Está en la página 1de 15

Partido y clase

Por Chris Harman

Índice
Introducción a la segunda edición en castellano
Introducción
La visión socialdemócrata de la relación entre el partido y la clase
La izquierda revolucionaria y las teorías de la socialdemocracia
Lenin y Gramsci sobre el partido y la clase
El partido socialdemócrata, el partido bolchevique, y el partido estalinista
Notas

Introducción a la segunda edición en castellano


Este artículo es una muestra de que las luchas siempre han traído consigo un alto grado de
conciencia, en cuanto a la lucha de clases se refiere, a las personas que han estado metidas o
cercanas a ellas.
Como resultado, los partidos de la izquierda revolucionaria han visto incrementado su número de
miembros después de éstas. Una de sus consecuencias primeras ha sido dar una explicación a toda
esta gente sobre el porqué de la necesidad de un partido democrático y centralizado. Las diferentes
etapas por las que pasa la clase trabajadora hacen que este artículo no pierda vigencia.
La desmantelación de muchos grupos de izquierda hoy, hace necesaria una explicación sobre este
tema. Junto a ésta, han aparecido durante los últimos años movimientos sociales. Estos han
rechazado la idea de un partido por varias razones. Un argumento es que con los movimientos hay
suficiente, que la lucha en general se puede llevar a cabo con un simple conjunto de todos los
movimientos. Mucha gente involucrada en los movimientos, tuvieron malas experiencias en los
grupos desaparecidos, esto les hace reacios hacia la idea de un partido revolucionario.
Hay que decir también que la actitud de muchos grupos revolucionarios hacia los movimientos era,
a veces, la de querer controlarlos con métodos burocráticos. Encontramos en este articulo una
aportación que desmiente la idea de un partido centralizado como extensión del autoritarismo (aun
si sus supuestos seguidores lo han interpretado así).
Hay que aclarar el lenguaje, en un punto del artículo. Habla de limitar el partido a los "marxistas
revolucionarios que someterán a un escrutinio científico tanto su situación como la situación de la
clase en su conjunto..." Este lenguaje reflejaba un momento en que la izquierda revolucionaria
renacía del movimiento estudiantil.
Mejor dicho, hay que evitar el aumento del partido al precio que sea. El partido depende de la
participación activa de todos sus miembros tanto en los debates como en las tareas prácticas. Eso sí,
sin excluir a aquellos que realmente quieren luchar contra el sistema, pero todavía no saben
argumentarlo teóricamente.
Sólo a través de las discusiones y las experiencias se puede llegar a entender mejor la situación
política mundial.
Socialismo Internacional, marzo de 1995.
Partido y clase
Introducción
Pocas polémicas han despertado tanta amargura entre marxistas como el debate acerca de la
relación entre el partido y la clase. Éste ha provocado más conflictos que cualquier otra cuestión y
una generación tras otra se ha tildado de 'burócrata', 'susticionista', 'elitista', 'autócrata', en el curso
de la discusión.
Sin embargo, los principios fundamentales del debate han quedado muchas veces sin aclarar pese a
la importancia de los problemas que de allí surgen. Cuando se dividieron los bolcheviques y los
mencheviques en 1903 a raíz de la discusión sobre el carácter y la organización del partido, por
ejemplo, muchos de los que en 1917 se opusieron a Lenin (Plejanov, por ejemplo) votaron con él. Y
en el campo opuesto se encontraban revolucionarios de la estatura de Trotsky y Rosa Luxemburgo.
Y no era un caso aislado; al contrario, ha sido un rasgo permanente en toda discusión entre
revolucionarios. Basta con recordar la respuesta de Trotsky en el segundo Congreso del Comintern,
al argumento de Paul Levi, quien sostenía que la gran masa de los obreros de Europa y América del
Norte comprendían a fondo la necesidad de un partido. Trotsky insistía en que la situación era
mucho más compleja:
Si el problema se plantea en forma abstracta, entonces veo de un lado a Scheidemann, y
del otro a los sindicatos norteamericanos, franceses o españoles que no sólo quieren
combatir a la burguesía sino que, a diferencia de Scheidemann, le quieren cortar la
cabeza de un tajo. Por eso digo que yo prefiero conversar con aquellos compañeros
españoles, franceses y norteamericanos para convencer de que el partido es
indispensable para la realización de la misión histórica que les incumbe... Trataré' de
demostrárselo en forma fraterna, basándome en mi propia experiencia, en vez de
señalares la larga experiencia de Scheidemann para de allí llegar a la conclusión que
para la gran mayoría se ha resuelto ya la cuestión...¿Qué hay de común entre Renaudel,
quien entiende muy bien la necesidad del partido, o un Albert Thomas y otros caballeros
a quienes ni siquiera llamaría 'camaradas' para no violar las leyes de la decencia, y yo?

El problema al que se refiere Trotsky -que tanto los socialdemócratas como los bolcheviques hablen
de la 'necesidad del partido' aunque signifiquen en cada caso cosas muy distintas- se ha vuelto más
difícil aún en los últimos tiempos a raíz del desarrollo del estalinismo. Pues el vocabulario del
bolchevismo fue acaparado por sectores que lo emplearon con fines muy distintos a los que
proyectaban los que formularon ese lenguaje. Pero por otro lado aquellos' que continuaron en la
tradición revolucionaria, oponiéndose' tanto al estalinismo como a la socialdemocracia, muchas
veces no tomaron con suficiente seriedad el planteo de Trotsky en 1920; apoyándose en la
'experiencia' como prueba suficiente de la necesidad de un partido, se olvidaron precisamente que
era una experiencia estalinista o socialdemócrata.A nuestro parecer, la consecuencia ha sido que la
mayor parte de la discusión, aun en círculos revolucionarios, se ha limitado fundamentalmente a
tomar posiciones en pro o en contra de los conceptos estalinistas o socialdemócratas de lo que es o
debe ser el partido revolucionario. Creemos, en cambio, que las perspectivas orgánicas
desarrolladas implícitamente tanto en los escritos como en la actuación de Lenin conduce a
conclusiones muy distintas. Si esto ha quedado poco claro, se debe ante todo a la corrupción
estalinista de la teoría y la práctica de la Revolución de Octubre, y al hecho de que el partido
bolchevique se desarrolló en la clandestinidad de manera que las cuestiones principales se
plantearon muchas veces con el lenguaje de la social democracia.
La visión socialdemócrata de la relación entre el partido y la
clase
Las teorías clásicas de la socialdemocracia, que hasta 1914 no fueron impugnadas por los marxistas,
daban necesariamente al partido un papel clave en el proceso hacia el socialismo, proceso que se
visualizaba como un desarrollo constante y continuo de las organizaciones y la conciencia obreras
dentro del capitalismo. Aun aquellos marxistas que, como Kautsky, rechazaban la idea de una
transición gradual hacia el socialismo, estaban de acuerdo en que lo que precisaban por el momento
era ampliar y extender la fuerza orgánica y el apoyo electoral del partido. Era esencial que creciese
el partido para que, en el momento en que se entablara la transición inevitable al socialismo, sea por
elecciones, sea a través de la violencia defensiva por parte de la clase obrera, existiera ya el partido
capaz de apoderarse y formar la base del nuevo Estado (o del antiguo Estado reconstituido).
Se consideraba que el desarrollo de un partido obrero de masas era la consecuencia inevitable del
desarrollo del capitalismo. 'Todos los días va creciendo el número de proletarios, aumentándose el
ejercito de trabajadores superfluos agudizándose la oposición entre los explotadores y los
explotados'1, las crisis 'ocurren en forma natural y creciente'2, 'la mayoría va cayendo cada vez más
en la necesidad y la miseria'3, 'se vuelven cada vez más cortos los intervalos de prosperidad, cada
vez más intensas las crisis'4. Esto impulsa a un número cada vez mayor de obreros 'hacia una
instintiva oposición al orden existente'5. La socialdemocracia, basándose en 'una investigación
científica independiente realizada por pensadores burgueses'6 existe para elevar a los obreros al
nivel donde 'puedan percibir claramente las leyes que gobiernan a la sociedad'7. Un movimiento tal,
'que surge de los antagonismos de clase... sólo puede sufrir derrotas temporales, pues al final la
victoria tiene que ser suya'8. 'Las revoluciones no se hacen por voluntad, sino que son fruto de una
necesidad inevitable.' Dentro de este proceso, los mecanismos claves son las elecciones
parlamentarias (aunque hasta Kautsky mismo, durante el período inmediatamente después de 1905-
6 reconocía la posibilidad de una huelga general)9. 'No hay por qué' creer que... hoy en día juegue
un papel determinante la insurrección armada'10. Por el contrario, 'el Parlamento es el instrumento
más poderoso que tenemos para levantar al proletariado de su situación económica social y
moral'11.
El hecho de que la clase obrera lo emplea significa que 'el parlamentarismo empieza a cambiar de
carácter. Deja de ser una simple herramienta en manos de la burguesía'12. A largo plazo, estas
actividades deben conducir a la organización de la clase obrera hacia una situación en la cual el
partido socialista tenga mayoría y forme el Gobierno. '...(El Partido Laborista) debe tener como fin
la conquista del Gobierno para los intereses de la clase que representa. El desarrollo económico
conducirá en forma natural al cumplimiento de ese fin.'13
En Europa occidental la actividad de los socialistas se basaba en su mayor parte sobre esta
perspectiva durante los 40 años anteriores a la primera guerra mundial. No sólo eso, durante esta
época no hubo respuesta teórica alguna desde la izquierda. El asombro de Lenin ante la decisión del
SPD de apoyar la Guerra es bien conocido. Cabe señalar el hecho menos conocido de que hasta los
que criticaban a Kautsky desde la izquierda, como Rosa Luxemburgo, aceptaban, o al menos no
rechazaban, los fundamentos de la teoría de la relación entre el partido y la clase y del desarrollo de
la conciencia de clase que de ella fluía. Sus críticas al kautskismo no saldrían del marco teórico
general definido por Kautsky mismo.
Para los socialdemócratas, lo esencial es que el partido representa a la clase. Fuera del partido el
obrero carece de conciencia. Kautsky, por ejemplo, manifestaba un terror casi patológico a lo que
podían hacer los obreros estando fuera del partido, y le obsesionaba el peligro de la revolución
'prematura'. Así que tenia que ser el partido quien tomase el poder. Aunque otras formas de
organización trabajadora contribuyeran al proceso, éstas debían subordinarse al portador de la
conciencia política de la clase.
'Esta "acción directa" de los sindicatos puede ser eficaz, pero sólo en la medida en que
sea auxiliar y refuerzo, pero no sustituto, de la actividad parlamentaria.'14

La izquierda revolucionaria y las teorías de la


socialdemocracia
Cabe repetir que la perspectiva socialdemócrata sobre la relación entre partido-clase no fue
impugnada en ningún momento en forma explícita (con la excepción de los anarquistas que
rechazaban toda noción de partido). Sólo así pueden entenderse las polémicas' desarrolladas a raíz
del problema de la organización del partido antes de 1917. Aun aquellos' que, como Rosa
Luxemburgo, se oponían a la socialdemocracia desde el punto de vista de la actividad masiva y
autónoma de la clase obrera, compartían sus conceptos fundamentales. Y no se trataba de un simple
error teórico; surgía de una situación histórica. La Comuna de París era la única experiencia de la
toma del poder por la clase obrera, experiencia limitada a un periodo de sólo dos meses y a una
ciudad predominantemente pequeño burguesa. La revolución de 1905, a su vez, no pasaba de ser
una manifestación en embrión de cómo se organizaría de hecho un Estado obrero. Se desconocían
por completo las formas fundamentales del poder obrero: los soviets, los consejos obreros. Así, por
ejemplo, Trotsky, que había sido Presidente del Soviet de Petrogrado en 1905, ni siquiera les hace
referencia al analizar las lecciones de la experiencia de 1905 en su Resultados y Perspectivas. Pese
a ser el único que reconocía el contenido socialista de la revolución rusa, Trotsky no preveía la
forma que podía adoptar.
'Antes que nada, la revolución es un problema de poder: no de la forma que adopta el
Estado (asamblea constituyente, república, Estados unidos), sino del contenido social de
aquel Gobierno.' 15

En la respuesta de Rosa Luxemburgo a 1905, Huelga de Masas, se repite el mismo


error. Lenin tampoco reconoció el papel clave desempeñado por el soviet hasta después
de la revolución de febrero.16

La izquierda revolucionaria nunca llegó a aceptar del todo la posición de Kautsky, quien veía en el
partido el precursor del Estado obrero. Los escritos de Luxemburgo, por ejemplo, reconocen el
conservatismo del partido y de allí la necesidad para las masas de trabajar fuera de él y de rebasarlo
desde un principio.17
Aun así, no se llegaba en ningún momento a rechazar en forma explícita la posición oficial de la
socialdemocracia. Sin embargo no había posibilidad de tener en claro el problema de la
organización interna necesaria del partido hasta que se aclarase teóricamente la relación entre el
partido y la clase. Sin rechazar el modelo socialdemócrata, era imposible que se entablara una
verdadera discusión acerca de la organización revolucionaria.
Es en Luxemburgo donde se ve más claramente el problema. Sería un error caer en la trampa (tan
cuidadosamente preparada tanto por los estalinistas como por los que dicen ser seguidores de
Luxemburgo) de atribuirle a ella un 'espontaneismo' que ignora la necesidad del partido. En todos
sus escritos subraya la necesidad de un partido, y el papel positivo que le toca:
'En Rusia ha correspondido a la socialdemocracia la tarea de substituir un período del
proceso histórico por una actividad consciente para extraer al proletariado del estado de
atomización -que es la base del régimen absoluto- y dirigirlo, como clase consciente y
luchadora, hasta la forma más elevada de organización.'18

'...La tarea de la socialdemocracia no radica en la preparación técnica y en la


preparación de la huelga de masas, sino, sobre todo, en la dirección política de todo el
movimiento.'19
'La socialdemocracia es la vanguardia más ilustrada y consciente del proletariado. No
puede ni debe esperar con los brazos cruzados, con mentalidad fatalista, a que aparezca
la "situación revolucionaria".' 20

Aun así, los escritos de Luxemburgo sobre el papel del partido manifiestan una ambigüedad
permanente. Le preocupaba que el papel dirigente del partido no fuera demasiado importante -pues
esto lo identificaba como la posición 'vacilante' de la socialdemocracia21. Identificaba al
'centralismo', que de todas formas ella consideraba necesario ('la socialdemocracia es, ya de
nacimiento, una enemiga decidida de todo particularismo y todo federalismo'22), con el 'carácter
conservador que tiene esencialmente toda dirección [o sea el Comité Central]'23. Su vacilación no
se entiende sin tomar en cuenta la situación concreta que le preocupaba realmente a Luxemburgo.
Ella era cuadro dirigente del SPD, pero dudaba siempre de la forma en que éste trabajaba. Siempre
que quería señalar los peligros del centralismo, se refería al SPD como ejemplo:
'La táctica actual de la socialdemocracia alemana ha ganado un reconocimiento
universal por ser tanto flexible como firme, señal de la excelente forma en que nuestro
partido se ha adaptado a las condiciones de un régimen parlamentario... La perfección
misma de esa adaptación, sin embargo, ya va cerrando cauces a nuestro partido.'

Luxemburgo pronosticaba así en forma brillante lo que iba a suceder en 1914; pero no empieza
siquiera a explicar el porqué el SPD iba cayendo en esclerosis y ritualismo cada vez mayores, ni
señala la forma en que se combaten semejantes tendencias. Los grupos e individuos conscientes son
incapaces de resistirse a ellas. Pues '[la] desidia... se explica también en gran medida por el hecho
de que los contornos y formas materiales de una situación política inexistente, es decir, imaginaria,
resultan muy difíciles de determinar en el vacío de la especulación abstracta'24. Considera a la
burocratización del partido como inevitable; la única forma de superarla, según ella, consiste en
poner límites al grado de cohesión y eficiencia del partido.
Lo que pone límites al 'movimiento consciente de la mayoría en interés de la mayoría' no es una
forma particular de organización ni una dirección consciente, sino la organización y la dirección
conscientes en sí.
'Lo inconsciente precede a lo consciente y la lógica del proceso histórico objetivo a la
lógica subjetiva de los actores. En este campo, la función de la dirección
socialdemócrata es de carácter conservador...' 25

Este argumento contiene un elemento importante y correcto: la tendencia de ciertas organizaciones


a mostrarse incapaces (si no renuentes) a responder ante una situación rápidamente cambiante. No
hay que pensar más allá del ala 'maximalista' del Partido Socialista Italiano en 1919, de la totalidad
del 'centro' de la Segunda Internacional en 1914, de los internacionalistas-mencheviques en 1917, o
del KPD en 1923. Aun el mismo partido bolchevique abrigaba una fuerte tendencia conservadora,
de la misma estirpe. Pero Luxemburgo, hecho el diagnóstico, no hace el más mínimo intento de
ubicar la fuente de ese conservatismo, excepto en términos de unas generalizaciones
epistemológicas, ni busca remedio orgánico alguno. Su esperanza de que lo 'inconsciente' corrija lo
'consciente' revela a su vez un fuerte fatalismo. Pese a su inmensa sensibilidad ante el ritmo peculiar
del movimiento de masas -sobre todo en Huelga de masas- evade la necesidad de desarrollar un
concepto claro de que tipo de organización política puede ser capaz de conducir estos cambios
espontáneos. Paradójicamente, la crítica más intransigente del ritualismo burocrático y del
cretinismo parlamentario abogó en 1903 por precisamente aquella fracción del partido ruso que con
el tiempo llegaría a ser la encarnación histórica más perfecta de aquellos mismos errores: los
mencheviques. En Alemania la oposición política al kautskismo, que se iba desarrollando ya a
principios de siglo para llegar a formarse en forma caduca en 1910, no adoptó forma orgánica hasta
cinco años más tarde.
Entre la posición de Luxemburgo y la que apoyaba Trotsky hasta 1917 existen paralelos
significativos. Él también se daba cuenta de los peligros del ritualismo burocrático:
'El trabajo de agitación y de organización en las filas del proletariado está marcado por
una inmovilidad interna. Los partidos socialistas europeos, especialmente el más grande
entre ellos, el alemán, han desarrollado un conservadurismo propio, que es tanto más
grande cuanto mayores son las masas abarcadas por el socialismo y cuanto más alto es
el grado de organización y disciplina de estas masas. Consecuentemente, la
socialdemocracia, como organización, personificando la experiencia política del
proletariado, puede llegar a ser, en un momento determinado, un obstáculo directo en el
camino de la disputa abierta entre los obreros y la reacción burguesa.'26

Nuevamente su espíritu revolucionario le lleva a desconfiar de toda organización centralizada.


Según Trotsky en 1904, el concepto leninista del partido sólo puede llevar a una situación en la que:
'...La organización del Partido sustituye al partido en su totalidad; luego el Comité
Central se sustituye por la organización; y al final el "dictador" acaba sustituyendo al
Comité Central'.27

Para Trotsky, sin embargo, los problemas del poder obrero sólo pueden resolverse:
'mediante una lucha sistemática entre... las varias tendencias internas del socialismo,
tendencias que necesariamente surgirán en cuanto la dictadura del proletariado plantee
decenas y centenas de nuevos... problemas. Ninguna organización fuerte y
"dominadora" podrá suprimir estas tendencias y controversias...'28

Pero el temor de Trotsky a la rigidez organizativa le llevó también' a apoyar a aquella tendencia, de
las que peleaban dentro del partido ruso, que históricamente se mostró más atemorizada por el
carácter espontáneo de las acciones de masa. Aunque en términos políticos se fue alejando cada vez
más de los mencheviques, no empezó a crear una organización de oposición hasta muy tarde. Sean
correctas o no sus críticas a Lenin en 1904 (y a nuestro parecer fueron erradas), sólo pudo
convertirse en un actor histórico efectivo en 1917, al inscribirse en el partido de Lenin.
Si es cierto que la organización produce la burocracia y la inercia, tanto Luxemburgo como el joven
Trotsky tuvieron razón en lo que se refería a la necesidad de limitar las aspiraciones de los
revolucionarios al centralismo y a la cohesión. Pero en ese caso hay que aceptar todas las
consecuencias de aquella posición, siendo la más importante el fatalismo histórico. Los individuos
pueden luchar por sus ideas dentro de la clase obrera, y estas ideas pueden ser importantes en tanto
dan a los obreros la confianza y la conciencia necesarias para luchar por su propia liberación. Pero
los revolucionarios no llegarán nunca a crear una organización capaz de darle una eficacia y
cohesión en la lucha comparables con las de aquellos que aceptan implícitamente las ideologías
actuales, pues eso representaría necesariamente una limitación a la actividad autónoma de las
masas, lo 'inconsciente' que precede a lo 'consciente'. De allí que no existe otra posibilidad que la de
esperar los actos 'espontáneos' de las masas. Mientras tanto, no queda otra que aguantar las
organizaciones ya existentes, aun si uno se encuentra políticamente en desacuerdo con ellas, ya que
son lo mejor que puede haber, máxima expresión actual del desarrollo espontáneo de las masas.

Lenin y Gramsci sobre el partido y la clase


En sus escritos, Lenin reconoce en forma implícita los problemas que tanto preocupaban a
Luxemburgo y a Trotsky. Pero Lenin no se doblega ante ellos, pues él va reconociendo que los
problemas no surgen de la organización como tal, sino más bien de formas particulares y aspectos
limitados de la organización. Cuando la primera guerra mundial y los acontecimientos de 1917
pusieron de manifiesto las fallas en las antiguas formas de organización, Lenin empezó a dar
expresión a las concepciones radicalmente nuevas que iba desarrollando. Aún entonces no habían
madurado del todo. La destrucción de la clase trabajadora rusa, el derrumbe de todo sistema real de
soviets (es decir, sistema basado en los consejos obreros) y el auge del estalinismo, sofocaron la
renovación de las teorías socialistas. La burocracia que se levantó sobre la fragmentación y
desilusion de la clase obrera se apoderó de los fundamentos teóricos de la revolución, para
convertirlos en una ideología justificadora de sus propios intereses y crímenes. La visión leninista
de lo que es el partido y cómo debe funcionar en relación a la clase y a sus instituciones, acababa de
definirse y diferenciarse de las concepciones socialdemócratas, cuando volvió a ser distorsionada
por una nueva ideología estalinista.
Muchas de las teorías de Lenin, sin embargo, fueron desarrolladas por el italiano Antonio Gramsci,
quien les dio una nueva forma teórica más clara y coherente.29
Lo que suelen desconocer los que comentan sobre la obra de Lenin es que sus escritos abarcan dos
concepciones complementarias entrelazadas, las que en una lectura superficial podrían parecer
contradictorias. En primer lugar se subraya continuamente la posibilidad de una transformación
repentina de la conciencia obrera, de un brote repentino tan característico de la actividad autónoma
de los trabajadores, de que los profundos instintos de la clase obrera le llevarán a rechazar la
sumisión y la subordinación acostumbradas.
'A través de la historia de las revoluciones surgen a la luz del día contradicciones que
han ido madurando durante décadas y siglos. La vida se llena inesperadamente de
acontecimientos. Las masas, que se han mantenido siempre a la sombra y que por eso
han merecido a menudo el desprecio de los observadores superficiales, entran en el
escenario político como combatientes activos... Estas masas pasan a hacer esfuerzos
heroicos para estar a la altura de la situación y cumplir con las tareas de significado
mundial que les impone la historia; no importa cuántas derrotas individuales sufran, ni
cuantos ríos de sangre ni miles de víctimas haya: nada llegará a tener la misma
importancia que este entrenamiento directo recibido por las clases y las masas en el
curso de la lucha revolucionaria misma.' 30

'..Sabemos apreciar la importancia del lento, regular, y a menudo imperceptible trabajo


de educación política que realizan y siempre realizarán los socialdemócratas. Pero no
debemos permitir lo que en las actuales circunstancias puede llegar a ser aún más
peligroso -una falta de fe en los poderes del pueblo-. Recordemos cuánto poder tanto
educacional como orgánico tiene la revolución cuando los acontecimientos históricos le
obligan al hombre promedio a que salga de su sótano o desván, y asuma su ciudadanía.
A veces unos meses de revolución educan más rápidamente a los ciudadanos que
décadas de estancamiento político.' 31

'La clase obrera es, por instinto, espontáneamente socialdemócrata.' 32

'Las condiciones particulares del proletariado en la sociedad capitalista llevan a los


obreros a pelear por el socialismo; su unión con el partido socialista brota con una
fuerza espontánea en las primeras etapas del movimiento.' 33

Aun en los peores meses después del estallido de la guerra en 1914 pudo escribir:
'La situación revolucionaria objetiva, creada por la guerra... engendra inevitablemente
un estado de animo revolucionario, templa a los proletarios mejores y más conscientes y
los instruye. No sólo es posible, sino que cada vez es más probable un cambio rápido en
el estado de animo de las masas...' 34

En 1917 su fe en las masas le llevó en abril, y luego en agosto y setiembre, a enfrentarse con su
propio partido:
'Más de una vez Lenin había dicho que las masas están más a la izquierda que el
partido. Sabía que el partido está más a la izquierda que su núcleo dirigente, la capa de
los "viejos bolcheviques".' 35

En lo que a la 'Conferencia Democrática' se refería, escribió lo siguiente:


'Debemos alentar a las masas para que se integren a esta discusión. Los obreros
conscientes tendrán que encargarse de ello, organizando la discusión y presionando a
'los de arriba'.36

Pero existe además en el pensamiento y la práctica de Lenin un segundo elemento fundamental:


subraya el papel de la teoría, y del partido como portador de ella. El reconocimiento mas conocido
de este papel del partido se encuentra en el ¿Qué hacer?, donde Lenin escribe que 'Sin teoría
revolucionaria no puede haber tampoco movimiento revolucionario.'37. El mismo tema reaparece
en cada etapa de su actividad, no solo en 1903 sino también en 1905 y 1917, justo en el momento en
que regañaba al partido por su incapacidad para responder ante la radicalización de las masas. Y
para él, el partido se distingue claramente de las organizaciones de masa de la clase en conjunto. Es
siempre una organización de vanguardia, y para militar en él se requiere una dedicación poco
común entre los obreros. (Pero con eso no quería decir Lenin que lo que se proyectaba era una
organización de revolucionarios profesionales exclusivamente38.) Esto podría parecer
contradictorio, sobre todo si se tiene en cuenta que en 1903 Lenin recurría a argumentos tomados de
Kautsky en el sentido de que sólo el partido es capaz de inyectar en las masas una conciencia
socialista, mientras que más tarde dice que la clase 'está a la izquierda' del partido. Pero no existe
contradicción alguna; basta con examinar los principios fundamentales del pensamiento de Lenin.
Pues la base teórica de su actitud hacia el partido no implica que la clase obrera sea incapaz de
llegar por sí sola a una conciencia socialista teórica. Esto lo reconoce en el segundo congreso del
Partido Socialdemócrata Ruso al negar la imputación que 'Lenin no toma en cuenta el hecho de que
también los obreros desempeñan un papel en la formación de una ideología'; y añade que '...Los
"economistas" han ido a un extremo. Para equilibrar la cuestión había que tirar para el otro extremo
-que es lo que yo hice'. 39
La base real de su argumento consiste en que la conciencia de la clase obrera es siempre desigual.
Aunque en una situación revolucionaria los obreros aprendan de forma muy rápida, siempre habrá
sectores más avanzados que otros. No basta con alegrarse de esta transformación espontánea; esto
significaría una aceptación complaciente de los productos que de allí surjan, por muy transitorios
que sean. El problema es que esto refleja tanto el retraso como el adelanto de la clase; tanto su
situación dentro de la sociedad burguesa como su potencialidad para seguir su desarrollo hasta
hacer la revolución. Los obreros no son autómatas sin ideas propias. Hasta que intervengan los
revolucionarios conscientes, atrayéndolos hacia la perspectiva revolucionaria, seguirán aceptando la
ideología burguesa de la sociedad existente. Y tanto más en cuanto es una ideología que penetra en
todos los aspectos de la vida actual, perpetuándose a través de todos los medios de comunicación.
Aún cuando algunos obreros lleguen 'espontáneamente' a una posición plenamente científica, ellos
tendrán que seguir discutiendo con sus compañeros de trabajo, que todavía no han llegado a las
mismas conclusiones.
'Olvidar la diferencia entre la vanguardia y las masas en su conjunto que viran hacia
ella, olvidar el constante deber de esta vanguardia de elevar a sectores cada vez más
numerosos hacia su propio nivel avanzado, significa hacerse ilusiones, y cerrar los ojos
ante la enormidad de las tareas que hay que cumplir.'40

Este argumento no puede limitarse a una sola época histórica; no es posible sostener, como hacen
algunos, que lo que es cierto en lo que se refiere a la clase obrera rusa retrasada en 1902, no se
puede aplicar actualmente a la clase obrera de los países más avanzados. Puede que las
posibilidades para que se desarrolle la conciencia obrera sean mayores en el segundo caso; pero por
otro lado el carácter mismo de la sociedad capitalista garantiza que siga existiendo entre las masas
una gran desigualdad. Esto no se puede negar sin confundir la potencialidad revolucionaria de la
clase obrera con su situación real y actual. Como escribe en 1905, rechazando a los mencheviques
(¡y a Rosa Luxemburgo!):
'Debemos recurrir menos a los clichés cuando buscamos la forma de caracterizar la
actividad independiente de los obreros -¡los obreros manifiestan cualquier cantidad de
actividad revolucionaria independiente sin que ustedes se den cuenta!- pero hay que
tener cuidado de no decepcionar a los obreros no desarrollados, estando siempre a la
zaga.' 41

'Hay dos tipos de actividad independiente: la actividad independiente de un proletariado


que posee la iniciativa revolucionaria, y la de un proletariado no desarrollado, encerrado
todavía por una dirección... Hay socialdemócratas que hasta la fecha siguen
contemplando en forma reverencial este segundo tipo de actividad, creyendo que al
repetir vez tras vez la palabra "clase" se puede evadir la necesidad de responder en
forma directa a los problemas actuales más urgentes.' 42

En pocas palabras: dejen de hablar de lo que puede lograr la clase en su conjunto y dedíquense a
pensar en cómo nosotros, siendo parte del proceso de desarrollo, debemos actuar. Como escribe
Gramsci:
'No existe en la historia espontaneidad "pura": coincidiría con la mecanicidad "pura".
En el movimiento "más espontáneo" los elementos de "dirección consciente" son
simplemente incontrolables... Existe... una "multiplicidad" de elementos de "dirección
consciente" en estos movimientos, pero ninguno de ellos es predominante...' 43

Al hombre no le falta nunca una concepción del mundo. No puede desarrollarse alejado de una
colectividad de algún tipo. 'En lo que a su concepción del mundo se refiere, el hombre siempre
pertenece a un grupo, y precisamente a aquél que agrupa a los elementos que comparten su forma
de pensar y de trabajar.' A menos que esté metido en un proceso de constante crítica a su propia
concepción del mundo para darle coherencia:
'Pertenece simultáneamente a múltiples masas, su propia personalidad construida en una
forma extraña. Contiene elementos de troglodita junto con la sabiduría más avanzada,
prejuicios desharrapados de todos los siglos junto con intuiciones de una futura filosofía
de la raza humana unida a través del mundo entero.'44

'El hombre, activo de las masas trabaja en forma práctica, pero le falta una clara
conciencia teórica de lo que significan sus acciones, lo que es también conocimiento del
mundo en la medida en que lo cambia. En definitiva su conciencia teórica puede
oponerse a sus acciones. Casi se puede decir que posee dos conciencias teóricas (o más
bien una conciencia contradictoria), la una implícita en sus acciones, uniéndole con
todos sus colegas en la transformación práctica de la realidad, y la otra superficialmente
explícita, o verbal, que hereda del pasado y que acepta sin criticas,'... [Esta división
puede llegar al punto] 'donde la contradicción interna de su conciencia impide toda
acción, toda decisión, toda posibilidad de elegir, y produce a su vez un estado de apatía
moral y política.' 45

'...Toda acción es el resultado de las diversas voluntades afectadas con diversos grados
de intensidad, de conciencia, de homogeneidad con la masa entera de la voluntad
colectiva.. Queda claro que la teoría correspondiente implícita, será una combinación de
ideas y puntos de vista igualmente confusos y heterogéneos. [Para que las fuerzas
prácticas desatadas en un momento histórico dado sean] eficaces y expansivas [es
necesario] construir sobre la base de una práctica determinada una teoría que por
coincidir e identificarse con los elementos decisivos de esa misma práctica, acelere el
proceso histórico en el acto mismo, vuelva más homogénea' coherente y eficaz en todos
sus aspectos aquella práctica...' 46

En este sentido la pregunta de si es preferible la 'espontaneidad' o 'la dirección consciente' se


remonta a si es:
'preferible "pensar" sin tener conciencia crítica de ello, de modo disgregado y ocasional,
es decir, "participar" en una concepción del mundo "impuesta" mecánicamente por el
ambiente externo, o sea, por uno de tantos grupos sociales en que cada uno de nosotros
se encuentra inserto automáticamente desde su entrada en el mundo consciente... o bien
elaborar la propia concepción del mundo, consciente y críticamente...' 47

Los partidos existen en esta situación precisamente para propagar una concepción del mundo junto
con la actividad práctica que les corresponde. Intentan unir en una colectividad a todos aquéllos que
comparten una misma concepción del mundo y se dedican a difundirla. Su papel consiste en
homogeneizar a la masa de individuos influenciados por varias ideologías e intereses. Sin embargo,
hay dos formas de desempeñar ese papel. Gramsci caracteriza la primera forma refiriéndose a la
Iglesia católica, la que intenta vincular una variedad de clases y capas sociales bajo una sola
ideología. Intenta unir a los intelectuales y la 'gente común' en una sola concepción organizada del
mundo. La única forma de hacerlo, empero, es imponiendo a los intelectuales una férrea disciplina,
que los reduce al nivel de la 'gente común'. 'El marxismo es la antítesis de esta posición católica';
intenta unir, en cambio, a los intelectuales y a los obreros para así elevar constantemente el nivel de
consciencia de las masas, para que así puedan actuar en forma auténticamente independiente. Es
precisamente por eso que los marxistas no pueden limitarse a 'reverenciar' la espontaneidad de las
masas; eso sería imitar a los católicos en el sentido de imponer a los sectores más avanzados el nivel
de los sectores más atrasados.
Para Gramsci y para Lenin, esto significa que el partido trata constantemente de elevar el nivel de
comprensión de sus miembros más nuevos, y debe estar siempre dispuesto a responder ante las
evoluciones 'espontáneas' de la clase, para así atraer a aquellos elementos que están desarrollando
una conciencia clara como resultado de éstas.
'Para ser un partido de masas no sólo en nombre, debemos abrir los asuntos del partido a
masas cada vez mayores, sacarlos en forma sostenida, a través de la protesta y de la
lucha, de su indiferencia política, para que avancen desde un espíritu general de protesta
hacia una adopción de las perspectivas socialdemócratas; desde su adopción hacía un
apoyo al movimiento, y de allí a la militancia organizada en el Partido.48

El partido capaz de cumplir estas tareas, sin embargo, no tiene que ser necesariamente el más
'amplio'. Como organización combinará el esfuerzo constante por integrar a sus tareas a capas cada
vez más amplias de los obreros; al mismo tiempo limitará su militancia a aquéllos que están
dispuestos a luchar seriamente bajo la disciplina del partido. De allí la importancia de definir en
forma bastante precisa que es lo que constituye un militante. El partido no puede admitir a todos los
que quieran identificarse como miembros, sino solamente a los que están dispuestos a aceptar la
disciplina orgánica del partido. Bajo condiciones normales no pasará de ser una proporción muy
reducida de la clase obrera; pero crecerá vertiginosamente en épocas insurreccionarías. Aquí puede
notarse una diferencia muy importante con la práctica seguida en los partidos socialdemócratas.
Lenin sólo se da cuenta de ello en lo que concierne al partido ruso antes de 1914; pero su posición
es clara. Contrapone su objetivo -'una organización férrea y verdaderamente fuerte', 'un partido
pequeño pero fuerte' de 'todos aquéllos dispuestos a luchar'- al 'monstruo pluriforme, los elementos
mezclados de la Iskra nueva, de los mencheviques'49. De allí que insista tanto en tomar como
cuestión de principio el problema de cuáles son las condiciones para entrar al partido, al producirse
la ruptura con los mencheviques.
Dentro de la concepción de Lenin hay que distinguir entre los elementos que él considera
históricamente limitados de los que tienen aplicación general; Lenin mismo se cuida siempre de
hacerlo. Los primeros abarcan el énfasis sobre una organización conspiratoria cerrada y la
necesidad de una cuidadosa conducción desde arriba hacia abajo de parte de los funcionarios del
partido, etc.
'Bajo condiciones de libertad política nuestro partido se construirá exclusivamente sobre
la base de elecciones. Bajo la autocracia, en cambio, es muy poco práctica para los
varios miles de obreros que constituyen el partido.' 50

La necesidad de limitar el partido a los que están dispuestos a aceptar su disciplina es de aplicación
mucho más general. Cabe señalar que para Lenin esto no implica aceptar ciegamente el
autoritarismo (aun si sus supuestos seguidores lo hayan interpretado así). El partido revolucionario
existe para que los obreros e intelectuales más conscientes y activos participen en una discusión
científica antes de lanzarse a una actividad consciente coordinada. Y esto es imposible sin una
participación general en las actividades del partido, lo cual requiere de una combinación de claridad
y precisión en los argumentos y una decisión a nivel orgánico. La alternativa es el 'pantano', donde
los elementos motivados por una apreciación científica se encuentran tan mezclados con los
elementos más inseguros que la acción decisiva viene siendo imposible; lo que ocurre en este caso
es que de hecho son los más atrasados los que dirigen. La disciplina necesaria para un debate de
este tipo es la disciplina de los que se han 'unido en virtud de una decisión libremente adoptada'51.
Sin fronteras claramente definidas, y sin la coherencia necesaria para implementar decisiones, la
discusión sobre las decisiones del partido deja de ser 'libre', y pierde su sentido. Para Lenin, el
centralismo no se opone al desarrollo de la iniciativa e independencia de los militantes, sino que es
su precondición necesaria. Recordemos los comentarios del mismo Lenin en 1905, al resumir sus
dos años de lucha sobre la cuestión del centralismo. Al hablar del papel de la organización
centralizada y del periódico central, proyectaba como resultado de ello:
'la creación de una red de agentes... que... no tendrían por qué sentarse a esperar la
llamada a la insurrección, sino que realizaría una actividad regular, garantía de que en
caso de que se diera una insurrección, existiese la mayor probabilidad de una conclusión
exitosa. Aquella actividad fortalecería nuestros vínculos con las más amplias capas
obreras y con todas las demás capas que han mostrado su descontento con la
aristocracia... Es precisamente esta actividad la que nos serviría para asesorar
correctamente la situación política en general, y de allí nuestra capacidad para elegir el
momento apto para el levantamiento. Es precisamente esta actividad la que prepararía a
todos los organismos locales para responder simultáneamente a las mismas preguntas
políticas, acontecimientos e incidentes que agitarán a toda Rusia, y para reaccionar ante
estos "incidentes" en la forma más rigurosa, uniforme y expedita posible...' 52

Formando parte de tal organización tanto el obrero como el intelectual se encuentran preparados
para hacer un balance de su situación concreta de acuerdo con la actividad científica socialista de
miles de otros. 'La disciplina' significa aceptar la necesidad de establecer una relación entre la
experiencia individual y la teoría y la práctica del partido en su conjunto. Es la precondición
necesaria de toda evaluación independiente de las situaciones concretas; no se opone de manera
alguna a la necesidad de hacerlo. Por eso la 'disciplina' no significa para Lenin ocultar las
diferencias que puedan existir dentro del partido; todo lo contrario, quiere decir que estas
diferencias deben sacarse a la luz del día para que se discutan y resuelvan. Es la única forma en que
la gran mayoría de los militantes llegan a hacer un análisis científico. El órgano del partido debe
abrirse a todos aquéllos cuyas opiniones considera inconsistentes.
'A nuestro parecer es necesario hacer todo lo posible -aun si implica alejarse de los
principios del centralismo y de la obediencia absoluta a la disciplina- para que estos
grupúsculos hablen claro y den al Partido en su totalidad la oportunidad de pesar la
importancia o falta de ella de estas diferencias; de esta manera puede llegarse a
determinar dónde, cómo, y de parte de quién existe una inconsistencia.' 53

En pocas palabras, lo que importa en este caso son la claridad y la dureza política del partido; así se
asegura que todos los militantes participen en la polémica y entiendan la relevancia de su propia
actividad. De allí lo absurdo de confundir, como hacían los mencheviques y como siguen haciendo
algunos, al partido con la clase. La clase en su conjunto se opone de forma constante e inconsciente
al capitalismo; el partido representa el sector ya consciente de la clase, unido por el intento de dar
una dirección constante a la lucha generalizada. Su disciplina no está impuesta desde arriba, sino
que es libremente admitida por todos los que participan en sus decisiones y actúan para
implementarlas.

El partido socialdemócrata, el partido bolchevique, y el


partido estalinista
Quedan claras, pues, las diferencias entre el tipo de partido concebido por Lenin y el partido
socialdemócrata tanto visualizado como temido por Luxemburgo y por Trotsky (o sea el partido
considerado como el de la clase en su totalidad). La llegada al poder de la clase era la toma de poder
por el partido. Así, debían quedar representados dentro del partido todas las tendencias existentes en
la clase. Toda ruptura interna debía considerarse como una ruptura en la clase. La centralización,
aunque se consideraba necesaria, se temía al mismo tiempo por ser un centralismo contrario y
opuesto a la actividad espontánea de la clase. Sin embargo, las mismas tendencias 'autocráticas' que
denunciaba Luxemburgo se dieron de forma más notoria precisamente en este tipo de partido. Pues
dentro de él la confusión entre militante y simpatizante, el inmenso aparato que se necesitaba para
mantener unidos a una gran masa de militantes politizados sólo a medias en una serie de actividades
sociales, condujo a la disminución del debate político, a una falta de seriedad política cuyos efectos
repercutieron reduciendo la capacidad de sus militantes para evaluar situaciones concretas de forma
independiente, y de allí en subrayar la necesidad de crear una militancia a raíz de la intervención de
los dirigentes. Falto de un centralismo orgánico que aclarase y resolviese las diferencias políticas,
era inevitable que la independencia de acción de la base se encontrase permanentemente subvertida.
Se volvían cada vez más importantes los lazos personales y las relaciones de diferencia a los líderes
establecidos; como consecuencia, el análisis científico, político, fue perdiendo su peso. En el
pantano, donde nadie toma claramente un camino, ni siquiera uno equivocado, no se discute cuál
debe ser el camino correcto. La negativa a vincular las consideraciones de tipo orgánico con la
necesidad de un análisis político, aun cuando se basaba en el noble intento de mantener el 'partido
de masas', condujo necesariamente a la sustitución de posiciones políticas por lealtades a nivel de la
organización. Y eso condujo a su vez a una incapacidad para actuar de forma independiente ante la
oposición de antiguos colegas (el ejemplo más claro fue sin duda Martov en 1917).
El partido estalinista no es una variante del partido bolchevique. Las estructuras orgánicas
dominaban en él; más que a la política de la organización, lo que contaba era la adhesión a la
organización como tal. La teoría servía para justificar una práctica determinada externamente, y no
viceversa. La lealtad al aparato determina las decisiones políticas (y aquélla a su vez se relaciona
con las exigencias del Estado ruso). En Rusia la victoria del aparato sobre el partido se logró
precisamente mediante la introducción en el partido de miles de 'simpatizantes', la dilución del
'partido' por la 'clase'. Y la inseguridad política de la 'Promoción Lenin' les llevó siempre a
subordinarse al aparato. El partido leninista no manifiesta la tendencia de dejarse controlar por la
burocracia, porque limita el acceso al partido a los que muestran una voluntad de ser lo bastante
serios y disciplinados como para tomar como su punto de partida cuestiones políticas y teóricas,
subordinando a ellas toda su actividad.
Pero, ¿no es ésta una concepción sumamente elitista del partido? En un sentido sí, aunque no es
culpa del partido sino de la vida misma, que genera un desarrollo desigual de la conciencia obrera.
Para que se mantenga eficaz, el partido debe integrar a todos aquellos que considera como los más
'avanzados'. No puede rebajar su nivel de ciencia y conciencia sólo para impedir volverse una 'élite'.
No puede aceptar, por ejemplo, que los obreros chovinistas 'valgan tanto como' los militantes
internacionalistas, simplemente para tomar en cuenta la 'autonomía' de la clase. Además, el hecho
de ser 'vanguardia' no implica sustituir los deseos, ni la política, ni los intereses de uno por los de la
clase.
Es de una importancia clave en este sentido reconocer que para Lenin son los consejos obreros, y no
el partido, el embrión del Estado obrero. La clase obrera en su conjunto participará en las
organizaciones que constituyen su Estado, tanto los elementos más atrasados como los más
progresistas; 'cada cocinero mandará'. En los trabajos de Lenin sobre el Estado, el partido apenas
merece mención. No es la función del partido ser el Estado, sino mantener la agitación y la
propaganda entre los elementos más atrasados de la clase para así levantar su nivel de conciencia y
seguridad hasta el punto donde pueden estar dispuestos a formar consejos obreros y luchar por
derrocar las formas orgánicas del Estado burgués. El Estado soviético es la encarnación concreta
más avanzada de la actividad consciente de la clase obrera en su conjunto; el partido es aquel sector
de la clase más consciente de las implicaciones históricas de aquella actividad consciente.
Las funciones del Estado obrero y del partido deben ser muy distintas -por eso puede haber más de
un partido en el Estado proletario-. El uno debe representar a todos los diversos sectores
-geográficos, industriales, etc.- de los obreros. Su modo de organización debe ser reflejo de la
heterogeneidad de la clase. El partido, en cambio, se construye sobre la base de todo lo que une a la
clase a nivel tanto nacional como internacional. Mediante la persuasión ideológica, se dedica a
superar la heterogeneidad de la clase. Lo que le preocupa son principios políticos nacionales e
internacionales, y no las preocupaciones sectoriales de grupos particulares de obreros. Se limita a
persuadir; no puede obligar a los obreros a que acepten su dirección. Una organización que aspira a
participar en el derrocamiento revolucionario del capitalismo por la clase obrera es inconcebible
que se sustituya por los órganos de control directo de la clase misma. Semejante perspectiva pueden
mantenerla sólo los partidos socialdemócratas o estalinistas (de hecho, ambos han manifestado tal
temor ante la actividad autónoma de las masas que encuentran inaceptable esta sustitución en la
práctica revolucionaria en los países capitalistas avanzados). Ya que existe bajo el capitalismo, la
organización revolucionaria tendrá necesariamente una estructura muy distinta a la del Estado
obrero que surgirá de la lucha por el derrocamiento del capitalismo. El partido revolucionario
deberá luchar dentro de las instituciones del Estado obrero para que triunfen sus principios por
encima de los principios de otros partidos; y esto solo puede ser así precisamente porque el partido
no es el Estado proletario.54
Todo lo anterior nos permite ver que las teorías leninistas del partido y del Estado no son dos
unidades distintas, capaces de ser consideradas en forma aislada. Hasta desarrollar su teoría del
Estado, Lenin solía considerar al partido bolchevique como un fenómeno particular ruso. Ya que los
socialdemócratas (y luego los estalinistas) han identificado al partido con el Estado, es muy
comprensible que los socialistas revolucionarios auténticos, y por ende demócratas, se hayan
preocupado por no limitar el acceso al partido a los sectores más avanzados de la clase, aun
reconociendo la necesidad de una organización para estos sectores. De allí la ambigüedad de Rosa
Luxemburgo sobre la cuestión de la organización política y la claridad teórica. Le permite
contraponer 'los errores cometidos por un movimiento auténticamente revolucionario' a 'la
infalibilidad del comité central más inteligente'. Pero si el partido y las instituciones del poder
obrero son distintos (aunque uno intenta influenciar al otro), 'lo infalible' del uno viene siendo un
elemento clave en la capacidad del otro para aprender de sus errores. Lenin lo ve y lo entiende.
Lenin, y no Luxemburgo, le saca las lecciones. No es cierto que 'para los marxistas de los países
industriales avanzados, la posición original de Lenin sirve menos como guía que la de Rosa
Luxemburgo...' 55
Lo apremiante es crear una organización de marxistas revolucionarios que someterán a un
escrutinio científico tanto su situación como la situación de la clase en su conjunto, que criticará de
forma severa sus propios errores, y que intentará, mediante una participación diaria en las luchas de
la masa obrera, ampliar su actividad consciente a través de una oposición permanente a toda
subordinación, sea ideológica o práctica, a la vieja sociedad. Es muy sano que haya una reacción en
contra de la identificación entre la clase y la élite del partido empleada tanto por la
socialdemocracia como por el estalinismo. Eso no debe impedir, sin embargo, que se desarrolle una
perspectiva clara sobre qué es lo que debemos hacer para sobreponernos a la herencia que nos
legaron.

Notas
1 K Kautsky, The Erfurt Programme, Chicago 1910, p8.
2 ibid.
3 ibid p43.
4 ibid p85.
5 ibid p198.
6 ibid p198.
7 ibid p198.
8 K Kautsky, The Road to Power, Chicago 1910, p24.
9 Véase K Kautsky, Social Revolution, p45, y Carl E. Schorske, German Social Democracy 1905-
1917, Cambridge, Mass.1955, p115.
10 K Kautsky, op cit. p47.
11 K Kautsky, The Erfurt Programme, p188.
12 ibid p188.
13 ibid p189.
14 K Kautsky, The Road to Power, p95.
15 León Trotsky en Nashe Slovo, 17 de octubre 1915. Citado por el autor en su Permanent
Revolution, London, 1962, p254.
16 Por ejemplo, aunque se hable de ellos como 'órganos del poder revolucionario' en un importante
artículo sobre las perspectivas para el futuro editado en Sotsial Democrat en 1915, se les da poca
importancia. Valen cinco o seis líneas en un artículo de cuatro páginas.
17 cf. Problemas de organización de la socialdemocracia rusa (editado por sus epígonos bajo el
título de Leninismo o marxismo), y Huelga de masas, partido y sindicatos, en Rosa Luxemburgo,
Obras escogidas/Vol 1, Ed. Ayuso, Madrid 1978.
18 Problemas... en Luxemburgo, p113. Es interesante que Lenin, al responderle no subraya el
problema del centralismo en general sino que señala errores y diferencias de datos en el artículo de
Luxemburgo.
19 Huelga de masas, en Luxemburgo, p181.
20 ibid.
21 Problemas... en Luxemburgo, p119.
22 ibid p114.
23 ibid p120.
24 ibid p120.
25 ibid p120.
26 L Trotsky, Resultados y perspectivas (1906) en 1905 y Resultados y perspectivas Tomo 2, Ruedo
Ibérico, Paris 1971, p217.
27 Citado por I Deutscher, The Prophet Armed, London 1954, pp92-3.
28 ibid.
29 Desgraciadamente no cabe aqui discutir los importantes argumentos desarrollados más tarde por
Trotsky.
30 VI Lenin, "Jornadas revolucionarios" (31 de enero 1905) en Obras Completas, tomo IX, p212-3.
31 VI Lenin, "Ejército revolucionario y Gobierno revolucionario", ibid tomo X, p354.
32 VI Lenin, "Sobre la reorganización del partido" (10 de noviembre 1905) en Obras Completas,
tomo XII, p86.
33 Citado por Raya Dunayevskaya, Marxism and Freedom, New York 1958, p182.
34 Lenin, La bancarrota de la II Internacional, en Obras escogidas Tomo 1, Ed. Ebro, Paris 1972,
pp361-2.
35 L Trotsky, Historia de la revolución rusa Tomo 3, Ruedo Ibérico, Paris 1972, p224.
36 Lenin, Complete Works tomo XXVI, p57-58.
37 Lenin, ¿Qué Hacer?, Ed Fundamentos, Madrid, 1975 p25.
38 Lenin, Complete Works, tomo VII, p263.
39 Lenin, ibid, tomo VI, p491.
40 ibid, tomo VII, p265.
41 Lenin Obras Completas, tomo IX, p272.
42 Complete Works, tomo VIII, p155.
43 A Gramsci Antología, Sel. de M Sacristan (Ed Siglo XXI), 1988, p309.
44 A Gramsci Antología, p365.
45 ibid pp372-376.
46 A Gramsci, Il materialismo storico e la filosofia di Benedetto Croce, Torino 1948, p38.
47 Citado en A Gramsci, Cultura y literatura, Ed Peninsula, Barcelona, 1977, p5.
48 Lenin, Complete Works, tomo VII, p117.
49 ibid, tomo VIII, p145.
50 ibid, tomo VIII, p196.
51 Lenin, ¿Qué hacer?, op cit, pl0.
52 Lenin, Complete Works, tomo VIII, p154.
53 ibid, tomo VII, p116.
54 La experiencia rusa después de 1918 crea una cierta confusión. Lo importante es que no es la
forma del partido lo que crea el dominio del partido en vez del dominio de los soviets, sino la
destrucción de la clase obrera (Véase C Harman, "How the Revolution was Lost", International
Socialism 30).
55 T Cliff, Rosa Luxemburg, London 1959, p54. El deseo de honrar a una gran revolucionaria
parece llevarle a un análisis poco científico.

También podría gustarte