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La
importancia
del
disenso
en
la
democracia
y
en
el


trabajo
de
los
medios
de
comunicacióni


Andrés
Martínez
Crespoii



Una
reunión
como
esta
habría
sido
imposible
hace
30
años.
Hace
casi
tres
décadas,
el

17
de
julio
de
1980
el
golpe
de
Estado
encabezado
por
Luis
García
Meza
interrumpía

el
proceso
de
recuperación
de
la
democracia
que
había
comenzado
con
la
salida
de

Hugo
Banzer
de
la
presidencia.
Es
importante
tomar
en
cuenta
ese
dato,
ya
que

después
de
todo
ese
tiempo
tendemos
a
dar
por
sentada
a
la
democracia
y
a
olvidar
lo

que
significó
para
nuestro
país
la
dictadura.

Los
regímenes
totalitarios
y
autoritarios
no
permiten
las
reuniones
o
las
restringen

considerablemente
¿Por
qué?
Al
explicarnos
por
qué
el
totalitarismo
opera
así

veremos
cuál
es
la
dimensión
de
reuniones
como
ésta.

Primero.
El
solo
hecho
de
que
las
personas
se
reúnan
para
intercambiar
opiniones
e

información
de
relevancia
para
su
comunidad
ya
es
un
atentado
al
esquema

autoritario,
que
cifra
su
fortaleza
en
el
control
de
las
acciones
que
ejecutan
los

subordinados.
La
dominación
autoritaria
no
podría
existir
si
no
ejerciera
un
control

férreo
sobre
el
ejercicio
de
la
libertad.


Segundo.
Cuando
las
personas
se
reúnen
para
debatir
sobre
asuntos
de
relevancia

para
su
comunidad
y
su
país
intercambian
información,
se
forman
una
opinión
de
lo

que
ocurre
en
su
entorno
y
tienen
más
instrumentos
para
tomar
decisiones
sobre
su

actuación
individual
y
en
grupo;
asumen
una
postura
con
relación
a
sus
gobernantes;

en
el
mejor
de
los
casos,
asumen
una
posición
vigilante
y
crítica
acerca
del
poder.
Una

sociedad
que
reflexiona
y
debate
es
una
sociedad
muy
difícil
de
controlar
en
un

sistema
autoritario.
Por
eso,
una
dictadura
tiene
pavor
al
debate.
Es
su
antítesis.


En
resumen,
el
solo
ejercicio
de
la
libertad
para
expresarse
y
discutir
es
la
negación

del
totalitarismo.
Así,
esos
rasgos
son
esenciales
para
la
democracia.


Por
eso,
una
variedad
de
estudiosos
de
las
ciencias
sociales
y
de
la
filosofía,
de

diversas
tradiciones
del
pensamiento
coinciden
en
que
uno
de
los
elementos

fundamentales
de
la
democracia
ha
sido
y
es
el
funcionamiento
de
espacios
de



 1

encuentro
y
expresión
como
éste.
Sí.
Lo
que
hacemos
acá,
define
a
nuestra

democracia.

Sin
embargo,
el
hecho
de
ejercer
nuestra
libertad
para
reunirnos
y
para
discutir
no
es

suficiente.
Si
así
fuera,
los
bolivianos,
que
gustamos
de
los
cabildos,
que
gustamos

bastante
de
reunirnos
para
debatir,
criticar
y,
no
siempre
proponer,
tendríamos
una

democracia
perfecta.

La
libertad
no
sólo
se
la
ejerce,
la
libertad
hay
que
merecerla.
¿Cómo
se
logra
ello?


La
académica
norteamericana
Pippa
Norrisiii
utiliza
la
definición
del
alemán
Jürgen

Habermas
para
denominar
al
conjunto
de
los
espacios
como
el
que
compartimos

ahora
como
la
“esfera
pública
democrática”.
Habermas
planteaba
que
esos
espacios

son
verdaderamente
democráticos
cuando
en
ellos
se
dan
tres
condiciones.


‐Deliberación
razonada;

‐Discusión
crítica;

‐Tolerancia
sobre
la
argumentación
y
puntos
de
vista
alternativos.
Es
decir,

tolerancia
con
quienes
se
ponen
de
acuerdo
y
tolerancia
con
quienes
disienten

del
acuerdo.

No
sería
mala
idea
que
antes
de
terminar
este
evento,
cada
uno
de
ustedes
se

pregunte
si
en
este
espacio
se
dieron
esas
tres
condiciones.
Pero
sería
una
aún
mejor

idea
si
todos
nos
preguntáramos
y
nos
respondiéramos
cómo
nosotros
—como

comunicadores
y
periodistas—
podemos
contribuir
a
que
los
espacios
de
esta
esfera

pública
democrática
cuenten
con
un
debate
razonado,
crítico
y
tolerante.

Habermas
y
otros
estudiosos
identificaron
en
el
ágora
de
los
griegos
el
prototipo
de
la

esfera
pública
democrática.
El
ágora
era
el
sitio

(la
plaza
pública)
en
el
que
los

ciudadanos,
en
igualdad
de
condiciones
se
reunían
para
discutir
sobre
cuestiones

relevantes
para
la
comunidad
de
un
modo
razonado,
crítico
y
tolerante.
Como

resultado
de
ese
debate,
los
ciudadanos
formaban
una
opinión
y
una
actitud
sobre
la

cosa
pública,
las
cuales
incidían
en
el
curso
del
manejo
político
de
su
sociedad;
con

relación
a
una
diversidad
de
asuntos,
entre
ellos:
a
qué
líder
elegir
y
por
qué
pedirle

cuentas
sobre
su
actuación.
Se
podría
decir
que
el
ágora
era
un
espacio
intermedio

entre
el
ámbito
privado
de
los
individuos
y
el
Estado.

Los
teóricos,
actualmente,
identifican
numerosos
espacios
públicos
como
el
ágora.

Desde
las
organizaciones
cívicas,
los
sindicatos,
los
espacios
profesionales
(como

éste),
hasta
los
ámbitos
generados
por
las
nuevas
tecnologías
como
los
chats,
los
foros

de
las
llamadas
social
utilities
como
el
facebook,
e
incluso
los
mensajes
de
texto
de
los

celulares.
Y
claro,
los
medios
de
comunicación.

Ahí
entramos
nosotros.
Los
medios
de
comunicación
también
pueden
ser
plataforma

que
contribuya
a
la
esfera
pública
democrática.
De
hecho,
la
sociedad
contemporánea

está
tan
impregnada
por
la
presencia
de
los
medios
de
comunicación
que
algunos

teóricos
les
atribuyen
un
casi
exclusivo
papel
como
plataforma
de
la
esfera
pública

democrática.



 2

Habría
que
ser
más
modesto.
No
es
correcta
la
idea
de
que
los
medios
son
la
panacea

para
todos
los
males
del
mundo.
Su
influencia
es
importante,
pero
en
ocasiones
es

muy
limitada.
Se
dice,
por
ejemplo,
que
pueden
frenar
la
violencia
en
un
conflicto,

pero
es
mejor
plantear
que
pueden
contribuir
a
disminuir
la
violencia.
Una
visión
más

realista
previene
a
quien
trabaja
en
un
medio
y
a
la
propia
sociedad
de
no
esperar

demasiado
de
los
medios,
pero
sí
a
reclamarles
el
cumplimiento
de
sus
funciones.


El
papel
es
limitado,
pero
importante.
Hay
tres
ámbitos
que
conviene
recordariv:

‐Vigilancia
(watchdog):
investigar
y
denunciar
asuntos
de
interés
público
que

son
ocultados
por
grupos
de
poder
del
Estado
y
de
particulares,
y
que
implican

un
perjuicio
para
la
colectividad.

‐Información
(agenda
setting):
informar
sobre
cuestiones
relevantes
y
útiles

para
la
sociedad.

‐Creación
de
espacios
de
debate
en
los
que
los
diferentes
actores
de
la
sociedad

expresen
sus
posiciones
(gatekeeping).

Es
importante
ubicar
en
esos
tres
ámbitos
el
trabajo
de
los
medios
para
poder
fijarnos

metas
de
trabajo
y
para
también
evaluar
cómo
estamos
desempeñando
nuestra
labor.

No
olvidemos
que
los
medios
de
comunicación
son
parte
fundamental
de
ese
espacio

público
democrático
y,
como
tal,
tienen
una
responsabilidad
con
la
sociedad.
En
otras

palabras,
un
medio
de
comunicación

no
sólo
es
una
empresa
y
un
periodista
no
es
un

trabajador
más.
Tiene
una
misión
importante
en
la
sociedad
y
un
papel
crucial
en
el

fortalecimiento
de
la
democracia.
Nadie
nos
obligó
a
ser
periodistas
y
comunicadores,

pero
para
desempeñar
nuestro
papel
hay
obligaciones
que
cumplir.

Sobre
el
primero,
el
papel
de
guardianes
o
vigilantes,
no
daré
más
detalles,
pero
vale

la
pena
aclarar
que
ello
no
quiere
decir
que
los
periodistas
seamos
jueces
ni
policías.

Nosotros
no
juzgamos,
pero
sí
podemos
investigar
y
denunciar,
y
dejar
que
las

personas
juzguen.


Sobre
el
segundo,
el
rol
informativo,
creo
que
las
evaluaciones
que
hicieron
ayer
sobre


las
elecciones
municipales
demostraron
con
claridad
de
que
algunos
colegas
no

comprenden
totalmente
su
responsabilidad
de
brindarle
a
la
sociedad
información

útil
para
que
aquélla
pueda
tomar
las
decisiones
de
la
manera
más
racionalmente

posible.



Algunos
hablaron
del
chantaje
de
ciertos
candidatos
sobre
la
población
beneficiaria
de

bonos;
sin
embargo,
no
se
mencionó
si
los
medios
de
comunicación,
en
los
sitios

donde
se
había
dado
ese
chantaje
hicieron,
algo
para
dilucidar
simplemente
si
un

beneficio
de
distribución
nacional
puede
ser
eliminado
por
un
alcalde.

Fueron
pocos
los
que
asumieron
parte
de
responsabilidad
en
la
desinformación
de
los

votantes,
no
digamos
que
sobre
las
propuestas
de
los
partidos,
sino
sobre
algo
tan

elemental
como
el
procedimiento
de
voto
y
las
innovaciones
que
traían
estos

comicios.



 3

El
tercer
ámbito
de
acción
de
los
medios,
el
de
constituirse
en
una
plataforma
donde

participe
la
sociedad,
ha
sido
definido
con
total
claridad
por
el
ejemplo
del
trabajo

conjunto
de
las
radios
de
Mecapaca
(radio
Sur
Agricultura,
radio
del
Valle
y
radio

Galaxy).


Como
ustedes
pueden
ver,
con
estos
papeles
(de
vigilancia,
de
definición
de
agenda

informativa
y
de
plataforma
para
el
debate
público)
los
medios
de
comunicación

contribuyen
a
enriquecer
la
esfera
pública
democrática.
Aportan
con
información
(que

produce
la
sociedad
y
que
es
ocultada
a
la
sociedad
por
motivos
inconfesables)
para
la

deliberación
razonada
y
para
la
discusión
crítica
dentro
de
la
sociedad.
Y,
además,

aportan
con
algo
fundamental:
que
la
gente
tenga
una
idea
más
clara
de
cómo
se

maneja
el
poder
político
y,
sobre
todo,
demande
de
ese
poder
un
manejo
transparente

y
adecuado.
Todo
ello
contribuye
a
mejorar
la
cultura
política
de
las
personas,

contribuye
a
que
no
caigan
en
la
trampa
del
chantaje
(“que
si
no
votas
por
mí,
te
voy
a

quitar
el
bono
Juancito
Pinto
o
el
bono
Dignidad”)
y
que
se
cuestionen
sobre
la
validez

del
voto
consigna,
entre
otras
cosas.

Sin
embargo,
todo
ese
trabajo
ideal
de
los
medios
de
comunicación
a
través
de
la

investigación
de
la
cosa
pública,
la
información
de
utilidad
y
la
participación
de
la

sociedad
en
el
debate
no
lleva
a
ningún
lugar
si
no
concebimos
como
regla

fundamental
la
tolerancia
con
la
opinión
diferente;
si
no
concebimos
que
el
disenso
no

es
una
concesión
o
sólo
un
derecho,
sino
que
es
un
requisito
imprescindible
de
la

democracia.


La
democracia
es
el
único
sistema
que
admite
el
disenso.
Es
más,
se
nutre
de
él.



Por
ejemplo.
Si
el
sistema
democrático
no
hubiera
respetado
el
derecho
del
actual

partido
de
gobierno
a
concebir
a
la
sociedad
boliviana
de
una
manera
diferente
a

como
la
concebían
los
partidos
gobernantes,
el
presidente
Morales
nunca
habría

llegado
a
la
presidencia.
Es
cierto
que
en
el
juego
político
se
intercambian
golpes
y
se

juega
sucio;
pero
todo
ello
no
está
por
encima
del
sistema
de
gobierno
que
le
reconoce

ciudadanía
a
una
forma
de
pensar
alternativa.
Mucha
gente
votó
por
el
MAS
porque

éste
planteaba
que
era
una
alternativa;
porque
disentía
de
quienes
tenían
el
poder.
Y

esa
opción
ganó
a
través
de
elecciones
libres
y
democráticas.
Ese
disenso
inicial
se

convirtió
en
un
gran
consenso
en
la
sociedad
boliviana.
Pero
no
habría
logrado
eso
de

no
haber
sido
porque
se
desarrolló
en
un
sistema
democrático.
No
sería
mala
idea
que

nuestros
gobernantes
recuerden
ello
y
no
demonicen
cualquier
opinión
diferente
a
la

suya.


¿Cómo
contribuir
al
respeto
por
la
diferencia
y
el
disenso
desde
los
medios?


Reconociendo
la
importancia
y
utilidad
del
disenso.
La
comunicóloga
colombiana
Ana

María
Miralles
afirma
que
la
falta
de
acuerdos
en
una
sociedad
proviene
de
no
haber

ventilado
los
desacuerdos.


Cuando
reprimimos
la
opinión
de
las
minorías
cualquier
consenso
es
artificial.
Dos

grupos
de
colegas
comentaban
ayer
de
que
es
importante
respetar
la
decisión
de
la



 4

mayoría
en
las
elecciones
democráticas.
Es
cierto.
Pero
también
es
importante

respetar
la
elección
de
las
minorías.
De
otro
modo
nunca
habrá
acuerdo,
sino
sólo

imposición.


Los
comunicadores
no
podemos
reproducir
ese
discurso
“consensualista”
de
que
la

mayoría
manda
y
el
resto
se
aguanta.
Si
lo
hacemos
dejamos
de
contribuir
a
la

construcción
del
espacio
público
democrático
tolerante,
racional
y
crítico.
La
verdad

no
siempre
es
democrática.


¿Cómo
traducir
ese
reconocimiento
de
la
importancia
del
disenso?
Siendo
plurales
y

celebrando
la
diversidad
de
opiniones,
y
desterrando
ciertas
prácticas
informativas

que
contribuyen
a
la
intolerancia.
Entre
ellas,
pongo
a
consideración
de
ustedes
las

siguientes:


Desterrar
la
idea
de
que
los
acuerdos
son
imposibles
entre
adversarios

políticos
(es
bueno
el
ejemplo
de
las
radios
de
Mecapaca
que
lograron
que
los

candidatos
a
alcalde
se
sentaran
juntos
a
debatir
y
luego
firmaran
un
listado
de

compromisos
recogidos
en
la
sociedad).
Eso
ocurre
cuando
los
concebimos

como
adversarios,
pero
no
como
enemigos.
Fíjense,
los
candidatos

seguramente
disentían
sobre
muchas
cosas,
pero
a
partir
de
ventilar
sus

diferencias
también
hallaron
sus
puntos
en
común
expresados
en
la
plataforma

que
construyeron
los
medios
con
la
sociedad.


Otra
idea
a
desterrar
es
que
la
diversidad
en
Bolivia
sólo
se
limita
a
cuestiones

étnicas
o
culturales.
El
país
no
sólo
es
plurinacional.
Cada
individuo
porta
una

identidad.
La
clasificación
de
las
personas
por
su
“pertenencia”
étnica

homogeneiza
y
da
por
descontado
que
ciertas
colectividades
tienen
sólo
una

forma
de
pensar
y
actuar.
Eso
no
sólo
es
deshumanizante,
sino
que
también

niega
por
completo
la
posibilidad
de
la
diferencia.
Al
respecto,
Miralles,
decía
lo

siguiente:



“Una
sociedad
pluralista
es
aquella
que
no
necesariamente
está

compuesta
por
diferentes
etnias,
sino
caeríamos,
como
dice

Sartori,
en
el
esperpento
de
considerar
que
las
sociedades

africanas
son
pluralistas
porque
tienen
tribus
muy
diferentes”v.


Por
último.
Vale
la
pena
buscar
siempre
posiciones
distintas
en
cada
trabajo

informativo
y
comunicacional
que
hacemos.
Eso
no
tiene
que
ver
demasiado

con
la
norma
de
parte
y
contraparte,
que
siempre
es
conveniente,
pero

insuficiente.
A
lo
que
me
refiero
es
a
esforzarnos
por
buscar
grupos
e

individuos
que
tengan
algo
distinto
que
decir
sobre
lo
que
reportamos;
que

tenga
una
posición
original,
innovadora,
respetuosa
e
ignorada
por
las

mayorías.


Tengo
la
impresión
de
que
si
pensamos
un
poco
más
detenidamente
sobre
la

importancia
de
la
diferencia
y
sobre
nuestras
responsabilidades
en
la
sociedad
como

miembros
de
medios
de
comunicación
le
habremos
dado
un
mayor
sentido
al
esfuerzo



 5

de
haber
venido
de
casi
todos
los
rincones
del
país
a
este
lugar.
Habremos
logrado

traer
a
esta
reunión
un
pedazo
del
ágora
de
los
griegos,
con
su
deliberación
razonada,

su
discusión
crítica
y
su
tolerancia
con
el
disenso.



Le
habremos
dado
un
sentido
de
verdadera
construcción
democrática
a
lo
que

hacemos
ahora
y,
por
qué
no,
a
lo
que
hacemos
cotidianamente
en
nuestro
trabajo.


Colcapirhua,
12
de
junio
de
2010



























































i
Ponencia
presentada
en
el
“Primer
encuentro
de
comunicadores
locales
2010”,
que
se
llevó
a


cabo
entre
el
11
y
13
de
junio
de
2010,
en
Cochabamba,
y
fue
organizado
por
el
Programa
de

Apoyo
a
la
Democracia
Municipal
(Padem)
bajo
el
título
de
“El
plurallismo
en
la
comunicación

y
su
aporte
al
desarrollo
de
los
municipios”.

ii
Periodista,
titulado
en
Comunicación
Social
de
la
Universidad
Católica
Boliviana.
Trabajó
en


Presencia
y
La
Prensa
como
redactor,
editor
y
jefe
de
información
de
este
último
periódico.

Dirigió
la
Organización
para
el
Periodismo
y
la
Democracia,
Pondera.

iii
NORRIS,
Pippa;
Odugbemi,
Sina.
“Evaluating
media
performance”.
En
Public
Sentinel:
News


Media
and
Governance
Reform,
ed.
P.
Norris.
Banco
Mundial,
Washington,
2010.

iv
WAISBORD,
Silvio.
“(Regional
Case
Studies
of
Media
Roles)
Latin
America”.
En
Public
Sentinel:


News
Media
and
Governance
Reform,
ed.
P.
Norris.
Banco
Mundial,
Washington,
2010.

v
MIRALLES,
Ana
María.
Ponencia
en
el
foro
debate
“Medios
de
comunicación,
derecho
al


disenso
ciudadano
y
obligación
de
responsabilidad”.
Organización
para
el
Periodismo
y
la

Democracia
Pondera,
La
Paz,
23
de
junio
de
2008.



 6


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