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Entre otras cosas, nunca castigamos. Nunca reimos a nadie con la esperanza
de reprimir o eliminar el comportamiento indeseable
Ha sido demostrado sin lugar a dudas. Lo que est surgiendo en este crtico
momento de evolucin de la sociedad es una tecnologa conductista y cultural
basada nicamente en el refuerzo positivo. Gradualmente, vamos
descubriendo a costa de inconmensurables sufrimientos humanos que, a la
larga, el castigo no reduce la probabilidad de que el individuo reincida en la
conducta castigada. Hemos estado tan inmersos en la opinin contraria, que
siempre entendemos la palabra fuerza como castigo. No decimos que
usamos de la fuerza cuando enviamos barcos cargados de alimentos a pases
hambrientos, aunque de hecho estemos desplegando tanto o ms poder que si
enviramos tropas y caones. Ciertamente que no abogo por la fuerza dijo
Castle. Pero no puedo aceptar que no sea efectiva. Es efectiva
temporalmente, y eso es lo peor del caso. As se explican miles de aos de
derramamiento de sangre. Incluso se ha engaado a la misma naturaleza,
instintivamente castigamos a una persona que no se comporta como
queremos. Si es un nio, le damos azotes; si es un hombre, le pegamos. Una
sutil distincin! El efecto inmediato del golpe nos ensea a golpear de nuevo.
La venganza y la revancha son las cosas ms naturales del mundo. Pero, a la
larga, la persona a la que golpeamos no por ello est menos dispuesta a repetir
su accin.