ intenciones y, a continuacién, de manera ex- terna 2 ellos, introduce formas racionales de valoracion; mas bien, el tener creencias, etc., ya es tener fendmenos que estin sujetos a esas normas. Ademas, diferentes formas de intencio- nalidad tienen sus propias formas de normatividad. Asi, por «ejemplo, se supone que las creencias son verdaderas, y por esa raz6n estén sujetas a constricciones especiales de racionalidad yy justificacion que incluyen, por ejemplo, evidencia, otras ra- “ones para la verdad y consistencia. La racionalidad de una creencia exige el que uno no pueda racionalmente y a sabien- das mantener dos creencias inconsistentes, La racionalidad para los deseos no contempla tal exigencia: uno puede racio- nalmente querer que py querer que no p. [228] La estructura légica de las raxones Al igual que en el caso de otros fenémenos empiricos re les, pueden darse explicaciones causales directas de los fend- menos intencionales que no tienen nada que ver con la racio- nalidad 0 con la justificacién. Por ejemplo, “Juan cree que es Napoleén a causa de una conmocién cerebral”. Tal explica- ci6n es una explicacién causal, pero no nos da raz6n alguna que Juan tenga y que justificaria su creencia o que muestre que tal creencia es racional, Nos da la raz6n por la que tiene sa creencia, pero no nos da la raz6n para mantener esa creen- cia. La peculiacidad de los fenémenos intencionales es que es- tin sujetos también, en virtud de su misma naturaleza, a las constricciones de racionalidad, y como parte de esas constric ciones estn sujetos a la exigencia de justificacion. Todas las buenas razones explican y toda explicacién tiene que ver con dar razones. Pero esto ha de entenderse de mane- 1 precisa. Uno puede tener razones que justifiquen el que crea algo, o el que haya hecho algo, incluso si el enunciado de Ja justificacién no da la raz6n por la que lo cree o por la que lo hizo. Las razoncs que justifican mi ascién y, de esta mancra, explican porgué cra la accién correcta a realizar, pueden no ser Jas mismas que las racones que expliquen porgué, de hecho, la vrealicé. Ast, si se me pide el que justifique el votar por Juan, podria decir que estaba justificado al votar por él porque era el candidato mas inteligente. Pero hasta ahora no he respon- dido a la pregunta de porqué voré a favor de él. Podtia justifi- car mi voto diciendo que es el candidato mas inteligente, in cluso si la razén de acuerdo con la ewal be actuado es que se trata de un compafero de furra, algo que no tiene nada que ver con Ia inteligencia. En tal caso, la justificacion que puedo dar para mi accién no es todavia una respuesta a la pregunta “Por qué lo hiciste?”. Para considerar un caso més serio: mu- cchas de las discusiones piblicas acerca de si Truman tenia jus- [seg] John R. Searle tificacion para lanzar la bomba atémica no tienen nada que ver con las razones de acuerdo con Jas que actu6, sino sobre 4 el acto estaba justificado, sobre si, considerando todas las osa8;s trataba de algo bueno. Todos los enunciados de raz0- nes son explicaciones, pero sobre lo que quiero lamar la aten- cién ahora es sobre el hecho de que la explicacién de porqué algo deberia haberse hecho o es algo bueno el que se hivisve no es siempre lo mismo que la de porgué se hizo dz hecho, Ein este li bro nos interesamos primariamente por las explicaciones que explican porqué algo ha sucedido, por explicaciones que ‘enuncian las razones de acuerdo con las que actué o actuaré el agente. Bstamos interesados en las justificaciones sélo en la medida en que explican también porqué el agente actud 0 ac~ tuari. Distinguiré, por lo tanto, entre justificaciones y lo que llamo “explicaciones justificativas”. La justificacion no explica siempre porqué algo sucedi6 de hecho, pero wna explicacién del hecho de que ha sucedido, ya sea justificativa o no, tiene gue explicar porqué ha sucedido. Una subclase de las expli- caciones genuinas est constituida, por lo tanto, por las ex- plicaciones justificativas. 7 : ‘Hasta ahora hemos encontrado Cuatro géneros de expli- cacién de los estados intencionales: 1. Explicaciones causales directas. Ejemplo: Juan cree que es Napoledn a causa de una conmocién cerebral. 2. Explicaciones de razones de porqué algo ha sucedido. Ejemplo: Juan vot6 a favor de Gémez porque éste es un vigjo compafero de farra. 3, Explicaciones justficativas. Ejemplo: Juan estaba justi ficado al votar a favor de Gémez porque Gémez cra el candidato més inteligente, y ésta es la razon por la que votd por él. [239] { | | La estructura ligica de las vazones 4. Justificaciones que no son explicaciones de por qué el acto ha ocurrido. Ejempto: Juan estaba justificado al votar a favor de Gémez porque Gémez era en candi dato mis inteligente, incluso si ésta no ¢s la raz6n por la que, de hecho, voté a favor de él. ‘Teniendo presente todo esto, quicro ahora sefialar un punto crucial: fa introduccién de constricciones normatinas so- dre las explicaciones de razones de porgué ha ocurrido algsin fe- némeno intencional no elimina las constricciones causales, De~ bido al fenédmeno de la brecha, las causas de los fenémenos intencionales no dan normalmente condiciones suficientes, de modo que en una formulacién més precisa deberfamos decir, por lo que respecta a las acciones, que las constricciones normativas no eliminan la constriccién de que una explicacién de porqué algo ha sucedido tiene que enunciar las razones de acuerdo con las que ha actuado el agente, Uno puede tener explicaciones causales que no sean racionales, pero no se pueden tener explicaciones racionales de porqué ha sucedido algo que no sean causales. Asf, por ejemplo, si se me pregun- ta “Por qué has votado a favor del candidato demécrata?”, alguien podria decir: “Se trata de una obsesiOn que tengo. No puedo hacer otra cosa, se me educé siempre para que votase a favor de los demécratas”. Lo anterior da una expli- cacién causal, pero no la da racional y, mucho menos, justifi- cativa, Pero si alguien dice: “Voré a favor del candidato demécrata porque los demécratas apoyarn mas a los sindi- catos, y yo estoy comprometido con el apoyo a los sindica- tos”, para que tal explicacién proporcione una explicacién racional de su accién, tiene que ser también una explicacién causal, El agente actita de acuerdo con la creencia y el com- promiso. Uno puede dar justificaciones que no sean causales, [231] John R. Seasle pero en la medida en que la justificaci6n no enancia una ra zon de porqué el agente realizé la accién, no da una explica- ‘cin de porqué ha sucedido. Para resumir: hasta ahora he hecho tres afirmaciones substantivas. En primer lugar que todas las razones son en- tidades factitivas que estan en una relacion explicativa mo: dal, paradigméticamente una relacién causal, con la cosa para la que son razones. En segundo lugar, que los fenome~ nos intencionales estan, ademés, sujetos a ciertas constric- ciones normativas. Pero si hemos de explicar porqué al- guien hizo algo o tiene algtin fenémeno intencional, estas constricciones normativas no eliminan la constriccién cau- sal. Las razones y la racionalidad tienen que funcionar, para ser explicativas, causalmente. La peculiaridad de los fend: menos intencionales ¢s que admiten tanto explicaciones causales no notmativas como explicaciones normativas. Pe- ro las explicaciones normativas, para explicar la ocurvencia del fendmeno intencional, ticnen también que ser causales Los fenémenos no intencionales como los terremotos, solo admiten explicaciones no normativas. En tercer lugar, que las justificaciones de un fendmeno intencional no son siem- pre explicaciones de porqué ha ocurrido. Asi pues, repiti- moslo, tenemos al menos tres géneros de casos. En primer lugar, explicaciones causales no intencionales. Por ejemplo, cree que es Napoleén a causa de una conmocién cere- bral. En segundo lugar, explicaciones racionales de porqué sucedié algo, que no intentan ser justificativas. En tercer lu- gar, justificaciones de porqué sucedié algo, que también explican porqué sucedié ese algo. Y en cuarto lugar, justifi- caciones puras y simples, que no explican porqué algo ha su- cedido. bs] La estructura ligica de las razones II. Razones para la accién y razones totales ‘Todo lo expresado hasta ahora en este capitulo ha tenido co- mo misién preparar el terreno de forma preliminar, Vamos a trabajar ahora en la parte constructiva. El corazén de la ar- gumentacién de este capitulo esti en esta seccidn y, en aras de la claridad total, voy a formular el argumento en una serie de pasos numerados. Comienzo con algunas puntualizacio- nes que hice en las das secciones previa. 1. Ta sintaxis de los enunciados de cazones es relacional Nada es una raz6n por si misma, Algo es una raz6n sélo si es tuna razén de porqué algo distinto de ella ha sucedido 0 una raz6n para algo distinto de ella misma. Asi *X es una razon” eaxige que sea completado en la forma *X es una razén para Y", 0 “X es una raz6n por la que ha ocurrido ¥”. De este modo, todas las razones son razones relativas s6lo a las cosas para las que son razones. Esta puntualizaciOn trivial y grama- tical tiene la consecuencia de que, por lo que respecia a la in- tencionalidad, una razén es siempre una razén para un esta- do intencional. Es, por ejemplo, una razén para creer una proposicién, una raz6n para tener un desco, tina razén para formar una intencibn previa, 0 una razén para una inten- cién-en-la-acci6n, esto es: una raz6n para realizar de forma efectiva una accién. 2. Las razones son entidades factiivas. Las razones para mi accién pueden ser hechos del mundo tales como el hecho dc que esta lloviendo, o pueden ser estados intencionales con tna estructura factitiva, como creencias y deseos, 0 pue- dn ser entidades factitivas del mundo tales como deberes obligaciones y compromisos que tienen direcci6n de ajuste ascendente, 33] John B. Searle 3, Necesitamos distinguir razones externas e internas, Una raz6n externa es un hecho del mundo que puede ser tuna raz6n para un agente, incluso si no conoce ese hecho ¢ incluso si reluusa conocer ese hecho. Asf, cl hecho de que es- ta lloviendo, o el hecho de que uno tiene una obligacién son razones externas. Para que una razon externa funcione en la deliberacién efectiva, tiene que cstar representada por algin estado intencional interno del agente. El agente cree que €s- ti lloviendo, o el agente reconoce su obligacion. Asi, en una situaci6n idealmente racional, hay un ajuste entre las razones externas ¢ internas, puesto que en la medida en que son ra- zones externas, estaran representadas como razones internas en la mente del agente. La deliberacién del agente s6lo puc- de operar si sc basa en razones internas, pero las razones in- ternas son a menudo razones validas s6lo porque represen- tan razones externas. Asi, por ejemplo, si decido llevar un paraguas porque creo que esta lloviendo, mi creencia es una tazén interna, pero es una raz6n vilida s6lo si se correspon- de auna razén externa, solo si, de hecho, esté lloviendo. 4, Una raz6n para una accién ¢s solo una raz6n si es, © ¢s parte de, una razén total. He dicho que las razones son relativas al menos de tres maneras, pero hay una cuarta manera que exige que se su- braye también: un enunciado es sélo un cnunciado de una razén para una accién en la medica en que ese enunciado sti relacionado sistemiticamente con otros cnunciados. Se puede ver esto si se consideran algunos ejemplos. Ast, mi ra~ ‘zon para llevar un paraguas es que creo que va allover, Pero mi raz6n s6lo es una raz6n porque es parte de una raz6n to tal que incluye cosas tales como mi deseo de no mojarme, y mi creencia de que llevar un paraguas podré hacer que no me mojase. [334] La estructura légica de las razones 5. Una razén total es un conjunto de entidades factitivas. Puede tratarse de creencias, deseos o hechos del mundo tal como el hecho de que esté lloviendo, o el hecho de que ten- g0 la obligacién de ir a Gij6n. Ast pues, como respuesta a la pregunta “por qué llevas un paraguas?”, pucdo decir cosas, como “va a llover”, “creo que va a llover” 0 “no quiero mo- jarme”, 6. Una razén total puede ser, en principio, completamen- te externa. Por ¢jemplo, alguien podria tener una razén para tomar citricos sin tener ninguno de los estados intencionales relevantes. De este modo, supongamos que es un hecho que los citricos conticnen vitamina C; la vitamina C previene el escorbuto; el escorbuto es una enfermedad terrible que, nor. malmente, causa la muerte. Todas estas cosas podrian ser elementos de una raz6n total para tomar citricos, incluso pa- ra alguien que no supiese nada de esto y que le resultase in- diferente la vida y la muerte. ¢Bin qué sentido puede decirse que una razén enteramen- te externa es una raz6n para un agente, si no pudiera presu- miblemente motivar al agente? La respuesta es que la fuerza motivacional de una raz6n externa se define de manera con- trafictica*: si el agente tuviera el conocimiento apropiado, es- to es, si conociera las necesidades de su salud, si supicra c6- ‘mo satisfacerlas, entonces, si fuera racional, las reconocerfa como razones para una accién. As{ pues, aunque existe ideal- ‘mente un ajuste éntre las razones externas y las internas, ne- cesitamos todavia distinguir entre los dos tipos, Incluso un agente perfectamente racional podria actuar racionalmente de acuerdo con una cteencia racionalmente justificada que resul- tase ser falsa, y un hecho del mundo podria ser una razén que impulsase a un agente a actuar incluso en casos en los que el agente no tenia conocimiento del hecho en cuestién. [335] John R. Seale 7, Para que funcione en la deliberacién racional, y en los procesos racionales que llevan a la accién, todo elemento de tuna raz6n total externa tiene que casar con un elemento in terno. Esto cs, los hechos que constituyen la raz6n externa tienen que ser crefdos, conacidos, reconocidos, 0 aceptados como tales de cualquier otra manera, por cl agente en cues tin; Asi una necesidad para la salud, una obligacién, o el he- cho de que esté lloviendo sélo pueden funcionar en la deli. beracién que motiva una accién si cl agente en cuestion cree, o reconoce de cualquier otra manera, tal hecho. El hecho de {que vaya a lover puede ser para mi una raz6n para que lleve un paraguas, independientemente de que conozca o no tal hecho. Pero el hecho de que va 2 lover solo puede desem- peiiar un papel en mis deliberaciones si soy consciente de ese hecho. Ademis, la creencia de que va a lover desempefiaré el mismo papel en mi deliberacién sea 0 no verdadera la cre~ encia, Esto hace que parezca que lo que realmente importa no es el hecho mismo, sino la creencia. Pero esto es errdneo. La creencia responde ante los hechos. Es més, en algunos ca- sos la racionalidad puede exigir una creencia en vez de otra ‘Asi, si miro por la ventana y veo que esta lloviendo, seria irracional, siendo iguales todas las demas cosas, que me ne~ gase a creer que est lloviendo. Puede parecer como si hubiera aqui una amenaza de re~ greso al infinito: la racionalidad exige la creencia, pero la ad- quisicién de la creencia exige racionalidad. {Por qué no lleva esto a un regreso al infinito? 8, Para mostrar que tales casos no llevan a un regreso al infinito, necesito introducir la nocién de racionalidad reco- nocedora, La racionalidad puede exigit que un agente bajo Giertas condiciones epistémicas reconozca simplemente un hecho del mundo como el hecho respecto del cual ha con- [336] Laestructra ligica de las razones traido una obligacién, respecto del que tiene una cierta ne- cesidad, o respecto del cual esti en un cierto género de peli- 870, etc., incluso si no hay procesos racionales, si no hay ninguna actividad de deliberacién que lleve al resultado ra- ional, La adquisicién de un estado intencional racional no exige siempre un proceso racional de deliberacién, ni siquie- ra exige proceso alguno. Podemos ver que estas adquisiciones son racionales con- trastindolas con sus negaciones irracionales. De hecho, una forma comin de irracionalidad es lo que denomina “denega- cién” donde el agente niega persistentemente algo en contra de una evidencia abrumadora a favor de lo contrario. Por emplo, tuve una vez un amigo que era alcohélico. Durante mucho tiempo sc negaba persistentemente a reconocer que lo cra. Simplemente pensaba que le gustaba beber un poco mis de lo que le gustaba hacerlo a otras personas. Otros ca- sos los constituyen ¢jemplos donde las personas rechazan simplemente el reconocer las obligaciones que han contrat: do. Lo importante de tales ejemplos es que sus actitudes irracionales consisten simplemente en apartarse del simple reconocimiento racional de los hechos. Pero el reconoci miento racional de los hechos no exige necesariamente deli beracién. Puedo simplemente mirar y ver que un camion se esta abalanzando sobre mi, o mirar por la ventana y ver que esti lloviendo. Reconozco que en ambos casos tales hechos me proporcionan razones para la accion. De este modo, la racionalidad exige en estos casos que crea que est lloviendo ‘0 que el camién se esté abalanzando sobre mi, pero no tengo que embarcarme en un proceso de deliberacién racional para alcanzar esta conclusi6n racional. Muchas razones internas se basan en el reconocimicnto racional de una razén externa. El reconocimiento racional de una raz6n externa no exige en es- 37] John R. Searle tos casos ninguna forma adicional de racionalidad o delibera- cién. La racionalidad reconocedora no es necesarfamente un asunto envel que haya de procederse paso por paso. 9. El conjunto de clementos factitivos que constituyen una razén total tiene que contener al menos un elemento que tenga la direccién de ajuste mundo-a-mente. Por qué? Porque una raz6n total tiene que ser capaz de motivar racio- nalment# tin agente. Una raz6n total tiene que proporcio- nar un fandamento racional para la intencién previa de reali- zar la acci6n o para una realizacién intencional de la accién. Para hacer esto, tiene que haber alguna entidad en la razon. total que tenga la direcci6n de ajuste mundo-a-mente, y esto proporciona el fundamento para la direccién mundo-a-men- te de la intencion previa y de la intencién-en-la-accién. ‘Llamemos a esos elementos que tienen la direccién de ajuste mundo-a-mente y que, al menos, son potencialmente capaces de funcionar en las razones totales, “motivadores”*: toda razhn total tiene que contener af menos un motivador. Alli-donde el motivador es un hecho del mundo episté- micamente objetivo tal que el agente tiene ciertas necesida- des 0 ciertas obligaciones, el motivador externo s6lo puede funcionar en la deliberacién si se reconoce como tal por el agente. Repito lo que sciialé en la seccién anterior: la racio- nalidad reconocedora puede exigir que el agente reconozca al motivador como tal motivador. La persona que se niega a reconocer que hay un camién que se abalanza sobre ella y la esti poniendo en un peligro fisico grave es, por lo que a esto respecta, simplemente itracional, aunque no haya pasado a través de un proceso de deliberacién. Pero el punto crucial de la discusi6n presente es que para quc los motivadores ex- ternos funcionen en la deliberacién tienen que ser reconoci- dos como tales por el agente. £38] La estructura ligica de las razon Los motivadores pueden ser externos o internos. Los de- scos son, por ejemplo, motivadores internos, y las necesida- des y obligaciones son motivadores externos. Pero, repité- moslo, los motivadores externos s6lo pueden funcionar en Ia deliberacién en la medida en que estin representados como motivadores internos. Una raz6n interna total para la accion, tiene que contener al menos un motivador reconacido. 10. El requisito de un motivador es verdadero tanto de la raz6n prictica como de la teérica. Supongamos entonces que creo que p y que si p entonces 4. {Qué tiene todo esto que ver con mi aceptar, reconocer o creer que ? Silas creen. as son s6lo objetos neutrales, conjuntos de relaciones cau- sales de acuerdo con una teorfa hoy de moda (pero equivo- cada), entonces spor qué yo, este yo, deberia preocuparme de q? La respuesta es que una creencia es un compromiso. Y cuando estoy comprometido con una creencia estoy com- prometido con todas sus consecuencias l6gicas. Y un com- promiso’es un motivador externo independiente del deseo, y tiene la direcci6n de ajuste mundo-a-mente. Esta cs la raz6n real por la que no hay ninguna distincién de principio en es- te aspecto entre la razén practica y la te6rica. La raz6n teéri- ca.es aquella rama de Ja razén prictica que tiene que ver con las razones para aceptar, reconocer, creer y aseverar proposi- ciones 11. La lista de los motivadores parece a primera vista de- sesperanzadoramente heterogénea. Incluye motivadores in- ternos tales como deseo, esperanza, temor, vergilenza, orgu- llo, asco, por no mencionar hambre, sed y placer. Incluye motivadores externos tales como necesidades, obligaciones, compromisos, deberes y exigencias. Obsérvese que ambos conjuntos de motivadores son factitivos en el sentido que he explicado anteriormente, [39] | | John R. Searle 12. Los motivadores externos son entidades factitivas del mundo. Bajo las descripciones que las identifican como mo- tivadores externos, las descripciones dadas en términos tales como “necesidad”, “obligacion”, “compromiso”, “exigen cia”, “deber”, siempre son relativas al observador. Solo de “manera relativa a la intencionalidad humana puede identifi- carse algin estado de cosas del mundo como, por ejemplo, ‘una necesidad para Ia salud. La relatividad respecto del ob- setvador implica subjetividad ontoldgica, pero no implica necesariamente subjetividad epistémica. Lo que esto significa €s que la ontologia de un fenémeno relativo al observador contiene siempre alguna referencia a la intencionalidad de los observadores en cuestién, Por consiguiente, la ontologia cs subjetiva. Pero es completamente posible que los enuncia- dos sobre entidades ontolégicamente subjetivas tengan ob- jetividad epistémica. Puede ser un hecho objetivo el que yo tenga cierta necesidad concerniente a mi salud, aunque su identificacién como “necesidad” sea relativa al observador. Este es un asunto importante, de manera que voy a ela- borarlo un poco mas con un ejemplo. Supéngase que tengo cierto nivel de vitamina C en mi cuerpo. Esto ¢s simplemen- te un hecho bruto sobre m{ mismo, independiente del ob- servador, Pero supéngase que el nivel es tal que ¢s no es su: ficiente para prevenir la enfermedad, de este modo a, Necesito més vitamina C. Ahora bien, gqué hecho corresponde a la afirmacién de que necesito mas vitamina C? Los hechos brutos del mundo son cosas tales como que tengo cierto nivel de vitamina C en mi cuerpo, mi cuerpo tiene ciertos procesos causales y el ni- vel de vitamina C en mi cuerpo ¢s insuficiente para mantener [49] La estructura ligica de las razones 508 procesos. Estos hechos constituyen, todos juntos, la ne- cesidad pero, bajo la descripcién “necesidad”, estos hechos tienen la direccién de ajuste ascendente, puesto que las ne- cesidades las tienen de este modo. Esto lo muestra el hecho de que una necesidad puede cumplirse o satisfacerse, pero no ser verdadera o falsa. Una necesidad se cumple 0 se satisface siy sélo si sucede que el mundo llega a casar con el conteni- do proposicional de la necesidad. El enunciado @ enuncia un hecho que es una raz6n para Ja acci6n, Esta raz6n es un motivador externo, mi necesidad. ‘Las necesidades son relativas al observador. S6lo de manera relativa a mi salud 0 a mi supervivencia tengo una necesidad como ésta. Pero a pesar de que la necesidad es relativa al ob- servador y, por lo tanto, ontolégicamente subjetiva, es un hecho epistémicamente objetivo sobre mi el que tengo tal necesidad, esto es: no ¢s s6lo un asunto de opiniin el que yo tenga esta necesidad, se trata de un hecho médico puramen- te objetivo. 13. Los motivadores independientes del deseo, bajo sus descripciones como motivadores, siempre tienen la direccién de ajuste ascendente mundo-a-motivador. Por esta raz6n, su reconocimiento bajo estas descripciones, esto es: su recono- cimiento como motivadores, es ya su reconocimiento como razones para la accién, El agente no tiene que, en primer lu- gar, reconocer una obligacién y, a continuacién, determina que tiene una raz6n para la accién, puesto que reconocer al- go como una obligacién es ya reconocerlo como un motiva~ dor en el sentido en que se ha explicado. La racionalidad en la toma de decisiones incluye al me- | nos Jos tres elementos siguientes. En primer lugar, el reco- nocimiento de los distintos motivadores, tanto externos co [4a] John R. Searle mo intemnos, y una valoracion de sus pesos respectivos. Su- péngase que te prometo ir ala fiesta que organizas el proxi- mo miércoles por la noche, Claramente tengo la obligacién de ir a tu fiesta, esta obligacién es una raz6n independiente del deseo y no tiene nada que ver con mi desco de ir a tu fiesta, Pero supéngase también que se opone bastante a mis intereses el ir a tu fiesta y que si lo hago pierdo un negocio que me va a costar toda una fortuna. Este interés es un mo- tivador externo contrario con cuya fuerza hay que contar. A. menudo, los fildsofos morales dicen, Kant por ejemplo, que en un caso de intereses egoistas opuestos al deber, deberia triunfar siempre cl deber. Pero esto me parece simplemente ridiculo. Hay muchos casos en Jos que tengo una obligacién menor tal como mi obligacién de ir a tu fiesta, y tengo inte- reses muy profundos que estén en conflicto con esa obliga- ci6n, y no hay ninguna raz6n por la que el motivador inde- pendiente del deseo deba triunfar siempre. En segundo lugar, tiene que haber un reconocimiento y una valoraci6n correctas de los hechos no motivacionales que inciden sobre el caso, Asi, por ejemplo, tengo que ser capaz de saber como voy a ser capaz de evar a cabo todas mis dis- tintas obligaciones. :Es posible que yo, incluso fisicamente, cumpla todas las obligaciones a las que me he comprometi- do? Dicho de manera aproximada, podemos dividir esos he- chos no motivacionales en dos clases. Tienen que ver con las relaciones “por-medio-de” y el “al” de “al-hacer-tal-y-tal”, en el sentido explicado en el capitulo 2, En castellano puro y simple, esos hechos tienen que ver con cémo satisfacer los motivadores y en qué consist satisfacer los motivadores. Lla- mémoslos “efectores”™* y “constituyentes”* respectivamente. ‘Una vez més tenemos que distinguir entre efectores y consti- tuyentes internos y externos. Un ejemplo muy simple clarifi- [+42] La estructura ligica de las razones cara estas distinciones. Suponga usted que yo le debo algin dinero (motivador externo). Suponga también que yo lo sé (motivador interno). Supéngase que puedo liberarme de mi deuda yendo a su casa y dindole el dinera (efector y consti- tuyente externos). Sabiendo todo esto, yo podria decidir el ir a su casa y darle el dinero (raz6n practica). ‘Los efectores y los constituyentes internos son siempre creencias. Son creencias sobre cOmo hacer cosas causalmente {efectores), 0 sobre cémo hacer una cosa constituye el hacer algo més (constituyentes). En tanto que creencias, los efec- tores y los constityentes internos responden ante las cosas del mundo real, tal como éstas son, Tienen direccién de ajuste descendente, Asi pues, son razones validas para la ac~ cién s6lo en la medida en que correspondan a hechos reales del mundo. El hecho de que pueda disparar el arma apretan- do el gatillo es un efector externo. El efector externo sera efectivo cn mi razonamiento s6lo si hay un efector interno correspondiente, mi creencia de que apretando el gatillo puedo disparar el arma. é Es esta combinaciGn de rasgos, la existencia de los moti vadores y el reconocimiento de los hechos que inciden sobre el caso, lo que daa la gente la ilusién de que, de alguna ma- nera, todo razonamiento lo es de medios-fines. Los motiva~ dores proporcionan los fines, y los hechos no motivacionales proporcionan los medios, Pero esta manera de miar las co- sas borra la distincién entre motivadores internos y externos y; correspondientemente, bora la distincién entre razones para la accidn dependientes del deseo y razones indepen- dientes del deseo. La gran distancia que existe entre nosotros y los chimpancés, por lo que respecta a la raz6n prictica, es ‘que tenemos la capacidad de crear, reconocer y actuar de acuerdo con razones para la accién independientes del de- P43] John R. Searle | sco. El gran problema en la histotia de la racionalidad en la filosofia occidental ha sido siempre éste: como es posible que un agente pueda estar motivado racionalmente por una raz6n independiente del deseo? Pues si toda accién es, en al- giin sentido, la expresién de un deseo de realizar esa accion, entonces jde dénde viene cl deseo sila razén de acuerdo con Ja cual actéa cl agente no es ella misma un deseo ni tiene su fundamento en otros descos?

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