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| Fin de siglo: Ciudad posmoderna / Intelectuales ;arcaicos | Omarginales? / Tango | Feroz / Menemismo / Nueva teligiosidad / Subjetividad y politica Benjamin inédito / Bourdieu / Lugones Revista de cultura ‘fio XVI + Namero 47 Buenos Aires, diciembre de 1993 Sumario | 1 18 2 26 31 36 38 43 a7 DE NIST QINNd Beatriz Sarlo, ¢Arcaicos 0 marginales? Situacién de los intelectuales en el fin de siglo Raiil Beceyro, El cine por venir ‘Adriin Gorclik, Figuras urbanas Leonor Arfuch, Biografia y politica Hugo Vezzetti, El sujeto psicoldgico en el universo massmedidtico Pablo Seman, Pentecostales: un cristianismo inesperado F. Mejia Madrid, El nuevo retorno de los brujos Walter Benjamin, Kitsch onivico. Glosa sobre el surrealismo, Traduccién y notas: Ricardo Tbarlucia Maria Teresa Gramuglio, La summa de Bourdieu Oscar Terin, «El payador» de Lugones 0 «La mente que mueve las moles» Marylin Contardi, Mirando una fotografia de Walker Evans ale Las ilusiraciones de este niimero son de Roberto Paez, (Buenos Aires, 1930). Consejo de direccién: Carlos Altamirano José Aricé (1931-1991) ‘Adridn Gorelik Maria Teresa Gramuglio Juan Carlos Portanticro Hilda Sabato Beatriz Sarlo Hugo Vezzetti Directora: Beatriz Sarlo Disefo: Estudio Vese Este nimero recibié el apoyo ‘econémico de la fundacién Pablo iglesias ‘Suscripciones En Argentina: I8USS (tes niimeros) Enelexterior: Via aérea: 40 USS (seis nimeros) Punto de Vista recibe toda su correspondencia, giros y cheques a nombre de Beatriz Sarlo, Casilla de Correo 39, Sucursal 49, Buenos Aires, Argentina, Teléfono: 952-5374 ‘Composicién, armado e impresion: Nuevo Offset, Viel 1444, Buenos Aires. Arcaicos o marginales? Situacién de los intelectuales en el fin de siglo Sarto desi ELfinde sigloes un teatrodonde ta cronologia monta su especticulo de conclusiéa y apertura. Sc del tiempo histérico, fines y comienzos son momentos a los que se adjudica mayor densi porque, efectivamen- te, tienen mayor peso simbilico. Las Promesas del futuro muestran su lado incierto cuando aparecen en un «fin de siglo». contagiadas por la sensacién nosuilgica de un cierre de época. Y al fin de siglo abre una rajadura que interrumpe la sucesidn menos per- ceptible de las décadas. El tiempo se en el fin de siglo: mo- mento d> doscarasque,a fines del XIX. expuso las miserias de una crisis y las promesas de un giro completo: deca- dentismo y revolucién, Este fin de si- glo, cietamente, no hace promesas en los revolucién, En cuanto aldecadentismo: zdénde encontrarhoy tuna réplica de la actitud aristocritica y revulsiva de los decadentes que hacian de laexclusién una virtud y del despre- cio por la sociedad un programa estéti- co de vida? De este fin de siglo, por Io menos, no podra decirse que exhibe i dureza del cinismo decadente ni en- ciende una hoguera con las esperanzas de cambi Elfindesig cares de loestoleranteallidonde el régimen politico y Ia sociedad lo ten (donde no, tenemos un fin de o fundamentalista y nacionalismos quecreimos superados hace cienaitos). En estas décadas la politica tiene diff para encontrar nuevos senti dos que impulsen empresas colectivas, pero también han impuesto su legitimi- dad piblica nuevossujetossociales; las minorias sexuales, étnicas, religiosas, culturales, nacional ocupado esferapablica y,en algunos paises convertido a sus cuestiones en eje de fuertes intervenciones politicas, Al ‘mismo tiempo que Ia industria cultural redisuibuye mitos y valores en un gi gantesco proceso donde el viejo mundo popular ya no puede quedar intacto, las migraciones desterritorializan cultura tradicionales, impulsindolasen unad {imicade mezcla y reciclaje, tal como se ha observado en el caso de puertorri: quefios,chicanos y mexicanosen Esta- dos Unidos. Cultura y lengua, cultura y territorio (tunidades que sélo ct despta- olencia escindian en el pasado) entran en una corriente de de localizacién, En el revés de esa deste rritorializacién cultural, los. serbios jercen sobre los bosnios la violencia sin limites para imponer su reckamo de exclusividad sobre un suelo. Mucho mas acd de esa matanza, los alemanes occidentales de: turcossino desuscompatriotasorienta- les, ya competencia en ¢! mercado de ajo multiplica las diferenciasenca si toda Europa, En efecto, los viejos sujetos de la han retrocedido en la ‘onffan no slo de los polit escena, y los conflictos que ellos animaban han cambiado, La multiplicidad de sujetos yy ladiversidad de sentidos otorgados a la préctica vuclve imposible la unidad {érrea alrededor de ningin partido en muchasnacionesdeoccidente, En ellas, ‘en cambio, los viejos partidos del siglo XX parecen no poder impedirla migra- ‘cidn de voluntades hacia representacio- nes pariicularistas (ecolgicas, regio- nales, antiigualitarias). ;Qué porvenir para la politica cuando a la fragmenta- cién cultural de la sociedad los medios de comunicacién de masasla acompa- fian con la emergencia de su escena como tinica escena piblicacreible? ‘Sin embargo, se sostiene que es posible el optimismo," ya que la diso- lucién de fuertes hegemonias y la frag- ‘mentacién social no deberian propiciar la nostalgia por categorias y pricticas més ‘universales”. Pero algunas nacio- nes, la Argentina entre ellas, legan a ‘este nuevo escenario con la necesidad de encarar transformaciones que difi- cilmente podsfan prescindirde partidos politicos fuertes, aunque su fortaleza no se construya sobre los modos de hacer politica que fueron tipicosen este siglo, De hecho, estos paises plantean tuna exigencia complicada: zc6mo ha- cer politicay reformaral mismo tiempo 1a forma de hacer politica? jeémo.con- -vencer politicamente a aquellos que el fin de siglo encuentran con una sola certeza: que quicren saber lo menos posible de la politica, pero que, al mis- ‘mo ticmpo, quieren reservarse el dere- cho de una infinita ¢ incolmable des- confianza hacia aquellos que quieren saber dc ella? Abandono Dénde estamos entonces? En los ‘afios finales de un siglo que se pareci6 rmiuy poco a esta ditima década: el fin del siglo contradice al siglo XX, lo cenmienda y, especialmente, repudiaal- gunos de sus temas mis podcrosos. ‘Tambign habria que reconocer quecxa- sgera yexpande algunas de sus tenden- ccias, Estamos en los afios en que ya no domina una Razén universal y unifica- dora, y son espectros las utopias que, sobre la base de la critica dc lo cxisten- tc, preparaban sociedades mis justas {que resultaron mas terribles; el exceso cen aruptura potitica estética, moral de Jas vanguardias ha sido dominado por- {que yano existe una verdad que pueda impulsarlo; vivimos frente al espejo democritico de la inversin parédica y Ja exaltacién, tambign democritica, de las perspectivas subjetivas. ‘Sin embargo, en el revés de cada una de estas proposiciones, podrian le- cerse otras. Se podria decir: estamos en Jos aftos de las ideas débiles, del part cularismo y de 1a moderacién critica; del repliegue después de uno de los ‘grands flujos de Ia historia; de la tem- planza no basada en la virud sinocn el miedo, Se podria decir: estamos en los afiosen los que la parodia hadesalojado aa Ia ironia como tnica forma de la critica, y el sentimentalismo ha triunfa- do como iinica forma del drama, Se podria decir: estamosen losafios donde laspasiones son domésticas:*Se podria decir: estamos en los afios donde se ha respondido a ta cuestidn estética con- fidndola a la téenica de tas imsgenes y {os sonidos, que ha impuesto su mania de lanovedad. Se podria decir: estamos en los alos donde el problema de la verdad se ha diluido en el flujo y cf entrecruzamiento de las superficies discursivas. Se podria decir: estamos cn los afios en que la pregunta, que recorre la filosoffa modema, sobre la relacignentre el enguaje y el mundo se hha resuclto, para el sentido comiin, anulindola. Tres crisis definen estos affos que nos separan del fin del siglo: lacrisis de las ideas de cambio come proceso que modifica a la sociedad cn todos sus puntos comprometiendo la accisn y el destino de la mayor partede sus micm- bros (la crisis de una idea ‘total’ de cambio); la crisis de las vanguardias y de los valores estéticas de la moderni- dad y, con ella, fa de una continuidad ‘cultural conflictiva: lacrisisde la figura ccisica del intelectual, que sigue a la restructuracién de las relaciones entre niveles culturales a partir de la organi- zacién massmedistica dela dimensién simblica. En realidad, deberia reem- pplavar ta palabra «crisis» por alguna ora mis adecuada a la fenomenologia de la Gpoca en que estamos viviendo: disolucién, decadencia, desplazamien- to, escurecimiento, Como sea, optaré por la palabra «abandono»: ell registra bien el modo en que se ha tomado distancia respecto de tres fuer- tes niicloos ideol6gicos y miticos del siglo XX, abandonados no como se refua una idea o se la cambia, sino segun la forma en que se deja de tener unacreencia, Precisamente, son asere- ‘encias que movieron el siglo XX las que hoy se abandonan por nuevas creencias. Arte Se trata entonces del desarrollo de ‘un sentidocomiin, apoyadoen transfor- ‘maciones culturales que comenzaron a ‘mediados del siglo XX. La nueva logi- ‘ca comunicacional, aun cuando parez~ ca no ocuparse de ello, impugna las formas artisticas que conocimos, por- quelaexpansién delosmediosaudiovi- suales afecta,al mismo tiempo, lugar delartey el de ls intelecwales. Dicho de la manera mas breve: se ha debili doc! principio de Icgitimidad y univer- salidad del juicio intelectual, El parti- cularismo y el subjetivismo no sélo se aceptan como un criterio entre otros, sino que se postulan como posiciones cemancipadoras que confian al consu- midor y al ciudadano los juicios que stos, antes, esperaban de 10s artistas y los expertos. Laépoca es democratista y populista: el interés y el gusto subjetivo yan son razones que deban cruzarse-en €l espacio de un discurso que se pro- pongaconvertirios en universales yen frentarlos con otros gustos ¢ intereses. ‘muchos celebran vidualismo extre- ‘mo apoyado en una unificacién casi planctaria de la cultura. Quiero decir: fen nombre de los gustos ¢ intereses vividos como més intenss y privada- ‘mente personales, se logitima la validez de la mas previsible de las coinciden- cias. Encl naufragiode larazén moder- nase exalta la ret6rica del particularis- mo al mismo tiempo que se unifica, 1. Véase,porejemplo, Emesto Laclau, Nuevas refleiones sobre la revoluctn de nuestro tem. po. Bucnos Aires, Nueva Visién, 1993, p97. 2.” Vease: Olivier Mongin, La peur di vide: texsisusles passions domocrtiques. Pati Sex 1993. quizis mis fuertemente que en toda utopia moderna de unificacién, un s tema de clecciones (estéticas y mora- les) que definen el tono de una época, ‘aun cuando la idea de un tono general sea extraia al estallido de los particu- Estaesunde lasparadojasdel finde siglo: un individualismo procucido en el mercado simbético mas unificado que se ha conocido en occidente. Sin embargo, esta p: dente en la medida en que ese mer fragmenta sus productos para producir nichos culturales extremadamente ferenciados que sc mucstran cor prucbas de ladiversidad denecesidades y de respuestas. Segunda paradoja en tonces: una cultura massmediitica uni ficadora que unifica precisamente por que esti en condiciones de fragmentar suspablicos segiin lineas quesse presen tan como emergentes de las eleeciones menoscondicionadas. Laconstruccién del gusto hoy, més que nunca, ha perdi- do toda cualidad individual: es cruda mente socioldgica, instituida por el marketingcultural quecierra un circulo vicioso donde se construyen pablicos y luego se los interroga gentilmente so- bre sus preferenci ocupadoel puestod ticmpo,seexalta la libertad deel y la particularidad de tas subjetivida des, Se han completado asf procesos que sélo estaban esbozados en meras décadas del siglo XX. El cine los presenta de manera es- pectacular. Me pregunto: ,por qué hoy no son posibles Ozu o John Ford? Di rectores de cine fuertemente anclados nla industriacultural, tanto Qzucomo fueron, al mismo tiempo. grados por un pablico de masas y pro- ductores de verdaderos estiloscinema- togréficos personales. Forman parte, Juntoccon protagonistasmenosexitosos y mds programdticamente vinculados al cine de arte, de los grandes del siglo XX. De ellos nunca podria decirse que trabajaron, como las vanguardias, en contradel sentido comtin de supiiblico. Tampoco que su arte es negatividad pura, criticidad estética que seconvicr- te en criticidad ideolégica. Por el con trario, Oza y Ford no sélo nunca se colocaron fuera de fa industria cultural sino que, con el suceso de sucinemato- sgrafia, fueron motores delafianzamicnto de un cine masivo en las décadas del Junto des que los grandes estudios lanzaban sobre las pantallas del planet, los films deOzu yde Ford (ode Wyler,oantesde Griffith y de Chaplin, y luego de Hitch- c }osalcaso) son obrasperfee- donde la gramética del cine esti desarrollada hasta alcanzar su estadio clisico. Son films perfectamente reco- nociblcs: los planos generales de Ford, losencuadresdeOzuhoy seconsideran estilemas personales que, al mismo tiempo, pasaron a formar parte de la sgrametica del cine Lapregunta sobre Oza y Ford po- dria reduplicarse infinitamente: gpor qué tenemos la conviccién de que Cantando bajo ta luv uy lejos de Fama 0 de Fiebre del sbado ala noche? El film de Stanley Donen y Gene Kelly fue, de inmediato, un gran sucesoy un modelo de musical, con una obsesividad detallist construfa su impecable formalismo. {Que convertia a estos directores y es tos films, a la vez, en hechos estéticos los pablicos? (Quizds ta pregunta esté mal frasca: da. Laférmula correcta, probablemen- te, sea: .qué permitia que Ford y Ozu y Hitchcock y Wyler fueran comprendi- dos por un piblico de masas, que con- sumia el cine més banal pero también She Wore a Yellow Ribbon 0 Tokio Monogatari? {Qué pasabacon fa cultu- ra de ese publico? {Cudles eran las condiciones dentro de las que Ozu y Ford no eran apenas tolerados margi- rnalmente (uno en Japén, cl otro en Es- tados Unidos), sino colocados en cl ‘centro de un sistema de produccién y ‘consagraciGn? Por una parte, la indus- tria cultural no habia terminado su pro- ceso de hegemonfa sobre todas las for- ‘mas culturales anteriores. Por la otra, Jas vanguardias no habfan atravesado porcompleto, haciendo un corte defini- tivo, el campo det arte. Cuando ambas ‘cosas suceden, en la segunda mitad del siglo XX, la especializacién de los pi- blicos y de las estéticas trazan caminos divergentes que se intersectan sso en algunos casos totalmente excepciona- Jes. Con la miisica y la literatura, esto habia pasado antes que en el cine. «Nuncaa lo largo dela historia, los seres humanos dispusicron de tantas imsigenes».? Vivimos una época carac- terizada por el Mujo ininterrumpido (Como ya se ha dicho muchas veces) y la pobreza simbética. Entiendo bien, ‘que esto timo va en contra de fuertes ‘corrientes de opiniGn, que denominaria optimisias, animadas por la creenc (enrealidad, una verdadera filosofia de Ia historia) de que las modificaciones técnicas espectaculares han logrado producirunanuevacultura. Aldetermi- riismo técnico de esta filosofia de la historia, quisiera oponer una perspecti- va mas fluida, que tome en cuenta el impacto de las nuevas tecnologias sin convertirlomecdnicamenteen impulso progresista. Estamos,creo, frentcaunaencruci jada: las posibilidades abiertas por las nycvas video-tecnologias todavia no han eneontrado (sino de manera excep- ‘cional) una estética que pueda compa- rar su productividad con lade las gran- desestéticasdel siglo XX, Mespresuro a decir que es posible que esa eststica pueda formularse, a condicién (y esta seria una hipétesis con mucho de con- traficticoenel casode América Latina) de que el mercado no sea el régimen hegeménico de produccién y circula- cin de los bienes simbélicos. Asi co- ‘mo el optimismo tecnoligico es (casi) tuna filosofia dc la historia, también el pesimismoestético (Comoe! que obsta- Culizéa Adorno su visiGn del cine y su audicién det jazz) enuncia un “gran relaio’ de decadencia que no quisiera suscribir. Agrego, para evitar malen- tendides, que el éxito de masas no me parece una defeccic delareasudeber modernistaowanguardista. Lacuestién no pasa por allt. ‘Las vanguardias (que hoy pueden set visias como nuestro “clasicismo") ‘mantuvieron relaciones atentas y sicm- pre problemticas con la tecnificacién delacultura yel publico queemergiade Tos nuevos procesos comunicativos: del rechazo més radical, en el que Adorno ces un emblema, hasta las fantasias de ‘ocupacién estética de los nuevos espa- ios 0 los programas de recomunica- in entre niveles culturales diferentes (em el caso de la Argentina, por cjem- plo, latensién ineliminable cn grandes escritores entre populismo cultural y formavanguardia). Esta comunicacién conflictivade fragmentos culturales de distinto anclaje social fue uno de tos impulsos del arte det siglo XX, que trabajé cone! maquinismoyel folklore, ‘con lo popular urbano y Ia abstraccién intelectual, con ef desco fuerte de cap- turarlasubjetividad y el distanciamien- 10. Pero,ensumomentoclisico,cl siglo XX no considers que estos materiales fueran combinables de manera indife- : por el contrario, ol debate sobre la legitimidad de una combinatoria es- tética mare uno de los puntos més altos de la conciencia antstica de las sikimas décadas. Porovaparte,nosélolonuevosino la tradicién fue un tema de la moderni- dad més que ningdn otro, porque justa- ‘mente la voluntad de ruptura necesita del pasado por dos motivos: para colo- ‘carloen el horizonte de resistencia d de donde opera lo completamente nue- y para incluirlo como momento irénico, como contraposicién © come cita, Laprimeraeslaoperacién concep- tual del arte moxlerno; la segunda su operacién sintdctica que nunca deja de ser valorativa. La densidad semiintica y formal del arte moderne no olvida su ‘rigen: ley6,criticd yrearticul6el pasa- do. Una relacisin ‘posmoderna’ con et pasado sc define,encambio,enpensar- Jo como museo © como depésito de materiales varios que se visita para bus- ccar piezas dispares, objetos encontra- dos por el capricho de la mirada, AUT esti los siglos como si no hubicran transcurrido: esun tiempodeespaldasa lahistoria, Intelectuales Las vanguardias, como los intelec- tuales del siglo XX, tenfan vocacin generalizadora; sin embargo, la fuerza de su ruptura estética contradecia esa vocacién oponiéndotas de manera niti- daconel pablico. Deesteconiliciohoy ya no quedan sino vestigios: una ar- ‘queologia estética del siglo XX podra reordenarlos. En algiin momento de este siglo la division més radical da fina un proceso ‘que boy puede verse como cerrado, La “forma vanguardia’ espartede un pasa- doenel que se produjo lomejordel arte del siglo XX y que el finde siglo aban- dona.a su destino minoritario 0 somete aa la misma critica que recibe la figura lisica del intelectual, Vivimos, enton- ces.en aflos, donde dos principios han ‘entrado en decadencia: la ruptura van- guardisia y la intervencién intelectual goneralizadora que (parifrasis de una definicién célebre) pemitia hacerse cargo de aquellas cuestiones que no ‘concernian personalmentealsujeto que fas tomaba y, por la estrategia de su discurso y el caricter de su interven- ‘cin, as Colocaba en la esfera piblica, En el fin de siglo, en efecto, cada ‘grupo habla por siy de si: no otra cosa es la crisis de Ia representacion que eva inscripta, inescindiblemente, el florocimicnto del particularismo: en un imite donde nadie quisiera reconocer- se.csté el lobby que exagera la fractura enue intcreses generales ¢ intereses particulares. Encllobby, los intelectu- Jes tienen poco que hacer, excepto que sigan un camino de reconversi6n técni- ca: los expertos de lo particular a quie~ nies ya no acecharin los peligros de adjudicarse una representacion susten- tad en valores. En su figura técnica, Bougnoax, «Surlamoe annoncte de ian ott moyens oy parvo, Expr, 10, ‘octubre de 1992, p38. aquellos que fueron intetelectuales hoy son expertos: no sélo su saber se ha particularizado (y esto es inevitable si se piensten lacomplejidad ex cualquier intervencion en las socieda des contemporiineas), sino que stu mo- ral también es particularista. Los lazos que unfan al intelectual con ia sociedad Pertenecen a un imaginarioen vias de cextinci6a, al que se reemplara porel de un territorio perfectamente limitado donde elexperto legacon suexpertise. La vulnerabilidad social de la figu- radel intelectual critico no puede se rarse deste proceso de conversién del intelectual en experto: sus intervencio- nes Io comprometen primero y funda. mentalmente con un drea disciplinaria donde se juzga que lo que es bueno sogiin sus reglas sera considerado bue- noen téiminos generales. Ha cicatriza do el desgarramiento que atraves6 a la figura intelectual clisica entre Ia nor- ‘matividad de un campo especifico y la normatividad general. Emerge asf un realismo politico que tiene dos caras: por una parte, la aceplacién de lo exis- tente como limite posible cuya trans- sresidn,antes que permitirakernativas, es vista como una puesta en riesgo innecesaria o como un resto de pensa- miento wt6pico que persiste pesc a su arcaismo, Por otro lado, un particula- rismo que s¢ contenta con interven- ciones estrictamente zonificadas, que definen campos cuyos limites son los de las disciplinas y no los de valores ms generales de naturaleza social y cultural. Se trata de un particularismo de minorias intelectuales y académicas DIARIO DE POESIA que, si bien no supone necesaria ‘mente la Realpolitik, latiene como una de sus posibilidades més préximas. Cuando la especificidad es el eje do- minante de las intervenciones, lo que no es especifico queda entregado al dominio det gusto, de la opi interés, De éstos se pien mente) que nonecesitan una fundacién iscursiva. Quien encuentre en estos rasgos ta bbase de una cultura celebratoria de lo existente, seguramente traeré como prueba posiciones frente a los desarro- Ios de las iltimas décadas en los me~ dios de comunicacién de masas y ka consiguiente impregnacién de toda la cculturaa partir de su estética y su ideo logia. En efecto, Ia celebraciGn de lo realmente existente incluye aquellos rocesos que més profundamente cam- biaron laculturaen las iltimasdécad: lahegemonia audiovisual, la video-cul- la video politica. En nombre de una democratizacién de la cultura, se ya en los mass-media no s6lo su pecio técnica innovador sino su pro- ductividad denuevasconfiguraciones: las que nose somete aun examen ¢ co. La descripcién como género del discurso intelectual subraya las ¥i desdelo real. Como nadie quiere r nocerse en el lugar del utopista ni det profeta, cl discurso de los intelectuales pierde filo critico y, por este camino, bajo la apariencia de volverse més hu- milde y democratico, llega en verdad a ser mis concesivo con el poder y, al mismo tiempo, practicar el seguidismo de la opinign priblica. N° 28 / Primavera de 1993 | | Reportaje a Victor Redondo Dossier: Nueva poesia de Irlanda | SUSCRIPCIONES: (4 numeros, 1 afio) te Cea eee) Cece) Rot eyed Octubre del novent J. Godio, H. Polino, J. Rodriguez, F. Storani Bmé. Mitre 2094 - 1% p (1039) Capital - Tel.: 956-1581 Arribamosasiaunaespeciedenco- popilismo intelectual que,a diferencia de los viejos populismes, no reconoce dos viejos conceptos movilizadores: el pueblo y la nacion.* Si la quicbra his- AGrica de estos conceptos dej6 a los intelectualesen disponibitidad para so- meterse.a critica, ello no debi6 necesa- riamente significar que las ideas globa- les, fundadas en valores, debfan cexpulsarse para siempre. En la Argenti- ra, este neo-populismo sin pueblo y sin nacidn, ideologia consiruida sobre cl sentido comdn, el individualismo, el seguidismo de las tendencias pri doras de los asuntos pablicos, la resig- nacién del espiritucritico yano frentea la tascendencia de las masas 0 de la patriasinoaladinmicadel mercado de bienes simbélicos, produce indiferen- tismo Gtico y estético, oportunismo frenie a las mayorfas de opinién cons- truidas en los medios y respeto del sentido comiin como sieste valieramés gue las ideas que lo contradicen. Una cultura celebratoria emerge como el resultado, casi siempre banal, de una prdctica de expertos que, mientras se flalan las dificultades que atraves6 la inteloctualidad deeste siglo, sus errores y su unilateralidad critica, acompaftan su caida como si fuera una liberacign, 4. La idea modema de nacidn no neceeari ments dshe adsense aconeepeiones organicis tas, omunitarstso populistas. Vease al esp to: Charles Taylor «Propssitorcruzadoscel debate ben-comunitarion. en Nancy Rosenblum (comp.), El liberalism y la vids moral, Bosnos Ales Nueva Visin, 1993 La Ciudad Futura Revista de cultura socialista Namero 37/agosto 1993 és: C. Alvarez, Lzquierda = Esperanza: A. Martineli y M. Salviatti El cine por venir Raill Beceyro Tango feroz plantea un doble pro- blema: el de su valor y ef de su éxito. Estas dos cuestiones, estas dos imdge- res, como en esos ejercicios que se hacen enelconsultorio de los oculistas, alcomienzoaparecen diferenics, luego se acercan, se superponen y finalmente seconfunden. Pruchadecsaconfusién fueron los avisos del film: a partir de cierto momento el argumento mayor para ira verlo era la cantidad de perso- ras que ya lo habyan visto. El éxito era Ja prueba de su valor. Nadie puede discutir la legitimidad de ese éxito, adjudicéndolo a la canti- dad de publicidad, aun engafo sobre la mercaderiaquese ofreciaoalacompra de criticos para que hablaran bien del film; por el contrario la critica fue ba tante ceticente con Tango feroz. “Tampoco ese éxito puede ser atri- buido, meparece,a un célculo delibera- dopor pariede los productores del film: me refiero a guionista, director, pro ductores, actores. No hay una receta aplicadapremeditadamente,conalevo- sfa, Cada uno é ellos cree en lo que hace y, en su area, hace el film que quiere hacer, Las coincidencias de este productor «personal (no de la persona dl realizador, ya que en ese sentido ol film cs bastante impersonal) con las cexpectativas de un piblico masivo se producen después, por un proceso de acercamiento espontineo, natural. Los productores hacian al mismo tiempo, en cierta medida sin darse cuenta, lo ‘que ellos querfan hacer y 10 que los cespectadores estaban esperando. Pero zqué es exactamente fo que cestaban esperando losespectadores?O, misbien, ,qué es lo quclos espectado- res ven cuando ven Tango feroz? Laprimeracapa de significaciénes, podriamos decir, histirica: lagpoca (fin de los 60) en que Tanguito vivid, con dictaduramilitar, represién policial y la figura del Che Guevara presidicndo los preparativos de las manifestaciones de protesia por parte de estudiantes uni- versitarios. stos clementos «histéricos» estin presentados en el film de manera glo bal, genéricos. Curiosamentc hasta una ‘manifestacién reprimida por policas caballo es algo inmaterial, una especie de eoreografia donde caballos, jinctes, ‘manifestantes y pancarias se disponen y st desplazan con un criterio, como diria un dentista, «estético», es decir arménico, pulido, mesurado. En a lisa superficie de Tango fero: ta manifes- tacién reprimida, filmada desde loalto y entrecortadacon laparejahaciendoe! amor en Ia terraza, es un signo de lo hist6rico, pero tamizado por una clabo- racién que lima las asperezas y despoja a los hechos de materialidad, des- dibujaindolos. Uno yasospechabaqueel Che Gue- vara era s6lo un poster y una remera Tango feroz muestra también que es ¢l fondo de un decorado. Y no séloeso. La dictadura militar autoitulada Revolu- cin Argentina (1966-73) cs,cn cl film, todas lasdictaduras y noes ninguna. En su abstracta materializacién, la repre- siGn policial (recordemos también la toma en que aparece la policfa por pri ‘mera vez, bajando las escaleras del lo- cal donde actia Tanguito) queda redu- cida a manchas, Vineas, colores: otro poster. Enelcontextohist6ricoque Tango ‘feroz despliega de esa manera, aparece ‘el segundo plano de significacién del film: losdiferentes personajes (Tangui- toy los otros) y sus frecuentes dilemas Gticos. Todos ellos se encuentran en explicitas encrucijadas morales en las ‘que deben optar: si se entrezan 0 no. si mantienen sus principios morales o re- niicgan de ellos, si luchan 0 no. Ante cada unadeellas Tanguitoadopia posi- ciones irreprochables. Puede sospecharse que tales encru- cijadas, planteadas de esa forma, slo cexisten en el mundo del cine, y que son caricaturas simplificadas de las poque fas encrucijadas que los ciudadanos de este palsy deesta épocaenfrentamosen nuestra vida de todos los dias. Las en- crucijadas de la realidad (que no pue- den establecer ningun vinculo con las que muestra el cine y en consecuencia al espectador le resulta imposible rela- , enlaquelarevoluciéndelascomunica- cciones liberarfa al hombre de la suje~ cidn a un lugar, de las cadenas del es- pacio yel tiempo. En surebelién contra ‘el modemismo europeo, la cultura ur- bana norteamericana fue aun mas mo- demista: se apoyaba en la accleracién delomas nuevo —Io «especificamente americano»— para imaginar el futuro. Frenteal descubrimicnto angustiadode las nuevas periferias europeas y de la tugurizacién y decadencia de los viejos centros, que parecian haberse produci- do como excrecencia del proyecto mo- demo, la estructura descentrada de la ciudad noneamericana permitfa pos- tergarel impactode la crisis urbana que pondrian ripidamente de manifiesto las politicas de la cra conservadora. Noes dificil imaginar qué ocurrié ‘con las diferentes propuestas europeas y americanas, «hacia atris» y «hacia adelante», pasado! frégil momentocn quese abandonaba un mundo sin cono- cer odavialascaracterfsticasdel quese inauguraba. Sintetizando: lascriticasal proyectohomogencizadorse volvieron funcionales, en infinidad de proyectos de srenovacién urbana», a la defensa del nuevo status fragmentado de laciu- dad; la «arquitectura de la ciudad» se convirtié en coartada para la creciente diferenciacign de las partes; el pluralis- ‘mo yladescentralizaciGndevinicronen argumentoexclusivode las virtwdes del ‘mercado frente a las aspiraciones de la regulacin modernista; la trama comu- nicacional, en las estrategias de la pro- duccién postfordista. 1, Bemardo Secchi «Le contizioni sono cam. tists, Casahella N° 49879, Mili, enero/febro 1984. 2 Cir. A. Ballet, M. Daguerre y G. Silvestri, Cultura y proyecto urbana, CEAL, Bocnos Ai- es, 1993, Pero los aftos ochenta fueron aflos de fuertesintervenciones reformistas y de revisisn de la cultura conservadora. Por lo menos en la ciudad europea, donde la tradiciGn pablica buse6 recu- perar el terreno perdido: la red urbana hha comenzado nuevamente a ser esti- ‘mada como un factor de cohesién poli- tica y de desarrollo econémico, en rela- ccioncs novedosas entre to local y to global; la «amenaza» medistica se ha redimensionado, como una trama de relaciones inéditas cntre ciudad y so- ‘ciedad, pero que de ningiin modoreem- plavan Iss funciones renovadas del es- pacio paiblico. En la ciudad americana la situacién para una revalorizaci6n de {a ciudad es mucho mas compleja, por {a fragmentacin social y la descentra- lizaci6n territorial, porel impacto de la desindustrializacién y por la tradicién de renovacién urbana a través de de- velopers privados, por fucra de toda acciGn piblica; aunque el pensamiento urbano y sociol6gico ha comenzado a hacerse cargo de quc cl fin dela ciudad ‘modiema esté todavia lejos. ‘{Quiere decir esto que se acabé el posmodemismo? Al menos quicre de- cir que después de un olvido momenti- neode simisma —portomarlametifo- rade Cacciari— frente a las novisimas técnicas y las novisimas ideologias, la ciudad ha vuelto a crecer en torno a su historia: quiere decir que eneel paisaje de escomibros que dejé el vendaval ne- oconservador ya no queda tanto lugar paralacelebracién de la dispersién ol fragmento; quiere decir que la funci6n politica de la ciudad ha recuperado vi- gencia para el poder pablico y para la sociedad: que la pregunta por una nue- va angamasa, la pregunta por la total dad y por su orden pueden ser revisita- das, por fuera de cualquier tentacién autoritaria pero sin nostalgia epigonal. % Un pasaje por la ciudad y el debate local obliga indudablemente a refor- mular la pregunta por el posmoder- rnismo, Al punto de que no queda claro sisirve,en definitiva,filiaren sus «ori- sginales»cada una de las posiciones que puedan relevarse, como si fueran ape- nas versiones «desplazadas»y laexpli- cacién de los derroteros centrales per- mitieraanticiparaqui un fuuro simitar su presente —o, mejor, 2 algiin mo- mento de su pasado— «de alld». Pero no se trata de ubicar en qué punto del recorrido estamos, para sumar un ma- lentendido més a aquella historia det ascenso y ladeclinacién del posmoder- nismo.ca la discusiGa urbana. En principio, se wata de reconocer _quenocstamosen un puntodel recorri- do, sino en todos alla vez. Y quizs no ‘estémmal llamar posmodernismo—«in- digente», como lo calificé sugerente- ‘mente Jorge Dotti, aunque por otros ‘motivos—aestamezcla vertiginosa de tiempos, influencias te6ricas, diagnés- 208, propuestas ideol6gicas, que en- contramos en Buenos Aires, donde lo ‘misnuevose imbricaconloms viejoen el escenario montado por la moderniza- cién conservadora.> Quizds el posmo- ‘dernismo termine siendo la «l6gica cul- tural» det neoconservadorismo en el ccapitalismo periférico, Porlo pronto noses dado reconocer hoy en Buenos Aires la imagen con; lada que produce la caida de la tensién modernista —aquella tensin hacia afueraen el territorio, hacia adentro en ‘el cuerpo social y hacia adelante en el ticmpo. Cafda que aqui se traduce en la dislocacién de las redes piiblicas con queestado y sociedad habian garantiza- do, durante todo el ciclo deta modemi- zacién urbana —nuevamente el ciclo «progresista» de la ciudad moderna, que en los tiempos fulminantes de la ciudad americana es précticamente to- dalahistoriadelaciudad—, la argama- sa.capuz de contener e integrar el esta- ido en un marco unitario, en un proyecto. Asi, si recorremos ta ciudad ¢s posible ver un paisaje similar al de otras periferias deciudadescentrales.e1 ‘nucvo paisaje «american» qucenfren- 16 la ciudad europea un par de décadas airs. Con excepcidn de algunos nudos de la zona norte, donde se mantienen inversiones de modo mis tradicional- mente homogéneo, lo que aparece en Buenos Aires es una yuxtaposicién de artefacios efimeros con restos de in- fraestructura obsoleta, tejido decaden- te, fabricas abandonadas, enormes vacios, viviendas precarias en los tersticios, y de pronto incrustacionesde novedad técnica 0 social, con la trama invisible pero omnipresente de los me- dios electrénicos configurando nuevos recorridos, nuevas fruiciones, relacio- res oblicuas con aquel paisaje. La ciu- dad se aproxima a un patchwork en el ‘que cada fragmento libera su sentido, cn el que no predomina la diferencia sino el contraste y la desigualdad. En una mezcla de tiempos andloga se debate nuestra cultura urbana actual. ‘Hay que fijarla vista enlo mas nuevo para diagnosticar una tendencia para cl conjunto? Desde alli hablan los que celebran o condenan la dispersién me-

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