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Francisco Rodriguez Adrados La Democracia ateniense Adaptado por Manuel Gonzalo Alianza Editorial Epilogo HISTORIA GRIEGA E HISTORIA DEL MUNDO 1. Mirada retrospectiva. Originalidad del hecho griego. Al concluir este libro parece oportuno echar una mirada hacia atris, tratando de ver las consecuencias que de él pueden dedu- cirse para contestar a la pregunta con que se abria: la referente a la validez actual de la Historia griega. Efectivamente, el estudio de la Hustracién griega y de su expresién politica, la democracia. nos ha llevado a penetrar en el centro mismo de la Historia de Grecia. Este es para nosotros un despliegue caracterizado por la actuacién de las fuerzas racionales, que culmina, en lo politico, en la democracia de Atenas, aunque tenga consecuencias impor- tantes posteriores a ésta. Estamos, pues, en condiciones de tratar de captar qué es lo que en este despliegue puede tener un valor general que encuentre un paralelismo en época moderna y sea en Cierto modo paradigma de nuestra Historia actual. Para ello debemos insistir antes que nada en la originalidad del hecho griego, presentandolo en una perspectiva lo mds amplia posible Los estudios de Filosofia de la Historia desde San Agustin hasta Hegel se basaban en la idea de una Historia general de la Humanidad, que caminaba hacia adelante siguiendo el camino marcado por la Providencia en unos casos, 0 bien, en otros, realizando una busqueda indefinida del progreso o un despliegue dialéctico interno. Esta idea fundamental es proseguida hoy por oI a2 ‘Sierates y Platon y su nuevo planteamiento varias concepciones, entre ellas la marxista, Pero, de otra parte, el espiritu hist6rico del siglo pasado y del nuestro observé que la Historia no es un todo continuo, sino que presenta regresiones, repeticiones y, en suma, unidades parciales dotadas de unidad interna. A partir de esta base Spengler crey6 que la verdadera unidad histérica es lo que lamamos una cultura y tendid a colocarlas a todas en plano de igualdad. Cada cultura es conce- bida por él como una entidad bioldgica que sigue unas etapas predeterminadas; todo influjo de una sobre otra constituye una adulteracién, un verdadero crimen de esa Historia. ‘Son miltiples las criticas que se han hecho de esta teorfa que, al destacar conjuntos coherentes dentro de la Historia, pierde de vista su continuidad; que descarta ¢! factor esencial de la evolu- cién hist6rica, a saber, los fendmenos de irradiacién y difusién cultural, sustituyéndolos por un eterno volver a empezar; y que, finalmente, introduce un biologismo y un mecanicismo que va contra el trasfondo mas irreemplazable de lo histérico, que es la libertad. Con todo, las especulaciones que han sucedido a las de Spengler se han apoyado con frecuencia en el principio de la equivalencia de las culturas, aunque tratando de hacerlo compa- tible con las exigencias de hechos como la continuidad y la abertura de la Historia. Esto es lo que ocurre en Toynbee, por ejemplo. El gran historiador inglés ha prescindido del pensa- miento ahistérico de que una cultura tiene un decurso absoluta- mente regular y previsible; admite que pueda legarse a una que logre su objetivo de alcanzar una civilizacién satisfactoria para la mayoria y, por tanto, no esté condenada a declinar; explica en forma sagaz y profunda el nacimiento de una cultura a partir de otra. Y, sin embargo, hay que reconocer que en el fondo subsis- ten atin elementos no imprescindibles de la construccién spengle- riana. El nacimiento de todas las culturas se describe en forma paralela como un fenémeno de reaccién ante un obstaculo i temo 0 externo; su muerte —salvo el caso hipotético de una cultura coronada por el éxito— como resultado de un cisma entre la minoria directora y su proletariado. Pero, sobre todo, no se encuentra para Toynbee ninguna caracteristica esencial que se- pare a unas de otras; son experimentos hist6ricos diversos y en lo esencial paralelos, de los que se estudia mds que nada el comienzo y el fin, més algunos fendmenos comunes. Hay, por supuesto, un cierto progreso en las itimas fases culturales de Europa, inluenciadas unas por otras, pero, repito, ninguna dife- rencia esencial respecto a las precedentes 0 paralelas de otros lugares del globo c historia det mundo a3 Epilogo. Historia greg Todo esto esté traido aqui a colacién a propésito de la valoracién del papel de la cultura griega en la Historia del mundo. Para las concepciones tradicionales, la cultura griega representa un verdadero giro en la Historia, el descubrimiento de una nueva humanidad. El agudo sentido histérico del hombre ‘moderne, junto con nuestro superior conocimiento de la Historia, ha puesto de relieve muchas veces lo que en esa idolizacién habla de exclusivismo. Pero nuestro relativismo, junto con las ondas pasionales producidas por la proclamacion de! autogobierno en casi todos los rincones de la Tierra, amenaza por invertir radi- calmente la situacién y Hevarnos aun igualitarismo no menos errdneo. Es decir, a atribuir mds importancia a los rasgos comu- nes o similares que a los diferenciales. Se habla ya de un humanismo oriental o drabe equiparable en absoluto al occiden- tal. Pues bien, es el cardcter diferencial del hecho griego el que quisigramos subrayar aqui, asi como su importancia decisiva para toda la evolucién hist6rica posterior. Son estos dos rasgos, entiéndase bien, y no una superioridad absoluta en todos los terrenos, los que pretendemos reflejar aqui. esis, por supuesto, nada original, pero que conviene precisar dentro de la problema- tica de la teoria de las culturas. La tendencia igualitaria que en forma mas o menos abierta se ha difundido en Jos Gitimos tiempos halla también su reflejo en el, nuevo sistema de Jaspers, que va a servir de punto de partida a la discusién ulterior. Jaspers ha vuelto a la idea de considerar la Historia como un todo continuo, con lo cual rompe con los elementos utilizables de las concepciones de raiz historicista y se arriesga a caer en el esquematismo en linea recta que las prece- dio; en cambio supera, al menos a primera vista, el igualitarismo que criticamos. Pero aqui viene lo interesante. Para Jaspers ha- bria en el curso de la Historia dos inflexiones radicales, que crean periodos de signo diferemte: ka mis reciente, la revolucion indus- trial del siglo pasado; la otra, el llamado tiempo-eje, que corre a Jo largo de los afos 800 al 200 a. C. y en el cual una serie de pueblos habrian logrado una nueva conciencia de lo espiritual y de la libertad y dignidad humanas. Los grandes fil6sofos griegos, los profetas juidios, Zoroastro, Buda, Confucio y Lao-Tse serian los heraldos de esta nueva edad histérica. Son muchas las objeciones que pueden hacerse a esta altima teorfa, que presenta ya a primera vista un aspecto muy extrafo: coincidencia misteriosa e inexplicable entre una serie de pueblos aislados. Pero, aparte de esto, es imposible hallar un paralelo satisfactorio entre los diversos elementos religiosos del judaismo, au Sderates y Plaion y st muevo planteamiento budismo, zoroastrismo y taoismo, que proclaman una sumision del hombre a la divinidad —a veces, su aniquilamiento en ésta—, y la autonomia racional del individuo descubierta por los griegos. No se trata, insisto, de una superioridad del hecho griego en todos los aspectos, ni siquiera de una originalidad de todos ellos: el moralismo de algunas de estas religiones apunta a Esquilo y Platon, la mentalidad panteista de la India y la China no carece de paralelos en Grecia y algunos al menos de los temas de los profetas hebreos nos son recordados por los trigicos griegos. Lo esencial es que ese elemento decisivo para toda la humanidad posterior que es el indi lado que crea una sociedad auté- oma, apoyado en su sola razén y no en una fe o una creencia 0 norma tradicional, se da en Grecia en un grado mucho mayor. Zoroastro abomina de los fdolos y cree en un dios bueno, Ahura Mazda; pero proclama esta nueva creencia como una revolucién y exige fe, no comprensién. Lao-Tse no sale de'un vago pan- ieismo primigenio. Buda descubre de repente la vanidad de la existencia y predica el aniquilamiento personal. Y ,quién con- fundiria a los profetas hebreos con los filésofos griegos? Parale- lamente, las sociedades orientales viven sometidas a estructuras, y poderes admitidos sin mas. Lo mismo ocurre, incluso, fuera del llamado tiempo-eje, por ejemplo, en cl mahometismo. El mora- lismo es ciertamente una elevacién, pero puede proceder de una intuicién religiosa que rechaza el egoismo del ideal heroic y terreno de una época anterior. En Grecia, repito, hay paralelos mds © menos exactos de ese moralismo de base religiosa y, también, del panteismo y las religiones de salvacién. Pero existe, ademas, un elemento nuevo que es erréneo no aislar. Esto ha sido bien visto por Schachermeyr en un trabajo im- portante, su «Versuch einer Theorie zur griechischen Geschich- te», que forma un apéndice de su Griechische Geschichte. Para ‘Schachermeyr, las culturas orientales han alcanzado un estado de Verhalienheit, es decir, de civilizacién relativamente estatica 0 inmovil, en la que existe un encuadramiento rigido dentro de un sistema tradicional de normas 0 creencias. Cuando se crea una nueva religién —afadiriamos nosotros—, no por ello reacciona psicolégicamente de otro modo el individuo, que practicamente no existe todavia. Es un mundo de servidores —de los dioses, los reyes, las normas— en el que se acepta como natural y evidente el orden establecido. Se trata, en suma, de ejemplos de los que Toynbee llamé civilizaciones detenidas; pues, indudablemente, se trata de civilizaciones de un nivel incomparablemente superior al de los pueblos primitivos. Epilogo. Historia griega e historia del mundo 435 La esencia intima de estas civilizaciones es caracterizada por Scharchermeyr con la palabra Bindung. «atadura»: todo esta reglado y no existe conciencia del carsicter no absolutamente natural y necesario de esa regulacidn. Pues bien, para Schacher- meyr la novedad que ofrece la civilizacién grecorromana es que inicia una accién de «desatar» (enibinden) gracias a una nueva dindmica que rompe una a una las antiguas «ataduras». Scha- chermeyr no explica en qué consiste esa dindmica que, eviden- temente, no es otra cosa que la fuerza de la razon critica que ahora por primera vez entra en la Historia a velas desplegadas. Se crean [a autonomia del individuo, €l autogobierno de la ciu- Gad, la filosofia y la ciencia. Y también el individualismo desen- frenado y el relativismo. Schachermeyr traza un paralelo entre los diferentes estadios de Ja civilizacién grecorromana y de la occidental; tras la catdstrofe de la civilizacion micénica se crea en época griega arcaica una civilizacién satada», que luego se pone en movimiento mediante una serie de fuses progresivas en el sentido indicado; y cosa andloga sucede en la Edad Media, tras la catdstrofe de la civilizacién antigua, con la creacién de una nueva civilizacién en que prevalecen la norma y la «atadura» estitica, para irse liberando luego de cllas con el movimiento dindmico que se produce desde el Renacimiento. Bien que la Verhaltenheit © estado de inmovilidad medieval tiene un nivel superior y es menos rigurosa que la de la edad griega arcaica, precisamente por la perduracién de elementos antiguos y por el Cristianismo. Las ideas de Schachermeyr, una vez que su

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