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Apuntes acerca de los estudios de masculinidad. de la hegemonia a la pluralidad Rodrigo Parrini R. 1/ 4. De la costilla de Eva: el surgimiento de los estudios de masculinidad. La historia de los estudios de masculinidad se sittia a contrapelo de los mitas biblicos que sefialan a la Mujer como nacida de una costilla del Hombre, para que éste no se sintiera tan solo en medio de la Creacién. Aqui, en esta pequefia historia que podemos relatgr, Addn ha nacido de la costilla de Eva; ella tiene una preeminencia temporal ¢ intelectual a la que aquél se debe plegar y con la que esti en deuda, Son las mujeres quienes pusieron en el tapete politico y tedrico la diferencia sexual como una dimensién constitutiva de los ordenamientos sociales y de las tramas culturales construidas por los seres humanos a lo largo de la historia y en toda formacién social. El sexo, antes que el xénero, es el punto de partida para pensar aquella dimensién que ordena los mundos y los distribuye segtin una polaridad entre lo masculino y lo femenino a nivel simbélico y entre hombres y mujeres a nivel relacional; y lo fue porque el sexo era destino de las mujeres, su mas prematura subordinacin, asi como su primera obligacién. Recordemos los relatos freudianos que narran cémo la mujer se convierte en tal s6lo mediante renuncias y pérdidas consecutivas, en una escala de degradacién pulsional y simbélica que la conduce, finalmente, a asumir su estatus pasivo, su lugar de exclusién y silencio. Todo aquello en base a la diferencia anatémica, la divergencia corporal entre hombres y mujeres. Se puede seguir a la Beauvoir en su impugnacién de una metafisica del cuerpo la anatomia no ¢s un destino"-, pero antes es necesario considerar que dicha metafisica ha funcionado y funciona: a tal cuerpo o marca corporal, tal destino, cierta subjetividad, determinados deseos. A las mujeres el sexo les molestaba, las constreiifa y, muchas veces, las remecfa. Ese malestar, esa fractura entre la vida personal y la social, entre el mandato y el deseo, entre la heteronomia y la propia determinacién, fueron el sedimento secular de un impulso politico, ético, estético ¢ intelectual por re-pensar lo humano desde la experiencia de las mujeres, impugnandole al Sujeto Universal Masculino su derecho a arrogarse las funciones de portavoz. de toda la especie. Sin esa irrupcién, que des-cre de todo lo que se ha seftalado como inconmovible y que re-crea o intenta hacerlo la historia, el arte, la politica, los afectos y las instituciones, no serfan posible los estudios de masculinidad. Podrfamos aventurar que dicha irupcién obliga a sentir un malestar colectivo con respecto al sexo, ya no sélo circunscrito a las mujeres - 0 a algunas mujeres- sino que diseminado en los vinculos sociales, en las leyes, en los aparatos estatales. Ser hombre deja de ser un dato de la causa, una obviedad recurrente, y se constituye en un signo particular, en un factor singularizante. La diferencia sexual presiona repetidamente cuando se habla de familia, de sexualidad, de trabajo o de educacién. Se ha iniciado un proceso, que se puede catalogar como irreversible, en el que la diferencia se instala como un horizonte constitutivo, como un referente cultural y politico enunciable, en el que los hombres son sefialados, tal vez a su pesar, en tanto tales, en tanto anatomia y destino, El Sujeto Universal supuestamente neutro, pero profundamente masculino, cojea y se tambalea en medio de las batallas por el aborto, el divorcio, contra la violencia sexual y doméstica, por relaciones familiares igualitarias 0 acerca de las propuestas estéticas de un museo © la escenificacién publicitaria del consumo. En esa fractura, en este descentramiento se fundan los estudios de masculinidad, que asumen el desafio te6rico y empitico de investigar la masculinidad como una construccién cultural especifica y a los hombres como sujetos particulates. Insistamos en que atin en los textos constitucionales el significante Hombre responde por todo lo humano. En los escritos de estos estudios, dicho significante apenas da cuenta de ciertas subjetividades, de algunas pricticas y determinados sentidos; a la vez que niega 0 impugna cualquier universalidad, toda representatividad genérica. Citando a Foucault podemos postular que el Hombre ha muerto, y que en su lugar han nacido una multiplicidad de hombres y una diversidad de masculinidades. De la mujer al hombre, del sexo al género. Desde esta perspectiva, los estudios de masculinidad significan una profundizacién y ampliacién tanto de la categorfa de género como de los estudios que trabajan con esta categoria, Si el sistema de sexo/género, que tan productivamente propuso Gayle Rubin en su famoso ¢ influyente articulo sobre el "tréfico de mujeres", se define como "el conjunto de disposiciones por el que una sociedad transforma la sexualidad bioldgica en productos de la actividad humana, y en el cual se satisfacen las necesidades humanas transformadas" (Rubin, 1996:37), el estudio de la conformacién y operatoria de dicho sistema, que ha sido ampliamente citado como "sede de la opresién de las mujeres, las minorias sexuales y algunos aspectos de la personalidad humanas en los individuos" (ibid), requiere un acercamiento a la especificidad que adquiere entre los hombres y en Ja mascplinidad. El sistema supone hombres y masculinidades, tramas relacionales entre los géneros, conflictos y disputas, pricticas y actores que lo producen y reproducen. Los estudios de masculinidad responden a la necesidad politica y tedrica de reconocer y especificar las dindmicas de este sistema y sefialar el modo en el que se configura como masculinidad. ‘A su vez, otra definicién clisica del género, que aporta Joan Scott, indica que aquél "es un elemento constitutivo de las relaciones sociales basadas en las diferencias que distinguen los sexos", agregando que es también "una forma primaria de relaciones significantes de poder" (Scott, 1996:289). Nuevamente nos topamos con el mismo requerimiento: {c6mo se insertan los hombres en estas relaciones sociales?, ide qué modo la masculinidad sostiene las relaciones de poder?. Constatamos que el paso de los estudios de la mujer a los de género, ocurrido en los aifos setenta en la academia feminista norteamericana y luego en el resto del mundo, Hevaba en sf mismo el germen de los estudios de masculinidad. La apuesta relacional que ponia en el tapete la noci6n de género, la impugnacién de los esencialismos de todo tipo tanto femeninos como masculinos y la bisqueda de comprensiones complejas y contextuales de los fenémenos que afectan a las mujeres, las razones de su subordinacién y condiciones de desigualdad, condujo a un interés creciente por la masculinidad y los hombres como componentes cruciales y decisivos de las relaciones genéricamente determinadas. Podriamos visualizar el discurso feminista, 0 de los feminismos, como un intento insistente, penetrante y cuestionador de develar a los hombres y a la masculinidad, Una parte del pensamiento que se elabora en torno a la condicién de la mujer es una cita en el sentido de intertextualidad a la condicién de los hombres; lo que se enuncia en lo femenino de algiin modo se remarca en lo masculino. La pregunta por la mujer deviene en una pregunta por los hombres, la interrogante que se abre acerca de los femenino permite inaugurar una pregunta por lo masculino. Los estudios de masculinidad se pueden metaforizar como réplicas del terremoto cultural que significé y significa el feminismo en los ordenamientos genéricos de muestras sociedades. 3. Todos para uno y uno para todos: los estudios de masculinidad en el mundo. A partir de los afios setenta en el mundo anglosajén se inician los primeros estudios sobre masculinidad, Ellos se insertan dentro de un movimiento més amplio que responde a una preocupacién creciente por las probleméticas relacionadas con los hombres y Ia masculinidad y que involucra a cientistas sociales, artistas, consejeros y terapeutas, entre otros, Esto da pie a una multiplicidad de perspectivas y metodologias, entre las cuales Kimmel (1993) distingue tres: la reflexién hist6rica y antropolégica, los estudios sobre Ja relacién entre masculinidad y teoria social y la corriente mitopoética Las dos primeras responden a intereses académicos, la tercera es una corriente que se vincula con el desarrollo personal de los hombres y su autoconocimiento. As{ mismo, Clatterbaugh (1997) distingue, segiin la orientacién ideolégica y politica, una perspectiva conservadora que sostiene que la masculinidad es un atributo natural y/o divino esencial a los hombres y fundamental para la sobrevivencia de la especie humana; una perspectiva profemista, que adhiere al programa politico del feminismo y utiliza sus herramientas te6ricas para comprender a masculinidad; otra que denomina de los derechos masculinos que asume la defensa de los hombres frente a los costos psiquicos y sociales de la masculinidad; agrega una perspectiva espiritual que se preocupa del desarrollo interno de los hombres, utilizando recursos de los psicologfa Jungiana, humanista y transpersonal y de diferentes tradiciones religiosas y espirituales, sumando elementos de la critica contempordnea a la masculinidad para reivindicar una nueva masculinidad, arquetipica y esencial; otra perspectiva socialista que acentiia la relacién entre masculinidad y estructura de clases en el sistema capitalista patriarcal; y por tiltimo refiere una perspectiva que denomina de la especificidad y que aglutina los estudios que reflexionan en torno a la masculinidad a partir de la pertenencia a una minorfa sexual, racial o religiosa. 4. Un hueso duro de roel ‘1 modelo hegeménico de masculinidad Diversas investigaciones sobre 1a construccién social de la masculinidad, realizadas tanto en Chile como en Latinoamérica, plantean la existencia de un modelo hegeménico de masculinidad, que seria un elemento estructurador de las identidades individuales y colectivas en nuestro continente (Fuller, 1997, 1998; Valdés y Olavarria, 1998; Olavarria, Mellado y Benavente, 1998; Viveros, 1997; Ramirez, 1997; Leal, 1997, 1998; Gutmann, 1997, 1996). Dicho modelo contiene una serie de mandatos que operan a nivel subjetivo, entregando pautas identitarias, afectivas, comportamentales y vinculates dificiles de soslayar por los sujetos involucrados en el modelo, si quieren evitar la marginalizaci6n o el estigma. A la vez que otorga materiales simbdlicos e imaginarios que permiten la conformacién de una subjetividad, prescribe ciertos Ifmites, procesos de constitucién y pruebas confirmatorias que la determinan, Segiin los mandatos del modelo hegeménico de masculinidad un hombre deberfa ser: activo, jefe de hogar, proveedor, responsable, auténomo, no rebajarse; debe ser fuerte, no tenet miedo, no expresar sus emociones; el hombre es de Ia calle, del trabajo. En el plano de la sexualidad, el modelo prescribe la heterosexualidad, desear y poser a las mujeres, ala vez que sittia la animalidad, que seria propia de su pulsién sexual, por sobre su. voluntad; sin embargo, el fin witimo de la sexualidad masculina seria el emparejamiento, la conformacién de una familia y la paternidad, El modelo hegeménico se experimenta con un sentimiento de orgullo por ser hombre, con una sensacién de importancia, Moralmente el modelo indica que un hombre debe ser recto, comportarse correctamente y su palabra debe valer; debe ser protector de los mas débiles que estén bajo su dominio nifios, mujeres y ancianos-, ademés de solidario y digno (Valdés y Olavarria, 1998:15-16). De este modo, el modelo encamado en una identidad "se transforma en un mandato ineludible, que organiza la vida y las prdcticas de los hombres" (ibid:16). La nocién de masculinidad hegeménica, que fue acufiada y desarrollada por autores anglosajones (Connell, 1995, 1997, 1998; Kimmel, 1997, 1998; Kaufman, 1997; Seidler, 1994), es definida como “una configuracién (...) que encarna la respuesta corrientemente aceptada al problema de la legitimidad del patriarcado, la que garantiza la posicién dominante de los hombres y la subordinacién de las mujeres" (Connell, 1997:39), tiene como atributo central la heterosexualidad; de modo que se prescribe pata los hombres un determinado deseo y un ejercicio de la sexualidad consecuente con él. Entre los elementos probatorios de la hombrfa encontramos la mantencién de relaciones sexuales con mujeres como uno de importancia capital (Gilmore, 1994; Badinter, 1993; Fuller, 1997a, 1997b; Kimmel, 1997; Connell, 1997; Valdés y Olavarria, 1998; Olavarria, et al., 1998), Este universo simbélico puede, en un determinado momento cultural ¢ histérico, constituir la “estrategia” aceptada y en uso de ser hombre; en este sentido es hegeménica, De este modo, una forma de masculinidad puede ser exaltada en vez. de otra, pero es el caso que una cierta hegemonfa tenderé a establecerse slo cuando existe alguna correspondencia entre determinado ideal cultural y un poder institucional, sea colectivo o individual. Una caracteristica crucial de esta masculinidad hegem6nica es la heterosexualidad; un hombre que cumpla con los mandatos hegeménicos debe ser heterosexual. Badinter postula que "una de las caracterfsticas mds evidentes de la masculinidad en nuestra época es la heterosexualidad (...) hasta el punto de considerarla un hecho natural” (Badinter, 1993:123); a lo que agrega, en concordancia con Connell, que "la definicién de género implica directamente la sexualidad: quién hace qué y con quién" (ibid:124). La autora sostiene que la heterosexualidad es 1a tercera prueba negativa de la masculinidad tradicional, junto con la diferenciacién de la madre y del sexo femenino. Dada su importancia y centralidad Ia heterosexualidad determinara ciertos rasgos de la subjetividad masculina. Badinter plantea que se asocia "al hecho de poser, tomar, penetrar, dominar y afirmarse, usando la fuerza si es necesario". La heterosexualidad implica, también, que "la preferencia por las mujeres determine la autenticidad del hombre" (ibid:123), La prescripcién de una heterosexualidad obligatoria para los hombres, si quieren seguir siendo tales, implica, en un primer momento, la exclusiGn del campo de la masculinidad de todos aquellos hombres que no cumplan con dicho mandato. Esta exclusién 0 marginalizacién (Connell, 1997) afecta fundamentalmente a los hombres con una orientacién sexual homosexual, quienes son feminizados y expulsados simbélica y empiricamente de Ia identidad masculina, En un segundo momento esta prescripcién supone la constitucién de un adentro identitario que da fundamento y contenido al modelo hegeménico, de modo que "las mujeres y los hombres gay se convierten en cl otro contra los cuales los hombres heterosexuales proyectan sus identidades (...) y al suprimirlos proclamar su virilidad” (Kimmel, 1997:59), La feminidad y la homosexualidad se constituirfan en un fuera que posibilita la delimitacién de un campo de pertenencia y que permite distinguir a aquéllos que forman parte de él de quienes no lo son. En un intento por dilucidar estos procesos, Fuller indica que la constitucién del género “requiere de una identificacién con el fantasma normativo del sexo (...) el ingreso dentro de un orden simbélico que prescribe que los sexos/géneros son polares, discretos y heterosexuales" y que esta divisiGn "ignora la calidad indiferenciada de la libido sexual y la presencia de la homosexualidad en todas las culturas humanas (...) enviando al lindero de lo ‘antinatural’ las formas de identidad sexual no vinculadas con la vida reproductiva” (Fuller, 1997:19-20). La autora sefiala que esta operacién "asegura la reproduccién del sistema de género heterosexual/patriarcal"(ibid:20). Como resultado de esta demarcacién tajante de las identidades y los deseos se constituye el campo de lo abyecto, entendido como un “espectro de contenidos que se definen como ‘lo que no se debe ser’ (...) el punto en el cual el sujeto pierde su condicién de tal", y que requiere de un repudio constante por parte de los individuos amenazados para la reafirmacién y mantenimiento de sus fronteras subjetivas. Esto implica que "Io abyecto se coloque como un agente activo que amenaza con la pérdida de la identidad sexual y obliga al sujeto a reconfirmar su género constantemente” (ibid:19), Junto con 1a heterosexualidad existen otras caracteristicas determinantes de la subjetividad masculina contempordnea. Para Kaufman el elemento central de la subjetividad masculina es el poder; sostiene que “la equiparacién de la masculinidad con el poder es un concepto que ha evolucionado a través de los siglos, y ha conformado y justificado a su vez. la dominacién de los hombres sobre las mujeres y su mayor valoracién sobre éstas (...) Los hombres como individuos interiorizan estas concepciones en el proceso de desarrollo de sus personalidades ya que, nacidos en este contexto, aprendemos a experimentar nuestro poder como la capacidad de ejercer el control (...) El poder colectivo de los hombres no sélo radica en instituciones y estructuras abstractas sino también en formas de interiorizar, individualizar, encarnar y reproducir estas instituciones, estructuras y conceptualizaciones del poder masculino". Agrega que "la adquisicién de la masculinidad hegeménica (y la mayor parte de las subordinadas) es un proceso a través del cual los hombres Ilegan a suprimir toda una gama de emociones, necesidades y posibilidades, tales como el placer de cuidar de otros, la receptividad, la empatfa y la compasién, experimentadas como inconsistentes con el poder masculino”; esto redunda en que "el poder que puede asociarse con la masculinidad dominante también puede convertirse en fuente de enorme dolor. Puesto que sus simbolos constituyen, en tiltimas, ilusiones infantiles de omnipotencia, son imposibles de lograr. Dejando las apariencias de lado, ningdin hombre es capaz. de alcanzar tales ideales y simbolos" (Kaufman, 1995:125-131). 5. El talén de Aquiles: los derroteros futuros de los estudios de masculi idad. El establecimiento del modelo que hemos descrito, fue un primer paso en la constitucién de los estudios de masculinidad en América Latina y en Chile, especificamente. Su potencialidad interpretativa permitié configurar un campo de relaciones, identidades, Proyectos y sentidos que, en conjunto, permitfan aventurar ciertos derroteros de la ‘masculinidad en nuestra sociedad y aproximarse a configuraciones particulares de ella, asi como a diversas dimensiones constitutivas. El modelo permiti6, por ejemplo, iniciar estudios de paternidad que abandonaran la jerigonza psicologizante o la mera constatacién ret6rica de sus probleméticas, para reconocer las tramas identitarias que Ia conforman, las relaciones de poder que supone y las tensiones que la atraviesan cuando suceden procesos de transformacién en la estructura y vinculos familiares. Junto con la profundizacién del estudio de este modelo, en sus densidades constitutivas, surge como un requerimiento te6rico y politico el investigar las fracturas y las resistencias que, en el campo de las masculinidades, se conforman ante su funcionamiento. No sélo las configuraciones divergentes, como podrian ser las identidades homosexuales o travestis, sino que la filigrana de fracturas, contradicciones, subordinaciones y rebeldias que se esbozan en la operacién més monolitica del modelo, cuando aparentemente funciona sin conflictos y desprende sus efectos mas poderosos: un ejemplo seria el estudio de los que podriamos denominar la masculinidad guerrera, sostenida y refrendada en instituciones como las Fuerzas Armadas 0 en grupos sociales emergentes como las pandillas juveniles o las barras bravas. Esta aproximacién Permitiria reconocer el modelo hegem@nico en su precariedad y sefialar los puntos de su crisis, presente o futura, asf{ como los reacomodos y adaptaciones que experimenta ante el avance de movimientos como el de las mujeres 0 de las minorfas sexuales, con la impugnaci6n del orden patriarcal que suponen y los procesos de transformacién cultural que posibilitan y promueven. Nota 1/ El autor es asistente de investigacién de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, FLACSO-Chile

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