de mis acusadores. Ciertamente, bajo su efecto, incluso yo mismo he estado a punto de no reconocerme; tan persuasivamente hablaban. Sin embargo, por as decirlo, no han dicho nada verdadero. De las muchas mentiras que han urdido, una me caus especial extraeza, aquella en la que decan que tenais que precaveros de ser engaados por m porque, dicen ellos, soy hbil para hablar. En cambio, vosotros vais a or de m toda la verdad; ciertamente, por Zeus, atenienses, no oiris bellas frases, como las de stos, adornadas cuidadosamente con expresiones y vocablos, sino que vais a or frases dichas al azar con las palabras que me vengan a la boca; porque estoy seguro de que es justo lo que digo, y ninguno de vosotros espere otra cosa. En efecto, la situacin es sta. Ahora, por primera vez, comparezco ante un tribunal a mis setenta aos.
Ciertamente, atenienses, es justo que
yo me defienda, en primer lugar, frente a las primeras acusaciones falsas contra m y a los primeros acusadores; despus, frente a las ltimas, y a los ltimos. En efecto, desde antiguo y durante ya muchos aos, han surgido ante vosotros muchos acusadores mos, sin decir verdad alguna.