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Luciano Lutereau Elidioma de los ninos Lo infantil en nuestra €poca Letina textes [undamentales del psicoanalisis Lutereau, Luciano El idioma de los nifios : Lo infantil en nuestra época ~ 1* ed. — Buenos Aires : Letra Viva, 2014 77p.;20x13 cm. ISBN 978-950-649-550-3 1. Psicoandlisis. I. Titulo CDD 150.195 © 2014, Letra Viva, Libreria y Editorial Av. Coronel Diaz 1837, (1425) C. A. de Buenos Aires, Argentina info@imagoagenda.com © 2014, Luciano Lutereau llutereau@googlemail.com Direccién editorial: LEANDRO SALGADO Primera edicién: Septiembre de 2014 Queda hecho el depésito que marca la Ley 11.723 Impreso en la Argentina - Printed in Argentina Queda prohibida, bajo las sanciones que marcan las leyes, la reproduc- cién total o parcial de esta obra bajo cualquier método de impresién incluidos la reprografia, la fotocopia y el tratamiento digital, sin previa autorizacion escrita de los titulares del copyright. Indice El idioma. de los nifos. Lo infantil en nuestra época ... Prefacio. gCémo conversar con un nifio? .. . El] juego de la ficcibn. ... 2.0.2... Los cuentos dehadas......... Cuando los nifios se accidentan?. El “egoismo” de losnifos ....... Los (malos) hébitos .......... Los (video) juegos Ninos sin limites?.........2.. El diagnostico escolar... . Infancia triste............. éQuéesunnifio?.........022. 15 21 .20 ol 85 41 47 53 59 .67 .78 ae u 9 S nH 5 AY °o me 8 AY < “La infancia goza de una oscuridad que sélo iluminan los actos libres.” Mikel Dufrenne Prefacio El titulo de este libro padece de cierta ironia. Por un lado, remite al ensayo “El idioma de los argentinos” (1927) —por el cual Jorge Luis Borges obtendria en 1929 el Segundo Premio Muni- cipal-; por otro lado, al mas reciente El idioma de los lacanianos (1995) de Jorge Banos Orellana. Tanto por una via, como por la otra, se apunta a lo mismo: lo infantil es un modo de hablar, y es a partir de la relacién que el nifio mantiene con el lenguaje que pueden reconocerse esos modos de vivir y de ser que llamamos “infancia”. Los ensayos breves aqui reunidos tienen una procedencia especifica. La mayoria de ellos fueron publicados como notas periodisticas en diferentes medios graficos (Pagina 12, Clarin, El Litoral) con el formato de articulos de divul- gacion, que debian responder a cuestiones concretas y cotidianas. Desde hace algun tiempo mi interés principal, en la ensefianza del psicoa- nalisis, radica en el intento de transmitir los 11 5 } { Luciano LUTEREAU conceptos mas arduos sin apelar a tecnicismos. Hoy en dia, considero mas importante el retorno a la experiencia analitica antes que el esclareci- miento de obras particulares. Por eso, al redactar y revisar estas paginas siempre tuve en mente los esfuerzos de F. Dolto y D. W. Winnicott por llegar al publico amplio sin concesiones a partir de sus comunicaciones publicas (para “padres”) y conversaciones radiales. La rigurosidad no puede estar en los términos utilizados, sino en las encrucijadas clinicas delimitadas. Asimismo, en el conjunto de estos textos se destacan dos complementos. Los capitulos “Los cuentos de hadas” y “;Qué es un nino?” fueron escritos como prélogos para dos libros de Liora Stavchansky: Los nivios y la literatura infantil y Bordes de lo infantil, ambos publicados por Letra Viva. Es a esta autora —y a Alejandra Taboada Lobato— a quien quisiera agradecer, no solo por la invitacié6n a presentar sus libros, sino por la ocasion de dictar un seminario, con el titulo “El idioma de los nifios”, en el Colegio de Psicoana- lisis Lacaniano (México), los dias 2 y 3 de octubre de 2014. Esta circunstancia fue una preciada prueba de fuego para exponer que las intui- ciones compiladas en este libro pueden llevar el tono de la divulgacién sin implicar vulgaridad. Muchas veces esta ultima se encuentra mas en los escritos que aparentan academicismo 0 se esconden detras de una jerga especializada. 12 EL IDIOMA DE LOS NINOS Para concluir, un ultimo agradecimiento a Enrique Butti, editor de El Litoral, por la promo- cién de la seccién “Espacio para el psicoanalisis” en dicho periddico, donde a través del inter- cambio con lectores se gest6 la idea de este libro. Luciano Lutereau 13 jews “pre ner eeegner i } ig ee ag eg oe _ ee Hine EO iy Ri a RL i eI i ii tl ei aie Silly end baci Ee aR Hi a Ta Como conversar con un nino? En términos generales, podria decirse que la infancia es un modo de hablar. Mas alla de cual- quier precision cronolégica, la posicion infantil se caracteriza por un modo particular de relacion con el adulto: la pregunta. Asi lo afirm6 el psicoa- nalista Jacques Lacan en diferentes ocasiones, por ejemplo en el seminario Los cuatro conceptos fundamentales del psicoandlisis (1964): “Todos los por qué del nifio no surgen de una avidez por la raz6n de las cosas —m4s bien cons- tituwyen una puesta a prueba del adulto, un jpor qué me dices eso? resucitado siempre de lo mas hondo —que es el enigma del deseo del adulto.” En efecto, en absoluto se trata de que estas preguntas se dirijan de modo concreto (en tanto dichos), sino que el decir tenga la forma de una inclinacién por el deseo del adulto. Este ultimo 15 iota tee (a OE A a Reda Lear Luciano LUTEREAU aspecto se verifica en lo dificil que es desdecirse con un nifio —ellos mismos suelen inquietarse al respecto: “Pero vos me prometiste...”, esto es, el decir toma incluso el estatuto de un acto, como en la promesa—, pero mucho mas en una situacién que casi todos hemos vivido alguna vez: encontramos a un nifo en la calle, entu- siasmado con algun juguete, y nos acercamos, le tocamos la cabeza y preguntamos: “,Como te llamas? 3A qué estas jugando?”. Imaginemos por un momento que alguien se acercara a nosotros en un viaje en transporte publico, nos tocara y preguntara: “;Qué estas leyendo?”. Nuestra respuesta seria seguramente la de un rechazo radical. Sin embargo, los nifios no rechazan a los otros, sino que de forma mas 0 menos inme- diata se instalan en una conversacién animada ~y, de hecho, cuando un nifio es retraido o timido produce algun tipo de preocupacién—. En ultima instancia, es a los nifios a quienes se dice “jNo hables con extrafios!”. Ahora bien, esta ultima indicacién permite ubicar una primera forma de responder al modo de hablar de los nifos. Curiosamente, esta actitud dista mucho de la del educador. Pienso, por ejemplo, en el caso de un nifio que, luego de que le propusiera dejar de jugar por ese dia para concluir la sesién, me dijera: “Pelotudo”. Frente a mi sorpresa ante el insulto, él agrego: “Es la primera vez que digo una mala palabra”. kn 16 EL IDIOMA DE LOS NINOS este punto, el insulto valia como don 0 regalo a] analista. Un educador, o bien cualquier figura adulta que hiciera consistir un saber Propio, habria reprendido al nino: “Decir malas palabras no es correcto”. Sin embargo, desde la posicig, analitica es notable ubicar una primera cond}. cion para conversar con un nifo, esto es, no sancionar moralmente los dichos del nino, sing advertir su referencia al decir. A partir de lo anterior, pueden ubicarse do, consideraciones. Por un lado, la posicién gg] analista en la clinica con nifios implica un, suerte de suposicién de saber invertida, esto es, es el nifio quien suele ensefar al adulto aquello que mas le interesa. Esta cuestion es de part;- cular importancia, y suele acarrear cierto Alivio, a la hora de entrever que el analista con Nifios no necesita ser un especialista en Juegos infan_ tiles ni en series animadas, sino que debe ung completa atencién a las posiciones subjetivas dg} nifio, cuyo saber se concentra en lo que Freyg llamaba “teorias sexuales infantiles”. Por otro lado, la clinica con nifios no es una clinica de la divisién subjetiva en el sentido qe las formaciones del inconsciente. En el caso de un adulto, la puesta en marcha del tratamient, consiste en instaurar esa forma de divisiOn entre lo dicho y el decir, entre lo dicho y aquello que se quiso decir, que suelve resolverse del mod, siguiente: “Qué quiere decir este fendmeno?”. y 17 Luciano LUTEREAU asi, desde un lapsus, hasta un suefio, y el sintoma mismo, quedan interrogados por su sentido, mientras seria ridiculo esperar que un nifo se pregunte qué quiso decir... en el momento de - jugar. En efecto, el juego es la formacion del inconsciente privilegiada en la infancia, pero su textura es de otro orden, ya que no interpela respecto de su sentido e invita menos a un desci- framiento que a una puesta en acto. Este aspecto es particularmente relevante a la hora de pensar las intervenciones en la infancia. Esta ultima circunstancia implica que la posi- . cién del analista ante el sintoma en la infancia no se dirime en una mera consolacién ni, mucho menos, en una especie de competidor de lo que los padres ignoran del padecimiento de su hijo. Un analista no ensefia a ser mejores padres. En todo caso, puede colaborar para que estos puedan tener una relacién menos sufriente con la respuesta sintomatica de sus hijos. Justamente, suele ocurrir que sean los nifos quienes puedan interpelar a sus progenitores. No pocas veces en el tratamiento de adultos suele ocurrir que los mejores interpretadores sean los hijos. Después de todo, desde la Antigtiedad es sabido que los nifios y los locos son quienes dicen la verdad... Por ultimo, si a través del juego un analista soporta ser el interlocutor de un nino, desti- tuido de saber, dejandose ensefiar, en desmedro 18 : z & ¥ B : EL IDIOMA DE LOS NINOS de imponer una autoridad impostada, es posible que el padecimiento se oriente en una direccién saludable. En definitiva, no hay posicién menos sufriente para un nifio que la de no tener con quien hablar. 19 El juego de la ficcién El juego nunca es lo que parece. Al menos, hay cierto aspecto del juego que desafia la intuicién. Por lo general, cuando creemos —cuando se nos presenta como evidente— que un nifio juega, ahi no esta pasando gran cosa. Y, por el contrario, es en ciertos margenes casi imperceptibles donde cobra mayor relevancia la actividad lidica. Podria ilustrar esta cuestién con una breve anécdota personal. Tengo un vecino de alrededor de nueve anos que suele jugar en la terraza de su casa, sobre un techo que tiene vista al living de la mia. Hace un tiempo, mientras me prepa- raba para salir y me peinaba frente al espejo, iniclamos una conversacion: —i Qué estas haciendo? ~—Me estoy peinando. —Ay, jqué coqueto! —Bueno, cada uno tiene lo suyo. 21 LUCIANO LUTEREAU —{Por qué no te rapas? —Me gusta usar el pelo largo. —jQué coqueto! _Es cierto, cuando sea mds grande ya se me > va a pasar. Después de este breve intercambio, mi vecino volvié a entretenerse con la rama de un Arbol en la terraza de su casa. Nuestro encuentro fue un claro ejemplo de lo que llamaria “secuencia lidica”. En primer lugar, porque el juego implica una actividad que pone en cuestién el ser de los participantes. Esto es algo que puede notarse en la curiosidad que motiva las preguntas surgidas; a partir de ese momento, estamos dispuestos a que no sea evidente quienes somos, sino que es mucho mas importante interrogarnos en lo mas nimio y trivial (por ejemplo, el pelo). Llamaria a esta condicion el “rechazo del ser” de los ninos. En efecto, no hay injuria mds dolorosa en la infancia que quedar fijado en un ser especifico —“el que lo dice lo es”, suelen decir— sin interesar tanto de qué se trate como del hecho de serlo. Esta misma puesta entre paréntesis del ser puede compro- barse en las preguntas del “por qué” infantil, donde no se trata tanto de una inquietud epis- témica como de interrogar quién cree que es aquella persona que habla. Este modo de relacion (con el ser) que implica el juego lleva a una segunda consideracion: Sl 22 - FESR RE TR RN Tear EL IDIOMA DE LOS NINOS no se trata del ser, es porque en la experiencia lidica vale mas hacerse. He aqui un aspecto del que suelen quejarse los padres: “se hace el tonto”, “melo hace a proposito”, etc. En ultima instancia, estos reproches parentales indican un prejuicio habitual, la confusién del fingimiento infantil con la mentira. Los primeros juegos (hacerse el dormido, el distraido, etc.) siempre apuntan a comprobar que el adulto no sabe tanto como podria creerse. La ficcién no es el engafio, y es un error rebajar el goce de la simulacién —que _ tanto fascina a los nifos—a una actitud taimada. . En todo caso, cabria preguntarse mejor por qué los adultos tienen tantos pruritos para dejarse capturar por el mimetismo que tanto divierte a los nifios, al punto de sancionarlo con una condena moral. Estos aspectos son notorios en la secuencia presentada. Cuando mi vecino pregunta qué estoy haciendo, me invita a suponer que estoy haciendo algo mas que peinarme frente al espejo; incluso se burla un poco de mi, al espetarme clerta “coqueteria”, pero antes que un agravio en sus dichos insiste algo que no se dice: he aqui el motivo de su “por qué”, donde la pregunta por la causa habla mas de él que de mi. Después de todo, es él quien lleva el pelo rapado, debido a las veces que contrajo piojos —y hasta lo pude oir correr algunas veces para esconderse y no ir a peluqueria—. Por cierto, podria haberle respon- 23 | 5 a | A 4 | Luciano LUTEREAU dido: “Cuando vos seas grande, hacé con tu pelo lo que te plazca”; sin embargo, los nifios no estan dispuestos a este tipo de atribucién yoica. El “yo” siempre pone en cortocircuito la capacidad de jugar —en el caso de los adultos, hasta produce agresividad que se nos interpele de ese modo-. En la secuencia, en cambio, aunque hablo de mi le estoy hablando a él. Yo (mi “yo”) no soy mas que una excusa para continuar con su juego. {Qué le estoy diciendo? jVaya uno a saber! jQué importa! jNuestro juego no es mas que la parodia de una conversacién! No obstante, eso no le quita seriedad. A partir de lo anterior, pueden concluirse algunas observaciones en torno a la ficcidn en la infancia. Por un lado, la ficcién instaura un mundo de irrealidad. Lo “irreal” no debe ser entendido como “no real”, sino como un comple- tamiento de lo real a través de zonas donde lo que es puede ser puesto en suspenso, por ejemplo, en vistas del disfrute estético o el aprendizaje. Por otro lado, una segunda acepcion de lo ficticio remite al fingir y el goce de la simulacion, que permite reconocer el juego mas alla de la diver- sién y el entretenimiento. Por ultimo, la ficcién también indica una fijeza, la de aquello que mas preocupa a un nifio y que sélo puede compartir con alguien si éste esta dispuesto a dejarse enganar. | 24 5 BNE DGS RRR RT pg ih POEM Los cuentos de hadas La Infancia es un territorio en el que ocurren cosas. Sin embargo, estos eventos no tienen la estructura causal que encontramos en nuestro mundo cotidiano. La ley de determinacion de los fenémenos, su articulacién en términos de causa y efecto, es un aspecto propio de la vida entre adultos. Por eso la infancia no es un mundo. sino mas bien pn compas de suspensi6n. : ntre la cau ino i duce una hiancia, {Como len olan ado?" duce yo al mundo? éDénde queda el cielo?”, “Falta mucho para llegar?”, etc. En cierta ocasién —recuerdo— una sobrina me pregunto respecto de mi esposa: Ella es lamamé de Joaquin?”. “Si” le respond: a lo cual agreg6: “;Por qué?”. Cualquiera que haya estado del otro lado frente a estas preguntas sabe que no hay respuesta posible para satisfacer al nifio que se Proponga en funcién de establecer una relacién 20 LuciANo LUTEREAU de determinacién. Siempre se estara hablando de otra cosa. La infancia es Ofra cosa. Con los‘nifios, inmediatamente corroboramos la distancia entre lo que pensamos y lo que decimos, entre lo que queremos decir y lo que dijimos, entre lo que hemos dicho y lo que se entendio, etc. La infancia es esa distancia. Un territorio. He aqui el hueco en que “algo” puede ocurrir. “Algo”, gqué? {Quien sabe? Los psicélogos evolu- tivos acostumbraban a llamar “animismo” _vinculdndolo con la mentalidad de sociedades llamadas “primitivas’— a este modo de proceder. Sin embargo, en lo fundamental esta designa- cién no es del todo precisa: el encantamiento del mundo en que consiste la infancia no consiste sélo en dotar de magia y vida —la magia de la vida misma— a aquello que pareciera no tenerlo, sino que lo encontramos en un modo de relacio- narse con las palabras y el lenguaje. En ultima instancia, la infancia es un modo de hablar. Un tiempo atrés una nina me hablaba de una actriz que yo no conocia. Le pregunté en qué pelicula habia trabaj ado. Frente a mi desconoci- miento, ella pregunto: “zNo viste Harry Potter? ‘No tuviste infancia!”. En efecto, yo no tuve infancia. Dicho de otro modo, la infancia no es algo que se tiene, aunque si se la puede perder (como la inocencia); en todo caso, la infancia siempre se tiene en pasado, pero en un tiempo pretérito que nunca ocurri6. 26 Ah SL ABR OREO PL Aa he he PI ARG HRD AS AG RIED BN A ea ie os SS ke fe RE [ Bs fe ue ri EL IDIOMA DE LOS NINOS ‘No tuviste infancia”, un reproche bastante habitual —y no sélo entre los nifios—, remite a algo diferente que una edad cronolégica. Asimismo “No tuviste infancia” no es lo mismo que decir “No fuiste nifio”; porque, por cierto, son cada vez mas hoy en dia los nifios sin infancia, que dilapidan la posibilidad de jugar a expensas del aburrimiento y el afan de estar entretenidos cuando no tienen que salir a trabajar y lidiar - con un mundo que solo evita expulsarlos a condi- cién someterlos. La etimologia de esta tltima palabra lo indica: infans es el que no habla... pero, {no querra eso decir que es quien no habla... como los adultos? No tuviste infancia”, en el caso de esta nifa ? es decir otra cosa, algo diferente a la indica- cién de un pufiado de ajios. Pero, {qué es lo que dice? jImposible saberlo! Aunque sea total- mente cierto, porque también es un saber sobre lo imposible. “No tuviste infancia” podria ser un equivalente a “Con vos no se puede hablar, no te das cuenta de que no importa ver una peli- cula para que podamos hablar, sélo los adultos tienen que estar seguros de lo que dicen y nece- sitan verificar sus dichos”, o bien “;Por qué me hacés explicarte lo que quiere decir lo que digo? jParecés mi mamé o un profesor!”. En cualquier caso, u otro posible, se trataria de una rectifica- cion del Otro, porque —en definitiva— se estaria tratando de una rectificacién de esa Otra cosa. 27 Luciano LUTEREAU La infancia radica en el acontecimiento de Otra cosa. Esto es algo que se comprueba en la actitud corriente de los nifios ante las histo- rias que les contamos. ““¥ qué paso después?”, “Qué mas?”, nos preguntan, como Si la formula “Colorin, colorado, este cuento se ha terminado” (o la promesa de felicidad en el futuro) fuera mas una clausula para que los adultos detengan ese poder de alteridad que caracteriza a los nifios que un verdadero interés de estos ultimos. Por lo demas, esta dimension de la Otra cosa, esta inquietante inminencia —este “compas de suspensién”— en que transcurre la infancia, también se aprecia en el sintoma fundamental de los nifios: el miedo. La estructura del miedo se resume en la frase: “Algo va a pasar”, y las diversas respuestas, los diversos miedos que cada nifio puede tener son una forma de inter- pretar esa estructura sintomatica fundamental. “] caballo me va a morder”, “el lobo me va a comer”, etc., son maneras de ilustrar que lo monstruoso esta siempre en el corazén de las historias que atrapan a los ninos. Los llamados “cuentos de hadas” no son un tipo especifico de literatura 6 un género. En muchos casos, ni siquiera incluyen hadas como personajes, sino que son una forma particular de narracion. En el libro célebre de B. Bettel- heim sobre el tema —cuyo titulo original es “Los usos del encantamiento”, publicado en 1976— 28 | id eA PEPER TNE NE. Sag eR RT Foe EE EL IDIOMA DE LOS NINOS se reflejan de modo preciso los conflictos que los cuentos de hadas implican para que el nifio pueda proyectarse y, segun sus ingquietudes crecer. Cada uno de estos cuentos, el interés que por ellos se tenga, habla mas de cada nifio que del cuento. Por eso, no hay estética de los cuentos de hadas que no sea un estudio de las formas del sujeto que promueven. Como bien nos recuerda J. L. Borges, la literatura infantil es literatura sin mas, porque el modo en que usan los nifios el lenguaje es lo propio de la literatura cuando ue resiste a ser una simple comunicacion 0 un mero ~ intercambio de informacion. . He aqui diversas figuras para cernir esa dimension de la Otra cosa que alienta en el terri- _ torio de la infancia; al igual que en el andlisis del suefio, esa Otra cosa suele encontrar algun - punto de figuracion: el “Hombre la bolsa” -o, en su clasica versién freudiana, el “Hombre de arena”. La “bolsa” indica esa distancia, ese mds alla lindante que, en otras circunstancias, se ubica debajo de la cama o en algun otro lugar (la vereda de enfrente, un jardin del fondo, etc.) La literatura infantil delimita espacios para ese territorio cuyos acontecimientos estan fuera del tiempo, en una tierra de Nunca jamds, en el compds pausado del “Erase una vez”. 4 29 | s : 3 i p e E & E ,Cuando los ninos se accidentan? Es un lugar comtin —incluso entre profesio- nales—afirmar que los nifios que se caen, golpean o lastiman con cierta frecuencia requieren limites. Noes mi interés sostener lo contrario, sino indicar que se trata de una afirmacién cuya verdad es parcial y que supone mas de lo que explica. Por un lado, quienes suelen realizar esta interpretacién de los accidentes infantiles se refieren, por lo general, a la “torpeza” de los nifios. Estamos hablando de nijios que “rebotan”, “viven con chichones” o también se han realizado cortes profundos sin darse cuenta del dafio sufrido. Asi, es que suele ser un adulto quien advierta la circunstancia y se acerque a preguntar: “i; Qué te pas6 ahi?”. Esta coyuntura permite apreciar una primera vertiente para pensar los accidentes en los ninos; me refiero a los casos en que estos no regis- tran el dolor, es decir, la vivencia de situaciones 31 LuclaNo LUTEREAU penosas no imprime un compas de espera en sus actividades. Porque el dolor no es una sensacioén objetiva, sino un factor variable en las diferentes personas —Y, en particular, en los ninos— relacio- nado con el tiempo: el dolor implica un momento de recogimiento en que reflexivamente volvemos sobre nosotros mismos para pensar nuestros actos. De ahi que lo que se encuentra danado en este tipo de nifios es mucho mas que la imagen corporal o el calculo de las distancias al moverse. Estos aspectos, en realidad, dependen de uno mucho mas importante, que es la capacidad simbélica en sus origenes (que permite distin- guir el tiempo para cada cosa). Por eso, frente a estos nifios es importante no culpabilizarlos (o bien intentar que acusen recibo de las consecuencias de lo que hacen a través de reproches u otras medidas mas o menos punitorias), sino invitarlos a detenerse por un momento, introducir la importancia de la pausa. Un nifio no empieza a pensar si antes no aprendié a descansar; y uno de los prejuicios més corrientes en nuestros dias es considerar que estos habitos son instintivos o naturales. Por esta via, entonces, este tipo de accidentes se explica por cuestiones relativas a los cuidados tempranos, vinculados principalmente con el uso del tiempo. Sin embargo, éste no es el tinico tipo de acci- dente que encontramos en los nifios. Fn muchas 32 3 : i & : speaggrnite gene ‘eee Anarene a Rae EL IDIOMA DE LOS NINOS otras circunstancias también es frecuente que los padres inmediatamente queden anoticiados por el grito o llanto del nino; y, en particular, noten que el accidente se produce en algin momento “oportuno”, sea cuando aquellos estan por salir o bien al dar alguna indicacién que propone una distancia con ese nifio. Se trata de esos casos que podriamos resumir del modo siguiente: ninos a los que no se les puede quitar la mirada, porque si eso ocurre... algo pasa. En estas situaciones, los padres sienten que ~ los accidentes les estan “dirigidos”, en ocasiones hasta pueden anticiparlos (pero una vez ya ie ocurridos: “Sabia que esto iba a pasar”); y este ee sentimiento singular es el que permite expli- carlos. Antes que una dificultad con el tiempo, - podriamos decir —con un juego de palabras— que son nifios que les han tomado el tiempo a sus padres. Sin embargo, no es cuestién de suponer una mala voluntad 0 capricho en estos nifios, sino la expresién dramatica de un dolor que no pueden manifestar mas que llamando la atenci6n. Lamentablemente, en casos como estos Ultimos no puede ofrecerse una consigna tera- péutica que permita orientar a los padres de antemano, ya que en cada caso seria necesario detenerse a pensar las coordenadas familiares de este sintoma. En resumidas cuentas, es importante destacar que los limites que puede buscar un nifio cuando 33 Luctano LUTEREAU se accidenta no tienen que ver con la imposicién de conductas rigidas o reprensiones. No es cues- tin de flexibilidad o falta de reglas. La situacién es mas compleja, en cualquiera de los dos tipos de casos que hemos presentado en estas lineas, donde hemos demostrado, en principio, que los accidentes no son algo univoco. 34 SELLS PRT et STE TES _ esearch ee ie * Se TR El “egoismo” de los ninos En su novela El mapa y el territorio (Premio ~ Goncourt 2010), Michel Houellebecq se refiere a _. losnifios ymenciona “su egoismo natural y siste- -_. matico, su desconocimiento original de la ley, su -- inmoralidad absoluta que obliga a una educa- ~ cién agotadora y casi siempre infructuosa”. En ~ cierto sentido, su diagnéstico es convergente con el del psicoandlisis freudiano en varios aspectos. Veamoslo. Por un lado, la “inmoralidad” de los nifios ~como también destacara el autor de Tres ensayos de teoria sexual (1905)— radica en su capacidad para transgredir el pudor y la vergiienza. Por eso Freud nombraba al nino como un “perverso polimorfo”. La infancia es ese momento de la vida en que la sancién moral de nuestra conducta es vivida de manera extrafa. Sélo cdén el tiempo es que notamos que la mirada de los demds —al punto de que llegamos a pensarnos a nosotros mismos desde 35 LucIANO LUTEREAU esa mirada ajena— comienza a condicionar nuestra forma de vivir. La adultez comienza con esa capacidad para estar fuera de uno mismo que llamamos “hacer caso” o “cumplir”. Por otro lado, es en este ultimo sentido que puede considerarse en los nifios una actitud que, por definicion, seria transgresora. Sin embargo, este desconocimiento de la ley no quiere decir que estén al margen de la misma. No es que los nifios no la conozcan, sino que no “cumplen” con ella. En todo nifio campea el interés por mostrarnos como se hacen las cosas. Ellos insti- tuyen su propia legalidad. Los adultos tenemos la costumbre de denominar este rasgo con el término “capricho”. Sin embargo, eso no hace mas que denotar la profunda incomprension desde la cual atendemos a lo infantil, el prejuicio adapta- tivo con que escuchamos a los ninos. En ultima instancia, es el primer rasgo mencionado en la referencia anterior, el egoismo, el que permite esclarecer los otros dos (la inmora- lidad y la trasgresi6n) y, esta vez, hacerlo desde un punto de vista positivo. Kn su articulo “Intro- duccion del narcisismo” (1914), Freud se referia a esta particular coordenada de la vida psiquica infantil con las siguientes palabras: « wna sobrestimacion del poder de sus deseos y de sus actos psiquicos, la ‘omnipotencia de los pensamientos’, una fe en la virtud ensalmadora 36 ANE EE TE NEEM Re MEE I Be TURE MET aE a) Soa ee pei cacy ETT ie en eames EL IDIOMA DE LOS NINOS de las palabras y una técnica dirigida al mundo exterior, la ‘magia’...” En cierta medida, la descripcién freudiana retoma puntos semejantes a los indicados por Houellebecq. A decir verdad, el inventor del psicoanalisis fue quiza el primero en insistir en que educar es una tarea imposible —tal como lo dice en su libro El malestar en la cultura (1930). Sin embargo, no se trata de extraer de esta circunstancia una conclusion pesimista 0 apoca- liptica. En todo caso, la cuestion radica en cernir -.- elalcance del narcisismo en la infancia a partir 2 de sus modos de manifestaci6n; en primer lugar, - para no tildar de “egoista” cualquier conducta que no se adapte a nuestras expectativas; en _ segundo lugar, para ubicar las condiciones en ~ que es posible el didlogo con un nifo (especial- _ mente, para que la conversaci6n no sea una mera _instancia de reconocimiento temeroso de la auto- ridad del adulto). Por lo general, los adultos suelen hablar con los nifios como si estos tuvieran una capacidad menor a la que realmente poseen. No me refiero solamente a que imposten la voz o afecten la gestualidad; incluso en los casos mas atentos puede notarse que siempre se presupone que el nifio no sabe: “;Sabés cémo hacer X (lavarse los dientes, ordenar la cama, etc.)? Dejame que yo te muestro”. He aqui otro aspecto singular: 37 Luciano LUTEREAU los adultos acostumbramos asumir una actitud mostrativa frente a los nifios, olvidando el peso que, para ellos, tiene la palabra. En la descripcién presentada por Freud, el valor de esta ultima se expone casi en términos religiosos (“fe”, “virtud ensalmadora” —al estilo de “Una palabra tuya bastard para sanarme”—). En eso consiste la magia —y no en imaginar cosas que contravienen el sentido comun-; por lo tanto, el egoismo de los nifios muchas veces es el efecto refractario ante el uso instrumental que los adultos hacemos de la palabra (dar 6rdenes, formular pedidos, etc.). En otras ocasiones, los “caprichos” no son mas que lo que obtenemos cuando hablamos con un nifio como si fuera una mascota que espera indicaciones. Todo nifo quiere que se le hable en serio, en eso consiste lo infantil; de ahi que muchas veces nos devuelvan nuestro mensaje invertido, cuando ellos mismos comienzan a preguntarnos “{Sabias qué habia en el zool6- gico hoy?”, “jSabias que se me cayo un diente?”, etc. Por esta via, en el timido cambio del tiempo verbal (del “sabés” al “sabias”), nos destituyen de esa presuncién de conocimiento que caracte- riza al mundo del adulto. Sin embargo, de un modo u otro, hay un hecho fundamental que se desprende de lo anterior: para los nifios el mundo esta estructurado en torno al saber. En ese aspecto los adultos no estamos del todo equivocados, asi como en todo 38 5 eta re PME ION IC oes Re TIN NPE Pl EMEETSTUTE DIRS I AONE LT REN EE ES i ! \ | i i ‘ Y h EL IDIOMA DE LOS NINOS error hay algo de verdad: el idioma de los nifios se habla seguin lo que puede aprenderse, lo que puede hacerse y quién lo permite (0 lo prohibe), lo que puede perderse (y ser recuperado). In definitiva, este idioma interroga posibilidades. La curiosidad infantil —su interés en el saber— apunta mds a conocer cémo funcionan las cosas que a pensar si estan bien 0 mal. Asimismo, como Ultimo punto, cabe destacar lo que podria llamarse un “narcisismo del deseo” en la infancia. Esta observacién también se encuentra en la referencia de Freud cuando - habla de una “sobrestimacién del poder del deseo”. La primera forma de este ultimo, en los _ nifios, se basa en el apoderamiento. Querer algo, _. para un nifio, es querer hacerlo propio. De este modo, el deseo es posesion. Que esta actitud esta destinada al fracaso no sdlo se observa en que la vida con otros implica cierto margen de ~renuncia —en efecto, lo primero que se aprende en un jardin de infantes (cuando no hay otros hermanos en casa) es “a compartir”—, sino en la metamorfosis que el deseo experimenta cuando empieza ser vivido en funcién de los demas. Después de aprender a compartir, lo segundo que aprendemos es que queremos lo que el otro desea y, en otras oportunidades, que queremos desear junto con él. Esta consideracién es central, para no recaer en la idea —algo vulgar— de que es preciso frus- 39 Luciano LUTEREAU trar a los ninos para que crezcan —en lo cual, a veces, puede notarse una proyeccién sadica de los educadores—, como si la realidad misma no fuese frustrante; cuando, a decir verdad, el auténtico desarrollo infantil consiste en asumir nuevas formas de desear. Un deseo reducido a la pose- sién, por si mismo lleva al desenganio, mientras que la posibilidad de tentarse, de asumir vias novedosas de desear con otros, a partir de los demas, es el destino fundamental de la infancia. 40 i i Los (malos) habitos La infancia es un momento de constituci6n -. de habitos. Es cuando somos nifios que apren- os demos las cosas mas importantes de la vida. .Y, por cierto, es a través del juego que nuestra _-. costumbre se organiza. Esta relacién entre los _- habitos y el juego es algo que ha destacado el _. filésofo W. Benjamin —en su ensayo “Juguetes y ~ Juego” (1928)— en los siguientes términos: “El juego, y ninguna otra cosa, es la partera de todo habito. Comer, dormir, vestirse, lavarse, tienen que inculcarse al pequefio en forma de juego, con versitos que marcan el ritmo. El habito entra en la vida como juego; en él, aun en sus formas mas rigidas, perdura una pizca de juego hasta el final.” A partir de esta observacién, puede pensarse en el modo en que —por lo general— un nifio se inicia en las primeras comidas (por ejemplo, a través 4] sea ay Te inte S Sante th aE SATA OA. ESSE Luciano LUTEREAU del juego del avioncito); o incluso podriamos notar cémo una actividad que considerariamos instin- tiva, como el dormir, requiere también de que sea ensenada. Sin duda un nino se cansa, 0 bien tiene suefio, pero el dormir es un habito que, muchas veces, requiere que sea el adulto quien lo intro- duzca (para el caso, a través de bajar las luces de la casa, disminuir las voces y los sonidos, preparar la habitacion, etc.). Por ultimo, lo interesante en el comentario de Benjamin es que esa iniciacién se realice a través del juego entendido como ritmo, como forma de organizacién temporal. He aqui el sentido de por qué el mundo de los ninos esta envuelto con canciones y, practicamente, el tiempo de la infancia sea profundamente musical. Ahora bien, jqué ha pasado en los ultimos afios, cuando nos encontramos con que muchas veces se nos consulta —a los psicoanalistas— por los malos habitos de los nifios? En términos gene- rales, cuando se habla de “malos habitos”, suele hablarse en realidad de la falta ellos. Asi, los padres que consultan nos confian que no saben como hacer para que su hijo se siente a la mesa, o bien para que se bafie, etc. Se trata de un hecho curioso, en funcién del cual me pregunté con frecuencia: “{Qué podria decirle un psicoanalista aun padre respecto de la situacion de que su hijo no cumpla con las pautas mfnimas de convivencia en un hogar?”. En efecto, la mayor parte de las veces consideré que no se trataba de un sintoma 42 OTT SET EL IDIOMA DE LOS NINOS del nifio, sino de un aspecto de la relacién con — los padres y de la posicion de estos Ultimos. En estos dias, en suficientes casos suelo corroborar la actitud de padres destituidos de su funcidén antes que de nifios ingobernables. En cierta ocasi6n, por ejemplo, recuerdo que una madre me dijo, con cierto aire de broma: “Es increible cémo se porta con vos, Zno querés venirte a casa unos dias?”, a lo que respondi con seriedad (especialmente porque me interesaba que escuchara el significado de su - inquietud): “;De veras usted preferiria que yo me - ocupe de la crianza de su hijo?”. Dicho de otro modo, el sentido latente de la _. denuncia de la falta de habitos en los nifos remite ~ anuestro “modo habitual” de relacionarnos con ellos. Qué tiempo dedicamos a compartir expe- oe riencias con nuestros hijos? De acuerdo con los _ términos de Benjamin, jcuantas veces abando- - namos la libertad de aprender jugando, al pedir que el nifio realice nuestros deseos como por arte _ de magia? Pedimos a los nifios que se adapten a nuestro cansancio, a nuestra demanda de que ‘se dejen alimentar de manera prolija y orde- nada, que se bafien sin rodeos; en definitiva, esperamos que realicen de manera eficiente las mas diversas actividades, cuando el mundo de la infancia avanza en sentido contrario al de la utilidad y la ganancia de tiempo. En resumidas cuentas, dirfa que si la mayoria de las veces los nifios no se incluyen en el uso 43 LUCIANO LUTEREAU habitual del tiempo, es porque antes no los hemos invitado a incluirse en este aspecto de la vida cotidiana. Recuerdo el caso de una mujer que me contara una situacion ilustrativa con su hiya, refractaria a los tiempos de la mesa, a la que le pregunté: “;Usted cocina con su hija, 0 prepara rapido la comida y luego espera que ella venga y coma?”. Muchas veces creemos que tenemos que hacer todo rapido —como cuando estamos en el trabajo, como Si vivir en familia fuera un trabajo mas-, y pensamos que el Juego de los nifios es algo que ellos hacen por su cuenta, que deban dejar a un lado para venir a encontrarse con los adultos. En otra ocasion, un padre me contaba que su hijo no aceptaba dormirse a la hora en que lo enviaban ala cama. Mientras hacia el relato dela cuestién, chequeaba algo en su celular; entonces, le pregunté: “Y, ustedes, gqué hacen cuando lo acuestan?”. En efecto, era muy dificil que el nifo se durmiese si esperaban que lo hiciera sin atender a que inicialmente se trata de dormirse con él, acompafiarlo a ese estado de pesadez que es la duermevela y la entrada en el suefio. Este mismo nino, en otra oportunidad, le habia dicho a su padre —que lo enviaba a jugar mientras él se ocupaba de cortar el pasto—: “Lo que pasa es que vos no querés compartir”. ;Cuan apropiado este diagnostico! Por lo demas, desde muy temprano sabemos que el primer Juego que se aprende en el jardin de infantes es el de prestar lo propio. 44 ~- EL IDIOMA DE LOS NINOS Para concluir, entonces, una Ultima reflexion sobre el juego: mucho antes de estar preparado neurologicamente, incluso de decir una palabra, el ser humano se dispone al juego. Esta capa- cidad es la que lo diferencia de los animales. Estos ultimos, a decir verdad, no juegan. El gato que corre detras de un ovillo, repetird de modo constante ese reflejo innato. El perro que busca un palo a la distancia, despliega una forma elabo- rada y timida del instinto de persecucidn. Sin : embargo, jamas veremos a un animal jugar a Le esconder algo; sin duda, los animales esconden - objetos, pero no juegan a hacerlo, por el mero _ placer de volver a encontrarlos. En el caso de un nino, todos los primeros juegos consisten » enel arte de manifestar la alternancia entre lo ‘s que aparece y desaparece (la sabanita, la propia _.~- cara entre las manos, la escondida, el juego del a _ paquete, la busqueda del tesoro, el veo-veo, etc.). --.. Con eso que se esconde, se pone entre parén- _ tesis nuestra vida utilitaria, para que el tnico tiempo que importe sea el de la complicidad de la busqueda. En ultima instancia, todo habito nace en la complicidad del juego; y este ultimo proviene de la capacidad que el adulto tenga de imprimirle un ritmo distinto al ajetreo cotidiano. Adquirir habitos no es coleccionar destrezas —un perfeccionamiento adaptativo— sino un aprendizaje de los tiempos que los otros han compartido con nosotros. 45 sgn iret aria Miilinnatieh atin Los (video) Juegos En cierta ocasién un nifio llegé a mi consul- -. torio con un nuevo videojuego. “;De qué trata?”, Je pregunté. “De sobrevivir, Luciano, como la -. vida real”, me respondié. Con cierta regularidad nos preguntamos si los nifios pueden (o deben) jugar a tal o cual videojuego. Para un psicoana- lista de nifios esta pregunta es el pan de cada dia. No obstante, no es un aspecto sobre el cual el psicoandlisis pueda decir demasiado, no mas de lo que ya han dicho Platén o Aristoteles. E] argumento que suele presentarse, desde la perspectiva de quienes nos consultan (padres, maestros, etc.), hace hincapié en la violencia que se pone de manifiesto en dichos juegos. Juegos en los que se dispara, se mata, se roba, etc. El temor explicito es que los nifios aprendan conductas inmorales, que se apresten para vivir en una sociedad sin limites y sean antisociales en potencia. Sin embargo, el verdadero interrogante AT : . LucIANo LUTEREAU que se plantea apunta a otra cuestién, radica en el alcance de la ficcién: {por qué un nino imitaria sin condiciones aquella clase de juegos? {Acaso eso no implicaria suponer que la frontera entre el juego y la realidad es fragil y quebradiza? Estas dos preguntas no son novedosas. Estan directamente formuladas en la Republica de Platén y en la Poética de Aristételes. Mientras que para el primero la Polis debia excluir a los poetas, dado que no ensefiaban modelos de virtud a los jovenes —piénsese que, en ese entonces, los expulsados eran Homero y los tragicos (es decir, aquellos que hoy mds quisiéramos que nuestros nifios lean)-, para el segundo la ficcién permitia la recuperacién de un goce estético inofen- sivo, con cierto valor de purificacién del alma. Respecto de la importancia de la imitacion en la infancia, Aristételes decia lo siguiente: “La imitaci6n es connatural para los hombres desde la infancia y precisamente en esto consiste una de las ventajas de los hombres sobre los demas animales, pues los hombres son los mas capaces de imitar y aprender por imita- cién. Ademas, es natural que todos disfruten * con las obras de imitacién.” Dicho de otro modo, el debate que pareciera estar implicito en las preguntas anteriormente formuladas no tiene que ver tanto con los tipos de juegos (y sus temas) como con el modo en 48 . EL IDIOMA DE LOS NINOS que entendamos lo que un nino hace al jugar. Asimismo, una primera conclusi6n que podria sacarse de esta disquisicién sobre la filosofia antigua es que, al jugar, los nifos aprenden. Pero, {qué “aprenden” los nifios al jugar si la cuesti6n no pareciera vincularse con el conte- nido del juego (si es de mufiecas o de autos, de amor o de guerra, etc.)? Para responder a esta pregunta si es preciso realizar un rodeo por lo que el psicoandlisis puede decir acerca del juego. En primer lugar, el juego podria delimitarse por oposicion a la practica utilitaria. En la vida cotidiana, nuestros actos estan coordinados en funcién de fines, definidos por las metas a que llevan, mientras que el juego es lo inttil por si mismo: no se juega m4s que para jugar. Al mismo tiempo, la experiencia ludica implica una discon- tinuidad con el mundo del dia a dia; siempre es preciso resguardarse un poco para jugar, esto es algo que los nifios se ocupan de cuidar con esmero. Por ultimo, una tercera nota distintiva del juego es el tiempo en que acontece, dado que la discontinuidad anterior requiere de un segundo momento que la inscriba como tal. Dicho de otro modo, el juego invita al testimonio. Esto es algo evidente en los nifios, cuando después de jugar —en el encuentro con un adulto— rapida- mente buscan dar cuenta de lo que han hecho cuando jugaban. “Hoy jugamos a...”, suele’ser lo primero que dicen los nifios a sus padres cuando 49 LuciaNo LUTEREAU salen del consultorio. Esta necesidad del testi- monio es un aspecto fundamental, en la medida en que le da al juego su estatuto temporal: el juego se construye como una memoria —esto es lo que los psicoanalistas llamamos “inconsciente”—; slo habra sujeto del juego una vez que éste haya entrado en la narracion. De ahi que la clausula inicial del juego pueda resumirse en una especie de “Dale que yo era...”, como si para jugar fuese necesario dejar a un lado lo que uno sabe de si mismo, para ganar un efecto novedoso, el del acontecimiento, la experiencia y el aprendizaje. Aprendemos porque tenemos memoria; 0, mejor dicho, el aprendizaje —que nada tiene que ver con una funcion cognitiva— es la capacidad de generar experiencias en las que poder encon- trarse a posteriori. En ningun momento crecen tanto los nifios como cuando tienen la posibi- lidad de tener experiencias. En otros tiempos, el lugar privilegiado de la experiencia infantil eran las vacaciones, donde se construfan los relatos y recuerdos que acompafarian a un nifo durante todo un afo. Esa experiencia decantaba en todo tipo de objetos, que motivan hasta nuestros dias la industria del “souvenir”: trenzas, pulseras, caracoles, etc. Esos objetos maravillosos del verano son los indices de que se ha vivido ludi- camente durante un lapso de tiempo. Asimismo, llevemos esta reflexién a otro fenémeno minimo y casi invisible: las bolsitas de cumpleafios, {quien 50 EL IDIOMA DE LOS NINOS no ha visto a nifios llorar porque no pueden llevarse un recuerdo de una fiesta? Antes que un bien egoista, esos recuerdos que valen menos por lo que esconden en su interior, son la huella que permite apropiarse de esa experiencia de juego que es cumplir afios con otros. Todo juego, en Ultima instancia, es también una celebracion con otros. Por eso, de regreso a nuestra pregunta inicial, respecto de los juegos que podria jugar un nino, la pregunta no es si juega a tal o cual cosa, sino el modo en que lo hace. Eso que hace el nino, gle genera una experiencia? {Tiene el Animo de compartir lo que ocurre cuando pasé un deter- minado nivel? ;De golpe no siente uno que es el nifio quien nos esta ensefiando algo? Si esto ocurre, jes porque antes debié haber estado aprendiendo! Valga aqui el juego de palabras, “aprender” es “aprehender”. jCuantas veces no - pasa que, en realidad, somos los adultos los que por un prejuicio moral no estamos dispuestos a escuchar lo que un nifio tiene para decir! E] juego ocupa en la infancia el mismo lugar que el enamoramiento en la vida de un adoles- cente (y algunos adultos). Sdlo a través del amor y el erotismo conservamos la capacidad de jugar. De la misma manera que nuestros vinculos amorosos-hacen soportable los dolores de la vida, el juego sirve al nifio para poder sobreponerse a la adversidad de un mundo sin 51 4 i : i y 4 LuciaANo LUTEREAU fantasia. Un nifio sin juego es un nifo expuesto a la tristeza, aunque —después de la delimita- cién del juego que aqui propusimos— también podriamos pensar que no todo lo que habitual- mente se llama “juego” implica jugar. Por lo tanto, el juego es mucho més (0 algo muy distinto) que la diversién, es una cosa bien seria. La pregunta no deberia ser si un nifio puede jugar videojuegos violentos, sino que nosotros deberiamos pregun- tarnos por qué la industria del entretenimiento no les da otra posibilidad de vivir el tiempo que no sea “pasar el rato”, pasar de una cosa a otra sin solucién de continuidad. Un nino no juega para no aburrirse —este es otro prejuicio de los adultos—; en el juego, un nino crece y se apropla del tiempo, con un caballo de juguete, un tablero o un joystick. 52 HER EE ee Ee a EL ee I eS Ee a Ee mM LIE TO PTI CSPI MOEN ES PY TE ZNinos sin limites? Es corriente en nuestros dias la expresién de que hay nifios que no tienen limites. También es comun que muchos padres (y sus sustitutos: maestros, profesores, etc.) se pregunten cémo hacer para lidiar con el cardcter imperativo que asume el deseo infantil. Si bien este tltimo es degradado como “capricho”, “manipulacién” y otras valoraciones de repudio —por parte del adulto—, lo cierto es que seria vano pretender que un nifio modifique su modo de relacién con el mundo; pero, jen qué consiste este modo de relacionarse con las cosas y los otros? kl deseo en los nifios asume una forma parti- cular. Podria decirlo de este modo: no asume tiempos de espera. En un principio, el deseo se comporta sin miramientos por la realidad, como si fuera una alucinacién. No tanto. porque implique la irrealidad, sino porque se presenta con certeza y autorreferencia. Dos son las pala- 53 he Luciano LuTEREAU bras cuya adquisicién importa inicialmente en la constitucién de un nifio: “No” y “Mio”. Respecto de la primera, sirve a los fines de poner un limite a la intrusién de la demanda de lo demas. La primera individuacién, para el nifo, es por la negativa. Se afirma negdndose —como lo demuestran tantos sintomas vinculados con la alimentacién, que exponen que la comida es mucho mas que alimento—. A propésito de la segunda, suele comprobarse que enfatizar la posesién es una conducta mas temprana que atestiguar la identidad del yo (en el reconoci- miento intersubjetivo). En resumidas cuentas, se desea antes de saber quién desea. A partir de estas dos indicaciones, puede notarse que el deseo mismo es un limite en la infancia. Un limite a la captura bioldgica y a la fusién con los demas. El deseo humaniza y, para desdramatizar un poco mas su condena moral, no hay mas que pensar en el caracter de imposicién con que se suele presentar para los nifios mismos, cuando dicen “Tengo que...”—0 bien “Necesito...”— mucho antes de decir “Quiero...”. Ellos son los primeros en dar cuenta de esa intimidad ajena. Dicho de otra manera, el deseo infantil se realiza como en la obligacién de cumplir una promesa. Aunque no se trata tanto de la promesa de eso o esto, sino del acto mismo de quedar comprometido. Sélo los adultos nos encontramos con la situaci6n de discutir lo que dijimos, revisar 54 arrieaeeds EL IDIOMA DE LOS NINOS nuestras opiniones, o bien —la mayoria de las veces— justificarlas. Esto se debe a que lo que decimos no tiene peso, hablamos un lenguaje al que le falta asidero. Quienquiera que converse con un nino sabe lo vano que es pedirle que explique por qué hace lo que hace o por qué piensa lo que piensa. {Cudntos encierros, inttiles idas a. pensar al bani, u otros llamados impunes a la reflexion, nos ahorrariamos con estas breves disquisiciones? Jamas estos castigos han produ- cido otra cosa mds que miedo. Hechas estas observaciones sobre el deseo en la infancia, volvamos a la cuesti6n de los limites. De modo recurrente suelo encontrarme con padres que acusan que sus hijos no admiten ninguna reconvencion, cuando lo que se termina verificando es que no saben cémo sostener su palabra. Este es un aspecto central de las entre- vistas regulares que un psicoanalista debe tener con los padres de un nifio. En muchos casos, lo que se descubre es una suerte de complicidad entre este ultimo y los puntos débiles del discurso de aquellos. Por ejemplo, recuerdo la situacién de una madre que, luego de retar a su hijo, era ella misma la que retrocedia en la sanci6n al notar la aflicciédn del nifio. De este modo, en la denuncia de que se trataba del caso de un mani- pulador que no obedecia limites se develaba la impotencia en que caia la madre por no poder resistir la culpa que le generaba frustrar a su 55 LucIANo LUTEREAU hijo. En esta coyuntura particular, la incapacidad de introducir frustraciones se debia al temor, en la madre, de dejar de ser amada. Por cierto, si una madre no atraviesa esta fantasia elemental dificilmente logrard encarnar una figura de autoridad para su hijo. En efecto, lo nifios esto lo saben y hasta eventualmente lo escenifican con sus particulares: “Ya no te quiero mas”, “Sos mala”, etc. En ultima instancia, se trata de situa- ciones penosas en las que un nifio refuerza la culpabilidad espontanea de la madre. Por otro lado, también cabria pensar el lugar que al padre le cabe en los limites. En cierta medida, pareciera que a esta figura (y sus susti- tutos: cualquier persona de la que decimos: “Mira que se va a enojar”) le esta especialmente atri- buido el lugar de autoridad. No obstante, de un tiempo a esta parte no dejamos de leer libros, ensayos y actas de Congresos en los que se habla de su puesta en crisis. Por mi parte, prefiero no hacerme eco de lo que considero una queja pesi- mista. Desde mi punto de vista, que es también el de los casos que he analizado (muchos de ellos, llamados de “violencia escolar”), destaco una conclusioén diversa: la autoridad’ hoy en dia no esta vinculada con el saber que un nifio puede suponer que el adulto posee. En efecto, los nifios ya no creen que los adultos sepan gran cosa, como tampoco temen que se enojen. Porque son ellos quienes ensefian a sus padres como se resuelven 56 EL IDIOMA DE LOS NINOS los problemas —en este aspecto, la tecnologia ha desempefiado un motor fundamental del cambio— de la misma manera que los alumnos ya no se avergtienzan por no saber. Sin embargo, esto no quiere decir que la auto- ridad haya desaparecido y, por lo tanto, que falten limites. En todo caso, los limites hoy en dia ya no pueden imponerse de la misma manera que antes. Esta apreciacién no es un giro de condes- cendencia, como el que muchas veces lleva a los padres a ponerse a negociar con sus hijos cual- quier cosa —hasta lo que no se negocia-. Por el contrario, lo que esta época nos ensefia es la importancia de conocer el modo en que desea un nino, para poder responder a ese deseo en términos ajustados: en primer lugar, recuperando el papel de la palabra (no como explicacién, sino como compromiso);* en segundo lugar, a partir de no impostar el lugar desde el que hablamos (“Porque si...”, “Porque soy tu padre.. .”, ete.); por 1. En cierta ocasién, unos padres me comentaban el tiempo que les tomaba conseguir que su hijo aceptara ir a bafiarse, llegando a soluciones de compromiso (como comprarle cosas) o bien a desplazar (“Cinco minutos més”) el momento del bafio hasta la hora de la cena, que terminaba modificdndose cada dia. La intervencién fue concreta; alcanz6 con decirle: “Para la hora de la cena tenés que estar bafiado, sino no comés”. Antes que una maniobra punitiva, dado que era el caso de un nifio de 11 afios, el efecto fue el de advertir que bafiarse a determinada edad no puede Ser ya una demanda parental, sino un habito que el nifio debe asumir como propio. 57 LuciANo LUTEREAU ultimo, reconociendo que no podemos esperar de un nifo nada que no se aplique también a los adultos. Es una actitud hipécrita la que se refugia detras de rodeos del estilo: “Yo sf porque soy grande”. En ultima instancia, notese que en todas las ultimas referencias se traté de sostener la propia posicién a través de una justificacion (“Porque...”), mientras que la palabra que vale es la que no tiene por qué. Nos ocupamos de nuestra posicién cuando no estamos seguros de lo que decimos, {quién podria tener autoridad si primero renuncié a tener palabra? Para concluir, una ultima reflexién: antes de hablar de nifos desbordados y violentos, es preciso esclarecer con cierto detalle las condi- ciones por las cuales quiz producimos aquello que nos acosa. Por lo demas, que para ciertas circunstancias no haya limites, no quiere decir que falten. Esa diferencia abre el juego para inventarlos de otra manera. 58 El diagnostico escolar Uno de los grandes problemas de nuestro tiempo es el afan clasificatorio. En el mundo “psi” .- esta orientaci6n se expresa en la propuesta cada vez mas elaborada de diagnosticos. Esta observa- cién concierne tanto a las teorfas conductuales, 0 que se quieren descriptivas (como el DSM), como al psicoandlisis, que, en ciertos casos, se reduce a una mera psicopatologia. Y, por cierto, no es cuestion de invalidar el recurso a catego- rias diagnésticas, siempre que tengan un valor para la direccién de un tratamiento, sino el uso indiscriminado y fuera de contexto. Dicho de otro modo, uno de los grandes males de nuestra época es la utilizacién de tipos clinicos para decir algo sobre aquello mas intimo de la persona, como un predicado sobre el “ser” del sujeto. Esta ultima referencia contempordnea puede notarse en el titulo de divertidas producciones culturales (novelas, obras de teatro, etc.) —ya que no sdlo los pacientes llegan a los consultorios o9 i u 1 a LucIANO LUTEREAU “auto-diagnosticados’” (“Soy bipolar”, “Soy TOC”, etc.)—, sino que donde mas gravemente se hace sentir, y ya no causa tanta gracia, es en el Ambito educativo, a partir de la demanda creciente de psicodiagnésticos en el espacio escolar. A comienzos de este afio, en cinco oportunidades me han pedido informes psicolégicos de nifios como condicién para el ingreso a... jun jardin de infantes! En el ultimo de ellos, no pude dejar de responder con un dejo de ironia: “Espero que ustedes no sean la causa de que esta nifa encan- tadora requiera un tratamiento en el futuro”. Hechos como el anterior me han invitado a reflexionar sobre estos temas, antes que asumir una actitud defensiva frente a los maestros y educadores. En efecto, en un libro reciente,'pude notar que esta demanda creciente de las escuelas tiene un fundamento. Hoy en dia los nifios no suelen llegar a una consulta por los “viejos” motivos de inhibicién del saber o fracaso escolar (en el sentido cognitivo), sino por vias mas complejas: trastornos de la conducta, desbordes emocionales, desafios a la autoridad, etc. Sin ir mas lejos, por algo la nueva versién del DSM incluye también en su espectro la“rebeldia” como una forma de patologia. Sin embargo, el DSM-V también incluye el duelo como una situacién patoldgica... En este 1. Iuale, L.; Lutereau, L.; Thompson, 5., Posiciones perversas en la infancia, Buenos Aires, Letra Viva, 2012. 60 EL IDIOMA DE LOS NINOS punto, gno deberiamos preguntarnos si esta proliferacién de diagnésticos prét-d-porter no responde mas al imperativo de salud de una época (que restringe cada vez mAs la posibi- lidad de “salirse un poquito del sistema”) que a un interés por la subjetividad? Hasta hace unos anos, una publicidad de analgésicos promocio- naba la efectividad para erradicar el dolor de cabeza, hoy en dia otra publicidad de un producto semejante nos invita a no parar ni un minuto, a vivir una vida de produccién constante, en la que _ cualquier detencién es patolégica porque implica “perder el tiempo”. No obstante, cabria pregun- tarnos: {no perdemos mucho mds tiempo cuando no queremos perder nada (de tiempo)? Por esta via, entonces, la presencia de salud se vuelve ausencia crénica de malestar, la reali- zacién personal es una produccién constante y exponencial. En definitiva, se nos ha quitado la posibilidad de crecer a través del conflicto. éQuién habla hoy por hoy de las “crisis vitales” a través de las cuales se torna necesario descubrir ciertos limites personales, volver a preguntarse por los intereses propios y los objetivos de nues- tras elecciones mds significativas? Para dar cuenta del cardcter problematico de este aspecto, quisiera exponer una situacion paradigmatica —recurrente en los motivos de consulta en mi consultorio—: unos padres vienen a verme porque su hijo, de 14 afios, se pelea con 61 Luciano LUTEREAU sus compamieros en la escuela y, por lo tanto, la profesora a cargo del curso indica la necesidad de una terapia. Frente a este pedido, no pude menos que proponer a esta pareja que yo me ocuparia de evaluar a su hijo y determinar la pertinencia, o no, de un tratamiento. En el curso de unas pocas entrevistas con el joven pude notar que se trataba de un muchacho sano, que hablaba de sus conflictos con sus compagieros y que, en funcién de algunos breves consejos de mi parte, pudo resolver algunos problemas puntuales. Por lo tanto, me comuniqué con la profesora en cuestidn para esclarecer qué es lo que ella habfa notado y que, quiza, yo no advertia. En este punto, se me indicé que el joven “no toleraba la frustraci6n” y que por eso se ponia agresivo en el aula. Por cierto, desde hace tiempo que vengo pensando en esta curiosa expresién que invade los mas diversos articulos y manuales de psico- logia. Suelo preguntarme: {cémo tolerar la frustracién? {No es evidente que si la frustra- cin fuese tolerable no seria “frustrante”? A decir verdad, creo que el gran inconveniente de este giro habitual, y para todo uso, es que invi- sibiliza una situacién mas concreta, dado que la frustraci6n se produce menos en relacién con una tarea que a partir de un vinculo con otra persona. Nunca nos frustramos solos, sino ante la mirada de alguien; y en el caso del joven en cues- 62 EL IDIOMA DE LOS NINOS ti6n esto ocurria en relacién con personas muy puntuales. A partir de las entrevistas siguientes pudo verse que sus enojos (y angustias) surgian en relacion con figuras que encarnaban una posi- cidn de autoridad. No obstante, {por qué seria patolégico atra- vesar la adolescencia de modo conflictivo? Adolescente conflictivo” no deberia ser un oximoron? {No es a través del conflicto que, en estos casos, se forjan los valores y se tientan las primeras vias de eleccién responsable (a partir de cernir las consecuencias de los actos)? En este sentido es que D. W. Winnicott -en su libro Realidad y juego (1971)— sostuvo que el compromiso de los adultos con los adolescentes implica la aptitud de “resistir” 0, dicho en otros terminos mas llanos, tener paciencia. ¢Cuando entonces, es que los adultos hemos dejado de tener paciencia a los jévenes y comenzamos a tildarlos de “intolerantes” cuando no se adaptan a nuestras expectativas? En ultima instancia, aquello que Freud llamaba “Complejo de Edipo” es menos el enamo- ramiento respecto de la madre (y el temor al padre) que la tensidén asociada al surgimiento del deseo a través de una situacién conflictiva que implica la puesta a prueba de las propias Capacidades. En el caso del joven en cuestién. era Notoria su actitud de tener que demostrar ‘que estaba a la altura de los desafios que se le impo- 63 LUCIANO LUTEREAU nian al medir fuerzas con la autoridad. Después de todo, asi es que se constituye la figura del “otro var6on” —con el que se juega siempre la fantasia de feminizacion-; jpor eso es que los adolescentes se festejan los logros unos a otros (“se gozan”) mientras que los nifos mas pequefnios no encuen- tran satisfaccién en esta destreza! Dicho de otra manera, para convertirse en varon, a través del conflicto con la autoridad, un joven debe demos- trar que “no es una niha”. He aqui por qué el hostigamiento habitual entre los jévenes suele recaer en el término “maricén”. En conclusioén, luego de algunas entrevistas con los padres, y de evaluar que el joven contaba con recursos para afrontar la situacién por su propia cuenta, decidi decirle a aquellos que preferia no iniciar un tratamiento y quedar ala espera de que hablasemos en otro momento si llegaba a ser necesario. Como decia al comienzo, uno de los grandes males de nuestro tiempo es la distribucién indiscriminada de diagnés- ticos... que suele redundar en la pérdida del ojo clinico que sittie las coordenadas para comenzar un tratamiento. Lo primero que evaluo cuando me encuentro con un nifio 0 un‘joven es si esta creciendo, no si tiene “problemas” a los que yo me encargaria de ponerles un nombre. Un psicoana- lista debe intervenir cuando la vida misma no puede ofrecer la chance de elaborar las situa- ciones conflictivas intrinsecas a la vida misma. 64 EL IDIOMA DE LOS NINOS Cada vez que hoy en dia me encuentro con un adolescente, y mucho m4s cuando me lo envian a pedido de una escuela, recuerdo unas pala- bras que Freud pronunciara en 1910: “La escuela nunca debe olvidar que trata con individuos [...] alos cuales no se puede negar el derecho de detenerse en determinadas fases evolutivas, por ingratas que éstas sean”. 65 Infancia triste En su novela El Tilo (2003), César Aira se refiere a “la melancolfa vaga y sin objeto de la infancia”. No seria la primera vez —ya lo decia Freud en “El creador literario y el fantaseo” (1905)— que un escritor resumiera en una frase los hechos clinicos que interesan al psicoanalista. En este caso, se trata de la particular incidencia que tiene la tristeza en la vida infantil. Por cierto, entre los afectos que suelen vivir los nifios, la tristeza se destaca por su presencia constante. Desde el punto de vista del sentido comun, la infancia es concebida como un periodo de felicidad y alegria intensa. En efecto, tenemos la expectativa —reforzada por el consumismo de nuestra época, para el cual la mayor satisfac- cidn equivale a comprar algo nuevo— de que los nifios estén contentos todo el tiempo posible. Sin embargo, por esta via sélo conseguimos achatar la existencia, empezamos a temer el aburri- miento como el mas urgente de todos los males 67 BE aes ee err ie rename ebb i 1 a eb : i & % i “ i + ; | Luciano LUTEREAU y, en el caso de los nifios, nos termina preocu- pando mucho mas que tengan algo para hacer que pensar en la plenitud de lo que hacen. Vivimos en una época de nifios entretenidos, porque tampoco es facil tolerar su tristeza; pero, {qué es un nifio triste? En primer lugar, cabria subrayar —de acuerdo con una observa- cion de J.-J. Rousseau— que “la infancia tiene sus propias maneras de ver, pensar y sentir; nada hay mds insensato que pretender sustituirlas por las nuestras”. Dicho de otro modo, la tristeza en los nifios es muy distinta a la de los adultos. Para estos, la tristeza esta vinculada princi- palmente con las frustraciones que la realidad imprime a sus proyectos. Un adulto entristece cuando siente que no puede expandir su deseo en alguna direccién —incluso a costa de realizar ese deseo, ya que la mayoria de las personas sélo necesita imaginar lo que va a hacer, en lugar de hacerlo—. Sin embargo, los nifios no tienen esta relacion con la capacidad de desear. Sus expec- tativas nunca suponen un “largo plazo”; en todo caso, ellos viven el futuro como una extension actual del presente. El horizonte temporal, con su fugacidad irrecuperable, que hace del pasado un tiempo que ya no existe, es algo propio del mundo de los adultos. Esta herida que’el tiempo introduce en la infancia fue comentada por otro escritor, G. Greene, en los siguientes términos: “Siempre hay un momento en la infancia en el 68 EL IDIOMA DE LOS NINOS que se abre una puerta y deja entrar al futuro”. Por eso es tan corriente que la mejor represen- tacién del nifio eterno (ese que llamamos “Peter Pan”) sea la de alguien que no quiere crecer. Por lo tanto, no es a través del golpe que el tiempo imprime al deseo! que cabe pensar la causa de la tristeza en los nifios. Tampoco a partir de las mas diversas privaciones. En todo caso, esta ultimas suelen producir enojo —aquello que llamamos “berrinches’”— mAs no tristeza. A decir verdad, si bien ésta indica un afecto mas © menos constante en la infancia, lo cierto es que también implica una especie de limite, ese punto en el que un nifio puede aparecer bajo otro Angulo: como forzado a una madurez preci- pitada. Sin embargo, antes de continuar, {qué es la tristeza infantil? La tristeza en los nifios no se da cuando las cosas no salen como se esperaba —eso que en los adultos empuja a la realizacién de un duelo-, sino que se produce cuando el nifio deja de contar con algo con lo que contaba. En ambos casos se trata una pérdida, pero son pérdidas diferentes. Es corriente ver que los nifos salgan indemnes ante la noticia de la muerte de un abuelo (u otro 1. Nuestra vida contempordnea consiste en querer evitar ese golpe de forma crénica: vivimos tratando de ganar tiempo, bajo el aviso de que es “ahora o nunca”; con el imperativo de que nada puede perderse, hasta la ocasi6n mds nimia se convierte en la ultima oportunidad, la que no merece que la dejemos pasar. 69 Luciano LurereAu familiar), incluso respecto de la separacion de los padres, etc., mientras que, por ejemplo, el] extravio de una mascota puede sumirlos en el mas profundo pesar. No se trata de la pérdida de un objeto cotidiano, también podria tratarse de una modificacién del lugar de vacaciones — con lo cual puede verse que tampoco se trata de un objeto “concreto”—. La tristeza de un nino se produce cuando se altera esa circunstancia en la cual apoyaba su capacidad para jugar. Ya no se trata de que aparezcan sintomas ruidosos 0 grandes quejas, porque incluso hasta el nifio aburrido tiene recursos como para denunciarlo a viva voz, sino que el nifo triste queda sumido en un ensimismamiento que, como tal, es ajeno a la infancia. Lo primero que pierde un nifio triste es la curiosidad. En este punto, la tristeza se aproxima al sentimiento de soledad. En cierta ocasion, el escritor Jean Cocteau dijo: “Toda mi obra gira en torno al drama de la soledad y de las tenta- tivas del hombre por vencerla”. No hay mas que leer La gran separacion para corroborarlo, 0 bien repasar algunos datos biograficos del autor de Los nifios terribles —como el suicidio de su padre, cuando Cocteau tenia nueve anos— para comprobar también el alcance que ciertas perdidas pueden producir en un niiio hasta hundirlo en el desdnimo, el desinterés 0, incluso, en una rebeldia desesperada. 70 EL IDIOMA DE LOS NINOS Interesarnos por el modo particular en que se manifiesta el deseo en la infancia -ese modo particular de desear que llamamos “infancia”—, es la mejor manera de delimitar sus puntos de detencién —que aqui llamamos “tristeza”—. En ultima instancia, aquello que mds entristece a un nino es la falta de un espacio luidico, ese mundo que lo salvaguarda del impacto irreversible del tiempo, del dolor de existir y vivir una vida que se define por la finitud. En el mundo del juego todo es posible, el nifio cuenta con eso, pero la experiencia luidica también tiene sus condiciones. Muchas veces los adultos nos preocupamos de no generar grandes traumas a los nifios —como sila infancia fuera mds endeble que la adultez— con noticias que para ellos son prescindibles; mien- tras que una pequefia modificacién en algun habito cotidiano puede resultar insoportable. En otro tiempo, los adultos tenfan la costumbre de observar a los nifios jugar. En la Grecia Antigua, el juego de los nifios tenia incluso una funcién adivinatoria. Hoy en dia, perdimos esa disposicién virtuosa, mucho mas atentos a que estén entretenidos o bien pasen de una actividad a la siguiente (danza, inglés, computaci6n, etc.). Pocos padres conocen realmente a qué les gusta jugar a sus hijos; muchos menos se dejan tentar por ingresar a ese territorio en que el tiempo se pierde. Sin embargo, {no perdemos mucho mas cuando queremos evitar perder el tiempo? La 71 Luciano LUTEREAU tristeza de los nifios habla de esa pérdida difici] de asimilar, que no se vincula con ningtin objeto (como muy bien dice Aira) sino con una pérdida de la infancia misma. 72 EE ae BEE ARAM 28 a el ea te wea awh NR RR SR a ee a cli eran i ce a oak Qué es un nino? La infancia no se define en funcién de la crono- logia. Un nifio es una determinada posici6n, la de aquel que plantea la pregunta por su ser a partir del amor —en tanto ser amado~ y a expensas de su ser-para-el-sexo. Desde el punto de vista del psicoanAlisis, los nifios se encuentran a salvo de la incidencia real de la pregunta por el sexo —lo cual no quiere decir que no se encuentren tran- sidos de sexualidad-; dicho de otro modo, un nino no solo se pregunta por la diferencia sexuada, sino que responde a dicho interrogante a través de alguna elaboracién de saber. De este modo, corresponderia hablar de una “incidencia epistémica’” del sexo para la infancia. En la teoria freudiana, esta relacién con el saber se establece a partir de “teorias sexuales infan- tiles” y es lo que da lugar a ciertos juegos de los nifios; por ejemplo, el tipico de juego de’ estar casados: 73 Luciano LuTEREAU “Casi siempre [los nifios] buscan la solucién del secreto en alguna relacion de comunidad proporcionada por las funciones de la miccién 0 la defecaci6n.” De acuerdo con estas palabras de F reud podria concluirse que los nifios json los tinicos para quienes el matrimonio es posible! Porque si hay algo de que pueden dar cuenta los adultos es de que no alcanza con tener cosas en comtin para formar una pareja. Lo comprobamos coti- lanamente. “Me gusta todo de u usted”, decia un viejo chiste de Grouche Marx. A partir de lo anterior, entonces, puede decirse que la infancia se delimita en funcién de un tiempo extrano al de la sucesién (lineal y obje- tiva). En efecto, sabemos que de muchos de los que habitualmente llamamos “adultos”, debe- riamos decir que no son sino nifios. Y, por lo demas, no faltan pequefos de seis 0 siete anos que ya plensan como adultos. Por lo tanto, antes que una etapa o un periodo de la vida, considero que corresponderia decir que la infancia es una especie de “borde”. Un borde es un limite que marca la divisién entre dos espacios. Por ejemplo, el borde de un vaso delimita el adentro del afuera; incluso, el borde es lo que hace del vaso una suerte de objeto bipolar, un objeto en el que vive otro objeto para- Sitario: el agujero. 74 4 q j EL IDIOMA DE LOS NINOS Los agujeros no pueden existir mas que en otros objetos. Ocurre con ellos lo mismo que con las sombras. No hay sombra que no sea sombra de algo. No obstante, la sombra es algo también. Lo mismo ocurre con la infancia. Por eso lainfancia es mucho mas un acontecimiento, antes que un momento de la vida 0 un efecto de la biologia. Sin embargo, {qué motiva que un ser vivo —cachorro (de) humano-— se convierta en nino? ¢Cémo sobreviene esta particular posicién? Interrogar el origen de la infancia no es preguntar por su génesis. Esto nos devolveria al anhelo cronoldgico. En todo caso, se trata de especificar sus aristas, de bordear sus deste- llos. Mas arriba nos referimos a la relacién del nino con el amor y el sexo, mediados a través del saber. Agreguemos un segundo punto: el interés por la repeticion. La infancia se caracteriza por cierta insis- tencia. Los nifios piden una y otra vez que se les cuenten los mismos cuentos. En mi caso, reco- nozco un fragmento infantil en mi capacidad para escuchar una misma canci6n sin cansancio —dado que existe la opcidn “repeat” en los disposi- tivos electrénicos, me consuela pensar que no soy el Gnico—. Para un nino, la repetici6n no implica pérdida, no hay gasto de energia psiquica en el acto; o, dicho de otro, no hay acto en sentido estricto —en el sentido de confrontacién con la castracién; es decir, como produccién de un nuevo 75 Luciano LuTEREAU sujeto—. Somos nifios siempre que somos los mismos, idénticos a nosotros en lo que nos gusta y preferimos. Esta posibilidad de la identidad es lo que hace de la infancia algo tenebroso. En Ja tierra de los nifios nunca se envejece. Sélo a los adultos nos preocupa ese destino. Para los ninios, la muerte es simplemente “otro lugar”. Por lo tanto, cabe la pregunta: équé hecho es el que inscribe muerte y sexualidad en el incons- ciente, al punto de introducir una bisagra en el ser infantil? Si hay un momento capital en la vida de los nifios, de acuerdo con G. Agamben, es aquel en que se realiza el descubrimiento de que los adultos no pueden hacer magia. Es notorio el presupuesto en cuesti6n: los nifios creen en el Otro. Por eso es corriente que piensen que los adultos pueden conocer sus pensamientos; y en el andlisis de todo nifio es posible reconstruir algun episodio en el que se verifica que el “Otro no sabe”. Es curiosa también esta inflexién: nuevamente es a través del saber que se mide la vara de lo infantil. Incluso un nino puede denunciar la impotencia del Otro —porque es simplemente la otra cara de su omnipotencia-; o su mala voluntad —que el “Otro no quiere”—, pero la instancia crucial radica en la confronta- ci6n con este agujero en el saber. Esta coordenada es irreversible. Localizado este encuentro, la repeticién produce pérdida, y 76 EL IDIOMA DE LOS NINOS de la experiencia sélo quedara un resto, aquello que llamamos “recuerdo”. El fin de la infancia implica la constitucién de una memoria. Esto explica los limites de la amnesia infantil, su condicién estructural, y el motivo de que un afecto central de la infancia sea la tri steza pero jamas la nostalgia. Para los nifios, todo tiempo pasado es futuro. La infancia concluye cuando la contingencia inscribe su marca y ya se conso- lidé alguna huella que quedo por fuera de las posibilidades del mundo. 77

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