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sadernos Historia 16 250 PTAS EF) ee ie YT Julio Gil Pecharroman Cuadernos Historia 16 Plan de la Obra 1.La Segunda Repiblica Espaiiola + 2. La Palestina de Jess + 3 El Califato de Crdoba * 4 El Siglo de Oro, 1 + 5. El Siglo de Oro, 2 + 6. Faraones y pirdmides + 7. La Castilla del Cid ¢ 8. La Revolucién Indus- trial +9, Felipe If +10, La medicina en la Antigiedad + 11, Los Reyes Catilicos 12. La mujer me 13, La Revolucién Francesa, 1 * 14. La Revolucién Francesa, 2 * 15. La Revolucién Francesa, 3 + 16. El Egipto de Ramsés II + 17. La invasién arabe de Espaiia + 18. Los Mayas * 19, Carlos V + 20, La guerra de Ja Independencia, 1 * La guerra de la Independencia, La Hispania romana ¢ 23. Vida cotidiana en Ja Edad Media * 24. El Renacimiento + 25. La Revolucién Rusa * 26. Los fenicios + 27. La Mezquita de Cérdoba * 28. La Reforma en Europa * 29, Napoleén Bonaparte, | * 30. Napoleén Bonaparte, 2 ¢ 31. Los iberos * 32. Recaredo y su época * 33. Los campesinos del siglo XVI + 34. La Inglaterra victoriana + 35, ELNeolitico + 38, Lo Aztecas * 37. La Inglaterra isabelina + 38, La II Guerra Mundial 1 + 39, La II Guerra Mundial, 2 + 40, La Il Guerra Mundial, 3 + 41. Tartessos * 42. Los campesinos medievales +48, Enrique VII +44. La Bspaiia de José Bonaparte + 45, Altamira * 46, a Unidn Europea * 47. Lo ri- nos de taifas + 48. La Inquisicién en Espaia * 49 Vida cotidiana en Roma, 1 + 50, Vida cotic Roma, 2+ 51, La Espaiia de Franco + 52, Los Incas + 53, Los comuneros + 54. La Espaia de Isabel II + 55, Amput 56, Los almoravides * 57. Los viajes de Colén + 58. El cristianismo en pronunciamientos + 60, Carlomagno, 1 +61. Carlomagno, 2» 62 La Florencia de los Médicis + 63, La Pri- mera Repiblica Espafola + 64, Los sacerdotes egipeios + 65. Los almohades + 66. La Mesta * 67. La Espaia de Primo de Rivera * 68, Pericles y su época + 69. Elcisma de Aviién + 70. El Reino nazarita * 1. La Espaia de Carlos Il + 72. El Egipio ptolemaico + 73. Alfonso XIII y su época + 74. La flota de Indias + 75, La Alhambra + 76. La Rusia de Pediro el Grande + 77, Mérida + 78, Los Templarios «79. Veliz~ dquex* 80 La ruta de la seda + 81. La Espaia de Alfonso X el Sabo » 82. La Rusia de Catalina Il + 88. Los virreinatos americanos ¢ 84. La agricultura romana + 85. La Generacién del 98 + 86. El fin del mundo comunista * 87, El Camino de Santiago + 88. Descubrimientos y descubridores + 89. Los asirios Guerra Civil espafola + 91. La Hansa ¢ 92, Ciencia musulmana en Espaiia * 93. Luis XIV y su é * 94, Mtos y ritos en Grecia + 95,La Europa de 188+ 96. La guerra de los Treinta Afios + 97, Los moris- ‘cos * 98. La Inglaterra de Cromwell * 99. La expulsi6n de los judios * 100. La revolucién informatica. © Julio Gil Pecharromén © Informacidn e Historia, $.L. Historia 16 Rufino Gonzéler, 23 bis 28037 Madrid, Tel. 304 65 75 ISBN: 84-7679-286-7(Pascculos) ISBN: 84-7679.287-5 (Obra completa) Deplsito legal: M-15067-197 Distribucin en quioscos: SGEL Suseripiones Historia 16, Calle Rufino Gonz, 23 bis 28087 Madrid, Tel 304 65 75 Fotocomposicén yfotomecdnia: Amoreti SF, SL. Impresin: Grafiino, SA Encuadernacin: Mavieam Printed in Spin -Imprso en Espa Historia 16 Preio para Canarias, Ceuta y Melilla: 275 ptas, sin VA incides gastos de transport, 2/LAS REVOLUCIONES DE 1843 Elfin de la prosperidad Eldeterioro del sistema europ. El Sonderbund La marea revolucionaria La Segunda Reptiblica francesa Los paises de la Corona austriaca Liberalismo y nacionalismo en Alemania La revoluci6n en Italia Los paises al margen © Hreflujo Eonapartisno en Francia Lareaccién en la Corona austriaca Elreflujo de la revolucién alemana El fracaso del nacionalismo enItalia En portada, combate entre tropas sublevadas y la Guardia Real en Paris durante la revolucion de 1848 (Biblioteca Nacional, Paris). Izquierda, tropas gubernamentales atacan tuna barricada revolucionaria cerea de Alexanderplatz de Berlin, el 18 de marzo de 1848 LAS REVOLUCIONES DE 1848/3 Museo de Versalles 4/LAS REVOLUCIONES DE 1848 La revolucion de 1848 Julio Gil Pecharroman Profesor titular de Historia Coritempordnea. UNED ¢ los tres grandes ciclos de revo- luciones liberales europeas del siglo XIX —los de 1820-23, 1830-32 y 1848-49— fue este ultimo el de mayor alcance y trascendencia. En cierto modo, los dos primeros sirvieron como ensayos generales de la opera- cién de acoso y derribo del sistema eu- ropeo de la Restauracién. Quiz por ello, a los revolucionarios del 48 les bastaron unas pocas semanas para ex- tender la insurreccién por el Continen- te, haciendo caer tronos antano bien firmes, modificando radicalmente las relaciones sociales y politicas y humi- lando el poder de unas clases privile- giadas que levaban tres décadas te- miendo la némesis revolucionaria. Sobre las ruinas del viejo orden, las clases emergidas con el nacimiento de las sociedades industriales, desarro- laron durante casi dos aos progra- mas y estrategias, y asumieron res- ponsabilidades de gobierno que hasta entonces les habian estado vedadas en casi todas partes. La primavera de los pueblos de 1848, un episodio singular de la historia europea, fue tan breve como violento y parcialmente fracasa- do, pero tuvo la virtud de conmover los cimientos de la vieja Europa y de ha- cerla entrar definitivamente en la edad contemporanea. Aunque este movimiento revolucio- nario hunde sus raices mucho tiempo atras, y contiene ecos del racionalismo volteriano, del espiritu jacobino, del romanticismo carbonario; aunque los grupos sociales y los intereses implica- dos en su desarrollo poseen unas trayec- torias complejas y actian amparados por programas y modelos doctrinales Ientamente madurados, es posible apre- ciar unas causas inmediatas, una situa- cién prerrevolucionaria que se cine al bienio 1846-47. Un periodo turbulento, en el que se producen tres fenémenos continentales de gran importancia en el estallido del afto 48: una grave crisis econémica y social, una agudizacién del descontento politico y una alteracién del equilibrio internacional. El fin de la prosperidad La década anterior a la crisis de 1847 fue un periodo de desarrollo eco- n6mico en gran parte de Europa, en el que avanzaron los procesos de indus- trializacién en Francia, Alemania y otros paises, y se aceleré el proceso de urbanizacién y de consolidacién de nuevos grupos Sociales. El proletariado que alteré bruscamente este panora- ma, poseia, segun la mayoria de los autores, un doble cardcter que poten- cié y generaliz6 sus efectos. De un lado, una crisis de tipo antiguo, corres- pondiente a un modelo econémico pre 0 proto-industrial y que afecté a la agri- cultura y al textil. De otro, una crisis moderna, de naturaleza financiera, pero que perjudieé al conjunto de la es- tructura industrial europea. La crisis agricola se desaté en 1845. Broté con enorme virulencia en Irlan- da, donde la enfermedad de la patata diczmé a la poblacién. En aitos sucesi- vos —hasta 1849 en algunos casos— las malas cosechas generalizadas desa- bastecieron el mercado y dispararon los precios. En el campo, las prolonga- ciones hambrunas, que debilitaron las defensas de la poblacién, permitieron que las enfermedades infecciosas cau- saran estragos, mientras la escasez. de alimentos empujaba a los campesinos hacia las ciudades. En éstas, general- mente mejor abastecidas, el paro in- dustrial y las fuertes subidas de pre- cios situaban en limites de hambre la capacidad adquisitiva de los obreros y mermaban la calidad de vida de la cla- se media. En la primavera de 1847, se produjo un rosario de motines de sub- sistencias en las Islas Britdnicas, en Bélgica, en Renania, en el Norte de Italia, Galitzia y algunas ciudades in- dustriales de Francia. La poblacién de LAS REVOLUCIONES DE 1848/5 estas regiones, hambrienta y empobre- cida por la accion de los especuladores, era especialmente sensible a la protes- ta social. El deterioro del sistema europeo La crisis financiera e industrial de 1847 tuvo su origen en la especulacién desatada desde comienzos de la década en torno a los negocios ferroviarios. El desvio masivo de fondos para la com- pra de alimentos a partir de 1846 aca- rreé falta de liquidez y restriccién del crédito, lo que paraliz6 los proyectos de construccin de ferrocarriles. Perdida su rentabilidad, las acciones de las compafiias cayeron en picado, produ- ciendo derrumbamientos de las Bolsas y la ruina de miles de pequefos y me- dianos inversores. La industria meta- un cuerpo comin de ideas facilmente apreciable en las primeras etapas de todos los movimientos revolucionarios del 48, En casi todas partes, el compo- nente nacionalista del liberalismo afiade un motivo mas para combatir las pervivencias del Antiguo Régimen. En Italia, en Alemania, en Polonia, en Hungria, nacionalismo y liberalismo elen ser conceptos inseparables. Incluso en Francia, Estado nacional, los liberales se moveran imbuidos de una suerte de tutelaje moral sobre los pueblos que buscan su realizacién como nacionalidades. Coincidiendo con la crisis econémica y la efervescencia politica y social, la Situacién internacional se complic6 a partir de 1846, Desde comienzos de la década anterior, el viejo sistema de la Santa Alianza habia sido sustituido por la rivalidad de dos bloques de po- lirgica, orientada a abastecer el mer- cado ferroviario, se vio inmeditamente afectada, y con ella la mineria. En los meses previos a la revolucién, quiebras de empresas, pénicos bancarios y de- sempleo masivo componen un cuadro que ayuda a explicar el répido derrum- bamiento del orden establecido. El descontento politico generalizado, tan patente en las jornadas revolucio- narias, tenfa su origen en el malestar social ¥ econémico, pero también en la reiterada frustracion de las iniciativas democratizadoras intentadas por la opinion liberal europea y en la persis- tencia de los conceptos ideolégicos esta- blecidos por el romanticismo de corte progresista. El régimen constitucional, la libertad de opinién y de asociacién, el sufragio universal masculino, la supre- sion del orden feudal y la emancipacion del campesinado, etcétera, conforman 6 / LAS REVOLUCION! DE 1848 tencias que, sin embargo, habian ga- rantizado cierta continuidad al equili- brio continental. De un lado, la entente anglo-francesa, formada en torno a la cuestion de la independencia belga, dio paso en 1834 a la Cuddruple Alianza, integrada por los Gobiernos liberales de Francia, Gran Bretana, Espana y Portugal. Del otro, las potencias abso- lutistas, Austria, Prusia y Rusia, man- tenian ¢l esquema defensivo estableci- do por el Congreso de Viena Pero en el seno de ambos bloques persistian abundantes recelos, provo- cados por la disparidad de intereses de las grandes potencias. La entente cor- diale establecida entre Londres y Paris comenz6 a tambalearse a partir de 1840, a causa del diferente criterio de ambos Gobiernos en el apoyo a los li- berales moderados y progresistas espa- oles, y sobre los matrimonios de la jo- ven reina Isabel II y de su hermana. En el otro bloque, la politica panale- mana de Prusia, que desde 1828 traba- jaba en la construccién de un sistema econémico comtin, el Zollverein, alar- maba a los gobernantes vieneses, que veian disminuir la influencia de Aus- tria sobre los restantes miembros de la Confederacién Germanica. El Sonderbund Entre 1846 y 1848, la politica euro- pea sufrié una paula- tina desarticulacién, en la que no sélo juga- ban los intereses con- cretos de los paises, sino la presién de una opinién publica cada vez més presente en el escenario politico de cada Estado. La anexién por Austria de la pequenia Repi- blica de Cracovia —el iltimo bastién de las libertades polacas en noviembre de 1846, indigné a los li- berales de toda Euro- pa y provocé la pro- testa del Gabinete britanico. En cambio, el Gobierno de Luis Felipe procuré man nerse al margen, i ciando con ello un acercamiento a Aus- tria, interesada en po- ner barreras al expan- sionismo_prusiano, que parecia preludiar el definitivo final del s ques ideol6gicos. Pero el acontecimiento que forz6 a una abierta toma de postura a los pro- tagonistas de la inminente oleada revolucionaria fue la breve guerra civil suiza de 1847. Tras la rivalidad entre los liberales radicales y los conserva- dores legitimistas, se ocultaba un con- flicto entre los cantones de mayoria protestante y los de mayoria catélica y entre las oligarquias que habian bernado tradicionalmente la Confe- jeracién y las fuerzas sociales emer- gentes. A’partir de 1830, los liberales aban presionado con irregular éxito para sustituir los gobiernos de las stema de blo- Arriba, Isabel II de Borbén, reina de Espaiia, en visperas de su boda. Izquierda, uno de los primeros ferrocarriles que circularon en Inglaterra minorias aristocraticas en los cantones por regimenes constitucionales. Los conservadores catélicos defendian el modelo confederal vigente, que garan- tizaba una amplia independencia can- tonal, mientras que la opinién prot tante era mayoritariamente partidaria de una mayor centralizacién y de una profundizacién del sistema liberal que habia convertido a Suiza en refugio de toda suerte de exiliados y en centro de actividad de varios movimientos nacionalistas europeos La apertura de colegios jesuitas en el cantén catélico de Lucerna, en 1844, de- saté la protesta de los radicales, que consi- deraban a los miem- bros de la Compania de Jestis agentes del Papa y de la Santa Alianza. El conflicto religioso polarizé las tendencias politicas. En diciembre de 1845, los siete cantones ca- télicos crearon una liga, el Sonderbund, destinada a defender la autonom{a que les garantizaba el Pacto Federal de 1815. Las presiones de los radi- cales para expulsar a los jesuitas y dotar a Suiza de un régimen constitucional comin fueron en aumento. Finalmente, en no- viembre de 1847, esta- Ilé la guerra civil. El ejército de la Dieta fe- leral ocupé en menos de un mes los eantones catdlicos y di- solvié el Sonderbund. El triunfo de los liberales abria asi el camino al estable- cimiento de un régimen constitucional para todo el pats. Las repercusiones internacionales de la crisis helvética fueron grandes. Los liberales y los socialistas europeos se identificaron abiertamente con la causa del partido radical y celebraron su victoria como propia. En Francia, Guizot suministré secretamente armas a los conservadores suizos, pero luego, asustado por el posible aleance del con- flicto, intenté promover con Mette: nich una mediacién conjunta de las grandes potencias. Por el contrario, el LAS REVOLUCIONES DE 1848 /7 Gabinete britanico mostraba sus pre- ferencias por los radicales y obstacu- liz6 Ja intervenci6n extranjera. Aus- tria, que aparecia como la principal valedora de los conservadores helvé cos, se vio forzada a una inoperancia que mermé su prestigio y estimulé los anhelos nacionalistas de sus minorfas. También tuvo la crisis repercusiones en Italia, donde los mazzinianos redo- blaron su propaganda antijesuitica y antiaustriaca y abandonaron su reti- cente apoyo a las medidas reformistas iniciadas por Pio IX en los Estados Pontificios. Aunque no fue el primero en estallar ~se le adelanté en casi un mes el Ri no de las Dos Sici- lias— el movimien- to antiorleanista desencadenado en la capital de Fran- cia a finales de fe- brero de 1848 abrié. el camino, como su- cediera dieciocho anos antes, a los levantamientos po- pulares que se su- cedieron en las se- manas siguientes en otros lugares de Europa. La marea revolucionaria Los gobernantes franceses, comen- zando por el propio Luis Felipe, pare- cian ajenos al abismo que se abria cada vez mas entre el pats real y el pai legal. La formula de consenso social y politico, sobre la que se habia apoyado la Monarquia de Julio en sus primeros tiempos, no habia resistido los envites de la crisis econ6mica y la corrupeién poli- tica de un régimen que se identificaba crecientemente con los intereses de la alta burguesfa y de la burocracia estatal Elgiro conservador impuesto ala Monar- quia por las pretensiones legitimistas de Luis Felipe y el dogmatismo de su pri- mer ministro, Guizot, no sélo era recha- zado por los liberales radicales, cada vez \$ REVOLUCIONES DE 1848 més proclives al republicanismo, y por los socialistas. La propia oposicién mode- rada, el antiguo partido del movimiento de Thiers, terminé sumandose a las criti- cas de la izquierda contra el mal gobierno interior y las connivencias gubernamen- tales tenidas con las potencias absolutis- tas, Las escandalosas elecciones de 1846, en las que el poder utiliz6 todos los resor™ tes a su alcance para lograr un Parla- mento oficialista, provocaron la exigen- cia undnime de la oposicién de reformas politieas que garantizasen mejor la pureza del sufragio, ampliasen el reduci- disimo cuerpo elec- toral —de unos 250.000 votantes— e imposibilitaran la presentacién como candidatos de fun- cionarios obedientes al Gobierno, A partir de aque Maprimavera de 1847, la Prensa opositora se hizo eco de una serie de escandalos finan- cieros que afecta ban a la clase poli tica gobernante Republicanos y or- leanistas modera- dos decidieron unir sus fuerzas y a par tir del mes de julio iniciaron una cam- pafa de banquetes politicos con el fin de sensibilizar a la opinién publica en favor de las refor- mas. Al principio, las autoridades no die- ron mucha impor- tancia a aquellos actos de protesta, que el propio monarea calificaba de banque tes de ternera fria. Pero la repercusin que sus denuncias lograban en la opi- n, ampliada por periddicos oposito- res como el moderado Le National o el radical La Reforme, acabé por alarmar a Guizot, que decidié ponerles fin Cuando sé anuncié, el 21 de febrero de 1848, la celebracin de un agape poli- tico en el conflictivo Distrito XII pari- sino, el Gobierno lo prohibi6. La oposi- cién parlamentaria, poco segura de sus fuerzas, se pleg6 a la orden y los promo- Iequierda, Francois Guizot, jefe del gabinete ministerial de Luis Felipe (grabado, Biblioteca Nacional, Paris). Arriba, combates callejeros en Paris, durante la revolueién de 1848 (grabado, Biblioteca Nacional, Paris) tores desconvocaron el acto. Pero éste habia sido ampliamente difundido y en la mafana del dia 22, grupos de estu- diantes y obreros, irritados por la prohi- bicién, comenzaron a levantar barrica- das en las calles. Cuando las autoridades se decidie- ron a reprimir el brote de rebeldia, la Guardia Nacional, compuesta funda- mentalmente por miembros de la pe- quena burguesia y considerada uno de Jos baluartes del orleanismo, se negé a combatir a sus conciudadanos al grito de jVivan las reformas! Luis Felipe, sorprendido por los acontecimientos, quiso salvarse sacrificando a su princi- pal colaborador. Llamado a palacio, Guizot presenté su dimisién el dia 23, ante el jubilo de los diputados de la oposiciéi y del pueblo parisino Pero si los moderados creian haber salvado la Monarqufa, pronto se vieron superados por los acontecimientos. Cuando esa noche la multitud cele- braba la caida del odiado Guizot, en el bulevar de los Capuchinos una’ salva de disparos procedentes de las tropas que custodiaban el Ministerio de Asuntos Exteriores maté a una vein- tena de manifestantes. La noticia corrié como la pélvora y el improvisado y emotivo sepelio de las victimas fue el prélogo a la auténtica revolucién. Los trabajadores asaltaron los cuarteles para armarse, ante la pasividad de la Guardia Nacional. El conde de Mole, que iba a suceder a Guizot, renuncié al encargo. De madrugada, Thiers acept6 hacerse cargo del Gobierno y se ordené al mariscal Bugeaud restaurar el orden. Durante la mafiana del 24 de febre- ro se sucedieron los combates ante las barricadas, pero pronto se vio que los sublevados Hevaban la mejor parte. Thiers tiré la toalla y el rey, que habia presenciado el amotinamiento de sus tropas en las proximidades de las Tu- lerias, se resigné a abdicar en su nie- to, un nifio de diez. afios. Después, par- tid hacia el exilio en Gran Bretana. Nada podia detener ya a-los revolu- cionarios. Tras saquear el palacio real, la multitud invadi6 el Parlamento, donde la duquesa de Orleans se dispo- nia a asumir la regencia en nombre de su hijo. El poeta Alphonse de Lamarti- ne, hombre de talante moderado y cuya oratoria le habia erigido en lider popular, se convirtié entonces en la fi- LAS REVOLUCIONES DE 1848/9 pura que intent6 encarrilar Ja revo- lucion, Los diputados procedieron a crear un Gobierno provisional, Lue; se dirigieron al Ayuntamiento, donde se habia formado otro de inspiracién popular, y desde un baleén, Lamartine proclamé la Republica ante el alboro- zado pueblo parisino. Finalmente, se constituyé un Gobierno provisional de concentracién republicana. Entre sus miembros se encontraban el propio La- martine, verdadero hombre fuerte del nuevo régimen, y otros liberales mode- rados como Armand Marrast, el orlea nista Crémieux y Dupont d’Bure, de signado presidente del Gobierno, los radicales Alexandre Ledru-Rollin y Ferdinand Flocon y los socialistas Louis Blane y Albert Desaparecidas las instituciones de la Monarquia en el alud revoluciona- rio, el Gobierno republicano se vio obll gado a improvisar un nuevo orde miento mediante una febril produccién de decretos, en tanto, delegados guber- nativos implantaban, sin grandes re- istencias, la nueva legalidad en pro- vineias. Las primeras medidas de los republicanos poseian un indudable ta- lante democratizador y apuntaban al logro de la Reptiblica social que de- mandaba la izquierda. Se convocaron elecciones por sufragio universal a una Asamblea Constituyente; se decreté la total libertad de prensa y de asociacién 10 / LAS REVOLUCIONE: asi como la abolicién de la pena de muerte por delitos politicos y de la es- | clavitud en las colonias; se suprimié la pena de careel por deudas, hasta en- tonces un auténtico azote para las cla- ses populares, La Segunda Repiblica francesa La presencia en el Gabinete de un tedrico socialista como Blanc se mani- festé en algunas iniciativas sociales, destinadas a aliviar la miseria y el paro reinante entre los trabajadores afectados por la crisis, pero que pro- ‘on_un fuerte rechazo en la bur- guesia. Tras una declaraci6n de prin- cipios, el 25 de febrero, por la que el Gobierno se comprometia a garanti- zar el derecho al trabajo, se procedié a limitar la jornada laboral a 10 u 11 horas, y el dia 28 se creé la Comision Nacional del Trabajo, en la que bajo la presidencia de Blane, los represen- tantes de patronos y obreros discuti- rian las condiciones laborales y orien- tarian la politica gubernamental en la materia. Pero la principal iniciativa en este campo fue la creacién de los Talleres Nacionales, destinados a dar trabajo por cuenta del Estado a los trabajado- res en paro. Los Talleres, mal planific: dos desde el principio, sirvieron para poco. A cambio de un Salario minimo, los obreros eran destinados a la repara- cidn de caminos 0 a la construccion de fosos en las fortificaciones de la capital. Pero pronto hubo mas de 150,000 ins- critos y no habia trabajo para todos, por lo que el salario se convirtié en much casos en una simple subvencién esta- tal, con gran escdndalo de la opinion liberal. Con la revolucién, cambié el clima politico y social de Francia. Las medi- das democratizadoras permitieron la aparicion de gran numero de clubes politicos y de centenares de periddic populares, la mayoria de ideologia exaltada. Las primeras semanas fue- ron de optimismo revolucionario, cuyos eos aleanzaron hasta el tiltimo rineén de Europa. Pero eran muchos los que temian que el proceso siguiera los cauces del de 1789. Los gobernantes republicanos carecian de experiencia como gestores publicos y no ofreefan garantias a la | burguesia orleanista. Con la revolu- cién, la situacién econémica se dete- rioré atin mas. Miles de ahorradores se apresuraron a retirar sus depésitos de los bancos y el papel moneda perdié valor para unos tenedores que descon- fiaban ahora de la garantia del Estado. La subita demanda de dinero metalico condujo a un panico baneario y el franco y los valores bursatiles descen- dieron bruscamente. La quiebra de empresas aumenté el mimero de para- dos, que acudian en busca de subsidio a los Talleres Nacionales. Estos se con- virtieron pronto en una carga econ mica insostenible para la Hacienda publica. EI desencanto prendié en las masas Iequierda, Adolphe Thiers (grabado de La Ilustracién Espaiola y Americana. Arriba, Louis Biane (grabado, Biblioteca Nacional, Paris) parisinas con idéntica rapidez que el entusiasmo en las jornadas de febrero. El 17 de marzo y el 16 de abril, los clu- bes obreros convocaron grandes mani- festaciones en la capital, en apoyo de Blane y en demanda de un mayor pro- tagonismo de las clases populares en las decisiones politicas. El 17 de abril, el ministro del Interior, el radical Le~ dru-Rollin, ordené a la Guardia Na- cional cargar contra los manifestantes. Con ello se abria un abismo, que no haria sino engrandecerse, entre la pe- quefa burguesia democratica y el pro- letariado industrial, las fuerzas cuya conjuncién habia posibilitado el triunfo de la revolucién. Las elecciones a la Asamblea Consti- tuyente se celebraron el 23 de abril, pese a las presiones en favor de retra~ sarlas de la izquierda republicana, que apenas habia tenido tiempo para pre- pararse. Tenian derecho al voto casi diez millones de ciudadanos varones, en contraste con los poco mas de 200.000 electores censitarios de la Monarquia orleanista. Ello suponia depositar el futuro politico del pais en manos del campesinado, que represen- taba el grueso del cuerpo electoral. Paris, sus clases medias y su proleta- riado habian lanzado la revolucion Pero su institucionalizacién dependia de una poblacién rural socialmente conservadora y un tanto ajena a las inquietudes reformistas de los dem6- cratas, Animados por los terratenientes y por los curas de aldea, los eampesinos dieron su voto a los candidatos de la derecha. La Asamblea Constituyente poseia una abrumadora mayoria de diputados moderados, muchos de ellos neorrepublicanos, fieles a Lamartine y alos hombres de Le National. En la izquierda, los radicales tuvieron que conformarse con algo mas del 10 por 100 de los escafios, mientras que los representantes de la izquierda obrera quedaban excluidos de la Camara. La derecha monarquica obtenia casi la cuarta parte de las actas, pero se encon- traba dividida en tres tendencias: legi- timistas borbénicos, orleanistas y bona- partistas. La inmensa mayoria de los 850 diputados procedia de las filas de la burguesia, con predominio de abogados y propietarios; tan sélo 24 parlamenta- rios eran obreros manuales. Constituida la Asamblea y procla- mada formalmente la Republica el 4 de mayo, cl Gobierno provisional dimi- tid y fue sustituido por una Comision Ejecutiva de cinco miembros, que re- presentaba la proporcionalidad de las tendencias republicanas: cuatro de ellos —Lamartine, Arago, Ganier- Pages y Marie— procedian del mode- rantismo de Le National y sélo Ledru- Rollin, que se habia ganado el aplauso de la burguesia con su actuacién del 17 de abril, representaba el espiritu de- mocratico de La Réforme. La extrema izquierda habia sido LAS REVOLUCIONES DE 1848 / 11 marginada, pero sus representantes no se resignaban a perder el protago- nismo revolucionario, El 15 de mayo, los clubes socialistas radicales, cuyo li- der era Louis Auguste Blanqui, convo- caron una manifestacién con la excusa de exigir a la Asamblea el apoyo a los nacionalistas polacos. Desde la Basti- lla, los manifestantes se dirigieron al Palais Bourbon, sede del Parlamento. e intentaron repetir la maniobra del 24 de febrero: declararon disuelta la Asamblea y proclamaron un Gobierno provisional. Lamartine y Ledru-Rollin intentaron negociar con los amotina dos, pero finalmente hicieron interve- nir'a la Guardia Nacional. Blanqui, Raspail, Hubert y otros dirigentes obreros fueron detenidos y cerrados los clubes socialistas. La oposicion de extrema izquierda —los rojos, como se les empezaba a Ila- mar— habia sido desarticulada, pero ello no alivié la presion social. La ban- carrota econémica fue utilizada como excusa para borrar la legislacién social de febrero. El ministro de Trabajo, Garnier-Pageés, disolvié la Comision Nacional del Trabajo y cerré los Talle- res Nacionales. Por sui parte, la Asam- blea decreté el ingreso en el Ejército de 12/ LAS REVOLUCIONES DE 1848 los parados menores de 24 aiios y el envio de los restantes a los departa- mentos, encuadrados en cuadrillas de jornaleros. La medida tenia un eviden- te aleance politico, puesto que despoja- ba a la izquierda Socialista de su base mas activa Pero los afectados se movilizaron En la tarde del 22 de mayo hubo reu- niones multitudinarias y al dia si- guiente comenzaron a levantarse ba- rricadas en los distritos proletarios de Paris. La sublevacién carecia esta vez de dirigentes y casi de objetivos, pero alarmé a la clase politica. El general Cavaignac, un militar republicano for- mado en las campaiias argelinas, fue encargado de la represidn del movi- miento al frente de 30,000 hombres. Empleando incluso la artilleria en las calles, el ejército se hizo con el control de la ciudad el 26, tras dos dias de vio- lentos combates. Aliviada, la Asam- blea Constituyente procedié a tomar medidas de excepcion. Se decreté el es tado de sitio y se ejercié una represién brutal sobre los rebeldes: unos 1.500 fueron fusilados y 4.000, enviados a las colonias sin juicio previo. Lamarti- ne, hasta entonces arbitro de la politi- ca reptblicana, tuvo que dimitir con Izquierda, disturbios en una cuenca minera francesa durante una huelga del carbén a ‘mediados del siglo XIX (grabado, Biblioteca Nacional, Paris). Arriba, cartel revolucionario franeés de 1848, que representa un obrero defendiendo la libertad de prensa sus compaieros de la Comision Ejecu- tiva. Les sustituyé un Consejo provi- sional presidido por Cavaignac, al que la Asamblea otorg6 poderes practi mente dictatoriales Los sucesos de mayo en Paris mar can el comienzo del reflujo revolucio- nario. Tras ellos, la Republica burgue- sa se consolidé y la Asamblea redacté una Constitucién democratica. El triunfo del parlamentarismo liberal parecia garantizado en Francia, pero en realidad ya se habia puesto en mar- cha la reaccién conservadora. El prole- tariado industrial, que habia tenido una participacién tan decisiva en el proceso revolucionario, quedaba al margen del mismo, desarticuladas sus organizaciones, limitada la libertad de én de sus periddicos y elimina- s las medidas sociales impuestas por sus representantes en los primeros momentos. Mientras en otros lugares de Europa, el impulso popular se en- contraba en pleno apogeo, en la Fran- cia republicana la precaria alianza en- tre la burguesia liberal y la izquierda democratica se habia roto en favor de aquélla. Durante la primavera de 1848, la re- volucién se extendié por la Europa al y meridional. Aunque los libe- les habian conseguido ya algunas concesiones politicas en los Estados italianos durante el invierno preceden- te los acontecimientos parisinos actua- ron como catalizador de las ansias de libertad de los pueblos europeos some- tidos al viejo orden absoluto, Aunque el Gobierno provisional franeés no hizo nada para exportar su revolucién, ésta fue muy contagiosa. Desde Paris, el in- sureccionalismo salté a Austria’ y Re- nania, para extenderse desde estos fo- cos a Alemania, el Norte de Italia y los paises danubianos. Los paises de la Corona austriaca El Imperio austriaco era un gigante es de barro. Construido durante a partir de los Estados patrimo- niales de los Habsburgo, englobaba en LAS REVOLUCIONES DE 1848/13 torno al eje danubiano a un variado conjunto de pueblos, con lenguas, cul- turas y religiones distintas, una larga historia de rivalidades y en general mal avenidos con la centralizacién imperial y con el predominio politico de la minoria germanica de Austria, La parte occidental del Imperio estaba incluida en la Confederacion Germa- nica, aunque en Bohemia-Moravia eran’ mayoritarios los checos y en el Tirol habia una fuerte minoria ita- liana, que era abrumadora mayoria en el Reino Lombardo-Véneto. La orien- Arriba, la Guardia Nacional dispersa a la multitud que protestaba na durante la revolucién de 1848 (anénimo, Museo del Ejército, Viena). Derecha, un grupo de revolucionarios defiende una barricada en una calle de Berlin, en 1848, en la plaza Am Hof de tal, englobaba a la Hungria historica y los extensos territorios arrebatados & tureos y polacos durante el siglo XVII El predominio de los magiares era aqui combatido por eslovacos, croatas, rumanos y otras minorias, mientras que en la septentrional Galitzia los terratenientes polacos dominaban a una masa de campesinos siervos rute- nos Este variado conjunto de territorios disponia de un ordenamiento legal muy complejo. En general, se respeta- ba una cierta autonomia cultural a las nacionalidades y algunos paises, como Hungria, Bohemia y Croacia, posefan sus propias Dietas, ‘elegidas seguin sis- temas heredados de la Edad Media Pero el proceso de centralizacién de- fendido por la Corona habia realizado grandes procesos en el tiltimo siglo y la 14/ LAS REVOLUCIONES DE 1848 Administracién absolutista austro-ale- mana ejercia un control sobre la vida del Imperio que las minorias conside- raban opresivo. Cuando la noticia de la caida de Luis Felipe llegé a Viena, se produjo una con- siderable agitacidn. Al igual que en Paris, los estudiantes pobres y los obre- ros tomaron la iniciativa rotesta, que derivé en una auténtica insurrec- cién, El 13 de marzo, una manifestacién que pedia el cese de Metternich y el establecimiento de un régimen consti- tucional, degeneré en combates calleje- ros. Apre- miado por la Corte, el viejo esta- dista huyo de la. capital, mientras ei emperador Fernando I creia aplacar los animos autorizando la creacion de la Guar- dia Nacional, aboliendo la censura de prensa y pro- metiendo una Consti- tucion. Pero la presién po- pular no di minuyé. Los radicales, cuya fuerza habian medido mal las au: toridades, no se conformaban con un régimen de liberalismo moderado. Cuando, el 25 de abril, el Gobierno im: perial dio a conocer un proyecto consti- tucional inspirado en el modelo censi- tario belga, que establecia el derecho de veto del monarca y un Parlamento bicameral, los dirigentes revoluciona- rios lo rechazaron. Continué pues la agitacion politica, que aleanz6 su cenit cl 15 de mayo. El emperador se refugis con la Corte en Innsbruck y se declaré dispuesto a convocar una Asamblea constituyente unicameral, elegida por sufragio universal, Una de las razones de la debilidad de las autoridades vienesas se encon- traba en la multiplicacién de las de- mandas de autonomia de las nacionali- dades, alentadas por los suces: ola revolucionarios. Ya el 3 de marzo, el li- beral Kossuth habia reclamado’en la Dieta hingara la plena autonomi: para su pais. El 11, demécratas checos aprobaron un plan de reformas para Bohemia y Moravia. ‘Tras la caida de Metternich, las pre- siones de los grupos nacionalistas arreciaron y el monarea se vio obligado a contemporizar, cediendo un poco. En Hungria, la Dieta designo el 25 de marzo un Gobierno responsable ante ella, en el que figuraba Kossuth, y adopté medidas liberalizadas como la supresién de la servidumbre cam- pesina, la igual- dad fiscal y ia li- bertad de prens: El 11 de abril, se promulgé una Constitucién uni- taria para todos los paises de la Corona hungara Aunque reconocia ciertas libertades culturales a las minorias no ma- giares, el texto sancionaba la existencia de un Estado nacional, lo que provocé el inmediato rechazo de los esclavos y de los rumanos de Transilvania. El dia 8, una Carta Constitucional habia otorgado a los checos la igualdad juridiea con los ale- manes de Bohemia y Moravia y un ti- mido autogobierno bajo un Comité Na- cional con sede en Praga. A cambio, la nobleza checa y los liberales modera- dos manifestaron su lealtad al empera- dor y su condena de los sucesos de mayo en Viena. Pronto se hizo evidente que era impo- sible contentar a todos, y que la crisis politica ponia al Imperio a las puertas de la guerra civil. La privilegiada auto- nomia concedida a los hiingaros reforz6 la solidaridad de las minorias eslavas, que convocaron el 2 de junio un Con- greso Eslavo en Praga, En el Sur, croa- as y serbios estaban en practica rebel dia contra el Gobierno de Pest y el gobernador de Croacia, Jelacic, alegaba Ta lealtad al Imperio para negar la soberania hiingara sobre el pais. Las elecciones a la Asamblea Consti- tuyente en Austria las decidieron, igual que en Francia, los campesinos, fervorosos partidarios del emperador. Los demécratas quedaron en minoria en el Reichstag mientras Fernando, con el apoyo del Ejéreito y de los mo- derados, iniciaba una cautelosa recu- peracién de la autoridad imperial. La tarea mds urgente era contentar a los hungaros, cuyos contingentes milita- res eran indispensables en Italia. El gobernador de Croacia fue destituido. En Bohemia, donde la resurreccién del paneslavismo supo- nia un peligro para la hegemonia alema- na, los austriacos ac- tuaron expeditiva- mente. Cuando el 12 de junio estallé un motin en Praga pro- tagonizado por tra- bajadores en paro, el gobernandor militar, Windischgratz. ord néa las tropas repri- mirlo. Cuando los combates se genera- lizaron, abandoné la ciudad, le puso cerco y la bombarded. El dia 17, los imperia- les recuperaron el control de Praga y suspendieron el Congreso Eslavo. El Consejo Nacional checo fue disuelto y aplazada la convocatoria de una Dieta Constituyente. A finales del verano, el emperador parecia haber recuperado parte de su antiguo poder. En Viena, la revolucién estaba dominada, con el Reichstag controlado por los moderados. La sece- sion de Italia pareeia proxima a con- cluir, tras la derrota de las tropas pia- moniesas. Hungria, satisfecha con su nueva libertad, no cuestionaba la leal- tad a los Habsburgo, que a su vez. se mostraban dispuestos a sacrificar los intereses de sus subditos eslavos en beneficio de una entente germano-ma- giar en el Imperio. A orillas del Danu- bio, el impulso revolucionario tambii parecia agotarse. La Confederacién Germanica, esta- blecida en 1815, reunia, a mediados del siglo pasado, a 39 Estados indepen- dientes pero sometidos, en mayor 0 LAS REVOLUCION! S DE 1848 /15 menor grado, a la influencia de los dos principales, Austria y Prusia. Las pri- meras revoluciones liberales les ha- bian afectado de forma distinta, lo que provocaba que en el seno de la Confe- deracién coexistieran monarquias constitucionales con otros sistemas po- liticos propios del Antiguo Régimen. Los principales alemanes seguian en- viando a sus representan- tes a la Dieta confederal de Franefort pero la rivali- dad autro- prusiana in- troducia un elemento de desunion. El Zollverein, la unién adua- nera impulsa- da por Prusia desde 1828, aparecia como un elemento mas sdlido de unidad na- cional que la fraternidad de los monar- cas, pese a los recelos que provocaba en Viena y otras cortes alemanas. eralismo y nacionalismo en Alemania El movimiento liberal, muy desarro- llado en Alemania, poseia un mareado componente nacionalista, pero se encontraba dividido, como en otras partes, entre moderados y deméeratas. Cuando se desencadené la revolucién de 1848, esta division se manifest6 en la disparidad de objetivos y fue, a medio plazo, sumamente perjudicial para los ideales unificadores. ‘La bur- guesia liberal pretendia la reforma de las instituciones existentes en los diversos Estados y un reforzamiento de los lazos federales. Los sectores demécratas buscaban promover refor- mas sociales y construir un Estado nacional mas ‘0 menos unificado. La dispersion de los esfuerzos, la falta de una tinica capital que simbolizara el triunfo de la revolucién nacional y la 16/ LAS REVOLUCIONES DE 1848 solidaridad entre monarcas amenaza- dos, terminarian frustrando, como en Italia, esta doble via liberal y naciona- lista de los movimientos del 48. ‘Cuando se produjo la revolucién del mes de febrero en Paris, las regiones proximas al Rin conocian una seria protesta popular, consecuencia de la crisis econémica y de la falta de ali- mentos. En los comienzos de marzo se pro- dujeron moti- nes campesi- nos en toda la ‘Alemania occi- dental, lo que aprovecharon los liberales para promover levantamien- tos urbanos en el Suroeste En Baden Wurtemberg, Hesse-Darms tadt y Nassau los monarcas aceptaron sin gran resisten- cia las clasicas reivindicacio- nes de la bur- guesia progresista: régimen constitu- cional, sufragio universal, libertad de prensa y asociacion, y guardia eiviea La revolucién se extendio rapidamente a Baviera, donde Luis I hubo de abd car en su hijo Maximiliano, a Hanno- ver y a Sajonia. En todas partes, Gabi- netés que representaban a la burguesia moderada sustituyeron a los equipos de confianza de los soberanos, mien- tras clubes politicos y periddicos difun- dian las ideas triuinfantes entre la poblacién. El 5 de marzo, a propuesta de la Dieta de Baden, se reunieron en Hei delberg 51 representantes de los gru- pos liberales y demécratas de varios Estados alemanes y acordaron convo- ar a los miembros electivos de las Dietas locales en un Parlamento pre- paratorio —Vorparlament— de una Asamblea nacional, La mayoria de los reunidos se mostr6 partidaria de la creacién de un Estado federal bajo la direccién del rey de Prusia. Este, mientras tanto, atravesaba por serias dificultades. E] 3 de marzo habia stallado una sublevacidn en Colonia, Inquierda, el mariscal Radetzky, jefe de las fuerzas austriacas en Italia, Arriba, entrada en Milin de Carlos Alberto de Cerdefia- Piamonte en la primavera de 1848, Museo del Risorgimento, Roma donde los sectores populares plantea- ban reivindicaciones de contenido ocialista. En Berlin, el descontento contra la politica autoritaria de Fede- rico Guillermo IV también era patente y desde el dia 5 se produjeron moviliza- ciones. La revolucién que estallé deci- dié al monarca a hacer concesiones. El 18 de marzo pudo anunciar la supre- sion de la censura y la convocatoria de una dieta —Landtag—, pero ello no evité que ese mismo dia se produjese un levantamiento popular en la capital La represién ocasionaria dos centena- res de muertos, pero el monarca tuvo que claudicar y el dia 21 prometié la convocatoria de un Parlamento demo- cratico y en un manifiesto se declaré dispuesto a impulsar la unificacién ale- mana. Quien aproveché el vacio de poder provocado por la insurreccién berlinesa fue la dinamica burguesia ana, que por mediacién de sus repre- sentanies en el Gobierno, Camphausen y Hansemann, logré’ restablecer momentaneamente el orden y abrir paso a las reformas moderadas con la apertura del nuevo Landtag prusiano, el 2 de abril Dos dias antes se habia reunido en Franefort el Vorparlament, que convo- 6 elecciones por sufragio universal a una Asamblea Constituyente en la que habria un diputado por cada 50.000 electores. Prusia Oriental y el ducado de Schleswig, que no formaban parte de la Confederacién, fueron invitados a enviar sus representantes. Contra la opinién de la izquierda, el Parlamento preparatorio se autodisolvié sin haber adoptado ninguna medida contra el po- der de los principes ni dado paso algu- no en favor de la creacion de un Esta- do federal. Y cuando, a finales de abril, el republicano Hecker inicié un movi- miento federalista en Baden, no encon- tré apoyos en otras regiones blevacion fue aplastada con facilidad por el Gobierno liberal del Gran Duca- do, Las elecciones del 1° de mayo, cele- bradas en toda Alemania, permitieron la constitucion de un Bundestag de 831 miembros, presidido por Heinrich von Gagen, en el que predominaban los con- servadores moderados, pero donde la izquierda democratica posefa una importante representacin. Reunida en Franefort a partir del 18 de mayo, esta Asamblea Constituyente actué con un espiritu tan nacionalista como poco realista, deslumbrada por la momenta- nea debilidad de las monarquias de la Confederacién. En su seno surgieron los primeros grupos politicos organiza- LAS REVOLUCIONES DE 1888 /17 dos a nivel nacional: los liberales mode- rados de Von Gagen y Dahlmann, los demécratas dirigidos por Ruge y Blum, y la derecha monarquica encabezada por Von Radowitz y Vincke. El Parlamento Se pronuncié por un Estado aleman que incorporase parte de Suiz Alsacii Posnania, los duca- territorios no alema- nes de Austria. La inoperante Dieta fe- deral fue sustituida por un vicario imperial, el archiduque austriaco Juan, considerado favorable al libe- ralismo, y por un Gobierno provisional aleman, presidido por Von Leiningen Durante el otofio, los diputados acome- tieron la redaccién de una Constitu- cién federal. No obstante, no se atre- vieron, pese a las presiones de la izquierda, a disminuir la independen- cia de los Estados de la Confederacin y ni siquiera unificaron sus fuerzas ar- madas. Con ello dejaban en manos de los principes los instrumentos precisos para emprender la reaccisn. La revolucién en Italia Si los acontecimientos de Francia fueron el factor deseneadenante de la primavera de los pueblos del periodo 1848-49, en Italia el estallido popular 18 / LAS REVOLUCIONES DE 1848, habia precedido en algunas semanas a la revolucion parisina. E] liberalismo italiano se habia de- sarrollado con un fuerte componente nacionalista, que se alimentaba del odio a los austriacos, que ocupaban el cuadrante nororiental del pais, y del anhelo de unificar los siete Estados de muy diferente entidad que se repar- tian la peninsula. Los carbonarios y otras sociedades mas 0 menos secretas que habjan impulsado los movimientos revolucionarios de 1820 y 1830 habian intentado ese doble objetivo: la unifica- cién nacional bajo un régimen consti- tucional. Pero en ambos casos, la inter- vencién de Austria con el apoyo de las grandes potencias habia frustrado las expectativas de los patriotas y confir- mado en sus tronos al Papa ya los de- mas gobernantes absolutos. ‘A mediados de los afos cuarenta, buena parte de la intelectualidad ita” liana vivia en el exilio. Refugiados en Francia, Suiza o Belgica, los liberales fueron abandonando las romanticas practicas conspiratorias del carbona- rismo. La maduracién de los viejos ear- bonarios mareé, como en otros sitios, dos rumbos diferentes al liberalismo italiano: el de quienes se atuvieron al doctrinarismo, manteniendo sus rei vindicaciones en un marco exclusiva- mente politico, y el de quienes busca- ban un proceso de revolucidn social y politica que permitiera un régimen de participacién popular en el seno de una Italia unificada y republicana. La mayor parte de estos tiltimos se agrupaba en torno a Giuseppe Mazz ni, un veterano de los levantamientos liberales, Mazzini entendia el movi- miento patriético italiano inmerso en la corriente europea de revisionismo nacionalista con respecto al sistema de la Santa Alianza. Los mazzinianos se agrupaban en el movimiento de la Jo: ven Italia, que dependia en exceso de la tradicién romantica y carbonaria y proponia una republica unitaria. Me- nor importancia tenian los republi nos federalistas, cuyo lider era Carlo Cattaneo. Los tedricos del moderantismo con- cebian una Italia constitucional y mo- narquica, gobernada por represcntan- tes de su’ propio grupo politico. Ante el problema de la legitimidad de la futu- ra casa real italiana proponian dos so- luciones alternativas: la neogiielfa y la saboyana. Izquierda, monumento a Garibaldi en Turin (La Ilustracién Artistica, 1884), Avriba, desérdenes en el Quirinal de Roma, que obligaron al papa Pio IX a abandonar Roma y refugiarse en Gaeta Los neogiielfos eran partidarios de una Italia regida por el Papa. Su base ideolégica era la tradicién medieval italiana, cuando el Pontifice encarné el espiritu de lucha contra la dominacién germanica. Para su principal tedrico, el abate piamontés Vicenzo Gioberti, Italia era la nacién madre de Europa y por ello le correspondia asumir un pa- pel hegeménico en el continente. El Papa, suprema autoridad del orbe cris- tiano, ostentaria la jefatura de una confederacién de principes italianos, y la Casa de Saboya, reinante en Pia- monte-Cerdefa, se ocuparia de los in- tereses materiales de la nacién. Era una solucién que halagaba a los catéli- cos, que estimulaba el localismo de los diversos Estados y que alejaba los peli- gros de un cambio social parejo al poli- tico, tal y como exigian los demécratas. Pero habia un serio obstaculo para que la burguesia conservadora aceptase con unanimidad tal teoria: en los aitos anteriores, el Papado no habia hecho la mas minima concesién al liberalis- mo, manteniéndose como un baluarte del absolutismo proaustriaco. Este tiltimo factor era tenido muy en cuenta por los defensores de la solu- cién saboyana. Estos moderados te- nian puestas sus esperanzas en Carlos Alberto de Cerdena-Piamonte quien, sin ser precisamente un liberal, era el monarca italiano mas abierto a las nuevas corrientes. Su primer ministro, el conservador Solaro della Margheri- ta, habia iniciado una timida politica reformista —supresién del feudalismo en Cerdena, eédigos legales, orienta- cién hacia el librecambio, eteétera— que satisfacia a los moderados. Entre 1846 y 1848 se produjeron en Italia algunos signos de evolucién hacia el liberalismo. El papa Pio IX, elegido en junio de aquel aio, inic una politica de liberalizacién admini trativa y econémica en los Estados Pontificios. Las expectativas abiertas entre los liberales italianos parecieron reforzarse al acometer la Curia una reforma legal y estudiar un proyecto de Asamblea Consultiva. La presién que ejercian los mazzinianos romanos en favor de una mayor apertura alarm6 en Viena. Como advertencia, los austriacos ocuparon la ciudad pon: tificia de Ferrara en julio de 1847. Una oleada de indignacién patridtica reco- rrié Italia. Cerdeiia, Toscana y los Estados Pontificios iniciaron una apro- ximacién con la firma de un acuerdo econémico, pero el Papa se negé a sus- LAS REVOLUCIONES DB 1848 /19 cribir una alianza antiaustriaca. Poco después, la crisis suiza desperté los sentimientos anticlericales de los libe- rales. La agitacién politica aleanzaba un alto grado en toda Italia a comien- zos de 1848. El domingo 12 de enero, los liberales de Palermo se sublevaron contra el re: Fernando de las Dos Sicilias. Toda la isla entré en ebullicién y las tropas que debian combatir a los revoluciona- rios se pasaron a su lado. El 2 de fe- brero un Gobierno provisional anun- ciaba la inmediata convocatoria de un Parlamento y proclamaba la Constitu cién espanola de 1812. En Napole: Fernando II se apresuré a conceder va- rias reformas, pero pronto se comprobé que no era suficiente. La creciente pre- sién popular forz6 al rey a conceder una Constitucién a sus suibditos, muy moderada, ° pero que limitaba sus poderes absolutos. El entusiasmo se aduené de los libe- rales en toda Italia y dio lugar a gran- des manifestacio- nes exigiendo la apertura politica. rlos Alberto de Cerdeiia y Leopol- do de Toscana se apresuraron a con- ceder Cartas cons- titucionales en sus Estados, temerosos de males mayores. En Roma, Pio IX se sums a estas medidas, aunque con mayor renuencia. Primero forz6 la dimisi6n del secretario de Estado, ¢ denal Ferratti, muy mal visto por la poblacién. Y el 8 de febrero, ante la creciente agitacién popular, anuncié su proposito de reformar el Gobierno pontificio, dando entrada a ministros laicos. Tal anuncio iba acompanado de un parrafo donde el Pontifice pedia la bendicién divina para Italia, y ello fue ntendido como una demostracién de nacionalismo. El Papa veia cada vez mas dificil volverse atras y decidié apoyar las reivindicaciones de los moderados para evitar que el movi- miento fuera mas lejos. El 14 de febrero nombré una comisién con la misién de estudiar una reforma de las LAS REVOLUCIONES DE 1848 a ry a instituciones en sentido constituciona- lista y semanas después entregé el poder a un Gobierno de laicos y con- servadores, Como culminacién del pro- ceso, Pio IX aprobé el 13 de marzo un Estatuto fundamental para el gobierno temporal de los Estados de la Iglesia que, aunque muy moderado, era una Constitucién de corte liberal. De esta manera, a mediados de marzo cuatro Estados italianos dispo- nian de regimenes constitucionales. Otros dos, Parma y Médena, habian sido ocupados por los austriacos en prevision de incidentes y en el Lom- bardo-Véneto el gobernador militar, conde de Radetzky, se mantenia aler~ ta para cortar cualquier conato revo- lucionario. La situacién ita- liana experimenté un nuevo giro cuando, el 13 de marzo, estallé la revolucién en Vie- na _y el odiado Metternich tuvo que huir. Apenas conocido este he- cho, Venecia se le- vanté contra los austriacos bajo la direccion de Da- niel Manin. En Milan, donde los ocupantes mante- nian una guarni- cién_poderosa, los patriotas contaban con una organiza- cién clandestina que entro en fun- cionamiento apenas Ilegaron las noti- cias de Viena. El 18 de marzo, el pue- blo milanés se sublevé y tras cinco dias de lucha callejera 16s austriacos fueron expulsados. Los moderados lombardos temian, sin embargo, que la regién cayese bajo control de los re- publicanos de Cattaneo, y para evi- tarlo pidieron ayuda a la Corte de Tu- rin, Carlos Alberto dudé algunos di pero aconsejado por sus ministros con- servadores se decidié a dar el visto bueno a una intervencién que gozaba de enormes simpatias en su propio rei- no. Por tanto, una proclama real anun- cié la entrada del ejército sardo en Lombardia portando el emblema de Saboya sobre la bandera tricolor italia- | LOUINAPOLEON, sme | pf & Arriba, grabado de Luis Napoleén en su etapa presidencial Izquierda, Alphonse de Lamartine (por Thomas Couture, 1842, Museo de Arte e Historia, Ginebra) na, A las tropas de Carlos Alberto se unieron contingentes napolitanos, tos- canos y pontificios, unidos todos ‘para expulsar a los austriacos La campana fue un completo fra- caso, El rey de Cerdefia parecia mas interesado en asegurarse el dominio futuro de las regiones liberadas y en | combatir a los republicanos que en derrotar a los austriacos. Estos con- taban con unos 45.000 hombres atrincherados en el Cuadrilatero, la zona del Véneto limitada por las for- talezas de Pescara, Mantua, Leg- nano y Verona. Durante la prima- vera y parte del verano de 1848, los italianos se estrellaron contra el dis- positivo defensivo de Radetzky. 24 de julio, en Custozza, los imperia- les contraatacaron. Carlos Alberto retiré sus tropas a Milan y luego, tras una simbélica defensa de la ciu- dad, repasé la frontera de su reino y | coneluyé un armisticio con los aus- triacos. LAS REVOLUCIONES DE 1848 / 21 Los paises al margen En el verano de 1848, pues, gran parte de Europa habia sufrido la transformacién de sus sistemas abso- lutistas 0 autoritarios en regimenes constitucionales de signo liberal mode- rado. Estos procesos habian terminado provocando en muchos casos la ruptu- ra de la colaboracién entre la burgue- sia liberal, satisfecha con lo consegui- do, y los elementos populares, partidarios de la profundizacién en sentido democratico de las reformas sociales y politicas. Ello no significaba que la izquierda estuviera desarticula- da o que hubiera perdido su capacidad de movilizacién. Las libertades recién estrenadas habian permitido incluso la salida a la luz de las organizaciones obreras, que conocerian una breve eta- pa de tolerancia. En la Colonia roja, fundaria Marx en junio de 1848, la Nueva Gaceta Renana, desde la que daria a conocer a los trabajadores cen- troeuropeos los conceptos del Manifies- to Comunista, que habia redactado con Engels en Londres en enero. Pero hubo varios paises europeos que, por diversas circunstancias, esea- paron a la revolucién o la vieron abor- tar en sus inicios. Ello no significa que sus pueblos y Gobiernos se despreocu- paran de lo que ocurria en los Estados vecinos. Incluso algunos de ellos, sobre todo Gran Bretafa y Rusia, jugarfan un destacado papel en el desénlace de los procesos continentales en la segun- da mitad de 1848 y durante el afio si- guiente. En Bélgica y Holanda, las autorida- des se apresuraron a ampliar las liber- tades recogidas en sus Constituciones, mientras las medidas policiales y el te~ mor a una reedicién del expansionismo de la Francia revolucionaria merma- ban las posibilidades de actuacién de la oposicién. Suiza y las monarquias escandinavas, en lenta transicién hi cia sistemas constitucionales, también permanecieron al margen, maxime cuando el irredentismo de los liberales alemanes era mirado como una ame- naza por suizos y daneses. En la Peninsula Ibérica, los Gobier- nos constitucionales de signo modera- do contuvieron los brotes revoluciona- rios sin grandes dificultades. En Portugal, Costa Cabral habia hecho abortar un levantamiento demécrata ‘22 LAS REVOLUCIONES DE 1848 en 1846, con ayuda espafiola y britdni- ca. En Espana, donde gobernaba au- toritariamente el general Narvaez, los focos insurreccionales aislados de Sevi- lla y Madrid fueron ahogados durante la primavera de 1848 mediante una enérgica represién. En cuanto al Reino Unido, los movi- mientos de 1848 ofrecian el peligro en una doble vertiente: el renacido movi- miento cartista y el independentismo irlandés. Pero el Gobierno whig de lord Rusell pudo hacer frente a la crisi Los levantamientos cartistas en varias ciudades industriales de la Inglaterra central fueron sofocados y el 10 de abril la polieia disolvié en Londres una manifestacién popular que se dirigia a la Camara de los Comunes. En cuanto a Irlanda, la temible hambruna desa- tada en 1845, que haria perder a la isla la cuarta parte de su poblacién, restaba cualquier posibilidad de actu: cidn a los nacionalismos de la -Joven Ir- landa de O'Connell. El reflujo Finalmente, en la Europa oriental el Imperio ruso se vio libre de agitaci nes, lo que permitié al zar Nicolas I, el gendarme de Europa, mantenerse como la mayor amenaza exterior para los liberales centroeuropeos. Por lo que respecta a la peninsula balednica, bajo soberania otomana en su mayor parte, sélo en los principados de Valaquia y Moldavia se produjeron conatos revo- lucionarios, rapidamente cortados por las tropas rusas. Si el levantamiento de febrero en Paris habia marcado el comienzo de la revolucién en Europa, la derrota de los partidarios de la Republica social a manos de Cavaignae, casi al tiempo en que las tropas austriacas termina- ban con la incipiente libertad checa, sefalé el comienzo del fin de la marea revolucionaria, Tal fenémeno vendria representado en todas partes por una alianza de la burguesia gobernante con los notables del antiguo orden para hacer frente a los asaltos, cada vez mas desesperados, de la revolu- cién popular, frustrada por la consoli- dacién de los regimenes constitucio- nales moderados y el acceso de las masas campesinas al sufragio. Al tiempo, la reaccién comportaria el fra- caso de las iniciativas nacionalistas El parlamentario A. Baudin barricadas de Paris durante Ia jornada revolucionaria del 3 de diciembre de 1851; horas después, Luis Napoleén controlaria la é en Alemania, Italia y el Imperio aus- triaco. El bonapartismo en Francia Derrotada en las barricadas la extrema izquierda, la Asamblea Cons- tituyente francesa pudo dedicarse con tranquilidad a institucionalizar el nuevo orden mediante una Constitu- cién republieana. La Carta, aprobada el 4 de noviembre, mantenia las con- quistas basicas de la revolucion de febrero: soberania nacional y democra- cia politica. El poder legislativo residi- ria en la Asamblea Nacional, elegida por periodos de tres afios mediante sufragio universal. El ejecutivo estaria encabezado por el presidente de la Republica, elegido por todos los ciu- dadanos por un plazo de cuatro ai no reelegible, ante el que era responsa ble el Gobierno, Se pretendia con ello un equilibrio del poder, ya que la Asamblea no podia ser disuelta por el presidente; ni éste, derribado por aquélla. La Constitucién garanti los derechos individuales y politicos, pero los diputados habian marginado de ella determinados derechos sociales que, como el derecho al trabajo, figura- ban entre los logros mas avanzados de la revolucion. Finalizada la etapa provisional, la Asamblea convoc6 elecciones a la Pre- sidencia de la Republica. Concurrieron cinco candidatos, uno de los cuales, Raspail, procedia de las filas socialis tas; el radical Ledru-Rollin pretend: representar el voto de la pequeia bur- guesia; Lamartine y Cavaignac tenian su electorado entre la burguesia mode- rada, aunque este ultimo, héroe de la represin de junio, podia recoger mu- chos votos de los conservadores monar- quicos. Finalmente, estaba el principe Luis Napoleén Bonaparte. Liberal exaltado en su juventud, este sobrino del Emperador Se presentaba como un defensor del orden social y a la vez, de las conquistas de la revolucién liberal frente a la derecha reaccionaria. Con una activa campana en la que se revi- vieron Jas glorias del pasado imperial, Luis Napoleén supo captar el voto campesino y el apoyo de la Iglesia y de los notables monarquicos. Su triunfo, el 12 de diciembre de 1848, fue apabu- lante: cinco millones y medio de votos frente al millén y medio de su mas di- recto rival, Cavaignac. Los candidatos LAS REVOLUCIONES DE 1848 /28 del centro y de la izquierda sufrieron una humillante derrota La Republica democratica agonizaba en Francia, y su presidente no se cui- daba mucho de guardar las formas: su primer Gobierno, dirigido por Odilon Barrot, estaba mayoritariamente inte- grado por mondrquicos. Legitimistas y orleanistas, con Thiers a la cabeza, le brindaban su apoyo. Las elecciones a la Asamblea Na- cional, celebradas en mayo de 1849, re- flejaron el creciente alejamiento del electorado de las instituciones republi- canas. La coalicién monarquico-conser- vadora que encabezaba Luis Napoleén, el Partido del Orden, obtuvo 450 esca- fos de un total de 750; los republica- nos de centro se hundieron con sélo 60 y demécratas y socialistas, agrupados en la Camara en el Partido de la Mon- tara, obtuvieron una minoria de 210 diputados. Los radicales tenfan motivos para temer que aquellos resultados abrie- ran paso a una restauracién monér- quica, El 13 de junio, la Montafia con- voes a sus partidarios a manifestars en defensa de la Repiblica y contra la expedicién militar frente a los dem6- cratas romanos, en lo que era un nue- vo intento de hacerse con el poder. La maniobra fue un fracaso ante la enér- gica reaccién de las autoridades y Le- dru-Rollin, el mas destacado represen- tante de la izquierda, tuvo que huir a Inglaterra. Consolidada en el poder, la derecha inici6 el paulatino desmontaje del régi- men democratico. La Ley Falloux, de 15 de marzo de 1850, permitié a la Igle- sia recuperar su control sobre la ense- nanza, del que la habia despojado la revolucién. Tras el éxito de los dem6- cratas en unas elecciones parciales, la ley electoral de.31 de mayo fijé en tres anos el tiempo de residencia obligatorio en un distrito para poder ser elector, privando asi del derecho al voto a casi tres millones de obreros y campesinos sin trabajo fijo. El 16 de julio, se resta- blecié la censura de prensa. Pero Luis Napoleon tenia ideas pro- pias. Su ereciente popularidad entre los trabajadores rurales y urbanos fa- cilitaba su desmarque del reacciona- rio Partido del Orden y de sus impo- pulares medidas. El bonapartismo se presentaba como una opcidn al mar- gen de la derecha y de la izquierda, respetuosa con la religién y el orden, 24 / LAS REVOLUCIONES DE 1848 pero socialmente progresista. El Prin- cipe Presidente llegé incluso a propo- ner el restablecimiento del sufragio universal, a espaldas de sus aliado: Pero su mandato expiraba en 1852 y no podia ser reelegido. Seguro del apoyo de la poblacién y del Ejército, preparé un golpe de Estado y el 2 de diciembre de 1851 hizo detener a | dirigentes parlamentarios y disolv' la Asamblea. Los republicanos inten- taron por tiltima vez movilizar al pu blo de Paris, pero su momento habia pasado y fueron aplastados facilmen- te por las tropas. Poco después, un plebiscito respaldaba, con 7.436.215 sies frente a 646.737 noes, la nueva dictadura. El régimen constitucional franeés, vietima de la crisis econémica y de las rivalidades de sus partida- rios, pereeia por mano de la que habia sido su principal conquista: el sufra- gio universal La reaccién en la Corona austriaca La derrota de la revolucién de junio en Francia refora6 en las monarquias centro- europeas la conviccién de que s6lo con la fuerza se podia con- tener el avance del nacionalismo demo- cratico. El control sobre los respectivos ejércitos y el apoyo de unas masas cam- inas de sent! mientos mondérquicos y escasa cultura poli- tica, se revelarian fundamentales para que, en una primera fase, se produjera la derrota de los movi mientos revoluciona- rios atin activos y luego Ia virtual res- tauracién de los sis- temas politicos afec- tados por los procesos de la primera mitad de 1848. En Austria, la re- presién del’ movi- miento popular en Paris y el someti- miento del pacifico nacionalismo checo, alentaron a la Corte a lanzar una con: traofensiva contra los nacionalistas huingaros y los demécratas vieneses. La excusa la dio el asesinato del dele- gado imperial en Pest, Lamberg, el 28 de septiembre de 1848. El Gobierno austriaco decreté el estado de sitio en Hungria y retorné a su politica de en- frentar a los magiares con las minorias que les estaban sometidas. El ban delacic fue repuesto en su cargo en Croacia y agentes imperiales anima- ron al levantamiento a los serbios de Voivodina y a los rumanos y alemanes de Transilvania. Los demécratas vieneses, que so ban con una Austria incorporada a la Gran Alemania y no se oponian a la independencia hingara, vieron en las Rusi Inquierda, Francisco José de Austria (retrato de esta época por Winterhalter, Museo de Arte e Historia, Viena). Abajo, Nicolis I de (postal de comienzos de siglo) maniobras del Gobierno moderado una amenaza contra su propia superviven- cia y ello les impulso al levantamiento E13 de octubre, Viena se cubria de ba- rricadas, el ministro de la Guerra era linchado y obreros y estudiantes se aduefaban de la ciudad. Pero la revo- lucién capitalina, cercada militarmen- te y sin eco en otros lu- gares, no tenia futuro. Tras una semana de combates entre la guardia civica y las tro- pas de Windischgratz, Viena capitulé. La re- presion fue brutal y de- sarticulé al movimien- to democratico austriaco. Entre los ejecutados figuraba Robert Blum, dirigente de la izquierda en el Parlamento de Franc- fort y convertido en mértir de la causa na- cional alemana. De la mano del Ejér- cito, los conservadores retornaron al poder. El Gobierno moderado fue sustituido por otro, presidido por el princi- pe Schwarzenberg y cuyo ministro del Inte- rior, Stadion, impuso un régimen de terror policiaco. En diciem- bre, el indeciso empe- rador Fernando fue forzado a abdicar en su joven sobrino, Francisco José I, que en adelante seria facilmente manejado por su primer ministro. No era el re- torno del absolutismo, pero el liberalis- mo del régimen quedaba reducido a su minima expresién. Cuando, en marzo do 1640, Hberales lemanos 7 ealavos suscribieron un pacto parlamentario contra la politica oficial, el Gobierno disolvié el Reichstag e impuso una nueva Constitucién, que establecia un Estado unitario en todo el Imperio, con una Dieta elegida por sufragio censita- rio. A cambio, se sancionaba la eman- cipacién de los siervos —los agradeci- dos campesinos eran uno de los pilares de la reaccién— y se decretaba la igualdad entre todas las nacionalida- des. Esta dltima medida era un castigo contra los hiingaros. Tras los sucesos LAS REVOLUCIONES DE 1848 / 25

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