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25 ate Matcola Paz y Alicia Morel * PERICO TREPA POR CHILE IsaN678.956.264-7465 EN TIERRA DEL FUEGO, PERICO DEBE DEJAR LA ESCUELA PARA CONVERTIRSE EN PASTOR, EL OFICIO DE SU PADRE. ‘SABE QUE VA AEXTRANAR A SU PROFE- ‘SORA, A SUS CONPANEROS, ESE GRAN [MAPA DE CHILE COLGADO EN LA MURA- LLA... PERO LO QUE PERICO AUN NO SABE ES QUE, SIN PROPONEASELO, ESTA A PUNTO DE EMPRENDER UNA AVENTURA MEMORABLE, EN LA QUE GRACUS A LA AVUDA DE DIFERENTES ‘AMIGOS PODRA CUMPLIR SU SUERO Y TREPAR FOR TODO CHILE. NARCELA PAZ V ALICIA NOREL SON 00S ECONOCICAS ESCRITOFAS CHLENAS. MARCELA PAZ ES LA CREADORA DEL POPULAR PERSONAJE PAPELUCHO Y GANADORA DEL PREMIO NACIONAL CE LITERATURA EN 1962. EN EDICIONES om HA PUBLICADO JACKY, PAZUCA EN LA BUNA, EL SOLDADIFO ROJO Y LoS PECOSOS, TODOS EN LA COLECCICN EL ARCO DE VAPOR. ALIC/A MOREL POSEE UNALARGA TRAYECTORIAEN LA.LUITERA- ‘TURA INFANTIL Y JUVENIL DE NUESTRO Pals. ES AUTORA DE MAS D= MEDIO CENTENAR DE UBAOS. EN EDICIONES 5M HA PUBLICADO LA COLECCISN 2E QUENTOS EL SECRETO DEL CARACOL. APARTIR DE9 ANOS * = = be 3 2 £ 8 2 S 2 3 = < = Marcela Paz y Al DE VAPO a Morel Perico trepa,por Chile EL BARCO DE VAPOR Perico trepa por Chile Marcela Paz y Alicia Morel 1 El fueguino iPerico, vuelve a contar! —Pero si conté bien, seforita. —Contaste solo hasa treinta... —la profesora parecia a punto de enojarse—. Escucha, Pe ya es hora de que pongas atencién. Saies | escribir, pera cuentas solo hasta treinte. Qué Toda la clase sabe contar hasta mil 0 miré al suelo, Tenia sus razones para no saber contar como Los otros. Pero no padia decirlas. Empez6 a pasar el dedo en torno al pupitre. —jPerico! i, sefiorita —se levanté y miré de frente a la maestra. —{Tienes alguna preocupacién? ¢Hay proble- mas en tu casa? Perico miré a sus compaferos que refan y también rid. Sus grandes dientes blancos sepa- rados brillaban en su cara morena, més morene por e! acholo, En realidad, no sabia si todos se veian de él y tampoco entendia las preguntas de a profesora. Por fin se deci 6 a contestar: Si, seForita, hay problemas... —dijo. —Bien, Pe-ico, hablaremos después —y con- inué lz clase. Perico tenia ocho afios y Ie gustaba mucho ir ida sar con los compaiieras, Su era muy sola en el rancho de su pedr ‘Tan lejos que para ir a la escuela hacerle er el caballo de su padre y tan nimal cor epezaba nen Tierra del Fuego, la zona mais a :, dence los cias son tan cortosen inviers0 que apenes hay cinco horas de luz. Al revés, en rvierno. Pero ei siquiera no son tan largos que todos se acostaban en pleno dia, porque le noche era le corta. En sus pequefas tierras de lomes suav padre de Perico criaba ov el as finas, que él mismo pasto-eaba. Le habia dicho a Perico que el dia que pudiera con-ar hasta cincuenta, tendria que hacerse cargo del rebano. Pe! continua: yendo a la escue’a, aunque pera Hegar a ria gue $3 helade que lo traspasaba mas que la nieve. Y por eso Perico ro aprend mi toda mi vida contando ovejas, como é pensaba Perico mirando el largo mapa de Chile que colgaba en un muro de “a sala de clases No. Algtin cia treparé por mi igual que arafia, Reco-reré haste el Gitims rincn Pero esa misma noche, durance padre le d erica Sreferi ir a veces con dura Muvia y el vi adre me pone de pastor, tendré que comida, su —Perico, desde mafana cui ards mis ovejas. Empieza ayudes. —Pero papé, usted tiene circuenta ov s6lo sé contar hasta treinta. —Con;ards las treinte y luego veirte mis. Ast regas. A Perico se le alargé la cara. Ya no volver las fiestas de fin de ano > de su pa- buen Sempo y es hora de que me jas. Yo sebras que estin ab aa la escuela, no vi no galoperia a todo lo que dab dze para llegar a tiemzo. Se aburriria atrozmente s, solo, entre cuic Sintié ganas de Hlorar, porque nar las sorgresas y aventuras de su nueva vida, —Al menos podré ir a desped 208 y de mi meestra... —moque¢ 30. Luego vuelves al monte, ami a donde esperdndote Desde ese momento, la escuela se convirtio en lo mas maravilloso y alegre de su vida. Son6 toda la noche con sus compaferos que co: y gritaban jugando. Parecian tener alas y vo sobre los patios... Se desperts y pa cazallo, Galopaba pensando en la lo esperaria un par de horas desoués No quiso decitles @ sus amigos que ya ro vol- No cuer’a ¢ ompadecieran. Qu.za se contaria a la profeso:a, Llego hasta su pupitre y se senté como todos los dias. Trataba de no penser que al salir a recreo se irfa para siem>re de ese mundo y seria un pastor. Solo. Muco. Con lo 9 disimulo, sac6 un clavo de su bolsillo y grabo su nombre en su pusitre: “Perico el trepador’ Sali6 con todos al recreo, y de pronto s2 acercd a su profesora y, sin mirarla, le dijo: —No volveré. Desde ahora cuidaré de mi padre... —y r comentario, corrid hacia el cobertizo, apreté la cincha a su caballo y, montands de un salto, partis a todo galope Lleg6 al lugar del pastoreo. No hes traico elmuerzo y es tarde —dijo su padre—. Serd mejor gue empieces desde mafiana... —No, pepa, hii dijiste que empezaria hoy. Debis:e Hegar mds temprano para eso. Lle- va al rosillo a casa. Esté todo sudado, tranco, Almuerza Por un momento, Perico sintié rabia. ¢Por qué 5 ovejas nm esper Io habian hecho volver de la escuela a media mafiana? Luego reaccioné, al torcer la rienda y encaminarse paso a paso a su -ancho. Tenia que olvidarse del colegio. Al fin y al cabo, un dia u otro, todos dejan la escuela para irse a trabajar, Ahora de pastor... ¥ vio la imagen del pastorcito del nacimiento con su flauta. Si, él podfa hacerse una de cana. Con su flauta lamarfa a las jas, inventeria ura melodie zara ellas y para e mundo entero. Quizé seria un flautista famoso y entonces v:ajaria por todo Chile hasta legar a Arica. Bien caminados, quizé podria hacer ¢ recorride er una semana, El resillo alargaba el camino con su lenta mar- cha. A él no Ie pasaria eso —pensaba Perico— tocaba pensar en algo para no aburrirse ve- 10 nunca se Aabia cansado. Seguramente el rosillo era viejo. Lo dejé pastar un rato onar luego sintis sus propias cipas. —Yo también tengo hambre —Ie dijo tixandolo ge la rienda—. jAndando! Esa noche, cuando Perico se metié a la cama junto a su hermano chico, su padre le indicé: Mefiana tendrds que levanterte més termpra- n no. Yo te despertaré. Y levarés tu almuerzc el morral con lo gue te ha preparado tu mad: y apreté bien los Perico se tapé con la frazad ojos que querian —Ella ro es mi madre —murmuré bajo la ropa—. Mi madre estd en el cielo, Ella es pura- mente mi madrastra, la madre de mis hermanos chicos. Pero no mia. Mi madre es linda, mucho més buena y me quiere tremendo porque yo soy su tinico hijo y ella es mi Gniea madre. jEntera mia’ Sorbidé con fuerza y apreté la cabeza contra el colch6n, :ratando de dominar su pena. Ms le valia pensar en las melodias de su flauta, en ser famoso por su misica, en Henar Tierra del Fuego cc poder de sus canciones... No miraria dema: alas ovejas. Las cuidaria, si, pero estaria mirando s mucho més lejos. Flautista famoso y trotatie de Chile; esa era su arrbicién.. 1 2 {Falta una! ' Le paree 6 que recién se habia dormido cuando su padre lo desper-6 remeciénd sin despercar a su hermano chico. Su madrascra y la hermanita menor dormian atin. La cocinilla estaba encendida y e. cuarto o café y pan tostado. Su padre remo Mas sobre olla. FI desayuno tenia un sabor especial; asf, compat entre él y su papa —Te pondras mi poncho viejo. FI fsio pica mucro a esta hora —le dijo su padre. es brasas y la leche subia en —Puedo levarme un cuchillo? Quiero hacerme una flauta de cafia —explicé Perico. El padre eligié uno. No tenia mango ni filo, pero eso no era problema, ya que lo afilaria en una piedra El poncho, al ponerselo, llez6 al suelo. Mejor, asf lo calentaa entero tes nges demasiado con la flauta. Recuerda que estas trabajanco y cuidando del ganado. No puede perderse ura oveje Salieron juntos y levaniaron la tranca del corral Las ovejas se empujazon impacientes por salir a co- mery pertieron atropelléndose en la escasa claridad. 12 Perico las siguid y en el camino ubied a tientas unas caiias que cor:6 para llevar consigo. —Mientras esté oscuro, no te preocupes. Las ovejas estarin juntas y no se moverdn com:endo el pasto con rocio, Cuando terminen de ramonear, ya habré aclarado. Trotando junto a su padre, sintio Perico que se calentaba, a pesar del aire helado, Los dias ndo legaba el verano. empezaban a alargerse cu Por fin se desuvo e. resaro. El padre de Perico se despidié repitiends sus recomendaciones y volvi6 e casa ‘erico se dejé caer sobre los cojines de pasto asgero y htimeco y afirmé su eabeza en e! morral para dormir otro poco. familiar y casero que lo hacia sentirse acompanado cielo, donde, ent: mientras miraba niebla, navegaban ‘asestrellas. Descubr unas que parecian un volantin gigante y pensé ponerles nombre, pero el sueso le cemé los ojos. Lo desperts un extraiio cosqu vapares de entreellas leo. Algo corri6 sunariz. Perico sobresu cuerpo y Heg6a rasguite dio un salto justo a tiempo para ver desazarecer un cururo en su pequefia cuev: ispecie de rat insult6—. Me sacas:e de un lindo suefo... —y se pu Ja cafta la cueva del curur Ya era de dia y Perico recordé de pronto su trabajo. Con espento se vio solo en el Hano, Nin- guna oveja se divisaba Sor ningtin lado. Creyé vivir una horrible pesa zEstaré despierio? —se pregunté dandose un a escarbar con 13 do a otro, pero sta. Quiza cu ‘aba de susto, viera un perro o} padre debe darm me pierden las ov cuando ni siquiera 7 En un grupo cor y dos que pastab. diacisiete, se a pito al lugar ¢ aguanté porgue primer perdida, (Qu laba el —Podria ser Se deslizé por la Joma y a medica que se acer- caba, el bulio se parecfa mas a una oveja. Por fin estuvo cerca y, ya seguro, le extrafié Ia rara actitud det animal: esteba inmovil, con la cabeza levantada y no comia. Perico legé hasta ella y comprendié lo que pasaba: es:aba dando vida a una ovejita, pero tenia problemas. Vio en sus ojos una terrible angustia: lo miraba como pidiendo su ayuda. El corderito tenia solo la cabeza y una pata afuera y se esforzaba inditilmente en tratar de edelantar su otra pati isto muchas veces a su padre ayudando a una oveja en situaciones como esta y no vacilé en imitaclo. Solo que le faltaban fuerzas... Loged aleanzar la petite doslada y sus manos inseguras pudieron sacarla de su aprieto. La oveja madre se levarté del paiar en que estaba echada, mientras Perizo recogia en sus brazos al corderito que respiraba ral. Sujets su cabeza en sus brazos, que cafa sin aliento, ¥ poco a poco loge que la sostuviera. Los ojos asustados se calmaban y cuando ‘a aceres a ‘a madre, ella lengiieted el hociquito negro y fue limpiando a a. La recién nacida hizo un esfuerzo por levantarse, pero no pudo tenerse en pie. Por un ra‘o Perico ol s de pastor; era comiend: padre a sorprenderla lejos ds sus debe confiaba en que el pifio reunido sig: y que no llegara si del rebano. Al fis Ja ovejite bale Ia Jevanté en brazos pa: spin tranquiia. Perico darle calor y se encaminé hecia donde estaban las otras. La macire los siguis. 16 Con el animalito en sus brazos, Perico sentia una ifo con silbides, como habia visto hacer a en las estancias. 8 arrie ;Caramba! Apenas quierc una cosa, la tengo —pens6 mirando con atenciér las marioras del rado: el perro se ech6 al suelo, en de aquellos que se crien solitarios y rabi que cuando se juntan en manadas pueden comerse un rebafio entero. Se desaté el lazo que llevaba siempze consigo amarrado a Ja cintura y se lanz6 contra el perro a latigazos, dispuest> a vender cara la vida de sus ovejas. —iAh, ah, salvaie! iYo te las voy a dar! Sus gritos asustaron momentani animal, que solt6 su presa. ¥ e: cameo, como si —gritabe a todo pulmon— ameate al comprendiera su obligacién, egacx6 le cabezota y empez6 a escarzar el suelo v a dar topetadas en el aire. —iVamos, macho, ayti rujeres! —soguia gritando Perico, haciendo girar e: litigo como una hélice. Las ovejas se apifiaban lejos, indo hacia el llano y, 2 as, iba la oveja madre. La corcerita nueva habia quedado atrés, balaba débilmente y en vano queria mientras ef perro salvaje se le acercaba evantarse, galope De dos saltos, Perico estuvo junto a ella y se- cAndose la manta in dejar de da> grito tisé sobre el perro raros que asustaban al 20 se debatia envueltoen la manta y Pericoaprovechd para -anzarle una piedra. BI perro quedé quieto; ‘did la piedra, de buen tamaio, lo habi Tom6 en brazos a ‘a ovejita y 1a acaricié para alejar sus temores. Estoy para culdarte —le decia—, ne debes tener miedo de los persos salvajes cuando yo istoy cerca. Entrelanio, riraba sin pestafe rel bulto del perro, cubierto con su porcro gris. En cualquier momento podia recuperarse, lanzarse de nuevo al asalto. Bajé al suelo a la oveja y ‘e estird las palas, tratando de que se sostuviera; pe piemas eran déciles y miraba a ojos de botones tratando de explicarselo. En un impulso, volvié a levantarla en sus bsazos, —Oye, Mirasol, ese seré tu nombre, porque no hay otro mas lindo para ti. Yo, el igual que ta, me demoré en aprender a caminar. Pero lo nsayandio hasta que me result sol sonrefa, aunque seguia estuve Le parecié gue M temblando. —No debes tenerme mieco mente—, Debes con‘iar en mi. No quiero qu tengas mizdo... —y sin saber por qué, bes6 a la corderita y ella le lami tis extraiia alegria. Era la primera vez que alguien le hacfa caritio. No recordaba fos que seguramente Ie hizo su madre, porque ella murié antes de que é\ tuviera nemori La oveja madre estaba ahora a su lado. Puso a Mirasol en el suelo para juntarlas, Luego, arman- Ja acarici6 suave- me ja cara, Per: at dose de valor, se acercé al bulto del perso para recuperar su poncho. Recogié la misma piesra grandota y la cafia que pensaba un dia usar para las bellenas, Al levantar le manta, perro salvaje despertacia para atacarlo y tendria que defende Se aceras poco a poco. Mirasol mamaba lejos, moviendo su colita de felicidad, El rebaio se ha- bia tranquilizado y pastaba a distancia. Tendrian tiempo de huir si el animal enloquecido atacaba de nuevo. Con mucho cuicado la punte del pon- cho y lo levanté. Las patas rigicas del perso no se agitaron. El aturdico no desperts y esto dio confianza ¢ Perico. —iCeramba! Le pegué en la cabeza. Soy bas- tante capo en punterfa a ciegas. El perro tenia el hoc: sangre goteaba entre sus dientes. —jPareces bien aturdido! —exclam6 inelinéndo- se sobre el suerpo—. No me digas que te maté. No lo pensé, solo quise defender a mi rebaiio. Seatrevis a tocar al animal y ‘uego lo dio vuelta. —Te mats sin querer —dijo como cisculpan- dose—. Lo que se llama en defensa propia Sentia ura rara sensacién de remord:miento, una tristeza. Quizd no era de hombre apenarse asi. Siel perro no hubiera estado loco, habria sido su mejor compafero. Sacudié la cabeza para tirar lejos la con“usin que Jo Henaba: —No debs olvidar que soy el de mejor punte: en toda Tie-ra del Fuego. Quid de todo Chile Y miré al cielo, triunfante. Entonces 22 4 ¢Ovnis o marcianos? Vio un punto en el espacio ezul. $2 acercaba desde gran altura. Podia ser un marciano en su pletillo volador, 9 quizd un ovri. Eran cosas que contaban en la escuela sus compaieros, y cuando la profesora los ofa, explicaba: “Hey gente qu dice haberlos visto, incluso e> Punta Arenas, pe —Puede ser uno de esos —exclamé alborota- do— y yo lo veré y podré estudiarlo, Rio al darse cuenta de cue hablaba en voz alta —Se nota que estoy solo todo el dia, ya habl conmigo y no me aburro. El “platilio” brillaba y se acerceba a gran vel cidad. E pastorco lo estaba poniendo imaginativo, ademas de hacerlo hablar solo, porque lo que se aproximaba era un simple aviér, une de tanto que van ce Cerro Sombrero a Manantiales y a Punta Arenas en los afanes petroleros. Su Tierra del Fuego era muy importante con sus “pozos de coro negro, por la escasez mundial”, como decia la profesora. Pero este avidn que se acerceba parecia mas chico, “r4gil e inseguro. No surcaba el cielo como una Zala, como algunos que viera; 23 a ebajo, tratando de sacarsels. oto abrié les ojos, pero no dijo nada —Yoy a buscar ayuda —le explicé el pastor, 1 pi sacindose el gorro y apartardo el humo, Pertio a toda carrera hacia su casa pensando que su padre pod:fa hacer lgo por el herido. O 4 mismo partirfa al galope an su viejo caba‘lo a dar aviso al retén de carabineros. José, su hermano chico, salié a su encuentro. —Se cay6 un avién —grité—, mi mama y yo lo vimos —Si, casi me cayé encima. :Ha vuelto papa? —No. Perico fue en busca de su madrastra, gue habia dejado de cocinar y se azreglaba para ire dar aviso a los carabineros de lo que habian v —Tia, e: piloto esté heride y bastante mal —dijo Perico, —Liévale esto mi botella del “fuerte’—. Mencs mai que est vivo —continué—. Iba saliendo para ir a pedirle al compadire que dé aviso por radio... Lléva'e esto al piloto y dile que venaré pronto la ambulancia José quedard cuidendo la casa y a cu hermana mientras vuelvo. José alarg6 sus labios a punto de hacer puche- ros; se morfa de ganas de ir a ver el desastre: era ntras tato —la tia le pasé la el primer accidente que v loco de curiosidad. Perieo, entretanto, se tomaba un enortre vaso de agua. Luego Ilené una botel y, cogienco la que contenia el “fuerte”, partié corriende con ellas por las lomas. Aungue le dio en su vida y estaba 26 una puntada, siguié, acortanco apenes el paso. El camino ie parecia interminabie... Menos mal que ya divisaba el humo de los restos del avién y eso Jo animaba @ contiruar sin darse un deseanse. El piloto estaba menos eturdido y acepté el trago de aguarciente —La tia fue a pedir ayuda —dijo Perica, viendo la mirada del piloto, —Gracias, me salvaste la vida. tengo una pierna guebrada y no puedo mo —Hay un hospital en Porverir y otro en Ce-ro Sombrero. En todo caso, pronto vendran a bus- carlo, porque lo vieron de muchas partes sa era la vertaja de aquella parte plana de la isla, que todo se veia El piloto bedié otro poco. Tenfe las manos guemadas, no padia moverlas y Perico le acere la botella a la boca. —Yo Io estaba mirando cuando volaba al Je dijo— y entonces lo vi caer como un péjaro al que le han pegado un hondazo. —No pude evitarlo. Algo le pasé al motor. Perdf altura con snucha sapidez... Fue terrible. Vi venir el suelo. Alcarcé a dar eviso por radio. Cerré otra vez los ojos. Gjali se hubiera do- mido, No se quejaba, aunque sus piernas debian dolerle y las manos y todo el caerpo. Entonces divis6 a los lejos algo que se acerca- ba: era el jeep de los carabineros. Seguramente vieron caer el aparato 0 quiza oyeron el llamado por radio, porque cra imposible que su madrastra habiera logrado comunicarse tan pronto, ero Me temo que me 7 Perico sontié al ver ios brincos que daba el jeep por las lorras. Aleanz6 a distinguir que venfan tres personas en 6) ra su madrastra! fa? —pregunté el carabinero practican‘e que ‘enia una ctuz roja en le manga. Salté al suelo al ver que Perico asentia y corrid una Sombrero po- rastra—. Yo por e: camino y les servi de guta. Todos se acercaron mien radio —ex| ps encontré as el practicante examinaba cuidadosamente al siloto pregu indole “zle duele?” a cade -ato. Luego le nyeecién y armando una camilla de recostaron al herido en ella y lo una evaron al Se alejaron muy Iento para no dar coveos. Su madrastra partié con el con sus oveias, otra vez se quedé s 28 5 Terrible amenaza Cuando volvi6 a su casa, su padre habia tle- gado. La madrastra le contaba la caida del avi6n y el rescate del piloto. Serfa tema para muchas tardes, ahi donde casi no sucedie nada —Hola, hijo, ges verdad que lo viste caer? —Si. Lo habia divisado cuando tocavia era un punto en el cie-o, Al verlo bajar tan brusco, pen que e:a un dguila, pero en ese instante se convirtid en avién, viniéndose ebejo, cerquita de rr Te cio miedo? Ni me acuerdo, porque corri altiro al verlo arder. —jTe acercaste? —Caro. Ayudé al piloto que 10 podia salir, porque estaba amarrado. Con el cuchillo corté Ta correa. —zNo te quemaste las manos? Perico se las miré. —Chamuscadas no mas, Me do:ian los ojos con el humo, pero me me hasta las narices. 2Y el piloto? —Tuye que hacer harta fuerza para saca-l ja gorra para taparme 29 Después dijo que tal vez tenfa una pierna que- brada. —<¥ entonces? —Vine corriendo a casa a dar aviso y pedir ayuda, La tia me dio un frasquite con fuerte para llevarle, Le costé tragarlo, pero ar La tia sonre‘a esperando alabanzas. —Suponge que reg'strarias el avion después que se llevaron al pilo:o —pregunté su padre —Primero recog las oveias. Luego voly’dond2 humeaba todavia. Era et primer avién al que m2 acereaba, aunque ya no quedaba mucho de él. Estaba casi oscuro, pero le eché otra mireda antes de venirme. Los fierros retcreidos ya se habjan enfriado. Encontré esto y lo guardé de recuerde. 8 ojos, Perico alargé a su sadze una pistola medio fundida, ‘aramba, un recuerdo sSlidi i —rid su padre. —{Sirve? —pregun:6 e! nino. Su padre se la devolvio sonriende -Si, come recuerdo so! fregé. Nunca podré funcionar, Perico. —Da igual, no habia pensedo matar a nadie... Te portaste bien hombre, hijo, Porque ya eres, hombre. Bien mereees tu recuerdo... Pero ahora tengo que contarte mis negocios. Exes parte de m equipo. Vendi las bestias 2 un gringo y vendrds conmigo a entregérselas, Es un viaje de estuerzo para ti, pero si trabajes conmigo. Perico sintié algo raro, como ganas de tora” Por un lado le halagaba que su padre lo tomara en cuente. Pe: mente. se llevarian a Mirasol y ese ie dolia tremendo. Con un estuerzo grande, se tragé la pena. —gLas vendiste todas, papa? —pregunté al fin —Clarito. Las cincuenta, Son finas, estan pre- ciosas y me pagaron bien. Compraré nuevas que crecerdn y engorderan a tu cuidad: —Y entonces les venders —marmuré F tristemente. iBravo! capaces de formar un ganado de seleccién. jY ti padre, sin darse cuente ntendiste el negocio. No todos sor vas como socio! —rid de la pena de Perico. Habia vendido a la oveja madre y coz ella se iia la erie recién nacida. La pobre no podia sepe~ ria con ella... Aunque le rarse de su made y se explicara a su padre la verdad y su pena, igual se irfa Mirasol. No iba a deshacer el negocio por eso. Esa noche, mientras todos dormian, Perico tomé una decisién: partirfa con su ovejita, fuera ella donde fuera. Lo necesi:aba para no morir aplastada por las otras y él la necesitaba a ella porque era su Gnica cosa propia A la mafiana siguiente, su padre lo esperaba con el desayune como el prmer dia de trabajo. Le gustaba estar solo con él, sin los hermanos chicos ni su madrastra. No median el pan, ni la leche ni el azticar mientras hablaban de muchas cosas que interesaban a los dos. —Iré contigo a ver las ovejas y el avién caido —dijo el padre sopeando el pan en su jarro. Perico comprendié que habia legado el mo- mento de contarle lo de Mirasol, ¢Qué pasaria 31 entonces? Los grandes son duenos de muchas cosas y no entiender lo i portante que es para algo propio: un a Empezaba a aclavar cuando sa Sincieron un galope. 2Q: horas? E) pacre se det un nifo tene! Nn podria venir a esas vo. grité a Perico —jlré mas tarde! I re sus olviends ra_una suecte. Una gran suer s tranc: erico ab plviéndola ¥ recogid a ia ove) nla mier en ras azuzaba al resan\ en sum o hacia les lomas. —Dios me esté ayudando —pens6 e' nil Nada se puede sino empujan de arriba. Oj que mi padre se entretenga bas a ver el ganado. Las estrellas amigas se iban borrando en ef ielo. Esta vex las ov nt y no venga jas buscaron paste més lejos, lo cue daba tiempo para ver si alguien se acercaba. Acomodd a Mirasol jun:o a la madre y comenzé a sacar sonidos ¢ - 1 flauta De pronto se dio cuenta de q sobre sus patas que a colita como un remolino ape madre. Perico se ale: mentarse sola, pe ela ove) fa. estabe vada contra la ovej rd de ver que ya podia 1 sinti v ie punzada de —Soy tan egoista como el José —pensé eno- jado—. La queria paca mé, tuilida, y ahora me apena verla sana. Menos mal, asi el gringo, descubre, tendré que pagar por ella y entor la cuidara 32 Tomé su flauta y ensay6, sin qvitar la vista de su oveja, une cancién para ple, pero linda, y melodia muy si repitié une cereaba. Al poco « carabineros, que seg ci avién destrozad ntarse con cllos. El carabinero que Dio una mirada al rebatio y corrié a j mangjaba lo reconocid y lo presenté a su acom pefiante: —Aqui tiene al salvador del pilot —Teniet Campos. te le estrecho | y con fuerza. teniei > confirmar prefiero oft 10 de los hechos. Eres el lestigo princip. mportarte. El teniente se Perico se sintié mu acomod6 e que contara el pastor. Informé que e’ piloto estaba recuperdndose cunque tenia quecradas ambas piernas y muchas quemaduras. El nine volvi6 a y e7 seguida cl teniente le relataz de eseribin, - Quieres Inco acabi alargs el pap nes que mar tu declaraci leer lo que anote? Perico dijo que no. E siempre leyera antes de firmar, pero el pastor pens6 que con Io lento que lea, iba a pasar un la firma, Tomé el lapiz. del segura, el teniente, teniente le aconsejé que buen rato antes teniente y puso su nombre con letra —Gracies por tu confianza di Entretanto, el otro carebinero examinaba los restos del avidn, y apari6 cue mostré a su jefe. Igunas piezas metélicas La matricula —dijo indicando una lata en- oscada—. El niimero del motor y lo que queda de la rad o. —Todo fundido —confirms el tenien‘e. El porito averiguaré ‘a razén de! accidente con estas piezas. Perico recordé la pistola que recogié como recuerdo, pero no dijo naca. Se la quitarian aurque n3 servia ya, En camb:o para él formebe parte de su tesoro, Se despidié ce los del jeep y volvié dende sus ovejas, que se habian disper sado. Mientras reunia el rebaiio, tocé la flaute junto a Mirasol; las ovejas parecfan escucharla, aprenderian pronto a seguirlo pe Lo que ras le inter su Mirascl melodia ba era que la aprenciera Cuando al anochecer Baltasar asomé timida- mente en al , Perico hizo sorar su flauta paza que el rebatio emprendiera el regreso. Varias veces repitid el sonido y con su cafa larga empujé a las remoloras. De pronto recordé que no vo 5 pastos, fa con ellas a Av dia siguiente partiria con su padre a ertregarlas a! gringo, Ctras iban a ser las ove as que tendria que cuidar, Pero nose separaria nunca de Mirasol. La tomo en brazos y regresé al rar-cho sin sospechar lo que traerfe la siguiente mafiana. 34 6 Y ahora gqué? Al llegar a su casa advirtié un enorme camién corralero, casi tan grande como el rancho. Sentados a la mesa con su padre hal hombres. Uno de ellos tenfa una barba rubia y al momento el pastor comprerdié que cra el gringo al que su padre le vendié las ovejas. Tomaban aguardiente, mientras cnirriaban unos cos' lares sabrosos en la coci Su padre lo p: que era “el salvador” del pilato, Perico se sintié nt6 a los hombees, agregando enrojecer y empezé a molestarle que re la historia. —Ademas es Cuida mi ganado —y agregs, dirigiéndose a él—: Perico, el sefior Smith prefirid venir en su camién s mi socio —decia el padre a buscar las ovejas, porque dice que pierden peso con el viaje a pie y que, como son finas, sueden quebrarse les patas. Y se eché a reir estrepitosamente —Usted no tiene miedo a viajar ce noche —comenté su madrastra al gringo. —Casi no hay noche ahora —ri6 él ahorra tiempo. 36 —Tiempo y plata —di‘o el padre —Sobre todo platita, porque a mi ayudante le page por horas —y el sefior Smith le p. codazo a su joven companero que bebia Los ojos de Perico by el momento. Aun s 2 manta y veia sus 00s suplicantes pidiéndole que no la abandonara. Como dertro de é na orden, una vor, vardn las ovejas $i Dos y el aguardiente lo pesmiten —con- testo inister Smith y rié de nuevo. Se empné el vaso y a Perico le cargé su risa, 1 barba dura, rojiza, que le hacia recordar a un pirata male, cruel, asesino de ¢ Se fue al rineén donde dormia con su her mano y sacé cuidadosamente ce debajo d colchén su pistola fundida. La escondié en su bolsillo y volvié a la mesa, donde ya estaba servido su plato. . Tenia Fambre pero se cuidé de comer solo un poco; queria guardar algo para el ser largo. Llevaria su flauta, su cachillo, su pisto- la y Ios px . No imaginaba hacia qué Jugares tend:fa que seguir a Mirasol. Por de pronto, le estorbaba la manta oscura; si iba ¢ mezclerse con el rebaro deberia parecerse adi “Toma ur trago o te daré frie —le dijo el compefiero de Smith que pod i ahorros que te 36 Perico sonrié al nombre gue le caia simpati- co y se cal6 la vieja chomba de lana de ovejas, tan parecida a ellas mismas. Recogié sui plate y pregunté si podie guardar su racién para el dia siguiente, Nadie le contests ‘Cuando ai amanecer lo remecieron, no recor daba su preocupacién de aventuras y le casté volver a la realidad. —Vamos, hombre, echar el rebano al camién... Perico salt al suelo y al mo vino a la memoria su: proyecto. Répidamente cogié el paquete que habia pzeparado y lo echs darme a tienes qu ay ese la cara le en su morrel Afuera la noche era muy os orillando Baltasar, que le serviria de g . Abrié las trancas y fue despertando @ Aun a a, peso estaba encaso necesa las ovejas y empujindolas hacia afue-: escondié en su chomba. E] pioneia y el gringo habfan ajustade el puente; n. Por él podian pasar es- trechamente una a una y entre los tres hombres las iban contando. —Cuando verdo ganaco yom y cuando lo compro, igual —decia Smith, sin tientas descubrié a Mirasol y loa. cam mo lo cuento, perder la cuenta. A Perico le parecié que esa frase le echaba el mundo encima, ;Como iba él a meterse al camién con su ovejita? Se fue quedando atras con Mirasol y la madre. Habia cue turbar al gringo en la cuenta, A pesar del frio, traspirabe. —Treinta y siete, treinte y ocho —contaban las voces roncas, Se acerceba su turno. | Cogié a la madre de Mirasol y lomo, ‘orzdndola a subirel puente. L trep6, pero cuando el pastor se apart de su lado, se echo atrés y armé el desorder. entre las que segui —Llevabamos cuarente y tres —dijo el gringo con rabia —Yo conté cuarenta y cuatro —alegé su padre. azras. Solo han subids —Si, pero una se vo! cuarenta y tres Perico dio un nuevo empujén a la oveja madr= hace asar junto a confiado en le oscuridad, se arries; pucntecillo y ga la por baj sus patas, —Abcra si que van cuarenta y cuatro —grité Smith Pero al continuar contandole cuenta y una. —Usted tenie raz6n, sefior Smith, Mis ovejas le salieron cin- son neuenta, EI gringo rié —Y¥o runce me egu Y subis el puente ama C0. dolo a la barand: ya bien fija en el cam y ‘me —afiadis, mientras Perico se acomodaba entre las patas del ganado del primer piso, lo que no dejaba de ser incémodo. Ya se las arreglaria para subirse al de arriba cuande pudiera. Oyé los adioses y el motor del vehicule apagé cuelquier otro ruido. Los focos iluminaron 38 casi lo de: 40 las praderas y partiero lo. Por lo demas, no se iba para etico respi lori6, pero ahora jamés Su padre 7 Rumbo desconocido 1 60 era sola y ests Perono fue ast. A veces, lo que se planea resulta muy diferente y sucede lo que nunca se pensd Perico se acomods en un rineén cerca de la bacanda con Mirasol cn sus rodillas. La madre, a ia de coj‘n. Iba calenti:o entre anas gue amo-tiguaban los sltos y se sus espaldas, le ser sus grucsa durmié sin problemas. Nux Cuando el era pleno dfa. en ur barranc6n, Hebia algun. Fi supo cuanto viajd midin se detuvo, abrié | os hombres se baja S ojos y mn aalmorzar casas y calles, ico aprovecnd para com Jas belaban, empujindose. Seguramente tenian hambre y extratia>at tad de las lomas y el pasto mojado de cada dia. Mirasol era la Gnica que se alimentaba con la leche ce su ma tay ely 147 solitarias y Perica asomé su cabeza revu . Las algunos arboles inclinados por el se movian como haciéndole seftas. Pasaron dos personas agachadas defendiéndose nadas le refrescé la calles es nto austra’ nto, otras caminaban hacia atrds arr del 18 MUTOS Para No caer. 41 Al mirar a su alrededor, Perico empez6 a reconocer Puerto Porvenis, donde una vez vito con si: Jadre. En esa ocasi un frigor: corderos: los conv granate. Jamas 1 dia fue muy largo esper. largo de luz tambicn. Perico, miranco co: solo estu jeron en ‘0, donde congelaban |a carne de los de hielo color i su merienda. Persabe en los patagones, enormes gue antes poblaron su tierra. Decian que ahora guedaban muy poces, escondidos en cel poniente de le gran isla Ds canales De pronto aparecié el g-ingo con su pione Trafan sus orros muy m ponchos avanzando contra dos y abrazaban horrible viento. page 1e preocuparse de alimentar ol ganado para que no piesa peso n, acclerand s del puerto. Bruscamente frenaron zDonde estaban? Este si que era nocido. Tenfa un ruide nueve, un que Perico nunea antes escucnd cijo Smizh—. Tar para un embarque. Ahora hay ¢ ny partie n lugar deseo- lor nuevo, alg | ols jams. 42 8 ;Contratado! —jAre! jUh, uh! jArze! —gritaba una voz 4spera. Un irio afilado hirié la espalda de Peri al so:tarse las ovejas que lo apretaban. El puente ya estaba puesto en el camisn y no dio tiempe al muchacho para pensar en el peligro inmediato Las ovejas bajaban medio tullidas. EI gringo las picaneeba brutalmente. Perico salt6 afuera junto a la cabina y, una ver. en tierra firme, se jugé entero, acercandose alos hombres, Habfa una g-an bareaza atracada al muelle donde por otro puente trepaban semia- turdidas las ovejas. —Puedo ayudar? —pregunté acereéndose— Soy pastor. | pioneta lo miré fijamente; por un momento ‘a. Perico creyé que lo recone —Parece que te he visto antes... :Verdad, amigo? —le pregunté, Perico negs con la cabeza y empez6 a levantar las ovejas tullidesestirando sus patas suavemente. Hacta bastante fuerza y esto lo notaron los otros —Eres en verdad pastor —dijo el gringo con . Y te necesizamos. Te ganarés unos feroz risotada: 43 pesos si haces comer y beber al rebano. iG Entrd en accidn camo teenico. Empezo a ral pifto con maestria. Las ov on y sintié gratitud hacia los inocentes ar levados a cualg as lo reconocie- males, parte sor los hombres —jEres de equi? —pregunté el gringo, m: “ind con atencién—. Aunque hace afos que abajamos con ove'as, no sabemos manejarlas smo ti Perico conteste in volver la cabeza. ‘No, no soy de Porvenir. Vengo de tier-a adentro ~y sae su flauta como quien muestra un mento, Necesitaba ganar tiempo y demorar la tarea para que no descurtie: la boca y comenz6 a tinica melodia que le result —jHabré pasto aqui? —pregunid luego al gringo—. Si han viejado mucha, lo nece: que el agua —No te preacupes, ya ree bordo —co Hizo sefas al pioneta y grité a Perico: —Cuidales mientras volver-os 5¢ alejaror, pero miraban hacia atrés para a. pastor. ‘Seitor, que no me reconozcan Mirasol y yo estamos perdidos si tti no 10s ayudas Se sentia censacio y hambriento. Pero habia que actuar réido, antes de que volvieran los satrones. Con estuerzo levents a Jas ultimas ovejas y sul al cami6a para bajar a Mirasol. Corrié con ella por la pianchada terdida en:-e la barcaza y el iba. 44 6. Acamodé a sa as él muelle, y todo el pinto ‘o si oveiita junto a la madre, que siempre iba aba la tarea cuand Term regresaron los dos hombres. —Bien, c —dijoe gringo, tienes pasta de ovejero, {Quieres venir con nosotros? Si, seftor —Andando, enzonces. Stiseie a la barcaza, Su suerte estaba echada. No habia pesibil dad de volver airs. Lo importante era salvar a oveja. Mas adelante veria cémo regresar a casa. La cabeza de Perico empez6 a furconar ace leradz. ;Adénde iban? Matar No; oy que el gringo las compré por las ovejas al otro lad finas, no resultaba el negocio... :Las congelarian? ~De qué manera podria salvar a la suy Los hombres hablaban junto a él, pero no pi nia atencidn. Su problema bailaba en su cabeza y ademas tenia hambre. El piso de la bazceza era inestable. Se movia blandamente y Perico sintic que estaba parado en una especie de nube na mano fuerte lo sujets. wonces servirian para la crianza, Pero De pronto {Qué te pasa? —pregy —Esté mareado —dijo otra Pos blemente ni siguiera ha com-do.. Reconocié al pioneia que lo sostenie de beza y vagamente recordé que no deb‘a mirarlo mucho. Algui 6a sus labios una taza de café con leche 16 una voz ‘e la ca nace: I tomarla lentamente se sintic levantarse y camina: por la barceza. —gLe han dado de comer al rebaiio? —fue su primera frase. Los hombres rieron fuert es un verdadero pastor ron— Puedes estar trenquilo, hace rato que se estén alimentando. —No es bueno que coman demasiado la pri- mera vez después del ayuro que ido, Se pueden empachar con est2 paste seco que no conocen — » Perico. —Han ayunado apenas una noche y un dia $s que se desquiten. —No respondo por ellas —refunfuiié el pas- for, sin sensar que podian tomarle la palabra desembarcarlo. Pero al gringo reaccioné de otro modo: —Ti estdés a cargo. Vigila su comida o su ayune como quieras, Confiamos en ti Y se encaminé con el pioneta y los marinos de a borde hacia la proa: 46 9 El pioneta Perieo respirs su libertad, Estaba solo con sus ovejas, por fin. Se hebfa acostumbrado a su compaiiia silenciosa. Se abrié paso entre el rebano que run ba restos de pasto seco y, aunque estabe oscuro, descubrié 2 Mirasol junto a la madre. Se dirigié hacia la popa, en sentido contra al que tomaron los hombres, y alli pudo mirar ‘por fir mar y conocerlo. El agua oscura ce ba con los refle tuces cel puerto, En torns a la qu olitas que iban y venian dando paimadas suaves ps de las a chasoteaba: al casco, como haciendo cosq Por un costado de la bareaz cadena que se pezdia en el agua. T a extrafias cosas desconacidas, q lo olia a aceite, izas a petrdleo. A Io lejos, a través de la noche, en cl agua se mecian luces parpadeantes, faros tal vez, 0 e! fabuloso fuerte Bulnes... Dificil conocer el mar a esa nora. En cambio al tarco, que pisaba por primera vez, tenie que tocarlo, mirar cada cosa, ole:lo. Era algo nuevo que ofa nombrar mucho en la escuela y ahora podia imaginar de verdad 47 las cerabelas de Co acorazado de guerra n. Los barcos piratas y un ja cabeza orejas y do hacia afuera para mirar el incesante miento de las olas, no oy6 los pasos que e pronto siniié u mov se ace-ceban. hombre: mano en e@ No hagas estupideses, puedes caerte al agua y adiés vida Se volvié para encontr pioneta que lo miraba de «© con los ojos del Nera COMO si bas sin trabajo cuando te encontra- mos, ¢10? —S1 senor, Quizd te conve se estd mejor ¢ ) perse: Devo desaparecer con Mirasol”. —Solo vamos a atrevesar hast Y auncue aht te quedes si contrar algo en el puer Respira. ;Ne adonde se di Punta Areras, puedes en- conocia! Ademis, ahora sabia ta Ar . Qué pasar Tenia cue estar alerta para escapar en cualcuier momento Ya veria. El ponetz .¢ pasé una bolsa de papel con queso y pe —Ustedes, los cabros, sierr pre Lenen hambre hoy trabajaste mucho. Aunque el trayecto es corto, zddnde te vas a quedar? mayor i dad 48 —Aqut mismo, en cubierta. No cuiero perder de vista el rebaio que me encargan. Sentia una comezén por hacer muchas pregun- tas, porque habja ofdo tantas palabras nuevas, pero solo cio las gracias por la comida -Buenas noches —dijo el pioneta alejindose Perico le hizo una sofa. jLevar anclas! —se oyé desde el otro lado. an pesadas cadenas y el arcla del agua con sus colgajos de extrafias plantas. Comprendié que la barcaza partia, tre- pidaba entera con sus motore: 49 10 Perico desaparece Se durmié al poco taba en lo mejor en su propia golete, dando 6rdenes a Mirasol como oveja marinera, cuando un trueno los parti en dos. Mi- rasol escav6 de sus brazos y antes de atracarla, el feroz trueno se repitis de su suefo surcanco el m: ar rodeaba al bari bargo, se dio cuenta de que navegaban en cleno mar, No, aquell no habia sido un trueno; nunca s hay com niebla, Debia tretarse de otra cose —iSi, la bocina del barco! Eso era —se dijo, manoteando en Una espesa Sram ascuridad hasta gue aleanzé a su ovejita—, No tengas miedo —murmurd—, es la sirena de bares. La hacer. sonar para n chocar con ora en la niebla, Pitearé hasta que se despeje. Otro bocinazs azaz6 su voz y se acomodé de nueva entre las patas a sucios, rebato para volver asus vaivén de la barcaza era un columpio y trefa imagenes dificiles de recordar: La sirena, como trompeta de oro, partia el aire en ’a noche... Gro, el metal que en los canales de la cordillera de Darwin costé le vicla a los pobres vanacones, los 50 indios gigantes que ye no existian, La trompeta iba marcando el paso a través de 1a nicbla. Lo desperté un gran silencio y una extrafia quietud. Las maquinas se habian detenido. 6 a despertar, y Ios marineros EI barco empe: salieron a cubierta listos, dando srdenes preci- sas... Estaba rodeado de lanchones, de buques petroleros y, poce a poco, a medida que la luz aumentaba, la niebla iba desapareciendo y se podia ver el ajetreo cel puerto, Cargadores con sacos, fardos, cueros y corderos congelados. Unas griias funcionaban sobre los barcos y, mas lejos, habia un extraiio muelle hecho con vigjos cascos que antes fueran vel Pero allf se trabejaba de otro modo. Perico se div cuenta de que esa era una fantastica fadrica de buques, an astillero. Se sintié aturdido al ver tanto movimiento y ruido. El ir y venir de hombres, los pitazos y lz extraiias érdenes que daban los patrones de bar naron de asombro. cos a través de ecrneta: Los cargadores llevaban la gorra con la visera hacia atrés, defendiéndose del vierto siempre feroz, El frio era tremendo ahora que 0 lo pro- tegia el sebafio. —Perico, aqui esta tu deseyuno —dijo una vor conocida, y una mano también conocida le alarg6 un paquete —Gracias! —Perico lo tomé ansissamente y sacé una feuta, Miré al pioneta a los ojos y tuvo su mirada. — Usted me hzbfa reconocido, entonces? —pregunté, morciendo la manzane. St —Desiie un principio, pero te guardé el secreto, —Gracias —murmuré con la boca lena —Yo debia haberte devuelto a tu padre, pero no sé tus planes ni por qué estas aqut. Sélo me preocuparé de que no te mueres de hambre. El recuerdo de su padre lo golseé duramente. Hacia mucho que no pensaba en él. ;Qué diria ante el hijo desaparecido, el Y”, como Io Ha- maba ahora ultimo? SintiG una violenta angustia Por un rato se queds silencioso, mascando su manzana. Siempre he pensaco volver —dijo por fin— y muy luego. Apenas... —paré en seco la frat Estuvo a punto de revelar su secreto. sioneta parecié adivinar su problema —Pronto traerén el forraje para el ganado tu debes desaparecer, La otra manzana que iba a morder quedé a nedio camino. {Desaparecer? gPero cémo? Sabia que ese era su problema y cue no podia ped: ayuda ni siquiera a ese buen amigo. Era mejor arreglirselas solo, no depender de nadie — de Ia partida, el arriero invit6 al pesiora subir al jeep, con Mirasol y todo. El otro jeep los seguia, manejado por un gringo vestido de marino. Perico, junto al chofer, 3e sintiG més confiado y pregunts —Quié Milod Estaba convencido de que se trataba de un Pirata mas famoso que Drake. —{Milodén? —ri6 el arriero—. Milodén era més que pirata. Sepa Dios las maldades que hizo 1? 74 en su tiempo... Vivia equi, en esta cueva y aqui vino a morit, Era cl dltimo de su raza y vivid antes del diluvio universal. Nadie sabe mucho de G1... Su escuelete, que pertenecia a una especie de oso gigante de mas de tres metros, lo vier muchos, pero no se interesaran por é1. Un alentar lo supo, vino a verlo, se lo Hevd y lo vendis a Milodér fue a dar a un museo Es el tinico ejemplar en el mundo un sueco. Ye de Ingleterr y estuvo aqui miles de aos para ra dar a Inglaterra! A nosotros nos queda solo la cueva y st nombre. —Me habria gustado conocerlo —dij imaginando al monst-vo. —Pero no encontrarte con él, supongo... De pronto, en una curva del camino, apareci6 mensas torres Perico un panorama extraordinario: dos de piedra, dos montafias incre‘bles Jara los ojos de un fueguins acostumbradi a los Hanos, se alza~ lentes en su altura, Con el ban hacia el cielo, atatdecer, se iban tifendo de preciosos colores y a ratos parectan de cristal con sus hielos Si, eran torres de nieve gue jamas se derri Qué son esos? —progunt6 Peric sionado. —Son las Tor-es del Paine, ios mas altos montes en la cordillera austral y miden més de dos m cuatrocientos metros de altura. Los metros no impertaban a Zerico, pero esos fantasmas enormes de hielo lo fascinaban, eros. mpre- Parecfan venirse encima de él, de todos... Los rodeaban muchos lagos, en los que se refejaban por distintos angulos, dando la impresién de profundidades insondables —Creo de verdad que estoy sonando —dijo en voz baj | guia se entusiasm6 y explicé en los dos idiomas: —Detras de las torres hay regiones que nunca han pisado los hombres. Lagos, la cor Darwin con sus nieves eternas... Las turistas maravilladas iban sacando foto- raffas. Parecian querer llevarse a Chile encero en sus maquinas de ojo marciano. jera de Perica se sentia muy rico al ser chileno y por eso duefo de todo lo hermaso: ellas simplem grababan con sus cémaras. Se bajaron del jeep y mientr: borotaban por los alrededores, imagi ‘mente las turistas el ico empez6 a Io que fue todo eso antes del diluy cuando los milodones dominaban el campo, devo- rando hombres, ganado y todos los animales que se comieron seguramente hasta los huesos. Dios sabe qué razas existian antes de que aparecieran los milodones a banguetearse sin dejar rastro algun 0 volvia los ojos a fa caverna, alld lejos, donde se habia dormido para siempre ef ultimo Milodén, Quiz fue un rey en ese tiempo y le caverna su palacio. mi capitan Cuando Hlegaron al muelle de Puerto Natales habfa un hermosa bareo blanco atracado. Tenia dos grandes chimeneas, varios puentes y cubiertas con barandas, ventanales, muchas lanchas sus- pendidas entre ganchos, salvavidas de vistosos colores y enormes reflectores que larzaban una luz dorada. Iban y venian marinos y oficiales de impecable uniforme azul y galones brillantes y también mozos de albas chaquetas. En letras de oro, se destacaba el nombre del lujoso yate: Sengull, que, segtin oyé después Perico, queria decir “gaviota’ Las gringas tucistas subieron por una fina es- calera, parloteando més que nunca; su lengua era un misculo que no conocia el cansancio. Olvida- das cel pastor y su oveja, que las contemplaban desde tierra, se tendiecon en la cubierta, en sillas de Jona, a dormir sus emociones. Perico pensé que ese maravilloso ba para él. Buscé entonces entre los faluchos y un cites, vacios de gente en ese momento. ;Dénde estarfan sus capitanes? Se fij6 en un grupo de hombres qu noera por sus 77

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