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HISTORIA sPARA QUE? Carlos Pereyra Luis Villoro Luis Gonzdlez José Joaquin Blanco Enrique Florescano Arnaldo Cérdova Héctor Aguilar Camin Carlos Monsivdis Adolfo Gilly Guillermo Bonfil Botalla % editores ™ Kl siglo ventiuno editores, s.a. de c.v. Comoe, Gh, DULCACDCOVOAIN BDTOMDXED OF siglo vei tion al euidad de eugenia hues poriads de anbeloherandez primera eiicion, 1980 Secimoseptima edicion, 198 P silo xi editors, de cx. isbn 968234102347 derechos reservados cnforme ala key impres y hecho en wnéxico/rinted and made in mexico INDICE ADVERTENCIA, por ALEJANDRA MORENO TOSCANO HISTORIA, {PARA OUE?, por CARLOS PEREYRA 9 EL SENTIDO DE LA HISTORIA, por LUIS vLLORO 33 DE LA MULTIPLE UTILUZACION DE LA HISTORIA, por LUIS GONZALEZ 53 EL PLACER DE LA HISTORIA, por José JOAQUIN BLANCO 15 DE LA MEMORIA DEL PODER A LA HISTORIA COMO EXPLICACION, por ENRIQUE FLORESCANO 31 1A HIISTORIA, MAESTRA DE LA POLETICA, por ARNALDO ‘egpova 129 HISTORIA PARA HOY, por {CTOR AGUILAR CAEN 145 LA PASION DE IA MISTORIA, por CARLOS MONSIVAIS 169 LA HISTORIA COMO CRITICA 0 COMO DISCURSO DEL PODER, POF ADOLFO GILLY 195 HISTORIAS QUE NO SON TODAVIA HISTORIA, por GUILLERMO BONFIL BATALLA 2 5 {ALDO CORDOVA HISTORIA, MAESTRA DE LA POLITICA La historia es, ante todo, memoria del pasa- do en el presente. Es una recreacién colec- tiva, incluso cuando se la convierte en cien- ia, es decir, en explicacién, en respuesta a los Porqué del presente y en afirmacién demos. trable o sujeta a comprobacién. Es el hogar de Ja conciel in pueblo, el contexto ob- ipo desu maa de prey de sag re cpr No hay historia independiente de Ia conciencia colectiva del hombre. Por eso la historia apa rece siempre_como discusién_y teelahoracion _ del pasado; por eso tiende siempre al futuro, como explicacién del pasado, en las formas de la utopia y del mito. De ahi su fuerza como forma que adquiere la conciencia social. La esencia de la historia, como andlisis y enjuiciamiento de los hechos pasados, consis- te en hacer del pasado mismo un problema del presente. Y mientras mas se remonta el ho- vizonte del andlisis mayor fuerza adquiere la conversion del _conocimiento en problema. Nuestro actual horizonte, sefialado por la for~ Macién del Estado nacional en nuestro pais, ‘abarca_ya_un siglo. Este es el trasfondo de Tiestro presente, parte de él, la dimensién de uestra conciencia térica, colectiva, como Pueblo, como nacién, y también como indivi- duos. Lo menos que ha ocurrido a quienes: itentado traspasar las fronteras de esa ‘ia histérica ha sido la pérdida de eredibilidad, de poder de conviccién, de sen- 13) 132 ARNALDO cRDOVA tido de la realidad. Desde este punto de vista, somos prisioneros de nuestro presente; pero ello es condicién esencial de nuestra capacidad y de nuestra aspiracién para hacer historia, para analizar nuestro pasado y proyectarlo {del presente al futuro. el Nena = mas_que_en—la rminacic; del pasado, reside su objetividad y su poder conviccién. EI historiador, en el fondo, escribe lo que su tiempo impone como nece. sidad_y como aspiracién en el campo. del Gonocimiento y de las creencias.|No antes ni después, sino en el momento preciso que dic- ta el presente de los tiempos. Seguin sea la conciencia colectiva, vale decir, el corjunto de ideas y creencias a las que nos debersos, a las que respondemos, por las cuales actuamos © contra las que nos oponemos, asi seri la historia que recreemos. La eleccién temAtica, el vigor de las tesis sustentadas, el valor he. ristico de la obra, su proyeccién al futuro, su capacidad explicativa del presente, el campo de su aplicacién y su utilidad entran todos como expectativas de la dimensién del tiem. po que el historiador vive y constituyen, a la vez, sus estimulos personales y la fuente de su interés. La eficacia con la que el histo. riador responde a esas expectativas desu €poca, las cuales supone, de una o de otra manera, como comienzo y marco de su traba- Jo, da la medida y la identidad del sello par- ticular de su obra, independientemente de cual sea su materia de estudio, la que siem. pre serd vista desde la atalaya del presente. desde aspiraciones y necesidades presentes, EI presente, empero, no constituye un “cor te" en el tiempo, sino que es también una eatets ow - sey de ls matin acrin 1A HISTORIA, MAESTRA DE LA poufrICA 133 €poca historica que surge y se hunde, a la vez, en un pasado inmediaio del que forma parte y del que es resultado. El presente es precisamente dimensién histérica y no un momento de la historia. Los hombres respon- 1, desde _Iuego,a-urgencias-actuales; pero se forman, piensan y actian a partir dey de acuerdo con paradigmas ideales que resumen ‘¥-expresan-los-valores de toda una época his- ‘A6rica_yno.de-este.o.aquel-momento-en-par- dicular. Marx pensaba que “la humanidad solo se propone los problemas que puede resolver” ¥ ello hace referencia a los paradigmas idea: les de un tiempo histrico que plantean y de. finen esos problemas. Nuestra época, nuestro tiempo histérico, esté marcado por ese fenémeno de trascen. dencia no sélo nacional sino también conti. nental que es la Revolucién mexicana, La problematica social que ella inaugura se es- labona, como resultado, con el periodo del Estado oligarquico portirista (1876-1911) y define cl periodo suvesivo, politica, social, econémica y culturalmente, que hov, a través de grandes transformaciones sucesivas, segui. mos viviendo, No es extrafio que el problema de la historia que hoy hacemos sea, por anto- nomasia, el de la Revolucion mexicana: es nuestro referente, pensamos a partir de ella, nos movemos por ella o contra ella, en ella y por ella actuamos, sobre ella indagamos el Pasado, incluso el mas remoto, en ella finca- mos nuestro desarrollo futuro, parecido o di- ferente a ella; por ella somos’ Io que somos: ella ha acabado identificandonos como un pueblo y una nacién. Hubo un momento, a la mitad de los afios sesenta, en que la Revolucién mexicana pa- | eT 134 ARNALEO Combo, Tecié perderse en el pasado, ocupades como estuvimos entonces en imitar a los anglosa. Jones en el modo de estudiar e indagar en nuestra realidad. Paradojicamente, aquél cons, tituys el inicio de un amplio desarrollo de las Ciencias sociales en México; el estilo de la investigacién cambié radicalmente; el conoci. miento de lo social parecié dejar de lado la opinion y la interpretacién e instaur6 el culto del dato objetivo. No falté, por supuesto, quien fungiera como sacerdote native de le religion empirista e investigara y ensefara en el credo “cientifico” del “dato”. Hubo quienes legaron a profesar ante sus alumnos: “; Para qué reflexionar sobre el dato si éste se halla Bien (determinado? jE! dato habla por. si solo!” También se dijo: “';Estudiar la Revo, lucién mexicana? Pero si eso ocurrié hace medio siglo!” El 68 hizo saltar en pedazos la religion empirista en las ciencias sociales, re. cordando, cruentamente, a propios y extra. flos, que la nuestra es la era de la Revolucidn mexicana. Muchos de los sacerdotes del enn pirismo social, algunos de los cuales habian Hegado a afirmar, por ejemplo, que la file sofia (y aqui se contaba, entre otras ccrrien. tes de pensamiento, en primer lugar al mar. xismo) estaba ya “pasada de moda”, con lo cual querian indicar que la reflexién sobre la realidad social o, dicho en su jerga brutal y directa, la “especulacién histérica”, no tenia ya nada que hacer en este mundo ‘industrial ¥ teenolégico, se vieron inmiscuidos por una U otra raz6n en el desarrollo de la rebelion Juvenil y ellos mismos experimentaron la pe- sada prueba de tener que responder a cues. tiones historicas que el credo empirista no habia contemplado jamés: zqué clase de Le. dea atee = ahs | 1A HISTORIA, MAESTRA DE La pottrrea 135 viatdn nos gobierna?, qué es la politica y, en especial, nuestra politica? (zqué esta pa, sando y por qué?, preguntaban a su mado cada maftana los jévenes en revuelta). cde donde venimos y qué fuerzas nos han goker, nado hasta ahora?, ¢por qué una bandera tan aparentemente incolora y genérica como In democracia y Ia libertad politica desencadens la violencia inaudita y salvaje del poder esta Dlecido?, cpor qué los jévenes estudiantes y quienes tuvieron el valor de seguirlos, por sf solos, estuvieron en condiciones de desatar un terremoto que conmovi a la sociedad entera?, ¢cémo fue que el gobierno, metido en tun callején sin salida, por su esttipida y obs. tinada intolerancia, recuperé casi instanté. ‘neamente su consenso en el pueblo? A los que habian olvidado la historia ésta se les hizo presente dramdtica y brutalmente: las tro. Pas marchando contra los jévenes, las calles ¥ las plazas ensangrentadas, las cérceles ates. tadas de prisioneros politicos, un gobierno que rehacia rapidamente su prestigio, la ha- zafia libertaria y democratica ahogada por la eficacia del discurso populista y, unos meses después, la amnesia total de aquella amarga y sangrienta experiencia que el pais acababa de vivir y que dejaba a la sociedad, ello no obstante, lacerada y mutilada, fisica y espi ritualmente. EI 68 volvié a impartir cétedra sobre una Vieja leccién, casi olvidada: que el proble- ma fundamental de toda sociedad organizada nacionalmente lo es el poder que sobre ella Se ejerce y la mantiene unida y que solo hay un modo para estudiarlo y comprenderlo: Fecurriendo a la historia y encuadrindolo en ella. Esto fue decisivo para nuestras ciencias {6 | 136 ARNALDO CORDOVA sociales en su conjunto, pero sobre todo para la ciencia politica que entonces descub: studios tipo “decision making”, “votin “political participation”, que por’lo demas siquiera habfan tenido ‘tiempo de afianzarse en nuestro medio, no garantizaban la com. prensién de los grandes problemas nacionales replanteados por el movimiento estudiantil. No puede decirse, sin embargo, que éste haya sido un descubrimiento para el pais, aunque Jo haya sido para nuestra inteliguentsia uni- versitaria. El dia que legue a escribirse lo que una vez Pablo Gonzilez Casanova llamé la historia filosofica del pueblo mexicano, qui- z4 pueda comprobarse que el nuestro es un pueblo que jamés olvida las lecciones de la historia y que sus grandes momentos son siem- Pre reivindicaciones claras y oportunas de su pasado y de su proceso de formacién como una nacién, Si podemos hablar de la Revolucién mexi- cana como un fendmeno que funda una nue- va dimensién historica, principio de una €90- ca decisiva, es siempre debido a la singular Participacién de las masas populares en el evento que hizo, de golpe y por la via de la lencia, de Ia lucha armada, que la nuestra se convirtiera en una sociedad de masas, he cho que se impuso a todo el mundo y, en pri- mer término, a los constructores del nuevo poder politico, los cuales, hay que decirlo, fueron los mejores alumnos de la historia. Nuestro pueblo desde entonces cree en su. futuro. Sabe que es la fuente del poder esta- blecido, de lo que nadie hace un secreto, y por ello lo acepta y también cree en él; po: dremos no aceptarlo pues, obviamente, se tra- ta de una conciencia enajenada, pero es un LA HISTORIA, MAESTRA DE LA POLITICA BT hecho que nos envuelve y se nos impone dia con dia, Todos los pueblos tienen un pasado al que se deben y del que se sienten orgullo- Sos; pero un pueblo que ha hecho una revo- lucién de masas, en la que todos sus hijos han participado de uno u otro modo, se siente, ademas, inclusive en medio de la mas terri- ble miseria, capaz de dictar el rumbo de su destino, Con un pueblo asi, los opositores de un sistema econdmico, politico y social tienen una doble ardua tarea: convencer a su pue- blo de que esta equivocado y, sobre esa base ‘conquistar el poder. Nuestro pueblo sabe que no gané nada, o por lo menos muy poco, con Ja Revolucion. Sobre ese punto nadie lo podra engafiar. Pero sabe también que, de cualquier forma, esa revolucién la hizo él mismo, pa- gando un precio colosal en sangre, sufrimien- to y miseria. Nadie podra “dialogar” con él negandole o disminuyéndole un pasado que, objetivamente, por lo demés, resulta glorioso y heroico, La Independencia, Ia Revolucién, la expro- piacién petrolera, la reforma agraria; Hidal- £0, Morelos, Juarez, Madero, Carranza, Zapa- ta, Villa, Obregén, ‘Cardenas, no son’ tinica- mente temas manidos de politicos demagogos @ inescrupulosos que mantienen las riendas del pais, sino también momentos y nombres clave, emblemas de una tradicién popular gloriosa que conserva como blasones de or- gullo y de identidad nacional la memoria co- Tectiva del pueblo como eventos y figuras de la historia que sabe propia. A un pueblo con un pasado glorioso, resulta evidente, no se le puede someter sélo por la fuerza, en realidad, no_por la fuerza. Como recordaba Rousseau: “El més fuerte no lo es jamés por ne 138 ARNAL00 cARooy, ser siempre el amo 0 sefior, sino trans su fuerza en derecho y la obediencia aad ber... La fuerza es una potencia fisica y “© Yeo moralidad que pueda resultar de sus efae tos. Ceder a la fuerza es un acto de nevesidad Ro de voluntad; cuando més, puede ser at ia. ¢En qué sentido podré. ser ao Ya antes Maquiavelo habia anticipade cl Principio del poder politico cuando rece juendaba a su principe hacer que los demay Giertamente, la historia de los hechos sociale: de un pueblo, pero es, antes que nada, la hi toria de cémo se const er der politico sobre los hombros de e = tes de todos los tiempos que son las ‘masas, gfPOr Qué pudo Megarse a ello? La razén parece ser evidente: la Revolucion mexicans "fo solo fue una gesta de nuestro pueblo, sim Para quienes se pusieron igentes, y que, sin haber co consiste en mantener viva y activa la crn dibilidad del pueblo trabajador, y los exter del sistema establecido se miden por ance Pacidad para renovar el consenso popula fundado ‘en la memoria histérica, Coleen de la Revolucién mexicana. Que el Petula HISTORIA, MAESTRA DE LA rOL{TICA 139 mexicano actual haya surgido de una revo- Tucion hecha por el pueblo tiene su importan- cia, no siempre reconocida. Las masas. tra bajadoras creen en ese Estado; lo sienten suyo y lo han hecho suyo sin reservas cada vez que ese mismo Estado se ha declarado en peligro y apela al consenso de las masas po- pulares y, a decir verdad, sin ofrecer mucho a cambio ni comprometiéndose demasiado. Dificilmente podré encontrarse otro Estado en el que las masas del pueblo crean tanto y en el que tengan fincadas tantas esperanzas ¢omo el Estado de la Revolucion mexicana, Nos ha costado trabajo reconocerlo, pero re- sulta una ensefianza de la historia, dolorosa, ni duda cabe, como todas las que la historia Proporciona. EI gobierno por el consenso del pueblo, y a experiencia mexicana lo demuestra con toda evidencia, no es necesariamente un go. bierno democratico; puede tratarse, incluso, del gobierno més autoritario y, justo, por el apoyo que le dan las masas trabajadoras. Lo que define el poder, desde este punto de vista, 7, no es la democracia, sino la adhesién de los Giudadanos al sistema establecido. Es verdad que, en términos“generales, el Estado ms po- deroso y duradero es el Estado democratico, ero no porque funcione democraticamente y en él la voluntad de los ciudadanos sea res- petada, sino porque en él la adhesion de los ciudadanos al régimen politico bajo el cual viven es también duradera, estable y pacifica: eso es el consenso politico. Esa adhesién tiene otra razén de ser en un sistema politico no democratico 0 autoritario y se funda en lo gue Mariategui llam6, siguiendo a Sorel, una “voluntad de creer”, a la vez mitica y multi- mb) ARNALDO oSRDO¥, tudinaria, una fe, una esperanza 0, para de- irlo con un término tipico de la actual cick, Politica, una expectativa en algo que sc lentifica como propio y que no es otra cos ue el mito de la época 0 mito historico, Elmito de nuestra épocaes_el mito de la revolucién popular: no de la revolueién come tal, como realmente ocurri6, sino de la revels, cidn concebida_como-hecha-por-las_masie Populares, 0 mejor ain del levantamiento y Ja participacién de las masas populares © una revolucién que, por eso mismo, tiene suc signos_propios, su identidad-y_su’unicidad Independientemente de cual haya sido la par. ticipacién real de las masas en Ia lucha de clases del México del siglo xx, la politica ha buscado siempre, a partir de la Revolucion ¥ dependiendo en cada momento del grado de “desarrollo del sistema politico mismo, orientarse a través de y apoyarse en esa v luntad de creer que es’ patrimonio’ olsen de las masas trabajadoras, Obviamente, el mito de nuestra historia reciente no es bra exclusiva de la conciencia auténoma de lac masas ni se trata de un modo de pensar propia historia idéntico a si mismo! sin and turas o transformaciones a lo largo del tiem. Po. Dejado a si mismo, como asunto exclusive de las masas, en realidad, es probable que se hubiese agotado rapidamente, Sucedié en cambio que aquella fe en la Revolucion te Tehizo casi de golpe como fe en el Estado de la Revolucién en la medida en que éste resi, taba ser la encarnacién de los ideales revo, lucionarios y, a la vez, el heredero ejecutor de los programas de la propia Revolucié, Esa fue la verdadera herramienta de brs [LA HISTORIA, MAESTRA DE LA PoLfTICA ut tuccién del Estado moderno en México, fun. _dadlo_en-el_consenso popular. EI Estado de la Revolucion mexicana ne- cesité mas de veinte afios, luego de que cul. miné la lucha armada, para acabar de cons. tituirse en una auténtica potencia social sobe- rana, en el representante real de la sociedad. ¥ en cada etapa que lo acercaba a ese obj tivo decisivo, las masas trabajadoras volvie- Ton, una y otra vez, a protagonizar hechos heroicos, a entablar batallas gloriosas, siem- pre a favor del Estado, encarnacién tangible de su voluntad de creer. Ahora bien, tan cier- to es que el mito hace a la historia, como que Ia historia hace al mito, lo que en nuestra época equivale a decir que si bien el Estado se construyé sobre la accién y la concien militante—del_pueblo_trabajador, el. mismo Estado, én Ja medida en-que fue edificando su poder soberano, estuvo cada vez mas en condiciones de modelar y dar un rumbo pre- ciso_al mito popular, en todo momento, como un componente esencial de su desarrollo y de su identidad como potencia auténoma. Siem- ido més facil encontrar el cardcter del Estado mexicano que su ca- ricter “de clase", dilema con el que han andado permanentemente a la grefia los doc- trinarios de todos los credos politicos e ideo: l6gicos, Ello no deberia parecernos extraiio si-nos atenemos al testimonio de nuestra historia. El mérito del Estado mexicano, en términos politicos, la clave de su éxito, para decirlo con Maquiavelo, radicé desde el prin- cipio en. rechazar toda identidad que no fue- ra la de su origen histérico, la revolucién popular, y la de las masas populares, lo que constituyé una innovacién politica, que sin ™ ARNALDO cémova duda alguna era permitida por el atraso del pais, y que dejé muy atris a la concepcion liberal y democratica del orden politico de la sociedad. El Estado era de la sociedad en tanto en cuanto se debia a las masas popula- | res, a los trabajadores. Ningin otro emblema -~\ ideol6gico habria permitido el ejercicio de un poder tan ilimitado ni el dominio tan comple- | to sobre la sociedad entera como cuando se presentaban simulténeamente como bandera y como dictado del pueblo trabajador. La nuestra pareciera ser, si es legitima la expresién, una historia fuera del tiempo, ti ca, sin paralelo, sin alternativas, sin otra po- sibilidad de desarrollo que no sea la que hasta ahora ha experimentado y que supone que México vive aislado y aparie del mundo. En esa forma de ver las cosas se ha inspirado la ideologia dominante expresada por los gru Pos gobernantes: “‘jsocialismo a la mexica- nal”, “ini capitalismo ni socialismo!” ‘Tam- bién ha determinado la posicion de muchos estudiosos. y entre ellos de una gran parte de los historiadores que, buscando lo que es “peculiar” en la historia de nuestro pais, per- siguen demostrar, en el fondo, esa antigua vulgaridad de que “jcomo México no hay dos!” Por supuesto que no se puede negar que México ha seguido un camino que es sélo suyo y que no se parece, sino en muy poco, al que otros pueblos han recorrido; ello le ha dado su identidad propia como nacién y como sociedad politicamente organizada. Pero ése no es sino el modo particular en el que México se inscribe en la corriente universal de la historia del mundo. Dicho de otra ma- nera: México cumple, a su modo, objetivos universales. La historia politica de nuestro 1A THisToRIA, MAESRA DF LA POLITICA 183 afs_nos ensefia el modo particular en el que en México fue construido el Estado mo- demo, a través de la conquista del consenso popular, soberano y auténomo, lo que cons- tituye una auténtica ley del desarrollo pol tico de todos los pueblos del mundo moderno y de ninguna manera la formacién de un poder fuera del tiempo o de la historia. Pro- bablemente un dia Ileguemos a descubrir que mientras mas pudimos ser nosotros mismos en mayor medida fuimos mas universales y mayor fue nuestra identificacion con el hom- bre de hoy. GUILLERMO BONFIL BATALLA ~~ HISTORIAS QUE NO SON TODAVIA HISTORIA En un sentido doble las historias de los pue- blos indios de México no son todavia historia. No lo son, en primer lugar, porque estén por escribirse; lo que hasta ahora se ha escrito sobre esas historias es ante todo un discurso del poder a partir de la visién del coloniza- dor, para justificar su dominacién y raciona- lizarla. No son todavia historias, en otro sentido, porque no son historias concluidas, ciclos terminados de pueblos que cumplicron su destino y “pasaron a la historia”, sino his- torias abiertas, en proceso, que reclaman un futuro propio. Una historia colonizada La primera mirada europea sobre Ia realidad de lo que hoy es América, a fines del siglo xv, no fue la mirada virgen que se asoma a lo ignoto. Fue una visidn filtrada —gcual no?— fa través de preconcepciones, convicciones y prejuicios de un mundo que salia apenas de la Edad Media e iniciaba la aventura de su expansién més all de los limites conocidos. Pero no sdlo habia ignorancia y descubri- miento; también necesidad histérica de en- cuadrar las nuevas realidades en el marco de un proyecto de dominacién colonial. Cuales- quiera que fuesen los pueblos por descubrir, estaban ya de alguna manera ubicados en el contexto de a historia europea: ingresarfan como marginales, excéntricos, paganos ¢ in- (229) 230 CGUILLERMO BONFHL BATALLA trinsecamente inferiores. Otra previsién no hubiera sido compatible con el impulso ex- pansionista del desarrollo econémico europeo ni con el “espiritu de la época” que lo ex- presaba. En Espana, la reconquista y la uni- ficacién aportaban, ademas, los antecedentes inmediatos para consolidar la conviccién de que al nuevo Estado le habia sido asignada una misién redentora, reservada sdlo a los pueblos elegidos y, en consecuencia, supe. riores. Toda empresa colonial requiere una justi- ficacion ideolégica, por precaria y endeble que sea. La dominacién pasa siempre por una razén de superioridad que la transforma en una obligacién moral, tanto para el domi nado como para el dominante. No basta la coercién ni el predominio de la fuerza: es necesaria la hegemonia, la conviccién de que los respectivos papeles no podrian ser otros ni estar a cargo de otros protagonistas. Es bien sabido que la invasion y conquista europea de América se racionalizs a partir de una definicién del indio como inferior, como naturalmente destinado a ser redimido y elevado gracias a la accién del colonizador, su superior —también por definicién— en todos los érdenes de Ja vida. Su propia huma- nidad estuvo formalmente en entredicho cuan- do se cuestioné la existencia de su alma, el atributo distintivo del hombre en la concep- cién cristiana. Esta naturaleza subalterna ads- crita al indio exigia una historia que explicara convincentemente y sin fracturas su trayec- toria anterior, hasta el momento de su arribo a la verdadera y tinica historia, es decir, la del Occidente curopeo. La vision de la histo- ria india, més alla o al margen de cualquier HISTORIAS QUE NO SON ToDAvIA HISTORIA 231 evidencia, debia ser comprensible y conse- cuente en términos de Ia ideologia del con- quistador, que expresaba las premisas nece- sarias del orden colonial. Tales’ premisas fueron, entre otras: a] Los antiguos habitantes del continente forman una sola categoria social (humana, tal vez), por encima de sus especificidades y diferencias concretas. Son los indios, cuya ca- racteristica esencial es no ser europeos. No ser europeo significa no ser cristiano ni civi- lizado, es decir, no poseer la verdad y, en consecuencia, no disponer de las capacidades para guiarse’y realizarse por si mismos. La unicidad de los indios se establece por con- traste, por oposicién global con el coloniza- dor: ustedes son todo lo que no soy yo, por eso son lo mismo. Las historias de los diver- sos pueblos serdn, en consecuencia, la histo- ria del indio: una’sola historia en su cardcter esencial (el error), cuyos pormenores, por divergentes que sean, nunca alcanzan a’ con- tradecir su unidad basica. A los ojos del con- quistador la historia india es una sola, porque los indios, finalmente, tienen un solo destino: ser o llegar a ser colonizados. A igual destino ineludible corresponde igual historia que lo justifica# ‘Esta premisa no implica que los europeos. no hhayan reconocido las diferencias entre los pueblos Indios. ‘La. tactica de la colonizacién eché mano constantemente de esas. diferencias y las acentud fen su propio beneficio, estimulando pugnas y_riva lidades'entre los pueblos para impedir su unidn y facilitar su control y explotacidn. Sin embargo, este nivel de reconocimiento de la diversidad no niega Ja conceptualizacién global de los indios como una categoria tnica por’ contraste con los coloniza: ores. 232 (GUILLERMO BONFIL BATALLA b] La historia india anterior a la invasion europea es la historia del mal, del imperio idolatrico y pagano que abriga todas las per- versiones, Las diferencias sélo son compren sibles como herejias. ¢] La irracionalidad de la historia india se prueba por su comparacin con la historia occidental, a la que no se ajusta. Las unicas categorias que pueden hacerla inteligible sor las categorias del mundo europeo. Cuando los tercos hechos eluden su inscripcién forzada en, esas, categorias, solo pueden ser “especie le” 0 “parecidos a”, pero siempre imper- fectos.* ® pine d] La historia india culmina y se realiza plenamente por la conquista. La redencién es el fin ultimo del pecado original y lo ex- plica. e] La historia india termina con Ia invasién europea. Es un capitulo definitivamente ce- rrado. Comienza una nueva historia, otra historia, La historia precolonial fue recuperada por el criollo y después por el mestizo, desde el siglo xvm, como un argumento de legitima- cién. El pasado indio se convirtié en pasado comin al que todos los americanos tenian derecho. Mas ain: ese pasado expropiado al indio se transformé en razén fundamental para la independencia de los paises latino- americanos, como mas tarde habria de em. plearse para simbolizar los anhelos y los fun- *Entre los estudios recientes que se han ocupa do dela forma’ en. que se aplicavon fas eateyori de la historia europea para la descripcién y el and lisis de las sociedades precoloniales, puede consul tarse: José Maria Muria, Sociedad prehispdnica. enisamiento europeo, México, SepSetentas, nim, pens -pSetentas, mim. 76, HeIsTORIAS “QUE NO SON ToDAviA HISTORIA 23 damentos de la Revolucién mexicana de 1910. Ideoldgicamente, sin embargo, siempre se rea- liz6 un proceso de separacion entre el pasado precolonial y los indios vivos. Los constructo- res de Teotihuacan y de Chichén Itzé devinie- ron ancestros ilustres de los no indios, y los indios, una vez mas, quedaron al margen de Ja historia. Hasta legar a la paradoja entre ¢l nacionalismo y el indigenismo en la cual todos los mexicanos somos descendientes de Cuauhtémoc, menos los indios, que tienen que “integrarse’ lejar de ser indios) para ser también, legitimamente, hijos de Cuauhtémoc. Las tesis evolucionistas del si- glo xix fueron un recurso estupendo para justificar esta nueva exclusién: los pueblos indios resultaban rezagados en el proceso his- térico y requerian la redencién del progreso, ya que no la de la fe cristiana. ‘As{ pues, la colonizaci6n de la historia i dia no terminé con Ia independencia poli- ica del pais, como tampoco terminé la “si- i colonial” a la que csté sujeta la poblacién india. La historia de México, con Tarisimas excepciones, sigue siendo escrita desde el punto de vista y semin los intereses de las clases dominantes; en el contexto de Ia situacién colonial, las clases dominantes actian frente al indio apoyandose en la dife- rencia étnica. La historia de los pueblos in- dios, o se mantiene ignorada, o se distorsiona en funcién de los requisitos de la historia de Jos grupos dominantes que crearon Ia idea de la nacién mexicana y restringieron el ac- ceso para incluir en ella sélo a quienes com- partian caracteristicas econdmicas, lingiifsti cas, sociales ¢ ideolégicas por ellos definidas. ‘Se admite un componente indio en la nacio- 234 (CUILLERMO BONFIL BATALL nalidad mexicana, pero no se admite al indio como una entidad diferenciada y especifica de manera concomitante, se acepta la historia india como un antecedente comin, pero no como la historia propia y exclusiva de los pueblos indios. No se la ve como una historia en si misma sino como un complemento de otra historia central: la historia patria, es de cir, la de los verdaderos y tinicos mexicanos. A fin de cuentas, en esta perspectiva se busca que la historia explique el devenir de la na cién mexicana, no la existencia de los pueblos indios. Conciencia histérica y liberacién india Todos los pueblos colonizados tienen concien- cia de que su verdadera historia ha sido pros crita por el colonizador. Saben que la suya es una historia oculta, clandestina, negada. Saben también que, pese a todo, esa historia existe y que su prueba evidente es la presen: cia misma de cada pueblo. Una historia propia no es sélo necesarie para explicar el presente sino también pare fundamentar el futuro. El futuro, en estos casos, és ante todo la liberacién, la recupera: cién del derecho a conducir el propio des tino. Una historia expropiada es la cancela- cién de la esperanza y la sumisa renuncia ¢ cualquier forma de autenticidad. ¢Para qué es necesaria la historia india de los pueblos indios? En tanto relacién de agravios, la historia de los pueblos indios es sustento de reivin: dicaciones. Lo usual es encontrar, en cual quier minisculo poblado indio, un’legajo ce HISTORIAS QUE NO SON TODAVIA HISTORIA 25 losamente guardado que contiene los titulos primordiales y los mapas y planos antiguos que documentan la extension de las tierras comunales adjudicadas por el rey de Espafia, més la serie interminable de oficios que dan constancia de todas las gestiones encamina- das a recuperarlas. En Ia tradicién oral se tiene memoria de los asentamientos anterio- res, de las migraciones y de todas las instan- cias y pormenores del incesante proceso de despojo. De todo ello se echa mano una y otra vez para seguir argumentando y recl- mando. Los archivos son fuente obligada para reforzar los argumentos; mas que los histo- riadores, son los comuneros indios los usua- rios més interesados y constantes de esos acervos documentales. En un plano més general, la conciencia de un pasado previo a la dominacién colonial ofrece un recurso inapreciable a toda logia de liberacién. El retorno al edén per €s un motivo recurrente en los movimientos mesianicos _y muchas de las sublevaciones indias, desde el siglo xvr hasta el presente, han apelado a la historia precolonial para legitimar a lucha. Al conservar memoria de una edad preco- onial como parte de la historia propia que Mega hasta el presente, se relativiza la colo- nizacién: se la asume como un momento de esa historia, que tuvo principio y tendra fin. La colonizacién adquiere una dimensién histé- rica (transitoria, por tanto) y deja de ser una fatalidad natural irreversible y eterna. Es un capitulo mas, que debera culminar para dar vuelta a la hoja y seguir adelante? 2Como consecuencia de la situacién actual de nuestro pueblo y con el objeto de trazar una pri 236 CGUILLERMO BONFIL, BATALI En los textos de la nueva historia indi: que comienzan a conocerse, se presenta con frecuencia una imagen de la sociedad preco lonial que fécilmente puede calificarse de “idealizada” y, en consecuencia, “falsa”. Se la reivindica como una sociedad’ perfecta, mu cho més avanzada y justa de lo que la historia oficial (la que escribe el dominador) ha que- rido jamas admitir. Esta “idealizacién”, que abarca tanto los aspéctos tecnolégicos y cien- tificos, como los sociales, politicos y éticos, cumple al menos tres funciones importantes para los pueblos de hoy: a] Establece un punto de oposicién a par- tir del cual se debe realizar Ia critica de las concepciones oficiales, pretendidamente “cien: tificas”, acerca de la historia y la sociedad precolonial. b] Profundiza Ia critica de la colonizacién al_afirmar que su_verdadera, esencia_fue_la destruccién de una historia del bien, perfecta, y-no una historia del mal, errada, como lo sostiene Ia vision del colonizador ¢] Introduce, bajo la formula de una vuel: ta al pasado, un nuevo proyecto de sociedad futura. En este sentido la visién idealizada Yacritica de la sociedad precolonial, que con mera, linea de orientacién para su lucha de libe racién se plantea el siguiente gran objetivo: conse guir la unidad de la poblacién india, considerando ‘que para alcanzar esta unidad el elemento basico 5 la ubicacion histérica y territorial ‘en relacion ccon las estructuras sociales y. el regimen de los estados nacionales, en’ tanto se esta. participando total o parcialmente en estas estructuras. A través de esta unidad, retomar el proceso historico ¥ tra tar de dar culminacién al capitulo de colonizacién.” “Declaracin de Barbados 11", en Indianidad y des colonizacidn en América Latina, México, Nueva Tma- gen, 1979. HHISTORIAS QUE NO SON TopAvtA HISTORIA 21 frecuencia se aduce como argumento para descalificar a los autores indios que escriben sobre estos temas, cobra otro significado: no se trata de reconstruir el pasado tal cual fue, sino de proponer un futuro que se arro- pa como discurso restaurador de-una edad de-oro—Restairar no seria entonces dar mar- cha atrés a la historia, sino una manera de postular una sociedad ideal para el futuro, en la que se realizarén las utopias germinales de la historia precolonial. Esta recomposi- cién de la historia tiene que ver con el futuro, no con el pasado. Una funcién mas que cumplen el saber y la conciencia histéricos en los pueblos indios tiene que ver-con el mantenimiento y el re- forzamiento de _la_identidad étnica. Aqui se entra en un problema complejo que apenas es posible delinear dentro de los limites de este breve ensayo. Hay una relacién estrecha entre identidad-étnica_y-conciencia histéricé la primera siempre se fundamenta en la se- gunda, La continuidad histérica de un pueblo es el argumento sustancial para legitimar su derecho a un futuro propio; en este punto radica una de las diferencias principales entre “pueblo” (sinénimo en este caso de “etnia”) y otras categorias sociales como la de “cla- se”: la clase no necesita aducir profundidad historica alguna para legitimar su proyecto politico, porque éste se deriva de su posi- cién en’la estructura socioeconémica vigente, actual. En cambio, el pueblo se reclama como una categoria social que ha existido (no sin modificaciones, por supuesto) desde un tiempo antiguo, frecuentemente inmemorial y mitico, pero en todo caso anterior a la colo- nizacién y, en consecuencia, al modo de pro- 238 (GUILLERMO ONFIL BATALLA duccién que rige a la sociedad en el presente. (Los zapotecas no son, como el proletariado, un producto necesario del capitalismo.) La memoria histérica-es consustancial a la identidad étnica_ya_su_expresién politica: la -einicidad. La conciencia étnica es concienc de la diferencia: nosotros, los huaves, somos diferentes (en lengua, creencias, costumbres, etc.) de los mixtecos y de los mestizos. La memoria historica explica esa diferencia, re mitiéndola frecuentemente a mitos de origen. La etnicidad es conciencia-de desigualdad, de opresién que pretende justificarse en la dife- rencia: es un proyecto politico que reclama el derecho a la diferencia-y la supresién de Ja desigualdad. La conciencia histérica, en- tonces, no solo debe dar cuenta del origen de la diferencia sino también del origen y el desarrollo de la desigualdad. En el momento actual, ia indianidad (0 panindianismo) es la expresién mas belige- rante de la etnicidad de los pueblos indios de América. Se asume una identidad india supra- étnica, por encima de las identidades particu- lares de los diversos grupos, y con base en ella se busca articular un proyecto politico comin que demanda una fundamentacién his- t6rica consecuente. Finalmente, la historia tiene para los pue- blos indios el valor de un gran arsenal de experiencias de lucha acumuladas. Estas ex- periencias historicas, que han hecho posible Ja persistencia del grupo, permiten sustentar valores y formas de conducta que son consi- derados como ingredientes necesarios de la resistencia india. La historia de esa lucha/re- sistencia ha probado, con sus éxitos y sus fracasos, cuales son las actitudes, acciones y [HISTORIAS QUE No SON ToDAViA HISTORIA 29 estrategias “buenas”, en términos de los in- tereses del grupo, y cuales las “malas”. En este sentido la historia es ejemplo y guia para la accién, bien sea de manera directa y ex- plicita, o mAs frecuentemente en forma in- directa, mediante la traduccién de la expe- riencia’ historica en datos que refuerzan o debilitan un determinado cédigo normativo. Problemas tedricos y metodologicos Segtin los proyectos més elaborados de la historia india de los pueblos indios, se plan- tean algunas diferencias sustanciales_entre Ja concepcién india de la historia y Ia occi- dental. Un punto clave tiene que ver con el sentido del devenir histérico: frente a la con- cepcién occidental_“rectilinea””_(la_evolucién ascendente, el progreso incesante) se afirma I cardcter “cfclico” de la historia. No es una historia circular, que vuelva una y otra vez al mismo punto de partida, sino una suce- sién de ciclos que se cumplen, en los cuales un momento cualquiera no es necesariamente un “avance” en relacién con otros momentos anteriores, aunque al culminar el ciclo se in- grese en una etapa “superior”. Esta percep- cin de la historia, que tiene relacién obvia con muchas cosmogonias precoloniales,* des- empefia —como hemos visto— un papel ideo- “La concepeién cfclica de la historia en el pen- samiento cosmogénico mesoamericano ha sido des- rita y analizada por muchos autores. Véase, por ejemplo, Miguel Ledn Portilla, La filosofia nahuatl esiudiada en sus fuentes, México, edicion especial del Instituto Indigenista Interamericano, 1956. 240 CGUILLERMO BONFIL, BATALLA logico. muy importante en los movimientos de liberacién. En la relacion_espacio/tiempo_se_plantea también una diferencia significativa. Vine De- loria, por ejemplo, sefiala que, para los indios (de los Estados Unidos, en’ este caso) no cuenta de manera central el orden de suce sién de los acontecimientos del pasado ni, mucho menos, las fechas exactas en que ocu. rrieron; lo que importa es que tales hechos acontecieron y que tienen relacién con deter- minado espacio.’ Por el contrario, en los pue- blos mesoamericanos hubo una acuciosa preocupacién por la cronologia, pero el sen- tido del espacio como un elemento dindmico de la historia también estuvo presente La Vinculacién con un espacio concreto estaria relacionada, por una parte, con la memoria del territorio étnico que histéricamente per- tenecié a cada pueblo y cuya recuperacién €s una constante de las reivindicaciones in- dias; por otra parte, tendrfa_que-ver_con la ncepeién del_hombre.como parte dela na- turaleza, y no como su amo y enemigo. El sentido cdsmico de la visién india del hor bre (cada hombre es un momento de sinte: viva y total de la historia del cosmos y de todos los hombres que le -precedieron, y per- durara, en consecuencia, en todos los hom- bres futuros) estaria en la base de esta con- cepeién y seria el fundamento mismo del proyecto civilizatorio indio, en el cual la ar- Vine Deloria, Jr., God is red, Nueva York, Delta Book, 1973. Cr. especialmente los eapitulos 5, Ty 8. ‘Sobre Ia concepeién de la relacién espacio/tiem. o entre los artecas, véase Jacques Soustelle, La ida coridiana de 9s aztecas en visperas. de la conquista, México, Fondo de Cultura’ Econémica, 1956, especialmente el cap. Ti. HISTORIAS QUE NO SON ToDAVIA HSToRTA 2 monia con la naturaleza sustituiria a su ex-/ plotacion creciente por el hombre. En términos mas concretos y particulares, a la historia india de los pueblos indios se le reclaman respuestas a preguntas que estén determinadas por las necesidades politicas actuales. Ante todo: un punto de vista indio, es decir, un compromiso de tomar como pro: blema principal del quehacer histérico, la historia del pueblo indio. Es_un cambio de 6ptica que permite hacer central To que hasta ahora-ha sido excéntrico y marginal; importa asumir al pueblo indio como la entidad his toriable y echar mano de las otras historias (las historias de “‘los otros”, los no indios) en tanto sean pertinentes para ayudar a ex- plicar la historia india. En esa perspectiva, Y puesto que los pueblos indios existen hoy, corresponde a la historia india documentar su continuidad desde el més remoto origen; esta tarea mostrara que no hubo rompimien- to ni cancelacién de la historia india como resultado de la invasin europea —en contra de tesis sostenidas a lo largo del tiempo por los colonizadores En la perspectiva de la indianidad, la his- toria india habra de probar que hay una uni- dad_bisica, en Términos de civilizacion, de todos los pueblos indios; habra de mostrar cémo el sistema colonial acentué y cred dife- rencias en su esfuerzo por dividir para mejor vencer. A mayor profundidad historica, mas Glaramente se hard visible la unidad india, fundamento ultimo de su futuro comiin w "He tratado con mayor amplitud el concepto indio dela relacién hombrenaturaleza_y su inci dencia en la ideologia politica de la indianidad, en Utopia y revolucién, México, Nueva Imagen, 1980. 22 (CUILLERMO BONFIL, BATALLA Con qué materiales se construye la histo- ria india? Casi cinco siglos de dominacién significan, entre muchas otras cosas, un cumulo de historias y fuentes para la historia escrita por otros, segiin puntos de vista ¢ intereses que no han sido los indios. Los historiadores indios (que en su inmensa ma: yoria no son “profesionales” en el sentido convencional y universitario del término) es tén obligados a echar mano de esa informa. cién producida “desde arriba”, pero, al mis mo tiempo, han recurrido también a fuentes directas, no convencionales y con frecuencia heterodoxas. Junto, pues, a los archivos y la bibliografia cominmente aceptada, se encon traré constantemente la referencia a la his- toria oral, a la memoria social que se conser: va en cada pueblo y se transmite de boca en boca, de generacién a generacién. En ella no sélo se encuentra el dato preciso y compro- bable, sino también la leyenda, Ia vision mitificada del pasado, de los origenes. Eso memoria histérica no pretende tinicamente dar cuenta de lo que sucedié sino, ante todo, explicarlo, hacerlo comprensible y juzgarlo. Con los datos particulares se construye una historia coloquial (parroquial, dirian algu- nos) anclada constantemente en testimonios materiales: accidentes topograficos, edificios, rumbos y senderos. Aqui también espacio y tiempo interacttian constantemente y el en- torno natural no permanece como un mero escenario sino como un elemento dinémico del proceso histérico. De todos estos datos que constituyen la memoria colectiva de los pueblos indios se echa mano para estructurar Ja nueva historia in HISTORIAS QUE NO SON TooAvEA HISTORIA 243 También se da el rescate de los autores excluidos, de los historiadores sin crédito académico, marginales e ignorados; gente que escribié libros de historia que nunca se citan en una obra “seria” pero en los que los inte- ectuales € historiadores indios encuentran datos e interpretaciones que coinciden con su proyecto de revalorar su propio pasado. All aceptarlos, cuenta mas su punto de vista y su intencién que la usual critica historio- Bréfica, ante la que se mantiene una des- confianza casi instintiva por tanto como ha servido para reforzar la visién colonizadora de la historia india. En resumen, el historiador indio ejerce su oficio en condiciones que es necesario tomar en cuenta al valuar su obra: 1| dentro de un Proyecto politico de liberacién/descoloniza cién que conduce al intento de crear “otra storia”, con premisas y criterios propios, diferentes; 2] con datos que han sido tami- zados por la visién y los intereses de los grupos no indios dominantes; 3] con datos de diferente naturaleza y origen que no siem- pre retinen los requisitos establecidos para considerarlos datos historicos legitimos; 4) en condiciones de aislamiento y marginacién del quehacer histérico académico, ya que co- minmente se trata de historiadores que no han tenido la formacién escolar que se pre- supone en el historiador profesional. Sera facil, entonces, encontrar en algunas obras (ise juzgan sélo con criterios académicos) ejemplos de falta de rigor, inconsistencias me- todoldgicas, escaso discernimiento critico en el uso de los datos, fundamentacién insufi ciente en las conclusiones y muchas debili- dades més. Sdlo es posible apreciar la impor- Sa 24 CGUILLERMO BONFIL MATALLA tancia de esta nueva historia india" si se toman en cuenta las condiciones de su pro- duccién y el papel social y politico que esta cumpliendo —como en cualquier obra de historia, finalmente. El tono apologético de muchos textos re fleja un momento en el proceso de descubrir la verdadera historia india; es de suponer que paulatinamente se abandonara la adjetiva- cidn, en la medida en que se gane el espacio legitimo para esta historia, tanto en el am- bito académico como en el politico. Una razén histérica en busca de historiadores No hay conclusiones; si acaso unos comen- tarios finales para intentar la sintesis del problema principal Los pueblos indios_necesitan_conocer_su Pro} . Esto es imperativo dentro de sus-luchas-del-presente, porque sus reivindi- caciones se basan precisamente en la afirma- cin de su legitimidad histérica_como_pue- blos:_son-y reclaman el derecho a seguir sien- "Las obras de lo que a Jo largo de este ensayo he llamado la nueva historia india estan dispersas y. circulan frecuentemente de manera restringida, EL lector interesado podria leer: de Fausto Reinaga, La revolucion india, 1969; América india » Occiden: te, 1974; EL pensamiento amdutico, 1978, todos ellos Publicados en La Paz bajo el pie de imprenta del Partido Indio de Bolivia, De' Wankar, Tawantin: suyo. Cinco siglos de lucha contra Espaia, México, Nueva Imagen. (en prensa). De Virgilio Roel, “Los sabios y grandiosos fundamentos de la indianidad”, y de Rail Carnero, “Los dioses comunistas”, ambos fensayos publicados en Lima por Cuadernos’ Indios, en 1979, [TSTORIAS QUE NO SON ToDAVIA HISTORIA 245 do, porque tienen esa historia. En un plano més general, que no depende de Ia motiv. cién politica inmediata, los pueblos indios, como todos los pueblos, conservan una memo. ria historica que esté ‘intimamente asociada con su identidad; saben, cada vez con mayor claridad, que esa memoria puede enrique- cerse con una recuperacién sistematica del conocimiento de su pasado que, en conse- cuencia, vendria a reafirmar su identidad so- cial, Esta necesidad general es particularmen: te aguda en pueblos que han padecido la experiencia de la colonizacién, que les amputa posibilidades para el incremento de su saber histérico. La respuesta a esta necesidad de conocer la historia propia no la ha ofrecido la pro- duccién historiogréfica profesional y estable- ida; al menos, no en Ia cuantia y con la ac- cesibilidad que satisfagan la demanda de los pueblos indios. Este silencio esta siendo po- blado con las voces de los propios historia dores indios. Son voces aisladas; todavia; pero contumaces en su empefio de documentar una historia necesaria y seguras de que la razén historica esté ahi, en espera de mas y cada vez mejores historiadores.

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