El oficio de historiador
Estudtar, ensenar, investigar
Enrique Moradiellos
iateanrnt
Fintel de Coularges
Lord Azan
reek Burdewiee
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process hemdrien baju el prisma de la lucha politica clasist
cebsr esta come wel moter de la historias. En términes geneeales, este
es la double faceta que se advierte en el propie Marx,
ta El manifesto comunista (LEE) como El catied (lin 1, 1807). No
abe olvidar wate dualisue fchuciente al examinar el desarrolie nul «
Liluctne y beveragéniee ate lo que hal ser la cxcmela hisvaringestfi-
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sigue de 1917, el mansismo pencres ¢ influpa eon
profesional de los histuriadoces
2.9, RETOS'Y RESPUESTAS DE LA CIENCIA HISTORICA
EN LOS ALBORES DEL SIGLO Xx
Al comesar el sigla XX, In préctie:
estska firmemente aentada sabre el madele eaupirics-posit
(eon su principio de objerivisnin y neurraliddad) ¢ istoricista (
pretensién de comprender lo wtinice e itcpetibles} cor haha sume
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Mian Zbl shecs, 1974, pp. 3-5 fst rodeo ef
“it cinternfarcnsa, Madrid, Ciredes, 1979). La secunula de Eustel, ex. 3. Neiriel,
Sears faeriis dla stowia, it
a6truccién de un relate histérico ajeno al arte literario, Ademay, frente
ala concentracién abusiva en la historia polftica y diplomatica de
la escuela alemanva, Burckhardt retamé la idea de una historia de la
cultura y publicé La culeura del Renacimiento en lialia. (1860). En los
Estados Unidos, Frederick Jackson Turner (1861-1932), se alejaba
también del campo politico-diplomatico y abria la joven historiogra-
fia norteamericana a la influencia de otras ciencias sociales tecién
cristalizadas: y la «coyuntura» y
rearon la en el sentido
thusseriano, retornando a la concepcién de una filosofia critica, una
cosmovisin materialista, que no conlleva el uso preceptivo de unos
mminos acufiados («modo de produccién», «formacién econémica-
ecial») ni la aceptacién de unas leyes universales de evolucion his-
Srica fijadas en algtin texto candnico de los maestros.
“ G. Barraclough, Main Trends in History, cit., pp. 21-28. S. H. Baron y
%.W. Heer, «The Soviet Union: Historiography since Stalin», en G. G. lggers
Harold Parker (eds.), Intemational Handbook of Historical Studies. Contemporary
|Becarch and Theory, Londres, Methuen, 1979, cap. 15. M. Harnecker, Los con-
elementales del materialismo histérico, Madrid, Siglo XXI de Espafia, 1976.
E. J. Hobsbawm, «The Revival of Narrative: Some Comments», Past and
t, n.° 86, 1980, p. 7.
9S
La trayectoria de la histo-
riografia marxista en Gran
Bretana
Edward P. ThompsonAlfred H. Conrad y John R.
Meyer
Robert W. Fogel
Stanley L.Engermann
2.12. LA CLIOMETRIA NORTEAMERICANA
La iiltima de las grandes corrientes de investigacién hist6rica apa-
recida después de la Segunda Guerra Mundial tuvo su origen en los
Estados Unidos. Se trata de la «Nueva Historia Econdmica» 0 Clio-
metrfa, que se define més por el método utilizado que por el campo 0
material al que se aplica (ya que se ejerce igualmente en historia eco-
némica, social, demogrética, familiar o politica). En este sentido, la
investigacin cliométrica consiste en la utilizaci6én exhaustiva de un
‘método cuantitativo, en la aplicacién de unos modelos teéricos mate-
miticos explicitos, y en el tratamiento informatico de las ingentes
cantidades de informacisn estadistica recogida y elaborada**. Por lo
que respecta a su prescripci6n del uso exclusivo de la cuantificaci6n, es
facil percibir que una de las tiltimas tendencias de Annales tiende a
confluir (o confundirse) con las premisas de la escuela cliométrica.
La fecha fundacional de la cliometria podria ser 1958, cuando
Alfred H. Conrad y John R. Meyer publicaron su estudio sobre La
economia esclavista en el sur prebélico, en el que las fuentes estadisticas
disponibles eran sometidas a exhaustivos andlisis mateméticos para
obtener esta conclusién: antes de comenzar la Guerra de Secesién
americana (1861), el esclavismo era rentable pero su mantenimien-
to exigia la expansién hacia el sudoeste. Robert W. Fogel utilizé téc-
nicas andlogas, incluyendo la construccién de modelos contrafactua-
les, en su libro Los ferrocarniles y el crecimiento econémico americano
(1964), donde conclufa que el efecto dinamizador de este medio de
transporte sobre la economfa norteamericana del xix habfa sido me-
nor de lo afirmado por los primeros historiadores econémicos. Diez
afios més tarde, el mismo autor, en colaboracién con Stanley L. En-
german, presentaban otra polémica obra cliométrica, Tiempo en la
cruz: la economia de la esclavitud negra americana, concluyendo no
solo que la esclavitud habia sido rentable sino que las condiciones
materiales de los esclavos surefios no habian sido peores que las de
los asalariados libres del norte.
Desde esas investigaciones iniciales, los estudios de tipo cliomé-
trico se han ido expandiendo a todos los campos donde existen las
‘minimas fuentes estadisticas susceptibles de tratamiento informatico
yandlisis matematico: trabajos de historia demogréfica que buscan la
ereconstruccién de familias» para detectar patrones locales o regio-
nales de reproduccién y herencia; estudios de la «nueva historia po-
litica» sobre las pautas de voto electoral o parlamentario en diferen-
4 A. Baccini yR. Giannetti, Cliometria, Barcelona, Critica, 1997.P. O'Brien,
«Las principales corrientes actuales de la Historia econ6mica», Papeles de econo-
mia espafiola, n.° 20, 1984, pp. 383-399. H. Ritter, «Quantification, Quantitati-
vve History», Dictionary of Concepts in History. S. Coll, «La nueva historia econ6-
mica y su influencia en Espafia», en G. Rueda (ed.), Doce estudios de historiograia,
pp. 69-119. E. Femindez de Pinedo, «La historia econsmica jun filén que se
agotal», en M. Montanari y otros, Problemas actuales de la Historia, Salamanca,
Universidad, 1993, pp. 69-82
96ses paises; andlisis de la «nueva historia social» sobre las modalidades
e huelgas laborales y sus participantes; etc. Y en paralelo a esa ex-
-pansidn fuera de los dominios de la historia econémica, se han incre-
mentado las llamadas de alarma sobre los riesgos de esa aplicacién
sinmoderada y sin juicio del uso de la cuantificacién» (palabras de
Lawrence Stone), baséndose sobre todo en la falta de absoluta fiabi-
Jidad de las estadfsticas histéricas existentes, en la necesidad de co-
ificar uniformemente masas de datos distintos y a veces equivocos,
‘yen los problemas de verificacisn y contraste de la inmensa cantidad
de datos informéticos empleados y procesados. Sin mencionar la pro-
gresiva dificultad de la mayorfa de los historiadores para leer y com-
render unas obras donde el andlisis matemitico prima sobre el raz0-
samiento discursivo y el texto lingiifstico. Precisamente fue un
historiador de la economia del prestigio de David S. Landes quien
rempranamente (1972) advirti6 contra el creciente fetichismo del
snimero y la cuantificacién:
Las cifras, en resumidas cuentas, no son més que datos. Son, entre
corras cosas, una ayuda para contrastar hipétesis y para dar contenido
exacto a un anélisis. Pero no son un sucedéneo del andlisis; no pueden
decimnos lo que no les preguntamos; y no constituyen una expresién
auténoma y nitida de ningin tipo de realidad objeriva”.
En cualquier caso, no cabe duda de que «la biisqueda de la canti-
dad», al decir de Barraclough, es «la mas poderosa de las nuevas
sendencias en historia, el factor supremo que distingue las actitudes
histéricas de la década del setenta>.
2.13. RENOVACIONY DESARROLLO EN LA HISTORIOGRAFIA
RECIENTE
Al margen y a la par que las tres grandes corrientes que hemos
sefialado, desde la década de los cincuenta se fue produciendo una
renovacidn notable en los presupuestos y métodos de las especialida-
des historicas que més habian sufrido el embate contra el llamado
positivismo decimonénico: la historia politica y la historia diplomé-
ica. Ciertamente, ambas especialidades habfan seguido practicén-
dose en el gremio histérico con gran dedicacién y éxito puiblico, aun
® D,S. Landes, «Las estadisticas como fuente para la historia del desarrollo
econémico de la Europa occidental», en D. S. Landes y otros, Las dimensiones del
pasado. Estudios de historia cuancitativa, Madrid, Alianza, 1974 ledicién original
inglesa, 1972], pp. 18-68 (la cita en p. 33). Cabe dudar de la eficacia de dicha ad-
vertencia si tenemos en cuenta las palabras de cautela pronunciadas por Fernén-
ddez de Pinedo (op. cit., p. 82): «los avances serén reales y no fuegos de artificio si
se retoma al archivo, sise combinan datos nuevos crefbles y convenientemente
cciticados, y teorias sacadas de la economia politica o de otras ciencias sociales, si
se tiende a construir modelos explicitos, no necesariamente matematizados»
7
Lawrence Stone
David $. Landes
Nueva historia politicaFederico Chabod y Arno J.
Mayer
Fritz Fischer
Jean-Baptiste Duroselle
Jacques Le Goff
cuando no se vieran afectadas por las tendencias de la vanguardia
historiogréfica. Finalmente, a lo largo de los afios cincuenta y sesen-
ta del siglo Xx, la conexién con los métodos y los modelos tedricos de
las restantes ciencias sociales también alcanzé a estas disciplinas. La
historia politica dejo de ser la difamada historia elitista y belicista
«del tambor y la corneta» para extenderse a otros émbitos mas den-
sos (militancia politica, registros electorales, culturas civicas...), al
igual que la historia diplomética superé el nivel de relato de «los
entresijos de las cottes y las cancillerias» y renacié bajo el formato de
la shistoria de las relaciones internacionales».
A titulo ilustrativo, la Storia della politica estera italiana dal 1870 al
1896 de Federico Chabod (1951) y la obra de Arno J. Mayer sobre la
crisis de 1917, Los orfgenes politicos de la nueva diplomacia (1959),
arrumbaron la tesis tradicional que concebia la politica exterior
como Ambito auténomo supremo y demostraban el modo en que su
formulacién y ejecucidn dependia no solo de los intereses del Estado
en el escenario internacional sino también y fundamentalmente de
las tensiones y correlacién de fuerzas sociopoliticas que se daban en
el interior del propio Estado. En el mismo sentido, en 1961 vefa la
luz Los objetivos de guerra de Alemania en la Primera Guerra Mundial,
de Fritz Fischer. El trabajo revelaba que las elites dirigentes germanas
habfan decidido recurrir a la guerra en 1914 porque la expansién en
Europa central y oriental parecfa el tinico medio de preservar el or-
den social establecido frente a las presiones democratizadoras de las
clases populares alemanas. La tesis consecuente de que la elite diri-
gente del Segundo Reich habia propiciado el estallido del conflicto
no solo generé una dspera discusi6n entre los historiadores alemanes
(Ia «controversia Fischer», prefiguradora de la «querella de los histo-
riadores» de 1986-1987) sino que asesté un certero golpe a la tesis
rankeana del «primado de la polftica exterior».
A partir de los trabajos de Chabod, Mayer y Fischer, secundados
por otros historiadores entre los cuales destacan el francés Pierre Re-
nouvin y su diseipulo Jean-Baptiste Duroselle, la historia politica y
la historia de las relaciones internacionales retomaron su lugar en la
vanguardia de la renovacidn teérica y metodolégica de las discipli-
nas hist6ricas. Todo parece indicar que, como ha escrito al respecto
el medievalista Jacques Le Gof, «la historia politica ya no es el es-
queleto de la historia, pero es sin embargo su nticleo»?!.
® Una panoramica de los cambios mas recientes en G. G. Iggers, La ciencia
hiseérica en el siglo xx. Las tendencias actuales, Barcelona, Labor, 1995. Véanse las
voces «Diplomatic History» y «F Fischer» en J. Cannon (ed.), The Blackwell
Dictionary of Historians, cit., pp. 109-111 y 133-134. D. Cameron Watt y otros,
«What is Diplomatic History?», en J. Gardiner (comp.), What is History Today?
Londres, Macmillan, 1990. P. Clarke, «Political History in the 1980s», en T. K.
Rabb y R. I. Rotberg (comps.), The New History. The 1980s and Beyond, Prince-
ton, University Press, 1982, pp. 45-47.
5 J. Le Goff, «;Es la politica todavia el esqueleto de la historia», en J. Le
Goff, Lo maravilloso y lo cotidiano en el Occidente medieval, Barcelona, Gedisa,
1985, pp. 163-178 (cita en p. 178).
98‘Un renacimiento «moderizante> similar tuvo efecto en el ambito
‘dela historia cultural. En realidad, la tradicién «disidente» de Burck-
ardt se habfa perpetuado de la mano de cultivadores tan fecundos
como el holandés Johan Huizinga (El otofio de la Edad Media, de 1919).
Sobre esta base de historia intelectual y de «alta cultura», las corrien-
ses surgidas después de 1945 se reflejaron también en la disciplina: el
Tmmpulso de la cuantificacién y el ensanchamiento de su campo hasta
smcluir las manifestaciones de la cultura de masas. En ese proceso de
sorientacién hacia la «cultura popular», la obra del italiano Carlo
‘Ginzburg, El queso ¥ los gusanos: el cosmos, segrin un molinero del siglo
257 (1976), fue un hito clave. No en vano, la historia del proceso in-
“quisitorial contra el molinero hereje informaba més sobre el ambiente
+ la sociedad renacentista italiana que las historias repletas de largas
series de datos cuantitativos. Ademés, la obra de Ginzburg daba carta
Ze naturaleza a una practica historiogréfica llamada «microhistérica»,
‘consistente en la «reduccién de la escala de observacién, en un anéli-
‘sis microsc6pico y en un estudio intensivo del material documental»
‘sexin Giovanni Levi). Todo ello bajo el supuesto de que «la mirada
‘cercana permite atrapar cualquier cosa que escapa a la vision de con-
junto» y que dicha observacién es un correctivo imprescindible para
‘matizar las grandes construcciones histéricas abstractas, cuantitativas,
suprasubjetivas y de protagonistas masivos y anénimos*.
De igual modo, la expansi6n tematica de la historia de la cultura
‘popular posibilité la creciente atencidn hacia el papel de la mujer en
Ie historia, al compas de su progreso civil y laboral en las sociedades
secidentales de posguerra y del surgimiento de un potente movi-
‘smiento feminista. Prueba de esta conexién es que el trabajo pionero
nm este campo fuera obra de la norteamericana Mary Ritter Beard,
‘eutora en 1946 de La mujer como una fuerza en la historia®®, En su es-
‘ela fue conformandose una corriente de estudios «de género» que
swataba de superar el andlisis de las mujeres aislado de la sociedad
‘envolvente a favor de una perspectiva que tuviera en cuenta las «te-
leciones entre los dos sexos» y su dindmica social conjunta®’.
3 Veése la introduccisn de Ginzburg a su obra El queso 9 los gusanos, Barce-
Jena, Muchnik, 1981. Del mismo autor, «Microhistoria: dos o tres cosas que sé
de ella», Manuscrits (Barcelona), n° 12, 1994, pp. 13-42. G. Levi, «Sobre mi-
“historias, en Peter Burke (ed.), Formas de hacer historia, Madrid, Alianza,
1993, cap. 5. J. Serna y A. Pons, Como se escribe la microhistoria, Madrid, Cate-
42, 2000. R. Chartier, EL mundo como representacién. Historia cultural: entre prdc-
sexy representaci6n, Barcelona, Gedisa, 1992. P. Burke, (Qué es la historia cultu-
a’, Barcelona, Paidés, 2006.
5 J. Scott, «Historia de las mujeres», en P. Burke (ed.), Formas de hacer
sea, cit., pp. 59-88. B. S. Anderson y J. P. Zinsser, Historia de las mujeres: una
‘Sscoria propia, Barcelona, Critica, 1991, 2 vols. R. M.* Capel, Mujer y trabajo en
fsgio xx, Madrid, Arco-Libro, 1999. I. Burdiel, «Introduccién» a M. Wollsto-
seecraft, Vindicacion de los derechos de la mujer, Madrid, Ctedra, 1994.
% J, Scott, Género e historia, México, Fondo de Cultura Econémica, 2008.
M. Perrot, Mi historia de las mujeres, México, Fondo de Cultura Econémica,
2008. G. Bock, Historia de las mujeres en Europa, Barcelona, Critica, 2001,
ep 298-299.
‘Nueva historia cultural
Johan Huizinga
Carlo Ginzburg
Giovanni Levi
Historia de las mujeres
Mary Ritter BeardLa historia oral
Influencia de fa antropolo-
gia la critica literaria
Cambios operados en los
Lukimos decenios
El desarrollo de la historia de la cultura popular fue propiciado en
gran medida por la expansi6n de la historiograffa en las nuevas na-
ciones del Tercet Mundo que iban surgiendo del proceso de descolo-
nizacién iniciado en 1945. Esta expansion de la historiograffa acadé-
mica en nuevos ambitos geograficos donde la tradicién archivistica
era muy tenue o inexistente promovié una gran innovacién metodo-
légica: el recurso a la historia oral, a las fuentes orales, como medio
principal para la elaboraci6n del relato hist6rico. En los nuevos esta-
dos africanos independizados, por ejemplo, la tradicién oral, junto
con la arqueologia, constitufan el tnico depésito disponible para
reactualizar su historia precolonial y atin colonial. La consecuente
recogida sistematica de testimonios de ancianos, de cuentos, leyen-
das y genealogias conservadas por tradicién oral fomenté, por su mis-
ma naturaleza, una historia de la cultura popular cuyos métodos (el
uso de fuentes orales) fueron paulatinamente asimilados por la histo-
riografia occidental’. Y ese mismo método y sus materiales (relatos,
testimonios, cuentos, fabulas, entrevistas...) fueron acercando la his-
toria cultural a la antropologfa y a la crftica literaria y cultural.
De hecho, el tiltimo rasgo que ha caracterizado tecientemente
(en el tramo intersecular que se abre en la década de 1990) el desa-
rrollo de la historiografia ha sido el acercamiento a los métodos y
técnicas de los estudics antropolégicos y literarios. En cierta medida,
la influencia de la antropologia (en particular, de la antropologia
simbélica auspiciada por Clifford Geerzt y su técnica de la «descrip-
cién densa») y de la critica literaria (sobre todo, la «deconstruc-
cién» postulada por Jacques Derrida y los proponentes del «giro
lingitistico») parecen haber desplazado el influjo que tuvieron la
sociologfa y la economia sobre la practica historiografica de las dé-
cadas previas.
Ese cambio de referentes preferidos ha traido como consecuencia
modificaciones sustanciales: la «macrohistoria» privilegiada por las
tendencias sociolégicas y econdmicas ha devenido en «microhisto-
tia» para los historiadores-antropélogos retrospectivos e historiado-
res-literarios; el estudio de estructuras y procesos globales y mensura-
bles ha dejado paso a una perspectiva centrada en el actor individual
yen el estudio de sus acciones y concepciones culturales (el Ilamado
«giro subjetivo»); la busqueda analitica de causas del cambio histé-
rico en contextos sociales y politicos materiales y supraindividuales
ha cedido el terreno a la narracién de la vida cotidiana y de las expe-
riencias privadas de los protagonistas histéricos (el «giro hermenéu-
tico»); la focalizacién en tiempos pretéritos y mas o menos lejanos
ha compartido su predominio con la creciente atencién a la historia
J. Ki-Zerbo, «La tradicién oral como fuente historiogrética», El Comeo
dela Unesco, abril de 1990, pp. 43-46. A. Alted Vigil, «El testimonio oral como
fuente hist6rica», Perspectiva contempordnea (Madrid), n.° 1, 1988, pp. 155-162.
P. Thompson, La vor del pasado. Historia oral, Valencia, Fundacié Alfons El
Magnanim, 1988. P.Joutard, Esas voces que nos legan del pasado, México, Fondo
de Cultura Econémica, 1986,
100steciente>, , «vividar o del «tiempo presente» y «ac-
sual»; y finalmente, la propia entidad de la «historia» como relato de
Pretensién objetiva ha visto menguar su prestigio y utilidad frente a
bb intensidad y viveza de la «memoria histérica» del testigo, la victi-
may el heredero subjetivo de aquellos (el «giro memorialistico»)5,
Sin embargo, esas procesos de acercamiento a la antropologfa y a
Eecritica literaria, como los habidos con anterioridad a otras ciencias
sociales y humanas, no han sido regulares ni afectan Por igual a todas La pluraidad de perspecti-
lis especialidades y subespecialidades que hoy existen dentro del vas historiograheas actulen
campo genérico de la ciencia de la historia: la militar, politica, eco-
‘aSmica, social, religiosa, intelectual, diplomatic, demografica, cul-
tural, biogréfica, de la ciencia y la tecnologfa, de las mujeres, del arte,
de las ideas y conceptos, de las relaciones internacionales, de la cul.
‘ura popular, del pasado reciente o del tiempo presente, ete. En todas
ellas y dentro de cada una, impera un variado pluralismo metodols-
gico que les permite, no obstante, seguir cumpliendo sus inexcusa.
bles funciones sociales y culturales. Eso sf y como siempre: algunas
historias e historiadores lo hacen y harén mejor que otros. Pero no
Por eso serén menos necesarios unas y otfos para las sociedades,
como ha recordado recientemente John Lukacs: John Lukacs
Existe, y seguird existiendo, una necesidad, una seria necesidad, de
historiadores profesionales. Y esta es la tarea que los define: luchar con-
tra tox tipo de mistificaciones, contra las muchas formas de la falsedad,
detectarlas y sacarlas a la luz por el bien de todos ycon la conciencia de
que la biisqueda de la verdad pasa, hoy como ayer, por abrirse camino a
machetazos en una selva de mentiras. [...] La tarea principal de los his-
toriadores, quizd en especial hoy dia, es recordarle a la gente esas co-
exiones innumerables ¢ infinitas (y también misteriosas) que ligan el
presente y el pasado".
NOTA DE ORIENTACION BIBLIOGRAFICA,
La bibliografia en lengua espaftola sobre historiograffa europea y
universal es ya bastante extensa y abundante. A pesar de ello, cual.
quier lectura o estudio en profundidad de estas materias exigitfa la
consulta de libros en idiomas extranjeros, especialmente en inglés,
francés o italiano. A continuacién se oftecen una serie de orienta,
* Panordmicas de esos recientes procesos en: M.T. Ortega Lépe: (ed.), Por
una historia global, Granada, Universidad de Granada, 2007. D. LaCapra, Histo-
ria en wransito. Experiencia, identidad, teoria erftica, México, Fondo de Cultura
Econémica, 2006. B. Sarlo, Tiempo pasado. Cultura de la memoria y giro subjetiva,
Buenos Aires, Siglo XXI, 2005. E. Hernandez Sandoica, Tendencias historiogréfi-
cas actuales. Escribir historia hoy, Madrid, Akal, 2004. J. Aréstegui, La historia
vivida. Sobre la historia del presente, Madrid, Alianza, 2004. M. A. Cabrera y M.
McMahon (coords.), La situacién de la historia, La Laguna, Universidad de La
Laguna, 2002
% J. Lukacs, El fururo de la historia, cit., pp. 29 y 152.
101aM AEC ER EMO tas ereete te eee ons
nada a los estudiantes que emprenden sus estudios univer-
sitarios en las disciplinas historicas. Pretende servir como
SUE VE bel camel M In tesa aan erent aOR me Ree rte ore
ES els Coco ee pce eM ACM oscar Setm Cond nnT cele oie
ONSEN VARCTO Om me Torey ame tae lootarr ata EET orice)
educativo.
SECS ELC eRe N MCR OR REC oz Mere melt ceet TET
Peace RUMEN tee Mer ee CME) ie cKiord
caracteristicos de la historia como ciencia humana; b) la evolucién de
la historiografia desde su origen en la Antigitedad hasta la actualidad;
SAO RCM ooenU Ie Raat eRe SERN oseRoM eT Om nce tes
La segunda es de naturaleza practica y trata de orientar y ayudar a los
estudiantes en la realizacién efectiva de las actividades, ejercicios oa
tareas que exige el trabajo y los estudios en este campo.
Manual practico de uso y lectura fundamental, tanto para estudian-
aM Boer oMa Malas ome e ric Bete re ome MTC ETEE
y educacién secundaria, El oficio de historiador ofrece al lector una
util guia de elaboracién y trabajo en cuestiones tan determinantes
CSTR CMeecBMLW caate Moly erate EMr cee twat Mekte le y(els
escritos, la realizacién de diferentes tipos de comentarios de docu-
mentos histéricos (ya sean textos como mapas 0 ilustraciones), la
ores (ale moc IMC Mace tc MTree isle MOM eRe Le ratte ee Tee
tales y virtuales, o la misma confeccién del curriculum vitae.
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