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EXPOSICIN DE LA FILOSOFA
I
El objeto plstico
No hay ni habr nunca ninguna cosa fuera del ser, pues el destino lo ha
encadenado a ser todo enteramente e inmvil (fr. 8, 36-38)
Los <principios> han sido predicados, es decir, el criterio que los rene es el
de orden y jerarqua, prefijados en eltenemos lo que buscamos. No se
concibe que al referir a la subsuncin de fenmenos stos se presentan en
completo desorden antes de ser-dichos. O bien, el uso de separaciones
entre efectos y causas es ya una ficcin gramatical que haba sido til para
identificar cada cosa pero que, vueltas a su enteridad, la predicacin busca
enlazarlas con nueva significacin.
Por el contrario, a la inversa, en la doctrina kantiana la mera crtica del
sujeto haciendo uso de su sola razn puede, de hecho, saber todas las
categoras predicamentales que en Aristteles estaban en las cosas, sin
recurrir a la experiencia, pues las posee incorporadas de modo natural y son
stas las configuradoras de significaciones.
En consecuencia, sostenemos que el lenguaje y sus producciones, el signo y
la referencia, no son entidades inocuas ni pasivas sino que ejercen una
cabal influencia sobre lo real en el momento de ser-dicho. La predicacin es
un agente hiperbolizador de la razn, acenta su especial actividad: la
abstraccin.
Conocer es, as entendido y en un primer nuevo acercamiento, una
clasificacin ordenada de un estado disperso, des-compuesto, de una
plasticidad, de formas virtuales; virtual es aquello cuya continuidad supera
lo actual o abarcable local o momentneamente. La forma individual, por
ende, no se educir instantneamente cuando se ejerce intervencin
inteligible sino que se imprimir, progresivamente, sobre otra forma que ya
contena lo conocido (real) constitutivamente. Y tal impresin ser
insistente, mediante intentos perseverantes sobre ella. En este sentido el
conocer mismo es ya una vastedad que consiste en acotar la pluralidad en
una perspectiva: por ejemplo, la de ser la forma a hacerla efectiva.
En el Discurso del mtodo, punto retrico de peso en la historia de la
ciencia, Descartes incurre en un uso grosero de esta tcnica de educir un
contorno para finalmente justificar la cientificidad del Yo: