Está en la página 1de 11
XI. MACROLIBERTAD Bruce Ackerman y Anne Alstott Las actuales politicas pablicas sociales dividen la vida de las per- sonas en tres fases —infancia, adultez y vejez— y las tratan de formas muy distintas. Por ejemplo, los menores reciben educacién, los ancianos obtienen pensiones, y a los adultos se les brinda ayu- da cuando més la necesitan. Dentro de esta estructura tripartita, el ingreso basico y las asignaciones a ciudadanos comparten una critica frente al statu quo: ambos esquemas retan la aproximacién ala fase adulta de la vida basada en las necesidades. Pero como sugeriamos en nuestro ensayo principal, también queremos proponer un asunto més profundo, eludido por los par- tidarios del ingreso basico. Buscamos retar la divisién tripartita convencional del curso de la vida, asf como urgir reconocimiento social de una cuarta fase que llamaremos madurez temprana. Las asignaciones a ciudadanos han sido disefiadas para con- frontar las tipicas oportunidades vitales que se abren en esta fase de la vida. En nuestro concepto, el debate recogido en este vo- lumen ha prestado insuficiente atencién a este punto, algo que tiene la mejor de las explicaciones: no hemos caracterizado este razonamiento especifico de forma suficientemente adecuada. Es- peramos que este epilogo compense tal deficiencia y ademas ayu- de a clarificar la siguiente ronda de discusiones. 295 Bruce Ackerman y Anne Alstott Consideremos los problemas de la adultez temprana de una forma més elaborada. Para mujeres y hombres activos, la madurez temprana comienza cuando abandonan la educacién secundaria y ponen su mirada en los afios universitarios; para las personas no tan activas, empieza cuando son arrojados al mercado laboral luego de haber completado su educaci6n formal —que siempre es més corta, y generalmente inferior, que la de sus pares activos. Todos estos adultos jévenes tienen algo en comiin:! son ma- duros fisica y sexualmente, y son capaces de formar relaciones emocionales duraderas. Su socializacién y educacién les permite negociar las labores ordinarias y los pequefios placeres de la vida —ir al supermercado, alquilar una pelicula. Dia tras dia, realizan una gran cantidad de elecciones y asumen responsabilidad por sus decisiones. Ya sea que se desplacen para arriba 0 pata abajo en el elevador de la vida, todos experimentan a diario los gozos y las frustraciones de la libertad. Se trata, por lo tanto, de una mi- crolibertad. La gran diferencia surge cuando intentan medir su vida como un todo. Para los vinculados con universidades, la vida esta llena de decisiones vitales. ‘Se deberian preparar para una profesién practica o embarcarse en una vida més idealista? tLes interesa més la conformacién de un negocio, explorar el arte o proteger el medio ambiente? Con seguridad, nadie cuenta con opciones ilimicadas: la habilidad y la realidad econdémica son limitaciones bastante reales, y desdichado aquel que no sepa reconocerlas. No obstante, los tipicos estudiantes universitarios sienten que estan asumiendo un rol activo en la determinacion de la forma general de su vida. Disfrutan de macrolibertad, no sdlo una micro. Esto no es cierto para la mayoria de los otros adultos jévenes. Para ellos, la madurez temprana es un periodo de aguda subordi- nacién econémica. Ingresan al mercado laboral sin propiedad y con pocas habilidades. El reto esta en poner algo de pan sobre la mesa y en pagar la renta —nada de fantasear sobre la forma de 1 Hay un ntimero sustancial de adultos jévenes cuyo desarrollo fisico y social no les permite funcionar en la forma descrita en este parrafo. Diferimos la discusi6n sobre este grupo pata un punto posterior. 296 XI. Macrolibertad su vida como un todo; se trata de hacer encajar todo aqui y aho- ra. La macrolibertad es un lujo que simplemente no tienen en sus manos. A lo mejor pueden rescatar una semana de su vida ordi- naria y divertirse con la familia, los amigos, los amantes; pero el escapismo no es lo mismo que la macrolibertad. Sin embargo, es eso lo mejor que la mayoria de personas pue- den alcanzar en el mundo real. No pueden experimentar con una variedad de ocupaciones; 'tampoco pueden tomarse un tiempo e invertirlo en entrenamiento para una u otra habilidad. Podrian set renuentes a mudarse a una préspera ciudad, 0 a renunciar a su trabajo mas o menos decente, pese a que su jefe sea un tira- nuelo opresivo. Estos afios tempranos de subordinacién pueden moldear profundamente la autocomprensién —en lugar de verse a s{ mismos como personas involucradas activamente en la cons- truccién de su vida, se autoconciben como agentes pasivos de la necesidad econémica. Esta gran divisién de la macrolibertad no esté basada en nin- gan gran hecho natural. Es por el contrario la consecuencia de la divisién tripartita que imponen actualmente las politicas pu- blicas sociales sobre el transcurso de la vida humana. En tanto la madurez temprana no esta demarcada como una fase distintiva, las politicas pablicas sociales ubican a las personas de 18 afios en las dos categorfas restantes —0 son “nifios muy viejos” o “adultos muy jévenes”. O, en la peor opcién conceptual, algunos son em- butidos en una sola categoria, y los otros en la restante. En términos generales, el Estado de bienestar en Estados Uni- dos y en Europa ha seguido la peor opcién conceptual de la peor forma posible. Las personas activas de 18 afios son tratadas co- mo si fueran “nifios muy viejos” durante sus afos universitarios —reciben educacién gratuita, o altamente subsidiada, del mismo modo que en su infancia. Pero sus pares no tan activos son tra- tados como “adultos muy jé6venes” —una vez dejan el colegio se les deja por su cuenta, excepto cuando sufren de desempleo, de alguna invalidez seria o de alguna otra necesidad aguda. El resultado es una profunda injusticia. Los estudiantes uni- versitarios merecen pequefios subsidios. Sus habilidades para la 297 Bruce Ackerman y Anne Alstoct utilizacién simbélica los pondrén en la avenida de los ingresos al- tos durante el resto de su vida. En contraste, una asignacién ge- nerosa ofreceria al resto de sus conciudadanés la nica oportuni- dad que obtendran, en tanto adultos jévenes, para mantener su cabeza en alto y para actuar afirmativamente en el disefio de su propio futuro econdémico. Los defensores del ingreso basico estan ciegos ante esta dis- paridad, ya que se abstienen de reflexionar sobre los dilemas ca- racteristicos de la adultez temprana. Proponen el pago de una suma especifica a los adultos de todas las edades —independien- temente del grado de genuinas oportunidades que hayan tenido, al alcanzar la madurez temprana, para disfrutar de los beneficios y cargas de Ja macrolibertad. Laasignacién a ciudadanos es diferente. Escogimos US $80.000 como nuestra asignacién, ya que éste es el costo de estudiar en una buena universidad estadounidense durante cuatro afios. Los adultos j6venes que sacan provecho de esta oportunidad educa- tiva invertiran principalmente su dinero en educacién y en gas- tos de sostenimiento, con lo cual intercambiarfan su asignacién por un grado universitario. Aunque la asignacién a ciudadanos pueda brindarles mAs flexibilidad para escoger sus programas aca- démicos, no transformar4 radicalmente su vida. Ya cuentan con una macrolibertad, por lo que la asignacién tan sélo les ayudaré a ejercitar de mejor manera sus poderes de disefio vital. Esto no es asi para el amplio sector medio de la poblacién. Muchas personas simplemente no son tan buenas para la mani- pulacion simbélica requerida por la educacién universitaria. Pe- to son perfectamente capaces de asumir el ejercicio responsable de la macrolibertad, bajo el supuesto de que se les brindara una asignacién. Con US $80.000 en el banco, ellos también podrian ponderar sus opciones vitales, tomando en cuenta sus habilida- des y realidades econémicas, impulsados por un espiritu similar al de sus pares activos. Tal vez més hombres y mujeres podrian encontrar econémicamente factible la combinacién de sus US $80.000, con lo cual asumirian las responsabilidades del matri- monio y de la crianza; algunos beneficiarios podrfan invertir par- 298 XI. Macrolibertad te de su asignacién en la formacién de un pequefio negocio; pa- ra otros tal vez tendria mas sentido poner parte de ese fondo en un banco y utilizar los intereses como un ingreso basico mensual —mientras apatece alguna oportunidad vital fundamental... Oa lo mejor, afirma el escéptico, simplemente podrfan dilapidar el dinero en algo frivolo. Nadie parece hacer esta pregunta escéptica en el caso de los universitarios. Tenemos suerte de trabajar en una de las grandes universidades estadounidenses, que impone altos estandares me- titocraticos a aquellos que intentan ser admitidos. Sin embargo, hay un nt&imero sensible de estudiantes de Yale que malgastan sus “brillantes afios universitarios” de fiesta en fiesta, almacenando en su cerebro migajas de intitil informacién antes de presentar los ex4menes finales. Sin lugar a dudas, las directivas universitarias deberfan tomar medidas para hacer mas dura la vida de estas legio- nes de z4nganos. Pero hasta el administrador més estricto sabe que un ndmero significativo de estudiantes se las arreglara para mani- pular el sistema logrando notas aprobatorias y poca comprensién genuina. Desde hace tiempo hemos aceptado esta gran dilapida- cién de recursos como parte del precio que debemos pagar por un sistema que permite usar, a millones de estudiantes universitarios, su macrolibertad de una forma sensata y responsable. Pedimos la misma tolerancia en el caso de las asignaciones a ciudadanos. Asi como algunos estudiantes universitarios utilizan su libertad para ahogarla en alcohol, algo similar harén algunos miembros de la nueva clase de individuos con asignaciones. Pero tal abuso no deberia destruir el clamor de millones por el poder necesatio para forjar los contornos de su vida. Para minimizar los peligros de este abuso, podriamos pospo- ner la edad de asignaciones para todos aquellos que no utilicen el dinero en educaci6n superior. Urgimos al gobierno Blair a que reconsidere su decisién de distribuir “bonos para bebés” a todos los ciudadanos al llegar a la edad de 18 afios, especialmente en el caso de que incrementos en la financiacién futura eleven es- tas asignaciones de capital por encima de su pequefio monto ac- tual. Los adultos jévenes deberfan pasar mas tiempo en la “dura 299 Bruce Ackerman y Anne Alscott escuela de la vida", de modo que fueran mds maduros para usar sus asignaciones responsablemente. Pero en cuanto a este punto creemos que la amplia clase media, no menos que la clase utiliza- dora de simbolos, tiene derecho a los recursos necesarios para el ejercicio efectivo de la macrolibertad. De hecho, el recurrente énfasis hecho en la dilapidacién de asignaciones nos dice mds sobre las ansiedades de nuestros criti- cos que de fa conducta probable de las personas con asignacio- nes. Después de todo, tales criticos provienen de la clase utiliza- dora de simbolos, que lleva vida confortable y puede aislar a sus hijos de los rigores de las necesidades econémicas. Cuando estos menores lleguen a la madurez, a algunos de ellos no se les habra ensefiado el valor del dinero, por lo que podrfan dilapidar sus asignaciones —a menos que sus padres dejen claro que las hijas e hijos derrochadores no deben esperar mas respaldo econémi- co si malgastan sus US $80.000. Pero la apabullante mayoria de Personas con asignaciones —especialmente aquellos que apun- tan hacia la universidad— no tendran un entorno familiar tan mimador. Desde su temprana infancia entenderdan el valor del di- nero. Cuando finalmente obtengan sus asignaciones de capital a los 20 afios, entenderan su asignacién como lo que realmente es: un recurso precioso para asumir el control de su vida, una opor- tunidad tnica en su existencia. Con seguridad muchos careceran de una sofisticacion finan- ciera similar a la de muchos adultos jdvenes de la clase utiliza- dora de simbolos. Y aunque esta brecha no puede eliminarse por completo, ciertamente si puede disminuirse con ayuda del sis- tema educativo: “Cémo manejar tu asignacién” deberia ser una clase obligatoria en todas las escuelas secundarias, algo que set- virfa como introduccién a la economia —una materia normal- mente ignorada en nuestros curriculos. Y dadas las asignaciones futuras, ilos estudiantes tendrfan una motivacién tnica para do- minar la temAtica! No negamos lo obvio: hay algunas personas que no tienen las capacidades cognitivas y emocionales para involucrarse activa- mente en el disefio de su vida. Proponemos un crudo examen so- 300 XI. Mactolibertad ciolégico para identificar a tales sujetos. Por ejemplo, alrededor del 20% de los estadounidenses no obtienen el diploma de bachi- ller. Algunas de estas personas no pueden manejar los retos dia- tios de la vida y requieren de una administracién mandataria y de una generosa asistencia para llevar una vida adecuada. Pero otros pueden operar efectivamente en la vida diaria, pese ano tener la disciplina necesaria para permanecer en el colegio y graduarse. A las personas que se retiren del colegio les negaremos acce- so total a sus asignaciones, aunque al hacer esto cometamos una injusticia con algunos. Pese a no haber obtenido el diploma de bachiller, puede que algunos tengan la inteligencia practica ne- cesaria para manejar las responsabilidades que implican las asig- naciones. No obstante, muchos no usaran responsablemente su macrolibertad, y dada esta probabilidad, pareceria prudente ne- garles acceso a uma suma tan grande como US $80.000. Por el contrario, se les deberia brindar un ingreso basico de US $400 0 US $500 mensuales, que representarian la suma anual de su asig- nacién subyacente. Aunque a las personas retiradas del colegio se les deberfa incentivar para que asuman privilegios completos so- bre sus asignaciones una vez hayan aprobado el correspondiente examen, deberfan recibir tan sdlo un ingreso basico hasta que lo- gren superar este obstdculo (0 algiin otro que pueda ser disefiado para medir las competencias del caso). El tratamiento que damos a este grupo ilustra los valores carac- teristicos que subyacen al contraste existente entre asignaciones a ciudadanos e ingreso basico. Hipotéticamente, este grupo po- see las habilidades que se necesitan diariamente para manejar su microlibertad de una forma responsable; pero carecen del mayor numero de habilidades necesarias para jugar un papel activo en el disefio de su vida. Debidoa que es éste el interés caracterfstico en el que se basan las asignaciones a ciudadanos, estamos dispuestos arecurrir al ingreso basico cuando el ejercicio de la macrolibertad no patezca ser una opcidn realista. vee 301 Bruce Ackerman y Anne Alstott Las asignaciones a ciudadanos representan un nuevo com- promiso colectivo con la macrolibertad para todos aquellos que tienen una oportunidad real de ejercitarla responsablemente. Creemos que éste es un ideal enormemente atractivo para el pro- gresismo politico del siglo XXI, y nos incentiva enormemente que Tony Blair le haya dado su respaldo —primero, al convertirla en su gran idea durante su exitosa campania de reeleccidn, y luego al implementarla con un primer y pequefio {tem en su presupues- to para 2003. Pero si el programa adquiere traccién politica, implicaria con el tiempo grandes transferencias. Si nuestra propuesta de US $80.000 se implementara en los Estados Unidos, habria una transferencia anual de US $250 billones por parte de los mayores de 55 aftos, quienes son duenios del grueso del patrimonio nacio- nal, hacia las generaciones mds j6venes. Esta suma es suficiente para poner a tambalear a los defensores del Estado de bienestar basado en las necesidades, quienes estan suficientemente repre- sentados en este volumen. En lo que a ellos respecta, un compro- miso real con las asignaciones a ciudadanos tendria que obtener recursos dramaticamente necesarios para los verdaderamente necesitados. Los andlisis tecnocraticos que demuestran este punto asumen invariablemente que el compromiso con el Estado de bienestar existente se mantendra constante. Sin nuevos ideales que inspi- ten compromiso politico por parte de la mayoria, los programas tradicionales para los necesitados se marchirardn. Los progresis- tas deben buscar la vinculacién de los intereses de la gran mayo- ria con los de los verdaderamente necesitados. De otra forma, las clases medias se unirén con las altas en una coalicién antiimpues- tos, que podria restringir los fondos dirigidos a la base. La asigna- cién a ciudadanos es precisamente el tipo de programa que puede convencer a la clase media de que tiene todo por ganar al formar una coalicién para apoyar la justicia distributiva. Tal coalicién haria mds probable que se les dé reconocimiento sustancial a las demandas de los verdaderamente necesitados. 302 XI. Maerolibertad Existe por supuesto el riesgo de que las asignaciones a ciuda- danos sean usadas como una excusa para recortar otras formas de asistencia legitima. Pero no hay politica sin riesgo, y aquellos defensores del Estado de bienestar que se rehdsan a innovar, en nuestra opinién se estan embarcando en una estrategia de alto riesgo. Dejando la politica a un lado, existen muchas formas de fi- nanciar la asignacién, algunas mejores que otras. Esto también es cierto para el ingreso basico. Al comparar las dos iniciativas, los analistas deben insistir en un campo de juego en el que ambas se encuentren en igualdad de condiciones —en tanto nuestro programa implica un impuesto de US $250 billones, uno deberia compararlo con un prograina de ingreso basico de US $250 billo- nes. Si se decide financiar el ingreso basico con un incremento sustancial del impuesto progresivo sobre el ingreso (como hace Philippe van Parijs), entonces se deberia utilizar el mismo méto- do de financiacién para establecer un programa comparable de asignaciones a ciudadanos. Nosotros tenemos nuestro esquema de financiacién favorito. Pero resulta importante mantener la distincién entre el aspecto de los impuestos y el del beneficio. Los argumentos sobre la finan- ciacién son secundarios si se comparan con los argumentos so- bre los méritos de las asignaciones a ciudadanos. El asunto clave es si las ventajas de la macrolibertad respecto a las asignaciones a ciudadanos resultan contrapesadas por las ventajas del ingreso basico. Si las asignaciones a ciudadanos desequilibran el cAlculo, estarfamos mas que dispuestos a discutir esquemas de financiacién que obtengan el favor general de analistas y politicos. Con esta exhortaci6n, permitasenos decir un par de palabras finales sobre nuestro sistema de financiacién favorito. Concebi- mos las asignaciones a ciudadanos como una forma de herencia ciudadana que merece reconocimiento como un complemento apropiado para el sistema tradicional de herencia privada. La parte que le corresponde a un adulto joven no deberfa depender tanto del hecho de si sus padres han tenido o no éxito en el mercado, 0 de si fallecen tarde o temprano. Su estatus como ciudadano de- 303 Bruce Ackerman y Anne Alstott beria darle derecho a una asignacion basada en las grandes con- tribuciones hechas al patrimonio comin por generaciones pre- vias de ciudadanos. Esta comprensi6n de las asignaciones a ciudadanos brinda un enfoque normativo para nuestra decisién sobre la base gravable. En tanto no hayamos financiando un sistema de herencia ciuda- dana, resulta particularmente apropiado obtener el dinero a tra- vés de impuestos sobre la herencia privada. En contraste con las perspectivas libertarias abanderadas por el Partido Republicano de George W. Bush, entendemos los impuestos sobre la herencia como la tributacién més justa de todas.? Los hijos de padres ricos no escogieron esos padres, ni tampoco obtuvieron ese patrimonio valiéndose de su esfuerzo. Resulta completamente adecuado gra- var la herencia en tasas progresivas y altas, y encauzar ese dinero hacia un sistema mucho mas justo de herencia ciudadana. Dado lo facil que resultaria evadir los impuestos sobre la he- rencia, proponemos un impuesto sobre el patrimonio como una medida profilactica. En lugar de esperar a que las personas ricas mueran, se requeriria que los estadounidenses pagaran un im- puesto anual del 2% sobre todos sus bienes, con una generosa exenci6n de US $230.000. Usando datos de 1998, esto significa que cerca del 85% de los hogares estarfan completamente exen- tos del pago del impuesto, y tan sdlo el 1% ubicado en la pun- ta pagaria cerca del 40% del total. Esto serfa mas que suficiente para financiar un programa de asignaciones a ciudadanos de US $80.000 por persona. En el largo plazo prevemos una segunda fuente de financia- cién. Cuando muera la primera generaci6n de personas con asig- naciones, éstos deberfan contribuir a la financiacién de las asigna- ciones de la siguiente generacién. No se les deberfa permitit que destinen grandes sumas para sus propios hijos antes de devolver su asignaci6n inicial, con intereses, al fondo de las asignaciones a ciudadanos. Concebimos esta devolucién como otra forma de 2 Véase Ackerman (1980: cap. 7). 3 Vease Wilhelm (2001). 304 XI. Macrolibertad gravamen sobre la herencia, pero en una presentacién todavia més ideolégica: si alguien arriesga sus US $80.000 en una gran inversién de capital, pareceria dificil que adn las personas mas libertarias protestaran cuando se pida la devolucién del fondo que le dio el punto de partida a su vida. Pero s6lo esperamos que sean los ganadores del mercado los que realicen este pago. Para la aplastante mayorfa a asignaci6n inicial no seria un préstamo para toda una vida, sino un beneficio para toda una vida. Si nos apartamos de los detalles, las dos vertientes de nuestro programa se acumularfan en un todo mds grande. En la medida en que la generacion més joven llegue a la madurez temprana, sus demandas ciudadanas se redimirfan en la realidad de una macro- libertad que todos pueden usar responsablemente. En la medida en que la generacién més vieja se dirija al final de su vida, aque- Ilos que han sido exitosos en el mercado laboral reconocerfan su deuda para con la comunidad y brindarfan los recursos necesarios para asegurar la macrolibertad de sus sucesores. Simbélicamente este todo parece ser mds grande que la suma de sus partes. Creemos que las asignaciones a ciudadanos operan como una idea atrayente que puede servir como el fundamento de una nueva politica progresista para el siglo XXI. Pero estamos més que dispuestos a aceptar la mitad del pastel y a admitir cual- quier esquema de impuestos plausible que genere asignaciones a la nueva generacion. La macrolibertad es un bien precioso que debe estar disponible para que todos los ciudadanos capacitados puedan forjar su propia vida. No deberfa ser tratada como un lujo que disfruta Gnicamente la activa poblacién universitaria. REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS Ackerman, Bruce. 1980. Social Justice in the Liberal State. New Haven: Yale University Press. Wilhelm, Mark. 2001. “A Proposed Wealth Tax: Revenue Estimates and Distributional Anayisis Using the 1998 Survey of Consumer Finances” (articulo inédito). 305

También podría gustarte