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EDWARD P. THOMPSON TRADICION, REVUELTA Y CONSCIENCIA DE CLASE Estudios sobre la crisis de la sociedad: preindustrial | Prélogo de JOSEP FONTANA EDITORIAL CRITICA Grupo editorial Grijatbo BARCELONA. LA SOCIEDAD INGLESA DEL SIGLO XVIII: {LUCHA DE CLASES SIN CLASES? * Lo que sigue a continuacién podria ser descrito més como un Antento de argumentacin que como un articulo. Las dos primeras propia génesis) avanzan en Ia exploracién de las cuestiones de clase y cultura plebeya.' Ciertas partes del desarrollo se fundamentan en investigaciones detalladas, publicadas y sin publica. Pero no estoy seguro de que todas ellas juntas constituyan una «prueba de la argumentacién. Pues la argumentacié; este tipo (que Popper sin duda descril ser refutada; pero no pretende poser el tipo de conocimiento posi- i generalmente afirman tener las técnicas de investigacién ss. Lo que se afirma es algo distinto: que en una sociedad cualquiera dada no podemos entender las partes a menos que chien: + aighteenth Century English Society: Class Strugele without Clas?», Social History, Ill, n* 2 (mayo 1978), Ula. Remit compere hace seis sete ais enol Centro para Esudio de Wistoria Social dé Warwick. Alguna parte de las secclones T ‘Americano de Historiadores ( tio 197d), en Londres. Ea scccldn V fue afadida pera al debate del 8 GLUCH A DE CLASES SIN CLASES? 15 Itrjarcales como caracteristicas del sistema gremial de la Edad Media igen que: “De modo que la argumentacién que se presenta a continuacién una especie de preémbulo, un pensar en voz alta i | Sc ha protestado con frecuencia que los términos «feudal», «c pitalistay © como totalidad, formes gue él relaciona especificamente con formas antiguas y feudales de orden social. Laslett, que nos ha recofdado apremiantemente la im. portancia central de la «unidad doméstica» econémica en el siglo xvi, sugiere que ésta contribuy6 a la reproduccién de actitudes y relaciones Patriarcales y paternales que permearon a la totalidad de la sociedad, ¥ que quizé siguieron haciéndolo hasta el momento de la «indus, trializacién». Marx, es verdad, tendia a considerar las actitudes pa ic ficio se hallaban organi- ficiales y aprendices de cada oficio hi | sane jl sabe a ier de ee cos rn | patriarcal que les unfa a los a de los Bremics dota oo sobre la po tganl de los oficiales y, por otra [pak 7 | porque para los oficiales que teabajaban con, = — aasilih jem a ibe oficiales de los demés maestros y los separaba de | éstos... relaciones eran susti- ba que en la amanufactura» estas rel an s ae are ida mbctara cote ol wabajalor 7 a] eaptlis on fias ciudades, esta relacién seguia pets, «en el campo y en las pequetias ciudades, esta Peeado ui’ color patciaieals? Es este un smplio. margen, sobre todo cuando recordamos que en cualquier ¢poca previa a 1840 la mayor parte de In poblacién viva en estas condiciones. De modo que podemos susttuir el «maiz ptrarcal» por el tr mino «paternalismo». Podrfa parecer que este quantum cel es ic, Fefresado cada dia en las innomerables foentes del pequefio faller, la unidad doméstica econémica, Ia propiedad territorial fs Jo bastante fuerte ‘para inhibir (excepto en casos sislados, dovante breves episodios) la cdnfrontacién de clase, hasta que la indus i zacién la trajo a remolque consigo. Antes de que esto sire, no exietia una case obrera con concencia icto de alguno de este sino simplemente fragme ae BS igliie kdevileg’ te claet Gtatd nc salle y, poesio gue ast es Ia earea tremendamente difil de intentar descubrir cull era Is ver dadera conciencia social'de los pobres, de los trabajadores, y sus for de expresiOn, seria tediosa ¢ innecesaria. Nos invitan a pensar ior i més que dé la clase, sobre divisiones verticales més que horizontales. Podemos incluso hablar de una so- riedac « ase». ee ap eee a ae ies eee tenientes del siglo xvii. El primero: ome va QU aa i rs a os y Engels, La ideologia alemane, Grijalbo, Baicelona, 1974, pp. 58 y 64. 16 TRADICION, REVUELTA Y CONSCIENCIA DE CLASE La vida de una aldea, una parroquia, una ciudad mercado y Binterland, todo un condado, podia desarrollarse en torn @ ur casa grande y su solar. Sus salones de recepcién, jardines, establ y perreras eran el centro de la vida social local; su despack de Ia propiedad, el centro donde se negociaban’ Jas. tenenci rarias, los arrendamientos de minas y edificios, y un banco ahorros ¢ inversiones; su propia explotacin agraria, ur exposicién permanente de los mejores métodos’ agricolas disponi -.5 su sala de justicia... el primer baluarte de la ley y el ordeny su galeria de retratos, salén de mtisica y biblioteca, el cuartel gen ral de la cultura local; su comedor, ei fulero de la politica local} Y¥ he aqui el segundo: En el curso de administrar su propiedad para sus propioy intereses, seguridad y conveniencia ejercié muchas de las funcioner del Estado. El era juez: resolvia disputas entre sus allegados. Eng mantenfa el orden entre un gran mimero de gente... nombraba al capellén, generalmente algin pariente in formacién religiosa, para mirar por su_gente| cuidaba de los ‘enfermos, 8 parientes y partidarios cor jcular, Es més, me sistema de matrimonios, parentesco y pati Ia ayuda, en caso de necesidad, de un gran m en el campo o en las ciudades que posefan propiedades 'y poder Similars # Toe suyos. | | 10 de pai jones aceptables del cabsllero_terratenien ante, ocurre que una describe a la aristocr: © Ia gran gentry inglesa, la otra a los duefios de esclavos del Brasil colonial? Ambas servirfan, igualmente, y con minimas.correcciones,, para deé aun patricio de Ia campagnaen la antigua Roma, uno de los terratenientes de Almas muertas de Gogol, un duefio de es. clavos de, Virginia,* o los terratenientes de cualquier sociedad en la 3. Harold Perkin, The Origins of Modern English Society, 1 1969, p. 42; Alerander Marchant, «Colonial Bras en XE Therseg Poe and oa An fetrogertes Owed 1595, P. 297. i sagene, B. Genovese, The World the Stavebolders Made, Nueva Yor 1969, esp. p. 96. ae tld gLUCHEA DE CLASES SIN CLASES? 7 que Js autoridad econdmica y social, poderes judiciales, sumarios, etc., estuvieran unidos en un solo punto. icultades. Podemos denominar ica y cultural «paternalismo» timgs el término, debemos también pata lun andlisis diseriminatorio. Nos dice muy poco sobre Ja naturaleza del poder y el Estado, sobre for- mas de propiedad, sobre fa ideologia y Ia cultura, y es incluso dema- siado tomo para distinguir entre modos dé explotacién, entre la mano de obra servil y libre. 7 ~~Ademés,es una descripcin de relaciones. sociales vista desde arriba. Esto no Ia invalida, pero debemos ser conscientes de que esta “escripcién puede ser demasiado persuasiva. Si sélo nos ofrecen Ia primera descripcién, es entonces muy fécil pasar de ésta a la idea de «una sociedad de una sola clase»; la casa grande se encuentra en la cumbre, y todas las lineas de comunicacién evan a su comedor, despacho de Ja propiedad o perteras. Es esta, en verdad, una impre- sién que fécilmente obtiene el estudioso que trabaja entre los docu- mentos de propiedades particulares, los archivos de los quarter ses- sions, 0 la correspondencia de Newcastle. Pero pueden encontrarse otras formas de describir Ia sociedad ademas de la que nos ofrece Harold’ Perkin en el primero de los extractos. La vida de una parroquia puede igualmente girar en torno al mercado semanal, los festivales ¥y ferias de verano e invierno, la fiesta anual de 1g aldea, tanto como, alrededor de lo que ocurria en Ia casa grande fLas habladurfas sobre Ja caza furtiva, el robo, el escindalo sexual y el comportamiento de los superintendentes’ de pobres podian ocupar las cabezas de las gentes bastante més que las distantes idas y venidas de la posesién/La mayor parte de la comu- nidad campesina no tendrfa demasiadds oportunidades para ahorrar © invertir o para mejorar sus campos; posiblemente se sentfan més preocupados por el acceso ala coccién, a las turberas y a los pastos del comtin que por Ia rotacién de los nabos. La justicia podia perci- birse no como un «baluarte» sino como un tirano. Sobre todo, podia una radical disociacisn —en ocasiones antagonismo— entre Itura e incluso la, de Ia rclacién entre los duefios’ de esclavos y Estos ¥ cl grado de adaptacida (0 conformidad) aceptado por los esclavos en el «espacio para vivir» proporcionado por ia manifiesta hegemonia de lov amos (Herbert G- Gutman, Phe Black Famly in Slavery and Tremors Nueva York, 1976, esp. pp, 303326, y Etic Per “Mara” for the ‘Master Clase», Radi 1.59. Ea tigiosos (tales como rangers, keepers, constables) y los beneficios que con ellos trafan podfan comprarse y venderse; pero no todo el mundo podia comprarlos o venderlos (durante los gobiernos de Wal- pole, ningdn par tory o jacobita tenia probabilidades de éxito en este mercado); y el detentador de un cargo opulento que incurrfa en Ia desaprobacién de, politicos 0 Corte podia verse amenazado de expulsién mediante procedi tos més altos y lucrativos encontraba en’ situacién si ha vez ‘conseguidos, suponian normalmente a, y el berttficiario debia exprimir todos los ingresos jsmo mientras pudiera. La tenencia de sinecuras de Cotte y de altos cargos politicos era mucho menos segura, aunque is AebOre 22 ‘TRADICION, REVUELTA ¥ CONSCIENCIA DE CLASE de ningtin modo menos lucrativa: el conde de Ranelagh, el duque d Chandos, Walpole y Henry Fox, entre otros, amasaron fortunas d rante su breve paso por el cargo de Pagador General. Y, por ot parte, la tenencia de posesiones territoriales, como propiedad abs luta, era enteramente segura y hereditaria. Era tanto el punto de acceso para el poder y los cargos oficiales, como el punto al cu; retornaban el poder y los cargos. Las rentas podian aumentarse me] diante una administracién competente y mejoras agricolas, pero n¢ ofrecian las ganancias fortuitas que proporcionaban las sinecuras, | cargos piblicos, la especulacién comercial o un. matrimonio afortu} nado. La influencia politica podfa maximizar los beneficios més qu Ja rotacién de cuatro hojas, como, por ejemplo, facilitando la conse cucién de decretos privados, tales como el cerramiento, o el conver tir un paquete de ingresos sinecuristas no ganados por via normal en posesiones hipotecadas, allanando el camino para conseguir un ‘ma. ‘trimonio que uniera intereses arménicos 0 logrando acceso preferente a una nueva emisin de bolsa. Fue esta una fase depredadora del capitalismo agratio y comerci y el Estado mismo era uno de los primeros objetos de presa, ‘triunfo en Ia alta politica era seguido por el botin de guerra, asi como la victoria en la guerra era con frecuencia seguida por el botin| politico. Los jefes triunfantes de las guerras de Marlborough no sélo obtuvieron recompensas piblicas, sino también enormes sumas sus- trafdas de la subcontratacién militar de forrajes, transporte u orde- nanzas; Marlborough recibié el- palacio de Blenheim, Cobham y Cadogan los pequefios palacios de Stowe y Caversham. La sucesién hannoveriana trajo consigo una serie de bandidos-cortesanos. Pero Jos grandes intereses financieros y comerciales requerian también acceso, al Estado, para obtener cédulas, privilegios, contratos,-y- la fuerza diplomética, militar y naval necesarias para abrir el*camino al comercio. fla diplomacia obtuvo para la South Sea Company el 8, No debemos olvidar que la gran investigacién de Namier del caricter | del, sistema patlamentatio se originé como estudio de. «The Imperial Problem | during the American Revolutions, prefacio de la primera edicién de The Structure of Politics at the Accession of Georke TI. Desde la época. de | Namier, el «problema imperial» y sus constantes presiones en la vida politica y ccondmica de Inglaterra ha sido despreciado con excesiva frecuencia, y des ués olvidado. Véase también los comentarios de Irfan Habib, «Coloni Of the Indian Economy, 1757-1900», Social Scientist, Delhi pp. 2530. : gLUCHA DE CLASES SIN CLASES? 23 Gento, o licencia para el comercio de esclavos con la América espa- Sas Cue In cabetativa de bencficive masivos de ata concexiéa Yo que hinché la South Sea Bubble/No se pueden hacer pompas (Bubble) sin escupir, y los escupitajos en este caso tomaron la forma de sobornos no sdlo a los ministros y a las queridas del rey, sino también (parece seguro) al mismo rey. Estamos acostumbrados a pensar que la explotacién es algo que céurie sobre el terreno, en el momento de la produccidn. A princi- pior del siglo xviir se creaba la riqueza en este nivel primario, pero se elevé répidamente a regiones més altas, se acumulé én grandes Paquetes y los verdaderos agostos se hicieron en la distribucién, Scaparamiento y. venta de articulos 0 materias primas (lana, grano, cathe, aziicar, pafios, té, tabaco, esclavos), en la manipulacién del ‘crédito y en la incautacién de cargos del Estado. Un bandido patricio ‘compitié para lograr el botin del poder, y este solo hecho explica las grandes sumas de dinero que estaban dispuestos a emplear en la ‘compra de escafios parlamentarios. Visto desde esta perspectiva, el Estado no era tanto el érgano efectivo de una clase determinada como ust pardsito a lomos de la misma clase (la gentry) que habia triun- fado en 1688. Y asi se veia, y se consideraba intolerable por muchos miembros de la pequefia gentry tory durante la primera mitad del si- glo, cuyos impuestos y tierras yefan transferidos por los medios més patentes a los bolsillos de los cortesanos y politicos hig, a la misma ite atistocrética cuyos grandes dominios se estaban consolidando frente a los pequefios, en estos afios. Incluso hubo un intento por parte de la oligarqufa, en la época del duque de Sunderland, de con- firmarse institucionalmente y autoperpetuarse mediante la tentativa de lograr el Peerage Bill (Proyecto de Ley de Nobleza) y la Septen- nial Act (Ley Septenal). El.que las defensas constitucionales contra esta oligarqufa pudieran al menos sobrevivir a estas décadas se debié en gran medida a la obsginada xesistencia de la gentry independiente ae ‘en gran parte fory, en ocasiones jacobita, apoyada una'y otra vez por la multitud vociferante y turbulenta. Todo esto se hacia en nombre del rey. En nombre del rey podfan los ministros de éxito purgar incluso al més subordinado funciona- tio del Estado que no estuviera totalmente sometido a sus intereses. «No hemos ahorrado medios para encontrar a todos los malvados, y hemos despedido a todos aquellos de los cuales tenfamos Ja més minima prueba, tanto de su actual como de su pasado comporta- 24 TRADICION, REVUELTA Y CONSCIENCIA DE CLASE miento», escribian los tres serviles comisarios de Aduanas de Dublin al duque de Sunderland en agosto de 1715. Es «nuestro deber no permitir que ninguno de nuestros subordinados coma el pan de Su 5 10 tienen todo el celo y afecto imaginables hacia su ser- lel Gobierno»? Peto uno de los intereses primeros de los depredadores politicos er: ar Ja influencia del rey ala de primus inter predatores. Cuando al ascender Jorge II parecié dispuesto a “Prescindir de Walpole, result6 que era susceptible de ser comprado como cualquier politico whig, aunque a més alto precio: Walpole conocia_su_deber. Nun: mayor genetosidad. El Rey, 800. todos los impuestos ‘en otras 100,000 libras; 5 tumor de que Pulteney ofrecia més, Si polftica era asombrosa. Nadie a excep haber esperado obtener tales concesiones a través de nes ... una cuestién que el Soberano no tardé en captar ..- Robert», dijo el se disponfa a ditigirse a los Comunes, «que fen esta cuestién es lo que hard también su i; va a decidirse para mi vida y para su vida.» ® fue soberano tratado con més el excedente de Comu- Asf que el deber de Walpole resulta ser el respeto mutuo de dos lac drones de cajas fuertes asaltando las cdmaras del mismo banco. Durante estas décadas, los conocidos.«xecelos». whig de la Corona no surgian del un golpe de estado y pisotearan bajo sus pies las libertades de los sbditos al adquirir poder absoluto; la retérica se destinaba excl. sivamente a las tribunas piblicas. Surgia del miedo mas real a que ¢l monarca ilustrado encontrara medios para clevarse, como pétJon'. ficacién de un poder imparcial, racionalizado y burocrético, por en- cima y més allé del juego depredador. El atractivo de un icy tan Patridtico hubiera sido inmenso, no sélo entre la geniry menor, sino. entre grandes sectores de a poblacién: fue precisamente el atractive, ° de sui imagen de patriota incorrupto lo que lev6 a William Pitt, el 9, MSS de Blenheim (Sunderland), D IL, 8. 10. J. H. Plumb, Sir Robert Walpole, 1969, II, pp. 168-169. "y, Tonroneando de gratitud jiedo a que los monarcas hannoverianos realizaran ” GLUCHA DE GLASES SIN CLASES? 25 al poder en una marea de aclamacién popular, a pesar de la lad de Tos politicos y de la Caria — a «Los sucesores de los antiguos Cavaliers se habjan convertido en demagogos; los sucesores de los Roundheads en cortesanos», dice” Macaulay, y continia:. «Durante muchos afios, una gener Whigs que Sidney habria desdesiado por esclavos, cont brando una guerra a muetté con una generacién de Tories cuales Jeffreys habria colgado por republicanos»."” Esta’ caracterian. ciGn no sobrevive mucho tiempo después de mediado él siglo. El odio entre whigs y tories se habia suavizado mucho (y —para algunos historiadores— desaparecido) diez afios antes del ascenso de Jorge IIL, y la subsiguiente «matanza de los inocentes Pelhamitas». Los supervivientes tories procedentes de la gran gentry volvieron a Jas comisiones de paz, recuperaron su presencia politica en los com. dados y abrigaron esperanzas de compartir el botin del poder. Al ascender Ja manufactura en Jas escalas de, riqueza frente al trasicgo smercantil y Ta especulaciGn, también clettas formas de-privtegio y corrupcién se hicieron odiosas a los hombres adinerados, ron a aceptar Ia palestra racionalizada e «imparcial» del mercado Ii ahora “uno_podia hacer su agosto_sinla_previa_compra politica en los grganos_del Estado. El ascenso de Jorge ITT cambio de acdos diversos los términos del j is retética liberal y Je dio lustre. Para algunos adquirié (como en la ciudad de Londres) un contenido verdadero-y renovado. Pero cl. tey desafortunadamente malogré todo intento de presentarse como Tey ilustrado, como la cispide de una burocracia desinteresada. Las Tur. ciones_parasitarias del Estado se vieron Bajo constanté tiie y afaque a destajo (ataques contra East India Company, contra puestos y_Sinecuras, contra la_apropiacién indebida de tierras_ptblicas, la P. D. Langford, «William 2 and Public Opinion, 1757», Br 1973). Pero, cuando estuvo ‘en el. podet, fe derecha del gobierno. La parte les lo paso Essay 1880, 12. Ibid, p. 746, | 26 TRADICION, REVUELTA Y CONSCIENCIA DE CLASE LUCHA DE CLASES si cases? a ete. 0 su papel esencial critica de la alta politica que se encuentra en Los viajes de Gulliver reforma cgilrsraal de Consumos, ete); per x £0 Jonathan Wilde, en parte en las sétiras de Pope y en perc ca parasitario ; ° ilisis politico mis Humphrey Clinker, en «Vanity of Human Wishes» y «Londons de ie} nm término. de andlisis politico enphrey 7 7 ; Seu ee ues como mejor te entiende el Jobson y en el eTtaveller» de Goldsmith. Aparece, como teotia roll odes politico a lo Jrgo de is mayor parte del siglo xvii es, no como | tica, en ia Fal ley seapaiece, de forma Th drgeno direco.de clase interes determinad, sino 20a, an| yusitions de Burgh.” En las pri bimaensi uun Tugar de ‘compra’ donde se abte- smezas décadas del siglo, la comparacién entre la alta pol tipos de poder econémico y social? en bajos fonds era un recurso corriente de la sitire: 1s primarias era caro, ampliamente ineficaz, y~ : i xente Jos actos de Sé que pata parecer acepable a los hombres de alcumnia hay (ocal) de facto, gue esforzarse en imitarlos, y sé de qué modo consiguen Dinet, ente en Ia del ¥ Puestos. No me sorprende que el Talento necesatio' pore on en ase, ae eae gran Hombre de Estado sea tan escaso en el mundo, dado qoe tar idad misma del Estado; en el desu ce gran cantidad de los que lo poseen son segados en lo mejor de en_la.posibilidad que otorgaba al_capita- sus vidas en el Old-Baily a mercantil y.fabril, para realizar su propia autorrepro- acl les suelos fértiles que ofretia al laissez-faire imo) Asi se expresaba John Gay, en una carta privada, en 1723." La iden “(Pero raramente parece ser un suelo fértil para el paternalismo constituye la semilla de la Beggar's Opera. Los historiadores Inn ién algo distinta de la politica desatendido Nos hemos acostumbrado a una Imente esta ima; iperbélica, presentada por historiadores que se han acostum- generalmente esta imagen como hiperbilica, Ne hacedlo. gr Seng tmcac!® she Lo fepaan oe Fay, desde Ihego, que hacer alganh faveded Perd una, sin em bargo, que xo puede hacerse es que el Ios recelos vigilados, por una cl Jo eran los tories. No hay nada fuera de orden, todo exté in Pearce a ,. en i ice -of Opposi Neil McKendrick, ed, Eighteenth Century “De 253255. Los whigs ‘hannoverianos slones de gran propiedad para lot iia ap, 36) ProPiedal pasa los miembros del Parlanento (Cansei 30 ‘TRADICION, REVUELTA Y CONSCIENCIA DE CLASE al aprender por sf misma a crecer y conservar sus libertades.” En tercer lugar, existe_«la-Leys, elevada durante este siglo a un papel més prominente que en cualquier otro perfodo de nuestra historia, y que servia como autoridad «imparcial> arbitrante en lugar de la ‘débil y nada ilustrada monarquia, una burocracia corrupta e inéficéz, y wna democracia que ofrecia a las_acti sromisiones del poder poco més que una retérica sobre su linaje. El Detecho- Civil, propor- cionaba a Jos intereses en competencia una serie de defensas de su propiedad, v las reglas del juego sin las que todo ello habria’caido fen la anarqu‘a, (El Derecho Criminal, que estaba en su mayor parte aspecto total m presente resistencia de la multitud: una mulkitud que se extendia en ocasiones desde Ia pequeiia gentry, pasando por los profesionales, hasta los pobresy entre todos ellos, los dos primeros grupos inten. taron en ocasiones combinar la oposicién al sistema con el anoni- mato)f pero que a ojos de los grandes aparecfa, a través de Ja neblina del verdor que rodeaba sus parques, compuesta de «tipos_disolutos y levantiscos». [La relacién entre Ja gentry y la mu te a tema particular de este trabajo. mm Pero lo que a mf me preocupa, en este punto, no-es tanto cémo se expresaba esta relacién (ello ha sido, y cor Jos temas centrales de mi, trabajo) cuanto las de esta formacisn histé de clases. En «Pat yy, Plebeian Culture» he di atencién bacia Ja erosién.real de Jas formas de control, patern: por Ia expansién de Ja mano de obra «libreg, ‘sin ame aun cuando este cambio es sustancial y tiene consecuencias si \s para Ia vida politica y cultural de Ja nacién, no répresenta una ‘» del antiguo orden. Esté contenido en las viejas estructuras 23. Véase Brewer, op._cit., cap. 8; y, para un ejemplo de’ su exte "aTaverns, Coffee Clubs: Local Pe 24, Los siguientes 1 Journal of Social History, VII, n2 4 (verano 1974), 31 a LUCHA DE CLASES SIN CLASES? Que coe de poder-y la hegem ciate y reaie.certos in embargo, una tecipro- La debilidad de la autoridad espi. le-el tesurgir de una cultura plebeya wera del alcance de controles externos, esta cultura, en las décadas centrales del nal Te ororgé un una mutualidad en esta relacién que es dif relaci6n de clase.» Paenste. ole ex 4 —Yo-acepto el argumento de que much: + re Jaban. una concencia «verticals del «fiioe fen less he we ciencia ehorizontal» de Ja clase obrera industri uno de los motives por los que he adoptado el término plebe prefe. vertical no extraordinariamente vigorosa fut ¥ lejos de resistirse ot. abe 105" (ComO_en ino las fiones que dan origen a lamayora de los metines: cuando la plebe se una tome nese consumidores, © como pagadores de impuestos o evasoree del ime puesto de consumos_(contrabandistas) zontales», libertarias, econémicas 0 patridticis ciencia de Ia plebe distinta a la de’ la -clas momentos de Inglaterra del si 32 TRADICION, REVUELTA ¥ CONSCIENCIA DE CLASE Sui generis, con sus propios objetivos, operando dentro de una compleja y delicada polaridad de fuerzas en su propio contextor. Y¥ veo Ia clave critica de este equilibrio estructural.en la relacién génirp-mltitud en-ol «recelo> de la gentry hacia el Estado, la debjl- dad de los.drganos de éste-y Ja especial herencia legal. «El precio que aristocracia y gentry pagaton a cambio de una monarqul tun Estado débil era, forzosamente, dat licencia a la mi cs el contexto central estructural de ta reciprocidad de 1 sbernantes.y gobernados.». fo ele peso castee pons eon gusto, A lo largo de la-pri- mera iitad del siglo, en particular, los whigs detestaban-a-la-lieen- vverell buscafon a oportunidad de frenir su accién Ellos fueron Jos autores del Riot Act (Ley~de Motines). En el momento_ dela subida de Walpole. hubo indudables. intentos~deencontrar una solucién més autorit al problema del poder y el'orden. El ejército pefmanente se convirtié en tino de los.recutsos normales d-gobier= no” El_patronazgo local “se apreté y se limitaron los: obstéculos electorales.* Durante el mismo Parlamento que aprobé el Black Act (Ley Negra), un comité nombrado”para estudiar las leyes relativas ombroso que le recuerden a uno que el dague de Newcastle hizo su apenitje police Songregunds tna meld, come Nea Gee ee ip muchedumbre, una vez yo misino me puse a la cabeza de una. is haneovets § i noscedocbee Te in England from 1600 to 1715» Speck, Tory and Whig: The Struggle Exo de un ‘lieve mucho el Septen ‘Gimara sobre el voto I SSE) ELUGHA DE CLASES SIN CLASES? 33 8 Jos trabajadores agricolas informé_a favor de que se extendieran amplios poderes disciplinarios sobse.1 mano de obra: los jueces. ha da a para pia la ma tral ae Tinos no_casados.a-cumplir un servicio. am fa. co: estimacién de jornales, los jueces de paz debfan tener Poderes para Vinailat los trabsjadores que dejaran su trabajo sin terminas, y mayores poderes aiin para castigar a servidores holgazanes y tosos.” El proyecto sin fechar de «secciones de una ley para ev tumultos y mantener la paz en Jas elecciones» que se encuentra entre ‘os papeles de Walpole, indica que algunos de sus allegados deseaban ir ‘més_Iejos: «Las personas nocivas 0 alborotadoras ... frecuente mente $¢ retinen de modo tumultuoso 0 amotinado» en las ciudades durante las elecciones. Entre los remedios que se proponfan se en. contraba la rigurosa exclusién de toda persona no habitant de estas ciudades dutante el periodo de votacién; el condestables extraordinatios con poderes extraordi penas por causar desérdenes electorales, romper ventanas, dras, etc., debiendo doblar el ca: que no fueran votantes; y la prohi Estandartes, Colores o Insignias», se permitirfa ni la accién direct deras de la multitud sin derech alcanz6 el libro de estatutos. Estaba, més allé de los limit . Cualquier licencia otorgada a Ja multitud por los wbigs durante estos afios surgt de senti- mientos de libertad que de un sentido realista de es tes. ¥ ellos, a su vez, eran impuestos por un especial equilibrio de fuerzas que no puede, después de todo, ser analizado sin recurrir al concepto de clase. piblicas y ban- La ley, sin embargo, nunca luso para el Gran Hombre, Iv Parece necesario, una ver més, tiador —o cémo entiende este histo ‘unos quince afios concluf un tra 29. Commons Journals, XX (11 febrero 1723-4) Jo gggambridge University Library, C(tolmondeley) Houghton) MSS, p of sggamene iy Library, CC) ‘y) Houghton) 34 TTRADICION, REVUELTA ¥ CONSCIENCIA DE CLASE un momento particular de la formacién de las clases. En el prefacio hice algunos comentarios sobre las clases que conclufan: «La clase es definida por los hombres al vivir su propia historia, y, al final, es la nica definicién.* ‘Se supone hoy, gene: cos narxistas, que esta © (peor atin) «no ‘inocent ‘nte entre una nueva generacién de tedri- mucho mejores para definir 1a clase: defini mis, ser répidamente aprehendidas dentro de que no conllevan la fatiga de Ia investigacién hist El prefacio era, no obstante, ponderado y surgia tanto de la préctica histérica como de la teérica. (Yo no partfa de las conclu- siories del prefacio: éste expresaba mis conclusiones.) En términos generales, y después de mas de quince afios de préctica, yo sosten- drfa las mismas conclusiones. Pero quizd debiera reformularlas y matizarl segtin mi uso del término, es una categoria histérita; i derivada de la observacién del proceso social alo largo del tiempo. Sabemos que hay clases porque las gentes se han comportado repetidamente de modo clasista; estos sucesos hist6ricos descubren regularidades en las respuestas a situaciones similares, y en ‘un momento dado. (la formacién «madura» de la clase) observamos Ja creacién de instituciones y de una cultura con notaciones de clase, fen comparaciones transnacionales. Teorizamos sobre esta evidencia como teorfa general sobre las clases y su formacién, y esperamos encontrar ciertas reguliridades, mos observar formaciones de clase «maduras»* (es decir, consc | ¢ hist6ricamente desarrolladss) con sus expresiones ideolégicas e ins titucionales, no. significa que lo que se exprese de modo” meno§ © decisivo, no. sea. clase, En mi propia practica he encontrado Ia reciprocidad gentry-mul- titud, el equilibrio paternal ecuaci6n eran, hasta cierto pu Stil que las nociones de «: Lo que debe ocuparnos de ello qu analizar estas sociedades en términos de ; menos atticulada, aunque a menudo muy ello debemos suplir parcialmente gentes para mirar de convertirnos en de los. gobernantes: igro isioneros de los supuestos de la propia imagen idores libres se consideran de «tipo ‘egosm; y ciertas ial se pierden en Ia categorfa de fendmenos sociales que no revelan 40 TTRADICION, REVUELTA ¥ CONSCIENCIA DE CLASE tin. significado_distinto_al_ser_sometidos_s_este. examen.dialéctica La exhibicién ostentosa, las pelucas empolvadas y el vestido de los ‘grandes deben también considerarse —como se queria que fueran considerados— desde abajo, entre el auditorio del teatro de hege- monia y control clasista. Incluso la «liberalidad» y la «caridad» de- ben verse como actos premeditados de apaciguamiento de clase ea momentos de escasez y extorsién premeditada (bajo la amenaza de de los jornaleros de defender los emolumentos establecidos por Ta costumbre. Y siguiendo cada una de eétas claves hasta su-punto de interseccién, se hace posible reconstruir tina cultura popular-esta- blecida por Ja costumbre, alimentada por experienci i de una cultura obrera, en Ja que los nifios se incorporan a la sociedad cof un sistema de valores con patentes notaciones de clasé, en el siglo xix. Pero no puedo enten- con una refiida e inflexible bata bles, como con un «campo de un experimento escolar (que mente) en que una duda no he comprendido correcta- ‘magnetizaba una. placa cu- aque entre ban el aspecto de puesto. Ast es précticamente como veo yo la sociedad del siglo =} Ae py pan Pepe airs cemeede tagen ey GLUGHA DE CLASES SIN CLASES? F con Ja multitud en un polo, Ja atistocracia y-la gentry en.otro, y en | muchas cuestiones, y hasta finales del siglo, os grupos | -y comerciantes Vincilados por. lineas. de dependen Jos poderosos 0, en ocasiones,.escondiendo. sus. rostros.en-una actin comtin con,la multitud. Esta metéfora permit \ frecuencia de situaciones de amotinamiento mids allé de los cuales no se atrevia a ir el poder. Se dice que la reina Carolina se aficioné tanto en una ocasién al St. James Park que pregunté a Walpole cuénto costaria cerrarlo para hacerlo pro- piedad privada. mediante folletos, sermones 0 discursos esponténeos; Jim- ponen las sanciones de la fuerza, el ridfculo, la vergiienza y la intimi- dacién, fPero el contenido de esta cultura no puede ser descrito como conservador con tanta facilidad. Pues, en su «ser social» efectivo, el trabajo te esté «liberando», década tras década, cada vez més, de los controles tradicionales sefioriales, parroquiales, corporativos paternales, y se esté distanciando cada vez mas de relaciones direc- tas de clientelismo con la gentry] De ello que nos encontremos con se mi «Rough Music: Le Charivari Anglaise, Annales ESC, XVII, comentariog en el curso del Congreso sobre «Le de Ia Ecole des Hautes Etudes gLUCHA DE CLASES SIN CLASES? 45 Ja paradoja de una cultura tradicional que no esté sujeta en sus operaciones cotidianas al dominio, ideolégico de los poderosos/ La hhegemonfa de la gentry puede definir los limites del «campo de fuerzay dentro de los cuales es libre la cultura plebeya para actuar y ctecer, pero, dado que esta hegemonia es més secular que reli- giosa 0 magica, no es mucho lo que puede hacer para determinar el jeardcter de esta cultura plebeya. Los instrumentos de control e imé- genes de hegemonfa son los de la ley y no los"de la Iplesia y el ( poder monérquico. Peto la ley no siembra pias coftadtas de hetmanas 5 ciudades, ni obtiene confesiones de los delincuentes, sus sibdi- tos no rezan el rosario ni se unen a peregrinaciones de ficles fen lugar de ello, leen pliegos en las tabernas y asisten a ejecuciones publicas y al menos algunas de las victimas de lg ley son consideradas, no con horror, sino con ambigua admiracién/La ley puede punteat los limi- tes del comportamiento tolerado por los gobernantes; pero, en el siglo xvi, no entra en las cabafias, es mencionada en las oraciones del ama de casa, decora las chimeneas con iconos o informa una visién de la vida. De ahf-una paradoja-caracteristica del siglo: nos encontramos con una.cultura tradicional y rebelde. La cultura conservadora de la plebe se resiste muchas. veces, en nombre de la «costumbrer, a aque- las innovaciones y racion: ‘iones econdémicas (como el cerramien- to, la disciplina de trabajo, las. relaciones libres en el mercado de cereales) que gobernantes o patronos deseaban imponer. La infiova- ign es més evidente en I normas y neutro, la plebe lo experimenta en la mayoria de siones en forma de explotacién, © expro} vechamiento tradi , © disrupeién violenta de modelos valo- tados de trabajo y descanso. De ello que la cultura pl rebelde, pero rebelde en defensa de la costumbre. Las costumbres que s€ defienden pertenecen al pueblo, y algunas de ellas ée:funda- mentan de hecho en una reiyindicacién bastante reciente en la préc- tica, Pero cuando el pueblo busca una legitimacién de la protesta, recurre.a menudo a las regulaciones paternalistas de una sociedad sds autoritaria y selecciona entie ellas aquellas partes mejor pensadas para defender sus intereses del ‘momento; los participantes en mot nes de subsistencias apelan al Book of Orders (Libro de Ordenes) y a la Iegislacién contra acaparadoies, etc., los artesanos apelan a cier- 46 TRADICION, REVUELTA Y CONSCIENCIA DE CLASE tas partes ( ejemy regul ‘Tudor regulatorio del trabajo. Esta cultura tiene ottos rasgas «tradicionales», por supuesto. Uno de ellos que me interesa en particular es la prioridad que se otorga, cen ciertas regiones, a la sancién, intercambio 0 motivacién «no-cco- némica» frente a la ditectamente monetaria. Una y otra vez, al exa- minar formas de comportamiento del siglo xvitt, nos encontramos con Ia necesidad de «descifrar» ® este comportamiento y descubrit las reglas invisibles de accién, diferentes a las que el historiador de —e in- cluso més la del siglo xvit—, impide estas expectativas. (En todo momento, en este trabajo, al referirme a /a cultura plebeya he sido muy consciente de sus variaciones y excepciones.) Debo unirme a Tho- ‘mas atin més fuertemente en su objecién a «la distinci hhace Geertz entre alfabetizados y analfabetos: de este tipo es nebulosa en todo momento del siglo: los analfabetos ‘yen las producciones de los que no lo son lefdas en voz alta en las tabernas, y aceptan de la cultura educada cis i tras que algunos de los que saben leer y escribir utilizan sus muy limitadas destrezas literarias s6lo de forma instrumental (para escri- bir facturas o evar las cuentas), mientras que su «sabiduria> y sus costumbres se transmiten aun en el marco de una cultura pre- alfabetizada y oral. Durante unos: setenta afios, los coleccionistas y especialistas en cancién folklérica’ han disputado enconadamente en- tre sf sobre la pureza, autenticidad, origen regional y medios de dis- persin de su material, y Sobre la mutua interaccién entre las cultu- ras musicales refinada, comercial y plebeya. Cualquier intento de segregar Ja cultura educada de Ia analfabeta encontraré incluso ma- yores obstéculos. FEn lo que, Thomas y yo podemos disentir es en nuestros célculos con respecto al grado en que las formas, rituales, simbolismo y su- persticiones populares permanecen como «restos no integrados de 44, Journal of Interdisciplinary History, VI, n° 1 (1975). 48 TRADICION, REVUELTA Y CONSCIENCIA DE CLASE modelos de pensamiento més a en conjunt ‘onstituyen «no un despojos culturales de muchos tiano y pagano, teuténico y clésico; y seria absurdo pretender que todos ‘estos clementos hayan sido barajados de modo que formen un sistema nuevo y coherente>.* Yo he hecho ya una critica de las referencias de Thomas a la «ignorancia popular», a Ia cual ha res. pondido brevemente Thomas; y sin duda puede hablarse de ello més detenidamente en el futuro. Pero, gseré quizds el siglo, o los campos de fuerza relevantes de los distintos siglos, asi como el tipo de evidencia que cada uno de ellos hace prominente, Io que haga la diferencia? Si lo que estudiamos son la «magia», la astro: logia 0 los sabios, ello puede apoyar las conclusiones de ‘Thomas; si lo que observamos son las procesiones bufas populares, los titos de pasaje o las formas caracteristicas de motin y protesta del si glo xvi, apoyaria las mfas. Los datos del siglo xvi me parecen sefialar hacia un universo ‘mental bastante més coherente, en que el sfmbolo informa la prictica, Pero Ia coherencia (y no me extrafaria sien este momento algdn antropélogo tirara este trabajo disgustado) surge no tanto de una a como de un campo de fuerza deter- , peculiares a In sociedad del siglo xvmr; para hablar claro, los elementos desunidos y fragmen- tadas de més antiguas formas de pensamiento quedan integrados por la clase. iene significado p 108»f los cuales, incluso tomados mo en relacién a las homilias del mo efectivo y vestigios de supersti- ciones de los pobres, se conservan con especial confianza porque estas actitudes estin amparadas por el Ambito de una cultura més amplia y més robusta. Esta confianza nos gorprende una y otra vez: «Dios bendiga a sus sefiorias»,.exclamé un habitante del West Country 1a de folklore bien entrado el siglo xrx, al ser interzogado sobre la venta de ésposas, «que puede preguntar quien quiera si no'es eso el matrimonio bueno, sdlido y cristiano Declige of Mazic, 1971, pp. 627-628, line of Historical’ Context ¥ . Ia vida y.de Ja gradacién de sus satisfacciones. ¢LUCHA DE CLASES SIN CLASES? 49 y les dirdn que io es».” «Dios bendiga a sus sefiorfas» entrafia un sentido de condescencia desdefiosa; «quien quiera» sabe lo que es cierto —excepto, por supuesto, el pérroco y el sefior y sus bien educados hijos—; cualquiera sabe mejor que el mismo pérroco lo que 8... En otras_ocai fragmentos_a la conciencia popular testa popular es. muy explicita: de Ja quema.de_btujas.y herejes plebe el simbolismo de quemar a sus enemigos en efigie; profécfas», coimo las de Merlin, Hegan a formar parte de repertorio de la protesta londinense, apareciendo en forma de folleto durante las agitaciones que rodearon el cetramiento de Richmond Park, en pliegos y sétiras en época de Wilkes. i Es en la clase misma, en cierto sentido un conjunto nisevo de categorfas, més que en mas antiguos modelos de pensamiento, donde encontranios la organizacién formativa y cognoscitiva de la cultura plebeya. Quizés, en realidad, era necesario que la clase fuera posibl en el conocimiento antes de que pudiera encontrar su expresién ins- titucional. Las clases, por supuesto, estaban también muy presentes cen el sistema cognoscitivo de los gobernantes de la sociedad, e infor. maban sus instituciones y sus rituales de orden, a.destacar el que la geniry y la plebe tenfan nos plantea pro- blenias de evidencia excepcionales. Todo lo que nos ha sido trans. mitido inediante Ja cultura educada tiene que ser som minucioso escrutinio. Lo que el distante clétigo patern habla a menudo adquirido valor recientemente. Y el rasgo distintivo del sistema fabril ciones inmediatas y sus modos de trabajo, mientras que tenfan muy Poco, control sobre el miercado de sus productos o los precios de materias primas o alimentos. Esto explica parcialmente la estructura de las relaciones industriales y la protesta, asi como los instrumentos de la cultura y de su cohesién también en gran medida la co sentfa como propia cierta porci sus gobernantes, y defendia con tenacidad sus detechos an y sus dérechos @ protestar de manera turbulenta contra mi patrulla de rechutamiento o pe y Ia cerveza barata. La plebe sabfa que una clase di pretensiones de legitimided descansaban sobre prescripciones y leyes Genovese, Roll, Jordan, Roll p. 91: aLos esclavos recta eo ona icc prfandn Ae ier, «Christmas Mommin Newfoundlands, Past’ and Present’ (mayo 52 "TRADICION, REVUELTA Y CONSCIENCIA DE CLASE tenia poca autoridad para desestimar sus propias costumbres y eyes. La reciprocidad de estas relaciones subraya la importancia de la ‘expresién simbélica de hegemonfa y protesta en el siglo xvm. Es por ello que, en mi trabajo previo, dediqué tanta atencién a la nocién de teatro: Desd de teatro; gran parte de la vida politica de nuestras propias socieda- des puede entenderse sélo como una contienda por la autoridad sim- bélica.* Pero lo que estoy diciendo no es solamente que las con tiendas simbélicas del siglo xvi eran peculiares de este siglo y exigen mayor estudio. Yo creo que el simbolismo, en este siglo, tenia una especial importancia debido a la debilidad de otros Srganos de control: Ia autoridad de Ia Iglesia est4 en retirada y no ha legado atin Ja autoridad de las escuelas y de los medios masivos de comu- nicacién. La. gent#y.tenfa.tres principales recursos de control: un sistema de influencias y promociones que dificilmente podia inch a los desfavorecidos pobres; la majestad y el terror de cia, y el simbolismo de su hegemonfa. Esta era, en ocasiones, un delicado equilibrio social en el que los gobernantes se veian forzados a hacer concesiones, De ello que Ia rivalidad por la autoridad simbélica pueda considerarse, no como una forma de representar ulteriores contiendas «reales», sino como una verdadera contienda en La_pratesta plebeya, a veces, no tenia més objetivo que desafi seguridad hegeménica de la gentry, extirpar del poder sus mixtifica~ ciofies simbélicas, o- incluso sélo blasfemar. Era una lucha de «apa- riencias», pero el resultado de la misma podfa tener consecuencias materiales: en el modo en que se aplicaban las Leyes de Pobres, en Jas medidas que la gentry crefa necesarias en épocas de precios altos, en que se aprisionara o se dejara en libertad a Wilkes. ‘AL menos debemos retornar al siglo vn prestando tanta aten- ecién a la contienda simbélica de las calles como a los votos de la ‘Camara de Jos Comunes. Estas contiendas aparecen en todo tipo de formas y lugares inesperados. Algunas veces consistia en el uso jocoso de tin simbolismo jacobita o antihannoveriano, un retorcer Ia cola de la gentry. El Dr. Stratford escribié desde Berkshire en 1718: Los nisticos de esta regién son muy retozones y muy insolentes. 51, Véase Conor Cruise O'Brien, «Politics as Drama as Polit and Consciousness, Nueva York, 1968. 5», Power .go cada sociedad tienen su propio estilo .’. gLUCHA DE CLASES SIN CLASES? 33, Algunos honrad naciéa en Ws jeces se reunieron para asistir al dia de Coro- ton, y hacia el atardecer cuando sus mercedes hacer una fogata_campestre. Sabién- tres velas colocindolo sobre Ia casa de Chetwynd ... Fueron a decir a sus mercedes que para honrar la Coronacién del Rey Jorge habia aparecido una estrella fulgur hogar del Sr. ‘Chetwynd. Sus mercedes tuvieron el conocimiento de montar a caballo ¢ ir a ver esta maravi su considerable decepcién, que su est nabo:? ae mn, para la habjase quedado en de una «Vara de Mayo».* Un terrateniente y magistrado de la localidad pargce haber dertibado «la vieja Vara de Mayo», recién adornada con flores y guirnaldas, y haber enviado después a dos hombres al correccional por cortar ‘un elmo para hacer una nueva vara. Como respuesta se cortaron en su jardin manzanos y cerezos, se maté a un buey-y se envenenaron perros. Al ser soltados los prisioneros, se reerigié la vara y se celebré el «Dia de Mayo» con baladas sediciosas y libelos burlescos contra el magistrado. Entre los que adornabah la vara babfa dos trabaja dores, un maltero, un carpintero, un herrero, un tejedor de lino, un camicero, un molinero, un posadero, un mozo de cuadra y dos ca- balleros.* avn espacio aber, para que las en ebracin del Dia de Mayo {1 d's Record ©: 2 724, A Ta sabida de Jone, de Mayo de J 25" hbo. un el lad). El cal pid “un nnaron: para Bedford, An Account of the le Pra ince His Majesty's Accessi ee ‘irone, Tidy. 13 pare Barford, Weekly Journal (28 agos i e nun enorme Coabd Y~Temetieron — 54 TRADICION, REVUELTA ¥ CONSCIENCIA DE CLASE Al traspasar Ja mitad del siglo, el simbolismo jacobita decae y el ccasional iransgresor distinguido (quizés introduciendo sus propios intereses bajo la capa de la multitud) desaparece con é1.* El a la autoridad de forma muy directa. ¥ no se empleaba el simbolis- mo sin céleulo 0, cuidadosa -premeditacién. En la gran huelga de marineros del Témesis de 1768, en que unos cuantos miles marcha- ron al Parlamento, Ia afortunada supervivencia de un documento nos permite observar este hecho en accién.® En el momento dlgido de Ja huelga (7 de mayo 1768), en que los marineros no recibian satis- i6n alguna, algunos de sus dirigentes se ditigiezon a una taberna del muelle v pidieron al tabernero que les escribiera una proclama con buena letra y forma apropiada que tenfan la intencién de colo- car en todos los muelles y"escaleras del rfo. El taberneto leyé el papel y encontré «muchas Expresiones de Traicién e Insubordina- cién» y al pie «Ni M. ii R...» (esto es, «Ni Wilkes, ni Rey»). El tabernero (por propio acuerdo) reconvino con ellos: Tabernero: Ruego a los Caballeros que no hablen de coaccién 0 sean culpables de la menor Irregulatidad. Marineros: ¢Qué significa esto, Sefior?, sino nos desagravian répidamente hay Barcos: y Grandes Cafiones disponibles que aremos como fo pida Ia ocasién para desagraviarnos y ademés estamos dispuestos a desarbolar todos los, barcos del Rio ¥ luego le diremos:adiés a usted y a la vieja Inglaterra y navegaremos hacia otro pafs Los marineros estaban sencillamente jugando el mismo juego que la legislacién con sus repetidos decretos sobre delitos capitales y sus ar nes Ie ; ambas partes de esta relacién tendfan a ame- nazar més q izar. Decepcionados por el taberneto, le levaron Ann Arbor, Michigan, Shelburne Papers, 1 betwixt Several Seamen, 4 Certain Victualler, 1c Riot». Agradezco al bibliotecario y a su personal ‘que me permitieran consultar y citar estos papeles. GWUCHA DE CLASES SIN CLASES? 35 su esctito a un maestro de escuela que efectuaba esta especie de tarea clerical. Nuevamente el punto de vacilacién fue la terminacién de la proclama: a la derecha «Marineros», a la izquierda «Ni W..., ni R...», El maestro tenfa el suficiente aprecio a su cucllo para no ser autor de tal escrito. Siguié entonces este didlogo, por propio acuerdo, aunque parece una conversacién improbable para las esca- eras de Shadwell: ‘Marineros: No etes Amigo de los Marineros. Maestro: Sefiores, soy tan Amigo Suyo que de ningiin modo quiero ser el Instrumento para causatles la mayor Injuria cuando se les Proclame Traidores a nuestro Temido Soberano Sefior el Rey y provocadores de Rebeldia y Sedicién entre sus com i 5 Jo que yo creo humildemente ser el Cont ido de nosotros hemos defensa de la Persona, la Corona y Dignidad de Su restro_pais hemos en todo momento rios0s. Pero, desde el final de la Guerra, se nos ha desprecitdo a nosotros los ‘Marineros y se han reducido nuestros Salarios tanto y_siendo is Provisiones se nos ha incapacitado para procurar las necesidades cottientes de la Vida a nosotros y nuestras Fa- ias, y para hablarle claro si no nos Desagravian répide- hay suficientes Barcos y Cafiones en Deptford y Wool wich y armaremos una Polvareda en la Laguna como nunca vieron los Londinenses asf que cuando hayamos dado a los Comerciantes un coup de grease [sic] navegaremos hasta Fran- ia donde estamos seguros de encontrar una célida acogida. ‘Una vez més los marinetos fueron decepcionados; y con las pala- bras, «gcrees que un Cuerpo de marinero Briténicos va a recibir 6rdenes de‘un Maestro de Escuela viejo y Retrégrado?», se despiden. En algiin lugar lograron un escribano, peso incluso éte rehusg Ja totalidad del encargo. A la mafiana siguiente apareci6 efectivamente Ja proclama en las escaleras del ada a la derecha «Marine- ros» y a la izquierda... {Libertad y Wilkes por siempre!». El punto central de esta anécdota es que, en el climax mismo de la huelga marinera, los ditigentes del movimiento pasaron varias horas de la taberna al maestro y de éste a un escribano, en busca de un escribiente dispuesto a estampar la mayor afrenta a la autoridad == 36 ‘TRADICION, REVUELTA Y CONSCIENCIA DE CLASE que pudiera imaginarse: «Ni Rey». Es posible que los marineros no fueran en ningin sentido reflexivo republicanos; pero era este el \ equilibrio determinado de relaciones social puede ser analizada aisladamente de este equi son, en algunos aspectos, antagénicas a las definiciones de la cultura educada. Lo que yo he intentado demostrar, quizé repetitivamente, es que es posible que cada uno de los elementos de esta sociedad, tomados por separado, tengan sus precedentes y sus sucesores, pero ‘que, al tomarlos en su conjunto, forman una totalidad que es més «que la simple suma_de partes: es un conjunto de relaciones estruc- turado, en el que el Estado, la ley, 5 os al sistema, y dentro de tiertos limi Jimites que son simulténeamente los li que es pol mente.«posible» y, hasta un grado extraordinatio, también los Iimi- tes de lo que es intelectualmente y culturalmente «posible». La mul- titud, incluso cuando es ms avanzada, s6lo raramente puede trascen- 5 antimonérquicas y republicenas te durante los turbulentos afios ‘con ropas de ‘completo. de carpin= "Clement Library, Wedderburn Peper, I, J. Pownall a Alexa umn, 23 de agosto de 1775). gLUCHA DE CLASES SIN CLASES? 7 der Ia retérica antiautoritaria de la tradicién radical whig; los poctas | no pueden trascender la sensibilidad del humano y generoso paterna- lista.” La furiosa carta andnima que surge de las mis bajas profun- didades de la sociedad maldice contra la hegemonta de la gentry, pero no ofrece una estrategia para teemplazarla. En cierto sentido es esta una conclusién bastante conservadora, pues estoy sancionando la imagen retérica que de si misma tenfa la sociedad del siglo xvi, a saber, que el Acuerdo de 1688 definié su forma y sus relaciones caracteristicas. Dado See cca Ja forma dé gobierno de una burguesta aj to Ia Forma del poder estatal como el modo de produc- in Jos que determinaron las expresiones politicas y culturales de Tos cien aids siguientes. Ciertamente el Estado, i joras, cra inmensamente fuerte y de produccién por derecho pro- imperialismo comercial, al imponer el itar 1a acumulacién y movimiento jones bancarias y de emisin de tf er pronuncié Gea uade sorpendido der sles ign quedé sorpren: aos ame Ne Eee com SSAC enero ave Palabras. Vcc tambien (en, mi lado de fe pal the Slavebolders Made, p. 249; y un comentatio, de Richard Tobnson, We agrari, sino” Ie amalzsma ex Sxtlo de 'vida de Te gentry del de Londres ls tem reforzados por Brenner, op. cit, sen fbn ie Comodidads banat say, «The English Urban Renaissance: Urban Colture, ¢. 16802." 1760», Social 38 TRADICION, REVUELTA ¥ CONSCIENCIA DE CLASE LUCHA DE CLASES SIN CLASES? 39 tulos como, més abiertamente, mediante las extracciones parasitarias impusieron a los ricos ciertos deberes y funciones paternalistas tanto » 2 Sus propios funcionarios. Es esta combinacidn especifica de del como se les imponia a ellos la deferencia. Ambas partes de la ecua dad'y fuerza lo que proporciona Ja ailuminacién general» en la que ciémestaban réstringidas a un mismo campo de fuerza, Z se mezclan todos los colores de Ja época; ésta la que_asi \ En segundo lugar, debemos recordar otra vez la inmensa distan- jucces y magistrados sus papeles; la que hacia necesario cia que habia entre Jas culturas refinada y plebgya; y la energfa de aly | é Ja auténtica autoactivacién de esta éltima. Sea-lo que fuere esta id su oportuni- | —~wegemonia, no envolvia las vidas de los pobtes y no les impedia egemonia cul lista y antiautorit dad de protesta y presi ies de nego- defender sus propios modos de trabajo y descanso, formar sus pro- ciacién entre autoridad y plebe y la que ponta los limites més alld de ppios ritos, sus propias satisfacciones y visién de la vida. De modo los cuales no podia aventurarse la negociacién que con ello quedamos prevenidos contra el intento de forzar la Finalmente, gcon qué alcance y en qué sentido utilizo el concepto nocién de hegemonia sobre una extensién excesiva y sobre zonas de «hegemonia cultural? Puede responderse a esto en los niveles indebidas. Esta hegemonia pudo haber definido los limites externos practico y teérico. Enel es evidente que Ja hegemonfa de de Jo que era politicamente y socialmente practicable y, por ello, la gentry sobre de la nacién se impuso de micdo-efec. influir sobre las formas de lo practicado: ofrecfa el armazén desnudo | i la blasfemia ni los episodios-expord. - | |de una estructura de relaciones de dominio y subordinacién, pero dicos de incendios premeditados ponen esto en duda; pues éstoe no | dentro del trazado arquitecténico podian montarse muchas distintas quieren desplazar el dominio de la gentry sino simplemente castigarla / escénas y desarrollarse dramas diversos. Los Ifmites de ticamente posible (hasta la Revolucién Con el tiempo, una cultura plebeya' tan robusta como ésta pudo haber’ alimentado expectativas alternativas, que constituyeran un | désaffo a esta hegemonfa. No es asi como yo entiendo lo sucedido, pues cuando se_produjo.Ja ruptura ideolégica con el paternalismo, Francesa) sc expresaban externamente en forma const wal e, in ternamente, en el espiritu de los hombres, como tabties, expectativas limitadas y una tendencia a formas tradicionales de protesta, destina- | das a menudo a recordar a la gentry sus deberes paternalistas. - cen los afios 1790, se produjo en primer lugar menés desde Ia cultura Pero también es necesario decir lo que mo supone la hegemonfa. 1 plebeya~ que” desde’ la lectusal de las clases ‘medias disidentes y No supone.la-admisién por parte de los pobres del paternalisino en desde allf fue extendida al artesanado urbano. Pero las ideas pai os propios términos de la gentry o en la imagen ratificada que ésta tenfa de si misma. Es posible que los pobres estuvieran dispuestos a premiar con su deferen gentry, pero s6lo a un cierto precio. El precio era sustancial. Y fa deferencia estaba a menudo privada de toda ilusién: desde abajo podfa considerarse en patte necesaria para la autoconservacién, en parte como la extraccién calculada de todo Jo que pudiera extraérse. Visto desde esta perspectiva, los pobres 60, En una critica relevante de ciertos sos del concep:o de_hegemonta, sprictiamente la imposibilidad de la see eats ae een See 2 de psa ering oi Sa Latot Fe ee eee 4c ae Bs de gulscencan, (Rade! 10 de que esto se haya dicho, = is suberdinada puede @ 00 desarvllar vn ‘ideologin dominante —y una estrategla limites: de su hegemonia— me parece ser una cues respecto 4 la cual Ta' historia oftece muchas uy matizada), y/no una que pucde ser resueta 60 TRADICION, REVUELTA Y CONSCIENCIA DE CLASE _tas, transportadas por los artesanos a una cultura plebeya més ex- tensa, desarrollaron en ella raices instanténeamente, y quizé la pro- tecciéa que les proporcioné esta robusta ¢ independiente cultura les permitiera florecer y propagarse, hasta que se produjeron las grandes y nada deferentes agitaciones populares al término de las guerras francesas. Digo esto te6ricimente. El concepto de hegemonfa es inmensa- mente valioso, y sin é np sabriamos entender la estructuracién de relaciones del siglo xvi Rero snientra: ido definie Jos limi i ‘incluso cuan- bre en otras. Puede coexistir (como cen efecto lo hizo en Ia Inglaterra del siglo xvii) con una cultura del_pueblo vigorosa y-autoactivante, detivada de.sus_propias expe- encias y Te sta cultura, que se resiste en muchos puntos a iinio “exterior, const na presente a las descripefone® ofici tos traqueieos de Ia. experi isi6h de propagandistas «sediciosos», la multitud partidaria de Iglesia y Rey puede hacerse jacobina © ludita, Ia leal armada zarista puede convertirse en una Se sigue que no puedo aceptar Ia opi- ‘en algunos circulos estructuralistas. istas de Europa occidental, de que la hegemonfa imponga un io-total. sobre los gobernados —o sobre todos aquellos quie-o les— que alcanza hasta el umbral mismo de su expe- lanta en sus espiritus desde su. nacimiento categorfas de subotdinacién de las cuales son incapacés de liberatse y pata cuya correccién_su experiencia resulta impotente. Pudo ocurrit esto, aqui allé, pero no en Inglaterra, no en el siglo xvzn. tebrican. El niimero de sintelectuales org los artesanos y trabejadores de Gran 1850 no debe subestimarse. LUCHA DE CLASES SIN. CLASES? 61 VI La’ vieja ccuacién paternalismo-deferencia perdia fuerza incluso antes de Ig Revolucién Fran cin en las.muchedumbres part de los afios 1790, el espectéculo militar y el antigalicanismo de las guertas, Eos motines de Gordon habfan presenciado el clfmax, y tam- bign la apoteosis, de la licencia plebeya; ¢ inflingieron un trauma a los gobernantes que puede ya obsetvarse en el tono cada vez més disci plinario de los afios 1780. Pero, por entonces, la relacién reciproca entre gentry y plebe, inclinéndose ahora de un lado, ahota del otro, habia durédo un siglo. Por muy desigual que resultara esta relacién, la gentry necesitaba a pesar de todo ciérta clase de apoyo de los po- bres, y éstos sentian que eran necesitados. Durante casi cien aiios los_ ince de las Leyes de idad que pudo evitat is de subsistencias; y disfrutaron de las libertades de lanzarse a las calles, empujar, bos- irar las casas de panaderos o disidentes detesta- lada que asombraba a indujo errdneamente a pensar que nese mismo momento, perdié-la.gentry su confiada tural, Parecio"repentinamente que cl mundo iio" estaba, todo, ligado en todo punto por sus gobernantes y lo por su poder. Un hombre era un hoibre «a pesar de todo». Nos apartamos del campo de fuerza del XVIII y entramos en un perfodo en qué én estructural de féli e clase ‘ones de clase e ar el proceso his-

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