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TERCERA PARTE PROFUNDIZACIONES VH. eQUE ES “POLITICA”? * La Expresion y la nocién de “ciencia politica” se determinan en fun- cin de dos variables: 1) el estado de la organizacién del saber, y 2) el grado de diferenciacién estructural de los componentes humanos. En cuanto a lo primero, debe observarse que la nocién de ciencia no tiene mucho sentido, o al menos no queda bien precisada, hasta que no se afirma la divisin y especializacién del trabajo cognoscitivo. Es as{ que no tiene mucho sentido hablar de ciencia politica cuando “ciencia” constitufa un todo con “filosoffa’; cuando el saber se redu- cia y expresaba unitariamente en el amor al saber. La nocién de cien- cia queda precisada, pues, cuando se diferencia de Ia filosofia, y pre- supone que un saber cientifico se ha separado del alma mater del saber filoséfico. Por supuesto que “ciencia” es también diferente de lo que Hamamos opinién, teorfa, doctrina ¢ ideologia. Pero la di- visién primera y fundamental es entre ciencia y filosofia. En cuanto al segundo aspecto, conviene observar que la nocién de politica calificé todo, y por lo tanto nada especifico, hasta que las es- feras de la ética, de la economia y de lo politico-social se mantuvieron no divididas y no se tradujeron materialmente en diferenciaciones es- tructurales, vale decir en estructuras e instituciones que pudieran calificarse de politicas por su diferencia con institutos y estructuras pasibles de ser calificados de econdmicos, religiosos y sociales. En este sentido, el nudo mis dificil de desatar es entre lo “politico” y lo “social”, entre el Ambito de la politica y la esfera de la sociedad. Pero los nudos son varios, empezando por el enredo entre la nomen- clatura de origen griego —las palabras que derivan de polis— y la nomenclatura de origen latino. Digamos entonces que la nocién de ciencia politica varia en fun- cién de qué se entienda por ciencia y qué por politica. En razén de ello resulta bastante vano hablar de una ciencia politica “perenne”, que se prepara con Aristételes, nace o renace con Maquiavelo y se afirma con autonomia disciplinaria propia a partir del siglo xix. An- * Los capitulos VII y VIII reproducen mi trabajo titulado La Scienza Politica, que se publicé en el volumen 6 de Ia coleccién Storia delle Idee Politiche, Economiche e Sociali, dirigida y supervisada por Luigi Firpo, Turin, urer, 1972, incluida aqui por una amable concesién del editor y supervisor. A este texto le he introducido sélo algunas leves correcciones y he desarrollado con mayor amplitud las notas. 201 202 PROFUNDIZACIONES tes de aventurarnos a delinear una historia de la ciencia politica como tal, y que lo sea realmente, se requiere que Ia ciencia sea “cien- ”, y que la idea de ciencia converja de modo significativo con la idea de politica. Hasta ese momento, una historia de Ja ciencia poli- tica se reduce, o mejor se divide, en una historia a dos voces: la del concepto de ciencia por un lado, y la del concepto de politica por el otro. Esta divisién es necesaria, no sélo porque “ciencia” y “politica” son variables que han cambiado mucho, sino también porque variaron en épocas diferentes y con diversas velocidades. De aqui se deduce que cualquier teorfa de la ciencia politica, breve o extensa, debe ser atentamente dividida en periodos, en funcién de cémo se combi- nan, una y otra vez, una idea diferente de la ciencia con wna acep- n particular de Ia politica. Es obvio que los ticmpos y las fases de la ciencia politica seran tanto mds numerosos cuanto mds nos remontemos hacia el nacimiento de esta disciplina. Pero también una historia de corto radio —limitada, por ejemplo, al lapso de un siglo— tendrd que ser caracterizada por momentos muy diferentes. Asi, Ia época de Mosca, Pareto y Michels esté ya muy lejos de nos- otros; y la ciencia politica de los afios cuarenta le resulta anticuada a la ciencia politica de Jos afios sesenta. En este escrito no trataré de fijar el nacimiento de la “primera” ciencia politica, sino mas bien de separar los elementos de varios, plausibles, “encuentros significativos” entre Ios dos términos de nues- iro discurso; por un lado, los modos de observar Ja politica que se pueden calificar como cientificos, y por el otro, una serie de caracte- rizaciones de la idea de politica.’ Comencemos por esta Ultima. VILI. La mea DE PoLitica Hoy estamos habituados a distinguir entre lo politico y lo social, entre el Estado y la sociedad. Pero son estas distinciones y contrapo- siciones que se consolidan en su significado actual recién en el si glo xix. A menudo se oye decir que mientras en el pensamiento grie- go la politicidad inclafa la socialidad, hoy nos sentimos inclinados a * No existe una historia de la ciencia politica enfocada como un encuentro entre la ciencia y Ia politica, El material sobre ese punto debe buscarse en los textos de filosofia, epistemologia y metodologia de la ciencia, asi como en la historia del pen- samiento politico, Para esta dltima, véase infra, nota 12. eQUE ES “POLITICA”? 203 invertir esta diada, e incluir lo politico en lo social y Ia esfera de lo politico en la esfera de la sociedad. Pero este discurso contiene cuan- do menos tres errores. Primer error: tal diada no existfa en el pen- samiento griego. Segundo error: la socialidad no es en absoluto “la sociedad”. ‘Tercer error: nuestra sustantivacién “‘la politica” no tie- ne en absoluto el significado del término griego politike, asi como hoy hablamos de un hombre politico que esta en las antipodas del “animal politico” de Aristételes. Si para Aristételes el hombre era un z00n politikdn, la sutileza que con frecuencia se omite es que Aristételes definia de esta manera al hombre, no a la politica. Slo porque el hombre vive en la polis, y porque la polis vive en él, el hombre se realiza completamente como tal. Al decir “animal politico”, Aristételes expresaba, pues, la concepeién griega de la vida? Una concepcién que hacla de la polis la unidad constitutiva (indescomponible) y la dimensién com- pleta (suprema) de la existencia. Por lo tanto, en el vivir “politico” y en la “politicidad”, los griegos no vefan una parte o un aspecto de la vida; Ja veian en su totalidad y en su esencia. Por el contrario, el hombre “no politico” era un ser defectuoso, un édion, un ser ca- rente (el significado originario de nuestro término “idiota”), cuya insuficiencia consistia precisamente en haber perdido, o en no haber adquirido, la dimension y Ja plenitud de la simbiosis con la propia polis. Brevemente, un hombre “no politico” era simplemente un ser inferior, un menos-que-hombre. Sin adentrarnos en las variadas implicaciones de la concepcién griega del hombre, Jo que importa subrayar es que el animal politi- Co, el polites, no se distinguia en modo alguno de un animal social, de ese ser que nosotros Hamarfamos societario 0 sociable. El vivir “politico” —en y para la polis— era al mismo tiempo el vivir colec- tivo, el vivir asociado, y més intensamente, el vivir cn koinonia, en comunién y “comunidad”. Por lo tanto, no es exacto decir que Aris- toteles inchuia la socialidad en la politica. En verdad, los dos términos eran para él un tinico término, y ninguno de los dos se resolvia en el otro, por la simple razén de que “politico” significaba conjunta- * Para la concepcién griega de la vida, sigue siendo fundamental Werner Jaeger, Paideia, Berlin, 1934-1944. A pesar de sus afios y de alguna deformacién corregida por la historiografia posterior, se leen siempre con provecho N. D. Fustel de Coulan- ges, La cité antique (La ciudad antigua], Paris, Hachette, 1885; y J. Burckhardt, Griechische Kulturgeschichte [Historia de la civilizacién griega], Berlin-Stuttgart, W. Spemman, 1908. 204 PROFUNDIZACIONES mente las dos cosas a la vez. De hecho, la palabra “social” no es grie- ga sino latina, y le fue adjudicada a Aristételes por sus traductores y comentaristas medievales. Fue Santo Tomas de Aquino (1225-1274) quien autorizadamente tradujo zoon politikon como “animal politico y social”, observando que “es propio de la naturaleza del hombre vivir en una sociedad de muchos”.® Pero no es tan simple. Egidio Romano (hacia 1285) vertia a Aristételes diciendo que el hombre es un politicum animal et civi- le* A primera vista, podria parecer que Santo Tomés explicitaba el pensamiento de Aristételes, mientras que Egidio Romano se limitaba a usar una expresién redundante (politicum, después de todo, es una expresién derivada del griego para decir civile). Pero la apari- cién de Jas palabras “social” y “civil” merece ser examinada y ex- plicada. De ello resultard que Santo Tomds como Egidio forzaron a su autor. EstA claro que donde los griegos decian polites, los romanos decian civis, asi como es claro que polis se traduce al latin por civitas. Pero los romanos absorbieron la cultura griega cuando su ciudad habia sobrepasado ampliamente la dimensién que admitia el “vivir poli- tico” segtin Ia escala griega. Por lo tanto la civitas, con respecto a la polis, es una ciudad de politicidad diluida; y esto en dos aspectos. Primeramente, la civitas se configura como una civitas societas, es decir, adquiere una calificacién mas eldstica, que amplia sus limites. ¥ en un segundo aspecto, la civitas se organiza juridicamente, La civilis societas, en efecto, se traduce a su vez en una iwris societas. Lo que permite sustituir la “politicidad” por la juridicidad. Ya Ci- cerén (104-43 a.c.) sostenia que la civitas no es un conglomerado humano cualquiera, sino aquel conglomerado que se basa en el con- senso de la ley. Ya en tiempos de Cicerén estamos, pues, proximos a una civitas que no tiene casi nada de “politico” en el sentido grie- go del término: la iuris societas es a la polis lo que la despolitizacion es a la politicidad. Y el ciclo se cierra con Séneca. Para Séneca (4 a.c.- 65 d.c.), y en general para la visién estoica del mundo, el hombre no ¢s ya un animal politico; es, por el contrario, un sociale animal.* Estamos en las antipodas de la visién aristotélica, porque el animal social de Séneca y de los estoicos es el hombre que ha perdido la ® De Regimine Principum, Lib. I, cap. 1. * Ibid, THE, 1, 2 * De Re Publica, 1, 25. * De Clementia, 1, 3. gQUE ES “POLITICA”? 205 polis, que se ha extrafiado de ella, y que se adapta a vivir negativa- mente mds que en forma positiva en una cosmdpolis. Si el mundo antiguo concluye su pardbola dejando a la posteridad no sdlo la imagen de un animal politico, sino también de un animal social, estas dos representaciones no prefiguran de ninguna manera el desdoblamiento y la dfada entre la esfera de lo politico y la esfera de lo social que caracteriza la polémica de nuestro tiempo. La pri- mera diferencia reside en que el sociale animal no coexiste junto al politicum animal; estas expresiones no aluden a dos facetas de un mismo hombre, sino a dos antropologias que se sustituyen una a otra. La segunda diferencia —que pasaremos a examinar en seguida— es que en todo el discurso desarrollado hasta ahora, la politica y la politicidad no fueron percibidas nunca verticalmente en una pro- yeccién en altura que asocie la idea de politica con la idea de poder, de mando, y en ultimo analisis de un Estado subordinado a la so- ciedad. La cuestién reside en que la problematica vertical es en gran me- dida extrafia al discurso basado en la nomenclatura griega —polis, polites, politikos, politike, y politéia— en su traduccién latina, y también a su desarrollo medieval. El titulo griego de una obra pata nosotros notoria como la Republica de Platén era Politéia: traduc- cién exacta para el mundo que pensaba en latin, dado que res pu- blica quiere decir “cosa comtin”, cosa de la comunidad. Res publica, observaba Cicerén, es res populi.? El discurso aristotélico sobre la ciu- dad éptima, fue vertido por los primeros traductores medievales con un calco —de politia optima—, que se sustituyé posteriormente por la expresién de optima republica. Expresiones todas que se asociaban a un discurso horizontal. La idea horizontal es tomada también por el inglés common weal 0, mas modernamente, commonwealth, que equivale a “bien comtin”, lo que Hamamos bien ptiblico ¢ interés general. Pero precisamente por esto, ha sido mal interpretado el tf- tulo platénico, asi como también el uso de res publica, en toda Ja literatura que va de los romanos a Bodin (cuyos Six Livres de la Re- publique aparecieron en 1576). Nuestra republica, convertida en una forma de Estado opuesta a la monarquia, como lo es hoy para nosotros, se sittia precisamente en la dimensién vertical, que en cam- bio estaba ausente de la idea de politdia, de res publica y de com- mon weal, ‘ De Re Publica, VI, 13. 206 PROFUNDIZACIONES Con esto no se quiere afirmar que sera preciso Iegar recién a Ma- quiavelo o a Bodin para encontrar la dimensién que he llamado ver- tical, es decir el elemento de estructuracién jerarquica —de la sub a la supraordenacién— de la vida en sociedad. Es indudable que Platén sobreentendia una verticalidad. Pero éste es el elemento que no se recogid sino que se perdié de Ja tradicién aristotélica.* Por otra parte, si Maquiavelo es el primero en usar la palabra Estado en su acepcién moderna, Ja percepcién de Ja verticalidad —total- mente trasfundida en la nocién de politica— se remonta por lo me- nos a la tradicién romanistica. Pero esta idea no estaba expresada en Ja nomenclatura griega por la palabra “politica” y sus derivados. Se expresaba de manera variada —hasta el siglo xvi cuando menos— por términos tales como principatus, regnum, dominium, gubernacu- lum (mucho mas que por los términos potestas ¢ imperium, que en cambio pasaron a referirse a un poder legitimo y se usaron en el mbito del discurso juridico). Para los autores medievales y renacentistas —que escribian tanto en latin como en italiano, francés 0 inglés—- el dominium politicum no era “politico” en nuestro significado, sino en el significado de Aristételes: era la “ciudad optima” del polites, la res publica que practicaba el bien comin, una res populi igualmente ajena tanto a Ja degeneracién democratica como a la degeneracién tirdnica. De hecho, los autores medievales usaban dominium politicum en con- traposicién a dominium regale, y todavia més en contraposicién a dominium despoticum. Equivale a decir que la voz politicum designa- © Debe tenerse presente que las cxiguas dimensiones de la polis la caracterizaban como una red de relaciones “cara a cara”. En este sentido, la verticalidad quedaba sobreentendida. Las magistraturas y “los que estaban arriba” existian, por escrito; pero cuando Ia base de la pirdmide es estrecha, el vértice no esté muy alto. El contraste entre la idea horizontal y la idea vertical de la politica debe entenderse, pues, con este alcance: que Ia verticalidad griega era extremadamente reducida en compara- cién con la de los Estados territoriales. Por ello resulta engafioso traducir polis por ciudad-Estado, y mucho menos todavia por Estado. ° El Principe, capitulos 1 y mi. Por otra parte, Maquiavelo empleaba también Ia palabra “Estado” en su acepcién medieval: status en el sentido de categoria 0 condi- cién social. Cf. F, Chiappelli, Studi sul linguaggio di Machiavelli, Florencia, Le Monnier, 1952, pp. 59-74. El uso modero se consolida con Hobbes, que emplea Commonwealih y Estado como equivalente, y todavia més con la traduccién de Pu- fendorf al francés, en la que Barbeyrac traduce civitas por état. ” La palabra gubernaculum es caracteristica de Bracton, autor del siglo xm, par- ticularmente estimado por MeTiwain (infra nota 12), cuando establece una contrapo- sicién entre gubernaculum y iurisdictio, Eu cambio, no he encontrado rastios de ellos en los glosadores y en la bibliografia juridica italiana de la época. gQUE ES “POLITICA”? 207 ba la “visién horizontal”, mientras que el discurso vertical se des- arrollaba mediante las voces realeza, despotismo y principado. De tal manera, la forma mejor de traducir la idea de dominium politicum en Ja terminologia contempordnea, seria decir “la buena sociedad’; pero advirtiendo que nosotros somos al respecto bastante més opti- mistas 0 ingenuos que los autores medievales. También podriamos decir que el dominium politicum representaba una especie de “so- ciedad sin Estado”; pero entonces recordando que la sociedad en cuestion era a un mismo tiempo una civilis societas y una iuris so- cietas, no una sociedad sin adjetivos, la sociedad de que habla el socidlogo. Por el contrario, si hay un término que simbolizaba mis que ningtin otro el enfoque vertical, el discurso que Mamariamos caracte- risticamente politico, este término era “principe”. No por azar II Principe (1513) fue el titulo elegido por Maquiavelo. De Regimine Principum (en 1200--1269, aproximadamente) fue ya el titulo de Santo Tomds (no de Egidio Romano); mientras que Marsilio de Padua (1280-1343 aproximadamente) usaba principatus o pars principans para indicar las funciones que hoy Hamariamos de gobierno, y habria podido clasificar la realidad politica descrita por Maquiavelo como un principatus despoticus.+ eQué conchisién podemos extracr cle estos trazos stumarios que aca- bamos de exponer? Que las complejas y tortuosas vicisitudes de la idea de politica van mas alld de 1a palabra politica, en todas las épo- vas y en mil aspectos.!? La politica de Aristételes era a la vez una % Defensor Pacis, capitulo xin de la Dictio Prima. * No existe un estudio dedicado a seguir Ia idea de politica en su complicada pero no menos reveladora evolucién terminolégica. Entre las no muchas enciclopedias que registran la voz “politica”, sefialo la de M. Albertini en el Grande Dizionario Enci- clopedico dell'vrer (ahora en su vol. Politica ¢ altri saggi, Milan, Giuffré, 1963). Salvo la bfisqueda autor por autor, las historias del pensamiento politico que me han resultado més provechosas son: A. J. y R. W. Carlyle, A History of Medieval Politi- cal Theory in the West, Nueva York, Barnes & Noble, 6 vol., 1903-1936; C. H. Mac Ilwain, The Growth of Political Thought in the West; G. H. Sabine, A History of Political Theory (Historia de la teorfa politica, rcr], Nueva York, Holt, Rinehart and Winston, 1961; Wolin, Politics and Vision: Continuity and Innovation in West~ em Political Thought, Boston, Little Brown, 1960; W. Ullmann, Principles of Go- vernment and Politics in the Middle Ages, Londres, Methuen, 1961; O. Gierke, Das Deutsche Genossenschaftsrecht (1881), que fue por lo menos consultado en su com- pendio (a cargo de F. W. Maitland), Political Theories of the Middle Age, Cambridge University Press, 1900. También son muy aconsejables C. H. Mellwain, Constitu- tionalism: Ancient and Modern, y del mismo, Constitutionalism and the Changing World, Cambridge, Cambridge University Press, 1939. 208 PROFUNDIZACIONES antropologia; una antropologia Jigada indisolublemente al “espacio” de la polis. Caida la polis, la “politicidad” se atemia, diluyéndose varia- damente o transformdndose en otra. Por un lado, la politica se jurid' ciza, desarrollandose en la direccién indicada por el pensamiento romano. Por otro lado —que he tenido que pasar por alto— la poli- tica se teologiza, primero adecuandose a la vision cristiana del mun- do, después en relacién con la lucha entre el papado y el Imperio, y por ultimo en funcién de la ruptura entre el catolicismo y el pro- testantismo. En todos los casos, el discurso sobre 1a politica se confi- gura —empezando por Platén y también por Aristételes— como un discurso que es, conjunta e indisolublemente, ético-politico. La ética en cuestién podré ser naturalista y psicologista; o bien una ética teo- légica; o incluso una ética juridicizada, que debate el problema del “bien” en nombre de lo que es “justo”, invocando la justicia y las leyes. La doctrina del derecho natural, en sus sucesivas fases y versio- nes, resume bastante bien esta amalgama de normativa juridica y de normativa moral? En todos estos sentidos, y también en otros, la politica no se configura en su especificidad y autonomia hasta Ma- quiavelo. V11.2. La AUTONOMIA DE LA POLITICA Cuando hablamos de Ia autonomia de la politica, el concepto de auto- nomia no debe entenderse en sentido absoluto, sino més bien rela- tivo. Ademas, se pueden sostener al respecto cuatro tesis: primero, que la politica es diferente; segundo, que la politica es independiente, es decir que sigue leyes propias, instaurandose literalmente como ley de si misma; tercero, que la politica es autosuficiente, autarquica en el sentido de que basta para explicarse a si misma; cuarto, que la politica es una causa primera, una causa generadora no sdlo de si misma sino también de todo el resto, dada su supremacia. En rigor, esta ultima tesis desborda el ambito del concepto de autonomia; pero hay que mencionarla porque constituye una posible implicacién del mismo. Importa también precisar que la segunda y tercera tesis sue- len ir juntas, aunque en rigor el concepto de autonomia debe distin- guirse del de autarquia. De todos modos, la tesis capital, la que més importa clarificar, es la primera. % Para obtener un acertado panorama de conjunto cn que se vea la diferencia entre estas variadas fases, cf. A. Passerin d'Entréves, Natural Law, Joondves, Hut- chinson, 1951. 2QUE ES “POLITICA”? 209 Afirmar que la politica es diferente equivale a poner una condi- cién necesaria, no todavia una condicién suficiente (de la autono- mia). A pesar de ello, toda la continuidad del discurso queda estre- chamente condicionada por este punto de partida. ¢Diferente de qué? aDe qué modo? :Hasta qué punto? Con Maquiavelo (1469-1527) la politica se diferencia de la moral y de la religién. Es ésta una primera y nitida separacién y diferen- ciacién. La moralidad y la religién son, ciertamente, ingredientes fundamentales de la politica; pero a titulo de instrumentos. “Si un principe quiere mantener el Estado, se ve forzado a menudo a no ser bueno”, a obrar “contra la fe, contra la caridad, contra la huma- nidad, contra Ja religién”.* La politica es la politica. Pero atencién, Maquiavelo no llega a la “verdad efectiva de la cosa” por Wertfrei, porque sea ajeno a las preocupaciones prescriptivas y a los concep- tos de valor, No es tampoco que Maquiavelo estuviese animado por la pasién moral. Obsérvese que él le prescribfa al “nuevo” principe qué comportamiento era el necesario y debido para salvar o fundar el Fstado. De tal modo, la mayor originalidad de Maquiavelo reside qui- zis en el hecho de que teorizé con inigualado vigor sobre la existen- cia de wn imperativo propio de la politica. Maquiavelo no se limité a sefialar Ja diferencia entre la politica y la moral; llegé a proclamar una vigorosa afirmacién de autonomfa: la politica tiene sus leyes, leyes que el politico “debe” aplicar. En este sentido que acabamos de precisar es, pues, exacto que Ma- quiavelo —no Aristételes— “descubre la politica”. @Por qué él? 2Y por qué motivo? Es dudoso que haya que atribuir el descubrimiento de Maquiavelo a una “cientificidad”."* Ciertamente, Maquiavelo no fue filésofo; y precisamente por esto pudo alcanzar la “‘visién directa” que s6lo obtienen los que comienzan o recomienzan ex novo. Por otra parte, cuando se sostiene que Maquiavelo no fue ni fildsofo ni cientifico no se le regatea nada a su estatura, y hasta quizds se puede comprender mejor cémo Ilegé al descubrimiento de la politica. A este respecto, resulta instructivo comparar a Maquiavelo con Hobbes. ™ El principe, capitulos xvmm y xix. % Sobre el punto cf. N. Abbagnano, “Machiavelli politico”, en Rivista di Filo- sofia, LX (1969), pp. 5-23; L. Olschki, “Machiavelli scienziato”, en It Pensiero Po- litico, 1X (1969), pp. 509-535; N. Matteucci, “Niccolo Machiavelli politologo”, en Resegna Italiana di Sociologia, X1 (1970), pp. 169-206. Entre la bibliografia més reciente: Genaro Sasso, Niccolé Machiavelli, Istituto Italiano per gli Studi Storici, Nipoles, 1958, y Studi su Machiavelli, Murano, Napoles, 1967. 210 PROFUNDIZACIONES Hobbes (1588-1679) teoriza una politica todavia mas “pura” que Maquiavelo. Su principe, el Leviatén (1615), es el mas préximo y directo precursor del Gran Hermano concebido por Orwell; el orden politico esta creado por su fiat, por su poder de crear las palabras, de definirlas, de imponerlas a sus stibditos, “Las verdades ‘primeras —escribia Hobbes— fueron implantadas arbitrariamente por los pri- meros en ponerle nombre a las cosas.” 1° De ello deducia Hobbes que las verdades de la politica eran como las verdades arbitrarias y con- vencionales de la geometria. Si el principe de Maquiavelo gobern ba aceptando las reglas de la politica, el Leviatin de Hobbes gober- naba crendolas, estableciendo qué es la politica. El mundo del hom- bre es infinitamente manipulable, y el Leviatén —el gran defini- dor— es su manipulador exclusivo y total. En realidad, nadie ha teo- rizado una politizacién tan extrema como Hobbes. El no planteaba Unicamente la absoluta independencia y autarquia de la politica, sino que afirmaba un “pan-politicismo” que todo lo reabsorbe y lo genera todo a partir de la politica. Si Maquiavelo invocaba la virtud, Hobbes no invocaba nada. Si las péginas de Maquiavelo transparen- taban una pasién moral, Hobbes era un razonador distanciado, gla- cial, dedicado a construir una perfecta mecdnica de los cuerpos en movimiento. Si Maquiavelo vefa en la religion un sostén de la poli- tica, Hobbes le atribufa a su soberano el contro! de la religién, como hard mds tarde Comte.'7 Pero no sélo eso. Hobbes no se diferencia de Maquiavelo sélo en que afirma una politica “pura”, omniprevisora y omnicausadora; también en su “cientificidad”. En el siglo y pico que lo separa, se in- tercalan Bacon (1561-1626) y Galileo (1564-1642). Ademds, Hobbes recibfa la leccién metddica de Descartes (1596-1650). su mas joven y mds precoz contemporineo. A su modo, pues, Hobbes estuvo im- buido de espiritu cientifico. Su sistema filosdfico se inspira en la con- cepcién mecanicista del universo; su método —hasado en el modelo de la geometrfa— es el Idgico-matematico. A primera vista estaria- mos tentados de Iegar a la conclusién de que en Hobbes se retinen todos los elementos que definen a una “ciencia politica”. Hay un mé- ™ The English Works of Thomas Hobbes, Londres, Molesworth, 11 vol., 1829- 1845, vol. I, p. 36. * Cf. contra, la interpretacién humanista de R. Polin, Politique et philosophic chez Thomas Hobbes, Paris, Presses Universitaires de France, 1953, que retoma la de L, Strauss, The Political Philosophy of Hobbes, University of Chicago Press, 1952. Yo sigo, en cambio, Wolin, Politics and Vision, cit. cap. vm. 2QUE ES “POLITICA”? aul todo cientifico segtin los cénones del cartesianismo; y hay también una politica teorizada en su forma mds extrema de autonomia. Se podrd agregar y sostener también que Hobbes era Wertfrei, que ¢s- taba liberado del valor. Sin embargo se habla de Hobbes, y con ra- 26n, como de un “fildsofo” de Ja politica; y la ciencia politica le re- conoce a Maquiavelo una paternidad que le niega a Hobbes. ¢Cémo se explica esto? Es simple, cl elemento que diferencia a la ciencia de la filosoffa no esté tomado del modelo de la geometria y de la matematica. Des- cartes era un gran matematico; y grandisimo matematico fue Leib- niz. La matematica es légica deductiva, en tanto que las ciencias no nacen de la deduccién légica sino de la induccién, de la observacion y del experiment. Hobbes no observaba; deducia more geometri- co, como hard también poco después ese puro ejemplar de fildsofo que fue Spinoza (1632-1677). El método de Hobbes era, pues, rigu- rosamente deductivo.? Con esto esté todo dicho. No observaba el “mundo real”. Nadie puede cuestionar la estatura filoséfica de Hob- bes; peto su “ciencia” no es tal; no descubria nada, Correlativamen- te, la autonomia de la politica que nos interesa no es la teorizada por Hobbes. Y nada puede ocultar el hecho de que Hobbes era mds. va- lorativo que Maquiavelo. Conclusién, si en Maquiavelo no hay todavia cientificidad, 1a cientificidad de Hobbes no constituye una confluencia significativa de la ciencia y la politica. Sobre todo, el descubrimiento de la auto- nomia de la politica no desemboca en un método cientifico. Como advertimos al comienzo, la historia de la ciencia politica es una histo- ria a dos voces, que debemos mantener separadas, a riesgo de reunir- las mal y prematuramente. VII.3. EL DEsCUBRIMIENTO DE LA SOCIEDAD Hasta ahora hemos examinado solamente una primera diversidad: la que hay entre politica y moral, entre César y Dios. Es un paso de- cisivo, pero también, mirado retrospectivamente, el més obvio, el mas ficil. El paso mas diffcil —tan dificil que todavia hoy nos perturba— Si nos referimos a la fisica, su primer desarrollo se basa en pondere ef mensuras la fase axiomética y matemética es extraordinariamente posterior, El tema seré tra- tado infra § cap. VIM ™ Sobre este punto, cf: A. Gargani, Hobbes ¢ la sctenza, Einaudi, Turén, 1971. 212 PROFUNDIZACIONES es el de establecer la diferencia entre Estado y sociedad. Hasta ahora no habfamos llegado al desdoblamiento entre la esfera de la politica y la esfera de la sociedad. ;Cudndo, entonces, la idea de sociedad se libera de los multiples lazos que la mantenian sujeta, y se pasa a afirmar Ja realidad social como una realidad en si misma, indepen- diente y autosuficiente? Debe quedar claro que “sociedad” no es demos, no es populus. En cuanto actor concreto y operante, el demos muere con su “‘democra- cia”, es decir con la polis en la que operaba. Y asi como la Reptiblica romana no fue jamds una democracia, el populus de los romanos no fue nunca el demos de los griegos.t Caida la Republica, populus pasa a ser una ficcién jurfdica; y sigue siendo sustancialmente una fictio iuris en toda la literatura medieval. Por otra parte, el pensa- miento romano y medieval no expresaban una idea auténoma de la sociedad. La sociedad se configuraba —recuérdese— como una civilis societas y como una iuris societas. El pensamiento medieval impreg- né a estas mezclas de una fuerte caracterizacién organicista, que pro- curaba incluir a la sociedad —desarticulandola y articulandola— dentro de los multiples “corpus” en los que se organizaba el mun- do feudal, el mundo de las jerarquias y las corporaciones. La separacién fue lentisima. Por ejemplo, es sintomatica la falta de la idea de sociedad en Ja literatura del siglo xvi, que teorizaba el derecho a resistir y a rebelarse contra el tirano. Para los monarcéma- nos, y también para Calvino y Altusio, el protagonista que se con- traponfa y se oponfa al poder tiranico no eran ni el pueblo ni la sociedad; eran individuos o instituciones especificas, tales como una Iglesia, las asambleas locales o determinadas magistraturas. De igual modo, la revolucién inglesa no fue una revolucién en nombre y por cuenta de los derechos de la sociedad; a lo sumo contribuye a resti- tuirle realidad y concrecién a la fictio iuris del pueblo. No por azar el primero en teorizar el derecho de la mayoria y la regla mayoritaria —es decir una regla que restituye operatividad a ® Debemos subrayar que en Ia transicién de 1a autonomia de la politica en sen- tido maquiaveliano a la autonomfa de lo que es politico con respecto a lo que cs social, se pasa al mismo tiempo a otra dimensién o aspecto del problema. En el pri- mer caso, preguntamos cudl es la especificidad del comportamiento politico; en el segundo, registramos una diferenciacién estructural que implica la delimitacién de los respectivos limites. Aunque son Iégicamente diferentes, los dos problemas se conectan. * Cf. C. Wirszubski, Libertas, Bari, Laterza, 1957. 2QUE ES “POLITICA”? 213 la nocién de pueblo— fue Locke, quien escribié a fines del siglo xvi. A Locke se le atribuye con razén una primera formulacién de la idea de sociedad. Pero esta atribucién corresponde a la doctrina contrac- tualista en su totalidad, y en particular a la distincién de los contractua- listas entre pactum subiectionis y pactum societatis. En realidad la idea de sociedad no es una idea que se formule y afirme con el cambio revolucionario. Es més bien una idea de paz, que pertenece a la fase contractualista de la escuela del derecho natural. No es la revuelta contra el soberano, sino el “contrato” con el soberano, el que pasa a ser estipulado en nombre de un contratante denominado sociedad. Sélo que esta sociedad que estipula el “contrato social’, gno es también, a su vez, una ficcién juridica? La verdad es que la autonomia de la sociedad con respecto al Es- tado presupone otra diferencia: la de la esfera econémica. La sepa- racién de lo social con respecto a lo politico supone la diferencia entre la politica y la economia. Esta es la via maestra. Hoy, los socié- logos en busca de antecesores citan a Montesquieu (1689-1755) 2 Pero estarian mas en lo justo si citaran al padre de Ja ciencia econd- mica, Adam Smith (1723-1790), e incluso si se remontaran hasta Hume (1711-1776) a través de Smith. Porque son los economistas —Smith, Ricardo y en general los liberales— los que muestran cémo la vida en sociedad prospera y se desarrolla cuando el Estado no in- terviene; los primeros en mostrar cémo la vida en sociedad encuentra en la divisién del trabajo su propio principio de organizacién; y por lo tanto en mostrar también cudntos sectores de la vida social son extrafios al Estado y no se regulan ni por las leyes ni por el derecho. Las leyes de la economia no son leyes juridicas; son leyes del merca- do. Y el mercado es un automatismo espontdneo, un mecanismo que # Sobre este punto, W. Kendall, John Locke and the Doctrine of Majority Rule, Urbana, University of Illinois Press, 1941. = Sobre el aspecto de Montesquieu considerado aqui, cf. S. Cotta, Montesquieu ¢ la scienza della societt, Ramella, Turin, 1953; y F. Gentile, L’Esprit Classique nel pensiero di Montesquieu, Cedam, Padua, 1967. Montesquieu fue sefialado como pre- cursor por la propia sociologia de Comte; tesis desarrollada sobre todo por Emile Durkheim, Montesquieu et Rousseau précurseurs de la sociologie, Presses Universitai- res de France, Paris, 1953, y retomado ‘ltimamente por R. Aron, Dix-huit legons sur la société industrielle, Gallimard, Paris, 1962, cap. m. ™ Cf. Gladys Bryson, Man and Society: The Scottish Enquiry of the Eighteeenth Century, Clifton N. J., Kelly, 1945; y J. Cropsey, Polity and Economy: An Inter- pretation of the Principles of Adam Smith, La Haya, Nijhoff, 1957, especialmente cap. m. aid PROFUNDIZACIONES funciona por su cuenta. Son, pues, los economistas de los siglos xvut y xIx los que proporcionaron una imagen tangible, positiva, de una realidad social capaz de autorregularse, de una sociedad que vive y se desarrolla segtin sus propios principios. Y es asf cémo la sociedad toma realmente conciencia de si misma. Con esto no se pretende negar que también Montesquieu tenga titulos legitimos como precursor del descubrimiento de la sociedad. Pero lo preludia Locke y en general el constitucionalismo liberal. Todos estos precursores son tales de una manera indirecta e incon- clusa. Es evidente que cuanto més se reduce la discrecionalidad y el espacio del Estado absoluto, y cuanto mas se afirma el Estado limi- tado, se va dejando mayor espacio y legitimidad para una vida extra- estatal. Pero a estos fines, el liberalismo politico no tenia ni podia tener la fuerza desestructuradora del liberalismo econdmico. Y no la podria tener porque segtin su enfoque, la sociedad debia seguir siendo una sociedad regulada y protegida por el derecho. Asi como el libe- ralismo se preocupa de neutralizar la politica “pura”, de igual modo ve en la sociedad “pura” una sociedad sin proteccién, una sociedad indefensa. La sociedad de Montesquieu era a su modo una iuris so- cietas. Pero los economistas no tenian este problema. Mas bien tenian el problema inverso, de desembarazarse de las rigidas ligaduras cor- porativas, Por lo tanto, sdlo en opinién de los economistas la sociedad re- sulta tanto mds ella misma cuanto mds espontdnea es, cuanto mas queda liberada no sdlo de las interferencias de la politica, sino tam- bién de los obstaculos del derecho. Es verdad que la “sociedad espon- tanea” de los economistas era en definitiva la sociedad econdémica; pero el ejemplo y el modelo de la sociedad econémica podia exten- derse con facilidad a la sociedad en general. Las premisas para “des- cubrir la sociedad” como una realidad auténoma, que todavia no existian ni en Maquiavelo, ni en Montesquieu, ni en los enciclope- distas, en cambio estaban maduras al iniciarse el siglo xrx.?° En efec to, el Sistema industrial de Saint-Simon (1770-1825) aparecié publi- cado en tres volimenes en 1821-1822, prefigurando con profética * La historia del descubrimiento de la idea de sociedad est4 todavia por escribirse. Para una interpretacién diferente, que se remonta a Rousseau, cfr. R. Dahrendori, Sociologia ¢ societd industriale, en el vol. Uscire dall’utopia, 1! Mulino, Bolonia, 1971. También merece leerse el viejo ensayo de Werner Sombart, Die Anfiinge der Soziologie, en Soziologie, Heise, Berlin, 1923, que antepone los ingleses (especialmen: te, Bernard de Mandeville, A. Ferguson, Adam Smith y J. Millar) a los franceses. gQUE ES “POLITICA”? 215 genialidad la sociedad industrial de la segunda mitad del siglo xx. La sociedad se configura entonces como una realidad tan auténoma que puede volverse objeto de una ciencia en si misma, que no era ya Ja economia, y que Comte (1798-1857) bautizd con el nombre de “sociologia”. Pero Comte no se limita a bautizar la nueva ciencia de la sociedad, la declara también la reina de las ciencias. La socie- dad no es sélo un “sistema social” diferente, independiente y autosu- ficiente con respecto al “sistema politico”. Hay mucho mas todavia; el sistema social es el que genera el sistema politico. El panpoliticis- mo de Hobbes se transforma en el pansociologismo y en la socio- cracia de Comte. Aqui debemos, entonces, intentar un recuento y ubicar el tema.*® VUL4. La ienTIDAD DE LA POLITICA Ya hemos visto que la politica no se consideré unicamente diferente de la moral; también se la diferenciéd de la economia. Luego no in- cluyé ya dentro de si al sistema social. Por ultimo se desataron tam- bién los vinculos entre politica y derecho, al menos en el sentido de que un sistema politico ya no fue visto como un sistema juridico. Asi despojada, Ja politica resulta diferente a todo. gPero qué es en sf, considerada en si misma? Comencemos por sefialar una paradoja. Durante casi dos milenios la palabra politica —es decir la locucién griega— cayé ampliamente en desuso, y cuando la volvemos a encontrar, como en la expresion dominium politicum, denota solamente una realidad muy circuns- crita, totalmente marginal. ‘Tenemos que llegar hasta Altusio —co- rrfa el afio 1603— para encontrar a un autor de fama utilizando la palabra “politica” en su titulo: Politica Metodice Digesta. Lo sigue Spinoza, cuyo Tractatus Politicus aparecié publicado en forma pés- tuma en 1677, practicamente sin dejar huella. Por ultimo, Bossuet escribia Ja Politique Tirde de VEcriture Sainte en 1670; pero el libro fue publicado recién en 1709, y el término no vuelve a aparecer en otros titulos importantes del siglo xvi.*7 No obstante, en todo este *™ Sobre Ia relacién entre la sociedad y el Estado en general, véase E. Barker, Principles of Social and Political Theory, Oxford University Press, Nueva York, 1951; pero espec. R. Bandix, Social Stratification and Political Community, en el vol. col. supervisado por P. Laslett y W. G. Runciman, Philosophy, Politics and Society, Blackwell, Oxford, 1962 * La palabra politica es incluida en un titulo también por D. Hume, Essays Moral 216 PROFUNDIZACIONES tiempo se pensé siempre en la politica, porque siempre se pensd que el problema de los problemas terrenos era moderar y regular el “do- minio del hombre sobre el hombre”. Rousseau estaba ganado por esta preocupacién cuando escribia que el hombre nacié libre pero esta encadenado. Al decir esto, Rousseau pensaba en la esencia de la politica, aun cuando la palabra no apareciera en sus titulos. Hoy, en cambio, la palabra esté en boca de todos, Pero ya no sabemos pen- sar la cosa. En el mundo contemporaneo la palabra se emplea sin tasa ni medida, pero la politica sufre una “crisis de identidad”.?® Una primera manera de afrontar el problema es plantearnos la pregunta que Aristételes no se formulaba, qué es un animal politico en su diferencia con el hombre religioso, moral, econémico, social, y asi sucesivamente. Por supuesto, estos son “tipos ideales” y las varia- das facetas de un mismo poliedro. No es que nos deleitemos con abstracciones ni en dividir al hombre en fantoches abstractos. Al con- trario, nos planteamos una pregunta muy concreta, de qué manera traducir la politica, la ética, la economia, en comportamiento, en un tangible y observable “hacer”. Nos preguntamos, zen qué aspec- to se distingue un comportamiento econdémico de un comportamiento moral? ¢Y qué diferencia a ambos de un comportamiento politico? and Political (3 vol., 1741-1748) y Political Discourses (1748-1752); pero justamen- te en obras menores. También recuerdo a Holbach, La Politique naturelle, 1773. La marginalidad y evanescencia de la palabra politica hasta el siglo xvi se ve con- firmada por sus derivados, como el francés police (“policia” viene de polites), y la expresién “parti des politiques”, atribuida después de la noche de San Bartolomé a quienes, aun siendo catélicos, desaprovecharon la matanza de hugonotes. Por otro lado, basta fijarse en la voz “politica” de la Encyclopédie, que no menciona a nin- guno de los autores antes nombrados, indicando apenas a Graziano y Boccalini, des- pués de Maquiavelo y Bodin. Cfr., a este ultimo respecto, R. Hubert, Les sciences sociales dans Encyclopédie, Trabajos y memorias de la Universidad de Lille, Paris, 1923, espec. capitulos 1-v. Véase también R. Derathé, Jean-Jacques Rousseau et la science politique de son temps, Presses Universitaires de France, Paris, 1950. * En cuanto a la crisis de identidad contempordnea, basta observar que la voz “politica”, registrada en la -primera Encyclopedia of the Social Sciences, 15 vol. del 1930-1935, desaparece en la nueva International Enciclopedia of the Social Sciences, 17 vol., de 1968; asi como, para citar otro ejemplo macroseépico, Ia pala- bra no existe en la edicién de 1965, 23 vol. de la Encyclopedia Britannica, Para al- gunas recientes tentativas de individualizacién —especialmente la de Bertrand de Jou- venel, The Pure Theory of Politics, Cambridge University Press, 1963 cfr. la resefia de M. Stoppino, “Osservazioni su alcune recenti analisi della politica”, en I! Politico, XXIX (1964), pp. 880-905, que las considera con raz6n insatisfactorias. Y tam- Dién resulta insatisfactorio, en cuanto a Ja individualizacién, B. Crick, In Defence of Politics, éQUE ES “POLITICA”? 217 De alguna manera, sabemos responder a la primera pregunta; a la segunda, bastante menos. El criterio de los comportamientos econdémicos es util: la accién econémica es tal en la medida en que se dirige a llevar al maximo una ganancia, una utilidad, un interés material. En el otro extremo, el criterio de los comportamientos éticos es el bien: la accién moral es una accién “debida”, desinteresada, altruista, que persigue fines ideales y no ventajas materiales. Pero cual es la categoria o el cri- terio de los comportamientos politicos? Todo lo que podemos decir al respecto es que ellos no coinciden ni con Jos morales ni con los eco- némicos, aun cuando debemos registrar que —histéricamente— la exigencia del deber se atentia y la tentacién del “provecho material” se acrecienta. Quien estudia los comportamientos electorales, hasta los puede asimilar a los econémicos. Pero cémo negar la perdurable presencia de los ideales en politica, y sobre todo su fuerza? Cuando examinamos mds de cerca la cuestién, lo que resulta mds Iamativo es la gran variedad de movimientos a que dan lugar los comporta- mientos politicos. En politica no se da un comportamiento que tenga caracteristicas de uniformidad asimilables a los comportamientos mo- rales y econdémicos. Y quizdés aqui resida la cuestién, la expresién “comportamiento politico” no se puede tomar al pie de la letra. No equivale a indicar un tipo particular de comportamiento, sino un dmbito, un contexto. A veces las frases son reveladoras. De un com- portamiento moral no podriamos decir: son los comportamientos que se colocan y manifiestan en el dominio moral. Ciertamente, tam- bién la moral tiene un 4mbito: el fuero interno de nuestra concien- cia. Pero todos los comportamientos deben ser activados in interiore hominis. La diferencia reside en que no existen comportamientos “en moral”, en el mismo sentido que cuando decimos que existen “en po- Jitica’ Sefialaba al comienzo que para orientarse en las diferencias entre la politica, la ética, la econémica, el derecho, etc., hay que remitirse a las diferenciaciones estructurales de los conglomerados humanos. Ahora es el momento de volver a tomar este hilo. Sera por defecto de categorizacién o por otras tazones, pero el hecho es que tinicamen- te el discurso sobre la moralidad —el més antiguo y profundizado— se sustrae al ordenamiento estructural. Y digo que sdlo el discurso sobre la moralidad porque, si bien miramos, también el discurso del economista se sittia estructuralmente. Hasta ahora he usado “econé- mica” y “economfa’’ indistintamente. Pero la econdmica no es la cien- 218 PROFUNDIZACIONES cia de la economia; es Ja rama de la filosofia que ha teorizado la ca- tegoria de lo util, de lo placentero, de lo deseado. Por lo tanto, la econémica es fundamentalmente una variante o un filén de la filo- sofia moral. Si aqui adoptamos el término econémica para oponerlo al término ética, es porque nos atenemos a la concepcién kantiana de la moralidad; en cuyo caso la econémica se califica a contrario, es decir que extrae sus propias filiaciones invirtiendo las de la ética. Pero con estas premisas el economista no puede ir muy lejos. Su uti- lidad es una utilidad monetaria; su valor es un valor de mercado, vale decir, referido y extraido de esa estructura que Hamamos “el mercado”; y su nocién de interés no es ciertamente la mi: ma de la que hablan los filésofos. Si bien miramos, pues, los comportamientos observados por el economista se sittian en el “sistema econdmico”, que es un complejo de estructuras, de instituciones y de funciones; y sus calificaciones se vinculan con ese dominio a que alude la expre- sin “en economia”. Lo mismo vale para el socidlogo. :Cual es el criterio, 0 la categoria, de Jos denominados comportamientos sociales? No lo hay. O mejor dicho, el socidlogo responde —de la misma manera que el economista y el politélogo— diciendo “en la sociedad”, 0 en el “sistema social”; con lo que quiere decir que los comportamientos sociales son los que se observan en las instituciones, en las estructuras y en las funciones que componen ese sistema. Y por lo tanto el politélogo, a los efectos de cémo identificar los comportamientos politicos, no esté mejor ni peor que todos los demas cultores de las diferentes ciencias del hom- bre. Los denominados comportamientos politicos son comportamien- tos que pueden calificarse de la misma manera que todos los com- portamientos no morales; esto es, en funcién de los ambitos que se adscriben al “sistema politico’”.** Mi sugerencia es, pues, que el modo mis fructifero de afrontar la crisis de identidad de la politica, no es preguntarse en qué se dife- rencian el comportamiento del animal politico del del animal social y econdmico; es preguntarse cémo se han ido diferenciando y orga- nizando desde el punto de vista estructural las colectividades huma- nas. Por consiguiente, la pregunta pasa a ser: cudl sera la denotacién * La nocién de sistema politico fue profundizada y tecnificada por D. Easton, espec. cn A. Framework for Political Analysis, Prentice Hall, Englewood Cliffs, 1965, y A Systemy Analysis of Political Life, Wiley, Nueva York, 1965, Cfr. G. Urbani, Lvanalisi del sistema politico, 11 Mulino, Bolonia, 1971 EQUE ES “POLITICA”? 219 de las expresiones “en politica” y “sistema politico”, con respecto a Jas del sistema social y del sistema econdmico. La sociedad —decia Bentham siguiendo Ja huella del descubri- miento que hacia de ella el liberalismo— es la esfera de los sponte acta, Pero la sociedad es una realidad espontainea sélo en el sentido de que no esté regulada por el Estado, de que denota un espacio extraestatal, en el cual no hay control politico sino “control social”. Con esto queda dicho que jams los conceptos de “‘poder” y de “coer- cin” bastan por si solos para caracterizar y circunscribir la esfera de la politica. Aparte de la objecién de que la politica no es sola- mente poder y coercién, queda en pie el hecho de que, ademés del poder politico, debemos registrar también un poder econémico, un po- der militar, un poder religioso, y atin otros mds. Lo mismo. vale para las nociones de coercién. A la coercion politica se agrega la coercién social, la coercién juridica, la coercién econémica, y asi sucesivamente. Se diré que todos estos poderes y coerciones son dife- rentes. Sin embargo, esta diversidad no se aprecia si no se la refiere a los ambitos en los que se manifiestan los varios “poderes coerciti- vos”. Cuando se argumenta, por ejemplo, que el poder politico es aquel poder coercitivo que monopoliza el uso legal de la fuerza, esta individualizacién presupone que el aparato estatal dispone de lugares y estructuras destinadas a ese fin. Puede parecer que de este modo se vuelve a la identificacion —que se consideraba superada— entre la esfera politica y la esfera del Estado. Pero no es exactamente asi. Cuanto mds nos alejamos del formato de la polis y de la pequefia ciudad-comunidad, tanto mds los conglomerados humanos adquieren una estructura vertical, en altura. Esta verticalidad era hasta tal pun- to extrafia a la idea griega de la politica, que fue teorizada durante milenios con el vocabulario latino; mediante términos tales como principatus, regnum, dominium, gubernaculum, imperium, potestas y similares. El hecho de que toda esta terminologia haya derivado en la voz “politica” durante cl siglo xix, constituye una perturbadora inversion de la perspectiva. Hoy unimos la dimensién vertical a una palabra que denotaba, en cambio, la dimensién horizontal. Como consecuencia de esta nueva sistematizacién, la dimension horizontal pasa a ser asumida por Ja sociologia, y correlativamente la esfera de la politica se restringe en el sentido de que se reduce a una actividad de gobierno, y en sustancia a la esfera del Estado. Pero esta reorde- nacioén, que reflejaba bastante bien la realidad del siglo xx, en el siglo xx resulta demasiado estrecha, demasiado limitativa. Es que en 220 PROFUNDIZACIONES la actualidad se registra un hecho nuevo: la democratizacion, 0 me- jor la masificacién de la politica. Las masas —que desde siempre estuvieron alejadas o excluidas de la politica, o presentes s6lo muy de tanto en tanto— ahora entran en la politica; y entran con intencio- nes de estabilidad, para quedarse. Le democratizacién o masificacién de la politica supone no sdlo su difusién, y si se quiere su dilucién, sino sobre todo su ubicuidad. A la ubicacién vertical se une ahora una expansién y ubicacién hori- zontal; lo que vuelve a subvertir de nuevo todo el discurso. Después de milenios de relativa quietud, jcudntos sacudimientos en poco mas de un siglo! En la medida en que el Estado se extienda, los procesos politicos no podran ser situados ya en el Ambito del Estado y de sus instituciones. De hecho, y por consecuencia, el concepto de Estado se ampl{a, y es sustituido por el concepto bastante mas elastico, y abarcador de “sistema politico”. El sistema politico no sdlo se des- compone en “subsistemas”, algunos de Jos cuales —por ejemplo el subsistema partidista y el subsistema de los grupos de presign— que- dan excluidos de la perspectiva institucional, sino que es tan flexible como para permitir que se incorporen algunas variantes particulares; por ejemplo, el subsistema militar cuando los militares hacen politi- ca; el subsistema sindical cuando el sindicato se convierte en una potencia en si misma, y asi sucesivamente. Por lo tanto no es exacto imputarle a Ja ciencia politica contem- pordnea el encerrarse en una vision demasiado estrecha —estatal— de lo que es la politica. A quien aduce que la nocién de sistema po- litico no basta para indicar la ubicuidad y la difusién de la politica, se le contrapone la critica de quien declara que la nocidén de sistema politico resulta demasiado omniabarcadora, observando que un sis- tema politico que no Hega a determinar sus propios “limites”, termi- na por no ser un “sistema”, 0 en todo caso por diluir la idea de poli- tica hasta el grado de vaporizarla. Las dos objeciones, por el hecho mismo de ser contrarias, se neutralizan y ajustan una a otra. Consi- deremos los procesos electorales, que ejemplifican bastante bien el nexo entre la democratizacién de la politica y la recuperacién de la dimensién horizontal en politica. No es verdad que los procesos elec- torales escapen a la érbita del discurso vertical. Basta observar que los procesos electorales son un método de reclutamiento del personal que iré a ocupar posiciones politicas; de lo que se desprende que son parte integrante de los procesos verticales del sistema politico. En lineas generales, el punto a establecer es que no debemos con- gQUE ES “POLITICA”? 221 fundir los resortes del poder o la influencia sobre el poder, con tener poder; asi como debemos distinguir el cémo y el dénde se genera el poder politico, del cémo y dénde se lo ejerce.*® Una vez establecida esta distincién, desaparece también la dificultad de determinar los “Iimites” del sistema politico. La difusion de la politica, por otra parte, no sdlo tiene lugar a nivel de la base, al nivel del demos. La encontramos también en los vertices, a nivel de las dlites. De hecho, nuestras democracias se estructuran como “poliarquias” competitivas de amplia proyeccién pluralista. Hasta aqui no hay problema, en el sentido de que la no- cién de sistema politico tiene la elasticidad necesaria para abarcar una vasta y variada difusién del poder. La dificultad estriba en el hecho de que estos vértices se separan de las estructuras verticales que no son politicas. Es particularmente el caso de las “‘corporaciones gigantes”; un poder sin propiedad, pero no obstante un poder eco- némico. Pero también en atencién a esta dificultad debe recordarse que condicionar e influir sobre el poder politico no es lo mismo que ejercerlo. Por mas que las corporaciones gigantes, 0 también los po- deres sindicales, Heguen a ser influyentes, ello no quiere decir que poder sea “soberano”, que esté sobreagregado al poder politico. En la medida en que un sistema politico funciona, las 6rdenes predo- minantes y vinculadoras erga omnes son y siguen siendo los dictados que emanan del propio dominio politico. Solamente las decisiones politicas —ya bajo forma de leyes o de disposiciones de otra indole— se aplican con fuerza coercitiva a la generalidad de Jos ciudadanos. Y si se entiende por decisiones colectivizadas aquellas sustraidas a la discrecionalidad de los particulares, entonces las decisiones politi- cas pueden definirse como decisiones colectivizadas “‘soberanas” ™ a las que es mds dificil sustraerse, tanto por su ambito territorial res- tringido como por su intensidad coercitiva. En conclusién, la crisis de identidad de la politica es sobre todo una “crisis de ubicacién”. Si nos entendemos sobre esta ubicacién, ® Para el concepto de poder y su relacién con el de politica, véase la antologia a cargo de S. Passigli, Potere @ élites politiche, esp. la Introduzione, Tl Mulino, Bolonia, 1971, y M. Stoppino, Le Forme del Potere, Guida, Napoles, 1974. Para una desin- tegracién analitica, Robert E. Dahl, Introduzione alla scienza politica. Il Mulino, Bolonia, 1970, Apéndice; y ult. J. H. Nagel, The Descriptive Analysis of Power, Yale University Press, Nueva Haven, 1975. ™ Para la politica definida como la esfera de las “decisiones colectivizadas”, véase G. Sartori, “Tecniche Decisionali e Sistema dei Comitati”, en Rivista Italiana di Scienza Politica, I, 1974, espec. pp. 5-6. 222 PROFUNDIZACIONES y no nos dispersamos demasiado en cuanto a la ubicuidad de Ia po- litica, ésta puede ser definida, identificada. Las decisiones politicas abarcan materizs muy diferentes; pueden ser de politica econdmica, de politica del derecho, de politica social, de politica religiosa, de po- litica de instruccién, etc. Si todas estas decisiones son inicial y basi- camente “politica”, es por el hecho de que son adoptadas por un personal situado en el dominio politico. Es ésta su “naturaleza” po- litica. De hecho, el personal politico es cl mas inmune a la crisis de iden- tidad. Desde su punto de observacién, los hombres ptiblicos y los politicos de profesién saben muy bien qué dicen cuando aseguran: ésta es una “cuestién politica”. La frase —sibilina e incluso irritante para el gran pttblico— quiere significar que los politicos no se sien- ten marionetas manejadas por hilos exteriores y lejanos; se sienten protagonistas de un “juego contra personas” (no sdlo los enemigos de los otros partidos, sino también los colegas del partido propio) que estén jugando a su vez. Para los politicos, la politica no es un émbi- to dificil de situar; ellos saben muy bien dénde esti y cuidles son sus dominios. Queda en pie una objecién de fondo, que se refiere no ya a la identidad, sino a la autonomia de la politica. La nueva ciencia de la sociedad —la sociologla— tiende a reabsorber en su propio Ambi- toa la ciencia politica, y por lo tanto a la politica misma. El “reduc- cionismo sociolégico” o Ja sociologizacién de la politica va induda- blemente unida a la democratizacién de la politica y encuentra en esta referencia tanto su fuerza como su limite. Su fuerza porque la verticalidad democratica se caracteriza por un desenvolvimiento a cendente, de tal modo que los sistemas de democracia politica resul- tan sistemas que tipicamente reflejan y reciben las demandas que salen de abajo. Y su limite, porque este hilo explicativo se rompe en el caso de los sistemas de naturaleza dictatorial, a los que se Hama “extractivos” precisamente porque se caracterizan por una verticali- dad descendente, por el predominio de érdenes que descienden. En suma, la reduccién a términos sociolégicos “restringe” la politica en el sentido de que su verticalidad resulta una variable depen- diente; dependiente, precisamente, del sistema social y de las estruc- turas socioecondémicas. Esta restriccién es plausible, como decia, en el caso de Jos sistemas que “reflejan” un poder popular; pero es alta- mente negativa en los sistemas politicos caracterizados por una fuer- te verticalidad. En particular, la sociologizacién de la politica no {QUE ES “POLITICA”? 223 permite explicar el funcionamiento y desarrollo de los sistemas dicta- toriales, en los cuales las érdenes no pueden entenderse de ninguna manera como demandas ascendentes; en particular porque los siste- mas dictatoriales impiden la formacién auténoma y la expresién libre de la demanda social. La forma extrema de negacién de la autonomia de la politica no es de todos modos la sociolégica; mds bien proviene de la filosofia marxista. En esta perspectiva no se llega sélo a la heteronomia de la politica sino mas drdsticamente a la “negacién de la politica”. En Ia concepcién econémico-materialista de la historia, Ja politica es una “superestructura”, no sélo en el sentido de que refleja las fuerzas y Jas formas de produccién, sino también en el sentido de que cs un epifenémeno destinado a extinguirse. En la sociedad comunista —se- gin Io prevefa Marx— el Estado tiende a desaparecer, y con ello desaparecera la coercién del hombre sobre el hombre. No vale la pena detenerse en esta verdadera negacién de Ja politica. Si una filo- sofia de la historia debe medirse en funcién de los acontecimientos histricos que ha generado, basta comprobar que a ojos vistas la te- sis del “predominio de la politica” encuentra su confirmacién mejor en los Estados que se basan en la palabra de Marx y de sus sucesores. Quien ha vivido la experiencia de los paises del Este, no tiene dudas sobre la identificabilidad de la politica; y menos atin duda —es le- gitimo pensarlo— de la autonomia y la autosuficiencia de la politica. En los paises del Este no es, por cierto, el sistema social el que expli- ca al Estado. Mas bien habria que preguntarse si tiene sentido hablar alli de una realidad social auténoma, dado que las sociedades en cuestion son el mas puro producto de un control vertical capilar y omnipresente. Como se ve, la polémica sobre la identidad y también sobre la au- tonomia de la politica no puede ser mds abierta. Un hecho es indu- dable: la ubicuidad y por lo tanto la difusién de Ia politica en el mun- do contempordneo. Este hecho puede ser interpretado de distintas maneras. Puede respaldar la tesis que reduce Ia politica a otra cosa, subordinandola de distintas maneras al sistema social y a las fuerzas econdémicas; es Ia tesis de la heteronomfa, pero también, en su forma extrema, de la negacién de Ia politica. O bien puede valorar Ia tesis opuesta, la que observa que el mundo jamés ha estado tan “politi- zado” como hoy; una tesis que no afirma necesariamente el dominio © primacia de la politica, pero que si reivindica su autonomia. En medio de estas dos tesis opuestas, se sittian las incertidumbres de 224 PROFUNDIZACIONES identificabilidad, la dificultad de ubicar la politica. A esta dificultad se puede vincular una tercera tesis; la que ve en la dilucién, y por lo tanto en la pérdida de fuerza de la politica, un eclipse de la poli- ticidad (pero no su heteronomia). Tres tesis, entonces: 1) heteronom{a, 0 abiertamente extincin; 2) autonomia, predominio 0, més categsricamente triunfo; 3) dilu- cién, pérdida de fuerza, y en este sentido eclipse. Tres tesis que alu- den de diferente manera a la ubicuidad de la politica, y que refle- jan una distinta colocacién de la politica, y por lo tanto un modo diverso de percibirla, identificarla y definirla. De aqui se desprende, entre otras cosas, que un discurso sobre la ciencia politica no se puede reducir a un discurso sobre la mayor o menor “cientificidad” de un determinado modo de estudiar la poli- tica. En verdad, las dificultades que padece la ciencia politica con- temporanea provienen en no pequefia parte de la vertiente “politi- ca”, es decir, del objeto. Pasemos a considerar ahora Jas dificultades que se adscriben a la vertiente “‘ciencia”; es decir, vayamos al sujeto. VUL LA POLITICA COMO CIENCIA LA FILOsoFiA no presupone un método filoséfico. Al menos no existe un método filosdfico codificado. A lo sumo se podrd decir que la filosofia presupone un “razonar correcto”, es decir la légica. Pero por cierto la légica no es a la filosofia lo que el método cientifico es a la ciencia. Serfa aventurado afirmar que no hay filosofia sin légica: y por cierto que muchos ilustres fildsofos han renegado de la unica légica que codificé la tradicién filos6fica: la légica aristotélica. Por el contrario, se sostiene que no hay ciencia propiamente dicha sin método cientifico. Este método cientifico no es inmutable, es uno pero también multiple, y est4 en continua evolucién, Lo que no impide que la ciencia presuponga un método cientifico. Es en razén de este criterio que el nacimiento del pensamiento cientifico y su separacién del pensamiento filosdfico se sittia en los siglos xvi-xvim, en el lapso que va de Bacon a Galileo y por ultimo a Newton.? 2El espiritu cientifico del siglo xvi constituye un punto de refe- rencia obligado también para una historia de las ciencias del hom- bre? Si y no. Si en la medida en que durante el siglo xv se afirma el principio segtin el cual no hay ciencia sin método cientifico. Pero no en la medida en que este marco de referencia otorga posicion pri- vilegiada a un tnico método y hace coincidir el método cientifico con el “método newtoniano”. Ciencia es un singular que da por sobrentendido un plural, es de- cir una pluralidad de ciencias. En primer lugar, se debe tener pre- sente que la geometria y la matemdtica suministraron desde la Anti- giiedad un primer modelo y el primer arquetipo de Ia cientificidad? * Para la complejidad de la génesis de las ciencias a partir de la tradicién filos6fica, véase especialmente a E. Cassirer, Storia della filosofia moderna, 4 vol, Einaudi, Tu- rin, 1952-1958. * Cf. L. Brunschwieg, Les étapes de la philosophie mathématique, Presses Univer- sitaires de France, Paris, 1912, y H. Weyl, Philosophy of Mathematics and Natural Science, Princeton University Press, Princeton, 1949. * Los epistemélogos contempor4neos se pueden clasificar segin su mayor o menor adhesin al modelo fisicalista. En este plano, me limito a invocar los nombres de Rudolph Carnap, Carl G. Hempel, Ernst Nagel, Karl Popper, y en extremo opuesto a Carnap el de Michael Polanyi. A titulo introductorio y esclarecedor el Agil libro de 'T. 8, Kuhn, The Structure of Scientific Revolutions, University of Chicago Press, 1952. En el aspecto metodolégico, el mejor texto especifico es A. Kaplan, The Conduct of 225 226 PROFUNDIZACIONES En segundo lugar, es preciso recordar que las ciencias naturales (en plural) preceden en mucho a la fisica de Newton y que nunca se reconocieron en este modelo. La botanica, la mineralogia, la z00- logia y en parte Ja biologia y la medicina, son bdsicamente ciencias clasificatorias. Por lo tanto hay que tener presente que existe una acepcién amplia de ciencias, que escapa a toda reduccién unitaria. Si la fisica propone un modelo que hoy Iamamos “fisicalista”, exis- ten muchas ciencias que no se pueden reducir a ese modelo. De aqui se desprende que el método cientifico que caracteriza a una cien- cia, no tiene por qué ser necesariamente el del fisicalismo. Se debe distinguir, pues, entre ciencia en sentido estricto y cien- cia en sentido lato. En su acepcién més restringida, todas las ciencias se miden en funcién de una ciencia mayor que constituye el arque- tipo de todas ellas; aqui “ciencia” esté queriendo significar, en sus- tancia, ciencia exacta, ciencia de tipo fisicalista. En la acepcién lata, la unidad de la ciencia esta referida al minimo comin denominador de cualquier discurso cientifico; en este caso “ciencia” equivale a ciencia en general. En esta segunda acepcién, reconocemos la exis- tencia de una pluralidad de ciencias y de métodos cientificos que van desde las ciencias “clasificatorias” hasta las ciencias “fisicalistas”, con toda una gama de casos intermedios. Esta concepcién flexible y po- liédrica es la que admite mejor el discurso sobre las ciencias del hombre.* Pero no basta. Al concebir Ja ciencia con flexibilidad, el patrén historiogr4fico resulta necesariamente mis elastico que el patron esta- blecido por la epistemologia contempordnea. Lo que puede conside- rarse ciencia con referencia al pasado, es decir en una perspectiva diacrénica, no quiere decir que pueda ser caracterizado como ciencia en el presente, en Ja perspectiva de nuestro tiempo. Si distinguimos entre estas dos escalas o patrones de flexibilidad, se evitan muchas polémicas intitiles. gAristételes y Maquiavelo fueron “cientificos” de la politica? En el dominio historiogréfico se puede responder afir- mativamente; pero en el dominio epistemoldgico se debe responder en forma negativa. El historiador podr4 alegar que una “observa- cién realista” constituye la premisa y sigue siendo una parte inte- grante de la forma mentis cientifica. Podré también destacar que Aristételes se coloca en una historia de la ciencia politica (y tam- Enquiry: Methodology for Behavioral Science, Chandler, San Francisco, 1964. Hay una dtil coleccién antolégica a cargo de M. Brodbeck, Readings in the Philosophy of the Social Sciences, Macmillan, Toronto, 1968. LA POLITICA COMO CIENCIA 227 bién en otras ciencias), no simplemente como un atento descrip- tor de los sucesos de su época, sino especfficamente por su forma mentis clasificatoria. De modo semejante, el historiador podra ver la “cientificidad” de Maquiavelo en el hecho de que con él, el ob- servador se separa de la cosa observada, aun sin despojarse de sus propios fines y valores; y también sefialando que, de este modo, Ma- quiavelo rompe con Ia tradicién filoséfica, es decir se aparta de la filosoffa. Y todo eso es verdad. Pero el epistemdlogo tiene el derecho —y hasta el deber— de replicar que si la observacién realista se anti- cipa a Ja ciencia, tomada en si misma no es todavia ciencia. De modo analogo, el epistemélogo debera precisar que si la ciencia no es filo- sofia, no se hace ciencia por el simple hecho de no hacer filosoffa. La diferencia entre el patrén del juicio histérico e historiografico de un lado, y el patrén del juicio epistemolégico del otro, se plantea también para el caso de autores que estén muy cerca de nosotros en el tiempo: Gaetano Mosca (1858-1941), por citar un nombre que todos asocian a la ciencia politica. zCudl es la cientificidad de sus Elementos de ciencia politica (1895 y 1922)? El método de Mosca era histérico-deductivo; si se quiere, un método empirico, pero no cientifico. Por lo tanto el epistemélogo dira que la ciencia polftica de Mosca era precientifica. Establecidas las debidas diferencias, Mos- ca puede calificarse como politélogo al modo de Maquiavelo, por su “tealismo” y por el hecho de ser un “especialista” que, en cuanto tal, reafirma la exigencia de un estudio auténomo de la politica; en el caso de Mosca, auténomo de la ciencia juridica y especificamente de la constitucionalizacién de Ia politica. Para nuestra medida epis- temoldgica, pues, Mosca debe inscribirse en la fase precientifica de la ciencia politica.t Lo mismo vale para Roberto Michels. En cambio “La discusién sobre Mosca es siempre actual, Entre los escritos mas recientes sefialo: A. Passerin @’Entréves, Gaetano Mosca ¢ la libertd (1959), ahora recogido en el vo- lumen Obbedienza ¢ resistenza in una societd democratica, Comunita, Milén, 19703 IN. Bobbio, Gaetano Mosca ¢ la scienza politica (1960) y Gaetano Mosca e la teoria della classe politica (1962), ambas recogidas en su volumen Sagei sulla scienza politica in Italia, Laterza, Bari, 1969, asi como su Introduzione a la edicién reducida de los Elementi di scienza politica (titulada: G. Mosca, La classe politica), Laterza, Bari, 1966; M. Fotia, “Classe politica, liberalism, democrazia in G. Mosca”, en: Rivista di Sociologia, TV (1966), pp. 5-68; F. Vecchini, La pensée politique de G. Mosca et ses différentes adaptations au cours du XX® siécle en Italie, Cujas, Paris, 1968; L. Ca- valli, “Parte Terza: Gaetano Mosca”, en Ii mutamento social, Il Mulino, Bolonia, 1970; A. Lombardo, “Sociologia ¢ scienza politica in G. Mosca”, en Rivista Italiana di Scienza Politica, I (1971), pp. 297-323. 228 PROFUNDIZACIONES quien debe ser considerado un cientifico, desde el punto de vista de su cientificidad misma, es Wilfredo Pareto, por mas que su método cientifico resulta a nuestros ojos un tanto primitivo e impuro.’ No obstante, basta volver a asumir la perspectiva histérica para advertir que la medida epistelomégica zanja demasiado facilmente el asunto. Un hecho es indudable en los casos que examinamos; a despecho de su insatisfactoria cientificidad, Mosca, Pareto y Michels han hipoteti- zado y teorizado tres “leyes” de la politica, que hasta hoy estin en el centro del debate politolégico: la ley de la clase politica, 1a ley de la circulacién de las élites y la ley de hierro de la oligarquia, respec- tivamente. Pregunta, la formulacién de “leyes” :no es acaso un ob- jetivo, y no de los menores, del conocimiento que Iamamos cienti- fico? A esta primera perplejidad se suma una segunda. Est4 bien que el método histérico-inductivo no sea cientifico, pero la ciencia poli- tica puede realmente ignorar Ja historia y la experiencia histérica? zO es que el método de la ciencia politica, aun siendo cientifico y no histérico, debe incluir un modo de “tratar” la experiencia histérica aunque sea para sus propios fines? * Por mas que al final tendremos que medir a la ciencia politica de los afios sesenta con los principios propios, es decir con los criterios de cientificidad establecidos por el epistemélogo, para llegar a la fase mds reciente de la disciplina se debe subrayar que durante cerca de un siglo se hablé de “ciencia politica” —no sin mérito y raz6n— para calificar la confluencia entre un modo auténomo de estudiar la politica (autonomia a parte subiecti) y una politica vista en su pro- pia autonomia (autonom{a a parte obiecti), Un modo auténomo de © Sobre Pareto, véase los cinco escritos recogidos ahora en N. Bobbio, Saggi sulla scienza politica in Italia, cit. y para la bibliografia més reciente, G. Busino, “Storia, economia, sociologia e politica nelle ricerche recenti sull’opera di V. Pareto”, en: Rivista Storica Italiana, LXXX (1968), pp. 938-963. Busino tuvo a su cargo las Oeuores completes de V. Pareto y la revista Cahiers Vilfredo Pareto, de la cual véase especial mente niims. 1 (1963), 5 (1965), 12 (1967). Por

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