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Las raices del futuro La Francia del manana CLUB DE L’HORLOGE (aS Ww EDITORIAL UNIVERSITARIA DE BUENOS AIRES Titulo de la obra original: Les racines du futur Masson S.A., Paris 1977 Traduccion de Duilio Ferraro. EUDEBA S.E.M. Fundads por Is Universidad de Buenos Aires © 1981 EDITORIAL UNIVERSITARIA DE BUENOS AIRES Sociedad de Econom ta Mixta Rivadavia 1571/73 Hecho el depésito de ley IMPRESO EN LA ARGENTINA ~ PRINTED IN ARGENTINA INDICE INTRODUCCION. PARA LA ENMIENDA .........-.-- El resorte quebrado, 1; Recoger el desafio, 3. PRIMERA PARTE. LOGICA DE LA DECADENCIA I. ESPIRAL DELAMUERTE...............--.- Implosion demografica, 9; Ideologia de la dimi- sién, 14; Evitar el suicidio colectivo, 21. Il. LASOCIEDAD AUTOFAGA Del dissensus a la delincuencia: La sociedad ¢ es victima, 25; De la anomia a la atomizacién: la sociedad culpable, 38. I. EL VERTIGO ETICO . Ruptura de la tradicién, 50; La sociedad mercan- te, 59; Totalitarismo metapolitico, 70. CONCLUSION. LA DEPENDENCIA NACIONAL........ Invasién cultural norteamericana, 83; El imperia- lismo ideoldgico soviético, 85. SEGUNDA PARTE, EL MODELO EUROPEO INTRODUCCION. LA SOCIEDAD Y SUS TRES FUNCIO- IVES BCE oer neeceae da feet bot ae stses atest eeerE este IV. SOBERANIA: LOS RECURSOS NECESARIOS ... Esencia de lo politico, 95; El discurso y la accién, 108. 23 49 81 89 95 vu LAS RAICES DEL FUTURO V. FUERZAS ARMADAS-NACION: LA RECONCI- LIACION 2.0... eee eee eee eee El injerto y su rechazo, 119; Para una simbiosis Ejército-Nacién, 127; Para una nueva politica defensiva, 131; Por la revalorizacién del estatuto militar, 144. VI. ECONOMIA: DINAMICA DELALIBERTAD ... Libertad contra colectivismo, 151; Responsabi- lidad contra burocracia, 164; Equidad contra igualdad, 174, TERCERA PARTE. EL HOMBRE Y SUS DIMENSIONES INTRODUCCION. EL CIUDADANO Y SU TRIPLE IDEN- TIDAD . Vi. LA DIFERENCIACION INDIVIDUAL Valorizar la familia, 194; Personalizar la educa. cién, 203, , VIII. VOLVER ALA NOCION DE PUEBLO .......... El individuo desarraigado, 219; Territorio para el hombre, 226. IX. FRANCIA Y EL IMPULSO EUROPEO .......... Peligro comin: La Unién Soviética, 240; Un mito especifico: La identidad europea, 245; Una fuer- za motriz: Francia, 251. 119 149 183 191 217 239 Esta obra fue redactada por los miembros de la Commission Société du Club de I'Horloge MM. Philippe Baccou, Michel Bauchot, Alain Bercot, Yvan Blot, Président du Club de I'Horloge, Jean-Yves Le Gallou, Président de la Commission Société, Mme. Anne-Laure Le Gallou, M M. Michel Leroy, Richard de Maismont, René Maurice, Bruno Mégret, Olivier d’Ormesson, Hugues Pignot, Charles Rostand, Bruno Tellenne. INTRODUCCION PARA LA ENMIENDA El resorte quebrado Crisis petrolera, crisis econdmica, crisis de valores, crisis de civilizacion: la “crisis” ha alcanzado ahora —desde los mas acce- sorios a los mas fundamentales— todos los dominios de la activi- dad humana. Abarca ya el conjunto de las naciones europeas: Occidente entero, Francia incluida. Lento hundimiento. Lectura de diarios, de libros, lo que se escucha por doquier, aportan esa impresién general. Pero qué hay detras de esta avalancha de murmuraciones alarmistas y con- certados gemidos?: nada mas que indiferencia o serenidad desi- lusionada. Entre complaciente descripcién de un apocaliptico por- venir y la realidad cotidiana, todo transcurre como si ningan vinculo existiera, como si este porvenir —el nuestro— no comen- zase Mafiana. . . Raros los hombres que se atreven hablar del peligro y de su inminencia; quienes lo hacen, quienes han tentado despertar nues- tra adormecida conciencia —los Soljenitsyne, los Chaunu y Su- ffert, los Ellul, los Pauwels— gcdmo se los acoge? En el mejor de los casos, cortés interés en mérito a la inteligencia de ellos y calidad de sus obras. Se trata, sin embargo, de la muerte de una civilizaci6n: la nuestra. En escala histérica, ninguno de los desafios, recientemente lanzados en nuestra cercania, ha sido todavia recogido. Los pue- blos rehisan actuar, estan como estupefactos: temen abrir los ojos por miedo de descubrirse en el espejo. Tal el fondo de la crisis. Europa agoniza pero no quiere enterarse. Toda crisis, fundamentalmente, constituye una crisis de con- ciencia. Ninguna dificultad interior, ningin desaffo exterior, bas- tarian para abatir una nacién o una civilizacién: rechazo —o inca- pacidad moral— de enfrentarlos anuncia la decadencia. Las civi- lizaciones no son matadas; ellas se dejan morir. Sirve de prueba el ejemplo inglés: durante los afios 40, la ame- naza alemana no fue experimentada como “‘crisis”; mas bien fue librar un combate, un desafio a recoger, y asi lo fue. Inversamente épor qué la misma nacién no alcanza a superar sus dificultades 1 LAS RAICES DEL FUTURO actuales, objetivamente menos amenazadoras? Precisamente por- que son vividas como “crisis”. No es casualidad que, igualmente en Francia, cada dificultad se la titula, ya, “crisis”. Una especie de entorpecimiento decadente invadié los espiritus; el obstaculo no es mas considerado estimulo frente a un reto sino fatalidad contra la cual toda lucha es vana. Este “gpara qué?” revela un entumecimiento mortal: desaparece la misma nocién del combate porque desfallece la voluntad de ha- cer frente. El impulso esta quebrado. Europa mortal Crisis francesa, crisis europea; aspecto de crisis del hombre que ha bajado los brazos y rehisa combatir. Esta, asi, atacado el mismo principio de la civilizacién. Bien puede ésta no reponerse. Sin embargo —jacaso por el hecho de su pasado poder?—- se tiende a creer inmortal a nuestra civilizacién. De tanto constituir un modelo para el mundo entero, se ha transformado en univer- sal la civilizacién europea. Uno no puede concebir que desapa- rezca. Se dice entonces: crisis pasajera. Volvera a encontrar —tras un periodo de adaptacion y ajuste— el vigor y la irradiacion que la caracterizaron durante siglos. Nada permite justificar tal beato optimismo, tan paralizante como el contrario fatalismo. En realidad no hay civilizacién uni- versal: hay influencia europea sobre pueblos que, por origenes y cultura, no son europeos. Si irradiacién, prestigio y presencia de Occidente cesaran en esos paises, su modelo de civilizacién mucho no sobreviviria. Ademas los europeos —si entre ellos mis- mos no creen mas en el valor que la identifica y rechazan preser- varla para el futuro— entonces ya, desde el comienzo del tercer milenio, su civilizacién no sera m4s que un vestigio cultural, com- parable a los que Grecia y el Imperio Romano nos legaron. Supo Grecia, con Alejandro, imponerse en el Mediterraneo y, hasta el Indo, con su lengua y civilizacién. Pero, en el momento de su mayor extensi6n espiritual, se empobrecia en hombres y bienes; palidecia. A menos de dos siglos de la muerte de Alejandro, Grecia devino provincia romana ;qué acontecerda a las naciones europeas? Amenazas presentes permiten, desde ya, darnos una idea. Pueden desaparecer ellas, fisicamente, mediante un hundi- miento demografico irreversible; pueden ser sumergidas por algin imperio militarista y totalitario; pueden dislocarse a causa de los golpes de paises agresivos que disponen de abundantes materias primas y mano de obra poco exigente. Europa se transformaria 2 PARA LA ENMIENDA —cualquiera sea el caso— en conglomerados de pueblos enveje- cidos,. estériles, sometidos a humillacién y miseria. Ese podria Uegar a ser el resultado de las actitudes de renuncia y abatimien- to que se observa actualmente en nuestras sociedades. Equivale decir: importancia de la puesta, de la responsabilidad historica que corresponde a las actuales generaciones, Es necesario saber que tal evolucién no sea ineluctable para que sea, la recupera- cién, posible. Recoger el desafio Muchos ya tratan de actuar ante la crisis. Pero ideologias y modelos que proponen —y que se les oponen— se refieren a un debate tradicional por el cual el problema de la supervivencia o de la declinacion de nuestra civilizacion no constituye sino terre- no suplementario de afrontamiento y no de situar posiciones, Esquematicamente, dos grupos de ideas se reparten el terre- no. La corriente “conservadora” —aferrada a instituciones y valo- res de un pasado pre-industrial al cual idealiza— trata de podar a nuestra sociedad de todos sus componentes modernos. Se certi- fica pasatista y anticientifica a la vez: encrispada en rechazar, cual principio, el cambio cualesquiera sean naturaleza y objetivo, tiende a negar el progreso, a combatir la ciencia y propiciar el retomo a la ‘vida natural” dentro de un gran impulso, a la ma- nera de ingenua direccién rousseauniana. Concepcion ésta no bien fundada ni muy realista. Todo un periodo de la humanidad, conciencias y técnicas que ha acarreado consigo, no puede ser enfocado asi. Al fin de cuentas, la opinién conservadora parece una manifestacién suplementaria del desbarajuste o desorden con- temporaneo mas que teoria positiva. La segunda corriente, dicha “progresista”, no se encuentra en ese caso; esta enlazada a una tradicion politica y filosofica mas s6- lida. Digamos entonces, las ideologias de izquierda marxista son mas aptas para aportar respuesta decisiva a los retos que se nos han lanzado? Es licito dudarlo, tanto mas que nuestra sociedad “en crisis” se halla ya, en el plano intelectual, ampliamente im- Pregnada por tales ideologias. Los contra-poderes econémicos y sociales, la intelligentsia, gran parte de la masa media, estan en la actualidad, conscientemente o no, animadas por ellas. A pesar de haber hombres en el gobierno que se le oponen, bien parecen encontrarse, ellas, en la iniciativa dinamica segan la cual nuestra sociedad ha Jogrado evolucién en el curso de los tltimos afios. Desarrollo de la burocracia con su cortejo de controles y reglamentos, crecimiento de grandes organizaciones masivas: 3 LAS RAICES DEL FUTURO cuidado, cada vez mayor, de la seguridad, obsesion de igualita- rismo, cada vez més exigente; desnaturalizacion del papel eco- némico y social del Estado que obedece a esta logica, constitu- yen otros tantos pasos en sentido de colectivismo. El individuo, ahogado en la masa, ve restringida su libertad y, disminuida, su aptitud de iniciativa; adquiere poco a poco, con respecto al Es- tado, mentalidad de socorrido. Dentro de tal contexto, la capaci- dad de una nacién que ha de erguirse ante un desaffo ;cOmo no ha de desmoronarse? Ademas, cuando la ideologia dominante orienta a los individuos hacia preocupaciones exclusivamente materiales y egoistas gcOmo sorprenderse que toda posibilidad de sobresalto aparece comprometida definitivamente? Marx caricaturista De tal modo, cuando ideologias izquierdistas dominan el mundo de las ideas —tanto que pasan como evidencias sus pos- tulados basicos— se desarrolla una crisis: la del hombre europeo, alcanzado en su identidad y vitalidad. Entonces se exagera cuan- do se dice que utopias de la izquierda marxista, tienen parte de responsabilidad en la crisis? En todo caso, es para sorprenderse cuando se constata hasta qué punto armonizan con las causas humanas, de nuestra decadencia. Para el porvenir no podran servimos de guia, utopias enveje- cidas. Ya esta sobrepasado el modelo ideologico del marxismo: sus fundamentos y conclusiones cada vez mas se contradicen con recientes déscubrimientos que atafien a la ciencia de la vida. En cuanto a su marcha intelectual, esta caduca: parecer brillantes, necesitar gran agilidad de espiritu. Pero se sabe hoy que sus cons- trucciones descansan sobre bases simplistas. Pretender explicar comportamientos individuales o socia- les partiendo de determinantes tnicos, cual la lucha de clases —o la sexualidad— significa reducir la realidad; por tanto: empo- brecerla, traicionarla. Substituyen, asi, todos los pensamientos reduccionistas a fenOmenos reales: cadenas de causalidad lineal, los cuales, “en Ultimo andlisis”, necesariamente conducen a cons- trucciones abstractas y extremistas. El marxismo, teoria reduccionista “modelo”, da cuenta de un solo aspecto de la realidad; colocado en el centro de un sistema de pretension universal, resulta caricatura del mundo real, asi trazado. Confrontado a éste, evita el fracaso recurriendo a la violencia, lo Gnico capaz de someter la realidad a un esquema ted- rico. Las “bavures” (rebabas) de los sistemas comunistas son pues PARA LA ENMIENDA accidentes de la historia, inherentes en la naturaleza reduccionista de la teoria marxista. El hombre europeo Un modelo diferente es necesario para contestar los desafios Janzados a las sociedades europeas; modelo que considere los ultimos progresos de la ciencia y que resulte de una gestion esen- cialmente antirreduccionista. Se ha visto que las tentativas de ex- plicacién de la realidad, cuando se parte de un determinante inico, toman forma de construcciones intelectuales complejas y espacio- sas. Se debe adoptar una accién menos ambiciosa pero mas rea- lista. Ello colocara al hombre en el centro del edificio en lugar de organizar un mecanismo que, supuestamente, sirva de clave expli- cativa para uso universal. Crisis del hombre es la actual: a partir del hombre, por tanto, es necesario reconstruir. No el hombre de los economistas o marxistas, de los bidlogos o espiritualistas. El hombre europeo el de hoy: ni bueno, ni malo, irreductible a su sola heredad o a su solo medio. Pero debe ser considerado en la totalidad de su ser real. El hombre europeo es, histéricamente, el fruto de Ja larga evo- lucién y tradicién muy rica, no el hombre-estatua de Condillac: tabula rasa sobre la que uno podra hacer cualquier cosa. A. varios milenios remonta su pasado, mucho mas alla del propio nacimien- to. En é] descubrimos trazos especificos y permanencias que han forjado los cimientos de la identidad europea. Identidad quiza no directamente percibida: no podria ser renegada sin acarrearle dafio. Padecemos actualmente una aguda crisis por haber tentado aplicar, a los pueblos europeos, modelos extrafios a su identidad profunda. Nuestra sociedad, por renegar su pasado, se encuentra hoy sin porvenir. Al perder la memoria, ha perdido la conciencia de su identidad; asi se encuentra ahora: a merced de divagaciones intelectuales, muy artificiales, muy periciosas. Por una verdadera anamnesis pasa la curacién del hombre eu- ropeo: debera reconducir a su conciencia los grandes trazos espe- cificos del modelo europeo: tal como se lo halla en Jos 4.000 afios de su civilizacion. Nuestras sociedades, encontraran el propio equilibrio, sus caminos en la historia, encontrando sus raices pro- fundas: son las races del futuro. LAS RAICES DEL FUTURO Hacia la enmienda La primera de estas grandes permanencias del modelo europeo es el pluralismo de sus funciones sociales. Las sociedades euro- peas —como lo establecis Georges Dumézil— tradicionalmente se caracterizan por un equilibrio entre las tres grandes funciones: ejercicio de la soberanfa, de la defensa, de la produccién. Su equilibrio, organizado conscientemente como sistema social, asegura el armonioso desenvolvimiento de las sociedades europeas. De surgir un desequilibrio, de instaurarse la confusién de sus fun- ciones, entonces se produce la perturbaci6n de la entera sociedad; uno puede, asi, interpretar al fascismo: hipertrofia de la funcién guerrera y, analizar la actual decadencia, cual consecuencia de un tentacular crecimiento de la funcion productora y mercante. Restablecer el equilibrio supone pues restaurar las funciones de soberania y defensa, actualmente relegadas a segundos términos por la imprudente extensién de las preocupaciones econdmicas y materialistas. a Caracteriza al modelo europeo el determinado equilibrio entre individuo y, comunidad. Equilibrio que sera necesario procurar a fin de permitir que el hombre europeo vuelva a encontrar su tri- ple arraigo: en si mismo, mediante la conciencia de su identidad y aceptacion de sus diferencias con’ los demas; en el espacio, me- diante el apego afectivo a un territorio y solidaria vecindad; en el tiempo, finalmente, mediante conciencia de su vinculo al pasado y sentimiento de participar en un destino histérico. Sin posesién de previa conciencia de algo evidente, no habra recuperacién; el sistema actual es absolutamente contrario a la identidad de los pueblos europeos, Para convencerse bastard obser- var las multiples manifestaciones de repulsa que soporta: desarre- glo espiritual y ético, comportamientos faltos de civismo y anar- quicos, tendencias suicidas de nuestra sociedad. PRIMERA PARTE LOGICA DE LA DECADENCIA Tu mismo yo es lo que te amenaza Soljenitsyn CAPITULO I ESPIRAL DE LA MUERTE Il n'est de richesses que d'hommes Bodin Implosién demografica “En la calle he visto un nifio, el 22 de mayo”. Tal encuentro inesperado tiene valor de simbolo en la novela de anticipacién debida a Jean Dutourd'. En “2024” el universo esta poblado solo de adolescentes envejecidos de los afios 70; a fuerza de “planning familial”, de “liberacién de la mujer”, de ‘derecho al bienestar”, el autor explica, solamente una vejez fatil y medio- cre; permanece viviendo en un mundo en ruinas: la humanidad esta agotada. 4Es realmente excesiva esa vision del porvenir? Se puede cons- tatar desde ya con Georges Suffert y Pierre Chaunu? la declina- cién demografica del mundo blanco en su conjunto: el hundi- miento de la natalidad afecta a Australia tanto como a Estados Unidos y Canada, a Europa socialista como a Europa occidental. Respecto a Francia —alcanzada por ese fendmeno un siglo antes que los demas paises europeos— tuvo apenas una breve recupera- cién durante los afios 45 a 65. Evidente debilidad numérica es su situaciOn actual y no dejan de ser inquietantes las perspecti- vas futuras. Si desde el pasado siglo Francia hubiera conocido una evolucién comparable a la de Alemania, seria su poblacién de unos 85 millones de habitantes. La natalidad francesa, ya desde antiguo, ha tenido légicas con- secuencias: envejecimiento de la poblacién, aflojamiento del ' Jean Dutourd, 2024". N. R. F. Gallimard, 1976, Pag. 7. ; ? G. Suffert et P. Chaunu, “La peste blanche, Comment éviter le sui- cide de l'Occident?”, Gallimard, colecc. “Lair du temps”, 1976. LAS RAICES DEL FUTURO deSarrollo industrial, relativo obscurecimiento politico y militar. Inferior a 14 por mil la tasa de natalidad francesa, no es ésta la unica que en la actualidad conoce una regularidad en la caida: algunos paises europeos —Alemania, Austria, Finlandia— deben, asimismo, enfrentar excedentes de mortalidad sobre nacimientos, y finalmente la degradaci6n en la relacién entre poblacin activa y poblacion total. Los mismos paises socialistas, no obstante los ex- tendidos poderes que sus gobiernos disponen, se muestran incapa- ces de modificar una tendencia en ellos reforzada ademas por la generalizacién del asalariado femenino. Hubo en Francia, en 1975, 60.000 nacimientos menos que en 1974 y 110.000 menos que en 1973. La tasa de fecundidad —nimero de hijos por mujer en una generacién de 15 a 50 aflos— esta en constante disminucién: 2,9 en 1964, 2,4 en 1972; 2,1 en 1974 y Gnicamente 1,9 para 1975. No obstante ligera mejora de la situacién durante el segundo semestre, la tasa de fecundidad bajo a 1,8 en 1976. En Alemania es de 1,5, Corresponde saber que el renovamiento de las generaciones es firme sdlo de 2,1 hijos por mujer. Tenidos en cuenta mortalidad infantil y excedente en el numero de varones sobre nifias en el nacimiento, a fin de que 100 mujeres sean reemplazadas por otras 100 en la generacion siguiente, es necesario que cada una tenga un poco mas de 2 hijos. Algunos historiadores de la demografia estiman ademas que mien- tras la tasa de fecundidad baja mas alla del umbral 1,4, el hundi- miento demografico adquiere caracter irresistible que conducira la sociedad al suicidio: ‘‘espiral de la muerte” a la cual peligrosa- mente se acercan hoy nuestras sociedades. Para afrontar tal peligro conviene determinar el origen. Origen que no puede ser sino ético y cultural en la medida que la ame- naza pesa indiferente sobre el conjunto de los paises blancos del mundo desarrollado, aparte disparidades econdmicas y politicas. Explica el hundimiento de la natalidad en esta zona del mundo, una evolucién de las mentalidades y de las actitudes ante la fecun- didad. Precisamente confirma esta hipdtesis una cifra: la poblacion global femenina en Francia, tiene representada a las mujeres extranjeras con un 6% y con mas de un 10 % de los nacimientos. Efectivamente, éstas exceden, por la fecundidad, en un 60% a la de las francesas cuya tasa real de fecundidad se reduce a menos de 1,8 para 1976. Vuelta a Malthus La primera explicacién que surge en el espiritu al hablar de decadencia demografica es atribuida al perfeccionamiento de 10 ESPIRAL DE LA MUERTE técnicas anticonceptivas y a la libertad de abortar. De hecho, la reciente evolucién de la legislacién y de los procedimientos en vigor, sefala parcialmente una disminucién del numero de naci- mientos no deseados. Sdlo parcialmente, dado que medios —em- pleo a menudo dificil o penoso— no implica que se los utilicen. Para que no sobrevengan los nacimientos no basta que éstos no sean deseados: es necesario que sean “‘no queridos”. La posibilidad de planificar los nacimientos (gdominio del propio destino y/o intrusién de la técnica en lo sagrado?) no im- plica, por lo demas, que su orientacién se haga en el sentido de reducir el nimero de los hijos queridos. La evolucién de las men- talidades no se explica por evolucién legislativa o cientifica; el malthusianismo ambiente explica el actual uso de farmacia y cirugia. Una encuesta realizada en 1974 por el Instituto de Estudios De- mograficos sobre natalidad y la coyuntura demografica, evidencia una baja sensible en el nimero ideal de hijos por familia, especial- mente en las jévenes e inconciencia de la opinién piblica en lo que concierne a consecuencias previsibles de la actual evolucién. El namero ideal de hijos por familia entre 1947 y 1974 des- cendié de 2,88 a 2,58. En la mentalidad de las parejas el modelo de 2/3 hijos se ha generalizado. Se pasd de 70% a 90% en detri- mento del modelo mayor —4/5 hijos—; cantidad que recoge nada mas que el 7,6% de sufragios contra 23% en 1947. Factores de variacién pueden considerarse, ademas de actitudes politicas y creencias religiosas, la edad de las parejas indagadas: aparece efec- tivamente que la familia ideal, si abarca 2,69 hijos por pareja de mas de 50 ajfios, debe llegar a 2,38 para la consideracién de los que tienen menos de 25 afios. El Instituto Francés de Opinion Publica, por sondaje realizado en marzo de 1976,° confirma esta divergencia de mentalidad entre las generaciones: para mode- los familiares con 2 6 3 hijos, si las mujeres en edad de 35 a 40 afios mayoritariamente eligen el modelo altimo (54% contra 34%) lo hacen frente al modelo de 2 hijos que prefieren muje- res de 25 a 34 afios (47% contra 39 %) y, sobre todo, las de 18 a 24 afios (58 % contra 32%). Los dos tercios de las parejas fran- cesas —segiin las mismas fuentes— juzgan satisfactorio el nivel actual de natalidad y de la densidad de la poblacién: respecto, a precedentes encuestas, la opinién “neutralizada” que garanti- za la evolucién de la demografia francesa, considerablemente progresa en detrimento de las ideas malthusianas y poblacio- nistas. Esta falsa simetria no debe disimular lo que la situacién + “France-Soir”’, 18 de marzo de 1976, 11 LAS RAICLS DEL FUTURO presenta: lejos de ser situacién de equilibrio conduce a nuestro pais 4 sistematica pérdida de substancia. Hay pues una real baja de voluntad por los nacimientos en la opinion: las causas de esta desercién deben buscarse en la misma naturaleza de las sociedades industriales masivas. Sociedad del parecer y del haber En el universo mercantilista que es hoy el nuestro, el haber (riqueza, departamento, coche, vacaciones) y el parecer (‘“‘stand- ing”, “gadgets”) se han convertido en motivos fundamentales del comportamiento y finalidades de la vida social. Que tal moral perjudique pronto la expansion de la familia numerosa gpuede uno sorprenderse? Cada pareja se encuentra situada ante una fun- damental eleccién: fundar una familia o llevar una vida facil, sin constricciones. Las jévenes parejas, aunque resueltos adversa- rios. de la “sociedad de consumo”, se muestran frecuentemente obnubiladas por el propio problema acerca del nivel de vida: el hijo —en concurrencia con otros bienes— se encuentra colocado a menudo, después del automovil y de la television en la escala de las adquisiciones. Ya no se trata de “fundar una familia” o de “dar vida” sino més bien animar el mundo anterior, incluso tomar para la época de la vejez una especie de seguro-afecto. Se huye ante las respon- sabilidades de toda clase; no quieren entonces, los esposos, oir hablar de familia numerosa. Una familia con tres hijos o mas gno es ante todo una pérdida de prestigio social? No sdlo signi- fica privacién de ganancias: la madre de familia numerosa facilmente aparece hoy como una desgraciada carente de infor- macién y hasta de “esprit”. La pseudo familia de un solo hijo, reducida como la concep- cién de vida que tiene, se enrosca alrededor de “el” nene. Tras haber sido rey en la familia burguesa del siglo XIX, el hijo se encuentra hoy segin los casos, ser un adminiculo o un simple inoportuno, Al adquirir primacia —en la mentalidad y desarrollo del temperamento reivindicativo— los problemas econémicos, ha de considerarse como forma de huelga el rechazo a tener hijos: uno deja de “producir” (a ellos) cuando, condiciones 0 resulta- dos del trabajo, aparecen insuficientes ante el esfuerzo exigido. Predicadores del erotismo muy orondos todavia refuerzan esta actitud negativa ante la fecundidad. Pretendidas doctrinas libe- radoras, fundadas sobre ‘‘a prioris’’ anticientificos manifiestan mutiladora condicién del hombre. La Antropologia y la Sociologia 12 LSPIRAL DE L.A MUERTL modernas* lIlegaron a la conclusion que la vida sexual del hom- bre es también tributaria de una direccion, y reglamentacion cultural. Helmut Schelsky escribio: “la estructuracién de los empujes sexuales debe, por cierto, ser clasificada entre las deci- sivamente primeras realizaciones civilizadoras y primordiales necesidades del hombre, al igual que los utensilios y el lenguaje””* . En efecto, la sexualidad abarca cuatro funciones todas igual- mente importantes: erotismo, eleccién de la pareja, afecto, pro- creacién. Esencial es el lazo cultural entre esas diferentes fun- ciones para el desenvolvimiento reciproco. Con este desarrollo plurifuncional no es compatible el malthusianismo. Al ascetismo malthusiano de pequefios propietarios campesinos —quienes se reservaban tener pocos hijos—,.vemos actualmente sucederle un malthusianismo hedonista con motivos inversos: a fin de no sacrificar el propio confort, bienestar material, se rehisa fundar una familia. Miedo al arto 2000 Se agrega al hedonismo ambiental de nuestra sociedad, otra motivacion psicolégica en este rehusarse a procrear: miedo al porvenir. Las generaciones anteriores a la nuestra por tener con- fianza ante el porvenir, pudieron tener muchos hijos a pesar de la crisis econdmica y crisis de alojamiento. Las mentalidades occidentales se encuentran impregnadas de fobias por un mundo reple' se manifiesta por el temor abstracto de una superpo- blacién mundial debido al sentimiento fundado en explosion demografica, universal e indiferenciada. La realidad es comple- tamente diferente: por cierto el Tercer Mundo conoce un creci- miento demografico ain fuerte aunque destinado a decaer en los decenios proximos. El mundo desarrollado fue teatro de pasajera explosién demografica después de la altima guerra pero nunca estuvo amenazado de un crecimiento exponencial: en 1955, a la onda de crecimiento, la desaceleracién estaba ya pré- xima. Desde entonces asumid aspecto de desastre: los paises europeos se ven amenazados ya de una no renovacion de su poblacién en momentos en que el Tercer Mundo, ya ampliamen- * Eapecialmente Max Scheler, Helmut Pleesner, Bronislaw Malinows- ki, Arnold Gehlen, 5 H. Schelsky, “Sociologie de la sexualité”. Col. Idées, Gallimard, 1976. pag. 16. 13 LAS RAICES DEL FUTURO te -dominante, se prepara a duplicar, para final de siglo, la pro- pia. En nuestros paises, desbordantes de recursos y riquezas de toda clase, el rehusarse a engendrar pretende sostenerse sobre el miedo a escasez y desocupacion. Verdaderamente se trata de crisis de crecimiento —o senilidad— que sufre la civilizacién. Flojedad mortal El rechazo de la vida esta estrechamente ligado al rechazo de la muerte. La gente no quiere mas hijos porque teme a la muerte y porque la presencia de un “relevo” de las generaciones implicitamente testimonia el fin préximo de la misma. La dis- minucién demografica, en ese sentido, tiene origen en la pérdi- da de la dimension tragica de la vida. Una prosperidad hasta ahora desconocida en el Occidente contemporaneo, va a la par del rechazo de la realidad: nunca se ha vivido mejor; jamas, también, uno se ha sentido tan débil, tan agotado. Este debilitamiento de la civilizacion, repentina- mente pusilanime ante el porvenir, evidentemente es origen de la caida demografica actual. Escribe Konrad Lorenz: ‘‘E] hombre moderno, por la do- minacién progresiva de su entorno, ha desplazado —debido a la fuerza de las cosas— el equilibrio placer-desagrado en el sentido de una creciente hipersensibilidad en relacidn a toda penosa situacién en tanto que su capacidad de goce iba amortiguando- se (...)”. Falta evidentemente el obstaculo natural “el cual endu- rece a los hombres forzdndolos a aceptar un penoso esfuerzo que les procura, al lograrlo, la alegria de haber sobrellevado a término la experiencia” . Ideologia de la dimision En “la gran encrucijada demografica y la dimisién de occiden- te”’, articulo del demdgrafo Pierre Longone, lticidamente se enuncia las consecuencias inevitables de la caida de la natalidad en una sociedad: ‘La historia, desde hace dos mil afios, es histo- ® K. Lorenz, “Les huit péchés capitaux de notre civilisation". Flam- marion, 1973, pags. 68 ¥ 74. 7 P. Longone, redactor jefe de la revista “Populations et Societcs”, Revue des Deux Mondes, 1975. 14 ESPIRAL DE LA MUER ria de conquista por persuasion o por Ja fuerza conjunta de espa- cio, de recursos alimenticios y minerales; todo eso en funcién de los respectivos desarrollos demograficos. El derrumbamiento de [Tos grandes imperios, desaparicidn o decadencia de civiliza- ciones brillantisimas, siempre han presentado el mismo escenari: retroceso demografico, divisiones y discusiones internas, desmo- ralizacion unida a prosperidad, al lujo por un lado, al crecimiento numérico desproporcionado a los recursos y, por otro lado, agre- sividad, honradez y pobreza en los que, generalmente, los pri- meros llamaban “‘barbaros”. éPor qué ha de cambiar el esquema en tanto que el hombre no cambia? Es literalmente criminal, ante esta constatacion histérica, estimular a las sociedades desarrolladas al suicidio por denatali- dad. Recalcar, sin embargo, que el conjunto de actitudes contra- rias a la natalidad, sean éstas inspiradas por egoismo hedonista o por fobia del mundo repleto, en ciertos medios informativos encuentran complaciente caja de resonancia. Martillando éstas, continuamente, en los espiritus, elementos de informacién demo- grafica parciales y alarmistas, han ampliamente contribuido a mantener la confusién en relacién a consecuencias, propias de superpoblacion en Bengala hambrienta y misera y las que atafien a familias de 3 6 4 hijos en Francia. Propaganda realizada acerca de la no concepcién y del aborto, campafias de opinién sobre agotamiento de recursos, contaminacién y superpoblacién han contribuido a crear un clima de ansiedad poco propicio a la nata- lidad: gqué han de comer nuestros hijos, qué aire respiraran? En tales condiciones ;para qué tener hijos? Al mismo tiempo, la misma masa media ejerce, sobre la psicologia colectiva, incon- testable presion en favor de un ideal social de bienestar material que no podria ser obstruido por hijos. Resultado de un doble asalto es la creciente marginacién en la opinién respecto al modelo de familia numerosa. Ejemplo es la publicidad de ‘Le Consul”, inmobiliaria parisiense, halagan- dose de proponer una solucién de alojamiento para cada situa- cion familiar “desde el célibe a la familia numerosa” sefala —cual horizonte a no sobrepasar de esta ultima categoria—, la familia de tres hijos, la cual, en nuestra actual legislacién, es sin embargo el umbral de acceso a prestaciones que se reservan a las familias numerosas. 15 LAS RAICES DEL FUTURO Mujeres asalariadas y declinacién demografica El asalariado femenino es presentado actualmente y con faci- lidad cual privilegiado medio que libera a la mujer sin temor de enojosas analogias: “Arbeit macht frei”*. Pero incidencias que ello puede tener sobre la natalidad gse han suficientemente con- siderado? Por cierto no hay vinculo necesario entre mucha fecun- didad y la “no actividad” de la mujer: en los Paises Bajos, en la Republica Federal Alemana - donde el trabajo de la mujer ‘va en regresion— la natalidad declina mas veloz que en Francia. Pero ha quedado ya establecido que, doquier semejantes las cosas, el status econdémico, activo o no activo de la mujer, determina —mucho més que la profesién del marido— la fecundidad de la pareja. La tasa de actividad en la mujer: varia en raz6n inversa del nimero de hijos. El Instituto Francés de la Opinion Pu- blica, por encuesta realizada en septiembre de 1975, directa- mente cuestiona la ascensién del asalariado en la mujer den- tro del proceso del decaimiento demografico: 72% de los fran- ceses consideran que mujeres entregadas al trabajo en ningan caso pueden tener mas de dos hijos. Efectivamente —cansada por la ocupacién, transportes, tareas domésticas— la mujer asa- lariada no quiere ni puede cargar, ademas, la responsabilidad de una familia numerosa. Corresponde pues rebatir la teoria “progresista” tan invasora que sostiene la pretendida liberacion de la mujer mediante el asalariado y que ofrece a ésta autén- tica eleccién de su vida por una efectiva evaluacién de las pres- taciones familiares: asi, si ella lo desea, podra consagrarse a sus hijos. “Stress” social Una urbanizacion intensiva en paises relativamente poco po- blados como Francia, basta para crear artificiales zonas de super- poblacién donde los modos de vida que se practican son mas colec- tivistas que. comunitarios. Alojamientos, transportes, oficinas: de tanto hacer las mismas cosas en los mismos sitios, los habi- tante§ de las megalépolis facilmente son absorbidos por un sen- timiento de atascamiento, de hacinamiento, de sofocacién tam- bién, apenas dejan amplios espacios vacios. Eso permite a la ofi- cina de turismo de Lozére ofrecer, a aficionados de grandes ho- rizontes, excursiones de ski nérdicos en el mismo corazon de Francia. * “El trabajo nos hace libres”. (N. del T.) 16 ESPIRAL DE LA MUERTE Parece ahora, con mayor generalidad, que las muchas agresio- nes que provoca la vida social masiva, suscitan, en reaccion, gastos de energia que repercuten en desventaja de la fecundidad. Atro- pellos, surmenage, choques emotivos con sus logicas consecuen- cias —ansiedad, tranquilizantes, insomnio, depresion nerviosa— es- tan entre las causas posibles de estos fendinenos que provocan la disminucién de la natalidad. Respecto a eso el cronista médico del diario “Le Monde” escribe: “Es necesario relacionar tales me- canismos de regulacién por angustia de la demografia —bien conocidos entre los animales— los cuales comienzan a ser, en el hombre, objeto de observaciones histéricas muy notables (Le Roy-Ladurie)”* . El jefe sel servicio endocrino-ginecolégico del hospital Necker en Paris, Dr. Alberto Netter, pudo observar durante periodos muy recientes, sensible degradacién del potencial masculino de fecun- dacién: sobre veinticinco millones de la poblacién masculina francesa, un millén setecientos cincuenta mil —vale decir el 7 ¥— son, hoy, estériles a la misma edad de casarse. Cifra ésta muy superior a las de otrora. Aspecto esencial éste de la disminucién en la fertilidad masculina —aunque bastante descuidado y que sin embargo es causa de la caida de la natalidad— es explicado por el “stress” producido en el organismo humano, segiin el Dr, Netter o sea debido a todas las condiciones de vida que caracterizan ala sociedad burocratica: ‘Nuestra sociedad segrega coaccién y angustia porque el ciudadano es fichado, matriculado, numerado; el fisco, el seguro por enfermedad, la caja de asignaciones familia- res, la caja de jubilados, le obligan diariamente a Ienar cuestiona- rios incomprensibles sin que se les expliquen motivo y uso. Resu- miendo, el ciudadano esta sujeto todos los dias a muchas agresio- nes las cuales captan una considerable parte de sus energias. La na- turaleza parece entonces haber considerado la funcion de la repro- ducci6én como si fuese funcién de lujo en relacién ala funcién vital. Quiero significar, asi, que toda agresién en lo que atafie al hombre, a la mujer, a los animales macho y hembra, pone inerte a la glan- dula reproductiva para enfrentar las amenazas que recaen sobre la vida del individuo(. . .), La naturaleza no previ el ser de nuestra sociedad: ésta hace pesar, sobre la especie, grave amenaza”°. ® Escoffier-Lambiotte, “Le Monde", 19 de febrero de 1975. ° Le Monde, 19 de febrero de 1975. 17 LAS RAICES DIL, FUTURO La familia ahogada La crisis de la natalidad es asimismo crisis de 1a familia. El des- tronamiento de la institucién familiar se ha cumplido en diversas etapas: su progresiva limitacién le ha hecho perder lo esencial de su poder social. Resultado légico de tal evolucién proviene del enjuiciar 1a misma nocién de familia. Incidencias demograficas de tal evolucién son evidentes. Agréguese, a esta limitacién de la familia, una politica de vi- viendas que durante mucho tiempo favorecié construcciones ba- ratas, La segregacion de las diferentes edades, ademas, aporta nue- vos problemas: ausencia de toda autoridad ancestral, dificultades en el cuidado de los hijos. Fugas, delincuencias, divorcios, cons- tituyen las secuelas de esta nueva organizacion familiar oprimida por la burocracia, que no se han dejado esperar. En la mayoria de los casos, la familia no elige su vivienda; lo cual puede considerarse cual primera manifestacion de autonomia. No elige el régimen de asignaciones a las cuales tiene derecho; no la obra social a la cual se suscribe ni siquiera, a menudo, el lugar de vacaciones por ejemplo para sus hijos: caso de colonias contrata- das que se ocupan de eso. Menos aiin elige horarios de trabajo o el porvenir de sus hijos, cosa que se opera cada vez mas fuera de su influencia: tal cosa acontece mediante un implantado sistema escolar de orientacién, de seleccién, etc. Desposesion ésta que actualmente afecta fuertemente a la familia. Esta comprobacién de la desaparicién de la familia en cuanto centro de propias deci- siones, célula de la vida social, esta documentada por Inés Vitrou, socidloga, encargada de estudios en el “Commisariat Général du Plan” '°. Lo que pone a luz esta comprobacién es la evolucién que, con evidencia, muestra cuanto se agrava la pérdida del ser que actualmente sufre la familia. El riesgo final de esta transferen- cia masiva de responsabilidades —inherentes a la institucién fari- liar— a los organismos juridicos 0 sociales ha sido subrayado duran- te reciente coloquio en Ja Asociacién francosueca de bisqueda so- cial al tratar el tema de la evoluci6n de la familia (marzo 1976): ello consiste en provocar una pérdida de sustento o estallido de la estructura familiar tradicional —cosa que ya ha sucedido en Suecia— y asi aislar al individuo en su comportarse con una so- ciedad cada vez mas totalitaria en la ejecucién de su concepcidén de la felicidad. En tales condiciones ;cdmo un hijo puede ser to- davia deseado? El estado de la institucién familiar en la sociedad francesa actual no puede sino empeorar: el sistema educativo, separado de 12 Le Point, 25 de agosto de 1975. 18 FSPIRAL DE LA MUERTE la realidad, se extiende hasta los 16 afios y mas; la dependencia financiera y profesional de los hijos tiende a prolongarse hasta los 20 6 25 ajfios, precisamente cuando la mayoria de edad legal se adelanté a los 18 afios. Abiertamente enjuiciada por las gene- raciones jévenes —blanco favorito en que la colocé el partido progresista— la familia parece: tener su porvenir detras de si. Asi lo confirma la baja constante en el nimero anual de matrimonios: 416.000 en 1972; 400.000 en 1973; 390.000 en 1974. Sefialaba hace poco Simone de Beauvoir: nadie mas que los sacerdotes parecen estar todavia tentados por el matrimonio. . . Poco serio seria suponer que las sociedades occidentales des- arrolladas, en circunstancias presentes, se abandonaran a una declinacién demografica sin que pronto sufran consecuencias. Estas serian, verosimilmente, de dos clases: decrecirniento pro- porcional del crecimiento econémico y, sobretodo, amenaza de desaparicion, lisa y Nana. Senilidad econ6mica Si se han de creer las estadisticas debidas a Alfred Sauvy'', los paises donde el crecimiento de la poblacién es mas elevado constituyen los que el acrecentamiento del Producto Bruto por habitante es mas rapido. Inversamente, el persistir de una natali- dad muy débil obra sobre la economia nacional con consecuen- cias nefastas, cualquiera sea el punto de vista: estancamiento o declinacién de las necesidades y del espiritu de iniciativa, sobre- consumo y sub-inversién, ahogo de la innovacién y del descubri- miento de nuevos modos de produccién. Tal la opinion del pro- fesor Gunnar Myrdal, Premio Nobel de Economia en una obra titulada “Une économie internationale” (1958): “En un pais rico, la impulsién suplementaria dada a la demanda por acrecen- tamiento demografico, puede ser también necesaria para man- tener niveles de consumo e inversién y, consiguientemente, pleno empleo. Me inclino a creer que las tasas de elevada natalidad en los Estados Unidos y en la mayor parte de otros paises avanza- dos después de la Segunda Guerra Mundial —tasas que proba- blemente resultan de pleno empleo y de miltiples perfecciona- mientos, recientemente aportados al sistema de seguridad social— han sido factor, uno entre otros, de la prolongada expansién que conocieron los negocios después de la guerra. Probable me parece, como desquite, que la ausencia de acrecentamiento demogra- fico registrado en Francia durante mas largo periodo, ha sido, 1) 4. Sauvy, “La fin des riches”. Calmann Lévy. 1975. 19 LAS RAICES DEL FUTURO en conjunto, uno de los factores de estancamiento social y eco- nomico de ese pais”'?. Hilando mas el anélisis, es sin embargo posible distinguir dos etapas en los efectos econémicos y sociales que produce un fend- meno de denatalidad. A corto y mediano término (0 a 20 afios) vale decir durante la educacién de la generaci6n siguiente, sus efectos podran parecer benéficos. Cargas impuestas a la pobla- cién activa se reducen de hecho debido al pequefio numero de jévenes improductivos y el nivel de vida de cada uno se halla elevado. Por el contrario, a largo plazo (20-65 afios), periodo de actividad de esta nueva generacion, la contraccion de la pobla- cion activa tiene por consecuencia una lentificacién del crecimien- to y se reducen las bases financieras de los regimenes sociales en tanto que la disminucién del numero de personas en edad de procrear anuncia un agravarse del fendmeno de la denatalidad. La nueva situacién demografica, resultante de tal evolucién y cuya caracteristica es raleamiento y envejecimiento de la po- blacién, se manifiesta por pérdida de dinamismo econdmico y aumento, en el presupuesto nacional, de recursos afectados a ad- quisiciones sociales en detrimento de productivas inversiones y equipamientos colectivos. Fin del mundo blanco A partir de comienzos de este siglo, la participacién de los paises desarrollados en las cifras de natalidad mundial y, asf la relativa importancia demografica de ellos, no cesa de disminuir. 28,6 % en 1921; 23% en 1940; 19,4 % en 1950; 15,7 % en 1960 y 12% en 1973. La renovacion de las generaciones, ya se sabe, peli- gra por no estar mas asegurada. Gérard Calot, director del “Institut National d’Etudes Démographiques”, ha declarado: “‘En Bucarest, un colega de Europa Oriental, altisimo personaje del P. C. de su pais, no me ocult6 que, segin su opinion, la raza blanca corre lisa y lanamente al suicidio colectivo”'?. El problema se sitta en términos geopoliticos: paises ricos y extendidos con pobla- ciones cada vez mas minoritarias, en virtud del principio propio de los vasos comunicantes gcémo no estaran amenazados de invasién por millares de individuos, hoy comprimidos en comar- cas, tan densas cuanto pobres? 12 G Myrdal, “Economie Internationale”, Preses Universitaires de Fran- ce, 1958, pag. 270. 13 Revue des Anciens éléves de I’Ecole Polytechnique, N° 7, noviembre 1974. 20 FSPIRAL DE LA MUERTE Evitar el suictdto colectivo Es posible, sin embargo, invertir la tendencia. Como Georges Suffert muy adecuadamente escribe: ‘La historia de los hombres, la historia de Europa en el amplio sentido de la palabra, la histo- ria de Francia, son nada mas que los productos de una serie de de- cisiones voluntarias. La llamada fatalidad cientifica es quizas la mascara que oculta solamente la resignacién”’'* Contra tal resignacién, es necesario que las naciones europeas reaccionen. Europa, frente a un mundo dominado por totali- tarismos, brinda el ejemplo de libertad politica. No tiene derecho a suicidarse por inconciencia. Jacques Ellul escribid: ‘lo esencial, el centro, lo irrecusable es que Occidente ha sido el primero en el mundo en nombrar la individualidad y la libertad”’'*. "4 “Le Point”, 12 de mayo de 1975. 18 J. Ellul, “La trahison de l’Occident”. Calmann-Lévy, 1975, pag. 28. 21 CAPITULO II LA SOCIEDAD AUTOFAGA Donde no hay costumbres, no hay Derecho. Tacito Desagregacion del cuerpo social La existencia de nuestra sociedad se encuentta actualmente amenazada por un proceso de desunién que tiene la implaca- ble simplicidad de un engranaje. La unidad del cuerpo social ha’ sido quebrada por choques de ideologias. Se ha favorecido, asi, toda una serie de comportamientos patégenos. La aparicién del ‘‘dissensus” social, caracterizado por la discar- dia y la progresiva instalacion de un estado de guerra civil latente, comporta muchas consecuencias nefastas, interdependientes y de creciente gravedad: se agrav6 la indiferencia social, se gene- ralizaron los comportamientos faltos de civismo, ha surgido una delincuencia ‘‘a la americana”; hechos que constituyen,en dife- rente grado, diversas manifestaciones de este estallido que los socidlogos aman “atomizacion”’ de la sociedad' . El analisis de este fendmeno de civilizacion pone en relieve las responsabilidades de una sociedad que, victima de ese proceso, no es menos culpable en lo que se ha desencadenado: por su ten- dencia al relajamiento de la ley, del interés general y de la volun- tad nacional, a menudo estuvo favoreciendo demasiado —y ademas ha suscitado— comportamientos de lo mas antisociales. Estos se desenvuelven sobre terrenos preparados por ideologias, social y politicamente impugnadoras. Pero no pueden cumplirlo debido a que la sociedad, previamente endeblecida por el dominio de los valores mercantilistas, ha perdido toda capacidad de resistencia. Sociedad autofaga es la que, carente de normas y voluntad, vuelea sus propias fuerzas contra si misma. ' Esta atomizacin corresponde a la sociedad mecénica en oposicién @ la comunidad orgénica, segin conceptos definidos por el socidlogo Ténnies en “Comunidad y Sociedad”. 23 Retorno a la cultura No puede reducirse a individuo aislado la persona humana: en el cuadro de la sociedad tiene cada ser la posibilidad de des- atrollar sus posibilidades y de asumir su destino. Pero la vida social exige un equilibrio entre esta satisfaccién de las vocaciones perso- nales y la contribucién de cada uno en el vivir ciudadano. Del mismo modo que el concepto de mar sobrepasa el conjunto de gotas que lo componen, la sociedad no es la suma de individuos que en un lugar cohabitan?. El hombre, por naturaleza, es un ser cultural, por lo tanto ser social. Para expresar esta idea —opues- ta al “laisser-faire, laisser aller’, rousseauniana— o sea que la au- sencia de normas culturales es contraria a la naturaleza humana, el socidlogo Arnold Gehlen ha recurrido a una formula llamativa: “retomo a la cultura”®. Enfoques que confirma el etologo* Eibl Eibesfeldt al escribir: ‘el hombre continta la evolucién bio- légica en la evolucién cultural. Las normas funcionales, segiin las cuales elabora las adaptaciones culturales, son corrientemente, in- cluso muy a menudo, las mismas en ambos casos. Por ejemplo, los ritos de asociacién que simultaneamente tienen funcién de oponer un grupo a otro subrayando contrastes, presentan simi- litudes asombrosas en el animal y en el hombre. De ritos de salu- do, de respeto, de oposicién combativa no perjudicial y de tantos otros mas, se podria decir lo mismo’’® . Equivale decir que el hom- bre no puede vivir fuera de la sociedad; tampoco puede vivir en sociedad sin instituciones y sin normas culturales. Circulos de ubicacién Todos y cada uno estamos automaticamente incluidos en cier- to namero de circulos mediante los cuales se participa en insti- ? Esta concepcién Mamada antirreduccionista esté desarrollada notable- mente en “Théorie Générale des systemes” de Ludwig Van Bertalanfy: Du- nod, 1972. 3 Arnold Gehlen, “‘Anthropologische Forshung”. Edicion Rororo, 1971. * Btologia, disciplina biolégica que estudia el comportamiento de las especies animales. * Bibl-Bibesfeldt, “Guerre ou paix dans "'homme”. Stock, 1976, pag. 33. 24 LA SOCIEDAD AUTOFAGA tuciones sociales, tributos, influencias, muy desiguales. Segun Emile Benveniste®, los pueblos indoeuropeos consideraban la extensién geografica de la sociedad a través de las diferentes comunidades a las cuales el hombre estaba vinculado. En el an- tiguo Iran tal estructura era mas ostensible: cuatro circulos de subordinacién se distinguian, es decir, familia, clan, tribu y territorio. El vocabulario homérico —‘‘génos, phréthé, phiilon” *— revela la existencia, en Grecia antigua, de instituciones compa- rativas. El individuo, en la actualidad, en cuanto elector, trabajador, habitante de un municipio, inquilino o copropietario donde habi- ta, inevitablemente esta socialmente comprometido mal que le pese. Participando activamente en la ciudadania, afirmando asi su sentido de responsabilidad e interés en bien colectivo, tiene el ciudadano la posibilidad de desarrollar su personalidad social. La experiencia cotidiana revela sin embargo que esa posibilidad tiende cada vez menos a ser captada: la practica —y también la nocién misma del civismo— son hoy batidos en brecha. Por otra parte, todos aquellos, cada dia m&s numerosos, que juzgan injus- ta y condenada por la evoluci6n historica a nuestra sociedad gcémo han de considerar todavia al civismo cual valor positivo? DEL DISSENSUS A LA DELINCUENCIA: LA SOCIEDAD ES VICTIMA. El “consensus” perdido Ningan dialéctico, por diestro que fuera, ge atreveria a cali- ficar de régimen dictatorial a la III? Reptblica. El indiscutible pluralismo se encontraba, tnicamente, equilibrado por amplio consenso social; cosa que permitia practicar, con adecuada con- ciencia —y éxito—, auténtica educacién ciudadana: instruccién civica profundizada y sin complejos, resueltamente afirmaba al joven francés en las instituciones nacionales (patria, escuela __ © E, Benveniste, “Le vocabulaire des institutions indoeropéennes”. Edi- tions de Minuit , 971, Tomo I, pag. 293 a 319: Los cuatro circulos del convivir social. * N. del Tr.: gente, fratria, pueblo. 25 LAS RAICES DEL FUTURO ejercito, sufragio universal) y le entregaba clara concienvia de las propias responsabilidades. Desde la época que media entre las dos guerras mundiales, vivimos en una sociedad de dissensus. En ésta se enfrentan incon- ciliables concepciones del mundo: toda educacion del ciudadano resulta, por consiguiente, imposible. Deriva entonces, naturalmen- te, un desarrollo sin precedentes de falta de civismo que siempre asume formas mas graves: desde el simple desafecto a las institu- ciones nacionales hasta las diversas especies de comportamientos faltos de civismo y delincuencia caracterizada. Este engranaje conduce a la autodestruccién a nuestra sociedad. Apatta social A cambio de su participacion voluntaria en las responsabili- dades del Estado, adquiere el ciudadano en el ambiente de su pais, una propia identidad. Signo pues de la pérdida del sentimiento de convivencia y por tanto de la identidad, es cualquier manifes- tacion de la falta de civismo, pasivo o activo. La indiferencia social, primer grado de esa falta de civismo, consiste en un desin- terés global por los problemas de la colectividad nacional. La “mayoria silenciosa” bien a menudo constituye —segin la misma indicacion de la denominacién— una facil cesion a sus adversarios, de una sociedad de la que deberja ser muralla. Se debe a que el sentimiento de los deberes y de las responsabilidades hacia la colectividad no es innato: presupone toda una pedagogia hoy des- cuidada por las instituciones que tradicionalmente la asegura- ban. Pero tal carencia de la educacion civica sienta brutalmente un problema que implica nexo de fuerzas: una sociedad incapaz de elaborar, en los ciudadanos que la aceptan, un sentido civico lo bastante fuerte para que ellos contribuyan a su defensa gestara en condiciones, mucho tiempo, para resistir los asaltos de violen- tos impugnadores y de los pseudo ciudadanos que han preferido socavarla en la accion interior? Entrechocan en idéntica apatia la casi totalidad de las institu- ciones en la que participan los franceses en el vivir ciudadano. Sea, ante todo, el caso de las elecciones no nacionales: insufi- cientemente cuidan los ciudadanos la eleccién de sus representan- tes locales, Lo testimonia el elevado porcentaje de abstenciones en las elecciones cantonales o de barrio (35 a 45 %) y aan municipales (25 a 30%) especialmente donde son muy aglomeradas las pobla- ciones. El desafecto de los trabajadores para elegir delegados de per- sonal o comisiones de labor favorece evidentemente a los sindi- 26 LA SOCIEDAD AUTOFAGA catos politizados permitiéndoles recoger mayorias que realmente no tienen. Mayor todavia es el desinterés —si asi puede decirse— de los interesados en lo que respecta a elecciones en los Tribuna- les arbitrales. En cuanto a las elecciones universitarias dispuestas por la ley de orientacién de 1968, atribuyen lo esencial de puestos de responsabilidad confiados a estudiantes, a los comunistas mas austeros y a los impugnadores mas extravagantes: escrutinios exitosos que corrientemente retinen menos del 10% de los estu- diantes inscriptos. De creer a Annie Kriegel, en los consejos uni- versitarios reina un generalizado ausentismo: no se discuten “sino aburridos asuntos, pan cotidiano de cualquier administra- cién, el quérum se obtiene slo por astucia contable y delegacion de mandatos” ’. La sociedad anénima Los hombres, en las sociedades rurales tradicionales —como que pertenecen a grupos de tributos limitados y fuertemente estructurados—, estan unidos por una activa solidaridad que les hace practicar la ayuda mutua. El atomizado universo de las ciu- dades contempordneas no lo permite: alli el anonimato reempla- za al reconocimiento ajeno; alli la multitud reemplaza al grupo. Segin escribe Valéry Giscard d’Estaing: ‘el debilitamiento de las relaciones de vecindad, el cerramiento de los grupos sociales, la especializacion en lo que se refiere a tiempo y espacio en la vida modema, conducen a una especie de universo astillado donde reinan soledad y anonimato y donde cada uno experimenta, en su demasiado vasto amontonamiento de vidrio y cemento, la nostalgia de una perdida unidad’’®. Lejos de incitar al individuo a la solidaridad, la presién colec- tiva en esta sociedad, le inhibe de todo deseo de asistir a los de- mas. La progresiva indiferencia social no se manifiesta nica- mente para las elecciones; también, en la vida cotidiana. Ejem- plos a veces espantosos de tal apatia no faltan: agresiones co- metidas en plena calle o en transportes piblicos sin que nadie reaccione; centenares de peatones ladean un cuerpo inanimado sin detenerse. Se estima en los Estados Unidos que unos cuatro millones de personas son cotidianamente testigos de malos tratos que se 7 A. Kriegel, “Le Figaro", 1976. 8 V. Giscard d’Estaing, “‘Démocratie Francaise”. Fayard, 1976, pag. 35. 27 LAS RAICES DEL FUTURO infligen a mas de treinta mil nifios-martires sin que, dentro de esa inmensa mayoria, alguien, de alguna manera, intervenga. Psicélogos han analizado el hecho. Testigo, alguien, de una situacién que requiere ayuda, el individuo mira primero a los que lo rodean a fin de pulsar como ha de reaccionar. Asi, en indiferenciadas multitudes que caracterizan al medio urbano, se forja un verdadero circulo vicioso de la inercia. Indiferen- ciacién e indiferencia afectiva se encuentran estrechamente vin- culadas, segin Konrad Lorenz: “Entre las transformaciones que afectan la vida social humana condicionadas por la cultura, la principal y que desempefia en ésta un papel, esta el hecho de que la sociedad humana, originariamente sociedad cerrada, se ha trans- formado en sociedad andnima. Entre las condiciones que han puesto en marcha una cantidad de modos de reaccién social innata en el hombre, se encuentra el hecho por el cual el ser hu- mano —en cuya direcciOn se orientan las reacciones— constituye un miembro de la sociedad y conocido en calidad personal, un “amigo”? . Incitacton al odio social Hoy cabe agregar, al tradicional individualismo de los france- ses, el trabajo de ideologias marxistas. Encubriendo apariencias con la “lucha de clases” incitan éstas permanentemente al odio social para hacer creer en la opinion que el ciudadano no tiene mas deber alguno respecto a la comunidad nacional y si reivin- dicaciones a formular y solamente derechos para hacer valer. El espiritu civico —y antes el espiritu patridtico— se encuentra ya relegado en el depésito en espera, sin duda, de ser recogido por los tachos de basura de la historia. Se manifiesta, en todos los niveles, una repulsa de considerarse uno responsable en el seno de la sociedad a la cual pertenece: despilfarro, vandalismo, irres- ponsabilidad, recrudecimiento de infracciones al cédigo de ruta, huelga de impuestos, fraude fiscal, antimilitarismo. He aqui que la concreta solidaridad nacional sostenida por el patriotismo, repentinamente declarada en desuso, se suplanta por hipotética conciencia universal, solidaridad mundial que muy a menudo, como lo sefialaba Georges Pompidou, es “un pretexto Para, en conciencia, rehusarse a la inmediata solidaridad cuyas exigencias, se teme, no se manifiestan en breve vencimiento”’'°. ® K. Lorenz, “Essai sur le comportement animal et humain”. Le Seuil, 1970, pag. 393. 0G Pompidou, “Le noeud gordien”. Plon, 1974. 28 LA SOCIEDAD AUTOFAGA Simultaneamente practicando incitacién al odio social y des- vio del civismo, los marxistas se la toman con nuestras institu- ciones internas y extemas, se esfuerzan en socavar los fundamen- tos de algunas de ellas para lo cual utilizan otras con el fin de convertirlas en contra a la sociedad pluralista. La doctrina mar- xista de la lucha de clases que enfrenta a los franceses unos con- tra otros en detrimento de la solidaridad nacional, no fue rene- gada por el partido socialista. Los colectivistas, por todos los medios, tratan de enjuiciar hombres e instituciones de la V* Re- publica: denuncian al Presidente de la Repiblica considerandolo elegido por ciertas categorias de franceses menos “importantes” que otros (mujeres, ancianos, desocupados): se empefian incli- nandose en pesar las voces en lugar de contarlas, lo cual es la pen- diente que leva a rehusar el mismo principio del sufragio uni- versal. Al solicitar de los franceses que no se sometan a decisiones de un gobiemo que califican ‘‘minoritario”, estimulan directamen- te faltar al civismo que comienza por una amalgama: sondeos, con- sultas efectivas, elecciones locales y nacionales. El insinuar que el ejército francés se encuentra al servicio de una clase y no de la comunidad nacional y alentar la constitucion de comisiones de soldados, ponen en peligro el instrumento defensivo de nues- tro pais. Del mismo modo, el principio de representaci6én del personal en la empresa —otrora uno de los aspectos del civismo— ha sido tergiversado en su sentido mediante practicas de los sindicatos politizados (C.G.T., C.F.D.T.): doquier esas comisiones se trans- forman en comité de lucha contra la direccién de la empresa y, a través de ésta, contra la sociedad “capitalista-burguesa”. Marginado o vagabundo, desertor 0 que pone bombas, el “héroe positivo” del arte y de la literatura actuales, somete a la admiracién de las multitudes y especialmente de las generaciones jovenes, un modelo particularmente antisocial. No sorprende en- tonces que una fraccién creciente de la opinion, armada de volun- tad para trastrocar la sociedad a través de radicales medios, se aisle en espera de la “gran noche” dentro de una impugnacion abso- luta; sistematica y con algo de encantorio. Los Ilamados al civismo y a que participen en las instituciones son, para ella, otras tantas groseras tentativas de recuperaci6n pro- pias del sistema. Mientras los izquierdistas vehementemente denun- cian el “Estado burgués”, los anarquistas van mas lejos: repudian toda forma de institucion estatal cualquiera sea. Entre alguna gente joven, negar totalmente la integracién en la sociedad con- duce a comportamientos de autodestruccién: gestos desesperados, uso de drogas ‘‘duras”, suicidio liso y llano. 29 El ciudadano contra la sociedad Rechazar toda acci6n institucional, negar deberes del indivi- duo hacia la colectividad, concluyen en multiplicados comporta- mientos irresponsables los cuales colocan al ciudadano en situa- cién de conflicto con la sociedad. Por cierto han habido siempre manifestaciones reivindicativas. Pero, en la sociedad actual, ad- quirieron caracteres especialmente inquietantes para el porvenir de la vida social. Primero, por la cantidad: durante el afio 1975 solamente los conflictos censados por el Ministerio de Tutela'' alcanzaron cinco mil establecimientos que ocupan dos millones ochocientos mil asalariados provocando una pérdida de mas de tres millones quinientos mil jornadas de trabajo. Estas manifestaciones reivindicativas sobre todo devienen cada vez mas violentas y mas contradictorias: una tras otra, ya todas las categorias sociales (comerciantes, agricultores, agentes policiales, jefaturas, patrones, militares) se lanzan en acciones ca- llejeras lo cual anuncia eventual intencion de recurrir a la violen- cia. A final de cuentas, la violencia es la que conduce a la degra- dacion del consenso social y del civismo cotidiano. Signo de los tiempos puede uno considerar el caso de que M. Aimery d’Oiron, presidente del UNICER, suscite entusiasmo de sus adherentes, ordinariamente apacibles, al manifestarles: ‘‘A nuestros adver- sarios marxistas colectivistas como también al Poder, yo sola- mente digo: si secuestros e inculpaciones abusivas de dirigen- tes continian, seremos también nosotros capaces de violencia, capaces también de secuestrar, por ejemplo, a un juez de instruc- cion”!?. Para que un portavoz de clase media que nada tiene de alborotador o de asocial venga a esgrimir tales amenazas, es nece- sario que la sociedad esté gravemente perturbada. La sociedad tribalizada En el articulo “Violencia e instituciones” el profesor Alfred Grosset pone a luz precisamente el lazo entre esta escalada de violencias categoriales y la desagregacién social: ‘‘El] recurso a la violencia cual medio casi normal de reivindicacién correspon- de asimismo a una especie de dispersion, de fragmentacion social, a la vez que rechazo respecto a la accién institucional. Cada vez ') “Liaisons sociales”, N° de marzo 19, 1976. 12 Discurso pronunciado en Grenoble; 26 de abril de 1976. 30

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