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wNoTaoHVE WOLLHO TWIHOLIGS sete 9% 6G / /? , HO104 WrHOS ap eupjiayseo upioonper) VSATISSHVW V1 3d SOS SOT WMVESSOH T'S =O) wa ‘Quedan rigueosamente prokibidas, sin la amoriascign escrity de Tos i, bajo las sanciones establecidas on las leyes, la reproduc cin total o parcial de esta ‘obra par cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprogratiay et tratamien te informitica, y la distribucién de ejemplares de ella me ler 0 préstamo ste al ‘Tilo original: ECHOES OF THE MARSEILLAISE. ‘Two Centuries Look Back on the French Reval ‘Verso, Londres y Nueva York (Cubierta: Enric Satus © 1990: B. J. Hobsbawm © 1992 de la raduccién castellana para Fspatia y América Euitorial Critica, S. A, Arag6, 385, 08013 Barcelona ISBN: 84-7423-542-1 Depésito legal: B. 8.76 Impreso en Espaia 1992, -NOVAGRAFIK, Puigcerda, 127, 08019 Barcelona, 992 AGRADECIMIENTOS Este libro es una versién algo ampliada de las tres confe~ rencias del ciclo Mason Weich Gross que di en la Rutgers University de New Brunswick, New Jersey, en abril de 1989. De ahi en primer lugar que esté en deuda con esta universi- dad por haberme invitado; con la Rutgers University Press, por sugerir que se publicasen; y tal vez mds que con nadie, ‘con el fallecido Richard Schlatter, eminente historiador y buen amigo, que tuvo la iniciativa de invitarme. La mayor parte de la redaceién de las conferencias y su posterior ela-~ boracién la llevé a cabo, bajo condiciones que rayaban en una ut6pica perfeccidn, en el Centro J. Paul Getty para la Historia del Arte y de las Humanidades de Santa Ménica, Ca- lifornia, donde estuve como profesor invitado en la primavera de 1989. Quiero hacer constar mi gratitud a esa institucién y a los colegas ¥ amigos que estuvieron alli durante aquellos meses. Ferenc Féher me brindé la ocasin de hacer una ex- ploracién preliminar de algunos de los temas que se tratan agut al pedirme que colaborara en el mimero especial dedi- cado a la Revolucion francesa de Social Research, la revis- ta de la New School for Social Research (56, n.* 1, primavera de 1989}, cuyos alumnos escucharon pacientemente mis cla- ses sobre «La revolucién en la historia», Uno de ellos, Fred onbiod> opreuatuesig je epruoauatq Pf opuep (presoy [2UoTIA)) eseoursy worgndey ey ap (eistTersos) oxstutw awd un eB s10 siuepuardios Jas ap vfap ou opour ovata Ua ‘o®requia us “(OA -By ng v anb UOLONfoAdy v] ap enuod ta sp goxqnd as aqua -ojqrqoad opreuantisa round [a Ua) OAant epet sa ou aS “VIO ~uaray ns & esaouRy UOLON}OAay E] ap MISH ou ‘ataLutaydusrs optoap wed ‘souomb sod opeurtop ayraurerjdure eraranisa ou ~eus1use1q [9 anb onrutted soprenayiqnd sorpaut soy ap sapod [3 A epout ey ‘eBopospr yl ap uglopUIquioD wy “epessas aluaUuELL -uIpsownnxa se ‘ua8LI0 ap sjed ns uo attaunyeroadsa ‘esaotrely uojonfoaoy Pf 21G0s EIMEZAIT] RAaNU ef aNb sa ers wy “sauotseaysnt sop o8uay, smeorgnsnf so ou swordxe “sopour sopor aq “oureUdIUs9 opunias ns asmjdwno je epeSygo wuarew any esaoueyy oI -nfOnoy Bf anb we ove “ggG] Ua sepEIqafad ‘Kastor MON 9p Te “PIS PeprssaATUA) BI ‘SIINY ap ssOIFH ofa LOSE SeIDLIAL -2]U0. $B] Ua Opese Isa ap wsnoxa ef auat) Oxesua atHasaid 1g] guajfo bisa IeJUETINE OpNuas auaty? 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Los tiempos en que Ja gente corrien- te desea que haya una revolucién, y no digamos hacerla, son poco frecuentes por definicién, Con todo, uno habrfa pensado ‘que hay momentos (1789 fue uno), y el sefior Rocard sin duda pudo haber pensado en varios de ellos si su mente hubiese vola- do hacia el este de Paris, donde los pueblos lian dado muestras de querer conseguir Libertad, Igualdad y Fratenidad. La novedad de Ja situacién actual es que hoy el recuerdo de la Revolucién se ve rechazado por quienes no estén de acuerdo con ella, porque consideran que la tradicién principal de la histotiografia revolucionaria francesa desde aproxima- Gamente 1815 debe rechazarse por ser marxista y haber de- mostrado ser inaceptable, en el campo erudito, por una nueva escuela de historiadores «revisionistas». («Mientras, las carre- tas* recorren las calles para recoger a la vieja guardia [de his- toriadores} y la muchedumbre Hleva en alto la cabeza de Marx clavada en una pica», segiin apunta un historiador reacciona- rio, acertado al percibir el humor de los tiempos, aunque igno- rante del tema.) En efecto, ha habido notables progresos en investigacién, principalmente en los afios setenta, obra las mds de las veces de historiadores briténicos y norteamericanos, tal como pue~ den verificar los lectores de la revista Past and Present, que ha publicado artfculos de la mayorfa de eruditos innovadores.? 1, Publicado en Le Monde (11 de enero de 1988). © Serefiere alas eartetas para llevar los condenadosa la guillotna. (N. del 1) 2, Jonathan Clark en el suplemente literasio del Suyday Times (21 de mayo de 1988), p. 69, 3, Puesto ql - escéptico ante el evisionisiao politico, ha estado re jonado eon este perisdico, no se me puede acusar de falta de interés en los nuevos sunibos de Ja investigactén histrica de la Revolucisn, PREFACIO I No obstante, es errGneo suponer que este nuevo trabajo requie- ra que se eche a la basura la historiografia de todo un siglo, y atin seria un error més grave suponer que las campafias ideo- légicas contra la Revolucién se basan en esta investigacién. Se trata de diferentes interpretaciones de lo que tanto los nue~ vos como los viejos historiadores a menudo aceptan como los hechos mismos. Por otra parte, las variadas y a veces conflic- tivas versiones «revisionistas» de Ia historia revolucionaria no siempre proporcionan una mejor orientacién sobre cl papel histérico y las consecuencias de la Revolucién que las versio- nes anteriores, Slo algunos de los revisionistas creen que es asf, En realidad, algunas de las nuevas versiones ya dan mues- tras de caducidad, tal como lo harén otras a su debido tiempo. EI presente ensayo es una defensa, asf como una explica- cién, de la vieja tradicién, Una de las razones para escribirlo ha sido Ia irritacién que me han suscitado sus detractores. La segunda, y mds importante, es que aborda un tema sorpren- dentemente desatendido: la historia, no de la propia Revolu- cién, sino de su recepcién e interpretaci6n, su herencia en los siglos xm y xx, La mayorfa de especialistas de este campo (entre los que no me cuento) estén demasiado cerca de los acontecimientos de(1789-1799, o de cualquier otra fecha que se elija para definir el periodo revolucionario, como para preo- cuparse demasiado por lo que aconteciera después. Sin em- bargo, la Revolucién francesa fue una serie de acontecimien- tos tan extraordinaria, reconocida en seguida universalmente como los cimientos del siglo xix, que parte de la historia de la Revolucion es lo que el siglo hizo de ella, igual que la péstu- ma transformacién de Shakespeare en el mayor genio literario briténico es parte de la historia de Shakespeare. El siglo xnt estudi6, copid, se comparé a sf mismo con la Revolucién fran- cesa, 0 intent6 evitar, repetir o ir més allé de ella. La mayor parte de este breve libro aborda este proceso de asimilar su ex- periencia y sus ensefianzas, las cuales, por supuesto, estén le- 97 0 e961 aeBnms sc St eayaneugad HyayUAHURISARA jonay ayotaempuy pun smuseccoyy 4 Uasss08 JOU I LOUDS> seuosiad anb amp pisa ‘oud sto 104 ,isapetoos seusorqaxd 21g -08 se10}11959 So] anua «uglovaydxa Bstoasd ou onb a1uaLLI09 ‘osn op ouruiig) un» exany wd wagered ¥] QpBy ep se1ue onb ap or -und Ja Bisey ‘Dp asnpu ap ordaouo9 atuatse2 ja 10d opeurB Lo ootxg] Oaanu ja Yoo oun QZ ap PURIELG UeID FI Ue OWIOD vioueLy BI U2 O}UR) OLMINGDIOA qe EMeIOdIOOUL es ;DLUASMpUt uptonjoaay ouruLg) [2 anb orydxa as oUIgd? ‘Osea 289 Wy setg{ONJOARD» LUN ony OU OISA ‘SOATEMTUEND SoFOPELOISTT atta savegap Sof ap soUTULI soy ua ‘anb meNISOUE [apy $e “YD “oy aq] “uptaduiosep oyefauias seoysnf pred orornf oxsonu & sounuiadar tu sopuri8 aquawioquotoyns wasazed ou aowaydusts ‘oatieinueno oqWOUTaZ9Ur O7oU ns OsN|aUT o “resNy VOroTAM an ‘pnuoti09a By 9p UOTIEULLOJsUEN BY £ OoTUIFUEIE OTURTUTIION [ap orp [9 Ue SoIqUIRO So[ anbiod outs ‘«ugronjoaax wun sod Epes “oaoad piso peprunuioa P| ap aseyo samnbpeno v ayawomouruntod apfoyatieg ® BABA anb [81908 uoroonsuoDa eUNBuTE» onbsod pepmnumuoastp Bj Tezeyoar B uoSIeag [EY SoIFOTOIG sorep op nonsrpeise to ouedxe ues Je uoreaayy anb soaqsojoepl soanout Soy 8 opiqep ote) OU ‘OFST A OLE anua «TerNsMpUT UOION|OA ~ab wun pmeuaUTLzadxa “vjurouo9 exo FeIMbjERd souSUT OYSNUL A ‘eorupinig eywiouose v1 onb zesuad epout ap 2e1se ep opelap by soaqtzouod9 sazopeLiorsty So aufue “aIatUjeNIoW "Tapaons oprpod ey owigo swordxa # apnke sou z0a pes opdurofe Up {sofata K soaanu wysta ap soyund soy ante “eiqurapIs -ui09 Sadan e “‘vlouadiaAtp vj xwot[dxe sowiepod ous? “sooo “ug “uosany of anb ua uBsoHstsuT “eoftOUOD® PEpITwDI BT a1qos svpepuny tarq souorurdo wos < saqqisuas eyed eno sod seu -osiad ab rod zvarjdxe soumgap soul anb a2et{ Jeno oy “«UgIs -aidacy esd» BUN SOUT OYDTUL A ‘sEINIeS BaTLIQUODD STSHTO ap bis wun BUOY BUNTUTU ap eID OU Oprsed O]ts Jap muaA “ou sour sosotuLsd soy B PIOI9S SOUT So] 2p SOpEIPOLE ap UwA DVR 11-01 dd (R61) 1 eu '9s womnasay smog “euounjoxoy stoasenog F 30 RUBY SUL» “WemeGsqoH TH SFA“ aonb seprogp se ‘seaquiguoda sauorsasdap sey aruauqenjoe wap “iui a8 o1wt09 [er “nb rENsoWep [apy ayuISE Sz] FOLIO o LOIS nf! 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Parece claro que estos observadores contemporaneos no esta- ban meramente rindiendo tributo a la contundente novedad de las maquinas de vapor y de los sistemas de fabricacién, ni re- flejando la alta visibilidad social de Ingares como Manchester o Merthyr, atestiguada por las sucesivas Tlegadas de visitantes continentales, sino que estaban sorprendidos, ante todo, por el ilimitado potencial de la revolucién que ellos personificaban y la velocidad de la transformaci6n que predijeron correcta- mente. En resumen, tanto los historiadores escépticos como Jos contempordneos proféticos tenfan raz6n, aunque cada gru- po se concentrara en un aspecto diferente de 1a realidad. Uno hace hincapié en la distancia entre 1830 y Jos afios ochenta, mientras que el otro subrayé lo que vio de nuevo y dindmico mas que lo que vio como reliquias del pasado. Hay una diferencia similar entre los observadores contem- poriineos y los comentaristas posnapolednicos de Ia Revolu- cién francesa, as{ como entre historiadores que se 5 ron en su camino y los revisionistas actuales. La pregunta si- gue plantedndose: zcusl de ellos es mas util para el historiador del siglo xix? Apenas cabe dudarlo, Supdngase que deseamos explicar por qué Marx y Engels escribieron un Manifiesto co- munista prediciendo el derrumbamiento de la sociedad bur- guesa mediante una revolucién del proletariado. hija de la Revolucion industrial de 1847; por qué el «espectro del comu- nisimo» obsesion6 a tantos observadores en los aflos cuarenta; por qué se incluyeron representantes de los trabajadores revo- Jucionarios en el Gobierno Provisional francés tras Ia Revolu- 15 cién de 1848, y los politicos consideraron brevemente si la bandera de la nueva repéblica tenfa que ser toja o tricolor. La historia que se limita a contamos Jo alejada que estaba Is realidad de la Europa occidental de la imagen que de ella se tenfa en los circulos radicales sirve de muy poco. Sdlo nos dice lo obvi0, 2 saber, que el capitalismo de 1848, lejos de es- tar en las ultimas, apenas estaba empezando a entrar on juego tal como incluso los revolucionarios sociales no tardarian en reconacer). Lo que precisa una explicacién es c6mo fue posi- ble gue alguien tomara en serio la idea de que la politica Fran esa, y tal vez la de todas partes, se convirtiera en una lucha tle clases entre empresarios burgueses y asalariados, o de que el propio comunismo pucliera considerarse a sf mismo y ser temido como una amenaza para la sociedad burguesa, @ pesar el eseaso desarrollo cuantitativo del capitalismo industrial. Sin embargo as{ fue, y no s6lo por parte de wn pufiado de im- pulsivos. Para los historiadores que quieran contestar preguntas SO- bre el pasado, y tal vez también sobre el presente, es indis- pensable una interpretacidn hist6rica arraigada en ¢l contexto Eontemporéneo (tanto intelectual como social y politico, tan- to existencial como analitico). Demostrar mediante archivos ¥y ecuaeiones que nada cambid mucho entre 1780 y 1830 pue- Yo ser correcto 0 no, pero mientras no comprendamos que 1a gente se vio a si misma como habiendo vivido, y como vi- viendo, una era de revolucién (un proceso de transformacién gue ya habfa convulsionado el continente y que iba a seguit feciéndolo) no comprenderemos nada sobre la historia del mundo a partir de 1789. Inevitablemente, todos nosotros for- Tnulamos por escrito 1a historia de nuestro tiempo cuando volvemos la vista hacia el pasado y, en cierta medida, lucha- mos en las batallas de hoy con trajes de época. Pero quienes ‘slo escriben sobre la historia de su propio tiempo no pueden comprender el pasado y lo que éste trajo consigo. Incluso nro (opp N) shane wroRY sE1NM y009 y00} OF & sESOUIAWAL OI 490g yoo] 01 woo seageped ap oFanf un 9984 JOIN [ ‘vosMoAzy HOWL] 1yo07 s9tanmuag ow “]eUIBLI0 upFDIPD wap [AN [8 31999! 9G 5 -sop a1uetteatsyy 194 opand anb o] za4 vy v sq voujoodsa Snuu ugtoo9y9s pun omnis ‘spn pre o vraNy Map aastxa anb pyprear e| 19s 82 ou ‘opesed [a BIDET wISTA EL JaAJOA Tz O “eUR|UA Tu ap -Sap 084 anb of anb ajqeBatrur sa ‘anueIsqo ON “eptA ns OperaTp -redsap Bpiqey of owoD amua® ef £ “JopeLOIstY ap uorsayoud ey ‘ered zeBn] eRugey ou vA “ugloouy ¥] ap afqnUsadsIp exany ou Sou ~Iq}198e anb vy a1q0s erLoIsty ey Ig “THspUT ap arsedsa eam wa Say -enidaouo9 sazozoo stttr opuesjoo Koysa ‘ordround ye ose s1oap Te { sopeooambe uyiso 1enauad apand ou sistypue ja anb py ua Taiueur upfonz|sto9 van oWo9 artiste pepryear e] epor UDA anb soouiga) soy owind aisa wismE “Bows fap spaun v SarQista seuade ‘eytmfoy eI ap seurfoo sej ru ‘ofeqe sput sosid stos Kem, anh ojuatureaiede fa ‘seawped se] ‘so1yipa soy opueluoaur Aoisa att ON [pal OLY $9 O1S9 OgLIDISe SBAIUATIL BOLO PINES algos a1ge as anb eueyuan ef apsap oan aonb o-] -(seanalgns sau -ordooiad seno n peyuaur paylioe vy ‘orsedsa ja ‘oduton [2 ue) 4Pisia ap ound un vordum ardwars ugraoanp eno rambpena ua © a1URfOpE EIDRY “SEN RIOR TEAL “«RSDOURAZ UQIOMJOA -34{ B| Uepranga soais soc» so ouqy 9189 ap oTAAANS [= VIGAW 3SV19 V1 Ad NOISNIOAaY YN + 6861 “21pUOT K voIWO PY DUDS WAWASHOH “fa (GB 2p tary e O) LorowaLF! uN eNO UOES UN eIOUNNE -o1d auian opnuas 9ub? ‘naupsodiuarios vioupay vp 9p sous -Mo so7 ua ourey aKkjoddyyy vsaro1y onb woronjoasy ¥] eNUOD anbew opeuorsede ap orsodoad v sopuvig 31005 souep ou ~e1oqt] Con}I9 UES [2 Offp owroD [aI ‘opor ap sndsaqq ‘sispUE p anb aeodur scum so oonyfod oraint yo anb ap wore “TOUDAUOD [2 VOD “OsoIDTYaUAG OPIS VY BLOYSIY ns £ popruvur RY PI B1Gos UOLONFOsay VIS op o}9949 19 anb ap uTUIdo ef or ssedutos J -asoy pUETOHY “f OoWETG JopELIOIsTY fap sequTEd aezyin vred *«xix o/21s yop euorsty By ap epnued ap ound oop -Bps94 [O “* VHIOISIY F] POI ap soIUOTUTTOAIUOSH ap a1I9s [eIUAP -uoaseat £ 9jquia svt ep» ropuarduzos sowraranb Is ore sOd esiesed uopand ou 6RL] ap ueredas sou anb sour soiaiosop So] anb ap oyuaRUTOWOALOD fo UOD ILLOSa TY 9s BIO ES “ugrouann ns vys0 vos onb us yuosard jo £ opesnd fo awasyey v aesay] wapand YSETTESUVIN YT Ad SOD SOT or 18 LOS ECOS DE LA MARSELIESA de el punto en que me encuentro y bajo determinadas circuns- tancias (por ejemplo, si no voy al otro lado del edificio no puedo mirar en direccién a Los Angeles, asf como no podré ver gran cosa de las colinas hasta que mejore el tiempo) y lo que me interesa ver. De la infinidad de cosas que son objetiva- mente observables ahi fuera, de hecho sélo estoy observando una seleccién muy limitada. Y por supuesto, si volviera a ob- servar exactamente el mismo panorama desde la misma ven- tana en otro momento, podria centrar mi atencién en otros as- pectos de él; 0 lo que es lo mismo, podria hacer una seleccién diferente, Sin embargo, es casi inconcebible que yo, o cualquier otro que estuviera mirando por esta ventana en cualquier mo- mento mientras el paisaje permanezea como es ahora, no 1a, 0 para ser més precisos no advirtiera, algunos elementos ineludibles del mismo: por ejemplo, el esbelto chapitel de una iglesia que esté justo al lado de la mole insulsa de un edificio de dieciocho pl bica que hay en el terrado del mismo, No quiero insistir en esta analogfa entre mirar un paisaje y irar hacia una parte del pasado, En cualquier caso, vamos a regresar a la cuestin que he intentado abordar a lo largo de estas paginas. Como veremos, lo que la gente ha lefdo sobre la Revolucién francesa durante los doscientos afios transcusri- dos desde 1789 ha variado enormemente, sobre todo por razo- nes politicas e ideolégicas. Pero ha habido dos cosas que han suscitado la aceptacién general. La primera es el aspecto ge- neral del paisaje que se observa, Prescindiendo de las distintas teorfas sobre el origen de a Revolucién, todo el mundo esta de acuerdo en que se produjo una crisis en el seno de Ia anti gua monarqufa que en 1788 condujo a le convocatoria de los, Estados Generales (1a asamblea que representaba a los tres es- tados del reino, el clero, la nobleza y el resto, el «Tercer Esta- do») por primera vez desde 1614. Desde que se establecieron, los principales acontecimientos politicos permanecen inalte- UNA REVOLUCION DE LA CLASE MEDIA 19 rados: la transformacién de los Estados Generales, 0 més bien del Tercer Estado, en Asamblea Nacional y las acciones que terminaron visiblemente con el Antiguo Régimen: la toma de Ta Bastilla, la prisién real, el 14 de Julio; la renuncia de la no- bieza a sus derechos feudales el 4 de agosto de 1789; la Decla- racién de Derechos; la transformacién de la Asamblea Nacional en la Asamblea Constituyente que entre 1789 y 1791 revolu- joné la estructura administrativa y la organizaci6n del pais, introduciendo de paso el sistema métrico en el mundo, y que redact6 la primera de las casi veinte constituciones de la Fran- cia moderna, una monarqufa constitucional liberal. Asimismo tampaco existe desacuerdo alguno sobre los hechos de la do- ble radicalizaciGn de la Revolucién que tuvieron lugar des- pués de 1791 y que condujeron, en 1792, al estallido de la guerra entre la Francia revolucionaria y una coalici6n variable de potencias extranjeras contrarrevolucionarias, y a insurrec- ciones contrarrevolucionarias interiores. Este estado de cosas se mantuvo casi sin interrupcidn hasta 1815. Asimismo lev6 a la segunda revoluci6n de agosto de 1792, la cual abolié 1a monarqufa ¢ instituy6 la Repdblica (una era nueva y totalmen- te revolucionaria en Ja historia de la humanidad) simbolizada, con Un pequeiio retraso, por un nuevo calendario, Empezando enel aiio I, el calendario abolié 1a antigua divisién en semanas y dio nuevos nombres a los meses para ocasionar dolores de cabeza a los estudiantes de historia a pesar de ser también uti- Jes mnemotecnias, (La nueva era y su calendario duraron s6lo doce aiios.) El periodo de la revolucién radical de 1792.a 1794, y espe- cialmente el periodo de Ia Repiiblica jacobina, también co- nocida como el «Terror» de 1793-1794, constituyen un hito reconocido universalmente. Como también lo es el final del Terror, el famoso Nueve de Termidor, fecha del arresto y eje- cucién de su lider Robespierre (aunque ningtin otro perfodo de 1d Revolucién ha suscitado opiniones mas encontradas que este). suspta) ‘1 dd ‘grat yatnsunse'6 10s W227 2008 tr fo 1g Zope uayostoIsiy aap BuRfuy tok a4ORY>sID BuaUUDBITY “e 1468 oistyy jonuaussueg fo Canna ¥ 804 PUTOH 1 “soupur| ‘088-0841 -pynsa anb seaugIsty sefouandasuioD sauLOUD SEI E OTS O14 -ap as ou o1sq “sequapacard uts o1edury 9 eyeoso ‘oueume un ep soqwarusoayuooe ap o1zas wun o O1UATLUTa}UONR UN OWOD ‘or -rodury aquourepeuianxa via esauesy UpTONFoAoY vy onb vqus -ap|suoa ‘PUSH Bf ap ByfO UOTODES ky SOTALH JE O ‘XIX O[SIS TEP ante? x] anb operas sod sep soutapod ‘ayomitsuos 10g _ €Opuntt Jap PLLOISHY WI ap BUDS EI UA UO!OEIApISUCD op oulip orunse ootun Ja aiuaurenuta opts vy ‘ofnposd as onb op -so( “SaquaUTUOD SOO PIDRY OIPUAIKA as UPTGUIRY, “LdeU OTA vj anb squounuos ja arqustsant wzrony von woo < awouridnsqe QUOISTNALIOS» BSBOURA] UQTONTOAAY k] o1eg ‘aiaujyNpPAS OP “anu [2 opeiquies umyqey sors & ‘wuatdunt By ap & eIMILIOse Ey ap uglouaAut UL & OWSIURNsis9 [9 WeZe EpIpad BUUSTUE B] Ua opunti fo opuequres uerqey anb soywaruTa1HOIR sOoIUN SO] “ip ered “Quapsap Soy ‘sepezni.y se & [eaatpaut opeded Jap seu -lojar se] WEIST ep UOTIEPUNY TI OU1O9 SoTepIPURD SOND UOID -1opisuod U2 oany anb “Yomnoy o1ad ‘(euvuuraye) HULOFEY EI sepeznig se] uoo vpesmdiuos v sorsondsip weqeise ‘soonowmed splu so] ‘Soueuraye So] anua “0 soURNSHD spUt Soy ap sounsTy 3 PA Offs po Uo OURLIOY oLLaduUT Jap epyED k| epsap anreodum, sp DOUOISTY OWUATUTSaINODe [2 Bia oNb resuad v asopup -T] *SeISHUANXS SOUALL UBIO SOIOPELOISIY SoG,’ “purepowt BoIstY ey Ue seyOHut ap wroUTd vy “epEINUNISIp seL -ade zepynu enpriotp blin sod 66L | ap OLTeUUG 9p OYD0!DaIq osouray [9 opransns ony ‘opsanse ap visa opuNU Je Opor syLU Zea wun ‘< pepriqeiso t| wied seEMsaoau sauOLoIpUOD sep ITM sar vied peprordna rf ep owoo ise ‘epenoape oonsjod ofode ap 9suq etm ap toama sattamndts Soue oouIO So[ aIMEINp Aepod fo oramse enb uorsdnusoo & operepour oursttetagy] ap wauNtar [3 YSITHSHVW V1 3d SOT SOT 0c 22 LOS ECOS DE LA MARSELLESA ban obvias para los abservadores, sing también a la especta- cular y peculiarmente drastica naturaleza de lo que tavo lugar en Francia, y a través de Francia en Europa e incluso més all, en los afios que siguieron a 1789. Thomas Carlyle, autor de una temprana, apasionada y colorista historia de la Revolu- cin escrita en los afios treinta del sigio pasado, pensaba que Ja Revolucién francesa en cierto modo no era s6lo una revolu- cién europea (la vefa como predecesora del cartismo) sino el gran poema del siglo x1x; un equivalence real de los mitos épi- cos de la antigua Grecia, slo que en lugar de escribirlo un S6- focles 0 un Homero, Io habfa escrito Ia vida misma.‘ Era una historia de terror, y de hecho el perfodo de la Reptiblica ja- cobina de 1793-1794 todavia se conoce como el Terror, a pe- sar de que, dados los estéindares actuales de las matanzas, s6lo mat6 a una cantidad de gente relativamente modesta: tal vez unas cuantas decenas de miles, En Gran Bretafia, por ejem- plo, esta fue la imagen de la Revolucign que estuvo més cer- » cade apoderarse de la conciencia ptiblica, gracias a Carlyle y ala obra de Dickens (basada en una idea del primero) Histo- ria de dos ciudades, seguida de los epfgonos de la literatura popular como La Pimpinela escarlata de la baronesa d’ Orezy el golpe de la cuchilla de la guillotina, las mujeres sans-cu- lottes tejiendo impasibles mientras vejan caer las cabezas de Jos contrarrevolucionarios. Citizens, de Simon Schama, besi- seller de 1989 escrito para el mercado angléfono por un histo- riador briténico expatriado, sugiere que esta imagen popular sigue estando viva. Era una historia de heroismo y de gran- des hazafias, de soldados harapientos |iderados por generales veinteafieros que conquistaban toda Europa y que precipita- ban a todo el continente y a los mares a casi un cuarto de siglo de guerra practicamente ininterrumpida. Produjo héroes y 4. Véase Barton R, Friedman, Fabricaring Bitory> English Writers on the ‘rench Revolution, Princeton, 1988, p. 117 UNA REVOLUCION DE LA CLASE MEDIA 23 villanos que fueron leyendas vivas: Robespierre, Saint-Just, Danton, Napoleén, Para los intelectuales produjo una prosa de una fuerza y una lucidez maravillosamente lacénica. En } resumen, fuera lo que fuere la Revolucién, era un gran espec: | vaculo, Hee ~ Pero el principal impacto de la Revolucién sobre quienes Ja rememoraban en el siglo x1x, asi como en el xx, no fue lite rario sino politico, o mas en general, ideolégico. En este libro examinaré tres aspectos de este andlisis retrospectivo. Prime- ro, enfocaré la Revoluci6n francesa como una revoluci6n bur- (5°) guesa; de hecho, en cierto sentido, como el prototipo de las re- voluziones burguesas, A continuaci6n, la analizaré como mo- delo para las revoluciones posteriores, especialmente para las revoluciones sociales o para quienes quisieron evarlas @ cabo. Y por thtimo, examinaré las cambiantes actitudes politicas que han quedado reflejadas en las conmemoraciones de la Revo- () lucién francesa celebradas entre su primer y su segundo cen- ~ tenario, asf como su impacto sobre quienes escribieron y es- criben su historia, Actualmente, no s6lo esté pasado de moda ver la Revo- lucién francesa como una «revolucién burguesa>, sino que muchos historiadores excelentes considerarian que esa inter- pretacién de la Revolucién es tefutable ¢ insostenible. De modo que, aunque no tendrfa ninguna dificultad en mostrar que los primeros estudiosos serios de Ia historia de la Revo~ lucién, que dicho sea de paso vivieron durante el perfodo que va de 1789 a 1815, la vieron precisamente como tal, ten~ dré que decir una palabras preliminares sobre Ja fase actual del revisionismo histérico que tiene por objeto a la Revolu- cion, y que fue iniciado por el difunto Alfred Cobban de la Universidad de Londres a mediados de los afios cincuenta. El revisionismo Ilegé a ser un movimiento importante en 1970, cuando Frangois Furet y Denis Richet criticaron las ideas establecidas sobre la historia revolucionaria, tal como P] Ue gIpaans anb of quosap emd ugrurdo esa ayqruarsos “Uy oysay UeY anb sauozer sey eumsar anb os~ard s2 ON wgrony -onai B OOD BIoUapuddsEN ete] WOO 4 esiad ep UB PYpe1os vj ZeUIO]SUM] Epod oUSTUBIeUE O4NO UPSULU amb BLasNs anb opep ‘wispueur efBojoapr el & seur eqendepe as une eistMUTOD ia 7] “BURUINY Pepa!oos ¥] ap offouesap Jap asny wipe spUE auuraints ef 8198 BISI[eIAOS pEPaloos waane FT ‘Jopod Je FLUO vied grpasaid ey anb ouisyfepnay je opeoonep wIqry PSenSing Pepaisos ey oMOD [eK SuOFONJOAer BUN aUEIPeUL arwaNia]q -pyntaur ypezURTe as UPIqUTe] OFIMEN Ng “Iapod Ja too oszaTeHf 9 ounsap ns & ‘peparsos efata Bun ap ouas [a ua ajquiedunt vz -ranj Pun vod oprsara & oprseu wquy anb ase[p vaanu wun LED soza1go so"] “opeerayoud fap ogunun osmry [ap sanding a1aap -soad un eqeuiotsiodorg “seyspereui soy exed opensape terns -21 pipod aso owto9 ojapour un gnb sod oe[o piso upIqUIRy, 2 -SIXIMU UOTOTPEN Pf LOD OPUdTRIPAUOS BUUSTUH JS B OTUODUD Bs PUBUOIONOAIL PRIFOLIO'STY L] 2p EXOPOLIO UOIDIPEN BY “LEIP unui errand epungas | X O96] 2Ue (o[ydes OUND [> Ua aT -nostp onb sotiozes sod) anbune ‘eysixie ayuauteoygioadse Bie ow ofapoutr a1s9 ‘ated eno Jog “a[duuis uri ojpout un v S91 “tonpau 198 ap sofoj upIso UOTOIpEN wise ueIpUajap nb eLOISt, ua stistyeroadse sepues3 soy anb s19p onb ey uptquivy ‘o81eq “Wa ULG “SUISTXIBLLE SO] ANUD OFS OW A ‘SepIpudyap aust -tue opts uby diy a1sa ap sauormdo enb ap epnp quo oN, “eno P asnip tun ap sapod Jep vrouazaysuen vy owos ‘oysendns 20d “4 ‘euJepour pepoios 2] ap COMOISTY O|fouTesop [0 BIed aYqeILAdU 2 [BI9UNSO Osed UN ‘pLUSAOVU [PIOOS UOTINJOAas vuN JUALUTEIOUOSD any Booey ugtonfoaay e} anb waprsuos anb ugroerozdiayut vl (von &) quonEta OWISIHOIStAAr [9 ‘uouMsar UZ “«peporoos Blot zL 2p oqretunsa fo» oureyl ‘oumstjendes [a mequyep v epeUsep IBA nb rumajord uoranjoaay F] ap seIqry [e ‘KIB on oF 9p SPA “un prsutBU eNO op osed orrorqe asiaquy vlIpod ou ‘ovOTCU St WIGAN as¥o V1gd NOIDA TOARY ¥NO. ‘6p9-996 "9 c6} “eFUNDD "Yoauddt 6 79304 yonayyay>sisO ep ore su BPy WALI UO, "SP2 SEIS! 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Limitémonos a aceptar que ~-—} en 1789 no habja una burguesta con conciencia de clase que representara la nueva realidad del poder econémico y que es tuviera preparada para tomar las riendes del Estado y de la so- ciedad; en la medida en que una clase como esta puede discer- se a partir de la década de 1780, su objetivo no era Ilevar a cabo una revolucién social sino reformar las instituciones del reino; y en todo caso, no concebfa la construccisn sistemati- _cade una economfa capitalista industrial. Pero aun asi, el pro- blema de la revolucién burguesa no desaparece, a pesar de haberse demostrado que en 1789 la burguesia y la nobleza no eran dos clases antagénicas bien definidas que lucharan por Ja supremacfa, Citando a Colin Lucas, cuyo trabajo «Nobles, Bourgeois and the Origins of French Revolution» han utiliza~ do con frecuencia los revisionistas franceses, si en 1789 no habfa dos clases antagénicas bien diferenciadas, tenemos que decidir por qué, en 1788-1789, grupos que pue- den ser identificados como no nobles combatfan con grupos que podemos identificar como nobles, estableciendo con ello los fundamentos del sistema politico de la burguesfa del siglo xbx; asimismo debemos aclarar por qué atacaron y destruye- ron los privilegios en 1789, acabando asf con la organizacién formal de la sociedad francesa del siglo xvar y preparando de este modo una estructura en cuyo seno podria florecer el desa- rrollo socioecondmico del siglo x1x." En otras palabras, tenemos que descubrir por qué la Revolu- cién francesa fue una revolucién burguesa aunque nadie pre- tendiera que lo fuese. Este problema nunca preocupé a los primeros hombres que vieron la Revolucién francesa coma una revolucién so- 1. Past & Present, 60 (1913), pp. 469-496: y ex Douglas Johnson, ed Sociery 1, Cambridge, 1976, p90, UNA REVOLUCION DE LA CLASE MEDIA a7 cial, una lucha de clases y una victoria burguesa sobre el fen- dalismo en los afios inmediatamente posteriores a la caida de Napolesn, Ellos mismos eran liberales moderados, y, como ta- les, bourgeois sin conciencia de clase; témese como ejemplo al curioso liberal moderado Tocqueville, que pertenecia a la antigua aristocracia. De hecho, tal como el propio Marx admi- ti6 abiertamente, de estos hombres fue de donde sacé la idea de Ia lucha de clases en la historia.* Se trataba esencialmente de historiadores de su propio tiempo. Frangois Guizot tenia veintinueve afios cuando Napoleén fue deportado a’ Santa Helena, Augustin Thierry tenia veinte, Adolphe Thiers y F. A. Mignet diecinueve y Victor Cousin veintitrés. P. L. Roe- dereder —que vio la Revolucién como algo que ya se habia producido «dans les moeurs de la classe moyenne» («en las costumbres de la clase media»)-, y que escribié sobre la pre- Gestinada ascensi6n secular de las clases medias y la sustitu- cin de la tierra por el capital en 1815) nacié en 1754 y tomé parte activa en la propia Revolucién.? Era un poco mayor que Antoine Bamave, un moderado que fue guillotinado pero cuya «Introduccién a la Revolucién francesa», escrita mien- tras esperaba su ejecucién, siguié una linea similar. Jean Jaurés utiliz6 este texto en su Historia de la Revolucién fran- cesa como fundamento de la interpretacién socialista de las clases. Al escribir sobre la Revoluci6n francesa estos hombres estaban formando un juicio sobre lo que ellos habfan vivido, y sin duda sobre lo que sus padres, maestros y amigos habjan experimentado de primera mano, ¥ Jo que estaban hacien- do cuando empezaron a escribir historia a partir de la déca- 8, De Manca Weydemeyer, S de marzo de 1852, de Marx a Engels, 27 de julio dde 1854, de Karl Marx y Friedrich Engels, Collected Works, val. 39, Londres, 1983, pp. 62-63, 473-476, ‘9, Para su (péstumo) «d.'Esprit dela Révalution», véase Oewvres du comte PLL. Roederer publiées par son fils A.M, Roederer, Paris, 1854, vol. 3, pp. 7, 1-1 91d") “91 ‘y81-18t dd “pray “St zal dpa) “PL “(go6 1 “pupeN "eau ‘odoung 9 upyonzypiago of ap pyuonsiy <¥889 “pan Key) 1g] “A "SR6I ‘Shee "[oU9Me “UO|T -BauRs0y BUDE Po‘ ado.mg Uo uoHDEHRATD My ap 2s} OTH SIOSUEA] “E| owst{pydeo Jap wre vp» “«seIstUOISIAa! So] ap OZEYDEE Jap 1S -od v £ ugIoNfOAay B] ap [eUOOUAAHIOD UTSEA BT OpUDTUDNEC anfis oulos [Py ‘ony osvoy? jcaUsaqod v “reUOJoN B “HIN “UL b> STUOUNPULY wraIpIO9p 98 vISp ZA vUN wASaNding By Jod eprSi1p pepardos | ap OVaRXa JMIORIO Ja eEIAS JENA Og? ‘euTey|sraatun Put -ue) bun opsap squowExe[o seUE seyqey a{qisaduut BID “esanBinq uoronjoaes vanugine wun sod optieg wHs9s ood anb *X SOT -182) op oUPUOTDORAI OUIATGOR [9 Ofeg “6ZRT UF oy «IPUIOGOS “reuuoyor e ‘InggUT v exndse anb ootyfod muTdsa oopusiNE esa» wey] 1021NH anb of eNsOWOP Ud Ope “sILOREP asef9 OULD soyoatop sms s9pea Josey Te BNUD on} eISaNzng Pf ‘uoTNSAL UE, ereaaonystnes wspod sa] 98 amb vj doo pepyytony PI ‘sesaning soy ap mado ap zapnun vsors1pord wp» ourwouap yozmD anb < ppnusayjogns ns wseWUETy TosWIRID anb of v eqRWUUT as aTUOUE ~yenpesd eqeyfomesop as anb wysanBing vasnu vf ‘o#eqWO UIs 4° Pep9OOs UT ap sasv[D suIUNSIp se] axlua BYR Y[ op o1OeE Buepoyy Eos vy :europow eLOISTY ef ap seuTaed sey BUOTT anb vysny ese» ‘sase[o ap eyony vy olnpoud sopeaatpaut sordrorn “RU SO} ap UOFOLMrOURUTG wT “0180 OTS OU K ,y"0s peprfenp vy axduats ued jst opuaknnsap ‘soarass soy & ezaiqou vj ana orsanede ‘amarpuadopin ofequn 19 ftato puprendy vy uadnansuos so] Tero £ sordrounid sosno ‘uoroeu pagnu wun ‘vIsensung wy “SvILIOPOUL seIpaUL Sase[D SE] 208 B URLIEOT] anb oj ap oajanu jo ue woIsnyTIsuod 9s ‘sa[epHoy SosOUEs SOL ap ojadsoz BwOUOINT ELSI UOsaTO] SapvAatpatU sosonding so] opuens “oysay ac] UoLonfoaay VF ap say oYoNUA ozaduia Sump vied ottios yse ‘Luo, £ 1021p ered ‘wkadoda vss or #SPSa0tteay SEIPAUE SsvpD Sef op Bkadode BL aeaqo[9o> “que!9a4 sgo0eyy OTXA} Un seAIO wied “219 QZET ap wp SA TTISEVW V1 3a SODA SOT az | | 30 LOS ECOS DE LA MARSELLBSA liberal basado en la propiedad privada, la igualdad ante la ley ¥ les carriéres owvertes (al menos tesricamente) aux talents»? ‘No cabe ninguna duda sobre la intencidn de los portavoces del tiers état, por no hablar de los liberales de la Restauraci6n, de instaurar los tres tiltimos prineipios. La Declaracién de los Derechos del Hombre dice otro tanto. Tampoco puede dudar- se de lo primero, a pesar de que en 1789 los términos liberal y capitalismo no existfan, o no tenfan sus connotaciones moder nas, puesto que el término capitalismo no aparece en la lengua francesa hasta después de 1840, en la década en que la recién acufiada expresién laissez-faire también pasa a formar parte del vocabulario francés.'* (No obstante capitalista, en el senti- do de persona que vive del rédito de una inversion, aparece do- -cumentado en 1798.) Estos hombres estaban a favor de {a libertad de empresa, de la no interferencia del gobierno en los asuntos de la eco- nomia. El propio hecho de que el esjogan internacional de semejante politica («laissez-faire, laissez-passer») sea de ori- gen francés y ya tuviera una antiguedad de varias décadas en 1789 Jo sugiere claramente.”” Como lo hace Ia popularidad @ influencia de Adam Smith cuya Rigueza de las naciones., tal como admitirian los propios franceses muy a su pesar, «de- sacredit6 a los economistas franceses que eran la vanguard mundial ... reinando sin competencia durante la mayor parte del siglo». Hubo al menos tres ediciones en francés de su trabajo antes de la Revolucién y otras cuatro se publicaron durante el periodo revolucionario (1790-1791, 1795, 1800- 17. W. G, Runciman, «Linnecessary Revol ves europbennes de sociologie, 24 (1983), p. 238. 18. Paul Imbs, ed., Trésor de la langue franceise, Di dd XIX? p.921, 19, Se atribuye con més frecuencia a J.C. M. Vincent de Gouray (1712-1759) 20, «Smith, Adam» en La Grande Encyclopéae, Parts, .d., 30, 1: The Case of France, Arch naire de le langue du XX sidctes, Paris, 1971, val. $ (1977), pp. 143, 144; val. 10 (1983), UNA REVOLUCION DE LA CLASE MEDIA 31 1801, 1802, sin contar la primera edici6n de la obra de su dis- cfpulo’.-B, Sa} Tratado de economia politica (1803) ya que el autor S6l0 hizo valer sus méritos con la Restauraci6n) y s6lo hubo otras cinco ediciones francesas de La riqueza de las na- ciones desde la caida de Napoleén hasta el final del siglo xix. Apenas puede negarse que esto demuestra que durante cl periodo revolucionario habia un considerable interés por el profeta de lo que hoy sin duda lamarfamos la economia del capitalismo liberal. Uno no puede siquiera negar que los liberales burgueses de la Restauracién apuntaban hacia un capitalismo industrial aunque los te6ricos de 1789 no pudieran formularlo asf. (Pero entonces no busquemos en la gran obra de Adam Smith nin- guna anticipacién seria de la Revolucién industrial, la cual es- taba a punto de producirse en su propio pais.) Hacia el final del perfodo napoleénico, la conexién entre desarrollo econd- micoe industrializacién ya era evidente. El economista J.-B. Say, antiguo girondino, probé suerte con los hilados de algodén y pudo confirmar sus convicciones sobre el mercado libre al en- frentarse a los obstaculos de la politica de intervencionismo estatal de Napoleén. Hacia 1814, Saint-Simon ya vio la indus- iri (en el sentido moderno de la palabra).y los industriales (término que acuié él mismo) como 1a base del futuro, y el término Revolucién industrial estaba abriéndose camino en Jos vocabularios francés y alemn por analogfa con la Revolu- cin francesa.” Ademés, el vinculo entre el progreso, la politi- 21. Caralogue général des livres imprimés de fa Bibliotheque Nasionate, Pa- Fis, 1948, Cabe afadie que en ese perfodo se adquirieron también dos ediciones alesas (1799, 1814), que se sumaron a las tes primeras ediciones que ya estaban al antes de 1789, asi como e! compendio (inglés) de la obra (1808), También se publi 6 uns traduccién francesa de los Philosophical Essays de Smith en 1797. 22. La primera discusién en A. Bezanson, «The Early Use of the Term Indus- erly Journal of Economics, 96 (1922), pp. 343-349; ambien elle Revolution, Stttgast, 1983, pp. 23-25, 18 rewveaon ‘S10 6B ‘Shea “I TOA PIS sip URN TV “9 1 69L1 Smdzp “25rSunaf uormyospy 0} 2p 2: -Paut| 9 soun sod wpeowre» ony vipat ase]o vj ‘ono [a od «pm -yinta ep» € ope] un Jod eLevoIonporantenuoD BIDPIOOISLE By Sas [9 onus epedene osureperoesBsogy ‘aIUsBLIp asv[d 0 a1 ~eunuop Jepod [9 Boye BO eIPSU asej> B] ‘UEUINSEL Ug «sou -o1onmnsit se] ap [ONUOD fa eo aiduta!s ajEUTUOP 1apod Jp “oqes opunut fa opor ouios sand toprany spur ey BIO SodwO sofjenbe us anb ‘erpout oseja ej op wigo ary eudipy euLyE— rolaniysuOD Iss» "TeI9qL] [RUOIOTUSUOD wNbreUOWL LUN Op -UokMINSUE [6LT PP UOLIMNSHOD PT OfMUALIOJ OPEISA 994, [gl oc @OURIP B URgRHALUNE BrOUABtTarUT a peplfiquise ezanbu ‘1p sod Ofno» ‘opeisy Ja91aJ, 0 «ojgand Ja» £ so[gou soy :sayeALt sasv[a Sop Uo SOpIpiAtp Uequisa saiqwoY So] “JUSty eRusTUeKL ‘uaunBay onBnuy [9 USI, aydiopy “sootjod sof soufe SPU So B OpeUAsep BquIsd “JozmEy dUIOD ‘onb saquioy un sod oy9so ‘ord spur onbune “septs ofeqen un o1ps0 -ard of of9s 1aU3qA ap ofeqan Te “eLIOIsTY ap o4qUIOL [o B1dI901 -aut anb wgo wiownuad vy opuarg “wisondsox vun wp Sou “pZgT ap seats uptonjoxoy D} ap DLL0I81F] NS UO SUSY “W=PUPSO -uvay uoronfoasy{ ¥] BUIONbsa a18a Ue ofeous VPUPAS oq? -aisioa8.noq vf ‘vouroodse aseyo wun ap oyuntn Jo & osudase [op osarZord aise ap ounin yo rapuadap saoey Uo wipisas pepenou vy ‘UoID -onpoad Bf ap sajeuaeu soouvar soy B ojunt voUTfOd eywoU -o09 wy & pepjendt Bj ‘perzeqy| ¥] ep “Texeue3 ue oUIOD HOWTE-1UIEg ol) ueNSysare OWOd yer ‘eorUsTodeu wso PI op Sandssp Bi “set aitaUuesv{o o18ins OW fai OWOD joLaisnpia vpLIOMOTO wu Sp vapt Bj anb so ow vioye o1eI9.;panb agop anb ovnd [g, ee ida aSwD ¥1ad NOIDA TOA YNA stort @apgy “sz, I-01 ‘tl gzg1 “smd "9 109 “4 401d anycosoqayd 2p S109 “$e ‘8-4 'Zegl ‘woIsog “Bsaqury pauMOD B (lst 2 &) MOKZNpOUUY “UISROD IOLA “EL cond wy ap 21s0sry,) @ wap rou 2p “Bay pon dosoyiyg $0 spounyy otwstqes2qyt fap votuprug | % uooMIUELIO B] v SoWaTaA[Oa anarg Ug “[PUPD Jap SAeN B BID ~ueny apsep asian espod ‘aquaut uo aan anb xIx ofS [ap pep 91008 Bf 9p OfPpOUr J2 IOsayoud UaAOf [ap OsIMOSIp [ap SOpEpI| “vioudd sv| sv 3200092" eued OZsanjsa uea8 un Osg—aid $9 ON, ajseounste ap oanalgo [2 woo euion 3 uo wzian§ vr9d!alg™ apsepaouog & visendstp aso vzajemeu Bf anb of vza[eImeM [ ap s1g!991 UoD BIEUEILOD 28 ON “warsaraad OWS [LAgLULE 9 vonEISa ROS OW ENSApUT tf ‘spur sa X ,-« seats A sroupurappUL seIouoT9 sel ap So| Woo sopeuoroefal ardletuedoarsa ueiso Z9A ns v anb “winsMp “UL BT @p SOxo] SOT ap BiotIANDaSUIOD Sa ‘oISa Opor ap “2{TPINP Ip sofeu o ‘onaioas Jo earidxa ~(iprurg wrepy ‘1199p sa) uIsnoc) vquiounue—ganyjod ryumouona e-p> ,, «ezuefeUles « woReUIL ns vaso sod opmnnsuogar “aiquuioy jap vpspawu B] v opunUT un sa “oypay uay o] ‘ensnpuy &] “sejopupingis ‘< svorsty & seonpUoTeUL sepptrata se] oUttos 12) opunut jsf“ BzajeaMeU PLUSH EIS9 ap SEZ =Iany Sk] a1qos UOLOT|OA ep peLagy{ vf ep visinbuoo yun se en “smpu ¥] Sezayemnyeu Pj 2p soraIDas sof aaqos wuwMANY BIOWAR IAL -U1 B] ap rasinbuoo kun HOS searsty £ seoRBUIoIPUT se{aUaTD sep [8781 Ue OLeIIap uISNOD IISA, “Sa[eIDqHT SOJOSQTH} SeUBAOL So] ap sommatu se] Ua OMeI> RqEISA BA wUASMpUT PK BOILIQUODE vo VSSTIASHVW VT aq S0D8 SOT ze 34 LOS ECOS DE LA MARSELLESA dida por los otros».”” Si habfa que mantener los logros de la revolucién liberal, la guerra civil y Ja intervencién extranjera requerian la movilizacién de la gente comiin, Pero dado que se necesitaba a 1a multitud para defender el pais, «ésta exigi gobemar el pafs; de modo que lleva a cabo su propia revolu- cidn, tal como la'clase media habia llevado a cabo la suya». El poder popular no duré. Pero se habia alcanzado la finalidad de la revoluci6n liberal a pesar de «la anarquia y el despotismo; durante la Revolucién se destruy6 Ja antigua sociedad, y la nueva se establecié bajo el Imperio».® Con bastante légica, Mignet termin6 su historia de la Revoluci6n con la caida de Napoledn en 1814, - “Por consiguiente, la Revolucién se contemplaba como un proceso complejo y en absoluto lineal que, sin embargo, supu so el punto culminante de la larga ascensi6n de la clase media "_y que reemplazé la vieja sociedad por otra nueva. La disconti- nuidad social fundamental que mares se ha expresado pocas veces de forma més elegante y elocuente que en las obras de Alexis de Tocqueville, cuyos trabajos citan con otros propési tos los historiadores revisionistas. «Nuestra historia ~escribié en sus Recuerdos-, vista a distancia y en conjunto, configura el cuadro de Ja lucha a muerte entre ¢] Antiguo Régimen, sus tradiciones, sus conmemoraciones, sus esperanzas y sus hom bres, representados por la aristocracia, y la Nueva Francia di rigida por la clase media.»® Como Thierry, Tocqueville con. templaba Ia Revolucién de 1830 como una segunda y més afortunada edicién de la de 1789 que fue necesaria dada la ten- tativa de los Borbones por hacer retroceder e1 reloj hasta 1788. La Revolucién de 1830, declaré, fue un triunfo de la clase 21, Ibid, pp. 206, 208. 28, Hay una tradaccién, probablemente del editor, en Walter Si French Liber 789-1848, Nuova York, 1972, pp. 139-14 29. Alenis de Tocqueville, Recollections, ed, J, P. Mayer, Nueva York, 1949, p2. UNA REVOLUCION DE LA CLASE MEDIA 35 media «tan claro y completo que todo el poder politico, todas las prerrogativas y todo el gobierno fueron confinados y amontonados entre los estrechos limites de esta clase ... Por consiguiente, no s6lo goberné a sociedad sino que podemos decir que la forms». «La Revolucién -como eseribié en otra parte~ ha destruido completamente, o esta en trance de des- truir, todo aquello de la antigua sociedad que derive de las ins- titaciones feudales y aristocriticas, todo lo que de una forma w otra tuviera relacién con ellas, todo lo que tenga Ja minima hwella de elas. Ante tales aseveraciones en boca de hombres que al fin y cabo estaban describiendo la sociedad donde vivian es dif cil comprender las opiniones contemporsineas que afirman que la Revolucién fue «ineficaz en su resultado», por no mencio- nar a los historiadores revisionistas que mantienen que «al fl la Revoluci6n beneficié a la misma elite terrateniente que la habja empezado», 0 que vefan a Ia nueva burguesia as‘inserer dans une volonté d’identification & aristocratic» («participando de una voluntad de identificarse con Ia aristo- cracia»).” Lo iltimo que se puede decir es que esta fuera la impresién que tenfan quienes vivian o visitaban la Franci posrevolucionaria, Al metios en opiniGn de los observadores extranjeros, asi como de Balzac, la Francia posrevolucionaria era una sociedad en la que, més que en ninguna otra, la rique- za era el poder y los hombres se consagraban a acumularla, Lorenz von Stein, al seguir la pista del surgimiento de la lucha de clases entre burgueses y proletarios en Francia des- pués de la Revolucién, incluso concibié una explicaci6n his- torica de esta excepcional propensién al capitalismo. Bajo 1, tra, ing. de M. W. Paterson, Oxford, 1947, y lar Guadarrama, Madrid, 1969), . eUnnecessary Revol 8; Jacques Solé, La ré i, 1988, pp. 273, 275, | aud] yos dea ggg “yatunyy 0A € Li9piemyayer 6f mt unsodingy “spe ssanais ayy, S ex20y woBNG us eisjdusod uptsnasip Tu -9E ZBI-1Bt Cd uonosqua9 OT ap anorsyE OLIN, “Se sCuonyy, euqeped By ap JoWaaut a UoIoEZTTELNSApUT Yap wIAy -oxd j2 ‘uoung-lureg $78] Uo anb eysarse uri Jas roared ayuEU ~{wop 198 v OprBar] BIqry esandimq peparsos e] apuop sosted so] anius peptuye ey “epUR[OH & euae|Zuy ‘wIoUEL UeIO $29 -uoitia eisey opezunen BIqey apuop sasted soatun so] anb equs -uod CuO “L181 Ug “(soured sepor ue ounsep ns wie anb ueq ~estiad safetaqit Soy ‘orsendns sod ‘outoo (es) opesunin vqet, ou eavpor “esansing peparoos vl ‘H199p so ‘«ousstesegy 12 A o1o18UI09 Jo» apuop sosfed So] SopoL ap soTesAQr] SO] aNIUa OUTS SOsOOURI] SAfEIAG!] SO] aNUA OJOS OU ‘AIMLUTWOP EI 108 v-OF -a]] Pseouery UOIONfOAAY ¥{ ap BsaNning uoLoeIasdaarUT eT ssosanging «soonupine» wea souesarduro so] 019s anb vatuodns uamb emd atqysuaidutoaut sa x1x o(3ts Top uOIsTY 7 ¢ (euELUDTE eFZoyOUTULLIO) eLOPETaAAT Ly Ua ‘wt ~iadinqsStmppg & umssa8ngzusog) ugrovonpe VI uo vaesea as uproisod vAno soffanbe 10d awawpersadse Anur & ‘er owt0> spurap soy sod eperen & etusiU Js ap aluazasuoo ‘eotun ase[o Un tia “UNOS Ua OYONt aTtOUreEESADaU UEIUAL OU aITAULIOL -ajun anb ‘opeursadwrea jo & vzojqou vf enue sopenits sodnid SOLTEA ap UOFOBUIOJsUEN P| Jod EPRULIOS RQEISA ‘XIX O1StS Jap eipaus ase[a 0 eysonsiing el ap ezoqemmeU Bp osony [eno WON ‘ouaid of Ua atuatUEFago ELISE 10z1NE) ‘eIUELULATTO|OIO0S ~ ge «enorstq ef ap soporrad saiuazaytp Soy Uo upLarsodwos Ts ap pepisiaarp ey Ue auaurestoazd eptsar o3}IOIs|y OWTISep NS ap o1@s9as JO ZAA [RL “* BLOISIY ns Uo SomueayTUBIsT prs Wey Opnuotts ¥ PeprsIaAIp Ns OUtIOD vaIZoTOUOLD PIDWANDaS NS OLE], sosiaatp somuawaya 1od eisanduios equise X ‘oduton [2 U0 uno} opuettioy any ysandimg ep» :saqeo0I sopeanstSeUt soy sop -01 C odn opr ap sepeanino seuostad se] ‘soorpptu soy ‘sopes -oge So] & BYNJOUT LIpLUIE) ‘ape spur SOqHES saz], “sapEpNID sey VIdaW aS¥1D V13a NOTONTOATY YAN. 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Nada es més sorprendente, dado el habitual ga- locentrismo de la cultura francesa, que la dedicacion de estos hombres a la historia de Gran Bretafia (especialmente Thierry y Guizot, ambos profundamente infjuidos por Walter Scott). Incluso podria decirse que no sélo vieron la Revolucién fran- cesa como una tevolucién burguesa, sino gue hicieron lo mis- mo con la Revolucién inglesa del siglo xix. (Este es otro de Jos aspectos de la herencia liberal de la Restauracién que mas adelante Iamaria la atencién de los marxistas.) Habfa una po- ~ derosa razén para ello: el precedente inglés ratificaba la pos- tura de los liberales franceses de clase media, cuyo ideal sin duda no era la propia revolucién sino, citando de mevo a Thierry, «el progreso lento pero ininterrumpico», con la con- viecién de que, con todo, la revol podfa ser necesaria, mientras el ejemplo inglés demostraba que tal revolucin tanto podia sobrevivir al equivalente de 1793-1794 (1649 y Cromwell) como evitarlo (1688) para crear un sistema capaz de llevar a cabo una progresiva transformacién no revolucio- naria.* Los argumentos de Guizot estan particularmente claros pues aunque insistia en la importancia de la lucha de clases en la historia europea, no vefa esta lucha como un enfrentamien- to que llevara a la victoria completa de unos y a la eliminacién 37. Gossman, 7 38. Thiesry, tery, B40, rs Etat, pp. 76: UNA REVOLUCION DE LA CLASE MEDIA 39 sino (incluso en 1820) como generadora, dentro de ién, «de un determinado espiritu general, un deter- minado conjunto de intereses, ideas y sentimientos que triun- fan sobre la diversidad y la guerra». Su ideal era la unidad nacional bajo la hegemonfa burguesa, Sin duda estaba fasci nado por el desarrollo hist6rico de Inglaterra, donde, més que en cualguier otro Tugar de Europa, «los distintos elementos del entramado social [état social] se han combinado, han lu- icado reciprocamente, obligéndose per- ja en comin». Don- de «el orden civil y religioso, la aristocracia, la democracia, la realeza, las instituciones locales y centrales, el desarrollo po- Iitico y moral, avanzaron y crecieron juntos, aparejados, tal vez no siempre con la misma velocidad, pero nunca demasia- do alejados unos de otros». Y de este modo Inglaterra habia sido capaz, «més répidamente que cualquiera de los estados del continente, de conseguir el anhelo de toda sociedad, es de- cir, el establecimiento de un gobierno firme y libre a la vez, y desarrollar un buen sentido politico asf como opiniones fun- dadas sobre los asuntos piiblicos. (“Le bon sens national et Vintelligence des affaires publiques.”}».” Hubo razones historicas que explicaron esta diferencia en- tre las revoluciones francesa y britanica (fue el tema de la til- tima clase del curso de Guizot), a pesar de que la tendencia fundamental de la evolucién de ambos paises fue similar. Mientras el feudalismo briténico (el «Norman Yoke») fue la conquista de una nobleza normanda sobre una organizacién politica anglosajona estructurada, lo cual trajo aparejada una resistencia popular institucionalizada y estructurada que rei- vindicaba las anteriores libertades anglosajonas, el equivalen- te francés habja sido la conquista de los nobles francos sobre 39. Guizot, Histoire de la 40. ibid, pp, 287-288. ion, pp. 182-183, -x30d9 9] ap Sowa! Soxgui spur sof sopeysouls souau o spur pies anb ye & ‘elon 9p estyn9 Pps WL ap [eakuo oxveusow osapepsss yo uejetas nb sejonspIeD sop sro Uelopistiog 38 wsaouel} < ESB SAUOLaHIOAA SET “euoHNONEYR o4na}HE 259 'd"¢1 Oa" 9881 BELAIOT "Po ET uoYAMONDS OAUaD TIO IOWg Pa OHS of apcons ofits ap soqeu any O=msuy “2p. 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De cualquier modo, la revolucién necesaria de los libera- les de la Restauracién no debe confundirse con versiones pos- teriores de la misma. No les preocupaba tanto demostrar la necesidad de la violencia para derrocar un régimen, ni se opo- nian a la politica de proceder gradualmente. Es més, sin duda habrian preferido proceder de este modo, Lo que necesitaban era (a) una teorfa que justificara la revolucién liberal ante las acusaciones de que necesariamente produciria jacobinismo y anarquia, y (b) una justificacién para el triunfo de la burgue- sfa. La teorfa de la revoluci6n necesaria ¢ inevitable les porcionaba ambos ases, puesto que esquivaba toda {Quién podia discutir contra un fendmeno que escapaba a todo control y voluntad humana, similar al deslizamiento de Jas placas tecténicas en la Tierra? Por mil razones, pensaba 46, En su Politique libérale ow défense de a Révol wds en Alice Gérard, La Rév \1789-1970, Paris, 1920, p.37 francaise (1860) ion francaise Mythes et INA REVOLUCION DE LA CLASE MEDIA 43 Victor Cousin, la revolucién habia sido absolutamente nece- saria, incluidos sus excesos, los cuales formaban parte de su «misi6n destructiva». Y para Guizot, «los shocks que Hama- ‘mos revoluciones no son tanto el sintoma de lo que esté empe- zando como la declaracién de lo que ya ha tenido lugar», es decir, la ascensidn secular de la clase media.” Para algunos observadores razonables de la primera mitad del siglo xix, esta opinién no era del todo insostenible. : De forma progresiva, al enfrentarse a la necesidad de e- var a cabo una revolucién burguesa y conscientes de que la posibilidad de realizarla habja llegado a Alemania procedente de Francia, incluso para las clases medias alemanas menos extremistas fue més facil pasar por alto la violencia de la Re- volucién de lo que jamés lo fue para sus contemporiineos in- gleses, quienes (a) no necesitaban tomar a Francia como mo- delo del liberalismo inglés y (b) se enfrentaban a Ja erupeidn de las fuerzas sociales desde abajo. La imagen de la Revolu- cién francesa que penetré més profundamente en la concien- cia briténica no fue la de 1789 0 la de 1791 sino la de 1793- 1794, el «Terror». Cuando Carlyle eseribié su Historia de Ia Revolucién en 1837, no sélo estaba pagando un tributo a la grandeza del espectaculo histérico, sino que imaginaba lo que podria ser una revuelta de los trabajadores pobres ingleses. Tal como aclaré més adelante, su punto de referencia era el cartismo.#* Los liberales franceses, por supuesto, temfan los peligros del jacobinismo, Los liberales alemanes lo contemplaban con una calma sorprendente, aunque los radicales germanos, como el joven genio revolucionario Georg Biichner, lo afrontaran 41, Ibid, p. 34 48, En «Cartism», Critical and Miscellaneous Essays, Londres, 1899, vo). 4 p. 149, Carlyle argument que la Revolucidn francesa todavia no se he completa Fue una revuelta de las clases inferiores oprimidas & ases superiores eptd Jouns v9 opruo!UE “Ss ig A Cxz2n4 1 "UeUISsOD 1 of 181) auezpdo.n sy KUBNL “PS ez9IQou e| anb orsand) peparsos v ap sompaur soFues soy 10d vyoceus ns ua vysanduios eqeise aruaurarqeyaany ‘ouspet 9 ua outs (sopeploedes soye) ap equaud sey sazafnur se] ap varFoT -ootsdl £ poIsyy uoronyrsuoa ef anb EqesapIsuod as anb us wpIP out] Ua OARS) O|UDTUTOBL [9 UD OU EpEsEg “BLIDIGE arlf9 IS ge to]vanpe ns £ voIUgUOD® BoUapuadaput ns rod upezsour “op vqepanb anb pupisedeo ‘pepraedes ns sod epeuoisoajas anja eun uBINISUOD onb w LIGAP a Of[9 ‘ Jas ]B “«opeiss [ep sapod J2 K wzzony Bj vpOI UEqRIONU> opow ayso ep souatnd “4sopeNsnIE SO] B BISUIISAD> 28 (S9feIOqT SOT ap GOFONTOAAL PD [6L1 ap Opmorsel9 [2 1s “ToUST ap sexqeyed Ug , OT] 2p saiualosuoo uBse anb < ‘spounay oygond [ap ooyjoadse ouaur “Fos un 9p uvypoooud anb souraasasqo anb apidust ou “«oyq -and Jap peprorjay vy A persagn BI “oronasuoD por sp oVUSKE -epuny [2 498 vagep anb o8[e us ‘sareZny & soduren soy sopor p soatianzed anb o8][e ua outs ‘sazquinysoo sv} & sorornfeud sop» tua it offaptAud [9 £ sazaqur fo U9 equseg os ou anb wUDISIS uN uvypuayep anbsod ‘[exouod uo peprueumny vy ap osnpout 2 “uoIo “eB EPO! 9p sosazaIut soy ap sayuEasosdar Soy OUIOD “PEP 1a0uts ATUEISEG OD "SOUUSTUL IS v UBIOTA Os URLQULES So]]2 an?) -sonteytasazdar sns owt09 sopi#afa soy worany anb “pepetsos Py op o1pettr oBues Jo ‘«saqeuorsajoad soy ap opvoyrun aruourepry “9s odnud Ja» ‘svonr] wif: ap seiquyed uo “roqes B :opeise] a3 ap «sajqmiodsip saseyo sep» owes] ‘yItag Wimpy 2p sosua}op ‘osed ap vas oyotp X ‘Zoaeuiod aquanooa spur ns ‘soXgtg peqe 1p anb oj outs uoiseu pidoud | 2X ou ‘souapueiue ered ‘v9 “69.1 Ue Sotgidhtog soug V2 "eGERT-TERT 29uPUOUSOLL woanod ne agsqu 189 auuaKowl a9 PP 1D “ES £9492 OA yg "UDA YorOAWeISE detong “ypoqzm yy ‘A 3UEEUO 25094 "CE rads 209 7 WEDEE“AORT S19 G87 Hos INSocuD1y 197 npausyfoyae]9590 pin BdwIg sew HED Se] A S181 ane olquase as asad 24295 4 99 ‘fous uapay uonByrS SIT HSUPEIA “O proap OMEUHORLNS fue aaMeisadsy “6k o2xary 624 (Copy) mwspan 93 3 98¢ dL Ton ze61 anb sya aua eyony v] ap & sase[o sey ap ststqeae Ja anb ovo aquouspENt PIsa UAIqUIy ‘esanging UOTINfOAa! 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No obstante, dado que uno de los fundamentos esenciales de dicha e} ite era el libre acceso del talento a cualquier carrera, nada pocia evitar que cualquic- +2 que satisficiese los requisitos correspondientes pudiera pa- sar a formar parte de ella, con indepenciencia de su origen so- cial. Cito de nuevo a Mignet: «Dejemos que compartan los derechos cuando sean capaces de ganarlos» (la cursiva es mfa), En segundo lugar, las «clases disponibles» det Tercer Es. tado, que se convirtieron en las moldeacioras de la nueva Fran- cia, estaban en el medio en otro sentido, Se encontraron a sf mismas enfrentadas politica y socialmente tanto con Ia aristo- cracia como con el pueblo. El drama de la Revolucién, pata quienes podemos llamar retrospectivamente los liberales mo derados (esta palabra, como su andlisis de Ia Revolucién, no aparecié en Francia hasta después de la cafda de Napoleon),.* fine que el apoyo del pueblo era imprescindible para enfrenter se a la aristocracia, al Antiguo Régimen y a la contrarrevolu- cién, al tiempo que los intereses de dicho pueblo y los de los esiratos medios estaban en serio conflicio. Tal como diria un siglo después A. V. Dicey, e] menos radical de los liberales: « “sayquiadutlos souotpuay somo n Xx Of8Is [op sean sapuerd se[ ap Ouros Souoronfoaar sopuvss se[ ap o}UH aTURET -ojur aured s9 joruod jap eprprpd vy o1ad :oynatyaA fo ON, -103 o]q1S0d so anb voyjdunt anb opep ‘vougisiyNue so (aZdv4 -9p) [op Jam op woywIOU vj epuOdse anb uoseLUI PT] “UOLSIAaTS) ap vEesToId um OOD asmanoRsap X asian, -ov ueypod ou soquatasjuooN soquefouras anb ueqes ‘ouRL vroumd ap woronjoscy uesd PUN OprATA JaqeY SEN ‘SeISTUOTSIA a1 soung[e ap & sourpotU safe1aqyy SO| 9p BIGELaFIP v “wOIOEL EIST VI ap sapeIOgl} saLOpRLLOISTY SO] ‘SoHaTCUTDAILODe SOT B one [2 zp emasap 4 sofa opersetap opedary uesqey svsoD sey anb asvrapisuoa enb tainsqe ‘asariims oumuoronyoaar ossa01d [oP asey wpes ua anbune x g."9|q‘sod wong sopadord per anb omratwour un sod satiodns # OF 9I] ‘uofonToAar EI Oud B OpeAaTT asarqny opensnyt eyeiooine un anb oprs eugey anb aqqupeade of uo efsistT uarnb ‘etffaanbooy, ezanbis IN “owe o1gand jap ugtouaare1ur ef urs oplonposd wLiqny 9s spurl ‘oysay acl “OLS v opedol] eIquy Z9A wUindTe anb sa 1s “ugrodo wun 405 ap opefap viqey BX 6RLT Ud ‘altourestigel eran anb arqasap spur Jod ‘aque apsep upronyoAare| anb oisand ‘olqe apsap ugronfoxsr un ‘Yoqus ¥ “uofnJOsar uN ogeD e OAAT| OF] "waUNTSIST OAaNU un rod ows (uequiedsa sorfa sopor owos) embseuour ey 10d equLm epsap epHIUTP vuLrOsas eUN oWIOD OqED E OPEAdT| BjI9s ou ‘od 0 sajqou uezan| ‘woreidase ugloeanpa od < sopezautpe sarquioy soy Sopos ‘ordioutid ua ‘anb osasBoad A vuusojar ap op ysaTtasevn vTaq soa sot Sr | | 50 LOS ECOS DE LA MARSBLLESA Pero no hay sefiales que indiquen que «ales reacciones se pro- dujeran. Los liberales de la Restauracién, por més asombrados que estuvieran con lo que habia sucedido en su pais, no rechaza- ron la Revoluci6n ni hicieron una apologia de la misma. De hecho, un contempordneo briténico conservador vio su histo riograiia como una «conspiracién general urdida contra los antiguos Borbones, una paradéjica apologia de la vieja Re- volucién y una provocacién encubierta para llevar a cabo otra. El autor en quien pensaba, Adolphe Thiers, a duras penas puede ser acusado de excesivo radicalismo, ni siquiera en la década posterior a 1820. Fueran cuales fueren los exce- sos de la Revolucién, ;no habria sido peor la alternativa, es decir, la no revolucién? Frangois-Xavier Joseph Droz, que vi- vi¢ el Terror en su juventud, lo expresé asf: «No imitemos a esos antiguos que, aterrorizados por la quema del carro de Fae- 16n, suplicaron a los dioses que los dejaran en la permanente oscuridady.® Nada sorprende tanto en los liberales de la Restauracién como su rechazo a abandonar siquiera esa parte de la Revolu- cién que no era defendible en aras del liberalismo, que los li- berales no deseaban defender, y que sin embargo los mode- rados habian desbaratado: el jacobinismo de 1793-1794. La Revolucién que deseaban preservar era la de 1789, la de la Declaracién de los Derechos del Hombre, sobre cuyo intrinse- €o liberalismo Tocqueville nunca dejé de hacer hincapié, o para ser més concretos, la de los principios de la Constitucién (64, Essays on the Early Period of the French Revolution by the Late John Wi son Croker, Londres, 1857, p.2. 65. Ibiders 66. Nouvelle Biographie Générale, Paris, 1855, vol. 13, p. 810. Los lectores del siglo x0 no necesitaban que les dijeran que FuetGn era un antiguo estronauta Yogia griega que fue incinerado cuando 4x carrora se acercé demasiado | | UNA REVOLUCION DE LA CLASE MEDIA 51 de 1791.57 ¢Pero no fue el propio Guizoi quien defends la Re- volucién en su totalidad como «el desarrolto necesario de una sociedad en progreso ... la terrible pero legitima batalla del derecho contra el privilegio? Acaso no fue él quien dijo no deseo repudiar nada de la Revolucién. No pido que se la disculpe de nada, La tomo como una totalidad, con sus acier- tos y sus errores, sus virtudes y sus excesos, sus triunfos y sus infortunios ... Me diréis que violé la justicia, que oprimié a la libertad, Estaré de acuerdo. Incluso participaré en el examen de las causas de tan lamentables digresiones, Y lo que es més 10s garantizaré que el germen de estos crimenes estaba presen- ten el mismisimo origen de la Revoluci6n.* ‘A diferencia de muchos de quienes preparaban, 0 de quienes dudaban en preparar, la celebracién del bicentenario de la Re- volucién, Ios liberales de la Restauracién, a pesar de toda su moderacién, opinaban que «si la consideramos en conjunto, crimenes incluidos, la Revolucién merecié la pena». ‘Una razén que explica esta voluntad de aceptar lo que Thic~ rry, al hablar de la Revoluci6n inglesa, lamé «actos de violen- cia necesarios», fue, sin duda, que el Terror jacobino fue un episodio corto; un episodio, ademas, cuyo final impuso la pro- pia Revolucién, Los moderados s6lo perdieron el control tem- poralmente. Pero otra razén més poderosa, si cabe, fue que la Revolucion segufa pareciendo indispensable, ya que si habia sido imprescindible para derrocar el Antiguo Régimen en 1789, la tentativa por restaurarlo, que ellos consideraban que estaba progresando, también tendria que frustrarla una revolucién. 67, Bn a segunda (e incompleta) parte de su Ancien Régime. Véase Alan Ka han, «Tocqueville's Two Revolutions», Journal of the History of Ideas, 46 (1985), pp. 595-596, 68. Mencionado en Stanley Mellon, The Political Uses of History: A Study of Historians in the French Restoration, Stanford, 1958, p.29. 69, Dbidem. cay evecit dd “par ve SOUT “d-asy99¢7 Yue “YoUNg UD OPLUOIOUaIN, “£L {C1 ad musyimD08 49g HAS “ZL Tonos [2 “1oqes v ‘operapour sanding ourstfezagyT [op [PIINIS vuta|goud [9 Joafosal orsamed osn]auy “afqvasep spUu vIAvpO} uoFonyos wun any ‘euoIOD BUN ap LeSN] Wa BLaYsTYD DUN LqvART| anb Kal un Uo9 ‘ase[9 ap PIOUA!AUOD VOD & OUISTU! IS op SID suo watunsgz un o sa LOIa!DaIquISa opsoey [Y q'«on snipis Jo teatasard K seursf Js e asseAzes aud s9 sequte op oatia{qo [a anb ap oysay [a tuLoD va weUEN, pephusoy £ ugronjoaar ‘Koy “1ozIND gI@LOse OWED “OLN “ol[N ugtonjoAal kun 9p pepisadau vf UIS [ELT F LOLI wpe -apout upIN{OAey BI ap SOIAO] SOT vavzTTRUOLONINSUT TS OOD ati “BIOBIDOLUap Bp Oseoxa UN ap o1Syed Ja 41709 LIS OZFL O| & ‘plmsonou uP} vated anb [euOToNNsuOD OWALGOS ap uotooU By UsIquIE) OUTS eIMbMUOUE EY OTS HINEISAL OU PIT SP UDTO -LNLIS2Y PJ Og ;,«SOUPADS FIQeY O[S “EPEAT asvpo van To a1uo@uIp ase zum wyqet] OU osad sargod & soot opuarqey wins “2» ‘UiaIg UOA ZUAI07] UNHag “repod jap sqedionred ou visons © Viaavi av Tad NOINTOATY ¥NA wn SQ ‘onset somes op vouyt ns end “Ze-Lb 04 “orsye fo sas monty “NOUOW 25°A. “LL 1d any uBWSs05 “Oy -ang e-] ‘ouepepats fap sousorop op wiouesne vL K vonsfod wpra | ap Uorsnjoxo pf :o19a1d un opueed osod “uequzeuaute Bl and souftfad sop soy ap ¥isanfing e| B opeprendeayes wIquy up2| -ody] ,,BquAE apsop auaUUESOLUDa BpRRIOIO UBD ap fa 10d ugtOnyTIsu; OUND! [9 opuETqUIES OATRs as TEUOTeUDTUT 9 vombrpuous eroustmede Bf anb op zesad v ‘Jeuoronyt4suo9 voreLL -OU UN OWOD TFTAX SIN] 8 (9A ayuArUaAUOD UOReNUODA 0) uosata o1uoud sajexoqit soy ‘oustour osany ordroutrd je anbuny ‘uryionb anb of a1uatueexo ous ‘woap EL ap ugrsord | 2 MpIgaP UoLS9vad Bf B UOTSeIHOD EpEITLITsOp PUN ony OU FTST ap uorseanersay Bl “OLUSIETGOONl Jp soLporoy Soy 9p vIotIAL -oJ1p & “Sopesapour safwsoqyy Soy ered onb ayuaurerep> asropusy -uo ogc] “UoTsesD[oe tun BsI9aId 9s ound a189 B sOpeBary] ‘vonopad uo uosatsnd 2 O¢gt Us ‘esend > sojopusiorp ‘soyentoe{aiar sauaaof sorfanbe v 1p 2s enb Jas agama ‘sazvooq] atauiqes fap pind vf sen “pre[jo-s960%, Teri atoBiIp 1] EQWISe A swsuad w assemar £ UOT BI] euopuRge anb vosaIATH (opeuoTuaU sowaY aNb saqMIOL So} sopor sopmjout) sores2qy] soontfod seistanoe soy optrens ‘QZgT tua ajuapias ozty say 2 O1sg “PHOISIY eT ap foyer [2 1epaso.ta Jadel{ ap EEUOFSOKAI tuoIuaTUT B] ENIUOD SOPEIAaPOUL SayEIeq"| sasonding soy ap variifod vyony ey oquourestoard wre 9s “ora -ninvysay UT ap OF{ Of v OpMaas oy vIsid BANd ‘wsooUEN, OID -MJOAayy_ BL ap s9nZINq OjPpoUr [2p offoxresop [op seNIEC] VSHTIASHWIY YT HEL SOD SOT zw 54 LOS ECOS DE LA MARSELLESA. cle la movilizaci6n revolucionaria de Jas masas. Como luego se vio, no lo habja logrado. De hecho, la Revolucién fue nevesariamente moderada (1789) y jacobina (1793-1794), Toda tentativa de escisién, aceptar a Mirabeau pero rechazar a Robespierre, es poco rea ta. Por supuesto, esto no significa que uno y otto deban con- siderarse semejantes, como hacfan los conservadotes del si- glo xtx: «el jacobinismo, llamado ahora liberalismo», escribia el ide6logo protestante holandés Tsaac Da Costa (1798-1860) en 1823." Los idedlogos del liberalismo burgués intentaron mantener la democracia a raya, a saber, evitaron la interven- cién de los pobres y de la mayorfa trabajadora. Los liberales de la Restauracién y la Constitucién de 1830 lo hicieron mas despiadadamente que la Constitucién de 1791, puesto que re- cordaban la experiencia del jacobinismo, Crefan, como hemos visto, en el electorado de Mignet «restringido a los ilustra- dos», quienes «controlaban toda la fuerza y el poder del Esta- do», porque eran los tinicos que estiban cualificados para controlarlo. No crefan en la igualdad de derechos para todos los ciudadanos, sino que para ellos el auténtico sello de «ver- dadera igualdad», citando de nuevo a Mignet, era la «admisi- bilidad», asi como el sello de la desigualdad era la «exclu- sion». La democracia liberal les parecia una contradiccién terminolégica: 0 liberalismo, que se basaba en una elite a la que se podia acceder por méritos, 0 democracia. La experien- cia de la Revolucién les habfa hecho suspicaces hasta de 1a Repiiblica, que en Francia se asociaba al jacobinismo. Lo que mas les habria agradado hubiese sido una monarquia constitu- cional como la briténica, aunque tal vez un poco més légica y sistematica y un poco menos fortuita, preferentemente insti- 75, Cita de «Bezwaaren tegen den geest dere betalismes, Woordenboek der Nederlandsche Tai 1916, p: 1.874, 76, Mignet, Histoire, p. 207 x (1823) en Ja entrada Li vol, §, parte 1, La Haya, UNA REVOLUCION DE LA CLASE MEDIA 5S tuida mediante una revoluci6n controlada como Ja de 1688. En 1830 pensaron que la habjan encontrado. Pero no funcionarfa, Una vez pasada la puerta de 1789, ya no era posible detenerse. Aqui reside el enorme mérito de Toc- queville, un liberal de origen aristocrético, que no comparti6 las ilusiones de un Guizot o de un Thiers. Los escritos de Toc- queville sobre la Revolucién francesa se han interpretado mal, como si considerara que no fue necesaria y estuviera a favor de Ja continuidad hist6rica de la evolucidn francesa, Pero, como he- mos visto, nadie estaba tan convencido del papel de ruptura irre- versible con el pasado como él. Asimismo, sus escritos sobre la democracia en América se han lefdo, especialmente en Norte- américa, como apreciaciones sobre los méritos de dicho siste- ‘ma, Pero esto es un error. Tocqueville reconocié que, por mis que ély otros hombres ilustrados temieran a la democracia, no habia manera de impedir que se estableciera a largo plazo. Es- taba implicita en el liberalismo. Pero era posible desarrollar ese sistema sin que trajera aparejados ef jacobinismo y la revolu- cin social? Esta fue la cuestiGn que ie llevé a estudiar el caso de los Estados Unidos. Llegé a la conclusién de que la version no jacobina de la democracia era posible. Sin embargo, a pe- sar de su disposicién para apreciar la democracia norteameri- cana, nunca fue un entusiasta de dicho sistema, Cuando escri bi6 su notable obra, Tocqueville probablemente pens6, y sin Guda esperaba, que 1830 proporcionara un marco permanente para la ulterior evolueién de la sociedad francesa y de sus ins- fituciones. Lo tinico que quiso sefialar fue que, incluso en ese caso, inevitablemente deberia ampliarse para poder manejar Ia democracia politica que, les gustara o no, generaba, A largo plazo, la sociedad burguesa asi lo hizo, aunque no Ilevé a cabo ningtin intento serio hasta después de 1870, ni siquiera en el pais que vio nacer la Revolucién. Y, como veremos en el tlti- ‘mo capitulo, Ia evaluacién de la Revolucién en su primer cente- nario estarfa en gran medida dominada por este problema. + qo sopeisg So] sod sopra ayauronta uosany (eqn A pueued “vuiogy]) sapend soy 9p san ‘oouto ap ouTxPUL UN Avy :9SUOp -lunopeyso wopueg e| ap UoIORALOP Bun Jas epond JoLIadns oprombzt ojn3up J9 uo vljansa worn vun onb souresapisuod 1s osnjour ‘seaod Anu uoseny sejfauis? £ sexmeg sR] 9p TIDAMTp TID -anyut e] uensanu onb sojeuoroeu sexapueg se| ‘oquoueAneT -edwiog ‘eseaueyy erouantgur eu aza1Bns ugtqum [eno of ‘|Z & oaue[q ‘ofor ua sazojoom sanborq wa uorssnduios sey sop sono ‘SapPIUOZLOY W SO|RONIBA ‘So10]09 SOIUNSIp ap sepUuEA S93 od sepeuio} sajeuoroeu sezopung uoreydope sopmiss sppruraa, “AIUIDA SO] ap UpEagp Ul Ua £ fofor fa £ OOUEIG [2 ‘apa [9 “LD. -voytun exeyy ey fofor [9 £ ooteyg fa ‘fnze Jap TSN uo (ofo2 Jo oounig Je ‘ougau [9 aprey spur £) O10 [a £ ofox [9 ‘oxSou fo orto vpuowidn eucurory vf :ompour < ofsts un ap O8sey OF v aso -Wylun o osivzipuodapur uoresZoy anb opunut jap soprse sof ap. svrapurg sey ap vHOXwLE By vad OJapour 9 OUOTSuAdoxd X0J09 In psaaueyy eropurg vy SY “sopuztmar spun soadoma soprisa so ap ofdurafo [o opusmnais ‘noap so ‘uroBZMIapoUN ap sess up so[gand sns ap sezutzadso svy uvjoa sauainb ‘opunyy 12010], oUwo9 soutesoue Koy anb oj ap sart{e sese ap vatyfod v] ep -injout ‘yerpunu Puan exeund vy e souasod opotiad ja visey oztiaywHoo ns epsap THUApISI LoNIJod Bf ap OWSHOquNTS [> & afen8agy fa ‘euoysiy ey gunuop esaauRsy UOLINJOAS UT VISSNDYNE VIG YT SV Zz C ‘Sauoronjonad SvyDIp Gomenyeaa & uoswAresqo sauamnb ered erouarajar ap ound outos K oustTeLeqH| Jap PILe SPU aT uoxaisndod as anb saunpraysod saperoos souoronjoaar se] avd [pour Un oWOD UOLONJOAdY Pf sowaTZOpISUOD o[mIdeo OLN -oud [9 ug “wsooues] UDIIMJOAAY vy] op ofayjer Ja X vlouatisdxe vy Ua Spn@inq ows}]es9qq] fap vUREsgOId Ja OzzTeISHID OWLOD 1013 -Sour opentiaruy oy ojmxiea sysa uy “esooues] UOLonTOAay vf ap voURIOY] BL LDIPUTATAI xx £ XIX SOIaIS So] ap sapeIo0s sauOID “hjoaar se] outos sanZnq owsresoqy] [2 O1UBL, “SOpEBI uNIsa S6L1 £6841 anb “opuars oni & “v19 foHuOUMpUNY oYDAY VSETTISaWie ¥1aa SoH SOT os 58 LOS ECOS DE LA MARSELLESA Unidos. Incluso en América Latina las banderas que muestran na influencia tricolor superan numéricamente a las que mues- an influencias del norte. De hecho, la relativamente modesta influencia internacional de la Revolucign norteamericana (ex- cepto, por supuesto, sobre la propia Revolucién francesa) debe sorprender al observador. En tanto que modelo para cambiar Jos sistemas politico y social se vio absorbida y reemplazada Revolucién francesa, en parte debido a que los refor- 's 0 revolucionarios de las sociedades curopeas pod nocerse a si mismos con mayor facilidad en el Ancien Ré- gime de Francia que en los colonos libres y los negreros de América del Norte. Ademés, la Revolucién francesa se vio a sf misma, en mayor medida que la norteamericana, como un fenémeno global, el modelo y Ia pionera del destino del mun- do. Entre las numerosas revoluciones de finales del siglo x se destaca no slo por su aleance, y en términos de sistema es~ tatal por su centralismo, por no mencionar su drama, sino tame bign, desde el principio, por tener conciencia de su dimensién ecuménics Por razones obvias, quienes proponfan llevar a cabo revo- luciones, especialmente revoluciones cuyo objetivo fuera la transformacién fundamental del orden social («revoluciones sociales»), estaban particularmente inspirados e influidos por el modelo francés. A partir de 1830, como muy tarde, de 1840, entre dichas tendencias se contaban los nuevos movi- mientos sociales de las clases obreras de 10s paises industria. lizados, o cuando menos las organizaciones y movimientos que pretendian hablar en nombre de esas nuevas clases. En Ia propia Francia, la ideologia y el lenguaje de la Revolucién se extendieron a partir de 1830 hasta regiones y estratos que ha- bian permanccido intactos durante el primer perfodo revalu cionario, inchtidas grandes extensiones del campo. Maurice Agulhon analiz6 y describié maravillosamente el desarrollo de este proceso en la Provenza en su obra La République au MAS ALLA DE LA BURGUESIA 59 illage.’ Fuera de Francia, los campesinos segufan siendo hos- tiles ante las ideologfas que les trafan los hombres de las ciu- dades, incluso cuando podfan comprenderlas, y justificaban sus propios movimientos de protesta social y sus anhelos de revuelta con nta. Los gobiernos, las cla- ses dirigentes y los idedlogos de izquierdas, hasta bien en- trada la segunda mitad del siglo xix, estaban de acuerdo (con satisfaccién © con resignacién) en que los campesinos eran conservadores. Esta infravaloracién del potencial radical del campesinado por parte de la izquierda puede apreciarse en las revoluciones de 1848, y qued6 reflejado en su historiografia hasta mucho después de la segunda guerra mundial, incluso hay indicios, en las secuelas de 1848, de que Friedrich Engels no consideré la posibilidad de una segunda edicién de la gue- ra campesina a la que tach6 (al eseribir una historia popular de la misma) de totalmente utdpica. Por supuesto, particip6 en Ja accién con Jos revolucionarios armados del sureste alemén, la zona del pafs donde, tal como los historiadores actuales recono- cen, 1848 fue esencialmente un movimiento agrario, y tal vez el mayor de este tipo que se diera en Alemania desde la guerra campesina del siglo xv1.*No obstante, incluso para los campe: sinos revolucionarios la Revolucién francesa era algo remoto. El joven Georg Biichner, autor de la sorprendente La muerte de Danton, no se dirigfa al campesinado de su Hesse natal en Ienguaje jacobino, sino en el Jenguaje de la Biblia luterana.* No sucedié lo mismo con los trabajadores urbanos o in- dustriales, quienes no hallaron ninguna dificultad para adop- Deutsche Gesellschafisgeschichte Zneiter smplia bibliograffs en ibid. pp. 880-882. oblaciGn rural, Der hessische Landbote ‘Munich, Deutscher Taschenbuchver “L8'W'ZI T0s“p96 ‘sired “F2vandi409 sou La-€z “ og61 “sed 2apt tomy fo Ue sosayoud 1g “Imusyo1208 10¢] “ULaIg 2250 °9 ‘ue opuena ‘apse seur esodsnour as ¢ en 3p soqdsef souong eds “pa ‘uo sun ap waaK rousi3y 8 9p & 861d “pg61“2SpuqUIED "ay UH ONY PU WOK TNA UH woRAg|] 9s Soyfe ap Seung} anb satuakN[U 9 sepeUUOUT UaIq aqreurepeuranxe opnuaur # sauoronorgnd sel v upiquIel seI9 “a8 & “gpg ap sau op sue e Soansod soanou sod wo. “fe anb sauvurae So} ¥ ‘seisuiny sof v ‘aquaunuoD [9 opo1 10d uegefers onb soususole sareorper (sopeorens sotopeleqan) S@e1OYO SO] B stIOLIT “efoueRY apsap [enue doing ¥ UOT aff [890s UOION OAs vy ap alensuaq ya & esFoyoapr eI ‘oqo Te Aug ty “omuapuardios sa on oAepy ap oxaUg Ja SOATUNSTP sns uo «peprusoresy ‘PLuiegry ‘peppendip> euFrstod ey & (uorony -OnaY BaP OoNsLIATEIED) O1FLsy osIO8 Ja asopugtuod uefnZas 0681 ap SooRENSME SEIRIOLUApTeloos So] < ‘saURUTDTE seIEIDOUE ~ap[e{008 So] ap oULIY Ja wI9 (SouOTErdEpE Si -as.i0fy BT “UIoNjoAey ueID PI ap pepmnuTToD Umory (oXepy ap osouiug [2 eIga|ao ap sajue (auayn/rFzmpy) SPS] 9p OzieUT ap seUMOIA sv] ap OLIRSIOAIUE JO UEqEIgD]29 SODRFAISHE SOIAIGO SO} SPT AP UOLON{OAry B] WOO sazeps] SNS ap ugroRaynuapt ef opiqep ZaA jer “UeUIaTe € OouLNSNE sv “S{TBFOOS SOTUOMIUFAOW SOT ,"BIIURA Ula O1YS OU £ “wLIDIAA Bso UuRFEMoOI upIqUIEL ahb saqesaqy sapepLIONE se| DisW09 sos -F[9 AP OIMOTUITAOUE UM 19s ap sajuaTasuOD UPIO onb ap sesad v ‘sousodord sordoxd sns eed upronjoaay ef ap RoLO}aL e| VOLE) -dope sasaounsy soxopefeqen soy QEgt Hq “opeURErejoud [a woo ojqend je opuesynuepr ‘oysoadsa uprsemus ns opextepe eygey (OEST ep Aud ¥ opoy aiqos) wisipiotMbzyenjn eiouesy El anb rurgoset ugranjonar e] ap ouusyoquus [2 X afenBugy [9 81 ‘YsaTIASHVNN VT Hcl S098 SOT 09 LOS ECOS DE LA MARSELLESA En esta situacién, la Revolucién francesa servia a un buen mimero de propésitos. Para aquellos que querian transformar !a sociedad, proporcionaba un elemento de inspiracién, una retérica y un vocabulario, un modelo y un esténdar de compa- racién. Para quienes no necesitaban o no querfan llevar a cabo una revolucién, ‘los tres primeros elementos citados tenfan poca importancia (excepto en Francia), aunque la mayor parte 1 vocabulario politico de todos los estados occidentales del siglo xix se derivara de la Revolucién y a menudo consistiera en adaptaciones directas del francés: por ejemplo, la mayor parte de lo que se asociaba al término «la nacién». Por otra par- te, la Revolucién como esténdar de comparacién era mas im- portante, dado que el temor a la revolucién es més comtin que luna perspectiva real de la misma. Y como veremos, aunque para la mayorfa de los nuevos izquierdistas occidentales (obreros y socialistas) la relevancia operacional de 1789-1799, a diferen- cia de su relevancia ideolégica, cada yez era més tenue, Ios gobiernos y las clases dirigentes valoraban constantemente la posibilidad de una subversién y de una rebeliGn de los hom- res y mujeres que, como bien sabjan, tenfan un montén de buenas razones para estar descontentos con su suerte. Las re- voluciones de} pasado constituian puntos de referencia ob- vios. Por eso, en 1914, ef ministro britinico John Morley se preguntaba si el humor del pats, en visperas de lo que leg6 a ser la primera guerra mundial, y sumergido en un considera- ble malestar sociopolitico, no era semejante al que precedié a 1848." Cuando una revolucién egaba a estallar, tanto quie- nes estaban a favor de la misma como sus oponentes Ia co paraban inmediatamente con sus predecesoras. Cuanto mas central y de mayor aleance era, més inevitable se hacia la com paracién con 1789, 10, Citado en Norman Stone, Ewope Tr 83,p-331 red 1878-1919, Londres, MAS ALLA DE LA BURGUESIA 63 De este modo, en julio de 1917 la Current History Maga- zine del New York Times publicd un articulo anénimo euyo ti- tulo, «The Russian and French Revolutions 1789-1917; Para- Hels and Contrasts», sin duda reflejaba las preocupaciones de todos los europeos y norteamericanos cultos de la época."' Probablemente, muchos de ellos estavieron de acuerdo con as poco perceptivas observaciones del citado articulo, En am- bos paises, segtin el autor, «si los soberanos, con mas inteli- gencia y lealtad, hubiesen renunciado en el momento critico, estableciendo instituciones representativas ... no habria tenido lugar ninguna revolucién. Asimismo, en ambos paises, 1a opo- sicién tiltima y fatal fue instigada por la reina extranjera (Ma- ria Antonieta en un caso, la zarina de origen aleman en el otro), gracias al peligroso poder que ejereia sobre el sobera- no». En ambos paises, argumentaba, los filésofos y escritores se habfan estado preparando durante mucho tiempo para la re~ volucién —Voltaire y Rousseau en un caso, Tolstoi, Herzen y Bakunin en el otro. (El autor de este ensayo no considers rele~ vante la influencia de Marx.) Estableci6 un paralelismo entre la Asamblea de Notables francesa, sustituida por los Estados Generales y la Asamblea Constituyente en un caso, y el Con- sejo del Imperio ruso, sustituido por la Duma Imperial, en el otro, Al observar el desarrollo interno de la Revolucién, que por supuesto no habfa progresado mucho en el verano de 1917, el autor vefaa los «cadetes», a Rodzianko y a Miliukov como una versién de los girondinos, y a los diputados del Soviet de Trabajadores y Soldados como los nuevos jacobinos. (En la medida en que esto pudiera implicar que los liberales serian barridos por los soviets, no era una mala prediccién, aunque en otros aspectos el andlisis del autor no es demasiado agudo.) Estas comparaciones se centraban no ya en la revoluciGn liberal sino en la revolucién jacobina y sus posibles conse- Zed yoy sump uO, “pL Phd 108 Lp81 “Sumy aeiesuing wonnposgay np ap osronty sem SIMO“) -anding pepalsos e] ap owas ya ua oustpenides [ap o[foaresap [a ojos anb eqestiad ag ‘opeyunty asorqny anb esseapord uoronqoa -o1 RUNSUTE ‘sgquOIUD wISeY ‘OBmMUID UIs A “esOIn esonsing uoronjoass wun wqEy SOULE fe anb oysond ‘wLEIa[aId UO! -njoaoa pf v eypoooad vsoning uronjoaon vf anb ayiapraa eqer -jnsoy “Tera auasin ‘oquauTorfopesed ‘opuats EMBs vsanF =iq UgTONfOASL ef 9p uOHSaNo Ff ‘openEIofosd [e sopefnouta so]P{908 SOLUOFINIOAaL SoAaME soy vIEd “OPET O10 10g “opesed fap oud ‘seut10y Uunpoqap 0 “ueqeuLio} SoUOTONJOAAI SET ‘UOTON[OAST /aNbppng osode rouaque ns ap oftpsap as ‘sisHpuR ordosd ns sera vied viouoSsowe op pres vun graaid ardurais anb oz ,,"S0K US SOT B SOIUDIOTTP S9SAIOMIT BIOTAML & SOLOLLOGUT SAsEI SLNO T souradns asany sanaing 779 S191 ayso anb & vysanSing ej exoéry “11su09 of 2029 sv9y Ja anb roUOdNS RIA OauOMD SPU BIO BEACPO anh of & Soqqrinun peprego[s ean ‘opor un sas v opesed Bq, i ‘UoIONTOASY Bl aTUPIpALU PLUSTIU IS B asHTMAISUOD Te “UOTORTE v] anbiod ‘oaenu ja ua ou o1ed UaWHEOY ONSAUY J? wo oyUSH -1n1od vio sasepo sey ap sisttpur Ja enb ap ugssnfouoo vf v OFoq] “p81 9p UOTonjoAeY vB] sod opewoysuEN “KuIarY.L ‘soxopepuny sn tured oresuy Ouro “xaeTA OUIOD SaTEIDOS SOUTUOLONTOAAL SO] ¥ o1wsB Uet vio [esOgH| wsansling ase[9 Bl ap SISITPUR [ap oTTOAE -psap ais JOprUuay, v sOLaISod ported [ap BUTgooel epramb -zeenqn vf ap softy ‘sasaoueyy seistumutod soy wepLTedtuo9 B] LOT -ulo vis “‘ensr1ue wre Ey US Opts EIqey{ O| CUUSTTEPNay [2 eNOS vysaniiing vy op v] enb wo opour ourstur fap “tasrTeudea wOIsTY ey ap Tediounid aavyo vy ooo vquiofdxe aonb openereyoad ya 4 vs -onding a1vaiunp ase[o vaanu vf anue sase[9 ap eqn vy woLaTA A sofa] spttr voxang so[zorpes 0 soptany spur sazopraresgo somQ, “psaoungy uoronyoaay vidord ns equstoaad anb opow ag [el -TUOU OOS Bra O[gand [op peLTegHT ef OrAd “uoFONTOAaL vy eTEEIP °o ASUNOWNA V1Fd YTTV SY ‘pre dS Yor 2ldaqpunes anyounean4osee “eUONNIOA ZL -our punuat perzogel bun opeUET sqey FYSaNBIng eT ‘LPT aP psaoun.f uptonjonay P] ap BLLOIS} FY NS Ua OIqLIOSA ULL SIMO} operapoUur BisT[UID0s [9 OULD [HL "¥saning pEparoos EI wAUOD equiunde wsoye ‘owsttepnay [9 enuos oprSurp ordroutsd uo “sis -HyHe oyptp anb oysand ‘opraowosd vygqey siuatuoLayue anb sistpue fap asiepmede sod osorsur equise oysoy ac] “eqeasap ¥] Ou ex PPMP UIs £ UOLONJOAaT BUN smISo99U Op OpElop BIqeY, (embiny, uo & visa Ue ordooxa) sanding owsyes9q"1 Ie zr «Seurty9ya sas anb seoysue sus souteas anb softy “UpIonTOAdr un soqey anb auaty 1S» :uo!aeD0aoud By Zod OIsNd ns & ZapIONy aqereduroaut a yerargey ns woo “99g Uo OIqHOS YoreWIstg| Op -PqtasuooIyore fo OUIOD [RL "soUOID9Nj sequIE v saON;SHIS wed vseouRyy UOTONFOAIy P| ap sued vqufTUNSE ond UOWUIZDY ONT “HUY UN :[eI9Ua8 OF2POU! 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También podria argumentar- se, y més tarde se hizo, que s6lo la extension de Ia revolucién burguesa hasta la conclusién logica de la repiblica democrat ca crearia las condiciones institucionales y organizativas que permitirfan dirigir de forma efectiva la jucha del proletariado contra 1a burguesfa. Sean cuales fueren los detalles de este ar- umento, se acepté universalmente hasta 1917, al menos en- tre los marxistas, que el camino hacia el triunfo de la clase obrera y del socialismo pasaba por una revolucién burguesa, considerada la primera fase de la revalucién socialista, Llegados a este punto, no obstante, surgen tres preguntas Primero, parecfa evidente que ambas debfan estar entrelaza- das. El espectro del comunismo empezé a obsesionar a Euro- pa en un momento en que la revolucién burguesa todavia no se habia llevado a cabo (como en Aleminia), 0 estaba lejos de haberse completado, al menos para importantes sectores de la burguesfa, como en la Monarqufa de Julio o en Ia Inglaterra de Primera Acta reformista. Segundo, gqué pasarfa si, como sucedié en muchos paises, la burguesia conseguia sus objeti- vos principales sin Hevar la revolucién burguesa mds alld del punto de satisfactorio compromiso con el Antiguo Régimen? O, la tercera contingencia, ;qué ocurriria si una vez més ésta «crificaba su reivindicacién politica de ana constitucion y de un gobierno representativo en favor de algtin tipo de dictadura que mantuviera a los abreros a raya? La Revolucién francesa proporcionaba respuestas para el primer y el tercer casos, pero no para el segundo, 15. Karl Mare y Friedrich Engels, Collected Works, 39, p. 474 MAS ALLA DE LA BURGUESIA 67 El jacobinismo parecfa ser la clave del problema de 1848, Parecia /anto un elemento esencial para el éxito y la supervi- vencia de la revoluci6n burguesa como un medio para radica- lizarla y hacerla tender a la izquierda, més alli de los limites burgueses. En resumen, constitufa tanto el medio para conse- guit los objetivos de la revolucién burguesa, dado que Ia bur- guesfa por si sola no estaba en condiciones de lograrlo, como el medio p: Marx en los solo uno de los muchos izquierdistas que escudrifiaron cada na de las fases de la historia de la Revolucién con una lupa politica, tencidn de discernir lecciones para el futuro) se centré en el jacobinismo como fenémeno p mitia que la revolucién saltara en lugar de caminar y que al- canzara en cinco afios lo que de otro modo requerirfa varias décadas «debido a las timoratas y excesivamente cont ras concepciones de la burguesfa».* No obstante, durante y después de 1848, la posibilidad de empujar la revolucién ha cia la izquierda mediante una vanguardia politica, la posibili- dad de transformar su carécter, pas6 a ser el tema central de su pensamiento: esta fase del pensamiento estratégico de Marx seria la que constituirfa el punto de partida de Lenin, o més exactamente de los revolucionarios marxistas rusos que se en- contraron a si mismos en lo que ellos consideraban una situa- cidn andloga a Ia de una burguesia y un proletariado, ambos evidentemente demasiado débiles para desempeiiar los come- tidos histéricos que su propia teoria les exigia. A sus oponen- tes les gustaba decir que Lenin era un jacobino, Por supuesto, la idea de que el comunismo era hijo del ja Marx’ Day, Bi Bernard -, Pars, 1985, pp. tical Morality», 1847, Kart Marx y Friedrich Engels, Co- adres, 1976, vol. 6, p- 319. ‘oipupde j2 us ynbe soutionpordar enb & upssud ua yqerse somuDrUH YosusEIN OW outy ap sauorxoyas sey wo epiuaiuon e] $2 jeagpes SUE UDHOAIOAAL BUN ap ISIA 9P Od und jp apsap owstaiqosef fo arqos ayunsauaiuy spun sounsod uoromuode 7 “1, 0911991 SOT «sayiypunt sousasts» So] ap SOoLIO So] BUNET voLIQMTY Ue seisyersedse soy enue oprua areqep [2 opemueut -17e wey 224 ns # anb ‘9¢6y ap stued v euvopououNey epsemnb “2 8] ap OUIas [9 UO SOpEHDsns sarEqap So] MeNTSaHE O| OWIOD Tel ‘peprenioe ey eiseq Jeroruo uonisano wun opuars opmiias tA “upfonfosar F| ap aluayy fe MequsOaK as anb ue sauoIses0 sex “v1 sey ua avai Jaropres soual v opuEBat| ‘sayeID0s SoLreUOID -njonas soy vied oonapad spuaquy yeroumisns un esta esonsang oronoaad ef ap UoNsano vf anb auapiaa sa SPUIAP Of 10q ic BSOOURAY LOTONIOAR WI 9p wHIOISTH EI # eIDANIP OWL -ajas wyoey ‘opToap eRyony ‘aseay vasa ap wyoeY xP anb [oul “110 sn [J “Teorper spuU OFfe Ua wsanding UOFONTOAar r[ UNIOY -suen ap pepriqisod iso vorpur anb ‘«ayuouentrad upronponar> uorsardxa Bf ap UoToRZTTNIN ([RUOISeIO) NS “Taqes P *XIRIA, Op OV -uaqumstiad fap ound ourstu fe wrouarajar aoey ‘seIsHAsiON se. -998 Se] ap SofRALT SePCOpontO sey tod epeuNesua auaMITEMIUeA? “uqu97] ap Rsa1ory PysTOA, amb Rano yy ‘spuIepy ‘spndsap ojsts otpats asrewazzua onb tepspuay sanbraayajog soy anb ye O91, -od vurayqoad ap od Ja woo oynousa un adnyTISHOD ‘«aruatTEU -1ad upronfoaar ep» v omaqumuneT] osoUNEy [2 “(OSST ‘PIsMMUED DAY] B] p osinasiq [9 Wa OMLOD) BPEL F sOLFAISOM UNEIN|OAAr 2 -niny un ua opeLeiajord fap e@ayensa vf argos RisnueUs pH -2]ja1 P| ‘woLIOISTY UOTORT|Y. ns ap ware [e ‘ORME UTS speaug xrepy ap seigo se] ap & [e1aue® esnyno e| ap asmeatrep wpod uysand vise 2ugos OIqUIIs9 anb oO] opor aTuaUMaNovsg “EULA [> aIqOs 412a[ 8 OoIpap as vans yy aIuEMp ezINg Ua OTTEXA ns artemMp anbune ‘esaouely UpFoNTOAsy ¥] ap eLOISTH kT ap sazoUstLI6d So] ap O1uDtUrTIOUOD OpEfeIEp UN BASTAMY anb aoared ow Up] “sosnu soq@uOFonJoAeN somo SoYpNU ap eadarayIp # fanb asp 69 visanoung VT ad vTIV sy co £ T1168 84 (1 60 GF 30301 g UoHMOHsH Op 1 eatusgayqon9G 9] 19 UE" SHHTeELJOIDLA AED. “OE : Spe 9661 'SIPUOT'9 os “y2014 poroaIO3 ‘siafug YUP S BEY LON “61 ‘ste d°9 Ton yoy, pana|709 etasaNND AUEATCOA Ase Seeg €'9 Yon ‘syeoal parse “epumponing HEA (IAD 24L» &"PHgl “ST 5-9°88°9 oa "sq00 4, or22}109 ua “ewopuoT ut SHOWER 10 feABSEE ayL> ‘SetURL “exT-OLT “Ad “teat ‘soup "wr Jo 18-9 pu burg aonsny stag fontaes “1 2p sanbuossyy sap ~pue BLIOGap Z0A TEL, «SONIqLUY Sono UD OUNSILH Of aFOFORY an ‘symmpoupu soy sod tu “xx offs Jap sordioutd v oUgooel 13s tod ueqeoere 3f anb senbraaqauatu soy sod 190u9AUOD Buvfap as TW outstutgoaef ja sod ugioemupe ns wrejnunstp ow una] anb Fepuaidios aqap os0dtuey oto; .. «Koy ap PIsTuNtuOD [2 Ua op “HIBAUOO LY 2S EHLT 2) OMIGode! |Z» :soOPUDIOIP “gpg Ue sod -vjod soy e eratinp as wey onb pemeu vio ‘woumnsar uy Togas vISeY ZarMLEPY apsap Eprarnbzt VI 9p wseouEIy vypexonoysty Bf Ua aUeoduM wey yas aonb sayojnoo-suns SouLgooef anus UpLoUNSIP wseTD Bf O199{QEISO 08 TU "b6LT-G8LI ua sjieg ap ojgand jap 121908 uproisodwoo Bf ap ore|ditioa spur sisypav tn ojmuuoy 28 ou aprey seu Oyo BISEH 4) ("Dsansing ugionjoaau worsoxdxa ®| oz4nn xaepY aNb U9 soso Some. 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Tal vez debamos recordar que la cues- ti6n tedrica mas relevante entre los partidos comunistas otto- doxos de tipo soviético y las variadas nuevas izquierdas (iz- quierdas disidentes como la trotskista, la maojsta o la castris- ta) era si la cuestin més inmediata era unirse con la burguesfa nacional contra los regimenes dominados por los terratenien- tes, que podian compararse a los seffores feudales, y por su- puesto, contra el imperialismo, o aprovechar para derrocar también a la burguesia y establecer directamente un régimen socialista” Aunque estos debates del Tercer Mundo, igual que los debates que dividen el movimiento comunista indio, no haefan referencia directa a la Revolucién francesa, esta claro que son una suerte de prolongacién de los debates entre marxistas cuyo origen podemos rastrear hasta esa revolucién, El contraste con el Viejo Mundo es chocante, En fechas tan avanzadas coma 1946, Daniel Guérin, en Bourgeois et Bras-Nus, presenté la versidn trotskists del debate («revolu- :i6n permanente») en términos espectficos de Revolucién fran- cesa. Esta obra describié la historia de Ja lucha de clases bajo Ja Primera Reptiblica y se debatid como un ejemplo de la tesis, de la revolucién permanente. Supongamos que la burguesfa renunciara a su revolucisn; ‘© supongamos que la hace, pero que se siente ineapaz de pro- tegerse de los peligros de la izquierda bajo unas instituciones liberales, Qué sucede? La Revoluci6n francesa puede orien- tar muy poco en el primer caso, aunque después de 1848 le- gara a ser algo bastante familiar, especialmente en Europa En términos académicos raleza de los modos de prodok América Latina podia © no considerarse esencialmente «capi iquista dado que formabs parte de lo que se considera un mundo basado en un sistema capitalista que ya existia en el 23. Daniel Guéria, «Controverse sor Ia REvok sd Lazare, n* 119-120, Paris, 1987, pp. 58-81 MAS ALLA DE LA BURGUESIA. n central, Los historiadores todavia discuten sobre si la burgue- sfa alemana realmente abdic6 en favor de la nobleza y la mo- narquia prusianas (a diferencia de las clases medias britanica y francesa), entrando asi en un Sonderweg o peculiar autopista histérica que les condujo hasta Hitler, o si de hecho forzaron a Bismarck y a los junkers a garantizarles un régimen suficien- temente burgués. Sea cual fuere la respuesta a estas preguntas, los liberales alemanes después de 1848 se conformaron con bastante menos de lo que la mayorfa de ellos consideraba in- dispensable cuando se unieron a la Revolucién de 1848. Frie- drich Engels, a veces jugaba con Ia idea de que, por analogia con Francia, tarde o temprano un sector de ellos harfa otro es- fuerzo por conseguir un poder absoluto, pero de hecho el nue- vo movimiento obrero y socialista aleman ya no contaba con ello, Por mas profundamente comprometido que dicho movi- miento estuviera con la tradicién de la Revolucién francesa (y no debemos olvidar que antes de que la Internacional se con~ virtiera en su himno, los trabajadores alemanes cantaban ver- siones de la Marsellesa), politicamente la historia de 1789-1794 habia dejado de ser relevante para los nuevos partidos social- demécratas laboristas.”* Y todavia fue menos relevante en los paises industrializados cuando los \ideres reconocieron, unos mis a regafiadientes que otros, que el camino a seguir no pa- saba por nuevas tomas de la Bastilla, ni por la proclamacién de comunas insurrectas. Por supuesto, se trataba de partidos re- yolucionarios, al menos los que eran marxistas, que eran ma- yoria, Pero tal como lo expresé Karl Kautsky, el guru teérico del poderoso SPD alemén, no sin cierta dosis de turbacién, «so- ‘mos un partido revolucionario, pero no hacemos la revoluci6n». 24, Sobre el uso comiente de Ia Marsellesa en los cfrculos socialists iateraa- 1a décaca del siglo pasado, cf. Mautice Dommanget, Eugone Potier Memibre de la Commune et chanire de I'Internationale, Paris, 1971, pp. 144-146, 25, Monecionaco en Georges Haupt, Programm und Wirklichkett: Die inte ionale s skrasie vor 1914, Newwied, 1970, p. L4L 8h dp Joa S,oget “uarouuUETY “19S SI 9p woyrapsuopossaswoy [9 us asnuuspedeuog> epas WI U2 OW “Ze ~juntiodo vy oan: eatmnu anb o1ad ‘opeumefoad oAanu jap atte -uasaaday uo eu as anb jeaxpes epusinbzi wun ue vpeuTEsus ‘equeyodur spur oganus ayojnoo-sups-eurqooel a1uauoduios vun woo Zan BISO :[eUTSLIO UOTONOAAL vf ap aUELTA BASU BUN OlWlod OIStA aqUaUUTLOPy “SELL Z9A eUN ‘ony gpET OUR [A “epELING 198 ¥ IwRaT] ap SaqUe Sexp soUN ‘sepEZTLIAOL SuSPLEE SE] B SLO e reyaua e eysandstp a1uamngistios aod X [erouoIod oungooet 018 (ad Jo ojue eperedasd eqeisa zaa visa ab Opep 1621 -G8LI OP peumpioge ugionadar Bun owiod (ony Ise OYDay ep) ET OUT [9 eqejduoyuoo esaqyy Bysoning vy “woURL US OsNIOUT Ise 19 O1Sg “SOLMPUOIINfOAOL SO] ULEBNUODHD a8 on SB] UD svID seysunosto sv] ap epelafe spur uquisa Z9A vpLd [RUISII0 OION -onar E[ ap BISUDHOMNA v "RqRZURAL XIX O[FIS [2 SLOT “soluaiea owuoad owo9*, 161 ap mud n esaoueyy UOIONIOA -o¥ URID BI UOD oIOWMEJOAMIp SPU OYDNUT soprUOTOBIaL SoONTT od soqeqap so] Ue asieajduro P OLA[OA OUILILID [9 ‘aIUBISGO ON. ic XX O[BIS [Op seistosey & somone sauaUMTgas So] 21908 2n| vundye zefoure ezed wztnn as orang [9 opueno owod “feurTLIO suedeuog [2 uoo asquuou fa anb spur oood uNUOD uP UOUDL soUsapoul sosmmostp soUNs}Y “voUNOISTY PeplfEIoUDT a1UETOaI0 bun ap £ oeunig ap oyDoroarc] Jap sopelare sp 204 EPED soanyfod & soowsoxsty seurayqord argos ueqeren ‘orsandns Jod A corotutid jap ef ue onb oureceuog opunias Jap wroustiodxe ry ue spur oypnur ueqeseq os anb ojsond ‘ewistu Bf ap eiouestp v1 “1919 v seENT UOsOTANY ayOUNTeL “esaoURA] UOTONTOAaY wiauTId v] ap vrousriedxe ¥] ap ueqeatiap sezeqap soise anbuny {Js anjue sejopuptuodo n saseqo sey ap Bwutoua Jod asopupacza “our -ougyne 298 v vsesor] ‘Teuosiad ayua8ip uN osnjoUT o “|eIO0s oyerede un onb 91q/S0d v19 ‘souoroentts sesa ud ‘ound anb v1 ~stE{? “seperuadjua Sase[o se anue oLagrINbe oarvyar ap souoTD -ENIS UD SIUDSLUTP OsvID v] ap & sasea ap eYont ef ep uONseNd i visanouna ¥1aa yITy syW cg Sa 1-108 "FE8T-SO8T “HOpIa8SN "son ¢ “aBeYRY AUOSSEQIOA pun OUYOUNDS a [71S] (OORT 84 BBL) 56 >IG BRET WOR 2 2B] B aqworureauOD OF tra aruaMMOISyG ‘oULSEMdELIOG Jo arqos aquowPRmy BEMNostp tisixrUt vprambzt vy ‘oUEISGO ON “res9) FIN ap sandsap ow -suipso0 opeureyy aszoqey wpspod upiquit) anb of ap ouTUoUIS tun ows o ‘ayedeuog ensemnp vl ap sorepred soy ap vse PI equauatdus rqudsap ered peuOIOUeAOD Oonyod osind -sIp Je Uo viouansady shu woo wqusn as EAgered ef ‘OTEquIE UTE ‘owsnspdouog o7nin [2 ofeq sefouerazuoD sfas ua OUDLIONES 2189 ap nougor ‘zante]|i1g waod woo ‘ozyTesoued JoyDsiy “TY HL ouzelgo# Jap onsnarw ommmny £ ooruprEg pexage] OpeLIONSTY [> P161 Ug o¢ OWApoUL FyTUT opeisg [ep OLATUNBINs [a sued sep -o1 us eqeroidosd (svasaaynpne.f) fenorpaun Tepnay vutarsis [ap oquoruresourap Ja anb ugestied ‘egg ua sTquosa & gzadura onb ‘nsoouv uotonjoaay v] ap vuolsiy ns ap ordioutad je opuens ofa ue equstiad ayuatrarqeqord faqs UoA YouUTaRy “sapzIoqTy So1opearasqo so] ap Uorouar yf v odvoss OU OLstLOLAS a1s] ‘orouutad [ap opeisy ap adjo ye efopuypnowta uoojoden opunt -28 Jap UoISuaDsE vf VeIQLIOsap sayerue® spur sorayyued sus ap oun ua sauamb Saepy tod sopesndsur ueqniss onb soy ap a1uovt Te19adso ‘sayetoos soueuoronjoaar sol ap oanslod oLe|NGeDON op aud wreunoy owsundeu0g ours ja anb ayuapuasdios 82 ot 059 10g “Japod {9 new) audeuog ono anb ered ouDat -a1 je uoreredand off op se8ny ua & “eontod pupriqeise ey wer -eumiqisod anb sauorstpuos sey ra99[quisa ap sooudvaut uosgny ‘eprainbzt yy ap upAoJaxMsuL BANU vUN OpeNsnyy roqeY ses ‘sopeapour saqzzaqff Soy ‘sput 204 wun ‘opueNd “{CRI-ReRT Ud vurenbsa orip ap ugionadas wun wjoayo viowesy op PLOISTY, B] ‘spuepy “uge|odeN ep aured sod osnyfod zopod Jap Pu01 ¥| “roqes v “[eoypes arttatueaysaoxa oLonJores wun ap opErjnsat owwod oWIsEMEOIE [2 eDEY Osad0NAL ap O[duI9fo sv[nows—d -s9 un guoraiodoad tsoouesy uoanjoney vy ‘aHed BNO 10g VSI TTASUVWY V1 aq SOD SO z 74 LOS ECOS DE LA MARSELLESA dad de alcanzar el poder, ni siquiera temporalmente, porque perdi6 en las elecciones, la superaron cn estrategia y termind indose empujada a una insurrecci6n aislada en junio de 1848, dando pie a que fuera brutalmente suprimida. Pero, al igual que después de Termidor en 1794, los liberales victoriosos, incluso cuando pactaban con los conservadores, carecieron del poyo politico necesario para establecer un régimen estable, ando paso al segundo Bonaparte. Incluso la Comuna de Paris de 1871 se ajusté al modelo de la revolucién radical de 1792, | menos en lo concerniente a las cuestiones municipales:, la comuna revolucionaria, las secciones populares y demas. Aun- que la burguesfa ya no pensaba en términos de 1789-1794, sin ciuda los revolucionarios sociales radicales Io segufan ha- ciendo. Al igual que Blanqui y sus seguidores, estaban empa- pados de la experiencia de la década de 1790, por no mencio- ‘ar a los neojacobinos como Delescluze que se vefan a sf mis- mos como herederos directos de Robespierre, Saint-Just y el Comité de Salvaci6n Publica, En los afios posteriores a 1860 habfa hombres cuya idea acerca de lo que habia que hacer tras la caida de Napoleén UI era la de repetir, tan exactamente como fuese posible, lo que habfa ocurrido en la Gran Revolu- ci6n. Tanto si estos paralelismos con la revolucién original tenian sentido como si no, no resultaron irrelevantes por una raz6n principal; era evidente que Francia no habia conseguido establecer un nuevo régimen permanente desde la catda del antiguo en 1789. Habia conocido diez afios de Revolucién, quince afios de Napolen, otros quince de Restauracién, die- ciocho afios de Monarquia de Julio, cuatro afios de Segunda Repiiblica y dieciocho afios de otro imperio, Por lo visto, 1a Revolucién seguéa en marcha, 28. Véase Charles Rihs, La Commune de Paris 1871: a structure et ses doc wines, Paris, 1973, passim, pero sobre todo (por la iain del passdo) pp. 58-59, 182-183; para Delescluze, pp. 183-191 MAS ALLA DE LA BURGUESIA 75 Sin embargo, tras 1870 cada vez resulté mas obvio que la formula para conseguir un régimen burgués permanente se hallaba en la repiblica parlamentaria democratica, aunque esa repiblica pudiera verse amenazada de vez en cuando. Pero di- chas amenazas procedfan de la derecha, o en el caso del bou- langismo de algo parecido al bonapartismo, lo cual de hecho facilitaba la unidn de los herederos del jacobinismo y del libe- ralismo en defensa de la Reptiblica y asi reforzar una politica que, tal como Sanford Elwitt demostr6, estuvo dirigida siste- méticamente por la oposicién moderada durante la década de 1860. Pero echemos un vistazo a la otra cara de Ja moneda. El hecho de que los liberales burgueses a partir de ahora pu- dieran operar en el marco de una repiblica demoeratica, la cual habfan intentado evitar hasta aquel momento, demostr6 que el peligro del jacobinismo no era, o habfa dejado de ser, Jo que se habia temido, Los radicales podian integrarse en el sistema, y quienes se negaban a ello podfan confinarse en gue- 10s minotitarios, Lo que Danton o Robespierre habjan hecho ya no tenfa interés operativo para quienes se inspiraban en 1792- 1794, aunque por supuesto, como hemos visto, fue la burgue- sia liberal la que, al asumir la revolucién radical y popular, confirié a Ios esiéganes, a los simbolos y a la retérica una enorme resonancia de alcance nacional. Al fin y al cabo, la fe- cha del episodio més dramético de la intervencién popular en Ia Revoluci6n, Ja toma de 1a Bastilla, se eligié en 1880 como Fiesta Nacional de la Reptiblica francesa. Si asi estaban las cosas en la patria de la Revolucién, toda- via eran mas evidentes en otras partes. Las revoluciones ya no formaban parte de los programas politicos, 0 en todo caso se trataba de revoluciones de muy distinto cariz, Por eso, incluso cuando una politica de insurreccién, de rebelién y de poder 29. Sanford Elwit, The Making of the Third Republic: Class and Politics in France 1868-1884, Baton Rouge, 1975, capitulo 1 (9L61 PUP aounleje "3889 "pon Ke) age 961 ‘AOUDYE>IE NOHDE "Y jenURs "TE pumsaD “Te 2H IXY offs ‘oon on Soupuery “uisteamyy oI pajequies es anbune ‘ousstzez Ja anb v (opor a1qos) oprqap 204 [2 ‘COGT OP BSNL UOIONJOAsy eT UA aUELIOdUT Anuw BIONY anb aoared ou ‘sopensn|t sajurdronsed soy op sequatu sey eared o1ago onbune ‘esooueyy uoronfoaey vj uos owsyorered 1g zc SPI Sms op [EU [a FASeY BIOIOIY S«osTA OUST ~fur fop auped» jo ‘Aouvlafq OUtOD fer “BIULL UO G6LI-G8LE 2P Soseons soy Woo sourstayrnd ueMOsNg enteUINyOIE sosmu soueuoronfoaex soy anb eruapuaidios $9 OU Ose 10g “ost uo ‘oquausjeury “1 6} Ue & “E061 Ua ‘spouRy ua £ sp{8ut uo ongnd os orewutrg “sped sainbpeno tla eas wIstp ~sombzi vuorsty zofour yy ory odwian oysiu ommemp anb sou -SuIMIOA Sop Uo wSADUEY UOLORIOAY EI ap BHIOISTY BUA FUSE uppodory noig tismbscue Je ‘oud esto 0g “TAX Offi [ap 9f “BUY op vrouRsy Bf Ue exIEN BI ap LoTIsano e| ap opeutsaduma [9p o1pnuso Jo uo sosoUord soy worENY Syupounu ajroULIOLaE o1od pexoant “(Le61-OS81) aatarey “T° A Sosns fesegyy un “(gT6T -Sh8T) HISUYON] “A “T ‘oyDay aq “TeFoUNISNs any UOIINJOADy, 2 ap PLOISTY EI B ESN UOLONqTUOD vy :eIfLABELU PUONbad BU “NOSOW ap oseuar ns ¥ “OZ6L Ud SAMO], Ha OpIga|ad PISI[eID -0§ Oprued [ep osaxSu09 Jap sopeajap soy aque ‘spouey out STUNLIOD Jep SAIqUIOY saptEAB so] ap oun ELIS WAIN “UIyDeD Par ouNTDxE ‘«soNosoU anb sofoU wsaoUuEY UOLIN[OATY, | UIIOUO}» “vsaoUBI] UOISNTOAaY B] ap eOISTY vy] ap sopeded “lo uugeyse “soLeUOTONfOAeL alMAUIEsOZI0} HeIa UgIqUIE 227 IP ofeq sapens soy ap Broker gy ‘sosnr sapeMioe|=qUt SO] OL8I 2p ned v svs ns soUOIomS se] Ue O1BUIp ns sTHBAUT B ozadwua xe o\doxd Ig ‘atuourumut 9 ejqertacut owo9 xqeidaon as omuatifesioatun anb upionyoses etn BIgeR ‘eoLIgISTY mlouaLiadxe vse wwnqead ap OantaoUT Jo WOO seUTapE URGRIUOD & EssoUNAy UOIONTOADY PL LL visanowng ¥1aa yTI¥ syw PI-€1 dd ‘7361 toua0(y “vauns9¢r WHE: proqupg “pa tus x28 CL BsuBA “IPrEQuED oxdoud [op o1e|R4 [9 wR “OE lod ¥ ap eoisty 8] ep sopededura ueqeise ‘(ouon [ap wioIpoooid ou aonb vour93 fo serquits wed yeoy euransts unsuru Equy ou anb ojsond ‘sopmuoranjoaar Jas anb uefa) soperopour seIsiUtOsor SO] Osnjaur OUSLIEZ [9 ofeq enb soueptAfo Ou) soLeUOTON|OA -o8 sodni® sodzano soy ‘amed wno 10g “Texagyy owstTeuoFoM -1#suoa un uRpeNb o[9s anb sopfanbe sex opuvsadso sojvorpes Spur SUE@UOLONFoAaL Shzzony SENO X ‘UoLoNfoaar BUN sITEApaU sojqisod wero o7gs otusuez ja sod suisendun seiouersunons soy ofeq anb sesaniinq sapereqy souoroninsur ap peptseoau ey ‘sIsuo ue uauney ongnUy ep eIN[osge eMbseTOUT BUN !s0tAGo ueyoared sousstjaqezed soy ‘aued wun Jog vorsandxa uey os BX ‘anb sauozes ¥ opiqap ‘efouarajar ap onund un 0 ‘ojapout un 128 B BIA[OA UsaoURT] UOTNJOAaY ef BISMY Wa ‘opowt aso oc] ‘eno sooustod sojapour soy & ‘e509 Bun os UDtoemdsUT BT OsNfOUT O UOTOEITUpE By ‘1 -UCISGO ON "T/ST-OL8T 9p BURIsud-ooueyy vatonS BI ap seion -oW OAM opueno ‘pELsqT Hap sfed jo “woULe Op PNsE Ua YI off quo ns rezuEl ¥ O!ANYO as “UoToeULIOFUT 9 BIJeITOAB La anb vonyjod enedua ua opeston spta ‘erarog, euefay a ap ofozeF [oP SOHTFUE OTTIpNED |: “‘satuENTOPROAL SPU SoLNEHOTDAeAT SO] 0} -deoxa ‘antecnyzur sett uprsaudxa ns opep wyquy s9j anb sed ja ua & aiquoyy [ap SoYsazaCT SOj U9 BAND OpUNUE Jo Oper oIsend -ns Jog ,cailauepunjord gona a} yeno vy] ‘uoung-ureg ep ‘eBopoapr F] ap BUSH [ap sPARN k RISIA ‘esaouBy HOFON|OADY tL ap efouangur vy oftq vonyjod raze ns gion ‘osed ap vos oypip anb 4 Sax 0781s fap aiquioy os10 sobjens anb ugises9q -1] 2p seuian® & sopruue sojtonunz[e ‘souoronOAdd ‘sepyfONADE Spul Ue aumed gto artadtargqeqord uamnb “ppeqien addesnig ap BAITED ef ALISqO sourapod ‘OLMNSNIE VAL “66L1-68L. woo owisHfajemd un Jeo9]QuISe |1OB} ¥I9 OU “voLIDq] ¥INsUTUEd ¥] ua oMLOD “2IqIS0d Bony o EMDHIONId as BIOAIOd EI IO OpEseA YSaTIESAVW YT Ja $00 SOT OL 78 LOS.ECOS DE LA MARSELLESA. temporalmente, nunca llegé a perder el control hasta que con~ siguié reprimir la revolucién.** En 190s Lenin tachaba de «gi- rondinos» a los mencheviques, por no dignarse considerar la posibilidad de una dictadura jacobina en Rusia, aunque todo elasunto s6lo fue académico.* En cualquier caso, Lenin esta- ba respondiendo con una alusidn directa a la experiencia de la Convencién de 1793, Tras la derrota, la relacién entre las re- voluciones burguesa y de clase obrera se discutié seriamente, con frecuentes referencias al jacobinismo y a su naturaleza. De todos modos, 1a comparacién con 1789-1799 na fue mas, alld de Jas meras generalidades, Por otra parte, 1917 y los afios que le siguieron estaban enos de referencias a la Francia revolucionaria, Se llegé in- cluso a buscar sosias rusos de los personajes famosos de la Revolucién francesa, En 1919, W, H. Chamberlin, que més tarde escribiria una de las mejores historias de la Revolucién rasa, pensaba que Lenin era como Robespierre, s6lo que «con sna mente més brillante y con una experiencia més interna cional», pero Charles Willis Thompson, dos afios después, pensé que el paralelismo establecido entre Lenin y Robespie- sre no era vélido, Para Chamberlin, Tyotski era como Saint- Just, pero para Thompson se parecia a Camot, el organizador de los ejércitos revolucionarios. Mas tarde, Thompson desde- 16 a quienes vefan un Marat en Trotski,”> Seria fécil seguir la pista a las maneras en que los revolu~ cionarios rusos compararon su propia revolucién con su pre~ 33. Cf el discurso on el Soviet de Petersburgo i 5 de noviembre. publicada en ‘Trotski, £905, Harmondsworth, 1973, pp. 185 9 so (hay trad, cast: La revohu ule 1905, Planeta, Barcelona, 1975) 434, Daline, «L.énine et le Jacabinisme>,p. 96. 35. W.H Chamberlin, «Bolshevik Russia £67 (12 de julio de 1919), pp. 14-16; Charles W. Thompson, Russisn Revolutions», Current History Magazine, Nev York 1921), pp. 1496157, «i Jacobin France», The Dial, ‘The French snc ss, 13 {enero de MAS ALLA DE LA BURGUESIA 79 decesora, Sujanoy, el famoso periodista de 1917, es un ejem- plo excelente de individuo «amamantado en las historias de las revoluciones inglesa y francesa», el cual especul6 sobre la posibilidad de que el «poder dual» de los soviets y del Gobier- no Provisional podria producir algtin tipo de Napoleon 0 de Cromwell (;aunque, a cual de los politicos revolucionarios se elegiria para el papel”), o tal vez un Robespierre. Pero una vez més, no aparecfa ningtin candidato claro.° La propia historia de la Revolucién musa de Trotski esté llena de comparaciones de este tipo, las cuales sin duda poblaban su mente en aquellos dias. El Partido Demécrata Constitucional (el partido liberal mayoritario) que intentaba mantener una monarquia consti- tucional le sugirié lo diferentes que eran 1917 y 1789; en- tonces el poder real se aceptaba universalmente, ahora el zarismo habia perdido legitimidad popular, El poder dual su- geria un paralelismo con las revoluciones francesa ¢ inglesa. En julio de 1917 Jos bolcheviques se vieron empujados a en- cabezar manifestaciones populares que ellos consideraban fue- ra de lugar, y su supresién condujo a una derrota temporal del partido y la huida de Lenin de Petrogrado. Bl paralelismo con las manifestaciones en el Campo de Marte en julio de 1791 en las que Lafayette supo manejar a los republicanos, acudié répidamente a la mente de Trotski, asi como el paralelismo entre la segunda y més radical revolucién del 10 de agosto de 1792 y la Revolucién de Octubre, ambas practicamente sin resistencia, y ambas anunciadas con antelacién.”” Tal vez Sea més interesante ver cémo se utilizaban los pa- ralelismos con la Revolucién francesa para evaluar, y cada vex mis para criticar, los progresos de Rusia, Recordemos una vez mds el prototipo histérico que se derivé de la Revolu- 36. Adam Ulam, Russia's Fai dents, Londres, 1981, pp. 316-317. 37, L.Trotski, History of the Russian Revol 1.204 (hay wad. cast La Revolucidn de Octubre, Fi id Revolutions: Fr Decembrisis 0 Dissi Londres, 1936, pp. 194, tamara, Barcelona, 19771, Ig ¢ esr Sunufnownjoazy 97 “ps8s90 v9 OPED “OF £61 Ho wpryoas mse euwoye(eurBUO UO! wy Ce T-AzT dd sa “esIsniecOg 0 SnMgoDE(™ "32s TEE UOPUOT "201PDAG wm uEHaYs}Og ‘kYSIMY WY “GE iced uouryerd “UORE “RE ap ezuesadse ef uo sIpeue sourppod x) ,,"«uoroeradexa ey « pepmTtgap &] ap o1Btad a;qop [ap PopuyprENzeaqes “eT ap ssoedea sisnp-auteg soun £ sauiotdsaqoy soun v anuanotta» anb ap eztmiadse e[ toa soasap sazofaw sas upIonfoAay UDA -ol vy ¥ realy ozmty pend ef ‘SeIstaFdseqoy SoIpMIss 9p pepo1oog vp wpezuomne spur amtany vf ep sotteL 9p eUIooe! papronua “RY 9p O98 [9 UoLAIQLDar SanbrActDIOq Soj ‘axTed NO 104 ec SOHFUOfOn|oaauTeIHOD ‘H19Ap Sa ‘seysTLIedeLTOg 198 Ope) inser UeIqeY “eIUTISIp Ant eUAIOG ap HOEMIae “SoULgoDe! 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[9 !Sasny sts ua UNSTSUOD “wsAdIELy WOLD vSaTIASUWHK VT ad $0083 SOT 08 82 LOS ECOS DE LA MARSHLLESA que continuaran la guerra contra Alemania, guerra a la que pronto pusieron punto final.) De hecho, la mayor autoridad en, el tema, Albert Mathiez, el cual vefa a Lenin como «el Robes- pierre que tuvo éxito», escribié un panjleto, Bolchevismo y ja cobinismo, donde argumentaba que aunque la historia nunca se repite a si misma, «los revolucionarjos rusos copiaron deli- beradamente y a conciencia el prototipo francés. Les empuja el mismo espiritw».*" Bl entusiasmo de Mathiez por los Ro- bespierres que tenfan éxito fue breve (1920-1922) gracias a una doctrina més efectiva que 12 original en el seno del Parti- do Comunista, un hecho que pudo haberle costado la sucesién ficial en la catedra de la Sorbona cuando Aulard se retiré en 1924. Pero sigue siendo dificil verlo como un marxista 0 un comunista caracteristico, a pesar de que Ja experiencia del es- fuerzo de la guerra de 1914-1918 (en e] que particips), y de la Revoluci6n rusa, contribuyeron a que la sintesis de su histo ria de 1789-1794 (1921) muviera una mayor dimensién social y més conciencia politica que trabajos anteriores del mismo tipo. Curiosamente, al principio hubo pocos defensores de la izquierda francesa més radical. Tal vez se vieran desarmados por el evidente entusiasmo que los bolcheviques experimenta- ban por Marat, cuyo nombre utiliz6 el nuevo régimen para bautizar uno de sus buques de guerra y una calle de Leningra- do. En cualquier caso, una tevolucién victoriosa se identifica ba més facilmente con Robespierre que con sus oponentes guillotinados de la izquierda, a pesar de que Lenin, poco des- pués de Octubre, se defendiera ante la acusacién de practicar al terror jacobino: «E] nuestro no es el terror revolucionario francés que guillotinaba gente desarmada, y espero que no tengamos que Ilegar tan lejos».*? Desgraciadamente, sus es- peranzas fueron en vano, Hasta el triunfo del estalinismo, la AL, Le Bolchevisme et le Jacobinisme, Paris, 1920, p24 MAS ALLA DE LA BURGUESIA 83 izquierda radical no encontré un oponente que se enfrentara al Robespierre de Moscti. Entre éstos se encontraba Daniel Guérin, cuya La lutte des classes sous la premiore République (1946), una curiosa combinacién de ideas libertarias y trots- kistas con un toque de Rosa Luxemburg, revitaliz6 la tesis de que los sans-coulottes eran proletarios que luchaban contra los burgueses jacobinos. ‘De hecho, tanto si Stalin se vefa a sf mismo como Robes- pierre como sino, para los comunistas extranjeros era recon- fortante pensar, cuando tomaban en consideracién los juicios y las purgas de Ios Soviets, que eran tan necesarios y estaban ian justificados como el Terror de 1793-1794." Lo mismo su- cedié en Francia, donde la idealizacién de Robespierre domi- naba la tradicién histérica jacobina por razones que poco te- nfan que ver con Marx o Lenin, Para los comunistas franceses como Mathiez era facil ver a Robespierre como «una prefigu- racién de Stalin». Tal vez en otros paises en los que la pala- bra Terror no sugeria tan inmediatamente episodios de gloria nacional y triunfo revolucionario, este paralelismo con Stalin pudo haberse evitado. Aun asi, es dificil no estar de acuerdo con Isaac Deutscher en que Stalin «perteneci6 a la familia de Jos grandes déspotas revolucionarios, junto a Cromwell, Ro- bespierre y Napoleén».* F ‘que Stalin aplicé c smo, Enfrentado a le cap ia vieja lee patria del soci Teal a ciegas. Mencio- XX secoto, Bari, 1982, 60, DF, 1965), Stl AM catsmy pasyson aNeQUIEID “Ly -o(ovuLTaqUT sauorsnouadax sv] A 2ouvo|e auLONe [y ‘“Radepe onb optuar uvy 9s offs a1so ap soanrfod soy anb yj v vyjanbe ‘xx of -18 Jap uotonjoaad ued ef ap odnojord jo ua ONITALOD 28 LT6T ‘opor ap spndsap ‘osa Jog "vroueny wa ‘orsandns sod ‘oxdeoxo ‘opumu yap aired soXeur vj ua epesed eLIOstY vy ap Oasnte Tp oatuap opeprato eszoqey elupod opow ono ap end [2 “vseouT} UOIONJOAeY P| ap OLgISTY OpranseL oaroaye [e A wrouanyUt =] Uorw#uojoud sarwqap soise anb xtoap wupod es ‘aiueureoriop <2iq “OONGIAOS OW & OONPIAOS OUUSEXARU JEP 5AI01908 SOSIOA soy aniua & ‘uqmiog ap UO!ORTOAaY El ap sprdsop oIp a8 JOP -turay, £ ousstuedeuog [9 axqos Tees Steqap [2 “a1ueISqo ON iy STUPID] ap sasoouvy SOT e A eBTOA [OP soaeaoysooayp soy 8 ype anb ofoy ousagly oanioazo & oyfenses 12 A ysnorryasesg ap Zed b ap sai seyn] e Bou as spuLTE sv] gfoue anb epeuapiosap A wpezumsedsasep axquinpayonur e| anus aisenuos atuvooys siuaumenst for & yeas orfozefe ofora, opejaiteuisap Jap semnjpar UoD soueUoLonfoaar sowrorl9 sorqep [UOJ ap uOtON.ISUOD By Ua OUIGodHf OMTXs [9 aNUD SApMITTTUNTS Sp] ‘esns LAID BuzENy B] ap OTpaut wa ‘anb oUatse uoD OTeLES Uypequmey “HL ‘AA “O1AgO Baza soutgooel K sanbraaya[oq @sue owusypaqered ja inby “Texpunur eszans wy ap esmemal op sandsap £ aiqniag ap Uoronjoaay BI ap sandsap osad :sanbrAayaI04 Soy uvotany eian3 el v osny ojgend |e Jaqjon xa9e4y Ho o1Nx9 UoLaAm ajuatuppos souaing) “Buen ef aruedare worezadure £ vswo v wor “OIAJOA ‘seYDNY UOIRTaU as souTSaduuren SOpEp|OS SOTT TEUOTS AOI OUIAIGOH [2p Off aN9 [9 QUOD anb oswozsy oTe[dutOD un ang “L161 2p OlwDa Ja Ua ArSUATO Bun v OsNE ortsuafo Te OZUET, Spl Z2A BUN X ‘OWTLUBUTE]] [9 ORD B OAT] PISHEIE “SeseUE se] ap aued soXew | B eqazttaow atiouljear anb of P19 ELE, A meq ‘tv ap eiouadixe vy anb urges anbiod wun’ yp v ue -odo 98 ‘Sonbiaaya]oq So] [gS OU A ‘SoUEMOIaNTOAAI sopUTIT so] anb vio euio|qoud [gy "BLEND WeID v] ap oNUAP EASY ee visanoun v1 ad yTTY svWw TFT 8d sper IMIR * -uaiueut anb pruvwa]y entios rongied erouarsisar op vison un v oUlgooe! odn ap oluarAEUIRT] Jo ‘Zaqus v ‘wssouEAS UOLO -njoaay ¥[ ap o1sadse Ono IeyONsaL UaIg SPU OUTS UOETOdeN, lun Ue OlUSTUE JS B aSsMaAUOd BIO OU EPP US PAsua‘oy op a aus Bf Ud Bquise soouoIua anb OT“ T6] ap ouEsaR [2 9 san -trayptog soy B twLdns ap [PUOISIAgIg OUrAIqOD Jap (OpeuM) ~J0Je aiuatweeiq) ortelut [9 ue UEgEstg 9s SOIUALUNSTE SoIseT qr 0Tfe wed SeLRsagsu S9seq Se] OPEIAS BIGEE] OU BIALPO! 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[9 0 auedeuog [9 vquiso apuop? “ka POI eusoiqod [q “sonbiaayopoq so weIa soisp ‘souTgosel soy ap ajug[vainbe Jo vqejuasardas 416] ua sjaedionaed soy ap oun -[B 1S onb op vpnp viqe> ou “peprlwar ug "MOUEAaTaL JOAeUL BAL -2} ou oUUstULgosel o1dord [2 argos aieqap Je “ATURISGO ON, SHV VT ad soa SOT rs 86 LOS BOOS DE LA MARSHLLESA rales de 1a Revoluci6n rusa empequeftecieron los de 1789, y no existfa precedente alguno de su mayor innovacién, a saber, un régimen revolucionario social que deliberadamente fue mis allé de la fase democratica burguesa, y que se mantuvo perma- nentemente demostrando ser capaz de generar otros semejan- ‘es. El jacobinismo del afio TI, sea cual fuere su cardcter social, fue un episodio temporal. La Comuna de Paris de 1871, aun- que se traté claramente de un fenémeno de clase obrera, no era un régimen en absoluto y apenas dur6 nas semanas. Su poten- cial como impulsor de posteriores transformaciones socialistas © posburguesas reside completamente en el obituario que Karl Marx hizo de ella, y que tan importante fue para Lenin y para Mao. Hasta 1917, incluso Lenin, como la mayoria de marxis- fas, no esperaba ni concebfa una transieién directa e inmediata hacia el «poder del proletariado» como consecuencia de la cai- da del zarismo. De hecho, a partir de 1917 y durante la mayor parte del siglo xx se ha considerado que los regimenes posca- pitalistas son Ia consecuencia normal de las revoluciones. Bfectivamente, en el Tercer Mundo, 1917 hizo sombra a 1789: lo que le mantenfa vivo como punto de referencia politico, y con ello le concedia una nueva vida de segunda mano, fue su papel en los debates internos de la propia Rusia soviética Termidor era el término utilizado con mas frecuencia para describir cualquier desarrollo que sefialara la retirada de los revolucionarios de posiciones radicales a otras més modera- das, lo cual los revolucionarios generalmente (pero errénea- mente) identificaban como una traicida a la revoluci6n. Los mencheviques, que desde el principio se negaron a participar en el proyecto de Lenin para transformar una revolucion bur- guesa en otra proletaria, basfindose en que Rusia no estaba preparada para la construccién del socialismo, estaban dis- puestos a detectar un Termidor en la primera ocasién (en el caso de Martoy, ya en 1918). Naturalmente, todo el mundo Io reconocié cuando el régimen soviética inicié Ia NEP (Nueva MAS ALLA DE LA BURGUESIA 87 Politica Econémica) en 1921, y acogié ese «Termidor con cierto grado de autosatisfacci6n cuando se trataba de criticos del régimen, y con cierto grado de presentimiento si se trataba de bolcheviques (quienes asociaban Termidor y contrarrevo- Jucién). Bl término en seguida se utilizé contra quienes pro- ponfan Ia NEP como un posible camino hacia adelante en Iu- gar de una retirada temporal, como Bujarin, A partir de 1925 empez6 a ser utilizado por Trotski y sus aliados contra la ma- yoria del partido, como una acusacién general de traicién a Ia revolucién, agriando las ya de por sf tensas relaciones entre Jos distintos grupos. Aunque la flecha de la «reaccidn termi- doriana» originalmente apuntaba hacia la perspectiva de Bu- jarin del desarrollo del socialismo, y de este modo exr6 el blanco cuando Stalin pas6 a las filas de la corriente opuesta de industrializacion ultrarrapida y colectivizacion en 1928, Trotski recuperd el grito de «Termidor en la década de los treinta, cuando de hecho su juicio politico ya estaba hecho pedazos. De una forma o de otra, Termidor seguia siendo e] arma que ‘Trotski esgrimia contra sus oponentes (y de forma suicida, pues en algunos momentos cruciales llegé a ver al politica- mente desventurado Bujarin como un peligro mayor que Sta- lin). Efectivamente, a pesar de que nunca renunciara a esta consigna, retrospectivamente Ileg6 a admitir que él y sus alia- dios se habfan cegado con la analogfa de 1794." La analogia termidoriana, cito a Isaac Deutscher, generd «un indescriptible calor y pasién en todas las facciones» de la lucha entre la muerte de Lenin y el triunfo de Stalin.*" Deuts- 48, Para referencias, véase Botta, I! fenomeno Sialin, p. 138; Stephen F, Co- ukharin and the Bolshevik Revolution, Londres, 1974, pp. 131-132, 49, «Sin embargo boy debernos admit que Ia analogta de Tesmidor sirvi6 ‘mas para nublar que para aclarar la cuestisns, The Workers’ State and the Question of Thermidor and Bonapartism (1935), Londres, 1973, p.31 50. Issac Deutscher, The Prophee Unarmed: Trotsky, 1921-1929, Oxfor, 1920 (hay trad. cast: Trotsky: EI projet desarmado, Bra, Néxico, DP, 1968). hen, “osteasr dd "par 9 Len SPIT “Ss Lepset “dd "pegs 9A “+S -os owisnzedeuog op ugrovsnoe B] ueqezytn TySIEKL sp squat -odo so] ‘a1uaweorfopued ‘o1og 9, urfeg BsIUOD opeuLsE adjoR un uaqes & ‘oumuUnag 9p oYo!Ns{g uN uo aiwaujo.ay1] swsuEd ¥ OASTT af & o1oInl ns oIqntt spouEsy awuepacaid je pupruarcoud ns ‘spur zaa wun ‘oldtoutad [a apsap onbune ‘ewstid ays9 ofeq owsrurpeisa fe £ wrpag v 494 v Oy] PYstoay, o¥doad yg “oud -Puidg un op Uorotiedy vy zwsadso eHragap esaoUes] UOTONIOADY, be] ap osorpnise [a ‘uoToENnIs atuefowes ore “awoLULDIsO] ee amzuN ~qe anb yoystp spur so peysogi] vl # 1oUM Je ue tod vy v reoNp> -ax{> OpIuLiay. ap oporsed [ap nang [v owaUTEAICUIE OH HY -saoyey fOYDoY oC] JOLIAIUR Of ap BISUENSesHOD any OU “(UTTES ap BHOIIA Bf Ses1 PISAOYLY OHSS outod) svaUgLAoS seseUE ap alieut odreno Ja vaio sonbrasyoqoq ep sopeund sou -onbad rod epruarueus EYON] Bf ap OpEyAsas TP az2Ty [end eas -yountg1 ns eooLep SoURLOpHNIA So] v gHIuUEd anb of onj aise & ‘vonirjod vrouasepipur e] Wo owed Uy v OTLUNS PISLOAIAD onepueut ns axiaidsaqoy op pepatrentqm wy seindod ugiow -on ¥ UOLONJOATY Bl ap OUNSEP [2 UERETZUOD soutgooe! soj aonb onnuzed ou sisti9 ap soduran us ojgend fop Lestat Pi A a1q “uvey fg "eaUNU anb aitted souDut EForaL@ O[ 1opod {2 £ “souTqoa -vf so] ofeq osnjour “eqeypanise as Uoronyoaayl vy ap TeIo0s 98eq, re] jg HounZay onfiuy [P Opesorrep zea vun oxTeqUISAp 9s OP “pisy] 19022], Jo “TYSAOEY UNBOg “IOPTULIaT, YOO aTUOpIAS svUL ousstpaqesed jo any “esaouey} Uoranjoaay FI ap SunassiDUUoD So| red ‘aisgy ‘senbraayozog so] TenIoe weIsep [eno vy ap auqUIOU UD “piarqo asepo Bl ap esrede ayqrzia} vy op & oqwexousT vursoduue> ‘eseuu bun ap EIOUaLaTTpUT RY ap oIpaUt ta soanFjod 9p sauoLaey & sodnu souanbad oqeo v ueqeaayt eT ‘Te:puNLU OLUSITETDOS [9 ‘rod 724 81 & WOHITAS UTED VT ap oanyny fo 0d BYR UT 68 visanouna v1 aa ¥TIv sy Leh-d “pay “ts tle“d“pigr zs e1e'cle dd pigy “IG es PSAOLY weMIsIrY grqus9s9 “«gz@] ap onbra -a19]0q [> ua asia9qu02a5 epod svuode £16] op anbIAcyo[0q Ig» Tp ap ound ueqettuoy sauainb vied osnjour oqenouoduut 9 omas0 ‘oazun oprsed ap sopod ap wULaysIs 2.198 O1fNSO4 “TEE -UNUE UDFON[OAaL B] B SopeBanue souvuLY ap epuLg v| ‘opr =m [2 “eysandinq wnSHue v| & vroeooistse vy] equITey O[Os apuop ‘suimasommg 4 sayueraiautoo souenbad ‘syrfnu ap visny efera 2B] onb spur ras ou o1jRsar PIStTEIDOs vALNOUODS BUN ap ezuBLed “89 UI sSojUBZBUSUIE K SEEN UoIOTMIARP sarBIIUE] sp ses -09 sej anb vf ua ‘seqyIpesad se] ap s00d By uoroNy sonbrasyajoq son3que soy vmed “uT[MS op O4LOTY [op pepo PT ap vISNY EI e JOLO UY [RAMI wpa £ vaTMIgUODS BzUEIedse op apoTIed aaazq, un eTLEYDI SO] ap sOd"IgTAOS sesopRAsesqo soy B URDZEI Sat antfOA sour sof “vaqoedsosios wuLLOJ ap Soper “enbuny ze SulsJar ou o1uoAd anb Je X Sasaitrarosuoo spun usa ZaA eppo anb [ap ‘uptONfOA% vy ap ofqufoNtooUT oIMeUayE [a SaIUaLE sns ¥ ofen» ‘rayosinad ap seiqeyed uy “epEpuEUIOD op UNITS -od ua uequysa UoraNfoAar PT ap seotsume soy 1s & tresed anb ena -o1anb 0 ‘resed wpod anb viqes arpeny “sezopepsad sey ap vun ap rqeie. os ‘orpeons owlod [eI & “sanbtaayojog soy ap seontjod souorodo sey ap wun amb spur exe Ou aruTaA SOUR Soy Ua ‘AOyD -BI05 ep wULIOar 9p FORITOd PL ap woLIONSK UoroUMTS] Py oto waa 98 Soy ‘UU B OpuALLMoas vpeoyisn! 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En su obra no se hace patente que sintiera especial interés por Ia Revolu- cidn francesa. Sus referencias histéricas pertenecen esencial- mente a la historia rusa, Asf, la lucha de los affos veinte en la Uni6n Soviética la di- rigieron una serie de acusaciones mutuas tomadas de la Revo- in francesa, Dicho sea de paso, es un aviso ante una exce- siva tendencia a buscar en Ia historia un modelo para repetirlo. En la medida en que se trataba de un mero intercambio de in- sultos, las acusaciones mutuas de termigorianismo y de bona- partismo no tenfan la menor relevancia politica. En la medida en que quienes las defendian se tomaban en serio las analo- afas con 1789-1799, las mas de las veces éstas los despista- ban. Sin embargo, indican la extraordinaria profundidad de la nmersién de los revolucionarios rusos en la historia de sus predecesores. No es tan importante que un Trotski mencione Jo que un jacobino insignificante (Brival) dijo en la Conven- cién Nacional el dfa después de Termidor, en su defensa ante la Comisién de Control de 1927 (ocasién que contenfa una re- miniscencia més profética de la Revolucidn, a saber, una voz, de alarma ante la guillotina que iba a volver en los afios trein- ta).** Lo més chocante es que el primer hombre que establecié publicamente el paralelismo entre la Rusia posterior a Lenin y 57. Bata es la versifn de Cohen, pp. 160-163, tiene més matices. 58, Deutscher, Prophet Unarmed. pp. 342-345, wth Deutscher, Prophet Un i, p. MAS ALLA DE LA BURGUESLA 91 ‘Termidor no fue un intelectual, sino el secretario de la sede del Partido en Leningrado en 1925, un trabajador autodidacto llamado Pietr Zalutsky.” Mas existfa una importante distincién entre Termidor y bonapartismo como consignas. Todo el mundo era contrario a Jos dictadores militares. Si habfa algtin principio fundamental entre los revolucionarios marxistas (y sin duda la memoria de Napoledn contribuyé a ello) éste era la necesidad de una su- premacfa absoluta del partido civil sobre los militares, por més revolucionarios que fueran. Al fin y al cabo, esta fue la razén por la que se cre6 la institucién de los comisarios polit cos. Cuanto menos se puede decir que Napoledn de hecho no traicioné a la Revoluci6n, sino que la hizo irreversible al insti- tucionalizarla en su régimen. Habia comunistas heterodoxos (como M. N. Roy) que se preguntaron: «,Qué sucederd si la revolucién proleiaria de nuestros dias tiene su propio bona- partismo? Tal vez sea un paso necesarion.® Mas estos senti- mientos eran apologéticos. ie Por otra parte, Termidor puede verse no como una traicin ala Revolucién 0 como una forma de conducirla a su final, sino como el paso de una crisis a corto plazo a una transfor- macién a largo plazo: al mismo tiempo retirada de una posi- cidn insostenible y avance hacia una estrategia més viable. Al fin y al cabo, Ja gente que derroce a Robespierre el Nueve de ‘Termidor no eran contrarrevolucionarios, sino sus camaradas y colegas de la Conveneién Nacional y del Comité de Salva- ‘cin Publica. En Ja historia de la Revolucién rusa hay un mo- mento claro en el que los bolcheviques se vieron forzados a hacer algo similar, aunque sin sacrificar a ninguno de sus If- deres. El despiadado «comunismo de guerra» con el que el g0- 39. Bid, pp. 244-245, 60, Roy, Russian Revolu In sns argos soq289 Sof Uo TU MUST 2p soptonpret oUt sofeqEm So x 2tuony wunBunu oproonede ey ou "sSxA WL Sopeun Soper so axe 19 souadx> SO1USIp UoD OpEH|NSUDD 19GEH SEA], HOSOIY Ue OPIO 4B] onb ours}aauoy09 [ap wUOIsTY uo cuadx2 un goyuMHED ef 9 28859 ET "PD ZOS-EBH “gE Ton ,OB6I "BESOIN "S3a0AK PAI227109 26 ep ozM 9p T) YpADEe “esAHEAL IQ TOME LOHIOG™ “C9 onan un one) vjoared ou onb ony tomarasqo as anb sesoo svratt “aad se] op Buf) ‘sepefomde ofen anb sauotanjona: sepedioutsd se] 09 UaIg sp O "USNs UOFONFOARY ef UOD SopIOUAT sou! -sijafered Soaonu QUIRnS ws9oURIJ UOLNjOAIY F] “IOLA, [9p & sourgooef soy ap ‘arredvuog ap € sopmntiay, 2p BIT SEW euosoans werd ns ered wrouaray -al ap ojund outoo wsoouesy ugranjoady el op BrOuaIsIsrad ey A EZLONY Bf BOUOPIAS GR6I-R86T AP ROSOHY [9 UA « :offp goygnd anb ojnopae urn ye we anbune “isyerO0s pepatsos bun ap UpTIoNUIsUOd P| BUOPUEL ap LoFauOTUT wu OM UTE 66 visanowna v1aa yt sy eed Hang “vo4oo 9 opavOANN 29 “ous Sowapod of OF98 L¢61 © LZ 2p uptoenats e| sez vs0d optata osoigny 1s oy>ay 6 oprsuiad Buqely and Of “CeEL 2 oun uo ease pep vps guopueg ue] eapeftondb se ssxn Hed stoma eon : 1uPIsqa ON “Tempers non pumped sg 5 g961 “WOR BAHN TEINS BO] 8D] UD UYAs"] aYSO]Y v sINdas B opEUTTOUL OWvAIS eq “19 -27] anb over ayuaumpenar sq ,y ounuadas vuresp un ap sour] ua equsuad ou ‘«earuoUDra ULOIMNSUOD ef Op sopUOUTEpUNy souoniseno sv] ua o}arpuL ajaueSOpEpIN A penpess «PysiE ~10}24,, U!O9E ap OporptU UNF ALLANO! ap PepIsadaU F] $9 LOI -njoaay exsenu ap amasard oyuawow [9 Uo OASMU aOLU|EAL o-P :giquosa anb aiquioy [9 ‘oFsequis UIG ,4"2TeqaP 0110 op oralgo er1as ‘reyqey osnyour jeury pe A “iquuose wespeduut oj se19 TUISUNDITD Se] OPUUND SOUR SOWIL|N SOP sMs ud dUDLUTEIOSd ~s9 ‘a]UEUE ns U2 aywattTE}Iexa BIgeY anb Or] ‘oUSTPENpEAS Jo £ seueuoronjoaossod sewuojar ap vonyjod vy sod ejusureatsoxi -oad opuurfout any 2s (ootsfod oustyvar oons}salonsvo ns woo audtuats) o1od ‘saquais!suoo tu sowmyy ueso ou UTUOT] ap souOTU do sey Zopeiuose sofour oyonur ozejd ofre] v ood ‘oonseap souats a}ueUNES0ZI0J O[foLIesop 9p OFPOW UN BrOY oprauE|d sed un ‘ue opreunio}stiesy 0 ‘oluo9 of19A souLpod ou osATe o1aq? “2]gentacut #13 orod “uronjoaay v] 9p Ossd0Ne1 UN Ee pnp UIg “] 26] Ue vorUQUOD KONsjOg BAAN Bf OsuINIASUT onb am ‘euersjosd owo9 vursadwues o1um) vyfonaad wy ap uoIsaid Py ofeg "sopsesaoauut ‘oysandns 20d ‘{ sojqusojouur stwoureanI -od weseyqnsas sysp19 9 sauduNFBaz soy anb OZIY PLOIOTA yf ‘SOs “Po SOqUIL Ug “SPISHLIEL SOUTUNID UD UEIOLY OT 18 OUOD eI Tend 9 eueyedso prusta wun owoo werUTep B18 ower “eEdom ns ap osed sowud un owtos oponied oysip ap pepuasne vsoz ~10} PI UoLOIG|OUOD anb soETUOFINJoAad svIseISsMIlE ONY SOs -29 soquie Us onb op ovund jo wisey ‘ourqooel oo1jaq ozronyse [ep wIowaZLoWa ap seonTod se¥oypue sey Woo apuodsasso9 as OZ6T-RI6T @P THATS BONE FL v ATArAargos opnd oanigiAos oUIaIG Vso TISUWN Vv Ia $008 SO7 6 o4 LOS BCOS DE LA MARSELLESA conjunto de decisiones planeadas y acciones controladas por seres humanos, como un fenémeno natural que no estaba bajo control humano, 0 que escapaba a éste, En nuestro siglo he- nios crecido acostumbrados a otros fendmenos de caracteristi- cas similares: por ejemplo, las dos guerras mundiales. Lo que realmente ocurre en estos casos, la forma en que se desarro- lan, sus logros, practicamente no tienen nada que ver con las intenciones de quienes tomaron Jas decisiones iniciales. Tie- nen su propia dindmica, su propia légica impredecible. A fi- nales del siglo xviu los contrarrevolucionatios probablemente fueron los primeros que advirtieron la imposibilidad de con- trolar el proceso revolucionario, pues ello les proporeionaba ‘aygumentos contra los defensores de Ia Revolucién, No obs- tante, algunos revolucionarios hicieron la misma observacién comparando la Revolucién con un caiaclismo natural. £ oo1Soy ojuarUNaNs fa owio9 unqeiapistios seystxieut ap wioceur Hy K unser] anb 0} rez -uvoye vied “Osaooid un ap ours oTuaTUTZaINON UN ap LATE 28 QU anb any BIIa op VOIvORS XIX O[BIS [ap Sax0PEATESGO SO} anb ayuyodunt spur wor299} B] “OySIA SOWLDY OWIO-) “PssouRI uotonfOAay BL ap BLOISTY vf US :eLIONSTY LE Ha EqEAodE os URI Ue) BSA UOTONTOADY PT ap OmMNy Jo Va UIUATT ap 25 vy OB ~uauntg -p1 fe ueqruyuod enb «seursedumo sauorowsTtUT}> sey ueE seyo -anjsa upno & “rezuvav ap sepepriqisod sep wera seiowar spur o1ueno ‘sepeynoyrp set uersared af anb sapuvss of souredas anb ap sesad v ‘ozejd Burj & soanatgo sns & UoIonjoaay E 9 aj ns vresasdye ow anb sesodsa wiqeo ON 2."«(S9qTeIap wera ofany apsap [erpunu REOISIY E] ap ests ap ound ya epsep) offostesap [ap Sa[TeIep» wera soseoonar A sauorvtasap se -s9 anb ua anstsul sod 0 ‘ BaTUIQUOTY ROHJTog BABY Bf ¥ OsTEMAT snow T-Isaugl ap zed e| seu) eaterorur erdord sod oysay sourpyiqey ou anb £ za9eq soureqeisaiap enb sesoo sey anb sourgyuiay anb sowLqnosep ‘ousng “EzéT ue mua] a1ueze -ofe Jo BquIOIP ‘tere e| souTETOTUT “(«aIOA UO sind Je aTeFua,s uo») «raspy anb eq onb of 24 98 ofany “TITBIRG ET RTT as osaUtnig> cugafodeyy ap euntxpur esourEy FT OID “wseoURT OID -nfoaay BI 9p opojied |e sul zoa kun wroLUMOe UTUAT “EEE -wouyuoo [e anb oAneoyuts sy “oMIBns By aouefig ‘uoIoNy ~OAaI By ap [PUOUINSAI OWWaL OsOLTEA uEI HasMNsUOD anb SEE -ouraur se{ wa ‘opuens peprtiqisod se p asreyuarzue wind oper vissnoung Vga YTIV sy tL Por22qo9 “LL6T 9p a1qM2e} «ounuPsBoLs sea aH! 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Todas ellas fueron fases del complejo y contradictorio proceso de crear el marco permanente de una Sociedad burguesa en Francia. ;Por qué no debja Lenin pensar en 1923 que la Revoluci6n rusa también serfa un proceso largo, con dificiles zigzags y retro- cesos? Es imposible decir, después de setenta afios, la opinién que sobre este proceso tienen los observadores soviéticos, Babel de voces discordantes que por vez primera desde la Re- volucién tienen ocasin de salir del pafs, todavia no puede analizarse historicamente, Sin embargo, una cosa estéi clara. La analogia con la Francia revolucionaria sigue viva. Dada la historia de la Unién Soviética, seria extrafio que no fuese asi La propia historia de la Revolucisn esti siendo reconsiderada, Podemos dar por seguro que Robespierre serd un héroe bas- tante menos positivo en la nueva historiografia soviética que en el pasado. Pero en el bicentenario de 1a Revolucisn france- sa, hubo otro paralelismo que sorprendié a los intelectuales de la Rusia de Gorbachov cuando el primer Congreso de Diputa- dos del Pueblo, clegido por genuina votacién, abrié sus puer- tas. Fue como reproducir la convocatoria de los Estados Ge- netales y su transformacién en la Asamblea Nacional que se ablecié para reformar el reino de Francia, Esta analogia no es més realista que otros intentos por ver el modelo de un contecimiento hist6rico en otro. También se presta a distintas Jecturas, en funcién de la corriente politica a la que pertenezca el lector. No es preciso estar de acuerdo con la versién de un -formista demécrata que, cuando a mediados de 1989 su fac- cién no recibi6 suficientes votos en el Congreso de Mosets, escri- bid: «Hoy, cuando los acontecimientos acaecidos en Francia doscientos afios estén en nuestras mentes (y Gorbachov ‘a declarado que la perestroika es una revolucién), me gusta- 'a recordar que el “Tercer Estado” también lo constituia una tercera parte de los diputados, pero que fue ese tercio el que se MAS ALLA DE LA BURGUESIA 99 convirtid en la auténtica Asamblea Nacional». Sin embargo, no puede rendirse mayor tributo a la supervivencia del. sign ficado politico de Ia Revolucién de 1789 que el de seguir ofre- ciendo un modelo y un punto de referencia a quienes desean transformar el sistema soviético. En 1989, 1789 sigue siendo mis relevante que 1917, incluso en el pais de la Gran Revolu- cign de Octubre. 3, By mayo de 1089), p. 1, En realidad Ambarzumov estabs equiv ter Eotado tenia ds diputados por cada uno de los de fs otros dos estados, y de este “odo constitua Ja mitad del total de la asamblea. Tal vez esto sea un signo de que, ‘que fa memoria de la Revolucién francesa siga viva en tSrminos generaes, se vaiado el detallado conocimiento que antes se tenfa en Rusia dela requopesop ap owsodoad Jo uesuoy K neogeNA| w12 20194 ns on -1od uvgnduysip 08 ‘gpgT ap uOTONTOADY vj ap sesadsta wo sou -OUITJOA SOBA Ud PLIOISTY vUN goITQNd “(69RT-N6LT) SUT “| ap asuoydty ‘oonyjod < osnupuio! vieod osjnsur enbune osourgy un sousinb aiqos ‘soumpuon3 0 ‘soperapour sayexeqt] S0"] ‘SOISUy SOMOS URJONT sEISIUOAEIOrd sOAND BOOds ap HUNRIP n OOD BSOpUpl[OLIUsap gINdIS ‘soUTaqes uaIq oWIO “eso ~ureay vonsfod 07] “esneo ns ered aivarusatos opour un ap soue S89 9p BHOISTY B] AwIoUdOVUT o “vyIa ap cued rerow.aUET BEEP -od ‘saropearosuoa So] ap ugrodaoxa # ‘odnsd rembyend ‘ouepepntc) [oP { anquuoyy [ap soyDa19q So op ugIoRIEID9q B < BITNSER PT OP pUIO} BI ‘SoTBIBUDF sopEIs] SO] ep BLOTRDOAUOD kT TOD O7UaLL 09 anb wpeogp wimeUIpuoesxa BI Ua SOsTSOOUE SNS HOIOLATH “et NPRIDIP By OWNOD (19NY aNb WOISTOA BI Ue) EIDeIDOUTOP FI OWE) ‘openreroord Jo ‘oitawerousiod sous je ‘outs zsanZing vf o1te} “21908 UOFONTOAdL BI OWOD OUISTTEIDQH [2 OU] onb La opeiseutop opnsisut viqey as BURN “6BL] B UOFIINZIs onb sour So] ap viouatradxa py eliuuise ‘olaInsIsuos sod ‘¢ vororut -o} B[ sauaInb & £ soutgosel soy ap pire spur ezeAaT| sey enb wor -njoaas wun uoswasap soudinb v Opestpap pIse opundas |e “Us -2ounyy UOIONfOADY Pf B SvIORA OAMIgO KIX O[BES [Op [eADqH| HIS -onBung vy anb o] euREEXa o1qy| a1so ap oymydes 1oUrAd [5] OYLO V OINVN3SLN39 NN 30 302 LOS ECOS DE LA MARSELLESA Jos excesos del jacobinismo. Cuando estall6 Ia Revolucién, Lamartine hizo todo lo que pudo para echar a un lado a los r divales izquierdistas y mas tarde para suprimirlos. La corriente republicana principal, seguidora de Michelet y Auguste Com- te, eligié a Danton como su héroe. Los revolucionarios re- publicanos izquierdistas tomaron primero a Marat y luego a Robespierre como su hombre, a excepcisn de los ateos mas apasionados, quienes no podian tragarse su defensa de un Ser Supremo. Se ha sugerido que la identificacién de las grandes guras de la Revolucién con posteriores y amargamente en- frentadas posiciones politicas hizo imposible que Francia de- sarrollara un culto a los Padres Fundadores, como sucedié en Estados Unidos. Que yo sepa, ninguno de ellos ha aparecido en los sellos de correos.’ Por el contrario, estas diferencias no fueron significativas para los bolcheviques rusos, siempre y cuando las figuras his- \ricas fueran suficientemente revolucionarias. Ni siquiera te- nian que ser ancestros del socialismo, Cuando los bolchevi- «ques tomaron el poder en Rusia, Lenin consideré que era im- portante educar politicamente @ una poblacién en gran parte wnalfabeta y para ello propuso, en 1918, que se levantaran imonumentos dedicados 2 distintas personas que merecfan el reconocimiento de la Revolucin en lugares visibles de las ciudades, especialmente donde los soldados pudieran verlos, junto a lpidas con breves biografias. Naturalmente, entre es- as personas se contaban comunistas y socialistas (Marx, En: gels, Lassalle), radicals y precursores rusos (Radischev, Her- zen, Perovskaya), libertadores en general como Garibaldi, y poetas progresistas. De los personajes de la Revoluci6n fran- >sa, cuya importancia destacaba, estaban Robespierre y Dan- fon, ambos no socialistas, y en cambio (hasta donde yo sé) no ion (Cambridge, 1988) DE UN CENTENARIO 4 OTRO. 103 hubo ningtn Babeuf. Para las intenciones de Lenin, los revo- Iucionarios victoriosos, por breve que hubiese sido su vida, eran claramente mAs importantes que sus posiciones ideoléai- cas. Seaiin parece, esta conmemoraci6n de los revoluciona- ios franceses como ancestros de la Revolucién de Octubre fue un breve episodio. Muchos monumentos desaparecieron debido a que, por razones de rapidez, se autoriz6 a los artistas a producir sus esculturas en yeso y terracota, a 1a espera de po- dar fabricar obras definitivas en bronce o mérmol. No obstan- te, un relieve de Robespierre, realizado en 1920 por el ereador de los monumentos a Robespierre, Danton y Herzen de Le- rningrado, todavfa existe como una muestra del legado que se ha perdido. A propésito, la Revoluciéa francesa no parece Souptir un lugar importante en la iconografia y 1a toponimia posteriores de la Rusia soviética. En resumen, todo el mundo tuvo su Revolucién francesa, y lo que se celebraba, condenaba o rechazaba de Ia misma no diependia tanto de la politica y la ideologfa de 1789 como de la propia situacién del comentarista en el espacio y el tiempo Esta refracci6n de la Revolucién a través de los prismas de la skit plan ‘monumentalaci propagandy" i peryye ‘pan fatoriya Russkogo Isskussiva, vol. 6, Moscii, 1957, ond ropia de La ciudad del sol, de Po nase Campanella. Para un versinTesumida en inglés, vease Christine Lode Ransian Constructivism, Yale University Press, New Haven, Conp.,. 1983, pp. 53 Ben’ Suigatev, «5. Konenkov i menumentalnays propagandan, Sovietskaya Skul see Mloseis 1976, pp. 210-223, contiene detalles de c6mo se establecis la lista de sac tesentay sei tomas més importantes y una fotografie de Lenin descubri 1g eonsnkov Stenka Razin en la Plaza Roja, Entre 1918 y 1921 rentos en Mose y quince en Leningrad. Sovietskoe Isskussrvo20- '988, Kimina 41, reproduce el relieve de Ro~ pespierte obra de Lebedeva. Par otis insigenes de los monuments de 1918, yéase Toodien Constractivism, Istoriya Russkogo Isskusstva XI, Serdzom Stushaya Revo na: Istusstvo Pervike Let Okejabra, Leningrado, 1977, y Shagi Sovietov: KE ra pishet istorigu 1917-1936, Mosc, 1979, donde se reprodacen instant rneas de noticiarios contemporsineo. pt pp. 23-53, donde se dice que Ler vantaron vei ‘6-8 (est ap onl 2p pt) oun YOK MAN *S wapiay eplogal ua Brouarsisas wulol ap zesod w ‘A Sugroee Ey ap ou OWWO9 Dsazjasinpy V] KeBOOSO Te K [eUOITRN BISAHL BI Ue oFfMl DP $1 [2 sAUAAUOD |v UOTONJOAAY ¥] Ap sorapaxay] ua arauP -viaqyfap opiStz9 uesqey as Santas Lmp sng “xrx OfBS fap BIUaras so] ap epeagp B] ua wioe.oUIap wun worgndar wun J9s OFS vioursg epeatid pepardoad vj ap uprseastyuoa ef ax OTSIS Jap esanfing pepetoos ey ap BllpEsad arqusoy spur Pf Ua OSNIOLY © (saiwapisip so] ap uolonaasiad P| ‘nI9ap se) uptoduosord ey uo ‘J0419} Jo Us anb spwu “uOISNosIp P| EIpIsar Ose Uy "eAOPIDOUL -op BL ap ours yINbsevOW Bap Orfspdosd ¥ any ot oLPUAIUAD jo 10d epenosns eisi2Aonuo9 1odeutt Bf “sopoUr SOpOr aql “oiprorBa1 ep uotoesqayao By arue sajqudeosns Knur wera sopeisa So] URgeuiagos souainb ‘oanous aise rod asany ojos anbune ‘X jesiatun spur ourigog ap pussos ey opuars ueNs 228 se|MbmeUvow se] BIUEPIOS oLaJsTULaY fap BxANY “AVLTRISGO oN ‘SouzouoWOUTE] so] ap siUoUNPPIAdSa ‘ampeL ap solo soy aque amuosad vied opensape sowaur ojdusals [9 oto oust -iqooel 12 O14 ‘IME UAIE] U9 BLOISTY ap sasepD EqEP anb ‘(a1 -uapisozd oxniny) WOsTIAA MOIPOOA, BISIPLISe Uang o1ed U9AO! Jo ‘oSrequio wig UASIp ap TEP operseurap euUsTeH v] ap oy ay UNBUTU J9qRY BIPod OU SUFEg Woy, £ Snaxeser] BIA ESeaUELy UOTONJOADY vf Woo vpEyNoUTA £ UOLONJOAal BL ap EPIORU vo -yqndoy vun erg eyAseg P| ap LUO} k| ap OLTRNATUAD [> IPAQ -o]a9 wavd SemeIso ss eqeIOIP YOA BAsMN! apuOp ‘sopnty, sopais so] uo ojdwafa sod ‘opnioxcnuos ojwarunsaiuose un ony ouUD|UGO [9 apuop sasfed oqny ‘anuaUTEINEN FOMBUDTUDN [OP UOTIBIGD|99 Bf ap Sa[e!O!JO SOIse SOT ap oued seuui0y 9p ofap ugioemnaneu ns anb ound ja eysey “«uorD -TJOADY B[ VOD sopHOUrA soUTUT sEUT sns Oprprad BY UOY>ISOd =x P[ ‘[ostog fe OWS} [2 ‘1199p sa] o1afuENXe fo UD OMIOD ESRD ud o1UR OpHUDS UoNg Jap eoUANYLT vy ofeq ‘atu=ALUTENPEID> ol LO V ORIVNINAD NA aa BEd (GR1 op oXbM ap +) Some ay “¢ Aopey[iouo9 OUOI UO SUT ZA BUN “QLTYET SILL], aY.J, OWOD [PL “K sosaouas soy a1g0s uptsard wyorafa as anb pow aq “(TeUOID -PUIOTUE BLISS v OpIOUOD SEU BIOURE Op OTOITPA Jo Opusts aniis “[ayyrg euoy, ¥ ‘ooneUIa|quie spus oyoUIMUOUE ns anb opap ‘upeaeysap aiuattqetoadsa vun) [euoroeurarm ugToIsodxa Teniqey soouoiua vy Hoo outs “sop o vmMOUTOIE9 BUN LOD OI9s ou uoIoepUNY ns ap OLEUAIHDD [a IHsqa|O9 OuATU RseOTR VD -randay yf ‘sptopy ;'sourqosel soy # ugroegoide ns msaxdxo vind efouasaad op 0192 uesat9Ty ‘svoseuOUE sns ap sapeuosiad sajuequasaidar ap uofaipuc ns vpep ‘sazopelequsa soy anb asesodso vypod ou ‘rotrayut o8uex ap soanpwoydip v opuunsar roqeyj anb wuupuon as ab spur tod ‘ouneuaruco Jo eIqayaO ® UE -e¥au 9s ou ofsay ap YT “O6LT UO vylnseg P| ap euior vf 2p ouesIoAtue Jed [e OpHsise UPIgDY sasosaaapaid sns anb aiuauresrewm eqereues sway 97 anb “une (uoronjonay P| ep oFdgoursd yo reTEUDS wmed eprsaye) soyer -auap sopeisg So] ap HOISes B] ap oMEsTaATUE Jap UOTDEIGA|9 Bye IMsise v aquaUBANTATUTIS uOMTau as (vIOURLY Ordaoxe setousiod sapuer’ sp| sepor ap ‘Hoap so) euMIarg URI A wr -puNoTy BUSuNEL-RENSTy “ePTY “eIsMy] ap saiopetequis sor] “a -waUTPUOIOPUTATUT OMIOD TeUOFOKHE O}UEY ‘eUBUIpIOENXA voHITOd ugise20 vun ea ejjanbu enb ap epnp sows vy exua} axpeny “6881 U9 opemgo|a9 ‘oLIBUBTUED JOLUEIG [9 osnfour 06861 @p oleUOLoNTOAar OLMUDIUDDIG [9 UOIApO anb sort} -voo 4 sareqap So] ua atuated oz14 as ovatus OYDTP “soU!a! -2 OWOD ‘ofnusdva aise ap ruta ja sa vauEroduauoD vorsfOd Ysa TISSNYW VT ad $094 SOT +01 106 LOS ECOS DE LA MARSELLESA. 2 Robespierre, cuyo nombre siguen Heyando unas cuantas ca- ies de Francia, la Replica no rechazaba la herencia jacobi- na, De hecho, en 1887 eligid a un hombye que llevé uno de los grandes nombres jacobinos a la presidencia (el nieto de Laza- re Carnot, el Trotsky de los ejércitos revalucionarios), aunque por supuesto, el logro jacobino de ganar supremacfa militar era el aspecto menos controvertido del régimen. El centro y la izquierda estaban de acuerdo en esta cuestin, de ahi que los grandes personajes del afio II, sepultados oficialmente en el Pantedn en 1889 coincidiendo con el aniversario de la aboli- cién del feudalismo, fuesen tres hombres de armas, Carnot, Hoche y Marceau.’ Aun asf, aunque el centenario oficial evitd cuidadosamente rememorar las fechas més controvertidas pos- teriores a la proclamacién de la Reptiblica el 21 de septiembre de 1792 y se centré (como hizo el segundo) en los tres prime- 108 meses de la revoluci6n de 1789, tampoco lleg6 a repudiar ninguna parte de ella, El tinico acto historiogrifico de la Re- publica en 1889 consisti6 en recaudar fondos para una edicion nacional de la Historia de la Revolucién francesa del jacobino Michelet. El municipio de Paris, entonces mas radical, fue mas Jejos: erigi6 una estatua dedicada a Dancon que todavia puedé verse cerca de la parada de metro del Odéon, en el lugar que ocupaba la casa donde fue arrestado en 1794. El jacobinismo era la parte més delicada de la revolucién y en 1889 jacobinismo significaba democracia. Por eso, aun- que los socialistas y otros revolucionarios sin duda estaban a su favor, y aunque la Segunda Internacional se fund6 en Paris ea 1889 (completamente consciente de la fecha y del lugar), el socialismo, durante la primera mitad de 1889, sélo fue una fuerza politica importante en Alemania, Pronto Ilegarfa a ser- 6, Pascal Ory, eLe Centennaire de la Révolution Frangaises, en P. Nora ed., Les Lieus de mémoire, vol. 1, Lo République, Parts, 1984, pp, 523-560, para estas ¥ [DE UN CENTENARIO A OTRO 107 loen Francia, pero después del centenario. La democracia era lo que preocupaba a los observadores. i Existe una gran diferencia entre el primer centenario y el segundo, Excepto en lo concerniente ala democracia, los libe- rales izquierdistas vefan la Revolucién como un importante acontecimiento histérico, cuyos principales logros se juzgaban en conjunto positivamente. «Los principios de la Revoluci6n francesa -escribié un autor en la Contemporary Review se han convertido en un bien comtin del mundo civilizado.» Que al recordar la Gloriosa Revolucidn de 1688, escribiera: «cubier- tos por formas hist6ricas fueron ingleses mucho antes de con- vertitse en franceses» s6lo demuestra que los aprobaba.’ El historiador liberal catélico lord Acton, que fue catedratico en Cambridge durante la ttima década del siglo pasado, pensaba que la Revolucién sefialé «un inmenso paso adelante en la marcha de la humanidad, algo con lo que todos estamos en deuda debido a las ventajas politicas de las que hoy goza- mos».® Un liberal inteligente y preocupado, Anatole Leroy- Beaulieu, convocd un banquete de centenario en el que diver- sos invitados extranjeros dieron sus opiniones, generalmente criticas, sobre la Revolucién. Pero Jo sorprendente del caso fue lo mucho que aceptaban de ella.’ Naturalmente, el invita- do norteamericano declaré que si alguien habfa inventado la libertad, se trataba de su pueblo y no de Francia. El invitado briténico, supuestamente un baronet liberal unionista de la fa- milia whig, declars exactamente lo mismo. El alemin se feli- citaba a sf mismo de que su pais no hubiese sufrido una re- 1888), pp. 52-73, ‘8 eLord Acton Lectures 0 ire de 1789», en A, Leroy-Beauliou, La Revo! p. 1-84 quips “eaoue wapoyy pu uO “Maprat “LL 22g "4 Soue UatD Soup SO| op OIE] OF ¥ feNPIA osUOdsap UN ep o1q oy mayday ySanquipg eawvout ue oonspsp souatA oFfe UEyUAL oysey 2p ‘pepyetay e| w A auSues ap somtarumeumeap soy v asm -ayor vaed somtqonel que sasorLiosa Sof ap SOIgeL SOT E "erDUANDaIy Set] O| & fespnoe vybuoup eageyed e] opuens anb xeuodns ages anbuny ,,"oorpisowap owssigos un ap sordrounsd soy ua ueyioosap ¥] 19 Banstod uo1929] ayuCOdUUT SPU Ns “AURE, ap 601 ‘O¥LO ¥ ORYNALNAD NO 3G a 1 ot Igy [ep Oo4H0 ono UpBas ‘orDaja UD X ,1"« unas o1dioud ja» wx [waL OBMUOLE [> “IOI, Te sepeaiigo setouarayea sey oqny onbunv o1og ,oUurstuiqooet [9 tuoo equoynuapr as anb purstut e| ap zejndod ojwaurayp fe opiqap unsoey o] (narsay yRorquaps vy vqeuU]| Vf OWIOD [eI ““UOIORIOA -al ap soue warp uoramnits anb ev 68L| Ap ajonseeS epuswaN ep) ansesop un v9 UO!onjoaay Bf onb unqusuod sousin?) onTOAIY ef ap sotdtoutid soy ap ‘awuapr9oQ us soudLE Te “et -auio® uoroesdaar ef uetuwaus narnvag-Ao1a] ap SOPEILAUE SOT > sby “uatunsas ug “auaUeAIscons Ise A “syed ns op TreUEAAE PL U2 UOLINg|s}WOS Bf 10d oyNqu ns URgeaed onb odwan [e ‘PoIsp|9 UORIpEN ef e BloUaLAJaN VOLaIOIY ‘ouaLIOS -uaptaa ‘soSoud sor] ‘tUBr[eN UOLoTpEN vf Ud saquasaid uvquise 2 anb soqwauraja soyetu So} X souang so] ax1ua tu29sIp odns ‘orsondns sod ‘anbune ‘seusapour sapepyfeuoroeu se] ap uoIo -onmjsuiosar B] ¥ X OWUAIUTaIOSTY fe UOLONJOAY ef ap uOTONgUT -wo9 ef OUIE]De OUeTTEH [Z{“Sesaouey go} P var}Dvad Uo 1O¥Od O1 -sta Joqey uejai9 aonb sordioutid soy op sepmqutt uesngos svis9 anb v eigap os ‘ueqeUN[oe e| vruRWOTy ap soTuatU SopULIE se] SA cuRUOR u OffoTesap [a aperajace PIgEY UOION|OA -24 2] anb grsouosar enibune ‘oplos v seF9q] opnd an 1Ax ozs [ep euysadumes vsion vy opensny asaiqny onb op £ ugtonjoa WSHTIESUVIN YI 3a SO34 SOT 801 110 LOS ECOS DE LA MARSELLESA Las notas de histeria de estos ataques pueden parecernos exageradas, especialmente dado que ni siquiera los antijaco- inos mas Figurosos negaron (en esto se diferenciaban de los antijacobinos de 1989) que la Revolucién habia sido positiva para Francia, Habja , p- 745,

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