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Pocos son los datos publicados sobre Eduardo Urzaiz, médico nacido en Cuba en 1876 pero que dedied su vida y su activi- dad profesional y personal a Yucatan, Fue uno de los primeros en dar conocer los trabajos de la moderna psiquiatria, alean- zando, por esto, prestigio en los eireu- los especializados de la capital, Ermilo Abreu Gémer, en su Sala de retratos, nos ha dejado una vision de este hombre que cuenta en su haber la narracién de una muy curiosa historia de anticipacién cien: tifica, Eugenia: “Tiene, ademas, el doctor Uraaiz, ef insdlito mérito de saber expre- sarse con soltura, cosa que no siempre acontece entre las gentes demasiado ape- io cientifico. EI doctor Ur zaiz es de estatura media; mas bien del gado: viste con pule pre de blanco. Usa bara —u recana nda al modo de don Franciseo A. de — Habla sin acento particular —ni cubano ni yucateco— Lee con claridad y elegancia sus trabajos académicos. Sabe intercalar en sus doctos mensajes, gracias y humoradas que ponen un tinte de con tentamiento entre los oyent PREMIA editora s.a EUGENIA (1919) Eduardo Urzaiz LA MATRACA 20 Esta edicién se tering de iemprimir en los ta Heres graieos de PREMTA editora de libros, na. en ‘Pahuapan, Puebla, on el segundo sementre de 1982, Los tefioros Angel Hernindez, Serafin Ascenco, Juliin Homindez y Bonato Aen to ‘ieron a 3u cargo el montaje gif y la impr in de Ia edicién en offset. Bl tiraje fue de 4,000 ejemplares mis sobeantes para reposicion PA7R9. U7/EBS (ANA rape 83 FL 25952 y 1a ilustracion de Ia eubierta reproduce un fragmento de ‘una pintura del pintor mexicano DIEGO RIVERA, Disetio de la colcecién: Marambio. Plonoalin y producisn Dieceisn General de Publicacionce 1 Dilitcan/SEP Prema Baora de Tabeos 8. A. dg asta, atet Becsera, Carle Mapes Bnrue Mt. Tain Felix Moreno © Hild Tevra © Derechos reservados yor los enter raja Nacional de Foment acatve "Thiers 25-10. pin, conse Nunes Antes 15600 Mésic, Df Premi ators de Kio 8. A (0100 México DE Inmpreso y hecho en. México Printed andre in Mexico PRESENTACION Yucateco por adopeién, Eduardo Ureaiz Rodriguez nacié en Cuba en 1876, pero’ su familia se radied en el sureste mexicano siendo é muy pequefio. Se recibis de doctor en medicina en 1902, y aunque durante algtin tiempo ejercis su profesidn, su labor principal se desarrollé en ef eampo educativo, Fundador de ta Universidad det Sureste (més tarde Universidad Autinoma de Yucatan), {ue rector de la misma durante més de veinte anos. Estudid psiquiatria en Nueva York y, a sw regreso, fundé el “Asilo Ayala”, tuna instituein de tratamiento’ para-tes enfermos men. tales. Interesado profundamente en ta ‘titeratura, y en especial en la obra de Cervantes, dedied a ella varios estue dios y ensayos. Su novela Bugenia, que,tahora presenta: ‘mos, fue publicada en 1919, y hasta el idomento ka cono- ido una muy escasa dijusién, Murié ei 1955. Eserita poco después del triunfo de-la Revolucién de Octubre, y cuando a Revolucién Mexicana empesaba a institucionalizarse, Eugenia es la primera obva literaria nacional que registra et ascenso de los boleheviques al po- der y toda ella esta impregnada del espiritu optimista que hizo ereer a muchos que nos halldbamos en los umbrates de un mundo mejor, més justo y racional. La Historia se encargé de desmentir irrefutablemente estas esperanzas. Ademés, 4a quién le gustaria vivir en un mundo en el que el azar y la pasién estuvieran excluidos? La utopia es el otro nombre del infierno: la monotonia de lo perfecto. Hoy sabemos que no es tarea del hombre ta de crear paraisos ni siquiera ef prometido por el socia- 7 lismo “cientifico”— sino, acaso, la de hacer més habitable (alegre) nuestra cotidianeidad. ‘Ast, la que pareciera ser la nota discordante en este universo armonioso, el amor tan desatinado como tenaz de Lugenia, es ol nico rasgo que humaniza a su sociedad y la devuelve al mundo que todos habitamos: el de la distancia casi siempre insalvable entre la realidad y el deseo. FMV. EDUARDO URZAIZ. EUGENIA. {G8BOZO NOVELESCO DE COSTUMBRES FUTURAS) Mérida, Yucatin, México. 1919. PROLOGO iANCHE 10 SOGNO SPESSO! 'ambién yo swerio @ menudo! Y en mis swerios, lector igo, contemplo una humanidad cast feliz; libre, por to , de las trabas y prejuicios con que la actual se com- ay amarga voluntariamente la vida, La sencilla trama amorosa que se desenvuelve en este onato de novela, me ha servido tan sélo de pretexto para = | Médico soy de locos, y nada tendria de extrario que, Menilos catorce afios largos que llevo tratando a diario con «ellos, algo se me hubiese pegado de sus delirios y manias. ‘como es natural, me tengo por sano y cuerdo; y como, r-otra parte, he conocido y conozco enajenados que ‘excriben muy bella y razonadamente, ni me asombro ni me do porque mi obra sea calificada de tal manera. "Después de todo, hasta los mismos conceptos de cuer- loco son relativos, pues dependen del lado en que se que el que juzga o califica. Asi, a lo menos, lo enten- 6,aquel fraile espaol que, en el siglo XVII, escribié un Atitulado: De si los locos lo son ellos 0 lo somos nos- “Pia, por lo tanto, lector benévolo o severo, puedes jus- rie como mejor te parezcar; que me queda el recurso 4a. me acojo desde luego~ de aplicarte la misma vara ‘emplees para medirme BI Autor, a ‘pasar por los vidrios de Ia Tujosa ventana, tinéronse de amarillo y verde los rayos del sol; posronse un punto la blancura de las sibanas y, subiendo con lenta aridad, Tlegaron a la cara de Eimesto. Abrié el dur- ellexceso de luz, cerrélos enseguida y se quedé un rato | posicién supina, gozando del inefable placer de no preceden o siguen inmediatamente al suefo. "Tras un largo desporezo que hizo crujir todas las art ~ eulaciones de su cuerpo, el joven bused a tientas un botén © que en la pared, junto a la cama, habia; a la presién de su © dedo, un timbre invisible dio diez campanadas graves y “tina doble, mas aguda: las dier y cuarto. (Qué tarde! De © seguro que Federico, Consuelo y Miguel estarian ya en “Ta calle. En cuanto a Celiana, la infatigable trabajadora, © debia haber abandonado el lecho desde muy temprano, ‘con grandes precauciones para no despertar a su amante, pues fria estaba ya en la almohada la huella de su cabeza. ‘Estaria arriba, en el estudio, y probablemente a aquella hora, ya tendria listo el plan de su conferencia de In tarde en] Ateneo. ‘Despojdndose de una especie de kimono de sedi ‘gue envuelto estaba, arojése Emnesto de la cama y se di gid lentamente hacia un Angulo de la alcoba donde, oculto® por una cortina corrediza, se hallaban el tocador y la talacién hidroterapica, Reconfortado por una breve sesién 13 »\ pues su cuerpo de masaje vibratorio automstico y una ducha helada, salié ‘8 poco, tan Agi y ligero cual si volviese de un mundo ultra terrestre en el cual el esfuerzo muscular y la fatiga fuesen desconocidos por completo. Ya afeitado, peinado y perfumado, pero atin desnudo, se contemplé un momento, con intima complacencia, en In luna de un gran espejo que ocupaba la pared frontera. Y podia, en verdad, perdonirsele este rasto de vanidad, 1 digno de admiracién, De estatura més que mediana, tenia las proporciones exactas, el relieve per- fecto de todos los muisculos y Ia robustez arménica del Doriforo de Policletes, algo més afinado, su rostro se asemejaba bastante al del Mercurio de Praxiteles, pero con esa expresion de alta intelectualidad que la fisonor humana ha adquirido tras muchos siglos de eivilizacién, Afiddase a esto una célida tonalidad de salud en la piel, uniforme, sedosa y limpia de vellos superfluos; y se tendr tuna idea de lo que era Ernesto a los veinte y tres afios: un ‘modelo digno de la estatuaria griega y una buena muestea de lo que los adelantos de la higiene habian logrado ha- cor de aquella humanidad que, varios siglos antes, nos- tica, intoxicada y enclenque, samoslo de una ver~ no tenia oficio ni obligaciones, se vistié rpidamente un sencillo traje, de acuerdo con la estacién y con In moda de la época, y se dispuso a salir. Su programa se reduefa, por Io pronto, a tun paseo en aerocicleta por los alrededores de Ia ciudad. Renunciaba al desayuno por lo avanzado de la hora, para almorzar més tarde en el Cireulo con los amigos; ya se decidiria el empleo de la tarde en la alegre tertulia de sobremesa, Como de cosiumbre, cenaria en casa, y en la breve y cuotidiana velada familiar, grata a todos, discuti- riase el programa nocturno; como Casi siempre, irian todos juntos a la diversién elegida, si es que charlando no se les, hacia tarde y resolvian quedarse. Empezaba a fastidiarse de lo mondtono de su vida y avergonzébale un poco lo inatil que resultaba, comparada con ta de sus comparieros, que todlos trabajaban, incluso pata él “ Gorra en mano, salia ya en demanda de su maquina, ‘cuando se fij6 en un sobre de ofieio, cerrado, que antes no a sobie el mérmol del velador. Celiana debia haberlo pido temprano y, disereta siempre, a pesar de la inti mnidad en que vivian, lo dejaria alli sin abrirlo para que Ilo viese al despertar. Bastante intrigadlo por el sello del gobierno, Ernesto rompié ta plica y ley6: ALC. Emesto R. del Lazo. Prosente. Atendiendo el superior gobierno a la robustez, salud, belleza y demés circunstancias que en usted ‘concu- ren, a propuesta de este Bureau, ha tenido a bien nombrarle Reproductor Oficial de la Especie, durante €l presente aio y con lox emolumentos que seta el presupuesto vigente del ramo. Salud y longevidad. EI Presidente del Bureau de Eugenétiea, Doctor Remigio Pérez Serrato Villautopia, Subconfederacién de Ja Anvériea Central, 2 de marzo de 2218, Encontrados pensamientos asaltaron al joven al terminar la lectura de este oficio. Clato es que no dejaba de halagar un poco su vanidad el ver reconocidos oficialmente sus éritos de hombre perfecto, y que le alegraba I ocasién que se le ofrecia para dejar'de ser graves a. Los s Celiana en particular... Y no seria acaso ella misma’ la que, empezando a hastiarse de él, solicitara tal cargo para ver de irselo alejando? Esta idea puso por un momento en su boca un ligero amargor de celoso despecho. ... Pero no, pensindolo bien, Ia hipdtesis era inadmisible: Celiana 15 no habia cambiado en Jo més minimo y, a los cinco afios de vida comin, seguia siendo la misma amante apasionada, y al propio tiempo protectora y maternal, de los primeros dias de su amor. .. Debian ser cosas de Miguel, en quien notara Emesto mas de una ver, cierto tinte de irénico reproche hacia la zéngana inutilidad de su vida, ¢Podkia , por otra parte, conservarse ecusénime, en la promiscuidad del trato con diversas mujeres a que le obli- aba su nuevo empleo, y guardar intacta su fe para la ‘que habia sido su maestra en ta vida, su iniciadora en el amor y, hasta entonces su tinieo afecto? Afecto tranquilo, es verdad, sin grandes arrebatos ni zozobras, casi filial y teitido levemente de respeto y gratitue; pero que bastara para hacerlo completamente feliz por tanto tiempo. ,Entre tantas mujeres, no le saldria tal vez al paso la que pusiese en st existencia un toque de poesia o un sacudimiento de tragedia, la Hamada a desencadenar la tempestad pasional que inconscientemente todo joven desea para alterar un poco la gris monotonia del vivir? AL analizar su posicién con respecto a Celiana, los pensamientos de Exnesto derivaron hacia el pasado, que tempez6 a desfilar por su imaginacién con cinematogréfica Glaridad. Y fueron tales la viveza y exactitud de la per- cepeién interna, que el mancebo se tendié sin darse cuen- ten un divin y su mano, aflojéndose, dejé caer al suelo cl oficio, mientras sus ojos tomaban una vaga expresién coma de ensuefio, Se vio trece afios antes en la escuela primaria, recién Hegado de la granja-almaciga en que transcurvieron, en plena libertad, sus primeros aftos. Era entonees tn turbue {ente-chicuélo de diz, leno de sad y que, como Kimo el de Rousseau, no sabia cual era su mano izquierda y cus su derecha, Celiana, a la sazén guapa moza de veinte y cinco, fue su primera maéstra, Ella duleifies, a fuerza de earifio, Ia cexuberante turbuleneia de su earicter y, cuando hubo logrado sobre él el necesario ascendiente, le transmitié el-don de Ja lectura y el de la escritura, en unas cuantas 1 {sesiones dle sugestion hipndtiea, sabiamente espaciadas et ¢l curso de un mes. Por el mismo procedimiento, que habia venido a reemplazar toda In enfadosa pedagogia de los ios tiempos, le inculed después los conocimientos ele- ales de aritmétiea y goometria Recordaba Emesto, con jrata delectacion, st escuela ¥ Jos ails felices que en ella pasé: con intenso coloride ian en sut imaginacidn las frondosas y frescas aveni- as, los amplios parques de juegos, et gran estanque, la rumorost actividad de los talleres y la apacible calma de los laboratories, ia rica eoleccién zoolbyien viviente, las hhuertas, la granja, los jardines... Alli, en contacto intimo y continuo con la naturaleza y con la vida misina, habia ‘do adquiriendo ef conocimiento de los fendmenos natu rales_y_las habilidades pricticas indispensables. Y tanto le complacia el recuerdo de sus alegres. juegos con los condiscipulos, como el de las amenas confereneias en que Jos profesores'ampliaban sus nociones eientificas, fiandolas enseguida, mediante cortax sesiones de hipniotismo, iDichosos tiempos aquellos, ids para no volver y que, tal vex por st misma condicién de pretéritos, se le anto. jaban mejores que os presentes! De entonces dataha. su = que hoy integraban sy grupo familar loy Federico, de su misma edad aproximadamente, se amaban ya; habian sido sus eondiseipulos y era tal it ammonia enire el carscter de ellas, apacible y tranquil, el suyo, atdiente y-cdominador, qu resultaban comple mentarios y se hicieron desde Inego inseparables, ‘También conocié en aquel tiempo a Miguel, que era A lasazén elamante en turno de Celiana y venia a uscatla an exeuela todas las tardes. Por cierto que el muchacho Jo ogi bastante al principio; pues sentia por su gentil ‘maestra un afecto apasionado y absorbente, que st precoz temperamento hacia instintivamente sexual y en el que renacia, por atavismo, una tendencia exclusivista a los eelos. Nanea creyera que mis tarde —trocados en franca, leal y permanente amistad los amoves de Celiana y Mi- uel llegase él a querer a éste con el misino earitio frater= " nal con que ya entonces Consuelo y Federico lo querian Recordaba luego aquella terrible crisis de st pubertad, que mitigé por breve plazo la turbulencia de sus jucsos ¥ lo lend de inquietudes vagas y deseos inconfesables Peridas ta lozana coloracién del vostro y la toniciclad de los miisculos, haciase huraio y solitario, Hubiera caido inmemediablemente en la neurosis, si Celiana —siempre ella no le tendiera la mano salvadora; como madama de Warens a Juan Jacobo, ella le absié Ins puertas del Jardin de Eros y fue para’ él la mujer integral: madve, maestea, hermana, amiga y amante. Y fuelo de tal manera, aque en ‘cinco atios, ni su corzin habia stspirady. por otros amores, ni las innumerables bellezas que st. paso encontrara habian hecho prender en él la chispa de un deseo, posible que aquel amor, atin con intensidad suficiente para llenar por completo sus aspiraciones sent mentales y Jas necesidades orgainiens de su potente juven- tud masculina, empezara ya a declinar en Celiana? Lle gada a esa edad en que la mujer aleanza la plenitud de su fuerza pasional, y tras no haber encontrado en mi ensayos cl ideal definitivo, ella habia hecho de el la sintesis, de todos sus caritios. Mas gquién sabe? ;Los sentimientos femeninos son y han sido siempre tan complejos! .... De nuevo sentia ef enamorado joven fermentar en Jo intimo de su ser la levadura ancestral de los celos; y de este fer. mento se originaba la duda que paralizaclos tenia Jos resor tes de su voluntad, hasta entonees tan impulsiva y répida en todas sus decisiones. Admitia, en tesis general, la conveniencia de aceptar el cargo; si hasta ahora no se preocupara por ganar dinero, mils que por pereza, habia sido por falta de ambicién o, mejor dicho, de necesidades, Si algo hubiesen necesitade 41.0 los suyos, de mucho atris empleara Ernesto en el trabajo aquella desbordante actividad que en los deportes exteriorizaba, Y aquel sueldo no le venia mal; al finalizar el ano, cobraria junta toda la cantidad y la destinaria a saldar en we | | parte su deuda de gratitud para con Celiana, dfndola el gusto de realizar el deseo insatisfecho de un viaje a Euro- pa, que ella le confesara en mis de una oeasién, Pero mientras no viese claros los maviles de la inter= vencién de su amante en el asunto aquel —si tal habia— mientras no quedase demostrada su total inocencia, no resolveria nada definitive, Lo mejor era esperar a que Celiana, o acaso Miguel, se clareasen; Jo que no hab de tardar mucho, pues nd gustaban de’ andar con tapttjos y mister Y, después cle todo, no era easo de dar proporeiones, de problema vital a un asunto de tan escasa tmportancia, Con Ia superficialidad caracteristica de su epoca, y resul- tante del refinamiento mismo de Ia civilizacién, Ernesto se ri6 interiormente de su perplejidad de un momento; metiése el nombramiento en el bolsillo y salié a la calle con su aire habitual despreocupado y alegre. i Situado en el tercer piso del chalet, el estudio era una vasta pieza con el techo abuhardillado y todo cubierto de evis- tales; hacia el lado orfente, abriase un amplio ventanal corrido y con balodn, Un sistema de cortinas coredizas de sed. ris permitia graduar la luz y utilizar a voluntad Ia cenital 0 la unilateral, Las paredes, de un tono perla uni- forme, estaban decoradas con trabajos de Miguel: paisajes y desmudos de ideal belleza, que revelaban un dominio absoluto de la téenica cubista yuna vision rica y exacta del color. En un éngulo de la estaneia, una Venus de mirmol astentaba la caste euritmia de sts formas; en un cahallete de ébano, veinse un gran lienzo cubierto de manchones, en los cuales se empezaban a plasmar un cielo tempestuoso y un mar irvitado, Desde et baleén se divisaban los pintorescos alrede- dores de In ciudad; multitud de aristoeraticas villas man- chaban de blanco el verde intenso de la eampitia tropical y, hacia el sur, se extendia hasta perderse de vista, una ancha avenida,flanqueada de altisimos edificios y sombreada por {rondosos laureles. Recién regado, relucia el asfalto, yun xentio presuroso ocupaba ya las aceras giratorias. En la calma huminosa de la mafana, el cielo tenia un azul limpido de cobalto puro, sabre el cual y a intervalos regulares, dibujaban su mole alargada las grandes aerona- ves que, eargadas de pasajeros, se d el vecino puerto. A la distancia, la vibracién de tas hacian sonar al partir, semejaba el quejido st longado de un arpa eética, la mancha oscura medrala con a rapidez y pronto no era mais que wn punto, apenas percep- tible unos instantes, WI hangar central de donde pi alzaba su elegante arqnitectura, dle estilo: neomaya, 50 tuna gran pirdmide cuadrangular de piedra: en el vértice trancado del techo triangular, parecia ineendiarse a los rayos del sol un Aguila enorme de hronce dorado, con las alas extendidas en actitud de levantat el vuclo Sentara ante el gran eseritorio leno de libros y papeles en desortien, Celiana alz6 las manos del fecladl de la dim nnuta miquina en que habia estado eseribiendo; hia girar af sillon hasta quedlar de cara @ la ventana, encendli an arrillo de cannabis indica, perfumado eon esaencia de Ambar gtis, échd atris Ia gentil cabeza y contempld con Aeleite la glauca inmensidlad del firmamento, Era realmente una belleza inquietante y originals alta, esbelta y Mena, aunque de seno poco. pronunciatlys hlanea y mate la tez, carmosox y-encendides los labios; los grandes ojos ardientes, enmo consumidos por intensa fiebre interior, y negrisimos, lo mismo que la corta meena rizosa y las finas cejas, ce trazo inrepeochable, prolongadas hacia las sienes y casi unidas sobre ef nacimiento de ta fiega nariz, Alta y espaciosa la frente, admirables tos brazos y las manos que, al par de las pies, calzados con ligeras ‘sandalias tenian transparencias de porcelana y ‘ernergian con gracia de la suelta veste, leve peplo lila de corte sencillo y con una greca negra en ‘el bore inferior y en el cuadradlo euello, Fijdmdose mucho, un buen observador quinis notase tun leve estrabismo divergente en los ojos de Celiana, ties finns arvugas en su frente y algunas hebras de plata en sus eabellos. Junto a la blancura absoluta des tostro, los dientes, grandes y parejos, amarilleaban tn tanto como el marfil antiguo Fructuoso habia sido el trabajo de Ia mafiana y pla nneada quedaba la conferencia de la tarde. Come todos lox sabados, el piblico ayotaria ls loealidacles y colmatia el amplio saton del Ateneo, tan ansioso de eontemplar Ia bella conferencista, como de escuchar su palabra juzosa ¥ 2 | ftuida, a la que el timbre grave y dulce de la vor, prestaba | unenorme poder sugestivo. | Desde inco aftos antes, al hacerse piblica su pasién | por Ernesto, obligindola a’ dejar el magisterio, habiase | decdicado Celiana’a dar conferencias sobre sociologia | | i k historia, sus temas favoritos de estudio. De éxito en éxito, su nombre empezaba a trasponer las fronteras natales; y el resultado pecuniario no era tampoco despreciable, pues subvenia ampliamente a sus necesidades y eaprichos. “‘Prazado ya el plan de ln proxima plitiea, Celiana la | detallaba mentalmente y urdia Ins frases de’ efecto que | 4, habrian de arranear el aplauso al terminar los periodos mi [7 rotundos. Proponiase seguir paso a paso la evolucidn de | (la familia en los tres. cllimos siglos. Sefalaria Ins causs que fueron debilitando paulatinamente ef estroma fisio- | | léaico de esta institucién, antaio tan sélida, hasta hacerla | | desaparecer. Narraria cémo, desvaneciéndose poco a poco |) | los prejuicios religiosas y simplificdndose los tramites lega- [esos peas Hans Haron a comtise yd i i | vetse libremente. Recordaria eémo el problema de la prote pavecid irresoluble por mucho tiempo; pues aunque los, 4 los padres y el Estado | fue tomando a su cargo el sostenimiento y edueacién de hijos dlejaron de ser una carga pa | (tein hme cut ce to papel fisioligico que In naturaleza Te asignara. La despo- [blacién de las naciones tomaba proporciones alarmantes | iseguramente la humanidad se hubiese extinguido, no f hhaberse deseubierto la manera de utilizar los 6vulos huma- os, apenas fecundados, genial descubrimiento que quit6 [al amor todas sus temibles conseeuencias. colin ~"Y ya en tenveno conocido y, por ende, firme, Celians| se deleitaria en trazar el cuadro encantador de la '6poca feliz en que le habia tocado en suerte vivir. Libre el. amoy Fide toda traba, la reproduceién de la especie exavigiladl 4 | por el Bstado’y reglamentada por la cieneia; en vez de la fomilia antigua, unida por los imaginavios lazos de la | \angre, habia aparecido el grupo, basado en las afinidlades t (por tanto, realmente indisoluble. Esta era para ella la \ manifestacién ideal de la sociabilidad humana, la tnica | posible en el grado aleanzado por la eivilizacion, “— ,Cudndo familia alguna de los pasados tiempos gor de unién tan intima, de armonia tan real, como la que reinaba —por ejemplo~ en el grupo que integraban ella, Ernesto, Consuelo, Federico y Miguel? Aspiré con deleite el humo de su cigartillo y, al dulee Jinflujo det indiano alcaloide, como para recrearse mis a [ou sabor en Ja beatitud del presente, su pensamiento se jinterné en el pasado y repasé el nia erueis doloroso de st ‘primera juventud Desde la escuela primaria, In intensa cerebralidad de _. )80 constitucién habiase revelado por una sed insaciable y casi morbosa de adquirir conocimientos, lo que oblig6'a | sus profesores a espaciar con gran taeto las sesiones de | hipnotismo en que se los transmitian, temerosos de llegar |. determinar un verdadero desequilibrio, Y por esta su cerebralidadl excesiva, y a pesar de la lozania con que st ' cuerpo se desartollaba, hubo de practicsrsele mas tarde la delicada, aunque inocwa, operacién quinirgica que este: riliza a las jévenes incapaces de dar productos perfecta- mente sanos y equilibrados: la_simple ligadura de los oviductos que, sin alterar el dinamismo de las secreciones inlemnas y conservando las dems funciones sexual pide tan sélo la concepcién. Seccionando el epididimo, se obtiene el mismo resultado en los mancebos que no pueden ser consideradlos como ejemplares perfectos de la especie humana, Por tales procedimientos, a la sazin de prietica \_ eortiente en todo el mundo eivitizado, se habia conseguido \+/ poner tn dique seguro a lox progresos de Ia degeneracion, Como casi todas las mujeres. de su tiempo en quient subsistia el instinto ancestral de la maternidad, Celiana habia hecho maestra y, durante diez afios, encontré en el magisterio amplio eampo y provechoso empleo a sti nece- sidad de amar a los pequetios, a los débiles y necesitados de proteccién y guia. Pero el instinto maternal tenia en ella tuerza inusitada y, no satisfecho con amar a los hijos Py de todos, pugnaba por intensificarse, aplicéndose aun mimero mis reducido de sujetos: en’ los pasados siglos, aquella mujer hubiese sido una excelente madre de fa- 'Y con idéntica fuerza, sentia clla la interna necesidad de otro amor, complementario de aquél; sentia el ansia de hhacer Ia oblacidn total de su cuerpo y de su alma a otro ser —todavia impreciso en los limbos de su imaginacién vinginal— que fuese a un tiempo dominador y sumiso, rano y eamarada, y en el cual encontrasen satisfaccién cumplida Jas exigencias de su carne, sus ideales de artista y el poder expansivo de su inteligencia, Empefiada en la conquista de este bello ideal, cada tentativa fue un nuevo fracaso que matchité en su espirit Ja rosa de alguna ilusién y dejé en sus recuerdos el amar- gor de una derrota; de no haber conocido a Emesto, ya en el ocaso de su juventud, Celiana hubiera muerto definiti- vyamente para ‘la vida sentimental. Las primicias de su temperamento, de su cuerpo en flor y de su corazdn, fueron para un viejo premature, perverso y sdico, que ‘906 en agra. sus iusiones y la inutiliz6 por macho tiempo para todo amor. Cuando logr6, por un esfuerzo titénico de la voluntad, liberarse de él, erey6 odiar para siempre a los hombres. {Para qué recordar uno a uno a todos sus amantes? Ningtno hubo que no arrancase un. girén mis ‘281 optimismo o no clavase en su pecho la espina de una nueva ingratitud. De Miguel admiré primero el arte soberanos después amé su etemo buen humor, su fealdad simpsitien y ln cristalina franqueza de su caracter. Pero Miguel ern li inconstancia personificada y tras mutuos e iniitiles esfwer- ‘208 por tomarse en serio, sus amores terminaron en una careajada a dito y un franeo apretiin de manos: ;Amor de tres semanas, que se resolvid en fraternal amistad para el resto de la vida! ‘Luego nuevos amantes y nuevos desengafios. .. Hasta’ que al fin Ernesto, el diseipulo predileeto, se hizo hombre; y la que to habia iniciado en todas las ciencias, quiso 2 iniciavlo también en la de amar. Y, cuando eayé en la cuenta, noté que habia encontrado lo que por tanto tiempo Fnuscara en vano: el amante ideal, siervo y dueno, dom? nnante y sumiso a la ver Consuelo y Federico, aquellos adorables ch a su paso regaban la alegria contagiosa de tmores y las notas argentinas de su risa, no podian vivir in Ernesto y, por quererlos éste, ella, que yt los queria los quiso mis, ‘También de todos bienquisto, agregéseles Miguel, y asi habia Uegudo a constitirse, quel grupo verdaderamente ideal: Celiana eva la inteligencia direc. tora, el centro del sistema; Ernesto, la elfra de todos sus carifios; Consuelo y Federico eran el rayo de sol, la poesia de la casa, y Miguel, el amigo seguro y leal: ef consultor aque tesolvia los easos dificles con stv admirable sentido brictico y su gran experiencia de la vida. BL bienestar econdmico suavizaba los ejes dle este seneillo mecanismo y fciitaba su arménico funcionar. Qué simiente de odio © de discordia tendria poder suficiente para alterar 0 inte rrumpir su marcha? El timbre de un reloj que dio las once, saed a Celiana dle su dulee absteaecién, recordindola que estaba compro. metida a almorzar en el Casino Universal, con unos sabios turistas extranjeros. Ordené ligeramente sus papeles, rua 446 sus apuntes y bajé para ataviarse uillos que idlicos 2 qi Equivoctbase Ernesto al suponer a su amante complicada cn Ia inocente intriga a que se debia el nombramiento que tan perplejo lo traia. Fue Miguel quien se vali6 de sa amis- tad con el doctor Pérez. Serrato para conseguirlo, y quien personalmente puso el oficio en la mesilla de noche, muy temprano y cuando ya Celiana habia abandonado el lecho. Artista por voeacién y bohemio por temperamento, Miguel era un producto tipico de su época; de sus argos | y numerosos viajes y de sus cuarenta y cinco aiios, vividos | intensimente, habia sacado una gran experiencia de la vida, que él tomaba, easi en su totalidad, por el lado 5- mico. Su Iipiz eva una potent iea y social y en mais de una ocasién, una caricatura sya fue sufieiente para derribar alguno de esos falsos prestigins logrados por no, \ supiérase qué manejos y combinaciones. Kin su converse cidn amenisima habia un continuo chisporrotear de parn- dojas brillantes y eéusticos epigramas. Esteritizado desde sti mocedad, nunca eneontrs en el ‘amor otra cosa que un pasetiempo agradable, cuyas emo- cciones no le penetraban més alld de la epidermis, Para él, | s6lo era digno de adoracién el arte; fuera del cual, no ‘tenia otro afecto serio que el fraternal carifio. que’ por partes iguales repartia entre Celiana, Exnesto, Consuelo | y Federico. Fisicamente era de una fealdad simpitica y abrayente como la de ciertos anitnales raros. Alto, delgaclo, muy trigueno, calvo y nguzado de rostro; por Ix mirada pe= netrante de sus ojillos pardos y por la indnica sonrisa de sus labios finos y afeitadas, recordaba algo a Voltaire. Un a poco por desidia y despreocupacién y otro poco por sho- bismo, iba a todas partes con su blusa de trabajo y no se ‘quitaba nunca un gran sombrero flexible de anchas alas y color indefinio. {Por lo mismo que amaba casi paternalmente a Emnes- to, doliale ver que transcurriesen en la inaceién los mejores arios de aquella espléndida juventud y se avergonzaba, “como de algo propio, del parasitismo de aquella vida, sobre ‘el cual ya algunos amigos se permitian bromas un tanto | pesadas. Cuando a un joven, considerado digno de perpe- “tuar In especie, se le dejaba en la plenitud de sus facul- tades reproductoras, contraia con el Estado ta obligacién de suministrar a In comunidad cierto ntimero de hijos, obligacién que habia venido a ser tan ineludible como an- \ tafo lo fuera el servicio militar Exnesto parecia haber olvidado aquel sagrado debers y Celiana, la llamada a recordrselo, no lo hacia, segurae mente por el egoismo absorbente de su amor. Pensaba Miguel que a él le tocaba tomar la inieiativa en el asunto, y de tiempo atrés venia buscando Ia manera de hacerlo, sin herir la susceptibilidad de ambos amantes y sin dar lugar a torcidas interpretaciones sobre In desinteresada rectitud de sus miras. Seguro de que el joven, con su clara inteligencia y su buen criterio, entraria fécilmente en ra- 76n, resolvié planteatle el problema desde luego y por sor- presa; pero ahora deseaba tener con él una franca expli- cacidn, cosa que tal vez hubiese sido mejor procurar desde el princi Con tal objeto, y no dudando encontrarlo alli, dixi- idse al gran restaurante anexo al Circulo Juvenil, donde Ernesto almorzaba casi a diario con sus camaradas. Aque- Hia era la fonda dle moda, la que, especialmente para almor- var, preferia la juventud desocupada, los mantenidos de uno y otto sexo; en la espléndida terraza del quinto piso, Jas alegres tertulias de sobremesa se prolongaban hasta el anochecer. Desde que Megé al primer descanso de la esealinata, percibié Miguel el estrépito de las carenjaclas y el fragor de By las discusiones. Ya en la terraza, no pudo menos que de nerse a contemplar un momento con ojos de artista aquel animado cuadro: volaba en tenues nubecillas el humo azulado de las cigarros e iba a perderse entre las frondas de la enredadera que servia de techo a la amplisima azotea; pasaban por entre las hojas los rayos det sol para it a ‘auebrarse en el cristal de copas v botellas o a formar iris fugaces en las menudas gotas de cuatro grandes surtide- res de agua helada, dispuestos para conservar en aquel sitio una agradable y hiimeda frescura. Vestidas con leves peplos a estilo griego, hendidos so- bre el muslo izquierdo y que ademas dojaban deseubiertos el hombro y el brazo derechos, con los cabellos recosidos en alto y calzadas con sandalias, las jovenes eamareras corvian atareadas de un lado para otvo, aportando servicios de licoves y refrescos entre pellizcos y requiebros. Oculta centre las frondas, a usanza oriental, inn orquesta tocaba uleemente. La entrada det pintor fue saludada con aplausos: y muestras de alborozo; de diversas partes lo Hamaban a la vez, En una reunién de artistas, un mozalbete de tipo anifiado, voz de tiple y chalina monumental, discutia aca- oradamente con un viejo estrambético de Inengas barbas y blanca melena cubierta por un gorro de terciopelo rojo. Al ver a Miguel, el casi hombre so levant6 gritando: Salve, maestro indiscutible! A tiempo llegas pa ser nuestro frbitxo; éste —y sefialé al viejo~ sostiene que 1 puntillismo es y sera siempre la téenien insustituible, ¥ en vano derrocho los tesoros de mi eloeuencia por hacer entrar en su cerebro foxil Ia conviecién de que no hay més téenica verdad que el poliedrismo microseépico, tra- tado en los tres colores elementales. [tan brutos como los del siglo XX: hablais de téenicas y | procedimientas, como si eso fuese todo, y olviddis 0 no \ podéis ver con vuestras ojos de topo, la parte de alma, la propia visién de In naturaleza, que el artista, cuando lo fes de veras, pone en su obra. El pablico impresionista, que Ey cron define ieaS ita siempre mejor que vosotros y Sven tefinitiva el que dice quién pinta y quicn no pinta, Mis alt consultaban a Miguel sobre netntan depo: tiene cull Pretendian que opinase acerca des las places al ls bailavina X eran o no superiores al busta dee betta Z, la trl eontestabn ean una broma tm ean grime 9 tina frase feliz; y, de mesa en mesa, repartienyy ctones de mano, Ilegs al fin al corto en tate Emesto detallabn por vigésima vez las peripecse nee ganto-en el ition coneurso de aviacidn; en su acrren lars le motor de nitroslicerina coloidal, habia hecho eee Van MLOs esearos, el recorride “Villautopia Hobie “.¥ ni él se cansaba de referitlo ni sits tele oirselo referir. Acogido con francas mucstng Seclmpatia, el pintor acepts la silla que aquellos bees chiens le ofrecieron y pidis un heiador Desde luego comprendié Ernesto que st amigo sélo Rcbia ido alli para hablale,y sun soxpech ul esta ne Gi tala queria. Asi ex que, aprovechando una trees Gn Ia conversacién, le propuso que saliesen juntos: dae Wrehaseo ¥, antes de volver a erst para eestar, neuer a Consuelo y Federico a la salida det taller de novelicin en que ambos trabajaban, Xa se levantaban, cuando un incidente les corte la Fant Pet ue momento, obligindolos a atender al general fico. ra que acababa de entsarun tipo original seein Ramaban Miajitas; era un fresco vividor que ae he basar por defensor de los trabajadores y se a |RUL Sabrosamente por ellos, regalindoles los oles eon ig [feérica pirotecnia de unos diane brocha xorda en ‘ive vaticinaba, pata un futuro muy priximo, ef advent [niento de la igualdad social 'y econdreien me perfect, |Como siempre, su entrada en aqtel elegante conta eg motivo de pullas v cuchufletas, Simpatico, después de todo, etal Miaiitas: bajo y asta rechoncho, su cara mofletuda y reluciente, irradi, salud y poca vergiienza, Vestia de obrero y, coma want suelen Hlevar en let mano tin paragiias que munea abrom, al 30 ‘jaba mante- siemy con un martillo nuevo, que, I 1 _ golpe. Todos, incluso él mismo, bal n Hegado a olvidar de comilona; invitaronlo y excusése, alegand haber °- ‘mente con los de arriba el fruto del sudor de los de baje cor un sagrado derecho: ya que los de abajo me han pagado Ja sopa, vengo a exigiros a vosotros, los que os tituliis de arriba, que me paguéis el café y el plus. Bien os cons hombre © una mujer, como falderos de lujo? A. despecho de cuantas evoluciones y revolue ‘iones ha, suftido la hume- Exaltado por sus propias. palabras y sin eurars iw un tono declamatorio y continué: —jReid y gozad, Nal Me " ie feliz llegada de los brebajes pedidos y la grata ta- a resentes habia hecho aso, si que alguno estaba de ellas enterado, Acerca del precio del azicar, habia surgido un oo flicto entre los si algunos gobiernos; orgias de sangre y_mat tanza. Ya no armas que el cierre de los puertos y el cese de todo inter h EAmbio comercial. Pero Ins consecuencias no serian por la falta de exportacin determi * fabticas y la de importaeién, la mise ia toda vex que ya ninguna porevin del globo terndneal alimentar a sus habitantes con sélo los productes de su suelo, Y sintig avenga: —Venga —decia. niveladora. Yo me alegro y la espero jde las ati fel desarme esta que se avecina —y io econdrnico, ws que hubo en los siglos XX y XXI resuliaron la desaparicién de las nacional. ‘que sera ter ha de resultar la igualdad absolute, social como en el econimica, noble dedticado los anos mes floriddos dk tevo orador, Miajitas reanudé su. venga cuanto antes la guerm oD con impaciencia. $i ble, yo as lo digo— fanio en el orden ideal a que yo he | ores Ticare atv me alero de que venga In guerra. ¥ me | alegro, sobre todo por sabe alimentarse s6lo de pan y alltiminy ja y pueda que veréis obligados a traba) Como para calmar vosotros, que el fuego a asi probaréis a qué 08 regenerdis, . su entusiasmo, pidié MMiajtas un helado, luego un ajenjo y después unos postac les. Y aunque el nvimer momentos, mienteas hu 2 ro de sus over tbo quien pagas ontes se reducia por ise por él, siguié en- | a de su estémago, para liquidos Fin ls, conin prcns con nenebe mowed ‘su Jengua. 2 Iv sados muy pronto de oir saneleees, no fueron Eenesto fuel defo ultima en albandonar Ia, terraza del Cire Fajitas no les hacia maldita Ia gracie. Malle, no quisieron tomar el tranvia aren. Ni Ye cnian nevesidad; pues la calle en ae ge encontrabs, oie Juvenil, como todas las eéntricas de la ciudad), se Pipatiabo provista de acoras givatorins, Supicton clas y pronto eatuvieron frente al gram arco que dap ae al Fete Occidental en que dicha calle terminaby, He a pare mis extenso y concurrido de Villautopia acl hora en la sorena quietud de In tale, fee Ey gapecto encantador. PL azul del eieto these haciendo Horan unde pido y, hacia el poniente, was leves 17° F fs comerczaban a tense de rot ¥ ‘qualda. Casi rasando ee cei de los Trondosos Arboles, woluban innunerabies dae ceiving y aerocanastilis tripuladas por jovenes ¥ mt were que al pasar se safudaban alegremente de was & Chacha tian tos nifos por las amplias avenidas ¥ ns oajas de enannorados baseatan el amparo de Jaf rondas | més tupidas para arrullarse ie fos por est aceidn sedate que él ambiente Fe lor rants paras ha ejreido siempre sobre el s\eot de os ra Mfguel y Ernesto pasearon tango rato em ens Tia eual si ninguno qquisiese ser el primero o> abordar el Go. rasa tema que a entrambos por igual preocupaba; rae por sentanse en tn bane, bajo una lor 6 | aekletn, y eontemplaron el ocaso, que va ardia con resplan- ddores de incendhio. 6 ~ uterino artificial y no lo practicamos atin, Las pobres mu- jeres del puchlo cumplen todavia resignadamente su dura “nisin; pero las cultas y rieas sienten ya horror por ella yyrecurren a todos los fraucles posibles para evitarla, Nues- fro actual gobierno —que Ia Gran Sabiduria conserve~ es {emocrético y progresista y procura hacer més llevadera _ a carga de Ia prole, asignando pensiones a los pobres que Ja tienen numerosa_y proporcionando a todos fos nifios educacién, alimentos y vestides; pero estas medidas tan meramente paliativas y de una ineficacia ater para detener los avances de la despoblacién ”Para evitar el estancamiento evolutivo en que yace ‘nuestro pueblo, se ha tratado de recurrir al cruce con razas superiores; pero, dadas las excelentes condiciones econd- ‘micas en que se encuentran los pueblos blancos, y aun los nds adelantados del Africa misma, son tan pocos los ali: cientes que podemos ofrecer a la inmigracién, que el pro- yecto no ha podido pasar de la categoria de tal. Bstamos so plenamente convencidos de que nuestra siniea salvacion esti en implantar el sistema que tan buenos resultados da aqui y en todos los paises adelantados; y asi pensamos hacerlo a nuestra vuelta, si nuestro gobierno ~que la Gran. Sabiduria conserve nos presta st eficaz ayuda. Y no se nos oculta, seforita, que tendremos que luchar ruda y {enazmente, pues aun pesan sobre nuestra desgraciada tierra multitud de prejuicios religiosos y sociales.” Llegé en este punto de la conversacién el feliz aviso de que estaba servido el almuerzo y todos pasaron al 1ujoso comedor y se instalaron en torno de la mesa, espléndida- mente provista por cierto. Siguidse entonces el primer tiempo de todos los ban- quetes, aquel solemne momento en que el apetito se sobre: pone a la sociabilidad, y las lenguas callan mientras las ‘mandibulas trabajan activamente. Pasado el ardor de esta primera carga ‘‘a la cuchara”, las lenguas empiezan poco poco a recobrar su movilidad, en los intervalos de la deglucién por lo menos. La del doctor Pérez Serrato fue Ja primera en quedar expedita; pero Ernesto —dejando a Jos hotentotes al quite~ hallé medio de aislarse en intima y animada charla con sus vecinos, Ia sin par Atanasia y fl simpatico interno, Dotia Isabel comin y callaba, sin dejar de atender solicita a los invitados; desde su. sillén de ruedas, el viejo paralitico asentia a las ampulosas razo- nes de su ‘amigo. Atanasia estudiaba medicina; pronto comprendié Ex. nesto que ella y el joven Suarez se amaban y se entendian, Eran ambos reproduetores voluntarios ¥ por ellos se enteré de cuanto le interesaba averiguar acerea de su cargo. Por lo pronto, no tena més obligacién que presentarse a una seftora —de quien le dieron el nombre y la direccién~ que ejerefa las funciones de superintendente de las reproduc: {oras oficiales; ella se encargaria de relacionarlo con sus futuras colaboradoras, entre Ins que podia escoger libre mente. Durante el aiio de su servicio obligatorio, debia. producir, por Jo menos, veinte hijos; después quedaria, ‘como Voluntario hasta la edad de cineuenta afios, en que 6 debia ser necesariamente esteriizado. Supo también Ex nesto que tenia que abstenerse de fumar y de tomar bebi- das embriagantes; podria presentarse al final de eada mes a firmar la némina y recoger su sueldo o dejar que se jun- | tasen para cobrar ia eantidad ehtera al finalizar el ao, Los simpaticos informantes habian cumplido ya su “ser- Ferminado el almuerzo y acabada la charla de sobre: } mesa, reanuddse la visita a las dependencias de In vasta F institucién que ain faltaban por ver Construido por el sistema de pabellones aislacos, el Instituto de Bugenstica de Villautopia ocupaba, en las aiueras de Ia ciudad, un extenso terreno de varios kil6 metros, Para recorverlo con més comodidad, ocuparon tin Tigero automévil de motor de éter sulfarico comprimido; asi pasaron el resto de Ia tarde visitando y admirando I enormes cocinas, los almacenes de viveres, las oficinas de Ja administracidn, et gran laboratorio de bacteriolo al de quimica industrial, la fabrica de all y, finalmente, los establos y prados en que pastaban tos hhermosos rebiios de cabras y burras, cuya leche servia para la alimentacién de los pequenos. Bmpezaba a anochecer cuando Ernesto. emprendié Ja vuelta a su hogar, no supiera él mismo deci si triste 0 satisfecho. Sentin, si, un ansia inexplicable de encontrarse entre los suyos y pareciale que habia estado mucho tiempo separado de ellos. a vit Habituada Celiana a la precision det lenguaje cientitico, Aécil instrumento cuando se trataba de formulay las ele: vadas concepciones del estudio y la meditacién, jamés habia podido servirse de él para expresar sus intimos afec- “tos: su alma sentia demasiado el pudor y huia de exhi- _birse desnuda en la claridad de una poesia lirica o de una prosa sentimental, Mas cuando la delicada urdimbre de sus nervios vibraba con exceso, distendida por el placer 0 lrcerada por el dolor, ella experimentaba imperiosa lx necesidad de objetivar en cierto modo el estado de su &nimo para no estallar en una _ Vera entonces la miisiea In maga complaciente, presta a | traducir los mis delicados matices de su sensibilidad, en ese su lenguaje universal y eterno que, en su misma vague- dad, tiene la clave de su enorme fuerza expresiva. Fa el piano su instrumento favorito y, desde que hubo vencido las dificultades técnicas de su manejo, nunca ejecuts la mtisiea de otros: tocaba exclusivamente para si misma y siempre improvisando. Es la primera noche de abancono. Ernesto asiste a un baile, dado con el fin expreso de relacionarlo con sus fatu- ras colaboradoras; Federico y Consuelo se han ido al teatro con Miguel y, ante la negativa de Celiana a acompatiarlos, “no han insistido, comprendiendo que el dolor de sw amiga es de aquellos que necesitan un poco de aislamiento. Ahora, en la quietud nocturne de la sala casi a oscuras, "suena el piano duleemente; por In ventana abierta se ve el | jardin, todo banado en Ia blanca luv. del plenilunio, y 6 “‘iargenes, el bogar de un cisne por un lago o el curso de ur penetra el aroma capitoso de los nardos. 4 Un preludio melaneélico se desgrana con tan suave facilidad, que evoca el correr de un arroyo entre florida | vivir tranquilo y sin ambiciones... De pronto rompe hilo de la melodia una frase violenta, casi disonante, que | semeja un movimiento bruseo de sorpresa, el asombro de. algo que no se esperara; y viene tras ella uma sucesién d escalas rapicisimas y arpegios brillantes, que alternan con acordes graves, simulando un dilogo en el que una argu mentacion viva y apasionada se estrellase contra el razo- namiento tinico y légico de una voluntad firme, inflexible y convencida, Después se reanuda el canto original y va acelerando su ritmo, hasta llegar a un allegro vivace que, en frases brillantisimas, expresa primero temor, luego la rebelién violenta de un corazén herido y, finalmente, una pena desgarradora refractaria a toda idea de consuelo. Y | la frase final, hecha leif-motiv, se duleifica por grados, cual reblandecida por las lagrimas y al repetirse con Ia insis- tencia tenaz. de una idea fija, viene a ser en ol andante un quejido doliente y resignado, que se aleja poco a poco hasta extinguirse, no supiérase si en el tiempo o en la distancia, Aquella tmisica, toda sentimiento, sin rebuscadas difi- | cultades téenieas ni primores de ejecucién, reproducia con pasmosa exactitud, el drama interno de un alma des- trozada, el trégico naufragio de una dicha que leg6 & ‘erwerse eterna y a cubierto de toda contingencia. Lo que | ahora pasaba de los nervios a los dedos y de éstos al décil | teclado y al sensible cordaje, era la renovacién de lo que en la noche anterior sintié Celiana cuando, en la dulce i id de las horas nupeiales, Ernesto le comunicé lo | aceptacién del nombramiento recibido y le conté su visita al Instituto de Bugenética, Fue primero un asombro inmenso, que tronché Ia voluntad y anulé la conciencia; fue luego el impulso de protestar, dle demastrar con dialéetica irreductible, la invio- labilidad de su derecho, de defenderio con fiereza de leona o | eterna y que no tiene aman berida... Y¥ fue al fin la dura conviecién de la derrota inevitable y fatal; fue una pena atroz que pugnaba por | estallar en gritos, que moviala a golpearse, a arrastrarse y suplicar de rodilias. Mas todo pasé en lo intimo del ser, sin una queja ni una recriminacién, en la heroicidad de um interminable y pavoroso silencio. Y ain tuvo la ator- mentada, la médrtir, fuerzas para sonreir al ingrato y des vanecer bromeanda los timidos y tardios eserviputos del | nifio amante que, asustado y coriés, ofrecia volverse atriis alamenor indicacién de ella. Pero ahora, al tocar con serena erueldad, el fondo sangrante de la propia herida, diagnosticabala ‘irrestaia- ble, mortal, y comprendia que era liegada Ia hora postrera de su dieha. ‘Triste es la axonia de todo amor, mas si en las cenizas | mismas del cadaver, se adivinan los gérmenes de nuevas catifios, parece que asistimos a un crepiiseulo que nos va © a sumir en una noche may negra, pero que en si, por sit propia condicién de noche, lleva inbibita Ix promesa de tuna nueva aurora. No hay en cambio, consuelo posible para el corazén que se siente y se declara incapaz de todo resurigimiento: es un ocaso definitivo y le sigue una noche No existe dolor compa- rable al de wna mujer apasionada que asiste al final de ‘un amor, que en ella tiene que ser necesariamente el Glki- m9} porque coincide con In aparicién del leve pliogue que en Ia comisura de los labios empieza a marcar Ia obra de los autos implacables, con el pautarse de la frente, con el triste abatirse de los senos y el lento blanquear de los ceabellos. Initil es toda protesta contra el dolor de lo inevi- table; en tal caso, s6lo alivia un poco ln queja sin objeto, Celiana hall Ia teliz expresion musical de aquella pena, y al piano sollozs primero a pedal sordo y como avergon- zado— un lamento hecho armonfa, que al fin externé toda la sinceridad de st amargura y se repitié Inego hasta Ia saciedad en diversos tonos. Era entonces como la idea pardsita que, en el horror de un manicomio, hace a un 6 Joco gritar dia y noche la misma frase A fuerza de repetitse, el pensamiento se iba esta: mando, la miisica perdia en expresin lo que ganaba en temura y, prendida en su propia armonia, tornése al fin en un canto melaneélico, amorfo y anodino, que lent mente ejercid su accidn sedante sabre los iritadas nervies de Ia artista. Y alcalmarse la tormenta nerviosa, recobré el cerebro toda su fuerza inibitoria, su clara pereepeién de Ia just cia, y Celiana conquisté Ia nocién precisa de que el final desu ensueio de amor era necesatio, {Qué derecho. tent Lhonvascas pasionales, para monopolizar eternamente el \ ingen corazén de aquel muchacho? No habia que hacerse fe ilusiones: cuando Firnesto hubiese gustado la miel de otros amores, no serian seguramente los hechizos de una beldad cerepuscular como ella capaces de luchar con éxito contra los de otras mujeres en plena floracién, Conveneida de su inferioridad, Celiana veia segura la derrota y renun- su ética admitia el | iaba desde luego a la lucha; que s \tificio, su estética no transigia con el vidiculo, Aun encontraba ella, en el balance total de su vida, un saldo de felicidad a su favor; pues la absoluta e integral de aquellos cinco anos en que Ernesto le habia pertenecido cen cuerpo y alma, era ya mis que suficiente despojarse del tiltimo residiwo de exoismo y celosa vulga- ridad, el amor de aquella mujer se sentia inatacable, abso- huto, polimorfo y susceptible de adaptarse a todas las mo- dalidades, eapaz de todas las renunciaciones y de todos los sacrificios. Que Ernesto conservase hacia ella una tibia y filial adhesion, que guardase siqu de su carino, y ella seria In amiga abnegada, la madve amantisima, capaz hasta de enjugar las lagrimas que ver- tiese por otras y restafiar las heridas de su corazin. Més 4 ain: con tal de no perderlo por completo, de sentirlo cerca, encontrahase dispuesta a soportar desde el engatio y la indiferencia, hasta el desvio y el odio mismo. .. ry in hecho logico, natural y | ella, despojo de tantas a endulzar | -forzada y un buen humor fieticio. Notsindolo, Celiana s toda una existencia de amarguras y suftimientos, Y al J vra_un dulce recuerdo ‘Vuelve el piano a sonar. Pero ahora las notas expre- san la calma de una renuncia total, Ia dulce tranquilidad de un triunfo alcanzado a fuerza de heroismo. Luego, sintiendo la propia grandeza, de ella se ostentan orgullo- sas y acaban por entonar un canto magnifico, un himno grandioso al Tabor del alma redimida de toda vileza, supe- rior, en Ia analgesia del estoicismo, al dolor de la tortura, Rendido este justo homenaje a In propia superioridad, toma la melancolia a sombrear las notas del canto; pero e= ya una melancolia dulce, resignada, sugestiva de un esta- do de placidez, tal como una aforanza, que es dolor, por- que recuerda un bien perdido, y al mismo tiempo placer, porque en él se deleita y lo vive de nuevo, ‘Cuando Miguel regresé del tentro Gon Jos jévenes, ain tocaba Celiana; pero la mirada saga cel amigo leal percibié desde Iuego que el equilibrio interno se habia restablecido ya en aquel espiritu superior, todo logica y | justicia, Emesto eg6 algo mas tarde, cevca del amanecer, y Jos encontré cenando alegremente. Bn su amante hallé la serena sonrisa de siempre, Ia acogida habitual, franca y carifiosa, sin sombra visible de pena y sin la menor huella de la pasada tormenta; él en cambio, suspicaz y preocu- pado, sin costumbre de fingir, fingia may mal una alegr fri6 con @l y por él. or vult Es indudable que In solucién de todos los problemas, in- cluso los sentimentales, depende mas que nada del modo de plantearlos. Hay en la vida situaciones dificiles, casos complicadisimos, que se presentan desde luego con datos tan matematicos y claros, que la maratia, a primera vista inextricable, se desenreda por si sola 0 con un pequetio esfuerZo y un poco de paciencia, En cambio, asuntos sen- yy hasta triviales, se hacen a veces inresolubles; ¥ es porque para resolverlos, bastaria una sola palabra franea y leal, pero precisamente es In que nadie quiere pronnneiar, la que se formula en todos los eerebros y se detiene antes de llegar a los labios. ‘Tal era la situacién que un ineidente —casi sin impor- tancia, dadas las costumbres de aquella época— habia originado en las relaciones de Celiana y Ernesto, tan s6lo por haber surgido en una atmésfera de mutuo recelo. Es- Apulos delicadisimos y alambicados, pacidos de la pureza misma de su carifo, habian hecho un problema capital de lo que era poco mas que una niferia, Presintiendo un posi- ble final, aquel amor, hasta entonces tan sereno y con- fiado en’su curso, se detenia amedrentado ante la leve sombra de una desconfianza, como el potro brioso y paja- rero, gue salte sin vacilar [a valla 0 el foso, tiembla y repara ante un papel tirado en medio del camino 0 ante Ja sombra de unas ramas que el viento agita. Sin que nada hubiese cambiado en realidad en lo sustancial de st amor, en aquellas relaciones, en apariencia, tan carifiosas y cordiales como siempre, se iba infiltrando Py oco @ poco una reserva cortés, fria y convencion s6lo los mismos amantes se daban cuenta de xe ot meno; cualquiera los ereyera més unidos que nunes, hasta Miguel, tan sagaz y buen observador, daba_ poi faizmente teminado aguelasunto 7, Mas de un mes llevaba Ernesto desempeta conciencia su cargo de reproductor oficial y, dexle ape feibio, habia logrado trazar muy en firme ta linea div soria entre la mera posesién carnal, instintiva y mecéniea | ¥el afecto puro e idealista del corazén enamorado, Ee ona tin dualismo casuistico, por to demas muy socorrido, qi | desde hace mucho tiempo lox hombres eatablecen fat \ | mente, pero que s6lo algunas mujeres superiores han sido "sates de comprender 4 _Y ni aun en el terreno de los encantos materials, habia hasta entonces encontrado el. joven nada ee hiciese olvidar o tener en menos los de su adorada Celiana, Ella por su parte, no habia pensado nunca en exigiv a at | amante una fidelidad material absoluta y se hallaba de antemano dispuesta a todas las renuncias y a todos los perdones. Y sin embargo, rota estaba inremediablemente la feliz sinengia de aquellas voluntades, antes tan acordes, yen el pensamiento de cada uno de los amantes quedaha ‘ahora un fondo reservado en que el otto ni osaba ni queria Penetrar. Bra como si entre sts almas se fuese insinuando una limina de hielo que un soplo glacial engrosara paula. tinamente, Encerrada en el estuclio, so pretexto de imaginarios trabajos, Celiana meditaba sobre aquel estado anémalo | de su espiritu y se torturaba en vano sin encontrarle solu cidn, ora la busease en el terreno de ka légica, ora preten- diese hallarla mediante un. simple impulso sentimental. Sintié entonces el ansia de desahogar el exceso de sus penas, en plenitud de confesiones y al amparo de un echo amigo, para obtener el consuelo de una palabra afectuosa y sincera 0, si posible fuese, una indicacion precisa y clara, Como estaba bien al tanto de la poca o ninguna impor m fancia que Miguel daba a los problemas amorosos, deseay- ifélo desde luego como confidente, teraerosa de sus cortan- es ironas, y pensé en uno de sus antiguos maestros, por ‘quien sentia verdadera veneracién y a quien en otros nces dificiles de su vida. ‘Tratabase de un tal don Luis Gil, anciano, tan sim- y bondadoso como ilustre, literalo insigne, sabio pedagogo, historiador notable y polemista de fuerza. Todo ‘@ mundo lo conocia por el “Maestro”; porque lo’ habia sido realmente, durante los mejores afios de sw vida, ¥ porque, con sw charla instructiva y amena, sus atinados F siéndolo de cuantos se aventuraban, con paso mais 0 menos [ incoguro, por el vasto campo de las letras, en qn ha habido cotos ni cereados. Con una carta ab acreditaron de portaliras y legaron hasta a la de eximios, y no pocas damiselas softadoras vecibievon In investidura de castélidas o musas supernumerarias. jLais- tima de actividades restadas a la mecanografia, al mos- trador 0 a los quehaceres domésticos! Es claro que a veces lo que la mano protectora del maestro sacaba del limbo, no earecia de mérites reales; y Fen mas de una velada ocwvié que el ahijado se engallase, apenas soltados los andaclores, y se las tuviera tiesas y de potencia a poteneia con el padtino mismo. Asi, por ejem plo, él ae quien primero descubri6'y alent Ins fice dh posiiones literatas de Celiana que a tan expléndid fre, Eimiento habian llegado con los afos. Y, pasados los de noviciado, ella, mujer de criterio independiente y amplio {y de ideas avatyzadisimas, sostuvo por la prensa brillantes polémicas con su antiguo maestro que, sin darse cuenta y por efecto natural de los afios, se ba volviendo un si es no es conservador. Todo, por supuesto, dentro de la mas stricta correccién y sin que se alterasen en lo mis minimo ‘el mutuo aprecio y la sincera amistad entre ellos existentes Don Luis vivia completamente sola y tenia el eapr n En los dos o tres primeros hancos del costado orient oie la plaza prine rincipal de Villantopia, frente (Ge eoteasiicn, se rennin todas Ins ances oo ee WS heterogeneo ciontien 9 ‘ Eneo mentidero literario, cientifico y filosbfiee, inada frontera piafabun impacien, rrientras en la gran expla We Gh espera. de ocupantes, los pequeiios monoplanes dy tera ior san carcterzad de Gitintas horas y que no erm pos es age eae os de hierro tan bien dispuestos a la fresca some de laurels secuarsytrondomy, pecan iniar cose emente a Jos transerintes a la charl escins. As, ot las mafianas, juntabanse en ell valncrnee fespeuads a distatarde tos Ub lo afioranzas de los tiempos ios Hogabar la hora del apentive are dores y agentes de negocios ‘mente en bolsa o lonja de tra ra aro que faltasen las partidas de fori: all giclee 1 de poeta bos yestuantes sagan ny ee iets de chicos de la crema que comentaban spt en ln’ uty dma ade Bia se encaming Celiana une noche, Costumbes fa To a at Bot tral solo; mas no tanto que To eomineieny ayos del sol, char- avde y mientras la inguieta turba de core. los convertian provisional. insacciones; por las noches, movida por ada de sus ara encon- pues cuando n el aerépago de viejos | 6, va estaban con él tres de los més asiduos asistentes Yertulia, que no le eran desconocidos por cierto. Uno ellos, un tal Matias Urrea, tuerto él, médieo v con sus Spuntas, ribetes y pretensiones de literato, discutidor eterno Yidefensor ardiente de las mis atrevidas paradojas, s08- ia con don Luis una acalorada discusién, y los gritos Finterjecciones de ambos se oian desde media cuadra an- tes. Los otros dos contertulios eran, tn joven rubio y buen mnozo, Nicasio Castillo, médico también y que en sus ratos Fae ocio, confeccionaba sonetos primorosos, como otros hacen molinetes eon el bastén, y cierto don Pedro, corredor Fy negociante, de quien no ha podido averiguarse hasta © hoy por qué asistia con tanta puntualidad a aquella tert “fia de literatos, Estos dos apoyaban con movimientos de “cabeza las razones del maestro. ‘Al arribo de la dama, ces6 un momento la polémica y, = galantes, pusiéronse todos en pie. Don Luis salié a su en- ‘uientro y versallescamente la bess la mano, beso que ells Je devolvié en la frente venerable, con naturalidad filial Como se ve, de las costumbres sociales no habia desapa- recido el beso —manifestacién instintiva del carifio, sus- ‘ceptible de adaptarse a todas las variantes y modalidades de este sentimiento= a pesur de cuanto dijeron en contra ‘suya ciertos bigienistas majaderos de los pasados siglos; habia genetalizado de tal manera tan sabroso saludo, que iva el besarse los amigos de distinto sexo se vein como la ‘cosa mis natural ¢ inocente del mundo. Celiana no era una extrafa en ninguna reunién de hombres de letras, su presencia, por tanto, no fue obstéculo para que continuase la interrumpida controversia. Discu- tiase un punto de sociologia, tema muy de su gusto por cierto; mujer cerebral y culta ante todo, ella olvidé pronto ‘sus preocupaciones sentimentales, interesada en el debate, 'y aun tercié gallardamente en él ‘Surgié la disputa al comentar las noticias alarmantes que eirculaban acerca de la inminencia de un rompi- miento de relaciones entre Ia gran Confederacién Panarie- n antes bien, al hacerse la humanidad menos hipderita, se | . uertos, sus huelga: Seria’ menos terrible fue eeu Fabre on Pero —al fin viejo. sumivador de Ie oni Sachs ta oa eos goiemos, mane eos jee tons os \gal deta alae: va 0 hay eiéeitos ni |e la pattia limitada y tt % timiento dl patriots se ware derramar nu —Ninguno, maestro acion social de los siglos pasadey inistrativos, de su época Mlotas que sos: to, por ende, el hermoso sen (iCudl sera hoy el ideal capaz de estra sangre o inmolar muestra 5 bine ~replies Un fiatta; que niesten proctesa se cred pan ay dd fotos gue sa sangre no se ered pana cer Jip aue el sacifcio de una sola vide, if esate recor nacional! iL bandera sacrosnta! eas et pretesi muletilas de nuestros isabel, cone Can 8 Frei ein grandes einen i Beart Por tales abstancciones, que era mes ee Y lo Poraue una corona pasase de la erleae Te Guillermo a las sien grentar ol termites Ae Jorge, que era muy justo ensan, y {iuestras o del vecino? Pues yo, por int all mundo en esta época aberracion¢ aberraciones no existen pata ver. stienza de la civilizacién exacng OF 0 Ae hace al sentimiento racto que se haya extinguido, Es ch patrio, no es del todo to que se ha modifi. En iguas contiencas a mang § mm Luis 5 SAE grande era algo convencional y te This se declaré partidario y ein det posible conflicto a la debilidad | ‘kobierno, en el sentido inte: | I; Perdido esti el concepty § bastante; pero en el sentido de hacerse més amplio y 10s egoista, perdiendo cuanto tenia de farsa y de com- ionalismos, "Ya en es0s felices tiempos que usted aftora, querido naestro, habia en el amor patrio cierto dualismo, que ps gaceilleros y olzos cultivadores del lugar coman expre- ban dividiendo la patria en grande y chica. La patria eo, que, se invocaba| ¥ fon muchos aspavientos cada vex. que se trataba de obligar Palas masas, a los desheredados, a los parias, a inmolarse fn aras de Ia ambicién o del orgullo de un gobernante| fambicioso 0 de unos cuantos politicos intrigantes, Para Jos hombres de hoy, la patria grande es el mundo entero, Ja humanidad, y claro es que nuestro amor por ella tiene también algo de tedrico y mucho de convencional y que dificilmente podria Hevarnos al terreno de los sacrifici F pero de concepto a coneepto, y de convencionalismo a convencionalismo, el actual es desde Iuego mucho més ‘amplio y hermoso que el antiguo y le lleva la ventaja de F encontrarse limpio de toda mancha de injusticia 0 explo- ta "EL amor a la patria chica, al terrufto, ha sido siempre | natural e instintivo y subsiste integro. Hoy como ayer, hay’) tun rincén en la tierra que nos es particularmente querido; donde las aguas son mas eristalinas, el cielo més azul, les flores més perfumadas y las mujeres més hermosas; cuando estamos ausentes, lejos de este lugar, parece que perm: nnecemos unidos & é1 por un invisible cordén que nos tra ite sus latidos vitales; y cuando el frio de la veje, pre- cursor del de la muerte, empieza a penetrar en nuestros hhuesos, ansiamas volver alli, porque suponemos que aque- lla tierra, que hollaron nuestros pies de nifios, ha de abrigar cualquiera otra. Y nétese que este lugar predilecto del ’ nuestro cuerpo con mas amor que cualquiera otra, Y né- tese que este lugar predileeto del corazdn no ha sido ni es precisamente_aquel en que nacemos; sind aquel en que fe pasan los afios comprendidos entre Ia segunda infancia ¥ la primera juventud, época fecunda de la vida en_que 18 les aplica tal denominacion? ~progunt6 don Pedro. B Bs bien sencillo —tereié Celiana, saliendo en apoyo, yuue per ‘del doctor—. En los tiempos pasados, el intercambio co- mal, Urreite don Luis palmoteando—, No es ‘mercial era tan reducido, que dos naciones podian estarse enseguida lo pinta conn tet ta belleza del amor patrio, yf desgarrando mutuamente durante lustros enteros sin que cen que ment con frases tan posticas, que bien more. fe en nada se alterase el equilibrio mundial. La sitima de otal resto amigo Nicasio las ponga en verso—, Y ge esta clase, fue la guerra rusojaponesa, que estall6 alli por dio. conarer nt careajada, que don Pedro y el poeta. fe los afios de 1904 a 1905, si mal no recuerdo, y se resolvie saa) arearon naturalmente. _ xépidamente en unos cuantos combates formidables cad ai gaahse cuanto gusten —repuso el tuerto algo qe "Parecié entonces que, por el inmenso desarrollo que fica ot caheectse de mis lrismos y pénganles hasta mi Mf hubian aleanzado los modios materiales de destruccién, igo ene ta Rate No pueden menos que convenir con. f las guerras no podian ya prolongarse mucho tiempo ni hombre haga lo es natural y esponténeo el earino del fe terminar de otra manera, Mas vino el conflicto europea a al coal Ie ee tt eh ue vive feliz, libre y respstada fe que antes el maestro se referia, y en él se pudo notar ol por sa ritan recuerdos y afecciones. Por su adelanta, © principio de ese fendmeno que nuestro amigo Urrea ha Ray on fa ele dae, ComPrendlo que se sacrifique evanto fe denominndo acertadamente generatizacion de la guerra olivia Rua oe Sterifienble; fuera de esto, lo demés es | Surgid la discordia de una manera insidiosa e inesperada, retérica hueca, palabreria sin sustam io el eouilibrie pareek fable que ncia, cuando el equilibrio parecia mas estable que nunea, no a ‘Mas no puede usted negarme, querido doctor, que \tardé en extenderse al continente entero. Sirvié de pre- an centh ttl como lo entendian nuestros antepasados, | texto a las ansias de dominacion ce Alemania I sola- pata. oe apnanto hermoso y digno de admiracién y ree. | | padas ambiciones de Inglaterra; provoes el inesperado elo. 2Se atreverd usted a negar que en aquella gran {| heroismo de los helgas, exaltd hasta la locura el romantica Framoeses y tos naeteibios del siglo XX, los belgas, los | patriotismo y el alan de revancha de los franceses, y logrd anceses y los norteamericanos, impulsados por este sen. | alterar de tal modo el equilibrio mundial, por la interrup- blimey Fealzaron actos de herofsmo rayados en lo su. f cién de las relaciones comerciales, que llegé un dia en que me | alas naciones débiles se les hizo mucho ms dificil con- © tomo Mava,tin elemplo!-.. Para mi, maestro, el patrio. } servarla neutralidad que dejatse arrastrar por la corrente 2 Silo para hae ne tos franceses y de los belgas sirvié | y tomer parte en la contienda. Al fin los Hstados Unidos, erdaerag cane ellos el pavo de Inglaterra y Alemania, | la nacin més poderosa de Amérien por aque tiempo, se wepnudaras causantes de aquella conflagracion, por sus | _ vieron materialmente obligados a interveniren el asunto y, entero, Por Io mae cites al dominio comercial del mundo con sus enormes reeursos materiales, determinaron el triun- tin ptioug tue (2 8 1s norteamericanos, era el suyo | fo de ns potenciaseoaligadas contra Alemania; pero aquel Gushabiag me a! interés compuesto, del que-no hay ni | triunfo fe muy transitorio y més aparente que real”. ‘qué hablar ‘Al oir las galanas y eruditas explicaciones de Celiana, istic lag de que haya usted sacado a colacén este | el doctor Urrea se levants leno de entusiasmo ¥ exclamé: ., historico eonflico, poraue precisamente con él se inicia la | —sBravo, mi gentil amiga; exacto y muy bien dicho! Yo sevie de las que podemos llamar guerras generals rho puedo menos que felictarme de que mi opinién con- ~#Tendria sted Ia bondad de explicamnos por qué | euerde con In autorizadisima de usted. Mas permitame * ” agregar tan s6lo que no fueron Jos cationes aliados ni el ‘oro americano los que triunfaron; el imperialismo y el poderfo militar de Alemania se vinieron a tierra por sf ‘mismos, por la marcha légica de los acontecimientos. Aque- la fue guerra al principio politica, como todas; mas en un womento dado, cambié de aspecto y se hizo puramente al, La sociedad de aquellos tiempos tenia en st orga. icién injusticias y diferencias enormes; las calamidades inherentes a toda guerra las ahondaron, las hicieron més Senses y despertaron las leyitimas aspiraciones iguali: tarias de los mas y su protesta contra los privilegios de los menos. BI viejo andaminje, cimentado sobre prejticios seculares y apuntalado por respetos fantasmagricos, lambaleé, sacudido por la ola reivindicadoras y si’ no Se derrumbé definitivamente, quedé sentido. amena.’ | zando ruina-ELfin oficial de la guerra la firma de la paz, {ve un incidente sin importancia; pues dej6 inresoluto, pero « planteado en firme, el tremendo problema social, Att es {ite puede decitse que el tinico resultado positive de aque- Hla tremenda lucha, fue el paso que la hurnanidad dio hacia le desaparicién de las fronteras, la socializacién de las riquezas y el equilibrio econémice, "Verdad es que no se leg6 entonces a la realizacién de estos ideales; pero se percibio ya el primer albor del dia (el triunfo, dia que quedé tan s6lo aplazado para un futuro bastante préximo. El arreglo a que se llogé, a fuerza de montes de oro y rios de sangre, con sus hipécritas conce. siones y solapadas reservas, era como tun hermoso pastel dc hojaldre relleno de dinamita, sobre ef cual se tambae leaban en sus altares los falsos dioses en euyo honor se hiciera el sacrificio de tantas vidas.” 'Y no podria el distinguido colega —interrumpié Castillo con cterta impertinencia—, hablar con algo menos fe simbolismo y un poco mis de claridad y decimos a qué falsos dlioses s¢ refiere? ~Gracias por la advertencia, querido compafero; las falsas deidades a que_aludo se llamaban patriotismo.y democracia, y para ambas se inicié entonces la etapa de in lencia, el lamentable descrédito en que va cayendo raat ilagoas tae nee répldamenie si devo. tos... Y perdéneme si sigo siendo simbolista, "Fracasé el patriotismo, magiier que culminé a we | sloora jams aleancada, Precisamente por esto, of pueblo F emperba ver laro ya dare venta de que, entances amo _Serpe'o mas que munca ented habia si ea tncrfcioe, uy Toe herobmoe, y de unos euantas pode F 98 el provecho. - me Praca también aquella democracia fiambre y tras- nochada, hecha a la medida del siglo XVIII y que, natu- Taimente To vena my eset fC. Yn pod ero Sto a ver tvs xa elas ern |lngatera Ia gran expotadora de los purblos dies, In resora de las razas inferiores, sempre dispnesta a sacar , ltbrasa por mano ajena; Francia, la reptiblica aristocratica por excelencia, que se inclinaba reverente ante un ci ajo en el ojal de una I © ante una particula nobiliaria delante den apeid,y los Estados Unidos, aan can glomerado de mereaderes en que el obrero feat vend lido al patrono hasta su voto de ciudadano, en que los ne; roa tran peor tratados que lon anaes ue ef capital | gobernaba hasta al gobierno mismo. a "De las heladas estepas rusas, pisoteadas por la hota de la tirania, se vio alzarse un rojo resplandor, que cra a ‘ la vez de jncendiog y de eater 9 escuchése al Bawor res uido de algo terrible que avanzaba como una avalancha, tmnenaennd arta ek mundo, enter Feene al com P nismo universalista, sintesis de las aspiradiones aa verde lo, de los mas, trocdronse los papeles y la emadracia vino a converte en ractgn."Tembls ate rrorizada; pero sé serené pronto y, sintiéndose todavia fuerte insinto la hizo conformatse con la paseo {tue queda aprestareclfendera hasta: veneer 0 a at ver més, Subsistié el "Yan pareeé trunfar una ver : orden social establcito, con sus prejicos consgrados, Gon tris sus ites dsiualades, con todas su pre, ” 0 jones sancionadas; pero ya los privilegiadas no vivian tran- quilos junto a la creciente inconformidad de los despo- seidos. Surgié un nuevo equilibrio, no ya europeo, sino mundial; pero era el ejemplo tipico del equilibrio inesiable; se hizo la paz, pero era una paz armada hasta los dientes y pronta a romperse al estampido del primer cafién que ‘se disparase, siquiera fuese por casualidad, "Naturalmente, no tardé mucho en estallar de nuevo la guerra, y comenz6 entonces aquella sevie de grandes conflagraciones, verdaderamente universales, que vemos prolongarse hasta mediados del siglo XT. Een esta ocasién si que no hubo pais, grande o chico, débil 0 poderoso, europeo, asiético 0 americano, que no tomase parte activa en Ia contienda, "La miseria, el hambre, las epidemias, Ia falta de comercio y Ia paralizacion de las industrias,, mas que ln guerra misma, agotaron de tal modo a la humanidad, que Jas armas cayeron a tierra por si solas, euando los soldados Hogaron a darse cuenta de que ellos’ también integraban el pueblo; cuando ya no habia quien quisiera combatit, ni casi quien materialmente tuviese fuerzas para hacerlo Pocos, muy pocos, eran por otra parte, los que conservaban Ja fe en los ideales por que se mataba y se moria. Asi, por ln fuerza misma de los acontecimientos, se legs al desartne universal y de hecho quedaron borradas las fronteras, ~ "Libres del gasto enorme que imponia el sostenimien- (to de los ejércitos, sin ambiciones de dominio ni temores / fe despoio, los pueblos se agruparon siguiendo las divi | siones geognitficas naturales de la tierra; socializadas las iquezas, las industrias y la agricultwra, nacionalizado el | cio, los_gok istrativa, ‘correspond. Por causas muy complejas y dignas de un detenide” estudio, derivadas unas de los acontecimientos relatados, concomitantes 0 coincidentes las otras, pasé la economia a ser también funcién del Estado, con lo que pronto se Negé al equilibrio de que hoy ai "mos. pudieron_limitarse a la_funcién % El doctor Urrea era un hablador infatigable; ya se disponia a explicar Ia evolucién del fenémeno a que habia aludido y, como era de presumirse que los otros no estu- viesen de’ entero acuerdo con sus apreciaciones, segura mente se entablaria sobre el tema econémico una nueva discusién tan acalorada como la anterior. Fatigada, Ce- liana, no quiso esperarla y aprovechs para despedirse una breve pausa que hizo ef tuerto, tal vez para reunir sus ideas. Acababan de dar las diez, y de la academia de Bellas Artes, establecida en uno de los grandes edificios que r0- deaban la plaza, comenzaban a salir los alumnos en alegres grupos; Celiana se dirigié hacia alli, con animo de encon- trar a Miguel, que de dicha academia era profesor, y jun- tarse con él para volver a casa, Los otros continuaron charlando, y de seguro pro- Jongarian Ja discusién hasta altas horas de la noche, como lo hacian casi todas las del aio, a 1x Coliana volvié varias noches seguidas a tas reuniones de ta plaza principal, sin conseguir su deseo de hallar al maes- tro libre de la enojosa compania de sus verborreicos ami- goles. Llegaron a serle tan insoportables sus continuas diseusiones, que, apenas las iniciaban, ella se despedia, pretextando algtin quchacer urgente, y a veces, sin 0. arse siqutiera eve trabajo; una timidez inexplicable le impedia Hamar un momento aparte al maestro, para pe- dirle una entrevista a solas. Fastidiada, acabé por desistir desu empeio. Mientras tanto, el tiempo, panacea infalible contra todos los dolores, habia empezado a ejercer stv aceién se- dante sobre fos suyos y, forzando un poco Ia imaginacién, ella podia considerarse feliz, hasta cierto punto. Veia a Emesto con menos frecuencia cada ver, pues ahora ét pasaba hasta varios dias fuera de casa. Pero luego, al vole ver, ponia tanto empeho en complacerla y le prodigaba atenciones y caricias tan delicadas, que ella hacia cuanto estaba de su parle para no percibir lo mucho que de for zado y artificial habia en aquellos extremos; cerraba vo- Intariamente Jos ojos a In evidencia para no ver que era s6lo ln gratitud lo que mantenia a su lado a st amante. La diferencia entre este psilido vemedo de felicidad y la integral y absoluta de antes, resultaba enorme; pero Celiana, resignada, se daba por satisfecha eon que las ‘cosas permaneciesen en aquel estado, Sélo al piano, su fiel y sntiguo confidente, confinba, en las largas horas de _ abandono y soledad de sus noches, la intima amargura que ae esta quicbra de sus ilusiones le causaba; estoiea en su dolor, ponia todo su emperio en ovultarlo a los suyos y en presentarseles siempre alegre y satisfecha. No se escapaban sus Iuchas a la clara penetracion de Miguel, que la obser- vvaba con interés compasivo y fraternal; pero que, siempre dliscreto, respetanclo el excelso pudor de su alma delicada, se cutidaba muy bien de tratarle del asunto. Por otra parte, el trabajo de aquellas conferencias semanales, que Celiana seguia dando en el Atenco, se hacia cada ver mis intenso y fructuoso; ademis, su colabora- cién,_ampliamente yetribuida, era a menudo soliitada por numerosas revistas literarias y clentificas, locales y extranjeras. También esta creciente actividad cerebral alejaba temporalmente su pensamiento del problema amo- oso y venia a ser una desivacion para sus penas, que casi resultaba un consuelo. Y no eran los: celos precisamente los que ta hactan {ufrir; en el estado social de su época, resultaba éste un Sentimiento anacrénico que ella, por su edad y por sus fntecedents, fra quinis la menos qatorizada-a abrigar. "ero Exesto habia procedido desde la iniciacion de este | asunto con una reserva incalificable y una falta de since- ridad completamente injusta_y que In heria en lo mis. sensible del corazén, Bl, que antes no tenia un pensa- miento, una emocién o un propésito de que ella no se enterase primero que nadie, era ahora tenazmente avaro de sus impresiones y no deeia una palabra acerca del em- pleo de sus dias ni de sus proyectos para el porvenir. Aquel itu que Celiana formara con tanto esmero y carifio, wen y semejanza del suyo, y que tan transparente habia sido en la intima compenetracién de sus vidas, ha: fasele ahora completamente impenetrable; aquellos ojos cen que tan habituada estaba a penetrar hasta el fondo, ya jan de frente su mirada caritiosa y la rehuian, cual si siempre tuvieran algo que hacerse perdonar. Y tesa desilusion, esta tristeza de ver-cusin-poco valia. morale menie.el hombre a. quien tan alto colocara en.su estima cin _y en su-carifio, era en 1d el dardo que desga- au - conocido otro amor que el de ella, parect _ insolente fijeza, cual si las desnuase eon ln rrabo aquel generoso corsn fe ivitu superior, mujer desu tiempo, muy por encima de ruindades y egois- mos, Celiana hubiese acabado por sentir un goce excelsa y désinteresado viendo a Ernesto feliz, aunque esta feli- idad Ia debiese al amor de otras mujeres, ;Qué empleo mejor para los inagotables tesoros dle amor maternal que atin conservaba en su pecho, que consagrarlos por el resto de su vida a los hijos del elegido de su alma? Pero él, por lo visto, 0 no ln erefa capaz de tal abnegacién, 0 no podia comprenderla. ‘A pesar de todo, el tiempo habria ido suavizand len- tamente el dolor de Celiana, que al fin Hegatia a aleanzar un estado de plicida y melancéliea resignacién, bastante tolerable. Mas, por ley natural, todo proceso que se inicia, n cualquier sentido que sea, tiende a realizanse hasta cl inal. No era, pues, lgico esperar que, una vez eomenzada la regresion en aquellos amores, se detuviese en el panto a que habia llegado, La misma Celiana lo comprendia asi y, en ocasiones, legs a desear que el desenlaee viniese cuanto antes, con esa falta de lgica que nos hace preferir la catstrofe a la ansiedad de vivir esperéndola, Y este desenlace no estaba lejos; a pesar de los esfuerzos que hacia por no notatlo, pronto se dio cuenta de que el deswvio de st amante iba en aumento: mis largas y frecuentes eran cada ver, sts ausencias, més exagerada y eonvencional su cortesia, ms forzadns sus cavicias. Con dolor intenso, con vergiienza casi, pudo al mismo tiempo apreciar hasta qué punto la promiseuidad del trato earnal habia matado en él todo jidealisino amoroso y despertado el fondo de grosera Iubri- leidad de su naturaieza primitiva, Bl, tan ecusinime e indi- ferente ante las mis espléndidas beldades, cuando no habia desear a ‘cuantas mujeres encontraba a su paso y las miraba con sta, Una escena sin importancia al parecer, de que fue * testiga por casualidad, un detalle que hubiese pasado jadvertido para un observador menos interesado, fue la 05 gota que vino a rebosar el edliz de amargura que Celiana Pugnaba en vano por apurar. Cierta noche, Consuelo, mi mosa o cansada, no quiso salir con Miguel y Federie solas quedaron las dos amigas y, leyendo la una y tocando 1a otra el piano, pasaron la velada. Cerea de las doce, llexé Emesto, que faltaba de casa hacia una semana. Al verlo entrar, corrié Consuelo a su encuentro con infantil y sin- cera alegria y, al saludarlo, lo besé en las mejillas con la naturalidad e inovencia a que estaba acostumbrada dese pequetia, Celiana que, por aparentar no haberse dado ‘cuenta de la Hegada del joven, continuaba tocando, vio ‘cémo él, artero, desviaba el dscidlo fraternal hacia ka oca tentadora, con tan mareada insistencia que ln nitia, sor- prendida y ruborosa, se separé bruseamente, Fue tan agus do el dolor que esta vergonzosa escena catisé a Celiana, ‘que cuando Emesto, todavia confuso y no del todo {ranquilo, se le aceted con exagerados extremos cle cari, tuvo ella ‘que hacer un esfuerzo supremo para no recha- varlo con dureza, ;Cusin amargamente Hors més tarde la infei te definitiva de su postrera ilusién, mientras 4 dormfa a su Indo, havto de gocest Al dolor del ideal perdido, se uni en Celiana ef sen- timiento depresivo que oeasiona el fracaso de una obra predilecta, :Cudindo pudo imaginar siquiera que el elegido de su alma, su diseipulo preferido, su propia hechura, descendiese a tal extremo de vileza’ (Y sia lo menos, al dejar de estimarlo, pudiese también dejar de amarlol Pero no; aquel amor tenia en su corazén raiees tan profundas, que no podria arrancarlo sin arrancarse con él el covaz6n y la vida, Roto otra ver, y de tan cruel manera, el equili- brio que trabajosamente habia empezado a restablecerse en su espititu, volvieron para Celiana los dias de amargas vacilaciones, y volvi6 ella a tortmarse en vano buscando una formula, un desenlace para situacién tan intolevable. Volvié a sentir el ansia de las eonfidencias; pero za_| quien hacerlas? A Miguel? No se atrevia. «/Acaso a Con- suelo? No; no tenia el derecho le turbar la hermosa sere- nidad de aquella alma de nina, ignorante de problemas y complicaciones. Entonces fijése de nuevo en su mente, y ahora casi con los caracteres patolégicos de una obsesién, el deseo de hablar de sus asuntos intimos con el viejo amigo don Luis. ‘Llegé a ercer que aquel bondadoso anciano tenia Ia clave de su tranquilidad y que en la ansiada entrevista con él, habrian de pronunciarse necesariamente las palabras mé- gicas capaces de devolvérsela, Segura de que era init tratar de encontrarlo solo en su tertulia, resignése a soportar integro el chaparrén de dliscursos y discusiones de la pandilla y resolvié quedarse tuna noche en ln plaza hasta la hora de la desbandada, para arvancarle al maestro la promesa formal de una visita. 0 x YY anduvo con tan mala suerte, que eligié una noche en que precisamente Ia tertulia se encontraba més concurrida que nea y, como si dijéramos, erigida en tribunal pleno: don Luis, con su inseparable don Pedro, el corredor; Urrea y | Castillo y, ademas otros dos médicos, de los cuales uno, ‘al doctor Reyes de la Barrera, competia con Castillito en ‘x0 de claborar sonetos y el otro, el doctor Arjonilla, rico, FD oheso y siempre risuefio, estaba retirado del ejército pro- fesional y era gerente de una importante negociacién © agricola, consejero de un banco ¥ director de un periddico de agricultura, Presente se hallaba también el ingenicro Ramén Répide, un hombrén muy simpético, gran com- pinche del tuerto Urrea y discutidor tan vehemente y paradéjico como él. Despeinado y sin corbata como siem- pre, alli estaba esa noche un tipo original a quien Hama- han Centellas, no se sabe si por apodo 0 por ser este su apollido; “Centellas” se titulaba también un periodiquillo de que el tal era divector y propietario y con el que se habia resuelto bonitamente el problema de la subsistenc Contabanse ent los asistentes dos poetas y una poetisa; ésta era ya laureada, ellos, todavia inéditos y desconocidos, iban buscando el arrimo del maestro, Completaban el grupo de los habituales, dos gacetilleros y un maestro de escuela. Accidentalmente formaba parte de la reunion aquel conocido vividor, de apodo Miajitas, que se decia apéstol y profeta de In igualdad econémica absoluta a base de vagancia; su presencia alli habia orientado Ia discusién hacia este interesante tema, cliana leyé, estaba en el uso de la palabra aero Ride yds ~Prescindiendo de que ti, Miajtas, eres un faasante teconncio yas Reco i das eived de ee dic “inion de Ia igualdad econdmica, yo admito que el equ Tivo actual es susceptible de perfeccionarse todaviay tas no puede negarse que es ste tn problema fundamentals mente resuelto, sobre todo, si comparamos In situacign presente con la nritante desigualdad de ott tiempuns “aed gn BU lj don Las que Ta tealzaién lel equilibnio econdmico, por impertecto que pueta parecer es In conquista mus grande dle cuantes ha realizlo bua en es ie si ee merce \ que e* casi imposible ir ins adelante en este asutto, tnd eeondnie alta te Sex utopia en allo gro just, to wor que no Tbs fos haze iencn_ Tis isinas aptitudes aj igual capacidad de. pro. duce, Hn la sociedad actual hay tov pabres sty mca Ya. ut diferencia tan radi I de muestra época —tereié el doctor Uren resulta casi perfect, comparada con la de los pueblos de la antigiedad, Recuerden ustedes que hasta hace menos de tes siglos, el desequibrio coondmico era Newaderamente espantoso: pues la mayor parte de tos hombves viva en la extrecher, muchos caretan hasta de lo-més indispensable, v pocos, muy pocos, eran los privi- leads de a suerte. te, los ico le entonca, scapes dan cantidacles enormes, muy superiores a lo que podian consumir durante su vida; ast es que, cespuds desu muerte, varias generaciones de descendientes suyos vivian, en la ociosidad, de estas cantidades. Y, a veces, no contentos los heredevos con disfrutar aquel injusto legido, fo aumens faban, con lo que el desnivel segitia acentudndose, con. forme engrosaba el monto de lo restado a In comunidad No me negaréis que esto eta sencillamente criminal. En la lucha por la vida, todos los seres tienen derecho a con ‘uistar la porcién de materia orgéniea que necesitan para 90 ‘su subsistencia, aun @ costa de Ja vida ajenas mas ningun, nicl hombre mismo, esti autorizado a acapararla en can tidad suficiente para que las generaciones faturas se In encuentren lista y la logren sin lucha ni esfuerzo algumo. =, Como ha dicho may bien el maestro, todavia hay en 4 i sociedad ticos y pobres; pero los ricos de hoy son sim- plemente aquellos individuos, hien dotados, que poseen aptitudes suficientes para proporcionarse_con_amplitud todo lo necasario, mas el lujo de To superfluo. Pobre mamos hoy a qhienes, por pereza, falta de ambici escasez de facullades, no ganan_para_permitirse eaprichos y-delicadezas; pero todo hombre o mujer, capaz de ejec tarun trabajo cualquiera, por humilde y oscuro que éste sva, tiene segura una retribueién, por to menos, bastante ‘a subvenir a las necesidades clementales de la existencia. sntendiéndose que en estas van incluidas muchas de Ins cosas quie en ottos Liempos se consideraban como secur darias; pues los progresos de la industria han abaratado notablemente la vida y, en la organizacién logics y sencilla algunas de las cargas que antafto més lo agobiaban, la dee ln prole, por ejemplo. ‘Cuando an individno llega a producir riquezas mayo- res de las que puede gastar en el curso de su vida, este ex- ceso de produccién pasa, a su muerte, al crario y aumenta ‘1 fondo destinado a los servicios pablicos. Pero este es un ‘caso excepeional que sélo se presenta cuando se trata de un gran inventor, de un genio financicro o de una notabi- lidad artistiea; pues no hay que olvidar que aquellas for- tunas colosales de los multimillonarios de otros tiempos se formaban siempre explotando en gran escala el trabajo ajeno. Hoy, nacionalizado el comercio, socializadas las indus trias y la agricultura, sus productos se reparten con equi- dad de modo que reciben partes proporcionales el tesoro comunall y cuantos, con sus hrazos o con su inteligencia, Taboran en,su produceién, Suprimidas las herencias y pro- hibidos los Iegados, nadie puede disfrutar de los bienes a reunidas por otro, y ningtin hombre seinen poe oe igtin hombre sano, normal y fuerte —A menos —objeté Centellas— de wera! 6 Centellas— de que no tenga te de encontrar quien voluntariamente lo Tmantenge, | como sucede con los sabrosos y entretenidas de tucstra juventud que algunos han dado en Hamar como ustedes saben, formnan legion, Uoradls ¥ auc, En diversos prados de la eseala rool ~

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