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Manifiesto por una huelga general de

consumo
Original en francés en www.casseursdepub.org
Libre distribución, sin ánimo de lucro y citando las fuentes.
Conclusión del libro de Paul Ariès : No conso : vers la grève générale de la consommation, Golias
editions, Lyon, France, october 2006.

La sociedad de consumo es triste, injusta e intolerable: el 20% de la raza humana


monopoliza el 86% de los recursos naturales del mundo y este “infierno con aire
acondicionado” no es generalizable ya que sobrepasa la capacidad regenerativa de los
ecosistemas. Por lo tanto debemos terminar con la dominación del uno sobre el otro y de
todos sobre el planeta para vivir simplemente como humanos. Esta es la elección de la
responsabilidad pero también de la utopía: Es la única capaz de devolver el sentido a
nuestros valores, como a la libertad. Pretendemos enfrentar a la lógica económica
bulímica con el objetivo de vivir con <<menos bienes pero más relaciones>>. La
construcción de un proyecto político basado en <<la gratuidad del uso y el
encarecimiento del mal uso>> permitiría resolver al mismo tiempo las cuestiones
medioambientales y sociales por el retorno a la política. Solo la perspectiva de una
<<huelga general de consumo>> puede devolver el poder a los débiles frente a esa
ínfima minoría de poderosos que se ceban de nuestro malvivir y de la destrucción de
todas las cosas.

¿Quién puede creer todavía en una huelga general de trabajo? La idea de una huelga
general se da a lo largo de todo el siglo veinte. Las gentes han confiado muchas veces
en una huelga general de trabajo. De todas formas sería absurdo criticar sus fracasos ya
que lo propio de un mito es el permitir actuar y al mismo tiempo soportar las inevitables
derrotas. La dureza del hipercapitalismo y de sus nuevos modelos de gestión de las
empresas amordaza a los asalariados y una fracción importante de gente no puede hacer
huelga, forzada por el desempleo o la extrema pobreza. Sin mencionar al desajuste entre
las reivindicaciones y nuestros sueños de emancipación. ¿Hay que asombrarse entonces
de que debido a esto muchos sueñen con lo que podría tomar el relevo y convertirse en
una huelga de consumo?

¿Qué sería una huelga general de consumo? Esta huelga seria concebida como un
auténtico movimiento social con sus reivindicaciones colectivas opuestas al gobierno y
a la patronal. Ni continuación del proceso de simplicidad voluntaria ni movimiento de
boicot civil concreto, sino un modo de rechazo como consumidor.

El hipercapitalismo todavía no ha inventado las estructuras materiales que encadenen al


consumidor a la sociedad de consumo. ¿Cómo no distinguir a este respecto entre los dos
tipos de dominación? El productor (trabajador) está más encadenado materialmente que
mentalmente. Es la perspectiva de llegar a fin de mes con dificultad (o no llegar) lo que
le obliga a reanudar el trabajo, no el amor al trabajo. En cambio, es el falso disfrute del
consumo lo que evita el dejar de consumir y no las obligaciones materiales. ¿Cómo
puede el capitalismo obligar a alguien a comprar más allá de lo necesario, y decir que
esto no es consumo? El tiempo juega, en el caso de la huelga de trabajo, contra el
huelguista, pero juega en su favor en el caso eventual de una huelga de consumo. El
poder perdido por los productores (trabajadores) que se niegan a ir (porque este es el
sentido profundo de todo acto de huelga general de trabajo) puede ser recuperado por
los consumidores que se niegan a seguir.

La huelga general de consumo seria indiscutiblemente la apoteosis de una estrategia


consecuente de desobediencia cívica. En principio porque transgrede el imperativo
absoluto del consumo. Atacaría pues al sistema en lo que le es más vital y sagrado. En
segundo lugar porque sería un movimiento social con reivindicaciones opuestas al
Estado y con un objetivo fijado en conseguir otra jerarquía de normas jurídicas
fundamentadas en la satisfacción de las necesidades humanas reales con toda lo que esto
supone en términos de preparación, movilización, teatralización y negociación.

Los futuros exconsumidores deben aprender a utilizar esta arma. Celebrando cada mes
de noviembre el “día sin comprar”. Organizando movimientos teniendo como objetivo
reivindicaciones simples, fácilmente comprensibles, que sean fácilmente alcanzables.
Contemplando las huelgas generales dirigidas hacia objetivos muy difíciles de percibir,
pero fundamentales para salir del capitalismo. Otra de las ventajas de una huelga
general de consumo es que no separa nunca el objetivo del camino, porque salir de la
esfera del consumo es, al final, el principio y el fin de esta revolución.

Solo esta perspectiva de huelga general de consumo puede devolver hoy a los más
débiles el máximo de fuerza colectiva. Si bien todavía subsiste el compromiso fordista,
el capitalismo necesita de nuestro compromiso cotidiano para cumplir sus objetivos.
¿No es esta misma huelga general de consumo la que permitiría plantar cara el mayor
tiempo posible a un adversario que no tiene ninguna intención en absoluto de satisfacer
nuestra voluntad de vivir mejor? ¿No es esta huelga general de consumo la que
permitiría conseguir, en el mejor de los casos, la unidad de los más débiles y dividiría a
los que viven de la dominación de unos sobre otros y de todos sobre el planeta?

No nos engañemos: el sistema no se quedará sin reaccionar. Hará chantaje con el


empleo, amenazara con el paro técnico; los vendedores reducirán los precios y
manipularán a los consumidores. La suerte que tenemos es que el sistema productivo es
muy poco fluido y que producir para la exportación y para los más ricos lleva su tiempo.
La huelga general de consumo, como todo movimiento social, es fundamentalmente la
creación de una relación de fuerza; será, sin duda, vencida al principio. Será de nuevo la
avalancha hacia el hiperconsumo. Quedará una pequeña semilla que poco a poco
germinará. Otra huelga de consumo seguirá a las anteriores… Se puede decir que
aprenderemos también mucho de estas derrotas. Los reproches contra la huelga no son
aceptables entonces, ya que nunca está justificado el abandonar por no tener la certeza
del éxito.

Toda huelga general constituye además una operación de catarsis colectiva ya que pone
al descubierto los recursos internos del sistema. Es por esto que es difícil retomar el
curso normal de los acontecimientos después de este descubrimiento cuyos efectos
emancipadores marcan una vida. Olvidemos por un instante lo que es en última
instancia, a menudo, solo un pretexto: toda huelga comienza, necesariamente, por unas
reivindicaciones convencionales pero rápidamente desemboca en lo no negociable. Es
bastante, para ello, con dejar el tiempo necesario para la desalienación. La huelga de
consumo, como toda huelga, aspirará desde luego a las conquistas sociales pero ella
apuntará, en realidad, mucho más lejos. Del mismo modo que el asalariado que se pone
en huelga para reivindicar una mejora salarial experimenta también por ello una
existencia muy distinta. Por eso siempre le resulta doloroso volver al trabajo. Es por
esto mismo por lo que con una victoria no se termina una huelga. Apostamos a que será
igual de difícil volver a ser “esclavos del consumo” después de haber experimentado
otra vida.

La huelga general de consumo debe ser un movimiento para hacer vencer al uso contra
el abuso, a lo gratuito contra lo vendible. Haremos la huelga para conseguir el transporte
colectivo gratuito, para obtener vivienda social gratuita, para conseguir tarifas diferentes
en función de los niveles de consumo, para proporcionar a todos una renta universal
incondicional equivalente al salario mínimo interprofesional, los medios económicos
para vivir con dignidad, vamos a la huelga para que los que saquean el planeta paguen
más, para que los anuncios publicitarios sean relegados a determinados espacios, para
que un ingreso máximo por actividad permita redistribuir la riqueza, etc. Pensar que esta
huelga significaría dejar de comer o pagar sus facturas del agua (aunque este
movimiento pudiera ser considerado para obtener el uso gratuito de este bien común) es
no haber entendido nada sobre lo que es el consumo, esta es una objeción de un
consumidor del tipo de humano que va con el sistema. El objetivo no es poner su vida o
la de los otros en peligro, nuestra sociedad de hiperconsumo lo hace muy bien sin
nosotros. El objetivo, por el contrario, es aprender a existir plenamente, a vivir como un
usuario dueño de sus usos y no como un condenado al trabajo y condenado al consumo
esclavo del mercado capitalista.

Esta huelga general de consumo puede ser el camino más corto para despertar al usuario
que aún duerme en cada uno. Confiemos en la inteligencia colectiva para redescubrir a
los caminos de este movimiento sostenible los usos olvidados hace mucho tiempo. Que
cada uno reflexione, desde ahora, sobre su consumo e intente ya consumir mucho
menos, en dos palabras, adoptar un modo de vida minimalista. Pero tengamos cuidado
sin embargo con los que juegan a <<mas decreciente que yo te mueres>> (algo así
como <<mas decreciente que yo, imposible!>>) y que terminarían por transformar esta
acción ciudadana en gesto religioso, en una postura moralizadora sino policial.
Confiemos más bien en la sensibilidad colectiva para que el movimiento tome poco a
poco más consistencia y amplitud.

Esta huelga general pasará por el boicot a ciertos productos o redes vitales para el
sistema hipercapitalista (no solo los bienes económicos como los productos financieros
sino también ideológicos como los informativos televisivos o la prensa a sus órdenes).
¿Qué sería una huelga de consumo si cada uno comprara lo necesario en esos templos
capitalistas que son los hipermercados?

Vamos a apostar a que en poco tiempo la consigna de una huelga general de consumo se
convierte en popular, la acompañará (¿o perseguirá?) el viejo mito de la huelga general
de trabajo… La necesitamos tanto para afianzar nuestras esperanzas como nutrir
nuestras batallas. La perspectiva de una huelga general de consumo obliga a tomar
consciencia de que la verdadera fuerza no es el pseudopoder del consumidor, que
votaría con su cartera, sino la del ciudadano que se niega como consumidor, así como el
del huelguista que se niega como productor, para vivir de un modo político.

Paul Ariès.

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