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Conversaciones para no borrar, tarde o temprano, se borran igual.

Es su segunda despedida en menos de ocho horas. Encanta, suea y


desencanta; mira el reloj, espera y vuelve a sentarse. Oscurece, se agranda,
come pan con miel y bebe su t en la misma taza de todas las noches. Es otra,
no la que encanta, no es la que toma t, no es la que sonre; la que se levanta,
y la que luego vuelve a sentarse. No es la que suea, ni la que tiene la taza en
la que toma t, pero sus sueos son los mismos, el reloj al que mira, la espera
es la misma. Cambia, sus ojos ms brillantes que hace un minuto, es el mismo
brillo, pero sus ojos no son los mismos que miraron el reloj en su ltima vuelta.
No es la que conversa conmigo y no cesa de transformarse, la veo dejar su
cuerpo en fracciones de segundos, y tomar otra forma, la forma de un
pensamiento, que mira el reloj en las estrellas, y sus manos giran en torno a
sus lneas y cada una de ellas, cambia.
Ya se acabaron las Pilsen, me trajeron hasta uno de los extremos donde la feria
arma su culebra de frutas, verduras, y artefactos. Es de noche en la tierra
media, a lo lejos, el ojo de mordor y su llama de fuego lamiendo el cielo
atribulado de nubes. El viento frio exhala la respiracin vaporosa calcinante del
gran pulmn intoxicado, entonces los miles de orcos que deambulan de
esquina en esquina empiezan a acercarse
Al espejo de plata ya se le acababa la pasta, el metal cambiando en multiples
aspiraciones, y ese amargo sabor de neumticos en la boca, acumulando arena
en el espejo trizado, juntndose grano a granito para su aspiracin de fuego,
los pelillos de la pared interrna de celofn se iluminan color de industrias y el
mundo del submundo, humedal de frazadas y un tartamudo que jurara que
con el flamazo se le hace ms inteligible el habla. La saliva adosada a la carne
metlica huele como cuando la mam probaba la plancha antes de planchar, y
el lupanar de viejos, con estras en la cara untando en el escombro mientras
que sueltan su vicio a una pantalla en donde blancanieves pasea tibia blanca y
rubia, los dedos arden en medio de la agitacin pasajera de interrupciones
sinpticas, se va acabando el mustio y pequeo pantano, los ojos empiezan a
mirarse cuando la maana dice que hay que dormir.

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