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Capitulo 8 El arte paleocristiano y el bizantino En el 323 de nuestra cra Constantino tomé una decisién crucial, cuyas consecuencias experimentamos todavia hoy: Ia de trasladar la capital del Impetio romano a la ciudad griega de Bizancio, que desde entonces se ha venido lamando Constantinopla. Seis afhios mis tarde, tras una enérgica campafia de construccién, el traslado se consider6 oficial mente concluido. Al adoptar esta resolucién, el Emperador reconocié de facto la cre~ ciente importancia estratégica y econémica de las provincias orientales (proceso que se venfa gestando desde hacia algéin tiempo). La nueva capital simbolizaba asimismo cl nuevo fundamento cristiano del Estado Romano, puesto que se hallaba situada en cl corazén de la regién de Europa més concienzudamente cristianizada. Dificilmente podia prever Constantino que la remocién de la sede del poder imperial provocarfa la division del Imperio, y, sin embargo, en menos de cien afios esta divisién iba a ser un hecho 304 Historia general del arte consumado, aun a pesar de que los emperadores de Constantinopla no renunciaron a sus pretensiones sobre las provincias occidentales, Estas, bajo la soberanfa de emperadores de Occidente, no tardaron en ser presa de las tribus invasoras germanicas —visigodos, vindalos, ostrogodos, lombardos—. Al finalizar el siglo vi habian desaparecido los Gl timos vestigios de toda autoridad centralizada. En cambio, el Imperio oriental, 0 Bizan- tino, sobrevivié a estas embestidas y bajo Justiniano (527-565), goz6 de poder y estabi- lidad. Con la ascensién del Islam, un siglo después, aqucllas zonas del Imperio corres pondientes 2 Africa y el Oriente Medio fueron conquistadas por los ejércitos arabes. En el siglo X1, los turcos ocuparon parte de Asia Menor, mientras las tiltimas posesiones bizantinas de Occidente (en el sur de Italia) pasaban a poder de los normandos. A pesar de todo, el Imperio, cuyos dominios habfan quedado reducidos a los Balcanes y Grecia, siguid sosteniéndose hasta 1453, afio en que los turcos se apoderaron, por fin, de Cons tantinopla. La divisién del Imperio romano no tardé en conducir también a un cisma religioso. En tiempos de Constantino, el obispo de Roma, que derivaba su autoridad de San Pedro, cra la cabeza reconocida (cl Papa) de la Iglesia cristiana. Sin embargo, su pretension a la preeminencia fuc muy pronto impugnada por el patriarca de Constantinopla; comen~ zaron a definirse diferencias doctrinales, y con el tiempo, la divisién del mundo cristiano en una Iglesia occidental, © catélica, y otra oriental, u ortodoxa, pasé a ser definitiva. Las discrepancias entre ambas adquirieron gran profundidad: el catolicismo romano se mantuvo independiente de toda autoridad imperial 0 politica, y se convirtié en una institucién internacional que se proclamaba Iglesia universal, mientras que la ortodoxa se fundamentaba en la unién de la autoridad espiritual y secular en la persona del Em- perador, quien designaba al patriarca. De esta forma dependia del poder del Estado, exigiendo doble obediencia de los fieles y compartiendo las vicisitudes del poder politico. Podemos ver en este sistema la adaptaci6n cristiana a un antiquisimo legado: la rea~ leza divina de Egipto y del Préximo Oriente; si los emperadores bizantinos, a diferencia de sus predecesores paganos, no pudicron ya reclamar la condicién de dioses, desempe- faron un papel igualmente tnico y exaltado al situarse al mismo ticmpo a la cabeza de la Iglesia y del Estado. La tradicién tampoco murié con Ia caida de Constantinopla. Los zares de Rusia reclamaron para si el manto de los cmperadores bizantinos. Mosca se convirtié en la «tercera Roma», y la iglesia ortodoxa de Rusia se vio tan estrechamente ligada al Estado como lo habfa estado su equivalente bizantina. «Paleocristiano» y «Bizantino» La scparacién religiosa més todavia que la politica, entre Oriente y Occidente, ¢s lo que hace imposible tratar de la evolucién del arte cristiano en el Imperio romano dentro de unas mismas directrices. Estrictamente hablando, la palabra paleocristiano no designa un estilo; antes bien se refiere a cualquier obra de Arte producida por o para cristianos durante Ia época que antecedié a la separacién de la Iglesia ortodoxa, 0 sea, poco mis © menos, durante los cinco primeros siglos de nuestra era. Arte bizantino, en cambio, designa no solamente el arte del Imperio romano de Oriente, sino también un tipo espectfico de estilo; y como cste estilo surgié de ciertas tendencias cuya trayectoria podemos remontar hasta los tiempos de Constantino 0 atin mis lejos, resulta que no ‘existe una Iinea divisoria precisa entre el arte paleocristiano y el bizantino. Asf, el reinado de Justiniano ha sido calificado de la «Primera Edad de Oro del Arte bizantino», pese a arte paleocristiano y el bizantino 305 gue el propio Justiniano, hombre de rigida orientacién occidental y latina, estuvo a punto de lograr la reunificacién del Imperio de Constantino; y los monumentos que patrocin6, sobre todo los crigidos en el suelo de Italia, pueden enfocarse indistintamente como paleocristianos 0 como bizantinos, septin cl punto de vista elegido. Cierto que poco més tarde Ja hendedura religiosa y politica producida entre Oriente y Occidente se convirtié también en hendedura artistica. En la Europa Occidental, los pueblos celtas y germanicos heredaron la civilizaci6n del tiltimo periodo de la Ancigiie- dad, de la que formaba parte el arte paleocristiano, y la transformacion en la del Me- dievo. Oriente, por el contrario, no sufrié esta ruptura; en el Imperio bizantino siguié viviendo aquella Antigitedad clisica, si bien los elementos gricgos y orientales afluyeron a ritmo creciente y 2 expensas del legado romano. Como consccuencia de ello, la civi- lizacién bizantina nunca Hegé a scr plenamente medieval. «Los bizantinos pudieron ser decadentes ha dicho un historiador—; pero se mantuvieron griegos hasta cl fin». El mismo sentido de tradicién y de continuidad con el pasado sirvié para determinar el desarrollo del arte bizantino. Por ello, nos resulta més facil de comprender si lo con~ templamos en el contexto de la dltima fase cristiana de Ja antigiiedad mas que en el contexto de Ix Edad Media. EL ARTE PALEOCRISTIANO Es cosa hipotética el cu’ndo y dénde se realizaron las primeras obras del arte cris- tiano. A juzgar por los monumentes que han sobrevivido, ninguno puede fecharse antes del 200 de nuestra era aproximadamente; por tanto, carecemos de toda nocién directa de Arte al servicio de la cristiandad anterior a aquella fecha. En realidad, es muy poco lo que sabemos de cierto sobre el arte cristiano hasta que Hegamos al reinado de Cons- tantino el Grande, ya que también el siglo ut se halla pobremente representado. Las decoraciones pictéricas de las catacumbas romanas y las necrépolis subterrdneas de los cristianos, constituyen el tinico cuerpo de materiales tangibles y coherentes, pero son dnicamente una faceta, entre las muchas posibles, del arte cristiano. Antes de Constantino, Roma no era todavia el centro de la fe; otras comunidades cristianas, mas numerosas y més antiguas, existian en las grandes ciudades del norte de Africa y del Préximo Oriente, como, por ejemplo, Alejandria y Antioquia. Probable- mente habfan desarrollado tradiciones artisticas propias, distintas entre sf. Las extraor- dinarias pinturas murales de la sinagoga de Dura-Europos (véase fig. 286, lim. color 26) sugicren que composiciones pictoricas de carécter orientalizante similar decoraron tal vez las paredes de centros de culto cristiano en Siria y Palestina, puesto que las primeras congregaciones cristianas estuvieron integradas por miembros disidentes de la comuni- dad judfa. Alejandrfa, hogar de una numerosa colonia hebrea completamente helenizada, pudo producir, durante los siglos I o U1 de nucstra era, representaciones pictéricas del Antiguo Testamento en un estilo emparentado con los murales pompeyanos. Pademos hallar ecos de tales escenas en el arte cristiano posterior, mas no podemos estar seguros de donde o cuando se originaron ni por medio de qué caminos alcanzaron la tradicién cristiana. 306 Historia general del arte 287. Techo pintado. Principios del siglo wv d. de J. C. Roma, Catacumbas de Jos santos Pedro y Marcelino LAS CATACUMBAS Si Ia escasez de materiales procedentes de las provincias orientales del Imperio nos hace dificil juzgar la posicién de las pinturas de las catacumbas dentro del primer periodo evolutivo del arte cristiano, con toda nos dicen mucho acerca del espfritu de las comu- nidades que las patrocinaron. El ritual funerario y la proteccién de Ja tumba eran de importancia vital para los primeros cristianos, cuya fe se basaba cn Ja esperanza en la vida eterna en el paraiso. La iconografia de las catacumbas, como puede verse en la pintura cenital de ia figura 287, pone claramente de manifiesto este concepto ultraterre- no, a pesar de que las formas siguen sicndo, especialmente, las propias de la decoracién mural precristiana. Asi, observamos la divisién del techo en compartimentos como un eco tardio y simplificado de los proyectos arquitecténicos ilusionistas de la pintura pom— peyana; y el moldeado de las figuras, asi como la disposicién de los paisajes, revelan su descendencia del mismo léxico romano, que aqui, en manos de un artista de modestas aptitudes, ha sido degradado por culpa de una infinita repeticiGn. Pero el pintor de Tas catacumbas ha utilizado su vocabulario tradicional para expresar un contenido nuevo, simbélico, y para él carece casi de interés la significacién original de Jas formas. Incluso el enmarcado geomeétrico participa en esta tarea, puesto que el circulo mayor evoca la ciipula celeste, inscrita en Ia cruz, simbolo bisico de la fe. En el medallén central vemos El arte paleocristiano y el bizantino 307 aun joven pastor con una oveja sobre los hombros, en una actitud que podemos retro- wraer al arte griego arcaico (comparese fig. 147); representa al Cristo Redentor, cl pastor divino que sacrifica su vida por sus ovejas. Los comtpartimentos semicirculares relatan la historia de Jonas: en el de Ia izquierda es arrojado por la borda; en el de la derecha sale de la boca de la ballena, y en la parte inferior lo vemos de nuevo sano y salvo en tierra firme, meditando sobre la misericordia del Sefior. Este milagro del Antiguo Testamento, yuxtapuesto con frecuencia a uno del Nuevo Testamento, goz6 de inmenso favor en el arte paleocristiano como demostracién del poder de Dios para salvar, al hombre que tiene fe, de las garras de la muerte. Los personajes de pie representan micmbros de la Iglesia; levantadas las manos en actitud de orar, imploran la divina ayuda. El conjunto de la composicién, pese a su reducida escala y lo imperfecto de su ¢jecucién, tiene una coherencia y una claridad que la sittan aparte de sus predecesoras paganas y también de las pinturas murales de la sinagoga de Dura- Europos (véase fig. 286, lam. color 26). Encierra, si no la realidad, siquiera la promesa de una forma nueva auténticamente monumental (comparar con fig. 321) LA ARQUITECTURA La decisién de Constantino de hacer del cristianismo Ja religién oficial del Imperio romano produjo un hondo impacto en el arte cristiano. Hasta entonces, las congrega- ciones no habian podido reunirse piblicamente para celebrar su culto; las funciones se 288. Dibujo-reconstrucci6n de la primitiva Basilica de ‘San Pedro de Roma (segtin Frazer) 289. Plano de Ia primitiva basflica de San Pedro, Roma, Comenzada en el 333 d. de J. C. aproximads fn mente i 308 Historia general del arte celebraban de manera disimulada en los domicilios de los miembros mis pudientes, ‘Ahora, casi de la noche a Ja mafiana, hubo de ser creado un aparato arquiitecténico impresionante para la nueva fe oficial, con el fin de que la Iglesia fuese visible a todos El propio Constantino dedicé a esta tarca buena parte de los recursos de su cargo, y en pocos afios sc crigié un mimero sorprendente de nuevos templos espaciosos, bajo el patrocinio imperial, no sélo en Roma, sino también cn Constantinopla, en Tierra Santa y en otros importantes lugares. La Basilica Estas edificaciones constituyeron un tipo nuevo, conocido en la actualidad con el nombre de basilicas paleocristianas, que proporcionaron ¢l modelo llamado a servir de base a Ja evoluci6n de la arquitectura eclesiéstica de Europa Occidental. Por desgracia, no ha sobrevivido ninguna en su forma original, pero conocemos con considerable exactitud el plano de la maxima iglesia constantiniana, la de San Pedro de Roma (figs. 288, 289) Para obtener una impresién de su interior hemos de fundamentarnos en la basilica de San Pablo Extramuros, construida algo més tarde y que permanecié intacta en su esencia hasta que la destruyé un incendio cn 1823 (fig. 290). La basilica cristiana primitiva, cal y como nos la oftecen los dos monumentos citados, ¢s una sintesis de sala de asambleas, templo y casa particular. Posee también las condiciones de una creacién original impo- sible de explicar satisfactoriamente en funci6n de sus fuentes. Lo que debe las basilicas de la época pagana se patentiza si comparamos el plano de San Pedro con el de la basilica de Leptis Magna, erigida un contenar de afios antes (fig. 246): la nave central, flanqueada por las laterales ¢ iluminada por vidrieras, el abside, el techo de madera, son otros tantos rasgos corrientes en estructuras anteriores. De hecho, Ia basilica pagana era el Gnico modelo apropiado para los templos constantinianos, ya que combinaba ¢l espacioso in- terior exigido por el ritual cristiano con asociaciones imperiales que proclamaban la privilegiada condicién del cristianismo como nueva religién del Estado. Pero una iglesia habia de ser algo mas que una sala de asambleas; ademis de cobijar a Ja comunidad de los fieles, cra la mansién sagrada de Dios, Ja sucesora cristiana de los antiguos templos. Para poner de manifiesto esta funcién habia que dar un nuevo centro 290. Interior de San Pablo Exiramtt- ros, Rona. Empezada en el 386 d. de J. C. (Grabado al aguafuerte de G. B. Piranesi, 1749) a Ell arte paleocristiano y el bizantino 309 focal al plano de la basflica pagana: el altar, situado enfiente del abside en el extremo oriental de la nave, mientras las entradas, que en las basilicas paganas se hallaban por regla general en los flancos, cran relegadas al extremo Oeste. Asi, pues, la basilica cristiana estaba orientada a lo largo de su tinico eje longitudinal que recuerda curiosa mente la disposicién de los templos egipcios (compérese fig. 7). Antes de entrar cn la iglesia propiamente dicha, atravesamos un patio de columnas —

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