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Al llegar la noche Ana Goldstein se acerc silenciosamente al establo donde

dorman los animales de la granja.


Apenas haba puesto su mano sobre el portn cuando la luna se escondi entre
las nubes y Ana Goldstein sinti un estremecimiento en todo su cuerpo; no habra
sabido decir si se deba al viento que se deslizaba suave pero constantemente o al
miedo atvico a la oscuridad. No obstante se aferr al portn y lo abri con gesto
decidido a pesar del chirrido que cort las sombras como un viejo cuchillo.
Ana Goldstein haba estado muchas veces en aquel lugar, pero siempre rodeada
de la luz y los sonidos, de la actividad y los pensamientos que son propios de las
horas diurnas.
Entonces, sin ninguna explicacin, record aquel edificio de la calle Hiplito
Irigoyen

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