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17, APOGEO Y OCASO DEL THYMOS El hombre wo se afana por la felicidad; s6lo los ingleses lo hacen. Norzschs, El ocase de tas tdotos * Ei sentido humano de yalor de sf mismo ¥ la exigencia de que se le reconozca sc ha presentado, hasta ahora, camo Ja fuente de las virtudes nobles, el valor, la generosidad y el es- péitu publico, como la sede de Ja resistencia a la tirania y como la razén para elegir Ja democracia liberal, Pero hay también um lade oscuro en el deseo de reconocimiento, un lado escuro que ha conducido a muchos fildsofos a creer que el zhymas es Ja fucrite fundamental del mat en el hombre. El ymos surgi6 inicialmente como una evaluacin del propio valer. EI ejemplo del tendero de Havel indica que este sentido del propio valer esi a menude relacionads con el sentimiento de que uno es salgo mds» que los deseos natura- Jes, que uno es un agente moral capaz de elegir Hhremente. Esia forma més bien humilde del zeymnas puede verse como un sentimiento de respeto por una mismo, o, segiin el len- guaje de moda hoy, de sautoestimar. Virtualmente todos ios seres humanos lo poseen on mayor o menor erado. Poseer un modesto sentide del respets por uno mismo parece ser im- Portante para todos, importante para la capacidad de fume cionar en el mundo y para la satisfacci6n que se siente con la propia vida. Es, segim Joan Didion, lo que nos permite decir sno? a otras personas sin que nos lo reprochemos? La existencia de ung dimensién moral en la personalidad humana, que evalda constantemente a los olres y a yno mis- moe, no significa, sin embargo, que haya acuerdo sobre ol 1, Niewsche, Twifigi of the ticts and the Antichrist, Londres, Pen- guln Books, 1968a, p. 23. 2. Véase el breve pero brillante eusayo de Joan Didion sobre cste. tema, +On Selb Respects, en Slouching Towards Bethlshem, de Didion, Nueva York, Dell, 1968, pp. 142-148, 253 contenido sustantivo de‘la moral. En un mundo de seres athyméticamentes morales, habra un censtante desacuerdo y discusida ¢ indignacién de unos con otros acerca de mill- tiples cuestiones, grandes y pequefias. De ahf que el syintos sea, incluso en sus manifcstaciones mds humildes, el punto de partida del conflicto humano. Ademés, no hay garantia de que la evaluacidn de su pro- pic valer por un ser humano quedaré dentro de los limites de su yo emorals. Havel cree que existe en todos los hom- bres un germen de juicio moral y de sentide de to que sesta biens; pero incluso si aceptamos ¢sta generalizacign, debe- remos admitir que se halla mucho menos desarrollada en unas personas que en otras, Se puede pedir reconscimiento no séto del propio valer moral, sino también de la riqueza, o el-poder o la belleza Fisica, Mas importante es que no hay razén para pensar que (o- das las personas se evaluarin a si mismas coma iguales de las otras. Pueden querer que se las recanozca como superio- ves a otras personas, tal vez sobre la base de un verdadero valer interior, pero probablemente bas4ndoss en una estima hinchada y vanidosa de si mismas. Al deseo de sez reconoci- do come superior a otros la Hamaremes can uma nueva pa- labra de rate griega; megalothymia. Esta puede-manifestarse le mismo en el tian que. invade y esclaviza a un pueblo ve- cine para que reconozea su autoridad, que en un pianista de concierto dessoso de_que.s¢ ic recomozca come el mejor.in- térprete de Beethoven. Es lo opuesto a la ispthymia, el deseo de ser reconocido come igual a los demas. La megalothymia ¥ la isothymia constituyen, juntas, las dos manifestaciones del deseo de reconocimiente que ayudan a comprender la iransicién histérica a la modernidad. Es evidente que la megalothymia es una pasién que pue- de crear grandes problemas en la vida politica, pues si ef re- conocimiento de la propia superioridad por oura persona causa satisfaccién, es obvio que el reconocimiento de esa su ‘perioridad por todas las personas ha de ser adn mAs satis- factorig. El thymos, que aparecid iniclalmente come ua hu- milde respeto de sf mismo, puéde también manifestarse, pues, coms el desco de deminar. Este lado oscuro del thy- miog estaba presente desde ei comienza en fa descripcién por Hegel del combate sangriento, puesto que cl desed de reco- necimiento provocaba el combate primordial y conducia al dominio det esclave por el sefier. La légica del reconoci- 254 miento Nevaba, en tiltima instancia, al deseo de ser recono- cide universalmente, es decir, al imperialismo, El dyes, ya en Ja humilde forma del sentido de la dig- nidad del tendero, ya en la forma de megaiothymia —la am- bicidn tirénica de un César o un Stalin—, ha sido tema cen- tral de la filosofia occidental, aunque al fenémeno se le haya dado un nombre diferente por cada pensador, Virmalmerite todas cuantées han pensanda seriamente sobre la politica y Jos problemas de un orden politico justo han tenido que en- frentarse a Ia ambigdedad moral del thymos, y han tratado de usar sus aspectos positives y de buscar la manera de neu- talizar su fado oscuro. . Sécrates discute extensamente ¢] saymas porque la parte sthyméticas del alma resulta ser crucial para la construceién de sy cindad justa sen palabras+? Esa ciudad, como toda ciu- dad, Lene enemigos extranjeros y ha de defenderse de los ata- ques exteriores. Necesita, per tanta, una clase de guardianes que sean valientes y con espiritu civic, dispuestos a sacrificar sus deseos materiales y sus necesidades en aras del bien co- min. Sdcrates no cree que el vator y el espiritu clyico puedan surgir del calcula razonado del propie interés, Han de tener sus raices, mds bien, en el ##y2ros, en el justo orgullo de la cla- se de los guardianes por ellos mismes y por su propia ciudad, y en su potencial ira irracional contra quienes Ja amenazan.* Asi, para Sécrates, el thymos es una virtud peliticn innata ne~ 3. Avistételes habla del’ shymos bajo Ia ribrica de «grandeza de alma fregalopsychia) 5 magnenimidad, que es, parr él, la virtud cen tral del herabre, Un hombre de alma grande «pide mucho y merece mu- sho» respecio al homior, el mis grande de tados los bienes exteriores, al hacerlo se queds a media distancla de a -vanidad, por un lado (pi- dicndo mucho y mereciendo poco} y pequenez. de alma (pidiendo poco y mereciende mucho}. La grandeza de alma incluye todas las otras. vir- hudes, 0 sea, énimo (valor), justicis, moderacién, veracidad, etc,, y exi- ty Solokagathia (que se waduee por scaballevotidade @ «nobles mo- tals), El hombre de alma grande, dicho de otra manera, exige el mayar reconocimiente ya que poses la mayor virtud. Bs interesante notar que, de acuerdo con Arisidteles, al hambre de alma grande le gusta posecr cosas shenmosas pero inGtiless, porque es mejor ser independiente feu tarkous gar malfon). Et que el alma «lbyméticas desee cosas inGtiles sure ge dé] mismo impulso que lleva a arriesger su vida fisica. Niskoma- chean Ethics, de Aristételes, 17-9; TW 3, La aceptabilidad del desea de reconocirsiento o de honer es una de las principales diferencias entre la morslidad grlega y Ta eristiana 4. Segdin Socrates, el thymos no basta para completar una citdad Justa; tiene que ser complementade por Ja tercera parte del alms, razin a sabidevia, en Ja figura del filésofo-rey, 255 ecsaria para la supervivencia de cualquier comunidad, por- que es la base sobre Is cual los hombres privados salen de la egoista vida de deseos y miran por ¢] bien cormin. Pero Sé- erates cree también que el tirymros tiene la capacidad de des- iruir las comunidades polfticas le mismo que de cimentarlas. Lo insinda en diverses puntos de Za Reprblica, por ejemplo cuando compara ¢l guardién ethyméticox a un feroz perro guardian que puede morder a su amo lo mismo que a un fo- Tastero si no $2 Je ha adiestrado adecundamente.' Por tanto, Ja construccién de un orden politico justo exige, a Ja vez, el cultivo y la domesticacién det #frymos y la mayor parte de los primeros seis libros de Le Repithlica se dedican a la apropia- da educacién ethyméticas de la clase de los guardianes. La megalottiymia de los aspirantes a sefores © amos para dominar a otres pueblos mediante cl imperialismo fue un tema importante en el pensamiento politico medieval y de comienzos de la edad mederna, que se referia a este fend- mene coma la busqueda de la gloria. La lucha de les princi- pes ambiciosos por el reconocimiento se consideraba por ja comin come una caracteristica general tanto de la naturale- za humana como de la polflica. No evaba necesariamente una comotaci6n de tiranja o de injuslicia, en una era en que Ja legitimidad del imperialismo se daba frecuentemente por descontada,’ San Agustin, por ejemplo, pone el deseo de glo- 5. ¥éase, por ejemplo, La Repablica, 375b-376b, Sécrates, de he cho, engafia considerablemente a Adeimanto al sugerir que el Ugrnos es muy fecuentemente él aliado de la razén, cuando es més bien el enc migo de dia. &. A diule de reeordatorio de las diferentes connotaciones icas proplas de la. miegalorhyria, ponderamos el siguiente pasaje de Clause. wit: . Las opiniones politieas cran una ex- presién del amor de s{ misme y se entremezciaban inexti- cableménte con la evalucién de si risme y del propio valer: «Mientras subsista Ja conexién entre la razon y el amor de si tmismo, las opiniones y pasiones [del hombre] tendran ura influencia recfproca y Ia segunda se adheriré a la primeray.* Por esto, las facciones provienen no sélo del choque entre las partes de deseo de las alas de distintos hombres (a sea, de sus intereses econémicos), sino también de sus partes athymdéticas».” Asi, en tiempos de Madison, la politica ame- vicana estaba dominada por diferencias sobre cuestiones como Ia templanza, Ja religién, 1a esclavited y otras simila- res, de igual modo que nuestra vida politica de hoy esta do- minada por cuestiones come la libertad de aborto, la plega- via enia escuela y la libertad de expresidn. Adem4s de la miriada de opinones que expresarén un gran niimero de individuos relativamente débiles, los federa- listas creian que la vida. politica debia tener en-cuenta el vamor de la fama» gue era; segtin Hamilton, «la pasién do- minante de los espiritus mas nobles>," a sea, e] deseo de glo- ria de hombres ambicioses y fuertes. La megalothymia, lo mismo que la isothryniia, fue un problema para les fundado- ves de Estades Unidos. Madison y Hamilton vefan la Consti- tucién americana no como el medio institucional de repri- mir estas distintas expresiones del thynres, sino de canali- zarlo-hacia manifestaciones innecuas y hasta productivas. Asi, Madison vela cl gobierno popular —el proceso dz pre- sentarse candidate a un carge, promunciar discursos peliti- cos, debatir, eseribir artfeulos, vatar en las elecciones y de- més—, como un modo benigno de_contentar el orgullo natural del hombre y su inclinacion a la autofirmacién «thy- médtica», a condicién de que pudiera extenderse por una re- ptblica relativamente grands. £) proceso politico demecrati- ¢O era importante no sélo come un medio de adoptar deci- siones o de «agregar intereses>, sino come ut proceso, es 16. Federalise (1961), pp. 78-79. 17, Esta interpretacién de The Federalist Papers la presenta David Epstein cn The Political Theery of the Federalist, Chicago, University of Chicago Press, [984, pp. 6, 63-81, 136-141, 183-184 y 193-197. Le estoy agradecido a David Epstcin por sefalar Is importancia del tfymos, no sGlo en fos Federalist, sino en diversos otros filézofes politicas. 18. Federalist (1961), p. 437. 262 decir, come un escenario para la expresion del thymos, en el cual los hombres pudieran buscar el reconocimiento de sus puntos de vista. En el nivel mds alto ¥ Potencialmente mis peligroso de le megaiothymia de ambiciosos ¥ grandes hom- bres, se establecié el gobiemo constitucional coma medio de emplear la ambicién epara contrarrestar la ambiciéns. Se vela 4 las distintas ramas del gobierna como caminos para la satisfaccién de poderosas ambiciones, pero el sisterna de controles y equilibros aseguraria que esas ambitiones se cancelaran unas a otras ¢ impidieran el surgimienta de la tie ranfa. Un politico americano podia alborgar la ambicién de ser un César o un Napoleon, pem cl sistema no le permitiria ser mas que un Jimmy Carter.o un Ronald Reagan, coritro- lado por todos ladas por poderesas limitaciones institucto- nales y fuerzas polfticas, y obligade a satisfacer sy ambicién siendo cl eservidors del pueblo més bien que su senor. . La tentstiva de la politica liberal de la linea Hobbes Locke de desterrar de la politica al deseo de reconocimiento 9 de dejarlo limitado ¢ impotente hizo que muchos pensa- doves sc sintieran incémodos. La sociedad moderna estaria formada, pues, por lo que C. 8. Lewis llamo «hombres sin pecho», es decir, de gentes que se componen enteramente de deseos y razén, pero que carecen de la ergullosa autoafir- macién que, de alguna manera, estaba en e! meollo de la hu- manidad del hombre en épocas anteriores, Pues el pecho era Jo que hacia hombre al hombre, qué «por su intelecto es mero espiritu y por sus apetitas, mero animals. El mas cla- ro y ardiente defensor del thyrzos en los tiempos modernas, ¥ profeta de su renacimiento, fue Friedrich Nietzsche, el pa- drino dei actual relativisme y nihilismo, Ua contempordneg suys describié a Nietzsche como un stadical aristocratice», caracterizacién que él no desaprobs. Gran parte de su obra puede verse, en cierto sentido, como una reaccién a Jo que considcraba el desarrollo de una emtera civilizacién de shombres sin pechos, una sociedad de burgueses que no as piraban mas que a sy confortable conservacién. Para Nietzs- che, la misma esencia de hombre no ¢ra ni su deseo ni su ra76n, sino su thymos, pues ¢l hombre es, ante todo y par encima de teda, una criatura evatuadora, la «bestia de meji- 19, Véase el primer capitulo de C. S. Lewis, The Abolition of Man, 0 Reflexions om education with special reference in the teaching af English in the npper forms of schapis, Loadres, Collins, 1978, pp. 7.20, . 283 llas sonrosadass, que se siente vivir gracias a su capacidad de pronunciar las palabras «

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