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INDIVIDUO, SOCIEDAD Y LENGUA Jorc Luis Porras Cruz* I. Funciones de la lengua En un conocido pasaje de la famosa comedia El burgués gentil- hombre, de Moliere (1622-1673) , el protagonista, M. Jourdain, nuevo rico ansioso de ascender en la escala social, descubre que ha vivido mas de cuarenta afios hablando en prosa sin saberlo. Indudable- mente, son muchos los que, como el personaje de Moliere, ignoran que hablan en prosa. Por lo menos, M. Jourdain legé a enterarse de la verdad, aunque un poco tarde... La cuestién, sin embargo, es mucho mas trascendental. No se trata de saber que se habla en prosa y no en verso. Tal descubri- miento carece de importancia. Ei verdadero problema e¢s otro y puc- de formularse asi: gtenemos conciencia de esa lengua, usada unas veces en prosa, para la vida diaria, otras también en prosa— con otros fines, y que empleamos asimismo en la poesia? La respuesta obvia es que en Ja generalidad de los hablantes en todo idioma esa conciencia no existe. Por qué? El ser humano dispone de unos cuantos sistemas orgdnicos sin los cuales no puede vivir: el sistema respiratorio, el digestivo, etc. La lengua también es un sistema, no orgénico, aunque moviliza la cooperacién de ciertos érganos, sino cultural, social, de tipo simbé- lico, que el hombre necesita para poder subsistir organizado en gru- pos: comunidad, nacién, conjunto de paises vinculados por el mismo idioma... Ahora bien, solo nos hacemos conscientes de que nuestro cuerpo posee un sistema orgdnico determinado —respiratorio, diges- tivo, el que fuere—, cuando este sufre trastornos en su funcionamiento normal. Entonces recordamos que tenemos pulmones, estémago, co- razon... En parte, transferimos esta inconsciencia al plano de la © Jorge Luis Porras Cruz — Notable lingiista puertorriquefio. En 1947 recibié el grado de Maestro en Artes, con especializacién en Filologia Roménica, en la Universidad de Harvard. Luego, en 1950. obtuvo el Doctorado en Letras en la Universidad de México. Desde 1948, ensefié en la Universidad de Puerto Rico, primero en la Facultad de Estudios Generales y luego en la de Huma- nidades, cursos de Literatura y Lingifstica. Ha publicado ensayos sobre lite- ratura y lingijfstica en diversas revistas de Puerto Rico y del extranjero. 95 lengua: Iegamos a conceptuarla como si fuera un sistema orgdnico més, cuya realidad y funcionamiento se dan por sentado. En otras palabras, solo contadas personas Ilegan a plantearse el problema de sus relaciones con la lengua verndcula precisamente como proble- ma... Para la mayoria de los habiantes su idioma es simplemente un instrumento util. El tener conciencia de lo que es y vale la lengua punto de partida indispensable para saber usarla eficazmente en las diversas circunstancias de la vida— no puede separarse del conocimiento de as funciones que desempefia y que le confieren categoria de hecho humano basico. Pensemos en algunas de esas funciones. Podriamos distinguir dos clases de funciones de la lengua: las individuales y las sociales. Esto no debe entenderse, desde luego, en el sentido de que el individuo y la sociedad son realidades inde- pendientes la una de la owa. El individuo completamente divorciado de la sociedad es un producto de la fantasia. Aun Robinson Crusoe, en la isla desierta, pensaba y sentia como inglés; era, por lo tanto, una prolongacién de su Inglaterra natal en aquella tierra lejana. Y, por otro lado, resulta del mismo modo inconcebible una sociedad que no esté formada por individuos. El individuo es, fundamentalmente, un heredero. Cuando nace, ingresa en una sociedad que no ha contribuido a crear, y usufructia en su desarrollo una serie de instituciones sociales — la lengua ver- nacula, la familia, la escuela, el Estado, la economia, la religién y otras mds— que ya existian. Poco a poco va aprendiendo a usar esa rica herencia social, la va entendiendo. Tal adquisicién y tal apren- dizaje se realizan ‘sobre todo a través del idioma verndculo. Este es, por consiguicnte, el mediv mds seguru von yue contamus para yue el proceso de progresiva socializacién del individuo se logre. No siempre nos resignamos, sin embargo, a ser simples herede- ros. Recibimos, si, pero normalmente aspiramos a dar también, y a veces, incluso a crear algo que enriquezca la herencia social. Pero gcomo podriamos satisfacer nuestras aspiraciones si no poseyéramos un sistema de comunicacién y expresién como Ia lengua, que al fa- cilitar cotidianamente el uso del repertorio de habitos que Hlamamos vida —porque nos libra de tener que improvisar en cada momento los modos de decir lo que pensamos, sentimos y necesitamos—, nos permite disponer de tiempo suficiente para dedicarlo a la conquista de esas aspiraciones? La lengua representa, pues, un sistema probado de servir a las necesidades diarias del individuo con relativa econo- mia de esfuerzo y tiempo. En el trato constante con los seres humanos, con la naturaleza y los objetos culturales, se forja paulatinamente la personalidad 96 individual. Su més fiel espejo es la lengua verndcula, nuestro modo especial de emplearla. No hay resquicio de la personalidad donde ella —rayo de luz implacable— no penetre, para revelarlo a los de- mds. Oimos hablar a alguien y por ello podemos deducir cual es su profesién u oficio: médico o abogado, carpintero o chofer. Revela, asimismo, los intereses culturales del hablante: le entusiasma la mu- sica, se interesa mucho por la literatura, es un decidido partidario de los deportes... Mas atin, nuestra manera de hablar descubre el ambiente donde nos hemos criado: Ia ciudad, el campo, una aldea de pescadores. No podemos ocultar tampoco el nivel académico que hemos alcanzado: si hemos cursado estudios superiores; si apenas hemos asistido a la escuela. La inteligencia misma —no ya la mera preparacién académica— puede evidenciarse en la forma de utilizar la lengua. (Las investigaciones sicolégicas demuestran que existe una alta correlacién entre inteligencia y habilidad verbal.) Y, finalmente, el caracter. A veces unas sencillas frases son la prueba indudable de nuestro modo de ser: alegres o tristes, introvertidos o extravertidos, suspicaces 0 confiados... Muy pocos seres humanos Hegan a escribir su autobiografia. Pero en cierto sentido, todos lo hacemos vicaria- mente, porque hablamos. Las funciones individuales de la lengua no se circunscriben al Ambito del vivir cotidiano. El hombre siente la necesidad de salvar aunque sea parte de su experiencia — la sensible, la intelectual y la sofiada— de la extincién aneja a todo lo que existe. Un modo de salvarla es convirtiéndola en arte. Y la literatura, que consiste en escoger ciertas experiencias, reorganizarlas y darles una estructura y un sentido artistico, es un quehacer que se realiza con palabras. ‘Veamos ahora las principales funciones de la lengua desde el punto de vista social o colectivo. Sefialemos, en primer término, que el hecho de que el hombre haya podido constituir las agrupaciones que denominamos sociedades y crear instituciones como la familia, el Estado, la escuela, la economia, la religién, etc., se debe a que fue capaz de inventar el lenguaje. Ignoramos Ia naturaleza y el funcio- namiento de éste en sus etapas iniciales, pero parece indiscutible que la convivencia humana, por primitiva que sea, es irrealizable si no se cuenta con un sistema de comunicacién que permita a los indi- viduos entenderse unos con otros. No se conoce ningiin grupo hu- mano que haya carecido de lengua. No solo el origen, sino la supervivencia de los grupos humanos como sociedades depende, asimismo, en gran medida, de la lengua. Esta opera como fuerza cohesora entre los miembros de aquéllas. Hay que aceptar, empero, que ciertos paises, como Suiza, han alcan- 97 zado una firme unidad nacional, a pesar de que en su territorio se hablan varias lenguas verndculas. Sin embargo, la historia indica que la unidad lingiifstica facilita mucho el logro de la unidad na- cional. Asi, cuando el castellano, que era originalmente el dialecto de Castilla, se convierte en espafiol —es decir, en la lengua de toda Espafia, la del Estado, la que goza de mayor prestigio, la preferida por los escritores de las diversas regiones para componer sus obras, por encima de sus respectivas lenguas regionales (galego, aragonés, leonés, catalén) —, la unidad nacional est4 asegurada, con la concu- rrencia, sin duda, de otros factores: religioso, politico, militar, eco- némico, cultural. En Bélgica, donde el sur habla valén, dialecto francés, y el norte, flamenco, dialecto germénico, han sucedido re- cientemente serios disturbios, a causa, segin informa la prensa, de esa diferencia lingitistica. Se menciona a menudo otra funcién social del idioma. Cada pueblo —como todo individuo— posee su propia manera de entender y expresar el mundo y el hombre, su particular cosmovisidn 0 filo- sofia de la vida. Esta cosmovisién 0 filosofia de la vida, segun al- gunos pensadores y lingilistas, se refleja en Ja lengua correspondiente. Muchas de las particularidades que distinguen a un idioma de otro se explicarian, si aceptamos esa idea, como indicios de las diferen- cias existentes entre las distintas cosmovisiones 0 filosoffas de la vida de las sociedades humanas. Por ejemplo: en Jas lenguas romances existe la categorfa gramatical que Hamamos género, y las palabras se clasifican en el género masculino, en el femenino o en el neutro. Los idiomas uralo-altaicos, por el contrario, no la usan. Segin la idea que estamos comentando, esto significaria que en la cosmovision implicita en las Jenguas romances es muy necesario establecer si las personas, las plantas, los animales y los objetos pertenecen a este © aquel género, mientras que en la filosofia de la vida que revelan los idiomas uralo-altaicos tal hecho no tiene importancia alguna. De igual modo se explicaria por qué ciertas palabras se consideran de distinto género en otras lenguas. Asi, Luna es del género femenino en espafiol, pero en alemin pertenece al género masculino (der Mond) ; con Sol sucede a la inveisa. co masculiny en nuestro idioma y femenino en alemdn (die Sonne). Estudiar una lengua extranjera equivaldria, en consecuencia, a posesionarse de la cosmovisién implicita en ella. De ahi que resulte tan dificil —no imposible, claro- poder hablar y escribir con com- pleto dominio un idioma que no es el nuestro. 98 II. La lengua, gfendmeno natural o social? gCémo se originé el lenguaje? Cudl es la naturaleza de la len- gua? Estos problemas han preocupado al hombre desde 1a antigite- dad. Herodoto, el Padre de la Historia (484 a. C. 425 a. C.) cuenta el siguiente caso, que comprueba ese interés, El faraén Psamético, queriendo averiguar cual era el pueblo mis antiguo, ordené aislar en un parque a una pareja de recién nacidos, Mandé, ademés, que se observara cual era la primera palabra que pronunciaran. Esa “pa- labra fue bekos, que en la lengua frigia quiere decir pan. De ese hecho dedujo Psamético una conclusién errénea: que el frigio fue la primera lengua que existié, y que, por lo tanto, los frigios eran el pueblo mas antiguo. En el supuesto de que los nifios hubieran podido subsistir en el aislamiento, lo més seguro es que no hubieran pronunciado palabra alguna del frigio ni de ningin otro idioma. La razén es clara: una lengua no se hereda, en el sentido bioldgico, como se heredan los rasgos fisicos, sino que se adquiere, se aprende en un ambiente determinado. Mas provechoso que el “experimento” de Psamético fue sin duda el afin de los griegos por saber si la lengua constituye un hecho natural o social. Esto ¢s ya plantearse seriamente ¢l problema de la indole o naturaleza de la lengua. Platén (427-347 a. C.) recoge en su didlogo titulado Cratilo la preocupacién del hombre griego por descubrir el ser auténtico de la lengua. En ese didlogo se habla del origen de las palabras y de si el significado de éstas se deriva de un hecho natural o es pura convencién. La polémica entre los partidarios de la idea de que el idioma es un hecho natural y los que lo consideraban como un fenémeno so- cial, persiste a través de las épocas, desde la antigiiedad griega, hasta recalar en la Lingiiistica del siglo XIX. En 1816, Franz Bopp (1791-1867) habfa fundado la gramatica comparada, inicio de la Lingiiistica como ciencia. El proceso de ésta fue rapido y brillante: en poco tiempo aparecen la gramatica compa- rada de las lenguas germénicas, la de las romances, la de las eslavas, y asi sucesivamente, las de otros grupos de idiomas indoeuropeos. Se publican también compilaciones de valiosos documentos lingiifsticos e importantes trabajos relativos a diferentes aspectas de la lengua. La Lingiistica toma una orientacién positivista y naturalista, guiada por la filosofia prevaleciente entonces, La aparicién del re- volucionario libro de Carlos Darwin (1809-1882) El origen de las especies en 1859, el éxito que llega a conquistar luego la teoria evo- lucionista expuesta en esa obra, contribuyen a robustecer la concep- cién de la lengua como un hecho natural. Las especies naturales 99 evolucionan; las lenguas también. Asi como las plantas y los anima. les nacen, se desarrollan, degeneran y mueren, cumpliendo un ciclo vital inevitable, los idiomas pasan fatalmente por un proceso and- Jogo de nacimiento, desarrollo, decadencia y muerte. Los idiomas son, pues, fenédmenos naturales, como los animales y las plantas, y en consecuencia, debe estudidrseles en forma parecida. Esta concepcién naturalista de la lengua esta representada por filélogos como Augusto SchJeicher (1821-1868) . Frente a la concepcién naturalista, que se impone en la segunda mitad del siglo XIX y pasa a la presente centuria, se levanta la con- cepcién social: el idioma es un fendmeno social, un producto de la cultura y no de la naturaleza. Por lu tanto, no puede estudiarsele con el método de las ciencias naturales. E] francés Miguel Bréal (1882-1915) y el austriaco Hugo Schuchardt (1842-1927) se distin- guen en aquella época en la defensa de este criterio y atacan la con- cepcién naturalista de la lengua. Hoy dia ningwin lingiiista competente niega que el idioma sea un fcuducuu sucial. Por otro lado, se sigue aceptando que una len- gua puede morir, pero no por causas naturales, sino por razones histéricas, culturales. Multitud de lenguas han desaparecido: los nu- merosos idiomas ibéricos que el latin traido por los conquistadores romanos desarraigé y de los cuales el tinico resto vivo es el vasco; el egipcio, el lidio, el sumerio, el asirio, el frigio — lengua que, como vimos, conceptud el faraén Psamético la més antigua de todas—, el etrusco y muchas mds. La Lingilistica contempordnea rechaza asi- mismo la idea de que toda lengua ha de morir inevitablemente, co- mo un ser humano, una planta o un animal. El ilustre maestro de la filologia hispdnica, don Ramén Menéndez Pidal (1869) afirma: “Una lengua puede vivir indefinidamente, como la porcién de hu- manidad que habla dicha lengua, y puede morir sustituida por otra, si le falta la entrafiable adhesién de la sociedad que la habla. Pero mientras la sociedad quiere conservar su lengua, la vitalidad de ésta ser4 perdurable”. II. Los cuatro aspectos de la lengua El hombre corriente —que no es ningtin Platén— coincide, no obstante, con el fildsofo griego en un punto: las palabras son la lengua. De hecho, piensa en el idioma como si fuera un mero con- junto de palabras. Y sin embargo, no es asi. El vocabulario o léxico forma s6lo uno de los cuatro aspectos de la lengua. Mas atin: desde el punto de vista de la Lingiiistica el vocabulario representa lo mds externo y cambiante del idioma; en consecuencia, lo menos caracte- 100 ristico de éste. Una lengua puede pertenecer a un determinado grupo lingiiistico, a pesar de que gran parte de su léxico provenga de otro origen. Un buen ejemplo, el inglés: mas de la mitad de sus palabras son de procedencia latina; empero no ¢s un idioma romance, sino germdnico, como el alemén, el islandés, el noruego, el sueco, el danés y el holandés. El vocabulario de los idiomas, como el de los individuos, varia en cantidad y en tipos de palabras. El inglés parece poser el léxico més rico entre las lenguas de alta cultura hoy dia. El idioma de un pafs muy industrial —los Estados Unidos, digamos— contard con un vocabulario mucho mas abundante en voces relacionadas con la fa- bricacién de objetos que el de un pais eminentemente agricola, y a la inversa. No se puede determinar el numero justo de términos que atesora una lengua. Ni siquiera el mejor diccionario merece considerarse como el haber exacto del Iéxico de un idioma. Constantemente se crean palabras nuevas —neologismos—, que no figuran en aquél; se introducen voces de owas lenguas —préstamos— y caen en desuso entre las personas cultas algunos términos que desde entonces sub- sisten solo entre los incultos o se entierran como fésiles en la lengua escrita — arcaismos. EI léxico de todas las lenguas — sobre todo el de las de alta cul- tura— es mds o menos mezclado, hemos visto el caso del inglés. Se estima que una tercera parte, aproximadamente, del vocabulario ro- mance no es de origen latino. (Las lenguas romances son diez: tres se hablan en la Peninsula Ibérica — el espafiol. el catalan y el por- tugués; las restantes son el rumano, el dalmatico, que se hablé en parte de Yugoeslavia hasta fines del siglo XIX, el sardo, el italiano, cl retorromano, el francés y el provenzal. El espafiol es la lengua romance mds importante; la hablan unos 140,000,000 de personas y ocupa un territorio continuo més extenso que ningun otro idioma) . Las tnicas lenguas puras que pueden existir —si las hay— son las de grupos humanos que nunca han tenido contacto de ningdn género con otros grupos. Pureza de lengua implica pobreza de relaciones. Esto no es incompatible, sin embargo, con el principio de la correc- Lida lingiiftiva, Comu veremus ypyrtunamente. @Por qué se crean palabras? Una razén perogrullesca es que apa- recen objetos o ideas nuevas: televisién, radar, estreptomicina, nazis- mo, existencialismo, etc. Surgen también voces porque las palabras tradicionales se desgastan con el uso, se vuelven inexpresivas, y el hombre procura satisfacer siempre su deseo de novedad. Expresiones como racket —préstamo traido del inglés, o sea, un anglicismo, ché- vere, G. I, entre otras muchas, unas cultas, otras populares, respon- 101 den a ese deseo. La creacién de un tercer grupo de palabras se debe al tabi: por motivos religiosos, morales, sociales o de otra especie, dejan de usarse ciertas palabras, que son sustituidas por otras. Los hebreos Mamaban a Dios, Adonai (el Sefior), para no decir Yahweh, el verdadero nombre de aquél, que no debia mencionarse. Durante 1a época de la prohibicién aparecieron en Puerto Rico varios tér- minos para referirse al ron: pitorro, cégeme guardia, mamplé, agua de mangle. Y el jibaro teme decir serpiente o culebra porque el rep- til puede aparecer, dice arrastrd para que no aparezca. jOh poder magico del eufemismo! Las causas de creacién de palabras son, por el contrario, las causas de su desaparicién. Desaparecen palabras porque dejan de existir en la cultura viva los objetos o ideas que aquellas designan —alquimia, yelmo, medias, calzas, ordalia—, por desgaste expresivo —por ejemplo, timo, reemplazadas en Puerto Rico y otras partes por racket y porque el tabi expulsa de la circulacién a algunas de ellas, como serpiente o culebra y ron. En la lengua hablada funciona una cuarta causa: la supresién de sindnimos. Al hablar usamos la forma nica —cara, pelo—; en la lengua literaria, por contraste, se utilizan varios sinénimos: cara, rostro, faz, y pelo, cabello. La pronunciacién es otro aspecto de Ia lengua. Los sonidos for- man la parte material, fisica, de ésta. Ello es asi porque los sonidos tienen cualidades fisicas — intensidad, tono, cantidad y timbre — que pueden medirse con aparatos registradores y por otros medios. Cuando hablamos, los sonidos se transmiten por el aire en forma de ondas. La intensidad es el grado de fuerza espiratoria con que se pronuncian los sonidos, y depende de la amplitud de onda. Segin su mayor o menor amplitud de onda se dividen en fuertes y débiles. El tono es la altura musical del sonido. Depende de la frecuencia de las vibraciones por unidad de tiempo. De acuerdo con el tono, los sonidos son agudos (con mayor ntimero de vibraciones) 0 graves (con menor numero de vibraciones). Se llama cantidad a la duracién del sonido. Como es légico, para que un sonido pueda oirse debe tener un minimo de duracién. Desde el punto de vista de la cantidad, los sonidos se clasifican en varios tipos, cuyos extremos son los largos y los breves, con diversos grados intermedios. Los sonidos adquieren su tono fundamental en las cuerdas vocales. Al pasar por la boca se les superponen tonos secundarios, debido a la forma y el tamafio que asume aquélla, actuando como caja de resonancia. El complejo so- noro formado por el tono fundamental y los tonos secundarios es lo que se denomina timbre. Por su timbre, los sonidos pueden ser agudos 0 graves. 102 De igual modo que se distinguen en cuanto al léxico los idiomas entre si y los grupos e individuos dentro de la misma lengua, diver- gen en lo que respecta a la pronunciacién. Ciertos idiomas carecen de determinados sonidos. Por ejemplo: el Jatin no tenia sonidos que correspondiesen a los de nuestra Il y fi. La proporcién de vocales y consonantes varia de una lengua a otra: el espafiol posee un 47.30% de vocales y un 52.70% de consonantes, mientras que para el francés, que es también lengua romance, las_cifras son 44% y 56%, respec- tivamente. El hawayano tiene sélo siete consonantes: h, k, 1, m, n, p, y, w. En nuestra lengua las vocales mds frecuentes son la a, la ey Ja o, pero en francés e italiano la e se usa mds a menudo que ninguna otra, y en la ultima lengua la i aparece tanto como la a y la o. En cuanto al tono, explica el notable lingilista espafiol don Samuel Gili Gaya: “El espafiol se habla por Jo general en tono mds grave que el francés o el italiano.” Se observan diferencias también en la in- tensidad, la entonacién —que es la linea melédica formada por la sucesién de tonos con que hablamos~, el ritmo (la mayor o menor rapidez con que se habla normalmente un idioma), y en los res- tantes aspectos de una lengua. Tendemos a juzgar otros idiomas por el efecto que causa en nosotros la manera de pronunciarlos, como revela esta antigua copla: Silbido es la lengua inglesa, canto armonioso la hispana, conversacién la francesa, y un suspiro la italiana. @We qué nacionalidad suponen ustedes que era el autor de ella? Ademis, todos hemos observado que existen divergencias foné- ticas entre los varios grupos culturales y sociales y entre un individuo y otro. No pronuncia igual una persona culta que un analfabeto, un nifio de tres afios que un adulto de treinta. Existen modos correctos y modos incorrectos de pronunciar. Nuestra pronunciacién revela, pues, como cualquier otro aspecto de la lengua, quiénes somos. Lo mis caracteristico y duradero de un idioma es su sistema morfoldgico-sintdctico. Ya hemos visto que el vocabulario representa lo mds externo y cambiante de la lengua. Se suele definir la morfo- logia como el estudio de las partes de la oracién —sustantivo, pro- nombre, adjetivo, verbo, adverbio, preposicién, conjuncién, articulo—, © sea, de las categorias de palabras segin su papel gramatical, y de las modificaciones que sufren para indicar cambios de sentido: con- jugacién, género, numero, etc. 108 Si tomamos la palabra casa, por ejemplo, la morfologta nus dird que es un sustantivo singular del género femenino. Pero tan pronto la unimos a otras palabras para formar una frase u oracién, inter- viene también la sintaxis, pues no puede hablarse ni escribirse bien sin unir palabras, sin darles un cierto orden y sin establecer entre ellas otras relaciones necesarias. Y esto es precisamente lo que estudia la sintaxis: las clases de oraciones, el orden que asignamos a las pa- labras y las relaciones que existen entre éstas al hablar y escribir. Volviendo a nuestro ejemplo, si en vez de casa decimos: Juan compré la casa, habremos construido, segin la sintaxis, una oracién simple, puesto que sdlo tiene un sujeto y un predicado, en la cual Juan es el sujeto, compré la casa, el predicado, y casa, el complemento directo del verbo compré. Pero, ademas, la sintaxis nos indicaré que no podemos situar las palabras de esa oracién en un orden arbitrario sin destruir su sentido. No seria admisible, pongamos por caso, el orden siguiente: La Juan compré casa. Asimismo, seftala la sintaxis que el hecho de formar parte de un todo impone a los términos de que se compone esa oracién relaciones rec{procas: como casa es un sustantivo femenino singular, exige un articulo del mismo género y numero. No podriamos, en consecuencia, decir: Juan compré el casa, o los casa, o las casa. Este caso, en el cual, como se ve, operan conjuntamente las categorfas gramaticales de género y ntimcro para establecer relaciones entre las palabras que constituyen la oracién, representa un punto en el que se dan la mano la morfologia y la sintaxis. Por la dificultad de separar muchas veces en la lengua lo morfoldgico de lo sintdctico, algunos lingitistas prefieren emplear la expresién sistema morfoldgico-sintdctico a hablar de morfologia y sintaxis como aspectos separados de la lengua. La morfologia y Ia sintaxis evolucionan también, pero mucho més despacio que el léxico y la pronunciacién. Se diferencian asi- mismo de una lengua a otra. Como ya sabemos, existen idiomas que no poseen género; por el contrario, el bantu dispone de diecisiete categorias de este tipo. En cuanto a la sintaxis, unas lenguas han creado un orden sintdctico mds estable que otras: el del inglés es més fijo que cl del cspaiiol. Al hablar, nuestra sintaxis se presenta mas flexible y espontanea que al escribir, aunque el orden sintactico de las personas cultas se mantiene mds apegado al de la lengua literaria. Las divergencias de Iéxico y pronunciacién son mds numerosas entre los grupos ¢ indi- viduos dentro de una misma lengua que las morfolégicas y las sin- tdcticas. 104 IV. Unidad y variedad, permanencia y cambio EI principio de la evolucién continua y de la extensa diversifi- cacién del idioma se comprueba por doquier sin esfuerzo. La lengua nunca es uniforme, aunque tiene unidad. No lo es entre dos paises que hablen el mismo idioma. Espafia y Puerto Rico, Inglaterra y Estados Unidos, Francia y Haiti. Para un castellano, pararse significa cesar de moverse; para un puertorriquefio y para otros hispano- hablantes, quiere decir ponerse de pie. En Castilla pronuncian la z (zapato) y la c, cuando esté delante de e, i, (celos, cita), como un sonido diferente al de la s, que es el que se le da a ambas en la mayor parte del mundo hispnico (sapatos, selos, sita). Este rasgo se llama seseo. Tampoco es uniforme la lengua de una regién a otra en un pais. Recuérdese, por ejemplo, que en algunos lugares de Puerto Rico jlaman vellén a la moneda de cinco centavos, conocida en otros sitios por ficha; vianda, a lo que otros conocen como verdura, y asi sucesiva- mente. |Qué confusién se produciria si una sefiora de San Juan se muda a Ponce y al pedir en una ferreteria de esta ciudad una olla le presentan un caldero y al solicitar un caldero le traen una olla! Si tales divergencias en el uso lingiifstico ocurren en Puerto Rico, isla pequefia, de cultura bastante homogénea y con excelentes medios de comunicacién y transporte, gno es més explicable que sucedan en paises como Rusia, Brasil, Estados Unidos, China y México? Pero hay mds: la lengua se diferencia de una clase social a otra, de un nivel cultural a otro, entre las profesiones y entre los oficios. No hablan en forma idéntica'una dama aristocratica y una campesina analfabeta, un catedratico de la Universidad y un picador de cafia, un médico y un abogado, un zapatero y un albafiil. Nétese cémo ciertas palabras significan cosas distintas para diversas personas: oj racién para un militar, un cirujano, un banquero, un matemitico, un ladrén. Desde el punto de vista semdntico podria sostenerse que en este caso no se trata de una palabra, sino de cinco. (La Semdntica es la ciencia que estudia los cambios de sentido de las palabras). Finalmente el idioma carece de uniformidad en el propio in- dividuo. Adaptamos nuestro modo de hablar y escribir a las circuns- tancias del caso: el tema de que tratamos, el propdsito que nos guia, la persona a quien nos dirigimos. Por eso en la conversacién mas familiar se emplean a veces formas como na, pa, to, en lugar de nada, para y todo, ya sea por humorismo, afin de expresividad o simple descuido; giros y modismos vulgares (‘“jqué paquetero!” “es- toy en el gas"), y no nos esmeramos al pronunciar. Sin embargo, a ninguna persona bien educada se le ocurriria utilizar estas formas 105 expresivas en una conferencia en el Ateneo o en una recepcién palaciega. Establecido el principio de que la lengua nunca es uniforme, demos una ojeada a las dos modalidades més interesantes entre las que la integran. La primera distincién que debe hacerse es entre lengua oral o hablada y lengua escrita. No se trata, desde luego, de lenguas distintas, sino de adaptar cl mismo sistema expresivo a situa- ciones que varian en mayor o menor grado. Muy al contrario, la lengua oral y Ia literaria — la variedad més ilustre de la lengua es- crita — son interdependientes. Los hablantes, sobre todo Ios cultos, consideran la lengua literaria como dechado, y a su vez los escritores recurren a la lengua oral para vitalizar sus formas expresivas. Una lengua que deja de escribirse y se circunscribe a la conversacién de- genera gradualmente hasta convertirse en un dialecto rustico. Y si sélo se la escribe y no se la habla, termina en lengua muerta, como Je sucedié al latin en la Edad Media. La lengua hablada es imprescindible para la cultura; 1a escrita no. Por eso Pablo Kretschmcr (1866...) afirma que “el lenguaje hablado es el verdadero lenguaje”. Desde luego, la trascendencia de Ja lengua escrita resulta cada vez mayor, a medida que se intensifica la ensefianza, aumenta la circulacién de libros, periédicos y revistas y se fomenta el intercambio entre los pueblos, pero la lengua oral contintia conservando su primacia. La lengua hablada es tan inse- parable del hombre que como lengua verndcula — se ha dicho —for- ma “la segunda naturaleza” de éste. Las diferencias més notables entre una y otra — aparte de la mayor espontaneidad y el rico fondo afectivo de la hablada— se revelan ante todo en el léxico, mucho menos en la sintaxis y 1a mor- fologia. La lengua oral se propone casi siempre un fin practico: comunicar el pensamiento y el sentimiento en forma rdpida y eco- némica. Pero en muchas ocasiones no se conforma con la simple comunicacion; necesita lograr la expresividad. De ahi su alto con- tenido emocional. La lengua oral es anterior a la escrita: el hombre hablé miles de afios antes de escribir. Sefialemos finalmente que aquélla evolucioné en forma més acelerada y profunda que ésta. Si la lengua, como ya sabemos, cambia ininterrumpidamente y ofrece tal diversidad, han de surgir, coma secuela, ciertos problemas. Uno de ellos es el de la conservacién de la unidad del idioma. Una lengua es un sistema que mantiene su equilibrio —siempre inestable, nunca estético — mediante el juego recfproco de dos fucr- zas contrapuestas: la permanencia y el cambio. Junto a formas que subsisten, otras que mueren o nacen. Naturalmente la evolucién lin- gilistica es lenta. Solo en periodos de hondas y veloces transformacio- 106 nes politicas, sociales, econémicas y culturales se apresura el ritmo de esa evolucién. Esto presupone que en cada momento habré un caudal de palabras y usos fundamentales que se conserven inaltera- dos. A tales palabras las Hamamos permanentes, no porque no pue- dan cambiar de significado en lo porvenir, sino porque durante siglos han conservado el mismo sentido. Asi sucede con Dios, padre, madre, hijo, agua, tierra, vida, muerte y muchas més. Fijémonos en que se trata de términos relativos a cuestiones vitales para el hombre. Que en diversas partes se denomine de modo distinto a una flor o que esas denominaciones se pierdan y sean sustituidas por otras, no altera Ja estructura bdsica del idioma ni de la sociedad. El que contimien usdndase esas formas extraordinarias valiosas sin sufrir cambio fundamental alguno, es lo que asegura la unidad de la lengua. La ensefianza en el hogar y la escuela, la literatura, el wato social, las técnicas culturales de comunicacion en masa —prensa, radio, televisién, cine hablado — y otros medios les confieren per- manencia. La vida, empero, con su incesante mudar, exige en cada periodo histérico maneras nuevas de transmitir el pensamiento. Se crean entonces neologismos con los recursos de que dispone el idio- ma 0 se recurre a los préstamos. Toda innovacién lingitistica — como dice don Ramén Menéndez Pidal — se origina en un individuo. Pero mientras la comunidad, o un sector suficientemente prestigioso de ella no acepte, es decir, no use la forma incipiente, ésta ser4 sélo un hecho de habla, un rasgo individual, pero no formara parte de la lengua, E] idioma sostiene su unidad porque los cambios que le ocu- Tren no son radicales ni bruscos, ni afectan en un momento dado los cimientos mismos del sistema. Una transformacién violenta y rapida destruirfa la lengua como medio de comunicacién, pues imposibilitaria el que unos y otros se comprendieran. ¢Mantendré su unidad el espafiol de América, hablado por dieci- nueve paises en un territorio extensisimo, donde las condiciones geo- graficas, econdmicas, politicas, sociales y culturales se diferencian tanto de un lugar a otro? La posibilidad de que nuestra lengua se fragmente en el Nuevo Mundo, dando origen a una serie de idiomas, como le ocurrié al latin vulgar del Imperio Romano, lengua madre de las romances, ha preocupado a espaiioles e hispanoamericanos. Menéndez Pidal resume asi las causas de la fragmentacién del latin: 1) como consecuencia de las invasiones germdnicas (siglo V.d. C.), que rompen la unidad del Imperio Romano, las antiguas provincias de éste se encierran “en un increible aislamiento” y... “la pardlisis de las comunicaciones llega a un grado extremo”; 2) cesa practicamente el cultivo de la lengua escrita: “la escritura se hace 107 escasisima”; 3) “se produce agotamiento mental”; es decir, casi se extingue la capacidad creadora. eEncontramos en Hispanoamérica una situacién parecida, que justifique cl temor de que nuestra lengua se fragmente? No, la rea- lidad es completamente distinta. En vez de aislamiento, comunica- cién e intercambio; en lugar de un escaso cultivo de la lengua escrita, una actividad literaria continua y muy fructifera; frente al “agota- miento mental,” Ja capacidad creadora que se manifiesta pujante en todos los érdenes de Ja vida. Y concluye el eminente lingiiista espa- fiol: “Asi, el futuro del idioma, en vez de amenazado por la negra nube de la fragmentacién, lo prevemos Iegar a una més perfecta unificacién que la que ahora logra”. V. Correccién El que la lengua se transforme en el tiempo y en el espacio, unido al hecho de que los hablantes de todo momento y lugar for- man grupos que divergen entre si ¢ individualmente por razones de inteligencia, preparacién académica, intereses, experiencias y otros factores, plantea el problema de la existencia y validez de las nor- mas lingiiisticas. Qué normas de correccién rigen el idioma? ¢Quién tiene autoridad para fijarlas? «Cémo se imponen y qué fuerza obli- gatoria encierran? :Qué encomienda tienen en el mantenimiento de Ja unidad del idioma? Aclaremos primero qué debe entenderse por correccién. El con- ccpto de correccién es relative, en términos generales, no absoluto. Lo que fue correcto en la Edad Media o en el Siglo de Oro no lo es hoy. Lo correcto en San Juan de Puerto Rico no tiene que serlo en Madrid. For ejemplo: el yeismo, que consiste en pronunciar la Il como y (cabayo por caballo, caye por calle) es correcto en Puerto Rico y en el resto de Hispanoamérica, asi como en ciertas regiones espafiolas, pero es incorrecto en los circulos cultos madrilefios. Frente a estos casos, que demuestran la relatividad del concepto de correc- cin, se levantan muchos atres para probar la existencia de formas que gozan de validez general entre las personas més instruidas del mundo hispanohablante. Por doquiera son formas correctas, entre otras, haya, examen, Gabriel, trajiste; ¢ incorrectas, haiga, desamen, Grabiel, trajistes. De ello se infiere que es perfectamente legitimo emplear usos lingitisticos consagrados localmente por las personas més cultas de alli y que no violenten lo que de manera imprecisa se ha llamado “el genio de la lengua”. Pero a la vez tales dialectalis- mos cultos deben evitarse cuando salimos del ambito nativo, en favor de las formas preferidas por las gentes mas instruidas del otro lugar. 108 Las personas cultas componen lo que pudiera Mamarse el Tribu- nal Supremo de la Lengua. En la mayorfa de los casos sus usos coin- ciden con lo que preceptian Ja gramatica normativa y el diccionario. Pero cuando una forma esté plenamente justificada porque la uti- lizan los escritores mds distinguidos y los individuos mas cultos, y responde a una imperiosa necesidad expresiva — sea de orden prdc- tico 0 estético — debemos emplearla, aunque no figure en el dic- cionario y se aparte de los preceptos gramaticales. ¢De dénde derivan esas personas su autoridad sobre la lengua? La formacién intelectual superior, el talento, el conocimiento teérico del idioma, la practica en el uso de las mejores formas expresivas, la buena lectura, el trato social, el buen gusto, los viajes les conceden esa autoridad. Los demas sectores sociales reconocen el prestigio su- perior de ese grupo y respetan su autoridad. Seria ingenuo creer que los conocimientos de gramdatica norma- tiva bastan para hablar y escribir bien. Es imprescindible la accién conjunta de una serie de factores, individuales unos, colectivos otras. Junto a las cualidades que aporte el individuo, los estimulos fecun- dantes del ambiente: el hogar, la escuela, el vecindario, el gobierno, Jas instituciones de todo género, las técnicas de comunicacién en masa. Es mds: en una cultura tan compleja como la nuestra, puede que haya una relacién directa entre el numero y la calidad de esos esti- mulos y el valor de logros individuales en el buen uso de la lengua. La norma lingiiistica mds recomendable, a nuestro juicio, es la libertad bien entendida y sensatamente practicada, Ni purismo ni abandono, Rechacemos por igual la actitud estrecha de aquellos ig- norantes que pretendieron “purificar” la lengua inglesa de todo ele- mento latino y adoptaron como lema el siguiente: “Avoid Latin derivatives; use brief, terse Anglo-Saxon monosyllables,” sin saber que la unica palabra de origen anglosajén que contiene ese lema es “Anglo-Saxon,” y el injustificado optimismo de los que confian el destino de la lengua a Ja lengua misma y no a quienes la hablan. “La lengua — dice T. Navarro Tomas (1884...) — no tiene otro des- tino que aquel a donde la conducen las gentes que de ella se sirven. El puertorriquefio necesita tener clara conciencia de que la suerte del espafiol de su pais depende del interés, cuidado y esmero con que los mismos puertorriquefios lo hablen”. 109

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