La obsesin por el poder que ha plagado la evolucin de la
democracia, los partidos polticos y el desarrollo en Venezuela durante dcadas, vuelve a cobrar su cuota devastadora. El dilogo destinado a rescatar el que debera ser uno de los pases ms ricos del mundo de un terrible colapso, no se centra en la manera de revertir ese penoso colapso autoinfligido, sino en quin debera estar en el poder. Venezuela busca a otro salvador, a un hacedor de milagros.
En la mayora de las historias nacionales, los dirigentes polticos y
las propuestas de soluciones van de la mano , y la campaa por el poder est imbricada con un programa para emplear ese poder por el bien comn. Esto no sucede en Venezuela, donde la contienda por el poder rara vez toca el molesto detalle de cmo emplear ese poder para gobernar. Es por ello que Venezuela comenz a fallar lentamente desde que se ganara la democracia en 1958; fall a un ritmo acelerado luego de los disturbios de 1989 y ha ido en cada libre desde 1998.
Indudablemente, los precursores de la democracia estaban
profundamente interesados en la gobernanza en los primeros perodos presidenciales, all por la dcada de 1960. No obstante, para el momento en que Rafael Caldera asumi el poder en 1969, muchos venezolanos pensaban que el petrleo los volvera ricos: una mentira tan grande que incluso hoy da cuando gente se muere de hambre, hay quienes an con mediana inteligencia se creen el cuento. A partir de la dcada de 1970, el endeudamiento, el despilfarro, la inflacin y la violencia hicieron metstasis en el pas. Y lleg el momento de la eleccin de 1998, cuando una revolucin que prometa revertir el fracaso lo nico que hizo fue acelerarlo.
La alternancia en el poder empeor las cosas. Se puso peor desde
Caldera, pasando por Carlos Andrs Prez, Luis Herrera Campns, Jaime Lusinchi, hasta Hugo Chvez y Nicols Maduro. Quin ser el prximo?
Por qu ser que la substancia en Venezuela no est en el dirigir?
Porque lo nico que importa es el dirigente. Pocos venezolanos reparan en las duras decisiones de cmo lograr que Venezuela sea un xito. Puede que algunos quieran disminuir la dependencia del petrleo, pero no hay comprensin sobre cmo hacerlo; por ende, eso no se discute.
Un dilogo solo acerca de quin detente el poder es intil. Lo nico que
importa realmente es la estrategia para revertir el colapso, lo cual no es un secreto, sino que es sentido comn.